el sueño de mateo. la creación del pórtico de la gloria
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©Fundación Pedro Barrié de la Maza, A Coruña, 2012
©Idea original y texto: Francisco Prado-Vilar
©Dibujos: Rodrigo Chao Blanco
Asesoramiento científico: Francisco Prado-Vilar, Juan Manuel Monterroso
Diseño: Estudio4. Sofía F de Ana
Imprime: Gráficas Anduriña
Fotografías: Jordi Sarrà, Fotos Novoa
Depósito Legal: PO 170-2012
ISBN: 978-84-9752-067-6
EL SUEÑO DE MATEO 4
ANEXO DIDÁCTICO 51
Quien es quien en el Pórtico de la Gloria 52
Glosario 54
¿Sabías que...? 55
Cronología del Pórtico 56
Galería de imágenes 58
ÍNDICE
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La creación del Pórtico de la Gloria
Idea original y texto: Francisco Prado-Vilar
Ilustraciones: Rodrigo Chao
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Todavía recuerdo aquel extraño sueño que tuve hace muchos años cuando, cautivado
por las historias contenidas en un viejo códice, leí hasta caer exhausto sobre el pergamino.
Las fabulosas imágenes que decoraban sus páginas empezaron a flotar a mi alrededor,
mientras que una voz pronunciaba mi nombre, Mateo.
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Descendía, desorientado y confuso, por un profundo acantilado,
sin saber a dónde me conducirían mis pasos.
Un eco fantasmal, formado por innumerables gritos, provenía
del fondo oscuro de aquel precipicio. Se me helaba la piel y el
alma al escucharlo, pero a la vez sentía una irresistible atracción
que me obligaba a seguir descendiendo.
Me acordé de la historia que había leído en aquel viejo manuscrito.
Contaba cómo el héroe griego Ulises tuvo que luchar para no
sucumbir ante los cantos melodiosos de las sirenas, quienes
intentaban arrastrar su barco hacia los agrestes acantilados donde
se encontraban, para provocar su naufragio.
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Avanzado el camino, pude ver en la distancia a un hombre y a una mujer desnudos.
Totalmente desvalidos, eran perseguidos por formas monstruosas ¿Quién los condenaría
a aquel lugar tan siniestro? ¿Qué terrible falta habrían cometido para merecer tal castigo?
Descubrí entonces a un hombre de mirada cálida y serena que descendía por una
inmensa escalinata de hielo y piedra.
Quise acercarme a él, preguntarle si sabía qué lugar era ese, pedirle que ayudara a
aquellos desdichados pero, antes de que pudiera llamar su atención, el Cielo se sacudió
con un poderoso estruendo.
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Un ángel surgió de entre las nubes, e hizo sonar una gran trompeta.
Su inquietante tañido comenzó a inundarlo todo, llegando hasta los confines más
remotos de aquel misterioso universo. Parecía como si esas notas fueran el prólogo
de algo, no sabría decir de qué, a la vez venturoso y terrible.
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Sentí que el paisaje a mi alrededor iba cambiando, tornándose gris y
tenebroso. Me adentraba en las profundidades de un lugar espeluznante
y maligno, donde hordas de monstruos se agolpaban preparadas para
la confrontación.
Como avanzadilla de aquel ejército, un oso de proporciones colosales
rugía con rabia, dejando a su paso un páramo de desolación.
Percatada de mi presencia, la bestia se volvió hacia mí
con furia ciega para darme caza.
Quería escapar, pero mis pies parecían haberse
enraizado en la tierra, impidiéndome correr y
dejándome a merced de la atroz criatura.
Cerré los ojos, negándome a ver
el infortunio que se cernía sobre mí.
Me sumí en la oscuridad.
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Pasaron interminables segundos, pero mi funesto final no llegaba. Con
miedo, pero alentado por la curiosidad, abrí los ojos de nuevo.
Ahora me encontraba en mitad de la gran batalla. A mi alrededor
se sucedían escenas escalofriantes, desesperadas luchas para
huir de demonios que cambiaban constantemente de forma,
hombres que, petrificados por el temor, no podían evitar
ser devorados.
Pero en medio del tumulto percibí luces de esperanza, como
aquel ángel que, con paso decidido, se abría camino entre
las tinieblas para rescatar a un hombre de las garras de un
monstruo voraz.
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Otro ángel ascendía velozmente con un niño
en brazos, ahuyentando a las bestias con la luz de
su antorcha. Una vez que había puesto a salvo a aquel
delicado ser, el ángel volvía a descender a la batalla para
rescatar a otros, y así una y otra vez.
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Elevé mi mirada y observé, sorprendido y maravillado, cómo una
procesión de ángeles con grandes alas ascendía en un torbellino de
viento hasta perderse entre las nubes.
Cada ángel sostenía a un niño en su regazo, meciéndolo con ternura
en un vuelo en espiral para que se calmase.
¿A dónde los conducirían?
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Con tristeza e impotencia comprobé que por cada persona
salvada tres eran abatidas ferozmente por el diabólico ejército.
Nunca se me olvidará el temor que se dibujaba en la cara de una niña
al ver, con sus ojos inocentes, cómo todas aquellas personas que no
estaban sustentadas por ángeles se precipitaban sin salvación al vacío.
Sus gritos de locura se mezclaban con los estremecedores aullidos
emitidos por el enjambre de demonios alados que guiaba su descenso.
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Aquellos que habían sido rescatados por los ángeles caminaban ahora sobre
las nubes, vistiendo túnicas blancas y coronados con diademas doradas. En los rostros
de algunos de ellos se reflejaba una inmensa paz interior. Otros mostraban un gran
asombro ante la belleza que les rodeaba, esos destellos de multitud de colores que
parecían irradiar de piedras preciosas e iluminar el alma.
Sentí una enorme alegría al ver que se encontraban en un lugar reconfortante y seguro.
Estaba siendo testigo de lo que les acontecía a los hombres salvados en la batalla.
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Justamente cuando meditaba sobre esto, se me acercaron
cuatro hombres de porte sabio y noble, que se prestaron a
darme la respuesta:
– Te saludamos, Mateo.
Me sorprendió que supieran mi nombre, pero antes de que pudiera
preguntarles cómo habían logrado averiguarlo, prosiguieron:
– Debes estar confuso, has visto demasiadas cosas en muy poco tiempo,
pero tranquilo, todo tiene una explicación. Somos los Evangelistas, mi nombre
es Marcos, y me acompañan Juan, Lucas y Mateo.
Este último me sonrió con complicidad al ver que nos llamábamos de igual modo,
y me dijo:
– Hace mucho tiempo, dimos testimonio de la vida de Jesús entre los hombres y de
sus sufrimientos. Individuos malvados, movidos por el odio al que no es como ellos,
decidieron atormentarlo: lo ataron a una columna para azotarlo, ciñeron a su cabeza una
corona de espinas para hacer burla de él, llamándole falso rey, y en una Cruz acabaron con
su vida terrenal.
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Juan tomó el relevo en la narración:
– Pero ahora esos terribles objetos aparecen en el cielo transformados en
símbolos de su triunfo final. Estás siendo testigo del regreso de Jesús tras
haber derrotado a las fuerzas del Mal, tras haber vencido al sufrimiento y la
muerte. No tengas miedo, Mateo, las tinieblas y las dudas se van a disipar
y asistirás a un espectáculo maravilloso de Gloria celestial.
Y Lucas concluyó el relato:
– Estas y otras verdades están contenidas en la Biblia, nuestros escritos
conforman una parte de ella, el llamado Nuevo Testamento.
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Al discurso de los Evangelistas se le unió una voz grave que surgió a mi espalda.
Me di la vuelta y contemplé a un grupo de ancianos de blancas barbas y rostros
surcados por las arrugas del tiempo.
Uno de ellos se presentó diciendo:
– Atiende bien, Mateo, soy Moisés, y conmigo vienen los
Profetas. Nosotros fuimos los primeros en anunciar el
advenimiento de Jesús a la Tierra, y nuestro testimonio
también está recogido en la Biblia, en el Antiguo Testamento.
Como si leyera mi mente, Moisés continuó hablando,
respondiendo a mis preguntas sin que ni siquiera hubiese
llegado a formularlas. Me dijo que el hombre y la mujer que
estaban siendo atormentados a mi llegada se llamaban Adán
y Eva. Habían sido expulsados del Paraíso y condenados a
aquel lugar frío y siniestro como castigo a sus pecados.
El hombre sereno y radiante que vi descendiendo por
la escalinata de hielo para rescatarlos y conducirlos
a la luz se llamaba Jesús.
Todavía estaba intentando asimilar esta información
cuando uno de los Evangelistas, Mateo, añadió:
– ¿Te fijaste en que los ángeles llevaban niños en su regazo,
verdad? Esos niños son las almas de los hombres justos en
su camino hacia el cielo. Una vez aquí su aspecto cambiará
de nuevo, vestirán túnicas blancas como símbolo de la
pureza de su corazón, y diademas doradas como premio a
su virtud y a su triunfo sobre las fuerzas del Mal.
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Al escuchar mencionar el Mal me estremecí, recordando los terroríficos acontecimientos que
había vivido recientemente, pero Juan aplacó mi miedo con más respuestas:
– El ángel que tocaba aquella gran trompeta anunciaba el comienzo de la batalla final entre las
fuerzas del Bien y las del Mal. El oso que te atacó no es más que un símbolo de esas fuerzas
malignas, ansiosas siempre por hacerse con el alma de los hombres.
Moisés continuó:
– El mundo de tinieblas en el que estuviste sumido se denomina Infierno, y a él son condenadas
las almas de los hombres que desobedecen los Mandamientos grabados en estas tablas de
piedra. ¿Recuerdas cómo arrancaban la lengua de un hombre? Era porque la había usado para
mentir, insultar y hacer daño a los demás; ¿y cómo clavaban sus garras en la cabeza de otro? Se
debe a que sus acciones estaban guiadas por la envidia, y porque deseó el mal a sus semejantes.
Cada ataque demoníaco es el reflejo oscuro del pecado que cada hombre cometió en la Tierra.
– Pero no todos los hombres tienen su corazón oscurecido por el mal, -continuó Juan-. Tú mismo
observaste cómo muchas de esas almas, aunque habían caído presas de su debilidad, eran
rescatadas por los ángeles y elevadas a la Gloria en justa recompensa por haber llevado una
vida de bien, y haber buscado, no sólo la felicidad propia sino también la de los demás.
El Viejo y el Nuevo Testamento se entrelazaban en la conversación que estaba teniendo lugar
ante mí. Los hombres que vaticinaron la llegada de Jesús y los que describieron su periplo
por nuestro mundo caminaban juntos para explicarme todos los misterios que escondían los
sucesos que acababa de presenciar.
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Mientras mi mente estaba ocupada intentando comprender
todas esas enseñanzas, un sonido sublime empezó a fluir en mis oídos,
acompañado de un perfume de deliciosa fragancia que embriagaba mis sentidos.
Juan me mostró el origen de todas esas sensaciones maravillosas:
– Esos veinticuatro ancianos que están ante nosotros son los encargados de tocar la música
divina que inunda el Cielo, y portan redomas con perfume que representan las oraciones de
los Santos. Ahora mismo están afinando sus instrumentos, pero no pierdas detalle, Mateo,
pues de un momento a otro comenzará el concierto.
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¿Cómo iba a perder detalle? ¡Estaba fascinado!
De entre todos aquellos instrumentos llamó mi atención uno
que nunca había visto y que requería la intervención coordinada
de dos de los músicos para producir su melodía. Juan me dijo
que se llamaba organistrum.
El sonido del organistrum parecía llegar hasta lo más íntimo de
mi corazón, armonizando en mi interior las enseñanzas de los
Evangelistas y de los Profetas.
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Al comenzar el concierto, el Cielo se inundó de una música de
sublime belleza. Todos los presentes, Evangelistas y Profetas, ángeles
y almas, se llenaron de gozo, extasiados ante ella.
En medio de las nubes se formó la luz más brillante que jamás haya
visto y, de su interior, surgió la figura de Jesús.
Cuando el haz luminoso que irradiaba de su pecho me alcanzó,
sentí como si por fin se me hubiesen revelado todos los misterios
del universo… y descubrí la fuerza que todo lo mueve, el amor.
Embargado por una indescriptible alegría, desperté.
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Tuve el sueño que acabo de contarte cuando tenía tu edad.
Transcurridos unos años, entré como aprendiz en el taller de un escultor que estaba trabajando
en la construcción de la Catedral de Santiago de Compostela, ¡el edificio más hermoso del
mundo! Me propuse que un día sería capaz de labrar la piedra y de crear estatuas llenas de
vida que causarían asombro en todo aquel que las contemplara.
Un día entró en el taller el rey Fernando II, quien había llegado a Compostela para supervisar
las obras de la Catedral. Observé intrigado cómo mi maestro le pedía que se detuviese ante una
de mis esculturas y cómo, delante de ella, conversaban con absoluta gravedad. Tras su marcha
mi maestro me dijo con emoción:
– Mateo, yo ya soy viejo y mis ojos están cansados, pronto tendré que dejar de trabajar. Tú
serás quien culmine esta prodigiosa obra a la que he dedicado mi vida. Eres el elegido para
realizar el portal por el que entrarán los peregrinos procedentes de todos los rincones del
mundo, la gran fachada occidental. Sólo te pido que pongas en tu obra el esfuerzo, la fe y
el amor que hemos puesto los que te hemos precedido.
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Quise que todos los peregrinos que cruzaran este umbral viesen en
piedra mi sueño y, de esta forma, pudiesen sentir la emoción y la
alegría que sentí yo al observar aquellas maravillosas imágenes
y entender el significado de las enseñanzas que contenían.
Llamé a mi obra el Pórtico de la Gloria porque representa el
triunfo de Jesús sobre el dolor y la muerte, anunciado por
los Profetas del Antiguo Testamento y confirmado por los
Evangelistas y Apóstoles del Nuevo. Como ves, el Pórtico se
eleva sobre un inframundo habitado por esos monstruos y
bestias de los que te he hablado. Me habían atemorizado
en mi sueño pero ya no tienen poder sobre mí. He
conseguido vencerlos con la fuerza de mi imaginación
y ahora yacen aplastados bajo el peso de la obra que
he creado.
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Para expresar la felicidad que había producido ese sueño en mi corazón, hice
que varias figuras del Pórtico aparecieran sonriendo. Entre ellas encontrarás la
del profeta Daniel, ¡se ha convertido en una de las sonrisas más famosas de la
Historia del Arte! Leí en la Biblia que Daniel era un joven como yo y, por eso,
quise que su sonrisa fuese la más radiante y jovial. ¡Todavía mayor fue mi
alegría al ver el magnífico trabajo que habían hecho los pintores encargados
de dar color a mis esculturas! Cuando les da el sol, brillan con todos los
destellos que había contemplado en el Cielo: dorados, azules, rojos....
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En el centro del Pórtico coloqué mi obra maestra:
la estatua del Apóstol Santiago.
Lo representé sentado en un trono, recibiendo a todos los
visitantes a la puerta de su casa, la maravillosa Catedral de
Santiago, dándoles la bienvenida con una mirada cálida y
amable que refleja la bondad divina que observé en el Cielo.
Con gran esfuerzo esculpí el granito hasta conseguir que su
túnica pareciera suave, aterciopelada y vaporosa como las
nubes sobre las que floté en mi sueño.
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Si bajas a la cripta sobre la que se sustenta el Pórtico descubrirás
que representa nuestro mundo.
Al igual que la Tierra donde vivimos encontrarás en ella multitud de figuras de
hombres, mujeres, animales y toda clase de plantas... ¡y hasta sirenas! Si miras
hacia arriba observarás, en el centro de las bóvedas, a dos ángeles que sostienen
imágenes del sol y la luna, ya que, a diferencia de la Gloria que está iluminada
por un resplandor divino y eterno en el que no hay noche, nuestro mundo
necesita los astros para que lo iluminen.
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Tras ascender por misteriosas escaleras llegarás a la
tribuna que se encuentra justo encima del Pórtico. Es un
espacio majestuoso, amplio y resplandeciente, coronado por
una gran bóveda en cuyo centro hay una lámpara decorada con
el Cordero de Dios, símbolo de la luz divina que nunca se apaga.
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Estoy seguro de que la luz que me iluminó en aquel sueño y me acompañó
en mi despertar, la que guió mi mano para tallar la piedra con la que di forma
a las imágenes que se albergaban en mi mente, te inspirará.
El Pórtico de la Gloria ya no me pertenece sino que es patrimonio de todos,
pues cada persona que lo ha contemplado a lo largo de los siglos lo ha vuelto
a crear con su mirada, como tu lo haces ahora. Maravíllate ante toda la Catedral
que lo alberga, disfrútala y cuídala, porque es también tuya. A ella acuden
peregrinos desde todas las partes del mundo y, por lo tanto, contiene la belleza
de los sueños y esperanzas de mucha gente.
Vuelve a mirar con detenimiento el Pórtico, descubre sus secretos, observa
cómo hablan entre ellas sus figuras, y recuerda que, con su sonrisa, te están
animando a que te esfuerces en aprender, en pensar, ¡en crear! Conseguirás,
de esa forma, hacer realidad tus propios sueños.
Fin
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ANEXO DIDÁCTICO
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Quien es quien en el
1. Cristo redentor mostrando sus llagas como símbolos del triunfo sobre el dolor y la muerte.
2. Ángeles portando los instrumentos de la Pasión.
3. Los Evangelistas escribiendo sobre sus animales simbólicos.
4. Ángeles portando incensarios.
5. Bienaventurados en la Gloria.
6. Los 24 ancianos del Apocalipsis afinando sus instru-mentos y portando redomas de perfume. En la clave del arco está el organistrum.
7. Ángeles conduciendo las almas de los bienaventura-dos hacia la Gloria.
8. Bajada de Cristo a los infiernos para salvar a los justos que murieron antes de su llegada a la Tierra.
9. Juicio Final con Cristo y San Miguel dividiendo a los bienaventurados de los condenados.
10. Ángeles trompeteros anunciando el Juicio Final.
11. Pilar de los Profetas.
12. Apóstol Santiago sentado en un trono portando el báculo de los arzobispos compostelanos.
13. Pilar de los Apóstoles.
14. Árbol de Jesé mostrando la genealogía humana de Cristo hasta la Virgen María.
15. Osos, lobos, grifos y leones como símbolos del mal.
PÓRTICO DE LA GLORIA
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Glosario VOCABULARIO DE INTERÉS
APOCALIPSIS (del griego, revelación)
Recibe este nombre el último libro del Nuevo Testamento, donde San Juan relata una visión en la que se le reveló cómo sería el Juicio Final, la condena de los pecadores y la gloria que aguarda a los justos. Describe algunas escenas que pue-den verse en el Pórtico, como los 24 ancianos con instrumentos musicales, los ángeles con trompe-tas que anuncian los desastres o las bestias que serán finalmente derrotadas.
APÓSTOLES (del griego, emisarios)
Se conocen como Apóstoles a los doce discípu-los que siguieron a Jesús durante su predicación en la tierra y que se encargaron de extender sus enseñanzas por todas las partes del mundo. Según la tradición, el Apóstol Santiago predicó en España y sus restos descansan en la ciudad de Compostela.
BIBLIA (del griego, libros)
Conjunto de libros considerados sagrados por los cristianos. Se compone de Antiguo Testamento, que agrupa los libros sagrados del pueblo de Israel antes de la venida de Jesucristo, y Nuevo Testamento, que contiene, entre otros libros, los cuatro Evangelios y el Apocalipsis.
CÓDICE (del latín codex, en su origen la corteza de un
arbol, después libro encuadernado).
En la mesa donde lee Mateo hay varios códices, nombre con el que se conocen los libros me-dievales, que estaban escritos a mano y por eso se llaman también manuscritos. Sus páginas no estaban hechas de papel sino de pergamino, un material de origen animal, más duro y con gran capacidad de resistencia.
EVANGELISTAS (del griego, buena noticia)
Los Evangelistas son Mateo, Marcos, Lucas y Juan, autores de los cuatro libros del Nuevo Testamento donde se relata la vida de Jesús.
MINIATURAS (del latín minium, tetróxido de plomo)
Con este nombre se conocen las ilustraciones que decoran algunos códices medievales. Estas miniaturas, o iluminaciones, poseían una gran ri-queza cromática al estar hechas con oro, plata y otros pigmentos, como el “minium”, un pigmento rojo del que deriva la palabra “miniatura”.
PERGAMINO
Material del que están hechas las páginas de los libros medievales. Es una piel de animal espe-cialmente tratada (raspada y pulida) para poder escribir sobre ella.
PROFETA
Es una persona que dice haber recibido una reve-lación directa de Dios y que sirve como interme-diario entre él y el resto de los hombres.
REDOMA
Vasija de vidrio con base ancha que va estre-chándose poco a poco hacia el cuello. En la Edad Media, se utilizaban para guardar líquidos precia-dos como perfumes.
ULISES
Héroe griego que participó en la Guerra de Troya y que hubo de enfrentarse a muchos peligros en su navegación a través del Mediterráneo para regresar a su hogar, en la isla de Ítaca. Uno de los episodios más famosos de su viaje, contado por el poeta griego Homero en la Odisea, es su paso cerca de los peligrosos acantilados donde se encontraban las sirenas.
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¿Sabías que...?
La construcción de la Catedral de Santiago co-menzó en 1075, mucho antes del nacimiento de Mateo. Se iniciaron las obras por la zona cercana al altar mayor, donde hoy está la Puerta Santa, y avanzaron poco a poco hacia occidente, que-dando concluido el transepto, que es el brazo corto de la gran cruz latina que forma la planta de la Catedral, en torno a 1110.
A ambos lados del transepto de la Catedral se erigieron dos grandes portadas decoradas con multitud de esculturas: la Porta Francigena al nor-te (hoy llamada fachada de la Azabachería) y la Portada de Platerías, al sur, por donde se accedía a la ciudad medieval. A través de la ventana de la habitación donde está leyendo Mateo pue-des ver parte de la Porta Francigena, por donde entraban a la Catedral todos los peregrinos que llegaban a Santiago por el camino que venía de Francia. Delante de ella había una plaza con una gran fuente y un mercado. En la portada había figuras de seres fabulosos que surcaban los cie-los volando a lomos de aves gigantes y perso-najes procedentes de la mitología clásica como centauros y sirenas (todavía puedes ver algunos de ellos en la Portada de Platerías y en el Museo de la Catedral).
Hay pocos datos sobre la vida de Mateo. Es posi-ble que, como cuenta nuestra historia, se hubie-se formado como aprendiz en los talleres de la Catedral, ya que demuestra un conocimiento pro-fundo de las obras que se habían realizado antes de que él se convirtiese en el principal arquitecto. Quizá en algún momento de su vida hubiese via-jado al extranjero para completar su educación, viendo los edificios que se estaban construyendo en Francia e Italia. Al regresar a Santiago pudo aplicar todos sus conocimientos en la creación de su gran obra, el Pórtico de la Gloria.
Mateo estaba tan orgulloso del Pórtico que dejó esculpido su nombre en una inscripción en pie-dra, donde nos dice que lo terminó el 1 de abril de 1188 y que lo construyó desde los cimientos, es decir, desde la cripta. Concibió el Pórtico como una materialización de la ciudad sagrada descri-ta por San Juan en el Apocalipsis, donde dice: “La ciudad no necesita de sol ni de luna que la alumbren, porque la ilumina la Gloria de Dios, y su lámpara es el cordero….Sus puertas no se cerrarán con el día – porque allí no habrá noche – y traerán a ella el esplendor y los tesoros de las naciones”. Por eso, Mateo colocó dos ángeles sosteniendo un sol y una luna en las bó-vedas de la cripta, ya que representa el mundo terreno, mientras que en la bóveda de la tribuna, la parte celestial, situó un Cordero de Dios.
Los veinticuatro ancianos descritos por San Juan en el Apocalipsis se representan en el Pórtico con instrumentos de la época de Mateo de forma tan realista y con tanto detalle que, gracias a un pro-yecto de la Fundación Barrié, que reunió a exper-tos de todo el mundo, se han podido reconstruir para ser usados en conciertos de música medieval.
Para construir el Pórtico se emplearon tres tipos distintos de granito, procedentes de canteras cer-canas a Santiago.
Una vez talladas, las esculturas se pintaban. Para ello se aplicaba sobre la piedra una pasta que alisaba la superficie y la preparaba para re-tener los colores.
Oro, azul, rojo, negro, blanco, amarillo y verde fueron los colores principales que daban vida a telas, objetos y cuerpos. Hoy apenas se aprecian pues el paso del tiempo y la humedad los han dañado gravemente.
La restauración de una obra maestra como el Pórtico es lenta y costosa e intervienen en ella especialistas con conocimientos de historia del arte, química, física, biología, arquitectura, con-servación y restauración, fotografía, cantería...
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Cronología del Pórtico
830
899
997
1075
1112 1188
1211
1520
1603
1168
Descubrimiento del Sepulcro Apostólico
Remate de la basílica mandada construir por Alfonso III
Razzia de Almanzor
Comienzan las obras de la catedral románica de Santiago Derribo definitivo
de la Iglesia prerrománica
Instalación de los dinteles del Pórtico de la Gloria por el Maestro Mateo
Consagración de la catedral románica de Santiago de Compostela
Instalación de puertas de madera en el nártex de la Catedral de Santiago
Derribo del coro pétreo del Maestro Mateo
El rey Fernando II otorga a Mateo un privilegio por el cual recibirá una paga vitalicia para que continúe su labor al mando de las obras de la catedral.
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1606
1651
18661898
2006
2010
2011
1738-1750
1992-93
Construcción de la escalinata que da acceso a la Plaza del Obradoiro por Ginés Martínez
Se encarga a Crispín de Avelino la reposición de la
policromía de algunas imágenes
Domenico Brucciani realiza el vaciado en escayola del Pórtico de la Gloria para el actual Victoria&Albert Museum
La Arundel Society publica una selección de las fotografías tomadas por Thurston Thompson
Inicio del Programa Catedral de Santiago: El primer proyecto
integral de conservación preventiva y restauración del
Pórtico de la Gloria
Año Santo Compostelano
800 Aniversario de la consagración de la Catedral
Bajo la dirección de Fernando de Casas se construye la fachada
del ObradoiroPrimeros estudios sobre el deterioro del Pórtico de la Gloria acompañados de trabajos parciales de restauración
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Galería de imágenes
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6565
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