el tesoro de la sierra

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Edición Especial N° 6 El Tesoro de la Sierra Es por la ruta hacia el gran Cañón del Chicamocha, por donde se va a la Sierra Nevada, la de Chita, El Cocuy y Güicán; el punto de partida puede ser en Bogotá, en Tunja, en Paipa, Duitama o Sogamoso. Desde cualquiera de estos puntos, la experiencia emociona y gratifica, como ninguna otra, en un recorrido de entre 250 y 400 kilómetros, dependiendo si se inicia en la ‘Ciudad del Sol y del Acero’ o en la capital del país. Sierra Nevada del Cocuy Fotografía: Carlo Fidel Gómez

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Periódico EL DIARIO Separata de Boyacá

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Page 1: El tesoro de la sierra

Edición Especial N° 6

El Tesoro de

la SierraEs por la ruta hacia el gran Cañón del Chicamocha, por donde se va a la Sierra Nevada, la de Chita, El Cocuy y Güicán; el punto de partida puede ser en Bogotá, en Tunja, en Paipa, Duitama o Sogamoso. Desde cualquiera de estos puntos, la experiencia emociona y gratifica, como ninguna otra, en un recorrido de entre 250 y 400 kilómetros, dependiendo si se inicia en la ‘Ciudad del Sol y del Acero’ o en la capital del país.Sierra Nevada del CocuyFotografía: Carlo Fidel Gómez

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Maravilla de Boyacá, Lago de Tota

Es la tierra del norte de Boyacá, tal como se le conoce desde el siglo XIX y como se recuerda en el siglo XX, por su particular caracterís-tica del comportamiento político de sus habitantes a partir de los célebres ejércitos ‘chulavitas’ después de los acontecimientos del nueve de abril de 1948, pero conocida desde siempre por la majestad e imponencia de la gran Sierra Nevada y sus nieves perpetuas que, parece, se extinguirán muy pronto, en pocos años.

El recorrido por el Norte de Boyacá puede tener tres momentos, distintos pero de igual valía e intensidad: pasar el Páramo del Güina, arriba de Belén, es la pri-mera gran experiencia y asomarse a la parte alta del gran cañón, coronada al frente por la visión de la blan-cura inmaculada de las cumbres de la Sierra. Allí se comienza el descenso a Susacón por el camino del roble, que bordea la carretera y custodia, la quebrada que lleva las aguas del páramo hacia la profundidad del río.

Con cada curva se va perdiendo altura y ganando grados de temperatura, hasta llegar a Soatá la capital de la provincia de Norte, con la temperatura considera-da ideal para sentirse a gusto en medio del paisaje característico del Chicamo-cha, con sus tierras grises propicias para que crezca el tabaco y rumien las cabras, pero también donde se pueden cosechar fruta-les, maíz, chirimoyas y variadas hortalizas.

Y bajar a Puente Pinzón, a la orilla del Chicamocha por la vía a Boavita, para encontrarse con un testimo-nio abandonado, pero intacto del pasado productivo de la industria tabacalera, cuya huella está en la planta de la extinta Colombiana de Tabaco, con el recuerdo de los sueños y las desgracias de Siervo sin Tierra, el

Fotografía: Hisrael Garzonroa

Parque central de Boavita

Fotografía: Hisrael Garzonroa

San Mateo, ecosistema de las abejas, la industria de la futura riqueza de la región

héroe trágico de Eduardo Caballero. En Puente Pinzón, también están los restaurantes especializados del cabro servido, con el sabor de la preparación tradicional heredada de generación en generación.

Puente Pinzón está camino de ser uno de los mejores lugares para el tu-rismo, por las fuertes pero agradables temperaturas, el ambiente seco y la rara y agreste naturaleza, prolongada por la orilla del Chicamocha.

Más arriba se llega a Boavita, una tierra de labriegos y mineros tradi-cionales, que hoy tratan de seguir nuevos senderos de posibilidades económicas con una agricultura, que trata de introducir nuevas tec-nologías como el caso de la produc-ción de tomates bajo invernadero, el mejoramiento genético de algunas razas de ganado y el desarrollo de la minería del carbón.

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Maravilla de Boyacá, Lago de Tota

M ás arriba está La Uvita, la pobla-ción de excepcional paisaje de sauces y pastizales, con la tradi-ción ya consolidada de una gana-dería del tipo normando, que ha

venido ganando nombre en el departamento y el país. En La Uvita, el sacerdote Segundo Enrique, que responde por la tradición profundamente re-ligiosa de sus gentes, es el único que puede decir que controla manualmente el tiempo del pueblo y sus gentes. Desde el interior de la torre de la iglesia, a donde cada semana tiene que subir para darle manivela al centenario de reloj, que funciona a la perfección gracias al esmero del sacerdote y a la mecánica de los lazos de fique, las cuerdas metáli-cas y algunas pesas y contrapesas, calculadas con volúmenes de piedras y ladrillos, conseguidos para mantener el funcionamiento de la maquinaria de esta joya que marca las horas para levantarse, ir a misa, almorzar y saber que ha terminado la jornada a la puesta del sol cada día.

Desde allí, se toma por la carretera que sube la montaña por entre los bosques de pinos y las pequeñas fincas de ganados y ovejas, que va llevando al otro lado de la ladera para bajar a San Mateo, el municipio que se ha venido convirtiendo en minero, gra-cias a los yacimientos de carbón que allí son de muy buena calidad.

San Mateo de modo especial, ahora quiere ser reconocido por el potencial que presenta el cultivo de las abejas, una industria que puede resultar ex-traordinaria hacia el futuro, tal como lo narra Ramón Galvis el mejor conocedor de los secretos de esta industria.

Así nos vamos acercando a los dominios de la Sierra. Por eso otra vez hay que ascender duro, para

encontrar las alturas en los límites de San Mateo y Gua-camayas, la población de las más bellas artesanías de ces-tería, hechas por las manos maestras de decenas de fa-milias, que tratan con exqui-sita delicadeza y buen gusto, el fique y los espartos de la región, para crear las mara-

villosas artesanías cuya singularidad es re-

conocida en los más exclusi-vos lugares, de venta de las me-jores arte-sanías del país.

Y desde Guacama-

yas, se da el siguiente paso

hasta Panqueba, el punto de decisión para optar si llegar a la sierra

por El Cocuy o por Güicán, decisión que en cualquier caso resulta acertada.

Fotografía: Hisrael Garzonroa

Fotografía: Hisrael Garzonroa

Parque central de Guacamayas, la tierra de las más bellas artesanías de Boyacá

Sacerdote Segundo Enrique Díaz, dándole cuerda al

viejo reloj de la torre

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Maravilla de Boyacá, Lago de Tota

I r por el camino de Güicán, partiendo del Cordoncillo, arriba de Panqueba, en la bifurcación de los caminos, es encontrarse bordeando

el río Nevado, de aguas cristalinas y abundantes, que se precipitan des-de las alturas, por entre el inconta-ble pedregal de todos los tamaños.

Por este camino, se asciende rá-pido, hasta lograr el pueblo de la Virgen Morena, la patrona de los habitantes creyentes, que por de-fender su credo político y religio-so, han estado en algunas de las incontables guerras civiles, pro-piciando historias como la que cuenta una devota cocuyana, que alguna vez rescató el lienzo de la Virgen, para salvarlo de los que querían destruirla. Fue tanto el celo de esta mujer para proteger el lienzo de la Virgen, que decidió emparedarlo en su casa, de modo que cuando murió de repente, na-die supo dónde había quedado el cuadro, por lo que tuvo que volver del más allá e indicarles a los mor-tales de este mundo, dónde había quedado la imagen milagrosa.

Güicán de la Sierra posee un gran potencial ecoturístico, pues de sus 917 km2 de extensión territorial, 757.3 km2 se encuentran dentro del Parque Nacional Natural El Cocuy y un buen potencial agrí-cola con cultivos de trigo, ullocos, maíz, papa y fríjol entre muchos otros y ganadería de leche, vinos y caprinos.

Y si se va por El Cocuy, la primera experiencia es el mismo poblado de viejas tradiciones y acendrados recuerdos del pasado, que se con-funde con el presente y que en la cronología del tiempo, se ha ido acumulando en sus pare-des con las incontables y memoriosas placas, donde se han sabido consignar historias com-pletas de los personajes locales, como en las placas que evocan la personalidad y fuerza de Santos Gutiérrez, el legendario general y pre-sidente de los tiempos del federalismo; o las ostentaciones de una auténtica dama dueña y señora de vidas y haciendas, traedora al lugar de nuevas y “refinadas” costumbres.

Recientemente, mediante Ordenanza, se de-claró como Bien de Interés Cultural (BIC) de carácter Departamental, el centro Histórico de El Cocuy, por lo que la Administración Departamental, a través de la Secretaría de Cultura y Turismo, con la colaboración de la Administración Municipal, prestará apoyo técnico para la elaboración documental que requiera el trámite, ante el Gobierno Nacio-nal, para la declaratoria de BIC de Carácter Nacional, por intermedio del Ministerio de Cultura y la formulación del Plan Especial de Manejo y Protección.

Fotografía: Hisrael Garzonroa

Alcaldía municipal de Guican

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Maravilla de Boyacá, Lago de Tota

El Norte de Boyacá mítico y diverso, de gentes que siempre han tenido que enfrentar los rigores de la naturaleza y soportado el aislamiento y las dificultades de la geografía, y que en lo social y político ha tenido divisas que se vuelven legendarias, como el sui-cidio de los aborígenes en el comienzo de la conquista, cuando prefirieron lanzarse desde El Peñón de los Muertos, arriba de Güicán, en una caída de casi 400 metros a las profundidades del río Nevado, an-tes que someterse al yugo infame del conquistador español.

Y más reciente, en otra de las guerras civiles del s i g l o

pasado, los chulavitas, llamados así por ser sus miembros, naturales de la vereda Chulavita, en Boavita, decidieron incur-sionar en la política y defender al Partido Conservador y la iglesia católica, pro-piciando descripciones como las que se narran en esta co-pla, que hoy muchos guardan en la memoria:

Desde El Cocuy o desde Güicán, se pre-para el ascenso a las cumbres del nevado, con un recorrido inicial en carro, para en-contrar cabañas y sitios ya definidos, des-de donde se pueden planear las caminatas a los sitios más característicos de los picos y sus valles, las lagunas y los frailejones. En esta aventura con la naturaleza, lo úni-co que no debiera tener quien allí arriba, es prisa; que tenga todo el tiempo para disfrutar, para caminar, para sentir y ver, para saber que Boyacá es parte del paraí-so en esta tierra.

Nosotros los ChulavitasEsa maña si tenemos,

donde está la chicha juerteallá vamos y jodemos.

La viejita Nicolasavestida toda de lata,

por andar con los rojitosle partieron una pata.

En el Alto de Peñablancasiempre ponemos muralla,

si nos torean los rojitosles sacamos las agallas.

Parque principal de El Cocuy

Desde Soatá la vista de las tierras de Boavita y la Uvita

Fotografía: Hisrael Garzonroa

Fotografía: Hisrael Garzonroa

El cañón de la quebrada Chsicana, abajo del municipio

Parque principal de Chiscas

Fotografía: Hisrael Garzonroa

Fotografía: Hisrael Garzonroa

Page 6: El tesoro de la sierra

Maravilla de Boyacá, Lago de Tota

C on sus 306 mil hectáreas, el Parque Natural Nacional El Cocuy es uno de los atractivos naturales más importan-tes del mundo. Más de 23 picos neva-dos, animales, plantas y hospedajes en

un solo lugar. Uno de los lugares más espectacu-lares de la geografía del planeta es compartido por diez municipios de Boyacá, Casanare y Arauca.

Con más de 19 picos por encima de los 5 mil metros sobre el nivel del mar, especies endé-micas de flora y fauna y más de 250 lagunas de origen glaciar, la Sierra Nevada de Güi-cán, ubicada dentro del Parque Nacional Na-tural El Cocuy, hace parte de los principales atractivos para turistas de todo el mundo.

El Púlpito del Diablo, “mole de roca y nieve de costados cortados perpendi-cularmente, semeja una negra mesa de estilo colonial, con un mantel inmacula-damente blanco, colocado en la cum-bre del nevado”, posee además alre-dedor de 25 picos entre los cuales se destacan: El Ritacuba Blanco, Ri-tacuba Negro, San Pablín Norte, San Pablín Sur, Pan de Azúcar, Cerro Cusi-rí, El Picacho, El Puntiagudo, El Cón-cavo, El Concavito, El Portales, El Campanillas Blanco, El Campa-nillas Negro, Ritacuba Norte, El Castillo, El Diamante.

Fotografía: Carlo Fidel Gómez

El inigualable y frágil ecosistema de la Sierra, protector del agua alrededor de sus

abundantes lagunas

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Maravilla de Boyacá, Lago de Tota

Hay carretera hasta cerca a las propias nieves, donde se levantan tres cabañas y un restaurante que albergan a sus visitan-tes. Además existe una inmensa cantidad de lagunas entre las cuales se destacan: La Laguna de La Plaza, La Cuadrada, La Pintada, La Atravesada, La Parada, El Pa-ñuelo, El Rincón, El Pato, El Tigre, Cueva Larga, La Grande de Los Verdes, La Gran-de de La Sierra, El Avillanal y La Laguna de La Isla, entre otras.

Existen otros sitios de importancia turís-tica y religiosa como, las aguas termales, La Cueva de La Cuchumba, La Cueva de los Guácharos, La Cueva de San Roque, Monserrate, El Pico de Ortega, El Templo, entre otros.

Especial mención merece el municipio del Espino por tener la única pista aérea de la región, la cual pudiera ser el epicentro de la llegada del gran turismo nacional e interna-cional, que con seguridad quiere visitar esta joya de la naturaleza. El Espino está en el lugar equidistante perfecto, con la tempe-ratura ideal, y con la ubicación geográfica que permite subir a las cumbres nevadas por los varios caminos o descender al Ca-ñón del Chicamocha. El Espino deberá ser el gran centro de desarrollo de la industria del turismo en el norte de Boyacá.

También desde El Espino se pude hacer un recorrido que resulta una experiencia única: ir hasta Chiscas, en un rincón idí-lico sobre el río Chuscaneba, por una ca-

rretera que lleva al vecino departamento de Santander y vuelve a la carretera cen-tral del norte arriba de Málaga. Toda esta geografía, es un tesoro inexplotado, pero dispuesto para su aprovechamiento como joya del paisaje y la ecología, que pude ser más valioso que cualquier otra actividad económica de la región, ya sea la agricul-tura o la minería.

Todo este circuito de belleza natural, cul-tura y ecología, está siendo adecuado con las obras de recuperación y terminación del sistema principal de carreteras que une la región desde Soatá por Boavita y desde El Espino, hasta La Plamera, y Tipacoque, por el lado occidental del Chicamocha.

Fotografía: Carlo Fidel Gómez

Hoy, muy rápido se está perdiendo el mayor encanto de la Sierra, sus nieves perpetuas

Parque principal de El espino

Fotografía: Hisrael Garzonroa

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P ara el recorrido de tan vasta re-gión, el visitante necesita de los días que tenga disponibles, ojalá sean mu-chos, para completar un circuito que puede tomar distintas alternativas: en el re-

corrido más tradicional y frecuentado, yendo desde Be-lén a Soatá y de allí por Boavita, La Uvita, San Mateo, Guacamayas, hasta llegar a Panqueba y de allí ir a Güi-cán o a El Cocuy, para enseguida iniciar el ascenso a las cumbres nevadas y disfrutar de los paisajes sobrecoge-dores de las alturas, de las lagunas escondidas, el frai-lejón y las aguas congeladas, en lo alto de aquellos picos que sobrepasan las nubes intentando tocar los cielos.

Y el regreso se puede hacer sobre los pasos de la ida, o por la vía de Capitanejo, para volver por la carretera central hacia Tipacoque y llegar de nuevo a Soatá; pero también se puede tomar la carretera de Chita (que hay que hacer en carros de doble tracción), por el viejo camino de la sal, y llegar hasta el Alto del Cardón para encontrar la carretera que se descuelga hacia el Arauca o regresar a Socha; o des-de Chita, atravesar la provincia de Valderrama por el camino de Jericó a Socotá y de allí a Socha, para volver a Belén por Paz de Río o subir desde aquí a Sogamoso. In-cluso, para quienes tienen más tiempo y buscan nuevos y paisajes y aven-tura, pueden bajar a la cuenca del río Pauto antes de caer a la llanura, desde el mismo páramo sitio de El Cardón, en el extremo nor-te del Páramo de Pisba.

La ruta de la Sierra