el trabajo que nadie quería

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El trabajo que nadie quería Published on Servindi - Servicios de Comunicación Intercultural (https://www.servindi.org) Imprimir articulo Exportar a PDF Volver El trabajo que nadie quería Recoger cadáveres debe ser un oficio terrible. Y la gente a cargo, curtida por las labores, debería ser áspera, tosca, cansada de la muerte, indiferente a ella. Boris Guerra y Charly Pascal forman parte del Comando Humanitario de Pucallpa y me contaron esa tarde cómo la pandemia transformó para siempre sus vidas. El trabajo que nadie quería Las jornadas agotadoras del Comando Humanitario de Pucallpa Por Ivan Brehaut* 1 de setiembre, 2020.- En los meses de abril, mayo y junio se registraron las mayores cifras de fallecidos en Pucallpa y alrededores. Las imágenes de fallecidos en las puertas de los hospitales, sin siquiera poder recibir algún tipo de alivio, mostraban la crudeza de una enfermedad que no perdona. Como en todo el país, las regiones empezaron a organizar grupos especiales para el recojo de cadáveres. La emergencia era enorme debido al exceso de fallecidos, creando una situación inmanejable para los servicios funerarios convencionales. ¿Cómo enfrentar esta emergencia humanitaria? El comando humanitario “Nadie quería este trabajo. Nosotros pensábamos que los profesionales, pues, los médicos o los enfermeros, gente profesional iba a hacerse cargo de este trabajo, pero no fue así…” nos cuenta Boris. “Al inicio nosotros teníamos miedo, pero pensábamos que había que hacerlo por la gente, porque también eran seres humanos como nosotros… además, nuestra labor era importante, levantando el cuerpo, limpiando la zona, haciendo que otra gente no se contagie. Así nosotros Page 1 of 6

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El trabajo que nadie quería

Recoger cadáveres debe ser un oficio terrible. Y la gente a cargo, curtida por las labores,debería ser áspera, tosca, cansada de la muerte, indiferente a ella. Boris Guerra y CharlyPascal forman parte del Comando Humanitario de Pucallpa y me contaron esa tarde cómola pandemia transformó para siempre sus vidas.

El trabajo que nadie quería

Las jornadas agotadoras del Comando Humanitario de Pucallpa

Por Ivan Brehaut*

1 de setiembre, 2020.- En los meses de abril, mayo y junio se registraron las mayores cifras defallecidos en Pucallpa y alrededores. Las imágenes de fallecidos en las puertas de los hospitales, sinsiquiera poder recibir algún tipo de alivio, mostraban la crudeza de una enfermedad que no perdona.Como en todo el país, las regiones empezaron a organizar grupos especiales para el recojo decadáveres. La emergencia era enorme debido al exceso de fallecidos, creando una situacióninmanejable para los servicios funerarios convencionales. ¿Cómo enfrentar esta emergenciahumanitaria?

El comando humanitario

“Nadie quería este trabajo. Nosotros pensábamos que los profesionales, pues, los médicos o losenfermeros, gente profesional iba a hacerse cargo de este trabajo, pero no fue así…” nos cuentaBoris. “Al inicio nosotros teníamos miedo, pero pensábamos que había que hacerlo por la gente,porque también eran seres humanos como nosotros… además, nuestra labor era importante,levantando el cuerpo, limpiando la zona, haciendo que otra gente no se contagie. Así nosotros

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también ayudamos a salvar vidas…”

Para mayo del 2020, el Comando Humanitario, el equipo de recojo de cadáveres de Pucallpa,trabajaba 20 horas al día. Las muertes, por docenas diariamente, ya habían excedido la capacidaddel cementerio local y se habilitaba el cementerio Covid, en el kilómetro 20 de la carretera FedericoBasadre.

Era terrible. Al principio nos chocaba. Mis compañeros y yo mismo nos poníamos a llorar dela nada... después nos fuimos haciendo duros, pero aun así, todavía da mucha pena…

“Era terrible. Al principio nos chocaba. Mis compañeros y yo mismo nos poníamos a llorar de lanada... después nos fuimos haciendo duros, pero aun así, todavía da mucha pena…” recuerdaCharly, quien cambia la sonrisa por un gesto apagado, casi solemne. La rutina del equipo eraagotadora. Listos todos a las 6 de la mañana, al llamado de las autoridades sanitarias, recorrían laciudad y las comunidades de la periferia para atender los decesos. No importaba la hora o si eradomingo, todos los días había mucho trabajo.

Borís recuerda que un día la rutina, como siempre, empezó a las 6 de la mañana. Recorrieron laciudad varias veces, docenas de veces. A las 8 de la noche, cuando por fin pudieron sentarse aalmorzar, una nueva llamada, un nuevo deceso, los sacó de la base. Aquella noche acabó a las 3 am,con 5 casos nuevos, y apenas un par de horas más tarde, a las 6, la rutina empezó de nuevo.

Los 17 miembros del Comando Humanitario recibieron el entrenamiento y apoyo de la DirecciónEjecutiva de Salud Ambiental de Ucayali – DESA, quienes los entrenaron, les dieron el equipo, y elsoporte logístico, material y psicológico para su labor. Con la práctica, la labor de recojo se hizo máseficiente y rápida. “Demoramos como 10 minutos en atender un cuerpo y dejarlo listo para sutraslado a un cementerio”, nos cuenta. “Algunas personas no avisan de la muerte de sus familiares.Nos avisan recién al día siguiente para mientras tanto poder velarlos. Nosotros respetamos el dolorde las familias, pero ellos mismos se ponen en riesgo de la enfermedad” .

nosotros mismos hemos decidido ya no ir a nuestras casas. Nos quedamos en un hotel parano poner en riesgo a nuestras familias

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Sin embargo, Para Boris y Charly el mayor sacrificio fue separarse de sus familias. “Cuando estaba elmayor contagio, nosotros mismos hemos decidido ya no ir a nuestras casas. Nos quedamos en unhotel para no poner en riesgo a nuestras familias. Tres meses nos hemos alejado para cuidarlos,para tenerlos sanos”.

“Acá en la base todos somos como familia. Nos apoyamos, nos cuidamos, nos preocupamos por loscompañeros, por sus familiares”. La abuelita de uno de nuestros amigos murió y nos ha dolido, lomismo un familiar de otro compañero del comando. Ahora somos como familia.”

La pena se contagia

Le pregunté a Charly, si la pandemia, si este trabajo lo ha transformado. “Si. Yo nunca pensé que ibaa estar en este trabajo, que iba a poder ver a los fallecidos y ya no sentir tanto la pena. Este trabajote hace duro, te pone así… ya no sientes pena. O sea, sabes que es un ser humano que dejó sucuerpo, que la familia lo llora, pero para mi ya me he vuelto duro. Al inicio sí, me chocaba y aunqueno conocía al difunto me daba pena. O será que estar cerca de tanto dolor, de tanta gente llorando,esa energía pues te va llegando, te va hundiendo, acabas también llorando… es que la pena secontagia”

¿Y la gente, les agradece su labor?, le pregunto. “Muchos pensaban que nosotros, como llevábamoslos cajones en camiones, porque ya no había de qué otra forma llevarlos, pues decían que lostirábamos nomás en fosas comunes. Y no es así, pero la gente no creía. ¿Cómo vamos a tirar así alos difuntos? Es nuestro deber, como miembros del comando, darle un trato respetuoso, cuidar a lapoblación. Nosotros tratamos con seres humanos, por eso hay que tener cuidado. Recién cuando unperiodista ha traído su dron, recién han visto el cementerio con todo ordenado, con sus cruces y susnombres en cada tumba”.

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Miembros del Comando Humanitario de Pucallpa

Además de esos cambios, Boris siente que este trabajo le ha hecho apreciar la vida de otra manera.“uno tiene que aprender a sacarle jugo a su tiempo, por que un día uno está bien y al otro día yaestás muerto. Hay que estar más con la familia, con los hijos, darles nuestro tiempo, gozar esascosas buenas. La pandemia me ha enseñado a ser mejor persona, a cuidar a mi familia, a mi hijo, aver mis errores, a darle mi tiempo a lo que de verdad es importante”.

La pandemia me ha enseñado a ser mejor persona, a cuidar a mi familia, a mi hijo, a ver miserrores, a darle mi tiempo a lo que de verdad es importante

Thiago es el nombre del hijo de Boris, y le encanta el río, ir a bañarse y jugar. ¿Qué es lo primero quevas a hacer cuando ya puedas salir a pasear con Thiago? Boris sonríe y me dice que hará lo que élquiera: pasear, ir al río, jugar futbol o ir al cine. Lo importante es estar con él, que sepa lo que hago,que sienta orgullo de su padre.

Boris y Charly están listos de nuevo. La pandemia no ha acabado y su penoso deber se mantiene.Cuando acabe la pandemia, no saben cuál será su destino, si volverán a trabajar como CAS enalguna institución pública o si solo pasarán a ser parte del enorme grupo de héroes anónimos, detrabajadores indispensables, de peruanos con coraje, que diariamente olvidamos. Ambos, junto contodo el equipo del Comando Humanitario seguirán dando la cara, arriesgando su salud y la de susfamilias, por cumplir un deber: ayudar a los caídos en su último viaje y hacer el trabajo que nadiemás quiere.

---*Ivan Brehaut se define así: "viajero, no turista. Viajo por el Perú, escribo sobre lo que veo y aprendo.

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Fotografia, naturaleza y humanidad".

----Fuente: La Mula: https://ibrehaut.lamula.pe/2020/09/01/el-trabajo-que-nadie-queria/ibrehaut/ [1]

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— Servindi (@Servindi) June 8, 2020 [11]

Tags relacionados: Comando Humanitario [12]recoger cadáveres [13]Valoración: 0

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