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Opinión

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  • Peridico cultural independiente de la Ciudad de General San Martn (Ciudad de la Tradicin) Ao V - N 20 - Septiembre 2011

    sed sumisos a la ley Del Manifiesto del Comandante del 5 Regimiento de Campaa, Juan Manuel Rosas

    al muy benemrito pueblo de Buenos Aires - 10 de octubre de 1820

    El RestauradorYo, Don Jos Gervasio Artigas,

    argentino de la Banda OrientalPor Norberto J. Chivil

    As, como reza el ttulo de esta nota, comienza su testamento este argentino de la Banda Oriental, no siempre bien tratado por nuestra historia oficial, pero que merece la consideracin de todos nosotros. El co-mn de la gente considera a Artigas como prcer uru-guayo y forjador de su independencia y nacionalidad, cuando en la realidad no fue as y tambin desconoce su trayectoria y su personalidad. La construccin de un Artigas uruguayo, no es nada ms que eso, una construccin intelectual, ya que Artigas fue argentino y l siempre se consider como tal. Decir y pensar que fue iniciador de la independencia uruguaya y de su nacionalidad no es ajustado a la verdad histrica y va justamente contra el pensamiento artiguista.

    Pero veamos en apretada sntesis quin fue este personaje que gravit en forma tan es-pecial y decisiva y que tanta influencia tuvo en la historia argentina de la se-gunda dcada del siglo XIX, en lo que fue la Banda Oriental, en la mesopota-mia (Entre Ros, Corrientes, y los pueblos de Misiones), en Santa Fe y Crdoba, pertenecientes todas ellas a las Provin-cias Unidas del Ro de la Plata, como se designaba a nuestro pas en aquel mo-mento histrico.

    OrgenesJos Gervasio Artigas (o de Artigas),

    naci el 19 de junio de 1764 en Mon-tevideo, cuando esta ciudad dependa de la Gobernacin del Ro de la Plata o de Buenos Aires, formando parte del Virreinato del Per recordemos que el Virreinato del Ro de la Plata, fue creado recin en 1776.

    Fue el tercero de seis hijos. Su origen fue patricio, sus padres formaban parte de familias acaudaladas que haban sido los primeros pobladores de la ciudad. Su padre que era Capitn de Milicias, tena campos.

    Curs sus estudios en el Colegio del Convento de San Bernardino de los pa-dres franciscanos en Montevideo. En el inicio de su adolescencia se traslad a la Estancia El Sauce de propiedad de su progenitor, donde aprendi las ta-reas camperas y el manejo de las armas. Tambin se relacion y tuvo estrecho contacto con el comn de los habitan-tes de la campaa, los gauchos e indios charras.

    Segn algunos autores y negado por otros en sus aos mozos, habra

    participado en tareas de contrabando, especialmente de cueros y ganados, que venda en la frontera con el Brasil, introduciendo a la Banda Oriental, tabaco, aguardiente y ropa de procedencia lusitana entre otros efectos.

    Su ingreso al cuerpo de BlandenguesCuando finalizaba el siglo XVIII 1796 fue creado

    el Cuerpo Veterano de Blandengues de la Frontera de Montevideo, al que ingres Jos Gervasio, participan-do en el cuidado de la frontera contra los portugue-ses y en la represin del contrabando. Al poco tiempo fue nombrado Ayudante Mayor.

    A fines de ese siglo, encontrndose en la fronte-ra con Brasil, conoci a un montevideano de origen

    africano, de nombre Joaqun Lenzina quien captura-do por los portugueses, haba sido reducido a la es-clavitud. Artigas lo compr y Lenzina, mas conocido como el negro Ansina, ya libre se convertira de ah en ms en su sombra, sera su amigo y confidente hasta el fin de sus das, adems de compaero de armas y tambin su cronista, ya que a l se le debe el conocimiento de muchos de los aspectos que hacen a la vida del prcer.

    En 1801, cuando los lusitanos invadieron las Mi-siones Orientales, intervino tambin en esa guerra fronteriza.

    Artigas y las invasiones inglesasAnte la primera invasin inglesa a Buenos Aires

    (1806), Artigas, enfermo y viendo que su regimiento se queda en Montevideo, cuando muchos de sus camaradas se han incorporado a las tropas que tratarn de reconquistar la capital del Virreinato, so-licita a su superior el permiso para tras-ladarse a la otra orilla del Plata, lo que le fue concedido. Aqu, en Buenos Aires se destac en los enfrentamientos con las tropas britnicas en los Corrales de Miserere, el Retiro y en la Plaza, despus llamada de la Victoria (ER N 3, pg. 8). Recibi as el ascenso a Capitn de Mili-cias y luego a Ayudante Mayor.

    Inmediatamente regresa a Montevi-deo portando los pliegos que le confi Liniers comunicndole al Gobernador de esa Ciudad, la buena nueva que las tropas inglesas al mando de Beresford haban sido derrotadas y Buenos Aires reconquistada.

    En enero de 1807 una importantsima fuerza inglesa, despus de dieciocho das de duros combates toma la ciudad de Montevideo, donde Artigas cae prisione-ro, pero al tiempo logra fugarse y orga-niza grupos de gauchos que hostigan de toda forma a los invasores.

    A mediados de ao los ingleses inva-den por segunda vez Buenos Aires, pero son derrotados nuevamente en las heroi-cas jornadas de la Defensa. Por el armis-ticio que firman ambas fuerzas, criollas e inglesas, estas ltimas, se obligan a la devolucin de Montevideo y regresar a Inglaterra.

    La Revolucin de MayoProducidos en Buenos Aires, los su-

    cesos revolucionarios en mayo de 1810, ArtigAs por JuAn MAnuel BlAnes

  • con la deposicin del virrey Baltasar Hidalgo de Cis-neros y la formacin de la Primera Junta Gubernativa, Artigas vio con simpata tales acontecimientos.

    El poder realista de Montevideo encarnado en el Cabildo Abierto, desconoci a la Junta formada en Buenos Aires y solicit a la Metrpoli, mas precisa-mente al Consejo de Regencia que en Espaa se ha-ba formado, la designacin de un nuevo virrey.

    Esa designacin como nuevo Virrey del Ro de la Plata, recay en Francisco Javier Elo quien declar a Montevideo como nueva capital del Virreinato, pero fue desconocido por la Junta Grande de Buenos Ai-res, denominada as a raz de la incorporacin de los diputados del interior, la que le declar la guerra a mediados de febrero de 1811.

    Elo declar rebelde y revolucionario al gobierno de Buenos Aires, y traidores a los individuos que lo componen

    Casi en forma simultnea, Artigas desert del Cuerpo de Blandengues y se traslad a Buenos Aires para ofrecer sus servicios al gobierno de la revolu-cin. Sucesos revolucionarios en la Banda Oriental

    El 27 de febrero de 1811 se produce, a orillas del arroyo Asencio, en la Banda Oriental, un levanta-miento armado, el llamado Grito de Asencio, a fa-vor del gobierno revolucionario de Buenos Aires, con la ocupacin al da siguiente de las villas de Mercedes y Santo Domingo de Soriano, dndose inicio de esa forma la revolucin, que se extiende como reguero de plvora en todo el territorio oriental.

    All, en la Banda Oriental se da una divisin entre la campaa que se manifiesta a favor de la revolu-cin y las ciudades que se mantienen leales al nuevo virrey.

    En Buenos Aires, la Junta Grande le dio a Artigas el grado militar de teniente coronel adems de cien-to cincuenta hombres y doscientos pesos fuertes de recursos para iniciar un levantamiento en la campaa de la Banda Oriental contra el poder realista, enco-mendndole llevar el estandarte de la libertad has-ta los mismos muros de Monevideo. A su regreso, concit una gran adhesin de la poblacin a la causa revolucionaria. El 11 de abril de 1811 da su proclama a los compatriotas de la Banda Oriental del Ro de la Plata desde su Cuartel de Mercedes convocado a todos los patriotas caracterizados de la campaa; y todos, todos se ofrecen con sus personas y bienes, a contribuir a la defensa de nuestra justa causa..., y despus de tomar muchos pueblos y arrinconar a los realistas en Montevideo, un poco ms de un mes despus, el 18 de mayo, con un ejrcito popular con-formado por gauchos, peones de estancia, hombres sueltos, curas patriotas, indios y esclavos fugados con ansias de libertad, derrot a los espaoles en la ba-talla que se desarroll en las proximidades del pueblo de Las Piedras, por lo que la Junta de Buenos Aires, lo ascendi a coronel.

    Al fin de esa batalla, Artigas pronunci esta frase: Curad a los heridos, respetad a los prisioneros, cle-mencia para los vencidos y despus todos nos vamos pa Pando

    Esta, la batalla de Las Piedras, fue la primera gana-da por el bando patriota y se convirti en un rotundo triunfo, nombrada expresamente en la Cancin Pa-tritica de Vicente Lpez y Planes designada poste-riormente como Himno Nacional en su versin ori-ginal, cuando en una de sus estrofas al enumerar las

    victorias de los patriotas, expresa: San Jos, San Lo-renzo y Suipacha / ambas Piedras, Salta y Tucumn. Ambas Piedras se refiere a los dos combates con el mismo nombre, uno de ellos librado en la Banda Oriental a la que nos hemos referido y la otra que tuvo lugar el 3 de setiembre de 1812 correspondiente a la victoria del Ejrcito del Norte, comandado por Manuel Belgrano, pocos das antes de la Batalla de Tucumn.

    El sitio a MontevideoEs as como los espaoles se repliegan hacia Mon-

    tevideo que tena mayora de poblacin espaola y era apostadero de la flota de guerra, quedando prcticamente toda la Banda Oriental, en manos de los revolucionarios. Artigas y sus orientales, secunda-do por tropas enviadas desde Buenos Aires al mando de Jos Rondeau, inicia el 1 de junio el primer sitio a la ciudad, y es proclamado Primer Jefe de los Orien-tales.

    En las filas artiguistas se destacaron varios sub-alternos, quienes aos despus gravitaran decisiva-mente en la poltica del ya independiente Uruguay, como Manuel Oribe, Fructuoso Rivera, Juan Antonio Lavalleja, Fernando Ortogus y otros.

    La invasin portuguesaElo, adems de tomar medidas para afianzar su

    posicin en la ciudad de Montevideo, autoriz la in-vasin del territorio por tropas portuguesas acanto-nadas en la frontera sur del Brasil para venir en su auxilio, las que en nmero de cinco mil hombres, prontamente cruzaron la frontera el 22 de julio y ocuparon diversos puntos del territorio oriental.

    A raz de la necesidad del gobierno de Buenos Ai-res de contar con mayor cantidad de tropas en el Alto Per ya que las enviadas al Norte haban sido derro-tadas en Huaqui el 20 de junio , y porque ese territo-rio era de mayor importancia estratgica que la Ban-da Oriental, unida a la circunstancia de que tambin Buenos Aires haba sido bloqueada y bombardeada por naves espaolas, a instancias de negociaciones encaradas por el embajador britnico Lord Stran-gford, se firm un armisticio con el virrey Elo, deno-minado Tratado de Pacificacin, convinindose as que las tropas de Buenos Aires se retiraran de la Ban-da Oriental y de la orilla occidental del ro Uruguay mas de la mitad de de los territorios entrerrianos (entre las que se encuentran las villas entrerrianas de Gualeguay, Gualeguaych y Arroyo de la China) que quedara en poder de los realistas y estos a su vez se comprometan al levantamiento del bloqueo naval a Buenos Aires, debiendo retirarse tambin a su territo-rio las tropas portuguesas. Los artiguistas no estuvie-ron de acuerdo con todo lo acordado, no obstante lo cual y despus de varias tratativas entre Buenos Aires (Primer Triunvirato) y Elo, el armisticio se firm el 20 de octubre y ese mismo da, Artigas que haba sido nombrado Teniente Gobernador, Justicia Mayor y Capitn del Departamento de Yapey, como se lla-maba a las Misiones orientales, inici la retirada. As acat, no sin disgusto, los trminos del armisticio, a

    la espera de otro momento mas propicio e inici su marcha al norte, hacia el nuevo destino.

    El xodoA fin de trasladarse al territorio de las Misiones,

    cruz el ro Uruguay, seguido por mas de mil carretas y mas de diecisis mil personas de todas las edades y condicin social, con todas sus pertenencias y gana-dos, sufriendo toda esa masa humana, las mayores penurias y privaciones, y en las condiciones materia-les mas precarias, siendo conocido ese hecho como Exodo del pueblo oriental o redota como los pai-sanos la llamaron por derrota, que entre los orien-tales artiguistas no slo quera decir vencimiento sino tambin rumbo.

    En los primeros das de 1812, Artigas con toda su gente lleg al arroyo Ayu Grande unos quince kil-metros ms al norte de la actual ciudad entrerriana de Concordia, donde se estableci y form una espe-cie de gobierno.

    Un nuevo sitio a MontevideoA fines de 1811 Elo, haba partido de regreso a

    Espaa y se rompe as el armisticio que se haba fir-mado con Buenos Aires, y a principios de 1812, las tropas porteas reanudan el sitio de Montevideo bajo la direccin de Manuel de Sarratea, quien pretende tambin poner las fuerzas orientales bajo su man-do. Este representante del gobierno porteo, trataba de debilitar as el poder de Artigas y por ello entra en conflicto con este caudillo oriental. Solo despus del arribo en octubre de 1812 del nuevo jefe Jos Rondeau nombrado por el Segundo Triunvirato para ponerse al frente del sitio y quien es el que obliga a Sarratea a marcharse y volver a Buenos Aires, se recomponen las relaciones con Artigas y recin en-tonces este se suma al sitio de la ciudad a fines de febrero de 1813.

    Artigas consideraba a todas las provincias iguales entre s y con los mismos derechos y no una superior a las restantes como pretendan los gobernantes porte-os, quienes entendan que en Buenos Aires resida el principio de autoridad. Por esto, Artigas entenda que en la Banda Oriental, las tropas de Buenos Aires eran auxiliadoras de las orientales y no como pretendan los porteos de que los orientales tenan que fundirse en las tropas de Buenos Aires. Estas dos concepciones resumen las posiciones artiguistas y las porteas.

    La Asamblea del Ao XIII y los diputados orien-tales

    El Segundo Triunvirato, que formaron inicialmen-te Antonio lvarez Jonte, Juan Jos Paso y Nicols Rodrguez Pea y ejerce el gobierno en Buenos Aires desde octubre de 1812 llam a una Asamblea con-formada por los representantes de los pueblos eman-cipados a reunirse en Buenos Aires, con el objeto de sancionar una constitucin. Esa Asamblea, fue deno-minada Asamblea General Constituyente y conocida despus como Asamblea del Ao XIII.

    Artigas reuni en su campamento de Pearol a delegados de toda la Banda Oriental en el denomi-nado Congreso de Tres Cruces en abril de 1813, de-signndose seis diputados para integrarse a la Asam-blea a reunirse en Buenos Aires, con instrucciones dadas el 13 de dicho mes con un claro mandato para estos representantes, que eran: La declaracin de la independencia absoluta de Espaa, la igualdad de las provincias, la libertad civil y religiosa, la organizacin de un estado republicano con divisin de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial independientes entre s, un gobierno supremo que entendiera de los ne-gocios generales del estado y confederacin de las provincias que deban protegerse entre s, que el go-bierno general deba estar fuera de Buenos Aires, la soberana de la Banda Oriental sobre los 7 pueblos que formaban las Misiones orientales, la apertura al libre comercio de los puertos de Maldonado y Colo-nia que se agregaba al de Montevideo, etc.

    La Asamblea, instalada en Buenos Aires, y con mayora alvearista, en un acto impoltico neg la in-

    El Restaurador / 2 / Septiembre 2011

    CON LA VERDAD POR LA PATRIA

    El Restaurador Peridico Cultural Independiente

    de la Ciudad de General San Martn

    (Ciudad de la Tradicin)

    Director propietario:Dr. Norberto Jorge Chivil

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    Gral. San Martn- Prov. de Buenos

    Aires. 4752-7238

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    Villa Ballester

    Sganme cuantos gusten, en la seguridad de que yo jams ceder

    Debajo de la piel, todos somos iguales, el negro, el indio y el blanco, porque todos somos hijos de Dios

    ArtigAs

  • El Restaurador / 3 / Septiembre 2011

    Fabin DAntonio

    4300-2397 Cel. 15-50052047

    www.edicionesfabro.com.ar

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    Fermn Chvez y su tiempo: Fermn Chvez nos ha dejado, como legado, ms

    de cuarenta libros, sus dibujos, sus artculos, sus enseanzas, y fundamentalmen-

    te su ejemplo de vida, un modo de ser, que nos hizo ms fcil comprender el sig-

    nificado de estar dentro del Pensamiento Nacional. Defendi ese pensamiento

    nacional, con la impetuosidad y la fuerza imposible de detener de un ro bravo,

    como no poda ser de otra manera, tratndose de un nogoyaense. Por eso deci-

    dimos editar este libro, escrito por uno de sus discpulos y amigos, el profesor

    Enrique Manson, en el mes de su quinto aniversario de su unin al comando

    celestial, como homenaje en su memoria y para que pueda ser recogido por las

    jvenes generaciones y su vida tomada como ejemplo a seguir

    corporacin de estos diputados orientales, alegando vicios en su designacin porque haban sido desig-nados en un campamento militar y porque traan instrucciones precisas, cuando la Asamblea se haba declarado soberana.

    Rondeau, por su parte y obedeciendo rdenes de Buenos Aires, procedi a llamar otro Congreso que se desarroll en una Capilla junto a su campamento, llamado Congreso de Capilla Maciel contrario a la in-fluencia artiguista.

    La Asamblea del Ao XIII, posterg la declaracin de la independencia y centraliza la autoridad nacional en el Directorio.

    El abandono del sitio de MontevideoDisgustado por esa situacin y considerando que

    se haba vulnerado la voluntad popular, sumado esto a la represin que fuerzas de Buenos Aires realizaron sobre los artiguistas durante todo el ao 1813, que operaban en la costa del ro Uruguay, Artigas, aban-dona el sitio de Montevideo a mediados de 1814 y se retira a la costa del ro Uruguay, pero es seguido por numerosa tropa, donde sus partidarios tratan de con-trolar la Banda Oriental y la provincia de Entre Ros.

    Por su parte, los realistas, sabiendo de las diferen-cias que existan entre Artigas y el gobierno de Bue-nos Aires, tratan de lograr un acercamiento ofrecin-dole al caudillo oriental el poder volver a Montevideo y tratarlo como su predilecto hijo y con las mayores distinciones, con todo tipo de recompensas y reco-nocimientos si abandonaba la causa patriota, adems de proponerle aunar fuerzas para derrotar juntos a la odiada Buenos Aires, pero este no se dej tentar.

    Se declara a Artigas enemigo de la PatriaA raz del abandono al sitio de Montevideo, el Di-

    rector Supremo de las Provincias Unidas del Ro de la Plata, Gervasio Antonio Posadas, dict un decreto el 11 de febrero de 1814, por el cual Se declara a don Jos Artigas infame, privado de sus empleos, fuera de la Ley y enemigo de la Patria, o para decirlo mas sencillo, lo declar traidor a la patria, adems de ponerle precio a su cabeza, ofreciendo una recompensa de seis mil pesos fuertes a quien lo presentara vivo o muerto.

    Mientras tanto, en Europa Fernando VII es res-taurado en el trono espaol y prepara una expedi-cin para recuperar sus dominios americanos. Desde el Directorio, adems de fomentar el centralismo (o unitarismo) se fomentan tambin los proyectos de restauracin monrquica en estas tierras del Plata, as a fines de 1814 Manuel Belgrano y Bernardino Riva-davia parten para Europa con el objetivo de lograr un monarca para estas tierras. El principal enemigo de estas ideas monrquicas y centralistas es Artigas con sus ideas republicanas y federales. Se van delineando los dos partidos del siglo XIX en nuestro pas: los uni-tarios-monrquicos y los federales-republicanos.

    La cada de MontevideoA mediados de 1814, Montevideo estaba al borde

    de colapsar, no solo por el sitio que llevaba algunos

    aos, sino tambin por la ofensiva y predominio que en las aguas del Plata ejerca el Alte. Guillermo Brown, y por fin el 23 de junio los espaoles capitularon y el Gral. Carlos Mara de Alvear quien haba reemplaza-do a Rondeau al frente de las tropas sitiadoras entr al frente de sus tropas en la ciudad. Por ocho meses la ciudad perteneci a la jurisdiccin de Buenos Aires y el Director Posadas por Decreto, cre la Provincia Oriental.

    Debido a varias medidas impopulares que toma-ron los directoriales y que perjudicaban a la ciudad de Montevideo, sus ciudadanos antes esquivos a Ar-tigas, comenzaron a simpatizar con l.

    No obstante que Alvear y Artigas llegan a un acuerdo en el mes de julio, este acuerdo no es cum-plido. Tropas de Buenos Aires, infringen derrotas a los artiguistas principalmente en Entre Ros y en la Banda Oriental, por lo que pareca que el conflicto entre las dos fuerzas haba llegado al fin con la victoria de los porteos, pero la campaa oriental sigui siendo fiel a su jefe y a las tropas directoriales les era difcil asen-tarse en el lugar.

    En enero de 1815 el Director Posadas se vio obli-gado a renunciar y ante la derrota militar de los di-rectoriales en Guayabo por parte de los orientales, Alvear fue designado Director Supremo.

    Previendo una nueva derrota, Alvear dio la orden de retirada de las tropas de Montevideo, lo que se verific totalmente el 25 de febrero y dos das ms tarde entraron los orientales a la ciudad.

    La influencia artiguistaLa influencia artiguista se hace sentir tambin en

    la otra orilla, ya que a fines de marzo, tanto Santa Fe como Crdoba se pasan a las filas de Artigas, quien ya dominaba tambin Entre Ros y Corrientes desde 1813 y conjuntamente con la Banda Oriental se con-forma la llamada Liga de los Pueblos Libres.

    Artigas levantaba la bandera del federalismo fren-te al centralismo porteo, como as tambin las de la nacionalidad en la lucha contra los portugueses y as fue ganando influencia y prestigio en todas aquellas provincias.

    Las desavenencias entre Artigas y el gobierno di-

    rectorial de Buenos Aires, fueron una constante, exis-tiendo un recelo y desconfianza reciproco.

    Con la renuncia de Alvear en abril y el advenimien-to de lvarez Thomas como nuevo Director interino, quien toma varias medidas conciliatorias hacia Arti-gas, quien de traidor a la Patria pasa a ser conside-rado ilustre y benemrito jefe de los orientales pa-reci que el conflicto se solucionara.

    lvarez Thomas mand emisarios al campamento de Artigas para interesarlo en la independencia de la Banda Oriental, para lo cual Buenos Aires renuncia-ra a los derechos que le pertenecan sobre ese terri-torio. Artigas rechaz esta propuesta contraria a sus ntimas convicciones. Las diferencias seguan existien-do. Un congreso de las provincias adheridas a la Liga Federal artiguista mand cuatro diputados a Buenos Aires, para zanjar las diferencias, pero el resultado fue tambin negativo.

    Una nueva invasin lusitana a la Banda Oriental

    Francisco Javier elo, por vicente lpez portaa,

    Museo de Bellas artes de valencia

    San Jos, San Lorenzo, Suipacha, / Ambas Piedras, Salta, y Tucumn,La Colonia y las mismas murallas / Del tirano en la Banda Oriental,Son letreros eternos que dicen: / Aqu el brazo Argentino triunf,Aqu el fiero opresor de la Patria / Su cerviz orgullosa dobl.

    Estrofas dEl Himno nacional argEntino

    CAsA nAtAl de ArtigAs en Montevideo. leo de FederiCo reilly

  • El Restaurador / 4 / Septiembre 2011

    Promediando el ao 1816, se produjo una nueva invasin lusitana a la Banda Oriental, con el pretexto de combatir a las fuerzas artiguistas. Los por-tugueses teman que la influencia de Artigas se exten-diera al territorio del Brasil y provocara la insurreccin de su poblacin esclava, con las graves consecuencias que ello acarreara no solo desde el punto de vista so-cial, sino tambin econmico, pues la mano de obra esclava era fundamental para la economa portugue-sa. Pero tambin era una aspiracin constante en los gobernantes portugueses, el deseo de apoderarse de ese territorio para poder asentar su influencia en las orillas del Plata.

    Durante cuatro aos los orientales debieron hacer frente a los portugueses en soledad, en una resisten-cia por dems heroica, pues el Director Pueyrredn y los directoriales de Buenos Aires, consintieron pa-sivamente la ocupacin de la otra Banda del Plata por parte del enemigo histrico y no solo le negaron recursos materiales y apoyo aunque mas no sea mo-ral a los hermanos orientales, sino que vieron en los portugueses la oportunidad de desembarazarse del caudillo oriental, a quien consideraban peligroso por sus ideales republicanos y federales y como un ene-migo comn, todo ello a costa de la prdida de tan rico territorio como lo era la Banda Oriental.

    El Congreso Nacional de TucumnCabe acotar que la Liga Federal, por intermedio

    del Congreso de Oriente reunido en Concepcin del Uruguay, decidi a excepcin de Crdoba no man-dar sus diputados al Congreso Nacional que se de-sarroll en Tucumn en 1816, al considerar que el mismo estaba influenciado por los porteos, lo que se vio corroborado a principios del ao siguiente cuando el Congreso se traslad a Buenos Aires para seguir sesionando all. Cabe sealar que si bien en di-cho Congreso se declar la Independencia, no decla-r la guerra a Portugal por la invasin a una provincia argentina, la Provincia Oriental. Es necesario aclarar tambin que en el Congreso de Oriente, se haba de-clarado tambin la independencia de Espaa.

    Guerra Civil

    En Buenos Aires, un amplio sector de la poblacin quera la guerra contra Portugal, contraria a la opi-nin de Pueyrredn y de los directoriales. El Director, por el contrario mand tropas al litoral para combatir a los caudillos Pancho Ramrez de Entre Ros y Esta-nislao Lpez de Santa Fe, aliados de Artigas, pero las tropas invasoras directoriales fueron derrotadas. La guerra de Buenos Aires contra las provincias artiguis-tas iba de mal en peor, de fracaso en fracaso.

    Con tal de sacarse de encima a Artigas, todo era vlido, incluso la orden dada por Pueyrredn a San Martn en 1818, que ya se encontraba en Chi-le para retrogradar de nuevo los Andes para sofocar la rebelin en el Litoral. Pero San Martn desoy tal pedido, para bien de la empresa emancipadora en la cual estaba empeado. Ese mismo pedido lo volvi a efectuar el nuevo Director Supremo, Jos Rondeau a finales de 1819, obteniendo la misma respuesta del futuro Libertador.

    En abril de 1819 el Congreso haba sancionado una constitucin unitaria centralista y aristocrtica, que fue desconocida y rechazada por los pueblos del interior.

    La cada del DirectorioLa nica forma que vio Artigas, para que Buenos

    Aires lo ayudara en su lucha contra los lusitanos, es-taba en la cada del Directorio y el surgimiento de un gobierno que contara con el apoyo de los pueblos. As Artigas concibi el siguiente plan: mientras que l y su lugarteniente Fructuoso Rivera se encargaran de combatir a los portugueses en la Banda Oriental. Francisco Ramrez y Estanislao Lpez, marcharan ha-cia Buenos Aires.

    Ante esa situacin el Director Supremo Jos Ron-deau pedir a los portugueses que acometan con sus fuerzas y persiga al enemigo comn hasta Entre Ros y Paran... obrando en combinacin con noso-tros.

    Artigas no tuvo suerte en su lucha contra los por-tugueses, ya que despus de varios encuentros que le resultaron adversos y siendo incapaz de resistir por ms tiempo, las tropas del Supremo Protector de los Pueblos Libres fueron severamente derrotadas en Ta-cuaremb el 22 de enero de 1820 quedando todo el

    territorio oriental en manos enemigas.Ramrez y Lpez que haban proclamado que el

    general Artigas por el clamor de los pueblos nos man-da a exigir del Directorio... la declaratoria de guerra contra los portugueses... y el establecimiento de un gobierno elegido por la voluntad de las provincias, que administre por base el sistema de Federacin, tuvieron ms suerte contra las tropas directoriales to-talmente desmoralizadas comandadas por Rondeau, a quienes derrotaron en la Caada de Cepeda (Santa Fe) el 1 de febrero de 1820 y a los pocos das los federales entraron en Buenos Aires.

    El Tratado del PilarAnte la derrota de Rondeau, el Cabildo design

    gobernador a Manuel de Sarratea, quien firm con los dos jefes federales vencedores en Cepeda, el Trata-do del Pilar el 23 de febrero; los tres como gobernan-tes de sus respectivas provincias. En ese Tratado no se hizo mencin a la guerra contra Portugal y a Artigas, solo se lo nombraba en forma accidental, ni tampoco se haca referencia a la Liga Federal, en cuyo nombre se haba iniciado la guerra contra el Directorio.

    Cuando una copia del Tratado lleg a manos del jefe oriental, ste se sinti traicionado, por no haber dispuesto ese tratado la guerra a Portugal, acusan-do a Ramrez de haberse vendido a los porteos y se prepar para combatirlo, con la ayuda de orientales, correntinos y misioneros, invadiendo Entre Ros para derrotar a su ex subalterno.

    Pero la suerte le fue otra vez adversa y fue derro-tado en varios encuentros por Ramrez. El 24 de junio de 1820 se produjo la batalla definitiva en Las Tunas, donde Pancho Ramrez, dueo del terreno, logr de-rrotar a Artigas y entonces comenz una persecucin que termina cuando el oriental busc refugio en el Pa-raguay al que ingres el 5 de setiembre de 1820.

    Su ostracismoA raz de los sucesos que motivaron la deposicin

    de Virrey Cisneros en mayo de 1810 en Buenos Aires, el Cabildo de Asuncin, haba desconocido la autori-dad de la Junta portea.

    A partir de ese momento, el Paraguay se cerr al mundo impidiendo la entrada de extraos y la salida

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    soldAdos de lA orillA orientAl del plAtA. eMeriC essex vidAl

  • El Restaurador / 5 / Septiembre 2011

    de sus habitantes y cort toda relacin con Buenos Aires, lo gobern a partir de octubre de 1814 el doc-tor Jos Gaspar Rodrguez de Francia personaje muy especial, quien fue nombrado Dictador Supremo de la Repblica quien gobern con mano de hierro y un poder absoluto y mantuvo aislado a esta provincia de sus hermanas del antiguo virreinato y fue el que lo gobernaba al momento de ingresar Artigas a ese territorio.

    Francia permiti la internacin de Artigas porque, segn dijo, era un acto no solo de humanidad, sino an honroso para la repblica, el conceder un asilo a un Jefe desgraciado, que se entregaba. As mand un Oficial con veinte Hsares, para que lo trajese

    Un hijo de Artigas cuenta la llegada de su padre al Paraguay: Lleg a las fronteras del Paraguay con doscientos libertos y algunos oficiales, escribi al dic-tador (Francia) solicitando su entrada a la provincia y

    ste otorgndosela, mand inmediatamente a reci-birlo. En efecto, lo recibi un oficial en las primeras guardias al que entreg Artigas su espada y su bas-tn y a su ejemplo todos los soldados sus armas.

    A su llegada a Asuncin, fue remitido al Convento de la Merced, que estaba bajo el rgimen de clausura y all ocup una celda. Pidi entrevistarse con Francia pero el dictador nunca concedi la entrevista, por el contrario lo mantuvo aislado y custodiado. Pas cua-tro meses all. Un da, conversando con el Prior del convento, le manifest estar agradecido por la forma en que se lo trataba, pero que un convento no era el lugar adecuado para un soldado como l.

    Ese comentario lleg inmediatamente a odos del Dictador, quien decidi internar a Artigas lejos de la capital.

    Fue mandado a una remota aldea a 80 leguas (400 kms.) al noroeste de Asuncin llamada San

    Isidro del Labrador de Curuguaty, ubica-da en una zona de bosque subtropical, con exuberante ve-getacin y habitado por muchas especies animales. La zona era rica y se cultivaba la yerba mate, pero era

    asediada por indgenas y portugueses.El gobierno paraguayo le asign una casa con

    terreno y una asignacin mensual para que pudiera subsistir, no pudiendo Artigas ausentarse del pueblo.

    As se convirti en agricultor, trabajando esas tie-rras. All vivi aislado del resto del mundo, pero en realidad vivi como un prisionero.

    El caudillo entrerriano Francisco Ramrez, le soli-cit a Francia la extradicin de Artigas a cambio de conceder la libre navegacin de los ros y la libertad de comercio, a lo cual el dictador paraguayo se neg. Pero Francia nunca consinti tener una entrevista con Artigas, no obstante habrselo pedido este en cuanta oportunidad se le present.

    En el ao 1838, ya ocho aos despus de haber obtenido la independencia la Provincia Oriental, de-nominndose a partir de all Repblica Oriental del Uruguay, un lugarteniente suyo, Fructuoso Rive-ra, quien haba sido designado primer presidente y ahora en 1838 haba retomado el poder despus de desalojar con ayuda francesa al segundo y legtimo presidente en ejercicio Manuel Oribe, tambin anti-guo lugarteniente de Artigas, le mand una carta a su antiguo jefe solicitndole volviera al Uruguay, pero este no le contest nunca.

    El 20 de setiembre de 1840, muri el dictador Francia y el gobierno provisional que le sucedi, por temor mandaron apresar a Artigas. La orden dirigida

    Montevideo desde el FondeAdero exterior del puerto - eMeriC essex vidAl

    diBuJo de Autor AnniMo y Foto ACtuAl de lA puertA de lA CiudAdelA de Montevideo. en lA CiudAd Forti-FiCAdA de Montevideo, lA CiudAdelA erA unA ForMidABle FortiFiCACin de piedrA ConForMAdA por unA grAn plAzA de ArMAs rodeAdA de MurAllAs Con Muros de grAnito de 6 Metros de espesor, 4 FortAlezAs dotAdAs

    de 50 CAones, enCArgAdA de resistir el eMBAte FinAl de CuAlquier AtAque del eneMigo. oCupABA lA MitAd de lA ACtuAl plAzA independenCiA y su niCA entrAdA erA por lA puertA de lA CiudAdelA desde el seCtor interior

    de lA CiudAd. pArA ingresAr A ellA deBA CruzArse un puente levAdizo. lA ConstruCCin de este BAluArte deMAnd 40 Aos A pArtir de 1741. (www.Montevideo.guB.uy)

    lA entrAdA de AlveAr por lA puertA de lA CiudAdelA de Montevideo en 1814

  • El Restaurador / 6 / Septiembre 2011

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    al comandante del pueblo de Curuguaty, deca: los representantes de la repblica por muerte con esta fecha del excelentsimo seor dictador de la repblica prevenimos a Vmo. que inme-diatamente al recibo de esta orden ponga la persona del bandido Jos Artigas en seguras pri-siones hasta otra disposicin de este Gobierno Provisional y dar cuenta sin dilacin de haberlo cumplido Fue verdaderamente tratado como un bandido y un peligroso enemigo pblico.

    La partida que fue a prenderlo lo encontr semidesnudo por el calor arando la tierra. Lo condujeron a un calabozo, donde Artigas que contaba con 77 aos de edad, fue encerrado con una barra de grillos y aislado durante un mes, al cabo de seis meses fue liberado por or-den del Primer Cnsul Carlos Antonio Lpez, nombrado como nueva autoridad por el Con-greso paraguayo el 12 de marzo de 1841. Tres aos despus, Lpez sera nombrado Presidente de la Repblica.

    Con estas nuevas autoridades la situacin de Artigas cambi para bien, pues adems de de-cretar su inmediata libertad, lo trataron de me-jor manera y le hicieron saber que si quera vol-ver a su patria lo podra hacer libremente, pero Artigas manifest su voluntad de pasar sus lti-mos das en Caraguaty. Ante esa determinacin del oriental, el gobierno paraguayo encomend al comandante de la Villa la atencin de Artigas cuando fuera necesario y tambin dispusiere de honores fnebres en caso de su fallecimiento, a la vez de remitirle ropa y otros efectos.

    A partir del 1845 el Presidente Lpez lo invi-t a vivir en una casa que hizo construir para l, en una chacra de su propiedad en Ibiray, cerca de Asuncin, all Artigas ser atendido por la familia Lpez con bondad y caritativamente. El da de su ltimo cumpleaos almorz con Car-los Alberto Lpez y su familia y luego en su caballo Mo-rito realiz un paseo por la ribera del ro Paraguay

    Su fallecimiento

    El domingo 22 de septiem-bre de 1850, Artigas ya no se sinti bien, tena 86 aos y exclam, siendo estas casi sus ltimas palabras: Yo no debo morir en la cama, sino montado sobre mi caballo! Traigan al Morito que voy a montarlo!. No obstante una leve mejora, expir al da si-guiente en compaa de su fiel Ansina

    Un diario asunceo anun-ciaba pocos das despus de su fallecimiento repentino:

    Slo cuatro personas acompaaron a la tum-ba los restos mortales de quien fuera ilustre caudillo en tierra del Plata. No hubo ni siquiera cortejo fnebre para este oriental que muere a los 30 aos justos de su expatriacin, en la ms absoluta pobreza y en el mayor de los desam-paros.

    Al momento de su fallecimiento, Artigas era una persona de mediana estatura, delgado, que no usaba barba ni bigotes, de largos rizos blancos, vesta siempre un poncho paraguayo y sombrero de paja alto. Andaba a caballo en su Morito y cuando se desplazaba a pi se ayuda-ba con un bastn rstico y largo. Su alimento principal era la mandioca y el agua.

    Los restos de Artigas fueron repatriados a Montevideo el 19 de setiembre de 1854 y ac-tualmente la urna que contiene sus restos est ubicada debajo de su estatua en el Mausoleo que se construy en el ao 1977, en la Plaza de la Independencia, justamente en esta plaza que recuerda la independencia uruguaya que Artigas nunca quiso, como dijera el historiador urugua-yo Gerardo Caetano en un panel que se realiz en la ltima Feria del Libro en Buenos Aires sobre el caudillo oriental, que Artigas no hubiese que-rido un monumento en una plaza Independen-cia, ni siquiera quera a Montevideo.

    Artigas fue argentino hasta el ltimo da de su vida. Como dira el poeta Carlos Guido y Spa-no: argentino hasta la muerte.

    El ideario artiguistaFue forjador de la nacionalidad argentina y debe

    ser considerado uno de los Padres de la Patria. La actitud de Artigas nunca fue separatista,

    sino todo lo contrario, fue integrador en el con-texto nacional de las Provincias Unidas del Ro de la Plata.

    Las veces que le fue pro-puesto la constitucin de una Banda Oriental inde-pendiente de sus hermanas de la otra orilla, siempre la rechaz; ello ocurri cuando el Director General Alvear le ofreci, por intermedio de Nicols de Herrera, la se-gregacin de la provincia Oriental y el reconocimiento como entidad definitivamen-te emancipada, ofrecimiento que se repitiera despus por intermedio del Coronel Elas Galvn. Encontrndose re-unido el Congreso de Orien-te, instalado por Artigas en el Arroyo de la China hoy Concepcin del Uruguay llegaron a Paysand emisa-MAnuel de sArrAteA

    el Fuerte de sAn Jos, Montevideo. leo de AdolpHe dHAstrel

  • rios enviados por el Director lvarez Thomas, quienes le ofrecen, que Buenos Aires reconoce la independencia de la Banda Oriental del Uru-guay renunciando a los derechos que por, el antiguo rgimen le pertenecan. Artigas recha-za estas proposiciones y expresa para que no queden dudas en julio de 1815 que La Banda Oriental del Uruguay entra en el rol para formar el Estado denominado Provincias Unidas del Ro de la Plata. La Banda Oriental del Uruguay est en el pleno goce de su libertad y derechos; pero queda sujeta desde ahora a la Constitucin que organice el Congreso General del Estado legal-mente reunido, teniendo como base la liber-tad.

    Cuando en su exilio se enter de la decla-racin de la independencia uruguaya de 1830, exclam Mi Nacin ya no tiene a mi Provincia y Yo ya no tengo patria.

    El historiador uruguayo, E. Acevedo, opina: Artigas fue un enemigo de la independencia de los orientales. Lo que propugnaba era el fede-ralismo de las Provincias del Ro de la Plata. En el panel desarrollado en la ltima Feria del Libro de Buenos Aires, el historiador uruguayo Maiz-tegui Casas afirm: Artigas debe ser el nico prcer que no estuvo de acuerdo con la crea-cin de su propio pas Nunca quiso la separa-cin de las Provincias Unidas y esa fue su lucha hasta el ltimo da, mantener la integracin de los pueblos y apostar por la unidad regional.

    Nunca quiso ir a un Uruguay independiente. Cuando su hijo lo visit en Paraguay y quiso lle-varlo, contest: ya soy un hombre muerto, hay que dejarme quieto aqu.

    Fue un importante sostenedor de la unidad

    nacional de los territorios que haban confor-mado el Virreinato, repudiando la dominacin espaola y oponindose a la intervencin por-tuguesa.

    Cuando en algn momento se refiri a la in-dependencia de las provincias, no debe enten-derse como independencia nacional, sino como autonoma provincial dentro del conjunto con las dems provincias integradas en las Provin-cias Unidas del Ro de la Plata.

    Artigas fue uno de los que planteo sin vuel-tas la necesidad de declarar la independencia total de Espaa, cuando desde la otra orilla del Plata en Buenos Aires todava se juraba fide-lidad a Fernando VII, y lo hizo al dar a los dipu-tados orientales las instrucciones en ese sentido para la Asamblea del Ao XIII.

    Fue tambin en aquellos momentos en la que los triunviratos, directorios y asambleas de Buenos Aires hablaban de incorporacin lisa y llana a Inglaterra, como Alvear en 1815 con la misin de Manuel Jos Garca ante lord Stran-gford o a Juan VI de Portugal o ms tarde al considerar la posibilidad de la coronacin del prncipe de Luca protegido por un fuerte ejer-cito francs.

    En su poca, en la que en el mundo impe-raba el sistema monrquico, y contrariamente a muchos hombres de su poca que adheran a tal sistema, l fue republicano.

    Fue precursor del federalismo, donde todas las provincias eran iguales entre s, sin primaca de algunas de ellas sobre las restantes.

    Referencias.Jos Gervasio Artigas, Coleccin Grandes Pro-tagonistas de la Historia Argentina, dirigida por Flix Luna. Aln Lascano, Luis C. Artigas: Hroe argenti-no, Todo es Historia N 80Castello, Antonio E. Artigas y el federalismo co-rrentino, Todo es Historia N 480.Dumrauf, Clemente. El genio malfico de Arti-gas, Todo es Historia N 73.Klein, Fernando.Exilio y muerte del caudillo oriental, Todo es Historia N 480.Pasquali, Patricia. Artigas, mito y realidad his-trica, Todo es Historia N 480.Ribeiro, Ana. Artigas en el paraguay, Todo es Historia N 480.www.lancerosorientales.com/docs/Artigas_en_Paraguay

    El Restaurador / 7 / Septiembre 2011

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    En 1724, se cre el Cuerpo de Blandengues de la Frontera para el cuidado de la frontera de Santa Fe contra las incursiones de los indios del Chaco. A partir de mediados del siglo XVIII, fue creado tambin en Buenos Aires, en un princi-pio para el cuidado del pueblo de Lujn, exten-dindose luego a otros pueblos bonaerenses, fronterizos con los indios. En 1796 fue creado el Cuerpo Veterano de Blandengues de la Fron-tera de Montevideo, para la proteccin de la Banda Oriental de las incursiones portuguesas y el contrabando.

    Los Blandengues fueron un cuerpo de mili-cias de caballera formado por criollos, conoce-dores del terreno en el cual deban actuar, que ocupaban fuertes que cubran la lnea de fron-teras, estando en contacto continuo entre s.

    En una primera etapa de la historia de este cuerpo, los blandengues no contaban con un uniforme establecido y su armamento era im-provisado. Se vestan con la misma ropa que los gauchos de la zona, que por otro lado era ideal para las inclemencias del tiempo y las caracte-rsticas del terreno. Su armamento era ligero, su primer arma era una lanza hecha con caa ta-cuara caa fina pero muy resistente con una punta metlica, tambin utilizaban cuchillos y sables, al principio no utilizaban armas de fue-go.

    Posteriormente, el uniforme que vestan consista en casaca azul con collarn, solapas y vueltas de color rojo; chambergo o tricornio redondo con cinta y cucarda colorada y botn blanco. En invierno usaban poncho y en vera-no chaquetilla y calzn de color blanco. Si bien nunca dejaron la lanza, y dems armas blancas, tambin dispusieron de carabinas, mosquetes y pistolas.

    Segn algunos autores se los llam blan-dengues porque blandan sus lanzas.

    En 1810 pasaron a llamarse Regimiento de Caballera de la Patria, para desaparecer poco tiempo despus. En 1817 fue creado un nuevo regimiento que se extingui definitivamente en 1824.

    (Fuente: lbum de Uniformes MilitaresHistricos, reproduccin de tmperas de Gui-llermo Roux, Edit. Crculo Militar)

    Cuerpo de Blandengues de la Frontera

    La bandera de Artigas

    La denominada Bandera de Artigas, o Pabelln de la Libertad cuya denominacin correcta es Bandera de la Fe-deracin, era una bandera partidaria, ya que como de-ca Artigas Mi bandera no es signo de separatismo, sino de disidencia.

    La bandera original de Ar-tigas, creada por l mismo se bas en la bandera que haba sido creada por Manuel Belgra-no en 1812: Tres franjas horizonta-les, azul, blanco y azul, al cual le agreg una fran-ja horizontal rojo punz, dentro de cada una de las bandas azules. El color rojo punz simbolizaba la sangre derra-mada por la independencia y por el federalismo. Las bandas rojo punz representaban las Bandas Oriental y Occidental del Ro de la Plata.

    Flame por primera vez en el cuartel de Arerungu (Ban-da Oriental) el 13 de enero de 1815 y fue enarbolada por el caudillo entrerriano Eusebio Here a orillas del ro Paran el 13 de marzo de 1815, al in-corporarse la provincia de En-tre Ros a la Liga de los Pueblos

    Libres.Durante el Congreso de

    Oriente, en junio de 1815, la bandera fue modificada, adoptndose tres bandas ho-rizontales del mismo ancho, azul, blanco y azul, atravesa-da en forma diagonal por una franja rojo punz de igual an-cho que las anteriores que se extiende de la parte superior, junto al asta, al ngulo inferior opuesto. En este caso las fran-

    jas azules sim-bolizan las dos Bandas del Ro de la Plata, mientras que la franja hori-zontal blanca en el centro representa al Ro de la Pla-

    ta (en herldica el blanco es plata). La franja punz que las cruza, une las dos Bandas y seala la unin libre de los pueblos.

    Fue la bandera de los Pue-blos Libres o Liga Federal y de la Provincia de Entre Ros.

    Actualmente esta bandera es usada oficialmente en la Re-pblica Oriental del Uruguay, donde se la llama Bandera Federal Artiguista, y tambin representa a nuestra provincia de Entre Ros.

    El General Jos Mara Paz, despus de haber sido derrotado en Corrientes por Urquiza, pas al Para-guay y visit a Artigas en 1846 y en un paseo que ambos hicieron en caballo, Artigas le habl sobre su actuacin y su relacin con el Directorio de Buenos Aires y esto le dijo:

    Yo no hice otra cosa que responder con la guerra a los manejos tenebrosos del Directorio, y a la guerra que l me haca por considerarme enemigo del cen-tralismo, el cual slo distaba un paso, entonces, del realismo. Tomando por modelo a los Estados Unidos, yo quera la autonoma de las Provincias dndole a cada estado su gobierno propio, su Constitucin, su bandera y el derecho de elegir sus representantes, sus jueces y sus gobernantes, entre los ciudadanos natu-rales de cada estado. Esto es lo que yo haba preten-dido para mi Provincia y para los que me haban pro-clamado su Protector. Hacerlo as habra sido darle a cada uno lo suyo Pero los Pueyrredones y sus ac-litos queran hacer de Buenos Aires una nueva Roma imperial, mandando sus Procnsules a gobernar a las

    provincias militarmente y despojarlas de toda repre-sentacin poltica, como lo hicieron rechazando los diputados al Congreso que los pueblos de la Banda Oriental haban nombrado, y poniendo precio mi cabeza (Publicado en El Nacional, Montevideo, ao II, 25 de setiembre de 1884)

    Segn Antonino Reyes, edecn de Rosas, las vi-sitas del general Paz a Artigas no eran de simple cor-tesa, sino que obedecan al plan de que acaudillara un movimiento que se quera organizar en Corrientes contra Rosas. Y l respondi que no quera abando-nar Asuncin, sino morir tranquilamente donde esta-ba, antes de plegarse a un movimiento que no fuese el que l mismo haba iniciado...

    El 21 de mayo de 1845 fue designado Instructor del Ejrcito de Paraguay. Acept y fue a la capital Asuncin; pero informado que era para luchar contra Rosas, declin la designacin al informrsele que el ejrcito por l instruido iba a combatir contra Rosas, no quera hacer soldados unitarios... (En aquellos momentos el gobierno paraguayo que coqueteaba

    con el Imperio del Brasil, estaba enfrentado a Rosas. Por el contrario Rosas nunca estuvo en contra del Pa-raguay a la que siempre consider como provincia argentina)

    La visita del General Paz

  • El Restaurador / 9 / Septiembre 2011

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    En su ostracismo en Paraguay, prime-ro en la villa de Curuguaty y al final en ibiray, Artigas llev una vida adornada con todas las virtudes cristianas. Su amor por los nios, su ayuda a los necesitados, le granje la amistad y respeto y admira-cin de sus convecinos.

    As por ejemplo, Deodoro de Pascual afirma:

    [Artigas con] su ejemplo influy mu-cho en los habitantes del lugarejo en que resida; convirtise en el padre y protec-tor de los pobres; dbales cuanto reuna en sus trabajos; les socorra con medi-camentos; les consolaba en sus lechos y aflicciones; distribua entre ellos lo que posea, en perjuicio muchas veces de lo necesario para su existencia; y consigui ser bienquisto, querido y respetado de los aldeanos que tantos beneficios reci-ban de sus ya aosas manos.

    Dice el testimonio de Hammerly Du-puy:

    Durante los ltimos aos de su vida en Ybiray, Artigas fue apreciado por su gran piedad. Era su deleite el explicar a los nios el significado del cristianismo en relacin con la historia de la humani-dad. Dispona para ese fin de una edicin ilustrada de la Santa Biblia, a cuya lectura se dedicaba frecuentemente Y agrega: esta informacin fue proporcionada al autor, por Juan Len Bentez, nieto del

    presidente (paraguayo) Carlos LpezCarlos A. Washburn, ministro resi-

    dente de los Estados Unidos en Asuncin del Paraguay desde 1861 hasta 1868. En su Historia del Paraguay, dice:

    En sus ltimos aos, despus de la muerte del dictador, el Protector dej sus cultivados campos, testigos de sus obras de caridad nunca odas en el Paraguay, y se fue a Ibiray, donde pas sus ltimos das.

    A principios de 1846 Artigas recibi en Ibiray la visita de su hijo Jos Mara, quien contar:

    Aquellos vecinos de Ibiray aquellos pobres que tanto quieren y veneran a mi padre, se renen con l a rezar el rosario, cuando el toque de oraciones de las cam-panas distantes llegan hasta ellos de la Asuncin; los v todos los das en el mis-mo sitio. Mi padre haca coro; los dems, arrodillados en torno suyo, contestaban las oraciones, muchos de ellos, la ma-yor parte, en guaran. En concluyendo, todos se retiraban a sus casas; despus de saludar, uno a uno, con veneracin, al viejo; ste entraba a paso lento en su rancho, y se acostaba muy temprano. Se levantaba con el Alba

    Dice el testimonio de Don Jos Len Bentez:

    El general Jos Gervasio qu bue-no era, como me quera! Era un buen

    cristiano Siempre deca: Dios es muy grande, pero mantiene (permi-te vivir) a muchos pcaros. De tarde reuna a todos los chicos del barrio y nos enseaba la doctrina cristiana (catequesis). Re-cuerdo que nos repeta: Hay que hacer la caridad sin mirar a quien se hace.

    El obispo de Asuncin, Monseor Juan Sinforiano Bogarn, dej el siguiente testimonio, en el que se refleja la piedad eucarstica del Prcer:

    La seorita Asuncin Garca me ha referido, algunos aos antes de morir, lo siguiente: Cuando la enfermedad de Artigas se agrav, manifest deseos de recibir los ltimos sacramentos. Enton-ces la seora doa Juana Carrillo, esposa de Carlos Antonio Lpez, mand llamar a un miembro de la familia de la citada Asuncin Garca (familia tan distinguida, por cierto como piadosa), y le encarg fuera a preparar el altar para administrar al enfermo el Santo Vitico. Cumplida la orden, el cura prroco de la Recoleta,

    Presbtero Cornelio Contreras, llev al general Su Divina Majestad. En los mo-mentos en que el sacerdote iba a admi-nistrarle el Santo Vitico, Artigas quiso levantarse. La encargada del aderezo del altar le dijo que su estado de debilidad le permita recibir la comunin en la cama, a lo que el general respondi: Quiero le-vantarme, para recibir a Su Majestad. Y ayudado por los presentes, se levant, y recibi la comunin, quedando los mu-chos circunstantes edificados de la pie-dad de aquel grande hombre.

    Fuentes:Gaudiano, Pedro. Artigas Catlicohttp://blog.transfiguracion.org/artigas-catequista-popular/

    La religiosidad de Artigas

    En el centro de la Plaza Uruguay, delimitada por Av. del Libertador, Austria, Tagle y Av. Fi-gueroa Alcorta, de la Ciudad de Buenos Aires, se erige el monumento al Gral. Jos Gervasio Artigas, obra del arquitecto Alejandro Bustillo y del escultor Juan Jos Zorrilla de San Martn.

    En el ao 1955 el Poder Ejecutivo dispuso la construccin del monumento, tres aos des-pus se firm el contrato con el escultor y recin fue inaugurado en abril de 1973.

    La obra se destaca por una importante escul-tura en bronce de la figura de Artigas que mide aproximadamente seis metros, emplazada sobre una base de doce metros de mampostera reves-tida en granito rojo dragn. Dos bajorrelieves en piedra simbolizan la Libertad y la Federacin

    En cada una de las caras del monumento y en su parte inferior hay cuatro fuentes de gra-nito gris con grifos de bronce que simbolizan a los cuatro ros en los que se desarroll la gesta artiguista: el Plata representado por un cangre-jo, un tiburn y un delfn, el Uruguay por un surub, un pac y un dorado, el Paran, por ya-cars y el Paraguay por dos anacondas.

    En la parte frontal figura el nombre Arti-gas, en su laterales Federacin y Libertad y en la posterior, las leyendas: PrimerAmente Pedir lA declArAcin de lA indePendenciA AbsolutA de estAs coloniAs / no Admitir otro sistemA que el de lA con-federAcin / lA constitucin gArAntizA A lAs ProvinciAs

    unidAs unA formA de gobierno rePublicAnA. de lAs ins-trucciones de ArtigAs A lA diPutAcin orientAl Ante lA AsAmbleA del Xiii.

    Monumento a Artigas La Banda OrientalEn los textos de historia,

    cuando leamos algo rela-tivo a la Banda Oriental, sabamos que era referente al territorio que actualmente ocupa la R.O. del Uruguay, pero na-die nos explic por-qu se la denomi-naba de esa forma.

    Se llamaba as al territorio mas al este u oriental del Virreinato del Per hasta 1776 y despus Virreinato del Ro de la Plata; se encontraba al este del ro Uru-guay y al norte del Ro de la Plata. Era un extenso territo-rio que compren-da el territorio de nuestro actual pas hermano Uruguay y el sur del actual Brasil estado de Ro Grande do Sul.

    Siempre fue un territorio muy codiciado por los lu-

    sitanos y luego por los bra-sileos, siendo origen de muchos conflictos entre las coronas de Espaa y Portugal y posteriormente entre sus

    continuadores en Amrica: las Provincias Unidas del Ro de la Plata y posteriormente la Confederacin Argentina y el Imperio del Brasil.

    CAtedrAl de Montevideo

  • El da 10 de junio ppdo. fue retirado un cuadro con la imagen del Capitn de Fragata (Post-Mortem) Pedro E. Giachino del recinto del Concejo Deliberante del Ptdo. de Gral. Pueyrredn, por decisin tomada por su presidente, el Arq. Marcelo Artime, a pedido de organizaciones de derechos humanos.

    Giachino, oficial de la Armada, fue el primer muerto de la Guerra de Malvinas (el 2 de abril de 1982) en acto de arrojo y valor, -habiendo recibido la Cruz al Heroico Valor en Combate- y como tal y como todo muerto en defensa de nuestra Patria debera tener la consideracin y respeto de todo argentino bien nacido.

    Los muertos en Malvinas no se tocan ni mano-sean. Pero pareciera que algunos funcionarios juga-ran a favor del invasor ingls.

    Desde este humilde peridico publicamos esta pe-quea crnica y la foto del capitn Giachino en ho-menaje y en desagravio a su memoria.

    Desde aqu los argentinos de honor, decimos: CA-PITAN GIACHINO, PRESENTES!!!

    Ofrecemos a nuestros lectores, el testimonio de quienes acompaaron al Capitn Giachino, en aque-lla jornada histrica, donde nuestro hroe diera su vida por la Patria.

    Su compaero de estudio y de armas Oscar Mon-nereau, recuerda los momentos previos al desem-barco: Lo v (a Giachino) aquella maana, antes de emprender la accin, gozando ese momento que la historia haba querido depararnos. Ajustarse el co-rreaje y empuar el arma en esos momentos, era para l, algo mas que un privilegio. Estbamos recon-quistando un sueo, algo que habamos aprendido a amar a la distancia, desde nios y que era ni mas ni menos que un pedazo muy querido de la Patria

    El 1 de abril, aproximadamente a las 21 horas, el Santsima Trinidad detuvo su marcha en la boca occi-dental de Baha Enriqueta -dice el capitn de corbeta Guillermo Snchez Sabarots-. All comenz la manio-bra de arriado de los botes neumticos que en nme-ro de 21 deban transportar a los Comandos Anfibios

    hacia la costa. La alta borda del buque y el fuerte oleaje residual del temporal que azotara la zona el da anterior, hacan dif-cil y peligrosa la maniobra.

    Cuenta el teniente de corbeta de in-fantera Bernardo Schwezer: Llegamos a la zona de operaciones embarcados en el destructor Santsima Trinidad. Nuestra misin fue lograr objetivos antes que la fuerza de desembarco hiciera su arribo a Malvinas. Nos transportamos desde el bu-que en lanchas neumticas. Estaba forma-da, aproximadamente, por cien hombres y debamos tratar de realizar la operacin lo menos cruenta posible, por rdenes ex-presas del alto mando.

    Tuvimos pequeas escaramuzas con marines que fueron rpidamente neutra-lizadas y en ese trayecto fuimos tomando los primeros prisioneros.

    Sigue el relato el teniente de fragata Gustavo Luro:

    La compaa de Comandos Anfibios se separ en dos patrullas, una a cargo de su jefe y la otra del capitn Giachino. Jun-to con l, nos dirigimos hacia la casa del gobernador, donde se haban agrupado los infantes ingleses. A travs del tenien-te Garca Quiroga, que era el que hablaba fluido ingls, nos comunicamos con el go-bernador para que se entregue y evitar as un intil derramamiento de sangre.

    As comenta el teniente Diego Fernan-do Garca Quiroga, la situacin: Me pe-gu a Giachino; l me orden: hbleles. Hice una bocina con mis manos y con toda mi voz grit el mensaje: Mr. Hunt (gobernador britnico), somos marines argentinos, la isla est tomada, los veh-culos anfibios han desembarcado y vienen hacia aqu; hemos cortado su telfono y le rogamos que salga de la casa solo, desar-mado y con las manos sobre la cabeza, a fin de prevenir mayores desgracias. Le ase-guro que su rango y dignidad, as como la de toda su familia, sern debidamente respetados.

    Continuamos con el relato de Luro: Al no obtener ninguna respuesta, se hizo un tiroteo intimidatorio y volvimos a insistir con el mensaje. Como respuesta recibi-mos una andanada de disparos desde la casa. As que se resolvi atacar en los pa-rmetros ya preestablecidos. Se forman los diversos escalones y cuando estaba amaneciendo resolvimos empezar con el operativo. El capitn Giachino estaba al

    mando del primer escaln, as que fue el primero que logr entrar a la casa. El tiroteo se prolong desde la seis de maana aproximadamente hasta las nueve. Este buzo (Giachino era buzo tctico) lleg a una de las habitaciones vacas de un gran casern deshabi-tado. Como no tuvo ninguna resistencia sali a un patio interior, donde fue alcanzado por una rfaga de ametralladora junto al teniente Garca Quiroga, que lo segua en segunda instancia. Fueron los dos primeros en caer.

    El resto de los suboficiales retrocedieron ante la amenaza de esa ametralladora. Pero siempre existen las actitudes heroicas a las que hay que destacar. El cabo segundo Urbina, enfermero de patrulla, que no perteneca al escaln del capitn olvidndose del fue-go intenso del arma, corri en auxilio de los jefes. Sin contemplaciones y a pesar de exhibir claramente sus insignias de sanidad, fue tambin herido.

    All quedaron sin que nosotros pudiramos ayu-darlos. As estuvieron desde las 7.30 hasta las 9 de la maana, que se rindieron.

    Al ser herido, Giachino pide un enfermero. El cabo enfermero Ernesto Urbina nos relata: Me encontraba cruzando fuego contra el enemigo cuando escuch que alguien peda un enfermero, llamndome por mi apellido; era el capitn Giachino que estaba malhe-rido, tome la decisin de ir Corr tres o cuatro pasos y de pronto sent un golpe a la altura de la cintura que me levant en el aire y ca de espalda

    Llego a la casa del gobernador, -nos cuenta el te-niente de navo mdico Arturo Glica- avisado que all estaban los heridos. Veo al capitn Giachino cuando lo suben a un jeep que lo llevara al hospital. Su esta-do era sumamente grave, tena dilatacin pulmonar, con indudables signos de hemorragia e inconsciente. Le hicimos todo tipo de auxilio de reanimacin en el vehculo y despus en el hospital, incluso tuvimos la ayuda de un mdico ingls. Durante ms de quin-ce minutos estuvimos luchando pero las heridas y el tiempo que estuvo sin atencin mdica influyeron para que el desenlace fatal fuera inevitable. Luego atendimos al teniente Garca Quiroga, a quien le hici-mos los primeros auxilios, y pudimos derivarlo al bu-que hospital con la ayuda de un helicptero. Mientras venan otros mdicos con los cuales pudimos operar al cabo Urbina. Tena una herida importante en el ab-domen con las vsceras afuera y sangrando. Gracias a Dios, hoy ambos se estn recuperando. Estas fueron las tres vctimas importantes que tuvimos.

    Fuentes: www.reconquistaydefensa.org.arLa guerra de las Malvinas, T 2, de Ediciones Fernn-dez Reguera.

    El Restaurador / 10 / Septiembre 2011

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  • Desde hace algunos aos han proliferado historia-dores, bigrafos y ensayistas que definindose todos ellos, de alguna manera, como admiradores y conti-nuadores del pensamiento de Arturo Jauretche que dieron a luz una copiosa produccin de escritos en los cuales, paradjicamente, opinan sobre Juan Ma-nuel de Rosas todo lo contrario de lo que expresara sobre el Restaurador de las Leyes, don Arturo Jauret-che durante toda su vida. Los mismos, ubican a Rosas como una expresin ms del centralismo porteo, e interpretan la traicin de Urquiza que -en momentos en que la Confederacin Argentina se encontraba en guerra contra el Imperio esclavista del Brasil- decidi marchar sobre Buenos Aires y no sobre Ro de Janeiro- como una reaccin de los pueblos del interior contra la hegemona portea. Ven a Rosas -a quien San Mar-tn le legara su sable, el sable que lo acompa en la guerra de la Independencia de Espaa, por considerar que Rosas haba combatido una segunda guerra de independencia contra Francia e Inglaterra- como una expresin ms de la concepcin portuaria de la Patria Chica, como un Rivadavia, vestido de colorado.

    En esta nueva y curiosa versin de la historia -como en la elaborada por Mitre- la batalla de Caseros tiene un sentido positivo. Rosas, aparece como un unitario disfrazado de federal y la batalla de Caseros, como una importante victoria del campo nacional y popular. Podra tratarse, pensarn algunos, de que estos nuevos historiadores, que se declaran jauret-cheanos, tienen apenas una diferencia de matices con el pensamiento de Jauretche. Sin embargo, creemos que estos ensayistas no plantean una simple cuestin

    de matices sino que, por el contrario, contradicen el nudo o la piedra angular del pensamiento de Jau-retche. Podra pensarse tambin que aun siendo as, esa diferenciacin con el pensamiento del maestro, no tiene hoy una mayor relevancia poltica, que no tiene implicaciones prcticas y que, en nada afecta al presente y futuro de los argentinos y de la Argentina. Creemos, sin embargo, que esta nueva tergiversacin de la historia realizada irnicamente en nombre de don Arturo Jauretche -que combati durante toda su agitada vida intelectual y poltica contra la falsifica-cin de la historia- tiene una importancia fundamen-tal porque, como enseara justamente don Arturo, sin el conocimiento de una historia autntica, es im-posible el conocimiento del presente y el desconoci-miento del presente lleva implcita la imposibilidad de calcular el futuro. Lo de ahora - nunca se cans de repetir Jauretche- no se puede resolver sin entender, previamente, lo de antes.

    Rosas, pivote histricoFue el rescate de la figura histrica

    de Juan Manuel de Rosas -quien fuera el objetivo tctico principal del primer re-visionismo histrico- el elemento que le permiti a Jauretche articular, definitiva y sistemticamente, su pensamiento: De m, puedo decir que slo he integrado mi pensamiento nacional a travs del revisio-nismo, al que llegu tarde. Slo el cono-cimiento de la historia verdadera me ha permitido articular piezas que andaban dispersas y no formaban un todo. (1)

    Desde su conversin al revisionismo histrico, Jauretche se convirti en uno de los ms agudos y perseverantes predica-dores de ese revisionismo histrico y de la reivindicacin de la figura del Brigadier Juan Manuel de Rosas. Fruto directo de esa incansable prdica, fue su libro Po-ltica Nacional y Revisionismo histrico, un texto que Jauretche construy con los apuntes de dos conferencias que pro-nunciara en la sede central del Instituto Juan Manuel de Rosas y en la filial Fuerte Federacin de la ciudad de Junn en la Provincia de Buenos Aires. En dicho libro, Jauretche afirma: El revisionismo histri-co se ha particularizado en un momento de la historia argentina: el que va del ao veinte a Caseros, aunque cada vez se ex-tienda ms, hacia atrs y hacia adelante. Su pivote ha sido la discusin de la figura de don Juan Manuel de Rosas y su mo-mento. Explicaremos que no poda ser de otra manera porque es figura clave; tan clave, que la falsificacin de la historia hubo de hacerse tomndolo como pivo-te a la inversa. Nada se puede entender sobre esa poca ni lo que ocurri ms adelante, sino se trata de entender lo que signific Rosas. (1)

    El retorno de la poltica nacional de la Patria Grande

    En su libro Ejrcito y Poltica -escri-to poco despus del derrocamiento del General Juan Domingo Pern el 16 de setiembre de 1955-, Arturo Jauretche, tratando de explicar el significado histri-co de Rosas afirma: La PATRIA GRANDE resurge por la aparicin, en Buenos Aires, de una tendencia opuesta a los directo-riales y unitarios, cuya expresin poltica es Rosas. Esta tendencia, que no se di-vorcia del pasado hispanoamericano, tie-

    ne la concepcin poltica de la PATRIA GRANDE, es celosa del mantenimiento de la extensin, y si bien representa las tendencias predominantes del puerto, comprende la necesidad de una conciliacin con los intereses del interior y representa los primeros pasos industrializados del pas, en la economa precapitalis-ta del saladero, que es propia. (2)

    Ms adelante en el tiempo, en su libro Poltica Nacional y Revisionismo histrico -al que ya hemos hecho referencia-, Jauretche le contesta a aquellos historiadores que, para negar la figura de Rosas argu-mentan que el Restaurador mantuvo tercamente en sus manos el control de la Aduana tal como haban hecho antes los unitarios y que la verdadera figura que expres el federalismo, por aquellos das, fue el gobernador de Corrientes, Pedro Ferr, que: La ne-

    El Restaurador / 11 / Septiembre 2011

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  • El Restaurador / 12 / Septiembre 2011

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    Diego sarcona y Daniel C. Zorrillasr. Eugenio Arias

    ing. Alberto J. bondesoDr. isaac Chaskielewiczsr. oscar Juan Planell

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    cesidad de mantener la aduana para conservar el poder unificador que exiga la permanente guerra internacional, como garanta del orden en peligro, es cosa que se olvida, se le impuso cualquiera fueran sus puntos de vista tericos. Antese en cambio la ley de aduanas que sig-nific la defensa de la industria del interior, que reverdeci bajo su influencia restableciendo el trabajo estable y organizado en las provincias. Se pretende reeditar un viejo argumento falsifi-cador, presentando a Rosas como a un unitario vestido de colorado, para lo que es necesario aceptar que los cndidos federales se engaa-ban. Por el contrario stos eran polticos rea-listas; tal vez para ellos Rosas no fuera lo ms federal pero era lo ms aproximado a un fe-deral que poda dar Buenos Aires, pues la op-cin eran los rivadavianos y sus continuadores. Es cierto que un antirrosista, Don Pedro Ferr, intelectualmente era el federal ms profundo, pero ste, en los hechos, actu siempre a favor de los unitarios, y en poltica son los hechos y no las ideas abstractas, los que valen. (1)

    Y, como precisamente son los hechos los que valen, por aquello de que la nica verdad es la realidad, conviene, en este momento de nues-tra argumentacin, realizar una breve resea histrica del gobierno de Juan Manuel de Rosas para poder situar, en su real dimensin, las afir-maciones realizadas por Jauretche sobre Rosas y su gobierno.

    La insubordinacin ideolgica de 1830 y la Ley de Aduana de 1835

    El primer gobierno de Rosas fue una poca de salarios altos donde la economa creci ms que la disponibilidad de mano de obra pero, no rompi con el esquema de libre comercio heredado de la poca colonial borbnica y de los primeros gobiernos autnomos que se su-cedieron a partir de 1810.

    Rosas, en su primer gobierno, no supo, no quiso, o no pudo, manifestarse en contra del libre comercio. Sin embargo, esta posicin pro-librecambista, cambiara radicalmente cuando fuera nuevamente elegido, por una amplia ma-yora popular, para ejercer un segundo manda-to.

    En los primeros aos de la dcada de 1830, comienza una asombrosa Insubordinacin Ideolgica, que rechazar al liberalismo econ-mico y su doctrina del libre comercio, identi-ficndola como una ideologa de dominacin al servicio de los intereses britnicos. En 1831, en ocasin de discutirse el Pacto Federal, Pedro Ferr plante la necesidad de una poltica adua-nera proteccionista. El diputado por Corrientes Manuel Leiva -partidario de la reunin de un Congreso Constituyente que estableciera el pro-teccionismo econmico y la nacionalizacin de la Aduana de Buenos Aires- escribe una carta al catamarqueo Tadeo Acua que ser publicada en todas las provincias y har doctrina. En ella, afirma Leiva: Buenos Aires es quien nicamen-te resiste a la formacin del Congreso porque pierde el manejo de nuestro tesoro con que nos ha hecho la guerra y se cortar el comercio de

    extranjera que es el que ms le producelos provincianos debemos trabajar en sentido con-trario a ellos para que nuestro tesoro nos perte-nezca y para oponer trabas a ese comercio que insume nuestros caudales, ha muerto nuestra industria y nos ha reducido a una miseria es-pantosa. (3)

    La carta de Leiva a Acua, va Facundo Qui-roga, lleg rpidamente a las manos de Juan Manuel de Rosas. Paulatinamente, la polmica proteccionismo-librecambio se fue agudizando y caldeando los nimos de los intelectuales y de la mayora de la poblacin de las Provincias Unidas. La discusin llega a su punto ms alto cuando los amigos de Ferr, publican un folle-to annimo abiertamente anti-librecambista en el que se sostiene: El proteccionismo resolve-ra indudablemente muchos de los problemas que afligen al pas. Abrira nuevos campos de accin a la actividad econmica y proporciona-ra trabajo a obreros de ambo sexos. Esa fue al menos la experiencia de Corrientes. Esta pro-vincia sola importar azcar; ahora el azcar se produce y elabora en su territorio, y la provin-cia mejor su balanza de comercio en cerca de $ 80.000Este resultado prueba el beneficio que recibira la provincia de Cuyo, si la nacin cerrase la entrada de los vinos y aguardientes extranjerosEl hecho es que la Argentina, des-pus de un rgimen de comercio libre de ms de veinte aos, se halla ahora dirigida por un puado de extranjeros. Si el proteccionismo

    ponCHo de sedA nAturAl, BordAdo en sus CuAtro lAdos Con rosAs y FleCos. se lee en su BoCA: oBsequio de Felipe

    HerediA A don JuAn MAnuel de rosAs. Fue reAlizAdo por MonJAs CAtAMArqueAs. (Fuente revistA el FederAl)

  • El Restaurador / 13 / Septiembre 2011

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    diera como resultado el desplazamiento de los comerciantes extranjeros de sus posesiones de preeminencia, el pas se podra felicitar por ha-ber dado el primer paso para recuperar la in-dependencia econmicaLa nacin no puede vivir sin las restricciones que pueden desarrollar su industria. (3)

    Minada la firmeza de la doctrina liberal por la Insubordinacin Ideolgica protagonizada por Ferr, Leiva, Marn y otros hombres repre-sentativos de las provincias, una ascendente ola a favor de la instauracin del proteccionismo econmico, parti de los artesanos y fabrican-tes, que fueron acompaados en sus deman-das, por numerosos intelectuales de las clases medias.

    La Ley de Aduanas y el comienzo de la in-subordinacin fundante

    La protesta generalizada contra el liberalis-mo econmico tuvo amplio eco en La Legisla-tura de la Provincia de Buenos Aires. Fue enton-ces que el Gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, se decidi por la instauracin definitiva del proteccionismo econmico. El 18 de diciembre de 1835, despus de 25 aos de aplicacin radical del libre comercio, se sancio-na la Ley de Aduanas. La conversin de Rosas al proteccionismo se define sin cortapisas. En el mensaje del 31 de diciembre del ao 1835, refirindose a la nueva ley, sostiene: Largo tiempo haca que la agricultura y la naciente industria fabril del pas se resentan de la falta de proteccin, y que la clase media de nuestra poblacin, que por cortedad de sus capitales no puede entrar en empleos de ganadera, careca de gran estmulo al trabajo que producen las fundadas esperanzas de adquirir con l, medios de descanso en la ancianidad y de fomento de sus hijos. El gobierno ha tomado este asunto en consideracin, y notando que la agricultura e industria extranjera impiden esas tiles espe-ranzas, sin que por ello reporten ventajas en la forma y calidad...ha publicado la ley de Adua-nas. (4)

    Las provincias del interior, Crdoba, Cata-marca, Cuyo, Tucumn y Salta, que haban su-frido los efectos desbastadores de la poltica librecambista instaurada desde 1778 y, reforza-da desde 1810, recibieron alborozadas la nueva Ley de Aduanas.

    Evaluando la figura poltica de Rosas, su con-dicin de clase y la poltica econmica aplicada durante sus gobiernos, Arturo Jauretche afirma: Rosas es uno de los pocos hombre de la clase alta que no desciende de los Pizarros de la vara de medir que en el contrabando y en el comercio exterior fundaron su abolengo. Por eso no tuvo inconvenientes en ser burgus. Fund la estan-cia moderna y despus fund el saladero para industrializar su produccin, y fund, paralela-mente, el saladero de pescado para satisfacer la demanda del mercado interno. Y defendi los ros interiores y promovi el desarrollo nutico para que la burguesa argentina transportara

    su produccin; integr la economa ganadera con la industrializacin y la comercializacin del producto y le dio a Buenos Aires la oportuni-dad de crear una burguesa a su manera. Pero, adems con la Ley de Aduanas, de 1835, inten-t realizar el mismo proceso que realizaban los Estados Unidos: fren la importacin y coloc al artesanado nacional del litoral y del interior, en condiciones de afirmarse frente a la compe-tencia extranjera de la importacin, abrindole las posibilidades que la incorporacin de la tc-nica hubiera representado, con la existencia de un Estado defensor y promovedor, para pasar del artesanado a la industria. (5) Siguiendo el certero anlisis de Jauretche es posible afirmar, entonces, que Rosas, con la Ley de Aduanas, retoma, aunque con limitaciones, el sendero iniciado por Artigas: el camino de la Insubordi-nacin Fundante.

    Importa precisar que, cuando Rosas se de-cidi, durante su segundo gobierno, a empren-der un proceso de Insubordinacin Fundante, tendiente a completar la independencia polti-ca, declarada en 1816, con la independencia econmica, es decir a liberar a la Argentina del dominio informal ingls, el gobierno de Gran Bretaa estaba en las manos de uno de los po-lticos ms brillantes de su historia: Henry John Temple, tercer Vizconde de Palmerston, quien fuera autor intelectual de la Guerra del Opio, luego de la cual China no slo se vio obligada a permitir la importacin y el consumo de opio sino que, perdi el control de sus aduanas, de-biendo aceptar el libre comercio, as como que quedara en las manos de Inglaterra, la potestad de fijar el rgimen arancelario del Imperio chi-no. Este hecho no puede ser, livianamente, pa-sado por alto cuando se analiza objetivamente este periodo de la Historia Argentina.

    Por otra parte, para comprender la impor-tancia de La ley de Aduanas, como piedra angu-lar de la Insubordinacin Fundante que se inicia en el segundo gobierno de Rosas, hay que ubi-carla en el contexto de otras medidas tendien-tes a la librar a la Argentina de la subordinacin britnica. La primera de estas medidas fue la di-solucin del denominado Banco Nacional con-trolado por el capital ingls, producida el 30 de mayo de 1836. Dicho Banco fue reemplazado por una Comisin Fiscal que, funcionando en la Casa de la Moneda, comenz a actuar como un verdadero Banco estatal.

    La segunda de las medidas aludidas fue la prohibicin de exportar oro y plata decretada el 31 de agosto de 1837. Evaluando esta medida, Vivian Tras sostiene: As se enjug la prdida incesante de metlico que aparejaba el comer-cio exterior deficitario (agravado por la guerra) y, tambin, se entorpeci el funcionamiento del patrn oro en la relacin con la economa rio-platense. Es otro certero golpe contra los intereses del Imperio britnico que habra de gravitar en los esfuerzos del gobierno de su Majestad por tumbar al gobernador federal. (3) Importa precisar adems que, en 1837, se

  • El Restaurador / 14 / Septiembre 2011

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    R e v i s i o n i s t a sLa otra historia de los argentinos

    reforzaron las normas proteccionistas. Se estable-ci entonces, que todos los artculos que pagaban un 10% ad valoren o ms, sufrieran un recargo del 2 al 4% (el 2% los que pagaban del 10 al 17% y los que tributaban el 24 o ms, el 4%).

    En 1838, el primer ministro britnico, Lord Palmerston, al constatar la insistencia de Rosas en el proteccionismo, comunic al Ministro britnico que no hiciera uso del derecho de protesta formalmente, pero que deseaba que el Ministro aleccionara al Gobierno de Buenos Aires sobre las virtudes del libre comercio y la locura de los altos impuestos aduaneros, y que le sealara los perniciosos efectos sobre el co-mercio del pas que con tanta seguridad se se-guiran de aquellos. (3)

    No hay duda -sostiene Vivin Tras- de que la virazn en la poltica aduanera de Rosas, in-fluy en el cambio operado en las relaciones con Gran Bretaa. (3) En noviembre de 1845, una flota anglo francesa compuesta por 22 barcos de guerra, equipados con la tecnologa militar ms avanzada de la poca, penetr en el