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    El Sistema CapitalistaMijail Bakunin

    Es preciso repetir los argumentos irrefutables del socialismo, losargumentos que ningn economista burgus ha conseguido des-truir? Qu es la propiedad, que es el capital, bajo su forma actual?

    Para el capitalista y para el propietario es el poder y el derecho,garantizados y protegidos por el Estado, de vivir sin trabajar, ycomo ni la propiedad ni el capital producen absolutamente nadacuando no estn fecundados por el trabajo, es el poder y el derechode vivir por el trabajo ajeno, de explotar el trabajo de aquellos que,no teniendo ni propiedad ni capitales, estn forzados a vender sufuerza productiva a los felices detentadores de la una y de losotros.

    Advertid que dejo aqu absolutamente a un lado esta cuestin:Por qu vas y como ha cado la propiedad y el capital en manosde sus detentadores actuales? Cuestin que, cuando es consideradadesde el punto de vista de la historia, de la lgica y de la justicia,no puede ser resuelta de otro modo que contra los detentadores.Me limito a constatar simplemente que los propietarios y los capi-talistas en tanto que viven, no de su trabajo productivo, sino de la

    renta de sus tierras, del alquiler de sus construcciones, y de losintereses de sus capitales, o bien de la especulacin sobre sus tie-rras y sus construcciones y sobre sus capitales, o bien de la explo-tacin comercial o industrial del trabajo manual del proletariadoespeculacin y explotacin que constituyen sin duda una espe-cie de trabajo, pero un trabajo perfectamente improductivo (segneso tambin los ladrones y los reyes trabajan) que todas esas

    gentes, digo, viven en detrimento del proletariado.

    http://www.portaloaca.com/pensamiento-libertario/textos-sobre-anarquismo/9236-el-sistema-capitalista-mijail-bakunin.htmlhttp://www.portaloaca.com/pensamiento-libertario/textos-sobre-anarquismo/9236-el-sistema-capitalista-mijail-bakunin.html
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    S muy bien que esa manera de vivir es infinitamente honradaen todos los pases civilizados; que es expresa y tiernamente pro-tegida por todos los Estados, y que los Estados, las religiones, to-das las leyes jurdicas, criminales y civiles, todos los gobiernos

    polticos, monrquicos y republicanos, con sus inmensas adminis-traciones policiales, judiciales, y con sus ejrcitos permanentes, notienen propiamente otra misin que la de consagrarla y protegerla.En presencia de autoridades tan poderosas y tan respetables, no me

    permito, pues, preguntar siquiera si esa manera de vivir, desde elpunto de vista de la justicia humana, de la libertad, de la igualdady de la fraternidad humana es legtima. Me pregunto simplemente:

    En esas condiciones la fraternidad y la igualdad entre los explota-dores y explotados, y la justicia, as como la libertad para los ex-plotados, son posibles?

    Supongamos tambin, como lo pretenden los seores econo-mistas burgueses, y con ellos todos los abogados, todos los adora-dores y creyentes del derecho jurdico, todos esos sacerdotes delderecho criminal y civil, supongamos que esa relacin econmicade los explotadores frente a los explotados, y la justicia, as comola libertad para ellos es consecuencia fatal, el producto de una leysocial eterna e indestructible: permanece una verdad que la explo-tacin excluye la fraternidad y la igualdad.

    Excluye la igualdad econmica; eso se entiende por s mismo.Supongamos que soy su trabajador y usted mi patrn. Si le ofrezcomi trabajo al ms bajo precio posible, si consiento en hacerle vivircon el producto de mi trabajo, no es por abnegacin, ni por amor

    fraternal hacia usted ningn economista burgus se atrever aafirmarlo, por idlicos e ingenuos que sean los razonamientos deestos seores cuando se ponen a hablar de las relaciones y de lossentimientos recprocos que deberan existir entre los patrones ylos obreros, no, lo hago porque si no lo hiciese yo y mi familiamoriramos de hambre. Por tanto, estoy obligado a venderle mitrabajo al ms bajo precio posible, estoy obligado a ello por el

    hambre.

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    Perodicen los economistaslos propietarios, los capitalis-tas, los patrones, estn igualmente forzados a buscar y a comprarel trabajo del proletario. Es verdad, estn obligados a ello, peronoigualmente. Ah, si hubiese igualdad entre el que demanda y el

    que ofrece, entre la necesidad de comprar el trabajo y la de vender-lo, no existiran la esclavitud y la miseria del proletariado! Pero esque entonces no habra tampoco ni capitalistas ni propietarios, ni

    proletariado, ni ricos ni pobres; no habra nada ms que trabajado-res. Los explotadores no son y no pueden ser tales precisamentems que porque esa igualdad no existe.

    No existe, porque en la sociedad moderna, donde la produc-

    cin de las riquezas se hace por la intervencin del capital asala-riado del trabajo, el crecimiento de la poblacin es mucho msrpido que el de la produccin, de donde resulta que la oferta deltrabajo debe sobrepasar siempre necesariamente a la demanda, loque tiene que tener por consecuencia infalible la disminu-cin relativade los salarios. Constituida as la produccin, mono-

    polizada, explotada por el capital burgus, se encuentra empujada,por una parte, mediante la concurrencia que se hacen los capitalis-tas entre s, a concentrarse cada da ms en manos de un nmerocada vez ms pequeo de capitalistas muy poderosos pues los

    pequeos y medianos capitales sucumben naturalmente en esa lu-cha asesina, ya que no pueden producir con los mismos gastos quelos grandes, o en manos de sociedades annimas, ms poderosas

    por la reunin de sus capitales que los ms grandes capitalistasaislados; por otra parte, es obligada por esa misma concurrencia a

    vender sus productos al ms bajo precio posible. No puede llegar aese doble resultado ms que rechazando un nmero ms y msconsiderable de pequeos y medianos capitalistas, especuladores,comerciantes e industriales, del mundo de los explotadores haciael del proletariado explotado, y haciendo al mismo tiempo econo-mas progresivas sobre los salarios de ese mismo proletariado.

    Por otro lado, la masa del proletariado aumenta siempre, por el

    crecimiento natural de la poblacin, que la miseria misma, comose sabe, no detiene apenas, y por la remisin a su seno de un n-

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    mero creciente de burgueses en otro tiempo propietarios, capitalis-tas, comerciantes e industriales y aumentando, como acabo dedecirlo, en una proporcin ms fuerte que las necesidades de la

    produccin explotada en comandita por el capital burgus, re-

    sulta de ello una concurrencia desastrosa entre los trabajadoresmismos; porque no teniendo otro medio de existencia que su traba-

    jo manual, son impulsados, por el temor a verse reemplazados porotros, a vender su trabajo al ms bajo precio posible. Esta tenden-cia de los trabajadores, o ms bien esa necesidad a que se ven con-denados por su miseria, combinada con la tendencia ms o menosforzada de los patronos a vender sus productos a sus trabajadores,

    al ms bajo precio posible, reproduce constantemente y consolidala miseria del proletariado. Siendo pobre, el obrero debe vender sutrabajo casi por nada, y porque lo vende casi por nada, se vuelvems y ms pobre.

    S, ms pobre, verdaderamente. Porque en ese trabajo forzado,las fuerzas productivas del obrero, abusivamente aplicadas, des-

    piadadamente explotadas, excesivamente gastadas y muy mal nu-tridas, se gastan pronto; y una vez que se han gastado, Qu valeen el mercado su trabajo, que vale esa nica mercanca que poseey cuya venta cotidiana le hace vivir? Nada. Y entonces? Entoncesno le queda otro remedio que morir.

    Cul es en un pas dado, el ms bajo salario posible? Es elprecio de lo que es considerado por los proletarios de ese pas,como absolutamente necesario para el mantenimiento de un hom-

    bre. Los economistas burgueses de todos los pases estn de acuer-

    do en este punto.Turgot, aquel a quien se convino en llamar el virtuoso minis-

    trode Luis XVI, y que era realmente un hombre de bien, dijo:

    El simple obrero que no tiene ms que sus brazos, no tiene nada, ms que entanto que llegue a vender a otros su esfuerzo. Lo vende ms o menos caro; pe-ro ese precio ms o menos alto, no depende de l solo: depende del acuerdoque forma con aquel que paga su trabajo. Este le paga lo menos caro que pue-de; como tiene eleccin entre un gran nmero de obreros, prefiere el que tra-baja ms barato. Los obreros estn, pues, forzados a bajar el precio en compe-tencia los unos con los otros. En todo gnero de trabajo, debe suceder que el

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    salario del obrero se limita a lo que le es necesario para procurarle la existen-cia(Reflexion sur la formation et la distribution des richesses).

    J. B Say, el verdadero padre de los economistas burgueses enFrancia, dice tambin:

    Los salarios son tanto ms elevados cuanto ms demanda existe para el tra-bajo y menos oferta, y se reducen a medida que el trabajo del obrero es msofrecido y menos demandado. Es la relacin de la ofertan con la demanda laque regula los precios de esa mercanca llamada el trabajo del obrero, comoregula los precios de todos los otros servicios pblicos. En cuanto los salariosvan un poco ms all de la tasa necesaria para que las familias de los obrerospuedan mantenerse, los hijos se multiplican y una oferta ms grande se ponepronto en proporcin con una demanda ms amplia. Cuando, al contrario, lademanda de trabajadores es inferior a la cantidad de gentes que se ofrecen pa-ra trabajar, sus ganancias declinan por debajo de la tasa necesaria para que laclase pueda mantenerse en el mismo nmero. Las familias ms cargadas dehijos desaparecen; desde entonces la oferta de trabajo declina y siendo el tra-bajo menos ofrecido, el precio sube De suerte quees difcil que el preciodel trabajo del simple jornalero se eleve o se disminuya por encima o debajodel nivel de tasa necesario para mantener la clase (de los obreros, el proleta-riado) en el numero de que se tiene necesidad (Cours complet deconomiepolitique).

    El precio, como el valor (en la economa social actual) es cosa esencialmentemvil, por consecuencia, esencialmente variable, y que, en sus variaciones, nose regula ms que por la concurrencia, concurrencia, no olvidemos, que comoconvienen Turgot y Say tiene por efecto necesario no dar en salario al obre-ro ms que lo que le impide justamente morir de hambre, y mantiene la claseen el numero de que se tiene necesidad (Histoire de la Rvolution; LouisBlanc).

    Por tanto, el precio corriente de lo estricto necesario es la me-

    dida constante, ordinaria, por encima de la cual ni puedeelevarselargo tiempo ni mucho los salarios de los obreros, pero por bajo dela cual caen muy a menudo, lo que tiene siempre por consecuenciala inanicin, las enfermedades y la muerte, hasta que ha-ya desaparecido un nmero suficiente de trabajadores para hacer laoferta del trabajo no igual si no conforme a la demanda.

    Lo que los economistas llaman la igualdad entre la oferta y lademanda no constituyen todava la igualdad entre el demandante ylos que ofertan. Supongamos que yo, fabricante, tenga necesidad

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    de 100 trabajadores y que se presenten en el mercado 100 solamente 100porque si se presentan ms, la oferta superara ala demanda, habra desigualdad evidente en detrimento de los tra-

    bajadores, y por consiguiente disminucin de salarios. Pero, puesto

    que no se han presentado ms que ese nmero preciso, ni ms nimenos, parece a simple vista que hay igualdad perfecta: pues laoferta y la demanda, que son iguales en un mismo nmero, sonnecesariamente iguales entre s. Se desprende de eso que losobreros podran exigir de m un salario y condiciones de trabajoque les aseguren los medios de una existencia verdaderamentelibre, digna y humana? De ningn modo. Si les concediese ese

    salario y esas condiciones, yo, capitalista, no ganara ms queellos, y no lo ganara an ms que a condicin de trabajar comoellos. Pero entonces, para qu diablos ira a atormentarme y aarruinarme ofrecindoles las ventajas de mi capital? Si quiero tra-

    bajar como ellos trabajan, colocar el capital en otra parte a interslo ms elevado posible y ofrecer yo mismo mi trabajo a algnotro capitalista, como ellos me lo ofrecen a m.

    Si, aprovechndome de la potencia de iniciativa que me da micapital, pido a esos trabajadores que vengan a fecundarlo con sutrabajo, no es por simpata hacia sus sufrimientos, ni por espritude justicia, ni por amor a la humanidad. Los capitalistas no sonfilntropos, se arruinarn en ese oficio. Es porque espero podersacar de su trabajo una ganancia suficiente para vivir convenien-temente y engrandecer mi querido capital al mismo tiempo, sintener necesidad de trabajar. O bien trabajare tambin, pero de otro

    modo que mis obreros. Mi trabajo ser de otra naturaleza y serinfinitamente mejor retribuido que el suyo. Ser un trabajo de ad-ministracin y de explotacin, no de produccin.

    Pero el trabajo administrativo, no es un trabajo productivo?Sin duda, lo es, porque sin una buena e inteligente administracin,el trabajo manual no producira nada, o producira poco y mal.Pero desde el punto de vista de la justicia y de la utilidad de la

    produccin misma, no es de ningn modo necesario que ese traba-jo sea monopolizado en mis manos, y sobre todo, que sea retribui-

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    do ms que el trabajo manual. Las asociaciones cooperativas handemostrado que los obreros saben y pueden administrar muy bienlas empresas industriales, por obreros que eligen en su seno y quereciben la misma retribucin que los otros. Por tanto, si concentro

    el poder administrativo en mis manos, no es para utilidad de laproduccin, es por mi propia utilidad, por la de la explotacin.Como amo absoluto de mi establecimiento, percibo por mi jornadade trabajo diez, veinte, y si soy un gran industrial, con frecuenciacien veces ms de lo que mi obrero perciba por la suya, a pesar deque mi trabajo sea, sin comparacin, menos penoso que el suyo.

    Pero el capitalista, el jefe de un establecimiento, corre riesgos,

    se dice, mientras que el obrero no corre ninguno. Esto no es ver-dad, porque aun desde ese punto de vista todas las desventajas es-tn de parte del obrero. El jefe de un establecimiento puede con-ducir mal sus negocios, puede ser liquidado por las concurrencias,o bien ser vctima de una gran crisis comercial o de una catstrofeimprevista; en una palabra, puede arruinarse. Esto es verdad. Peroveamos, habis visto a industriales burgueses arruinarse y versereducidos a un gasto tal de miseria que ellos y los suyos mueran dehambre, o se vean forzados a descender al estado de jornaleros, alestado de obreros? Eso no llega casi nunca, se puede decir quenunca. Ante todo es raro que un industrial no conserve alguna co-sa, por arruinado que parezca. En el tiempo que corre, todas las

    bancarrotas son ms o menos fraudulentas. Pero si no se ha con-servado absolutamente nada, le quedan siempre sus alianzas defamilias, sus relaciones sociales, que, con ayuda de la instruccin

    que su capital perdido le haba permitido adquirir y dar a sus hijos,le permiten colocar a estos y a s mismo en el alto proletariado, enel proletariado privilegiado; sea en alguna funcin del estado, seacomo administrador asalariado de una empresa comercial o indus-tria, sea, en fin, como dependiente, con una retribucin de su tra-

    bajo siempre superior a la que haba pagado a sus obreros.Los riesgos del obrero son infinitamente ms grandes. Ante

    todo, si el establecimiento en que esta empleado va a la bancarrota,queda algunos das y a menudo algunas semanas sin trabajo; y

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    para l, eso es ms que la ruina, es la muerte; porque come cadada todo lo que gana. Los ahorros del trabajador son un cuento dehadas inventado por los economistas burgueses para adormecer eldbil sentimiento de justicia, los remordimientos que pudieran

    despertarse por casualidad en el seno mismo de su clase. Ese cuen-to ridculo y odioso no adormecer nunca las angustias del traba-

    jador. Sabe lo que le cuesta satisfacer las necesidades diarias de sunumerosa familia. Si tuviese ahorros, no enviara a sus pobres hi-

    jos, desde la edad de seis aos, a agotarse, a debilitarse, a hacersefsica y moralmente asesinar en las fbricas donde estn forzados atrabajar noche y da una jornada de doce y con frecuencia de ca-

    torce horas.Si acontece algunas veces que el obrero hace algn pequeoahorro, es consumido bien pronto por los das de paro forzoso queinterrumpen demasiado a menudo y demasiado cruelmente su tra-

    bajo, tanto como por los accidentes imprevistos y las enfermeda-des que pueden sobrevenir en su familia. En cuanto a los acciden-tes y a las enfermedades que pueden alcanzarle a l mismo, consti-tuyen un riesgo en comparacin del cual todos los riesgos del jefedel establecimiento, del patrn, no son nada: porque para el obre-ro, la enfermedad que lesiona la nica riqueza que posee, su facul-tad productiva, su fuerza de trabajo, sobre todo la enfermedad pro-longada, es la ms terrible bancarrota, una bancarrota que signifi-ca, para sus hijos y para l, el hambre y la muerte.

    Se ve bien que con las condiciones que yo, capitalista que ne-cesito 100 obreros para fecundar mi capital, ofrezco a esos obre-

    ros, todas las ventajas son para m, todas las desventajas son paraellos. No les propongo ni ms ni menos que explotarlos, y si qui-siese ser sincero, de lo que sin duda me guardare bien, les dira:Ved, queridos hijos, tengo ah un capital que en rigor no debera

    producir nada, porque una cosa muerta no puede producir nada, nohay nada de productivo fuera del trabajo. Si fuese as, no podrasacar de l otro provecho que el de consumirlo improductivamente

    y, una vez que lo haya consumido, no tendr nada. Pero gracias alas instituciones sociales y polticas que nos rigen y que estn to-

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    das a mi favor, en la organizacin econmica actual mi capital essupuesto como productor tambin: me da intereses. Sobre quiendeben ser tomados esos intereses y deben serlo sobre alguno,

    pues en realidad por s mismo no produce nada en absoluto, eso

    no os atae. Bastaos saber que rinde intereses. Solo que esos in-tereses son insuficientes para cubrir mis gastos. No soy un hombretosco como vosotros, no puedo ni quiero contentarme con poco.Quiero vivir, habitar una hermosa casa, comer y beber bien, pasearen carroza, aparentar, en una palabra, procurarme todos los gocesde la vida. Quiero tambin dar una buena educacin a mis hijos,hacerlos seores y enviarles a estudiar, a fin de que, mucho ms

    instruidos que los vuestros, puedan dominarlos un da como osdomino yo hoy. Y como la instruccin sola no basta, quiero dejar-les una gran herencia, para que al repartirla entre ellos queden almenos tan ricos como yo. Por consiguiente, adems de los gocesque quiero darme, quiero tambin acrecentar mi capital. Cmohar para llegar a ese fin? Armado de ese capital me propongoexplotarlos, y os propongo que os dejis explotar por m. Vosotrostrabajareis y yo recoger y me apropiare y vender por mi propiacuenta el producto de vuestro trabajo, no dejndoos ms que la

    parte absolutamente necesaria para que no muris de hambre hoy,a fin de que maana podis trabajar aun parar m en las mismascondiciones; y cuando os haya agotado, os expulsare y os reem-

    plazare por otros. Sabedlo bien, os pagar un salario tan pequeo,y os impondr una jornada tan larga, condiciones de trabajo tanseveras, tan despticas, tan duras como sea posible; no por maldadno tengo motivo para odiaros, ni para hacerlos mal, sino poramor a la ganancia y para enriquecerme ms pronto; porque cuan-to menos os pague y ms trabajis vosotros, ms ganar.

    He ah lo que dice implcitamente todo capitalista, todo em-presario de industria, todo jefe de establecimiento, todo el que ha-ce demanda de brazos, a los trabajadores que recluta.

    Pero, puesto que la oferta y la demanda son iguales, se dir,

    por qu los obreros habran de aceptar tales condiciones? Tenien-do el capitalista tanta necesidad de ocupar los 100 obreros como

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    los 100 obreros de ser ocupados por l, no se deduce que el pri-mero como cada uno de los segundos, estn en condiciones perfec-tamente iguales? No llegan ambos al mercado como dos merca-dos igualmente libres, desde el punto de vista jurdicoal menos,

    aportando, el uno una mercanca que se llama salario, sea por da oa trmino, que quiere cambiar contra otra mercanca que se lla-ma trabajodel obrero, de tantas horas por da, y el otro su merca-dera, que se llama su propio trabajodiario y que quiere cambiarcontra el salario ofrecido por el capitalista. Puesto que, en nuestrasuposicin, la demanda es de 100 trabajadores, y la oferta es de100 trabajadores tambin, parece que en ambas partes las condi-

    ciones son iguales.No, no lo son de ningn modo. Qu es lo que hace que el ca-pitalista vaya al mercado? Es la necesidad de enriquecerse, deagrandar su capital y de procurarse la satisfaccin de todas las am-

    biciones y vanidades sociales, de darse todos los goces imagina-bles. Qu es lo que lleva halla al obrero? Es la necesidad de co-mer hoy y maana, es el hambre. Por consiguiente, iguales desdeel punto de vista de la ficcin jurdica, el capitalista y el obrero nolo son de ningn modo desde su situacin econmica o real. Elcapitalista no est amenazado por el hambre al llegar al mercado;sabe muy bien que si no encuentra hoy los trabajadores que busca,tendr siempre algo que comer durante mucho tiempo, gracias aese capital del que es el feliz poseedor. Si los obreros que encuen-tra en el mercado le hacen proposiciones que le parecen exagera-das, porque, lejos de agrandar su fortuna y de mejorar todava ms

    su situacin econmica, esas proposiciones y esas condicionespodran, no digamos igualar, sino solo acercarlo un poco a la si-tuacin econmica de esos mismos obreros de quienes quierecomprar el trabajo, Qu hace entonces? Los rehsa y espera. Nosiendo lo que le apremia la necesidad, si no el deseo de mejoraruna posicin que, comparada con la de los obreros es muy confor-table, puede esperar; y esperar, porque la experiencia de los ne-

    gocios le ense que la resistencia de los obrerosno teniendo nicapitales, ni confort, ni grandes ahorros, apremiados por la ne-

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    cesidad despiadada del hambre, no puede durar largo tiempo yencontrar los 100 obrero que busca y que sern forzados a aceptarlas condiciones que encuentre til para s mismo imponerles. Siestos las rechazan, otros vendrn que se consideraran felices acep-

    tndolas. Es as como suceden las cosas cada da a vista y a cono-cimiento de todo el mundo.

    Si como consecuencia de circunstancias particulares que in-fluyen sobre el estado del mercado, la rama de industria en quehaba proyectado emplear su capital no le ofrece las ventajas quehaba esperado, aplicar ese mismo capital a otra rama; pues elcapital burgus no est ligado por su naturaleza a ninguna indus-

    tria especial, si no que fecunda como dicen los economistas explota, diremos nosotrosindefinidamente todas las industriasposibles. Supongamos en fin, que, sea incapacidad, sea desgraciaindependiente de su saber y de su voluntad, no consigue colocarloen ninguna industria; y bien, comprara acciones y rentas; y si losintereses y dividendos que persigue le parecen insuficientes, secomprometer en algn servicio, es decir, vender su trabajo, a suvez, pero en condiciones mucho ms lucrativas para s que las quehaba propuesto a sus obreros.

    El capitalista va, pues, al mercado como hombre, si no absolu-tamente libre, al menos infinitamente ms libre que el obrero. Es elencuentro del lucro con el hambre, del amo con el esclavo. Jurdi-camente son iguales; econmicamente el obrero es el siervo delcapitalista, aun antes de la concesin del tratado por el cual vende-r su persona y su libertad, porque esa amenaza terrible del ham-

    bre, que est suspendida cada da sobre l y sobre su familia, leforzara a aceptar todas las condiciones que le sean impuestas porlos clculos lucrativos del capitalista, del jefe de industria, del pa-trn.

    Una vez que el trato es concretado, la servidumbre del obrerose hace doble; o ms bien, antes de haber concertado ese trato,aguijoneado por el hambre, no era siervo ms que en potencia;

    despus de haberlo concertado, se vuelve siervo efectivo. Porque,Cul es la mercadera que ha vendido a su patrn? Es su trabajo,

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    su servicio personal, la fuerza productiva corporal, intelectual ymoral, que se encuentra en l y que es inseparable de su persona,

    pues, es su propia persona. En lo sucesivo el patrn velar sobrel, sea discretamente, sea por medio de sus capataces, el patrn

    ser cada da, durante las horas y en las condiciones convenidas, eldueo de sus actos y de sus movimientos. Le dir: hars esto yobrero estar obligado a hacerlo; o bien iras all y deber ir. Noes eso lo que se llama servidumbre?

    El seor Carlos Marx ilustre jefe del comunismo alemn ob-serva justamente, en su magnfica obra El Capital que si el con-trato que se concluy libremente entre los vendedores de dinero,

    bajo la forma de salario, en tales condiciones de trabajo, y los ven-dedores de su propio trabajo, es decir, entre los patrones y lo obre-ros, en lugar de ser limitado solamente, fuese para toda la vida,constituira una esclavitud real. Teniendo un fin y reservando alobrero la facultad de dejar a su patrn, no constituye ms que unaespecie de servidumbre voluntaria y pasajera. S, pasajera y volun-taria solo desde el punto de vista jurdico, pero de ningn mododesde el de la posibilidad econmica. El obrero tiene siempre elderecho de abandonar a su patrn, pero, dispone de los medios?

    Y si lo abandona, ser para comenzar una existencia libre enla que no tendr otro patrn ms que a s mismo? No, ser paravenderse a un nuevo patrn. Ser impulsado a ello fatalmente poresa misma hambre, esa libertad del obrero que exaltan tanto loseconomistas, los juristas y los republicanos burgueses, no es msque una libertad terica sin ningn medio de realizacin posible,

    por consiguiente una libertad ficticia, una mentira. La verdad esque toda la vida del obrero no presenta otra cosa que una continui-dad desoladora de servidumbre, jurdicamente voluntaria peroeconmicamente forzadas, una permanencia de servidumbres,momentneamente interrumpidas por la libertad acompaada delhambre y por consiguiente una real esclavitud.

    Esa esclavitud se manifiesta, en la prctica de cada da, de to-

    das las maneras posibles. Al margen de las condiciones ya tan ve-jatorias del contrato que hacen que hacen del obrero su subordina-

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    do, un servidor obediente y pasivo, y del patrn un amo casi abso-luto, es notorio que no existe una industria donde el amo impulsado por una parte por ese doble instinto del lucro cuyo ape-tito no ha satisfecho nunca y del amo que quiere hacer sentir su

    omnipotencia, y por la otra, aprovechndose de la dependenciaeconmica en la que se encuentra el obrerono contraviene esascondiciones en su beneficio y en detrimento del obrero: ya al exi-girle ms horas o medias horas o cuartos de hora de trabajo que nohaba convenido, ya al disminuir su salario bajo un pretexto u otro,ya cargndole de multas arbitrarias o tratndole duramente de unamanera impertinente y grosera. Pero entonces el obrero debe

    abandonarlo, se dir. Eso es fcil de decir, pero no siempre fcil deejecutar. Algunas veces el obrero ha recibido adelantos, su mujer osus hijos estn enfermos, o bien la obra en su rama de industriaest mal remunerada. Otros patronos pagan menos que el suyo y,al dejarlo, no est seguro de encontrar otro. Y para l, hemos di-cho, quedar sin trabajo es la muerte. Por lo dems, todos los patro-nos se entienden y todos se asemejan. Todos son casi igualmentevejatorios, injustos y duros.

    No es esa una calumnia? No, est en la naturaleza de las co-sas y en la necesidad lgica de las relaciones que existen entre los

    patronos y sus obreros.Queris que los hombres no opriman a otros? Haced que no

    tengan nunca el poder de oprimirlos.Queris que respeten la li-bertad, los derechos, el carcter humano de sus semejantes? Hacedque estn forzados a respetarlos: No forzados por la voluntad ni

    por la accin opresiva de otros hombres, ni por la represin delEstado y de las leyes, necesariamente representadas y aplicadas

    por hombres, los que los haran esclavos a su vez, sino por la or-ganizacin misma del medio social: organizacin constituida demodo que incluso dejando a cada uno el ms entero goce de sulibertad no deje a nadie la posibilidad de elevarse por encima delos dems, ni de dominarlos, de otro modo que por la influencia

    natural de las cualidades intelectuales o morales que poseen, sin

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    que esa influencia pueda imponerse nunca como un derecho niapoyarse en una institucin poltica cualquiera.

    Todas las instituciones polticas, an las ms democrticas yfundadas en la ms vasta aplicacin del sufragio universal, incluso

    cuando comiencen, como lo hacen a menudo en su origen, porcolocar en el poder a las personas ms dignas, y a las ms libera-les, a las ms consagradas al bien comn, y a las ms capaces deservirlo, acaban siempre, precisamente porque tienen por efectonecesario transformar la influencia y como tal perfectamente leg-tima de esos hombres, en un derechopara producir una dobledesmoralizacin, un doble mal.

    Primeramente tiene por efecto inmediato y directo el trans-formar a los hombres realmente libres en ciudadanos llamadoslibres tambin y que por una ilusin y una infatuacin singulares,continan considerndose como los iguales de todo el mundo, peroen realidad estn forzados a obedecer en lo sucesivo a los repre-sentantes de la ley, a hombres. Y aunque esos hombres, desde el

    punto de vista econmico y social, fueran realmente sus iguales,no dejan de ser desde el punto de vista poltico, los jefes, a los cua-les, bajo el pretexto del orden pblico y en virtud de la llamadavoluntad del pueblo expresada por una resolucin no adoptadasiquiera por unanimidad sino por la mayora de los sufragios, to-dos los ciudadanos deben una obediencia pasiva, en los lmitesdeterminados por la ley, limites que, como nos ensea la experien-cia de todos los pases, se extienden siempre para el derecho delque manda y se reducen singularmente para el ciudadano que qui-

    siera usar del derecho a la desobediencia legal.Y bien, declaro que en tanto que los ciudadanos obedezcan a

    los representantes oficiales de la ley, a los jefes que son impuestospor el Estado, aunque esos jefes sean elegidos por el sufragio uni-versal, son esclavos.

    Qu es la libertad? Qu es la autoridad? La libertad de loshombres consistir en la rebelin contra todas las leyes? No, en

    tanto que esas leyes son naturales, econmicas y sociales, leyes noautoritariamente impuestas, sino inherentes a las cosas, a las rela-

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    ciones, a las situaciones que expresan el desenvolvimiento natural.S, en tanto que son leyes polticas y jurdicas impuestas por loshombres a los hombres, sea por el derecho de la fuerza; sea hip-critamente, en nombre de una religin o de una doctrina metafsica

    cualquiera; sea, en fin, en virtud de esa ficcin, de esa mentira de-mocrtica que se llama sufragio universal.

    Contra las leyes de la naturaleza para el hombre no hay rebe-lin posible por la simple razn de que l mismo es un producto deesa naturaleza y no existe ms que en virtud de esas leyes. Rebe-larse contra ellas seria, pues, por su parte, una tentativa ridcula,una rebelin contra l mismo, un verdadero suicidio. Y aun cuan-

    do el hombre toma la determinacin de destruirse, obra tambinconforme a esas leyes naturales a las que nada, ni el pensamiento,ni la voluntad, ni la desesperacin, ni ningn otra pasin ni la vidani la muerte podran sustraerse. l mismo no es otra cosa que natu-raleza; sus sentimientos ms sublimes, ms monstruosos, las de-terminaciones ms desnaturalizadas, las ms egostas o las msheroicas de su voluntad, sus pensamientos ms abstractos, los msteolgicos, los ms locos, todo eso no es ms que naturaleza. Lanaturaleza constituye toda su existencia. Cmo podra jams salirde la naturaleza?

    Se puede asombrar uno de que haya podido concebir la ideade salir de ella. Siendo la separacin tan completamente imposible,Cmo ha podido soarla el hombre? De dnde procede ese sue-o monstruoso? De dnde? De la teologa, de la ciencia de la na-da, y ms tarde de la metafsica, que es la ciencia de la reconcilia-

    cin imposible de la nada con la realidad.No hay que confundir la teologa con la religin, ni el espritu

    teolgico con el sentimiento religioso. La religin nace en la vidaanimal. Es la expresin directa de la dependencia absoluta quetodas las cosas, todos los seres que existen en el mundo se encuen-tran ante el gran todo, ante la naturaleza ante la infinita totalidadde las cosas y de los seres reales.

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