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que despertó un entusiasmo, a la luz de sus antecedentes, injustificado. Cué tiró por la borda la posibilidad de construir algo valioso en Oaxaca y termina con el peor descrédito de un promotor del cambio, que solo fue el de su fortuna personal y familiar. Al concluir su gobierno debe tener listos a sus abogados, ante la amenaza de tomado como ejemplo de la “justicia” peñista. Con Alejandro Murat se concreta una estafa social: nacido en el estado de México —¿pretende Peña nutrir las gubernaturas con su paisanaje corrupto?—, sin cumplir requisi- tos para aspirar a la candidatura, con un pre- vio y reciente desconocimiento de la Supre- ma Corte de Justicia de su inviabilidad, sin tener residencia que le permita candidatearlo. Pese a todo, en una decisión imperial se le impone. ¡Y que los oaxaqueños rechinen los dientes, incluyendo a la mayoría de priistas! (Ahí está José Antonio Hernández Fraguas, negando sumarse a la borregada.) Murat es y será un candidato y en su caso gobernante; El del resente asado P una publicación del observatorio de historia elpresentedelpasado.com tercera época, número 2, 29 de febrero-28 de marzo, 2016 v Lunes 29 Desaliento (y premonición) en Oaxaca Roberto Díaz-Palacios E l panorama preelectoral es desolador. El ciudadano, urgido de un auténtico cam- bio positivo, se ubica entre el pasmo y la irri- tación. Nada que merezca un gramo de entu- siasmo. En primer lugar, se corrobora el coraje y desdén de Enrique Peña Nieto y su equipo de mediocres por Oaxaca y los próximos seis años. Anticonstitucionalmente se impone al retoño de uno de los peores de los gobernan- tes en la entidad —!y sí que abundan! José Murat sólo dejó un lastre que en cualquier país haría inconcebible que heredara, gracias a Peña Nieto y su gratitud por el Pacto Contra México, la conducción de un estado sumido en la corrupción, la apatía y la ineptitud de Gabino Cué. Éste deja solamente frustración social por- en esta entrega escriben Roberto Díaz-Palacios Wilphen Vázquez Ruiz Octavio Spíndola Zago Luis Fernando Granados Dalia Argüello Arturo E. García Niño Pedro Salmerón Sanginés

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Page 1: El resente del asadolos lugares paradisiacos pueden encontrarse a lo largo y lo ancho del territorio, e incluso debajo de la superficie —terrestre o marina— si se toman en cuenta

que despertó un entusiasmo, a la luz de sus antecedentes, injustificado. Cué tiró por la borda la posibilidad de construir algo valioso en Oaxaca y termina con el peor descrédito de un promotor del cambio, que solo fue el de su fortuna personal y familiar. Al concluir su gobierno debe tener listos a sus abogados, ante la amenaza de tomado como ejemplo de la “justicia” peñista.

Con Alejandro Murat se concreta una estafa social: nacido en el estado de México —¿pretende Peña nutrir las gubernaturas con su paisanaje corrupto?—, sin cumplir requisi-tos para aspirar a la candidatura, con un pre-vio y reciente desconocimiento de la Supre-ma Corte de Justicia de su inviabilidad, sin tener residencia que le permita candidatearlo. Pese a todo, en una decisión imperial se le impone. ¡Y que los oaxaqueños rechinen los dientes, incluyendo a la mayoría de priistas! (Ahí está José Antonio Hernández Fraguas, negando sumarse a la borregada.) Murat es y será un candidato y en su caso gobernante;

El del

resente asadoP

una publicación del observatorio de historia

elpresentedelpasado.comtercera época, número 2, 29 de febrero-28 de marzo, 2016

v Lunes 29Desaliento (y premonición) en Oaxaca

Roberto Díaz-Palacios

El panorama preelectoral es desolador. El ciudadano, urgido de un auténtico cam-

bio positivo, se ubica entre el pasmo y la irri-tación. Nada que merezca un gramo de entu-siasmo. En primer lugar, se corrobora el coraje y desdén de Enrique Peña Nieto y su equipo de mediocres por Oaxaca y los próximos seis años. Anticonstitucionalmente se impone al retoño de uno de los peores de los gobernan-tes en la entidad —!y sí que abundan! José Murat sólo dejó un lastre que en cualquier país haría inconcebible que heredara, gracias a Peña Nieto y su gratitud por el Pacto Contra México, la conducción de un estado sumido en la corrupción, la apatía y la ineptitud de Gabino Cué.

Éste deja solamente frustración social por-

en esta entrega escriben

• Roberto Díaz-Palacios • Wilphen Vázquez Ruiz • • Octavio Spíndola Zago • Luis Fernando Granados • Dalia Argüello •

• Arturo E. García Niño • Pedro Salmerón Sanginés •

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será un espurio histórico.¿La oposición? Ninguna. En el batidillo

perredista-panista, Estefan Garfias, priista de casi 30 años de mediocre militancia, intenta pasar por izquierdista, cuando sirvió a Dió-doro Carrasco, a José Murat padre, a Ulises Ruiz y por lo visto estaría dispuesto a servir a Nerón si estuviera en el candelero. Hom-bre de usos múltiples y de corazón variable, se suma a lo que venga y da el esquinazo a los que fueron sus amigos. Su mensaje: guitarrita, canciones en zapoteco y sonrisa eterna, graba-da a fuego. Lo peor es que ante el micrófono revela su priismo cerebral. ¡Pobres de los que le tengan confianza!.

La esperanza que significó Morena se des-vaneció desde que se creó el comité ejecuti-vo estatal del nuevo partido. El perredismo lo asaltó y se difundió por todos los comités mu-nicipales. Se aprovecharon los pocos recursos públicos —a través de proyectos productivos y de las listas de beneficiarios— y con cóm-plices se nutrieron miles de militantes de paja. López Obrador peco de confiado, pese a la documentación de muchas de quejas y los gri-tos airados de simpatizantes en diversos míti-nes. Salomón Jara Cruz es el candidato de este seguro desastre, ratificación de que en 2015 en Morena no ganara una sola diputación. Los otros candidatos a diputados y presidentes municipales responden a una mafia originada, como Jara, en una Unión Campesina de nulo prestigio. Con Jara se agregan los impresenta-bles Chendos istmeños, residuos políticos de la cocei. Flavio Sosa, ex foxista, ahora exitoso ex diputado local —que aprobó toda inicia-tiva enviada por Cué— lucha por vivir de la appo y una organización clientelar, Comuna. En Morena corre una versión: Jara será el ma-yordomo, encargado de abrir la puerta a su compadre Murat a la gubernatura. Después de dos desastres, Morena tendrá que ser recons-truida desde sus cimientos. Labor de romanos.

Mientras tanto avanza la destrucción de México y de Oaxaca. El empobrecimiento, el desempleo, las obras faraónicas semiderruidas, el saqueo de las arcas públicas con dos hom-bres de Cué enriquecidos al colmo —Jorge el Coco Castillo y el milusos José Zorrilla de

San Martín—, son ejemplo del despilfarro y la ignominia burocrática que dejan al pueblo en mayor pobreza. Pese a que paguen caras pu-blicaciones para presumir de un sexenio nefas-to. ¿No se entiende que han fertilizado las se-millas de la violencia social? La appo y el año 2006 fueron el aviso de que tras el “en Oaxaca no pasa nada” hiberna la rabia social. ❦

v Jueves 3Gnomos en el Caribe

Wilphen Vázquez Ruiz

En uno de los pasajes en el que el inolvi-dable Cri-Crí, también conocido como

Francisco Gabilondo Soler, “se ocupaba en borrar de la pauta muchas notas musicales sin porvenir”, la presencia de un publicista con-sumado, Ditirambo Farfulla, lo distrajo de sus pensamientos.

Como hombre ambicioso en los negocios que era, Farfulla pidió a Cri-Crí que lo intro-dujera en el país de los cuentos que, pensaba, sería el paraíso para un emprendedor como él, cargado de ideas novedosas y negocios re-dituables. Cuenta Cri-Crí que la desilusión de Farfulla no tardó en aparecer, pues en el país de los cuentos las necesidades de sus ha-bitantes en realidad eran mínimas y los deseos de riqueza casi inexistentes —excepto para el Gnomo, quien ostentaba la propiedad de to-dos los prados, bosques, río y lagos del país de los cuentos por haber sido el primero, mu-cho tiempo atrás, en gritar a pulmón abierto “¡esto es mío… esto es mío… esto es mío!”

Insistente y determinado, Ditirambo Far-fulla intentó encontrar al Gnomo incluso con la ayuda de la Luna pero, como bien advir-tió Cric-Crí, una cosa era buscar al Gnomo y otra, muy distinta, dar con él.

Dejando ese idílico lugar que es el país de los cuentos para dirigir la atención al nues-tro, pudiera parecer que en sus casi dos mi-llones de kilómetros cuadrados de extensión los lugares paradisiacos pueden encontrarse a lo largo y lo ancho del territorio, e incluso debajo de la superficie —terrestre o marina— si se toman en cuenta los recursos minerales

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que contiene. En más de uno de estos lugares, pobladores de diversa índole (seres humanos, aves, mamíferos, reptiles, árboles, plantas y una infinidad de artrópodos) los han habitado desde tiempos tan remotos que si a alguien deberían pertenecer, sería a ellos. Sin embar-go, con una frecuencia que escapa a nuestra comprensión, todos ellos se enfrentan cons-tantemente a muchos, muchísimos gnomos, quienes por regla general terminan por apro-piarse de esos lugares en forma semejante a como lo hiciera el Gnomo a quien infructuo-samente Farfulla intentó localizar.

A semejanza del Gnomo del país de los cuentos, los gnomos de México suelen ser escurridizos. Empero, con frecuencia toman formas y conductas humanas a partir de las cuales se les puede identificar como políticos vueltos empresarios, empresarios vueltos po-líticos, agentes inmobiliarios que seducen con facilidad a quien fácilmente se deja seducir; también pueden tomar la forma de banqueros y ex banqueros lo mismo que ex mandatarios, sus familiares, amigos y conocidos.

Con gritar, o pensar, “¡esto es mío!”, ta-les personajes suelen cambiar los usos de sue-lo de parques nacionales, reservas ecológicas o tierras ejidales. Un caso reciente fue el de Tajamar, en Cancún, donde con las autoriza-ciones correspondientes del Fondo Nacional

del Fomento al Turismo y, claro, la Secreta-ría de Medioambiente y Recursos Naturales, en coordinación con la Procuraduría Fede-ral de Protección al Ambiente, se terminó la deforestación de una extensión cercana a 60 hectáreas que en la etapa final del proyecto darán lugar a más de 2 mil 500 unidades de alojamiento, ciclovías y locales comerciales de diversa índole.

¿Por qué nos llama la atención lo sucedido en Tajamar? Más allá de ser la muestra más re-ciente, aunque no la última que veremos, de la irresponsabilidad y ambición de unos cuan-tos sobre los intereses de muchos otros, este proyecto refleja la sempiterna consideración que se ha tenido hacia el medioambiente y los diversos ecosistemas que hay en el país.

Sobre este desarrollo en particular, las dis-cusiones que se han generado datan cuando menos de 2003, año en que se publicó en el Diario Oficial de la Federación la norma oficial mexicana 022 de la Semarnat para la preserva-ción, conservación, aprovechamiento susten-table y restauración de los humedales costeros en zonas de manglar. La norma fue modifi-cada en 2004 para permitir el desarrollo de planes turísticos cuando se cumpliera con los requisitos legales, tal como lo ha sido con el del malecón de Tajamar, que fue autorizado en 2007, siendo presidente Felipe Calderón,

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Corrupción ecológica: Tajamar, Quintana Roo

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y que fuera “entregado” por el actual primer mandatario a comienzos de este año. En el camino los ambientalistas lograron interponer una serie de suspensiones al desarrollo de este complejo que, como sabemos, no pasaron de tener un carácter temporal.

Por supuesto, lo anterior no quiere decir que un país con potencialidades significativas en materia turística y hotelera no deba apro-vecharlas. Pero la experiencia nos ha mostra-do que todos los proyectos de esta enverga-dura carecen realmente de una planeación adecuada que incluya no sólo el resarcimiento adecuado y equitativo de los habitantes que se ven desplazados de lo hasta ese momento llegó a ser su hogar, sino que es por demás du-doso que el daño ecológico que representa la pérdida de estos ecosistemas sea compensado con la protección y reforestación de otros que sean semejantes. En el caso de los manglares, por ejemplo, estos árboles pueden tardar hasta 30 años en crecer lo suficiente como para que el ecosistema y las especies que se perdieron en Tajamar sean “recuperadas” en otro sitio, pues la reubicación de los ejemplares que so-breviven a la devastación no es, ni de lejos, una solución al problema.

Más allá de los numerosos tratados inter-nacionales a los que se ha adscrito nuestro país en materia de protección ecológica, lo cierto es que ni la evidencia del cambio climático ni de la pérdida irreparable de hábitats y espe-cies ha sido tomada lo suficientemente en se-rio como para que, como sociedad, logremos cambiar el rumbo hasta ahora seguido.

El problema, se dijo, no es nuevo. Basta con recordar que todavía durante el gobier-no del impresentable Luis Echeverría Álvarez, la entonces Secretaría de la Reforma Agraria contaba con una división encargada del des-linde, medición y enajenación de los terri-torios considerados en aquel entonces como “baldíos”, sin que en ello mediara estudio al-guno de consideración sobre el impacto social y económico de tales deslindes. Más reciente-mente, al finalizar la década de 1990 —cuando Julia Carabias era titular de la Semarnat—, se autorizó la construcción de un campo de golf en las inmediaciones del Tepozteco. Tiempo

después, otro caso que llamó nuestra aten-ción fue el despojo que Roberto Hernández y Vicente Fox —más familia que lo acompa-ñaba— hicieron al ejido Emiliano Zapata de cerca de 900 hectáreas que incluían la bahía del Tamarindo. Y la lista sigue. A quienes no les alcanza la memoria podemos recordarles cuando el Pico del Águila comenzó a cubrirse de humo durante semanas, para disiparse y re-velar la pérdida irreparable de los bosques que le cubrían y que a la fecha han conducido a una erosión del suelo que vuelve sumamente difícil la recuperación de los mismos. Tam-bién están los proyectos que han amenazado a los indígenas en la isla Tiburón; la pérdida de Cuatro Ciénegas en Coahuila, la de los bos-ques que rodean la ciudad de México y los del santuario de la mariposa monarca, así como la disminución de nuestra barrera coralífera en la región del golfo de México y el mar Ca-ribe —una de las más grandes del mundo—. Insistimos, la lista es interminable.

Más allá de lo coyuntural, las observacio-nes que este oh hace sobre acontecimientos del devenir reciente obedecen no a un deseo por comentar lo que un análisis muy limitado consideraría como la nota roja del día, sino para revelar que a partir del estudio de lo con-temporáneo también podemos rastrear pro-blemas bastante añejos que deben ser resueltos cuanto antes, si no queremos que el ritmo de deforestación que hay en nuestro país —so-lamente superado por el de Brasil— termine con lo que nos queda de bosques templados y húmedos, manglares, arrecifes e incluso de desiertos, todos ellos llenos de vida.

De los ejemplos citados, solamente en uno la comunidad local tuvo la cohesión necesa-ria para oponerse exitosamente a lo que pa-recía irrefrenable. La pregunta obligada es, ¿por qué no somos capaces de organizarnos de otra manera?, ¿por qué no logramos pasar de la indignación coyuntural para apoyar de-cidida y eficazmente a los activistas políticos y protectores del medio ambiente que muchas veces pierden la vida en defensa del suelo y los árboles que componen su hogar que también es el nuestro?

Ditirambo Farfulla buscó afanosamente

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ponerse a las órdenes del Gnomo del país de los cuentos. Su problema fue que el Gnomo no tenía necesidad alguna de sus servicios ni interés en sus proyectos y ofertas. El nuestro es en que los gnomos siempre son capaces de encontrar a quien pueda servirlos sin importar lo que se pierda en el camino ni a quién haya podido pertenecerle. ❦

v Lunes 7Feminicidios

Octavio Spíndola Zago

En medio del dolor darás a luz a tus hijos; tu deseo te llevará a tu marido, y él será tu señor. Y dijo a Adán: Por haber oído la voz de tu mujer y haber comido de la fruta de la que te había prohi-bido comer, maldita será la tierra para tu trabajo:

con fatiga comerás todos los días de ella de tu vida… Adán puso a su mujer el nombre de Eva,

porque sería la madre de todos los vivientesGénesis 3: 16-2.

Dicen que mujeres, juntas ni difuntas. La fuerza de las palabras, como signos con

capacidad comunicativa y fuerza evocativa, se manifiesta en las mentalidades y prácticas culturales en las que las personas se desenvuel-ven; una sola palabra puede llegar más allá de sólo herir o entretener banalmente, es capaz de moldear la forma de pensar-hacer-ser de las personas que reciben ese mensaje. En las redes sociales, en internet y en pláticas de café es muy común lanzar o recibir (voluntaria o involuntariamente, he ahí la cuestión) comenta-rios transgresores, utilizar un lenguaje exclu-yente o incurrir en humor negro violentador.

El pasado 25 de febrero se rompió la re-gla del dicho popular: cientos de mujeres po-blanas se unieron al grito (silencioso) de “Ni una más, ni una menos”. Hombres, jóvenes, ancianos y niños se sumaron a la marcha que respondió a la indiferencia del gobierno de Puebla con mutismo, pues sólo el silencio es capaz de transgredir simbólicamente al silen-cio sepulcral de las autoridades y al desqui-ciante ruido de miles de gritos que nos ensor-decen. Apenas el 17 del mismo mes, la ciudad

de Puebla se integraba al Programa de onu Mujeres “Ciudades seguras, libres de violen-cia contra las mujeres y las niñas”.

“Viejas malcogidas”, “feminazis”, son co-mentarios comunes en las redes sociales cuan-do de feminismo se trata. Vivimos en la era de la invisibilización de la violencia por la vía del silenciamiento y la negación; rehusamos escuchar la palabra feminismo al tiempo que desconocemos la marginación en que siguen viviendo las mujeres en nuestro país. Nume-rosos son los casos denunciados en la Secreta-ría del Trabajo y Previsión Social de salarios pagados a mujeres que son inferiores a los de los hombres; el derecho sobre el cuerpo propio continua siendo vulnerado cuando se obliga a vestir sugerentemente con fines de convencimiento o sensualidad; salir a la calle es ser vulnerable de piropos y acoso; el aborto aún está penalizado en numerosas entidades federativas; tomar un taxi es riesgoso; salir a la tienda puede ser un viaje sin regreso...

Karla López Albert (31 años), Paulina Ca-margo Limón (19 años), Miriam Manzola Heras (21 años), Alejandra Téllez Pérez (33 años), María Fernanda Montes Hernández (14 años), Olga Nayeli Sosa Romero (35 años), Blanca Estela Solar Paredes (16 años), Bren-da Michell Flores Martínez (14 años), Samai Márquez Salgado (25 años). El listado no es un censo; es un obituario en el que se ins-criben con sangre los nombres de 70 mujeres asesinadas en Puebla en los últimos dos años, a las que se suman más de mil novecientas muertas en un México convulsionado por el narcotráfico y la lacerante pobreza (principal-mente en Ciudad Juárez, el estado de México, Oaxaca, Guerrero). Todas ellas fueron priva-das de un día más, se les impuso la máxima sanción. Su único pecado es haber sido hijas de Eva en el mundo de Adán.

Para cada uno de los casos (d)enunciados, el patrón es similar: parejas emocionalmente inestables arrebatan la vida a mujeres jóvenes embarazadas de forma dolosa y cruel, desa-parecen el cadáver como si de una bolsa de basura se tratara, arrojándola a barrancas o enterrándola en cualquier predio baldío. La figura que abarca este delito es el de asesinato

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gravoso de mujeres: feminicidio.El artículo 325 del código penal federal ti-

pifica este delito como el que ocurre cuando “se prive de la vida a una mujer por razones de género […] cuando concurra alguna de las siguientes circunstancias: i. La victima pre-sente signos de violencia sexual de cualquier tipo; ii. A la víctima se le hayan infringido lesiones o mutilaciones infamantes o degra-dantes; iii. Existan antecedentes de cualquier tipo de violencia en el ámbito familiar, laboral o escolar; iv. Haya existido entre el activo y la víctima una relación sentimental; v. Exis-tan datos que establezcan que hubo amenazas relacionadas con el hecho delictuoso; vi. La victima haya sido incomunicada; vii. El cuer-po de la víctima sea expuesto o exhibido en un lugar público.”

El problema radica en que es preciso que se legisle en los estados para que los ministe-rios públicos hagan valer el peso de la justi-cia en materia de violencia, discriminación, igualdad, trata y feminicidio (Chihuahua es el único estado que no procedido en este últi-mo ámbito). Ello no parece sencillo, pues en casos como el guanajuatense y el poblano, el feminicidio no procede penalmente si no se demuestra la existencia de “odio o celos”, lo que a decir de expertos en la materia deja de-

masiados vacíos por ser elementos “subjetivos y adicionales”.

Si los victimarios son culpables en la co-misión, la sociedad, las universidades y los go-biernos somos culpables por omisión o indi-ferencia, por promover la fragmentación y el individualismo. Poco importó a las autorida-des que Ana Güezmes García, representante de onu Mujeres en México, llamara a reco-nocer la violencia de género; el mutismo es tan uniforme que aterra. Afirmó el Nodo de Derechos Humanos de Puebla —de acuerdo con esta nota de Proceso— que “lo que los go-biernos en Puebla han dado como ejemplo es que el poder implica impunidad, y esto abre la puerta a todo tipo de abusos y tragedias. El problema real para quienes están en el poder no es detener las tragedias sino ocultarlas o callarlas cuando se vuelven evidentes.”

A pesar de los mecanismos estipulados por el Sistema Nacional para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, el sistema mexicano está plagado de irregularidades y silencios. De acuerdo con este reporte del Observatorio Ciudadano Na-cional del Feminicidio, de los casos reportados entre 2005 y 2015 en el estado de México, el 42 por ciento permanece en la impunidad al no haberse imputado responsabilidad alguna o

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Mujeres poblanas. (Foto: Luis Barrón, SinEmbargo.)

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no haber procedido causa penal. En los casos en que el homicida fue la pareja sentimental de la víctima, las autoridades ministeriales han acostumbrado mantener en absoluto secreto los avances de la investigación y a recurrir a la conciliación como medida para inhibir la presentación de denuncia. Aquí no pasa nada; estamos moviendo a México.

Que el estado se niegue a proceder legal e institucionalmente contra los feminicidios (a modo de ejemplo, de las 3 mil 892 mujeres asesinadas entre 2012 y 2013, sólo se abrie-ron 613 investigaciones calificadas con este) es una violación al apartado c del artículo 2 de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, aprobada por la Organización de las Naciones Unidas el 18 de diciembre de 1979 (véase aquí).

El grito desesperado de la sociedad a las autoridades, a través de los organismos de de-rechos humanos y al amparo de la ley general de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (creada en 2007), es para que activen la “alerta de género”, un mecanismo jurídico a través del cual el estado reconoce la existencia de violencia sistemática contra las mujeres por el simple hecho de ser mujeres. Con este protocolo, el estado se obliga a em-prender medidas para la reparación de daños, asignar recursos presupuestales para integrar grupos de trabajo multidisciplinarios, judicia-lizar como medida preventiva e incluso obliga a todos los políticos a emitir pronunciamien-tos y coadyuvar en su combate.

La gravedad del asunto me ha conducido a dedicar estas palabras, que aún se quedan cortas ante la importancia de la vida de cada joven y mujer, como un breve ejercicio de nombramiento y denuncia. El camino no pasa sólo por los lares del estado; es preciso un movimiento cultural y educativo que apues-te a cambios en las mentalidades. Es funda-mental que los académicos realicen esfuerzos para documentar y archivar los casos en un ejercicio historicista que apele a construir co-lectividades libres de violencia. ¿Cuántas más habrán de ser sembradas para que en este sue-lo florezca vida? ❦

v Jueves 10Autonomía universitaria

Luis Fernando Granados

Seguramente no se resolverá hoy el con-flicto entre la Universidad Veracruzana

y el gobierno de Veracruz. Desde hace por lo menos 8 meses, el gobernador Duarte ha sido bastante enfático en sus dichos y en su comportamiento: del dinero, ni hablar. Hace apenas unas horas, parecía incluso que se pre-paraba para un enfrentamiento: un repentino plantón de Antorcha Campesina en la plaza Lerdo de Xalapa y la decisión de suspender las actividades del sistema educativo estatal, así como la insistencia del gobernador en desca-lificar la más trascendente de las demandas de la uv —que la ley asegure que la aportación pública al presupuesto universitario represen-te al menos el 5 por ciento de los egresos esta-tales—, eran indicios preocupantes de que el gobierno estaba coqueteando con responder con un manotazo al desafío de la uv. (Por for-tuna, anoche mismo los provocadores se re-tiraron del espacio donde habría de culminar la manifestación universitaria en la capital del estado.)

Con todo, la manifestación institucional de esta mañana parece indicar la proximidad de un desenlace: si desde hace un mes la uv llevó el conflicto a los tribunales, la decisión del consejo universitario de tomar las calles de Coatzacoalcos, Córdoba, Orizaba, Mina-titlán, Poza Rica, Tuxpan, Veracruz y Xalapa hace pensar que ya no hay negociación posi-ble entre la universidad y el gobierno del es-tado, y por tanto que sólo la fuerza —la fuer-za política de la corporación universitaria, la fuerza social de las universitarias— conseguirá restituirle a la uv el dinero que se le adeuda.

Ello supondrá resolver, en la medida de lo posible, la tensión que se advierte entre el movimiento social en defensa de la universi-dad pública —nunca limitado al adeudo del gobierno del estado, ahora transformado en una demanda política de gran aliento y al-cance nacional: la exigencia de que el finan-ciamiento de las universidades públicas deje

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de ser discrecional— y la lógica política de las autoridades de la uv, sobe todo el consejo universitario, que todavía hace dos semanas, cuando ocurrieron las primeras manifestacio-nes callejeras, se negaban a confiar en la mo-vilización “desde abajo”, y que por lo pronto han decidido suspender las movilizaciones en-tre abril y el día de las elecciones (en junio), no sea que la lucha de las universitarias se “contamine” de política partidista.

La paradoja resulta de que buena parte del éxito de la movilización —de una magnitud que mucha gente en Xalapa encuentra “his-tórica”— le viene de su carácter institucional; o sea el hecho, en sí mismo inusitado, de que haya sido convocada por propias autoridades de la universidad, y que incluyó el desfile de miles de trabajadores administrativos junto a los (habituales) profesores y estudiantes. Por buenas y por malas razones, ninguna auto-ridad puede confiar demasiado en un movi-miento que tiende a ser más horizontal y es-pontáneo y desorganizado, y cuyos objetivos políticos han de ser, de manera casi inevitable, mucho más ambiciosos y difusos que los de la corporación universitaria. Al mismo tiempo, sin embargo, parece obvio que el gobierno de Duarte y el que le siga de Yunes —cualquiera de los dos que sea— sólo podrá ser conteni-do mediante una movilización sostenida por el esfuerzo y la creatividad de las estudiantes, profesoras y trabajadoras de la uv. ❦

v Lunes 14Estampas de Filosofía y Letras

Primera estampa: Aguas negras en los salones

Jueves 3 de marzo. El salón 208, con ca-pacidad para casi sesenta alumnos, terraza

propia y vista a ese gran jardín central que los unamitas llamamos “las islas”, padece un nue-vo flagelo. En los años y lustros anteriores las malas decisiones y el abandono han arruinado casi por completo ese extraordinario espacio para la actividad docente: una estructura de persianas en bastidor fijo, instalada con el fin de aislar de la luz, impide el paso a la terraza, que con el paso del tiempo acabó en bodega,

cuarto de triques y basurero. Como además el salón 208 queda al fondo de uno los pasillos del edificio principal de la facultad, las ban-cas “sobrantes” o desvencijadas —producto de la decisión de destornillarlas y de la mala gestión al respecto— suelen ser amontonadas ahí por trabajadores poco diligentes, quienes, ante la degradación progresiva del lugar, han ido perdiendo el hábito de limpiarlo. La im-presión de basurero se acentúa con las corti-nas mugrosas que redundan sobre las persianas y que, no obstante, no consiguen oscurecer completamente el salón para la proyección de imágenes.

A todo esto se suma el deterioro estructu-ral del edificio, la falta de mantenimiento que genera periódicamente fugas en los sistemas de drenaje y agua de los sanitarios ubicados en el tercer piso, justo encima del salón y que, hace menos de un año, provocó la caída de una parte de su plafón. El jueves 3 comenzó una nueva fuga. El viernes se cerró el salón. Para el miércoles 9, el salón seguía cerrado con llave, con el agua encharcada, entre bancas amontonadas y basura. Una semana. Treinta clases suspendidas. Ningún aviso a profesores ni a alumnos. Ninguna reprogramación. En lugar de clases, aguas negras.

Segunda estampa: Clases, no; comercio, sí

Miércoles 9 de marzo, 07:50 a.m. Los estu-diantes de “Comentario de textos” esperan desconcertados ante su salón cerrado con llave, inundado y maloliente. Pasa un joven, conocido de todos. Saca unas llaves y abre la robusta puerta metálica del salón 208-bis, co-nocido también como “cubo 208”, que está a medio metro del salón 208. Él, a diferencia de ellos, puede acceder a ese salón de la facultad; es de hecho, el único que puede hacerlo por-que él guarda celosamente las llaves.

Uno de los estudiantes se desespera: “de-beríamos tomar clases en la bodega, sería más útil.” El joven, que está montando mercan-cía en un diablito, no se inmuta. Una nueva voz insiste: “habría que ocupar los espacios de nuestra facultad productivamente”; otra se burla: “es que venden papas comunistas”.

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Una vez que cargado el diablito, el comer-ciante cierra el cubículo 208-bis y se aleja. Minutos después regresa con el diablito vacío. Los estudiantes vuelven a la carga: “miren”, dice uno, “ya vinieron a abrirnos el salón”; “hay que tomar la clase ahí”, sugiere otro. El joven comerciante decide romper su silencio “si quieren, pueden entrar y tomar la clase, pueden hacerlo porque en este lugar hasta se imparten talleres, pero como son hijos de bur-gueses y los traen en carro, no saben que este espacio es producto de una lucha histórica, así que lo pueden utilizar cuando quieran”.

Los estudiantes entraron. El comerciante se desconcertó: “es un lugar pequeño, a ver si caben”. Seguían llegando estudiantes, llegó el profesor; el comerciante se alejó, celular en mano. Los estudiantes le pidieron al profesor que se impartiera la clase en el salón recién recuperado. Todos entraron. El lugar estaba repleto, todos parados, codo con codo, y el grupo todavía no estaba completo. Breve de-liberación: aquí no se puede dar clase. “Recu-perémoslo”, dijo una estudiante. “¿Por cuán-to tiempo lo podemos conservar nosotros, a quién se lo entregamos?” El profesor tomó su

teléfono celular pero volvió a guardarlo: no valía la pena hacer ninguna llamada. El gru-po salió a los pocos minutos. De inmediato apareció el comerciante que pone su puesto de mercaderías en el “aeropuerto” (como se conoce al vestíbulo principal de la facultad) y cerró con llave el cubículo 208-bis, el “cubo 208”, su bodega.

Tercera estampa: Y sin embargo, se mueve

9 de marzo, 08:40 a.m. Un grupo camina por el pasillo principal del primer piso de la facul-tad, gira a la derecha, sube la escalera que con-duce a “las coordinaciones”. No hay nadie… sí, una secretaria que va llegando; “toque en la puerta de vidrio, a ver si está el licenciado.” Y entonces, el contraste: una oficina abierta, un trabajador responsable. “¿Licenciado, qué hace usted aquí?”, le pregunta el profesor de “Comentario de textos”, “yo llego a las ocho y usted ya llegó, a veces me voy a las nue-ve de la noche y usted sigue aquí”. “Estamos en una oficina de servicio; estamos para dar servicio”, se limitó a responder el licenciado. Mientras buscaba un salón disponible escu-chaba la narración de los hechos y asentía re-signado: “Hemos reportado ese salón muchas veces, dicen que lo van a arreglar y no hacen nada… está éste, pero es para 30 alumnos… no; espere; el 315 es para 40. Vaya al 315.”

Cuarta estampa: Los salones vacíos

08:50, tercer piso, salón 315. Puede comen-zar la clase; los más de cincuenta estudian-tes se apelotonan en el saloncito. Pero ni los alumnos ni el profesor pueden dejar de lado lo ocurrido en los últimos minutos. Se habla del asunto, se plantean los temas, los proble-mas, comienzan a organizarse, a analizarse. El profesor insinúa: “¿Se fijaron cuántos salones vacíos vimos mientras íbamos por los pasillos? Nunca los habíamos visto porque siempre es-tamos en clase a esa hora.”

Aparece el tema, el nuevo tema. Y con el tema las preguntas, y con las preguntas, la posibilidad inmediata de responderlas, aunque sea provisional, parcialmente. Nueve y media,

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El “cubo”

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acaba la clase, todo el mundo conoce sus ta-reas y sale a realizarlas. El objeto: revisar todos los salones de la Facultad de Filosofía y Letras y ver qué clases que deberían estarse impar-tiendo no lo están haciendo. Un estudiante objetó: tal vez el profesor se puso de acuerdo con los alumnos, tal vez ése tiempo lectivo se está ocupando en otra cosa. Se insistió sobre el objetivo: no queremos acusar a nadie, que-remos saber cuántos están en su salón a la hora que dice su contrato que estén y cuántos no. Queremos tomarle una foto al ausentismo en la facultad.

Resultado del registro visual (efectuado por los estudiantes y documentado con foto-grafías): siete salones con clases programadas para ese momento están vacíos. Cinco de es-tas clases concluyen a las diez de la mañana; dos, a las once. Las asignaturas de estás clases forman parte de las carreras de bibliotecolo-gía, estudios latinoamericanos, geografía, his-toria y pedagogía.

Antes de levantar su sesión, el grupo deci-dió que lo ocurrido en su clase de “Comen-tario de textos” del miércoles 9 de marzo de 2016 es significativo, y representa algunos as-pectos de la situación actual de la Facultad de Filosofía y Letras, y decidió comunicarlo. Éste es su reporte. ❦

v Jueves 17Hacer como que hacemos

Dalia Argüello

Desde 2012 la constitución establece que la educación media superior en este país

es obligatoria, lo que significa que el estado está legalmente comprometido a garantizar el acceso a este nivel educativo para todos los que estén en edad de cursarlo. Uno de los efectos de esta medida tendría que ser la dis-tribución de libros de texto gratuitos para una población cuyos niveles de deserción son al-tísimos.

En 2014, Enrique Peña Nieto ofreció la entrega de más de cuatro millones de libros de bachillerato a través de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg); sin

embargo, no existe hasta la fecha un avance claro al respecto. No hay una partida presu-puestal, un proceso de licitación en marcha o convocatorias interinstitucionales para la elaboración de estos materiales, sino todo lo contrario: al menos para el ciclo escolar 2015-2016, la Conaliteg anunció oficialmente que no habría nuevos materiales ni se modificaría el catálogo vigente.

Dado que nunca ha habido libro de texto gratuito ni parece que lo habrá pronto para el nivel medio superior, las instituciones públi-cas resuelven de manera interna la selección de materiales didácticos, ya sea como en el caso de los bachilleratos de la unam, con ela-boraciones propias de los mismos docentes y cuerpos colegiados, o a través de las editoria-les independientes y privadas.

La función del libro de texto para las asig-naturas de historia y ciencias sociales en el bachillerato ha sido cuestionada por distintas razones; por ejemplo, por la posible simpli-ficación o imprecisión al presentar los con-tenidos, o porque se estandarizan actividades de aprendizaje y retroalimentación, o por el predominio de la memorización y repetición al que dan lugar, por encima de actividades cognitivas más complejas.

Desafortunadamente, a esta discusión so-bre las ventajas y desventajas del uso de libros de texto, que podría enriquecer los trabajos de campo sobre didáctica específica o inves-tigación educativa, hay que agregar un ele-mento más que tiene que ver con las prác-ticas cotidianas de abuso, irresponsabilidad y desdén de los profesores, las autoridades y las instituciones escolares.

Al menos desde la puesta en marcha de la “reforma integral a la educación media supe-rior” en 2008, con la que se implementó la educación basada en competencias, algunas empresas editoriales han sabido aprovechar cada vez mejor el amplio mercado que re-presentan los miles de jóvenes inscritos, por ejemplo, en el Colegio de Bachilleres del área metropolitana. Esta oferta editorial en el mer-cado beneficiaría a los docentes y alumnos si la competencia permitiera acceder a una am-plia gama de materiales de calidad y bajo pre-

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cio, si no fuera porque, como suele ocurrir, la falta de regulación al respecto y las malas prácticas generan todo lo contrario.

Al iniciar cada semestre, llegan a los dis-tintos planteles del Colegio de Bachilleres los representantes de las editoriales a ofrecer a los profesores los más recientes libros de texto elaborados “de acuerdo con las competencias del marco curricular común” y organizados en los bloques temáticos que marcan los pro-gramas de las asignaturas. Las ventajas pueden parecer evidentes, pues algunos se presentan como los más actualizados en el enfoque en competencias y en el uso de las tic porque incluyen aplicaciones, links, códigos qr y ma-teriales en línea como complementos, lo cual responde a las exigencias curriculares del Sis-tema Nacional de Bachillerato.

El problema inicia con la mala calidad de los materiales; pasa por las responsabilidades de los distintos agentes que convierten a los alumnos en consumidores cautivos y a los profesores en mercaderes que venden al por mayor los libros a cambio de una generosa co-misión por ejemplar, y sigue con un montón de circunstancias que vale la pena considerar.

En primer lugar, la aparente anarquía que

permite a cualquier autor publicar libros de texto sin atenerse a criterios de calidad y a su-pervisión de contenidos y metodologías. Por ejemplo, para los libros de las materias “Cien-cias Sociales ii” e “Historia de México ii”, del Grupo Editorial México y Ediciones A de J, no es posible encontrar información adicional de estas casas editoriales y de los autores, pues como elaboradores parece que no vieron la necesidad de asentar alguna información de su currículum, experiencia docente o formación profesional que los avale como elaboradores de materiales didácticos.

Además de deficiencias y errores en la edi-ción, estos textos comparten otra característi-ca. Al resumir al mínimo posible las lecturas y contenidos, parecen evitar la problematiza-ción, la contradicción y aparentar que todo está resuelto, que no hay más que saber ni que pensar, que el conocimiento ya está ahí y sólo hay que buscar las maneras más lúdicas para acceder a él y, sobre todo, que ni en la histo-ria de México ni en los asuntos de las ciencias sociales queda nada por indagar o cuestionar. La síntesis no sería en sí misma un problema si no se justificara con los criterios de hacer-lo “más fácil y digerible” para los alumnos.

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Libros-negocio

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Las actividades como las sopas de letras, cru-cigramas, esquemas y tablas funcionarían si no parecieran dirigidas a niños y no a adolescen-tes y adultos, si no trataran asuntos de tanta complejidad como pasatiempos, es decir, si no se menospreciaran las capacidades analíticas, creativas y críticas de los jóvenes y no se sub-estimara el potencial formativo de la historia y las ciencias sociales para la construcción de sujetos que pueden hacer mucho en beneficio de ellos y sus comunidades.

El hecho de que algunos profesores ven-dan a los alumnos estos libros de texto y orga-nicen todo el curso en torno a ellos, al menos en el Colegio de Bachilleres, está considerado como una falta administrativa, de manera que las autoridades han difundido en una circular aclarando que:

Para el desarrollo académico de los estu-diantes, el plan y los programas de estudio del Colegio no contemplan la venta, por parte de los profesores, de textos, fotoco-pias, documentos o materiales didácticos a los alumnos. Tampoco contempla la ven-ta de boletos para asistir a obras de teatro, excursiones, prácticas o eventos de tipo cultural o deportivo… Con estas prácticas se incurre en responsabilidad laboral en los términos del artículo 47, fracción ii, de la ley federal del Trabajo y cláusula 64, frac-ción ii, del contrato colectivo de trabajo. Así mismo, son motivo de aplicación de la ley federal de Responsabilidades de los Ser-vidores Públicos por parte de instancias fis-calizadoras de la institución, con fundamen-to en el artículo 8, fracción xiii, del citado ordenamiento […]

Así pues, la omisión del gobierno fede-ral de atender la demanda de libros de texto gratuitos bajo controles académicos y admi-nistrativos que aseguren la calidad y la trans-parencia, pone al descubierto un montón de problemas que la reforma educativa ni siquie-ra contempla.

¿Por qué no implementar al interior de cada subsistema de educación media superior estrategias de fomento al trabajo académico,

de investigación y producción de materiales propios, adaptados a los requerimientos pro-pios, que aproveche los saberes de los docen-tes e impulse su desarrollo profesional? ¿Por qué no se construyen estrategias de aprendi-zaje a partir de condiciones particulares de los grupos, aprovechando fuentes diversas cerca-nas a la realidad de los jóvenes y sus comuni-dades, en lugar de tomar textos malhechos, que ofrecen caminos fáciles? ¿Por qué en el “Plan de formación continua”, que la sep aca-ba de anunciar (el 14 de marzo) como res-puesta a los resultados de la evaluación, no se ofrecen cursos de elaboración de materiales didácticos para que las instituciones generen recursos propios de manera ordenada y trans-parente y no mediante acuerdos particulares entre las editoriales y los maestros?

Mientras salen más preguntas y menos respuestas, parece que el sector educativo funciona haciendo como que hace algo por mejorar la educación. En este caso específico, la dirección del Colegio de Bachilleres hace como que regula, mientras hace como que no ve a los distribuidores entregar los paquetes de libros y a los maestros cobrando en los sa-lones. Algunos maestros hacen como que en-señan; revisan, firman y sellan las actividades en los libros, mientras se enorgullecen de que sus alumnos estén en silencio y en su lugar es-cribiendo en sus libros afanosamente, incluso trabajando en parejas o en equipo para mos-trar sus habilidades para fomentar el trabajo colaborativo. Hacen como que se interesan por el aprendizaje pues se aseguran de ofrecer el ejemplar con más colores, ilustraciones y que se pueda cargar como aplicación a los ce-lulares, y —por supuesto— hacen como que no lucran en su función docente.

Los alumnos hacen como que aprenden algo mientras copian de sus libros o resuelven las actividades aunque no logren comprender totalmente las lecturas y desconozcan muchos de los conceptos que ahí se manejan. Hacen como que no se aburren pues a la vez es có-modo y les asegura pasar la materia sin entrar en complicaciones, ni realizar grandes esfuer-zos.

En la sociedad mexicana, hacemos como

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que el estado garantiza el principio de gratui-dad establecido en la constitución y que en las instituciones públicas se imparte educación de calidad, mientras que ese mismo estado se desvanece frente al cobro de inscripciones semestrales, cursos remediales, exámenes y demás trámites (ahora sumado al de libros y demás complementos) y la calidad se reduce a resultados estadísticos que pueden anunciarse en los medios de comunicación. ❦

v Lunes 21Para comprender el ascenso de Trump

Arturo E. García Niño

En 2008, Joe Bageant —adscrito a esa añe-ja práctica del periodismo hoy en agonía

que imbrica la investigación acuciosa de los hechos y la acreditación de las fuentes con el talento narrativo para dar cuenta de las si-tuaciones ocurrentes en el terreno de lo ínti-mo y de lo social ampliado—, publicó Deer Hunting With Jesus: Dispatches from America’s Class War (Nueva York: Crown Publishing Group, 2008). Se trata de un libro recupera-dor de la cotidianidad en su lugar de origen: Winchester (la ciudad más al norte del sur profundo) en Virginia Occidental. Bageant había retornado en 1999 a donde nació, vivió y de donde salió para convertirse en un pe-riodista siempre crítico y autocrítico desde y con su postura de liberal de izquierda, que en 2002 decidió mandar al diablo treinta años de trabajo en revistas y diarios, “cansado de todo ese periodismo superficial que atestaba los puestos intentando cazar un espectro demo-gráfico cada vez más amplio al que venderle más y más publicidad.”

Se embarcó así en las naves subidas en la gran ola que por entonces era ya la red de redes, para hacer periodismo desde ahí. Ello “a pesar de que nadie en la industria [perio-dística] le prestaba... atención” a internet por aquellos tiempos. Envió sus primeros textos a counterpunch.org y a energygrid.org y, según él, al tercer día su buzón de correo electróni-co estaba lleno de comentarios inteligentes.

En el primer mes, cuenta que le dijo uno de los webmasters que varios millones de lectores comentaban sus escritos. No volvió a bajarse de internet como su espacio periodístico hasta morir de cáncer a los 65 años, el 27de marzo de 2011, cuando ya su trabajo era difundido en cientos de páginas y blogs como Cyrano’s Journal Today y The Greanville Post.

Deer Hunting With Jesus es un acercamien-to a ese “mundo paralelo desconocido para los liberales universitarios de las grandes ciudades [que] los cogió por sorpresa en noviembre de 2004”. Es una ruda crítica a la American radical chic —según la definió Tom Wolfe en uno de sus textos más entrañables y memorables— y es también un trabajo poco atendido a pesar de ser no sólo un inteligente y detallado refe-rente para comprender por qué ganó el Geor-ge W. Bush la presidencia de Estados Unidos hace más de diez años, sino que deviene hoy, guardando las distancias obvias y con algunos asegunes, casi un prontuario para entender el ascenso de Donald Trump en la carrera por la candidatura republicana, su casi segura nomi-nación y su posible llegada a la Casa Blanca. Realizando así lo imaginado por el guionista Dan Greaney en “Bart to the Future”, capí-tulo de Los Simpsons trasmitido el 19 de enero de 2000, cuando Lisa es electa presidenta de Estados Unidos para el periodo 2030-2034 y tiene que rescatar una economía hecha poma-da por la pésima administración de su antece-sor en la Casa Blanca: Donald Trump. Según Greaney, el cometido del episodio era mostrar un país enloquecido y con un personaje en la presidencia capaz de llevar a Estados Unidos a la última escala antes de tocar fondo, “y por eso elegimos a Trump”, sintetizó.

Claves para un entendimiento suprarotular de la América profunda

“Esa América profunda que asiste a la iglesia, practica la caza y la pesca, toma Bud light, que ni siquiera es capaz de ubicar Iraq o Francia en el mapa, en caso de que tenga uno, que escucha al pastor hablar de la infalibilidad de la Biblia para todo y se emborracha mientras Teddy y los Starlight Ramblers tocan en el

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Eagle Club” de Winchester, asevera Bageant, está integrada por los blancos pobres de una zona donde dos de cada cinco de ellos no ter-minaron el bachillerato y la mayoría de los cincuentones tiene graves problemas de salud debido al alto consumo de alcohol y mala co-mida, a la vez que son parte de la mitad de sus congéneres que apenas fue alfabetizada y del 94 por ciento de ellos que es analfabeto funcional en Estados Unidos. Y ahí están, en esa tal América profunda, los posibles votantes a quienes “les llega” y les resulta comprensi-ble el discurso de Trump, mismo que, según este estudio de la Carnegie Mellon University dado a conocer días atrás, tiene un nivel gra-matical de sexto de primaria y un vocabulario de segundo de secundaria; aunque Sanders y Clinton, los mejor calificados, sólo tienen un vocabulario equivalente a primero de prepa-ratoria.

Son la white trash, los rednecks, el 24 por ciento de la planta laboral estadounidense que en conjunto superan a todas las minorías jodi-das que habitan la Unión Americana, alrede-dor de 35 millones de sujetos “conservadores, políticamente desinformados y patriotas en perjuicio propio”, sostiene Bageant. Dentro de un país en el que las tres cuartas partes de sus oriundos no tienen un título universita-

rio y donde la lucha de clases cedió el paso a la lucha entre los ilustrados progresistas de las grandes ciudades universitarias y los ignorantes de los pueblos homogéneamente fundamen-talistas, neoconservadores y ultra protestantes. Son, escribe Bageant, los Homero Simpson y los Bud Johnson —personaje de la pelícu-la Swing Vote (2008) interpretado por Kevin Kostner— que “elegirían a un tipo igual de indeseable aunque se le voltearan a Bush”, y que dejaron de ser atractivos para los liberales demócratas en el tránsito del siglo xx al xxi.

Sospecha Bageant, un poco en serio y un poco en broma, que el Partido Republicano emite una feromona que atrae a los mensos y al dinero, y puede ser cierto. Aunque debe reconocérsele a la derecha estar insertada en la cotidianidad de esos pequeños poblados: los ricos dueños del pueblo, del comercio, de la empresa granjera y de la industria que explo-tan a los lugareños, van a la iglesia dominical y se mezclan con sus empleados. Igual hacen durante el resto de la semana: van a la cantina, hacen propaganda en contra de “los urbanitas comunistas” y el sábado van al baile para co-mer nachos, hamburguesas grasosas y tomar mala cerveza. En su caso, la izquierda dejó de mezclarse con tales personas, dejó de estar ahí como lo estuvo en el arranque del siglo xx,

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Winchester, West Virginia.

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durante la gran depresión y hasta los años se-senta del siglo pasado.

Para esa gente tener armas en casa es con-siderado no sólo un derecho natural, sino un gusto y una necesidad, porque sienten la caza como parte de su identidad rural y relacionan lo urbano con los universitarios comunistas, feministas, abortistas, homosexuales, antirra-cistas. Vaya un botón de muestra: la Asocia-ción Cristiana de Cazadores de Ciervos ¡tiene una oración para que los cazadores la evoquen en tanto aguardan a sus presas! Y aunque pa-rezca increíble, señala Bageant, no han teni-do esos estadounidenses relación cercana con un liberal, repiten lo que dicen el pastor y las emisoras cristianas que escuchan en el trabajo: los abortistas —como señalan algunos filmes exhibidos en los clubes, las escuelas y las igle-sias— meten los fetos al microondas y se los comen; los urbanitas quieren dar condones a los niños que cenan los viernes Doritos con queso derretido y Pepsi Cola o Coca Cola, para que la mamá descanse esa noche.

Subordinados, pues, a los ricos del pueblo que le echan la culpa de todo a los chinos y a los inmigrantes que vienen a robarles el tra-bajo a sus empleados, y a los abogados defen-sores de los trabajadores —como un pariente de Bageant—; ricos del pueblo que conside-ran al sindicalismo malo porque los aumentos de salarios generan inflación (sólo un 12 por ciento de los trabajadores estadounidenses está sindicalizado) y que son tan de derecha, apun-ta irónico el periodista, que pueden bien no comerse el ala izquierda de los pollos. Estos estadounidenses trabajan duro, sí, aunque para seguir igual, porque los programas sociales los abandonaron y se encuentran entre el casi 60 por ciento de quienes, según Gallup, creen a pie juntillas que Dios hizo el mundo y todas las cosas (sólo el 28 por ciento de los esta-

dounidenses cree en la teoría de la evolución; coincidentemente éste es también el porcen-taje de los que tienen estudios universitarios). Otro dato: sólo el 20 por ciento de los esta-dounidenses ha tenido pasaporte y en Win-chester no conocían el sushi cuando Bageant regresó a vivir ahí, donde tuvo un profesor en la secundaria que dedicó varias horas de clase a denostar a los sindicatos por comunistas y a decir que a los negros les bastaba con tener lo suficiente para comprarse una cola de mapa-che y ponerla en la antena del carro.

Y fue efectivo el discurso del profesor de marras: una noche, conviviendo Bageant alre-dedor de una hoguera con viejos virginianos amantes de las armas ante una botella de Jack Daniels, estos sacaron la guitarra y se pusie-ron a tocar sus canciones favoritas. Empeza-ron por las de la guerra civil, llegaron a las más nuevas de 1900 y luego el escritor cantó “Walking Blues” de Robert Johnson. Al ter-minar de cantar todos guardaron silencio has-ta que uno de los presentes habló y le dijo a Bageant que al cantar abría la boca y pelaba las encías como si fuera un puto negro. Porque a ellos les prenden las viejas canciones cerreras y estar al tanto de los resultados de la nascar (la cadena abc llamó a éste “un deporte desca-radamente evangelista”, donde incluso es ad-mirado como piloto el reverendo Pat Evans).

¿Matria o patria o matria es patria?

Para cuando Bageant regresó a Winchester la población andaba por 18 mil habitantes, de la cual más del 82 por ciento era “blanca”. Hoy son poco más de 26 mil y continúa siendo la ciudad, en palabras de Joe Bageant, un “lu-gar estupendo para observar Estados Unidos, donde la América más vieja y la más moderna, y todas las fases cambiantes [y superpuestas] entre ellas conviven”. Una ciudad sintetiza-dora del electorado que en 2004 llevó a Bush a la presidencia ante el estupor de los demó-cratas, y que puede llevar al mismo lugar en el 2016 a Trump.

En 1965, W. Sheridan Allen publicó The Nazi Seizure of Power: The Experience of a Sin-gle German Town, 1922-1945 (Chicago: Qua-

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Esta newsletter es una publicación mensual del Observatorio de Historia, donde se recogen los textos aparecidos en elpresentedelpasado.com

Sus editores son Luis Fernando Granados y Fernando Pérez Montesinos

Toda correspondencia debe dirigirse a [email protected]

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drangle Books), una investigación acerca de cómo, derivado de las condiciones locales concretas de existencia, el nivel de aceptación del nazismo en el pueblo alemán de Northe-im (cuya población hoy es de casi 29 mil 500 habitantes) llegó a ser superior al de la media nacional. Lo preocupante del caso estadouni-dense para México y el mundo es que hoy Winchester no es sólo un botón de muestra que supera la media nacional de la ultrade-recha más rupestre —como lo fue Northeim respecto al nazismo incubado entre 1922 y 1945—, sino uno de los cientos (¿miles?) de poblados que albergan a la homogénea masa votante de un candidato como Trump, mezcla de hillbilly y pastor evangélico televisivo. Por ello, vale la pena ir a la obra de Joe Bageant, si no para impedir que llegue Trump a la Casa Blanca, sí para comprender las circunstancias sociohistóricas de su encumbramiento, y no sorprendernos como la progresía estadouni-dense en el no tan lejano 2004. ❦

v Lunes 28¿Revisionismo mexicano?

Pedro Salmerón Sanginés

La lectura de historiografía crítica de di-versos revisionismos históricos fuera de

México, me ha llevado a preguntarme si no hemos terminado por inventar un “revisionis-mo mexicano”. Los analistas de esa corriente —todos los cuales se reclaman parte de la mis-ma— aseguran que antes de la irrupción del revisionismo, la concepción historiográfica dominante sobre de la revolución mexicana, además de servir de sustento ideológico del régimen que se reclamaba emanado de ella, defendía la idea de “una revolución popular, agraria, nacionalista y antiimperialista, que confrontó a los campesinos sin tierra con los latifundistas y derrocó a un régimen autorita-rio y opresivo” (Enrique Florescano, El nuevo pasado mexicano [México: Cal y Arena, 1991], 73).

Esa explicación habría iniciado con los veteranos de la revolución, aunque sus pro-ductos más convincentes fueron obra de eru-

ditos que escribieron gruesos volúmenes para explicar la revolución en los años cincuenta y sesenta. Las críticas a esa idea dominante, alguna de ellas surgidas desde las filas de la derecha, sólo reafirmaban su vigencia, pues después de todo eran los “reaccionarios” los únicos que se oponían a ella.

Pero un nuevo contexto mundial, surgido de la revolución de 1968 —que para Adolfo Gilly fue “una ruptura en los bordes, es decir, un desafío generalizado al orden social exis-tente”, que “abrió las puertas para un mundo nuevo, pero no el que ella había soñado”— permitió que se convirtieran en dominantes en la academia tendencias historiográficas que buscaban dar entrada a enfoques hasta enton-ces soterrados por la historia “occidental”, por un lado, y la historia “nacional”, por el otro.

Uno de esos enfoques, el “revisionismo histórico de la revolución mexicana”, co-menzó a formularse a finales de la década de 1960 y principios de la década de 1970. Para algunos analistas del revisionismo, los auto-res fundadores son John Womack, Arnaldo Córdova, Adolfo Gilly, Jean Meyer, Loren-zo Meyer, Armando Bartra y James D. Coc-kroft. Luego vendría otro grupo importante de autores, en el que suele registrarse a Frie-drich Katz, François-Xavier Guerra, Ramón Eduardo Ruiz, John M. Hart, Enrique Krau-ze y Alan Knight. Y aún después se agregarían a la lista trabajos de historia regional como los de Héctor Aguilar Camín, Romana Falcón o Carlos Martínez Assad.

Como he señalado en otras ocasiones, el revisionismo de una parte (y sólo una parte) de estos autores y sus reinterpretaciones tuvo como consecuencia poner en duda la idea misma de revolución. Aquí me gustaría agre-gar que otro problema igualmente importan-te de este “revisionismo mexicano” es que se ha presentado como un revisionismo aislado. Si abrimos la vista a otros horizontes encon-tramos que lo que se llama revisionismo está estrechamente ligado a las versiones posmo-dernas de la historia. Los revisionismos sobre las revoluciones de Francia, Rusia y China niegan su carácter revolucionario y toda posi-bilidad de transformación revolucionaria des-

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de abajo. Incluso se muestran crecientemente comprensivos con las tiranías. Resulta ejem-plar, en ese sentido, el revisionismo histórico sobre la Alemania nazi. Hace unos años, Pier Paolo Poggio argumentó que presentar al na-zismo como un mal menor comparado con el comunismo es una estrategia argumentativa que en realidad forma parte constitutiva (fun-damental) de un discurso neoconservador, aparejado a la derecha neoliberal (Nazismo y revisionismo histórico [Madrid, Akal, 2006]).

En la academia (más allá de los negacio-nistas ultrapositivistas y de los conspiranói-cos que asumen que la verdad está reservada a unos cuantos elegidos), el sustento teórico del revisionismo es el relativismo histórico posmoderno, esto es, en palabras de Poggio, una perspectiva que privilegia el enfoque na-

rrativo, “practica el refinamiento de la de-construcción” y en última instancia busca el olvido, la “superación” de la historia. Este re-lativismo no es ya el que nos enseñaron en las escuelas de historia, en los libros obligados de Collingwood o Croce, sino su radicalización posmoderna que niega toda validez científica al conocimiento histórico y asegura que toda interpretación es igualmente válida, confun-diendo interpretación con invención.

¿A quién le sirve esta disolución de la posi-bilidad de verdad, este revisionismo que niega la revolución y la posibilidad misma de revo-lución? Para autores como el propio Poggio, Slavoj Žižek o Josep Fontana la respuesta a esta pregunta es muy clara: al sistema mundo, es decir, el capitalismo financiero y a su cul-tura política neoconservadora. ❦ ❦

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