el tesoro de los nazareos de jerónimo tristante v1.0

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El Tesoro de Los Nazareos de Jerónimo Tristante v1.0

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  • Rodrigo Arriaga es un caballero huido de la corte que se esconde en los Pirineos aragoneses ynada quiere saber de la corte ni de su antigua, y secreta, profesin. El que fue el mejor espade su tiempo se oculta en un recndito pueblo y ha renegado de su pasado como favorito delRey. Sin embargo, las cosas cambian cuando Silvio de Agrigento, al servicio del Papa, llegabuscando a Arriaga a su escondite. La Santa Sede tiene una propuesta que hacerle y Rodrigo,llevado por la necesidad de dar paz a los restos de su amada -quien muri en desgracia y aquien se le concedera una bula para ser enterrada en Campo Santo-, no podr por ms queaceptar.Su misin consistir en infiltrarse entre las filas de la orden del Temple, convertirse en uno deellos, ganarse la confianza de cada uno de esos soldados de Dios y descubrir qu ocultan bajosu fachada de bondad y caridad. Roma tiene fundadas sospechas sobre las actividades yobjetivos de estos caballeros y Rodrigo ser el encargado, en un viaje que le har recorrerEuropa, de destapar la verdad.

  • Jernimo Tristante

    El tesoro de los NazareosePUB v1.0

    NitoStrad 14.03.13

  • Ttulo original: El tesoro de los NazareosAutor: Jernimo TristanteFecha de publicacin del original: enero de 2009

    Editor original: Editor1 (v1.0)ePub base v2.0

  • Aliquam adipiscing libero vitae leoMauris aliquet mattis metus

  • Una figura sentada a la manera del pueblo lakota mira hacia el lago Ontario. Su pelo flota al vientobrillando en colores claros y rojizos. Viste como los verdaderos hombres: camisola, pantaln de piel deciervo y mocasines de gamuza.

    Al fondo, al oeste, el sol se pone sobre la inmensa masa de agua. La hierba refleja los rayos del soldel atardecer, ha llegado la estacin de la luz. Mientras l pronuncia una vieja oracin, la brisa agita suluenga barba.

    Con los brazos extendidos hacia delante, abre las manos y recita las mismas palabras una y otra vez.Con un tono monocorde, grave, canta mirando al sol:

    Que haya salud y curacin para esta Tierra,que haya belleza encima de m,que haya belleza debajo de m,que haya belleza en m,que haya belleza a todo mi alrededor.Pido que este mundo se llene de Paz, Amor y Belleza.

    Entonces alguien le toca el hombro y lo llama por su nombre indio:So a e Wa'ah.[1]l se vuelve y ve a Chu 'ma ni.[2] Ella le sonre y le dice:Vamos a cenar.El espigado extranjero se levanta y la sigue colina arriba, en direccin al bosque, caminando sobre la

    hierba de la suave ladera. La negra melena de la chica se agita al caminar y sus exuberantes formas guana su marido. Al fondo, el hombre ve a los nios montando su nuevo potro. El ms pequeo agita un brazoy exclama:

    Ah-deh![3]En ese momento, el extranjero que vino del otro lado del mar se siente feliz y satisfecho y se dirige

    con su familia hacia el mar de tipis que cubren el fondo del valle, junto al ro. Los cuatro sonren.

  • Prlogo

    Benasque, a 3 de marzo del Aode Nuestro Seor de 1140

    A la atencin del reverendsimo e ilustrsimoLucca Garesi, de parte de su secretarioy servidor en Cristo Silvio de Agrigento

    Admirado y queridsimo padre:

    Acabo de llegar al inhspito lugar al que me trajo la misin que me encomendasteis hace tres meses.No quisiera extenderme en la narracin de las penalidades que hemos sufrido en nuestro viaje hasta estepequeo pueblo perdido entre inaccesibles montaas, pero debo hacer constar que el retraso que sufre lamisin es ajeno a mi persona y se debe, en su totalidad, al crudo invierno que asola estas tierras.

    Hace apenas unos das que arribamos a este pequeo pueblecito donde reside nuestro hombre y quelos lugareos llaman Benasque o Bens.

    El camino hasta aqu ha sido penoso, ya que nos hemos visto obligados a perder jornadas y jornadasbuscando refugio en sta o aqulla posada o en algn granero o casucha de los paisanos, pues, segndicen, este est siendo el invierno ms duro de los ltimos aos. Despus de pasar por Jaca yentrevistarme con Su Majestad el rey Ramiro de Aragn ya os envi misiva referente a dicho encuentro y siguiendo vuestras sabias instrucciones, prescind de la escolta armada que me acompaaba y redujemi comitiva a mi criado, el fiel Toms; un caballerizo que nos cuida las monturas, Arrigo, y el bravosargento de vuestra guardia, Giovanno de Trieste. Todos vestimos ropas seglares para pasarinadvertidos, aunque luego har una aclaracin al respecto.

    No s si es debido a que me cri en la clida Silicia, pero desde el primer momento me resulttrabajoso avanzar por estos valles aislados con la sempiterna presencia de la nieve, el granizo o lalluvia. Las ltimas jornadas se me hicieron especialmente duras, pues el camino transcurre por unencajado can por el que fluye el ro sera. Este pasaje, apenas un estrecho sendero excavado en lapiedra, es el nico acceso al valle en el que se sita nuestro destino, de manera que nuestro avance sobredicho lecho rocoso enteramente cubierto de hielo se hizo lento y arduo. Hasta perdimos una mula queresbal y cay al ro con uno de mis arcones. An recuerdo los berridos de la pobre bestia en el lechopedregoso del arroyo donde yaca con las dos patas traseras fracturadas. Los guas tardaron varias horasen recuperar mis humildes pertenencias; la mayora de ellas quedaron mojadas o estropeadas parasiempre.

    Raro era el da en que podamos caminar sin tener que refugiarnos aqu o all segn las instruccionesde nuestros guas. Por poner un ejemplo, perdimos ms de seis jornadas en un pueblo cercano a Benasqueque llaman El Run, donde nos sorprendi una nevada que hubiera hecho desesperar al ms paciente delos cristianos. En otra ocasin, el penoso paso de las bestias entre la nieve nos hizo perder tanto tiempoque cay la noche y an nos hallbamos a ms de una legua del cobertizo que haca las veces de posada.Pasamos la madrugada bajo unos inmensos abetos sin poder hacer fuego por el viento y, a resultas deaquello, mi querido Toms cogi tal pulmona con fiebre y flemas que perdimos ms de una semana

  • esperando a que se recuperara en el pueblo siguiente. All, bajo los cuidados y tisanas de la posadera,que supo hacerle sudar aquellos malos humores, pudo recuperarse con garantas de seguir el camino. Apesar de ello, an arrastra una tos que, espero, mejore en primavera.

    Hace ahora cinco jornadas de mi llegada a este pequeo pueblo donde, nada ms entrar, nossorprendi una profusa nevada. Slo hay una posada donde nos refugiamos y nos pusimos al da con losparroquianos, que nos vieron como una novedad en su rutinaria vida invernal. El posadero me cedi supropio cuarto, donde comparto un aceptable lecho con Toms. Disponemos de un arcn para guardarnuestros ropajes y de un brasero que nos permite pasar las fras noches. Al soldado y al mulero se lesencontr acomodo en el establo con las bestias. sta es una pequea localidad de apenas doscientasalmas que viven de lo que da el campo, del ganado y, algunos, del trasiego de mercancas con el cercanoreino de Francia. En invierno, la actividad se reduce al mnimo. Ms arriba se ve otro pueblo llamadoCerler. Me hubiera gustado visitarlo, pero, segn me cuentan, el camino que comunica con dichalocalidad est cerrado por la nieve. Quiz pueda hacerlo en primavera. A pesar de todo, los lugareos semueven por la zona con cierta facilidad, sobre todo unos que llaman recaderos que van de una granja aotra o de este pueblo a aquel y no se arredran por la nieve o el mal tiempo, ya que conocen todos loscaminos y los mejores pasos.

    Muchos fueron los parroquianos que pasaron por la posada a echar unos vinos, ms para inspeccionara los extranjeros que para otra cosa, por lo que no me result difcil identificar a nuestro hombre, sobretodo pagando jarras de cerveza a unos y otros. Hace dos aos lleg un forastero y compr unas tierrasms arriba, en el remoto valle de Ests. Tom como guardas a un matrimonio del lugar que subieron conl para ayudarle en las tareas agrcolas y en el manejo del ganado. Habitan una casa junto a la suya.

    Estos pobres lugareos se quedaron sin sacerdote all por noviembre, ya que el cura se les muri deuna infeccin las malas lenguas dicen que del mal francs. Tienen una pequea iglesia dedicada asan Pedro y llevaban ms de tres meses sin or misa y sin confesarse o comulgar. Una comitiva de cincovecinos vino a verme y me rogaron que atendiera sus almas; vamos, que me haban descubierto comohombre de iglesia. Son ms listos de lo que parece, as que, una vez perdido el factor sorpresa, entendque no era til seguir fingindome seglar, por lo que celebr misa y les escuch en confesin.

    Una parroquiana a la que confes, la cual pecaba con el hermano de su marido, me proporcion lainformacin que me faltaba: nuestro hombre, el forastero, no tiene mujer ni se le conoce. Se sabe quetiene buena bolsa, pues lleg, busc un terreno de su agrado y lo compr sin regateos. Adquiri unadocena de vacas de las buenas y un toro excelente; tampoco escatim gastos para construir su casa nipara hacerse con saludables gallinas, conejos y ovejas.

    Dijo que vena del otro lado de los Pirineos, de la zona que llaman el Languedoc, y a pesar de que nose relaciona en demasa con la gente del pueblo excepto con el matrimonio que le guarda la hacienda, suele bajar al mercado los domingos, oye misa si la hay y trata con amabilidad a los vecinos con losque ha tenido algn negocio. Segn se dice, es de trato fcil, aunque le agrada perderse en sus tierras y sededica a sus dominios y su ganado. Le gusta cazar.

    Maana es el da. No s muy bien cmo, pero los lugareos predicen el tiempo con una fiabilidadpasmosa. Miran al cielo, sea de da o de noche, otean el viento y al rato te dicen har bueno o va anevar durante tres das, y aciertan. Maana por la maana dicen que har un da soleado, por lo quepodremos acercarnos al valle de Ests para entrevistarnos con nuestro hombre. Espero que NuestraSeora me ayude e ilumine en esta misin de la que depende el futuro de Nuestra Santa Madre Iglesia. Os

  • mantendr informado.

    Vuestro humilde servidor en Cristo,

    Silvio de Agrigento

  • Rara avis

    Debo reconocer que, pese al fro, estas tierras tan dejadas de la mano de Dios no estn exentas debelleza dijo Silvio de Agrigento.

    No os falta razn, mi seor contest Toms montado en su mua.La maana era extraamente soleada, al menos tras tantas jornadas de nieve y fro. El gua los haba

    conducido por un angosto camino que ascenda por un inmenso valle. Abajo, a la derecha, el ro. Ampliasmasas de conferas jalonaban las laderas. No tardaron mucho en llegar a un valle que se abra hacia laizquierda: Ests, lo llamaban. El silencio all arriba era sepulcral. Pronto, en un par de semanas a losumo, comenzaran a cantar los pjaros, o eso haba dicho el paisano que los guiaba. Al parecer, loslugareos estaban contentos porque la llegada de la primavera era inminente.

    Tras una hora y media de camino llegaron a una pequea planicie, una suerte de ensanchamiento en elcerrado camino siempre rodeado de verde espesura. A la derecha se adivinaban tres construcciones, unaespecie de gran establo y dos casas de madera, una de ellas ms grande y la otra de dimensiones msreducidas. Segn dijo el gua, esta ltima era la de los guardas, Matas y Eufrasia.

    Un enorme mastn ladraba atado a la valla de un corral.El lugareo que les asista en aquella misin baj de su mua y se encamin hacia la ms pequea de

    las viviendas. Un hombre de talle recio y rostro coloradote sali de la misma e intercambi saludos conel recin llegado. Enseguida, tras hablar con el gua, se dirigi hacia la pequea comitiva formada porcuatro extranjeros. La mujer apareci bajo la puerta de su casa y permaneci expectante.

    Sganme sus eminencias dijo Matas a los recin llegados sin distinguir al dicono de sussirvientes.

    Silvio de Agrigento descabalg e indic a sus subordinados que hicieran lo mismo.Mientras Matas llamaba a la puerta de la casa de su amo, el enviado de Roma ech un vistazo a las

    altas y nevadas cumbres que rodeaban aquel valle. Percibi una intensa sensacin de paz.En un momento, el guarda de aquella alejada finca dijo:Pasad, pasad.El mulero qued fuera con las bestias mientras el sargento y Toms acompaaron a su amo al interior

    de la confortable casa de madera instalada sobre recios cimientos de piedra. Un hombre permanecasentado frente a un acogedor y clido fuego. Lea un libro de pequeo tamao, quizs un breviario.

    Adelante, adelante dijo levantndose. Bienvenidos a mi humilde morada.Silvio de Agrigento comprob que su anfitrin era bien parecido, de unos treinta y tantos aos, y que,

    pese a vestir un tosco jubn de cuero con calzas de lana y polainas de piel de vaca, conservaba un aireque delataba ciertas maneras cortesanas. Era el hombre, sin duda.

    Soy Silvio de Agrigento dijo a manera de presentacin el enviado del cardenal Garesi. Estosson mis criados.

    Es un honor. Pier de Cernay contest el dueo de la casa iluminando su rostro con una ampliasonrisa. Eufrasia, vino para nuestros invitados!

    La mujer, que haba salido de la nada, se apresur a servir vino caliente con canela a los huspedesde su amo. Silvio de Agrigento tom asiento junto al dueo de la casa. La estancia en la que se hallabanocupaba toda la planta baja de la vivienda, era una especie de acogedor saln a la vez que cocina, pues

  • tena fogones y una inmensa mesa de roble presida el amplio cuarto. El suelo de juncos haba sidocambiado recientemente y ola a hierbas aromticas.

    Y bien? espet el dueo de la casa sin previo aviso.Excelente vino dijo el clrigo intentando ganar tiempo.No saba cmo empezar. Se hizo un embarazoso silencio.Somos viajeros.Aqu? pregunt De Cernay. Estos caminos no llevan a ninguna parte, al menos en invierno.

    Todos los pasos a Francia estn cerrados. Por qu vens a verme a m precisamente?No, no, simplemente busco aire puro para mi torturado pecho; los mdicosAire puro en esta poca del ao? Con este fro? En otro momento, en otra estacin, no digo que

    no, los aires de este lugar son de beatfico efecto para la salud en primavera, en verano y en otoo. Sinembargo, en pleno invierno? Para coger una pulmona quiz sean buenos. Habis esperado cinco das enel pueblo a que mejorase el tiempo para subir a verme.

    Estis aislado aqu arriba. De dnde sacis esa idea? repuso Silvio de Agrigento.Aqu lo sabemos todo. Matas va y viene al pueblo, se encuentra a otros vecinos en fin, que aqu

    todo se sabe. La llegada de tan ilustres viajeros no pasa desapercibida en un pueblecito como ste.Adems, en esta poca del ao poco ms podemos hacer que cuidar del ganado resguardado en losestablos y echar unos vinos con los vecinos. Cotillear, ya sabe vuecencia.

    No sois hombre sociable en demasa.S, s que habis hecho preguntas sobre m. Digamos que vivo y dejo vivir.Silvio de Agrigento se sinti en desventaja al comprobar que haba perdido el factor sorpresa.

    Entonces, mir a sus dos sirvientes y dijo:Dejadnos a solas.Los dos hombres salieron de la estancia intercambiando miradas de recelo.Pier de Cernay hizo un gesto con la testa a su ama, que sali del cuarto acompaada por Matas, su

    marido.Otro embarazoso silencio.Los dos hombres se miraron a la cara como estudindose mutuamente. El de Agrigento ley cierto

    temor en el rostro de su adversario.La Santa Madre Iglesia os necesita dijo de golpe.Pier estall en una violenta carcajada. Despus de echar un trago de vino contest:A m, a un pequeo e insignificante propietario de cuatro tierras perdidas en mitad de los

    Pirineos?Sois Rodrigo Arriaga.Antes de que el clrigo hubiera terminado de pronunciar esas palabras, su interlocutor haba saltado

    por encima de la mesa lanzndose sobre l y derribndolo de su silla.Cuando quiso darse cuenta, Silvio de Agrigento estaba inmovilizado bajo el cuerpo de su agresor y

    senta el fro acero de una daga en el gaznate. Apenas acert a ver de reojo cmo su sargento, Giovannode Trieste, alarmado por aquel ruido, derribaba la puerta de un puntapi y apuntaba al rostro del dueode la casa con una ballesta cargada que ocultaba bajo su capa.

    Tranquilos, tranquilos acert a decir el pobre clrigo sintiendo que un sudor fro le resbalabapor la frente.

  • Rodrigo Arriaga no repar siquiera en la amenazante presencia del sargento papal, slo miraba a losojos a Silvio de Agrigento, como un lobo mira al cordero al que va a morder en la yugular. Entonces elcura decidi jugrsela y dijo:

    Si me matis, Giovanno os acertar de pleno en la cabeza.S, pero vos estaris muerto repuso el anfitrin. Adems, si pudierais girar la cabeza lo

    suficiente verais a mi fiel Matas apuntando con su arco a vuestro bravo sargento. Y por cierto, quin osha dicho que esta vida me importa algo?

    El sacerdote italiano se sinti morir. Estaba en manos de un loco.Un momento, un momento! Matar a un hombre de Dios suponeLa excomunin, dmine? dijo sonriendo Rodrigo Arriaga, que no dejaba de mirar a los ojos de

    su prisionero.S, claro, olvidaba que ya estis excomulgado.Cmo me habis encontrado? Quin?No temis contest Silvio de Agrigento. Vuestro secreto est a salvo, slo tengo un recado

    para vos, un mensaje. Si no estis de acuerdo con lo que se os propone nos marcharemos igual que hemosvenido.

    Cmo me hallasteis? insisti el prfugo.Tambin os lo contar si me soltis. Slo unas palabras, Rodrigo, slo eso Escuchadme,

    dejadme hablar.Entonces, el dueo de la casa alz la mirada y grit:Una Biblia para este jodido cura!El sargento hizo un gesto a Toms, que esperaba en el porche de madera que daba acceso a la

    vivienda. El criado sali corriendo y al momento volvi con el repujado ejemplar que habitualmenteusaba su amo.

    Sin dejar a su presa, Rodrigo Arriaga dijo:Jurad!El sacerdote estir el brazo como pudo y a malas penas acert a situar su diestra sobre el aoso

    volumen.Juro que slo os quiero hablar y que con las mismas me ir y nadie sabr de vos.Sea dijo Rodrigo levantndose.Toms y Giovanno se acercaron a Silvio de Agrigento y le ayudaron a incorporarse. ste se

    acariciaba el cuello con la mano, como si se estuviera ahogando.Eufrasia, vino para el cura y todo el mundo fuera! grit el seor de la casa.Silvio de Agrigento tom asiento e inst a sus criados a salir.Pero, seor dijo Giovanno de Trieste.No temis por vuestro amo, est en mi casa y tenis mi palabra de que nada malo le ocurrir

    contest Rodrigo Arriaga de malas maneras. Pareca un tipo peligroso.El enviado de Roma sinti que un escalofro le recorra la espalda. Quedarse de nuevo a solas con

    aquel energmeno era lo que menos deseaba en este mundo, pero una misin era una misin, no tenaeleccin. Se encomend a la Virgen e improvis una rpida Salve.

    Cuando todos salieron dejando solos a los dos hombres experiment el pnico ms atroz. Aquel tipo

  • haba estado a punto de seccionarle el cuello.No tengis miedo, cura dijo el otro. Y hablad. Qu os ha trado aqu?Silvio de Agrigento bebi todo el vino de un trago y tendi el vaso de madera a su anfitrin.Entonces, mientras ste le repona su copa, acert a decir:Tampoco vos tenis que temer nada. Insisto en que si el negocio que os voy a proponer no os

    interesa me ir y continuaris con vuestra vida.Imposible! Si me habis encontrado vos, cualquiera puede hacerlo. Esto me obliga a cambiar de

    nuevo de escondite, a irmeNo, no, esperad al menos a escuchar lo que os tengo que decir. Escuchad, os lo ruego.Rodrigo hizo otra pausa y dijo:Sea.Os lo contar todo.Mejor as.Me llamo Silvio de Agrigento y soy secretario del ilustrsimo Lucca Garesi. Rodrigo puso cara

    de no saber de qu le hablaban, as que el sacerdote aclar: Supongo que en estos remotos parajes losmiembros ms renombrados de la curia no son demasiado conocidos.

    Ms bien no repuso irnico Arriaga.Mi seor es la mano derecha de nuestro querido papa Inocencio. Digamos que se encarga de ser

    los ojos y los odos de nuestra Iglesia. Coordina una eficaz red deEl jefe de los espas de Su Santidad.Yo no lo hubiera dicho mejor. Comprenderis que mi amo es hombre bien informado y que, por

    tanto, goza de una excelente posicin. Se le incluye incluso entre la lista de posibles sucesores del actualPontfice.

    Vaya Pero no me explico qu negocio puedo tener yo con semejante prohombre de la Iglesia.Cada cosa a su tiempo, cada cosa a su tiempo Empezar por vos. Necesitamos a un hombre para

    una difcil misin y llegamos a la conclusin de que sois el ideal.Quin os dio mi nombre?Como ya he dicho, cada cosa a su tiempo. Dejadme hablar dijo el cura mirando a la cara del

    joven de melena alborotada. Su pelo era entre rubio y castao y sus ojos azules denotaban determinacin. El caso es que lo averiguamos todo sobre vos. Sois hijo de Fermn Arriaga, soldado y noble aragonsnacido en Monzn. Contrajisteis nupcias con Veronique Arnau, una joven de noble familia originaria delLanguedoc. Segn se dice, de ella heredasteis el amor por las lenguas extraas; de hecho, os ense lalengua de oc y el latn, aparte del aragons que fue vuestro idioma paterno. Segn mis informes vuestramadre era, como todos los nobles del Midi francs, persona cosmopolita y de ideas abiertas; y tena unabuena formacin acadmica. Se insinu que era ctara. Ella os instruy en vuestros primeros aos. S quemuri cuando contabais doce y que no perdonasteis a vuestro padre que no estuviera presente cuando ellaenferm, por hallarse guerreando, de campaa en campaa Rodrigo Arriaga puso cara de pocosamigos. El caso es que, entonces, vuestro padre os envi a estudiar a Pars, suponemos que porquepensaba que era lo que hubiera querido vuestra madre.

    Algo de eso hay, pero no es fcil para un guerrero que siempre est fuera hacerse cargo de unchiquillo de doce aos. Le result ms cmodo enviarme a estudiar lejos de casa.

    Silvio de Agrigento se sinti cohibido ante la confidencia que le haca aquel desconocido. Bebi un

  • nuevo trago de vino y continu:En Pars estudiasteis francs normando, rabe y hebreo.Vaya, qu minuciosos son vuestros informadores.Trabajamos para Nuestro Seor y eso nos obliga a hacerlo lo mejor que podemos.Pero sabed que practiqu el rabe luchando contra el moro en el sur de la Pennsula, si bien el

    hebreo debo de haberlo olvidado.Pues lo necesitaris para la misin.Yo no cumplir ninguna misin.El cura sigui hablando como si no hubiera escuchado las objeciones de su anfitrin:En Pars hicisteis buenas amistades y seguisteis entrenando con la espada. Segn se dice, vuestro

    padre os ense a pelear desde bien pequeo y al parecer os agradaba el vigoroso ejercicio de las armas.Eso es lo que os hizo tan valioso. Quizs a travs de vuestro padre, su seor el rey de Aragn, Alfonso,al que llamaban el Batallador, os llam a su corte. La mayora de los hombres de armas son analfabetos;no es usual hallar a un soldado tan instruido, y la gente de letras no sabe pelear. Erais un diamante enbruto; un candidato excelente para ser adiestrado como espa. Se dice que os hicieron experto en elmanejo de la daga y que no hay veneno que os sea desconocido.

    Exageraciones.Cumplisteis difciles misiones para vuestro bravo seor, a veces como espa, a veces como

    soldado. Y entonces se concret vuestra desgracia. Arriaga volvi a poner cara de pocos amigos ySilvio de Agrigento continu: Acompaabais a vuestro seor en su famosa cabalgata hasta Granada. Sedice que fue una campaa hermosa y audaz contra el infiel y que por poco llega a alcanzar su objetivo.

    Mi seor fue siempre un hombre atrevido. Ah est el origen de sus mltiples xitos en el terrenomilitar.

    Algo ocurri entonces que os hizo abandonar vuestro puesto al lado del Rey.La mirada de Arriaga tornaba a parecer cada vez ms fra y dura. El cura trag saliva y sigui con su

    exposicin:Al parecer, una joven a la que frecuentabais se lanz al vaco desdeNo se lanz! Ella nunca hubiera hecho algo as! interrumpi enfadado Arriaga.Perdonadme, he dicho al parecer. Slo estaba relatando lo que se dijo oficialmente. Nos consta

    que la realidad fue bien distinta. Es un secreto a voces que vuestro seor, en fin digamos que si hubierasido capaz de yacer con doa Urraca como deba por sus votos matrimoniales, hubiera aunado los reinosde Castilla y Aragn, pero el rey Alfonso tena gustos ms particulares.

    Arriaga permaneca impertrrito.La joven, Aurora de Bielsa, esperaba un hijo vuestro, verdad, Rodrigo?El curtido soldado asinti.Ni siquiera pudo ser enterrada en sagrado.Su padre os culp a vos.Dicen que sigue obsesionado con encontrarme para matarme por haber deshonrado a su hija. No

    fue as. Yo iba a casarme con ella, peroVuestro seor se interpuso en vuestro camino.As fue.

  • Se rumoreaba que beba los vientos por vos, aunque bien es verdad que se desahogaba con jvenesms tiernos.

    Al principio, no tuvo un mal gesto conmigo repuso Arriaga. Ni se me insinu, aunque, laverdad, yo saba de los rumores que corran sobre m y notaba que me tena en muy alta estima. Debsospecharlo. Nunca pens que estuviera tan obsesionado con

    Cuando supo lo de Aurora no pudo soportarlo y mand que la eliminaran, no?Rodrigo asinti:Los dos esbirros que hicieron el trabajo estn muertos. Y sufrieron de veras, creedme. Me

    encargu de ello personalmente.Pero un rey es demasiado, incluso para vos. Tuvisteis que huir. Se os acus de sodomita y eso se

    pena con la muerte.S, torturaron e hicieron confesar a un zagal, de los que frecuentaba mi seor, que haba yacido

    conmigoUna infamia.Claro. Tuve que huir. Mi seor saba que tena que deshacerse de m o de lo contrario lo matara,

    por eso urdi la falsa acusacin de sodoma y lanz a sus perros tras mi rastro. Me cost trabajo cambiarde piel.

    Pero, segn se dice, os veneraba. No intent?Cuando supo lo de Aurora estbamos camino de Granada. Mand matarla por celos; me quera

    para l. Me lanc a darle muerte pero me frenaron. Hizo que me ataran para hablar conmigo a solas. Mejur amor eterno. l saba que yo no comparta sus gustos pero crey que Aurora era algo pasajero, ycuando supo lo de su embarazo se volvi loco.

    Y vos huisteis de all, desertasteis.S, claro. Cuando llegu me encontr con que la haban enterrado como a un perro, sin una mala

    oracin. Luego vinieron los alguaciles a por m, el padre de ella tambin me buscaba y tuve que huir.Cuando muri el rey Alfonso lo sent de veras: hubiera querido matarlo con mis propias manos.

    No me gustara teneros por enemigo.No es para tanto, dmine. Y ahora decidme, cmo me habis encontrado? Quin poda saber que

    me hallaba en un lugar tan recndito?Sabed, buen hombre, que los servicios que prestasteis a la Corona de Aragn an se recuerdan con

    cario y admiracin. Un buen servidor de Nuestra Santa Madre Iglesia nos ayud a dar con vuestroparadero.

    Quin?Su Majestad don Ramiro, al que vosotros llamis el Monje por su condicin de eclesistico.Don Ramiro saba que yo estaba?Los curas lo sabemos todo, hijo mo. Tenemos sacerdotes, frailes y monjas situados a lo largo y

    ancho de este mundo de Dios. Hasta la ms remota aldea cuenta con algn servidor de Cristo. Esa red,bien utilizada, es el mejor servicio de espas que ha conocido la humanidad.

    Y no mand a sus hombres a prenderme?Digamos que no comparta los vicios de su hermano. Don Ramiro es hombre virtuoso y, al parecer,

    quiso hacer la vista gorda y dejaros vivir en paz.

  • Pero vos no, claro.Esto os debe de resultar muy aburrido. Un hombre de vuestra vala enterrado en vida en este

    paraje.Soy feliz aqu. Al menos todo lo que yo podra esperar. Me agrada este lugar y tengo tiempo para

    reflexionar y encontrarme a m mismo.Si vos cumplierais una misin yo os podra ofrecer lo que ms queris.Y qu es lo que ms quiero? respondi Arriaga algo intrigado.Recuperar vuestra vida. La Iglesia estudiara de nuevo vuestro caso y se os absolvera del delito

    por el que se os conden.Rodrigo rio socarrn.Cmo se nota que no me conocis, dmine! Eso me importa un bledo.No me habis dejado terminar. Lo que ms queris la Iglesia reabrira el caso de Aurora,

    vuestra amada. Se declarara pblicamente que no se arroj de la torre sino que fue asesinada; serestaurara su buen nombre. Pensad: la enterraran en sagrado.

    Arriaga puso, en efecto, cara de pensarlo. El de Agrigento aprovech para insistir:Mirad, Rodrigo, volverais a ser vos, vuestra Aurora descansara como merece, su padre os lo

    agradecera, el hijo vuestro que llevaba en las entraas, tambin. Es un buen arreglo para vos. El reyRamiro est de acuerdo.

    Y si dijera que no?El Rey me asegur que no lo harais, pero me consta que eso le desagradara mucho. Me temo que

    tendrais que huir, a ser posible en cuanto terminara esta conversacin. No debis temer nada por nuestraparte, pero el monarca aragons Pensadlo bien: en este momento vuestra amada arde en el infierno. Nose le administr sacramento alguno y yace en tierra no consagrada. Vuestro hijo, la criatura que anidabaen sus entraas, estar en el limbo. Vos podis acabar con los sufrimientos de ambos. Si os hacis cargode esta misin tened la certeza de que se harn pblicos los nombres de los sicarios que arrojaron avuestra amada de la torre, se exhumar el cadver, se le administrarn los ltimos sacramentos, serestituir su buen nombre y el de su familia y se la enterrar en sagrado. Ella y el nio irn al cielo.Tenedlo en cuenta.

    El anfitrin qued un rato en silencio, pensando. Era obvio que le torturaba la idea de que su amadaestuviera en aquel mismo momento ardiendo en el infierno.

    Entonces Rodrigo Arriaga se levant, abri la puerta y orden a su ama que preparara algo de cena.Despus volvi a la mesa y tras servirse un buen vaso de vino dijo:

    De qu se trata?

  • Milites Templi

    La Eufrasia entr en la estancia sirviendo un capn asado con verduras cuyo aroma hizo estremecer elmalparado estmago de Silvio de Agrigento. Una vez que la sirvienta sali de la estancia, el anfitrinhizo los honores y el cura comenz a hablar entre bocado y bocado:

    Sabis qu es el Temple? pregunt.Pues claro, es una orden militar. Goza del favor del pueblo, los he visto en la tierra de mi madre,

    el Languedoc, donde han conseguido muchas adhesiones en poco tiempo, la verdad.S, han progresado mucho en apenas veinte aos. No conocis a ningn templario?No, no conozco a ninguno personalmente.Os suena el nombre de Jean de Rossal?Claro respondi sonriente Arriaga, fue mi compaero de estudios. Crecimos juntos.Habis mantenido contacto durante todos estos aos?S, hasta que tuve que esconderme. Nos escribamos a veces y en una ocasin vino a verme a las

    tierras de mi padre. Hace tiempo que le perd la pista.Bien, bien. Eso est bien.Qu ha hecho mi buen amigo que importuna a la Iglesia?l, nada. Su padre, Jacques de Rossal, de Flandes, es uno de los nueve caballeros que fundaron la

    Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, los templarios.Que hace unos aos vuestro amigo profes en dicha milicia. Est al mando de una pequea

    encomienda no muy lejos de Pars. Vuestra cercana a l nos puede resultar extremadamente til.Vaya, cuando era joven era bastante mundano. Me sorprende. No me lo imagino como un monje

    guerrero de costumbres ascticas.No creis todo lo que se dice sobre los caballeros templarios.Parece que no les queris bien.No tengo nada en contra de ellos.SalvoSalvo que es muy probable que mi seor, el cardenal Garesi, termine siendo Papa. Eso suceder

    cuando Nuestro Sagrado Hacedor llame a su lado a nuestro querido Inocencio, claro, pero para ello sehace necesario que se cumpla un pequeo detalle.

    Un silencio se hizo entre los dos hombres.Y bien, cul es? dijo el aragons.Que la Santa Madre Iglesia siga existiendo.Cmo?!Os bien. Nos tememos que una oscura conspiracin se cierne sobre la Obra de Dios.Y pensis que los templarios? Silvio de Agrigento asinti. No digis tonteras, dmine.

    Nuestra Iglesia ha pervivido durante mil cien aos, sobrevivi a la persecucin de los csares, al fin delmilenio, a las ansias del emperador de Germania y de los reyes de Francia. Cmo van los templarios aamenazar su continuidad?

    El asunto es serio. Escuchad con atencin.Arriaga sirvi dos vasos de vino y aguard expectante a que su interlocutor comenzara a hablar.

  • Desde hace un tiempo hemos venido notando movimientos un tanto extraos. Mirad, hacia el ao1120, nueve caballeros fundaron el Temple de Jerusaln.

    Y?Que lo hicieron al amparo del monarca de dicha ciudad, Balduino II, y ste los aloj en sus

    propios aposentos, en una parte de la mezquita de Al-Aqsa, en lo que anteriormente fue el Templo deSalomn, de ah que se les llame templarios. All hay unas caballerizas enormes bajo las cuales deben deestar las ruinas del templo de los judos. Oficialmente, su propsito era proteger a los peregrinos deTierra Santa, vigilar los caminos y defender a los necesitados de los ataques de esos malditosmusulmanes, a los que Dios confunda.

    Me parece loable.Con nueve caballeros? Sabis de la extensin de aquellas tierras?He visto caballeros que tenan a su servicio a ms de tres mil hombres.Ya, de acuerdo repuso el clrigo. Pero sabis lo que hicieron estos nueve hombres durante

    nueve aos? Acaso pensis que se dedicaron a salir por los caminos a tragar polvo y luchar por losdesposedos? No, querido amigo, no. Pasaron casi nueve aos excavando bajo las citadas caballerizas,las que hay sobre el templo; sabed que esas cuadras son inmensas, pueden albergar ms de tres milbestias.

    Excavando para qu?Es un misterio. Adems, durante esos nueve aos no aceptaron nuevos miembros. No hubiera sido

    ms lgico acoger a todos aquellos caballeros que quisieran profesar para hacer la guerra de Dios comohacen las otras rdenes?

    S, eso es raro.An hay ms. De pronto, a los nueve aos de haber comenzado a excavar, cambiaron su

    comportamiento. El jefe de este grupo, un tal Hugues de Payns, viaj a Occidente acompaado de cincocaballeros. Visitaron a Bernardo de Claraval buscando su apoyo, queran que les diera legitimidad. Loconsiguieron. Ms tarde De Payns acudi a visitar al Papa, que lo recibi con honores. Ya veis! A unaorden integrada por nueve hombres! Aquello pareca ms un negocio particular que una orden militar. Elcaso es que en aquel momento ocurri algo extrao: el actual Papa (por aquellos das un cardenal defuturo prometedor) y su mano derecha, mi seor, el ilustrsimo Lucca Garesi, servan a Honorio II, elpontfice en aquellos azarosos tiempos. Hugues de Payns vena recomendado por Bernardo de Claraval,el joven y prometedor abad que comenzaba a influir en toda la cristiandad. Entonces, Honorio hizo salir atodo el mundo para poder hablar a solas con el noble franco. Durante la conversacin se escucharonvoces y gritos; Hugues de Payns habl altaneramente al Pontfice; no se oy lo que le deca pero el tonono era el correcto, en eso coincide todo el mundo. Cuando el De Payns se fue acompaado por sus cincocaballeros, Honorio II se encerr sin querer hablar con nadie y tras unos das convoc a toda prisa unconcilio y reconoci a la orden oficialmente. Segn me cont mi seor, todos vean con buenos ojos elque unos caballeros lo abandonaran todo para defender los Santos Lugares, as que no extra demasiadoque el Papa les otorgara su favor. Hasta aqu el negocio no es tan raro, pero, de pronto, los nuevetemplarios cambiaron de tctica y aceptaron nuevos freires en la orden. Hugues de Payns recorri Europay las adhesiones se contaron por cientos; especialmente entre gente noble que donaba sus posesiones a laorden. Volvi a Palestina con ms de trescientos caballeros. Florecieron en apenas unos aos. As, estos

  • monjes que tambin son soldados han ido progresando de manera espectacular hasta que, hace cosa de unao, su Gran Maestre, el sustituto de De Payns

    Ese Hugues, ya no es el mandams?Muri hace tres aos.Entendido.Lo sustituy un tal Robert de Craon. Bien, pues deca que este nuevo Gran Maestre de la orden

    visit a Su Santidad har cosa de ao y medio y, una vez ms, fue recibido a solas por el Sumo Pontfice;en este caso nuestro actual Santo Padre Inocencio II. Nada ha trascendido de la reunin pero mi seor,Lucca Garesi, y un servidor comprobamos horrorizados que Inocencio se acostaba sin cenar. Esa nochesufri un ataque de fiebre que lo tuvo sumido entre delirios varios das. En cuanto se hall repuestoencarg una bula que fue promulgada de inmediato: Onme datum Optimi. Esta bula es la carta magna dela orden. En ella, Inocencio II libera al Temple de toda sujecin a la autoridad eclesistica, excepto ladel Papa, y concede adems otros importantes privilegios que han escandalizado al resto de rdenes y ala Iglesia toda.

    Privilegios? Cmo cules?En primer lugar se les permite conservar el botn tomado a los sarracenos.Me parece razonable.La orden se sita bajo la tutela exclusiva de la Santa Sede, de forma que nicamente depende de la

    autoridad del Papa. O sea, que estos freires no respondern de sus actos ante sus superiores; ni anteobispos, ni ante cardenales. Slo el Papa tendr autoridad sobre ellos.

    Ciertamente, eso s es un privilegio.Y no pequeo, Arriaga, y no pequeo. Y adems, por si esto fuera poco, la bula prohbe modificar

    la regla. Solamente el maestre, con la venia del captulo, ostentar esa facultad; prohbe que se exija ala orden ningn tipo de servicio u homenaje feudal; prohbe que los que abandonan el Temple seanadmitidos en otras rdenes salvo con la autorizacin del maestre o del captulo; confirma la exencin dediezmos y el disfrute de los recibidos y les autoriza a tener a sus propios capellanes, quienes quedaranfuera de toda jurisdiccin diocesana.

    No est mal.Nunca, repito, nunca, ninguna orden ni congregacin dentro de la Iglesia ha tenido privilegios tales,

    y menos una orden con apenas veinte aos de existencia. Os parece normal?No. Y qu pensis de ello?Mi seor, y yo mismo, creemos que estos bribones han extorsionado al Papa.Arriaga prorrumpi en una estruendosa carcajada.No os riis. Todo apunta a que as ha sido.El Papa podra haberlos detenido en ese caso.Y si saben algo, digamos, trascendental?Como qu?No tenemos ni idea. Su Santidad no suelta prenda. Algo debieron de hallar en las ruinas del

    Templo de Salomn.Algo?S, quizs algn manuscrito, no s. Se dice que tesoros. Son muy ricos.Pero qu descubrimiento puede permitir a unos simples caballeros amedrentar de esa manera a

  • todo un Papa? pregunt pensativo Arriaga.Silvio de Agrigento lade la cabeza como negando.No lo s, Rodrigo, llevamos un ao intentando averiguar algo al respecto y no hemos conseguido

    nada. Esa orden es como un muro; nadie habla. Inocencio II no ha vuelto a ser el mismo. Mi seornecesita saber qu est ocurriendo porque es obvio que no nos hallamos slo ante nueve soldados quefundan una orden. Estamos hablando de unas cuantas familias de entre lo ms granado de Francia que alparecer estn embarcadas en alguna suerte de proyecto.

    No tiene por qu ser algo malo.Ni bueno. En cualquier caso, la Santa Madre Iglesia debe saber de qu se trata. Qu hicieron

    encerrados bajo tierra, excavando durante nueve largos aos sin dedicarse a luchar y patrullar? Quencontraron que les hizo acudir de nuevo a Occidente y les permiti ser reconocidos por el mismsimopapa Honorio? Qu saben que ha provocado que nuestro Santo Padre Inocencio les conceda talesprivilegios? Tenis que averiguarlo.

    Yo? dijo riendo escptico Arriaga.Ingresaris en el Temple.Cmo?! Estis loco!Vuestro amigo Jean de Rossal est en Carcasona. Iris all, os reencontraris con l y le pediris

    ingresar en la orden.Estoy proscrito, lo recordis? Adems, no me veo como uno de esos monjes guerreros.Pues aqu arriba, viviendo entre las montaas, se podra decir que sois una especie de asceta, no,

    Arriaga?En ese momento el clrigo se interrumpi y grit mirando hacia afuera:Toms, mis cosas!Al poco entr el joven sirviente con una especie de enorme bolsa de piel de vaca, y el prohombre de

    la Iglesia comenz a registrarla. Sac varios pergaminos y una bolsa que al parecer estaba llena demonedas. Despus de abrir el sello de cera de ambos documentos se los tendi a su interlocutor y le dijo:

    Aqu tenis. En este pergamino el rey Ramiro os declara inocente de todos vuestros delitos y elobispo de Jaca os absuelve y declara nula vuestra excomunin. En este otro documento se os devuelve laposesin de las tierras de vuestro padre, que tendris que entregar a la orden junto con estas monedascomo dote.

    Pero esas tierras eran de mi familia. Cmo voy a donarlas?Hace aos que pertenecen a la Corona de Aragn. Nada tenais y nada tenis. As recuperaris

    vuestro buen nombre y vuestra honra. Y al acabar la misin, en cuanto averigis qu ocurre, vuestraamada ser exhumada y se le harn los honores que se merece. Ella y la criatura que esperaba irn alcielo.

    Ya, la mitad del pago ahora y la otra mitad al acabar el trabajo.As se suele hacer.Como en los viejos tiempos dijo Arriaga con un deje de tristeza.Necesitamos que os enven a Tierra Santa y que logris entrar en los subterrneos, en las ruinas del

    Templo. Qu hallaron? Es vital saberlo. Vuestro rey Ramiro nos apoya, no en vano su hermano, vuestroantiguo seor, quiso legar su reino al Temple y al Hospital al morir sin descendencia. Afortunadamente

  • pudimos evitarlo. Seris recompensado, Rodrigo. Tenemos que averiguar qu se traen entre manos esosfacinerosos.

    Arriaga qued en silencio, pareca pensrselo. Entonces coment:Parece negocio difcil. Todo sea porque Aurora y la criatura dejen de sufrir y descansen en paz.

    Espero no arrepentirme de esto, pero contad conmigo. Cundo empiezo?Ayer respondi el cura.

  • Amicus fidelis, protectio fortis[4]

    La taberna del Lobo estaba bastante concurrida. Situada a media legua al norte de Jaca, era un buen lugardonde pernoctar si se quera partir de buena maana. Un embozado entr en ella sacudindose el fro delcamino, pas junto a las enormes barricas de vino que quedaban a su izquierda y gir a la derechaascendiendo las estrechas escaleras que daban acceso a las habitaciones del piso superior. Golpe tresveces a la puerta la seal convenida y entr sin que lo invitaran a hacerlo. Ella estaba vuelta deespaldas, mirando por la ventana. Su rostro estaba iluminado tenuemente por la luz de la luna. Aquellaera la mejor alcoba de la posada.

    Esto tiene que acabar, Toribio dijo con voz queda.Anda, Manuela, no seis mojigata contest l quitndose la capa, el jubn y bajndose las calzas

    . Venid a la cama.Ahora! dijo una voz de hombre.Un tremendo golpe hizo saltar al amante semidesnudo del lecho y la recia puerta de roble se abri,

    dando paso a tres sicarios. La dama qued justo detrs de un tipo menudo que haba salido de detrs dela cortina.

    Pinchadle dijo el enano.Toribio rod sobre s mismo encima de la cama y gan unos segundos para evitar a los tres esbirros

    que, espada en mano, se lanzaron como perros de presa sobre l. Sin tiempo a subirse las calzas, gan lapuerta caminando cmicamente para verse derribado por el primero de los perseguidores en el angostopasillo.

    Cuando quiso darse cuenta lo haban llevado en volandas a la cama en la que se beneficiabahabitualmente del cuerpo de Manuela, la mujer del avejentado farmacutico, Bernab Estbanez.

    Mientras su santo marido coga a la adltera por el pelo y la obligaba a mirar, los tres inmensosmatones sujetaron al bravo de Toribio y lo despojaron definitivamente del calzn. En un momento sintiel fro acero de la espada en su hombra.

    Ahora! Capadlo! grit el viejo, que tena la cara picada de viruelas.Toribio intent farfullar una excusa, alguna mentira que le salvara la masculinidad, pero le haban

    metido un trapo en la boca y slo acert a decir algo as como:Googhgoog.Era su fin.Ensemosle a este fideputa a no joder a las mujeres de los dems dijo el ms grande de los

    embozados.Dejadle! grit una voz desde la puerta.Todos se giraron y vieron una figura con los brazos en jarras plantada en el umbral de la puerta. Tras

    l se adivinaba a un clrigo empequeecido por el miedo farfullando excusas para salir de all.Y quin lo manda? dijo el que diriga a los otros dos matones.Rodrigo Arriaga.El inmovilizado amante puso cara de sorpresa.Mirad, caballero espet el jefe de los matarifes, nosotros somos los hermanos Valdivia y se

    nos importan un carajo las tribulaciones de este miserable que al parecer se ha estado jodiendo a la moza

  • del farmacutico, a la que dicho sea de paso, ste no le daba su racin diaria ya me entendis.Los Valdivia rieron al unsono la ocurrencia.Cmo, no os consiento! intent protestar el abuelo.Callad! dijo el bandido de mayor entendimiento. Mirad, Arriaga o como quiera que os

    llamis, a nosotros se nos ha encargado un trabajo y vivimos de nuestra buena fama. Nunca hemos dejadode cumplir un encargo y el da que lo hagamos correremos el riesgo de quedarnos sin sustento. Lacompetencia es mucha en este quehacer nuestro, as que daos la vuelta y salvad el pellejo Ah!, ycambiadle la sotana al cura se, que desde aqu se evidencia que se ha cagado de miedo.

    Una vez ms, los Valdivia prorrumpieron en una sonora risotada.Bien, sea como queris dijo el embozado girndose para partir. Entonces, cuando pareca que se

    iba y que la vida de Toribio no vala un maraved, un pual salido de no se sabe dnde surc el aireatravesando el gaznate del mayor de los Valdivia.

    Mientras corra hacia los dos que quedaban, Arriaga lanz una pequea hacha de combate en lasemipenumbra del cuarto que se clav en el pecho del que afectaba a la hombra del preso, y antes de quesegara la garganta al tercero, Toribio acert a propinarle tal golpe en la cabeza al nico superviviente delos captores que lo dej sin sentido y descerebrado. Antes de que tocara el suelo estaba muerto.

    Sbete los pantalones! dijo Rodrigo Arriaga a Toribio por todo saludo.Mi seor! dijo el folgador lanzndose a los brazos de su salvador.El cura, Silvio de Agrigento, vomitaba apoyando la mano en la pared del pasillo, y el burlado

    farmacutico juraba vender su alma bien cara en un rincn, armado con un ridculo pual engarzado enpedrera. La joven yaca acurrucada junto a su marido.

    Entonces apareci un pisaverde en la puerta con unas flores en la mano y un lad en la otra diciendo:Ya estoy aqu, queridaPardiez dijo Toribio algo enfadado. Quin es este lechuguino?Todos miraron a la dama.Eso, eso! Quin es ste? grit el cornudo.Querido farmacutico, amado Toribio y distinguida dama dijo Arriaga tomando la palabra con

    aire docto. Bueno, mejor, otrora distinguida. Si alguno de los aqu presentes se hubiera molestado enproceder con cierta inteligencia y hubiera dado, como yo, unas monedas al posadero, habra averiguadoque aqu esta moza, a pesar de sus dieciocho abriles, se ve en esta posada con cinco varones distintos yninguno de ellos es su marido.

    El viejo permaneca con los ojos como platos.Slo los domingos reposan sus activas nalgas porque va a misa. Los lunes, da de descanso de este

    local (en el que, por cierto, se come a las mil maravillas), jode con el posadero en pago por el alquilerde este cuarto por el resto de la semana.

    Y me decais que cuidabais a vuestra madre! gritaba el corrido marido.Os lo puedo explicar querido, os lo puedo explicar gema ella.En eso, y tras escuchar los pasos alborotados del juglar que corra escaleras abajo, Arriaga tom a

    Toribio por el brazo y le dijo:Vamos a echar unas jarras y a llamar al alguacil, que el abuelo la mata.Cuando bajaban abrazados por la angosta escalera se cruzaron con el posadero y dos criados que

    suban a impedir que el abuelo estrangulara a su esforzada esposa. Se sintieron aliviados por ello.

  • Y yo me tomaba las pcimas para satisfacerte, puta! Y decais que estabais cansada! gritabafuera de s el pobre anciano.

    Tras cabalgar ms de tres leguas poniendo tierra por medio y sin mediar palabra, llegaron a una ventaque les pareci acogedora. Se sentaron a una mesa del fondo y pidieron tres jarras de cerveza y un par decapones asados para el esforzado amante. A pesar de haber echado ya unos tragos, a Silvio de Agrigentono le volva la sangre al cuerpo. Pareca plido, incluso ligeramente verdoso.

    Silvio de Agrigento dijo Arriaga a modo de presentacin. ste es Toribio Castro, de Monzn.Los dos viejos amigos chocaron sus jarras y el cura hizo otro tanto, aunque con menos entusiasmo.Os crea muerto, pardiez! dijo Toribio.He estado oculto.Dnde? No os vea desde que volvimos de Tierra Santa.El cura expuls la cerveza de su boca y espet:Pero cmo? Habis estado en Tierra Santa?Los dos amigos miraron a de Agrigento como al que interrumpe una conversacin sin haber sido

    invitado a ello y continuaron a lo suyo sin hacerle caso.Compr unas tierras all arriba, en Bens.Ah asinti el otro.Pero habis estado en Palestina? Cmo no me lo dijisteis? Eso es fundamental para la misin

    volvi a interrumpir el sacerdote.Quin es esta mosca cojonera? dijo Toribio.Me llamo Silvio de AgrO vuestro nombre en las presentaciones. Me refiero a qu hace aqu este cuervo.Cumplo una misin para l contest Arriaga.Como en los viejos tiempos.Como en los viejos tiempos, s.Cundo estuvisteis en Jerusaln? No debais habrmelo ocultado inquiri el cura.Arriaga lo mir con cara de fastidio y aadi:No me lo preguntasteis. Cuando mi querido rey Alfonso mand a sus perros tras de m, pens en

    escapar a un lugar donde no me siguieran sus secuaces. Tierra Santa est lejos y all no llegaba la manodel muy canalla de mi Rey. El bueno de Toribio, mi mano derecha en mil batallas, me acompa. Allpurgu mis penas por haber llevado a mi Aurora a una muerte inmerecida.

    Y yo hice cuentas con el Todopoderoso por ciertas correras que de jovenVeo que volvis a estar en deuda con nuestro Creador interrumpi Rodrigo.Toribio solt una tremenda carcajada.Tiran ms dos tetasEntonces Arriaga repuso:Nunca me explicar vuestro xito con las mujeres. Aqu mi fiel Toribio es capaz de atraerlas como

    la mierda a las moscas, dmine. No se le escapa una: solteras, casadas, mozas, puras y hasta monjas.Ricas, pobres, esclavas y moras. Es un don.

  • Eso deca mi abuelo, s aadi Toribio pasndose el dorso de la mano por el morro tras apurarsu jarra.

    Silvio de Agrigento no poda creer que aquel energmeno poco agraciado, de torso ancho, piernascortas y con un rostro no muy favorecido, fuera un galn con las damas. Una sola ceja surcaba su frente yms que nariz luca algo parecido a un pegote de arcilla en la cara. Entonces, temiendo que el amigo deArriaga le leyera el pensamiento, aadi:

    Y era Toribio vuestro escudero, Arriaga?Algo as. Comenz sindolo. Pero acabamos siendo amigos de veras.Cul es el negocio que tenis con el cura? pregunt el antiguo escudero.Rodrigo Arriaga orden a Silvio de Agrigento que trajera tres jarras ms de cerveza, y mientras vea

    al cura alejarse diciendo Ha estado en Tierra Santa! Ha estado en Tierra Santa!, susurr:Vers, Toribio, ste es el negocio.

  • Carcasona, a 26 de abril del Aode Nuestro Seor de 1140

    Lucca Garesi, de parte de su secretarioy servidor en Cristo Silvio de Agrigento

    Estimado y admirado padre:

    No he podido escribir antes porque no tena la seguridad de que nuestro hombre fuera a hacerse cargode la misin, pero es ahora, a las afueras de Carcasona, en una posada donde hemos pernoctado, que medespido de Arriaga para dejarlo solo ante su destino.

    Ni que decir tiene que no result fcil de convencer; es un tipo testarudo, independiente y resabiadopor los avatares del destino, que gusta de trabajar solo y al que no agrada meterse en los. Desde luego,el argumento que min su determinacin ms que el oro, las tierras y las prebendas fue laposibilidad de que su amada y la criatura que sta albergaba en su seno descansen en tierra consagrada.A pesar de ello, desde el da en que habl con l y acept el negocio, se ha arrepentido varias veces y apunto ha estado de abandonar. No result asunto fcil que dejara sus tierras y he tenido que gastar misbuenos dineros en contratar a dos hombres que ayuden a sus caseros a recoger las cosechas en verano y amantener reses y tierras en buen estado hasta su vuelta, que no auguro yo inminente, la verdad, pues esste un encargo de calado que puede llevar sus buenos cuatro o cinco aos, y l lo sabe.

    Despus de disponer que todo quedara en orden me vi obligado a invertir una fortuna en comprarle uncaballo de combate y arreos de los que necesita un caballero, pues es indispensable que vaya bienpertrechado de cara a que lo tomen en serio y lo acepten en la orden. Y por si esto fuera poco, tuve quecomprometerme a asignarle una renta de por vida con cargo a las arcas de su Ilustrsima para elcaso de que vuelva con xito de esta tribulacin en la que se embarca. Cuando ya crea que bamos apartir, viendo que el deshielo era inminente, nuestro hombre se empe en que bajramos hasta Jaca parabuscar a un hombre de su confianza que, junto con Giovanno y el bueno de Toms, lo acompaar en lamisin. Este tipo, de nombre Toribio, es como su mano derecha, y Arriaga no acept del todo el encargohasta que se asegur de contar con su concurso en el viaje. Con tanta vuelta, tira y afloja, hemos llegado aeste mes de abril en el que, gracias al Altsimo, he podido comprobar que Jean de Rossal permanece anen Carcasona, aunque, segn me dicen nuestros espas, su partida es inminente. As que esta maana, ytras desayunar como es debido, Rodrigo Arriaga, Toribio, Giovanno de Trieste y Toms se han dirigidoal interior de la bien fortificada ciudad de Carcasona para comenzar con la misin.

    Permanecer de momento al tanto de lo que ocurra. Por cierto, debo decir que he sabido que nuestrohombre estuvo en Tierra Santa. Fue de peregrino con su fiel Toribio. Eso es bueno para nuestra misin,sin duda, porque ya conoce el terreno. Espero que Dios nos asista.

    Vuestro humilde servidor en Cristo,

    Silvio de Agrigento

  • Carcasona

    La comitiva formada por el gallardo caballero y los tres hombres que lo acompaaban llam la atencinal entrar en Carcasona. Lo hizo por el sur, por la puerta de San Nazario o del Razes, como la llamabanalgunos. El bueno de Toms, que iba a hacerse pasar por palafrenero, qued maravillado al encontrarsetras la muralla con la baslica dedicada a san Nazario y san Celso, pues el trasiego de mercancas,hombres y bestias era considerable en aquella hermosa villa dedicada al comercio de telas. RodrigoArriaga, como el que conoce el camino, enfil su inmenso corcel de combate hacia la derecha, por lacalle que all llamaban Pi. Vesta una cmoda sobreveste de gamuza, calzas de cuero y botas con suelasde piel de vaca. Los arreos de combate, pertrechos y armadura iban en el caballo de reserva. El gallardocaballero saludaba con amabilidad a las damas que salan al paso, mientras Giovanno, Toribio y Tomsluchaban por evitar con sus monturas al gento que con sus idas, venidas y regateos obstaculizaba elcamino. A un lado y a otro de la calle abran sus puertas las tiendas de los artesanos, con sus toldos ymercancas situados al pie de los transentes. Maravillados por tan colorista espectculo e importunadospor dos nios mendigos que insistan en hacerles de gua, llegaron a la plaza Marceu, para seguir por otraestrecha calle, la Puits, en cuya esquina Rodrigo detuvo su montura, descabalg y entr en una posadallamada El Perro Negro. Toms se hizo cargo de los caballos y fue hacia el patio mientras Toribio yArriaga se entendan con el posadero, un corso rechoncho y con un inmenso bigote que loaba la llegadade tan noble comitiva. Despus de apalabrar dos cuartos y refugio para las bestias y una vez que losmozos de la posada hubieron ayudado a Toms a ubicar a los animales en el establo, los cuatro hombresse reunieron en el saln de la posada delante de unas jarras.

    Bueno, ya estamos aqu dijo Toribio.Debemos localizar a De Rossal repuso Giovanno.Eso no es problema contest Arriaga. Toms, vete donde esos dos pilluelos que aguardan en

    la calle y dales esta moneda. Diles que buscamos a Jean de Rossal, que es amigo de tu amo.El joven caballerizo, antao criado de Silvio de Agrigento, apur la jarra y sali agachndose para

    evitar el marco de la pequea puerta que daba acceso al exterior.Ya sabis que debemos ser cautos continu Arriaga. Diremos que sois sirvientes mos y que

    ingresis en la orden con vuestro amo. Intentaremos que os acepten como sargentos y el zagal serarmiguero.

    Cmo? dijo el sargento papal, que no entenda.Es el equivalente a escudero dentro de la orden.En eso, volvi Toms.Dicen que en un par de horas lo habrn encontrado.Bien. Propongo que nos hagamos servir la cena y que en cuanto tengamos noticias de mi amigo De

    Rossal nos retiremos a descansar. Vamos a tener trabajo y no nos vendr mal reponernos del camino.Todos se mostraron de acuerdo, pues estaban agotados por el viaje.

    Despus de desayunar frugalmente, Rodrigo se hizo acompaar por Toribio para ir al encuentro de suviejo amigo Jean de Rossal. Segn uno de los pilluelos, el ahora miembro de los templarios se alojaba en

  • una de las casas que tena la orden en la ciudad; concretamente en la calle del Chat Noir, justo en el ladooeste de la villa, al sur del magnfico castillo condal cuya construccin acababa de finalizar. Losvizcondes de Carcasona, del linaje de los Trencavel, haban abandonado su vieja residencia situada juntoa la puerta de Narbona para construir un confortable e inexpugnable castillo que los lugareos llamabanel Palatium. Por el camino, Arriaga iba mostrando a su fiel amigo los lugares, tascas y comercios deinters en aquella populosa ciudad que conoca como la palma de su mano. El Languedoc era un lugarcosmopolita, libre y de economa floreciente, que acoga con los brazos abiertos a los mejorestrovadores y artistas impregnados por la creciente influencia de la hereja ctara, cuyo ambienterenovador comenzaba a molestar a la poderosa Iglesia catlica. Los templarios parecan integrados endemasa en aquel lugar, cosa curiosa, pues se les supona guardianes en Tierra Santa de la fe de Cristo,cuando era de dominio pblico que en Tolosa, en Albi y en la propia Carcasona se profesaba la fe ctara,no slo entre el vulgo, sino entre las familias ms preeminentes que, extraamente, estaban nutriendo lasfilas del Temple con sus mejores y ms jvenes caballeros. Todo aquello resultaba raro a Arriaga.Pasaron junto a la barbacana del hermoso y slido castillo y se encaminaron hacia la casa donde sehospedaba De Rossal. El pilluelo que los guiaba se giraba de vez en cuando para asegurarse de que leseguan. Haba movimiento en la ciudad, al parecer Andr de Montbard, uno de los ya legendariosfundadores del Temple, se hallaba en la urbe y se dispona a partir con ms de trescientos caballerosreclutados por toda Europa.

    Justo cuando llegaban a la calle en cuestin, el sonido de los timbales y las largas trompetas les hizoapartarse. Tres sargentos del Temple con tnicas negras y montando caballos rabes abran el pasohaciendo a un lado a la muchedumbre. Detrs se adivinaba el beassaunt, el pendn que reuna a loscaballeros del Temple en combate. La gente gritaba vivas y vtores a los monjes soldados que haban demantener Tierra Santa en manos cristianas. Enseguida apareci un hombre que vesta tnica y sobrevesteenteramente blancas y llevaba la capucha de su cota de malla echada hacia atrs. Tena el pelo cano, muycorto, y la barba blanca recortada con esmero. Era un caballero bien parecido que montaba un briosocorcel negro. A pesar de que no se engalanaba con gallardetes y que las riendas y arreos de su monturaeran ms bien sobrios, aquel gentilhombre no careca de cierto donaire, aunque estaba ya entrado enaos.

    Viva Andr de Montbard! Viva el Temple! gritaban las comadres y los menestrales que se ibancongregando ante tan gallarda comitiva.

    Luego pasaron los nuevos caballeros en sus monturas. Iban en fila de a dos y formaban un grupo dems de trescientos, vestan enteramente de blanco y algunos llevaban cosida la cruz en la espalda, elhombro o el pecho. Al parecer iban donde la barbacana, en el castillo condal, a despedirse y rendirtributo a los Trencavel que, curiosamente, protegan descaradamente a los herejes ctaros.

    La comitiva era impresionante: muchos jvenes, algunos entrados en aos; la mayora de aquelloscaballeros perteneca a lo ms granado de la Europa cristiana. Haba francos, normandos, anglos,sajones, frisones, belgas y germanos. Algunos freires delataban por su tez que su procedencia era msmeridional; venan de luchar contra los moros en Espaa. Tras los monjes soldado desfilaba marcial latropa de sargentos, todos de negro y portando cruces rojas en el pecho a la manera de los cruzados. Eranlo menos doscientos. Luego aparecieron los turcpoles, los guerreros trados de Oriente que servan alTemple como tropa mercenaria. Iban a caballo, armados con largas lanzas en cuyas puntas colgaba ladivisa del Temple, con ligeras corazas de cuero y sobre monturas de pequeo tamao. Tras ellos iban los

  • armigueros, que retiraban las deposiciones de los caballos y que hacan las veces de escuderos de lostemplarios. La gente estaba eufrica. Los caballeros iban a Tierra Santa. Estar a tiempo de partir conellos?, pens Arriaga, que no vio a su amigo entre los integrantes del desfile. Habra partido ya?Esperaba que no.

    Seran ciertas las sospechas de Silvio de Agrigento? Se hallaran ante unos vulgares chantajistas?Era evidente que al Papa y a la Iglesia les interesaba que existieran las rdenes militares. MantenerTierra Santa en manos de los creyentes supona un esfuerzo econmico y militar insostenible para losEstados cristianos de Occidente. Era lgico que el Papa les beneficiara, aunque, por qu a lostemplarios y no a la orden de San Juan? Era obvio que exista malestar entre los obispos porque eldiezmo haba pasado a manos de la orden del Temple all donde se fundaban encomiendas y eso suponaque los ricos prelados haban visto mermados sus enormes beneficios. Acaso no sera todo cuestin decelos? Arriaga volvi al presente desde sus profundas ensoaciones.

    El gento se iba disolviendo tras el paso del desfile. Unos volvan a sus quehaceres y otros seguan alcortejo hacia el Palatium. Arriaga supuso que Giovanno y Toms se encontraran deambulando por ah,maravillados ante aquel espectculo y ante la ciudad misma. Rodrigo y Toribio llegaron en unos minutosa su destino: una amplia casona en una calle estrecha, junto a la muralla, de la que penda una banderacon los colores del Temple. Rodrigo llam a la puerta, que estaba cerrada pese a la algaraba quereinaba fuera. Se abri un ventanuco a la altura de su cara y aparecieron unos ojos grises y escrutadores.

    Quin va? Se oy decir a una voz desde detrs del portn.Rodrigo Arriaga. Vengo a ver a un amigo, Jean de Rossal. Creo que se hospeda aqu.El ventanuco se cerr de golpe. Pas un rato.De pronto el chirrido del inmenso portn les hizo girarse y contemplar a un tipo alto, espigado y de

    pelo rojo, cortado al rape, que miraba a Rodrigo.A mis brazos! dijo el recin llegado, que asemejaba una aparicin.Jean de Rossal vesta una suerte de sobreveste blanca ceida nicamente por un amplio cinturn.

    Llevaba botas de cuero y se le adivinaba una fina camisola del mismo material tachonada de piezasmetlicas. Siempre listo para el combate, pens Rodrigo al verle, a la vez que se lanzaba en brazos desu amigo de juventud.

    Qu bien se os ve! exclam abrazando al templario, que llevaba una pequea cruz escarlatajunto a uno de sus hombros. Aunque oficialmente deban vestir de blanco, la mayora de los caballeros seiban sumando a la costumbre de tomar la cruz y llevarla con orgullo sobre la capa y los ropajes, a lamanera de los cruzados.

    Cunto tiempo! dijo De Rossal. Pero qu clase de anfitrin soy? Acompaadme dentroRodrigo hizo un gesto a Toribio y dijo:Jean, ste es mi fiel sirviente, Toribio, que nos dejar solos para hablar de nuestras correras y

    har unos recados.Toribio capt la indirecta y se despidi entre parabienes.Los dos hombres se adentraron en la casona agarrados del hombro.Estis ms gordo, bribn! dijo el templario amagando un puetazo al estmago de Arriaga, que

    lo fren sujetndole el antebrazo. A Rodrigo le llam la atencin el cambio experimentado por su amigo.Sus viejos bucles haban dejado paso a un pelo cortado a cuchillo casi al rape, al estilo de la gente de

  • armas, y luca una hirsuta barba que en algunas zonas mostraba alguna cana que otra. Vino! ordenDe Rossal dando una palmada como el que est acostumbrado a mandar y ser obedecido.

    Un armiguero sali corriendo a cumplir la comanda, mientras los dos amigos entraban en una especiede amplio comedor presidido por una inmensa mesa de nogal rodeada de una amplia bancada. Tomaronasiento.

    Vaya, vaya! Dichosos los ojos! dijo el templario sonriendo. Qu ocurre? aadicomprobando que su amigo lo miraba con aire divertido.

    Nada repuso Arriaga. Es slo que no os imaginaba como no s, como un monje guerrero.Os recuerdo ms mundano, estis flaco.

    Todos cambiamos, Rodrigo contest Jean sirviendo el vino que haba trado el joven criado.Todos cambiamos. O que tenais problemas.

    S, con mi rey Alfonso.Se deca que os tena en muy alta estima.Demasiada.S, eso precisamente escuch. Pero yo saba que gustabais de las buenas mozas, aunque el rey

    Alfonso, pese a buen guerrero, no fuera tenido por demasiado galante ya sabis, con las damas. Salud.Ambos brindaron.Podis beber vino? Est permitido?Rodrigo, estamos celebrando un reencuentro, no? Adems, esta no es una encomienda, es una casa

    de paso, una suerte de albergue para los caballeros y miembros de la orden que viajan de un lugar a otro.Por cierto, no os veo proscrito precisamente

    No, compr unas tierras en los Pirineos y me ocult. Siempre he contado con buenos amigos en lacorte que hicieron que el rey Ramiro retirara los cargos contra m minti.

    Y la excomunin?Mi obispo hizo otro tanto.Vaya, se puede decir que os volvi la suerte. Algo o de una mozaMuri. Mi Rey la hizo matar.No era un buen tipo, la verdad, aunque con nosotros se port bien. Al morir soltero nos tendra que

    haber dejado un tercio del reino, peroEntonces apareci el Monje, el hermano, que acept el trono e invalid ese testamento.As es. No nos quiere bien, no. Pero en fin, el caso es que aqu estis, con la honra restituida y con

    vuestro viejo amigo.Ahora templario.Ahora templario, en efecto. Decid tomar los votos y dejarlo todo. Y qu os trae por Carcasona?

    Se os ve bien. Algn negocio de la herencia de vuestra madre?Quiero unirme al Temple solt de pronto Arriaga.No! exclam Jean de Rossal sin ocultar su cara de satisfaccin.El templario no pudo evitar levantarse y abrazar a su amigo. Un sargento que permaneca de guardia

    en el pasillo los mir con cara de pocos amigos.Dejadnos a solas dijo De Rossal. Estas efusiones no nos estn permitidas aclar a su amigo

    . Pero queris entrar en la orden del Temple? Me tomis el pelo! No puede ser!S, s, de veras. Cuando tuve noticias de que mi caso se reabra y que el rey Ramiro me exculpaba

  • supe que poda salir de mi escondite. Nada me sujeta ya a este mundo, quiero consagrar mi vida a unnoble ideal, la defensa de Tierra Santa, y nada tengo que me retenga. Quiero ir a pelear a Jerusaln.

    Un momento, un momento, hermano. Eso no es tan fcil.He visto a unos caballeros que partanJean alz la mano.No es tan sencillo dijo. Primero debis pasar un perodo de prueba. No es problema, yo os

    avalo, pero como mnimo un ao no os lo quita nadie. Luego, ya se ver. Nuestra regla dice que si unodesea ir a Tierra Santa, se le enva a las islas Britnicas; que si uno quiere pelear, se le manda a lacocina; que si uno quiere ser escribiente, se le enva a la guerra. Los deseos personales no se cumplen enel Temple, creedme. Lo digo por experiencia.

    Pero yo, yo slo s pelearY espiar. Sois un hombre valioso, Rodrigo. Mis superiores se alegrarn cuando sepan de vuestra

    solicitud. Tenis bienes?Las tierras de mi padre. He trado los papeles, las donar a la orden. Yo nada quiero ya de este

    mundo. Tengo dos caballos de guerra y traigo a dos hombres de armas y un cro que es mi mozo decuadra.

    Fantstico, fantstico! exclam el templario frotndose las manos. Sois el candidato perfecto,dejadlo todo de mi cuenta. Pero debo advertiros de que el Temple no es un camino fcil, es una forma devida dura, de entrega.

    Si vos lo habis podido soportarHe cambiado, Rodrigo. S que de joven era un crpula y bien es cierto que no aprovech como vos

    las buenas lecciones de nuestros profesores en Pars, pero el tiempo hace cambiar a las personas. Comosabis, mi padre fue uno de los fundadores de la orden.

    Pero entonces se puede ingresar estando casado?La mayora de los fundadores tenan mujer e hijos. S se puede, Rodrigo. Hay hombres casados que

    profesan votos temporales. Juran servir al Temple durante un ao, dos o tres y mantienen durante eseperodo el voto de castidad. Aunque hay otros que, teniendo esposa, lo abandonan todo e ingresan en laorden. Eso es lo que hicieron los fundadores.

    Y qu ocurre con la esposa?Jean sonri.Cuando un hombre casado ingresa en el Temple dona al mismo la mitad de sus posesiones.Y la otra mitad?Queda a disposicin de sus legtimos herederos. Algunos, al decidir ingresar, envan a su esposa a

    un convento.Vaya.Es lo que hizo mi padre. Al principio no lo entend, pero luego, en una peregrinacin que hice a

    Tierra Santa acompaado por l mismo y otros compaeros suyos, vi la luz, Rodrigo. Pero insisto en queste no es un camino fcil, si buscis la gloria del combate os equivocis de parte a parte.

    Lo s. No busco laureles; quiero luchar de manera annima, como uno ms. Vuestra fama osantecede y es lo que ms deseo.

    Jean de Rossal mir con satisfaccin a su viejo compaero y dijo:

  • No sabis la alegra que me dais. A mis brazos, amigo!

  • 7 de mayo del Aode Nuestro Seor de 1140

    A la atencin de su PaternidadSilvio de Agrigento

    Estimado seor, os escribo desde la ciudad de Rodez, en cuya posada pernoctamos para recuperar alas bestias y a nos de la fatiga del camino. Como podis comprobar, la misin tal y como vos gustisde llamar a este encargo ha comenzado con muy buen pie. Mi buen amigo Jean de Rossal se hamostrado muy feliz con nuestro reencuentro y mucho ms con mi decisin de engrosar las filas delTemple. Me siento culpable al comprobar con qu entusiasmo me presenta a sus confreres, que sedeshacen en elogios al saber que serv con el Batallador, ya que mi antiguo seor, mi Rey, simpatizaba deveras con esta militia y ellos saben que los quera bien.

    Jean es el comendador de una minscula encomienda situada a apenas una jornada de Pars, hacia elsur de la urbe. All nos dirigimos. Tengo que cumplir un perodo de prueba, al igual que misacompaantes, Giovanno, Toribio y Toms. No he podido contactar hasta ahora con vos porque siemprehemos pernoctado en encomiendas y hospederas de la orden, pero he aprovechado nuestra estancia enesta posada para sobornar a un mozo para que entregue esta carta al cura del pueblo y que l os la hagallegar.

    De momento no me permiten lucir la tnica o la sobreveste blanca que visten los milites templiporque estoy a prueba, aunque me consta segn dice Jean que a las altas jerarquas de la orden lesha alegrado mucho mi incorporacin. La cesin de las propiedades de mi padre si levantara la cabeza ha supuesto, como dijisteis vos, un retoque perfecto a mi candidatura, un aadido que, por lo que s,no les ha desagradado. Los recursos que se necesitan para combatir en Tierra Santa son enormes ycualquier aportacin es recibida con alegra por la orden. Es curioso, pero en el camino, en todos lospueblos por los que pasamos, hasta en los villorrios ms deprimidos, los campesinos nos salen al paso ynos entregan sus pocas joyas, sus exiguas monedas, la cruz de la abuela, trigo, animales todo para queluchemos contra el infiel y mantengamos en manos pas el Santo Sepulcro de Nuestro Seor. Jean norechaza ninguna donacin por pobre que sea el donante. Parece como si sirviera a un fin superior que noobedece ni repara en las vidas de los insignificantes hombres y mujeres que habitan este valle delgrimas. Todos los caballeros, sargentos y armigueros parecen imbuidos por ese ideal, que los hacesemejar superiores, soldados msticos, monjes guerreros con una sola misin: combatir al infiel aun acosta de sus propias vidas o las de los dems. Viajamos acompaados por cinco sargentos y quincepeones, as como por varios armigueros que se encargan de bregar con las bestias y hacer funciones deescuderos de nos, de Jean y otros dos caballeros templarios de la encomienda de Chevreuse que nosacompaan. Uno, de nombre Robert Saint Claire, viene de las islas Britnicas y parece gozar de ciertopredicamento pese a su juventud. Al parecer, es de familia influyente. El otro, que rondar la cuarentena,es de origen milans, se llama Gregorio de Bratava y parece tener malas pulgas.

    Mi amigo Jean parece entusiasmado y feliz con mi presencia. En parte me hace sentir culpable. Ostendr informado.

    Vuestro hermano en Cristo,

  • Rodrigo de Arriaga

  • El castillo de la Magdalena

    La nutrida comitiva lleg a su destino al atardecer; cuando el crepsculo iluminaba en tonos rojizos elhermoso valle donde se hallaba situado Chevreuse, Jean de Rossal quiso dar un rodeo y en lugar deascender por el sur a la planicie en que se hallaba el castillo, los caballeros atravesaron el valle pasandopor el pueblo. Los lugareos parecan contentos con la llegada del comendador y salan a saludarle, pues,segn deca el propio Jean, aquella comunidad haba prosperado desde que vivan al abrigo de laencomienda del Temple situada en el Chteau de la Madeleine. Pese a que parecan amables, Arriagapercibi cierto temor en sus ojos cuando saludaban a De Rossal.

    Aquellas tierras parecan frtiles y el castillo, a lo alto, imponente. La primavera arrancaba a la tierramiles de florecillas de colores que adornaban los dos lados del camino. Ola a hierba y a tierra mojada.Pararon a dar gracias en la pequea iglesia del pueblo dedicada a san Nicols. Rodrigo Arriaga se sintisobrecogido cuando, rodilla en tierra, todos oraron ante el icono de una virgen negra en la semipenumbradel pequeo templo.

    Pens en Aurora, ardiendo en el infierno en aquel momento. No era justo, un ser tan angelical comoella, tan puro haba muerto sin recibir los ltimos sacramentos y yaca en tierra no consagrada. Pensen la criatura que albergaba en sus entraas vagando por el limbo. l tena la culpa, la haba seducido yarrastrado a la muerte. Maldijo a su seor, Alfonso, y se maldijo a s mismo.

    Pens en los templarios. No crea que Silvio de Agrigento tuviera razn. No pensaba que ocultarannada. Bien era cierto que Su Santidad el Papa les haba otorgado privilegios sin parangn, pero lacristiandad necesitaba a las rdenes militares para mantener Tierra Santa en manos pas. Los grandesnobles del Occidente cristiano y los ms acaudalados monarcas no podan soportar la sangra quesupona mantener tropas de continuo en Palestina. El Temple, s. Y era lgico que el papado los tuvieraen alta estima.

    Vamos, Rodrigo dijo Jean tomndolo por el brazo. Salieron a la plaza empedrada donde habandejado los caballos y subieron a sus monturas. Mientras ascendan por el empinado sendero de tierra quellevaba al castillo, Arriaga pudo contemplar el valle en todo su esplendor. Aquel lugar era frtil, sinduda, la multitud de casas de labranza que salpicaban el paisaje aqu y all demostraban que laencomienda que comandaba Jean deba de ser de las ms florecientes. El sol se colaba entre las ramas delas hayas y los olmos centenarios, arrancando pequeos destellos de la hierba mojada. Llegaron al pie delas murallas, en la zona norte del chteau, la que se asomaba al valle. All, una empinada escalera dabaacceso a una puerta con un rastrillo metlico, pero como aquella entrada no era idnea para las bestias,rodearon el imponente muro por el lado este, junto a una enorme torre de seccin circular. Pasaron bajoel muro noroesteun lienzo de muralla imponente con dos altas torres cuadrangulares a los lados yentraron en el recinto por el sur, atravesando un pequeo puente levadizo que los llev al patio cubiertode hierba. All los esperaban cuatro caballeros, varios sargentos y unos cuantos armigueros. En el centrodel recinto, cercano a la cara oeste, se levantaba un inmenso donjon de tres alturas que cerraba en ungigantesco tejado de pizarra. Un capelln de la orden se acerc a darles la bendicin. Vesta una casullaverde con una capa blanca en la que, junto al hombro, se poda observar una cruz roja patada. Todos searrodillaron y despus de que el cura trazara tres veces la seal de la cruz en el aire, rezaron unpadrenuestro. Entonces se levantaron y se acercaron los unos a los otros. No parecan efusivos, aunque

  • era evidente que se alegraban de verse. Rodrigo fue presentado a sus nuevos compaeros y un armiguerolo acompa para que pudiera dejar sus cosas en el dormitorio. Estaba situado en el segundo piso deldonjon, la torre del homenaje. Le sorprendi ver que aquel aposento era comunal y que slo disponapara s de un pequeo arcn sin cerradura al pie de un incmodo catre. Los siete caballeros quehaba en aquel momento en la encomienda, incluido Jean de Rossal, compartan dormitorio. Segn ledijeron, faltaban otros siete que haban acudido al Temple de Pars a llevar el importe recaudado con eldiezmo en los ltimos meses.

    Lleg la hora y acudieron al refectorio en la planta baja. El capelln inici un padrenuestro antes departir el pan. Haba un mantel blanco sobre la enorme mesa. Se sentaban por parejas para, comoprescriba la regla, servirse mutuamente. A Rodrigo le toc hacerlo con el joven Robert Saint Claire.Nadie habl durante la cena. En aquel castillo se coma en dos turnos, primero los caballeros y luego lossargentos y armigueros o fmulos. Arriaga observ que todos los caballeros arrancaban un trozo a supedazo de pan, el diezmo, que haba de ser entregado al limosnero para los pobres, al igual que lassobras que quedaran tras la comida de los sargentos. Un joven lea textos sagrados mientras loscaballeros apuraban una comida espartana: sopa de verduras, pan y manzanas de postre. Al menos hubovino, aunque aguado y consumido con moderacin. Al acabar rezaron otro padrenuestro y, apresurados,acudieron al oficio de completas, pues acababa de oscurecer. Los caballeros hablaron poco o nada entres. Cuando Arriaga cay en su cama, se qued dormido al instante.

  • 29 de junio del Aode Nuestro Seor de 1140

    A la atencin de su Paternidad,Silvio de Agrigento, de parte de Rodrigo de Arriaga

    Estimado hermano en Cristo:

    En primer lugar es mi obligacin pedir disculpas por no haber podido escribir antes a su Paternidad,pero la disciplina que se vive en esta casa es frrea y ni yo ni mis ayudantes hemos podido ausentarnosde la encomienda sin llamar la atencin. Ha sido gracias a los vicios de uno de mis confreres por lo quehe podido quedar a solas unos momentos y hacer llegar esta carta a Beatrice, una moza que sirve lasmesas en la posada del pueblo, quien se ha comprometido a hacerla llegar a vuestras manos a cambio deunos pocos dineros.

    En segundo lugar os dir que este negocio se me antoja difcil. No creo que llegue nunca a acercarmea los grandes misterios que segn vos y vuestro amo guarda la orden del Temple, y es que incluso el sernombrado caballero del Temple me parece una tarea casi imposible. De momento, he de ganarme suconfianza y para ello lograr el ingreso en esta milicia guerrera, por lo que me aplico sobremanera al afnde aprender sus usos y respetar la regla que nos rige. Mi buen amigo Jean es hombre ocupado y lleno deobligaciones, por lo que me ha asignado una suerte de tutor o compaero, pues es costumbre en la ordenque los caballeros vayan por estos mundos de dos en dos.

    Robert Saint Claire, a pesar de su juventud, se encarga de mi instruccin. Cada da tratamos uno odos de los captulos de la regla y debo decir que hacemos progresos. Aqu la vida es sencilla, como enun monasterio; se habla poco, cosa que me importuna aunque me escapo cuando puedo a las cuadras ycharlo con Toms, Giovanno o mi fiel Toribio. A stos se les hace difcil la vida aqu, y a m, otro tanto.Sobre todo acuso la falta de sueo, pues las oraciones nocturnas rompen el descanso del hombre yquebrantan su cuerpo y, si se me apuris, el espritu. El oficio de maitines me resulta especialmenteduro; tras ste, volvemos a dormitar otro rato y despus del rezo de laudes desayunamos. Entrenamos yluchamos hasta la hora prima; luego repasamos los pertrechos y reparamos el material de guerra hasta lahora tercia, tras la cual comemos; descansamos hasta la hora sexta y vuelta al entrenamiento. Despus,vsperas y, tras el rezo, la cena, luego completas y al catre. A pesar de que nuestro rgimen de vida esmonstico, se nos permite comer carne tres veces a la semana y legumbres otras dos o tres, porque hemosde estar fuertes para el combate. Los viernes, por supuesto, vigilia.

    Los hermanos que se hallaban fuera llegaron y somos un total de catorce caballeros en la encomienda.Todos, excepto un servidor, visten la tnica blanca del Temple. Son ascticos y resignados y cumplen laregla a rajatabla. Slo en un aspecto he hallado cierta relajacin y es en lo referente a los cabellos. Dicela regla que el buen milites templi no debe lucir melenas ni adornos en el pelo como las damas, as queestos deben llevar el pelo rasurado y portar barba. Slo unos siete caballeros van de esta guisa, que,debo decir, se me antoja temible. Algunos llevan el pelo no largo, pero s hasta por debajo de las orejas.Yo mismo me lo he cortado un poco. Hay dos o tres que exhiben inmensos bigotes a la costumbre de losfrancos. Todos tenemos una sola montura, y aunque la regla dice que se nos permiten hasta tres, tan sloJean tiene dos. Debo decir que en realidad nada es nuestro, nada tenemos, todo es de la orden y es el

  • hermano procurador, Gustavo, de origen eslavo, quien nos da y nos quita.Yo visto una tnica marrn, aunque me han proporcionado el resto del ajuar que corresponde a un

    caballero, esto es: dos camisas, dos pares de calzas de burel, dos calzones, un sayn, una pelliza, unacapa, dos mantos uno de invierno y otro de verano, una tnica que en mi caso es marrn, un cinturnde cuero, un bonete de fieltro y otro de algodn. Tambin me han dado un trapo para las comidas, unatoalla, un jergn, dos sbanas, una manta de verano y otra de invierno y, por supuesto, las armas y elutillaje de caballero, que incluyen cota de malla, calzas de hierro, casco, yelmo, zapatos, espada, lanza,escudo, tres cuchillos, gualdrapa para el caballo con los colores del Temple, un caldero, un cuenco y trespares de alforjas. Ellos visten tnicas blancas bajo la capa, con mangas estrechas y faldn algo cortopara que no moleste en el combate. Casi todos llevan la cruz roja en el pecho. Dormimos todos juntos enel dormitorio comunal, en el primer piso del donjon. Segn la regla las velas deben estar prendidas para evitar contactos contra natura y hemos de dormir con la camisa y el calzoncillo puestos por si elcombate se hiciera necesario. No se permiten los adornos en monturas, riendas ni gualdrapas que no seanlos de la orden, y tampoco los lujos en espuelas, escudos o armas.

    Estos caballeros son un ejemplo de voluntaria renuncia. No veo, de momento, nada raro en ellos. Lonico impuro que he detectado hasta el momento es la relacin, que segn me cuentan Toribio y Toms,existe entre el hermano cirellero, un caballero llamado Beltrn procedente de la Gascua, y uno de losarmigueros de la encomienda. Adems, claro, debo relatar el asunto de mi compaero o tutor, RobertSaint Claire. Como ya sabis, el joven ingls ocupa un lugar preeminente y, segn me dijo mi buen amigoJean, tiene un brillante futuro en la orden. El padre de Robert no fue templario como el de Jean, pero est,si cabe, mejor relacionado que aqul. Segn me cont mi comendador Henry Saint Claire, el padre deRobert, acompa al fundador de la orden, Hugues de Payns, en la cruzada, o sea, en su primer viaje aPalestina. Al parecer surgi una gran simpata entre ambos hombres, una amistad tal que Hugues de Paynsdespos a la sobrina de Henry Saint Claire, o sea, a la prima de mi compaero Robert. En la dote seincluan tierras en Escocia, de manera que el primer Gran Maestre del Temple pas mucho tiempo conlos Saint Claire, con los que estrech an ms los lazos. Los Saint Claire son una familia de origennormando que pas a Inglaterra desde Francia con las huestes de Guillermo el Conquistador, y poseen unfeudo en un lugar llamado Rosslyn. Como veis, me hallo rodeado de hombres que descienden depersonajes importantes en la creacin del Temple, y aunque no comparto vuestra teora de laconspiracin contra la Iglesia, debo reconocer que ste parece un negocio dominado de inicio por unaspocas familias. Como os deca, Robert Saint Claire tiene un problema: fue inducido por su padre aprofesar, y hasta hace un tiempo se hallaba contento con su futuro destino de gerifalte del Temple, pero unobstculo se cruz en su camino, la joven hija de un burgus afincado en Chevreuse con la que llevavindose cerca de un ao. Est enamorado hasta los tutanos, segn me confes despus de pasar un messin poder ver a su amada, ya que no tena permiso para separarse de m, mientras charlbamos en una denuestras rondas por estos dominios. El joven me lo confes todo y debo decir que deposit en m unaconfianza digna de encomio, porque si yo hubiera sido de otra manera el castigo hubiera sido dursimo.Quiere dejar la orden pero no sabe cmo planterselo a su padre, que se lo tomara como una autnticadeshonra familiar. Gracias a que l se est viendo con su amada en este mismo momento y en estaposada, os he podido escribir estas letras. De momento, poco ms os puedo contar; no s cundo podrvolver a enviaros una misiva. Espero que sea pronto.

    Hasta la fecha no veo motivos para pensar que estos Pobres Caballeros de Cristo pretendan atentar

  • contra Nuestra Santa Madre Iglesia. Por cierto, he planteado a mi comendador mi deseo de ir a TierraSanta y me ha desilusionado diciendo que no se est en la orden para cumplir deseos personales y que siuno quiere ir a un lugar te envan a otro. No obstante, ha insistido en que puedo ser muy til. Me intrigapor qu razn.

    Vuestro Servidor en Cristo,

    Rodrigo de Arriaga

  • Primero de julio del Aode Nuestro Seor de 1140

    A la atencin de su Paternidad,Silvio de Agrigento, de su servidorGiovanno de Trieste

    Su Paternidad, os escribo estas letras al saber que nuestro caballero, Rodrigo, ha conseguido enviarsu primera carta. Debo decir que tambin a m me ha resultado muy difcil haceros llegar esta misiva,pues estamos sometidos a una vigilancia continua no porque sospechen de nosotros, sino porque aqu sevive como en un monasterio o peor y resulta imposible salir de la encomienda o ausentarse a solas,ya que incluso los sargentos van por parejas a fuer de evitar tentaciones, controlndonos los unos a losotros. Paso todo el tiempo junto a Toribio, quien, despus de ms de un mes de reclusin, escasa comida,poco sueo y obligada castidad, comienza a mostrarse como una bestia enjaulada. Me temo que suconcupiscencia pueda incluso dar al traste con la misin, porque cuando pasamos por el pueblo o por loscaminos se desvive lanzando miradas e incluso requiebros a las mozas que nos cruzamos.

    Solicito instrucciones al respecto.A m mismo se me hace a veces insoportable la estancia aqu, y no por la disciplina que, como

    hombre de armas, me agrada. No soporto la falta de conversacin, aunque entre los sargentos el clima esalgo ms relajado que entre los caballeros. Aqu hablar en vano est mal visto, y ya sabis que a losmilitares como yo nos gusta la buena conversacin, los dados, las chanzas al fuego del campamento y lacamaradera. A pesar de ello, no padezca vuesa merced, estoy aqu cumpliendo una misin y por duraque sea la llevar a cabo. He podido enviar estas letras, como Rodrigo, gracias a la concupiscencia demi compaero. En estos momentos se alivia con una puta que ejerce junto a la carnecera, cerca del ro.Nos han enviado a recoger unas muas que donaba el molinero y Toribio me ha convencido para que lepermitiera pasar unos momentos de solaz.

    Rodrigo Arriaga se ha integrado con normalidad. Como novicio est por debajo en el escalafn detodos los caballeros, pero es algo que asume con suma dignidad, aplicndose con rigor al combate en losentrenamientos. A todos ha sorprendido su manejo del cuchillo y debo reconocer que es bueno con laespada; aunque flojea algo ms en el uso de la maza y la lanza, monta muy bien.

    Ni Toribio ni yo tenemos mucho tiempo para hablar con l ms que en las raras ocasiones en que,junto a Toms, el caballero nos visita en las caballerizas. Apenas si podemos intercambiar vivencias ymurmuraciones. En esta orden no hay lugar para hacer el zngano, siempre hay que estar haciendo algo deprovecho. Hasta los caballeros se han de zurcir la ropa y velar por el buen estado de sus armas. Tomses el que nos sirve de enlace con Rodrigo, pues es su escudero. No hemos averiguado gran cosa, aunqueel xito de nuestra misin depende de que nuestro hombre sea nombrado, en efecto, caballero, y seinfiltre en la orden como uno ms. Se rumorea que esto se producir pronto. Es en este punto en el quequera resaltar que, a mi parecer, Rodrigo Arriaga se ha metido demasiado en el asunto. Creo que comoespa debe de ser bueno, porque se ha aplicado tanto a ser, parecer y comportarse como un templario,que da la s