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EL SÉPTIMO CONTINENTE ES DE PLÁSTICO El plástico, ese gran invento del que tanto nos enorgullecemos, está ahogándonos. En el océano Pacífico más de 100 millones de toneladas de basura plástica flota entre Estados Unidos y el Japón. La inmensa masa de desechos tiene una superficie de más de un millón y medio de kilómetros cuadrados, esto equivale al tamaño del Perú y el Ecuador juntos. El 80% de estos desechos son generados en tierra firme, luego las corrientes del Pacífico los arrastran y quedan atrapados en un gran vórtice en el que giran lentamente para siempre. Los científicos lo llaman el basurero más grande del mundo, el séptimo continente, el parche de basura, la isla tóxica o la gran sopa de plástico. En esta sopa podemos encontrar cepillos de dientes, televisores, encendedores, juguetes, botellas de plástico, ropa sintética, colillas de cigarrillos, pomos de champú, jeringas, cosméticos, entre otros miles de artículos de uso diario hechos a partir de nuestro hidrocarburo favorito, el petróleo. Según Greenpeace, cada año contaminamos los océanos con seis millones de toneladas de desechos –tres cuartas partes son plástico– que no puede digerir, por lo que si persistimos en este patrón

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EL SÉPTIMO CONTINENTE ES DE PLÁSTICO

El plástico, ese gran invento del que tanto nos enorgullecemos, está ahogándonos. En el océano Pacífico más de 100 millones de toneladas de basura plástica flota entre Estados Unidos y el Japón. La inmensa masa de desechos tiene una superficie de más de un millón y medio de kilómetros cuadrados, esto equivale al tamaño del Perú y el Ecuador juntos. El 80% de estos desechos son generados en tierra firme, luego las corrientes del Pacífico los arrastran y quedan atrapados en un gran vórtice en el que giran lentamente para siempre.

Los científicos lo llaman el basurero más grande del mundo, el séptimo continente, el parche de basura, la isla tóxica o la gran sopa de plástico.

En esta sopa podemos encontrar cepillos de dientes, televisores, encendedores, juguetes, botellas de plástico, ropa sintética, colillas de cigarrillos, pomos de champú, jeringas, cosméticos, entre otros miles de artículos de uso diario hechos a partir de nuestro hidrocarburo favorito, el petróleo.

Según Greenpeace, cada año contaminamos los océanos con seis millones de toneladas de desechos –tres cuartas partes son plástico– que no puede digerir, por lo que si persistimos en este patrón tóxico, los dos basureros del Pacífico pronto podrían unirse y llegar a ser del tamaño de Europa.

Pero a pesar de su gran tamaño, la isla de basura es poco visible o rastreable desde los satélites. El plástico se encuentra semi sumergido, formando una columna de desechos que puede llegar hasta el lecho marino.

Y como el ‘séptimo continente’ flota en aguas internacionales, no aparece en el Atlas Global de Justicia Ambiental, en el que se ubican hasta un millar de conflictos ecológicos. Y como no “estorba”

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en las rutas comerciales de buques y transatlánticos, pocos saben que está ahí y finalmente a casi nadie le interesa hacer algo por solucionar este desastre ecológico que empieza a asfixiarnos.

El plástico nuestro de cada día

Después de la Segunda Guerra Mundial, las economías necesitaban mantenerse activas y el plástico fue el aliado perfecto para instaurar un nuevo modelo de consumo que los medios promovieron irresponsablemente y al que los creativos de la revista Life, en Estados Unidos, bautizaron como “throwaway living”. Algo así como: comprar, usar y tirar.

El principal problema de este sistema es que el desecho plástico no es biodegradable, nunca se desintegra en sustancias naturales. Dependiendo de su estructura y grosor, el plástico se puede dividir en pedazos cada vez más chicos, pero estos siguen siendo plástico. Una bolsa, por ejemplo, se separa en cientos de pedazos, pero nunca termina de desaparecer. Mientras que otros objetos más sólidos, como un tubo de pasta de dientes o una jabonera, pueden permanecer casi intactos por siglos.

Desde entonces, aves y peces mueren atrapados por el plástico o confunden los pedazos sueltos con comida y los ingieren para agonizar con el sistema digestivo lleno de encendedores, tapas de botella, cubiertos plásticos y hasta pelotas de golf.  

Actualmente solo se recicla el 5% de todo el plástico del mundo y se calcula que todos los años mueren un millón de aves y hasta cien mil mamíferos por la ingesta de nuestra basura plástica. Pero tal vez peor, los investigadores encontraron que en la zona del basurero las pequeñas partículas de plástico superaban al zooplancton en una relación de seis a uno. Y claro, los peces y mamíferos se alimentan de estos polímeros tóxicos y lo transfieren a lo largo de la cadena alimentaria. Carbono, plomo y antimonio, directo a tu mesa.

Mientras tanto, muchos medios de comunicación prefieren mirar hacia otro lado. El viernes de esta semana, en Noruega, un

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pescador encontró un consolador de 16 centímetros en el vientre de un bacalao que seguramente lo confundió con un calamar. La noticia, catalogada de “insólita”, dio la vuelta al mundo como un gran chiste, pero pocos jefes de redacción repararon en el aterrador mensaje que nos regalaba.

Podemos comprar comida orgánica, pero ningún pescador del mundo va a poder vendernos pescado orgánico. Así, es muy posible que el sudado que comiste hoy haya sido preparado con un pescado que ingirió pedazos de plástico que botaste hace años. Y eso no da risa.

Ahora trata de recordar qué has hecho estos últimos años con tus desperdicios plásticos e imagina hasta cuándo van a estar contaminando el mar:

Es el ciclo más triste e irónico que podamos imaginar. La principal causa del cambio climático es el calentamiento global ocasionado por el hombre y su terco consumo de combustibles fósiles (léase carbón y petróleo), y a este último le debemos el plástico, el gran regalo tóxico del que también nos hemos vuelto dependientes gracias a nuestro irresponsable sistema de consumo.

Dependemos del mar y de los bosques para producir el oxígeno que respiramos como para filtrar el CO2 que emitimos a la atmósfera, principalmente por la quema de hidrocarburos; sin embargo, ya hemos arrasado con el 50% de los bosques del planeta, por lo que los océanos ahora absorben los excedentes de CO2 y han empezado un proceso de acidificación irreversible. Y como si eso no causara suficiente estrés, también intoxicamos sus aguas y a toda la vida que alberga, con un derivado del petróleo.

Si las antiguas civilizaciones nos dejaron como legado un conocimiento positivo del manejo de los recursos naturales, las sociedades “modernas”, en cambio, dejaremos millones y millones de toneladas de plástico –para siempre– en el mar.

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