el sistema-mundo del capitalismo tardío: biopolítica y nihilismo

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El sistema-mundo del capitalismo tardío: biopolítica y nihilismo Lic. Marco Mallamaci Universidad Nacional de San Juan [email protected] Introducción Hace 500 años Europa impulsó un proceso de transformación sociopolítica con un alcance inédito hasta ese momento. Tras el ocaso del Medioevo los reinos católicos, ya inmersos en ciertas dinámicas económicas proto-capitalistas, abrieron el mapa hacia el Atlántico y con ello nació el nuevo orden global. Europa y el capitalismo conquistaron el planeta, de allí en más el sexto sol 1 ardió sin piedad sobre toda la faz del globo. Existen posiciones teóricas que intentan plantear que ese capitalismo que nacía sobre el Renacimiento europeo, en realidad siempre existió bajo diversas formas. Algo así como que se trata de un sistema inevitable que rige las formas de intercambio entre los humanos desde la prehistoria. Por ejemplo dice el francés Onfrey que: una conchilla rara es más valiosa que una común, en esa diferenciación presente desde los periodos antiguos, habría comenzado el capitalismo. Entonces el capitalismo sería una especie de sistema plástico: fue prehistórico, neolítico, egipcio, antiguo, medieval, feudal, industrial, totalitario, liberal, consumista, y hoy es ecologista. Pero lo cierto es que esta visión tiene un alcance epistemológico paupérrimo; entender la funcionalidad del capitalismo no tiene que ver con que los humanos siempre han intercambiado objetos y valores utilitarios. Comprender el capitalismo tiene que ver con echar luz sobre un proceso de transformaciones históricas que, a través de la creación de nuevas formas de entramados sociales, dio lugar a ciertas lógicas sociopolíticas-económicas que configuraron las lógicas del poder de los últimos 500 años. A grandes rasgos y en forma muy burda se pueden diferenciar cuatro formas del capitalismo: un proto-capitalismo burgués en el fin del Medioevo, un capitalismo mercantilista en el comienzo de la Modernidad, un capitalismo industrial a partir del siglo XIX y un capitalismo financiero entrando en el siglo XX. Pero hacer este tipo de divisiones históricas tiene siempre una trampa: hay que explicitar el criterio con el cual se demarcan las etapas, se podrían generar tantas etapas como criterios se nos ocurran. Pero existen ciertos elementos que son una constante dentro de las etapas nombradas y que permiten esbozar un perfil del capitalismo y diferenciarlo de otros sistemas más antiguos. Principalmente, a mi juicio, hay tres elementos específicos que delimitan la funcionalidad de la era capitalista: el hecho de que aparecieran trabajadores libres (o sea la caída del sistema esclavista), el fenómeno de la circulación y la configuración de un sistema global de economía-mundo. El primero y el segundo no me interesan ahora, lo que busco es enfocar el tercer elemento: la idea de que el capitalismo funciona sobre los engranajes y lógicas de una economía-mundo. Según Wallerstein en la historia han existido dos formas de sistema-mundo: el imperio-mundo y la economía- mundo. La configuración de imperio-mundo se caracteriza por la conformación de un sistema político único que se extiende por sobre todo un campo social. Allí el grado de efectividad de la organización política se va atenuando en forma gradual según las posibilidades de control del poder central sobre los distintos puntos del imperio. Por otro lado aparecen aquellos sistemas en los cuales no existe una organización política única que se extienda sobre todo el espacio, estos últimos son economías-mundo. Para ejemplificar esto: la organización romana de los siglos I al V era un imperio-mundo; desde Roma se organizaban conquistas que posibilitaban ir encadenando nuevos territorios sobre los que se extendía el poder y el sistema político de los Césares. Pero si ponemos el ojo sobre la organización global del siglo XX claramente se ve que no hay un sistema político que se extienda sobre todo el tejido social, lo que encontramos son diversas formaciones y organizaciones políticas unidas por una red económica. O sea, 1 Cfr. DUSSEL E. 1492 El encubrimiento del otro, La Paz, Plural editores, 1994.

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V Jornadas de Debates Actuales de la Teoría Política Contemporánea, Bs.As. 2014 El sistema-mundo del capitalismo tardío: biopolítica y nihilismoLic. Marco MallamaciUniversidad Nacional de San Juan

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El sistema-mundo del capitalismo tardío: biopolítica y nihilismo

Lic. Marco Mallamaci Universidad Nacional de San Juan

[email protected]

Introducción

Hace 500 años Europa impulsó un proceso de transformación sociopolítica con un alcance inédito hasta ese momento. Tras el ocaso del Medioevo los reinos católicos, ya inmersos en ciertas dinámicas económicas proto-capitalistas, abrieron el mapa hacia el Atlántico y con ello nació el nuevo orden global. Europa y el capitalismo conquistaron el planeta, de allí en más el sexto sol1 ardió sin piedad sobre toda la faz del globo. Existen posiciones teóricas que intentan plantear que ese capitalismo que nacía sobre el Renacimiento europeo, en realidad siempre existió bajo diversas formas. Algo así como que se trata de un sistema inevitable que rige las formas de intercambio entre los humanos desde la prehistoria. Por ejemplo dice el francés Onfrey que: una conchilla rara es más valiosa que una común, en esa diferenciación presente desde los periodos antiguos, habría comenzado el capitalismo. Entonces el capitalismo sería una especie de sistema plástico: fue prehistórico, neolítico, egipcio, antiguo, medieval, feudal, industrial, totalitario, liberal, consumista, y hoy es ecologista. Pero lo cierto es que esta visión tiene un alcance epistemológico paupérrimo; entender la funcionalidad del capitalismo no tiene que ver con que los humanos siempre han intercambiado objetos y valores utilitarios. Comprender el capitalismo tiene que ver con echar luz sobre un proceso de transformaciones históricas que, a través de la creación de nuevas formas de entramados sociales, dio lugar a ciertas lógicas sociopolíticas-económicas que configuraron las lógicas del poder de los últimos 500 años. A grandes rasgos y en forma muy burda se pueden diferenciar cuatro formas del capitalismo: un proto-capitalismo burgués en el fin del Medioevo, un capitalismo mercantilista en el comienzo de la Modernidad, un capitalismo industrial a partir del siglo XIX y un capitalismo financiero entrando en el siglo XX. Pero hacer este tipo de divisiones históricas tiene siempre una trampa: hay que explicitar el criterio con el cual se demarcan las etapas, se podrían generar tantas etapas como criterios se nos ocurran. Pero existen ciertos elementos que son una constante dentro de las etapas nombradas y que permiten esbozar un perfil del capitalismo y diferenciarlo de otros sistemas más antiguos. Principalmente, a mi juicio, hay tres elementos específicos que delimitan la funcionalidad de la era capitalista: el hecho de que aparecieran trabajadores libres (o sea la caída del sistema esclavista), el fenómeno de la circulación y la configuración de un sistema global de economía-mundo.

El primero y el segundo no me interesan ahora, lo que busco es enfocar el tercer elemento: la idea de que el capitalismo funciona sobre los engranajes y lógicas de una economía-mundo. Según Wallerstein en la historia han existido dos formas de sistema-mundo: el imperio-mundo y la economía-mundo. La configuración de imperio-mundo se caracteriza por la conformación de un sistema político único que se extiende por sobre todo un campo social. Allí el grado de efectividad de la organización política se va atenuando en forma gradual según las posibilidades de control del poder central sobre los distintos puntos del imperio. Por otro lado aparecen aquellos sistemas en los cuales no existe una organización política única que se extienda sobre todo el espacio, estos últimos son economías-mundo. Para ejemplificar esto: la organización romana de los siglos I al V era un imperio-mundo; desde Roma se organizaban conquistas que posibilitaban ir encadenando nuevos territorios sobre los que se extendía el poder y el sistema político de los Césares. Pero si ponemos el ojo sobre la organización global del siglo XX claramente se ve que no hay un sistema político que se extienda sobre todo el tejido social, lo que encontramos son diversas formaciones y organizaciones políticas unidas por una red económica. O sea,

1 Cfr. DUSSEL E. 1492 El encubrimiento del otro, La Paz, Plural editores, 1994.

aparece un multinacionalismo trenzado en una cadena de intereses económicos, esto es una economía-mundo. Entonces, el proceso de transformaciones encabezado por Europa desde el fin del Medioevo fue una especie de motor histórico que expandió el capitalismo hacia todo el planeta generando un sistema-mundo, una economía-mundo. 1. El capitalismo en tanto economía-mundo

La perspectiva del sistema mundializado de poder es una de las claves para entender cómo se produce la Modernidad, cómo se expanden a escala planetaria las formas políticas y económicas propias de la experiencia europea y el lugar que terminan ocupando las distintas regiones en el mapa geopolítico contemporáneo. El sistema mundo moderno es producido en el proceso de expansión colonial europea que conecta por primera vez las diferentes regiones del planeta y genera así una nueva escala global. Las experiencias locales de cualquier región del planeta en la era capitalista son impensables por fuera de su interconexión en el marco de este sistema mundial.

Desde fines del siglo XV Europa comenzó su expansión geo-política-económica. La novedosa mentalidad capitalista fue la motivación principal para la ocupación europea en América, África y Asia. Aunque en primer lugar fueron España y Portugal las pioneras en la colonización de otros continentes, las naciones que comenzaron a dominar el comercio y a impulsar la industria fueron principalmente Holanda, Inglaterra y Francia. Entre teorías mercantilistas y procesos de colonización se expandía la economía-mundo del capitalismo liberal. Según Wallerstein, para que se diera dicho proceso de expansión, cayeran barreras del feudalismo y se hiciera posible el despliegue capitalista, fue necesaria la combinación de tres hechos: a) la expansión del trabajo geográfico del mundo, b) el desarrollo de métodos de control del trabajo y de zonas funcionales de la economía-mundo y c) la creación de maquinarias estatales relativamente sólidas en los Estados del núcleo. La institución de este sistema y sus lógicas de poder, se expresaron en la instauración de jerarquías interestatal que definieron lugares desiguales para las sociedades del planeta, siendo las sociedades europeas las que se ubicaron en la cúspide de la pirámide.

La emergencia de este sistema moderno es asociada a una serie de fenómenos. El primero es el capitalismo como sistema económico. El segundo es florecimiento de la ciencia y la tecnología, en parte asociado a las necesidades del capitalismo naciente, que requería aumentar la rentabilidad de los procesos económicos; los llamados descubrimientos, por ejemplo, fueron posibles gracias a los avances tecnológicos en la navegación. El tercero, tiene que ver con la secularización de la vida social o relegación de las instituciones religiosas a la vida privada. El fortalecimiento del capitalismo y los avances tecnológicos influyeron en las formas de ver el mundo en las sociedades de la época, dando más importancia a formas racionales de explicación de las cosas y reduciendo el papel de la religión. Y el cuarto, es el sistema de Estados. Junto con la sustancialización de los Estados europeos se crearon Estados dependientes de las metrópolis: las colonias. Así apareció un esquema de organización política en el que las sociedades europeas ocuparon el lugar de centros del sistema y las colonias lugar periférico siempre anclado a las decisiones de las metrópolis centrales. Finalmente, el quinto elemento es el universalismo, que es una idea según la cual todos los conocimientos, valores y derechos de una sociedad (las europeas en este caso) pertenecen a todas las personas. El universalismo en sí, podría ser entendido como un concepto liberador, en tanto que ofrece una idea de igualdad para todos; sin embargo históricamente tomó una forma imperialista, en tanto quienes tenían el poder en aquel momento lo emplearon para imponer sus valores a las sociedades que sometían. El lugar que ganó Europa en el proceso dl surgimiento de este sistema la llevó a ser el centro del poder en el contexto mundial durante los XVIII, XIX y XX.

Siguiendo la perspectiva que desarrolla Wallerstein sobre dicho proceso histórico se puede decir que el sistema-mundo capitalista funciona sobre dinámicas de crecimiento desde una división entre centros y periferias que permite el desarrollo de ciertas regiones a expensas de otras. Para sintetizar

este planteo: el capitalismo se expande desde las fuerzas conquistadoras de la Europa moderna e instaura una economía-mundo organizada entre zonas nucleares y zonas periféricas. Esa configuración del mapa geopolítico se ve tanto en la fortaleza de los Estados, en la división internacional del trabajo como en el desarrollo económico-tecnológico de las diversas regiones. En este marco las periferias quedarán condenadas a un relego crónico, a lo que Galeano llama la doble tragedia del colonialismo. Esta doble tragedia tiene que ver con que las culturas periféricas del capitalismo debieron afrontar por un lado ser el sector perdedor en el capítulo del proceso de concentración de capitales, esto impidió que las periferias dieran el salto hacia la acumulación originaria, y por otro lado afrontar la necesidad de compensar el atraso en un mundo ya industrializado2.

Sin entrar en profundidad en el proceso en cuestión, lo que debe quedar en claro de todo esto es que, los núcleos del sistema son los que pudieron cosechar los frutos de la del capitalismo: desarrollo tecnológico, institucionalidad social fuerte y estable, economías pujantes, desarrollo industrial, confort y alto nivel de vida. 2. La visión de Weber y el surgimiento del capitalismo (parte 1)

Buscar las causas del surgimiento de este proceso es un trabajo que puede ser encarado desde diferentes perspectivas: desde lo netamente económico, desde los sistemas políticos, desde una visión evolucionista, etc. Lo que me interesa aquí es tomar el razonamiento que desarrolla Weber cuando explica las relaciones entre el surgimiento del capitalismo y la ética protestante. Lo que hace Weber es enfocar los sistemas religiosos-éticos-morales para comprender el surgimiento del capitalismo. El estudio weberiano se enfoca en la posibilidad de comprender las relaciones entre el surgimiento del sistema moderno, las determinaciones irracionales ocultas en la religión y las pautas morales de la Europa post-medieval. La idea de Weber no es plantear un reduccionismo causal inverso al materialismo de Marx, sino mostrar como las ideologías y las estructuras morales influyen en las formaciones materiales concretas económicas. Lo que mostrará Weber es que entre esos factores se encuentran las pautas morales del cristianismo y las mutaciones surgidas de la Reforma. Para Weber uno de elementos históricos que explican la moderna mentalidad capitalista están en la ética metódica y racionalista de las religiones cristianas desprendidas de la Reforma. Haciendo una burda síntesis se puede decir que, lo que habría sucedido allí es que el metodismo escolástico de la contemplación esperanzada en la vida eterna del más allá se habría transformado en una laboriosidad metódica que responde a una ética que persigue glorificar a Dios en la tierra. Esa mentalidad surgida con el protestantismo sería el tipo de racionalidad que así impuso con el surgimiento del capitalismo. De hecho no debería verse como una casualidad el hecho de que los países protestantes fueron los que terminaron por ocupar las zonas nucleares de la moderna economía-mundo. Lo que me interesa tomar de aquí es esta idea weberiana de que uno de los elementos para tomar en cuenta en la comprensión de los procesos socio-históricos está oculto en las ideologías y en las creencias colectivas. O sea, si bien la materialidad económica puede explicar ciertas formaciones ideológicas, también hay formaciones inmateriales que explican los procesos de la economía concreta. Entonces, para Weber las conductas económicas del surgimiento de la Modernidad y el capitalismo son indisociables de la vida religiosa. El punto central del autor alemán giraba en torno a qué era lo que regía las conductas de los individuos entre los siglos XVI y XVII, en el nacimiento del capitalismo. “[…] en un tiempo en el que el más-allá lo era todo, en el que de la admisión a la comunión dependía la posición social del cristiano […], que nosotros, individuos modernos ya no podemos ni imaginar; los poderes religiosos […] eran los constructores decisivos del carácter del pueblo.”3 Lo que planteaba Weber era que para comprender tanto el surgimiento del capitalismo como los posteriores posicionamientos

2 Cfr. GALEANO E. Las venas abiertas de América Latina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2010. 3 WEBER M. La ética protestante y el espíritu capitalista, Buenos Aires, Prometeo, 2010, p. 19.

económicos-regionales se debía prestar atención a los procesos heredados del mundo religioso, ético y moral de la época de Lutero. De hecho hasta el mismo Marx, en El Capital4, supo poner de relieve la importancia de los prejuicios cristianos en la configuración de las sociedades capitalistas. Si se sigue el razonamiento tomado de Weber y se busca trabajar sobre el capitalismo tardío se puede preguntar: así como Weber dirigía su mirada hacia los sistemas religiosos-éticos-morales para comprender las pautas socio-económicas de las cuales surgiera el capitalismo ¿hacia dónde se deberí dirigir la mirada para comprender las posibilidades de transformación del sistema capitalista-liberal en el comienzo del siglo XXI? ¿Siguen siendo el cristianismo y la religión elementos determinantes en el funcionamiento de las sociedades occidentales? ¿Siguen siendo determinantes las pautas morales a la hora de comprender la acción social en el capitalismo tardío? Tal vez la llave para pensar estas preguntas nos la dejó Nietzsche.

Tal vez para pensar, hoy, el capitalismo y su futuro se debiera enfocar la configuración de un mundo occidental que, en vez de estar moral e ideológicamente organizado sobre una mentalidad y un sentido ético religioso como el que visualiza Weber en época del nacimiento del sistema, se trata de una sociedad de últimos hombres que ya no se permiten aferrarse al más-allá. Más bien todo pareciera agotarse en el esquema nihilista profetizado por Nietzsche: “mucho trabajo - un poco de veneno de vez en cuando - mucho entretenimiento - mucho veneno al final para un morir agradable”. El perfil moral de la sociedad occidental contemporánea tal vez puede ser rotulada como un capitalismo-liberal-nihilista. ¿Qué implica este perfil? 2.1. Nihilismo

No digo nada nuevo si afirmo que el pensamiento filosófico moderno (europeo) fue una especie de redundancia profética. Desde Hobbes hasta Nietzsche, una y otra vez se trabajó en construir enormes sistemas de pensamiento que finalmente desembocaban en una salida lógica, racional y esperanzadora para la historia de la humanidad. Lo podría llamar racionalidad teleológica. Y sin bien la gran mayoría de los que hoy trabajan desde el pensamiento latinoamericano no dudarían en amonestarme fuertemente por lo que voy a afirmar, creo que dentro de ese río racional moderno hay más de un acierto en materia de predicciones. Dentro de esos aciertos puedo incluir parte del planteo nietzscheano sobre la historia occidental como despliegue nihilista. Los dos conceptos centrales que quiero rescatar del pensamiento de Nietzsche son el de último hombre y el de nihilismo.

Dice Nietzsche: “Lo que yo cuento aquí es la historia de las próximas dos centurias. Describo lo que vendrá […] el advenimiento del nihilismo. Esta historia puede ser contada ya ahora; pues opera en ella la necesidad misma. […] ¿Qué significa el nihilismo? Significa que se desvalorizan los más altos valores. Falta la meta; falta la respuesta al ¿por qué? […] El nihilismo radical es el convencimiento […] de que no tenemos el menor derecho de suponer un más-allá o un en-sí de las cosas […]. Tras haber perdido la fe en tal autoridad, se anda por costumbre en procura de otra autoridad […]. Entonces, la autoridad de la conciencia […], o la autoridad de la razón. O el instinto gregario […]. O la Historia […] Por último: la felicidad y, con cierta dosis de hipocresía, la felicidad del mayor número posible de personas. […]”5. En este párrafo está resumida la visión nihilista de Nietzsche. Sin entrar en el largo desarrollo del proceso nihilista de la historia, voy a intentar aclarar qué entiendo por nihilismo. El nihilismo tiene en primer lugar un sentido negativo como decadencia vital y retroceso del poder del espíritu. Este proceso de decadencia de la cultura occidental se habría iniciado con el socratismo y tanto el platonismo como el cristianismo se habrían encargado de prolongarlo. ¿Qué es esa decadencia? Es la inversión de aquellos valores que concuerdan con la posibilidad de la potenciación de las fuerzas instintivas-vitales. El planteo es que desde Sócrates se ha puesto la vida en función de la razón; el conceptualismo socrático-platónico se habría acentuado con el cristianismo, cuyos valores de sometimiento, de resignación y de

4 MARX K. El Capital, México, Fondo de Cultura Económica, 1973, pp. 20-27. 5 NIEZTSCHE F. Obras Completas, vol. IV, Buenos Aires, Prestigio, 1951, pp. 433-462.

culpabilidad, serían el fruto del resentimiento contra todo lo vital. El fruto de todo ello ha sido la pérdida del sentido del devenir y la formación de una moral de esclavos. El nihilismo es entonces el cumplimiento de la esencia de la metafísica occidental decadente y coincide con el movimiento histórico propio de la cultura occidental. Nietzsche ve aquí un agotamiento de la vida, ve la decadencia de los instintos de potencia y fortaleza.

Cuando la fuerza vital fue negada en favor de la lógica categorial y la luminosidad del concepto, el racionalismo habría dejado establecido el destino de Occidente: el camino del desierto, el nihilismo. La ratio socrática, el platonismo y el cristianismo conforman al hombre europeo como hombre teorético, como contemplador de la vida. Esta sobrevaloración del acceso a lo eternamente verdadero significa una minusvaloración de la vida, la negación de este mundo. El nihilismo surge como depreciación de la inmediatez de la vida; radica en decir que lo que es, no es lo que parece ser en el tráfico normal del devenir.

Para esquematizar: si en un comienzo los humanos eran una especie de fieras bípedas que divagaban por el planeta cazando y conquistando el espacio vital; cuando esos humanos se detuvieron, miraron su interior y descubrieron un mundo de preguntas, dudas y una conceptualidad infinita, comenzaron el camino nihilista, el camino de la decadencia vital. Lo que Nietzsche muestra es que cuando comenzaron las preguntas sobre qué hay más allá de la vida, cuál es el principio verdadero que rige el mundo de las apariencias o cuál es el fin y sentido último de la existencia; los hombres estaban mostrando un sigo de cansancio. La inmediatez de la vida perdía sentido y este se reubicaba en un supuesto más-allá, el centro de gravedad de la existencia dejó de estar en la tierra para ubicarse en una dimensión eterna e inmaculada. Eso sería para Nietzsche ubicar el centro gravitacional de la vida en la nada: un nihilismo. Entonces, el sentido fueron primero las fuerzas naturales, después los dioses, luego la conciencia y finalmente la historia.

Tras este movimiento viene el último hombre. Este es el más duradero y el más despreciable, aquél que se contenta con el pragmatismo, el cientifismo o la tecnocracia; el que ha sustituido a Dios por su comodidad, el que cree que ha inventado la felicidad. Un hombre cuya vida sin Dios, carece de sentido, y que representa la ruina de la civilización; sería la culminación de la decadencia nihilista. Con el último hombre, finalmente la búsqueda de sentido en el más-allá ha terminado, ya no hay derecho a suponer un fin existencial o a vivir en base a teleologías. El nihilismo acaba por consumarse en el “todo carece de sentido“.

Esa ausencia de sentido se hace efectiva en una atmosfera vital cargada de una cierta apatía, en un pragmatismo que se contenta con la comodidad; ya los hombres no viven en base a grandes proyectos que le otorguen un centro gravitacional a la existencia, sino que al tomar conciencia de que nada tiene sentido la felicidad queda asfixiada en la inmediatez tecnocrática del confort.

Pasada algunas décadas de la segunda guerra mundial, con el auge tecnócrata y el alto nivel de vida alcanzado en Europa y Estados Unidos, los analistas sociales parecieran haber comenzado a darle la razón a Nietzsche. La Posmodernidad comenzaba a mostrarse como una oda al nihilismo. Así como en la Modernidad el pensamiento europeo era una especie de superabundancias de profecías que una y otra vez predecían el camino teleológico de la humanidad, la segunda mitad del siglo XX nos deja con un coro posmoderno que proclama una especie de “defensa” del nihilismo desde una crítica hacia el pensamiento occidental en tanto pensamiento del fundamento6. Por ejemplo la voz de Vattimo lleva a la idea de que en la época del capitalismo tardío habría que instalarse en la edad post-metafísica: la Posmodernidad7. En este nihilismo lo central es el debilitamiento del ser fundante de la metafísica racional tradicional. El hombre posmoderno habría comprendido que no hay sentido, porque no hay

6 Cfr. VATTIMO G. El fin de la modernidad. Barcelona, Planeta-Di Agostini, 1994. 7 Cfr. Ibídem.

fundamento metafísico8. Vattimo toma a Nietzsche para continuar la idea de que el nihilismo significa aceptar la desvaloración de los valores supremos. Lo que queda es la posibilidad de las interpretaciones narrativa de la historia9. Entonces, el nihilismo trae a un hombre posmoderno que goza de una nueva movilidad y creatividad que caracteriza el final de la astucia de la razón.

En este pregón nihilista también se los puede sumar, entre otros, a Lyotard y a Lipovetski que entienden que, en la Postmodernidad lo central es la caída de los grandes relatos y la fundamentación teórica. En nuestro capitalismo nihilista ya no existiría un sentido unívoco sobre las relaciones sociales. El hombre occidental contemporáneo vive una realidad desfondada, el sujeto ya no puede ser entendido como un núcleo firme, todo se agota en la acción, la decisión, la creación y el devenir10. También Jean-Luc Nancy toma este hilo para plantear que la actual civilización occidental está llegando a su fin y que la que viene transformará la metafísica hacia una práctica que no necesita un Dios como principio que da sentido. Esto conlleva una profunda crítica sobre el sistema de valores: somos la civilización de la igualdad total (afirma Nancy), pero todo es tan igual como indiferente.

Para agregar voces de otras zonas se podrían tomar algunas metáforas del sociólogo Bauman cuando se refiere a que, hoy las sociedades estarían conformada por una masa líquida. Esa masa no sería más que una masa idiota, descreída y sin valores morales (nihilismo). Esta posmodernidad habría potenciado tres espacios: la macrodiscoteca: sexo, alcohol, ruido y drogas; el macrocentro comercial: consumo desenfrenado; y el estadio de futbol: nuevo circo romano donde se desahogan pasiones. Para Bauman, lo sólido de la Modernidad está liquidado y en su lugar emerge una sociedad en estado líquido. La Modernidad líquida está dominada por la inestabilidad y la desaparición de los referentes en los que se anclaban las certezas: nuevamente la foto del desierto.

Entonces, cuando se da una mirada al pensamiento occidental contemporáneo pareciera que la profecía nietzscheana es una realidad, pareciera que el Capitalismo tardío se mantiene vivo alimentado por una gran sociedad global de últimos hombres que avanzan al compás del Nihilismo. Dice Zaratustra: “Voy a hablarles de […] el último hombre […] Yo os muestro el último hombre. […] ¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella?, así pregunta el último hombre, y parpadea. […] La tierra se ha vuelto pequeña […] y sobre ella da saltos el último hombre, que todo lo empequeñece. Su estirpe es indestructible […] el último hombre es el que más tiempo vive. […] Nosotros hemos inventado la felicidad, dicen los últimos hombres, y parpadean. […] Un poco de veneno de vez en cuando […] Y mucho veneno al final, para tener un morir agradable. […] La gente continúa trabajando, pues el trabajo es un entretenimiento. Mas procura que el entretenimiento no canse. […] La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche: pero honra la salud. […] Nosotros hemos inventado la felicidad, dicen los últimos hombres, y parpadean.”11. ¿No parece dicha imagen una fotografía de la sociedad occidental tecnócrata y consumista que intentan pintar Vattimo, Nancy, Lyotard o Bauman? 2.2. Capitalismo y Nihilismo Según la filosofía europea posmoderna la novela nihilista de Nietzsche no sería el fruto del divague de un loco, sino que más bien se trata de la historia misma de Occidente. Tal como lo entendió Nietzsche, al nacer aquella antigua racionalidad que buscaba dar con verdades ocultas detrás del engañoso devenir, nacía el sendero hacia la nada de una especie fatigada y debilitaba en su potencia vital. Tras el largo proceso de transformaciones en las cuales aparecerían los hombres superiores, el sentido en el Yo, en la Historia, en lo político, en la Democracia, etc. finalmente los últimos hombres ocupan el espacio social y el sinsentido existencial se apodera de una especie débil pero longeva, los

8 Cfr. Ibídem. 9 Cfr. VATTIMO G. Más allá de la interpretación, Barcelona, Paidós, 1995. 10 Cfr. LYOTARD J. F. La condición posmoderna, Editorial Cátedra, 1998. 11 NIEZTSCHE F. Así habló Zaratustra, Madrid, Alianza, 1981, pp. 39-40.

últimos hombres saltan sobre un planeta que le ha quedado pequeño, parpadean y se preguntan cuál es próximo escalón en el avance del confort tecnócrata. Con todo lo dicho ¿es este realmente un enfoque acertado? ¿Es tan obvio y cierto que estamos ante una sociedad de último hombres que llevan poco a poco la novela nihilista hasta sus últimas consecuencias? Como se dijo en un comienzo la historia del capitalismo es la historia de los últimos 500 años, es la historia de la mundialización de las sociedades, tal vez es la etapa en la cual el planeta se hizo pequeño y nuestro poder sobre él enorme. En el proceso de expansión y afianzamiento del sistema capitalista se han sucedido una infinidad de mutaciones sociales, entre ellas quiero destacar algunas.

Durante los últimos 500 años la sociedad liberal europea ha impulsado: el Estado Democrático de Derecho Constitucional, la Declaración de los Derechos Humanos, los acuerdos de paz multilaterales, los derechos para los trabajadores, las bolsas de seguros sociales, el derecho a la salud pública, los beneficios del Estado de bienestar, los fondos y salarios para los sectores pasivos de la sociedades, el acceso masivo a los avances tecnológicos, etc. Con esto quiero decir que, en algún sentido, la etapa capitalista pareciera identificarse con aquella caracterización del nihilismo que muestra una sociedad acondicionada en el confort tecnócrata de un Estado que garantiza una cierta igualdad masificada. Si las voces de la plaza gritaban tras el discurso de Zaratustra, pidiendo por el último hombre: ahí tienen el último hombre. Una masa social cómoda que puede descansar en el colchón de beneficios sociales. Si como decía Nietzsche, la especie está cansada ¡¿Qué mejor que el capitalismo constitucional de derecho democrático para descansar!? Con esto me refiero a algo que no estoy descubriendo yo. El capitalismo liberal occidental sería el sistema que ha logrado multiplicar y expandir como ningún otro el acceso a los beneficios sociales en una sociedad igualitaria donde todos tienen derecho a todo y todos tiene derecho a ser respetados en su diversidad . Como bien lo explica Schumpeter12, el capitalismo es la sociedad anti-heroica y racionalista, que ha ahuyentado los misticismos para crear una masa social liberal, laica, utilitaria y terrenal. De a momentos, dicha sociedad pareciera tocar el techo de las posibilidades del bienestar concreto. Entonces otra vez el mismo panorama: las sociedades del buen vivir capitalista pueden ser entendidas como esas masas de últimos hombres de las que hablaba Nietzsche. Hay algo que parece claro, y es que la era capitalista real e innegablemente ha logrado generar ese terreno de bienestar social al cual hago referencia, pero ahí no puede terminar el análisis. Ese terreno de bienestar pareciera haber sido arado solo en los núcleos del sistema. Es como si todas las bondades y logros del capitalismo quedaran concentrados en las zonas nucleares. Si esto es así, se puede decir que estamos ante un sistema que por un lado funciona estructuralmente sobre dinámicas globales, pero por otro florece solo en ciertos puntos del mapa. Los frutos parecieran concentrarse en puntos específicos del sistema geopolítico. Son los núcleos lo que pueden mostrarse como claros abanderados del Estado Democrático de Derecho Constitucional, de la Declaración de los Derechos Humanos, de los acuerdos de Paz multilaterales, de los derechos para los trabajadores, de las bolsas de seguros sociales, de los beneficios del Estado de bienestar, etc. Son los núcleos los que tiene un acceso masivo a los avances tecnológicos. Son los núcleos los que muestran una pauta social anti-heroica y racionalista, que ha ahuyentado los misticismos y que da lugar a una masa social liberal, laica, utilitaria y terrenal. También son los núcleos los que producen esa literatura filosófica que pone de relieve el supuesto perfil nihilista de las sociedades posmodernas. La era postmetafísica del sujeto desfondado, del sinsentido que se agota en la inmediatez tecnocrática y circula entre el pluralismo social; ese paisaje lo pintan los pensadores de los núcleos. Vattimo, Lyotard o Bauman muestran esa sociedad occidental nihilista que encontrándose asqueada de confort y bienestar igualitario, se pregunta ¿dónde encontramos ahora el sentido de la existencia? Pero ¿qué sucedería si se le pregunta a los poetas de

12 SCHUMPETER J.A. Capitalismo, socialismo y democracia, Barcelona, Folio, 1996.

Piura (Perú), a las cantoras de Humahuaca (Argentina), a los vendedores de Villazón (Bolivia) o a los viñateros de Pocito (Argentina) sobre el sentido de la existencia, el agotamiento vital y el confort tecnocrático del sistema capitalista? No voy a responder yo, pregúntenselo a ellos. Lo que si queda claro ante mis ojos es que las bondades del capitalismo liberal se concentran en las zonas nucleares del sistema. Y pareciera que es en aquellos puntos del mapa donde la novela nihilista de Nietzsche se hace realidad. 3. La visión de Weber y el surgimiento del capitalismo (parte 2)

El planteo de Weber tiene dos pilares, por un lado el análisis de las pautas ético-morales que dieron lugar al capitalismo moderno (de las que ya hablamos), y por otro la elaboración de un perfil que visibilice ese capitalismo en su funcionalidad. Ese perfil Weber lo elabora en torno al capitalismo industrial del siglo XIX norteamericano. Entonces, para completar la lógica de análisis weberiana ¿Cómo se puede generar un breve perfil del capitalismo contemporáneo, supuestamente nihilista? Tal vez los elementos de la biopolítica son los más adecuados para enfocar ciertas especificidades del sistema-mundo contemporáneo y obtener así un perfil funcional. El biopoder, tal como lo plantea Foucault, es una racionalidad política brotada del liberalismo moderno donde la naturalidad de la especie humana puede ser parte de la artificialidad política13. Esta es uno de los elementos que marcan la pauta sobre la que se configura el capitalismo tardío. 3.1. Capitalismo biopolítico

La biopolítica puede ser entendida como la aparición, luego del primer capitalismo, de una sociedad disciplinaria en la cual la configuración social se construye sobre ramificaciones de dispositivos que producen y registran costumbres, hábitos y prácticas productivas. Y posteriormente una sociedad de control, desarrollada sobre el extremo final de la Modernidad, en donde los mecanismos de dominio van siendo siempre más inmanentes al campo social, difusos en el cerebro y en los cuerpos de los ciudadanos. La sociedad de control puede ser entendida por la intensificación de los aparatos normalizantes relacionados con las prácticas cotidianas. El punto en que se diferencia el control de la disciplina, es que el nuevo control biopolítico se extiende más allá de las instituciones sociales, toma vías de redes flexibles que se hacen cuerpo. Para entender el capitalismo tardío se debe comprender el biopoder, se debe hacer referencia a una situación en la cual lo que está directamente en juego es la producción y la reproducción de la vida misma.

Hoy, las enormes sociedades transnacionales construyen un tejido fundamental del mundo biopolítico. Las actividades de las sociedades se definen por las estructuras y articulaciones de los territorios y poblaciones que tienden a hacer de los Estados-naciones instrumentos para registrar los flujos de mercancías y monedas. Las sociedades transnacionales distribuyen directamente la fuerza de trabajo entre los diferentes mercados y atribuyen funcionalmente los recursos. Las grandes potencias industriales y financieras producen así, no sólo mercancías, sino también subjetividades. Producen subjetividades en el marco del contexto biopolítico: necesidades, relaciones sociales, cuerpos y espíritus. En la esfera biopolítica, la vida es destinada a trabajar para la producción y la producción a trabajar para la vida. En el capitalismo entendido desde la biopolítica los individuos terminan buscando, incluso antes que la acumulación económica, la seguridad. El capitalismo ofreció a la sociedad seguridad social y regularidad de ingreso. La síntesis política de este nuevo espacio social es fijado en el espacio de la comunicación y los servicios. Es así que las industrias de la comunicación han tomado una posición central. El comercio y las prácticas financieras globales se establecen en un ambiente en donde el consumo de masas, la tecnológica de las comunicaciones y el transporte, se articulan sobre un capitalismo que funciona desde las técnicas del biocontrol.

13 Cfr. FOUCAULT M. Seguridad, territorio, población, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2009, pp. 41-45.

La problemática central gira en torno a una dominación económica que se introduce en el cuerpo de cada habitante y de las multitudes, pensar las posibilidades de Occidente implica pensar desde el espacio de la Biopolítica y la industria de la dominación sobre el cuerpo.

Liberalismo, capitalismo y biopolítica son una ecuación indisoluble. El liberalismo y el sistema capitalista pueden ser entendidos como un fenómeno integral que surgió sobre el fin del Medioevo europeo. La racionalidad biopolítica es la lógica sobre la cual funciona la última etapa del capitalismo-liberal occidental. Aquí, la vida, la salud, la seguridad, la manipulación de intereses, la circulación de mercados, la producción, los servicios y las comunicaciones forman una ecuación a escala global que funcionan sobre la lógica del control panóptico. La ecuación funcional del capitalismo tardío es: panoptísmo virtual – biopolítica – biocontrol – seguridad – vida destinada a la producción – producción destinada a mantener la vida – producción de subjetividades, cuerpos y relaciones – confort tecnocrático – felicidad nihilista agotada en la inmediatez de la hipercomunicación y los servicios tecnológicos. Alinear esta ecuación y preguntar por las posibilidades de cambio del capitalismo o preguntar por el futuro del Occidente capitalista, puede llevar a una respuesta; ¿qué se puede esperar para el futuro del capitalismo? Nada. Esa ecuación pareciera no dejar nada para esperar, más que la reproducción de una sociedad de últimos hombres que resignados al sinsentido de la existencia solo se dedican a trabajar en forma funcional al sistema y a disfrutar de los espacios de confort y ocio que deja libre la rutina. ¿Qué se puede esperar? Nada, la reproducción de una sociedad capitalista biocontrolada panópticamente. Esto se acerca al penoso escenario de una sociedad de esclavos sin amos. ¿Qué significa esto? Que si la ecuación sobre la que avanza el futuro del capitalismo es la funcionalidad del biocontrol sobre una trama de moralidad nihilista, lo que obtenemos es una masa de subjetividades que marchan acompasados con las necesidades del sistema. ¿Y quién maneja el sistema? ¿Quién controla las riendas del biocontrol? Nadie, el sistema capitalista del biocontrol pareciera funcionar solo. La burocracia panóptica virtual ya ha comenzado a funcionar con una cierta autonomía que no deja visualizar en forma concreta a un amo. 4. El futuro del capitalismo

Esta desesperanza es el resultado de un diagnóstico que tiene dos caras: el perfil de la moralidad nihilista y la pauta funcional del capitalismo biopolítico. Pero si bien por un lado el biocontrol pareciera extenderse por todo el planeta, no sucede lo mismo con el despliegue nihilista. Pareciera que la profecía nietzscheana que visualizaba un futuro de últimos hombres, conformes con las bondades de un sistema que brinda un alto grado de bienestar para una gran masa de conciencias convencidas del sinsentido de la existencia, no se aplica a todas las regiones del mapa del sistema-mundo. ¿Quién podría plantear seriamente que las familias nigerianas viven en una atmósfera moral nihilista? ¿Quién podría decir que en Haití la sociedad se contenta con la inmediatez del confort tecnocrático? ¿Podría alguien argumentar que los panaderos del norte argentino trabajan convencidos de que la existencia es un sinsentido y que solo queda disfrutar de los espacios de ocio? Alinear así la ecuación no genera más que esquemas conceptuales caricaturescos. Pero lo que sí se puede afirmar sin miedo al error es que, esas zonas periféricas, que si bien parecieran no entrar en esa supuesta pauta nihilista, sí entran en la funcionalidad de la economía-mundo capitalista. De una u otra forma las periferias producen y trabajan alimentando esa economía-mundo. Y si el planteo tomado de Wallerstein es aceptable, hay que concluir que dichas dinámicas subyugantes entre núcleos y periferias no son algo superable dentro del capitalismo tal como lo conocemos. Esas dinámicas geopolíticas son el motor mismo del capitalismo. Las periferias son parte estructural del sistema.

Entonces ¿qué se puede esperar? Si el confort tecnocrático y el goce de la inmediatez de los servicios y la hipercomunicación se concentra en los núcleos, si en esos núcleos la ecuación se cierra con sociedades que danzan al compás del nihilismo y si la suma de capitalismo biocontrolado y nihilismo pareciera dar como resultado una desesperanza que, solo deja visualizar un sistema de subjetividades

que producen inconscientemente para un amo que no pueden visualizar ¿no convendría redirigir la pregunta sobre el futuro del capitalismo hacia las periferias? ¿No están las esperanzas de un nuevo sistema latentes en las zonas periféricas? Ya se dijo que el capitalismo lleva en sus engranajes las lógicas geopolíticas de las dinámicas núcleos-periferias ¿no se podría plantear que un futuro saludable para el sistema global sería algún tipo de economía-mundo que supere dichas lógicas? ¿Tal vez algún tipo de sistema que logre funcionar sin núcleos y periferias? ¿Tal vez modelos rizomáticos más horizontales? Tal vez habría que comenzar a hablar, no de una economía-mundo o un sistema-mundo, sino de varias economías-mundos y varios sistemas-mundos. Estos cambios bien pueden ser pensados planteando nuevas lógicas socioeconómicas superadoras del capitalismo o bien puede plantearse un capitalismo que constantemente se reacomoda y muta en sus estructuras, hasta que finalmente la suma de mutaciones nos deja ante un nuevo sistema que ya no podría ser llamado capitalismo. Tal vez el capitalismo es un sistema plástico insuperable y solo queda pensar en nuevas formas de lo mismo: ya pasó el capitalismo industrial, vivimos en un capitalismo biopolítico-financiero y podrían pensarse nuevos capitalismo más potentes.

Pero como se dijo, las zonas nucleares del sistema, en las cuales el capitalismo dio sus mejores frutos, parecieran llegar a un punto en el cual la oda nihilista inunda la atmósfera y no deja posibilidades para el cambio. Tal vez el futuro del capitalismo hay que esperarlo como un brote de las periferias. Tal vez ese es el lugar que la historia le guarda a Latinoamérica.

Dice Zaratustra cuando le habla a los últimos hombres: “Voy a hablarles de lo más despreciable: el último hombre […]. Es tiempo de que el hombre fije su propia meta. Es tiempo de que el hombre plante la semilla de su más alta esperanza. […] Todavía es bastante fértil su terreno para ello. Mas algún día ese terreno será pobre y manso, y de él no podrá ya brotar ningún árbol elevado. […] Yo os digo: es preciso tener todavía caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella danzarina. Yo os digo: vosotros tenéis todavía caos dentro de vosotros. […] Llega el tiempo en que el hombre no dará ya a luz ninguna estrella. […] Llega el tiempo del hombre más despreciable, el incapaz ya de despreciarse a sí mismo. […] ¡Mirad! Yo os muestro el último hombre.”14

¿No podría ser la tarea de las periferias arar ese terreno fértil del cual debieran brotar los nuevos árboles?

14 NIETZSCHE F. Así habló Zaratustra, Madrid, Alianza, 1981, pp. 39-40.

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