el tarot de la frontera by ismael berroeta

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  • 8/14/2019 El Tarot de La Frontera by ISMAEL BERROETA

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    El Tarot de la Frontera

    Ismael Berroeta

    www.tarotparatodos.com

    Cumpliendo con lo acordado, me instal en una de las mesas del Caf del Mundo.La tarde estaba un poco fra por lo cual me decid por el interior, evitando laterraza. Era ms discreto, tambin. Ellas no se demoraron mucho. Dira que fueronpuntuales en su manera de atrasarse o, si lo prefieren, que se atrasaron en formapuntual. La Diabla estacion su Toyota Tercel a un costado de la Plaza Sucre y seacerc hasta la cafetera acompaada de una mujer alta, muy morena, de cuerpoestupendo.

    - Hola, querida Papisa! -, me salud La Diabla, al tiempo que se apresur apresentarme a su amiga.

    La morena vesta de blanco, con cartera y zapatos del mismo color. Cubra sushombros con un echarpe. Tena unos ojos muy especiales. A veces, segn la luz,chispeaban visos verdes y otras, lucan color miel. La ropa era de marca, lo mismoque su calzado y su bolso. Aparentaba unos treinta y ocho. La mir con envidia. Sinembargo, no era por el dinero que pareca disponer en abundancia. Era por laimagen. Yo soy morena tambin y muy baja de estatura. Para colmo, con la edad elcuerpo se me ha desparramado en todas direcciones.

    A pesar de los pesares, Luna result ser muy agradable y simptica, de unasencillez muy natural. Nada pareca alterarla ni sorprenderla. La Diabla pididisculpas por juntarnos all y no en su casa, con el resto del grupo de amigas.Ocurra que Luna deba abordar el avin para Arica y no dispona de holgurasuficiente de tiempo como para haber efectuado una reunin en grande.

    Templanza - ella atiende su propio negocio - se acerc a fin de tomar nuestro

    pedido. Luna quiso un trago pero como aqu no venden alcohol termin encargandoun caf expreso con sabor de amareto. Para m, solicit un jugo de frutas y LaDiabla encarg una once completa. Las conversaciones de nuestro club femenino laponen ansiosa y la nica forma de proporcionarse un poco de calma es comiendoalguna cosita, de preferencia un buen trozo de tarta.

    - Con La Papisa nos conocemos de muchos aos. Es peligroso decir cuntospues si lo hacemos nos descubrirn la edad. Fuimos fundadoras - junto aotras amigas - del grupo femenino del que tanto te he hablado. Yo quieroque te integres. No me vayas a decir que no!. Lo pasamos divinamente

    relatando nuestras experiencias. Nos hace mucho bien desahogarnoscontndolas. Como que nos agarra una catarsis, un equilibrio emocional. La

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    verdad es que me faltan palabras para explicarte Norita -, se atropellaba LaDiabla.

    - Es cierto que te unirs a nosotras?. Hazlo. No hay mujer que no tenga algodiferente para contar -, agregu.

    - Bien -, prosigui La Diabla. - No te he dicho que Papisa es maquilladora.Una especie de chismosa sin ttulo, a diferencia de las periodistas. Adems,es tarotista.

    - Lees el tarot? -, pregunt Luna con marcado inters, a lo cual asentbajando los prpados a fin de darle ms misterio.

    - Si quieres, hacemos una tirada ms tarde -, ofrec. Antes, me gustara

    saber algo ms de ti. As me resultar ms fcil la interpretacin de tuscartas.

    - Ay!. S buenita. Promteme que me dirs el porvenir antes de separarnos.No me falles. -, suplic la morena.

    Luna era nortina, nacida en Arica, de una familia no modesta, sino pobrsima. A losdieciocho aos, sin educacin, sin trabajo, sobreviviendo con almejas recolectadasen la playa y con pescado que mendigaban en la caleta, sus posibilidades deprogresar con dignidad eran nulas. Su madre le dijo muy claro que deba marcharse

    para que la comida alcanzara para el resto. Cuando de sus labios sali el a dndepuedo ir?, su progenitora le manifest sin mayores vueltas que las chilenas eranbien cotizadas en los prostbulos de Tacna1.

    Luna extrajo de su bolso una boquilla de marfil, que resaltaba cual destello entresus dedos morenos. Solt una bocanada de humo y se ech ligeramente hacia atrs,para dar lugar a los pedidos formulados por las comensales, los cuales la Templanzaacomod en nuestro pequeo reducto.

    - Qu fue lo que hice?. Muy sencillo. A dos cuadras de donde vivamos, sealojaba El Ermitao. Era de profesin practicante. Negro, enjuto, arrugado.Tena cuarenta aos ms que yo. Siempre me deca cosas cuando pasaba porsu puerta. Que era bonita, que no exista una morena ms rica, que secasara conmigo y un montn de frases dulzonas que me sonaban como unasarta de tonteras y mentiras. Y, fjense muchachas, que de un momento aotro, en cuestin de horas, hube de tomar en serio sus palabras. Me fuihasta su casa, llam y l mismo, en persona, me sali a abrir.

    - No te puedo creer que fuiste tan atrevida -, deslic el comentario.

    1 Ciudad del sur del Per, cerca de la frontera con Chile.

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    - Si no era por valiente que lo hice, era por desesperada. El viejo me hizotomar asiento. Me cont que la situacin econmica en Arica estaba muymala por lo cual se iba contratado como enfermero de Carabineros2 aPutre. - Cundo parte? -, le pregunt. - Maana-, me respondi.Y agreg: - Casmonos ahora mismo y me la llevo al altiplano, Lunita.

    - Y qu hiciste?. Aceptaste? -, pregunt La Diabla.

    - Qu crees t?. Al da siguiente iba junto a l en el tren con mi atadijo deropa sobre las rodillas. No bien llegamos a ese hoyo, comenz a llover variosdas sin parar.

    - Cul hoyo?.

    - Me refiero ese sitio horroroso de la aldea de Putre. Bueno, el asunto es quese desat un temporal que dej los caminos cortados. Estbamos aisladospor causa del invierno boliviano.

    - Invierno boliviano? -, pregunt La Diabla. - Qu cosa tan curiosa!. Noestaba enterada que los bolivianos tuviesen invierno propio y que ms encimase pasa para ac. Aunque no debera extraarme. En Chile no somos menos.Tenemos nuestro invierno, tambin.

    La mir con unos ojos que expresaban algo as como - Entirrate, huevonaignorante y, sonriendo de manera fingida, me apresur a intervenir.

    - La Luna se refiere a las lluvias altiplnicas que se producen en verano, alcontrario de lo que ocurre en las tierras de ms al sur, como Santiago, porejemplo, que es muy seco y caluroso en esa poca.

    - Ah, verdad, verdad, disculpen mi distraccin -, dijo, poniendo una tajada dejamn en medio de un panecillo.

    - Contina linda, recuerda que en una hora ms tienen que salir rumbo alaeropuerto -, agregu, llevndome el vaso de jugo a los labios, gesto el cualencubri el rictus de desaprobacin hacia mi amiga que en ellos se esbozaba.

    - La vida en Putre era, en esos aos, apartada totalmente de la civilizacin. Lagente viva con una modestia parecida a la miseria. Mi marido se asimilrpido a las condiciones de vida y a las costumbres del lugar, disponiendo deuna abundancia de medios a tono con un avaro. Y yo, que llegaba ilusionadacon la idea de salir de la pobreza!. Pronto me sent ms desdichada que

    cuando viva la estrechez de los desamparados de Arica.2 En Chile, polica uniformada.

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    - El viejo era un tacao? -, pregunt La Diabla.

    - As lo crea yo en esa poca. Aunque hoy pienso que no era tanto por eso y,simplemente, se deba a que el salario de los policas era una nada. Parapeor, l tena que salir en operativos de atencin mdica a los pobladosvecinos. Me dejaba sola durante semanas. Por un lado, me embargaba latristeza de quedarme sola y, por otro, a l, con el aire enrarecido de la puna

    y el exceso de trabajo se le iba agriando el genio cada da ms.

    - Lo echabas de menos? -, interrogu.

    - La verdad, s. Pero no era por enamorada. Era porque all no conoca a nadiey no tena confianza en la gente, tan diferente a uno. Sola, me dominaba una

    tristeza pavorosa. Lloraba da y noche dentro de la casa - qu casa!, erauna miserable rancha de barro! - hasta que me vena el sueo, tapada conlas frazadas hasta la cabeza, para defenderme del fro y del miedo. Nisbanas tenamos. Tal era la pobreza en que me haca vivir el viejo Ermitao.En el da, barra el piso de las habitaciones, que era de tierra. Luego, sala abarrer la calle. Con qu fin?, si el viento volva a empolvarlo todo al dasiguiente!. Un viento implacable, helado, cortante como un cuchillo, que teiba partiendo las mejillas y surcando la cara de marcas, tallando as en elrostro la dureza de la vida de la puna. No se imaginan todo lo que aorabaArica, con su brisa fresca, su playa y el agua tibia del mar. Ah!, a propsito

    de agua. Era escassima y haba que ir a buscarla a pie y transportarla enbaldes hasta la casa. Lo justo para preparar la comida y lavar la ropa. Unbuen bao, como Dios manda, nadie lo conoca.

    - Se te enfra el caf, nia -, le dijo La Diabla a la Luna.

    - Verdad. Es que me entusiasm contndoles sobre esa poca.

    - Yo te escucho super interesada -, dijo La Diabla. - Contina, por favor. Noquiero perderme ningn detalle.

    Las mesas del Caf del Mundo se fueron llenando. Los clientes eran atendidos porla Templanza cuya fina silueta se deslizaba de aqu para all. Nosotras noreparamos mayormente en quienes nos rodeaban. Slo tenamos ojos y odos para lanueva socia del club.

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    - Mozo! -, grit El Loco a uno de los meseros, un muchacho delgado y plido

    que se diriga a la cocina del restaurante-bar con una bandeja llena deplatos sucios y botellas vacas.

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    - Enseguida, seor -, respondi ste, dando a entender que regresara encuanto dejara su carga en el interior.

    - Cmo que enseguida!. Venga para ac, mi amigo! -, insisti El Loco, con suvozarrn de tono autoritario, ante lo cual el empleado se acerc molestopero sumiso a la mesa.

    - Mire, maestro, aproveche mejor su viaje y triganos a la vuelta otra corridade cerveza.

    - Imperial, seor?.

    - De la misma.

    - As hay que tratar a estos huevones. Que sientan que el cliente es el quemanda. Y no se preocupen, yo pago esta ronda, muchachos -, dijo El Loco algrupo de jvenes que lo acompaaba, los cuales mostraban aspecto deestudiantes universitarios.

    - Y que fue lo que hiciste despus de terminar el servicio militar? -,pregunt El Juicio, un alumno de la carrera de agronoma.

    - Primero, me fui a Villa Alegre, a saludar a mi to Sietedeoros. El viejo ha

    sido como un padre para m. Estuve descansando un mes en su casa,reponindome. Me haban dejado flaco como perro vago los mal nacidos.Despus, me largu a viajar. Part hacia el norte, haciendo dedo. Fue fcilllegar a Valparaso. Ah me gan unos pesos cargando y descargandocamiones en la feria y en el puerto. Me dediqu a recorrer ciudad porciudad. Quera conocer lugares, personas. Y pasarlo bien, sin duda. Ansiabaver todo por m mismo y no me contaran historias. Iba y vena. Me quedabasolamente donde me senta a gusto. Y cuando empezaba el aburrimiento, zas!, me largaba para donde se me antojaba. Para eso era libre. Salud,muchachos!.

    - Salud! -, corearon.

    - Y hasta donde llegaste?-, pregunt el chico Nuevecopas, estudiante deveterinaria.

    - Muy lejos, compadre, y hasta muchos lugares. Pero, lo importante sonaquellas estadas que no se olvidan. Haca como un ao que andaba tonteandode aqu para all cuando llegu a Calama. Por esa poca, haba slo una calle

    pavimentada. Adems, el pueblucho tena solamente dos edificios de ladrillo:un hotel y la crcel. El resto, era pura madera apolillada, con habitaciones

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    que crujan con el viento del desierto, mientras el polvo bailaba un trote3 yuna cueca4 en cada esquina. Llegu sin un centavo. Cay la noche. Me met alprimer bar que encontr. Al rato, se me sent al lado una mina. Era joven,nada de fea. Y la encontr mejor que la Seorita Universo. Nos tomamosunos tragos. Se present como La Reina de Copas. Despus me cont que enverdad su verdadero nombre era Estrella. El otro era un seudnimo, pues setrataba de una chica del ambiente. Y como era mujer, tena corazn, as quecay redondita. Desde esa noche tuve casa, comida y poto. Para qu lescuento!. En esos aos, yo tena suerte. Me sali campeona para el catre lamuchacha. Fuimos muy felices con la putita.

    - Salud por El Loco, compaeros! -, dijo el Juicio.

    - Eso!, sac trago el muy cabrn! -, acot el Nuevecopas.

    - Salud! -, dijo El Loco. - Razn tiene el chico, pues en cabrn me convert.Ella me mantena, me cuidaba, me regaloneaba. Yo la protega y le conseguabuenos clientes, tipos platudos, nada de los borrachitos que se tirabaencima antes de conocerme. Vivamos contentos, pero el dinero era poco.Dur casi un ao con ella. Varias veces quise dejarla, porque ese pueblo meaburra. Sin embargo, mi perra calamea iba al puerto de Antofagasta y metraa perfume, camisas, zapatos, qu s yo. La verdad es que era unamujercita deliciosa, caliente como una burra, pero el lugar me tenaasfixiado. Y no saba cmo salir de all. A pesar de esto, la suerte todava

    me era fiel. Una maana deben haber sido como las once estabaacostado, escuchando radio. De repente, oigo ta-ta-r, ta-ta-r !, ra-ta-pln, ra-ta-pln !. Era el aire marcial de un llamado del Cuerpo deCarabineros. Se invitaba a los jvenes con el servicio militar cumplido, queno tuviesen ms de veinticinco aos, a servir a la patria y a combatir eldelito y la delincuencia, ingresando a la institucin. Los interesados yo erauno tenamos que presentarnos en la Gobernacin con los documentos alda.

    - Y fuiste? -, pregunt alguien.

    - Cmo no iba a ir?. Era mi tabla de salvacin!. Busqu mi libreta militar, lacdula de identidad, ah!, me consegu un certificado de antecedentespenales, tambin. Y con toda esa papelera me aperson en la oficinacorrespondiente. Despus de esperar una semana, fui a mirar la lista de losseleccionados. All estaba mi nombre. Eso significaba que poda iniciar elcurso de formacin policial. Regres a la casa y le cont a La Reina de Copas.Se le lleg a parar el pelo de la sorpresa!. Enseguida, se deshizo en un marde lgrimas. Despus, me sac todo tipo de sentimientos cochinos. Que todo

    3 Baile tpico del Altiplano4 Baile tpico de la Zona Central de Chile

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    lo que haca era por m y ahora pensaba abandonarla. Que todos los hombresson iguales, unos desgraciados sin sentimientos y bl-bl-bl. Puse cara dedignidad ofendida y expliqu que necesitaba ganarme la vida y dejar de vivira costillas de una mujer, lo cual me tena muy aproblemado. No sirvi denada. Qu diferencia haba me grit en ser cafiche de una puta ycafiche del gobierno?. Y as, sigui hablando y llorando al mismo tiempo,hasta que se desahog completamente y se calm. Yo continuaba con mi caramuy seria, aunque muerto de la risa por dentro. Hasta disculpas me pidi lamina!. Al da siguiente, nos despedimos. Quera ir a dejarme hasta el cuartelpero se lo prohib. Las mujeres llorando en pblico lo descomponen a unototalmente y no estaba para pasar vergenzas.

    - Y cmo te fue?.

    - Cmo me iba a ir?. Bien, pues. Hice el curso y lo aprob. Duraba seis meses.Terminado ese tiempo, me destinaron a la polica de fronteras en la mismaregin de Antofagasta. Estuve en plena cordillera de los Andes, pasando misprimeras experiencias como vigilante fronterizo. Era una especie deaclimatacin. Igual, pas bien la prueba. Un da, el sargento me llam y meinform que mi destinacin definitiva sera ms al norte, en la regin deTarapac. Ms precisamente, en la aldea de Putre.

    Los jvenes - con ojos chispeantes - rodeaban a El Loco y admiraban su buenasuerte y su osada. Conseguirse as de fcil una amante y mandarla a frer monos

    de un da para otro!. En cambio, ellos, de cabeza en los libros y laboratorios,parecan oscuros iniciados monsticos.

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    - El viejo Ermitao te tena permanentemente abandonada -, dije, paraestimular a Luna a seguir confesndose.

    - Ya lo creo. Aunque pronto iba a dejar de estar sola -, expres, bajando lavista mientras golpeaba con el ndice su cigarrillo por encima del cenicero.

    - S?.

    - Uno de los policas, compaero de cuartel con El Ermitao, a quien se conocacomo El Sol, comenz a merodear cerca de la casa. Pasaba por all y mesaludaba. Cuando Ermitao andaba fuera, se detena a conversar. Deinmediato not que el paco5me coma con los ojos. Se le llegaba a hacer aguala boca al detener su mirada en mi busto. Eso me agradaba. Un da, meatrev a hacerlo pasar. Le serv una simple taza de t. No acababa de

    5 En Chile, expresin vulgar para referirse a un polica uniformado.

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    ponerla sobre la mesa cuando me tom de la cintura y me atrajo hacia l. Medej llevar y sin darme cuenta, en un instante estaba sentada en susrodillas. Me abrac a l con mis labios atrapados en la boca del hombre..Dej que acariciara mi cuerpo, me tocara los muslos, me apretara la cintura.Ah, tambin. Despus de unos segundos, me puso a un lado, se desabrochel pantaln y sac su arma lista para atacar.

    - Horror!, quera matarte? -, pregunt La Diabla.

    - No era precisamente un revlver -, coment, mientras Luna iluminaba lamesa con su sonrisa y continuaba relatando.

    - Me levant la falda y empez la primera tentativa cuando me vino elarrepentimiento y lo rechac, empujndolo con las manos y escurrindome a

    un lado. La sorpresa no le dur ms de un instante. Fue a su chaqueta, sacun billete y lo puso sobre la mesa. Despus, continu como si tal cosa. Volvia abrazarme. Me puso contra la muralla. Abr un poco las piernas y lo meti.No fue fcil pero tampoco tan difcil, no ven que me haba calentadocuando estbamos en la silla?. El asunto dur poco. Cogi su gorra y se fue,no sin antes mirar hacia ambos lados del callejn donde viva.

    - Te gust? -, pregunt La Diabla.- Mira, goc el momento, aunque sin acabar. Fue demasiado breve para lograr

    eso. Ms contenta me dej el dinero que estaba en la mesa.

    - Supongo que volviste a verlo -, insinu.

    - Te cabe alguna duda?. Y eso no es todo. En cuanto mi marido volvi a salir ala montaa, l volvi a aparecer. La situacin fue parecida a la anterior, nomuy larga, aunque esta vez lo llev para la cama. Antes de irse, sin decirpalabra, nuevamente dej dinero sobre la mesa. Al siguiente da, caminabapor mi calle y se detuvo a saludarme. Estaba acompaado de otro polica,grande, macizo. Un toro. Era joven, de menos palabras todava, pero de risafcil. De pronto, el cabo dijo que tena que pasar a ver a un vecino y nos dejsolos. Como no hallaba qu hacer all en medio de la vereda, lo hice pasar. Leofrec un t de coca. Acept. Cuando se lo traje, sobre la mesa haba unbillete de cinco mil. Nada ms puse la taza enfrente de l, me tom con susmanazas y me apret con fuerza contra s. Me dej besar y manosear. Lohaca con rudeza animal. Sin palabras, me levant del suelo y me llev a lacama. Igual, sin palabras, me meti su grueso miembro sin ningunaconsideracin y casi me asfixi con su peso y su enorme morro chupndomela boca. Por suerte, no dur mucho. Se subi la bragueta y se larg contento.

    - Y qu pensaste de esto, de lo que haba pasado con ellos?.

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    - Qu pensaba?. En una semana haba aprendido ms que en toda mi vida!Esa noche, record las crudas y descarnadas frases de mi madre. Sent quemi mente se iluminaba. Lo que ms anhelaba era salir de ese lugar y para esonecesitaba recursos. Ahora saba como conseguirlos. Jur a m misma queme concentrara con empeo en mi propsito. Por el momento, el asuntoesencial es conseguir dinero me dije y la condicin, era que El Ermitaono se enterara de nada. Mi precio no era caro. La voz circul rpido entrelos policas y mis clientes brotaron como callampas, de un momento a otro.Tena que ser ordenada. Cada cual a su da y a su hora. Mis ahorros ibancreciendo, lentamente, pero siempre creciendo.

    - El marido es el ltimo en enterarse -, sentenci La Diabla, como al pasar.

    - Oye, no era el primer cornudo ni tampoco iba a ser el ltimo -, dije, despus

    de soplar mi taza de caf.

    - Lo simptico y curioso de esto - sigui Luna - era que alrededor de ElErmitao los guardias guardaban el secreto como si fueran el muro delcementerio, tal cual el fro y la oscuridad de la noche del desierto hacenimposible reconocer la realidad que te circunda.

    - Quin lo duda? -, intervine. - Ninguno de esos perros estaba dispuesto aperder la presa. En especial, porque sta era una mujer. Me la imagino joven,de carnes apretadas, de piel suave y tierna, de sonrisa graciosa, que les

    recordaba la tibieza y frescura del mar de Arica.

    - No slo por eso -, prosigui Luna. Ninguno estaba disponible para perderel puesto. Si nos descubran y mi marido reclamaba, el castigo era seguro.Ahora bien, lo importante para m no era esto. Mis ambiciones habancrecido y mis objetivos apuntaban ms lejos. Quera reunir un capital,abandonar al viejo e instalarme en Arica. Pondra mi propio negocio. Unacasa de putas donde yo sera la duea. All, nunca ms le vendera mi traseroa nadie pero, el de las otras, por qu no?.

    - Te habas endurecido totalmente.

    - Hija, era el todo o nada. Aunque una es tan tonta. Mujer al fin y al cabo.Reconozco que tuve una cada -, sonri y sus ojos dieron un ensoado brillo.- Apareci un recluta nuevo. Alto, espigado, ojos verdes. Siempre alegre,simptico. Nada tmido. Todo lo contrario. De una clase distinta de hombre.Ustedes me comprenden. Apenas me conoci, ofreci ir a saludarme a lacasa. - Est bien, le dije, con el corazn latindome con fuerza. - Vaya el

    jueves.

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    - S, seor. Adivinaba que yo le gustaba. Adems, estaba confirmada la cita.Cuando por fin estuvimos a solas, despus de conversar un poquito, le dialgunos besos. Lo extrao era que tenan sabor a plvora.

    - Se haba tragado un petardo? -, dijo Nuevecopas.

    - Es que la mina era explosiva de carcter -, agreg un flaco con anteojosdesde el otro extremo de la mesa.

    Gozando con el ambiente jocoso, despus de sorber un trago de cerveza eimponindose por encima de las bromas y risas, El Loco sigui con su relato.

    - Me dio asco, pero la huevona no me soltaba y se prenda a m con fuerza,atracndome contra el respaldo de la cama. Quise sacarle la ropa pero no se

    dej. Se tir de espaldas, se recogi la pollera andaba sin calzones - yabri sus muslos morenos. Me empuj la cabeza hacia abajo, indicando queesperaba se la lamiera. La mulata entregaba su sexo como si fuese el mspreciado tesoro para que yo le sacara brillo frotndolo con mi lengua. Mesumerg en esas profundidades, vido de darle el gusto a mi nuevaenamorada. Esa vez aprend a bucear. Era la huevona ms hedionda quehaba conocido en mi vida. Como el asunto le gustaba y me lo sigui pidiendoen otras oportunidades, tena que aguantar la respiracin para evitar elespantoso olor a marisco descompuesto. Y eso no era todo. Las axilas de lanegra eran de un aroma ms fuerte que las de mi caballo. Con el pasar de los

    das, fuimos tomando confianza. Ah supe que las condiciones higinicas desu casa eran psimas y ella no tena hbitos de limpieza. El sabor deplvora en la boca?. No me lo dijo. Sospecho que antes de cada encuentro seenjuagaba la boca con agua de colonia. El resultado era una fragancia fecal.Poco a poco se atrevi a contarme su verdad. Nunca la dijo completa. As,confirm que mi morena era una puta profesional y que el cuartel completopasaba por entre sus piernas todos los meses. No iban ms seguido porquenos pagaban slo una vez al mes. Me daba pena por ella. Estaba casada conun hombre mucho mayor que ganaba la misma miseria que yo, que estaba

    joven y soltero. Juntar esa plata ofreciendo el culo era su nica oportunidadde salir de all. Y qu creen que pensaba hacer?. Irse a Arica, arrendar unacasa y dedicarse a cabrona de burdel. Qu les parece?. Yo le tenaadmiracin y ella, ella estaba enamorada de este servidor. Qu cmo losaba?.. Era al nico que no le cobraba. Fuimos felices casi un ao, ella y yo,luchando por saciar nuestra soledad. Todo iba bastante bien, hasta que medieron vacaciones y decid ir a dar una vuelta a la ciudad de Calama.

    El Loco desplegaba su relato, mientras por los parlantes del restaurante se dejabaor una cancin y los estudiantes, con la cerveza un poco subida a la cabeza,

    rodeaban a su hroe - feliz entre ellos - cantndole6

    a coro.6 Cancin del msico cubano Francisco Repilado (Compay Segundo)

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    "Estoy tan enamorao de la negra Tomasaque cuando se va de casa

    que triste me pongoEstoy tan enamorao de la negra Tomasa

    Que cuando se va de casaQue triste me pongo

    Ay, ay, ayEsa negra linda

    que me ech bilongo "

    - o

    - Lo cit por primera vez para un da jueves. Sin embargo, el muy terco no mehizo caso. Se anticip y lleg por mi casa el martes. Esa semana mi marido

    andaba en la sierra y yo aprovechaba para atender a mis clientes. Estabaencamada con uno de ellos parece que era El Colgado, un sargento -cuando, de pronto, oigo golpes en la puerta de calle. Me puse tan nerviosa!.Quin sera?. Mi marido, quizs?. Estaba muy alterada. El miedo me hacatiritar entera pero, felizmente, la solucin se fue dando sola. El polica meavis en voz baja que se escondera en el patio y para all sali encalzoncillos, en puntas de pies, con los pantalones en una mano y los botinesen la otra. Pens hacerme la desentendida. No hubo caso. Los golpes seguan.Llena de temor, atisb por un postigo y descubr que era mi nuevo galn. Apesar que me ahogaba de vergenza el miedo se me haba disipado decid

    enfrentar la situacin para evitar un escndalo. Despeinada, abr la puerta.Le dije muy seria que lo haba invitado para el jueves, que ahora estaba muyocupada y cerr de un golpe. Volv al patio a buscar a mi cliente. El pajaritose haba volado a travs de las quintas vecinas.

    - Se habra dado cuenta? -, pregunt.

    - Quin?, El Loco?. No lo s. Me paralic cuando vi la gorra del sargento,olvidada en la huida sobre una repisa a la entrada, al lado de la puerta decalle. Qued atravesada por la duda.

    - Tienes que haber estado bastante aproblemada -, dijimos las otras, ms omenos al mismo tiempo.

    - Senta algo tremendo. No es nada de agradable que el pretendiente de unase entere que eres una puta. Debo haber estado enamorndome del joven.Era la primera vez que me senta tan angustiada. Ira a volver?. Habasalido a atenderlo toda desordenada, con el cabello revuelto. Me habraencontrado fea, ordinaria?. Dale que dale con mis dudas, deprimida, pas el

    resto de ese martes y el mircoles, tambin. Al amanecer del da jueves miespritu se encontraba ms despejado y tom una decisin. Lo hecho, hecho

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    estaba y lo dicho, se haba dicho, para bien o para mal. Que viniera lo queviniese. Como si tal cosa, me prepar para recibirlo en la tarde. Planch unafalda y una blusa. Me perfum entera y me puse carmn en los labios.

    - Y que pas? -, se atropell La Diabla. - Vino a verte?.

    - Lleg la hora. Y lleg mi pretendiente. Lo vi tan buenmozo, tan bonito. Loencontr tan simptico!. Mientras conversbamos, pens si le cobrara por elservicio. Sera incorrecto?. No me qued tiempo para tomar una decisin aese respecto porque muy luego estbamos abrazados, acaricindonos. Mesenta muy caliente, aunque muy nerviosa. Le gustara a l?. Corra el mesde agosto y yo estaba en celo como si fuera una gata. Mi tensin aumentabaal darme cuenta que transpiraba entera. Los muslos, la espalda, el vientre,los tena mojados, pero no era de calor, era de nervios. Me bes y le

    contest con pasin.

    - Guaiii! -, chill La Diabla, mientras la atencin de las mesas vecinas, seconcentraba en nuestro grupo por algunos instantes y mi mirada le daba uninvisible latigazo que significaba cllate estpida.

    - Sin proponrmelo, me vino un deseo incontenible de entregarme a l. No spor qu, pero lo que se me ocurri espontneamente fue entregarle micosa para que se la comiera, qu s yo?, la chupara y la lamiera. Sinrechazar mi oferta, al contrario, tal cual un perro, en cuatro patas, hundi

    la cabeza entre mis piernas y lami con ansias, apurado, como si estuvieseall el ms exquisito de los postres. Lo nico malo es que lo hizo durantepoco rato. Me gust. Me agrad muchsimo y me dej sabor a poco. Por m,que hubiese chupado y mordido ojal eternamente. Lo habra dejado todo elda si l hubiera querido continuar. A m me pareci que a l tambin legust mucho, pero fue mezquino. A los pocos segundos estbamos unidossexualmente. l acab rpidamente. Si era como todos?. No, no, tenaaguante, pero ese da estaba atolondrado porque parece que haca tiempoque no se acostaba con una mujer. Yo no pude lograrlo. Estaba demasiadotensa, demasiado preocupada por caer bien y no decepcionarlo. Lo dejmontarse otro par de veces esa tarde. A pesar de que intent satisfacerlo,no s por qu, me pareci que l no tena buena cara. A qu se debera?.Qu habra hecho yo de equivocado?. Seran nada ms que ideas mas?.

    - Le cobraste?.

    - Se les ocurre?. Ni lo pens, ni lo hice. Un rato despus, sali rumbo a sucuartel. A partir de ese momento nos convertimos en amantes.

    - Entonces, mejor tu experiencia. Quiero decir, si lo fuiste pasando mejor.

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    - Siiii. Esa tarde fue muy dura. Qued muy cansada. Saba que era de puratensin nerviosa. En cambio, el segundo encuentro fue sensacional. Acab,vol hasta el Lago Titicaca, flot por el cielo hasta no s dnde.

    - Te la chup? -, consult La Diabla.

    - De ah en adelante, siempre se lo segu pidiendo. Era casi una obligacin.Acababa primero con su lengua y despus, con lo que corresponde -, confesLuna entre avergonzada y risuea. - Lo pasamos muy bien. Nos hicimos muyamigos. Nunca se molest por mi trabajo. Al contrario, pas a ser miconfidente. Confibamos el uno en el otro. Le cont mis planes, mis deseosde irme de all y ser libre. A l tambin le pasaba lo mismo.

    - Y el practicante lleg a sospechar algo? -, pregunt.

    - Nada. Hasta hoy me asombra que no se diera cuenta. Haba transcurridoms de un ao de la llegada de El Loco. Tena ahorrado lo suficiente y estabadecidida a fugarme a Arica poco antes que comenzara el invierno boliviano.Putre iba a quedar aislado como todos los aos y pasaran meses antes deque alguien pudiera intentar buscarme. Me acuerdo que era el mes de enero.El Loco sali de vacaciones y tena muchos deseos de no quedarse all. Mecont que le gustara ir a Calama. Le di nimo para que fuera. El pobreestaba demasiado encerrado en Putre. Adems, le confes mi plan de fuga.Yo saldra despus que l hubiese partido. Acordamos que nos

    encontraramos en Arica, despus que l regresara de su descanso enCalama.

    - o -

    - Llegu a Calama. Andaba vestido de civil. Por una parte, me senta comoliberado del peso de una armadura. Por otra, a veces, me senta desnudocomo un nio. As pasa con el uniforme. Bueno, la cuestin era pasarla bien,meterse oxgeno en los pulmones. Empec a visitar mis antiguos paradores,las calles con casas de putas y los bares, donde se juntaban los minerosrecin pagados. Circulaban tipos peligrosos, tambin. Aunque esto no meimportaba, conoca el ambiente y saba como tratar a los guapos. Apost ami Rueda de La Fortuna!. Recuerdo que era un da de mitad de semana. Entra un tugurio y me sent a la barra. Ped un trago, me lo sirvieron y comenca esperar por si llegaba algn conocido, para conversar y beber juntos. Elbarman que me atendi era un viejo pelado, guatn y fortacho, el propiodueo del local. Un saco de plomo. Peligroso como un tigre.

    - El viejo te conoca? -, murmur El Juicio.

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    - S, me conoca. Estuve esperando alrededor de una hora. Me serv el whiskylentamente. El viejo me observaba de reojo. Le hice sea para que seacercara. Le ped que repitiera el trago y, por fanfarronear, le susurr alodo que me consiguiera un par de papelillos de cocana. Me dijo que s, queme la traeran enseguida. Mientras aguardaba mis encargos comenz a llegarms gente. Me trajo el licor. Sin embargo, mi intuicin de paco es algo quese despierta cuando ests adentro me indic que el asunto no andaba bien.Con el rabillo del ojo di un vistazo hacia los lados, pero hacindome elestpido con cara de aburrido y rascndome por aqu o por all paradespistar. Advert que unos tipos se me haban acercado ms de la cuenta.Calcul con absoluta seguridad que deba tener a otro detrs. El barman seacerc y se puso precisamente frente a m. Me mir con odio, rematado deodio. Su cara, contrada por la rabia, haca una mueca monstruosa. Comenza increparme en forma dura y seca, usando groseras, pero sin alzar mucho

    la voz, para no llamar la atencin de los clientes. Me espet mi calidad depolica, agregando que l no aceptaba espas en su negocio, que nos conocade lejos. l no iba a permitir que viniera un hijo de puta a provocarlo en suterritorio. Mi respuesta fue dar un salto hacia un costado en direccin a lapuerta. Ese acto fue como la seal de ataque. Empezaron a darme desdetodos lados. Me defend bien, siempre retrocediendo hacia la puerta.Reciba y devolva. Al ver que no terminaban rpidamente conmigo, el viejoperdi la paciencia. Hizo a un lado a uno de sus matones y apareci con unabarra metlica en las manos, un pedazo como de esas que se usan enconstruccin. Me propin un buen fierrazo en el pecho que me hizo volar

    fuera del local de una vez por todas. Ca de espaldas, sobre la acera, con lacabeza colgando hacia la calzada.

    - Te tenan cagado, amigo -, murmur uno.

    - Pero no vencido. En forma instintiva, saqu mi revlver y dispar a bulto a lafigura que tena ms cercana. Un tipo cay muerto con el coraznatravesado. Era el barman. Los otros, huyeron.

    - Y a ti, qu te pas?.

    - La pelea no fue nada. Lo jodido lleg despus. Me arrestaron y me pusierona disposicin del fiscal militar. Me trasladaron preso a la capital y despusde algunos meses tras las rejas me dieron de baja de la institucin. Salud,compaeros! -, dijo El Loco, muerto de la risa.

    - Salud! -, corearon.

    - Y la morena?.

    - Jams volv a verla.

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    - A la semana siguiente que El Loco haba partido se dio la oportunidad que ElErmitao anduviera en misin por los poblados de la parte alta de lacordillera. Ah aprovech de decir adis al altiplano. Mis cosas eran tanpocas que caban en una maleta pequea, la cual no llamaba la atencin. Sihubiera podido meterme adentro, lo habra hecho. Adems, no querallevarme nada que me recordara la vida que haba sufrido all arriba. Pasdesapercibida al abordar el tren. Faltaba poco para partir y ya viajabamentalmente hacia la ciudad cuando veo que entra al vagn el cabo El Sol

    junto a un subalterno. Corresponda una inspeccin rutinaria de los equipajesde mano. Me salud en forma amable y respetuosa. Me pregunt a dnde iba,lo cual no contest. Mas bien me justifiqu diciendo que deba ir a visitar ami madre quien se encontraba enferma. Comprendi que se trataba de una

    mentira segn me cont meses ms tarde pero no formul ningncomentario. Finalmente, la mquina se lanz a rodar y al caer la noche meencontraba en Arica. La libertad estaba lograda.

    - Y El Loco?. Qu fue de l?. Volvi a reunirse contigo?.

    - No. Nunca ms lo vi. Meses despus, cuando estaba instalada con mi negocio,apareci el mismsimo cabo El Sol. Conversamos amigablemente. Supeguardar la distancia. Recuerden que tena jurado no volver a acostarme pordinero. Para asegurarme su silencio le hice una atencin. Le ped que se

    quedara, le di una buena habitacin y le envi la ms linda de mis chicas.Desde entonces, los pacos de Putre comenzaron a venir como clientes. Seportaron muy bien. Guardaban el hocico bien cerrado. Y eso no fue todo.Nunca tuve problemas con la polica. Estaba recomendada por mis clientes alos carabineros de Arica y hasta el mismo prefecto jefe vena a distraersede vez en cuando. Respecto a El Loco, me contaron que haba matado a unhombre en Calama y que se lo haban llevado a Santiago para enjuiciarlo.Cuando lo supe, sent como si un cataclismo derribara una Torre. Sufrmucho al enterarme que tena un problema tan grave, aunque fue un aliviosaberlo. Antes, pensaba que me haba abandonado por puro capricho. Ahora,lo perdonaba, pues nunca antes haba sospechado que las cosas se le habancomplicado tanto.

    - Lo recuerdas?. Parece que lo amabas -, coment.

    - Mira, estas cosas ocurrieron hace tiempo. Me refiero a cuando fuimosamantes. Han pasado ms de quince aos. Ahora tengo cuarenta.

    - No me has contestado -, observ.

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    - Verdad. A veces, lo recuerdo con nostalgia. Es el nico hombre que ha sidocapaz de provocarme ternura. Si no lo hubiera perdido, lo habra amado. Eraun fresco, un vividor alegre, liviano. Siempre tena algn gesto dedelicadeza. Saba ser simptico y hacerte creer que no exista otra mujeren su vida que no fueras t.

    - Y por qu no luchaste por l?.

    - Porque tena un miedo atroz. Justo cuando l cay preso - por lo dems yono lo saba - andaba escondindome de mi marido. Adems, tena que vivir dealgo y con el tipo de negocio que haba montado no poda llamar demasiado laatencin. Cuando me atrev a indagar algo fue demasiado tarde. No habarastro suyo.

    - Bueno, tampoco podemos echarle toda la culpa a Luna -, terci La Diabla. -Si l la hubiera querido tanto, por qu no vino a buscarla cuando salilibre?, o es que se lo trag la tierra?.

    - Tienes razn -, repliqu. - Olvidmonos de se. Que tal si hacemos algoms provechoso y vemos las cartas?.

    Luna acept de inmediato. Para abreviar, propuse hacer la tirada de la cruz, que esuna de las ms cortas. Baraj los arcanos mayores, le ped que cortara, montnuevamente los dos montones que resultaron y desplegu ante ella las cartas boca

    abajo. Le suger que se concentrara y realizara mentalmente una pregunta. La hiceescoger cuatro cartas, una a una. Iba a comenzar a darlas vuelta cuando La Diablainterrumpi con su tino habitual.

    - Uuuyyy!. Miren la hora que es!. Si no nos vamos de inmediato, vas a perderel avin.

    Ante ese requerimiento, Luna volvi a la tirana de la materialidad, dej de lado suinters por el orculo, confirm lo dicho por nuestra amiga y seal que era mejorque lo dejramos para otra ocasin. Nos despedimos efusivamente. Ambas salierondisparadas en direccin al aeropuerto.

    Mientras beba mi ltimo caf, perdida la vista hacia el atardecer en la plaza, miodo repar en la msica que brindaba la cafetera.

    "esa negra lindaque me ech bilongo

    na' ma' que me gusta la comaque me cocina

    na' ma' que me gusta la cafque ella me cuela "

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