el sexo del lenguaje

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Page 1: El sexo del lenguaje

El sexo del lenguaje Nuestro objetivo es descubrir la relación entre nuestra forma de hablar y nuestra forma de pensar, y lo que es más importante, nuestra forma de actuar. ¿SOMOS SEXISTAS? Las desigualdades y los prejuicios ¿se reflejan en la lengua que usamos? Por ejemplo: si el masculino de modista es modisto ¿el masculino de pianista por qué no es pianisto?. La pregunta que os planteamos es esta: ¿LA LENGUA DISCRIMINA A LAS MUJERES?

Dime como hablas y te diré como piensas

(esperamos que encontréis la solución del enigma a lo largo de estas reflexiones)

"Es sabido que quien tiene el poder es quien da nombres a las cosas

(y a las personas)"

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El término 'sexismo', tal y como recoge el Diccionario de la Real Academia (DRAE), designa la 'discriminación de personas de un sexo por considerarlo inferior al otro'. El femenino es el que de manera sistemática ha sufrido este trato en todos los ámbitos de la vida, y el lingüístico no es una excepción. Su adaptación a la realidad social, más igualitaria entre los hombres y las mujeres, no se circunscribe a la lengua española. La gran mayoría de los idiomas han tenido que crear o adaptar nuevos términos y definiciones para poder corregir acepciones superadas, como por ejemplo, la de alcaldesa como mujer del alcalde, y dotar al discurso de herramientas con las que construir mensajes no sesgados, como es el caso del término alumnado para englobar a alumnas y alumnos. Sin embargo, a pesar del carácter social e internacional de este esfuerzo de adaptación, a nadie se le escapa que este ejercicio ha sido, y es, objeto de críticas e incluso de burlas, y quienes lo defienden deben cargarse de argumentos para demostrar su necesidad. Bastaría una ojeada a los diccionarios de uso para comprobar cómo detrás de algunas acepciones admitidas como válidas se esconde una concepción del mundo muy desequilibrada. Por ejemplo, según el DRAE, se es más huérfano al perder al padre: "Huérfano, na. A quien se le ha muerto el padre y la madre, o uno de los dos, especialmente el padre".

Cuestión de forma

El sexismo lingüístico se materializa cuando el lenguaje resulta discriminatorio debido a su forma. Por ello, conviene prestar especial atención a la utilización de maneras, estructuras y expresiones que, pese a una carga sexista latente, o incluso patente, pasan desapercibidas o no generan reflexión alguna por la cotidianeidad y naturalidad de su uso.

La sustitución del sujeto masculino por el femenino y la comprobación de cómo suena la frase tras el cambio es una buena forma de detectar una forma discriminatoria. Pongamos un ejemplo: Se invita a la asistencia de un acto a "los directivos, que pueden acudir acompañados por sus mujeres". Como es obvio, si hay mujeres en puestos de dirección se entiende que podrán ir acompañadas "por sus hombres". ¿Chirría? Desde luego. Nada cuesta, por tanto, aclarar que quienes son invitados se pueden hacer

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acompañar por "sus cónyuges". La forma aquí habrá sido cuidada sin mayor esfuerzo. En este caso además se incluye la parte LGTB.

Nadie llamaría hoy "alcaldesa" a la mujer del alcalde, pero el D.R.A.E. sugiere que es más huérfano quien lo es de padre que de madre

Este caso evidencia una discusión centrada en el género gramatical, puesto que en castellano el género masculino posee un doble valor, como específico (referido a varones) y como genérico (referido a ambos sexos), mientras que el femenino no posee este carácter y sólo puede emplearse de modo restrictivo. No obstante, y esto es lo que trata de subsanar el lenguaje no sexista, el uso del masculino genérico en determinados mensajes produce ambigüedades y confusiones que pueden dar lugar a la discriminación y a la ocultación de la mujer. Observemos un ejemplo: "Los hombres de esta empresa son buenos profesionales". Si hay mujeres en la plantilla, no se encuentran reflejadas, o cuando menos, quedan ocultas. Nada cuesta decir que "esta empresa cuenta con grandes profesionales". Se demuestra aquí que la causa del sexismo lingüístico no se halla en la propia lengua, sino en el uso que se hace ella. Por tanto, su fin es sencillamente una cuestión de voluntad para interiorizar la evidencia de que si las mujeres ocupan espacios que antes no ocupaban, y si realizan funciones que antes no realizaban tendrán que nombrarse, y eso supone cambios en el lenguaje que ni los prejuicios, la inercia, o el peso de las reglas gramaticales interiorizadas deben obstaculizar o impedir.

Más allá del "niños y niñas"

Un asunto recurrente a la hora poner en práctica el lenguaje no sexista es la discutida acepción de hombre, más aún en su plural, hombres, para definir al ser humano. Hombre suma al macho y a la hembra como sinónimo de especie humana, pero no es menos sinónimo varón de hombre, y con el sencillo gesto de optar siempre por el primero se le conferiría una singularidad más acusada al término hombre como indicador de la especie. Hombre es distinto de persona, porque hombre siempre seguirá siendo masculino

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Esta aspiración puede parecer quimérica, pero no lo es evitar el abuso del masculino genérico, algo relativamente sencillo gracias a los múltiples recursos de la lengua española: colectivos (profesorado, en vez de profesores), perífrasis (la persona interesada, en vez del interesado), construcciones metonímicas (la infancia, en sustitución de los niños), desdoblamientos (los niños y las niñas), barras (Sr/a), omisión de determinantes o empleo de determinantes sin marca de género (cada contribuyente en lugar de los contribuyentes), utilización de formas personales genéricas o formas no personales de los verbos ("es necesario prestar más atención" por "es necesario que el usuario preste más atención"). Todas estas soluciones no son posibles en todos los contextos. Se trata de optar por la más adecuada, es decir, aquella que, sin atentar contra la gramática, no margine a la mujer en el discurso.

A pesar de no querer hacerlo, y muchas veces no ser conscientes de ello, cuando escribimos o hablamos solemos utilizar un lenguaje sexista. No es fácil utilizar un lenguaje no sexista, ya que, algunas palabras y algunas frases son casi parte de nuestro lenguaje y las decimos o escribimos "inconscientemente".

Aún así, y sobre todo cuando redactamos, podemos poner especial atención en no cometer algunos errores de este tipo. Y es que, al igual que los tiempos cambian, el lenguaje también debe cambiar y debe dejar de ser sexista y machista.

¿Quién no ha escrito alguna vez algo sexista? Es decir, en vez de decir las personas refugiadas, ha utilizado la palabra "los refugiados". Siempre que se puede, se deben buscar términos apropiados para no caer en ese lenguaje, pero tampoco hay que pasarse. Y es que, escribir o leer un texto en el que se repite en todo momento "los y las refugiadas", puede resultar algo pesado.

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Recomendaciones para el castellano

A continuación te resumimos algunas recomendaciones que puedes seguir para no utilizar el lenguaje sexista:

Utiliza términos neutrales o genéricos: profesorado en vez de profesores y profesoras, alumnado en vez de alumnos y alumnas, infancia en vez de niños y niñas, ciudadanía en vez de hombres y mujeres… No utilices el sustantivo mujer como sinónimo de esposa Utiliza nombres abstractos: alcaldía por alcalde, asesoría por asesor… En documentos escritos, utiliza la barra "/": Sr./Sra, amigo/a... No utilices el @rroba como símbolo lingüístico Utiliza las dobles formas cuando te refieras a grupos mixtos: es decir, premio a la mejor alumna o alumno… Alterna el orden de los géneros: es decir, no tienes siempre que comenzar con el género masculino. En vez de padres y madres, puedes utilizar madres y padres. Emplea el género femenino en los títulos académico y en las profesiones: diplomada, licenciada, abogada, arquitecta… Utiliza el verbo tener en vez de estar: tener interés en vez de estar interesado... Sustituye los artículos por indefinidos variables: cada participante en vez de los participantes... Utiliza quien o quienes: quienes participen en el festival en vez de los participantes en el festival... Da el mismo tratamiento a los hombres y a las mujeres: es decir, señor y señora en vez de señor y señorita. No utilices términos misóginos: coñazo, maruja... No hay que olvidar, también, que existen algunas palabras que en el género masculino tienen un significado y en el género femenino otro muy distinto. En la mayoría de las ocasiones, el género femenino tienen connotaciones despectivas. Aquí tienes algunos ejemplos:

Zorro: héroe justiciero Zorra: artesana del amor Perro: mejor amigo del hombre Perra: lo mismo que zorra Fulano: persona indeterminada o imaginaria Fulana: perra Callejero: de la calle, urbano Callejera: fulana Hombre público: personaje prominente, funcionario público Mujer pública: pues eso

Cojonudo: estupendo, magnífico, excelente Coñazo: insoportable

Patrimonio: conjunto de bienes Matrimonio: conjunto de males

Héroe: ídolo Heroína: droga

Atrevido: osado, valiente Atrevida: insolente, mal educada