el sistema político de la restauración

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EL SISTEMA POLÍTICO DE LA RESTAURACIÓN Y LOS ELEMENTOS OPOSITORES AL MISMO 1- El regreso de los Borbones 2- Bases institucionales y jurídicas de la Restauración 3- La oposición al sistema de la Restauración 4- Alfonso XII y Regencia de María Cristina (1874-1902) 5- Alfonso XIII y crisis del sistema de la Restauración. (1902-1917) El régimen de la Restauración fue consecuencia de la inestabilidad política del reinado de Isabel II y, sobre todo, de los conflictos surgidos durante el Sexenio Democrático que empujaron a la burguesía y al ejército hacia posiciones más conservadoras. En la restauración de Alfonso XII fue decisiva la figura de Cánovas del Castillo, que preparó durante la dictadura del general Serrano (1874) a la opinión pública española para acoger favorablemente al nuevo monarca. En esta línea hay que citar el Manifiesto de Sandhurst, un discurso del príncipe Alfonso, redactado por Cánovas, que resumía su credo político y propugnaba la reconciliación nacional. A finales de 1874 y en contra de los deseos de Cánovas, el general Martínez Campos protagonizó el Pronunciamiento de Sagunto, que proclamaba a Alfonso XII como rey de España. El sistema político de la Restauración pretendía construir un régimen estable y duradero. Para ello se inspiraba en la Monarquía Parlamentaria Británica y en el concepto de “Constitución Interna de la Monarquía Española”, según la cual las dos instituciones básicas de la historia de España eran el Rey y las Cortes por lo que el país debía tener una soberanía compartida entre ambas. Cánovas recuperaba, así, muchos de los principios del antiguo partido moderado y, por lo tanto, del liberalismo doctrinario. La Constitución de 1876 definió el sistema político de la Restauración; se caracteriza por su flexibilidad (se le denominó “cheque en blanco”) para que fuera aceptable por todas las fuerzas políticas que integraron el sistema. Algunos de sus principios fueron: imperfecta división de poderes al otorgar al monarca la facultad de vetar las iniciativas del legislativo; soberanía compartida entre las Cortes y el Rey; el poder ejecutivo residía en el rey; amplia declaración de derechos pero poco definidos de manera que se podían limitar a través de las leyes que desarrollaban la Constitución; estado confesional, aunque se permitía el culto privado de otras religiones. Otro aspecto que recordaba el sistema británico era el bipartidismo: dos partidos se sucedían pacíficamente en el poder renunciando a los pronunciamientos militares para conseguir la 1 2 1

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Page 1: El sistema político de la Restauración

EL SISTEMA POLÍTICO DE LA RESTAURACIÓN Y LOS ELEMENTOS OPOSITORES AL MISMO

1- El regreso de los Borbones2- Bases institucionales y jurídicas de la Restauración3- La oposición al sistema de la Restauración4- Alfonso XII y Regencia de María Cristina (1874-1902)5- Alfonso XIII y crisis del sistema de la Restauración. (1902-1917)

El régimen de la Restauración fue consecuencia de la inestabilidad política del reinado de Isabel II y, sobre todo, de los conflictos surgidos durante el Sexenio Democrático que empujaron a la burguesía y al ejército hacia posiciones más conservadoras. En la restauración de Alfonso XII fue decisiva la figura de Cánovas del Castillo, que preparó durante la dictadura del general Serrano (1874) a la opinión pública española para acoger favorablemente al nuevo monarca.

En esta línea hay que citar el Manifiesto de Sandhurst, un discurso del príncipe Alfonso, redactado por Cánovas, que resumía su credo político y propugnaba la reconciliación nacional. A finales de 1874 y en contra de los deseos de Cánovas, el general Martínez Campos protagonizó el Pronunciamiento de Sagunto, que proclamaba a Alfonso XII como rey de España.

El sistema político de la Restauración pretendía construir un régimen estable y duradero. Para ello se inspiraba en la Monarquía Parlamentaria Británica y en el concepto de “Constitución Interna de la Monarquía Española”, según la cual las dos instituciones básicas de la historia de España eran el Rey y las Cortes por lo que el país debía tener una soberanía compartida entre ambas. Cánovas recuperaba, así, muchos de los principios del antiguo partido moderado y, por lo tanto, del liberalismo doctrinario.

La Constitución de 1876 definió el sistema político de la Restauración; se caracteriza por su flexibilidad (se le denominó “cheque en blanco”) para que fuera aceptable por todas las fuerzas políticas que integraron el sistema. Algunos de sus principios fueron: imperfecta división de poderes al otorgar al monarca la facultad de vetar las iniciativas del legislativo; soberanía compartida entre las Cortes y el Rey; el poder ejecutivo residía en el rey; amplia declaración de derechos pero poco definidos de manera que se podían limitar a través de las leyes que desarrollaban la Constitución; estado confesional, aunque se permitía el culto privado de otras religiones.

Otro aspecto que recordaba el sistema británico era el bipartidismo: dos partidos se sucedían pacíficamente en el poder renunciando a los pronunciamientos militares para conseguir la alternancia. El partido Conservador, dirigido por Cánovas, recogía a los moderados y alfonsinos, con el apoyo de la alta burguesía terrateniente, nobleza y altos cargos del ejército. El partido Liberal-Fusionista dirigido por Sagasta englobaba a los grupos burgueses más progresistas y demócratas e incluso a un sector de los republicanos; contaba con el apoyo de profesionales liberales, comerciantes, banqueros, oficiales del ejército y funcionarios.

El sistema se basaba en la alternancia pacífica (turno) en el poder de los dos partidos dinásticos: conservadores y liberales. Se generaba una sensación de alternancia política más aparente que real: no se producía como consecuencia del juego electoral sino que la alternancia estaba pactada de antemano y se conseguía gracias al fraude dirigido por los caciques (notables locales con influencia en la administración) principalmente en las circunscripciones rurales.

El sistema político de la Restauración dejaba fuera de la alternancia en el poder a una serie de fuerzas políticas y sociales que van a constituir la oposición al mismo: carlismo, republicanismo, movimientos obreros y regionalismos.

El carlismo, tras su derrota militar en 1876 (fin de la Tercera Guerra Carlista) entrará en una grave crisis y se readaptará para convertirse en un nuevo partido político capaz de tomas parte en los procesos electorales. Para este fin, el pretendiente Carlos de Borbón deposita su confianza en Cándido Nocedal.

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En cuanto al republicanismo, tras el fracaso de la experiencia de la Primera República tuvo que hacer frente al desencanto de parte de sus seguidores y la represión de los gobiernos monárquicos. Se hallaban fuertemente divididos entre los republicanos posibilistas (Castelar), los republicanos federales (Pi y Margall) y los republicanos progresistas (Ruiz Zorrilla). El republicanismo siempre había recibido el apoyo de las clases populares, al recoger muchas de sus aspiraciones, sin embargo en este momento con el auge de los movimientos obreros irá perdiendo parte de su base social.

El movimiento obrero, surgido durante el Sexenio, se desarrolla en la época de la Restauración por el avance de la industrialización y la Ley de Asociaciones que legalizaba las organizaciones obreras. El anarquismo será la corriente obrera mayoritaria, en 1881 se fundará la Federación de Trabajadores de la Región Española. El anarquismo se escindirá en una corriente partidaria de la vía pacífica y otra partidaria de la acción violenta. En cuanto al socialismo, en 1879 se funda el PSOE y en 1888 el sindicato socialista UGT, los socialistas participan en las elecciones en coalición con los republicanos, consiguiendo su primer diputado en 1910.

La gran novedad de la época de la Restauración fue la aparición de los regionalismos y nacionalismos. El catalanismo fue el movimiento nacionalista más temprano y en la época de la Restauración adquiere su formulación política con las Bases de Manresa (Prat de la Riba). El nacionalismo vasco surge de la mano de Sabino Arana, con una clara herencia carlista se convierte en un movimiento separatista y antiespañolista.

La primera época del periodo de la Restauración se corresponde con el reinado de Alfonso XII (1875-1885) y es el periodo de los éxitos del sistema de Cánovas: se consigue el mayor periodo de estabilidad política de todo el siglo XIX y se apartó a los militares de la política. Se pone fin a la Tercera Guerra Carlista (1876) y a la Guerra de Cuba (1878). Alfonso XII muere en 1885, ocupando la Regencia su esposa María Cristina de Habsburgo. Cánovas y Sagasta firman en 1885 el Pacto de El Pardo por el cual se comprometen a mantener el sistema del turno y dar estabilidad al país. Entre 1885 y 1990 tiene lugar el Parlamento Largo, periodo de gobierno del Partido Liberal en el que se realizan algunas reformas tendentes a darle una apariencia más democrática al régimen político de la Restauración: Ley de Asociaciones (1887) y Ley de Sufragio Universal (1890).

La crisis más importante a la que debe hacerse frente durante la Regencia será una nueva guerra en Cuba (1895-1898) que supondrá la derrota ante los Estados Unidos y la pérdida de la soberanía sobre los territorios del Caribe y Filipinas tras la firma del Tratado de París. El descontento por la crisis del 98 provocó un movimiento cultural y político, el Regeneracionismo, que reconocía el atraso de España con respecto al resto de Europa y exigía una renovación política, social y cultural.

En 1902 comienza el reinado de Alfonso XIII, caracterizado por una larga crisis política que afectará a los fundamentos mismos del sistema de la Restauración. La crisis se producirá, por un lado, por la inestabilidad de los partidos del turno una vez desaparecidos sus líderes históricos (Cánovas, Sagasta) y, por otro lado, por el crecimiento de las fuerzas políticas excluidas de la alternancia en el poder. Se intentará, sin éxito, reformar el sistema desde dentro (“revisionismo”) por parte de Maura (“Instituto Nacional de Previsión”) y, sobre todo, de Canalejas (“Ley del Candado”, “Ley de Reclutamiento”).

La primera de las grandes crisis se producirá en 1909 en Barcelona (“Semana Trágica”) con una explosión de descontento popular motivada por el problema del paro industrial y el embarque de soldados a la guerra de Marruecos. En 1917, se producirá la otra gran crisis del periodo. En realidad se trata de la coincidencia en el tiempo de tres crisis superpuestas: protestas y presiones de los militares contra el gobierno; asamblea de parlamentarios que exigen un cambio de gobierno y unas Cortes Constituyentes; crisis social, iniciada con una huelga general en agosto de 1917 que fue durísimamente reprimida por el gobierno haciendo uso del ejército.

Tras los sucesos de 1917 se hizo patente la inoperancia del sistema político y su incapacidad de abrirse a un modelo más democrático; los intentos de recomponerlo con gobiernos de concentración fracasaron; el auge de los nacionalismos y de los movimientos obreros inquieta a determinados sectores de la sociedad que empiezan a considerar la conveniencia de un gobierno autoritario: quedaba así abierta de nuevo la vía de los pronunciamientos.

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