el problema del mal en san agustín

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WALTER ALBRECHT LORENZINI EL PROBLEMA DEL MAL EN SAN AGUSTÍN San Agustín y el problema del mal San Agustín se vio atormentado por el problema de mal, le inquietaban dos cuestiones referentes al mal: ¿Qué es el mal? y ¿cuál es el origen del mal? 1 ¿El mal es una sustancia o no es nada?, ¿procede de un principio malo, de Dios o del hombre?, y si procede del hombre, y el hombre es creación de Dios, ¿no es Dios el creador del mal? Con estos interrogantes sufre buscando las respuestas como él mismo atestigua: “Con estos pensamientos me volvía a deprimir y ahogar2 El maniqueísmo y el problema del mal Una primera respuesta al problema del mal la encontró San Agustín en la secta de los maniqueos. Para el maniqueísmo “todos los males proceden de un principio maléfico, de un dios perverso, que se complace en sembrar el mundo de tinieblas, pecado y muerte. Y al contrario, todo lo bueno dimana de otro principio antagónico, origen de la luz. La explicación es sencilla: toda el agua turbia procede de una fuente turbia, toda agua clara mana de una fuente clara 3 . Es decir, que para los maniqueos, todo procede de dos principios contrarios, uno bueno o de la luz, y uno malo o de las tinieblas; todas las cosas tienen partículas del principio bueno y del malo, por lo que estos dos principios están en constante batalla. “El dios de la luz se halla necesariamente encerrado en el mundo físico, esencialmente malo4 . 1 Cf. PEQUEROLES, Juan. El pensamiento filosófico de San Agustín. Barcelona: Labor, 1972, p. 78. 2 SAN AGUSTÍN. Las confesiones. En: Obras de San Agustín. T. II, Madrid: BAC, 1946, libro VII, Cáp. IV, 5. 3 CAPANAGA, Victorino. Primicias agustinianas. En: Avgvstinvs. T. XXIII, Madrid: Avgvstinvs, 1978, p. 51. 4 MATTEWS, Warren. El neoplatonismo como solución agustiniana del mal. En: Avgvstinvs. T. XXVII, Madrid: Avgvstinvs 1982, p. 342.

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Page 1: El Problema del mal en san Agustín

WALTER ALBRECHT LORENZINI

EL PROBLEMA DEL MAL EN SAN AGUSTÍN

San Agustín y el problema del mal

San Agustín se vio atormentado por el problema de mal, le inquietaban dos cuestiones referentes al mal: ¿Qué es el mal? y ¿cuál es el origen del mal?1 ¿El mal es una sustancia o no es nada?, ¿procede de un principio malo, de Dios o del hombre?, y si procede del hombre, y el hombre es creación de Dios, ¿no es Dios el creador del mal? Con estos interrogantes sufre buscando las respuestas como él mismo atestigua: “Con estos pensamientos me volvía a deprimir y ahogar”2

El maniqueísmo y el problema del mal

Una primera respuesta al problema del mal la encontró San Agustín en la secta de los maniqueos. Para el maniqueísmo “todos los males proceden de un principio maléfico, de un dios perverso, que se complace en sembrar el mundo de tinieblas, pecado y muerte. Y al contrario, todo lo bueno dimana de otro principio antagónico, origen de la luz. La explicación es sencilla: toda el agua turbia procede de una fuente turbia, toda agua clara mana de una fuente clara”3. Es decir, que para los maniqueos, todo procede de dos principios contrarios, uno bueno o de la luz, y uno malo o de las tinieblas; todas las cosas tienen partículas del principio bueno y del malo, por lo que estos dos principios están en constante batalla. “El dios de la luz se halla necesariamente encerrado en el mundo físico, esencialmente malo”4.

Estos dos principios son concebidos como corpóreos; cada cosa es buena en cuanto tiene partículas de bien y es mala en cuanto tiene partículas de mal. Lo mismo pasa en el hombre, es un campo de batalla para estos dos principios, por lo que ninguna de sus acciones tiene mérito propio, si actúa bien y hace algo bueno, es por el principio del bien, por tanto no merece alabanzas, y si comete algún mal o peca, no es su culpa, pues es el principio de mal que en él se encuentra, el culpable de lo malo que hace. De esto se puede deducir que el hombre no es libre, no hace el mal porque quiera, no lo hace voluntariamente, sino porque en él como en todas las demás cosas se encuentran partículas del mal peleando contra las del bien, por tanto el hombre no es culpable de lo que haga, restándose así cualquier responsabilidad en sus acciones.

La respuesta que San Agustín encontró en los maniqueos hace referencia a la pregunta ¿de dónde procede el mal? y decía que los males provenían de un principio malo, por lo tanto el mal tiene

1 Cf. PEQUEROLES, Juan. El pensamiento filosófico de San Agustín. Barcelona: Labor, 1972, p. 78.2 SAN AGUSTÍN. Las confesiones. En: Obras de San Agustín. T. II, Madrid: BAC, 1946, libro VII, Cáp. IV, 5.3 CAPANAGA, Victorino. Primicias agustinianas. En: Avgvstinvs. T. XXIII, Madrid: Avgvstinvs, 1978, p. 51.4 MATTEWS, Warren. El neoplatonismo como solución agustiniana del mal. En: Avgvstinvs. T. XXVII, Madrid: Avgvstinvs 1982, p. 342.

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existencia propia y es constitutivo del universo, y que el hombre no es responsable ni culpable del mal que hace, de sus pecados.

Desengaño maniqueo

San Agustín, inteligente y autodidacta, reflexionando sobre la respuesta propuesta por los maniqueos, se dio que esa respuesta estaba equivocada, no podía existir un principio del mal capaz de oponerse al del bien. “Los principios diversos y opuestos del bien y del mal no pueden existir, pues se destruiría la Omnipotencia de Dios. La lucha entre las tinieblas y Dios no tiene razón; una de dos: o las tinieblas le pueden hacer algún daño a Dios, y en este caso no sería incorruptible, o no le pueden hacer absolutamente nada, y en este caso la lucha es inútil”5. Con estos pensamientos San Agustín se dio cuenta del error maniqueo, y el problema del mal queda nuevamente en la duda. “El problema del mal lo aclarará más tarde. Por ahora los maniqueos no hacen más que sembrarle inquietudes y confusiones sobre el mismo. Destruida la doctrina sobre la existencia de los dos principios, uno bueno y otro malo, queda completamente en el vacío cuanto el maniqueísmo pueda decir sobre el origen del mal en nosotros”6.

El neoplatonismo

San Agustín pasó algún tiempo sin encontrar solución al problema del mal, durante el cual estuvo de escéptico, hasta que se encontró con el neoplatonismo, el cual le dio una respuesta favorable respecto a sus inquietudes.

El problema enunciado por los maniqueos era ¿de dónde viene el mal?, a lo que respondían diciendo que el mal provenía de un principio malo. En los neoplatónicos encuentra una nueva forma de plantear el problema, ahora ya no se pregunta por la procedencia del mal, sino por su esencia, por su naturaleza: ¿Qué es el mal? “No es una sustancia sino una privación o corrupción del bien; luego depende de éste y está íntimamente relacionado con la libertad humana, que es la base del pecado y del mérito del hombre. El mal no puede existir sin el bien, pero éste sí puede existir sin aquél”7.

San Agustín encuentra en los neoplatónicos la respuesta de que el mal no proviene de un principio malo, el único principio de donde proceden todas las cosas es bueno, y el mal no existe por sí solo, sino como corrupción o privación del bien, el mal absoluto no es nada, no existe. El hombre ya no puede evadirse de su responsabilidad ante el mal que comete.

Nuevos interrogantes

5 CARDONA SÁNCHEZ, Carlos. Agustinismo en 20 lecciones. Bogotá: Kimpres, 20033, p. 81.6 Ibid., p.82. 7 Ibid., p.103.

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Surgen en la problemática del mal nuevas inquietudes, si el mal no procede de un principio malo, sino que todo procede de un principio bueno, Dios, entonces surge la pregunta: Si del Sumo Bien se ha originado todo, ¿cómo se ha introducido el mal en el mundo?, ¿es Dios el autor del mal?8 Si es el hombre el que hace el mal por medio de su libre albedrío, acaso Dios por ser el autor del libre albedrío no es autor del mal.

San Agustín que por este tiempo se estaba en proceso de regreso a la Iglesia y al cristianismo, también se ve en la necesidad de tener en cuenta as verdades del cristianismo en su búsqueda de la solución del problema del mal. Dios es el creador de todo, es santo y perfecto, es el sumo Bien, todo lo hace bien. El mal, por tanto, no puede provenir de Dios, pues Él creó todas las cosas buenas, de Él sólo provienen bienes.

Todas las cosas son bienes

Todos los bienes – grandes y pequeños - proceden de Dios, Sumo Bien, el bien inmutable. Dios ha hecho todas las cosas de la nada, por eso las naturalezas de todas las cosas son corruptibles, es decir, que están sometidas a la mutabilidad y al cambio, pues fueron creadas de la nada y no de Dios mismo, que es eterno9. Toda la creación es hecha por Dios, nada hay que no haya sido creado por Dios, pero “¿por qué es buena la creación?, más aún, ¿por qué no puede ser mala? Porque no puede serlo el que la hizo; imposible que el ser infinitamente bueno haga una cosa mala”10.

Todas las cosas reciben su bondad del Sumo Bien que los ha creado. Hay tres bondades o bienes generales que se encuentran en todo lo creado: el modo, la belleza y el orden. Estas bondades hacen que todas las cosas sean bienes. “Donde estas tres cosas son grandes, grandes son las naturalezas; donde son pequeñas, pequeñas o menguadas son también las naturalezas, y donde no existe tampoco la naturaleza. De ahí se concluye que toda naturaleza es buena”11

Además hay tres perfecciones en los seres: el existir, el vivir, el pensar; la primera es común para todos los seres, las segunda es compartida por todos los seres vivos y el pensar que es propio del hombre. Todas las cosas tienen las tres bondades y por lo menos la perfección de existir, por tanto, hasta las cosas corrompidas son bienes.

Son buenas las cosas que se corrompen, las cuales no podrían corromperse si fuesen sumamente buenas, como tampoco lo podrían si no fuesen buenas: porque si fueran sumamente buenas, serían incorruptibles, y si no fuesen buenas, no habría en ellas qué corromperse. Porque la corrupción daña, y no podría dañar si no disminuyese lo bueno. Luego o la corrupción no daña nada, lo que no es posible, o lo que es certísimo, todas las cosas que se corrompen son privadas de algún bien.

8 Cf. SAN AGUSTÍN. Del libre albedrío. En: Obras de San Agustín. T. III, Madrid: BAC, 1951, libro I, Cáp. I, 19 Cf. SAN AGUSTÍN. De la naturaleza del bien: contra los maniqueos. En: Obras de san Agustín. T.III, Madrid: BAC, 1951, Cáp. I.10 CARDONA SÁNCHEZ, Carlos. San Agustín y el libro abierto de la creación. Bogotá: kimpres, 2001, p. 30.11 SAN AGUSTÍN. De la naturaleza del bien: contra los maniqueos, ibid., Cáp. III.

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Por ende, si fueren privadas de todo bien, no existirían absolutamente (…). Luego las que fueron privadas de todo bien quedarían reducidas a la nada. Luego en tanto que son en tanto son buenas. Luego cualesquiera que ellas sean, son buenas, y el mal cuyo origen buscaba no es sustancia ninguna, porque si fuera sustancia sería un bien, y esto había de ser o sustancia incorruptible –gran bien ciertamente – o sustancia corruptible, la cual, si no fuese buena, no podría corromperse12

Por consiguiente, por el solo hecho de existir, las cosas o las naturalezas son buenas, por tanto, no existe alguna cosa que fuese completamente mala, pues no tendría ninguna bondad ni ninguna perfección, y por ende, también carecería del existir. El mal no es una sustancia, el mal como tal, no es nada, no existe separada del bien, es sólo una privación o corrupción del bien. El mal es ausencia de bien, así como la oscuridad o las tinieblas son ausencia de la luz.

Todas las cosas tienen orden, el universo es ordenado

En el universo, creado por Dios, nada se realiza sin causa, sin fin y sin orden, sino que existe un orden general, llamado naturae odo, ordo rerum, en el cual todas las cosas creadas se hallan inmersas13, y es la Providencia la que somete todas las cosas a un orden necesario. Por tanto, toda cosa es buena, pero el conjunto de todas las cosas es muy bueno. La providencia ha ordenado todas las cosas: a cada una le ha dado un lugar dentro de la creación y le ha puesto un fin, y su movimiento es regido por la ley eterna, que hace que todas las cosas sigan el designio divino expresado en el orden que les fue dado.

Tipos de mal

Después de ver que el mal por sí mismo no es nada, sino que es corrupción de bien, que todas las cosas son bienes y provienen de Dios, San Agustín se cuestiona sobre las cosas que nosotros llamamos males. Decimos que es un mal lo que nosotros sufrimos y lo que nosotros hacemos.

El mal que sufrimos o que sucede en la naturaleza, lo catalogamos como mal por inconveniente, por ejemplo es un mal para nosotros una enfermedad o para una cebra es un mal que un león se la coma, pero en realidad estos no son males, sino que no son convenientes una con otra, pero en el conjunto, todas ellas siguen el orden establecido por Dios y regido por la ley eterna, que se ha plasmado como ley natural en toda la creación. Las cosas que no son convenientes entre sí, son convenientes con otras cosas14, esta inconveniencia no es propiamente un mal, pues no sale del orden dispuesto por Dios.

El mal que hacemos, el mal moral, ese si es un mal, pues rompe el orden dado por Dios y lo hace libremente, puesto que el hombre posee libre albedrío, es decir, tiene la capacidad de elegir por sí

12 SAN AGUSTÍN. Las confesiones, ibid., libro VII, Cáp. XII, 18.13 Cf. LETIZIA, Francisco. “Ordo dux ad Deum”. La idea de orden en la ontología y ética agustinianas. En: Avgvstinvs. T. XXVIII, Madrid: Avgvstinvs, 1983, p. 386.14 SAN AGUSTÍN. Las confesiones, ibid., libro VII, Cáp. XIII, 19.

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mismo, y cuando elige o hace algo contrario al orden y a la finalidad dado por Dios, se produce el mal, el pecado.

El libre albedrío

El libre albedrío es la capacidad de elección que Dios le dio al hombre, y es la que permite que el hombre actué mal, pero si esto es así ¿Dios es el culpable de que el hombre actué mal al darle el libre albedrío?, ¿por qué se lo dio? y ¿por qué puede entregarse al mal si es dado por Dios?15

El libre albedrío es una perfección del hombre que le hace superior a todas las demás criaturas, pues aunque peque, es mejor poder elegir hacer el mal, que hacer el bien sin poderlo elegir 16. Y esta facultad es un bien que le ha sido dado al hombre, y el fin de éste es el permitir que el hombre pueda vivir rectamente; el hombre sin el libre albedrío no puede vivir rectamente, por tanto no puede alcanzar la vida bienaventurada.

El libre albedrío es la facultad que nos permite usar de los demás bienes e incluso, del mismo libre albedrío, y por ende, es también la facultad que nos permite abusar de los demás bienes, pero es mejor tenerla que no tenerla.

Clases de bienes

Los bienes podemos dividirlos en tres clases según su relación con el poder vivir rectamente: “las virtudes, por las cuales se vive rectamente, pertenecen a la categoría de los grandes bienes; las diversas especies de cuerpos, sin los cuales se puede vivir rectamente, cuentan entre los bienes mínimos, y las potencias del alma, sin las cuales no se puede vivir rectamente, son los bienes intermedios”17. Pero también podemos diferenciarlos los bienes por el uso que podemos hacer de ellos, de esta manera se puede decir que “de las virtudes nadie usa mal; de los demás bienes, es decir, de los intermedios y de los inferiores, cualquiera puede no sólo usar bien, sino también abusar. Y de las virtudes nadie abusa, porque la función propia de las virtudes es precisamente el hacer buen uso de aquellas cosas de las cuales podemos abusar; pero nadie que usa bien abusa”18. Y el libre albedrío es el que permite usar bien o mal de las demás cosas, y es la que permite usar bien o mal de sí misma, es por tanto un bien intermedio, sin el cual el hombre no puede vivir rectamente, y por tanto es un bien de no poca importancia.

El mal moral

15 Cf. SAN AGUSTÍN. Del libre albedrío, ibid., libro II, Cáp. II, 4.16 Cf. MATTEWS, Warren, Ob. Cit., p. 344.17 SAN AGUSTÍN. Del libre albedrío, libro II, Cáp. XIX, 50.18 Idem.

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El mal moral es el que hace el hombre, el único capaz de romper el orden establecido por Dios. El mal moral se produce cuando el hombre por medio de su libre albedrío abusa de los demás bienes. Cuando se apega a los bienes inferiores, despreciando el bien superior. Por tanto, el mal en el hombre, “el pecado no consisten (…), en el deseo de una naturaleza mala, sino en el abandono de otra más excelente, de manera que esa misma preferencia es el mal o el pecado, y no la naturaleza, de la cual se abusa al pecar”19, es decir, no esta lo malo en desear algo que no es bueno, un mal, sino en desear los bienes inferiores olvidándose de los superiores. Por tanto, el pecado es una falta el orden, es decir, el mal es un desorden, puesto que no se respeta el orden impuesto en todas las cosas, y este desorden se da porque el hombre por medio del libre albedrío se apega a bienes inferiores, alejándose de los bienes superiores.

Este mal es una libre elección del hombre, nadie lo puede obligar a elegir y a usar mal de los demás bienes. El mal moral “es una privación del orden que debe existir en los actos libres de la criatura racional en su itinerario hacia su último fin. Privación de orden encierra privación de perfección porque la creatura, al desviarse de su fin, troncha su propio crecimiento y acabamiento ontològico”20.

Todo hombre busca la felicidad, tiene ansia de felicidad, pero el error es que algunos la buscan en las cosas materiales, en los bienes inferiores, los cuales están más cerca del no ser que del Ser, puesto que son corruptibles, en vez de buscar y gozar de los bienes superiores. Los bienes inferiores son para usarlas y Dios es para gozarlo, el error, el mal está en querer usar a Dios y gozar de cosas.

El hombre no debe vivir como si su fin último consistiera en poseer bienes materiales, satisfacer sus sentidos y lograr gloria y poder. El hombre no ha sido creado con este fin, sino para conocer, amar y gozar de Dios. Éste es su último fin, al que deben someterse todos los fines intermedios21. Y este poder alejarse el hombre de su fin le viene por su naturaleza, hecha de la nada, por lo que también es mudable, cambiable, y en cierta manera tiende al no ser, es esto lo que permite que el hombre pueda equivocarse en el uso de su libre albedrío y de los demás bienes.

Conclusión

Para san Agustín, Todo las cosas han sido creadas por Dios, y de él recibe sus perfecciones y sus bondades, como la de existir. Todas las cosas son bienes, es decir, todas son buenas, por el solo hecho de existir. El mal no es una substancia, por sí solo no es nada. El mal es privación o ausencia de bien, es corrupción de lo bueno. El mal propiamente dicho es el mal moral, es decir, el que el hombre realiza por medio de su libre albedrío al alejarse de los bienes superiores, de Dios, por apegarse a los inferiores, alejándose de esta manera de su fin, causando un desorden en el universo. El mal no es creación de Dios en ningún sentido, sino que proviene del mal uso que el hombre puede dar al bien del libre albedrío que Dios le dio.

19 SAN AGUSTÍN. De la naturaleza del bien: contra los maniqueos, Ibid., Cáp. XXXIII.20 LETIZIA, Francisco, Ob. Cit., p. 386.21 Idem, p.389