el romance de diego corrientes

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1 ROMANCE DE DIEGO CORRIENTES Por Javier Berger

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Romances de Amor y Muerte

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Page 1: EL ROMANCE DE DIEGO CORRIENTES

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ROMANCE DE DIEGO CORRIENTES

Por Javier Berger

Page 2: EL ROMANCE DE DIEGO CORRIENTES

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Personajes:

Luisa

Raúl

Diego Corrientes

El Corneta

El Verdugo

Dos alguaciles

Mirones

Page 3: EL ROMANCE DE DIEGO CORRIENTES

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Al filo del amanecer. Una plaza de pueblo. Albero en

el suelo, un par de árboles, un banco desvencijado y cómodo

de la época en la que en todo parque o plaza había un sitio

donde uno podía ver pasar la tarde sentado. Al fondo unas

escaleras que parecen conducir al vestíbulo de la muerte ,

en forma de cadalso, para los reos. Otro tiempo. A su pie

dos niños discuten.

LUISA.- Yo

RAÚL.- Yo.

LUISA.- No, yo.

RAÚL.- No, yo.

LUISA.- Seré yo.

RAÚL.- No me hagas reír , es un hombre.

LUISA.- Es un símbolo.

RAÚL.- Pero bien fuerte.

LUISA.- Más bien de mediana estatura.

RAÚL.- Sabrás tú.

LUISA.- Lo vi una vez en la venta de Oriente.

RAÚL.- Ja, y te congeló con su mirada.

LUISA.- Me dio un cartucho de garrapiñadas.

RAÚL.- Tú eres una enclenque y te atraparían en una tarde

los miqueletes.

LUISA.- Más fuerte que tú soy.

RAÚL.- Me río del Monte Pío.

Page 4: EL ROMANCE DE DIEGO CORRIENTES

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LUISA.- ¡Cuando quieras!

RAÚL.- Ahora mismo.

LUISA.- Remángate.

RAÚL.- ¿Qué pasa? ¿Quieres que te de una buena sesión de

tortas?

LUISA.- Un pulso. El que gane podrá elegir.

RAÚL.- De acuerdo. Un pulso chino.

(Los dos niños, un pie junto al de tu oponente, las

mano fuertemente asidas. El pulso chino va a comenzar)

LUISA.- El primero que caiga al suelo pierde...

RAÚL.- Y el otro gana.

LUISA.- Un premio para la lumbrera.

RAÚL.- Vale, vale, yo doy la salida. A la de tres. ¡Una...y

tres! (No espera a que Luisa esté preparada. Y aunque está

a punto de tirarla , Luisa consigue recuperar su sitio)

LUISA.- ¡Tramposo!

RAÚL.- La traición es moneda de curso legal en la guerra.

( Tira , afloja, unos “Te ganaré” “Gallina” “Nenaza”

“Remienda-pantalones” hábilmente torpedeados por cada uno

de los contrincantes. Se acercan, cara a cara)

RAÚL.- ¿Te rindes? Lo comprenderé.

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LUISA.- Claro. Deja que bese la mano del ganador . (Le

escupe en la mano)

RAÚL.- Dios, qué cerdada. (Aprovecha Luisa la repulsa de

Raúl para tirarlo al suelo)

LUISA.- ¡Al suelo, remilgoso! ¡He ganado!

RAÚL.- No vale.

LUISA.- Nadie dijo que la artillería estaba prohibida. Yo

haré de Diego Corrientes, que además de ser la más fuerte

soy la única que lo ha visto en persona de los dos.

RAÚL.- ¿En serio?

LUISA.- Ya te dije. Montaba un caballo albo con las crines

negras. Y tenía siete más atados junto a él para venderlos.

RAÚL.- Eres un villano, un ladrón de reses.

LUISA.- ¡Maldito terrateniente pisoteador de pobres!

(Raúl agarra un palo del suelo y lo pone entre sus

piernas como si fuera un caballo. Relincha y trota. Luisa

se esconde)

RAÚL.- ¡Sooo! (El caballo- palo se encabrita) .

¡Tranquilo, no pasa nada! Hay que aligerar el paso para

llevar a buen recaudo estos buenos dineros de los

impuestos. El de la construcción lo pagaron a

regañadientes, el de uso y disfrute de las vías se negaron

pero tuvieron que claudicar; pero cuando llegó el de las

alcantarillas, el del agua, el del campo aéreo, el de las

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noches sin pesadillas, el de los días con sol, el de la

lluvia, el de la primera cosecha, el de la segunda cosecha,

el de la cosecha más fructífera... Se quejaron y trataron

de levantar sus guadañas infelices contra el rey, contra el

estado, contra mí. Y buen tajo que me dieron en la pierna ,

sino es gracias a ti mi fiel caballo, no podría haber

seguido exprimiendo, digo recogiendo el fruto de lo

sembrado y los tributos por la felicidad de la vida, que

tiene su precio y nosotros lo sabemos. Así que tenemos que

atravesar el bosque, aunque ni ti ni a mí nos agrade pasar

por los dominios del truhán Diego Corrientes.

LUISA (escondida).- Ese soy yo, Diego Corrientes, y este

amante de las gabelas va a morder el polvo que pisa. (Ulula

imitando a un búho)

RAÚL.- Vamos rocín y no te amilanes, es sólo un búho el que

ulula .

LUISA.- Este va temblar bien antes de verme. (Aúlla como un

lobo)

RAÚL.- Vamos jamelgo, que los lobos no comen de noche.

LUISA.- Ya esta temblón como un postre de gelatina. (Ríe

como un diablo)

RAÚL.- ¿Quién es? Quieto caballo, quieto que me tiras.

LUISA.- Soy la sombra de los marginados, la voz de los

apaleados.

RAÚL.- ¿Quién? ¿Es Diego? (Da vueltas como loco buscando de

dónde viene la voz)

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LUISA.- (Con voz de ultratumba) ¿A quién has robado?

RAÚL.- Es dinero honrado.

LUISA.- (Voz de ultratumba) De campesinos humillados.

RAÚL-. No, de prohombres adinerados. Déjame, vete, enseña

tu cara demonio.

LUISA.- Yo, Diego, tras de ti.

RAÚL.- (Encarando a Diego) Al fin te veo, Diego Corrientes,

el asaltador de caminos.

LUISA.- No temas, si nada tienes que temer.

RAÚL.- Mi caballo y mi espada me defienden de los tipejos

como tú.

LUISA.- Baja del caballo y discutamos ese parecer.

RAÚL.- Nunca, eres mortal y no amigo de Belcebú, picaré

espuelas y veré como tu sombra ridícula se aleja en este

estúpido bosque que sólo gente estúpida teme.

LUISA.- No si puedo evitarlo. (Le apunta con un palo cuando

Raúl – recaudador se disponía a espuelear al caballo-palo)

RAÚL.- ¿Con eso me lo vas a impedir?

LUISA.- Sí, con un mosquetón, tal como tu caballo es

caballo, de la misma fábrica salen.

RAÚL.- No sé a que viene este malentendido, empecemos de

nuevo. Sólo soy un pobre hombre que se dirigía a su terruño

a dormitar con mi mujer.

LUISA.- ¿Cómo se llama?

RAÚL.- ¿Quién?

LUISA.- La mujer.

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RAÚL.- ¿De quién?

LUISA.- La tuya.

RAÚL.- No estoy casado, digo Luisa y tengo cuatro hijos a

los que alimentar cortando troncos.

LUISA.- ¿Cómo se llaman?

RAÚL.- Los árboles no tienen nombre, aunque si tanto amas a

la madre Naturaleza se los podemos poner.

LUISA.- No, tus hijos.

RAÚL.- ¿Los de quién?

LUISA.- Los tuyos.

RAÚL.- Si yo no tengo... digo sí, se llaman... Luis, Luisa

y Luisito.

LUISA.- Son tres.

RAÚL.- Uno, dos y tres.

LUISA.- Dijiste que tenías cuatro.

RAÚL.- ¿Eso dije?

LUISA.- Cuatro.

RAÚL.- El pequeño aún no tiene nombre , es tan chico que le

llamamos nene. Cuando lo bauticemos y sea católico será

digno de tener nombre ; así si se nos muere antes del

bautismo estará aún con el pecado original sin esfumar y no

lloraremos su entrada en el infierno, o el purgatorio o

dondequiera que vayan las almas sin confesión.

LUISA.- Mientes, mientes porque se te ponen rojas las

orejas y a todos los que se le ponen las orejas rojas

mienten.

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RAÚL.- Las orejas rojas, ¿cómo? ¿Cómo es posible?

LUISA.- Ja, te pillé. Suelta el bolsón, bribón.

RAÚL.- No.

LUISA.- Suéltalo si no quieres que te saquen plomo de los

pulmones.

RAÚL.- La bolsa, ahí está.(La tira)

LUISA.- Todo.

RAÚL.- Sólo me queda lo puesto.

LUISA .- Baja del caballo. Las botas, fuera (caen algunas

monedas al quitarse las botas) Y ahora corre, corre, corre

con tu cojera y dile a todos que Diego Corrientes, el de

mediana estatura, el de la mala desventura, el que roba a

caballos y hombres, le hurta a los ricos con fantasía para

darle a los pobres una alegría.

(Sale corriendo con su cojera. Luisa –Diego Corrientes

da un tiro al aire. Algunas golondrinas caen de sus nidos y

remontan el vuelo al instante. Satisfecha abre la bolsa y

cuenta. Vuelve Raúl, muy cansado)

RAÚL.- Ahora me toca a mí ser Diego Corrientes.

LUISA.- Gané y seré todo el día.

RAÚL.- Pues ya no juego más. Y devuélveme mi bolsa de

canicas de la China que me las vas a perder. ( Recupera su

bolsa de dinero que sólo contenía bolas de cristal).

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LUISA.- ¡Ey, vamos sigue! Ahora te toca hacer de madre

amantísima , pobre y honrada, que vive sola en el campo con

solo unas zanahorias y unas tristes patatas y...

RAÚL.- ¡No pienso hacer de mujer!

LUISA.- Pero si es la protagonista, Diego Corrientes sólo

viene a darle parte del dinero que le ha quitado al

diezmador del pueblo para así ayudar a alimentar a su

retoño que había sido abandonado por el cura que siendo

jovencita y virgen la violó en el fondo de una despensa y

cuando se embarazó y quiso tener el niño el cura la repudió

y quiso mandar el niño a un hospicio, pero ella se negó y

tuvo los redaños para amamantar sola con su buenos pechos

como dos manzanas al rapaz que sólo le faltaba el bonete

para poder decir misa y...

RAÚL (llorando).- ¡Ay, que desgraciada soy! ¡Pobre, madre y

soltera! ¡Se me están secando mis bellos pechos y mi hijo

va para doce años que sigue aferrado al pezón! ¡Cómo me

gustaría sustentar mejor a mi monaguillo, pero las berzas

que da esta ajada tierra no llega para los dos! No llores,

no llores más y vuelve a casa con algo de leña para vender

o unas sandías que calar.

LUISA.- ¿Quién llora en presencia de Diego Corrientes?

RAÚL.- Alguien que días ha que fue madre dichosa.

LUISA.- ¿Y qué le impide seguir siéndolo?

RAÚL.- La vida y pensar que el diablo que me empujó a la

miseria está a punto de devorar a su vástago.

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LUISA.- No sea tan críptica y aclare su lengua.

RAÚL.- Mi pequeño que por comer un poco de pan y agua a

diario ayuda al cura a decir la misa.

LUISA.- Deber de buen cristiano.

RAÚL.- Como lo era el párroco satirón que me embarazó y me

dio un puntapié como paga. Y temo que la Iglesia vuelva a

escupirle en la cara a mi corta familia.

LUISA.- No tema, tome estas monedas, plante su tierra, cave

un pozo y dé la espalda al Vaticano.

RAÚL.- Gracias, gracias, es usted un santo.

LUISA.- No tanto, diga que sólo soy Diego Corrientes , el

de mediana estatura y ....

RAÚL.- Y mala desventura.

LUISA.- ¿Cómo?

RAÚL.- Las buenas hazañas de los grandes hombres corren por

la ladera como viento de abril.

LUISA.- Adiós, he de quemar una iglesia cercana.

RAÚL.- Dios le bendiga.

LUISA.- ¿No oyes?

(Suenan tambores de muerte. El día ya clarea. Una

corneta lánguida anuncia la visita al cadalso).

RAÚL.- Es el alba que anuncia el nuevo día.

LUISA.- Deja las bromas.

RAÚL.- ¿Quiénes son eso de negro que por allí llegan?

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LUISA.- Corre.

(Los niños se esconden bajo el patíbulo. Entra la

comitiva fúnebre. Diego Corrientes esposado acompañado de

dos alguaciles, un verdugo y la pequeña orquesta de

ejecuciones de la Santa Sede. Los vecinos levantan sus

cuerpotes del lecho e oliendo a fiambre salen a sus

balcones)

UNO.- ¿Qué pasa? ¿Qué horas son estas?

OTRA.- Es él . Seguro que sí.

EL DE MÁS ALLÁ.- Lo han atrapado.

UNO.- Ya era hora. Era una granuja.

OTRA.- Era un buen hombre.

UNO.- Era un canalla.

EL DE MÁS ALLÁ.- Cien como él debiera haber.

UNO.- Uno en cada horca.

OTRA.- Uno para cada injusticia.

EL DE MÁS ALLÁ.- Iban a faltar.

UNO.- Quemó iglesias.

EL DE MÁS ALLÁ.- Y salvó a hombres.

OTRA.- Y mujeres.

UNO.- ¡Cállese!

(La Corneta cambia el toque por una llamada al orden.

La comitiva tenebrosa está sobre el patíbulo junto al

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garrote vil que han despojado de la tela que lo cubría para

no oxidar su complejo mecanismo de venganza)

EL CORNETA.- Por los delitos de robo, estraperlo, herejía,

contrabando, expoliación, fraude, hurto y saqueo a la

propiedad ajena a él y a su pertenencias cercanas...

DIEGO.- Al grano, cornetilla.

EL CORNETA.- El reo Diego Corrientes, apresado en la venta

de Tomares, es condenado a morir en el garrote.

LUISA.- (Bajo el cadalso junto a Raúl) Es Diego Corrientes.

RAÚL.- El auténtico.

DIEGO.- ¿No me dejan unas palabras?

LUISA.- Va a hablar.

RAÚL.- Lo matan.

EL CORNETA (mira al los alguaciles , estos asienten) .-

Proceda.

DIEGO.- Es una pena ser arrestado sin boato ni fanfarrias y

más aún ser ejecutado en este pueblucho sin presencia papal

por un triste pecado venial.

EL CORNETA.- El verdugo se impacienta.

DIEGO.- ¿Acaso voy a empeorarlo?

EL CORNETA.- No, pero si se le pone nervioso puede fallar

en la primera vuelta y tener que probar varias veces hasta

tronchar tu pescuezo. Más tiempo de vida y sufrimiento.

DIEGO.- Si viviese mi madrina, la duquesita de Alba, la

vida no me quitaban.

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RAÚL.- Está delirando.

LUISA.- No, que es de buena familia.

RAÚL.- Que lo salven.

LUISA.- Le dieron de lado cuando robó el joyero.

EL CORNETA.- Nada más tienes que decir.

DIEGO.- Un vaso de agua.

LUISA.- La muerte de cerca seca la garganta.

RAÚL.- ¿Qué sabrás?

LUISA.- Lo he leído y tú mismo lo has escuchado.

EL CORNETA.- La cercanía de la muerte te seca la lengua.

LUISA.- ¿Lo ves?

DIEGO.- Quiero tener la vejiga llena para mearme en este

tablado del horror y el bestialismo.

RAÚL.- ¿Lo ves?

DIEGO.- Como salvaje es que sigáis pisoteando al pobre. Si

me condenáis por robo, lo acepto, dadme muerte; pero qué

hay de los aristócratas , de la Iglesia, de los

terratenientes que le quitan el pan al hambriento, el agua

al sediento y exprimen sus carnes para llenar sus

bolsillos, no deberían ser ajusticiados ellos también o

sólo hay garrote para el pobre y el que lo ayuda.

EL CORNETA.- No me líes yo sólo soy un mandado.

DIEGO.- Y con tu mano ejecutan los crímenes más atroces.

Con tu mano azotas a tus paisanos, con tu mano limpias sus

inmundicias, con tu mano abusas de la ley, con tu mano

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ahondas en la herida, con tu mano hincas la lanza en mi

costado...¿hasta cuándo?

EL CORNETA.- Hasta pronto, porque ya debo dar de mano, que

no me acostumbro a las ejecuciones en ayuno. Tu tiempo se

ha acabado. Asúmelo , has perdido.

DIEGO.- Llegará un día en el que...

EL CORNETA.- Ya, ya... Proceda.

(Sientan a Diego en la silla. Le aseguran los cintos.

Murmullos en la plaza. Los niños se abrazan. El verdugo se

acerca a la rueda mortal)

DIEGO.- ¿Y ese vaso de agua?

VERDUGO.- Hijo, ya no es ocasión.

DIEGO.- Si no me dan agua , que me den aguardiente para

dársela al verdugo y que me dé buena muerte.

VERDUGO.- Precioso, hijo mío.

(El verdugo le pone la capucha. El tambor suena lento

y cadencioso. Silencio. El verdugo cruje sus dedos. Los

balcones aguantan la respiración. La plaza observa. Un

hábil y certero giro , un sordo crujido, un punzón que

atraviesa sin obstáculo el cuello de un hombre de media

estatura, conocido por su mala desventura llamado Diego

Corrientes que robaba a los ricos y a los pobres socorría y

esa fue su perdición cuando al contrabando se echó. Y en la

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plaza cuando nadie queda aún se puede ver a los niños

jugando a Diego Corrientes, serás tú o seré yo.)

TELÓN