el solitario

Upload: roberto-iglesias

Post on 03-Mar-2016

48 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

GUY DES CARS

TRANSCRIPT

  • EL SOLITARIO GUY DES CARS

  • CAPTULO PRIMERO EL ACUSADO

    Despus de recorrer todo el permetro de la sala de Pasos Perdidos atraves la galera Marchande, como vena hacindolo tres veces por semana desde casi medio siglo atrs. Aseguraba que este paseo, del que no poda prescindir, le permita respirar el aire puro del Palacio. Todo indicaba en l la rutina: desde su montono andar hasta esa particular costumbre, al encontrarse con un colega, de esbozar una leve reverencia tomando la toga con la punta de los dedos. Los lunes, mircoles y viernes, exactamente a la una de la tarde, suba la gran escalinata que daba sobre el bulevar del Palacio para dirigirse, sin prestar atencin a nadie, hacia el guardarropa de abogados.

    All, casi con pena, abandonaba su sombrero de fieltro en invierno y el amarillo canotier en verano para ocultar, con su birrete de magistrado echado hacia atrs, la desnuda nuca. As cubierto y sin quitarse la chaqueta, se endosaba una rada toga sobre la que no apareca la Legin de Honor ni ninguna otra condecoracin. Con este doble atavo aparentaba una corpulencia que estaba, en realidad, lejos de tener, a pesar de que ya haba pasado los sesenta.

    En el momento de abandonar el guardarropa para comenzar su ronda habitual completaba su silueta deslizando bajo el brazo izquierdo una vieja cartera de cuero, en la que, por toda pieza de conviccin, haba un nmero de la Gaceta de los Tribunales.

    Una vez provisto de estos atributos profesionales comenzaba a saludar a sus colegas, convencido entonces de que haba abandonado el incgnito de la vida civil por los esplendores de la vida judicial. En el Palacio conoca de vista a todo el mundo, desde los ms ilustres Presidentes de las Cortes hasta los ms humildes escribanos, pasando por la numerosa cohorte de apoderados, procuradores, abogados y abogaduchos, a los que sola encontrar por azar en las distintas cmaras caldeadas, corredores polvorientos o interminables escaleras. Conoca a todo el mundo, pero nadie saba con exactitud quin era l. Los ms jvenes entre los nuevos colegas se haban preguntado, ms de una vez, qu beneficio podra obtener ese fantoche mal ataviado, de colgantes bigotes y oscilantes lentes, errando as en el inmenso edificio donde raramente defenda algn pleito.

    A l no le preocupaba la opinin del foro sobre su conducta. Deambulaba de archivo en archivo, de tribunal en tribunal, consultando los letreros que anunciaban los asuntos detenidos. Cuatro o cinco veces por ao se le vea ante alguna cmara correccional esforzndose en obtener la indulgencia del tribunal para algn vagabundo reincidente. Su actividad profesional, su talento oratorio y su ambicin parecan limitarse a eso. Tal era Vctor Deliot, inscripto haca ya cuarenta y cinco aos en el Foro de Pars.

    Siempre estaba solo. Uno que otro de los antiguos le haca al pasar, pero sin detenerse, un simple ademn amistoso, prefiriendo evitar a un colega tan poco influyente y tan incapaz de aportarle jams algn caso interesante. Fue por ello que Vctor Deliot se asombr y se inquiet, a la vez, al sentirse interpelado en la galera por un ujier:

  • Ah!, doctor Deliot. Desde hace veinte minutos lo busco por todas partes El seor Presidente del Colegio de Abogados lo llama urgentemente a su despacho.

    El Presidente? tartamude el viejo abogado. Para qu me llama? No lo s respondi el ujier, pero es urgente. Lo espera. Est bien. Ya voy. No se apresur, pues conoca a Musnier de tiempo atrs. Haban cursado juntos los

    estudios de derecho y se inscribieron el mismo ao en el Foro de Pars, despus que Deliot hubo ayudado a su camarada a preparar la tesis. Musnier no se haba revelado alumno brillante durante sus estudios, mientras que Deliot siempre haba deslumbrado a los tribunales examinadores.

    Las cosas haban cambiado desde esos lejanos tiempos. Al comenzar su carrera, Musnier haba tenido la notable oportunidad de ser designado de oficio para asumir la defensa de un resonante caso, en el que haba conseguido hacer absolver a una cliente a quien la opinin pblica condenaba de antemano. A continuacin, el joven abogado no haba tenido ms que dejarse llevar por su creciente renombre. Gloria exagerada, opinaba Deliot, quien tena a su amigo por un defensor execrable. Pero despus de cuarenta y cinco aos de continua mediocridad, el vencido por la mala suerte se resignaba a vegetar, recogiendo los asuntos que rechazaban sus colegas. Vctor Deliot viva, y a duras penas, de las migajas del Palacio.

    En el fondo detestaba cordialmente a Musnier, el cual, como todos los arribistas, no deseaba de ningn modo volver a encontrar en su luminoso camino a los camaradas de los aos mozos que lo haban conocido menos brillante. Despus que Musnier fue elevado al codiciado puesto, Deliot sola encontrarlo en el Palacio; el Presidente, cuidadoso de su jerarqua, dignbase apenas responder a su saludo. Deliot no se extraaba, comprendiendo muy bien que a los ojos de un hombre como Musnier que no admita la persistente mala suerte, l era la vergenza del gremio. Fue en este estado espiritual cuando el frustrado y viejo hombre de leyes golpe tmidamente a la puerta del despacho del seor Presidente del Colegio de Abogados.

    Buenos das, Deliot! le dijo Musnier, con desacostumbrada amabilidad. Me parece que hace siglos que no charlamos! Por qu diablos no vienes nunca a verme?

    Deliot estaba pasmado: su antiguo camarada apareca casi sonriente. Bueno, t sabes balbuce; no quiero molestarte; ests tan ocupado Pero no! Nunca, cuando se trata de recibir un amigo Un cigarro? Deliot titube antes de introducir la mano en la magnfica caja que se le ofreca, y termin

    por servirse, diciendo: Gracias. Lo saborear esta noche. Vaya! Toma otros El Presidente le tendi un puado de cigarros que, confuso, Deliot se apresur a hundir en

    los bolsillos de su chaleco por la abertura de la toga. Bueno Sintate, sintate!

  • Deliot obedeci. Musnier se qued de pie y comenz a caminar de un lado a otro, detrs de su ancho escritorio.

    Dime, has odo hablar del caso Vauthier? No. No me extraa, conocindote! Es que nunca cambiars? Pero, qu diablos haces

    todo el da por el Palacio? Vago de un lado a otro Eso es lo que me preocupa. He estado pensando en ti Deliot abri los parpadeantes ojos detrs de sus lentes. Musnier continu: El caso Vauthier, que t ignoras, ha hecho mucho ruido hace seis meses. Este Vauthier

    ha matado a un norteamericano a bordo del De Grasse durante una travesa de Nueva York a El Havre Un crimen insensato, cuyo verdadero mvil no ha podido an ser descubierto. Vauthier mat a un hombre al que no conoca ni jams haba visto, y al que ni siquiera rob! Naturalmente, el comandante del De Grasse lo hizo encarcelar a bordo, entregndolo a la polica, que fue a prenderlo en el puerto de El Havre. Actualmente est en la Sant, de donde pasar para ser juzgado, dentro de unas tres semanas, por la justicia en lo criminal. Eso es todo.

    Y tu prisa por verme, es para referirme este suceso? As es, porque abrigo la intencin de confiarte el caso. A m? Exactamente. Pero yo no soy abogado criminalista! Razn de ms para que ahora lo seas! Vas a resignarte con tu correccional?

    Escchame: me desespera ver a un hombre de tu valor y edad perder su tiempo y su talento con historias de perros aplastados, contravenciones o rufianes principiantes Sacdete un poco, Deliot! Lo correccional es para tomarlo a risa, mientras que lo criminal es asunto serio. Desde el momento en que un individuo defiende su cabeza, la opinin pblica se apasiona y es ella la que cuenta en nuestra carrera. Puedes estar seguro de que si no sales mal librado de este caso, seguramente recibirs otros, y buenos!

    Evidentemente reconoci Deliot. Tal vez tengas razn, y te agradezco que hayas pensado en m

    Te advierto de antemano que no ganars un Per; financieramente, el caso Vauthier no es interesante. No hay dinero. Pero ser magnfico para ti desde el punto de vista publicitario. Ah!, olvidaba darte un detalle importante: en esta causa ya han intervenido dos de nuestros colegas Charmaux y de SilvesLos conoces?

    De nombre. Eso tampoco me extraa! Pero es que entonces t no conocers jams a nadie, mi

    pobre amigo? Por eso no trabajas! Entre colegas nos ayudamos, nos consultamos; la solidaridad profesional se pone en juego En fin! Charmaux ha devuelto el sumario sin dar

  • razones, despus de haber estudiado la causa durante un tiempo. Le habl de eso a de Silves, que es un muchacho brillante y que me dio a conocer en cierta ocasin su inters por este caso Vauthier. Algunos das despus, Charmaux le enviaba todo el sumario; personalmente tuve la impresin de que estaba encantado de deshacerse de l. Todo marchaba perfectamente, cuando paf! Mi amigo de Silves me viene a ver la semana pasada para notificarme resueltamente que l no poda ocuparse de la causa Y esto a tres semanas de la apertura del proceso! Me puse en seguida en busca de un nuevo defensor y no me creers! No encontr ninguno. Se han negado todos Por consiguiente, estoy obligado (y de conformidad con el Presidente Legris, que dirigir los debates) a nombrar a alguno de oficio. Entonces pens en ti

    Al pronunciar estas ltimas palabras, la mirada huidiza del Presidente evit la de Deliot que, por fin, descubra la verdadera razn de la excesiva amabilidad de que era objeto.

    Aqu est el sumario prosigui vivamente Musnier, sealando una voluminosa carpeta atestada de papeles que ocupaba el centro del escritorio.

    El viejo abogado, despus de levantarse, tom el peso del expediente antes de responder: Comprendo perfectamente. De cualquier manera, no podr decir que mis ilustres

    predecesores no han acumulado una cantidad impresionante de piezas probatorias. Esperemos que todas sean convincentes

    Introdujo el sumario en la cartera, donde la causa Vauthier tena de vecina a la Gaceta de los Tribunales, y se dirigi hacia la puerta.

    Deliot! lo llam, algo molesto, el Presidente. Me guardas rencor? No No tengo nada que reprocharte. Has cumplido con tu obligacin, eso es todo; y

    yo tratar de cumplir con la ma. Haces mal en tomar las cosas en esa forma! Ayer, antes de llamarte, hoje este

    sumario con el solo objeto de enterarme por qu razn nuestros colegas se habran librado de l. Ahora creo estar mejor informado. En s, la causa parece bastante banal: el crimen est confirmado Adems, el asesino no ha pensado negarlo en ningn momento. La personalidad de la vctima me ha parecido anodina. En cambio, la del criminal, este Jacques Vauthier, es una de las ms curiosas. Bien podra haber sido eso lo que alej a los sucesivos defensores

    Ah! Sin duda vas a anunciarme que es un monstruo. No quiero influir en ti Lee el sumario y t mismo te dars cuenta. Podra ser tambin

    que tuvieses necesidad de prrrogas suplementarias para preparar la defensa; si te encuentras apremiado, no dudes: ven a decrmelo y haremos postergar la causa.

    Har lo imposible por evitarlo respondi Deliot. Cuando el vino est servido, hay que beberlo; cuando ha sido cometido un crimen, hay que juzgarlo sin tardanza. O el acusado es culpable y hay que condenarlo cuanto antes, o es inocente, y entonces es injusto prolongar su prisin preventiva.

    En este caso, viejo, me parece que la culpabilidad de tu nuevo cliente no puede ser puesta en duda. Y sobre todo, si se tiene en cuenta su actitud despus del crimen, cabe suponer que lo declararn culpable.

  • Permteme hacerte notar, mi querido Presidente, que ese punto preciso nos concierne nicamente a l y a m.

    Es verdad. Pero al fin y al cabo, ha matado. Ahora que Dios santo!, seis u ocho meses de prisin preventiva no significaran una diferencia muy grande en el total que recoger, suponiendo que consigas salvarle la cabeza

    Volver a darte mi impresin dentro de ocho das dijo simplemente Deliot, a guisa de despedida.

    Consider superfluo estrechar la mano de este malhadado Presidente que lo abrumaba con un caso imposible.

    Por primera vez, cruz rpidamente la galera Marchande. Al llegar a la entrada del saln de Pasos Perdidos se encontr frente a frente con Berthet, uno de los numerosos colegas que de ordinario parecan no reconocerlo.

    Pero si es el buen Deliot! exclam Berthet. Cmo le va, querido amigo? Admirado, poco le falt a Deliot para dejar caer la cartera. Era un da de sorpresas. Enhorabuena! continu su interlocutor, sealando la cartera abultada por el

    expediente Vauthier. Trabajo en puerta! Interesante por lo menos? Tengo ac respondi el viejo abogado, asumiendo un aire confidencial un caso

    extraordinario De veras? En lo correccional? Criminal! dijo negligentemente Deliot, y se alej, dejando a Berthet estupefacto. Mientras llegaba al guardarropas para cambiar su informe birrete por el abollado

    sombrero de fieltro, el nuevo defensor de Vauthier pens que al fin, por primera vez en su vida, acababa de apuntarse un tanto. El solo hecho de haber podido pronunciar esa palabra, terrible y mgica a la vez: criminal, de golpe lo volva a valorizar. Ahora era necesario tener xito a cualquier precio. Pero, qu poda haber en ese sumario para que nadie lo quisiese?

    Lo supo algunas horas despus, una vez que hubo ledo y reledo las hojas acumuladas por sus dos antecesores. Algunas estaban sobrecargadas de anotaciones personales. Deliot comenz por borrar todas las apreciaciones de sus colegas. Jams anotaba algo, prefiriendo atenerse nicamente al texto cuya aridez le satisfaca y findose de su memoria.

    Afuera caa ya la noche invernal, aunque eran apenas las cinco. El gabinete de trabajo, que cumpla funciones de biblioteca y nica pieza de recepcin en el modesto departamento que Vctor Deliot ocupaba desde hacia aos en el quinto piso de un viejo edificio de la calle Saints-Pres, no estaba iluminado esa noche ms que por la lmpara de pantalla verde colocada sobre el escritorio. El abogado se dirigi con pesado paso hacia un armario disimulado en el fondo del vestbulo y descolg una bata incolora que se endos, como la toga, encima del traje; luego entr en la estrecha cocina, donde recalent el caf preparado por la sirvienta. Llev al gabinete de trabajo la cafetera y una cascada taza; coloc la primera sobre la estufa nica fuente de calor del departamento, y la segunda fue a parar sobre la rada alfombra a los pies del viejo silln en el que el abogado se hundi, despus de decidirse

  • a encender uno de los cigarros ofrecidos por el Presidente. Al cabo de un cierto tiempo, la beatitud de ese relativo bienestar le pareci completa al viejo solitario.

    Con los ojos semicerrados, Vctor Deliot reflexionaba. No sali de su aparente somnolencia ms que en dos oportunidades, para alargar el brazo hacia la mesa escritorio donde se encontraba el telfono.

    Hola, el doctor Charmaux? Le habla Deliot No nos conocemos personalmente, pues no se haba presentado todava la ocasin de encontrarnos por necesidades de la profesin y crame, mi querido colega, quin ms lo siente soy yo. Me permit telefonearle por el asunto Vauthier que, por as decir, acabo de heredar. No, no es ms el doctor de Silves, y Dios mo!, lo he aceptado. sta es la principal razn por la que lo he llamado: para preguntarle, como dato estrictamente confidencial y entre colegas, por qu ha juzgado usted preferible renunciar a esa causa.

    La contestacin fue larga y enredada. Vctor Deliot lo escuchaba meneando la cabeza y acentuando de tiempo en tiempo las frases de su colega con: Vaya, vaya!, o Qu raro!. Cuando el doctor Charmaux hubo terminado sus explicaciones, el viejo abogado le dijo con cortesa exclusivamente profesional:

    Disclpeme una vez ms, mi querido colega, por haberlo molestado. Comprendo perfectamente los motivos imperiosos que lo obligaron a renunciar, pese a usted mismo, a defender esta causa. Le agradezco desde ahora su amabilidad y me atrevo a esperar que se presente la grata oportunidad de conocerlo ampliamente uno de estos das

    Colg, repitiendo: Curioso, muy curioso!. Algunos minutos ms tarde marcaba otro nmero en el automtico.

    Hola. Deseara hablar con el doctor de Silves, de parte de su colega Deliot De, como Denise, Liot, casi como len

    Pudo comprobar que su nombre no deba ser pronunciado muy a menudo en casa de su ilustre colega, cosa que no le importaba.

    Hola El doctor de Silves? Habla Deliot Reiter las mismas excusas por las molestias causadas, formul la misma pregunta,

    escuch, mene de nuevo la cabeza, agradeci y colg, murmurando: Extrao muy extrao.

    El silencio se apoder de nuevo de la salita perfumada con el aroma del interminable cigarro. Afuera estaba cada vez ms oscuro, pero la lmpara de pantalla verde qued encendida hasta el alba.

    Cuando la sirvienta penetr en el departamento a la maana siguiente, se sinti francamente sorprendida al encontrar al dueo de casa dormido en el silln. Al entrar en el dormitorio, para cerciorarse de que el abogado no haba utilizado su cama, oy la voz pastosa de Vctor Deliot que preguntaba:

    Es usted, Louise? Entonces, qu hora es? Las ocho, seor.

  • Ya? refunfu el abogado, antes de agregar. Ser necesario repetirle cada maana, mi buena seora, que el comn de los mortales nos llama doctor? Por qu? No sabra contestarle, pero es as Pronto, hgame el caf.

    Lo ha tomado todo? S. No ha debido dormir mucho No mucho, en efecto.

    Durante esa noche de insomnio, poco tiempo despus de la conversacin con el doctor de Silves, Vctor Deliot recibi una visita.

    Buenas noches, doctor. He estado muy inquieta. Lo he buscado por todos los rincones del Palacio

    He regresado ms temprano que de costumbre. No estar enfermo, pienso. No, hija ma Danielle no era su hija y ni siquiera parienta suya, pero Deliot haba adquirido la

    costumbre de llamar as a la joven estudiante que cursaba su doctorado en la Facultad de Derecho. Como tantas otras jvenes semejantes, Danielle Gny aspiraba a actuar en el Foro. Algunos meses antes, por un caso fortuito, haba conocido a. Vctor Deliot en la terraza de un caf del bulevar Saint-Michel. Rpidamente, el viejo veterano y la abogada en ciernes haban simpatizado. Con su habitual espritu contradictorio, Vctor Deliot haba tratado, de entrada, de disuadir a la joven de inscribirse una vez terminados sus estudios en un tribunal cualquiera, no olvidndose de advertirle que el Derecho es el medio para alcanzar el xito esperado. Danielle, que haba llegado a la capital cinco aos antes, desbordante de ambiciones y esperanzas juveniles, se desconcert. No le pintaba su nuevo amigo, con una franqueza conmovedora, la miseria que la esperaba si no consegua afirmarse en sus primeros pleitos? Deliot hizo comprender a la joven que estaba mejor asesorado que cualquiera sobre ese tema, para tener derecho a dar consejos.

    Esta particular modestia cre la corriente de simpata que los una. Danielle consider que no era necesario tomar todas las ocurrencias del abogado como verdades del Evangelio, y se aferr a l. Poco a poco Vctor Deliot comenz a interesarse en sus estudios. Danielle era la nica mujer adems de Louise, la sirvienta que poda penetrar a cualquier hora en la intimidad, un poco bohemia, del departamento de este hombre maduro. En un momento dado se pregunt si su nuevo amigo no se habra enamorado de ella; pero no tard en comprender que Vctor Deliot no amara jams a nadie. No porque fuese egosta, sino porque, por principio, detestaba a las mujeres. Sera, tal vez, porque nunca le haban prestado atencin? Despreciaba, entre todas, a sus colegas femeninas, de las cuales tena este juicio lapidario:

    O hacen dormir al jurado o lo exasperan; el resultado, de cualquier manera, es desastroso.

    Sin embargo, Danielle ansiaba defender alguna causa y era sa la principal razn por la cual se aferraba al viejo solitario que le haba enseado, entre otras cosas, los innumerables

  • secretos del oficio. Siempre se haba extraado de que Vctor Deliot no triunfara en su carrera.

    Era ella, a pesar de su horror instintivo a toda clase de correspondencia, la que tecleaba sobre la vieja mquina de escribir del gabinete las escasas cartas que l no poda dejar de enviar por necesidades de su trabajo. Scripta manent!, tena l la costumbre de decir; Siempre que no venga alguien a escudriar mis pensamientos!.

    Hija ma dijo el soador del cigarro, cuando la joven estudiante penetr en su gabinete, ya que usted ha tenido la gentileza de visitarme esta noche, debo creer que la preparacin de su tesis no tiene mayor prisa Puede, entonces, hacerme un gran favor instalndose en seguida detrs de esa mquina para escribir una misma carta en cinco ejemplares. Cuando est lista, usted no tendr ms que agregarle a mano Madame o Monsieur, segn los destinatarios, cuyas direcciones le dar en seguida.

    Se trata de alguna nueva causa en lo correccional? pregunt la joven, tomando asiento delante del teclado.

    No, precisamente Acabo de tomar una decisin importante. Renuncio a lo correccional para dedicarme a lo criminal. Ve usted ese impresionante expediente sobre mi escritorio? Pertenece al primer hombre al que tratar de salvarle la cabeza. La causa se presenta bastante mal No se trata de un cliente ordinario; le puedo asegurar que, segn mi memoria de abogado, no se debe haber registrado jams algo semejante! Ante todo, no quiere ser defendido. Eso es muy fastidioso; implicara declararlo culpable, y como yo tengo la intencin de defenderlo (pese a l mismo, si es necesario), me temo que tendremos algunos contratiempos! Est lista? Ponga la fecha de hoy. Deje un espacio en blanco para Monsieur o Madame y le dicto.

    Habindoseme encomendado asumir la defensa de Jacques Vauthier, cuyo proceso se abrir el 20 de noviembre, prximo ante la Cmara en lo Criminal del Sena, para responder del asesinato de John Bell, cometido el 5 de mayo ltimo a bordo del vapor De Grasse, le quedara muy agradecido me concediera una entrevista, en caso de que no pudiera venir a verme, o bien pasara por mi despacho lo ms pronto posible, ya que el plazo que queda hasta la primera audiencia es muy breve. A la espera de su pronta contestacin, lo saluda, etc

    Listo! Anote ahora las cinco direcciones para cerrar los sobres que usted llevar en seguida (una vez que yo firme las cartas) al correo central de la calle del Louvre. Pueden salir todava esta noche; los destinatarios las recibirn maana y ganaramos un da. Le dicto: Mme. Jacques Vauthier, Hotel Rgina, 16 bis, Rue des Acacias, Pars. Es su ltima direccin conocida, de acuerdo con los datos del expediente. No olvide cruzar el sobre con: Hacer seguir Segunda direccin: Mme. Simone Vauthier, 15 Avenue du Gnral Leclare, Asnires. Tercera: Monsieur le docteur Dervaux, 3, rue de Pars, Limoges. Las dos ltimas cartas a la misma direccin: Institution Saint-Joseph Sanac, Haute Vienne; los nombres respectivos de: Monsieur Ivon Rodelec y de Monsieur Dominique Tirmont. Eso es todo Maana tiene clases en la Facultad?

    Una sola, que podra olvidar. No vacile! Quisiera que usted estuviese aqu desde las ocho y media de la maana,

    para que esto no quede solo; yo no estar en todo el da y no podr regresar antes de las nueve de la noche. Espreme y atienda el telfono. Si alguna de las personas a las que acabo de

  • escribir da algn signo de vida, fjele una cita para pasado maana a cualquier hora: yo me las arreglar. Entendido? No se ausente a la hora del almuerzo; le dar instrucciones a la sirvienta para que le prepare comida.

    Pero, doctor si hubiese alguna comunicacin urgente para usted, dnde podr llamarlo por telfono?

    No s! Espere mi regreso. Listo, las cartas estn firmadas. Vuele a la calle del Louvre!

    Doctor, sera indiscreto preguntarle quines son estas personas a las que usted escribe?

    Muy indiscreto, hija ma; pero, pese a eso, se lo dir, ya que usted se convierte en esta causa en mi colaboradora. Esos cinco desconocidos me parecen susceptibles de ser excelentes testigos a favor. Lo que no significa que todos quieran presentarse a citacin judicial! Ser cuestin ma encontrar los argumentos necesarios para decidirlos

    La joven parti sin pedir ms explicaciones; saba que el abogado no se las dara.

    Vctor Deliot pas el resto de la noche meditando, y mientras saboreaba los cigarros del Presidente, lleg a la conclusin de que era imprescindible trabar conocimiento con su cliente.

    No minti entonces al confiarle a Louise, la maana siguiente, que la noche anterior no haba dormido lo suficiente. Despus de tragar el frugal desayuno preparado por la buena mujer y una vez desprovisto de su vieja y estropeada bata, se hizo un breve arreglo matinal sin tomarse siquiera el trabajo de afeitarse. Despus sali, diciendo:

    Louise, la seorita Gny llegar dentro de un rato y se quedar aqu todo el da, hasta que yo vuelva. Usted le preparar un buen almuerzo: no olvide que a su edad se tiene un apetito voraz Hasta maana, mi buena seora.

    Una hora despus, provisto de las autorizaciones necesarias, caminaba a lo largo de un corredor de la Sant. El guardin que le serva de gua pregunt:

    Viene a ver al nmero 622? S. Le deseo buena suerte! Si usted consigue sacar alguna cosa de ese sujeto ser un

    milagro! Es tan hermtico como una puerta de prisin! Su chiste, amigo mo, no me parece del mejor gusto. Pero si yo le dije eso, doctor, fue simplemente para ponerlo en guardia. Todos los

    abogados que vinieron a verlo han renunciado a su defensa. Es un pobre tipo, al que sera mejor mandarlo a un asilo. Se comentaba tambin que no se le poda encontrar un abogado

    Lo han engaado por partida doble: mi cliente no es un pobre tipo, y tiene un defensor Yo!

    Si es as gru el guardin, pensando: Este abogado, o es un loco o es un sdico.

  • Las llaves rechinaron y la pesada puerta engrillada se abri. Calzndose los lentes para contemplar a su nuevo cliente, Vctor Deliot penetr en la celda acompaado del guardin, que volvi a cerrar cuidadosamente la puerta detrs de ellos.

    All estaba, acurrucado contra el suelo, en el rincn ms oscuro de la exigua celda. Y, a pesar de esta extraa posicin, apareca gigantesco. Esa cara rectangular, terminada por una mandbula desmesurada y coronada por duros cabellos, no tena nada de humano. El abogado hizo un movimiento de retroceso y por un instante se pregunt si no estara en presencia de un monstruo escapado de alguna lejana selva virgen. No era posible encontrar un ser ms impresionante. El pecho era enorme, y los dos brazos colgaban a lo largo del cuerpo terminando en velludas manos de asesino, manos al acecho de la presa.

    Lo que ms chocaba en su cara era la ausencia absoluta de vida: los ojos estaban abiertos, pero apagados; los labios bestiales, los pmulos salientes, las cejas espesas y prominentes, la tez plida, cadavrica, en la penumbra. La nica expresin de vida vena de su respiracin: el soplo era poderoso. Jams, en el curso de su vida, Vctor Deliot se haba encontrado en presencia de un individuo semejante. Necesit hacer un verdadero esfuerzo sobre s mismo para encontrar la fuerza necesaria y preguntar al guardin:

    Est siempre en esa posicin? Casi siempre. Es realmente pavoroso! Y Victor Deliot pens en esos extraos monstruos de perversa imaginacin

    inventados hace algunos aos en el cinematgrafo: desde Frankestein hasta King Kong, pasando por el doctor Jekyll y Mr. Hyde.

    Qu le parece a usted? Sabr que nosotros estamos aqu? pregunt otra vez al guardin.

    l? Lo adivina todo. Causa verdadero estupor observar hasta qu punto comprende sin ver, ni oir, ni hablar.

    No me extraa respondi el abogado. Segn los primeros informes que tengo sobre l, este muchacho es instruido y muy inteligente. Le han dicho que este monstruo hasta ha escrito un libro?

    Uno de sus predecesores, el doctor de Silves, me lo ha contado; pero no lo he podido creer

    Ha hecho mal. Le traer ese libro: aqu no le debe faltar tiempo, precisamente, para leer una novela.

    Cmo habr hecho? Sustituyendo los sentidos que le faltan: la vista, el odo y adems la palabra por los tres

    que le quedan: el tacto, el gusto y el olfato. Pero esto sera demasiado extenso para explicrselo.

    Por lo que atae al olfato, mis camaradas y yo hemos notado que l nos reconoce desde que entramos en la celda. Estoy seguro que sabe muy bien, por ejemplo, que soy yo el que est hoy de guardia.

  • Tiene buen apetito? No. Pero es necesario reconocer tambin que la comida no es buena. Sabe utilizar correctamente la cuchara y el tenedor? Mejor que usted y que yo cuando est bien! Por lo tanto, la mayor parte de las veces no

    toca su racin Mire usted: lo que l necesitara, en realidad, seran visitas Su vida en esta prisin debe ser peor que la de un animal en el zoolgico! Parecera una burla, pero la verdad es que se aburre Nada puede hacer! No puede leer, ni escribir, ni tampoco conversar con nosotros cuando venimos a verlo

    Usted debe tener razn. Pero sera necesario, tambin, que l hubiera manifestado el deseo de recibir visitas, y que stas conocieran los distintos medios de conversacin que se pueden emplear con l Le parece a usted que es sano mentalmente?

    Todos los mdicos que han venido a examinarlo, y slo Dios sabe cuntos han sido, afirman que lo es

    Cmo diablos se pudieron dar cuenta? Llegaron acompaados de intrpretes que trataban de hablar con l. Le tocaban los

    dedos dibujndole las palabras, o algo as. Y eso daba resultado? Todos afirmaron que no contestaba, a propsito. Este tunante no quiere ser defendido! El cliente de Vctor Deliot se haba levantado bruscamente y se mantena, adosado al

    muro, en una posicin de defensa, como si temiese que se le aproximaran, y listo para responder al ataque. Sobrepasaba a sus visitantes en una cabeza.

    Pero si es un gigante! murmur el abogado. Tiene el cuerpo de un atleta No me extraa que se haya tragado a su vctima! Por qu se balancea sobre las piernas de esa manera?

    No s Una costumbre Parece un oso encerrado en su jaula. Cuidado, doctor! Nos ha sealado. Mire cmo resopla No se le acerque demasiado! Nunca se sabe!

    Pero el abogado no prest atencin al aviso y, por el contrario, se aproxim. Cuando estuvo a una pequea distancia de su cliente coloc sus manos sobre las del anormal, quien, vivamente, las retir, como si a su contacto hubiese experimentado repulsin. Vctor Deliot no se dio por vencido y le acarici tambin la cara: el bruto se retrajo sobre s mismo, emitiendo un grito ronco que poda haber sido el de una bestia.

    Cuidado, doctor! volvi a gritar el guardin. Pero ya era demasiado tarde Los brazos del coloso apresaban los hombros del abogado y lo sacudan, gruendo. Las

    enormes manos se aproximaban ya al cuello El guardin se precipit y con todo xito le propin un garrotazo en la nuca, obligndole a soltar su presa. El gigante lanz un grito de dolor y retrocedi hasta la pared.

    Uf! dijo simplemente el viejo abogado, inclinndose a recoger sus lentes del piso. Yo le previne, doctor! Es un verdadero bruto!

  • Est usted seguro? respondi Vctor Deliot, reajustando sus lentes sobre la nariz. Una vez hecho esto, se aproxim de nuevo a su cliente y se qued un largo rato contemplndolo, antes de continuar:

    Parecera que todo lo que me confiaron mis colegas por telfono fuese exacto. Comprendo ahora por qu han preferido renunciar. Evidentemente, es peligroso defender a este hombre Su caso es ms que interesante. Deseara saber, de todas maneras, por qu acomete en esa forma a todos aquellos que tratan de salvarlo. Yo no le he hecho nada, pero me odia con la misma intensidad que a Charrnaux o a de Silves. Qu raro! Si pudiese llegar a hacerle entender que no le deseo ms que el bien S, pero cmo?

    Antes que usted, todos hicieron la prueba, doctor. No quiere comprender nada. Es necesario creer que no han buscado el medio adecuado. Yo lo encontrar. Se ha

    fijado que si no sufriese de este triple mal, sera casi hermoso? Existen fealdades que impresionan como sublimes Mrelo: los rasgos de la cara son duros, pero enrgicos; su cuerpo es impresionante, pero bien proporcionado Despus de todo, concibo que pueda agradar a una mujer. No a todas, pero a alguna que sienta debilidad por los brutos. No he visto todava a su compaera, pero me la imagino frgil, menuda, casi etrea La eterna ley de los contrastes requiere que ese gnero de mujer ame a este tipo de hombre. No podra ser que nos encontrsemos frente a una reencarnacin de la Bella y la Bestia?

    Piensa seriamente en todo lo que est diciendo? pregunt asombrado el guardin. Que si lo pienso? Estoy completamente seguro de lo que digo! Vamos, dejmoslo. Es

    suficiente por hoy. Volver maana con alguien que sea capaz de hablar con l. Espere! Antes de retirarme es necesario que me aproxime otra vez para que pueda respirar mi olor. Por l me reconocer maana! Si por lo menos tuviera a su vez la idea de tocarme

    La cara del defensor estaba a algunos centmetros de la del extrao cliente, pero ste no se movi y conserv obstinadamente las manos detrs de la espalda, apoyadas contra la pared.

    Decididamente, hoy no quiere saber nada. Quin sabe! Puede ser que maana se despierte de mejor humor. Vmonos.

    Se volvieron a encontrar en el corredor despus que la puerta chirri por segunda vez. Vctor Deliot caminaba silencioso al lado del guardin, quien, en el momento de despedirse, le pregunt:

    Y? Est decidido? Lo defender? Creo que s. Tendr mrito! Un bruto semejante No estoy convencido todava de que este muchacho sea slo un bruto. En realidad,

    hasta el momento las apariencias estn contra l, pero despus de todo, no se trata ms que de apariencias. Cmo podemos conocerlo verdaderamente si no nos ve, no puede contestarnos y no nos oye? Para l, usted y yo pertenecemos a otro mundo, al que solamente roza. Es necesario, a cualquier precio, que penetre en su mundo. Y, sin duda, terminar por descubrir que no estoy ms que en presencia de un desgraciado que sufre y al que nadie trata de comprender. No es a garrotazos como conseguiremos algo! Usted no ha pensado, alguna vez, que si en realidad ha matado podra tener una excelente razn para hacerlo? Sepa que los

  • nicos criminales interesantes son aquellos que se oponen a ser defendidos. Antes de irme deseara hacerle una visita de cortesa a su director Quiere fijarse si me puede recibir?

    El seor Mesnard, hombre gentil, le hizo un amable recibimiento. As que, mi querido doctor, acaba usted de trabar conocimiento con su cliente?

    Puedo preguntarle cules son sus primeras impresiones? Bastante buenas respondi Vctor Deliot, con gran sorpresa de su interlocutor.

    Esto no quiere decir que nuestro primer contacto haya sido precisamente cordial. Sin embargo, acaricio la vaga esperanza de que nuestras relaciones irn mejorando con el tiempo Pero no he venido a molestarle para hablarle de todo esto, seor director; me encuentro aqu en calidad de peticionante. Sera posible mejorarle la alimentacin a mi cliente dndole de comer, desde esta noche, otra cosa que no sea la sopa reglamentaria y el trozo de pan? Si yo le dejase una pequea suma de dinero

    Usted bien sabe, mi querido doctor, que el reglamento no autoriza ms suplemento que los paquetes que vienen de afuera.

    Mi cliente los recibe? Nunca. Y visitas? Que yo sepa, no. Es un poco raro! Este hombre tiene familia y la mayor parte de sus miembros estn en

    Pars Lo s. Pero jams los he visto. Y tiene madre! No ha manifestado nunca el deseo de ver a su hijo? No lo creo. Y su hermana? Y su cuado? Hum En suma, todos se desligan de l porque los

    molesta desde que naci y ahora les causa vergenza. Sera de creer que no tienen ms que un afn: verlo condenado a la pena capital para que no se hable ms de l Y su mujer?

    Usted debe saber tan bien como yo, mi querido doctor, que desapareci poco tiempo despus de cometido el crimen.

    Desaparicin perfectamente inexplicable, puesto que est probado que no tom parte alguna en el asesinato del joven americano. Me sorprende que ella no se haya interesado para nada por la suerte del marido, preso y acusado de homicidio, despus de haberse dedicado a l durante tantos aos, antes del drama.

    Todo se puede suponer. Acaba de encontrar la palabra exacta, seor director Bien, ya que no puede infringir

    el reglamento me voy al cafetn de enfrente, donde conocen muy bien a los padres y amigos de sus pensionistas, para hacerle preparar alimentos que traern en seguida. Cuento con su autorizacin para que mi cliente los reciba a partir de esta noche. Vigilar para que no enven ms que alimentos simples: un poco de jamn, panecillos, algunos huevos duros, tabletas de chocolate Tengo la impresin de que si esta noche no come tan mal, como consecuencia

  • dormir mejor. Y despus de haber descansado, bien pudiera ser que maana por la maana estuviese dispuesto a entrar en conversacin conmigo.

    Conoce, entonces, algunos de los lenguajes que se pueden emplear con los ciego sordomudos de nacimiento?

    No, pero por suerte existen sobre la tierra otros individuos que los conocen. No sern precisamente stos los que hayan educado a mi cliente en su juventud! Hasta pronto, seor director. Y gracias anticipadas por todo lo que har por l

    Ah!, un punto importante sobre el que no quisiera insistir demasiado: procure conseguir de sus guardianes que pierdan la costumbre de considerar al nmero 622 como a una bestia. Hasta que no se pruebe lo contrario, y sobre todo hasta que sea juzgado, insisto en considerarlo inocente. Quin nos dice que este Jacques Vauthier no sea un gran tmido o un ser temeroso? Acabo de tener con l una experiencia que me ha parecido concluyente. Despus de haberme aproximado, le tom la mano y hasta le acarici la cara. Su reaccin fue inmediata: quiso estrangularme, y si hubiese tenido xito, mi muerte sera una ms entre las tantas que sobrevienen a diario, pero lo que me ha sorprendido durante su fracasada tentativa fue el grito inhumano que emiti Se hubiera dicho que era el alarido de una bestia acorralada, de una fiera que destila todo su rencor contra su eterno enemigo: el hombre. Era enloquecedor.

    Le hubiera conmovido hasta las entraas, seor director, porque tengo la seguridad de que es usted un hombre de corazn. Ese grito era la expresin de un terrible dolor moral Este hombre sufre, sufre al sentirse disminuido, sufre tambin de un mal que nosotros tal vez ignoramos, y que pudo ser la causa profunda de su acto homicida. Sufre horrorosamente; ah est todo el problema Hasta pronto, seor director.

    Dos horas despus, Vctor Deliot entraba en una librera, vecina al Oden. Mi querido doctor! exclam el librero. Qu lo trae por ac? Tenga la seguridad, mi querido Beauchet, que delante de usted se encuentra un hombre

    extenuado por la visita a catorce libreras sucesivas en las que no ha podido encontrar lo que buscaba No deba haber pensado, en primer lugar, en mi excelente amigo Beauchet, que termina siempre por descubrir en su trastienda los libros que no tienen sus colegas? Dgame, conoce usted una novela que se llama El Solitario?

    S una obrita bastante rara, cuyo autor es, segn parece, un ciego sordomudo de nacimiento. Pero, no ha odo hablar de l, hace ya unos meses? Los peridicos le dedicaron columnas enteras a propsito de un crimen que cometi a bordo de un vapor

    Ah s? Bueno, usted sabe Aparte de la Gaceta de los Tribunales, raramente leo los peridicos. Pero, dgame: un autor asesino debe ser factor importante para aumentar la venta, verdad?

    Habindose agotado el libro, ya no. Hubiera sido necesario que se tirara una nueva edicin dentro de las veinticuatro horas, cuando todava el crimen estaba tibio en la memoria de los lectores.

    Cundo apareci esta novela? Se lo voy a decir

  • El librero abri un grueso ndice alfabtico. Su dedo se inmoviliz: Apareci hace cinco aos. Vctor Deliot calcul mentalmente que entonces su autor no tendra ms que veintids

    aos, y declar: Caramba! Era muy joven Autor prodigio? Fue un xito? xito de curiosidad del momento y un poco tambin xito de crtica, pero no de

    pblico. El gran pblico se interesa muy poco por este estilo de novela psicolgica muy rebuscada, tal vez demasiado, en la que el autor diseca hasta sus menores sentimientos. Lo que se necesita es accin, movimiento, misterio y sobre todo, vida! No obstante, si este libro le interesa, creo tener todava uno reservado: mi empleado lo va a buscar. Recuerdo muy bien que este Solitario obtuvo una mayor resonancia en el extranjero que en Francia, y que despus de su aparicin su autor parti hacia Amrica para realizar una gira de conferencias sobre el problema de los ciegos sordomudos. Ac no se oy hablar ms de l, ni ha publicado ningn otro libro.

    Una conferencia dada por un ciego sordomudo casi no debe ser inteligible para el gran pblico, aunque ste se encuentre pleno de buena voluntad como lo est, en general, el pblico americano, verdad?

    Supongo que el conferenciante debi estar secundado por un intrprete que traduca oralmente lo dicho en alfabeto dactilolgico Ah! Aqu tenemos el libro buscado. Est un poco polvoriento, y la faja ha dejado su marca

    No la rompa! grit el abogado. Primero veamos qu dice: El Solitario, o el hombre que se cre un mundo propio. No est mal!, y El Solitario es un hermoso ttulo. De qu trata esta historia?

    Creo recordar que el hroe principal, al igual que su autor, es un ciego sordomudo de nacimiento que se enamor de una mujer; pero sta, en un momento determinado, lo abandon, y el desgraciado se encontr sin amparo durante cierto tiempo. El protagonista, poco a poco, fue encerrndose sobre s mismo y negndose, en su soledad, a tener el menor contacto con las personas que lo rodeaban

    Decididamente, mi querido Beauchet, es usted el mejor librero que conozco. Compro el libro.

    No es aburrido, ya ver. Tengo la impresin de que me apasionar! Diez minutos despus un autobs depositaba al defensor de Jacques Vauthier frente a la

    Biblioteca Nacional; all se engolf en la lectura. Como asiduo concurrente y enamorado de los archivos de esos lugares venerables, saba exactamente dnde encontrar los documentos que necesitaba. stos se limitaban a algunos peridicos con fecha 6 de mayo y das subsiguientes, en los cuales se haba relatado con lujo de detalles macabros en algunos, y con gran sobriedad en otros los trgicos acontecimientos que haban motivado el arresto de su cliente.

  • Un artculo llamaba particularmente la atencin. El ttulo, a tres columnas, resuma por s solo los diversos hechos: Crimen extrao y monstruoso a bordo del De Grasse. Las lneas siguientes daban algunos detalles importantes.

    Por radio, el 6 de mayo. Ayer, despus de medioda, durante la travesa que el vapor De Grasse efectuaba de New York a El Havre, iniciada tres das antes, un crimen de una violencia casi inconcebible fue cometido en un camarote de lujo ocupado por un millonario norteamericano, el seor John Bell. Este joven, de 25 aos de edad, hijo nico de un influyente miembro del Congreso de Washington, vena por primera vez a Europa. A bordo del De Grasse se encontraban tambin el seor Jacques Vauthier y su esposa, que ocupaban un camarote de 1 clase. Jacques Vauthier es ese ciego sordomudo de nacimiento que public, hace algunos aos, una curiosa novela: El Solitario, que le proporcion en esa poca cierta notoriedad. La obra fue traducida a varios idiomas y obtuvo un gran xito en los Estados Unidos de Norteamrica. Invitado por el gobierno norteamericano para realizar una gira de conferencias sobre los progresos alcanzados en Francia en la educacin impartida a los ciegos sordomudos de nacimiento, Jacques Vauthier vivi durante cinco aos en los Estados Unidos y en Canad. Lo acompaaba su esposa, que fue para l la mejor de las colaboradoras.

    sta, que tena por costumbre caminar sobre cubierta despus del almuerzo mientras el marido dorma la siesta en su camarote, comprob sorprendida al regresar del paseo que su marido no se encontraba tendido sobre la cama y que haba debido abandonar, a su vez, el camarote. Como la ausencia de Jacques Vauthier se prolongaba, su mujer inici la bsqueda en el buque. Al no encontrarlo, confes sus inquietudes al comisario de a bordo, Bertin, hacindole notar que se poda temer lo peor, ya que Vauthier era ciego sordomudo. La voz de alerta fue dada: el incapacitado se habra cado al mar?

    Comenz un registro metdico en el De Grasse. Al pasar por el camarote ocupado por el seor John Bell, un camarero especialmente encargado del servicio de los camarotes de lujo comprob que la puerta que daba sobre el corredor estaba entreabierta. Despus de abrirla con cierta dificultad, el camarero Henri Tral se encontr en presencia de un espectculo terrorfico: el joven norteamericano, arrodillado, tena los dedos crispados sobre el picaporte de la puerta. Estaba muerto, asesinado. Un hilo de sangre brotaba de su cuello y manchaba su pijama, extendindose tambin sobre la alfombra. Sentado sobre la cama del camarote, Jacques Vauthier se mantena inmvil, postrado, la cara impasible. Aunque era ciego, sus ojos sin expresin parecan fijos en sus propias manos cubiertas de sangre. El camarero avis en seguida al comisario Bertin, quien fue a su vez al camarote de la vctima. Jacques Vauthier no opuso la menor resistencia para dejarse aprehender y conducir a la prisin de a bordo. La desdichada esposa consinti, a pedido del comisario del De Grasse, a servir de intrprete provisional para un primer interrogatario. Ella era, en efecto, la nica persona de a bordo que conoca los medios de comunicarse con su marido ciego sordomudo.

    ste hizo comprender a su mujer que no le dara ninguna explicacin sobre el crimen, del que se reconoca formalmente autor, considerndolo justificado. Conserv esta actitud durante todo el resto de la travesa, pese a las reiteradas preguntas de su compaera. El motivo del crimen parecera tanto ms extrao cuanto que la seora Vauthier ha afirmado que ni ella, ni, con ms razn, su marido, han tenido jams el menor contacto con la vctima, a la que no conocan. Un primer examen del criminal, efectuado por el mdico del De Grasse, deja entender que Jacques Vauthier goza de todas sus facultades mentales.

  • Cuando el De Grasse arribe al puerto de El Havre el asesino ser puesto a disposicin de la justicia criminal.

    Un ejemplar del mismo diario, fechado el 12 de mayo, relataba en un nuevo artculo los detalles de sta ltima operacin:

    El inspector principal Mervel, ayudado por un intrprete especializado en el lenguaje de los ciegos sordomudos y de un mdico legista designado, se ha esforzado para lograr un nuevo interrogatorio a Jacques Vauthier desde el arribo del De Grasse a El Havre. El asesino de John Bell ha reiterado, por intermedio del intrprete, la misma respuesta que haba dado algunos instantes despus del crimen, a su propia mujer. Antes de ser encarcelado, el extrao criminal ser sometido a un detenido examen mdico que determinar si nos encontramos en presencia de un hombre normal o, por lo contrario, de un desgraciado, presa de un acto de locura repentina debida a su triple mal.

    Segn su costumbre, Vctor Deliot no tom ninguna rota y abandon rpidamente el saln de lectura de la Biblioteca Nacional para subir a un nuevo autobs que lo devolvi al Barrio Latino. Durante el trayecto el abogado estuvo pensativo: no haba duda posible sobre el estado de salud de su cliente. Innumerables informes mdicos insertos en el sumario, que lo esperaban sobre la mesa de su escritorio, demostraban que Jacques Vauthier excepto su triple mal era perfectamente normal. Acaso no haba respondido, en las diferentes entrevistas y en el curso de los numerosos interrogatorios que desde haca seis meses el juez de instruccin de la causa le habla hecho sufrir, que l solo haba actuado, a bordo del De Grasse, con perfecto conocimiento de causa, que no se arrepenta de su actitud y que si volviese a empezar, matara de nuevo a ese John Bell?

    Pero siempre se haba negado a dar la autntica razn del acto cometido. Todo esto era misterioso, y demostraba a Vctor Deliot que su primera impresin tena

    que ser la verdadera: tras la alucinante cara de bestia se esconda un alma que deba ser totalmente diferente. Un alma tal vez fuera mucho decir, pero s una voluntad de acero puesta al servicio de una inteligencia rara, especial y, quizs, insondable para el resto de la gente, que cometa el error de creerse perspicaz porque vea, hablaba, escuchaba

    El abogado hasta se preguntaba si alguien habra llegado a adivinar y conocer al verdadero Jacques Vauthier. No lo sabra ms que ponindose en contacto con la familia del incapacitado, especialmente con la madre. Una madre, por lo general, conoce bien a su hijo. Estaban tambin todos aquellos que lo haban educado para salvarlo de su aparente oscuridad. Y estaba, por fin, su mujer: esa Solange Vauthier que pareca esconderse. Ella deba ser la ms preciosa auxiliar del defensor.

    Era necesario encontrarla cuanto antes. Y cuando Vctor Deliot descendi del autobs en la esquina de la rue Gay-Lussac y de la

    rue Saint- Jacques, iba pensando que le resultara verdaderamente difcil defender a su cliente

    Se detuvo cerca de una portada que tena el nmero 254 de la rue Saint-Jacques, encima de la cual se lean estas palabras escritas con maysculas: Instituto Nacional de Sordomudos.

  • Vctor Deliot hizo pasar su tarjeta al director de la institucin; no necesit esperar mucho para ser recibido. Despus de haber expuesto rpidamente al alto funcionario el objeto de su visita, el defensor de Jacques Vauthier pregunt:

    Tendra usted, por casualidad, entre sus internados, algn ciego sordomudo de nacimiento?

    No, doctor, aqu no educamos ni tratamos ms que a sordomudos. Es la Fundacin Valentn Huy la que se especializa en ciegos. Y esta separacin es normal, ya que los mtodos de enseanza son diametralmente opuestos: para los sordomudos nuestro ms precioso auxiliar es la vista; para los ciegos, por el contrario, son la palabra y el odo

    Y entonces, qu sucede con aquellos que nacen con los tres defectos? Slo existe un medio de educacin: la utilizacin combinada de los tres sentidos que

    les restan: el tacto, el gusto y el olfato. Y se llega a resultados apreciables? Que si se llega? Pues, sepa usted que ciertos ciego sordomudos de nacimiento han

    adquirido tal grado de cultura y educacin, que podran envidiarlos muchas personas normales.

    Y dnde se realizan estos milagros? No existen ms que cinco o seis establecimientos especializados en el mundo. En

    Francia tenemos el Instituto de Sanac, en Haute Vienne, donde los Hermanos de Saint-Gabriel consiguen a fuerza de paciencia y tenacidad resultados verdaderamente sorprendentes. Yo no puedo menos que aconsejarle que vaya ah. Adems, creo muy bien recordar que ese Jacques Vauthier, a quien usted debe defender, ha egresado del Instituto de Sanac, donde fue uno de los ms brillantes alumnos Observo que tiene su libro El Solitario lo ha ledo?

    Todava no. Ese libro es la prueba ms concluyente de lo que los educadores inteligentes pueden

    obtener en un caso semejante. Puede explicarme, a grandes rasgos, las principales bases de esta educacin? Desde luego. He tenido, en diversas ocasiones, la oportunidad de ir a Sanac, donde

    existe un hombre notable; se puede asegurar que es l, en realidad, quien ha colocado las cosas en su lugar en lo que concierne al mtodo educativo. Si no perteneciese a una orden religiosa, la de los Hermanos de Saint-Gabriel, hace tiempo que el gobierno le hubiera otorgado la cinta roja. Ivon Rodelec, por el que siento una profunda admiracin, estima necesario, ante todo, inculcar al nio ciego sordomudo de nacimiento la nocin del signo, para que l pueda captar la relacin existente entre el signo y el objeto o, si usted lo prefiere, entre el objeto palpado y el signo mmico que lo representa. Para obtener este primer resultado se utilizan procedimientos ingeniosos, que podra observar en Sanac.

    Pero si lo comprendo muy bien! dijo el abogado. Usted quiere decir que al nio se lo despierta con una mmica que parte siempre de lo conocido a lo desconocido?

    Exactamente. No es sino despus de este aprendizaje que se le ensea el alfabeto dactilolgico. Pero l no puede interpretar la nocin de letra si no aprende primero las 26

  • posiciones de los dedos, resultado que se obtiene por obediencia, por confianza en su maestro, podra ser tambin por una muy vaga aspiracin instintiva hacia nuevos conocimientos. Llegar, poco a poco, a designar un objeto de dos maneras: por un signo mmico y por letras dactilolgicas.

    En suma declar Vctor Deliot, mostrando El Solitario, si yo fuera educador y tuviera que ensearle a mi extrao alumno la nocin de libro, no tendra ms que colocarle el volumen entre las manos, tratando de hacerle comprender que puede designar un libro, ya sea por un signo mmico, ya reproduciendo con los dedos las cinco letras l. i. b. r. o.?

    Ha comprendido usted perfectamente, mi querido doctor; la reunin de estas cinco letras forma en seguida una figura en la mente del alumno, que toma conciencia de la equivalencia de las dos designaciones: una sumaria o sinttica, la otra descompuesta o analtica. La repeticin de esta leccin con los diferentes objetos de que se vale diariamente imprime en su cerebro las dos formas de expresin: el lenguaje mmico, rpidamente comprendido, y el lenguaje alfabtico, cuyo sentido se revela progresivamente.

    Todo est muy bien, pero cmo se ensea a hablar despus a este nio? El educador pronuncia cada letra dactilolgica sobre la mano de su alumno. Despus

    le hace probar simultneamente, para cada una de las letras, la posicin respectiva de la lengua, dientes y comisuras de los labios, el grado de vibracin del pecho, de la parte anterior del cuello y de la resonancia del ala de la nariz, hasta que l pueda reproducir por s mismo ese sonido que no oye y cuyos medios de produccin no ve. El pecho del profesor se convierte en una especie de diapasn que el ciego sordomudo consulta para dar al sonido sus propias vibraciones Sera tan amable, mi querido doctor, de pronunciar una letra labial cualquiera?

    Be dijo Vctor Deliot. Ha pensado en todo el esfuerzo que debi usted realizar para pronunciar esta simple

    letra? Esfuerzo que nosotros hacemos mecnicamente y sin pena, gracias a la larga prctica adquirida desde nuestra infancia. Para emitir esta modesta b, nuestra lengua debe estar libre y flccidamente extendida sobre el piso de la cavidad bucal, nuestros labios un poco apretados, las comisuras ligeramente retradas, la respiracin contenida. En esta posicin expulsamos, entreabriendo los labios, una dbil porcin del aire fono contenido en nuestra boca: la explosin que se produce, constituye el elemento b

    Dios mo! exclam sonriendo el abogado. Le aseguro que jams habla reflexionado en todo esto Es maravilloso! Si tuviese que pensar en la forma en que hablo, esto sera suficiente para paralizarme en el momento de pleitear!

    El nio continu el director deber descubrir a fondo este mecanismo fsico para cada letra del alfabeto; cuando lo conozca podr expresarse en lenguaje oral. Lenguaje imperfecto, pero que, de cualquier forma, puede ser comprendido por los que se inician. Inmediatamente, el educador le har comprender la equivalencia entre la letra, signo de la dactilologa, la letra hablada y la letra escrita reproducida en relieve. Aprender as a leer al tacto la escritura de los videntes. En fin, para permitirle poseer todos los medios de expresin a su alcance, el educador le har descubrir una ltima equivalencia entre la letra dactilolgica y la letra punteada de la escritura Braille; ser ello lo que le dar la posibilidad, escribiendo,

  • de hacerse comprender por todos y especialmente por usted, que tiene la tarea ingrata de asegurar su defensa

    Muchsimas gracias, mi querido director. Creo poder decirle que empiezo a ver claro. Y mi conclusin confirma las primeras impresiones que tuve, despus de la lectura del legajo y de la visita que le he hecho a mi cliente esta maana: si ha sido capaz de escribir una novela, su educacin ha rendido lo mximo en Sanac y posee, en consecuencia, todas las formas de expresin.

    No lo dude! Puede, tambin, expresarse oralmente, con dificultad, es cierto, pero lo puede

    hacer Esto quiere decir que si calla, es porque quiere. Usted sabe tan bien como yo que no hay peor sordo que el que no quiere or, ni peor

    mudo que aquel que quiere callarse. Sin embargo, trato de llamarle la atencin sobre el hecho de que su cliente, al no ver, no podr leer las palabras sobre la boca como lo hacen todos nuestros sordomudos. Usted deber, entonces, hablarle al tacto, utilizando el alfabeto dactilolgico. Y si al fin se decide a contestarle oralmente, tendr mucha dificultad en comprenderle. Ser preferible que sus respuestas lleguen a usted por intermedio del punzn y la pizarra de Braille.

    Y como ignoro esos dos mtodos declar Vctor Deliot, necesitar tambin yo un intrprete. Pues esto es, precisamente, lo que me decide a solicitarle un segundo y pequeo servicio: puede acompaarme maana a la Sant para tratar de hacer hablar a mi cliente?

    No pedira nada mejor, mi querido doctor. Pero, no cree usted que sera preferible emplear para esta conversacin a uno de los Hermanos de Saint-Gabriel, que son, precisamente, los que han educado a Jacques Vauthier?

    Lo pens en seguida, y ya he escrito a Sanac. Abrigo la conviccin de que uno de esos Hermanos acepte cumplir los buenos oficios que ensea la simple caridad y con ms razn la caridad cristiana. Pero el tiempo vuela; me parece indispensable tener desde maana este primer contacto indirecto con mi cliente. Slo usted puede sacarme del pantano! En el caso de que sus pesadas tareas le impidan acompaarme maana, podra usted, tal vez, designar para esta eventualidad a alguno de los profesores del Instituto? No lo molestar ms que una sola vez

    Despus de reflexionar, el director respondi: Ir yo mismo. Y esto, para demostrarle que admiro su coraje Ningn colega suyo, de

    los que me habl al iniciar nuestra conversacin, se molest en pedirme estos elementales informes.

    Han hecho mal dijo el abogado. Acabo de asistir a un curso muy provechoso. Lo dejo, mi querido director, y le recuerdo nuestra cita: maana a las nueve, en la entrada de la Sant. Me voy con la sensacin de no ser ms que una vieja bestia que tiene an mucho por aprender

    Cuando Vctor Deliot regres por fin a su domicilio, fue recibido por Danielle, que le dijo desde el vestbulo:

    Qu lstima que no haya llegado usted una hora ms temprano! Ha tenido una visita

  • Alguno de mis testigos? Ya? En buena hora! Quin era? Mme. Simone Vauthier. Bueno, bueno! La madre! Eso me encanta, hija ma. Y qu le ha dicho? Que haba recibido su carta esta maana, y vino inmediatamente. Aprovechemos sin tardanza tan buenas disposiciones. Salgo de nuevo. Adnde va, doctor? A casa de esta seora, en Asnires. Me imagino que ya estar de vuelta y, si no es as, la

    esperar. Mientras tanto, tengo en qu entretenerme acababa de sealar el libro que tena en la mano.

    Despus de haber lanzado un vistazo sobre la cubierta, la estudiante pregunt, extraada: Es que ahora lee novelas, doctor? Y por qu no? Siempre es tiempo de empezar. No hay nada que le llame la atencin

    sobre esta tapa? No. Un poco triste su ttulo, El Solitario los ojos de Danielle se agrandaron

    bruscamente. Ah, s! Y el nombre del autor es? l! Vea usted, hija ma, tengo la conviccin de que en estas trescientas pginas se

    encuentra la clave del proceso. Hasta pronto! Y sobre todo, qudese aqu; tal vez se decida a venir alguno de mis otros hipotticos testigos.

    La puerta del vestbulo se cerr tras estas palabras, y la joven se qued perpleja, preguntndose si la perspectiva de una defensa ante la justicia en lo criminal no turbara el cerebro de su viejo amigo.

    No regres hasta medianoche. Estoy abrumado, pero satisfecho. Queda todava un poco de caf? pregunt. Ya est preparado, doctor. Usted es mi ngel guardin, mi pequea Danielle Y ahora, regrese rpidamente a la

    pensin: es necesario dormir. Pero, doctor los ngeles no duermen! No estoy tan seguro como usted. Mi ngel de la guarda debe estar cayndose de

    sueo

    Estuvo con la seora? S respondi lacnicamente Vctor Deliot. Buenas noches, hija ma; maana a las

    ocho y media de la maana vuelva por ac a montar guardia. Una vez que estuvo solo, se endos la vieja bata, calzse luego las pantuflas y se instal

    en el silln para saborear el tercer cigarro del Presidente. Despus se sumergi en la lectura de El Solitario. Reley algunas pginas donde el autor describa el estado en que se

  • encontraba su hroe, ciego sordomudo de nacimiento como l y en vsperas de tomar, por fin, contacto directo con el mundo que lo rodeaba:

    Era, decan esas pginas, un ser que jams ha visto, hablado ni odo, que no conoce nada, no entiende nada, que vive sin darse cuenta de lo que es la vida, en una total opacidad de tinieblas y silencio, que no posee lazos que lo unan al mundo exterior, al que desde el fondo mismo de su abismo no quiere, ni tampoco busca conocer ms que por el olfato, el gusto y el tacto. Era el desecho, y el ltimo grado de la miseria humana. Sentado frente a una ventana abierta, por la que entraba a bocanadas una de las contadas sensaciones que poda percibir la del calor y del fro, all estaba, poseedor de una fuerza intil que se volva contra l mismo a cada instante, para asestarle el sentimiento confuso primero, y luego ms y ms preciso, de su impotencia.

    Estaba all, privado de voluntad o henchido de mil deseos indecibles que tropiezan con infinitos obstculos. Estaba all como un prisionero siempre encadenado, cuyos pies y manos estn libres, pero que, a la inversa de los condenados a muerte, deba vivir. Estaba all, inmvil, encogido sobre s mismo, torpe, pasivo, listo para todo y sin esperar nada, amurallado por el negro espacio que lo rodea: oscuridad que toca y respira, oscuridad que bebe, oscuridad que come, oscuridad que, para l, es calor, aire, cielo, mar, atmsfera de sus pensamientos, de su torpeza, de su existencia petrificada, de su sueo y de su despertar; oscuridad, en fin, por la que siente un horror instintivo, y que debe soportar, sin embargo, sin saber qu es.

    Se divide, as, entre el embrutecimiento y la angustia no sabiendo cuando lo guan, adnde va, y creyendo, cada vez que se alejan de l, que lo olvidan y que nunca ms volvern a buscarlo. Poco importa que sea hijo de burgueses acomodados; l siempre ser pobre y arrastrar, por todo equipaje, ese cuerpo al que alguien impulsa, detiene, lleva, al que alguien viste o desviste, levanta, sienta, acuesta Quin es ese alguien? Otros semejantes a l, aunque menos lentos y ms resueltos? Seres de una raza superior? Amos que palpa, que adivina alrededor y encima de l?

    El pensamiento embrionario, replegado en las membranas del cerebro por el esfuerzo gigantesco, no adelanta en ese ciego sordomudo que se deja caer en los abismos de su noche, como esos animales marinos del fondo del mar, condenados tan slo a vivir y rondar lentamente en las oscuras y profundas regiones, entre el fango y enmaraadas selvas de algas; los que, despus de tratar en vano, con un envin supremo y dbil de aletas, de llegar a la superficie, renuncian al imposible vuelo y resignados, tristes, pesados, aceptan caer como piedras en la triste desolacin de su laberinto.

    Y he aqu que un da, en un determinado instante que ser uno de sus recuerdos ms hermosos, l, esa cosa medio muerta, medio viva, percibe el contacto de uno de esos seres misteriosos que lo conmueve, y este acercamiento toma un significado particular, superior; parece denunciar una voluntad exterior, manifestar un pensamiento, una intencin, un deseo de expresarse, de recalcar alguna cosa Se esfuerza por extraer un signo; deja, por fin, de ser un acercamiento casual para convertirse en una inteligencia firme y pacientemente activa!

    Se convierte en un cautivo al acecho, desatinado, tembloroso, suspenso; traspirando, sufriendo por una indecible angustia. Tiende instintivamente todas sus embotadas facultades, todos sus ardores, hacia ese signo del que nada quiere perder y que le ensea ese alguien que golpea a la puerta de su prisin. Ignora todava qu esperan de l; pero ha presentido, desde el

  • fondo de su soledad, que le piden algo. Existe alguien que, por el tacto, acaba de empujar, entrar, acaba de hacer irrupcin en su vida casi mineral. En lo sucesivo, la comunicacin entre esos dos seres queda establecida: el prisionero del limbo que piensa solamente en la fuga, y su liberador, que desmorona ya las puertas de su prisin.

    Semejantes pginas dejaron perplejo al abogado; slo un ser excepcional poda poseer esta agudeza de pensamiento. Y ya que Vauthier haba descrito con tal sensibilidad el exquisito primer contacto de un ciego sordomudo con la persona que lo haba ayudado a escapar de su noche, tena que haber vivido, por s mismo, ese pattico instante. Quin era el otro? Un hombre o una mujer? Vctor Deliot pens que deba tratarse de ese educador genial de quien le haba hablado, esa misma tarde, el director del Instituto de la rue Saint-Jacques, ese hermano de Saint-Gabriel que haba tenido a Vauthier a su cargo, durante aos, en un sanatorio especializado de Sanac. El abogado haba procedido muy bien, al escribir el da anterior al hermano lvon Rodelec. Impaciente, esperaba la respuesta.

    Cuando lleg al da siguiente, la sirvienta volvi a encontrar a Deliot amodorrado en el silln. Ella tambin se preguntaba cul era el cambio que haba podido producirse en su vida, desde haca cuarenta y ocho horas Estaba pensando en esto, cuando la voz todava adormilada del abogado le pregunt:

    Puede decirme la hora, Louise? Las ocho, seor. Renuncio a rogarle que me llame doctor, mi buena seora! No lo conseguir jams

    Conformmonos con sus tareas domsticas y srvame el desayuno. Le sub una carta que me entreg la portera, para usted. El abogado esboz una sonrisa al enterarse del contenido: Este doctor Dervaux parece

    un hombre amable y, sobre todo, educado. En seguida contesta La nica molestia es que tendr que viajar hasta Limoges para charlar con l En fin! stos son los pequeos inconvenientes del oficio.

    A las nueve, Vctor Deliot penetr en lo que l denominaba domicilio provisional de su cliente, en compaa del director del Instituto de la rue Saint-Jacques. Fue el mismo guardin quien los condujo a la celda 622 pero, en esta ocasin, se abstuvo de formular la menor pregunta. En el instante en que iba a abrir la puerta del calabozo, el abogado le dijo:

    He ledo la novela de su extrao pensionista. No aburre en absoluto: es muy interesante y est bien escrita A propsito, recibi l un paquete ayer a la tarde?

    S,. doctor. Ha visto que todo llega? Y lo apreci, por lo menos? Devor los huevos duros y el chocolate. Deliot se dirigi al director del Instituto: Progresamos Habr encontrado, tal vez, el medio de ablandarlo? Qu simple era!

    Por qu no lo habrn utilizado mis predecesores? Ya debe de faltar poco para crear, entre l y yo, su defensor, la indispensable corriente de simpata. Por eso tena necesidad de un

  • intrprete hbil. Puede estar seguro de que hasta no lograr el triunfo, no saldremos de esta celda. Vauthier, ahora es nuestro turno!

    Cuando la pesada puerta se abri, el prisionero, que estaba sentado sobre su cama, retrocedi hacia la pared.

    Francamente exclam Deliot, me parece ms grande an que ayer. Y sigue balancendose sobre las piernas, como un oso! Pero por qu se ha levantado as? Se habr dado cuenta de nuestra llegada?

    Le repito, doctor dijo el guardin, que adivina la menor presencia: la huele. Acaba de decir, mi amigo declar el abogado, la frase ms feliz que ha

    pronunciado desde que nos conocemos. La verificacin es exacta: nos huele. Huele a todo el mundo. Veamos, mi querido intrprete: qu piensa usted de mi cliente?

    El director del Instituto, que se haba quedado inmvil en el umbral de la puerta, como clavado por la sorpresa, dej pasar unos minutos antes de responder:

    Es un personaje inquietante Otra verificacin exacta dijo Vctor Deliot. Yo mismo le ayudar a completar el

    fondo de su pensamiento: usted se pregunta si es posible que un cerebro organizado pueda esconderse tras una cara semejante. Y, sin embargo, ha ledo su novela Extrao autor, en verdad!

    El abogado se aproxim al coloso y, sin darse vuelta, le dijo al guardin: Observe que ayer he procedido muy bien, obligndole a respirar mi olor. Ahora no se

    inquieta ms: me reconoce. Es realmente curioso y bastante perturbador el pensar que le ha sido suficiente olerme una sola vez para reconocerme! Lo que no significa que seamos ya amigos Por el momento, podramos decir que nos observamos mutuamente. Hay aqu, sin embargo, alguien que le molesta. Mire Es usted, mi querido intrprete! Percibe un nuevo y tercer olor; el mo y el del guardin le son ya familiares. Ser indispensable que, por ahora, se acostumbre tambin a usted. Pero como desconfo un poco de las reacciones que podra tener y no quisiera por nada del mundo comprobar que le reserva a usted el mismo recibimiento, un poco brusco, que me hizo ayer, voy a esforzarme por romper el hielo con una pequesima gentileza

    Y mientras hablaba, desliz en la mano derecha de Vauthier un paquete de cigarrillos. El incapacitado, sin la menor hesitacin, sac un cigarrillo del paquete con la izquierda y lo llev a los labios. El abogado le acerc un viejo encendedor de yesca. Una poderosa bocanada de humo, escapada de la ancha nariz de Vauthier, demostr que apreciaba la atencin.

    Fuma dijo tranquilamente el abogado. Lo que prueba que nos hallamos en presencia de un animal civilizado. Y se ha puesto contento, el tunante! Nadie le haba ofrecido cigarrillos, hasta ahora?

    No se nos haba ocurrido respondi el guardin. Qu quiere usted! Nunca terminamos de saber lo que le gusta Se lo pasa gruendo.

    Fjese, mi amigo, que en este momento fuma sin gruir. Debemos aprovechar el estado de euforia en que parece encontrarse para interrogarlo.

  • Vaya! Parece que est recin afeitado Se ha afeitado esta maana dijo el guardin. l mismo? S, tiene manos muy hbiles. Me di cuenta de eso ayer! respondi el abogado, haciendo una mueca. Mi

    querido intrprete, creo que ahora puede usted acercrsele sin temor: ya ha tenido tiempo de respirar su olor.

    El intrprete no se senta muy seguro de ello. No tenga miedo! En el fondo, es muy bueno este grandulln Casi podra decirse

    sociable: recin afeitado, fumando su cigarrillo Pronto lo convertiremos en un cordero! Le cedo la palabra, si es que se puede emplear esta metfora. Deseara que le hiciese comprender, para poder entrar en materia, que soy su nuevo defensor y que usted no es ms que el intrprete. Explquele tambin que soy yo, sin lugar a dudas, su mejor amigo, y que continuar vigilando su comida y sus cigarrillos.

    Los dedos del intrprete comenzaron a rozar prudentemente las falanges del anormal. ste no se resisti, pero su rostro continu impenetrable.

    Qu contesta? pregunt ansiosamente el abogado. No ha contestado. No importa! Lo principal es que haya comprendido quin soy. Ahora, hgale saber

    que me ha gustado mucho su novela El Solitario Los dedos se deslizaron nuevamente sobre las falanges. La cara de Jacques Vauthier

    pareci iluminarse. Ah, ah! exclam Deliot. Acabamos de tocar su cuerda sensible: su orgullo de

    autor Dgale en seguida, que obtendr la autorizacin para darle un punzn, la pizarra y la cartulina a fin de que, aprovechando su soledad actual, pueda ir echando las bases para una nueva novela. Hgale saber que sus impresiones como recluso despertaran el inters de la gente.

    El intrprete continu su tarea. Cuando sus giles dedos se hubieron inmovilizado, fueron los del enfermo los que rozaron, a su vez, las falanges del silencioso interlocutor.

    Al fin responde! exclam el abogado. Qu dice? Que se lo agradece pero que es intil, pues jams volver a escribir. Aborrezco las afirmaciones categricas! Dgale que, a mi parecer, hizo muy bien en

    matar al norteamericano Cree usted que debo decirle eso? pregunt, bastante sorprendido, el intrprete. Debe decirlo! En realidad, esto que afirmo no es muy santo, pero es indispensable que

    mi cliente tenga la absoluta conviccin de que su defensor lo aprueba; en caso contrario no reinar la confianza.

  • El intrprete transmiti lo que el defensor le peda y Deliot crey discernir sobre la inexpresiva cara un reflejo de sorpresa.

    Agregue dijo precipitadamente el defensor que no es culpable desde el momento que ha procedido bien, y formlele cinco preguntas Primera: Por qu se confiesa culpable?

    No contesta dijo el intrprete. Segunda pregunta: Por qu, hasta hoy, no ha aceptado ninguna defensa? No contesta. Tercera pregunta: Deseara abrazar a su madre? No. Es bien categrico. Cuarta pregunta: Deseara volver a estar con su mujer? No. Muy interesante! murmur el abogado, antes de agregar. Quinta y ltima

    pregunta: Acepta que le arregle una entrevista aqu con Ivon Rodelec? No contesta. No contesta, pero tampoco ha dicho que no! Mi querido director, con esto basta: por

    ahora ya s lo suficiente. Le presento una vez ms mis disculpas por haber abusado de su precioso tiempo. Antes de partir deseara le explicase a mi cliente que me sera.muy grato estrecharle la mano. Es la nica forma de hacerle llegar mi verdadera simpata, y aun ms, mi afecto.

    Deliot esboz el gesto, mientras el intrprete traduca al enfermo el sentido de la frase. Pero las manos de Vauthier quedaron como heladas.

    Cuando los dos visitantes se encontraron fuera, en la rue de la Sant, el abogado pregunt: Puede decirme, con franqueza, qu piensa usted de mi cliente? Lo mismo que usted, mi querido doctor. Tiene razn: se trata de un muchacho

    inteligente y astuto que no dir ms de lo que quiera decir y que, para engaar a los que lo observan, saca buen partido de su aspecto exterior.

    sa es tambin mi opinin. Ah! Mi querido seor, terminar por creer que la gente inteligente es, a veces, ms difcil de comprender que los imbciles

    Vctor Deliot regres directamente a su casa, donde Danielle lo esperaba con impaciencia para entregarle una carta que haba llegado en el segundo correo y con el matasellos de Sanac. Despus de leerla, el abogado declar:

    Me voy Tengo el tiempo justo para tomar el tren del medioda, que en siete horas me llevar a Limoges. Debo hacer una pequea visita en esa ciudad Alrededor de las cinco espero recibir ms correspondencia. Ir hasta el fin de este tenebroso asunto, cueste lo que costare Comprendido entonces, usted vivir aqu durante mi ausencia para continuar montando guardia.

    Cundo volver, doctor?

  • Lo ignoro. Recapitulemos: de las cinco personas a las que he escrito, ya he conseguido entrevistarme con una: la madre. Esta tarde encontrar a la segunda en Limoges: el doctor. Maana ver a dos ms; queda la quinta: la esposa. Esa ser la ms difcil de conseguir! Recibir mi carta? Y si la recibe, la contestar? Misterio!

    A pesar de todo, tengo esperanzas. Las situaciones ms difciles se aclaran con un poco de buen sentido. Es una pena que su tesis para el doctorado est ya demasiado adelantada, porque si no le hubiese sugerido un hermoso tema: El defensor puede, en conciencia, aprobar un asesinato?. De cualquier manera, reflexione sobre ella. Y si le agrada, an es tiempo de volver a empezar. No ser la nica: yo mismo, en este momento, a los sesenta y ocho aos de edad, tengo la impresin de recomenzar mi carrera Hasta pronto, hija ma

    La ausencia dur cuatro das. Danielle estaba inquieta cuando son el caracterstico timbrazo del abogado. Eran las diez de la noche.

    Por fin llega, doctor! Buenas noches, hija ma Hay algo para comer? Tengo un hambre de lobo; mi viejo

    estmago no puede acostumbrarse a los dudosos esplendores del coche comedor del tren. Tengo de todo un poco, doctor. Debe de estar cansado Menos de lo que hubiera credo. Le autorizo a conversar conmigo mientras ceno, pero

    despus ser necesario que usted vuelva a su casa. Hizo honor a la cena. La joven no se animaba a interrogarlo; fue l quien comenz a

    hablar mientras cortaba una pera: Observo que se muere de ganas por saber qu ha sucedido. Y como nada me pregunta,

    se lo voy a decir yo: he asistido a algunas experiencias. Experiencias? Sobre seres humanos que han nacido sin vista, sin odo y sin habla. Y viven? No tan mal como podra creerse Continu cortando la pera mientras observaba a su joven colaboradora, quien pareca

    preocupada: Le pasa algo? pregunt. Hay alguna cosa que la atormente? No quera hablarle de ello, doctor, porque s que est muy ocupado en estos

    momentos Se trata de lo siguiente: todas las noches, desde que usted se ausent, he recibido a eso de las once un raro llamado telefnico. Era una voz de mujer, siempre la misma, que preguntaba por usted. Al contestarle que se encontraba ausente, colgaba en el acto.

    Eso es todo? S, todo

  • Es poco! Si yo tuviese alguna amiga podra esperar que fuese ella, pero la verdad es que no la tengo! Ahora, hija ma, vuelva a su casa. Y maana le doy asueto. Por cualquier cosa, vuelva por ac pasado maana. Buenas noches.

    Cuando estuvo solo, Deliot se puso su bata y despreci esta vez el silln: se instal en su escritorio y comenz a leer una serie de folletos que haba trado de su viaje y cuyas tapas llevaban la mencin: Institution Rgionale de Sourds-Muets-Aveugles, Sanac. La campanilla del telfono lo arranc de su lectura:

    Hola? l mismo, seora. Con quin tengo el honor? Ah!, perfectamente As que mi carta le ha llegado por fin? Lo que demuestra, mi querida seora, que usted no es tan difcil de encontrar como pretendan mis predecesores Deseara mucho que nos encontrramos, seora Vauthier; slo usted puede aclararme algunos puntos de este doloroso asunto. Se lo suplico, seora! Se trata de su marido! De un hombre cuyo apellido lleva

    Se trata, tambin, de su propio inters. Se comenta desfavorablemente la causa de su desaparicin y de su silencio Lo s; usted no cuenta para nada en este drama, y por eso necesito su ayuda: su declaracin tendr gran valor. Estoy a sus rdenes, el da y la hora que quiera fijarme. Le preocupa venir a mi casa? Comprendo perfectamente. Quiere que yo vaya a la suya? Tampoco? Prefiere conservar su incgnito Lo admito tambin. Entonces Dnde podemos vernos? En Bagatelle? Es un lugar encantador, indicado sobre todo para citas amorosas. Su idea no es mala; en esta poca del ao no habr mucha gente. Le prometo ir solo: secreto profesional Maana por la maana? A las diez? En la rosaleda? Llevar un traje azul marino y una bufanda gris? Usted me reconocer fcilmente; no soy ms que un pobre hombre viejo, muy miope, vestido siempre de negro Mis saludos, seora.

    Vctor Deliot se sumergi otra vez en la lectura: su cara no reflejaba ninguna satisfaccin.

    Fue puntual a la cita. La dama del traje sastre azul marino, adornada con una bufanda gris, lo esperaba impaciente en la rosaleda. Los jardines de Bagatelle estaban todava desiertos a esa temprana hora. El abogado se dirigi hacia la desconocida acomodndose los lentes para obtener una primera impresin de conjunto; era tal cual la habla previsto. Solange Vauthier ofreca un sorprendente contraste con su esposo: tan rubia ella, como moreno era l; fina, de apariencia endeble, pero de una hermosura ideal. La piel pareca transparente, difanas las carnes. Una criatura de ensueo, escapada de alguna leyenda de las orillas del Rin. Era pequea, pero tan bien proporcionada en el gnero menudo, como su marido lo era en la especie gigante. Esta cautivante criatura era, realmente, la Bella de la Bestia

    Disclpeme, seora, por haberla hecho esperar dijo el viejo abogado, descubrindose.

    No tiene ninguna importancia respondi la joven, esbozando una sonrisa cuya extraa tristeza hiri a su interlocutor. Lo escucho

    Seora, tratar de ser breve. En una palabra, yo la necesito y cuando digo yo, quiero decir nosotros la necesitamos: su marido y yo

  • Est seguro, doctor? respondi ella, con tono escptico. Sin embargo, Jacques ha hecho lo imposible para evitarme desde que ocurri el crimen. He insistido para que me reciba en su prisin: se ha negado siempre. Parece que quisiera huir de m Por qu?

    Todava nada puedo explicar, seora. Yo mismo, busco dudo La nica cosa que s, porque la siento, es que usted puede y debe ayudarme.

    Pero si es lo que yo deseo, mi querido doctor! Entonces, seora por qu se ha negado a ayudar a mis predecesores? No tena confianza en ellos. Slo vean en mi pobre marido un caso para explotar en

    su propio beneficio y publicidad. Le puedo asegurar que esos que se llaman defensores estaban persuadidos de su culpabilidad, mientras que yo s, y con certeza, que Jacques no ha matado.

    Qu es lo que la hace hablar as, seora? Un sentimiento ntimo y estrictamente personal. Jacques es incapaz de matar! Y soy la

    ms indicada para afirmarlo, pues lo conozco mejor que nadie. No lo dudo, seora. Y por eso usted va a constituir una gran ayuda para m. No, doctor. Yo le hubiera sido de alguna utilidad si Jacques aceptara ser defendido.

    Pero no quiere! Busca su condena. Lo siento, lo s! Ni usted ni nadie en el mundo podr conseguir arrancarle su secreto si yo no lo he conseguido en los interrogatorios de a bordo, en los que he servido de nica intrprete despus del crimen.

    Aunque parezca contradictorio con mis primeras conclusiones, debo confesarle que, como mis predecesores, tengo la conviccin de que su marido es el nico asesino del joven norteamericano. Abundan pruebas en ese sentido: sus impresiones digitales, sus propias declaraciones

    Pero por qu todos creen que ha matado a ese hombre, al que ni siquiera conoca y cuya misma existencia ignoraba?

    Slo usted, seora, puede ayudarme a encontrar ese porqu. Tengo la conviccin de que la razn de este crimen es tan admisible, que ya le he hecho saber a su marido, por intermedio del intrprete, que no me ser difcil hacerlo absolver.

    La joven observ profundamente al abogado antes de contestar, casi a media voz, como temiendo que la brisa propalara sus palabras en el jardn desierto:

    Jacques no tena ninguna razn valedera para cometer este crimen. Por suerte, mi querida seora, estas ltimas palabras han sido pronunciadas slo

    delante de m, el defensor de su marido y, por lo tanto, su amigo. Si se obstina en repetirlas delante del Tribunal, ante el cual abrigo la firme intencin de hacerla comparecer como testigo a favor, podramos temer que ellas trajeran aparejada la condena de Vauthier. Creo, seora, que deberamos vernos maana en casa, para volver a hablar de todo esto. Podemos decir que este encuentro al aire libre no fue ms que un primer punto de contacto. La espero a cualquier hora El tiempo apremia!

    Djeme reflexionar! Le telefonear por la noche, alrededor de las once. Como guste. Ah!, antes de separarnos, quisiera hacerle una breve y ltima pregunta.

  • Lo escucho. Usted me dijo hace poco, mi querida seora, que su marido se haba negado

    obstinadamente a volverla a ver despus del instante del crimen: esto confirma, punto por punto, los informes que ya tena. Ha afirmado tambin que haba hecho lo imposible para volverlo a ver, pese a l mismo; quiero creerlo, a pesar de que mis informes afirman lo contrario. Algunos hasta han llegado a insinuar que usted se esconde. Reconozca que su actitud hasta el presente, con respecto a los defensores de su marido, confirma esta opinin. Sobre esta base creo estar autorizado para preguntarle: Seora Vauthier, quiere ayudarme a defender a su marido, acusado de asesinato, s o no?

    La vaga mirada de la joven mujer err de nuevo sobre la cara de su interlocutor. Sus labios comenzaron a temblar pero no emitieron sonido alguno. Luego, bruscamente, desvi la cabeza y huy por la rosaleda con los ojos baados en lgrimas.

    El viejo abogado, petrificado, observ a la frgil figura alejarse rpidamente sin intentar alcanzarla. No se corre tras la verdad que huye Se quit los lentes y comenz a limpiarlos con su pauelo a cuadros mientras se diriga hacia la salida del jardn. sta es se deca la pareja ms extraordinaria que pueda imaginarse La Bella y la Bestia La Bella debe ser maligna; la Bestia, sin duda, es buena. Pero qu secreto puede existir entre estos dos seres, para que ni el uno ni el otro desee ver a su cnyuge?

    En el momento de franquear la puerta de Bagatelle, el defensor de Vauthier gru en alta voz:

    Vamos, Deliot, sacdete! Por obra y gracia de este malhadado Presidente ests aqu, enredado en uno de los ms extraos casos criminales de nuestro tiempo.

    Una semana haba transcurrido desde que el Presidente confiara la defensa de Jacques Vauthier a Vctor Deliot, cuando ste reapareci en el Palacio de Justicia.

    Veamos le dijo Musnier, recibindolo en su despacho. Qu tal va tu caso? Est casi listo respondi Deliot, con un tono desenvuelto que petrific a su

    compaero de juventud. Bravo! .Probablemente vienes a solicitarme una prrroga? No, estar listo para la audiencia del 20 de noviembre. Enhorabuena! Has terminado por arreglrtelas bastante rpidamente. Y qu piensas

    ahora de tu cliente? Permteme no contestar tu pregunta. Como gustes En fin, ests contento? No ests disgustado conmigo por haberte

    nombrado de oficio? Ms adelante te estar agradecido Ahora, deseara trabar conocimiento con mi

    adversario. Goirin? Lo conoces? He odo hablar de l.

  • Tendrs mucho que hacer! Es el abogado de la embajada. Casi siempre asume la defensa de personas norteamericanas y, sobre todo, cuando el crimen se comete aqu. En este momento debe encontrarse en el Palacio; lo har llamar.

    Mientras el Presidente daba indicaciones al ujier, Deliot dijo: En el fondo, me prestas un servicio. Me preguntaba si tan ilustre colega condescendera

    a que le presentaran, antes del proceso, a un oscuro abogado de mi especie Bajo su apariencia un poco fra, Goirin es un excelente muchacho. Aunque jams te

    haya visto, estoy convencido de que siente estima por el colega que asume la pesada tarea de defender a este Vauthier. Sus datos profesionales no pueden ser mejores. Aqu viene Entre, por favor, mi querido amigo. Le presento a su nuevo adversario en la causa Vauthier, mi viejo y buen camarada Deliot.

    El apretn de manos cambiado entre los dos abogados fue flojo. El doctor Goirin y el doctor Deliot no se parecan en nada. Fsicamente, Goirin era buen mozo: tena veinte aos menos que su adversario, se expresaba con cierto preciosismo y pareca muy satisfecho de escucharse a s mismo. Moralmente, la diferencia era an mayor. Mientras Vctor Deliot no pensaba ms que en sus clientes, Andr Goirin pensaba slo en l. Desde ese primer encuentro, el defensor de la justicia civil quiso establecer las distancias:

    Creo que es la primera vez, mi querido colega, que usted defiende en la corte criminal

    As es, y no crea que estoy muy orgulloso por eso. Cmo lo comprendo! Es siempre muy difcil adaptarse Por mi parte, prefiero dejar a

    mis colaboradores los casos en lo correccional. El viejo abogado no pestae y contest, amable: Ya que tengo la buena suerte, mi querido amigo, de encontrarlo en el despacho del

    seor Presidente, puedo preguntarle cuntos testigos piensa citar? Una docena. Y usted? Apenas la mitad. No me sorprende! Sus predecesores, en lo que a esto se refiere, me haban dado a

    entender las dificultades a que estamos abocados. No se molestaron mucho dijo sonriendo Deliot. Mi querido colega, nos

    encontraremos en la primera audiencia. Cuando Vctor Deliot se hubo alejado, el elegante Goirin le confi al Presidente: Qu tipo estrambtico! De dnde sale? Llega de las provincias? Qu error, amigo mo! Deliot ser dentro de poco el decano de los miembros del Foro

    de Pars Pero es increble! Se puede saber, mi querido Presidente, por qu le ha confiado

    esta causa? Por tres importantes razones: la primera, porque nadie quera asumir la defensa; la

    segunda, cre justo ofrecerle a un hombre como Deliot un caso que, por fin, lo pondra en

  • evidencia, aunque slo fuera ante sus colegas que, deliberadamente, lo ignoran; y la tercera es porque estimo que su adversario tiene talento.

    S? pregunt escptico Goirin. No es un hombre que se presente en una forma brillante, pero posee, a mi criterio, una

    cualidad que se va extinguiendo cada vez ms dentro de la profesin: ama su oficio.

    La futura abogada Danielle Gny no haba tenido oportunidad, hasta el presente, de poder asistir a un proceso criminal. Los lugares reservados a los miembros del Foro eran siempre concedidos a los colegas en ejercicio; pero este 20 de noviembre, fecha de apertura del Proceso Vauthier, la joven no poda quejarse. Instalada en el banco de la defensa por Vctor Deliot, quien la present como su mejor colaboradora, observaba, con curiosidad, la sala y el ge