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Carla San Román San Román María Josefa Castillo Pascual Facultad de Letras y de la Educación Grado en Geografía e Historia 2014-2015 Título Director/es Facultad Titulación Departamento TRABAJO FIN DE GRADO Curso Académico El reinado de Amenofis IV- Akhenatón Autor/es

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Carla San Román San Román

María Josefa Castillo Pascual

Facultad de Letras y de la Educación

Grado en Geografía e Historia

2014-2015

Título

Director/es

Facultad

Titulación

Departamento

TRABAJO FIN DE GRADO

Curso Académico

El reinado de Amenofis IV- Akhenatón

Autor/es

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© El autor© Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones, 2016

publicaciones.unirioja.esE-mail: [email protected]

El reinado de Amenofis IV- Akhenatón, trabajo fin de gradode Carla San Román San Román, dirigido por María Josefa Castillo Pascual (publicado por

la Universidad de La Rioja), se difunde bajo una LicenciaCreative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden solicitarse a lostitulares del copyright.

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Resumen:

Amenofis IV, hijo menor de Amenofis III y de su consorte Tiy, se convirtió en

heredero tras la inesperada muerte de su hermano mayor. Casado con Nefertiti, el faraón

fue padre en seis ocasiones. Sin embargo es más conocido para el mundo moderno como

Akhenatón, famoso por haber abandonado el panteón tradicional de Egipto, a favor de

Atón, su único dios. Además se trasladó de la residencia legítima de los faraones en

Karnak, a un lugar del Medio Egipto, virgen de cualquier ocupación, para fundar su nueva

ciudad, Akhentatón, “El Horizonte de Atón”. Inmediatamente, una gran cantidad de

personas se pusieron manos a la obra y consiguieron construir esta colosal urbe en un

tiempo récord. Toda una ciudad que se desarrolló en torno a la vida ceremonial del

monarca solar. Se plantean aquí una serie de cuestiones sobre la religión, la sociedad, la

economía y el arte, ya que Akhenatón dejó atrás por completo la tradicional imagen de

gobernante - héroe egipcio, para pasar a ser el hijo del dios único y verdadero. Una época

oscura que sus predecesores intentarán borrar de su memoria para siempre.

Abstract:

Amenhotep IV, under Amenhotep III and his consort Tiye son, became heir after

the unexpected death of his elder brother. Married with Nefertiti, the pharaoh fathered six

times. However he is best known to the modern world as Akhenaten, famous for having

abandoned the traditional pantheon of Egypt, on behalf of Aton, his only god. He also

moved the legitimate residence of the pharaohs in Karnak, to a place in Middle Egypt,

virgin of any occupation, to found his new city, Akhentatón, "The Horizon of Aten".

Immediately, a lot of people got down to work and managed to build this colossal city in

record time. A city that developed around the life of the solar ceremonial monarch. I raised

in this work, a series of questions about religion, society, economics and art raised here,

as Akhenaten completely left behind the traditional image of the ruler - Egyptian hero, to

become the son of the one true God. A dark age than their predecessors try to erase from

his memory forever.

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Índice

1. Introducción………………………………………………………………….....5

2. El Imperio Nuevo y la Dinastía XVIII……………………………………….....8

3. Amenofis IV…………………………………………………………………...12

3.1 Infancia y juventud………………………………………………………...12

3.1.1 Sus padres……………………………………………………….…12

3.1.2 Tradición religiosa………………………………………………....13

3.2 Primeros años de reinado……………………………………………….….14

4. Akhenatón……………………………………………………………………...17

4.1 Una nueva religión………………………………………………………....17

4.2 Una nueva ciudad, traslado a Tell-Amarna………………………………...20

4.2.1 Economía y sociedad……………………………………………….23

4.3 Un nuevo arte…………………………………………………………….....24

5. Final del periodo amárnico……………………………………………………..27

6. Conclusión…………………………………………………………………...…28

7. Anexos……………………………………………………………………….....30

8. Bibliografía……………………………………………………………………..34

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1. Introducción

El Antiguo Egipto, esa fascinante cultura ancestral que ha atrapado a muchos y que

se desarrolló a lo largo de casi tres mil años, una etapa que ha sido de las más brillantes

de toda la historia de la humanidad.

Desde que un faraón llamado Menes unificó el país hacia el año 3000 a.C., Egipto

ha estado vivo, antes cuando alcanzó su máximo esplendor, y ahora gracias a las

investigaciones de los egiptólogos. Esta civilización provoca en la mayoría respeto,

admiración y fascinación. El reflejo de su cultura en nuestra sociedad es impresionante y

ha dejado una gran huella en las civilizaciones que se desarrollaron por todo el mundo,

en temas tan importantes como las matemáticas, la medicina o la astronomía, ya que los

egipcios fueron grandes científicos.

Sin embargo, como objetivo principal del trabajo, abordaremos una de las etapas

más relevantes de la Historia del Antiguo Egipto, un periodo que rompió todos los moldes

de la época. Estudiaremos también a la persona que protagonizó toda esta revolución,

Amenofis IV- Akhenatón; así como la construcción de su nueva ciudad, Akhentatón.

Haremos un recorrido por todos los cambios artísticos, políticos, económicos y sociales

que esto suscitó y, sobre todo, la revolución religiosa que trastocó la vida de los egipcios

de la época.

Para ello he divido el trabajo en seis partes bien diferenciadas, comenzado por este

mismo apartado, la introducción, donde me centro en los objetivos, la metodología

utilizada y el estado de la cuestión. Seguidamente comienzo ha hablar del Imperio Nuevo

y la Dinastía XVIII, es decir, los antecedentes con los que se encontró Amenofis IV

cuando llegó al trono. En el tercer punto, hablo sobre la vida de Amenofis IV, hasta el

cuarto año de su reinado, haciendo un recorrido por su infancia y juventud y como le

influyeron sus padres y la tradición religiosa del momento. Llegamos así al punto cuatro,

el núcleo principal de trabajo, donde me centro en los cambios más relevantes de todo el

reinado del faraón Akhenatón, como son los religiosos, el traslado a la nueva ciudad o los

cambios económicos, sociales y artísticos. En el siguiente punto, ya me centro en el final

del periodo amárnico y su declive. Por último, dedico un apartado a las conclusiones. Lo

he divido de una forma más o menos cronológica, acompañándo a Amenofis IV desde su

infancia hasta su muerte como Akhenatón.

Para construir todo este trabajo me he servido de fuentes directas como el Himno a

Atón, grabado en la tumba del posterior faraón Ay o en las estelas que hoy en día se

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encuentran en el Museo del Cairo sobre el faraón Akhenatón y su familia, restos

arqueológicos de gran relevancia que nos ayudan a la investigación de esta peculiar etapa.

También he tenido que recurrir a multitud de libros, tanto en castellano como en

inglés, los cuales me han ofrecido mucha información relevante y también fotografías

indispensables para la mejor construcción del trabajo. Sin embargo, he tenido que hacer

una selección más exhaustiva de la bibliografía, contrastando la información, ya que he

encontrado una gran cantidad de libros que hablan sobre el Antiguo Egipto, pero en la

mayoría de ellos podemos estudiar toda la historia de esta civilización y yo solo

necesitaba un periodo muy concreto de estos 3000 años de historia.

Para ello me he tenido que apoyar en una bibliografía más reducida, que se centraba

en este periodo y no ha sido del todo fácil conseguirla, ya que he tenido que recurrir

logicamente a varias bibliotecas, como por ejemplo la de la Universidad de La Rioja, la

Biblioteca de La Rioja, la Biblioteca de Navarra en Pamplona, además otras obras

adicionales que mi tutora del trabajo Pepa Castillo ha tenido que pedir al extranjero y

libros que ya tenía personalmente.

Pero en definitiva, para acercarnos a esta “revolución” hemos acudido a las

publicaciones de autores tan destacados como Barry Kemp, Nicholas Reeves, Dimitry

Laobury o la egiptóloga española Teresa Armijo. Sus aportaciones nos han servido para

tener un enfoque general de los acontecimientos acaecidos en el periodo amárnico.

Destacamos de entre ellos las biografías de Akhenatón escritas por Reeves y Laobury,

Akhenatón, el falso profeta de Egipto y Akhenatón, el primer faraón monoteísta de la

historia, respectivamente.

Sin embargo, como he tratado diversos temas, he tenido que recurrir a libros más

especializados en otros ámbitos, como por ejemplo el diseño de la ciudad de Akhentatón,

tema sobre el que la monografía de Armijo, Amarna, la ciudad de Ajenatón y Nefertiti,

ha resultado ser una de las más completas. En relación con la revolución artística vivida

en ese periodo, la obra de Stevenson Smith, Arte y Arquitectura del Antiguo Egipto, ha

sido de consulta obligada.

A estas lecturas hay que sumar los artículos de Cristina Gil Paneque y de Rolf

Krauss, principalmente el del segundo, Nefertiti y Ajenatón: nuevos resultados en las

investigaciones acerca del arte y la religión en la época de Amarna.

Estas aportaciones son las más relevantes en mi trabajo. Sin embargo, el periodo

amárnico es uno de los más llamativos de toda la historia de Egipto, a pesar de su

brevedad. Se han escrito teorías de todo tipo sobre Akhenatón, su familia, su ideología y

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religiosidad monoteísta; sobre el arte y la literatura que impulsó. En suma, la producción

literaria y los estudios científicos han sido extensísimos.

En conclusión, tenemos síntesis serias sobre la época, biografías de todo tipo sobre

Akhenatón o incluso Nefertiti, novelas, poesía etc. Sin embargo, este periodo ha sido

propenso a divagaciones místicas y especulaciones sin base, ningún otro faraón de Egipto

ha sido objeto de tantas teorías e incluso fantasías como lo ha sido Akhenatón, por este

motivo hay que tener mucha cautela en la elección de las fuentes documentales modernas

a consultar.

En definitiva, en este trabajo sobre la vida de Akhenatón daremos respuesta a

muchas cuestiones que se nos plantean sobre este misterioso faraón, como por ejemplo,

¿cómo fue el traslado a la nueva ciudad y cómo se vivía en ella? ¿qué cambios trajo

consigo toda esta revolución? ¿qué final tuvo este periodo? ¿fue una época oscura o

recordada con orgullo? Intentaremos, en la medida de nuestras posibilidades, dar

respuesta a todas estas preguntas.

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2. El imperio nuevo y la Dinastía XVIII

A pesar de los grandes enfrentamientos internos que hubo en Egipto durante el

Segundo Periodo Intermedio, las formas y las tradiciones de los faraones y de la población

que los rodeaba tuvieron una continuación con la etapa anterior. Sin embargo, con el

transcurso de los años y de los diferentes reinados, todo va a cambiar. El faraón con el

que comienza esta dinastía, Ahmose (1543-1518 a.C) convirtió a Tebas en la nueva

balanza de las Dos Tierras, en la capital del reino, y, en consecuencia, a su dios, Amón,

en la divinidad más importante de Egipto. Este faraón llevó una vida bastante agitada, ya

que alternaba la administración interna del reino, con una intensa actividad guerrera, y

con su buen quehacer se ganó la confianza del pueblo egipcio.

Ahmose Estaba casado con la reina Ahmés-Nefertari, su hermana, una mujer fuerte

y con un gran carácter, que prácticamente se hizo cargo de la jefatura del gobierno en

estos años, pues el faraón bastante tenía con dirigir las guerras que había iniciado en el

sur y en el noroeste de Egipto. Sin embargo, la medida más destacada que tomó la reina

fue implantarse a ella misma el título de “Primera esposa del dios” y así garantizar a su

propia persona y a las futuras reinas, un poder dentro de la casta del clero. Este título no

gustó a los sacerdotes de Amón, porque suponía que el monopolio del poder no se cernía

totalmente sobre ellos. Por esta razón Ahmés- Nefertari fue vista por ellos como una

enemiga.

La reina, además, dio al faraón un heredero, Amenofis, que fue el primer rey que

incluyó al dios de Tebas en su nombre. El nuevo faraón continuó con la política de su

padre, aunque su reinado fue mucho más pacífico. Amenofis I (1517-1497 a.C) también

se casó con su hermana, Meritamón, otra mujer con gran personalidad que también

alcanzó el título de “Esposa del dios”, aunque no destacó como la reina anterior. Ésta

murió muy joven y no le dio a su esposo ningún hijo, de manera que el faraón se quedó

viudo y nunca se volvió a casar.

Bajo Amenofis I no faltaron conflictos, como la rebelión de los nubios en el sur,

que fueron derrotados y hechos prisioneros. Sin embargo, lo más destacado de su reinado,

fue el auge que vivió el reino, ya que el faraón promovió la construcción, la escultura y

el arte en general, así como la reparación de muchos de los edificios que habían sido

destruidos durante el enfrentamiento con los hicsos. Además, también quedan registros

de la fiesta de la Heb-Sed, ya que a pesar de que esta se hacía con el motivo del treinta

aniversario del reinado del faraón, se cree que este la adelantó por motivos de salud, pues

según los registros su jefatura no duró más de veintiséis años.

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Por último, se debe destacar de este reinado que cuando Amenofis I murió, tuvo el

privilegio de ser declarado un dios, convirtiéndose así en el patrón de la necrópolis de

Tebas, a lado de su madre Ahmés- Nefertari.

Como Amenofis I no tuvo ningún descendiente, su sucesor fue Thutmosis I (1496-

1483 a.C), hijo de algún príncipe de la corte. El nuevo faraón se casó con la princesa

Ahmés- Ta- Sherit, a pesar de que ya estaba casado con Mutnefert. Con esta última tuvo

tres hijos, uno de ellos el futuro Thutmosis II y con la princesa Ahmés- Ta- Sherit, tuvo

dos hijas, Hatshepsut y Neferubiti.

Thutmosis I, antes de ser faraón, fue el jefe del ejército de Amennofis I y ocupando

también este cargo tuvo que enfrentarse a varias batallas contra los nubios y contra los

sirios, de las cuales salió victorioso, ampliando así las fronteras de Egipto hasta el África

más profunda y las ciudades más próximas al río Jordán. Podemos decir que este reinado,

fue uno de los más gloriosos de la historia egipcia, ya que además de todas las victorias

y de la ampliación del territorio, Thutmosis I fue el promotor de muchas construcciones,

siendo la más destacada el complejo de Karnak.

A los doce años del reinado, el faraón murió a causa de la vejez y le sucedió su hijo

Thutmosis II (1483-1480 a.C.), quien, a pesar de que ya estaba casado con una princesa

extranjera, se tuvo que casar con su hermanastra Hatshepsut (1479-1457 a.C), educada

para reinar y ser la futura “Esposa del dios Amón”. Aquí podemos observar las dos caras

de una misma moneda: por un lado, un faraón débil, poco enérgico, incapaz de ponerse

al frente de la política y del ejército, en un momento en el que la política exterior era un

foco problemático, ya que los nubios se habían vuelto a rebelar; por otro lado, una mujer

nacida para reinar, con una gran personalidad y capacidad de decisión, que descendía de

un gran linaje de reinas. Esto explica que cuando murió Thutmosis II, Hatshepsut se

convirtió en el nuevo faraón de Egipto, elegida por el oráculo de Amón para reinar, pero

con el permiso de su sobrino Thutmosis III (1456- 1424 a.C), que era el heredero natural.

La reina contaba, además, con el total apoyo del pueblo.

El gobierno de Hatshepsut fue excepcional, principalmente porque supo rodearse

de un competente consejo de ministros, entre los que destacaron Hapuseneb y Senemut.

El primero se encargaba de regir Karnak y de la vigilancia de los sacerdotes y de los

santuarios, ganándose así el título de “Amado del Rey” o “Gran Compañero”. El segundo,

sin embargo, fue una personalidad más destacada, pues a pesar de sus humildes orígenes,

se convirtió en el “supervisor de los supervisores de los trabajos del rey” y en el amante

de la reina. Sin embargo, despareció de repente de la escena política, quizá porque fue

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desprovisto de sus favores por parte del rey, o porque se apropió de privilegios dignos

únicamente de un faraón1.

Con Hatshepsut continuó el esplendor de los reinados anteriores, se ampliaron

territorios, se incrementó el número de esclavos, como los del país de Punt, una de las

expediciones más victoriosas de los tiempos y una de las acciones más emblemáticas de

esta reina. Sin embargo, la vejez terminó alcanzando a esta gran mujer, dando paso así al

reinado de su sobrino, el niño al que educó para que fuera un gran rey, Thutmosis III.

El nuevo faraón tuvo varias esposas, entre las que destacaban las dos hijas de

Hatshepsut, Neferure, que recibió el título de “gran esposa real” y “esposa del dios” y

Maritre-Hatshepsut, que le dio a Thutmosis III su heredero, Amenofis II. Lo más

destacado de este faraón fue su gran capacidad para la guerra, pues encabezó multitud de

campañas bélicas, de las que salió siempre victorioso, aportando a su reino un periodo de

tranquilidad, que se plasmó en la construcción de multitud de monumentos en diversas

ciudades, como Karnak, y en el aprecio de su pueblo. Este esplendoroso reinado llegó a

su fin cuando el faraón murió con más de setenta años.

A Thutmosis III le sucedió su sexto hijo, Amenofis II (1424-1398 a.C.), quien no

estaba asociado al trono, pero por capricho del destino se convirtió en el heredero,

teniendo que aprender a comportarse como un verdadero faraón en un tiempo récord. Se

cree que fue un faraón bastante cruel con los enemigos que amenazaban con romper la

paz que había en el reino, consiguiendo así una tranquilidad absoluta en todos sus

territorios. Por este motivo se dedicó a la construcción de grandes monumentos y obras,

al igual que había hecho su padre. Podemos decir que este faraón fue conocido como el

“brazo justiciero” y que con él continuó la prosperidad del reino de Egipto.

A su muerte le sucedió Thutmosis IV (1397-1387 a.C), un faraón que sólo reinó

diez años, pero del que podemos destacar los problemas ya evidentes que había con el

clero de Amón, un prefacio clarísimo de lo que ocurrirá más tarde con Amenofis IV. Estos

sacerdotes desde tiempo atrás recibían gran parte del botín que llegaba a Egipto desde el

extranjero, sin embargo, este faraón decidió dejar de hacerles concesiones. Podemos ver

así como Thutmosis IV dio un golpe de mano a estos ambiciosos sacerdotes, dando

prioridad así a Re-Horajti, dios solar de Heliópolis, antes que a Amón, Y consiguiendo, a

pesar de las tensiones que esto suscitó, un gran equilibrio entre poder y religión. Respecto

1 Según los estudios de Luis González González, reflejados en su libro Todo lo que debe saber sobre el Antiguo Egipto.

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a la política exterior podemos decir que fue bastante pacífica, si la comparamos con la de

sus predecesores.

Le sucede en el trono Amenofis III (1387-1348 a.C), el padre de nuestro

protagonista, Amenofis IV, por esa razón no nos centraremos en él ahora, sino en el

apartado que dedicamos a la infancia y juventud de Amenofis IV.

A modo de conclusión podemos decir que la dinastía XVIII fue una dinastía fuerte,

gloriosa, que supo mantener a sus enemigos a raya desde el momento en que derrotaron

a los hicsos. Este triunfo creó un gran sentimiento nacionalista entre toda la población, y

supuso la puesta en marcha de una política imperialista y expansionista que amplió las

fronteras de Egipto hasta límites hasta entonces impensables. Sin embargo, esto no

hubiera sido posible sin el nuevo ejército que se creó en esta época, mucho más

profesional y mejor armado que el de años anteriores. Gracias a este sentimiento

nacionalista, al nuevo ejército y a la personalidad carismática de algunos de los faraones

de esta dinastía, Egipto se convirtió en el imperio más temido y respetado del momento

en el Mediterráneo Oriental y el Próximo Oriente.

Estamos ante una gloriosa dinastía, con grandes personajes en sus filas, que harán

que el país se mantenga estable bajo sus pies; ante una sociedad feliz y próspera,

presumiblemente enriquecida, con un comercio interior activo gracias a las mercancías

procedentes de sus países súbditos vecinos; ante una época de esplendor, que

experimentará algunos cambios, no necesariamente hacia la oscuridad, a causa de las

decisiones tomadas por Amenofis IV.

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3. Amenofis IV

3.1 Infancia y juventud

Para poder explicar y comprender los motivos que llevaron a Amenofis IV a realizar

tantos cambios en el reino, necesitamos saber cómo era su vida en sus años más jóvenes,

cómo le educaron sus padres y lo más importante, qué le inculcaron y qué pasaba a su

alrededor en aquellos momentos en los que todavía era un niño.

3.1.1 Sus padres

Su padre, Amenofis III, sólo era un niño cuando subió al trono de Egipto. Tuvo la

suerte de que fue una de las épocas más esplendorosas que vería esta tierra, ya que fue en

un periodo relativamente tranquilo en el exterior, sin ninguna guerra ni rebelión

significativa, gracias también al gran número de mujeres que componía su harén, ya que

casi todas ellas eran princesas procedentes de países susceptibles a sublevarse. Además

en este momento las relaciones exteriores de Egipto con los países colindantes eran

excelentes, permitiendo, aun si cabe, una mayor prosperidad interna del país.

Esto le permitió al faraón poder concentrarse en otros asuntos, como por ejemplo

la construcción de monumentos reales, siendo esta época una de las más ricas en arte

mayor y menor. Benefició la construcción de grandes templos en las principales ciudades

como Tebas, la cual pasó de ser una ciudad de provincias, a convertirse en un gran

complejo templario, rivalizando incluso con Menfis, la antigua capital administrativa de

Egipto. En estos momentos el faraón tenía bajo su dominio a una gran cantidad de mano

de obra, además de administradores y suculentos fondos.

Sin embargo, debo decir que este esplendor también fue gracias a la mujer más

importante que se casó con el faraón, Tiy, esposa real, madre de nuestro protagonista. Tiy

no era de sangre real, sin embargo provenía de una familia muy influente en la corte

(siendo sus padres las famosas momias Yuya y Tuya encontradas en el Valle de los

Reyes). Se desposó con Amenofis III con la edad de ocho años y a partir de ese momento

se convirtió en la segunda persona más influyente de todo Egipto, después del faraón. Fue

una mujer de gran carácter, con una gran personalidad que rigió y tomó importantes

decisiones para el país y fue una persona muy presente en todos los acontecimientos de

la revolución futura que se avecinaba.

Amenofis III y Tiy tuvieron seis hijas y dos hijos, Tutmosis y Amenofis. En un

principio el sucesor oficial era el hermano mayor, Tutmosis, al cual educaron en todo

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momento para gobernar, sin embargo un golpe del destino hizo que éste muriera, siendo

ahora el nuevo sucesor Amenofis, un príncipe que nunca habría esperado gobernar.

3.1.2. Tradición religiosa

La dinastía XVIII reinó inmediatamente después de la expulsión de los hicsos, los

cuales fueron derrotados gracias a la fuerza y protección de Amón, o eso creían ellos.

También se le atribuyó a este dios la victoria contra los invasores asiáticos y la posterior

expansión del poder hacia el norte, por este motivo esta dinastía premiaba a los sacerdotes

de Amón con grandes riquezas como piedras preciosas, tierras, esclavos, privilegios, etc.

Karnak creció de una manera inmensurable y el templo de Amón creció de tal modo, que

llegó a ocuparse incluso de asuntos tales como la navegación de la zona o la explotación

de las minas. Podemos decir que controlaban un estado dentro del propio estado.

Todas estas concesiones, hicieron que los sacerdotes de Amón aumentaran su

influencia en el país considerablemente, ya que al ser tan poderosos y al tener tantas

riquezas, poco a poco se fueron haciendo cada vez más independientes al faraón. La frase

del historiador Nicholas Reeves, muestra perfectamente el espíritu que había: “algunos,

dentro del sacerdocio, habían tomado tanto gusto por el poder, que deseaban ahora

manejar los hilos directamente”. 2

Sin embargo esta situación era la pescadilla que se muerde la cola, ya que el faraón

en algún momento necesitaba el apoyo del clero de Amón, dios nacional, por lo que estos

sacerdotes reclaman su parte de los beneficios, cosa que les da más poder e influencia

dentro de Egipto y por lo tanto una mayor independencia del faraón, con lo que entonces

el faraón se vuelve más débil y necesita de nuevo el apoyo del clero.

Pero es en este momento, cuando vemos que el ciclo se está rompiendo, y a pesar

de que Amón sigue teniendo una gran influencia, ahora se está llevando a cabo un

acercamiento a otros dioses de la mitología egipcia como el dios Ra.

Ra en estos momentos era el principal rival de Amón, ya que en periodos anteriores

este dios había tenido muchísima influencia, sobre todo en el sur, e incluso los habitantes

de esa zona habían fusionado ambas formas del dios y lo denominaban Amón-Ra. A la

contra, los sacerdotes heliopolitanos fusionaron a todos los dioses con Ra, como una

manera de contrarrestar a sus vecinos del sur.

2 REEVES, N., El falso profeta de Egipto. Akhenatón, p. 118.

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Pero la familia real, ya desde la ascensión al trono de Tutmosis IV, tenía ciertas

crispaciones con el dios Amón. Además, esta familia quería retornar el esplendor y la

base teológica anterior, mucho más sólida que la que predominaba ahora, y para ello debía

volver a los valores del pasado, cuando el faraón tenía un valor divino. Ahora por lo tanto,

eran los sacerdotes heliopolitanos, además de otra gente de confianza, los que manejaban

los hilos y no los sacerdotes tebanos.

A pesar de todo esto, debo decir que Amenofis III por su parte no renegó en ningún

momento de Amón, ya que le construyó uno de los templos más importantes de Karnak,

además de hacerle diversas ofrendas y consultar su oráculo para algún asunto importante.

Paro también es cierto que fue en esta época cuando poco a poco surgió la adoración a

diversos dioses, siendo la más destacada la nueva manifestación solar, Atón. Éste en su

origen representaba el aspecto más sensitivo de Ra, el cuerpo visible, la energía luminosa

del dios sol, un disco solar del que salían un par de brazos con los que bañaba todos los

rincones de la tierra negra, que más tarde ya con Amenosfis IV, llegaría a representarse

con varios rayos terminados en manos.

Sin embargo, aunque gracias al gran cosmopolitismo que vivía Egipto en aquel

momento, siendo aceptados los diversos tipos de dioses debido a la gran influencia que

los extranjeros tenían ahora dentro del reino, el dios principal seguía siendo Amón-Ra,

rey de los dioses, aunque Atón cada vez tenía más fuerza. Empezó así a convertirse en un

símbolo universal, una manifestación solar con la que el faraón a su muerte se fundiría y

pudiendo ser contemplado en todos los países, convirtiendo al faraón en una persona

fuerte en toda la faz de la Tierra.

En conclusión a esto, podemos decir que Amenofis IV fue educado en un ambiente

en el que religión y poder iban estrechamente unidos, un mundo en el que los sacerdotes

cada vez eran más ambiciosos y por otro lado cada vez más arrinconados, un mundo en

el que surgen nuevos dioses y nuevas manifestaciones. Todo esto nos ayudará a

comprender lo que más tarde Amenofis IV decide hacer.

3.2 Primeros años de reinado

Lo primero que debemos destacar en este apartado es el sistema de corregencia que

se daba en Egipto en estos años, mediante el cual el faraón asociaba al trono a su heredero

en sus últimos años de vida, actuando este último como un rey subalterno durante este

periodo, con el fin de aportar cierta tranquilidad a la población a la hora de la muerte del

faraón y de la transición que suponía el cambio de uno a otro.

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El caso de la llegada al trono de Amenofis IV, es totalmente confusa y los

arqueólogos y estudiosos del tema, están totalmente divididos. El grupo minoritario es el

que defiende una corregencia larga entre Amonofis IV y su padre Amenofis III, siendo

la teoría de corregencia breve la más aceptada hoy en día y la que tomaré por fiable, ya

que además como ya he apuntado anteriormente, Amenofis en un principio no era el

heredero destinado a gobernar Egipto, si no que era su hermano Tutmosis, y Amenofis

sólo poseía el título de “verdadero hijo del rey”.

Por lo tanto, aceptando esta teoría como cierta, Amenofis IV subió al trono cuando

su padre murió, teniendo poca experiencia en temas de gobierno, aunque sí influenciado

por todos los acontecimientos que le rodeaban y también por la reina madre, Tiy.

Cuando comenzó su reinado, empezó un gran programa constructivo en Karnak, el

centro religioso de Amón, dotándolo de diversos templos y riquezas. Sin embargo,

también dio la orden de construcción de templos dedicados a otro dios, “El viviente, Ra-

Horus del horizonte, que se regocija en el horizonte en su identidad de luz, la cual se

encuentra en su disco solar”, Atón.

Este dios ya había sido adorado en los últimos años del reinado de su padre, aunque

jamás había alcanzado tanta importancia como hasta ahora, y aunque Atón poco a poco

va cobrando fuerza, en los primeros años de reinado de Amenofis IV, todavía no

reemplaza al resto de los dioses como lo hará en el futuro.

También es destacable en estos primeros años de reinado, su matrimonio con

Nerfititi, probablemente su prima, ya que se la considera hija de Ay, y por lo tanto sobrina

de Amenofis III y Tiy. Ésta se convertirá en una de las mujeres más importantes de la

historia de Egipto y de la cual nuestro faraón Amenofis IV sentía profundo amor, que es

lo que nos deja entender las evidencias arqueológicas de hoy en día. Su papel será

extremadamente importante en todos los cambios que van a suceder en el futuro, además

de tener un puesto crucial en la nueva religión.

Sin embargo en las representaciones más tempranas del faraón, no aparece Nefertiti,

pero se cree que es porque todavía la reina madre Tiy tenía la supremacía y sólo había

hueco para una reina, la cual a diferencia de Nefertiti, sí que aparece representada junto a

su hijo. Pero una vez que la reina Tiy abandonó su regencia, Nefertiti comienza a cobrar

una gran importancia, evidenciada totalemente en el arte, como por ejemplo un edificio

entero en Karnak, en el cual sólo aparecían representaciones de ella y no de Amenofis IV.

Es ahora en estos años previos a la revolución total, cuando recibe el nombre de

Neferneferuaton, teniendo poderes que hasta entonces se reservaban al faraón, actuando

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no sólo como corregente de su esposo, si no que ella se convierte en la reencarnación

oficial de Tefnut, que junto a Amenofis IV reencarnado en Shu, forman la primera pareja

divina surgida de Atum 3.

Ya vemos claramente como aquí Amenofis IV se va separando poco a poco de la

religión tradicional, retornando de nuevo a las ideas de la teología heliopolitana, siendo

el momento de su autoproclamación como Shu, el momento en el que empezó el conflicto

que enfrentó a los sacerdotes de Amón con el propio faraón.

Amenofis IV no podía aceptar la autoridad que el sumo sacerdote de Amón ejercía

en Egipto y lo arrebató de su hegemonía, incluso llegó a desposeer a algunos de los

sacerdotes de Amón de sus bienes, para que pasaran a formar parte de la administración

real.

El ambiente ya estaba caldeado y ya fue en el quinto año de su reinado, cuando

Amenofis IV rompió totalmente con Tebas y cambió su nombre de Amenofis, “el dios

Amón está satisfecho” por el de Akhenatón “aquel que es eficaz en nombre de Atón”. A

partir de este momento la historia de Egipto va a cambiar por completo, estamos ante una

auténtica revolución.

3 La triada original estaba formada por Atum (ahora sustituido por Atón), el padre primigenio, su hijo Shu (ahora representado por Amenofis IV) y su hija Tefnut (ahora representada por Nefertiti).

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4. Akhenatón.

4.1. Una nueva religión.

Aunque en Egipto el faraón era considerado tradicionalmente un interlocutor entre

los dioses y los hombres, no será hasta el reinado de Amenofis III (1387-1348) a.C cuando

su posición escaló considerablemente y su divinidad se incrementó. El objetivo era muy

claro, era necesario restablecer la autoridad del faraón que la reina Hatshepsut (1479-

1457 a.C) había perdido a manos de los sacerdotes de Amón. Será Amenofis IV quien lo

consiga.

Como hemos dicho en el apartado anterior, la devoción por la religión solar ya había

comenzado con el reinado de Amenofis III, pero gracias a la determinación, a la

impaciencia y a la jovialidad de Amenofis IV , la doctrina religiosa empezó a cambiar

por completo.

Las primeras manifestaciones de lo que se estaba gestando, las podemos observar

en los cambios artísticos de las diferentes tumbas construidas para los hombres de la corte,

así como las construcciones nuevas en Karnak, el corazón de la revolución atonista. Sin

embargo, el primer paso decisivo lo vemos en la Fiesta de Sed (Hed Sed) o de Renovación

del poder real que se celebró apenas tres años después de que comenzara a reinar

Amenofis IV y no en el trigésimo aniversario de su reinado como era lo habitual. Parece

ser que se celebró en honor del padre y no del hijo, que era quien reinaba en aquel

momento4. El cambio se refleja precisamente en esta fiesta, porque la única divinidad

mencionada es Atón, otros dioses, como Amón, Ptah, Thath u Osiris, están ausentes en

toda la ceremonia, algo que jamás había ocurrido.

Además, las construcciones y las representaciones artísticas que se hicieron en

Karnak para este acontecimiento eran totalmente distintas, hecho que debió causar más

de una mirada de desaprobación. Como por ejemplo, el templo conocido como

Gempaatón, el más grande construido dentro de esa red de templos, dedicado obviamente

a Atón. Poco a poco fueron cambiando todos los cánones artísticos existentes hasta el

momento, incluso el del dios favorito de Amenofis IV, ya que en un principio Atón

aparecía con cabeza de halcón, portando un dios solar con una envolvente uraeus,

distinguiéndose únicamente por su nombre. Sin embargo una vez celebrado el jubileo

real, su habitual representación fue reemplazada por una nueva forma jeroglífica en la

4 Según los estudios de Nicholas Reeves, publicados en el libro Akhenatón: El falso profeta de Egipto.

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que aparecía como un disco solar que extendía sus rayos de vida y poder hasta el faraón

y su reina (fig.1).

Se trataba de la transformación de la iconografía simbólica que hasta entonces había

existido, a una iconografía directamente perceptible, una manifestación física del dios

solar, el astro del día, al cual el faraón hacía las ofrendas a cielo abierto bajo su atenta

mirada.

Llama también la atención que en la nueva forma de representar en jeroglíficos el

nombre del dios, se haga referencia a que Atón era un dios que celebraba los Festivales

de Sed. Con ello se quería dar a entender que Atón era un rey, y que en calidad de tal

estaba vinculado a la persona de Amenofis III, por eso a la muerte del monarca, dios y

hombre se convertían en uno solo, y la representación del dios era la representación del

estado incorpóreo del rey. Por lo tanto, podemos afirmar que el culto a Atón se había

convertido en el culto a la propia monarquía.

A partir de estas primeras manifestaciones, todo se fue transformando. El creador

de todo, el dios primordial Atum y su disco solar (Atón) que renacía cada día, era lo único

eterno para el faraón, ya que su aparición no fallaba ni un solo amanecer. Ahora el ritmo

de vida se basaba en el ciclo del nacimiento matutino y la muerte por la noche del dios

sol. Ahora ya no eran válidas las festividades que se hacían en cada cambio de estación5,

ya que la importancia ahora residía en el ciclo diario del sol.

El comienzo de su culto queda patente así en uno de los discursos de Amenofis IV,

que se registra grabado en una de las paredes del templo de Karnak: “Mirad, os digo que

podría informaros acerca de las formas de los dioses, conozco sus templos y estoy

versado en sus escritos, esto es, en los inventarios de sus cuerpos primigenios, y he

contemplado cómo dejaban de existir, uno tras otro, […] excepto para el dios que se

engendró a sí mismo (Atum)”6

Así pues Amenofis IV decidió cambiar su nombre por el de Akhenatón (“Aquel que

es eficaz en nombre de Atón”), y convertirse en la manifestación viva del dios en la tierra,

después de haberse fusionado con su padre para que continuase así la corregencia.

Esta nueva religión tenía un nuevo toque. Si anteriormente la muerte era incluso

más importante que la propia vida, Atón será el dios de la vida porque todo emanaba de

él a través de la luz que derramaba por el mundo y por el cosmos. Tal y como podemos

5 Ajet (inundación, que comenzaba a principios del verano), Peret (crecimiento) y Shemu (cosecha). 6 Discurso real de Amenofis IV, Karnak: según W.J. Murnane, Texts from the Amarna Period in Egypt, p. 31.

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ver en la Canción de Inyotef, una creación de la época, el dios de la nueva religión

reflejaba las ganas de vivir, la felicidad, el aprovechar el momento, el aquí y el ahora, tal

y como reflejan estos versos7:

“¡Disfruta,

No te canses de celebrarlo!,

¡A nadie se le permite llevar sus dioses consigo,

Nadie que marcha regresa!”

Sin embargo, lo más interesante nos lo proporciona El Gran himno a Atón (fig.2).

Aquí se afirma que el único que tenía acceso directo al nuevo dios era el faraón, como

queda claro en este fragmento: “No hay nadie que te conozca excepto tu hijo,

Neferkheprura-waenra (Akhenatón), porque tú le has concedido el conocimiento de tus

planes y tu fuerza”.8 De esta manera, Akhenatón y su familia adoraban al dios, mientras

que el pueblo les adoraba a ellos. El atonismo era claramente un instrumento de control

político, en un momento en el que el pasado, el presente y el futuro de la monarquía era

uno, indivisible y divino, y la función regia más poderosa de lo que jamás había sido, con

un faraón que era a la vez rey de Egipto y sumo sacerdote de Atón.

Al convertir esta divinidad en algo más tangible, Akhenatón buscaba no solo

establecer una relación de tú a tú con la divinidad, una relación de privilegio con la esfera

divina, sino también un dios que le protegiese personalmente, un dios-rey.

Para asegurar que nadie cuestionara este vínculo, intentó fusionar a su familia con

la enéada principal de dioses heliopolitanos, que, a su vez, estaba dividida en tríadas. La

tríada principal estaba compuesta desde tiempos remotos por el dios creador Atum, por

su vástago Shu y por su gemela Tefnut, de manera que Akhenatón quedaba fusionado

muy inteligentemente con Shu, su esposa Nefertiti con Tefnut y, como no, Atón con

Atum. Además, el nacimiento de sus seis hijas completaría la versión terrenal de la enéada

heliopolitana y de esa manera su familia iba a ser vista a partir de ahora como una familia

divina.

Pero el Gran Himno a Atón nos desvela otras cosas no menos interesantes, como

por ejemplo la negación de la existencia de otros dioses, pues Atón es un “dios único, a

excepción del cual ningún otro existe”9, y el regreso a la pureza religiosa del principio de

7 LICHTEIM. M., Ancient Egyptian Literature I, pp. 196-197. 8 Gran Himno de Atón, tumba de Ay, el-Amarna: según W.J. Murnane, Texts from the Amarna Period in Egypt, p. 113. 9 Ibid. p. 115

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los principios, cuando la religión no estaba politizada. Sin embargo, a pesar de lo que

comúnmente se cree, Akhenatón no había perseguido y exterminado a todo el panteón

tradicional, si no que el resto de las divinidades estaban perfectamente toleradas10. El

único dios que fue incansablemente perseguido fue Amón, y así su recuerdo fue borrado

de las imágenes en las que aparecía frecuentemente, ahora en ellas aparecía Atón o el

resto de dioses del panteón. Pero a pesar de que el resto de las divinidades eran toleradas,

no podemos considerarlas dioses tal y como lo habían sido antes, porque el nuevo dios

era el único “dios viviente” y el resto eran vistos como dioses inertes, ídolos sin vida, por

lo tanto el único dios vivo y al único al que se debía adorar era Atón. Este rechazo al resto

de divinidades, converge en lo que conocemos como monoteísmo, si consideramos a éste

un pensamiento religioso que admite a un dios único.

En conclusión, Atón apareció como una alternativa de Amón-Ra, ya que la doble

personalidad de Atón, dios de la realeza y creador de toda forma de vida, ya estaba

asignado a Amón- Ra desde mucho antes del reinado de Amenofis IV.

Sin embargo la creación de este nuevo dios le daba a la realeza una ventaja, el

control total de la religión, porque, como hemos dicho, el faraón era el único sacerdote,

que monopolizaba así todos los asuntos relativos a este dios. La monarquía estaba fuera

ya del peligro político que suponía el poder del clero de Amón, respecto a diversos

asuntos de tanta relevancia como lo era por ejemplo cuestionar la legitimidad del

soberano.

Esta nueva visión de la religión trajo consigo muchos cambios en el modo de vida,

en el arte y, por supuesto, en la localización donde pasaría toda su vida Akhenatón, la

nueva ciudad de Amarna (“el horizonte de Atón”). Pero sobre todos estos cambios

trataremos en los siguientes apartados.

4.2 Una nueva ciudad, traslado a Amarna

Amenofis IV, poco tiempo después de haber celebrado la ya mencionada Heb Sed

en Karnak, con la que ya dejaba entrever la fuerza que poseía el Atonismo, decretó su

intención de comenzar un nuevo proyecto en honor a su dios Atón y cambiar de

residencia. Decidió abandonar tanto la capital religiosa, Tebas, como la capital

administrativa, Menfis, y trasladarse al centro del país, a una tierra inhabitada, un lugar

10 Vid, KEMP, B., The city of the Akhenaten and Nefertiti. Amarna and its people.

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virgen de cualquier ocupación, que no pertenecía a ningún dios, ni a ningún hombre, un

paraje alejado, sin la influencia de las otras capitales.

La zona elegida se situaba a unos 320 kilómetros al sur de Menfis y a unos 400

kilómetros al norte de Tebas, a medio camino entre las fronteras tradicionales de Egipto,

que se extendían por el norte hasta las pirámides de Giza y por el sur hasta Assuan, que

hacía frontera con Nubia (fig.3). Era un territorio con escarpados acantilados y una

peculiar colina, desde la cual el sol renacía cada mañana, posándose en la base del arco

de la misma.

Las razones de la fundación de este nuevo lugar eran varias. Si nos centramos en

buscar una razón religiosa, podemos decir que al dios Atón le faltaba su propia colina, ya

que de acuerdo con la cosmogonía tradicional, del caos inicial surgió un pequeño monte

desde donde el demiurgo comenzó la creación. Entonces Akhenatón eligió un lugar donde

el sol nacía en el Horizonte, al posarse en la base del arco de la colina oriental del lugar

elegido. Otro motivo, este un poco más secundario, pudo ser la peste que se propagaba

en todo el Oriente Próximo, ya que una tierra desierta como esta, sería un buen lugar para

estar a salvo de la contagiosa enfermedad. Sin embargo, la razón más evidente de este

traslado estuvo impulsado por las diferencias políticas que tenía Akhenatón con el clero

de Tebas, que vería mermado su poder y sus ingresos a causa del traslado a esta nueva

ciudad. En definitiva, el enclave elegido era un lugar políticamente neutral.

En un primer momento el faraón encontró un gran rechazo hacia su nuevo proyecto,

tanto por parte del clero, como de los nobles y oficiales; sin embargo, hizo oídos sordos

a todos ellos y expresó firmemente su postura inamovible. No obstante, sí intentó recalcar

que la elección venía directamente del dios Atón y que la construcción de esta nueva

ciudad no causaba daño a ningún súbdito.

Por otra parte, el traslado no fue una tarea fácil, ya que para construir todo el

complejo de edificios que Akhenatón tenía en mente, tuvo que movilizar hasta ese lugar

inhóspito a multitud de obreros, artesanos, artistas y arquitectos. Sin embargo, de una

manera espectacular consiguió en cuatro años construir una auténtica ciudad rodeada de

tierra verde, provista de agua por numerosos pozos y muy alejada de la visión de tierra

árida e inhóspita que contemplamos hoy.

Amarna se situaba delimitada de una forma natural y sus extremos norte y sur

estaban ocupados por edificios administrativos que servían como lugar de control de paso,

pudiendo controlar desde allí todas las entradas y salidas, tanto de gente como de las

mercancías que había en la ciudad.

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Si nos centramos en el extremo norte, las ruinas actuales nos deja ver un barrio

aislado, un área independiente donde se encontraban diferentes complejos

administrativos, además de grandes estructuras de almacenaje, construidos en torno al

“palacio fluvial norte”. Esta zona era la más fresca y agradable de la llanura, donde aparte

de salvaguardar todo el aprovisionamiento y bienes de monarca, también se encontraba

su residencia, la cual se extendía a lo largo de la orilla del río ocupando una gran

extensión. Separadas por una explanada de unos treinta metros de anchura, se encontraban

las residencias privadas del personal más allegado al monarca, unas viviendas de grandes

dimensiones, que todavía estaban en construcción cuando Amarna fue abandonada en

tiempos de Tutankhamón. Sin embargo, también nos podemos encontrar en este mismo

barrio casas de menor tamaño, agrupadas más densamente y así es como podemos intuir

que las diferentes clases de la sociedad se mezclaban en Amarna.

Desde este barrio norte salía la avenida principal, en torno a la cual se encontraban

diversas estructuras religiosas como el tempo de Atón, dedicado a importantes

ceremonias; también había un palacio ceremonial, donde el faraón concedía sus

audiencias públicas; así como la “casa del rey”, la cual estaba destinada a recibir la visita

de los ministros y estaba comunicada con el palacio central por un puente que cruzaba

esta avenida. Detrás de la “casa del rey” se construyó la zona administrativa, el cuartel

militar y los establos, además de un pequeño templo dedicado a Atón, que podía haber

sido el templo habitual del dios.

Sin embargo, la parte principal de la ciudad, que era donde residía la mayor parte

de la población de Amarna, era el llamado “barrio sur”. A pesar de que pueda parecer lo

contrario, debido a su lejanía de la residencia del faraón, aquí también se instalaron

notables personalidades de la ciudad, como su arquitecto, algún visir, intendentes, o

incluso el general de ejército. Vemos en este barrio también una sociedad totalmente

homogénea, donde grandes residencias se mezclaban con modestas casas. La única

diferencia entre las casas de los ricos y los pobres residía en el tamaño, pues cuanto mayor

era la dimensión de la vivienda, mejor posición ocupaba su propietario en la sociedad

egipcia.

Por último, pero no menos importante, en la colina, al este de la llanura,

encontramos la necrópolis, tanto la civil como la regia, orientada hacia el este, siguiendo

el recorrido del sol y con una planta muy parecida a la de las tumbas reales anteriores.

Las personalidades más próximas al rey se hacían enterrar en la colina de levante,

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mientras que en los alrededores de la ciudad había dos cementerios para las clases sociales

menos favorecidas (fig.4)

Si recapitulamos, a pesar de que casi todos los edificios fueron construidos con

ladrillos de adobe y las técnicas estaban considerablemente modernizadas para la época,

resulta casi inimaginable la rapidez y el gran esfuerzo que supuso la construcción de este

proyecto faraónico en tan solo cuatro años. Esta efectividad nos deja ver el gran deseo

que tenía el faraón de distanciarse de una vez por todas de Tebas y de su dios Amón,

instaurando por fin con su traslado a una nueva ciudad, su nueva doctrina, que se hizo

más fuerte con el tiempo.

4.2.1 Economía y sociedad

Gracias a los restos arqueológicos encontrados en el actual terreno que ocupó

Akhentatón (Tell el-Amarna), se estima que tuvo una población de entre 20000 y 50000

personas, casi una trigésima parte de la población egipcia de la época, ya que, como

hemos mencionado anteriormente, esta ciudad estaba rodeada de fértiles tierras y ricos

cultivos, además de tener diversas comodidades como jardines, estanques y pozos.

Sin embargo, como es obvio, el estilo de vida de la población dependía de la

posición social. En la cima de la pirámide nos encontramos a la familia real, que llevaba

una vida de innumerables comodidades y lujo, sus miembros eran atendidos por un gran

número de criados que se encargaban también de que todo estuviese en orden. Por otra

parte, el faraón contaba también con numerosas concubinas y esposas secundarias, y

siempre estaba protegido por la guardia de palacio.

Los más próximos al soberano, alrededor de un 10% de la población de la ciudad,

participaban de esta vida lujosa y llena de comodidad, se puede considerar que vivían a

expensas del faraón, porque la economía faraónica se basaba en la redistribución de los

productos entre subordinados. Este grupo formaba la élite dirigente, que tenía

propiedades lujosas y se desplazaban en carro al igual que el faraón y su familia.

Por debajo de la elite dirigente se encontraba la clase acomodada, que correspondía

a un tercio de la población de la ciudad. Se alojaba en lujosas viviendas, tenía su propia

servidumbre, y no dependían del faraón para vivir.

En la otra cara de la moneda se encontraba la otra mitad de la población, que

dependía económicamente de las clases sociales más pudientes y vivían en casas

modestas, aunque no necesariamente separadas de la de las clases sociales más altas. Sin

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embargo, los restos arqueológicos nos indican que este grupo vivía en duras

condiciones.11

Si nos centramos más en las costumbres diarias de los habitantes podemos decir

que todo giraba en torno a Atón, pero mucho más concretamente si ponemos nuestro

punto de mira en la familia real, ya que esta dominó todos los aspectos de la vida.

Desfilaban en procesión pública a lo largo de la Vía Real, se exhibían en la “Ventana de

la Aparición” que estaba en el palacio, celebraban diversos festivales para el pueblo, etc.

Todo ello en honor a Atón, divinidad que cada vez era más venerada por el faraón y a la

que se la incluía más en la vida diaria. Sin embargo, el impacto del Atonismo en el pueblo

fue bastante escaso, por ser esta una religión más vinculada a la vida de la corte. Por otra

parte, los restos arqueológicos nos muestran que la influencia de esta nueva religión en

las gentes que vivía en el campo o en las pequeñas ciudades fuera de Tell-Amarna fue

prácticamente nula. Por lo tanto, había dos esferas totalmente diferenciadas, la del rey y

la del pueblo, que simplemente estaban ligadas por una interdependencia mutuamente

provechosa, ya que la familia real y la corte vivían incluso físicamente separados del resto

del pueblo y así poder vivir dentro de su burbuja de adulación, rituales religiosos y

desfiles, que poco tenía que ver con la vida real.

4.3 Un nuevo arte

Toda esta revolución religiosa, más el traslado a una nueva ciudad, trajo, no solo

cambios en la economía y en el modo de vida, sino que también perturbó el arte. Aunque

parezca que esto cambió de una manera radical a las distintas representaciones de la

época, en realidad no ocurrió así, ya que los artesanos supieron compaginar las nuevas

peticiones del faraón con las antiguas fórmulas de representación. El resultado de todo

esto nos lleva a un arte peculiar, donde se reflejan cambios iconográficos en diferentes

escenas y posturas, se introducen más personajes en las representaciones y, sobre todo,

se cambia la anatomía humana del propio faraón.

Este arte ha sido llamado amárnico, a pesar de que se empezó a dar ya a partir del año

4 en Karnak. Si nos centramos primeramente en la divinidad principal, Atón, podemos

decir que este dejó de ser representado de una forma simbólica y pasó a tener una

apariencia real, como un astro solar radiante. Esto fue idea del propio faraón, ya que

11 Esto lo podemos corroborar gracias a la arqueología actual que demuestra que los restos humanos encontrados presentan signos de anemia y carencia de hierro, además de atestiguar una esperanza de vida corta, según lo refleja el libro de Laobury, D., Akhenatón: el primer faraón monoteísta de la historia.

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sostenía que Atón se había creado a sí mismo y que ningún artista podía conocerlo, de

manera que se representa tal y como lo vemos. El dios ahora es más inaccesible que nunca,

cosa que subraya de una manera aún más acusada la exclusividad del faraón con Atón.

Así mismo, también cambiaron los templos, ya que ahora se construían sin techo, cosa

que permitía al dios penetrar con su luminosidad solar y no se adoraba a una vaga

representación.

Otro cambio muy destacado es la representación del propio faraón. En las corrientes

artísticas anteriores aparecía con un juego de líneas rectas, fluidas y dinámicas que le

proporcionaban al faraón un aspecto estético y juvenil. Sin embargo, ahora sufre una

transformación radical. En este periodo se le representa con un físico alargado, sinuoso,

con caderas amplias y una cintura muy estrecha, lo que le da un aspecto muy afeminado.

Se le dota así de una mayor flexibilidad y movimiento. Esta manera tan peculiar de

representarle ha llevado a los investigadores a plantearse diversas hipótesis sobre posibles

enfermedades que pudo tener Akhenatón, aunque la que tiene más peso es la teoría de

Burridge, que defiende que el faraón tenía el Síndrome de Marfan. Esta anomalía es

causada por un gen dominante anormal, que no implica ninguna discapacidad mental o

reproductiva, sólo afecta a la apariencia física, como por ejemplo alta estatura, unas

extremidades largas, una angulación exagerada del cuello y la columna, un tórax en forma

de embudo, una circunferencia pélvica amplia, un cráneo alargado y una barbilla

prominente. Todas estas características se ven reflejadas en las diversas imágenes. (fig.5)

También se cambia la cuadrícula y el tamaño del faraón en los relieves, ya que

anteriormente se tenía un cuadrícula de dieciocho cuadros para las figuras de pie,

contando desde el suelo hasta el comienzo del cabello, ahora se pasa a veinte, ya que se

añade medio cuadro para ampliar la cabeza, que ahora va a ser más larga por la barbilla;

hay que sumar, además, medio cuadro más para alargar el vientre y un cuadro entero para

el cuello (fig.6)

Sin embargo no sólo cambia la anatomía del cuerpo, sino que también notamos un

considerable alargamiento del faldellín y un cambio considerable en la postura y en la

situación del faraón en la imagen. Ahora el dios se encontraba en la parte superior de las

representaciones, relegado prácticamente a elemento decorativo. Akhenatón se convierte

ahora en el centro único de la representación, bañado por los rayos de Atón en todas sus

actividades diarias. También notamos un gran cambio en las historias que narran estas

representaciones, ya que ahora podemos ver actitudes de la vida diaria de la familia real,

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como comer, besarse o jugar; por medio de las miradas o los movimientos desenfadados

entre ellos vemos una imagen tierna (fig.7).

Los relieves por lo tanto son la expresión más clara de todos estos cambios, debido,

principalmente, a que las esculturas fueron en su gran parte destruidas en la etapa

posterior, aunque sí conservamos, por ejemplo, el famoso busto de Nefertiti (fig.8).

En conclusión, aparte del cambio de residencia y del cambio en la propia religión, el

arte también es una manifestación de esta gran revolución, que nos deja ver cada vez más

ese “faraocentrismo” casi enfermizo que tenía Akhenatón.

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5. Final del periodo amárnico.

A partir del año 12 del reinado de Akhenatón, la familia real empezó a sufrir una

serie de catástrofes: Meketatón, la segunda hija del faraón, muere y más tarde las más

pequeñas desaparecen; Nefertiti abandona la escena política.

Por lo tanto, la vida de Tell- Amarna fue muy efímera, ya que a pesar de que no fue

abandonada inmediatamente después de la muerte de su fundador, tal y como lo

atestiguan nuevas construcciones, la ciudad fue sufriendo una lenta agonía, hasta que

quedó casi despoblada ya en el reinado de Tutankhamón (1336 a.C. – 1327 a.C.).

La corte se volvió a trasladar a Menfis, que solía ser la corte habitual de la realeza,

y el centro religioso pasó a ser de nuevo Tebas. Amón, por supuesto, restauró su antiguo

poder y todo el país se puso en marcha para remendar todo lo hecho por Akhenatón, como,

por ejemplo, restaurar los templos tradicionales, la reorganización de toda la

administración del país o el cobro de los impuestos que se desviaban únicamente a Atón

y que de nuevo volvían a sus originales dioses.

Akhenatón pronto fue proclamado por sus sucesores un “hereje” y en la Estela de

la Restauración podemos leer todas las acusaciones que se le hicieron a Atón, entre ellas,

por ejemplo, la destrucción de muchos templos, el abandono de los dioses de Egipto y el

fracaso del ejército egipcio en Siria. Los mismos fieles que le había seguido ciegamente

años antes, le maldecían ahora como rey, y todos trataron de borrarlo de su memoria.

Los habitantes de Tell- Amarna se encontraron de repente desprovistos de trabajo

y comida, forzados así a buscar una nueva vida en otras ciudades. La élite, por su parte,

salió beneficiada de todo aquello, ya que la mayoría recuperó los antiguos privilegios que

Akhenatón les había derogado.

Así pues, Amarna fue desmantelada poco a poco, se llevaron todo lo que pudieron

de ella, columnas, ladrillos etc. Además, destruyeron los templos y los palacios, las

figuras de Akhenatón y Nefertiti fueron devastados sin piedad. Sin embargo, su abandono

fue paulatino y se cree que fue un proceso que duró unos veintiocho años 12 tras la muerte

del “rey hereje”.

12 Vid. MURNAME, W. J., Nature of the Aten. Akhenaten and his God: Problems and Proposals.

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6. Conclusión.

Aunque el periodo amárnico duró unos veinte años, el impacto que dejó en todo el país

es indiscutible, y lo podemos considerar como uno de los acontecimientos más

importantes de la historia de Egipto en lo que a religión y cultura se refiere.

Desde el momento en que Amenofis IV fue nombrado faraón de Egipto, el país

comenzó a vivir una aventura muy extraña, pues el reinado de Amenofis IV- Akhenatón

es una etapa oscura y muy compleja.

Egipto vivió por entonces una revolución religiosa y, al mismo tiempo, vio

modificadas sus milenarias costumbres. Akhenatón intentó crear una sociedad distinta,

en la que los avariciosos sacerdotes de Amón no tuvieran cabida y vieran mermado su

poder. Podríamos definirlo como un visionario que consiguió poner en práctica un sueño

que ya venía de lejos, pues esta puesta en escena ya había sido iniciada por Thutmosis

IV, y madurada por Amenhotep III. Pero fue el valiente Amenofis IV quien decidió dar

el paso final y comenzar esta ruptura.

El faraón se atrevió a levantar un gran monumento en honor a Atón, una acepción más

del dios Sol, en medio del país, alejado de los focos políticos y religiosos tradicionales,

como lo eran Menfis y Tebas. En ese lugar inhóspito mandó construir templos, palacios,

casas, tallares, oficinas, además de abrir pozos y explotar los recursos mineros de las

zonas colindantes y todo con un solo objetivo, adorar a un solo dios, Atón.

Muchísima población del país se trasladó a la nueva capital, buscando su felicidad en

ese lugar donde el faraón había decidido vivir y morir, siguiéndolo ciegamente y

pensando que sería un lugar próspero donde habitar y asentarse.

Sin embargo, esto no fue así. La vida de la ciudad fue muy efímera, tras la muerte de

Akhenatón, el joven faraón Tutankhamón se vio obligado a abandonarla y retornar a los

antiguos cauces políticos y religiosos. Menfis y Tebas volvieron a recobrar todo su poder

y Amón volvió a ser impuesto como el dios principal del país.

Podemos decir que fueron unos años oscuros en la historia de Egipto, en lo que a las

generaciones futuras se refiere, ya que la ciudad de Amarna se erigió en tan solo ocho

años y llegó a convertirse en una ciudad próspera y fructífera; sin embargo, desde la

muerte de Akhenatón y desde que se le tildó de “faraón hereje”, su recuerdo y el de la

ciudad han sido borrados y considerados tiempos negros, dentro de una civilización que

dominaba prácticamente el mundo.

La revolución monoteísta de Akhenatón, además de ser la primera conocida en la

historia de la humanidad, fue la más radical y violenta que se dirigió contra un sistema

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religioso: los templos fueron cerrados, las imágenes de muchos dioses fueron destruidas,

sus nombres borrados y sus cultos interrumpidos.

Esto debió causar un impacto tremendo en la población de la época, unas personas que

asimilaban una estrecha interdependencia entre el culto y la naturaleza, además de la

prosperidad social e individual. A sus ojos, el orden cósmico y social quedaba

interrumpido, y la conciencia de un crimen catastrófico se debió difundir entre la

población de todo el país.

Pero eso no fue lo peor, al final de la época amárnica estalló el conflicto entre el

Imperio hitita y Egipto, un conflicto que causó estragos durante décadas. Además de esto,

el país padeció una de las más terribles epidemias conocidas hasta el momento, que se

llevó por delante a miles de habitantes. Todo esto fue achacado al abandono del culto de

muchas divinidades, causando un trauma en toda la población, lo que dio lugar a la

imagen de Akhenatón como enemigo religioso, y el periodo amárnico comenzó a ser visto

como una época de sacrilegio, destrucción, horror, tinieblas y enfermedad.

De esta manera, el periodo amárnico se convirtió en un momento de la historia de

Egipto que todos los habitantes quisieron borrar de su memoria y sumirlo en la oscuridad.

Y así hubiese sido, si un día, por casualidad, en el año 1887, una campesina que se hallaba

recogiendo viejos ladrillos de barro por la zona donde hacía miles de años había estado

la espectacular ciudad de Akhenatón, no hubiera encontrado un gran número de pequeñas

tablillas de arcilla. La mujer no se imaginaba lo que había recogido, ya que entre sus

manos estaba el archivo real de “La ciudad del horizonte de Atón”. Fue así como se le

devolvió la voz a esta capital herética olvidada y desvanecida en el silencio.

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7. Anexo I: Figuras.

Fig.1: Imagen de una estela de piedra caliza conservada en el Museo del Cairo. (REEVES, N., El falso profeta de Egipto. Akhenatón. Madrid, Grupo Anaya, 2002. p. 222).

Fig.2: Extracto del Gran Himno de Atón grabado en la tumba del faraón Ay en Tell- Amarna. (REEVES, N., El falso profeta de Egipto. Akhenatón. Madrid, Grupo Anaya, 2002. p. 187).

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Fig.3: Situación de Amarna en Egipto. (ARMIJO, T., Amarna la ciudad de Ajenatón y Nefertiti. Cuenca, Alderabán, 2012. Fig. In.1. p. 34).

Fig.4: Mapa de la urbe de Akhentatón. (REEVES, N., El falso profeta de Egipto. Akhenatón. Madrid, Grupo Anaya, 2002. p. 153).

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Fig.5: Balaustrada de Akhentatón, conservada en el museo del Cairo. (REEVES, N., El falso profeta de Egipto. Akhenatón. Madrid, Grupo Anaya, 2002. p. 199).

Fig.6: Comparación de las proporciones anatómicas de la figura humana masculina de la época de Amenofis II y de la época de Akhenatón. (LAOBURY, D., Akhenatón: el primer faraón monoteísta de la historia. Madrid, La Esfera de los Libros S.L. 2012. Fig 4.32. p. 268).

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Fig.7: Estela familiar, conservada en el Museo del Cairo. (ARMIJO, T., Amarna la ciudad de Ajenatón y Nefertiti. Cuenca, Alderabán, 2012. Fig 8.14. p. 235).

Fig.8: Busto de Nefertiti, conservado en el Neues Museum de Berlín. (SEYFRIED, F., In the light of Amarna: 100 years of the Nefertiti Discovery. Berlín, Agyptisches Museum und Payrussammlung, Sataatliche Museen zu Berlin, 2012. p. 56).

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