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Taboada, Paulina El respeto por la persona y su dignidad como fundamento de la bioética Vida y Ética. Año 9, Nº 2, Diciembre 2008 Este documento está disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina, repositorio institucional desarrollado por la Biblioteca Central “San Benito Abad”. Su objetivo es difundir y preservar la producción intelectual de la institución. La Biblioteca posee la autorización del autor para su divulgación en línea. Cómo citar el documento: Taboada, Paulina. “El respeto por la persona y su dignidad como fundamento de la bioética”[en línea]. Vida y Ética. 9.2 (2008). Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/respeto-persona-dignidad-fundamento- bioetica.pdf [Fecha de consulta:..........] (Se recomienda indicar fecha de consulta al final de la cita. Ej: [Fecha de consulta: 19 de agosto de 2010]).

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Taboada, Paulina

El respeto por la persona y su dignidad como fundamento de la bioética

Vida y Ética. Año 9, Nº 2, Diciembre 2008

Este documento está disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Católica Argentina, repositorio institucional desarrollado por la Biblioteca Central “San Benito Abad”. Su objetivo es difundir y preservar la producción intelectual de la institución.La Biblioteca posee la autorización del autor para su divulgación en línea.

Cómo citar el documento:

Taboada, Paulina. “El respeto por la persona y su dignidad como fundamento de la bioética”[en línea]. Vida y Ética. 9.2 (2008). Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/respeto-persona-dignidad-fundamento-bioetica.pdf [Fecha de consulta:..........]

(Se recomienda indicar fecha de consulta al final de la cita. Ej: [Fecha de consulta: 19 de agosto de 2010]).

INSTITUTO DE BIOÉTICA / UCA - VIDA Y ÉTICA AÑO 9 Nº 2 DICIEMBRE 2008 75

EL RESPETOPOR LAPERSONAY SU DIGNIDADCOMOFUNDAMENTODE LA BIOÉTICA

DOCTORADO HONORIS CAUSAA S.E.R. MONS. ELIO SGRECCIA

Paulina Taboada, M.D., Ph.D· Directora del Centro de Bioética (Pontificia

Universidad Católica de Chile)

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[1] El sentido de la honestidad intelectual me lleva a dejar constancia de que las principales ideas recogidas en estasreflexiones no son propias, sino que corresponden a la herencia que nos ha sido transmitida principalmente por autorescomo Elio Sgreccia, Josef Seifert, Robert Spaemann, Tadeusz Styczen, Rocco Buttiglione y Karol Wojtyla.[2] Cfr. STYCZEN, Tadeusz, The ABC of Ethics. Manuscrito inédito, 1981. STYCZEN propone que la norma personalista dela acción puede ser formulada del siguiente modo: “Persona est afirmanda propter seipsam et propter dignitatemsuam”.[3] Cfr. WOJTYLA, Karol, El hombre y su destino, Madrid, Palabra, 1998; cfr.: WOJTYLA, Karol, Mi visión del hombre,Madrid, Palabra, 1997, y WOJTYLA, Karol, Persona y acción, Madrid, BAC, 1982.[4] Cfr. SGRECCIA, Elio, Manual de Bioética, trad. M. Fernandez, México, Diana, 1996; GUERRA LÓPEZ, Rodrigo, Afirmara la persona por sí misma. La dignidad como fundamento de los derechos de la persona, México, Comisión Nacional delos Derechos Humanos, 2003.[5] Cfr. WOJTYLA, Karol, El hombre y su destino, op. cit.; WOJTYLA, Karol, Mi visión del hombre, op. cit., y WOJTYLA, Karol,Persona y acción, op. cit.[6] KANT, Immanuel, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Madrid, Espasa-Calpe, 1996.[7] GUERRA, Rodrigo, Afirmar a la persona por sí misma…, op. cit.

INTRODUCCIÓN [1]

La Bioética personalista tiene su fun-damento en el respeto por la persona ypor su dignidad, tal como lo expresa la“norma personalista de la acción”:Persona est afirmanda propter seipsamet propter dignitatem suam. [2] Tenemosuna obligación moral de respetar a lapersona por sí misma y por la dignidadque le viene dada por su “estructuraontológica”. [3] Dado que la personaposee un valor altísimo -que denomina-mos “dignidad”- es necesario que cadauna de nuestras acciones libres respeteadecuadamente ese valor. Corresponde aMons. Elio Sgreccia el mérito de habermostrado con enorme claridad las conse-cuencias prácticas que se desprenden dela aplicación de la norma personalista alos diversos ámbitos de la Bioética con-temporánea. [4] De hecho, este autor

puede ser considerado -con justicia-como padre de la Bioética personalista.

Desde un punto de vista histórico,podemos decir que Wojtyla [5] propuso el“principio personalista” a partir de una delas formulaciones del imperativo categó-rico de Kant, que nos recuerda que la per-sona nunca debe ser utilizada como unmero medio, sino siempre al mismo tiem-po como un fin en sí mismo. [6] En efec-to, Kant percibió con extraordinaria cla-ridad el deber moral de respetar a la per-sona por sí misma. A partir de esta intui-ción filosófica kantiana, el concepto depersona pasó a ser central en la funda-mentación de los derechos humanos. [7]

Sin embargo, en el debate bioéticocontemporáneo, la función del conceptode persona parece haberse invertido. Deun tiempo a esta parte, dicho concepto

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[8] SINGER, Peter, Ética práctica, Barcelona, Ariel, 1979.[9] ENGELHARDT, H. Tristram, Los Fundamentos de la Bioética, Barcelona-Buenos Aires, Paidós, 1995.[10] ENGELHARDT, op. cit., pp. 151-183.[11] Desde un punto de vista filosófico, esta postura puede ser denominada “actualista”, ya que identifica al sujeto consus actos. De acuerdo con el realismo filosófico, la identificación del sujeto con sus actos es un error, pues la realizaciónde actos presupone la existencia de un sujeto que pertenezca a una especie capaz de realizar dichos actos (los actos nose “sostienen” sin un sujeto).

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parece jugar un papel fundamental en ladestrucción de la idea de que los sereshumanos, por el mero hecho de serlo,poseerían algo así como derechos frentea sus iguales. Se nos asegura hoy que notodos los seres humanos son sujetos dederechos, sino sólo aquellos que son per-sonas. Esta afirmación lleva implícita laidea de que existen seres humanos queno son personas. Si hasta ayer nadiedudaba de la falsedad de una afirmacióncomo ésta, hoy -en cambio- nos vemosenfrentados al desafío de tener quedemostrar su falacia, pues renombradosautores contemporáneos en el campo dela Bioética -como por ejemplo Singer [8]y Engelhardt Jr. [9]- postulan que notodos los seres humanos son personas.

De acuerdo al planteamiento deEngelhardt, [10] por ejemplo, solamentepodrían ser reconocidos como personas“en sentido estricto” aquellos miembrosde la especie humana que son capaces deejercer actualmente las capacidades pro-pias de las personas (como son la concien-

cia de sí mismo, el raciocinio, la “capaci-dad moral”, etc.). Por tanto, no seríanpersonas “en sentido estricto” aquellosmiembros de la especie humana quecarecen del uso de razón y de la “capaci-dad moral”, ya sea porque todavía no loshan adquirirlo (por ejemplo embriones,fetos, bebés, etc.), porque nunca llegarána desarrollarlos (por ejemplo retardadosmentales) o porque los han perdido per-manentemente (por ejemplo pacientes enestado vegetativo persistente).

De este modo, negando a algunosseres humanos su condición de personas,algunos autores contemporáneos privansimultáneamente a esos seres de su dig-nidad y de los derechos que les son pro-pios. Por tanto, ya no bastaría con quealguien sea miembro de la especie huma-na para que se le reconozcan automáti-camente los derechos humanos, sino quehabría que demostrar -además- queposee en acto ciertas cualidades por lascuales otros puedan identificarlo comopersona. [11]

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[12] SPAEMANN, Robert, ¿Todos los hombres son personas?, en SPAEMANN, Robert, Personas. Acerca de la diferenciaentre “algo” y “alguien”, Barañáin (Navarra), EUNSA, 2000.

Así, las respuestas a las preguntas“¿son todos los seres humanos perso-nas?” y “¿poseen todos los seres humanosdignidad?” cobran hoy gran relevancia,no sólo desde un punto de vista teórico,sino también desde el práctico. [12] Estasinterrogantes, que hasta ayer podríanhabernos parecido absurdas, tienen hoyenorme actualidad. Como suele ocurrircuando se cuestiona alguna verdad quehistóricamente ha sido aceptada comoevidente, las nuevas teorías que se hanpropuesto en el campo de la Bioética nosconfrontan con la necesidad de profun-dizar en los fundamentos teóricos dealgunos conceptos éticos básicos, comoson los conceptos de persona, dignidad,derechos humanos, etc. Este desafío fueasumido magistralmente por Mons.Sgreccia, quien elaboró su propuesta deuna Bioética personalista, basada en elimperativo ético de respetar a la personapor sí misma y por la dignidad ontológi-ca, que le viene dada tanto por su origencomo por su destino eterno.

Dado que no es posible comprender laoriginalidad y riqueza del aporte de Mons.Sgreccia al desarrollo de la Bioética con-temporánea sin profundizar en los con-ceptos de persona y dignidad humana, enlo sucesivo nos proponemos analizar loque se entiende por dignidad y las impli-cancias prácticas que se derivan de reco-

nocer que un sujeto posee dignidad. Eneste contexto reflexionaremos, también,sobre las diferentes dimensiones de la dig-nidad humana y sobre los derechos fun-damentales que de ellas se derivan. Estonos permitirá comprender ciertas razonespor las que algunos autores contemporá-neos han negado la condición de personaa determinados seres humanos, así comola falacia de esta distinción entre sereshumanos y personas.

DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANAY ÉTICA

Tradicionalmente, al concepto de per-sona se le ha reconocido una connota-ción axiológica. Una persona no es unente como cualquier otro. No es un obje-to neutro, cuyo contacto nos deje -porasí decirlo- indiferentes. Parece existiruna intuición básica que nos lleva a cap-tar que la persona está revestida de uncierto valor: hay algo que la saca de laneutralidad y la eleva a una categoría deimportancia. Sin necesidad de un com-plejo razonamiento deductivo, sino de unmodo que podríamos llamar “directo” o“intuitivo”, captamos que la personarepresenta un bien en sí mismo (un bienobjetivo). La persona posee una relevan-cia especial, una importancia positiva, unvalor. Es precisamente a ese valor, exclu-

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[13] KANT, Immanuel, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, op. cit.

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sivo de la persona humana, lo que deno-minamos dignidad. El uso habitual dellenguaje solía reservar la palabra digni-dad para referirse al valor inconmensu-rable que poseen exclusivamente las per-sonas. Es así como se acuñó la expresión“dignidad humana”. En general, no utili-zamos la palabra dignidad para referir-nos al valor que puedan tener otros entesno personales, como por ejemplo los ani-males o los objetos inertes.

Resulta necesario dar este “rodeo” alintentar precisar qué entendemos pordignidad humana, puesto que la dignidadcorresponde a uno de esos datos primariose irreductibles que no pueden ser formal-mente definidos, sino que necesitan sercomprendidos en sí mismos. Este tipo denociones no admiten una definición lógi-ca, es decir, una definición en términos degénero próximo y diferencia específica. Encasos como éstos, la tarea del filósofoconsiste en intentar dar una definiciónesencial, es decir, delinear aquellos aspec-tos centrales (esenciales) del concepto,distinguiéndolos de los que son sólo peri-féricos (accidentales), para ayudarnos asía “mirar en la dirección apropiada”, con laesperanza de que lleguemos a “ver” pornosotros mismos ese aspecto de la reali-dad, descubriendo su verdad.

Ahora bien, si admitimos que en nues-tro contacto con las personas captamos

intuitivamente su valor especial, quedenominamos dignidad, podremos avan-zar un paso más en nuestra reflexión. Elanálisis de nuestra experiencia muestraque, junto con captar ese valor inconmen-surable, propio de las personas, captamostambién que ese valor exige de nosotrosuna respuesta adecuada. Descubrimos, así,la existencia de algo como una co-intui-ción por la que nos es dado simultánea-mente reconocer un valor singular y lanecesidad de responder a ese valor connuestras actitudes y conductas concretas.Podríamos llamar a este fenómeno “intui-ción moral fundamental”, intuición que,por lo demás, parece ser común a todoslos hombres, independientemente de susculturas o religiones. Algo nos dice que laspersonas merecen ser tratadas con respe-to. Corresponde a Kant el mérito de habervisto con extraordinaria claridad estehecho. En efecto, una de las formulacio-nes de su imperativo categórico nosrecuerda que la persona nunca debe serutilizada como un mero medio, sino siem-pre al mismo tiempo como un fin en símismo. [13]

Podríamos decir, entonces, que elnúcleo del razonamiento estriba en elhecho de que la persona real y concreta,en virtud de su dignidad y de su “estruc-tura ontológica” (es decir, el modo enque “está hecha”), es la que define el

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[14] Me refiero aquí específicamente al personalismo francés de Mounier y Maritain, al personalismo americano deBowne y Brightman y al personalismo polaco de Wojtyla, Stiyczen y Szostec. Cfr. WOJTYLA, Karol; SZOSTEC, Andreas &STYCZEN, Tadeusz, Der Streit um den Menschen. Personaler Anspruch des Sittlichen, Kevelaer, Butzon & Bercker, 1979.Cfr. BURGOS, Juan Manuel, Antropología: una guía para la existencia, 2ª. ed., Madrid, Palabra, 2003; BURGOS, JuanManuel, El personalismo hoy o el sentido de una asociación, en BURGOS, J. M.; CAÑAS, J. L. y FERRER, U. (eds.), Haciauna definición de la filosofía personalista, Madrid, Palabra, 2006.

ámbito del deber moral para las otraspersonas. En otras palabras, no es ni eldeber por el deber, ni la ley por la ley, nila utilidad por la utilidad, etc., lo quedefine el contenido de la obligaciónmoral (como afirman algunas corrienteséticas actualmente relevantes), sino queeste contenido viene dado básicamentepor el respeto por la persona y por sudignidad.

Es llamativo que, en nuestros días, elredescubrimiento de la persona y de sudignidad se está abriendo un camino pro-pio en la reflexión ética. La afirmación delvalor de la persona no parece ser hoy untema sujeto a debate, sino más bien undato que aceptamos como evidente por símismo. Y evidente no en virtud de laaceptación de unos presupuestos filosófi-cos particulares, sino en virtud de unaexperiencia moral básica, que parece sercomún a todos los hombres. En efecto, laactual proclamación de la persona consti-tuye un componente esencial del progra-ma ético de corrientes filosóficas deorientación muy diversa, como por ejem-plo el Neo-Tomismo, el Existencialismo, laFenomenología o el Neo-Marxismo, eincluso de posturas religiosas radicalmen-

te diferentes, como el Cristianismo y elHumanismo Ateo. Es así como en el sigloXX surgieron diversas formas dePersonalismo. [14]

Sin embargo, ese reconocimiento dela dignidad de la persona no puede limi-tarse a formulaciones teóricas, sino quedebe expresarse en actos concretos, querealmente reflejen el respeto por cadapersona en particular, que es el verdade-ro “sujeto ontológico” de esa dignidad.De hecho, en la vida moral de las perso-nas no basta con conocer normas gene-rales. Es necesario que esas normas seapliquen a situaciones particulares yconcretas, ya que es precisamente allídonde surge el llamado interior queexperimenta el sujeto moral a realizar uomitir un determinado acto (debermoral). Es en la respuesta personal a esosllamados interiores concretos donde sejuega nuestra vida moral. Toda personase encuentra a sí misma y se realiza encuanto persona en la medida en que res-ponde adecuadamente a estos llamadosinteriores, que le exigen afirmar a cadapersona en razón de su dignidad. Si no lohiciera así, no sólo lesionaría la dignidaddel otro, sino que se traicionaría también

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[15] PLATÓN, Gorgias, 469b; 472c+d; 475e.[16] STYCZEN, Tadeusz, The ABC of Ethics, op. cit.[17] Cfr. WOJTYLA, Karol, El hombre y su destino, op. cit.; WOJTYLA, Karol, Mi visión del hombre, op. cit.; WOJTYLA, Karol,Persona y acción, op. cit.

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a sí misma. Esta idea la expresó Platónmagistralmente en el Gorgias. [15]

Existe, por tanto, una convergenciaentre la responsabilidad hacia otros y laresponsabilidad para con nosotros mismos.Descubrimos, así, que la norma moral másbásica, que nos recuerda que debemoshacer el bien y evitar el mal, se concreta enla máxima: “La persona -cada persona- hade ser afirmada por sí misma y por su dig-nidad”. [16] Y como la única respuesta ver-daderamente adecuada a la persona indi-vidual y concreta es el amor, una formula-ción más precisa de la norma moral fun-damental sería: “La persona ha de seramada por sí misma y por su dignidad”.Esta máxima resume y contiene en sí todosnuestros deberes morales.

Sin embargo, surge aún la preguntapor los actos concretos que efectivamen-te manifiestan ese respeto (amor) por lapersona y su dignidad: ¿cómo podemosidentificar los actos que realmente respe-tan a la persona y su dignidad? La res-puesta a este interrogante se funda enuna reflexión filosófica sobre la forma enque “está hecha” la persona humana (es

decir, en su estructura ontológica). [17]En sus elementos básicos, esa estructuraontológica es lo que tradicionalmente seha llamado la naturaleza humana. Estanaturaleza, en cuanto permanente y cog-noscible, es la que nos permite formularnormas morales válidas para todas laspersonas.

Este fenómeno cultural se constituyeasí en una demostración de la imposibili-dad de facto de negar que toda personahumana posea una dignidad inalienable,por la que merece ser respetada.Comprendemos, entonces, por qué algu-nos autores de la Bioética contemporá-nea -como Singer y Engelhardt- no pue-dan negar abiertamente que todas laspersonas posean dignidad. Por tanto, aljustificar ciertas conductas prácticas queindudablemente atentan contra la digni-dad humana –por ejemplo el aborto, laeutanasia, el infanticidio, etc.-, estosautores recurren a otra línea de argu-mentación, como es negar que algunosseres humanos sean personas. Así, al pri-var a algunos seres humanos de su digni-dad, los privan también de los derechosque la dignidad trae aparejados.

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[18] Me referiré aquí fundamentalmente a Cicerón, Marcel y Seifert.[19] SPAEMANN, Robert, ¿Todos los hombres son personas?, op. cit.[20] CICERÓN, Sobre los deberes, Madrid, Tecnos, 1989.

ORIGEN Y DIMENSIONESDE LA DIGNIDAD HUMANA

Hemos visto que existe una intuiciónética fundamental que nos dice que elreconocimiento de la dignidad de la per-sona humana nos impone el deber moralde respetarla en cada uno de nuestrosactos libres. Sin embargo, cabe aún pre-guntarnos: ¿de dónde le viene a la perso-na humana su dignidad? Es indudableque la respuesta a esta pregunta revisteuna enorme complejidad y excede conmucho las posibilidades de estas breveslíneas. Por tanto, recogiendo los aportesde algunos autores a este tema, [18] noslimitaremos a distinguir aquí diferentesdimensiones de la dignidad humana.

La primera y más fundamental de lasdimensiones de la dignidad humana es laontológica, que corresponde al valorespecial de todo ser humano por poseeruna naturaleza racional y libre. Ya en laantigüedad romana, Cicerón reconocióque la dignidad de la persona se funda enla naturaleza humana, en cuanto natura-leza racional. Esta dignidad ontológica latienen todos los seres humanos por elmero hecho de existir como “naturalezasracionales individualizadas”. [19] En otraspalabras, la dignidad ontológica la poseela persona humana por el mero hecho deexistir y es independiente de cualquier

cualidad o conducta personal. Por tanto,la dimensión ontológica de la dignidadhumana no admite grados y sólo podríaperderse por la aniquilación de la persona.

Sin embargo, Cicerón reconoció tam-bién la existencia de otras dimensionesde la dignidad humana, que se fundan enlos actos intencionales de la persona o enciertos atributos que los seres humanospueden poseer en diferentes grados. Así,además de la dignidad ontológica,Cicerón admite otras dimensiones de ladignidad humana que derivan de algunascualidades propias de cada persona, delejercicio de la libertad o de ciertos títu-los o cargos que la comunidad/sociedadle otorgue a cada persona. Esta distinciónla introduce Cicerón en un famoso pasa-je de su libro Sobre los Deberes [20]:“Hemos de pensar también que la natu-raleza nos ha dotado, por así decirlo, deuna doble persona. Una es común atodos los hombres, como resultado deque todos somos partícipes de la razón yde la excelencia que nos sitúa por enci-ma de los animales y de donde procedetoda especie de honestidad y de decoro,y se deduce el método que lleva a lainvestigación y al hallazgo del deber (…).

La otra, en cambio, se atribuye comoparte característica a cada uno. Pues,como en los cuerpos hay grandes deseme-

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[21] SEIFERT, Josef, Las fuentes de la dignidad humana, [manuscrito inédito de una conferencia dictada en laUniversidad de Navarra], Pamplona, el 22 de octubre de 2001.[22] SEIFERT, Josef, Essere e Persona. Verso una fondazione fenomenologica di una metafisica classica e personalista,Milano, Vita e Pensiero, 1989.

El respeto por la persona y su dignidad como fundamento de la Bioética / DOCTORADO HONORIS CAUSA

janzas (unos tienen disposición paracorrer por su ligereza; otros, para lucharpor su fuerza, y lo mismo en la confor-mación de la persona, en la que unospresentan dignidad y otros belleza),mayor es todavía la variedad en el espíri-tu (…) [I, 107].

Debe cada uno conservar escrupulo-samente sus cualidades personales, nodefectuosas, para guardar el decoro quebuscamos. Hay que proceder de formaque en nada nos opongamos a la natura-leza humana y, quedando ésta a salvo,obrar en conformidad con nuestro carác-ter particular, de suerte que, aunquehaya otros más dignos y mejores, mida-mos nuestras inclinaciones con la normade nuestra condición, y no convieneresistir a la naturaleza ni perseguir lo queno se puede lograr (…) [I, 110].

Y a estos dos tipos de persona, que hedicho antes, hay que añadir una tercera,que nos impone algún caso o las circuns-tancias. E incluso una cuarta que nosotrosnos elegimos por nuestra libre voluntad.Pues los reinos, los mandos militares, losvarios grados de nobleza, los honores, lasriquezas, las influencias y sus contrariosdependen del azar y son gobernados porlas circunstancias, pero ser la persona quenosotros queremos ser, eso depende de

nuestra voluntad. Por ello unos se entre-gan a la Filosofía, otros al Derecho Civil,otros a la elocuencia, y de las virtudesmismas cada uno quiere sobresalir enuna determinada [I, 115]”.

Desarrollando esta distinción intro-ducida por Cicerón, Seifert [21] proponeque la persona adquiere una dignidadnueva, que se añade a la dignidad onto-lógica, cuando efectivamente posee vidaconsciente (autoconciencia) y la capaci-dad de ejercer su racionalidad en losdiferentes actos de conocimiento de laverdad, de raciocinio, etc. (dignidad dela vida consciente). Seifert distingue,además, otra fuente de la dignidadhumana que deriva del ejercicio de lalibertad de acuerdo con el verdadero biende la persona, lo que lleva al desarrollomoral de la persona (dignidad moral),cuya manifestación máxima la encon-tramos en los héroes y los santos. [22]Por otro lado, Seifert postula la exis-tencia de una nueva fuente de la dig-nidad humana que se adquiere por eldesarrollo de aquellos talentos especia-les de los que una persona pueda estardotada -como, por ejemplo, un talentointelectual, artístico o deportivo excep-cionales- y, sobre todo, por el amor quele otorgan otras personas (dignidadotorgada).

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[23] Cfr. CAMUS, A., La Chute; CAMUS, A., L’Etranger.[24] Ante esta aparente contradicción inscripta en la naturaleza humana, cabría introducir aquí una reflexión teológica. En unmundo sin Dios, sin la posibilidad del perdón y, sobre todo, en un mundo en el que estamos destinados a morir, la dignidad huma-na se nos presenta como algo muy frágil, o incluso como un absurdo. Sin referencia a algo trascendente, nuestra dignidad pare-ce ser simplemente un término más en una cadena de absurdos y contradicciones. Ella afirma un aspecto de nosotros que se venegado por otros aspectos de nuestra misma naturaleza. En lógica se dice que, si se parte de premisas contradictorias, cualquierconclusión que se pretenda sacar es igualmente válida (o mejor dicho: inválida). La perspectiva de lo aparentemente absurdo ycontradictorio de nuestra condición humana dejaría, entonces, a nuestro arbitrio la elección de la postura que queramos adop-tar: una postura optimista, en la que elegimos quedarnos con la cara positiva de nuestra naturaleza, o una pesimista, que es laadoptada por el nihilismo. A la luz de lo dicho cabría preguntarse si es o no posible sostener una visión positiva de la dignidadhumana sin introducir ciertas tesis de contenidos específicamente religiosos. Sin negar la existencia de una cierta intuición bási-ca del valor único e inconmensurable de cada persona, como afirmé anteriormente, reconozco que resulta difícil defender “hastasus últimas consecuencias” la afirmación de la dignidad de la persona humana, sin hacer referencia explícita o implícita a Dios;a la posibilidad del arrepentimiento y del perdón; en definitiva, sin hacer referencia a la Redención.La experiencia de la división interior y del absurdo, que tan claramente se perciben desde una perspectiva existencialista, sóloencuentra su salida definitiva en la apertura hacia Dios. Si Dios no existiera; si no tuviéramos la posibilidad del arrepentimientoy del perdón; si la muerte fuera el final de nuestra existencia; y si, como parece desde una perspectiva existencialista, la perso-na no mereciera ser amada, pues encontramos en ella tantas divisiones y contradicciones interiores, entonces sería efectivamentemuy difícil, si no imposible, aceptar lo que identificamos como la norma moral fundamental: amar a cada persona por sí mismay por su dignidad. Por el contrario, si aceptamos la existencia de Dios y la Redención del género humano obrada por Cristo, enton-ces podemos apoyarnos en la certeza de ser amados precisamente en razón de nuestra pequeñez. Y es precisamente esa certezade contar con el amor gratuito e incondicional de un Dios que es capaz de perdonar nuestras debilidades y de superar los lími-tes de la muerte, lo que nos capacita para amar. Sólo la experiencia de ser amados incondicionalmente puede capacitarnos paraamar del mismo modo. El modelo de conducta moral del cristiano está dado por la persona de Cristo. Y Cristo ha propuesto unmodelo de amor que difiere radicalmente del que parece dictarnos espontáneamente la “lógica humana”. El amor de Cristo pri-vilegia precisamente a aquellos que la lógica humana tendería a rechazar: los más débiles, los enfermos, los limitados, los pobres,los que nos han hecho algún mal, etc. En este modelo de amor no cabe la distinción entre personas y miembros de la especiehumana “no-personas” que nos quiere imponer la sociedad de hoy con el fin de desproteger a los seres humanos más débiles.Concluimos, entonces, que la fundamentación última del origen de la dignidad de la persona humana y del deber moral de res-petarla incondicionalmente se encuentra en la Teología. Como nos recuerda Gaudium et Spes (n. 22), “el misterio del hombresólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado”, es decir, a la luz del amor de Dios por cada persona humana.

Esta visión de la dignidad humana esmuy distinta de la que tienen autoresexistencialistas, como Sartre, Heideggero Camus, que intentaron entender la dig-nidad humana sin hacer ninguna refe-rencia a un mundo trascendente y obje-tivo de valores. Así, por ejemplo, en lafilosofía del absurdo de Camus, el absur-do deriva precisamente de una visiónmuy clara y penetrante de aquellas cosasque la mayoría de nosotros reconoceríacomo las más preciosas de la Tierra, comola amistad, el amor, etc. [23] Sin embar-

go, este autor analiza estos fenómenosen el contexto de un mundo que parececontradecir esa aparente belleza. Es asícomo parece que, mientras más intensa-mente vivimos el amor, más fácilmentepuede mezclarse con el odio; somoscapaces de cometer los crímenes másgrandes, justificando lo injustificable conrazones de supuesta beneficencia. Pareceque son precisamente los actos que con-sideramos “indignos de una persona”aquellos que sólo las personas podemosrealizar. [24]

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[25] Cfr. Rom 7, 19-24.[26] Cfr. SGRECCIA, Elio, Manual de Bioética, op. cit.

El respeto por la persona y su dignidad como fundamento de la Bioética / DOCTORADO HONORIS CAUSA

Vista desde esta perspectiva existen-cialista, nuestra dignidad ontológica sepresenta como algo extraordinariamentefrágil. Tenemos ansias de inmortalidad ysabemos que inevitablemente vamos amorir. Del mismo modo, nuestra expe-riencia personal -complementada por laliteratura y el cine- nos hace experimen-tar constantemente la fragilidad denuestra dignidad adquirida. Descubrimosen nosotros una profunda división inte-rior por la que muchas veces “no hace-mos el bien que queremos: antes bien,hacemos el mal que no queremos”. [25]Así, la experiencia humana revela la exis-tencia de una profunda contradicción:ciertos aspectos de la estructura de lapersona humana parecen afirmar su dig-nidad intrínseca, mientras que otrosaspectos parecen negar esa dignidad.

Es así como, desde una perspectiva exis-tencialista, parece que no bastaría conidentificar a una persona para asegurar queella será tratada con el respeto y el amorque merece. A pesar de existir una intuiciónmoral fundamental que nos dice que todapersona ha de ser afirmada por sí misma ypor su dignidad, la experiencia muestra quenuestra respuesta a este compromiso esmuy frágil, especialmente cuando nosencontramos ante personas que no puedenrealizar los actos más específicamente

humanos, como son la autoconciencia, elraciocinio, la “capacidad moral”, etc.Nuestra convicción de que toda personahumana posee una dignidad que debe serrespetada incondicionalmente parece fla-quear cuando nos vemos enfrentados conla limitación y la vulnerabilidad propias dela condición humana. Este tipo de situacio-nes son frecuentes en la práctica médica,por lo que parece especialmente necesarioque los profesionales de la salud se familia-ricen con los fundamentos de una ética quese articule en torno al respeto por la perso-na humana y por su dignidad, independien-temente de la etapa de la vida o de las con-diciones en las que se encuentre la persona.Éste es, precisamente, el núcleo de laBioética personalista, desarrollada funda-mentalmente por Mons. Elio Sgreccia. [26]

¿TODOS LOS HOMBRESSON PERSONAS?

Aristóteles decía que alguien que afir-mara que es lícito matar a la propia madrenecesitaría de un llamado de atención,más que de una explicación. Sócrates, encambio, se mostraba agradecido haciaaquellos que con su provocación lo obli-gaban a fundamentar intuiciones quetenía por ciertas. Frente a autores comoSinger o Engelhardt, que plantean que no

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[27] BOECIO, Contra Eutychen et Nestorium, cap. 3, 74: “Naturae rationabilis individua substantia”.[28] SCHELER, Max, Der Formalismus in der Ethik und die Materiale Wertethik, 5. Aufl. Gesammelte Werke, Bd. 2, Bern-München, 1966.

todos los seres humanos son “personas ensentido estricto”, proponemos adoptaraquí la actitud socrática. La intuición queestos autores nos obligan a fundamentares que todos los miembros de la especiehumana son personas. Esta afirmación,que probablemente la mayoría de nosotrosacepta como evidente, contiene ciertospresupuestos metafísicos que hoy parecenecesario explicitar.

Afirmar que todos los hombres sonpersonas supone aceptar que podemosidentificar al ser personal basándonos enciertas características propias de la espe-cie, aceptando al mismo tiempo quedichas características no necesitan estaractualmente presentes y en ejercicio encada uno de los individuos para incluirloen dicha especie. Bastaría, entonces, queun individuo pertenezca a una especiecuyos miembros “típicos” sean personas,para afirmar que ese individuo posee,necesariamente, un modo de ser perso-nal. Ésta es, precisamente, la tesis quedeberemos probar en lo sucesivo. Paraello será necesario comenzar por precisarla noción de persona e identificar aque-llas características que le son propias.

Desde la famosa definición de Boecio,según la cual la persona es una “sustanciaindividual de naturaleza racional”, [27] la

Filosofía ha intentado identificar aquellascaracterísticas o “propiedades” que nospermiten reconocer a un ente como per-sona. Estos intentos han ido fundamen-talmente en dos líneas: 1) enunciar los asíllamados “predicados mentales” (o “pro-piedades mentales”) y 2) destacar elcarácter relacional de la persona.

La primera línea procura precisaraquello que Boecio designó con el califi-cativo rationabilis (racional). Dentro deesta corriente tenemos, principalmente,a la filosofía anglosajona que, desdeLocke hasta la filosofía analítica contem-poránea, ha intentado establecer unalista de aquellas “propiedades mentales”que nos permitirían definir a un entecomo persona. Es necesario precisar bienlo que se entiende aquí por “predicadosmentales”. Son numerosos los autoresque han hecho aportes en este sentido,refiriéndose a características como laconciencia de sí, el recuerdo, la relacióncon la propia vida como un todo y elinterés por esa vida y por el mundo(Welt/Umwelt). Max Scheler, por ejem-plo, define a la persona como sujeto deactos intencionales. [28] Strawson pro-pone que lo esencial para la persona es elser sujeto de predicados mentales y físi-cos simultáneamente. Esto es indudable-mente muy importante para diferenciar

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[29] ST. VIKTOR, Richard, De Trinitate 4, 24: “[Persona est] existens per se solum juxta singularem quamdam rationalisexistentiae modum”.

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una auténtica filosofía de la persona deaquellas teorías de la subjetividad que,desde Descartes hasta la actualidad,exaltan excesivamente la conciencia.

La segunda dirección que ha tomadoel intento por esclarecer el concepto depersona se centra en el carácter social orelacional del ser personal. Ninguna per-sona puede existir aisladamente, sin elcontacto con otras personas. El reconoci-miento mutuo entre las personas es, encierto modo, constitutivo para la perso-na. Podríamos decir que las personas noson tales sólo en razón de determinadosatributos propios de la especie, sino tam-bién en virtud de sus relaciones mutuas.Fichte y Hegel se consideran padres deesta línea de pensamiento. Sin embargo,dado que Hegel diluyó este aspecto rela-cional de la persona en una concienciacolectiva, se considera que el personalis-mo adquirió su verdadero perfil recién enla segunda mitad de este siglo al separar-se del citado autor.

La filosofía realista clásica afirma queel obrar sigue al ser. En otras palabras,para que un individuo pueda poseer cier-tas propiedades típicas de su especie ypara que pueda actuar del modo en quetípicamente actúan los individuos de suespecie, primero tiene que existir comoindividuo de esa especie. Y cada ser exis-

te de acuerdo con el modo que le es pro-pio. Así, para que un ser humano puedaactualizar las características o propieda-des que le son propias según su especie,primero tiene que existir. Y el modo pro-pio de existir de los seres humanos es serpersonas. El hecho de que por algunarazón no pueda actualizar las caracterís-ticas y conductas propias de su especie-por ejemplo, por encontrarse en unaetapa precoz del desarrollo embrionario opor tener un daño cerebral severo, transi-torio o permanente- no lo aniquila comopersona. Sigue existiendo con el modo deser personal que le es propio a su especie.

Cabe recordar aquí que el sentido pri-mario de la clásica definición de Boecioes fundamentalmente ontológico. La per-soneidad -mejor diríamos: el ser persona-es el modo específico en que las “natura-lezas racionales” se concretizan indivi-dualmente. Las naturalezas racionalesexisten siempre como una sustancia indi-vidual, es decir, como individuos. Paracomprender mejor este punto, es de capi-tal importancia precisar la noción deindividuo. Según Boecio, el concepto deindividuo hace referencia a la relaciónque existe entre una identidad numéricay una cualitativa. Corresponde a Ricardode St. Viktor el mérito de haber profundi-zado en este aspecto tan fundamental dela definición de persona la unicidad. [29]

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[30] SPAEMANN, Robert, Personas. Acerca de la diferencia entre…, op. cit.[31] ARISTÓTELES, De Anima II, 4; 415 b 13: “Vivere viventibus est esse”.[32] SPAEMANN, Robert, Personas. Acerca de la diferencia entre…, op. cit.

Las personas son individuos no sólo encuanto a su identidad numérica, sinotambién en cuanto a su unidad cualitati-va. Son “naturalezas racionales indivi-dualizadas”. Por eso cada persona esúnica e irrepetible.

Con lo dicho tenemos los elementosnecesarios para responder a la preguntaque aquí nos ocupa, a saber, si todos losseres humanos son personas o -lo que es lomismo- si basta con que un individuo per-tenezca a la especie humana para que seapersona. La clave de la respuesta a estapregunta la encontramos en el hecho deque ser persona es un modo peculiar deexistir y no un mero atributo accidental dela especie humana, como ha mostradoconvincentemente Robert Spaemann. [30]En otras palabras, ser persona no es unacualidad, sino la realización individualespecífica de las naturalezas racionales.Ser persona no es un accidente que sepueda tener o no tener. El modo de serpersonal no se tiene, sino que se es.Aristóteles decía que la vida es el ser delos seres vivos. [31] En otras palabras,esto significa que para un ser vivo, vivires su modo de existir. Las personas son untipo especial de seres vivos. Por tanto,homologando a Aristóteles podemosdecir que ser persona es el ser -o el modo

de existir- del hombre. Así como para losanimales su modo de existir es vivir, así,para el ser humano, su modo de existir esser persona.

De aquí se sigue que todo ser huma-no o es persona o simplemente no existe,pues de acuerdo con el principio lógicodel tercero excluido, no hay términomedio entre el ser y el no ser. Es precisa-mente por esto que, para la identifica-ción de un individuo como persona, no serequiere que las características o propie-dades típicamente personales estén pre-sentes (o que puedan ser actualizadas dehecho), sino que basta con que ese indi-viduo exista y pertenezca a una especiecuyo modo de ser es ser persona.

En resumen, cuando hablamos del serhumano, en sentido genérico, nos referi-mos a una especie natural, que define asus elementos por ciertos predicados ocaracterísticas. El concepto de persona,en cambio, no se refiere a una especie,sino a los elementos que la conforman,en cuanto que éstos son individuos úni-cos e irrepetibles. De este modo, conSpaemann [32] podríamos decir que per-sona más que un concepto es un nom-bre: el nombre propio de las “naturalezasracionales individualizadas”.

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[33] Cfr. SEIFERT, J., What is Life? The Originality, Irreducibility and Value of Life, capítulo IV, Amsterdam-Atlanta, Rodopi,1997.[34] SEIFERT, Josef, Las fuentes de la dignidad humana, op. cit.[35] Cfr. GUERRA LÓPEZ, R., Afirmar a la persona por sí misma..., op. cit.[36] Ídem.[37] Ídem.

El respeto por la persona y su dignidad como fundamento de la Bioética / DOCTORADO HONORIS CAUSA

DERECHOS HUMANOS Y BIOÉTICAPERSONALISTA

La conclusión a la que hemos llegadoes que todo ser humano es persona, porel mero hecho de existir como miembrode la especie y, también, que toda perso-na posee valor en sí misma. Esto implicaque la dignidad humana no depende delos consensos sociales. Ésta es la razón suinviolabilidad. [33] Es esta dignidad laque consideramos como fundamento detodas las obligaciones morales y jurídicasde la persona: dignitas humanae subs-tantiae, la dignidad del sujeto humanocomo tal. [34] Con Rodrigo Guerra pode-mos afirmar, entonces, que “de esta dig-nidad emergen derechos que a su vezimponen deberes absolutos e innegocia-bles para todos: el derecho a la vida queprohíbe matar de manera intencional yque permite afirmar que aun en el hipo-tético caso en el que un sujeto vivo nomuestre con claridad quoad nos rasgosmanifestativos de lo humano no debe-mos matarlo ni disponer de él de manerainstrumental (el principio in dubio proreo recibe así una nueva aplicación: indubio pro vita); el derecho a ser afirma-do por sí mismo y que prohíbe nunca serusado como mero medio, por ejemplo, a

través de la práctica experimental sobrepersonas en estado de indefensión; elderecho a compartir la propia intimidadbajo condiciones de justicia y que prohí-be absolutamente entre otras cosas elabuso sexual; etc.”. [35]

Guerra, propone que “derecho huma-no no es cualquier intención o acciónque un sujeto pueda pretender para suvida individual o colectiva. Derechohumano es la refracción analítica de laobligación absoluta de respetar a la per-sona como fin y nunca usarla comomedio. A este principio se le suele llamar‘norma personalista de la acción’ [36]:Persona est afirmanda propter seipsamDicho de otro modo: como la personaposee un valor altísimo que denomina-mos ‘dignidad’ y en cada acción se pue-den escoger valores que afirmen o nie-guen precisamente este valor supremo, esnecesario que nos demos cuenta de quees precisamente una adecuada respuestalibre en función del orden axiológico des-cubierto lo que funda y constituye elámbito de los derechos humanos”. [37]

De hecho, la historia de la positiviza-ción de los derechos humanos es, enbuena medida, la historia de la amplia-

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[38] Ídem.[39] Ídem.[40] Cfr. DEL ARENAL, C., “Paz y derechos humanos”, en Revista del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, SanJosé (enero-junio 1987).[41] Cfr. CASTÁN, J., Los derechos del hombre, Madrid, Reus, 1995, p. 32.[42] Cfr. GUERRA LÓPEZ, R., Afirmar a la persona por sí misma..., op. cit.

ción de la conciencia respecto del debermoral de respetar la persona y su digni-dad. “Las denominadas ‘tres generaciones’de los derechos humanos son la expresiónde la búsqueda de los motivos para ase-gurar al margen del poder la dignidad decada ser humano, en especial, de los másdébiles y vulnerables”. [38] Otra manera dedecirlo es afirmar que “el descubrimientopaulatino de los derechos de la personaestán relacionados a experiencias desufrimiento e injusticia”. [39]

“Todos los derechos de ‘primera gene-ración’ implican un deber de abstenciónpor parte del Estado, en el sentido de noprohibirlos ni impedirlos. Asimismo,suponen de parte de esta institución eldeber de garantizar el orden dentro delque puedan realmente ser ejercidos demanera libre y no discriminatoria. [40](…) La ‘segunda generación’ de los dere-chos de la persona está dada por losderechos económicos, sociales y cultura-les. Es común que se les caracterice aestos derechos como exigencias de laspersonas frente al Estado. Gracias a ellosla concepción de los derechos humanosse amplió, ya que se supone que la acti-vidad del Estado no es pasiva, sino emi-

nentemente positiva, por cuanto se debedirigir de diversas maneras a estimularque se logre la satisfacción de necesida-des como recibir un salario justo, educar-se o tener vivienda. [41] (…) Los derechosde ‘tercera generación’ son aquellos quesólo se pueden poner en práctica graciasal esfuerzo conjunto de todas las perso-nas y de todas las instituciones. Esto esasí tanto porque versan sobre el bien querequiere toda la sociedad como por elpeculiar hecho de que son derechostanto de la persona como del sujetosocial en su conjunto. En este grupo sue-len ser mencionados el derecho a la paz,al desarrollo, a la libre determinación delos pueblos, a un medio ambiente sano yecológicamente equilibrado y a benefi-ciarse del patrimonio común de la huma-nidad”. [42]

¿Por qué es importante tener encuenta a los derechos humanos en sustres generaciones al momento de pensarla Bioética? Según Guerra, esto se debefundamentalmente a tres razones:

“Porque los derechos humanos si bienno apuntan en su contenido a máximosde virtud, sí pretenden asegurar la justi-

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[43] Ibídem.[44] Para una presentación de tendencias y corrientes en el personalismo, véase: DÍAZ, C., Treinta nombres propios,Salamanca, Fundación Emmanuel Mounier, 2002; BURGOS, J. M., El personalismo. Autores y temas de una filosofíanueva, Madrid, Palabra, 2000; RIGOBELLO, A., Il Personalismo, Roma, Citta Nuova Editrice, 1978.[45] Cfr. WOJTYLA, K., “La subjetividad y lo irreductible en el hombre”, en El hombre y su destino, op. cit.; CROSBY, J. F.,The Selfhood of the Human Person, Washington, The Catholic University of America Press, 1996.

El respeto por la persona y su dignidad como fundamento de la Bioética / DOCTORADO HONORIS CAUSA

cia elemental en las relaciones entre laspersonas y los pueblos. De este modo, laBioética, que está llamada a argumentarcon rigor el fundamento normativo de laacción libre frente a los desafíos de lavida, encuentra que es la vida humanamisma la que en su experiencia más ori-ginaria no puede carecer de contenidosaxiológicos moral y jurídicamente obli-gantes basados en la justicia”.

“Porque los derechos humanos inte-gralmente considerados abarcan unamplísimo abanico de realidades huma-nas que le recuerdan a la Bioética que nopuede reducirse a un mero conjunto de‘principios’, ni a un mero conjunto decuestiones más o menos limitadas alámbito de la práctica médica, sino querealidades tan diversas como el valor dela vida humana, las políticas públicas enmateria de salud, o la problemáticamedioambiental, son dimensiones cons-titutivas de la vida real de las personas,de la vida humana real en continua rela-ción consigo misma, con el prójimo, conla naturaleza, y también, con Dios”.

“Porque los derechos humanos sonuna suerte de coro en el que de muchas

maneras, con muchas voces, se afirma ladignidad inalienable de la personahumana. Esto quiere decir, que una bioé-tica personalista, si realmente es perso-nalista, no puede prescindir de la consi-deración integral de todos los derechosentendidos como una suerte de refrac-ción analítica de la norma personalistade la acción”. [43]

Todo esto nos lleva a preguntarnos¿en qué consiste propiamente una bioé-tica personalista en cuanto personalista?[44] Guerra propone que una bioéticaque se llame “personalista” debe conte-ner las siguientes tesis, como mínimo:

• “LAS COSAS Y LAS PERSONAS SON REALIDA-DES DISTINTAS E IRREDUCTIBLES: no es posibledesde una comprensión cosmológicaaprender a la persona en su dimensiónirreductible. [45] Es preciso, al afrontar larealidad de la persona, realizar unareductio in propium genus que permitaapreciar su especificidad característicaab initio.

• AFIRMAR A LA PERSONA POR SÍ MISMA:debe de ser capaz de argumentar conrigor filosófico estricto la norma perso-

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[46] WOJTYLA, K., “La persona: sujeto y comunidad”, en El hombre y su destino, op. cit.[47] Cfr. GUERRA LÓPEZ, R., Afirmar a la persona por sí misma…, op. cit.

nalista de la acción como dimensiónconstitutiva y articulante de los diversospreceptos de la ley natural. La normapersonalista incluye que la persona, porsu valor intrínseco, reclama ser tratadacon amor de benevolencia. Esto tambiénsignifica que la persona es verdadera-mente una “hypostasis proprietate dis-tincta ad dignitatem pertinente”, lahipóstasis que se distingue por una pro-piedad perteneciente a la dignidad.

• DISTINGUIR LA IRREDUCTIBILIDAD DE LA VIDA

HUMANA A OTRAS FORMAS DE VIDA Y A SISTEMAS

MATERIALES COMPLEJOS: debe de ser capaz dereargumentar auténticamente la exis-tencia y la condición espiritual del almahumana en diálogo real con las cienciasbiomédicas contemporáneas (incluidaslas neurociencias).

• RECONOCER A LA PERSONA COMO SUJETO

COMUNIONAL: ha de poder superar tanto alindividualismo como al colectivismo através de una articulación adecuada dela sustancialidad y de la relacionalidadconstitutiva de la persona. [46]

• CONCEBIR AL PERSONALISMO COMO UN

COMPROMISO EXISTENCIAL Y PRÁCTICO A FAVOR DE

TODAS LAS PERSONAS, EN ESPECIAL, DE LOS MÁS

DÉBILES: el personalismo como pose pura-mente teórica es un contrasentido. Desde

el más elemental acto de reconocimientode la persona, la razón práctica -y conella toda la vida concreta del ser huma-no real- se encuentra comprometida yobligada. La congruencia de vida en eltrato a los demás, en la libertad para dis-poner de los bienes materiales, y en laprontitud al servicio de los más vulnera-bles, es una dimensión constitutiva delpersonalismo auténtico”. [47]

REFLEXIONES FINALES

Una intuición moral fundamental nosdice que toda persona ha de ser respeta-da -afirmada, amada- por sí misma y porsu dignidad. Sin embargo, la experiencianos muestra que la respuesta a esteimperativo moral es muy frágil, especial-mente cuando nos enfrentamos con lalimitación y vulnerabilidad propias de lacondición humana. Por tanto, en laBioética y en la práctica médica contem-poráneas resulta particularmente impor-tante tener presente la “norma persona-lista de la acción”, que nos recuerda quetoda persona humana ha de ser respeta-da por sí misma y por su dignidad, entodas las etapas y condiciones de su vida.Éste es el núcleo del razonamiento moralsegún la Bioética personalista, desarro-llada por Elio Sgreccia.

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El planteamiento “personalista” hacontribuido enormemente a iluminarmuchos de los grandes debates de labioética contemporánea, en los que algu-nos autores proponen distinguir entreseres humanos y personas. Esta distinciónfalaz lleva a negar la condición de perso-na a algunos seres humanos, privándolessimultáneamente de su dignidad y de losderechos que ella trae aparejados. Sinembargo, un análisis filosófico de los con-

ceptos de persona y dignidad que nosofrece la perspectiva personalista nos per-mite identificar la falacia contenida enesta distinción entre seres humanos y per-sonas, afirmando que todo ser humano espersona, pues ser persona es el modo deexistir de los seres humanos. Y si esto esasí, podemos afirmar también que todoser humano posee una dignidad, que debeser respetada incondicionalmente en cadauno de nuestros actos libres.

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