el sábado
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El sábado, una delicia
(RICARDO LUIS PRIETO)
Disfrutemos cada semana de un anticipo del cielo.
Todo lo que Dios creó era bueno en gran manera (Gén. 1:31). Sin embargo, él detuvo su
obra creadora en el séptimo día. Dios cesó su quehacer ese día, dándonos ejemplo a fin de que
nosotros también dejemos nuestros quehaceres para los días corrientes y descansemos el sábado.
Lo que no se detiene de Dios es su capacidad sustentadora. Hemos de hacer el bien al
prójimo en sábado (Luc. 6:9). Dios nos sigue sustentando con la vida en sábado, y así nosotros
hemos de sustentar a nuestro prójimo, ayudándolo a recuperar su salud física y espiritual.
El sábado es una señal entre Dios y su pueblo. Al instituirlo, Dios nos dio una señal de su
favor hacia nosotros; y nuestra observancia del día de reposo es una señal de obediencia a él.
En ese día debemos evitar los viajes por motivos seculares. En el día de reposo no
debemos seguir con nuestros trabajos ni nuestros placeres de la semana (Isa. 58:13, 14). En todo
lo que decimos y hacemos debemos establecer una diferencia entre este día y los demás.
Debemos considerar, incluso, qué actividades realizamos en sábado relacionadas con el
servicio a la iglesia. Así como los israelitas descansaron en sábado durante la construcción del
Santuario en el desierto, necesitamos dejar para la semana ciertas actividades que, aunque son
buenas en sí mismas, nos impedirían recibir las bendiciones del reposo sabático.
Según el Midrash, el sábado es un sabor del Cielo en la tierra. Me pregunto, ¿cuántas veces
disfrutamos de este sabor? Podemos gozarlo cuando alabamos a Dios, oramos, estudiamos su
Palabra y servimos a nuestro prójimo. En este día podemos sentir en nuestra alma ese descanso
tan buscado; esa paz (shalom) de la cual nuestro corazón está sediento y hambriento. Tenemos el
privilegio de reposar durante 24 horas en los brazos de Jesús y sentirnos plenos, regenerados
física y espiritualmente.
Para poder guardar plenamente el sábado, necesitamos apartar nos de la ilusión de nuestro
propio poder; necesitamos dejar de producir y de crear; y deponer la competencia con los demás.
Así quedamos libres para contactarnos con Dios.
El sábado es como una isla de paz a la que el hombre puede retirarse y recuperar su
dignidad en el océano tormentoso de nuestro mundo. Es un día de liberación de las máquinas, de
los negocios y de nuestras ocupaciones ordinarias. El sábado nos libera de nuestras servidumbres
laborales, seamos ricos o pobres. Es un día sin tensiones, afanes ni tristezas, porque nos ponemos
en comunión con Dios.
Parafraseando un conocido dicho judío, podríamos decir que "Más de lo que un adventista
cuida al sábado, el sábado cuida al adventista". Quiera Dios ayudamos a observar el sábado de
tal manera que resulte una gran bendición cada semana
- RICARDO LUIS PRIETO, es miembro de la iglesia de Guernica, provincia de Buenos Aires, Rep. Argentina. Se le puede escribir a:
[email protected] - Fuente: REVISTA ADVENTISTA - MAYO 2005.