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Añodepublicación:1993

Sinopsis:ElnuevohogardelosCarverestárodeadodemisterio.EnélaúnserespiraelespíritudeJacob,elhijodelosantiguospropietarios,quemurióahogado.Lasextrañascircunstanciasdeesamuertesóloseempiezanaaclararconlaaparición de un diabólico personaje: El Príncipe de la Niebla, capaz deconcedercualquierdeseoaunapersonaaunaltoprecio…

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CarlosRuizZafón

ElpríncipedelanieblaTrilogíadelaNiebla-1

ePUBv2.1akilino10.07.12

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Títulooriginal:ElpríncipedelanieblaCarlosRuizZafón,1993.

Editor:akilinoCorreccióndeerratas:VitaminaCEyReagal.ePubbasev2.0

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Paramipadre,JustoRuizVigo,quemeenseñóaseramigodeloslibros.

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Capítulouno

Habrían de pasar muchos años antes de que Max olvidara el verano en quedescubrió,casiporcasualidad,lamagia.Corríaelaño1943ylosvientosdelaGranGuerraarrastrabanalmundocorrienteabajo,sinremedio.Amediadosdejunio,eldíaen queMax cumplió los trece años, su padre, relojero e inventor a ratos perdidos,reunióalafamiliaenelsalónylesanuncióqueaquéleraelúltimodíaquepasaríanenlaquehabíasidosucasaenlosúltimosdiezaños.Lafamiliasemudabaalacosta,lejosdelaciudadydelaguerra,aunacasajuntoalaplayadeunpequeñopueblecitoaorillasdelAtlántico.

La decisión era terminante: partirían al amanecer del día siguiente. Hastaentonces,debíanempacartodassusposesionesyprepararseparaellargoviajehastasunuevohogar.

La familia recibió la noticia sin sorprenderse.Casi todos ya imaginabanque laidea de abandonar la ciudad en busca de un lugarmás habitable le rondaba por lacabezaalbuenMaximilianCarverdesdehacíatiempo;todosmenosMax.Paraél,lanoticiatuvoelmismoefectoqueunalocomotoraenloquecidaatravesandounatiendadeporcelanaschinas.Sequedóenblanco,con labocaabiertay lamiradaausente.Durante ese breve trance pasó por sumente la terrible certidumbre de que todo elmundo, incluyendo sus amigos del colegio, la pandilla de la calle y la tienda detebeosdelaesquina,estabaapuntodedesvanecerseparasiempre.Deunplumazo.

Mientras los demás miembros de la familia disolvían la concentración paradisponerse a hacer el equipaje con aire de resignación, Max permaneció inmóvilmirando a su padre. El buen relojero se arrodilló frente a su hijo y le colocó lasmanossobreloshombros.LamiradadeMaxseexplicabamejorqueunlibro.

—Ahoratepareceelfindelmundo,Max.Peroteprometoquetegustaráellugaradondevamos.Harásnuevosamigos,yaloverás.

—¿Es por la guerra?—preguntóMax—. ¿Es por eso por lo que tenemos queirnos?

Maximilian Carver abrazó a su hijo y luego, sin dejar de sonreír, extrajo delbolsillodesuchaquetaunobjetobrillantequependíadeunacadenaylocolocóentrelasmanosdeMax.Unrelojdebolsillo.

—Lohehechoparati.Felizcumpleaños,Max.Maxabrióelreloj, labradoenplata.Enel interiordelaesferacadahoraestaba

marcadaporeldibujodeuna lunaquecrecíaymenguabaalcompásde lasagujas,formadasporloshacesdeunsolquesonreíaenelcorazóndelreloj.Sobrelatapa,grabadaencaligrafía,sepodíaleerunafrase:«LamáquinadeltiempodeMax».

Aquel día, sin saberlo, mientras contemplaba a su familia deambular arriba yabajo con lasmaletas y sostenía el reloj que le había regalado supadre,Maxdejó

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parasiempredeserunniño.La noche de su cumpleaños Max no pegó ojo. Mientras los demás dormían,

esperólafatalllegadadeaquelamanecerquehabríademarcarladespedidafinalalpequeño universo que se había formado a lo largo de los años. Pasó las horas ensilencio, tendido en la cama con la mirada perdida en las sombras azules quedanzabansobreel techodesuhabitación,comosiesperaseverenellasunoráculocapazdedibujarsudestinoapartirapartirdeaqueldía.Sosteníaensumanoelrelojquesupadrehabíaforjadoparaél.Las lunassonrientesde laesferabrillabanen lapenumbranocturna.TalvezellastuvieranlarespuestaatodaslaspreguntasqueMaxhabíaempezadoacoleccionardesdeaquellamismatarde.

Finalmente,lasprimeraslucesdelalbadespuntaronsobreelhorizonteazul.Maxsaltódelacamaysedirigióhastaelsalón.MaximilianCarverestabaacomodadoenunabutaca,vestidoysosteniendounlibrojuntoalaluzdeunquinqué.Maxvioqueno era el únicoquehabíapasado la noche envela.El relojero le sonrióy cerró ellibro.

—¿Quélees?—preguntóMax,señalandoelgruesovolumen.—Es un libro sobre Copérnico. ¿Sabes quién es Copérnico? —respondió el

relojero.—Voyalcole—respondióMax.Supadre teníaelhábitodehacerlepreguntascomosi seacabasedecaerdeun

árbol.—¿Yquésabesdeél?—insistió.—DescubrióquelaTierragiraalrededordelSolynoalrevés.—Másomenos.¿Ysabesloqueesosignificó?—Problemas—repusoMax.Elrelojerosonrióampliamenteyletendióelgruesolibro.—Ten.Estuyo.Léelo.Maxinspeccionóelmisteriosolibroencuadernadoenpiel.Ellibroparecíatener

1000 años y servir de morada al espíritu de algún viejo genio encadenado a suspáginasporunmaleficiocentenario.

—Bueno—atajósupadre—,¿quiéndespiertaatushermanas?Max,sinlevantarlavistadellibro,indicóconlacabezaquelecedíaelhonorde

arrancaraAliciaeIrina,susdoshermanasdequinceyochoañosrespectivamente,desu profundo sueño. Luego,mientras su padre se dirigía a tocar diana para toda lafamilia,Maxseacomodóenlabutaca,abrióellibrodeparenparyempezóaleer.Media horamás tarde, la familia en pleno cruzaba por última vez el umbral de lapuertahaciaunanuevavida.Elveranohabíaempezado.

Maxhabíaleídoalgunavezenunodeloslibrosdesupadrequeciertasimágenesde la infanciasequedangrabadasenelálbumde lamentecomofotografías,como

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escenariosalosque,noimportaeltiempoquepase,unosiemprevuelveyrecuerda.Maxcomprendióelsentidodeaquellaspalabraslaprimeravezquevioelmar.

Llevaban más de cinco horas en el tren cuando, de súbito, al emerger de unoscurotúnel,unainfinitaláminadeluzyclaridadespectralseextendióantesusojos.El azul eléctrico del mar resplandeciente bajo el sol del mediodía se grabó en suretina comouna aparición sobrenatural.Mientras el tren seguía su camino a pocosmetros del mar,Max sacó la cabeza por la ventanilla y sintió por primera vez elvientoimpregnadodeolorasalitresobresupiel.Sevolvióamirarasupadre,quelecontemplaba desde el extremo del compartimiento del tren con una sonrisamisteriosa, asintiendo a una pregunta queMax no había llegado a formular. Supoentoncesquenoimportabacuálfueraeldestinodeaquelviajenienquéestaciónsedetuvieraeltren;desdeaqueldíanuncaviviríaenunlugardesdeelcualnopudiesevercadamañanaaldespertaraquellaluzazulycegadoraqueascendíahaciaelcielocomo un vapor mágico y transparente. Era una promesa que se había hecho a símismo.

MientrasMaxcontemplabaalejarseelferrocarrildesdeelandéndelaestacióndelpueblo,MaximilianCarverdejóunosminutos a su familia ancladaconel equipajefrente al despacho del jefe de estación para negociar con alguno de los portadoreslocales un precio razonable por transportar bultos, personas y demás parafernaliahastaelpuntofinaldedestino.LaprimeraimpresióndeMaxrespectoalpuebloyalaspecto que ofrecían la estación y las primeras casas, cuyos techos asomabantímidamente sobre los árboles circundantes, fue la de que aquel lugar parecía unamaqueta, uno de aquellos pueblos construidos en miniatura por coleccionistas detreneseléctricos,dondesiunoseaventurabaacaminarmásdelacuentapodíaacabarcayéndosedeunamesa.Antetal idea,Maxempezabaacontemplarunainteresantevariaciónde la teoríadeCopérnico respecto almundocuando lavozde sumadre,juntoaél,lerescatódesusensoñacionescósmicas.

—¿Ybien?¿Aprobadoosuspendido?—Esprontoparasaberlo—contestóMax—.Pareceunamaqueta.Comoésasde

losescaparatesdelasjugueterías.—Alomejorloes—sonriósumadre.Cuando lo hacía,Max podía ver en su rostro un reflejo pálido de su hermana

Irina.—Peronoledigasesoatupadre—continuó—.Ahíviene.MaximilianCarver llegódevueltaescoltadopordosfornidos transportistascon

sendos atuendos estampados de manchas de grada, hollín y alguna sustanciaimposible de identificar. Ambos lucían frondosos bigotes y una gorra de marino,comositalfueraeluniformedesuprofesión.

—ÉstossonRobinyPhilip—explicóel relojero—.Robin llevará lasmaletasy

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Philip,alafamilia.¿Deacuerdo?Sinesperarlaaprobaciónfamiliar,losdosforzudossedirigieronalamontañade

baúles y cargaron metódicamente con el más voluminoso sin el menor asomo deesfuerzo.Maxextrajosurelojycontemplólaesferadelunasrisueñas.Lasagujasdesurelojmarcabanlasdosdelatarde.Elviejorelojdelaestaciónmarcabalasdoceymedia.

—Elrelojdelaestaciónvamal—murmuróMax.—¿Lo ves? —contestó su padre, eufórico—. Nada más llegar y ya tenemos

trabajo.Sumadresonriódébilmente,comosiemprehaciaantelasmuestrasdeoptimismo

radiante de Maximilian Carver, pero Max pudo leer en sus ojos una sombra detristezayaquellaextrañaluminosidadque,desdeniño,lehabíallevadoacreerquesumadreintuíaenelfuturoloquelosdemásnopodíanadivinar.

—Todovaasalirbien,mamá—dijoMax,sintiéndosecomountontounsegundodespuésdepronunciaraquellaspalabras.

Sumadreleacariciólamejillaylesonrió.—Claro,Max.Todovaasalirbien.En aquel momento Max tuvo la certeza de que alguien le miraba. Giró

rápidamentelavistaypudovercómo,entrelosbarrotesdeunadelasventanasdelaestación, un gran gato atigrado le contemplaba fijamente, como si pudiera leer suspensamientos. El felino pestañeó y de un salto que evidenciaba una agilidadimpensableenunanimaldeaqueltamaño,gatoonogato,seacercóhastalapequeñaIrinayfrotósulomocontralostobillosblancosdesuhermana.Laniñasearrodillóparaacariciaralanimal,quemaullabasuavemente.Irinalocogióenbrazosyelgatosedejóarrullarmansamente,lamiendocondulzuralosdedosdelaniña,quesonreíahechizadaanteelencantodelfelino.Irina,conelgatoensusbrazos,seacercóhastaellugardondeesperabalafamilia.

—No acabamos ni de llegar y ya has cogido un bicho.A saber lo que llevaráencima—sentencióAliciaconevidentefastidio.

—Noesunbicho.Esungatoyestáabandonado—replicoIrina—.¿Mamá?—Irina,nisiquierahemosllegadoacasa—empezósumadre.Laniñaforzóunamuecalastimosa,alaqueelfelinocontribuyóconunmaullido

dulceyseductor.—Puedeestareneljardín.Porfavor…—Esungatogordoysucio—añadióAlicia—.¿Vasadejarquesesalgaotravez

conlasuya?Irinadirigióasuhermanamayorunamiradapenetranteyaceradaqueprometía

unadeclaracióndeguerraamenosqueéstacerraselaboca.Aliciasostuvolamiradaunosinstantesydespuéssevolvió,conunsuspiroderabia,alejándosehastadonde

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lostransportistasestabancargandoelequipaje.Porelcaminosecruzóconsupadre,aquiennoseleescapóelsemblanteenrojecidodeAlicia.

—¿Yaestamosdepelea?—preguntóMaximilianCarver—.¿Yesto?—Estásoloyabandonado.¿Nos lopodemos llevar?Estaráenel jardínyyo lo

cuidaré.Loprometo—seapresuróaexplicarIrina.Elrelojero,atónito,miróalgatoyluegoasuesposa.—Noséquédirátumadre…—¿Y qué dices tú, Maximilian Carver? —replicó su mujer, con una sonrisa

evidentequeledivertíaeldilemaquelehabíapasadoasuesposo.—Bien.Habríaquellevarloalveterinarioyademás…—Porfavor…—gimióIrina.Elrelojeroysumujercruzaronunamiradadecomplicidad.—¿Por qué no?—concluyóMaximilian Carver, incapaz de empezar el verano

conunconflictofamiliar—.Perotúteencargarásdeél.¿Prometido?ElrostrodeIrinaseiluminóylaspupilasdelfelinoseestrecharonhastaperfilarse

comoagujasnegrassobreesferadoradayluminosadesusojos.—¡Venga!¡Andando!Elequipajeyaestácargado—dijoelrelojero.Irinase llevóalgatoenbrazos,corriendohacia lasfurgonetas.Elfelino,conla

cabezaapoyadaenelhombrode laniña,mantuvosusojosclavadosenMax.«Nosestabaesperando»,pensó.

Notequedesahípasmado,Max.Enmarchainsistiósupadredecaminohacialasfurgonetasdelamanodesumadre.Maxlessiguió.

Fueentoncescuandoalgolehizovolverseymirardenuevolaesferaennegrecidadelrelojdelaestación.Loexaminócuidadosamenteypercibióquehabíaalgoenellaque no cuadraba.Max recordaba perfectamente que al llegar a la estación el relojindicabamediahorapasadoelmediodía.Ahora,lasagujasmarcabanlasdocemenosdiez.

—¡Max!—sonólavozdesupadre, llamándoledesde lafurgoneta—.¡Quenosvamos!

—Yavoy—murmuróMaxpasasímismo,sindejardemirarlaesfera.El reloj no estaba estropeado; funcionaba perfectamente, con una sola

particularidad:lohacíaalrevés.

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Capítulodos

LanuevacasadelosCarverestabasituadaenelextremonortedeunalargaplayaque se extendía frente al mar como una lámina de arena blanca y luminosa, conpequeñas islasdehierbas salvajesque seagitabanalviento.Laplaya formabaunaprolongacióndelpueblo,constituidoporpequeñascasasdemaderadenomásdedospisos,queensumayoríaestabanpintadasenamablestonospastel,consujardínysucerca blanca alineada pulcramente, reforzando la impresión de ciudad de casas demuñecasqueMaxhabíatenidoalpocodellegar.

Decaminocruzaronelpueblo, la ramblaprincipaly laplazadelayuntamiento,mientrasMaximilianCarverexplicabalasmaravillasdelpuebloconelentusiasmodeunguíalocal.

Ellugareratranquiloyestabaposeídoporaquellamismaluminosidadquehabíahechizado aMax al ver elmar por vez primera. Lamayoría de los habitantes delpuebloutilizabanbicicletasparasustraslados,osencillamenteibanapie.Lascallesestaban limpiasy el único ruidoque se escuchaba, a excepciónde algúnocasionalvehículoamotor,eraelsuaveenvitedelmarrompiendoenlaplaya.

Amedidaquerecorríanelpueblo,Maxpudovercómolosrostrosdecadaunodelos miembros de la familia reflejaban los pensamientos que les producía elespectáculodelquetendríaqueserelnuevoescenariodesusvidas.LapequeñaIrinay su felino aliado contemplaban el desfile ordenado de calles y casas con serenacuriosidad, como si ya se sintieran en casa. Alicia, ensimismada en pensamientosimpenetrables,parecíaestaramilesdekilómetrosdeallí,loqueconfirmabaaMaxlacertezadelopocoonadaquesabíarespectoasuhermanamayor.Sumadremirabaconresignadaaceptaciónelpueblo,sinperderunasonrisaimpuestaparanoreflejarla inquietud que, por algún motivo que Max no acertaba a intuir, la embargaba.Finalmente,MaximilianCarverobservabatriunfalmentesunuevohábitatdirigiendomiradasacadamiembrodelafamilia,queeranmetódicamenterespondidasconunasonrisa de aceptación (el sentido común parecía confirmar que cualquier otra cosapodría romper el corazón del buen relojero, convencido de que había llevado a sufamiliaalnuevoparaíso).

A la vista de aquellas calles bañadas de luz y tranquilidad,Max pensó que elfantasmadelaguerraresultabalejanoeinclusoirrealyque,talvez,supadrehabíatenidouna intuicióngenialaldecidirmudarseaaquel lugar.Cuando las furgonetasenfilaronelcaminoquellevabahastasucasaenlaplaya,MaxyahabíaborradodesumenteelrelojdelaestaciónylaintranquilidadqueelnuevoamigodeIrinalehabíaproducidodebuenprincipio.Miróhaciaelhorizonteycreyódistinguirlasiluetadeun buque, negro y afilado, navegando como un espejismo entre la calima queempañabalasuperficiedelocéano.Segundosdespués,habíadesaparecido.

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Lacasateníadospisosysealzabaaunoscincuentametrosdelalíneadelaplaya,rodeadadeunmodesto jardín acotadoporunacercablancaquepedía agritosunamanodepintura.Estabaconstruidaenmaderay,aexcepcióndeltechooscuro,estabapintadadeblancoysemanteníaenunrazonablebuenestado,teniendoencuentalacercanía delmar y el desgaste al que el viento húmedo e impregnado de salitre lasometíaadiario.Porelcamino,MaximilianCarverexplicóasufamiliaquelacasahabíasidoconstruidaen1928paralafamiliadeunprestigiosocirujanodeLondres,elDr.RichardFleischmannysuesposa,EvaGray,comoresidenciadeveranoenlacosta.Lacasahabíaconstituidoensudíaunaexcentricidadaloojosdeloshabitantesdelpueblo.LosFleischmanneranunmatrimoniosinhijos,solitarioyalparecerpocoaficionadoaltratoconlasgentesdelpueblo.Ensuprimeravisita,elDr.FleischmannhabíaordenadoclaramentequetantolosmaterialescomolamanodeobradebíansertraídosdirectamentedeLondres.Talcaprichosupusoprácticamentetriplicarelcostodelacasa,perolafortunadelcirujanopodíapermitírselo.

Loshabitantescontemplaronconescepticismoyreceloeliryvenirdurantetodoelinviernode1927deinnumerablestrabajadoresycamionesdetransportemientrasel esqueleto de la casa del final de la playa se alzaba lentamente, día a día.Finalmente,enlaprimaveradel28,lospintoresdieronlaúltimacapadepinturaalacasa y, semanas después, elmatrimonio se instaló en ella para pasar el verano.LacasadelaplayaprontoseconvirtióenuntalismánquehabríadecambiarlasuertedelosFleischmann.Laesposadelcirujano,quealparecerhabíaperdidolacapacidaddeconcebirunhijoenunaccidenteañosatrás,habíaquedadoembarazadaduranteaquelprimeraño.

El23dejuniode1928,laesposadeFleischmanndioaluz,asistidaporsumaridobajo el techo de la casa de la playa, a un niño que habría de llevar el nombre deJacob.

Jacobfue labendicióndelcieloquecambióel talanteamargoysolitariode losFleischmann.Prontoeldoctorysuesposaempezaronacongeniarconloshabitantesdelpuebloyllegaronaserpersonajespopularesyestimadosdurantelosnueveañosde felicidad que pasaron en la casa de la playa, hasta la tragedia de 1936. Unamanecerdeagostodeaquelaño,elpequeñoJacobseahogómientrasjugabaenlaplayafrentealacasa.

Toda la alegría y la luz que el deseado hijo había traído al matrimonio seextinguióaqueldíaparasiempre.Duranteelinviernodel36,lasaluddeFleischmannsefuedeteriorandoprogresivamenteyprontosusmédicossupieronquenollegaríaaver el verano de 1938.Un año después de la desgracia. Los abogados de la viudapusieronlacasaenventa.Permanecióvacíaysincompradorduranteaños,olvidadaen el extremo de la playa. Así fue cómo, por pura casualidad,Maximilian Carverllegó a tener noticias de su existencia.El relojero volvía de unviaje para comprar

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piezasyherramientasparasutallercuandodecidióhacernocheenelpueblo.Durantela cena en el pequeño hotel local entabló conversación con el dueño, al queMaximilianexpresósueternodeseodevivirenunpueblocomoaquél.Eldueñodelhotel le habló de la casa yMaximilian decidió retrasar su vuelta y visitarla al díasiguiente.Enelviajederetornosumentebarajabacifrasylaposibilidaddeabriruntallerderelojeríaenelpueblo.Tardóochomesesenanunciarlanoticiaasufamilia,peroenelfondodesucorazónyahabíatomadoladecisión.

Elprimerdía en la casade laplayaquedaría enel recuerdodeMaxcomounacuriosa recopilación de imágenes insólitas. Para empezar, tan pronto como lasfurgonetassedetuvieronfrentealacasayRobinyPhilipempezaronadescargarelequipaje,MaximilianCarverconsiguióinexplicablementetropezarconloqueparecíauncuboviejoy,trasrecorrerunatrayectoriavertiginosadandotumbos,aterrizósobrelacercablanca,derribandomásdecuatrometros.Elincidentesesaldóconlasrisassoterradasdelafamiliayunmoratónporpartedelavíctima,nadaserio.

Losdosfornidostransportistasllevaronlosbultosdelequipajehastaelporchedelacasay,considerandozanjadasumisión,desaparecierondejandoalafamiliaconelhonor de subir los baúles escaleras arriba. Cuando Maximilian Carver abriósolemnemente lacasa,unoloracerradoseescapópor lapuertacomounfantasmaquehubiesepermanecidoapresadoduranteañosentresusparedes.Elinteriorestabainundado por una débil neblina de polvo y luz tenue que se filtraba desde laspersianasbajadas.

—Diosmío—murmuró para sí lamadre deMax, calculando las toneladas depolvoquehabíaporlimpiar.

—Unamaravilla—seapresuróaexplicarMaximilianCarver—.Yaoslodije.Maxcruzóunamiradade resignaciónconsuhermanaAlicia.Lapequeña Irina

contemplaba embobada el interior de la casa.Antes de que ningúnmiembro de lafamilia pudiese pronunciar palabra, el gato de Irina saltó de sus brazos y con unpotente maullido se lanzó escaleras arriba. Un segundo después, siguiendo suejemplo,MaximilianCarverentróenlanuevaresidenciafamiliar.

—Almenoslegustaaalguien—creyóMaxoírmurmuraraAlicia.Lo primero que lamadre deMax ordenó hacer fue abrir ritualmente puertas y

ventanasdeparenparyventilarlacasa.Luego,duranteunespaciodecincohoras,toda la familia se dedicó a hacer habitable el nuevo hogar.Con la precisión de unejército especializado, cada miembro la emprendió con una tarea concreta. Aliciapreparólashabitacionesylascamas.Irina,plumeroenmano,hizosaltarcastillosdepolvodesuesconditeyMax,siguiendosurastro,seencargóderecogerlo.Mientrastanto,sumadredistribuíaelequipajeytomabanotamentaldetodoslostrabajosquemuy pronto tendrían que empezar a realizarse. Maximilian Carver dedicó susesfuerzos a conseguir que tuberías, luz y demás ingenios mecánicos de la casa

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volviesen a funcionar después de un letargo de años en desuso, lo cual no resultótareafácil.Finalmente,lafamiliasereunióenelporchey,sentadosenlosescalonesdesunuevavivienda,seconcedieronunmerecidodescansomientrascontemplabaneltintedoradoqueibaadquiriendoelmarconlacaídadelatarde.

—Porhoyyaestábien—concedióMaximilianCarver,cubiertocompletamentedehollínyresiduosmisteriosos.

—Unpardesemanasdetrabajoylacasaempezaráaserhabitable—añadiósumadre.

—Enlashabitacionesdearribahayarañas—explicóAlicia—.Enormes.—¿Arañas?¡Guau!—exclamóIrina—.¿Yquéparecían?—Separecíanati—replicoAlicia.—Noempecemos,¿deacuerdo?—interrumpiósumadrefrotándoseelpuentede

lanariz—.Maxlasmatará.—Nohayporquématarlas;bastaconcogerlasycolocarlaseneljardín—adujo

elrelojero.—Siempremetocanlasmisionesheroicas—murmuróMax—.¿Puedeesperara

mañanaelexterminio?—¿Alicia?—intercediósumadre.—No pienso dormir en una habitación llena de arañas y Dios sabe que otros

bichossueltos—declaróAlicia.—Cursi—sentencióIrina.—Monstruo—replicóAlicia.—Max,antesdequeempieceunaguerra,acabaconlasarañas—dijoMaximilian

Carverconvozcansina.—¿Las mato o sólo las amenazo un poco? Les puedo retorcer una pata…—

sugirióMax.—Max—cortósumadre.Max se desperezó y entró en la casa dispuesto a acabar con sus antiguos

inquilinos. Enfiló la escalera que conducía al piso superior donde estaban lashabitaciones.Desdeloaltodelúltimopeldaño,losojosbrillantesdelgatodeIrinaleobservabanfijamente,sinparpadear.Maxcruzófrentealfelino,queparecíaguardarelpisosuperiorcomouncentinela.Tanprontosedirigióaunadelashabitaciones,elgatosiguiósuspasos.

Elpisodemaderacrujíamuydébilmentebajosuspies.Maxempezósucazaycapturadearácnidosporlashabitacionesquedabanalsuroeste.Desdelasventanassepodía ver la playay la trayectoria descendente delSol hacia el ocaso.Examinódetenidamenteelsueloenbuscadepequeñosserespeludosyandarines.Despuésdelasesióndelimpieza,elpisodemaderahabíaquedadorazonablementelimpioyMaxtardó un par deminutos hasta localizar al primermiembro de la familia arácnida.

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Desdeunodelosrincones,observócómounaarañadeconsiderabletamañoavanzabaenlínearectahaciaél,comosisetratasedeunmatónenviadoporlosdesuespeciepara hacerle cambiar de idea.El insecto debía demedir cerca demedia pulgada yteníaochopatas,conunamanchadoradasobreelcuerponegro.Maxalargólamanohaciaunaescobaquedescansabaenlaparedysepreparóparacatapultaralinsectoaotravida.«Estoesridículo»,pensóparasímientrasmanejabaconsigilolaescobaamodo de arma mortífera. Estaba empezando a calibrar el golpe letal cuando, depronto,elgatodeIrinaseabalanzósobreelinsectoy,abriendosusfaucesdeleónenminiatura, engulló a la araña y lamasticó con fuerza.Max soltó la escoba ymiróatónitoalgato,queledevolvíaunamiradamalévola.

—Vayaconelgatito—susurró.El animal tragó la arañay salióde lahabitación,presumiblemente enbuscade

algún familiar de su reciente aperitivo.Max se acercóhasta la ventana.Su familiaseguíaenelporche.Alicialedirigióunamiradainquisitiva.

—Yonomepreocuparía,Alicia.Nocreoqueveasmásarañas.—Asegúratebien—insistióMaximilianCarver.Maxasintióysedirigióhacialashabitacionesquedabanalapartedeatrásdela

casa,haciaelnoroeste.Oyómaullaralgatoen lasproximidadesysupusoqueotraarañahabíacaídoenlasgarrasdelfelinoexterminador.Lashabitacionesdelapartetraseraeranmáspequeñasquelasdelafachadaprincipal.Desdeunadelasventanas,contemplóelpanoramaquesepodíaobservardesdeallí.Lacasa teníaunpequeñopatio trasero con una caseta para guardarmuebles o incluso un vehículo.Un granárbol,cuyacopaseelevabasobre lasbuhardillasdeldesván,sealzabaenelcentrodelpatioy,porsuaspecto,Maximaginóquellevabaallímásdedoscientosaños.

Traselpatio,limitadoporlacercaqueenvolvíalacasa,seextendíauncampodehierbassalvajesy,unoscienmetrosmásallá,selevantabaloqueparecíaunpequeñorecintorodeadoporunmurodepiedrablanquecina.LavegetaciónhabíainvadidoellugarylohabíatransformadoenunapequeñajungladelaqueemergíanloqueaMaxleparecíanfiguras:figurashumanas.LasúltimaslucesdeldíacaíansobreelcampoyMaxtuvoqueforzarlavista.Eraunjardínabandonado.Unjardíndeestatuas.Maxcontemplóhipnotizadoelextrañoespectáculodelasestatuasapresadasporlamalezayencerradasenaquelrecinto,quehacíapensarenunpequeñocementeriodepueblo.Unportóndelanzasdemetalselladasconcadenasfranqueabaelpasoalinterior.Enloaltodelaslanzas,Maxpudodistinguirunescudoformadoporunaestrelladeseispuntas.A lo lejos,másalládel jardíndeestatuas, sealzabaelumbraldeundensobosquequeparecíaprolongarsedurantemillas.

—¿Hashechoalgúndescubrimiento?—lavozdelamadreasusespaldaslesacódel trance enque aquella visión le había sumido—.Yapensábamosque las arañashabíanpodidocontigo.

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—¿Sabías que ahí detrás, junto al bosque, hay un jardín de estatuas? —Maxseñalóhaciaelrecintodepiedraysumadreseasomóalventanal.

—Está anocheciendo. Tu padre y yo vamos a ir al pueblo a buscar algo paracenar,almenoshastaquemañanapodamoscomprarprovisiones.Osquedáissolos.VigilaaIrina.

Maxasintió.Sumadrelebesóligeramentelamejillaysedirigióescalerasabajo.Max fijó de nuevo la mirada en el jardín de estatuas, cuyas siluetas se fundíanpaulatinamenteconlabrumacrepuscular.Labrisahabíaempezadoarefrescar.Maxcerró la ventana y se dispuso a hacer lo propio en el resto de habitaciones. LapequeñaIrinasereunióconélenelpasillo.

—¿Erangrandes?—preguntó,fascinada.Maxdudóunsegundo.—Lasarañas,Max.¿Erangrandes?—Comounpuño—respondióMaxsolemnemente.—¡Guau!

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Capítulotres

Al día siguiente, poco antes del amanecer, Max pudo oír cómo una figuraenvueltaenlabrumanocturnalesusurrabaunaspalabraseneloído.Seincorporódegolpe,conelcorazónlatiéndoleconfuerzaylarespiraciónentrecortada.Estabasoloensuhabitación.La imagendeaquellasiluetaoscuramurmurandoen lapenumbraconlaquehabíasoñadosedesvanecióenunossegundos.Extendiólamanohastalamesitadenocheyencendió la lamparillaqueMaximilianCarverhabía reparado latardeanterior.

A través de la ventana las primeras luces del día despuntaban sobre el bosque.Unanieblarecorríalentamenteelcampodehierbassalvajesylabrisaabríaclarosatravésdeloscualesseentreveíanlassiluetasdeljardíndeestatuas.Maxtomósurelojdebolsillodelamesitadenocheyloabrió.Lasesferasdelunassonrientesbrillabancomoláminasdeoro.Faltabanunosminutosparalasseisdelamañana.

Maxsevistióensilencioybajólasescalerassigilosamente,conlaintencióndenodespertaral restode la familia.Sedirigióhacia lacocinadonde los restosde lacenade lanocheanteriorpermanecíanen lamesademadera.Abrió lapuertade lacocinaquedabaalpatiotraseroysalióalexterior.Elairefríoyhúmedodelamanecermordía la piel. Max cruzó el patio silenciosamente hasta la puerta de la cerca y,cerrándolaasusespaldas,seadentróenlanieblaendirecciónaljardíndeestatuas.

Elcaminoatravésdelanieblaselehizomáslargodeloqueimaginaba.Desdelaventanadesuhabitación,elrecintodepiedraparecíaencontrarseaunoscienmetrosde la casa. Sin embargo, mientras caminaba entre las hierbas salvajes, Max creíahaber recorrido más de trescientos metros cuando, de entre la bruma, emergió elportaldelanzasdeljardíndeestatuas.

Una cadena oxidada rodeaba los barrotes demetal ennegrecido, sellada con unviejo candado al que el tiempo había teñido de un colormortecino.Max apoyó elrostroentrelaslanzasdelapuertayexaminóelinterior.Lamalezahabíaidoganandoterrenodurantelosañosyconferíaallugarelaspectodeuninvernaderoabandonado.Maxpensóqueprobablementenadiehabíapuestolospiesenaquellugarenmuchotiempo y que quien fuera el guardián de aquel jardín de estatuas hacia yamuchosañosquehabíadesaparecido.

Maxmiróalrededoryencontróunapiedradeltamañodesumanojuntoalmurodeljardín.Laasióygolpeóconfuerzaelcandadoqueuníalosextremosdelacadenaunayotravez,hastaqueelaroenvejecidocedióalosenvitesdelapiedra.Lacadenaquedólibre,balanceándosesobrelosbarrotescomotrenzasdeunacabellerametálica.Max empujó con fuerza los barrotes y sintió cómo cedían perezosamente hacia elinterior.Cuando la abertura entre las dos hojas de la puerta fue lo suficientementeampliacomoparapermitirlepasar,Maxdescansóunsegundoyentróenelrecinto.

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Una vez en el interior,Max advirtió que el recinto eramayor de lo que habíacreído en un principio. A primera vista hubiera jurado que había cerca de unaveintenadeestatuassemiocultasenlavegetación.Avanzóunospasosyseadentróenel jardín salvaje. Aparentemente, las figuras estaban dispuestas en círculosconcéntricos yMax se dio cuenta por primera vez de que todas miraban hacia elOeste.Lasestatuasparecíanformarpartedeunmismoconjuntoyrepresentabanalgosemejanteaunatroupecircense.Amedidaquecaminabaentreellas,Maxdistinguiólas figuras de un domador, un faquir con un turbante y nariz aguileña, unamujercontorsionista, un forzudo y toda una galería de personajes escapados de un circofantasmal.Enelcentrodeljardíndeestatuasdescansabasobreunpedestalunagranfigura que representaba un payaso sonriente y de cabellera erizada. Tenía el brazoextendidoyelpuñoenfundadoenunguantedesproporcionadamentegrandeparecíagolpearunobjeto invisible en el aire.A suspies,Maxdistinguióunagran losadepiedrasobrelaqueseintuíaundibujoenrelieve.Searrodillóyapartólamalezaquecubríalasuperficiefríaparadescubrirunagranestrelladeseispuntasrodeadaporuncírculo.Maxreconocióelsímbolo,idénticoalquehabíasobrelaslanzasdelapuerta.

Al contemplar la estrella, Max comprendió que lo que al principio le habíanparecido círculos concéntricos en la situación de las estatuas era en realidad unaréplicadelafiguradelaestrelladeseispuntas.Cadaunadelasfigurasdeljardínsealzabaen lospuntosde intersecciónde las líneasque formaban laestrella.Maxseincorporó y contempló el espectáculo fantasmal a su alrededor. Recorrió con lamirada cada una de las estatuas envueltas en los tallos de la hierba salvaje que seagitabaalvientohastadetenersedenuevoenelgranpayaso.Unescalofríolerecorrióelcuerpoydiounpasoatrás.Lamanodelafigura,quesegundosanteshabíavistocerrada en un puño, estaba abierta con la palma extendida, en señal de invitación.DuranteunsegundoMaxsintióqueelairefríodelamanecerlequemabalagargantaypudoescucharelpalpitardesucorazónenlassienes.

Lentamente,comositemiesedespertarelsueñoperpetuodelasestatuas,rehizoelcamino hasta la verja del recinto sin dejar de mirar a sus espaldas a cada pasoquedaba.Cuando hubo cruzado la puerta le pareció que la casa de la playa estabamuy lejos. Sin pensarlo dos veces se lanzó a correr y esta vez nomiró atrás hastallegar a la cerca del patio trasero. Cuando lo hizo, el jardín de estatuas estabasumergidodenuevoenlaniebla.

Eloloramantequillaytostadasinundabalacocina.AliciamirabacondesganasudesayunomientraslapequeñaIrinaservíaalgodelecheasugatoreciénadoptadoenunplatoqueelfelinoseapresuróadejarintacto.Maxcontemplólaescena,pensandopara sus adentros que las preferencias gastronómicas del animal iban por otrosderroteros, tal comohabía comprobado el día anterior.MaximilianCarver sosteníaunatazahumeantedecaféenlasmanosycontemplabaeufóricoasufamilia.

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—Estamañana,pronto,heestadohaciendoinvestigaciónenelgaraje—empezó,adoptandoeltonode«aquívieneelmisterio»quesolíautilizarcuandodeseabaquelosdemáslepreguntasenquéhabíaaveriguado.

Maxconocíatambiénlasestrategiasdelrelojeroqueavecessepreguntabaquiéneraelpadreyquiénelhijo.

—¿Yquéhasencontrado?—concedióMax.—No te lo vas a creer—respondió su padre, aunqueMax pensó «seguro que

sí»—.Unpardebicicletas.Maxenarcólascejasinquisitivamente.—Estánalgoviejas,peroconunpelíndegrasaenlascadenaspuedenconvertirse

enunpardebólidos—explicóMaximilianCarver—.Yhabíaalgomás.¿Aquenosabéisquéheencontradotambiénenelgaraje?

—Un oso hormiguero —murmuró Irina, sin dejar de mimar a su compañerogatuno.

Con sólo ocho años, la hija pequeña de los Carver había desarrollado ya unatácticademoledoraparaminarlamoraldesupadre.

—Norepusoelrelojero,—visiblementemolesto—.¿Nadieseanimaaadivinar?Max advirtió por el rabillo del ojo cómo sumadre había estado observando la

escenay,envistadequenadieparecíamuyinteresadoenlashazañasdetectivescasdesumarido,selanzabaalrescate.

—¿Unálbumdefotos?—sugirióAndreaCarverconsutonodevozmásdulce.—Casi,casi—contestóelrelojero,animadodenuevo—.¿Max?Sumadrelemiródesoslayo.Maxasintió.—Nosé.¿Undiario?—No.¿Alicia?—Merindo—replicóAlicia,visiblementeausente.—Bien,bien.Preparaos—empezóMaximilianCarver—.Loqueheencontrado

esunproyector.Unproyectordecine.Yunacajallenadepelículas.—¿Quéclasedepelículas?—atajóIrina,levantandoporprimeravezlamiradade

sugatoenuncuartodehora.MaximilianCarverseencogiódehombros.—Nosé.Películas.¿Noesfascinante?Tenemosuncineencasa.—Esoenelcasodequeelproyectorfuncione—dijoAlicia.—Gracias por los ánimos, hija, pero te recuerdo que tu padre se gana la vida

arreglandomáquinasaveriadas.AndreaCarvercolocóambasmanossobreloshombrosdesumarido.—Mealegrodeoír eso, señorCarver—dijo—,porque convendríaque alguien

tuvieseunaconversaciónconlacalderadelsótano.—Déjamelaamí—contestóelrelojero,incorporándosedelamesa.Aliciasiguiósuejemplo.

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—Señorita —interrumpió Andrea Carver—, primero el desayuno. No lo hastocado.

—Notengohambre.—Yomelocomeré—sugirióIrina.AndreaCarvernegótalposibilidadrotundamente.—Nosequiereponergorda—susurrómaliciosamenteIrinaasugato.—Nopuedocomerconesacosameneandoelraboporaquíysoltandopelos—

atajóAlicia.Irinayelfelinolamiraronconidénticodesprecio.—Cursi—sentencióIrina,saliendoalpatioconelanimal.—¿Porquésiempredejasquesesalgaconlasuya?Cuandoyoteníasuedad,no

medejabaspasarnilamitaddecosas—protestóAlicia.—¿Vamosaempezarotravezconeso?—dijoAndreaCarverconvozcalma.—Noheempezadoyo—repusosuhijamayor.—Estábien.Losiento—AndreaCarveracariciólevementelalargacabellerade

Alicia, que ladeó la cabeza, esquivando el mimo conciliador—. Pero acábate eldesayuno.Porfavor.

Enaquelmomentounestruendometálicosonóbajosuspies.Todossemiraronentreellos.

—Vuestropadreenacción—murmuróAndreaCarvermientrasapurabasu tazadecafé.

Rutinariamente,Alicia empezó amasticar una tostadamientrasMax trataba dequitarsede lacabeza la imagendeaquellamanoextendiday lamiradadesorbitadadelpayasoquesonreíaenlaniebladeljardíndeestatuas.

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Capítulocuatro

Las bicicletas queMaximilianCarver había rescatado del limbo en el pequeñogarajedelpatioestabanenmejorestadode loqueMaxhabíaesperado.Dehecho,parecía como si prácticamente no hubiesen sido utilizadas. Armado de un par degamuzas y un líquido especial para limpiarmetales que sumadre siempre llevabaconsigo,Maxdescubrióquebajolacapademugreymohoambasbicicletasestabannuevasyrelucientes.Conayudadesupadre,engrasócadenaypiñonesehinchólasruedas.

—Es probable que tengamos que cambiar las cámaras —explicó MaximilianCarver—,perodemomentoyavaleparairtirando.

Unadelasbicicletaseramáspequeñaquelaotray,mientraslaslimpiaba,Maxno dejaba de preguntarse si el doctor Fleischmann habría comprado aquellasbicicletasañosatrásconlaesperanzadepasearconJacobporelcaminodelaplaya.MaximilianCarverleyóenlamiradadesuhijolasombradeculpabilidad.

—Estoysegurodequeelviejodoctorhubieseestadoencantadodequellevaseslabicicleta.

—Yonoestoytanseguro—murmuróMax—.¿Porquélasdejaríanaquí?—Losmalosrecuerdostepersiguensinnecesidaddellevarloscontigo—contestó

Maximilian Carver—. Supongo que ya nadie volvió a utilizarlas. A ver, súbete.Vamosaprobarlas.

PusieronlasbicicletasentierrayMaxajustólaalturadelsillín,probandoalavezlatensióndeloscablesdelfreno.

—Habríaqueponeralgomásdegrasaenlosfrenos—afirmóMax.—Melosuponía—corroboróelrelojeroypusomanosalaobra—.Oye,Max.—Sí,papá.—No lesdesdemasiadasvueltas a lode lasbicicletas, ¿de acuerdo?Loque le

sucedió a aquella pobre familia no tiene nada que ver con nosotros.No sé si debícontároslo—explicóelrelojeroconunasombradepreocupaciónensusemblante.

—Noimporta—Maxtensóelfrenodenuevo—.Asíestáperfecto.—Puesandando.—¿Novienesconmigo?—preguntóMax.—Esta tarde,siaúntequedanánimos, tepegaré lapalizade tuvida.Peroa las

oncetengoqueverauntalFredenelpueblo,quemecederáunlocalparainstalarlatienda.Hayquehacernegocio.

MaximilianCarver empezó a recoger las herramientas y a limpiarse lasmanosconunade las gamuzas.Max contempló a su padre preguntándose cómodebía dehabersidoMaximilianCarverasuedad.Lacostumbrefamiliareradecirqueambosseparecían,perotambiénformabapartedeesacostumbredecirqueIrinaseparecíaa

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AndreaCarver,locualnoeramásqueunodeesosestúpidostópicosqueabuelas,tíasytodaesagaleríadeprimosinsoportablesqueaparecenenlascomidasdeNavidadrepetíanañotrasañocomogallinascluecas.

—Maxenunodesustrances—comentoMaximilianCarver,sonriendo.—¿Sabías que junto al bosque detrás de la casa hay un jardín de estatuas?—

espetóMax,sorprendidodeescucharseasímismoformularlapregunta.—Supongoquehaymuchas cosaspor aquí que aúnnohemosvisto.Elmismo

garajeestárepletodecajasyestamañanahevistoqueelsótanodelacalderapareceunmuseo.Me parece que si vendemos toda la chatarra que hay en esta casa a unanticuarionotendréniqueabrirlatienda;viviremosderenta.

MaximilianCarverdirigióasuhijounamiradainquisitiva.—Oye,sinopruebas,esabicicletavolveráacubrirsedemugreysetransformará

enunfósil.—Yaloes—dijoMax,dandoelprimergolpedepedala labicicletaqueJacob

Fleischmannnuncallegóaestrenar.Max pedaleó por el camino de la playa en dirección al pueblo, bordeando una

larga hilera de casas de aspecto similar a la nueva residencia de los Carver, quedesembocaba justo a la entradade lapequeñabahía, donde estaba el puertode lospescadores.Apenassepodíancontarmásdecuatroocincobarcosfondeadosenlosviejosmuellesylamayoríadelasembarcacioneseranpequeñosbotesdemaderaquenosuperabanloscuatrometrosdeeslorayquelospescadoreslocalesutilizabanparabatirconviejasredeslacostaaunoscienmetrosdelaplaya.

Maxsorteóconlabicicletaellaberintodebarcasenreparaciónsobrelosmuellesylaspilasdecajasdemaderadelalonjalocal.Conlavistafijaenelpequeñofaro,Max enfiló el espigón curvoque cerraba el puerto comounamedia luna.Unavezllegóalextremo,dejólabicicletaapoyadajuntoalfaroysesentóadescansarsobreunadelasgrandespiedrasalotroladodeldique,mordidasporlosenvitesdelmar.Desdeallípodíacontemplarelocéanoextendersecomounaláminadeluzcegadorahastaelinfinito.

Apenas llevaba unos minutos sentado frente al mar, cuando pudo ver otrabicicletaconducidaporunmuchachoaltoydelgadoqueseacercabaporelmuelle.Elchico,alqueMaxlecalculóunaedaddedieciséisodiecisieteaños,guiósubicicletahasta el faro y la dejó junto a la de Max. Luego, lentamente, se retiró la densacabelleradelrostroycaminóhaciaellugardondeMaxdescansaba.

—Hola.¿Túeresdelafamiliaquesehainstaladoenlacasaalfinaldelaplaya?Maxasintió.—SoyMax.Elchico,de tez intensamentebronceadaporelsolyojosverdespenetrantes, le

tendiósumano.

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—Roland.Bienvenidoa«ciudadaburrimiento».MaxsonrióyaceptólamanodeRoland.—¿Quétallacasa?¿Osgusta?—preguntóelmuchacho.—Hay opiniones divididas.Ami padre le encanta. El resto de la familia lo ve

diferente—explicóMax.—Conocía tupadrehaceunosmeses, cuandovinoalpueblo—dijoRoland—.

Meparecióuntipodivertido.¿Relojero,verdad?Maxasintió.—Es un tipo divertido —corroboró Max—, a veces. Otras se le meten en la

cabezaideascomolademudarseaquí.—¿Porquéhabéisvenidoalpueblo?—preguntóRoland.—La guerra—contestóMax—.Mi padre piensa que no es un buenmomento

paravivirenlaciudad.Supongoquetienerazón.—La guerra —repitió Roland, bajando la mirada—. A mí me reclutarán en

septiembre.Maxsequedómudo.Rolandadvirtiósusilencioysonriódenuevo.—Tienesupartebuena—dijo—.Alomejoresmiúltimoveranoenelpueblo.Maxledevolviótímidamentelasonrisa,pensandoqueenunosaños,silaguerra

nohabíaterminado,tambiénrecibiríaelavisodealistarseenelejército.Inclusoenundíade luzdeslumbrante comoaquél, el fantasma invisiblede laguerra envolvía elfuturoconunmantodetinieblas.

—Supongoquetodavíanohasvistoelpueblo—dijoRoland.Maxnegó.—Bien,novato.Cogelabici.Empezamoslavisitaturísticasobreruedas.MaxteníaquehacerunesfuerzoextraparamantenerelritmodeRolandy,aun

así,cuandoapenasllevabandoscientosmetrospedaleadosdesdelapuntadelespigón,empezó a notar las primeras gotas de sudor deslizarse por su frente y por loscostados.Rolandsevolvióyledirigióunasonrisasocarrona.

—¿Faltadepráctica,eh?Lavidade laciudadtehahechoperder laforma—legritó,sinaflojarlamarcha.

Max siguió a Roland a través del paseo que bordeaba la costa para luegointernarse en las calles del pueblo. Cuando Max empezaba a rezagarse, Rolandaminorólavelocidadhastadetenersejuntoaunagranfuentedepiedraenelcentrodeuna plaza.Max pedaleó hasta allí y dejó la bicicleta en el suelo. El agua brotabadeliciosamentefrescadelafuente.

—Noteloaconsejo—dijoRoland,leyendosuspensamientos—.Flato.—Maxrespiróprofundamenteysumergiólacabezabajoelchorrodeaguafría.—Iremosmásdespacio—concedióRoland.Max permaneció bajo la ducha de la fuente unos segundos y luego se recostó

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contralapiedra,lacabezachorreándolelaropa.Rolandlesonreía.—Laverdadesquenoesperabaqueaguantasestanto.Éste—señalóalrededor—

es el centro del pueblo. La plaza del ayuntamiento. Ese edificio son los juzgados,pero ya no se usan. Los domingos hay mercado. Y por las noches, en verano,proyectan películas en la pared del ayuntamiento. Normalmente viejas y con lasbobinasmalordenadas.

Maxasintiódébilmente,recuperadoelaliento.—¿Suena fascinante, eh?—rió Roland—. También hay una biblioteca, pero si

haymásdesesentalibrosmedejocortarunamano.—¿Yunoquéhaceaquí?—consiguióarticularMax—.Apartedeirenbici.—Buenapregunta,Max.Veoqueempiezasaentenderlo.¿Seguimos?Maxsuspiróyambosvolvieronalasbicicletas.—Peroahora«yomarco»elritmo—exigióMax.Rolandseencogiódehombrosypedaleó.DuranteunpardehorasRolandguióaMaxarribayabajodelpequeñopuebloy

los alrededores. Contemplaron los acantilados del extremo sur, donde Roland lerevelóqueseencontrabaelmejorlugarparabucear,juntoaunviejobarcohundidoen1918yqueahorasehabíatransformadoenunajunglasubmarinacontodaclasedealgasextrañas.Rolandexplicóque,duranteunaterribletormentanocturna,elbuqueembarrancóconlaspeligrosasrocasqueyacíanaescasosmetrosdelasuperficie.Lafuriadel temporaly laoscuridadde lanoche apenasquebradapor el fragorde losrelámpagos hicieron que todos los tripulantes del navío perecieran ahogados en elnaufragio. Todos excepto uno. El único superviviente de aquella tragedia fue uningenieroque,enreconocimientoalaprovidenciaquequisosalvarsuvida,seinstalóenelpuebloyconstruyóungranfaroenloaltodelosescarpadosacantiladosdelamontañaquepresidíaelescenariodeaquellanoche.Aquelhombre,ahorayaanciano,seguíasiendoelguardiándelfaroynoeraotroqueel«abueloadoptivo»deRoland.Después del naufragio, una pareja del pueblo cuidó del farero hasta que éste serestableció completamente. Algunos años más tarde, ambos fallecieron en unaccidente de automóvil y el farero se hizo cargo del pequeño Roland, que apenascontabaunaño.Rolandvivíaconélenlacasadelfaro,aunquepasabalamayorpartedel tiempo en la cabaña que élmismo había construido en la playa, al pie de losacantilados.Atodoslosefectos,elfareroerasuverdaderoabuelo.LavozdeRolandrevelóciertaamarguramientraslerelatabaestoshechos,queMaxescuchóensilencioysinhacerpreguntas.Traselrelatodelnaufragio,anduvieronporlascallesaledañasalaviejaiglesiadondeMaxconocióaalgunosdelosaldeanos,genteafablequeseapresuróadarlelabienvenidaalpueblo.

Finalmente,Max,exhausto,decidióquenoeranecesarioconocertodoelpuebloen unamañana y que si, como parecía, iba a pasar unos cuantos años allí, tiempo

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habríadedescubrirsusmisteriossiesqueloshabía.—También es verdad —coincidió Roland—. Oye, casi todas las mañanas en

veranovoyabucearalbarcohundido.¿Quieresvenirconmigomañana?—Sibuceascomomontasenbicicletameahogaré—dijoMax.—Tengogafasyunasaletasdesobra—explicóRoland.Laofertasonabatentadora.—Deacuerdo.¿Tengoquellevaralgo?Rolandnegó.—Yotraerétodo.Bueno,…bienpensado,traeeldesayuno.Terecojoalasnueve

entucasa.—Nueveymedia.—Noteduermas.CuandoMaxempezóapedaleardevueltaalacasadelaplaya,lascampanasde

laiglesiaanunciabanlastresdelatardeyelSolempezabaaocultarsetrasunmantodenubesoscurasqueparecíanpresagiarlalluvia.Mientrassealejaba,Maxsevolvióunsegundoamiraratrás.Depiejuntoasubicicleta,Rolandlesaludabaconlamano.

La tormenta se abatió sobre el pueblo como un siniestro espectáculo de feriaambulante.Enunosminutos,elcielosetransformóenunabóvedaplomizayelmaradquirió un tinte metálico y opaco, como una inmensa balsa de mercurio. Losprimerosrelámpagosvinieronacompañadosdelaventiscaqueempujabalatormentadesdeelmar.Maxpedaleóconfuerza,peroelaguacerolealcanzódeplenocuandotodavía le quedaban unos quinientos metros de camino hasta la casa de la playa.Cuandollegóalacercablanca,estabatanempapadocomosiacabasedeemergerdelmar.Corrióadejarlabicicletaenlacasetadelgarajeyentróenlacasaporlapuertadel patio trasero. La cocina estaba desierta, pero un apetitoso olor flotaba en elambiente.EnlamesaMaxlocalizóunabandejaconbocadillosdecarneyunajarradelimonadacasera.JuntoaellahabíaunanotaescritaconlaestilizadacaligrafíadeAndreaCarver.«Max,éstaestucomida.Tupadreyyoestaremosenelpueblotodalatardeporasuntosdelacasa.Noseteocurrautilizarelbañodelpisodearriba.Irinavieneconnosotros».

Max dejó la nota y se llevó la bandeja a su habitación. Elmaratón ciclista deaquellamañanalehabíadejadoexhaustoyhambriento.Lacasaparecíavacía.Aliciano estaba o se había encerrado en su habitación.Max se dirigió directamente a lasuya,secambióderopaysetendióenlacamaasaborearlosexquisitosbocadillosquesumadrehabíadejadoparaél.Afueralalluviagolpeabaconfuerzaylostruenoshacíantemblarlasventanas.MaxencendiólapequeñalamparilladesumesitaytomóellibrosobreCopérnicoqueMaximilianCarverlehabíaregalado.HabíaempezadoaleercuatroveceselmismopárrafocuandodescubrióquesemoríadeganasporirabucearaldíasiguientejuntoalbuquehundidoconsunuevoamigoRoland.Engulló

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losbocadillosenmenosdediezminutosy luegocerró losojos,escuchandosóloelrepiqueteodelalluviasobreeltechoyloscristales.Legustabalalluviayelsonidodel agua resbalando por el canalillo de desagüe que recorría el borde del tejado.Cuandollovíaconfuerza,Maxsentíaqueeltiemposedetenía.Eracomounatreguaenlacualunopodíadejardehacercualquiercosaqueleocupaseenaquelmomentoysencillamenteacercarseacontemplarelespectáculodeaquella infinitacortinadelágrimasdelcielodesdeunaventana,durantehoras.Dejódenuevoellibrosobrelamesitay apagó la luz.Lentamente, envuelto enel sonidohipnóticode la lluvia, serindióalsueño.

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Capítulocinco

LasvocesdelafamiliaenelpisoinferioryelcorreteodeIrinaescalerasarribayabajodespertaronaMax.YahabíaanochecidoperoMaxpudovercómolatormentahabíapasadodejandoasusespaldasunaalfombradeestrellasenelcielo.Echóunvistazo a su reloj y comprobó que había dormido cerca de seis horas. Se estabaincorporandocuandounosnudillosgolpearon en supuerta.Eshorade cenar, belladurmienterugiólavozeufóricadeMaximilianCarveralotrolado.Porunsegundo,Max se preguntó por qué motivo se mostraría ahora tan alegre su padre. Prontorecordó la sesión cinematográfica que había prometido aquella misma mañanaduranteeldesayuno.

—Ahorabajo—contestósintiendotodavíaelsaborpastosodelosbocadillosdecarneenlaboca.

—Mástevale—replicóelrelojero,yadecaminohacialaplantainferior.Aunqueno sentía elmásmínimo apetito,Maxbajó a la cocina y se sentó a la

mesa junto al resto de la familia. Alicia miraba ensimismada su plato, sin apenastocarlo.Irinadevorabaconfruiciónsuraciónymurmurabapalabrasininteligiblesasu detestable gato, que lamiraba fijamente a sus pies.Cenaron en calmamientrasMaximilianCarverexplicabaquehabíaencontradoun local excelenteenelpuebloparainstalarlarelojeríayempezarelnegociodenuevo.

—¿Yquéhashechotú,Max?—preguntóAndreaCarver.—Heestadoenelpueblo—elrestodelafamilialemiró,comosiesperasenmás

detalles—.Conocíaunchico,Roland.Mañanavamosairabucear.—Maxyahahechounamigo—exclamóMaximilianCarver,triunfal—.¿Veislo

queosdecía?—¿YcómoeseltalRoland,Max?—preguntóAndreaCarver.—No sé. Simpático. Vive con su abuelo, el guardián del faro. Me ha estado

enseñandounmontóndecosasdelpueblo.—¿Ydóndedicesquevaisabucear?—preguntósupadre.—Enlaplayadelsur,alotroladodelpuerto.SegúnRoland,allíestánlosrestos

deunbarcohundidohacemuchosaños.—¿Puedoir?—interrumpióIrina.—No—atajóAndreaCarver—.¿Noserápeligroso,Max?—Mamá…—Deacuerdo—concedióAndreaCarver—.Peroveconcuidado.Maxasintió.—Yo,dejoven,eraunbuenbuceador—empezóMaximilianCarver.—Ahorano,cielo—cortósuesposa—.¿Nonosibasaenseñarunaspelículas?Maximilian Carver se encogió de hombros y se levantó, dispuesto a hacer las

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galasdeproyeccionista.—Échaleunamanoatupadre,Max.Por un segundo, antes de hacer lo que se le pedía,Maxmiró de soslayo a su

hermanaAlicia,quehabíapermanecidoensilenciodurantetodalacena.Sumiradaausenteparecíaproclamaragritoslolejosqueestabadeallí,pero,poralgúnmotivoqueMaxnoacertabaacomprender,nadiemásloadvertíaopreferíanohacerlo.PorunmomentoAlicialedevolviólamirada.Maxtratódesonreírle.

—¿Quieresvenirmañanaconnosotros?—ofreció—.TegustaráRoland.Aliciasonriódébilmentey,sinpronunciarpalabra,asintiómientrasunabriznade

luzseencendíaensusojososcurosysinfondo.—Todolisto.Lucesfuera—dijoMaximilianCarvermientrasacabadeenhebrar

labobinadepelículaenelproyector.Elaparatoparecíaprovenirde laeradelmismísimoCopérnicoyMaxteníasus

dudasrespectoasifuncionaríaono.—¿Quéesloquevamosaver?—inquirióAndreaCarver,acunandoensusbrazos

aIrina.—Notengolamenoridea—confesóelrelojero—.Hayunacajaenelgarajecon

decenasdepelículassinningunaindicación.Hecogidounascuantasalazar.Nomeextrañaría que no se viese nada. Las emulsiones de las películas se estropean conmucha facilidad y después de todos estos años lo más probable es que se hayandesprendidodelapelícula.

—¿Esoquésignifica?—interrumpióIrina—.¿Novamosavernada?—Sólo hay un modo de averiguarlo —contestó Maximilian Carver mientras

girabaelinterruptordelproyector.Enunossegundos,elsonidodemotocicletaviejadelaparatocobróvidayelhaz

parpadeantedelobjetivoatravesó la sala comouna lanzade luz.Maxconcentró lamirada en el rectángulo proyectado sobre la pared blanca. Era como mirar en elinterior de una linterna mágica, sin saber a ciencia cierta qué visiones podíanescaparsedetalinvento.Contuvoelalientoyenunosinstantes,laparedseinundódeimágenes.

BastaronapenasunossegundosparaqueMaxcomprendieraqueaquellapelículanoprocedíadelalmacéndeningúnviejocine.Nose tratabadeunacopiadealgúnfilme famoso, ni siquiera de un rollo perdido de algún serialmudo. Las imágenesborrosasyarañadasporel tiempodelataban laevidentecondicióndeaficionadodequienlashabla tomado.Noeramásqueunapelículacasera,probablementerodadaañosatrásporelantiguodueñodelacasa,elDoctorFleischmann.Maxsupusoquelomismo podría decirse del resto de los rollos que su padre había encontrado en elgarajejuntoalvetustoproyector.LasilusionesdelcineclubparticulardeMaximilianCarversehabíanvenidoabajoenmenosdeunminuto.

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Lapelículamostrabatorpementeunpaseoporloqueparecíaunbosque.Lacintahabía sido rodadamientras el operador caminaba lentamente entre los árboles y laimagenavanzabaa trompicones,conbruscoscambiosde luzyenfoquequeapenaspermitíanreconocerellugarenelquesedesarrollabatanextrañopaseo.

—¿Peroquéesesto?—exclamóIrina,visiblementedecepcionada,mirandoasupadre que contemplaba perplejo la extraña y, a la vista del primer minuto deproyección,insufriblementeaburridapelícula.

—Nosé—murmuróMaximilianCarver,hundido—.Noesperabaesto…Maxtambiénhabíaempezadoaperderinterésenlapelículacuandoalgollamósu

atenciónenlacaóticacascadadeimágenes.—¿Y si pruebas con otro rollo, cariño?—sugirió Andrea Carver, tratando de

salvardelnaufragiolailusióndesumaridoporelsupuestoarchivocinematográficodelgaraje.

—Espera—cortóMax,reconociendounasiluetafamiliarenlapelícula.Ahora la cámara había salido del bosque y avanzaba hacia lo que parecía un

recintocerradoporaltosmurosdepiedraconunaltoportóndelanzas.Maxconocíaaquel lugar; había estado allí el día anterior. Fascinado, Max contempló cómo lacámara tropezaba ligeramente para luego adentrarse en el interior del jardín deestatuas.

—Pareceuncementerio—murmuróAndreaCarver—.¿Quéeseso?La cámara recorrió unos metros por el interior del jardín de estatuas. En la

película,ellugarnoofrecíaelaspectodeabandonoenqueéllohabíadescubierto.Nohabíaatisbodelashierbassalvajesylasuperficiedelsuelodepiedraestabalimpiaypulida, como si un cuidadoso guardián se ocupase de mantener aquel recintoinmaculadodíaynoche.

La cámara se detuvo en cada una de las estatuas dispuestas en los puntoscardinalesdelagranestrellaquepodíadistinguirseclaramentealpiedelasfiguras.Max reconoció los rostros de piedra blanca y sus ropajes de feriantes de circoambulante. Había algo inquietante en la tensión y la postura que adoptaban loscuerpos de aquellas figuras fantasmales y en la mueca teatral de sus rostrosenmascaradostrasunainmovilidadquetansóloparecíaaparente.

La película fue mostrando a los componentes de la banda circense sin cortealguno.Lafamiliacontemplóaquellavisiónespectralensilencio,sinmásruidoqueel quejumbroso traqueteo del proyector. Finalmente, la cámara se dirigió hacia elcentro de la estrella trazada sobre la superficie del jardín de estatuas. La imagenreveló lasiluetaacontraluzdelpayasosonriente,sobreelqueconvergían todas lasdemásestatuas.Maxobservódetenidamentelasfaccionesdeaquelrostroysintiódenuevoaquelescalofríoquelehabíarecorridoelcuerpocuandolohabíatenidofrenteafrente.HabíaalgoenlaimagenquenoconcordabaconloqueMaxrecordabadesu

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visitaaljardíndeestatuas,peroladeficientecalidaddelapelículaleimpidióobteneruna visión clara del conjunto de la estatua que le permitiese advertir qué era. LafamiliaCarverpermanecióensilenciomientraslosúltimosmetrosdepelículacorríanbajoelhazdelproyector.MaximilianCarverparóelaparatoyencendiólaluz.

—Jacob Fleischmann —murmuró Max—. Estas son las películas caseras deJacobFleischmann.

Supadreasintióensilencio.SehabíaacabadolasesióndecineyMaxsintióporunossegundosquelapresenciadeaquelinvitadoinvisiblequecasidiezañosatrássehabíaahogadoapocosmetrosdeallí,enlaplaya,impregnabacadarincóndeaquellacasa,cadapeldañodelaescalera,ylehacíasentircomounintruso.

Sinmediarmáspalabras,MaximilianCarverempezóadesmantelarelproyectoryAndreaCarvercogióaIrinaensusbrazosyselallevóescalerasarribaparaacostarla.

—¿Puedodormircontigo?—preguntóIrina,abrazándoseasumadre.—Dejaesto—dijoMaxasupadre—.Yologuardaré.Maximiliansonrióasuhijoylepalmeólaespalda,asintiendo.—Buenas noches,Max—el relojero se volvió hacia su hija—.Buenas noches,

Alicia.—Buenasnoches,papá—contestóAliciaobservandocómosupadreenfilabalas

escalerashaciaelpisodearribaconunairedecansancioydecepción.Cuandolospasosdelrelojeroseperdieron,AliciamiróaMaxfijamente.—Prométemequenoledirásanadieloquevoyacontarte.Maxasintió.—Prometido.¿Dequésetrata?—El payaso. El de la película —empezó Alicia—. Lo he visto antes. En un

sueño.—¿Cuándo?—preguntóMax,sintiendoqueelpulsoseleaceleraba.—Lanocheantesdeveniraestacasa—respondiósuhermana.MaxsesentófrenteaAlicia.Eradifícilleerlasemocionesenaquelrostro,pero

Maxintuyóunasombradetemorenlosojosdelamuchacha.—Explícamelo—solicitóMax—.¿Quésoñasteexactamente?—Esraro,peroenelsueñoera,nosé,comodiferente—dijoAlicia.—¿Diferente?—preguntóMax—.¿Enquéforma?—No era un payaso. No sé —respondió encogiéndose de hombros, como si

tratase de restar importancia al hecho, aunque su voz temblorosa traicionaba suspensamientos—.¿Creesquesignificaalgo?

—No—mintióMax—,probablementeno.—Supongo que no —corroboró Alicia—. ¿Lo de mañana sigue en pie? Ir a

bucear…—Claro.¿Tedespierto?

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Aliciasonrióasuhermanomenor.EralaprimeravezqueMaxlaveíasonreírenmeses,talvezenaños.

—Estaré despierta —contestó Alicia mientras se dirigía a su habitación—.Buenasnoches.

—Buenasnoches—contestóMax.MaxesperóaescucharlapuertadelahabitacióndeAliciacerrarseysesentóen

labutacadelsalón,juntoalproyector.Desdeallípodíaescucharasuspadreshablaramedia voz en su habitación. El resto de la casa se sumió en el silencio nocturno,apenasenturbiadoporelsonidodelmarrompiendoenlaplaya.Maxcomprobóquealguienlemirabadesdeelpiedelasescaleras.LosojosamarillentosybrillantesdelgatodeIrinaleobservabanfijamente.Maxdevolviólamiradaalfelino.

—Largo—leordenó.El gato le sostuvo la mirada durante unos segundos y luego se perdió en las

sombras.Maxseincorporóyempezóarecogerelproyectorylapelícula.Pensóenllevar de nuevo el equipo al garaje pero la idea de salir afuera en plena noche leresultópocoseductora.Apagólaslucesdelacasaysubióhastasucuarto.Atisbóatravésdelaventanaendirecciónaljardíndeestatuas,indistinguibleenlanegruradela noche. Se tendió en la cama y apagó la lamparilla de la mesita de noche. AlcontrariodeloqueMaxesperaba,laúltimaimagenquedesfilóporsumenteaquellamadrugadaantesdesucumbiralsueñonofueelsiniestropaseocinematográficoporel jardíndeestatuas, sinoaquella sonrisa inesperadade suhermanaAliciaminutosantesenel salón.Había sidoungestoaparentemente insignificantepero,poralgúnmotivoquenoacertaba a comprender,Max intuyóque sehabía abiertounapuertaentreellosyque,desdeaquellanoche,nuncavolveríaaverasuhermanacomoaunadesconocida.

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Capítuloseis

Pocodespuésdelamanecer,Aliciaabriólosojosydescubrióquetraselcristaldesu ventana dos profundos ojos amarillos lamiraban fijamente.Alicia se incorporósúbitamenteyelgatodeIrina,sinprisa,seretiródelalféizardelaventana.Detestabaaaquelanimal,suconductaaltivayaquelolorpenetrantequeleprecedíaydelatabasu presencia antes de que entrase en una habitación.No era la primera vez que lohabía sorprendido escrutándola furtivamente. Desde el momento en que Irinaconsiguió traerelodioso felinoa lacasade laplaya,Aliciahabíaobservadoqueamenudo el animal permanecía inmóvil durante minutos, vigilante, espiando losmovimientos de algún miembro de la familia desde el umbral de una puerta oescondidoenlassombras.Secretamente,Aliciaacariciabalaideadequealgúnperrocallejerodierabuenacuentadeélenalgunodesuspaseosnocturnos.

Enelexterior,elcieloestabaperdiendoeltintepúrpuraquesiempreacompañabaalalbay losprimeros rayosdeun intensosol seperfilabansobreelbosquequeseextendíamás allá del jardín de estatuas. Todavía faltaban por lomenos un par dehorasparaqueelamigodeMaxpasaraabuscarles.Volvióaarroparseenlacamay,aunquesabíaquenovolveríaadormirseotravez,cerrólosojosyescuchóelsonidodistantedelmarrompiendoenlaplaya.Unahoramástarde,Maxgolpeósuavementeensupuertaconlosnudillos.Aliciabajólasescalerasdepuntillas.Maxysuamigoesperabanafuera,enelporche.Antesdesalirsedetuvounsegundoenelvestíbuloypudoescucharlasvocesdelosdoschicoscharlando.Respiróhondoyabriólapuerta.

Max,apoyadoen labarandadelporche,sevolvióysonrió.JuntoaélhabíaunchicodetezprofundamentebronceadaycabellopajizoquelesacabacasiunpalmoaMax.

—ÉsteesRoland—intervinoMax—.Roland,mihermanaAlicia.Rolandasintiócordialmenteydesviólavistahacialasbicicletas,peroaMaxno

se le escapó el juego demiradas que en cuestión de décimas de segundo se habíacruzadoentresuamigoyAlicia.Sonrióparasusadentrosypensóqueaquelloibaasermásdivertidodeloqueesperaba.

—¿Cómolohacemos?—preguntóAlicia—.Sólohaydosbicicletas.—Yo creo que Roland puede llevarte en la suya —respondió Max—. ¿No,

Roland?Rolandclavólavistaenelsuelo.—Sí,claromurmuró.Perotúllevaselequipo.Max sujetó el equipo de buceo que Roland había traído con un tensor en la

plataformaquehabíatraselsillóndesubicicleta.Sabíaquehabíaotrabicicletaenelcobertizo del garaje, pero la idea de que Roland llevase a su hermana le divertía.AliciasesentósobrelabarradelabicicletayseaferróalcuellodeRoland.Bajola

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piel curtida por el sol, Max advirtió que Roland luchaba inútilmente por nosonrojarse.

—Lista—dijoAlicia—.Esperonopesardemasiado.—Andando—sentenció Max y empezó a pedalear por el camino de la playa

seguidodeRolandyAlicia.Al poco,Roland le tomó la delantera y, una vezmás,Max tuvo que apretar la

marchaparanoquedarserezagado.—¿Vasbien?—preguntóRolandaAlicia.Alicia asintió y contempló cómo la casa de la playa se iba perdiendo en la

distancia.Laplayadelextremosuralotroladodelpuebloformabaunamedialunaextensa

y desolada. No era una playa de arena, sino que estaba cubierta por pequeñosguijarrospulidosporelmaryplagadosdeconchasyrestosmarinosqueeloleajeylamareadejabansecarsealsol.Traslaplaya,ascendiendocasienvertical,selevantabauna pared de acantilados escarpados en cuya cima, oscura y solitaria, se alzaba latorredelfaro.

—Ése es el faro demi abuelo—señalóRolandmientras dejaban las bicicletasjuntoaunodeloscaminosquedescendíanentrelasrocashastalaplaya.

—¿Vivíslosdosallí?—preguntóAlicia.—Másomenos—respondióRoland—.Coneltiempoheconstruidounapequeña

cabañaaquíabajoenlaplayaysepuededecirquecasiesmicasa.—¿Tupropiacabaña?—inquirióMax,tratandodelocalizarlaconlavista.—Desdeaquínolaverás—aclaróRoland—.Enrealidaderaunviejocobertizo

depescadoresabandonado.Laarregléyahoranoestámal.Yalaveréis.Roland los guió hasta la playa y una vez allí se quitó las sandalias. El Sol se

alzabaenelcieloyelmarbrillabacomounaláminadeplatafundida.Laplayaestabadesiertayunabrisaimpregnadadesalitresoplabadesdeelocéano.

—Vigilad con estas piedras.Yo estoy acostumbrado, pero es fácil caerse si notienespráctica.

AliciaysuhermanosiguieronaRolandatravésdelaplayahastasucabaña.Setratabadeunapequeñacabinademaderapintadadeazulyrojo.LacabañateníaunpequeñoporcheyMaxadvirtióunfaroloxidadoquependíadeunacadena.

—Esoesdelbarco—explicóRoland—.He sacadounmontóndecosasdeallíabajoylashetraídoalacabaña.¿Quéosparece?

—Esfantástica—exclamóAlicia—.¿Duermesaquí?—Aveces,sobretodoenverano.Eninvierno,apartedelfrío,nomegustadejar

soloalabueloarriba.RolandabriólapuertadelacabañaycedióelpasoaAliciayMax.—Adelante.Bienvenidosapalacio.

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El interior de la cabaña de Roland parecía uno de esos viejos bazares deantigüedadesmarineras.El botín queRoland había arrebatado durante años almarrelucíaenlapenumbracomounmuseodemisteriosostesorosdeleyenda.

—Nosonmásquebaratijas—dijoRoland—,perolascolecciono.Alomejorhoysacamosalgo.

El restode lacabañasecomponíadeunviejoarmario,unamesa,unascuantassillas y un camastro sobre el que había unas estanterías con algunos libros y unalámparadeaceite.

—Meencantaríatenerunacasacomoésta—murmuróMax.Rolandsonrió,escéptico.—Seaceptanofertas—bromeóRoland,visiblementeorgullosoantelaimpresión

quesucabañahabíadespertadoensusamigos—.Bueno,ahoraalagua.Siguieron aRoland hasta la orilla de la playa y una vez allí Roland empezó a

deshacerelfardoqueconteníaelequipodebuceo.—Elbarcoestáaunosveinticincootreintametrosdelaorilla.Estaplayaesmás

profundadeloqueparece;alostresmetrosyanosehacepie.Elcascoestáaunosdiezmetrosdeprofundidad—explicóRoland.

AliciayMaxsedirigieronunamiradaqueseexplicabaporsísola.—Sí,laprimeraveznoesrecomendabletratardellegarabajo.Aveces,cuando

haymardefondo,seformancorrientesypuedeserpeligroso.Unavezmellevéunsustodemuerte.

RolandtendióunasgafasyunasaletasaMax.—Bueno.Sólohayequipoparados.¿Quiénbajaprimero?AliciaseñalóaMaxconelíndiceextendido.—Gracias—susurróMax.—Notepreocupes,Max—letranquilizóRoland—.Todoesempezar.Laprimera

vez que bajé por poco me da algo. Había una morena enorme en una de laschimeneas.

—¿Unaqué?—saltóMax.—Nada —repuso Roland—. Es una broma. No hay bichos allí abajo. Te lo

prometo.Yesraro,porquenormalmentelosbarcoshundidossoncomounzoológicodepeces.Peroésteno.Nolesgusta,supongo.Oye,¿noteiráacogerelmiedoahora,verdad?

—¿Miedo?—dijoMax—.¿Yo?AunqueMaxseestabacolocando lasaletas,observócómoRoland lehacíauna

cuidadosa radiografía a su hermanamientras se quitaba el vestidode algodóny sequedabaconsubañadorblanco,elúnicoquetenía.Aliciaseadentróenelaguahastaquelecubriólasrodillas.

—Oye—lesusurró—,esmihermana,nounpastel.¿Deacuerdo?

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Rolandledirigióunamiradadecomplicidad.—Túlahastraído,noyo—respondióconunasonrisagatuna.—Alagua—cortóMax—.Tevendrábien.Aliciasevolvióyloscontemplóataviadoscomobuzosconunamuecaburlona.—¡Quépintas!—sedijosinpoderreprimirlarisa.MaxyRolandsemiraronatravésdelasgafasdebuceo.—Una última cosa —apuntó Max—, yo nunca he hecho esto antes. Bucear,

quierodecir.Henadadoenpiscinas,claro,peronoestoysegurosisabré…Rolandpusolosojosenblanco.—¿Sabesrespirardebajoenelagua?—pregunto.—Hedichoquenosabíabucear,noquefuesetonto—repusoMax.—Sisabesrespirarenelagua,sabesbucear—aclaróRoland.—Idconcuidado—apuntóAlicia—.Oye,Max,¿seguroqueestoesunabuena

idea?—Nopasaránada—aseguróRoland,ysevolvióaMaxalavezquelepalmeaba

elhombro—.Ustedprimero,CapitánNemo.Max se sumergió por primera vez en su vida bajo la superficie del mar y

descubrió cómo se abría ante sus ojos atónitos un universo de luz y sombras quesobrepasaba cuanto había imaginado. Los haces del sol se filtraban en cortinasneblinosasdeclaridadqueondeaban lentamentey lasuperficiesehabíaconvertidoahoraenunespejoopacoydanzante.Contuvo la respiraciónunossegundosmásyvolvióaemergeraporaire.Roland,aunpardemetrosdeél,levigilabaatentamente.

—¿Todobien?—preguntó.Maxasintió,entusiasmado.—¿Lo ves? Es fácil.Nada junto amí—indicóRoland antes de sumergirse de

nuevo.MaxdirigióunaúltimamiradaalaorillayviocómoAlicialesaludaba,sonriente.

Le devolvió el saludo y se apresuró a nadar junto a su compañero, mar adentro.Rolandleguióhastaunpuntoenelcual laplayaparecía lejana,aunqueMaxsabíaque apenas mediaba una treintena de metros hasta la orilla. A ras de mar, lasdistanciascrecían.Rolandletocóelbrazoyseñalóhaciaelfondo.Maxtomóaireeintrodujolacabezaenelagua,ajustándoselasgomasdelasgafasdebuceo.Susojostardaronunpardesegundosenacostumbrarsealadébilpenumbrasubmarina.Sóloentoncespudoadmirarelespectáculodelcascohundidodelbarco,tumbadosobreelcostadoyenvueltoenunamágicaluzespectral.Elbuquedebíademediralrededordecincuentametros,quizámás,yteníaunaprofundabrechaabiertadesdelaproahastala sentina. La vía abierta sobre el casco parecía una herida negra y sin fondoinflingidaporafiladasgarrasdepiedra.Sobrelaproa,bajounacapacobrizadeóxidoyalgas,sepodíaleerelnombredelbarco,Orpheus.

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ElOrpheusteníaaspectodehabersidoensudíaunviejocarguero,nounbarcode pasajeros. El acero resquebrajado del buque estaba surcado de pequeñas algaspero,talcomoRolandhabíadicho,nohabíaunsolopeznadandosobreelcasco.Losdosamigoslorecorrierondesdelasuperficie,deteniéndosecadaseisosietemetrosparacontemplarcondetallelosrestosdelnaufragio.Rolandhabíadichoqueelbarcose encontraba a unos diezmetros de profundidad, pero, desde allí, aMax aquelladistancia le parecía infinita. Se preguntó cómo se las había arregladoRoland pararecuperartodosaquellosobjetosquehabíanvistoensucabañadelaplaya.Suamigo,como si hubiese leído sus pensamientos, le hizo una seña para que esperase en lasuperficieysesumergióbatiendopoderosamentelasaletas.MaxobservóaRoland,quedescendíahasta tocarelcascodelOrpheusconlapuntadesusdedos.Unavezallí, asiéndose cuidadosamente a los salientes del casco, fue reptando hasta laplataforma que en su día había sido el puente demando.Desde su posición,Maxpodíadistinguirtodavíalaruedadeltimónyotrosinstrumentosenelinterior.Rolandnadóhastalapuertadelpuente,queyacíaabatida,yentróenelbarco.Maxsintióunapunzadadeinquietudalverasuamigodesaparecerenelinteriordelbuquehundido.NoapartólosojosdeaquellacompuertamientrasRolandnadabaporel interiordelpuente, preguntándose qué podría hacer si sucedía algo. A los pocos segundos,Rolandemergiódenuevodelpuenteyascendiórápidamentehaciaél,dejandoasuespalda una guirnalda de burbujas. Max sacó la cabeza a la superficie y respiróprofundamente.ElrostrodeRolandaparecióaunmetrodelsuyo,conunasonrisadeorejaaoreja.

—¡Sorpresa!—exclamó.Maxcomprobóquesosteníaalgoenlamano.—¿Quéeseso?—inquirióMax,señalandoelextrañoobjetometálicoqueRoland

habíarescatadodelpuente.—Unsextante.Maxenarcólascejas.Noteníaniideadeloquesuamigoestabadiciendo.—Unsextanteesuncacharroqueseusaparacalcular laposiciónenelmar—

explicó Roland, con la voz entrecortada después del esfuerzo de mantener larespiracióndurantecasiunminuto—.Voyavolverabajar.Aguántamelo.

Maxempezóaarticularunaprotesta,peroRolandsezambullódenuevosindarleapenastiempoaabrirlaboca.InhalóprofundamenteysumergiólacabezadenuevoparaseguirlainmersióndeRoland.Estavez,sucompañeronadóalolargodelcascohastalapopadelbuque.MaxaleteósiguiendolatrayectoriadeRoland.Contemplóasuamigoacercarseaunojodebueyytratardemirarenel interiordelbarco.Maxcontuvolarespiraciónhastaquesintióquesuspulmones leardíanysoltóentoncestodoelaire,listoparaemergerdenuevoyrespirar.

Sinembargo,enaquelúltimosegundo, susojosdescubrieronunavisiónque le

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dejóhelado.Atravésdelatinieblasubmarina,ondeabaunaviejabanderapodridaydeshilachada prendida a un mástil en la popa del Orpheus. Max la observódetenidamente y reconoció el símbolo casi desvanecido que todavía podíadistinguirseenella:unaestrelladeseispuntas sobreuncírculo.Maxsintióqueunescalofrío le recorría el cuerpo. Había visto aquella estrella antes, en la verja delanzasdeljardíndeestatuas.ElsextantedeRolandseleescapódeentrelosdedosysehundióenlaoscuridad.Presadeuntemorindefinible,Maxnadóatropelladamentehacialaorilla.

Mediahoramás tarde, sentadosa la sombradelporchede la cabaña,RolandyMaxcontemplabanaAliciamientras recogíaviejas conchas entre laspiedrasde laorilla.

—¿Estássegurodehabervistoesesímboloantes,Max?Maxasintió.—Aveces,bajoelagua,lascosasparecenserloquenoson—empezóRoland.—Séloquevi—cortóMax—.¿Deacuerdo?—Deacuerdo—concedióRoland—.Visteunsímboloquesegúntúestátambién

enesaespeciedecementerioquehaydetrásdevuestracasa.¿Yqué?Maxselevantóyseencaróasuamigo.—¿Yqué?¿Tevuelvoarepetirtodalahistoria?Max había pasado los veinticinco últimosminutos explicándole a Roland todo

cuantohabíavistoeneljardíndeestatuas,incluidalapelículadeJacobFleischmann.—Nohacefalta—respondiósecamenteRoland.—Entonces,¿cómoesposiblequenomecreas?—espetóMax—.¿Creesqueme

inventotodoesto?—Nohedichoquenotecrea,Max—dijoRolandsonriendoligeramenteaAlicia,

quehabíavueltodesupaseoporlaorillaconunapequeñabolsallenadeconchas—.¿Hahabidosuerte?

—Estaplayaesunmuseo—respondióAliciahaciendotintinearlabolsaconsuscapturas.

Max,impaciente,pusolosojosenblanco.—¿Mecreesentonces?—cortó,clavandosusojosenRoland.Suamigoledevolviólamiradaypermanecióensilenciounossegundos.—Te creo, Max —murmuró desviando la vista hacia el horizonte, sin poder

ocultarunasombradetristezaensurostro.AliciaadvirtióelcambioenelsemblantedeRoland.

—Maxdicequetuabueloviajabaenesebarcolanocheenquesehundió—dijoella,colocandosumanosobreelhombrodelmuchacho—.¿Esverdad?

Rolandasintióvagamente.—Fueelúnicosuperviviente—respondió.

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—¿Quépasó?—preguntóAlicia—.Perdona.Alomejornoquiereshablardeeso.Rolandnegóysonrióalosdoshermanos.—No, nome importa—Max lemiraba, expectante—.Y no es que no crea tu

historia,Max.Loquepasaesquenoeslaprimeravezquealguienmehabladeesesímbolo.

—¿Quién más lo ha visto? —preguntó Max, boquiabierto—. ¿Quién te hahabladodeél?

Rolandsonrió.—Miabuelo.Desdequeeraunniño—Rolandseñalóelinteriordelacabaña—.

Empiezaarefrescar.Entremos;osexplicarélahistoriadeesebarco.

AlprincipioIrinacreyóestarescuchandolavozdesumadreenelpisodeabajo.AndreaCarveramenudohablabasolamientrasdeambulabapor lacasayaningúnmiembrodelafamilialesorprendíaelhábitomaternaldedarvozasuspensamientos.Un segundodespués, sin embargo, Irinavio a travésde laventanacómosumadredespedía a Maximilian Carver mientras el relojero se disponía a ir al puebloacompañadoporunode los transportistasque leshabíaayudadoa traerelequipajedesdelaestacióndíasatrás.Irinacomprendióque,enaquelmomento,estabasolaenla casa y que, por tanto, aquella voz que había creído oír debía de haber sido unailusión.Hastaquevolvióaoírla,estavezenlamismahabitación,comounsusurroque atravesara las paredes.Lavozparecíaprovenir del armarioy sonaba comounmurmullolejanocuyaspalabraseraimposibledistinguir.Porprimeravezdesdequehabíanllegadoalacasadelaplaya,Irinasintiómiedo.Clavólosojosenlaoscurapuerta cerrada del armario y comprobó que había una llave en la cerradura. Sinpensarlo un instante, corrió hacia el armario y giró atropelladamente la llave hastaque la puerta estuvo cerrada a cal y canto. Retrocedió un par demetros y respiróprofundamente.Entonces escuchóaquel sonidodenuevoy comprendióquenoeraunavoz,sinovariasvocessusurrandoauntiempo.

—¿Irina?—llamósumadredesdeelpisodeabajo.LavozcálidadeAndreaCarverlarescatódeltranceenqueestabasumida.Una

sensacióndetranquilidadlaenvolvió.—Irina,siestásarriba,bajaaayudarmeunmomento.NuncaenmeseshabíatenidoIrinatantasganasdeayudarasumadre,fuesecual

fueralatareaquelaesperaba.Sedispusoacorrerescalerasabajocuando,trassentircómounabrisaheladaleacariciabaelrostroyatravesabarepentinamentelaestancia,lapuertadelahabitaciónsecerródegolpe.Irinacorrióhastaellayforcejeóconelpomo, queparecía atascado.Mientras luchaba inútilmente por abrir aquella puerta,pudoescucharasusespaldascómolacerraduradelarmariogirabalentamentesobresí misma y aquellas voces, que parecían provenir de lo más profundo de la casa,

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reían.

—Cuando era niño—explicóRoland—,mi abuelome relató tantas veces estahistoriaqueduranteañoshesoñadoconella.Todoempezócuandovineaviviraestepueblo hace muchos años, después de perder a mis padres en un accidente deautomóvil.

—Losiento,Roland—interrumpióAliciaqueintuíaque,pesealaamablesonrisadesuamigoyaqueparecíadispuestoacontarleslahistoriadesuabueloydelbarco,removeraquellosrecuerdosleresultabamásdifícildeloquequeríamostrar.

—Yoeramuypequeño.Apenaslesrecuerdo—dijoRolandevitandolamiradadeAlicia,aquienaquellapequeñamentiranopodíaengañar.

—¿Quésucedióentonces?—insistióMax.Alicialefulminóconlamirada.—Elabuelo sehizocargodemíyme instaléconél en lacasadel faro.Élera

ingenieroydesdehacíaañoseraelfarerodeestetramodecosta.Elayuntamientolehabíaconcedidoelpuestodeporvida,despuésdequeconstruyeseprácticamenteconsusmanosesefaroen1919.Esunahistoriacuriosa,yaveréis.El23dejuniode1918mi abuelo embarcó en el puerto de Southampton a bordo del Orpheus, pero deincógnito.ElOrpheusnoeraunbarcodepasajeros,sinouncarguerodemalafama.Sucapitáneraunholandésborrachoycorruptohastalamédulaqueloutilizabacomobuquedealquileralmejorpostor.SusclientesfavoritossolíanserloscontrabandistasquequeríancruzarelCanaldelaMancha.ElOrpheusteníatalfamaqueinclusolosdestructores alemanes lo reconocían y, por piedad, no lo hundían cuando setropezabanconél.Detodasformas,haciaelfinaldelaguerra,elnegocioempezóaflojear y el holandés errante, como lo apodabami abuelo, tuvo que buscarse otrosasuntos más turbios para pagar las deudas de juego que había acumulado en losúltimosmeses.Pareceserque,enunadesusnochesdemalaracha,quesolíanserlamayoría,elcapitánperdióhastalacamisaenunapartidaconuntalMisterCaín.EsteMisterCaíneraeldueñodeuncircoambulante.Comopago,MisterCaínexigióalholandésqueembarcaseatodala«troupe»delcircoylestransportasedeincógnitoalotro lado delCanal. Pero el supuesto circo deMisterCaín escondía algomás queunas simples barracas de feria y les interesaba desaparecer cuanto antes y, por supuesto,ilegalmente.Elholandésaccedió.¿Quéotroremediolequedaba?Olohacíaoperdíadirectamenteelbarco.

—Unmomento—interrumpióMax—. ¿Qué tenía tu abuelo que ver con todoeso?

—Aesovoy—continuóRoland—.Comohedicho,eltalMisterCaín,aunqueésenoerasuverdaderonombre,ocultabamuchascosas.Miabueloleveníasiguiendoelrastro desde hacíamucho tiempo. Tenían una cuenta pendiente ymi abuelo pensóque,siMisterCaínysussecuacescruzabanelcanal,susposibilidadesdecazarlosse

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evaporaríanparasiempre.—¿PoresoembarcóenelOrpheus?—preguntóMax—.¿Comounpolizón?Rolandasintió.—Hayalgoquenoentiendo—dijoAlicia—.¿Porquénoavisóalapolicía?Él

era un ingeniero, no un gendarme. ¿Qué clase de cuenta tenía pendiente con eseMisterCaín?

—¿Puedoacabarlahistoria?—preguntóRoland.Maxysuhermanaasintieronalavez.—Bien. El caso es que embarcó —continuó Roland—. El Orpheus zarpó al

mediodía y esperaba llegar a su destino en noche cerrada, pero las cosas secomplicaron.Unatormentasedesencadenópasadalamedianocheydevolvióelbarcohacialacosta.ElOrpheusseestrellócontralasrocasdelacantiladoysehundióenapenas unos minutos. Mi abuelo salvó la vida porque estaba oculto en un botesalvavidas.Losdemásseahogaron.

Maxtragósaliva.—¿Quieresdecirqueloscuerposaúnestánahíabajo?—No—respondióRoland—.Alamanecerdeldíasiguiente,unanieblabarrióla

costadurantehoras.Lospescadoreslocalesencontraronamiabueloinconscienteenestamismaplaya.Cuandosedisipólaniebla,variosbotesdepescadoresrastrearonlazonadelnaufragio.Nuncaencontraronningúncuerpo.

—Pero,entonces…—interrumpióMax,envozbaja.Conungesto,Rolandleindicóqueledejasecontinuar.—Llevaronamiabueloalhospitaldelpuebloyestuvodelirandoallídurantedías.

Cuandoserecuperó,decidióque,engratitudacómoselehabíatratado,construiríaunfaroenloaltodelacantiladoparaevitarqueunatragediacomoaquellavolvieraarepetirse.Coneltiempo,élmismoseconvirtióenelguardiándelfaro.

Lostresamigospermanecieronensilencioporespaciodecasiunminutodespuésde escuchar el relato de Roland. Finalmente, Roland intercambió una mirada conAliciaydespuésconMax.

—Roland —dijo Max, haciendo un esfuerzo por encontrar palabras que nohiriesenasuamigo—,hayalgoenesahistoriaquenoencaja.Creoquetuabuelonotelohacontadotodo.

Rolandpermaneciócalladounossegundos.Luego,conunadébil sonrisaen loslabios,miróalosdoshermanosyasintióvariasveces,muylentamente.

—Losé—murmuró—.Losé.

Irinasintiócómosusmanosseentumecíanalintentarforzarelpomodelapuertasinningúnresultado.Sinaliento,sevolvióyseapretócontodassusfuerzascontralapuertade lahabitación.Nopudoevitarclavar susojosen la llavequegirabaen la

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cerradura del armario. Finalmente, la llave detuvo su giro e, impulsada por dedosinvisibles, cayó al suelo.Muy lentamente, la puerta del armario empezó a abrirse.Irinatratódegritar,perosintióquelefaltabaelaireparaarticularapenasunsusurro.Desde la penumbra del armario, emergieron dos ojos brillantes y familiares. Irinasuspiró.Erasugato.Eratansólosugato.Porunsegundohabíacreídoqueelcorazónseleibaaparardepuropánico.Searrodillóparaauparalfelinoyadvirtióentoncesquetraselgato,enelfondodelarmario,habíaalguienmás.Elfelinoabriósusfaucesy emitió un silbido grave y estremecedor, como el de una serpiente, para despuésfundirseenlaoscuridadconsuamo.Unasonrisadeluzseencendióenlatinieblaydosojosbrillantescomoorocandenteseposaronsobre lossuyosmientrasaquellasvoces, al unísono, pronunciaron su nombre. Irina gritó con todas sus fuerzas y selanzócontralapuerta,quecedióasuempujehaciéndolacaerenelsuelodelcorredor.Sin recuperar el aliento, se abalanzó escaleras abajo, sintiendo el aliento frío deaquellasvocesenlanuca.

Enunafraccióndesegundo,AndreaCarvercontemplóparalizadaasuhijaIrinasaltardesdeloaltodelaescaleraconelrostroencendidodepánico.Gritósunombre,peroyaerademasiadotarde.Lapequeñacayórodandocomounpesomuertohastaelúltimopeldaño.AndreaCarverselanzóalospiesdelaniñaytomólacabezaensusbrazos.Unalágrimadesangrelerecorríalafrente.Palpósucuelloysintióunpulsodébil.Luchandocontralahisteria,AndreaCarveralzóelcuerpodesuhijaytratódepensarquédebíahacerenaquelmomento.Mientraslospeorescincosegundosdesuvidadesfilabananteellaconinfinitalentitud,AndreaCarveralzólavistaaloaltodelaescalera.Desdeelúltimopeldaño,elgatodeIrinalaescrutabafijamente.Sostuvola mirada cruel y burlona del animal durante una fracción de segundo y después,sintiendoelcuerpodesuhijalatirensusbrazos,reaccionóycorrióalteléfono.

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Capítulosiete

CuandoMax,AliciayRolandllegaronalacasadelaplaya,elcochedelmédicotodavíaestabaallí.RolanddirigióaMaxunamiradainterrogadora.Aliciasaltódelabicicleta y corrió hacia el porche, consciente de que algo andabamal.MaximilianCarver,conlosojosvidriososyelsemblantepálidolesrecibióenlapuerta.

—¿Quéhapasado?—murmuróAlicia.Supadrelaabrazó.AliciadejóquelosbrazosdeMaximilianCarverlarodeaseny

sintióeltemblordesusmanos.—Irinahatenidounaccidente.Estáencoma.Estamosesperandolaambulancia

parallevarlaalhospital.—¿Mamáestábien?—gimióAlicia.—Está adentro. Con Irina y el médico. Aquí no se puede hacer nada más—

respondióelrelojeroconlavozhueca,cansina.Roland,calladoeinmóvilalpiedelporche,tragósaliva.—¿Sepondrábien?—preguntóMax,pensandoquelapreguntaresultabaestúpida

enaquellascircunstancias.—No lo sabemos —murmuró Maximilian Carver, que trató inútilmente de

sonreírlesyentródenuevoenlacasa.—Voyaversitumadrenecesitaalgo.Los tres amigos se quedaron clavados en el porche, silenciosos como tumbas.

Trasunossegundos,Rolandrompióelsilencio.—Losiento…Aliciaasintió.Alpocolaambulanciaenfilólacarreterayseacercóalacasa.El

médicosalióa recibirla.Encuestióndeminutos, losdosenfermerosentraronen lacasaysacaronenunacamillaaIrina,envueltaenunamanta.Maxcazóalvuelounavisióndelrostroblancocomolacaldesuhermanapequeñaysintióqueelestómagose le caía a los pies.AndreaCarver, con el rostro crispado y los ojos hinchados yenrojecidos,subióalaambulanciaydirigióunaúltimamiradadesesperadaaAliciayaMax.Los enfermeros corrierona suspuestos.MaximilianCarver se acercóa losdoshermanos.

—Nome gusta que os quedéis solos. Hay un pequeño hotel en el pueblo; talvez…

—Nonosvaapasarnada,papá.Ahoranotepreocupesporeso—repusoAlicia.—Llamarédesdeelhospitalyosdejaréelnúmero.Noséeltiempoqueestaremos

fuera.Nosésihayalgoque…—Ve,papá—cortóAlicia,abrazandoasupadre—.Todosaldrábien.Maximilian Carver esbozó una última sonrisa entre lágrimas y subió a la

ambulancia. Los tres amigos contemplaron en silencio las luces de la ambulancia

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perderse en la distancia mientras los últimos rayos del sol languidecían sobre elmantopúrpuradelcrepúsculo.

—Todosaldrábien—repitióAliciaparasímisma.Una vez se hubieron procurado ropa seca (Alicia le prestó a Roland unos

pantalonesyunacamisaviejosdesupadre),laesperadelasprimerasnoticiassehizointerminable. Las lunas sonrientes de la esfera del reloj de Max indicaban quefaltaban apenas unos minutos para las once de la noche cuando sonó el teléfono.Alicia,queestabasentadaentreRolandyMaxenlosescalonesdelporche,selevantódeunsaltoycorrióalinteriordelacasa.Antesdequeelteléfonoacabaradesonarporsegundavez,tomóelauricularymiróaMaxyaRoland,asintiendo.

—Deacuerdo—dijo,trasunossegundos—.¿Cómoestámamá?Maxpodíaescucharelmurmullodelavozdesupadreatravésdelteléfono.—Notepreocupes—dijoAlicia—.No.Nohacefalta.Sí,estaremosbien.Llama

mañana.Aliciahizounapausayasintió.—Loharé—aseguró—.Buenasnoches,papá.Aliciacolgóelteléfonoymiróasuhermano.—Irina está en observación —explicó—. Los médicos han dicho que tiene

conmoción,perosigueencoma.Dicenquesecurará.—¿Seguroquehandichoeso?—replicóMax—.¿Ymamá?—Imagínatelo. De momento pasarán allí esta noche. Mamá no quiere ir a un

hotel.Volveránallamarmañanaalasdiez.—¿Yahoraqué?—preguntótímidamenteRoland.Aliciaseencogiódehombrosytratódedibujarunasonrisatranquilizadoraensu

rostro.—¿Alguientienehambre?—preguntóalosdosmuchachos.Maxsesorprendióasímismoaldescubrirqueestabahambriento.Aliciasuspiró

yesbozóunasonrisadecansancio.—Meparecequealostresnosvendríabiencenaralgo—concluyó—.¿Votosen

contra?En unos minutos,Max preparó unos bocadillos mientras Alicia exprimía unos

limones para hacer limonada. Los tres amigos cenaron en la banqueta del porche,bajolatenueclaridaddelfarolamarillentoqueondeabaalabrisanocturna,envueltoenunanubedanzantedepequeñasmariposasdelanoche.Frenteaellos,lalunallenase alzaba sobre elmar y confería a la superficie del agua la apariencia de un lagoinfinito de metal incandescente. Cenaron en silencio, contemplando el mar yescuchando el murmullo de las olas. Cuando hubieron dado buena cuenta de losbocadillosylalimonada,lostresamigosintercambiaronunamiradadecomplicidad.

—No creo que esta noche vaya a pegar ojo —dijo Alicia, incorporándose y

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oteandoelhorizontedeluzenelmar.—Nocreoqueningunopegueojoestanoche—corroboróMax.—Tengo una idea—dijo Roland con una sonrisa pícara en los labios—. ¿Os

habéisbañadoalgunavezporlanoche?—¿Esunabroma?—espetóMax.Sin mediar palabra, Alicia miró a los dos muchachos, los ojos brillantes y

enigmáticos, y se encaminó tranquilamente hacia la playa.Max contempló atónitocómosuhermanaseadentrabaenlaarenay,sinvolverlavistaatrás,sedesprendíadelvestidodealgodónblanco.Aliciasedetuvounossegundosalbordedelaorilla,lapielpálidaybrillantebajolaclaridadevanescenteyazuladadelaLuna,ydespués,lentamente,sucuerposesumergióenaquellainmensabalsadeluz.

—¿Novienes,Max?—dijoRoland,siguiendolospasosdeAliciaenlaarena.Max negó en silencio, observando cómo su amigo se zambullía en el mar y

escuchólasrisasdesuhermanaentreelsusurrodelmar.Permanecióallíensilencio,decidiendosiaquellapalpablecorrienteeléctricaque

parecíavibrarentreRolandysuhermana,unvínculoqueescapabaasudefiniciónyalquesesabíaajeno,leentristecíaono.MientraslosveíajuguetearenelaguaMaxsupo, probablemente antes de que ellosmismos lo advirtieran, que entre ambos seestaba forjando un estrecho lazo que habría de unirles como un destino irrebatibleduranteaquelverano.

Alpensarenellovinieronasumentelassombrasdelaguerraqueselibrabatancerca y a la vez tan lejos de aquella playa, una guerra sin rostro quemuy prontoreclamaríaasuamigoRolandy, talvez,aélmismo.Pensótambiénentodoloquehabíasucedidoduranteaquel largodía,desde lavisiónfantasmagóricadelOrpheusbajo lasaguas,el relatodeRolandenlacabañade laplayayelaccidentedeIrina.LejosdelasrisasdeAliciayRoland,unaprofundainquietudseapoderódesuánimo.Sentíaque,porprimeravezen suvida, el tiempo transcurríamás rápidode loquedeseabayqueyanopodíarefugiarseenelsueñodelosañospasados.Laruedadelafortunahabíaempezadoagirary,estavez,élnohabíatiradolosdados.

Mástarde,alalumbredeunaimprovisadahogueraenlaarena,Alicia,RolandyMaxhablaronpor primera vezde lo que les estaba rondando en la cabeza a todosdesde hacía horas. La luz dorada del fuego se reflejaba en los rostros húmedos ybrillantesdeAliciayRoland.Maxlesobservódetenidamenteysedecidióahablar.

—Nosécómoexplicarlo,perocreoquealgoestápasando—empezó—.Noséloquees,perohaydemasiadascoincidencias.Lasestatuas,esesímbolo,elbarco…

Maxesperabaqueamboslecontradijesenoqueconpalabrasdesensatezqueélnoacertabaaencontrar,letranquilizasenylehicieranverquesusinquietudesnoeransinoproductodeundíademasiadolargo,enelquehabíansucedidodemasiadascosasqueélsehabíatomadodemasiadoenserio.Sinembargo,nadadeesosucedió.Alicia

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yRolandasintieronensilencio,sinapartarlosojosdelfuego.—Túsoñasteconaquelpayaso,¿noesverdad?—preguntóMax.Aliciaasintió.—Hay algo que no os dije antes—continuóMax—.Anoche, cuando todos os

fuisteisadormir,volvíaver lapelículaqueJacobFleischmannhabía rodadoeneljardíndeestatuas.Yoestuveenesejardínhacedosdías.Lasestatuasestabanenotraposición, no sé, …es como si se hubiesen movido. Lo que yo vi no es lo quemostrabalapelícula.

Aliciamiró aRoland, que contemplaba hechizado la danza de las llamas en elfuego.

—Roland,¿nuncatehablótuabuelodetodoesto?Elmuchachopareciónohaberescuchadolapregunta.Aliciaposósumanosobre

ladeRolandyéstealzólamirada.—Hesoñadoconesepayasocadaveranodesdequetengocincoaños—dijoen

unhilodevoz.Maxleyóelmiedoenelrostrodesuamigo.—Creoquetendríamosquehablarcontuabuelo,Roland—dijoMax.Rolandasintiódébilmente.—Mañana—prometióconunavozcasiinaudible—.Mañana.

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Capítuloocho

Pocoantesdelamanecer,Rolandmontódenuevosubicicletaypedaleódevueltaa la casa del faro.Mientras recorría la carretera de la playa, un pálido resplandorámbarempezabaa teñirunabóvedadenubesbajas.Sumenteardíade inquietudyexcitación.Acelerólamarchahastaellímitedesusfuerzas,conlavanaesperanzadequeelcastigofísicoaplacaselosmilesdeinterrogantesytemoresquelegolpeabaninteriormente.

Unavezcruzada labahíadelpuertoy trasdirigirsehaciaelcaminoascendentequeconducíaalfaro,Rolanddetuvolabicicletayrecuperóelaliento.Enloaltodelosacantilados,elhazdelfarorebanabalasúltimassombrasde lanochecomounacuchilladefuegoatravésdelaniebla.Sabíaquesuabuelopermanecíatodavíaallí,expectanteysilencioso,yquenodejaríasupuestohastaquelaoscuridadsehubieradesvanecidocompletamentealaluzdelalba.Duranteaños,Rolandhabíaconvividoconaquellamalsanaobsesióndelancianosincuestionarsenilarazónnilalógicadesuconducta.Erasencillamentealgoquehabíaasimiladodeniño,unafacetamásdesuvidadiariaalaquehabíaaprendidoanodarimportancia.

Sin embargo, con el tiempo Roland había ido cobrando conciencia de que lahistoria del anciano hacía aguas. Pero nunca hasta hoy había comprendido tanclaramentequesuabuelolehabíamentidoo,almenos,nolehabíacontadotodalaverdad.Nodudabani por un instante de la honestidaddel viejo.Dehecho, con elpaso de los años su abuelo le había ido desvelando pedazo a pedazo las piezas deaquelextrañorompecabezascuyocentroparecíaahoratanclaro:eljardíndeestatuas.Unas veces con palabras pronunciadas en sueños; otras, las más, con respuestasincompletasalaspreguntasqueRolandleformulaba.

De algunamanera intuía que si su abuelo le habíamantenido almargen de susecreto,eraparaprotegerle.Aquelestadodegracia,sinembargo,parecíatocarasufinylahoradeenfrentarsealaverdadseadivinabacadavezmáspróxima.

Emprendiódenuevolamarchamientrastratabadeapartarporelmomentoaqueltemadesupensamiento.Llevabadespiertodemasiadashorasysucuerpoempezabaaacusar lafatiga.Unavez llegóa lacasadelfaro,dejó labicicletaapoyadasobre lacerca y entró en la casa sinmolestarse en encender la luz. Ascendió las escalerashastasuhabitaciónysedesplomósobrelacamacomounpesomuerto.

Desde la ventana de la habitación podía avistar el faro, que se alzaba a unostreintametros de la casa, y, recortándose tras las vidrieras de su atalaya, la siluetainmóvildesuabuelo.Cerrólosojosytratódeconciliarelsueño.

Losacontecimientosdeaquellajornadadesfilaronporsumente,desdelabajadasubmarinaalOrpheusalaccidentedelapequeñahermanadeAliciayMax.Rolandpensóqueeraextrañoyreconfortantealavezcomprobarcómotansólounashoras

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juntosloshabíanunidotanto.Alpensarahoraenlasoledaddesuhabitación,enlosdos hermanos, sentía como si ellos fuesen desde aquel día sus dos amigos másíntimos, los dos compañeros con los que compartiría todos sus secretos y susinquietudes. Comprobó que sólo el hecho de pensar en ellos le transmitía unasensacióndeseguridadycompañíayque,encorrespondencia,élsentíaunaprofundalealtadygratitudporaquelpactoinvisiblequeparecíahaberlesunidoaquellanocheenlaplaya.

Cuandofinalmenteelcansanciopudomásquelaexcitaciónacumuladaalolargode todo el día, losúltimospensamientosdeRolandmientras descendía a un sueñoprofundoyreparadornofueronparalamisteriosaincertidumbrequesecerníasobreellosniparalasombríaposibilidaddeserllamadoafilasduranteelotoño.Aquellanoche,Rolandsedurmióplácidamenteenlosbrazosdeunavisiónquelehabríadeacompañardurante el restode suvida:Alicia, apenas envuelta en la claridadde laLuna,sumergíasupielblancaenunmardeluzdeplata.

Eldíaamanecióbajounmantodenubesoscurasyamenazantesqueseextendíandesde más allá del horizonte y filtraban una luz mortecina y neblinosa que hacíapensarenun fríodíade invierno.Apoyadoen labarandametálicadel faro,VíctorKraycontemplólabahíaasuspiesypensóquelosañosenelfarolehabíanenseñadoa reconocer la extraña y misteriosa belleza marchita de aquellos días plomizos yvestidosdetormentaquepresagiabanlaeclosióndelveranoenlacosta.

Desdelaatalayadelfaroelpuebloadquiríalacuriosaaparienciadeunamaquetacuidadosamente construida por un coleccionista. Más allá, enfilando al norte, seextendíalaplayacomounalíneablancainterminable.Endíasdesolintenso,desdeelmismolugardondeahoraoteabaVíctorKray,elcascodelOrpheuspodíadistinguirseclaramentebajoelmar,comosisetratasedeunenormefósilmecánicovaradoenlaarena. Aquellamañana, sin embargo, el mar semecía como un lago oscuro y sinfondo.Mientrasescrutabalasuperficie impenetrabledelocéano,VíctorKraypensóen los últimos veinte años que había pasado en aquel faro que él mismo habíaconstruido.Alecharlavistaatrás,sentíacadaunodeesosañoscomounapesadalosaasusespaldas.

Coneltiempo,laangustiasecretadeaquellaesperainterminablelehabíahechopensarquetalveztodohabíasidounailusiónyquesuobstinadaobsesiónlehabíaconvertido en el centinela de una amenaza que sólo había existido en su propiaimaginación.Pero,unavezmás,lossueñoshabíanvuelto.Porfin,losfantasmasdelpasadohabíandespertadodeunsueñodelargosañosyvolvíanarecorrerlospasillosdesumente.Yconellos,habíavueltoeltemordeseryademasiadoviejoydébilparaafrontarasuantiguoenemigo.

Desdehacíaañosapenasdormíamásdedoso treshorasdiarias;el restode su

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tiempolopasabaprácticamentesoloenelfaro.SunietoRolandteníaporcostumbredormirvariasnoches a la semana en su cabañade laplayayno era extrañoque aveces,durantedías,apenaspasaranjuntosunpardeminutos.Aquelalejamientodesu propio nieto al que Víctor Kray se había condenado voluntariamente leproporcionaba almenos una cierta paz de espíritu, pues tenía la certeza de que eldolorquesentíapornopodercompartiraquellosañosdelavidadelmuchachoeraelprecioquedebíapagarporlaseguridadylafelicidadfuturadeRoland.

Pese a todo, cada vez que desde la torre del faro veía cómo el muchacho sezambullíaenlasaguasdelabahíajuntoalcascodelOrpheus,sentíaqueselehelabala sangre. Nunca había querido que Roland tuviera constancia de ello y desde suniñezhabíarespondidoasuspreguntassobreelbarcoysobreelpasadotratandodenomentir y, a la vez, de no contarle la verdadera naturaleza de los hechos.El díaanterior,mientrascontemplabaaRolandyasusdosnuevosamigosen laplaya, sehabíapreguntadositalvezaquélnohabíasidoungraveerror.

Estos pensamientos le mantuvieron en el faro durante más tiempo del queacostumbrabaapasarcadamañana.Habitualmente,volvíaacasaantesdelasocho.VíctorKraymirósurelojycomprobóqueyapasabandelasdiezymedia.Descendiólaespiralmetálicadelatorreparaencaminarsehacialacasayaprovecharlasescasashoras de sueño que su cuerpo le permitía. Por el camino, vio que la bicicleta deRolandestabaallíyqueelmuchachohabíavenidoapasarlanoche.Cuandoentróenlacasa,tratandodenohacerruidoparanoalterarelsueñodesunieto,descubrióqueRolandleesperaba,sentadoenunadelasviejasbutacasdelcomedor.

—Nopodíadormir,abuelo—dijoRoland, sonriendoalanciano—.Hedormidoun par de horas como un tronco y después me he despertado de golpe sin podervolvermeadormir.

—Séloqueeseso—contestóVíctorKray—,peroconozcountrucoinfalible.—¿Cuáles?—inquirióRoland.Elancianoexhibiósupícarasonrisa,capazdearrebatarlesesentaañosdeencima.—Ponerseacocinar.¿Tieneshambre?Roland consideró la pregunta. Lo cierto es que la imagen de tostadas con

mantequilla, mermelada y huevos escalfados le producía un cosquilleo en elestómago.Sindarlemasvueltas,asintió.

—Bien—dijoVíctorKray—.Túseráselpinche.Andando.Rolandsiguióasuabuelohastalacocinaysedispusoaseguirlasinstrucciones

delanciano.—Comoyosoyel ingeniero—explicóVíctorKray—,yo freiré loshuevos.Tú

preparalastostadas.Encuestióndeminutos,abueloynietoconsiguieronllenarlacocinadehumoe

impregnar la casa de aquel aroma irresistible a desayuno recién preparado. Luego,

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ambossesentaronfrenteafrentealamesadelacocinaybrindaronconsendosvasosrebosantesdelechefresca.

—Eldesayunodelagentequetienequecrecer—bromeóVíctorKray,atacandoconvoracidadfingidasuprimeratostada.

—Ayerestuveenelbarco—dijoRolandenvozbaja,bajandolavista.—Losé—dijoysiguiósonriendoymasticando—.¿Algunanovedad?Rolanddudóunsegundo,dejóelvasodelecheymiróalancianoquetratabade

mantenersusemblanterisueñoydespreocupado.—Creoquealgomaloestáocurriendo,abuelo—dijofinalmente—,algoquetiene

queverconunasestatuas.VíctorKraysintióqueseleformabaunnudodeaceroenelestómago.Dejóde

masticaryabandonólatostadaamediocomer.—Esteamigomío,Max,havistocosas—continuóRoland.—¿Dóndevivetuamigo?—preguntóelanciano,convozserena.—EnlaviejacasadelosFleischmann,enlaplaya.VíctorKrayasintiólentamente.—Roland,cuéntametodoloquetúytusamigoshabéisvisto.Porfavor.Roland se encogiódehombrosy relató las incidenciasde losúltimosdosdías,

desdequehabíaconocidoaMaxhastalanochequeacababadefinalizar.Cuando hubo terminado su relato, miró a su abuelo, tratando de leer sus

pensamientos.Elanciano,imperturbable,lededicóunasonrisatranquilizadora.—Acabatudesayuno,Roland—indicó.—¿Pero?…—protestóelmuchacho.—Luego, cuando hayas acabado, ve a buscar a tus amigos y tráelos aquí —

explicóelanciano—.Tenemosmuchodequéhablar.A las 11.34 de aquellamañana,Maximilian Carver telefoneó desde el hospital

paracomunicarasushijoslasúltimasnovedades.LapequeñaIrinaseguíamejorandolentamente,perolosmédicostodavíanoseatrevíanaasegurarqueestuviesefueradepeligro.Aliciacomprobóquelavozdesupadrereflejabaunaciertacalmayquelopeorhabíapasadoya.

Cincominutosmás tarde, el teléfono sonó de nuevo.Esta vez eraRoland, quellamaba desde el café del pueblo.Almediodía, se encontrarían en el faro.CuandoAliciacolgóelteléfono,lamiradahechizadaqueRolandledirigiólanocheanteriorenlaplayavolvióasumente.Sesonrióasímismaysalióalporche,paracomunicaraMaxlasnoticias.Distinguiólasiluetadesuhermanosentadoenlaarena,mirandoelmar.Enelhorizonte,losprimerosdestellosdeunatormentaeléctricaencendieronunatracadeluzenlabóvedadelcielo.Aliciacaminóhastalaorillaysesentójuntoasu hermano. El aire frío de aquellamañana lemordía la piel y deseó haber traídoconsigounbuenjersey.

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—HallamadoRoland—dijoAlicia—.Suabueloquierevernos.Maxasintióensilencio,sinapartarlamiradadelmar.Unrayoquecaíasobreel

océanoquebrólalíneadelcielo.—¿Te gusta Roland, verdad?—preguntóMax, jugueteando con un puñado de

arenaentrelosdedos.Aliciaconsiderólapreguntadesuhermanoduranteunossegundos.—Sí—contestó—.Ycreoqueyotambiénlegustoaél.¿Porqué,Max?Max se encogió de hombros y lanzó el puñado de arena hasta la línea donde

rompíalamarea.—Nosé—dijoMax—.PensabaenloquedijoRolanddelaguerrayeso.Quea

lomejorlereclutabandespuésdelverano…Esigual.Supongoquenoesasuntomío.Alicia se volvió a su hermano pequeño y buscó la mirada evasiva de Max.

Arqueaba las cejas del mismo modo que Maximilian Carver y sus ojos grisesreflejaban,comosiempre,unmardenerviossepultadosarasdepiel.

AliciarodeóconsubrazoloshombrosdeMaxylebesóenlamejilla.—Vamosdentro—dijo,sacudiendolaarenaquese lehabíaadheridoalvestido

—.Aquíhacefrío.

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Capítulonueve

Cuando llegaron al pie del camino que ascendía al faro, Max sintió que losmúsculos de sus piernas se convertirían en mantequilla en cuestión de segundos.Antesdepartir,Aliciasehabíaofrecidoacogerlaotrabicicletaquetodavíadormíaenlasombradelcobertizo,peroMaxhabíadesdeñadolaidea,ofreciéndoseallevarlatal y como Roland había hecho el día anterior. Un kilómetro después,Max habíaempezadoaarrepentirsedesubravata.

Comosisuamigohubieseintuidosusufrimientodurantelalargamarcha,Rolandesperabaconsubicicletaen labocadelcamino.Alverlo,Maxdetuvo lamarchaydejóquesuhermanadescendiese.Respiróprofundamenteysemasajeó losmuslos,agarrotadosporelesfuerzo.

—Creoquehasencogidounos4ó5centímetros—dijoRoland.Maxdecidiónodesperdiciaralientocontestandoalabroma.Sinmediarpalabra,

AliciasubióalabicicletadeRolandyemprendierondenuevoelcamino.Maxesperóunossegundosantesdeempezarapedalearotravez,cuestaarriba.Yasabíaenquéibaagastarsuprimersueldo:enunamotocicleta.

El pequeñocomedorde la casadel faroolía a café reciénhechoy a tabacodepipa.Elpisoylasparedeserandemaderaoscuray,almargendeunainmensalibreríayalgunosobjetosmarinosqueMaxnopudoidentificar,apenasestabadecorado.Unhogar para quemar leña y una mesa recubierta de un manto de terciopelo oscurorodeadadeviejasbutacasdepieldescoloridaerantodoellujoconelqueVíctorKraysehabíarodeado.

Rolandindicóasusamigosquetomasenasientoenlasbutacasyseacomodóenunasillademaderaentreambos.Esperarondurantecincominutos,sinapenascruzarpalabra,mientraslospasosdelancianoseescuchabanenelpisodearriba.

Finalmente, el viejo farero hizo su aparición.No era tal y comoMax lo habíaimaginado.VíctorKrayeraunhombredemedianaestatura,tezpálidayunagenerosamatadepeloplateadoconquecoronabaunrostroquenoreflejabasuverdaderaedad.

Sus ojos verdes y penetrantes recorrieron lentamente el semblante de los doshermanos,comositratasedeleersuspensamientos.Maxsonriónerviosamenteantelamiradaescrutadoradelanciano.VíctorKraylecorrespondióconunaafablesonrisaqueiluminósusemblante.

—Sois la primera visita que recibo enmuchos años—dijo el farero, tomandoasiento en una de las butacas—. Tendréis que disculpar mis modales. De todosmodos,cuandoyoerauncrío,pensabaquetodoesodelacortesíaeraunasoberanaestupidez.Ytodavíalopienso.

—Nosotrosnosomoscríos,abuelo—dijoRoland.—Cualquieramásjovenqueyoloes—respondióVíctorKray—.Túdebesdeser

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Alicia.Ytú,Max.Nohayquesermuylistoparadeducirlo,¿eh?Aliciasonriócálidamente.Nohacíadosminutosquelohabíaconocido,peroel

talantesocarróndelancianoleresultabaencantador.Max,porsuparte,estudiabaelrostrodelanciano, tratandode imaginarleencerradoenaquel farodurantedécadas,guardiándelsecretodelOrpheus.

—Séloquedebéisdeestarpensando—explicóVíctorKray—.¿Esverdadtodoloquehemosvistoocreemoshabervistoestosúltimosdías?Laverdadesquenuncapenséquellegaríaelmomentoenquetuviesequehablardeestetemaconnadie,nisiquieraconRoland.Perosiempresucede locontrariode loqueesperamos,¿noesasí?

Nadielecontestó.—Estábien.Algrano.Loprimeroesquemecontéistodoloquesabéis.Ycuando

digo todoes«todo». Incluyendo losdetallesqueospuedanparecer insignificantes.Todo.¿Entendido?

Maxmiróasuscompañeros.—¿Empiezoyo?—sugirió.Alicia y Roland asintieron. Víctor Kray le hizo una seña para que iniciase su

relato.Durante la siguientemediahora,Max relatósinpausacuanto recordabaante la

mirada atenta del anciano, que escuchó sus palabras sin el menor asomo deincredulidadni,comoesperabaMax,deasombro.

CuandoMaxhubofinalizadosuhistoria,VíctorKraytomósupipaylapreparómetódicamente.

—Noestámal—murmuró—.Noestámal…El farero encendió la pipa y una nube de humo de aroma dulzón inundó la

estancia.VíctorKraysaboreólentamenteunabocanadadelapicaduraespecialyserelajó en su butaca. Luego,mirando a los ojos a cada uno de los tresmuchachos,empezóahablar…

«Esteotoñocumplirésetentaydosañosy,aunquemequedaelconsuelodequeno losaparento,cadaunodeellosmepesacomouna losaa laespalda.Laedad tehace ver ciertas cosas. Por ejemplo, ahora sé que la vida de un hombre se dividebásicamenteentresperíodos.Enelprimero,unonisiquierapiensaqueenvejecerá,niqueeltiempopasanique,desdeelprimerdía,cuandonacemos,caminamoshaciaunúnicofin.Pasadalaprimerajuventud,empiezaelsegundoperíodo,enelqueunosedacuentade la fragilidadde lapropiaviday loqueenunprincipioesunasimpleinquietudvacreciendoenelinteriorcomounmardedudaseincertidumbresqueteacompañan durante el resto de tus días. Por último, al final de la vida, se abre eltercerperíodo,eldelaaceptacióndelarealidady,consecuentemente,laresignacióny laespera.Alo largodemividaheconocidoamuchaspersonasquesequedaron

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ancladasenalgunodeesosestadiosynuncalograronsuperarlos.Esalgoterrible».VíctorKray comprobóque los tresmuchachos le observaban atentamente y en

silencio,perocadaunadesusmiradasparecíapreguntarsedequéestabahablando.Sedetuvoasaborearunabocanadadesupipaysonrióasupequeñaaudiencia.

«Éseesuncaminoquecadaunodenosotrosdebeaprenderarecorrerensolitario,rogando a Dios que le ayude a no extraviarse antes de llegar al final. Si todosfuésemoscapacesdecomprenderaliniciodenuestravidaestoqueparecetansimple,buenaparte de lasmiserias y penas de estemundono llegaría a producirse jamás.Pero, y ésa es una de las grandes paradojas del universo, sólo se nos concede esagraciacuandoyaesdemasiado tarde.Finde la lección.Ospreguntaréisporquéosexplicotodoesto.Oslodiré.Aveces,unaentreunmillón,ocurrequealguien,muyjoven,comprendequelavidaesuncaminosinretornoydecidequeesejuegonovacon él. Es como cuando decides hacer trampas en un juego que no te gusta. Lamayoríade lasveces tedescubreny la trampaseacaba.Perootras, el trampososesaleconlasuya.Ycuandoenvezdejugarcondadosonaipes,sejuegaconlavidaylamuerte,esetrampososeconvierteenalguienmuypeligroso.

»Hacemuchísimotiempo,cuandoyoteníavuestraedad,lavidacruzómidestinocon uno de los mayores tramposos que han pisado este mundo. Nunca llegué aconocersuverdaderonombre.Enelbarriopobredondeyovivía,todosloschicosdelacalle leconocíancomoCaín.Otros le llamabanelPríncipede laNiebla,porque,segúnlashabladurías,siempreemergíadeunadensanieblaquecubríaloscallejonesnocturnosy,antesdelalba,desaparecíadenuevoenlatiniebla.

»Caín era un hombre joven y bien parecido, cuyo origen nadie sabía explicar.Todaslasnoches,enalgunodeloscallejonesdelbarrio,Caínreuníaalosmuchachosharapientos y cubiertos por lamugre y el hollín de las fábricas y les proponía unpacto.Cadaunopodíaformularundeseoyélloharíarealidad.Acambio,Caínsólopedíaunacosa: la lealtadabsoluta.Unanoche,Angus,mimejoramigo,mellevóaunade las reunionesdeCaíncon loschicosdelbarrio.El talCaínvestíacomouncaballerosalidodelaóperaysiempresonreía.Susojosparecíancambiardecolorenlapenumbraysuvozeragraveypausada.Segúnloschicos,Caíneraunmago.Yo,quenohabíacreídounasolapalabradetodaslashistoriasquesobreélcirculabanenel barrio, venía aquella nochedispuesto a reírmedel supuestomago.Sin embargo,recuerdoque,antesupresencia,cualquierasomodeburlasepulverizóenelaire.Encuantolevi,loúnicoquesentífuemiedoy,pordescontado,meguardédepronunciaruna sola palabra. Aquella noche varios de los chavales de la calle formularon susdeseosaCaín.Cuandotodoshubieronterminado.CaíndirigiósumiradadehieloalrincóndondeestábamosmiamigoAngusyyo.Nospreguntósinosotrosnoteníamosnadaquepedir.Yomequedéclavado,peroAngus,antemisorpresa,habló.Supadrehabíaperdidoelempleoaqueldía.Lafundiciónenlaquetrabajabalagranmayoría

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delosadultosdelbarrioestabadespidiendopersonalysustituyéndolospormáquinasque trabajabanmáshorasynoabrían laboca.Losprimerosen ir a lacallehabíansidoloslíderesmásconflictivosentrelostrabajadores.ElpadredeAngusteníacasitodoslosnúmerosenaquellarifa.

»Desdeaquellamismatarde,elsacaradelanteaAngusysuscincohermanosquese apilaban en una miserable casa de ladrillo podrido por la humedad se habíaconvertidoenunimposible.Angus,conunhilodevoz,formulósupeticiónaCaín:que su padre fuera readmitido en la fundición.Caín asintió y, tal comome habíanpredicho,caminódenuevohacialaniebla,desapareciendo.Aldíasiguiente,elpadredeAngusfueinexplicablementellamadodenuevoatrabajar.Caínhabíacumplidosupalabra.

»Dossemanasmástarde,Angusyyovolvíamosacasaporlanochedespuésdevisitarunaferiaambulantequesehabíainstaladoenlasafuerasdelaciudad.Paranoretrasarnosmásdelacuenta,decidimostomarunatajoyseguirelcaminodelaviejavíadetrenabandonada.CaminábamosporaquelparajesiniestroalaluzdelaLunacuandodescubrimosque, entre laniebla, emergíauna silueta envuelta enuna capacon una estrella de seis puntas dentro de un círculo y grabada en oro, caminandohacia nosotros por el centro de la vía muerta. Era el Príncipe de la Niebla. Nosquedamospetrificados.Caínseacercóanosotrosy,consusonrisahabitual,sedirigióaAngus. Le explicó que había llegado elmomento de que le devolviese el favor.Angus, visiblemente aterrorizado, asintió.Caín dijo que su petición era simple: unpequeñoajustedecuentas.Enaquellaépocaelpersonajemásricodelbarrio,elúnicorico en realidad, era Skolimoski, un comerciante polaco que poseía el almacén decomida y ropa en el que todo el vecindario compraba. La misión de Angus eraprender fuego al almacén de Skolimoski. El trabajo debía realizarse la nochesiguiente. Angus trató de protestar, pero las palabras no le llegaron a la garganta.Había algo en los ojos de Caín que dejaba muy claro que no estaba dispuesto aaceptarnadamásquelaobedienciaabsoluta.Elmagosemarchócomohabíavenido.

»Corrimosdevueltay,cuandodejéaAngusalapuertadesucasa,lamiradadeterrorquellenabasusojosmeencogióelcorazón.Aldíasiguientelebusquéporlascalles, pero no había ni rastro de él. Empezaba a temer quemi amigo se hubierapropuestocumplirlacriminalmisiónqueCaínlehabíaencomendadoydecidímontarguardiafrentealalmacéndeSkolimoskialcaerlanoche.Angusnuncasepresentóy,aquellamadrugada,latiendadelpolaconoardió.Mesentículpableporhaberdudadode mi amigo y supuse que lo mejor que podía hacer era tranquilizarle por que,conociéndolebien,debíadeestarescondidoensucasatemblandodemiedoantelaposible represalia del fantasmalmago.A lamañana siguienteme dirigí a su casa.Angusnoestabaallí.Con lágrimasen losojossumadremedijoquehabía faltadotodalanocheymerogóquelobuscaseylollevasedevueltaacasa.

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»Conelestómagoenunpuño, recorríelbarriodearribaabajosindejarniunosolo de sus apestosos rincones por rastrear. Nadie le había visto. Al atardecer,exhaustoysinsaberyadóndebuscar,unaoscuraintuiciónmeasaltó.VolvíalcaminodelaviejavíadeltrenyseguíelrastrodelosraílesquebrillabandébilmentebajolaLuna en la oscuridadde la noche.No tuveque caminar demasiado.Encontré amiamigo tendido en la vía, en el mismo lugar donde dos noches antes Caín habíaemergidodelaniebla.Quisebuscarsupulso,peromismanosnoencontraronpielenaquel cuerpo. Sólo hielo. El cuerpo de mi amigo se había transformado en unagrotesca figura de hielo azul y humeante que se fundía lentamente sobre los raílesabandonados.Entornoasucuello,unapequeñamedallamostrabaelmismosímboloque recordaba haber visto grabado en la capa de Caín, la estrella de seis puntasenvuelta en un círculo. Permanecí junto a él hasta que los rasgos de su rostro sedesvanecieronparasiempreenuncharcodelágrimasheladasenlaoscuridad.

»Aquella misma noche, mientras yo comprobaba horrorizado el destino de miamigo, el almacén de Skolimoski fue destruido en un terrible incendio. Nunca leexpliquéanadieloquemisojoshabíanpresenciadoaqueldía.

»Dosmesesmástarde,mifamiliasemudóalsur,lejosdeallíymuypronto,conelpasodelosmeses,empecéacreerqueelPríncipedelaNieblaerasólounrecuerdoamargo de los oscuros años vividos a la sombra de aquella ciudad pobre, sucia yviolentademiinfancia…Hastaquevolvíaverleycomprendíqueaquellonohabíasidomásqueelprincipio».

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Capítulodiez

«Mi siguiente encuentro con el Príncipe de la Niebla tuvo lugar durante unanocheenquemipadre,quehabíasidoascendidoatécnicojefedeunaplantatextil,nos llevó a todos a una gran feria de atracciones construida sobre un muelle demaderaqueseadentrabaenelmarcomounpalaciodecristalsuspendidoenelcielo.Alanochecer,elespectáculodelaslucesmulticoloresdelasatraccionessobreelmareraimpresionante.Yonuncahabíavistonadatanhermoso.Mipadreestabaeufórico:habíarescatadoasufamiliadeloqueparecíaunfuturomiserableenelnorteyahoraeraunhombredeposición,consideradoyconsuficientedineroenlasmanoscomopara que sus hijos disfrutasen de lasmismas diversiones que cualquier chico de lacapital.Cenamosprontoyluegomipadrenosdiounasmonedasacadaunoparaquelasgastásemosen loquemásnosapeteciese,mientrasélymimadrepaseabandelbrazocodeándoseconloslugareñostrajeadosylosturistasdepostín.

»Amímefascinabaunaenormenoriaquegirabasincesarenunodelosextremosdelmuelleycuyosreflejospodíanversedesdevariasmillasentodalacosta.Corríala cola de la noria y, mientras esperaba, reparé en una de las casetas que había aescasosmetros.Entretómbolasybarracasdetiro,unaintensaluzpúrpurailuminabalamisteriosa caseta de un tal Dr. Caín, adivino,mago y vidente, según rezaba uncarteldondeundibujantede tercera filahabíaplasmadoel rostrodeCaínmirandoamenazadoramentealoscuriososqueseacercabanalanuevaguaridadelPríncipedelaNiebla.Elcartely lassombrasqueelfarolpúrpuraproyectabasobrelacasetaleconferíanunaspectomacabroy lúgubre.Unacortina con la estrellade seispuntasbordadaennegrovelabaelpasoalinterior.

»Hechizado por aquella visión,me aparté de la cola de la noria yme acerquéhasta la entrada de la caseta. Estaba tratando de entrever el interior a través de laestrecharendijacuandolacortinaseabriódegolpeyunamujervestidadenegro,pielblanca como la leche y ojos oscuros y penetrantes hizo un gesto para invitarme apasar.Enelinteriorpudedistinguir,sentadotrasunescritorioalaluzdeunquinqué,aaquelhombrequehabíaconocidomuylejosdeallíconelnombredeCaín.Ungrangatooscurodeojosdoradosserelamíaasuspies.

»Sinpensarlodosveces, entréymedirigí hasta lamesadondemeesperaba elPríncipedelaNiebla,sonriente.Aúnrecuerdosuvoz,graveypausada,pronunciandomi nombre sobre elmurmullo de fondo de la hipnóticamúsica de organillo de uncarruselqueparecíaestarmuy,muylejosdeallí…

»—Víctor,mibuenamigo—susurróCaín—.Sinofueseunadivino,diríaqueeldestinodeseaunirnuestroscaminosdenuevo.

»—¿Quién es usted?—consiguió articular el jovenVíctor, mientras observabaporelrabillodelojoaaquellamujerfantasmalquesehabíaretiradoalassombrasde

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laestancia.»—ElDr.Caín.Elcartellodice—respondióCaín—.¿Pasandounbuenratocon

lafamilia?»Víctortragósalivayasintió.»—Eso es bueno—continuó elmago—.La diversión es como el láudano; nos

elevadelamiseriayeldolor,aunquesólofugazmente.»—Noséloqueeselláudano—replicóVíctor.»—Unadroga,hijo—respondióCaíncansinamente,desviandolavistahaciaun

relojquereposabaenunestanteasuderecha.»AVíctorleparecióquelasagujascorríanensentidoinverso.»—Eltiemponoexiste,poresonohayqueperderlo.¿Haspensadoyacuálestu

deseo?»—Notengoningúndeseo—contestóVíctor.»Caínseechóareír.»—Vamos, vamos. Todos tenemos no un deseo, sino cientos. Y qué pocas

ocasionesnosbrindalavidadehacerlosrealidad—Caínmiróalaenigmáticamujerconunamuecadecompasión—.¿Noescierto,querida?

»Lamujer,comosisetratasedeunsimpleobjetoinanimado,norespondió.»—Pero los hay con suerte,Víctor—dijoCaín, inclinándose sobre lamesa—,

comotú.Porquetúpuedeshacerrealidadtussueños,Víctor.Yasabescómo.»—¿Como hizo Angus?—espetó Víctor, que en aquel momento reparó en un

hechoextrañoquenopodíaalejardesupensamiento:Caínnopestañeaba,niunasolavez.

»—Un accidente, amigomío.Un desgraciado accidente—dijoCaín adoptandountonoapenadoyconsternado—.Esunerrorcreerquelossueñossehacenrealidadsinofrecernadaacambio.¿Noteparece,Víctor?Digamosquenoseríajusto.Angusquisoolvidarciertasobligacionesyesonoestolerable.Peroelpasado,pasadoestá.Hablemosdelfuturo,detufuturo.

»—¿Eseso loquehizousted?—preguntóVíctor—.¿Hacer realidadundeseo?¿Convertirseenloqueesahora?¿Quétuvoquedaracambio?

»CaínperdiósusonrisadereptilyclavósusojosenVíctorKray.Elmuchachotemió por un instante que aquel hombre se abalanzara sobre él, dispuesto adespedazarlo.Finalmente,Caínsonriódenuevoysuspiró.

»—Unjoveninteligente.Esomegusta,Víctor.Sinembargo,tequedamuchoporaprender.Cuandoestéspreparado,venporaquí.Yasabescómoencontrarme.Esperovertepronto.

»—Lo dudo—respondióVíctormientras se incorporaba y caminaba de vueltahacialasalida.

»Lamujer,comounamarionetarotaalaquesúbitamentelehubiesenestiradoun

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cordel,empezóacaminardenuevo,enunamagodeacompañarle.Aunospasosdelasalida,lavozdeCaínsonódenuevoasusespaldas.

»—Unacosamás,Víctor.Respectoalodelosdeseos.Piénsalo.Laofertaestáenpie.Talvezsia tino te interesa,algúnmiembrode tu flamante familia feliz tengaalgúnsueñoinconfesableescondido.Ésossonmiespecialidad…

»Víctor no se detuvo a contestar y salió de nuevo al aire fresco de la noche.Respiróprofundamenteysedirigióapasorápidoabuscarasufamilia.Mientrassealejaba, la risa delDr. Caín se perdió a sus espaldas como el canto de una hiena,enmascaradaenlamúsicadelcarrusel».

Max había escuchado hechizado el relato del anciano hasta aquel punto sinatreverse a formular una sola de las miles de preguntas que bullían en su mente.VíctorKrayparecióleersupensamientoyleseñalóconundedoacusador.

—Paciencia, jovencito. Todas las piezas irán encajando a su tiempo. Prohibidointerrumpir.¿Deacuerdo?

AunquelaadvertenciaibadirigidaaMax,lostresamigosasintieronalunísono.—Bien,bien…—murmuróparasíelfarero.«Aquellamismanochedecidíapartarmeparasiempredeaquelindividuoytratar

de borrar de mi mente cualquier pensamiento referido a él. Y no era fácil. Fuesequienfuese,elDr.Caínteníalararahabilidaddeclavárseleaunocomounadeesasastillasque,cuantomástratasdesacar,máshondoseintroducenenlapiel.Nopodíahablardeaquelloconnadie,amenosquequisieraquemetomasenporunlunático,ynopodíaacudiralapolicía,porquenohubierasabidonipordóndeempezar.Comoesprudentehacerenestoscasos,dejépasareltiempo.

»Nosibabienennuestronuevohogarytuvelaocasióndeconoceraunindividuoquemeayudómucho.SetratabadeunreverendoqueimpartíaclasesdeMatemáticasyFísicaenlaescuela.Aprimeravistaparecíaandarsiempreporlasnubes,peroeraun hombre de una inteligencia que sólo podía compararse con la bondad que seesforzabaenocultartrasunamuyconvincentepersonificacióndelcientíficolocodelpueblo.Élmeanimóaestudiarafondoyadescubrirlasmatemáticas.Noesextrañoque,trasunosañosasucargo,mivocaciónporlascienciassehiciesecadavezmásclara. En principio quise seguir sus pasos y dedicarme a la enseñanza, pero elreverendomeclavóunareprimendainmensaymedijoqueloqueteníaquehacereraira launiversidad,estudiarFísicayconvertirmeenelmejor ingenieroquehubiesepisadoelpaís.Oeso,omeretirabalapalabraenelacto.

»Fue él quien me consiguió la beca para la universidad y quien realmenteencaminómividahacia lo quehubiera podido ser.Murióuna semana antes demigraduación.Yanomeavergüenzadecirquesentítantoomássudesapariciónquelademipropiopadre.En launiversidad tuveocasiónde intimarconquienhabríade

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llevarmedenuevoaencontrarmeconelDr.Caín:un jovenestudiantedemedicinapertenecienteauna familiaescandalosamente rica (oesomeparecíaamí) llamadoRichard Fleischmann. Efectivamente, el futuroDoctor Fleischmann que, añosmástarde,haríaconstruirlacasadelaplaya.

»RichardFleischmanneraunjovenvehementeymuydadoalasexageraciones.Estaba acostumbrado a quedurante toda su vida las cosas hubiesen resultado tal ycomo él las deseaba y cuando, por cualquier motivo, algo contradecía susexpectativas, montaba en cólera con el mundo. Una ironía del destino fue la quequiso hacernos amigos: nos enamoramos de lamismamujer,EvaGray, la hija delmásinsoportableytiranocatedráticodeQuímicadelcampus.

»Al principio, salíamos los tres juntos y hacíamos excursiones los domingos,cuandoelogrodeTheodoreGraynoloimpedía.Peroestearreglonodurómucho.LomáscuriosodelcasoesqueFleischmannyyo,lejosdeconvertirnosenrivales,noshicimoscompañerosinseparables.CadanochequedevolvíamosaEvaalacuevadelogro,hacíamoselcaminodevuelta juntos,sabiendoque, tardeo temprano,unodelosdossequedaríafueradeljuego.

»Hastaqueesedíallegó,pasamoslosdosmejoresañosquerecuerdodemivida.Perotodotieneunfin.Eldenuestrotríoinseparablellególanochedelagraduación.Aunquehabíaconseguido todos los laureles imaginables,mialmasearrastrabaporlos suelosa causade lapérdidademiviejo tutoryEvayRicharddecidieronque,aunqueyonobebía,aquellanochedebíanemborracharmeyahuyentarlamelancolíademi espíritu por todos losmedios.Ni quedecir tieneque el ogroTheodore, quepeseaestarsordocomounatapiaparecíaescucharatravésdelasparedes,descubrióelplanylaveladaacabóconFleischmannyyosolos,borrachoscomounacuba,enunaapestosa tabernaen laquenosentregamosaelogiar alobjetodenuestroamorimposible,EvaGray.

»Aquellamismanoche,dandotumbosdevueltaalcampus,unaferiaambulantepareció emerger de la niebla junto a la estación del tren. Fleischmann y yo,convencidos de que una vuelta en el carrusel sería la cura infalible para nuestroestado,nosadentramosenlaferiayacabamosenlapuertadelabarracadelDr.Caín,adivino,magoyvidente,comoseguíarezandoelsiniestrocartel.Fleischmanntuvounaideagenial.Entraríamosylepediríamosaladivinoquenosdesvelaseelenigma:¿aquiéndelosdosescogeríaEva?Peseamiaturdimiento,mequedabaelsuficientesentido en el cuerpo como para no entrar, pero no la fortaleza para detener a miamigo,quesesumergiódecididoenlabarraca.

»Supongoqueperdíelsentidoporquenorecuerdomuybienlashorassiguientes.Cuando recobré el conocimiento, en la agonía de un atroz dolor de cabeza,Fleischmann y yo estábamos tendidos sobre un viejo banco de madera. Estabaamaneciendoy los carromatos de la feria habían desaparecido, como si todo aquel

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universodeluces,ruidoygentíodelanocheanteriorhubierasidounasimpleilusióndenuestrasmentesebriasporelalcohol.Nosincorporamosycontemplamoselsolardesiertoanuestroalrededor.Preguntéamiamigosirecordabaalgodelamadrugadaanterior.Haciendounesfuerzo,Fleischmannmedijoquehabíasoñadoqueentrabaen la barraca de un adivino y, a la pregunta de cuál era su mayor deseo, habíarespondidoquedeseabaobtenerelamordeEvaGray.Luegoserió,bromeandosobrela resacamonumental que nos castigaba, convencido de que nada de todo aquellohabíasucedido.

»Dosmesesdespués,EvaGrayyRichardFleischmanncontraíanmatrimonio.Nisiquierameinvitaronalaboda.Novolveríaaverlosen25largosaños.

»Un día lluvioso de invierno, un hombre envuelto en una gabardiname siguiódesde el despacho hasta mi casa. Desde la ventana del comedor, pude ver que elextrañoseguíaabajo,vigilándome.Dudéunossegundosybajéalacalle,dispuestoadesenmascararalmisteriosoespía.EraRichardFleischmann,tiritandodefríoyconel rostro ajado por los años. Sus ojos eran los de un hombre que hubiera vividoperseguidotodasuvida.Mepreguntécuántosmeseshacíaquemiantiguoamigonodormía.Hicequesubieseacasayleofrecíuncafécaliente.Sinatreverseamirarmeala cara, me preguntó por aquella noche enterrada años atrás en la barraca del Dr.Caín.

»Sin ánimos para cortesías, le pregunté qué era lo que Caín le había pedido acambiodehacerrealidadsudeseo.Fleischmann,conelrostroembargadodemiedoyvergüenza,searrodillófrenteamí,suplicandomiayudaentrelágrimas.Nohicecasodesuslamentosyleexigíquemecontestase.¿QuéhabíaprometidoalDr.Caínenpagoasusservicios?

»Miprimerhijo,mecontestó.Leprometímiprimerhijo…»Fleischmann me confesó que durante años había estado administrando a su

esposa,sinéstasaberlo,unadrogaqueleimpedíaconcebirhijoalguno.Sinembargo,alcabodelosaños,EvaFleischmannsehabíasumidoenunaprofundadepresiónylaausencia de la tan deseada descendencia había convertido el matrimonio de losFleischmann en un infierno. Fleischmann temía que, si Eva no concebía un hijo,prontoenloqueceríaosesumiríaenunatristezatanprofundaquesuvidaseapagaríalentamentecomounavelasinaire.Medijoquenoteníaaquiénrecurrirymesuplicómiperdónymiayuda.Finalmente,ledijequeleayudaría,peronoporél,sinoporelvínculoquetodavíameuníaaEvaGrayyenrecuerdoanuestraviejaamistad.

»AquellamismanocheexpulséaFleischmanndemicasa,peroconunaintenciónmuy diferente a la que aquel hombre que un día yo había considerado mi amigointuía. Le seguí bajo la lluvia y crucé la ciudad tras sus pasos.Me pregunté amímismoporquéestabahaciendoaquello.LasolaideadequeEvaGray,quemehabíarechazado cuando ambos éramos jóvenes, tuviese que entregar su hijo a aquel

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miserablebrujomerevolvíalasentrañasymebastabaparaenfrentarmedenuevoalDr.Caín,aunquemijuventudyasehabíaevaporadoycadavezeramásconscientedequetalvezsaliesemalparadodeljuego.

»Las andanzas deFleischmannme llevaron hasta la nueva guarida demi viejoconocido,elPríncipedelaNiebla.Uncircoambulanteeraahorasuhogary,paramisorpresa,elDr.Caínhabía renunciadoasugradodeadivinoyvidenteparaasumirahora una nueva personalidad, más modesta, pero más acorde con su sentido delhumor. Ahora era un payaso que actuaba con el rostro pintado de blanco y rojo,aunque susojosdecolor cambiantedelatarían su identidad incluso trasdocenasdecapasdemaquillaje.ElcircodeCaínmanteníalaestrelladeseispuntasenloaltodeunastayelmagosehabíarodeadoahoradeunasiniestracohortedecompinchesque,bajolaaparienciadeferiantesitinerantes,parecíanesconderalgomásoscuro.Espiédurante dos semanas el circo de Caín y pronto descubrí que la carpa raída yamarillenta enmascaraba a una peligrosa banda de embaucadores, criminales yladronesquepracticaban larapiñaallípordondepasaban.Averigüé tambiénque lapocaeleganciadelDr.Caínalahoradeelegirasusesclavoslehabíallevadoadejartrasdesíunaestridentepistadecrímenes,desaparicionesyrobosquenoescapabaala policía local, queolfateabade cerca el hedor a corrupciónque se desprendía deaquelfantasmagóricocirco.

»Porsupuesto,Caíneraconscientedelasituaciónyporellohabíadecididoqueélysusamigosdebíandesaparecerdelpaíssinperdertiempo,perodeunmododiscretoy, preferiblemente, al margen de molestos trámites policiales. De este modo,aprovechandounadeudadejuegoqueoportunamenteleservíaenbandejalatorpezadelcapitánholandés,elDr.CaínconsiguióembarcarenelOrpheusaquellanoche.Yyo,conél.

»Loquesucediólanochedelatormentaesalgoqueniyomismopuedoexplicar.UnterribletemporalarrastróalOrpheusdevueltahacialacostaylolanzócontralasrocas, abriendo una vía de agua en el casco que hundió el buque en cuestión desegundos.Yo estaba oculto en uno de los botes salvavidas, que salió despedido alembarrancarelbuqueenlarocayfuelanzadoporeloleajehastalaplaya.Sóloasípude salvarme. Caín y sus secuaces viajaban en la sentina, ocultos bajo cajas portemor a un posible control militar en el canal a media travesía. Probablemente,cuandoelaguahelada inundólasentrañasdelcasco,nisiquieraentendieron loqueestabasucediendo»…

—Aúnasí—interrumpiófinalmenteMax—,noseencontraronloscuerpos.VíctorKraynegó.—Amenudo,entemporalesdeestanaturalezaelmarsellevaconsigoloscuerpos

—apuntóelfarero.—Perolosdevuelve,aunqueseadíasdespués—replicoMax—.Loheleído.

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—Nocreastodoloquelees—dijoelanciano—,aunqueenestecasoseacierto.—¿Quépudosucederentonces?—inquirióAlicia.—Duranteañoshe tenidouna teoríaqueniyomismocreía.Ahora todoparece

confirmarla…«FuielúnicosupervivientedelnaufragiodelOrpheus.Sinembargo,alrecuperar

el conocimientoenelhospital, comprendíquealgoextrañohabía sucedido.Decidíconstruirestefaroyquedarmeavivirenestelugar,peroesapartedelahistoriayalaconocéis.SabíaqueaquellanochenosignificabaladesaparicióndelDr.Caín,sinounparéntesis.Poresohepermanecidoaquítodosestosaños.Coneltiempo,cuandolospadresdeRolandmurieron,yomehicecargodeélyél,acambio,hasidomiúnicacompañíaenmiexilio.

»Peroesonoestodo.Conlosañoscometíotroerrorfatal.MepuseencontactoconEvaGray.Supongoquequeríasabersitodoporloquehabíapasadoteníaalgúnsentido.Fleischmannseadelantóamíy,alconocermiparadero,vinoavisitarme.Leexpliquélosucedidoyaquelloparecióliberarledetodoslosfantasmasquelehabíanatormentadoduranteaños.Decidióconstruirlacasadelaplayaypocodespuésnacióel pequeño Jacob.Fueron losmejores años en la vidadeEva.Hasta lamuerte delniño.

»EldíaqueJacobFleischmannseahogó,supequeelPríncipedelaNieblanosehabíamarchadojamás.Habíapermanecidoenlasombra,esperando,sinprisa,aquealguna fuerza le trajesedenuevoalmundode losvivos.Ynada tiene tanta fuerzacomounapromesa»…

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Capítuloonce

Cuando el viejo farero hubo finalizado su relato, el reloj deMax indicaba queapenas faltabanunosminutospara las cincode la tarde.Afuera,unadébil lloviznahabía empezado a caer sobre la bahía y el viento que venía delmar golpeaba coninsistencialospostigosdelasventanasdelacasadelfaro.

—Seacercauna tormenta—dijoRoland,oteandoelhorizonteplomizosobreelocéano.

—Max,tendríamosquevolveracasa.Papállamarápronto—murmuróAlicia.Max asintió sin demasiada convicción. Necesitaba considerar cuidadosamente

todo lo que el anciano había explicado y tratar de encajar las piezas delrompecabezas.Elanciano,alqueelesfuerzopor recordar suhistoriaparecíahabersumidoenunsilencioapático,mirabaalvacíodesdesubutaca,ausente.

—Max…—insistióAlicia.Maxseincorporóydirigióunsaludosilenciosoalanciano,quelecorrespondió

conunmínimoasentimiento.Rolandobservóalviejofareroduranteunossegundosyluegoacompañóasusamigosalexterior.

—¿Yahoraqué?—preguntóMax.—Yonoséquépensar—afirmóAlicia,encogiéndosedehombros.—¿NocreeslahistoriadelabuelodeRoland?—inquirióMax.—No es una historia fácil de creer —repuso Alicia—. Tiene que haber otra

explicación.MaxdirigióunamiradainquisitivaaRoland.—¿Tútampococreesatuabuelo,Roland?—¿Quieresqueteseasincero?—respondióelmuchacho—.Nolosé.Venga.Os

acompañoantesdequelatormentasenoscaigaencima.AliciamontóenlabicicletadeRolandy,sinmáspalabras,ambosemprendieron

elcaminodevuelta.Maxsevolvióuninstanteacontemplarlacasadelfaroytratódeimaginarsieraposiblequelosañosdesoledadenaquelacantiladohubiesenpodidollevar a Víctor Kray a urdir aquella siniestra historia que él parecía creer a piesjuntillas.Dejóquelalloviznafrescaleimpregnaseelrostroymontóensubicicleta,cuestaabajo.

LahistoriadeCaínyVíctorKraypermanecíavivaensumentemientrasenfilabalacarreteraquebordeabalabahía.Pedaleandobajolalluvia,Maxempezóaordenarlos hechos del único modo que le resultaba plausible. Suponiendo que todo lorelatadoporelancianofueracierto,locualnoacababaderesultarfácildeaceptar,lasituaciónquedabasinaclarar.Unpoderosomagosumidoenunlargoletargoparecíavolver lentamente a la vida. Según ese principio, la muerte del pequeño JacobFleischmann había sido el primer signo de su retorno. Sin embargo, había algo en

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toda aquella historia que el farero había mantenido oculta largo tiempo que noencajabaenlamentedeMax.

Losprimeros relámpagosprendieronde escarlata el cielo y el viento empezó aescupircon fuerzagruesasgotasde lluviacontrael rostrodeMax.Apretóelpaso,aunque sus piernas aún no se habían recuperado delmaratónmatutino. Todavía lequedabanunpardekilómetrosdecaminohastalacasadelaplaya.

Maxcomprendióquenoseríacapazdeaceptarsimplementelasexplicacionesdelancianoysuponerqueaquelloloexplicabatodo.Lapresenciafantasmaldeljardíndeestatuas y los sucesos de aquellos primeros días en el pueblo evidenciaban que unsiniestromecanismosehabíapuestoenmarchayquenadiepodíapredecirloqueibaasucederapartirdeaquelmomento.ConlaayudadeRolandyAliciaosinella,Maxestaba determinado a seguir investigando hasta llegar al fondo de la verdad,empezando por lo único que parecía conducir directamente al centro de aquelenigma:laspelículasdeJacobFleischmann.Cuantasmásvueltasledabaalahistoria,másseconvencíaMaxdequeVíctorKrayno leshabíacontado toda laverdad.Nimuchomenos.

Alicia y Roland esperaban bajo el porche de la casa de la playa cuandoMax,empapado por la lluvia, dejó la bicicleta en el cobertizo del garaje y corrió arefugiarsedelfuerteaguacero.

—Ya es la segunda vez en lo que va de semana —rió Max—. A este paso,encogeré.¿Nopensarásvolverahora,verdad,Roland?

—Me temoque sí—contestóRolandobservando la densa cortina de agua quecaíaconfuria—.Noquierodejarsoloalabuelo.

—Cogealmenosunchubasquero.Vasacogerunapulmonía—indicóAlicia.—Nolonecesito.Estoyacostumbrado.Además,estaesunatormentadeverano.

Pasarárápido.—Lavozdelaexperiencia—bromeóMax.—Puessí—rematóRoland.Lostresamigosintercambiaronunamiradaensilencio.—Creoquelomejoresnovolverahablardeltemahastamañana—sugirióAlicia

—.Unabuenanochedesueñonosayudaráaverlotodomuchomásclaro.Oesoesloquesedicesiempre.

—¿Yquiénvaadormirestanochedespuésdeunahistoriaasí?—soltóMax.—Tuhermanatienerazón—dijoRoland.—Pelota—atajóMax.—Cambiando de tema, mañana pensaba volver al barco a bucear. A lo mejor

recuperoelsextantequeaalguienselecayóayer…—explicóRoland.Max estaba articulando en sumente una respuesta demoledora para dejar claro

quenocreíaquefueseunabuenaideairabucearalOrpheusdenuevo,peroAliciase

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adelantó.—Allíestaremos—murmuro.UnsextosentidoledijoaMaxqueaquelpluralerapuracortesía.—Hastamañana,entonces—contestóRoland,losojosbrillantessobreAlicia.—Estoyaquí—dijoMax,convozcantarina.—Hastamañana,Max—dijoRoland,yadecaminoalabicicleta.LosdoshermanosvieronpartiraRolandenlatormentaypermanecieronbajoel

porchehastaquesusiluetasedesvanecióenlacarreteradelaplaya.—Deberíasponerteropaseca,Max.Mientrastecambiasprepararéalgodecena

—sugirióAlicia.—¿Tú?—espetóMax—.Túnosabescocinar.—¿Quiéntehadichoquepiensococinar,señorito?Estonoesunhotel.Adentro

—ordenóAlicia,conunasonrisamaliciosaenloslabios.Maxoptóporseguirlosconsejosdesuhermanayentróenlacasa.Laausenciade

Irina y de sus padres acentuaba aquella sensación de ser un intruso en un hogarextraño que la casa de la playa le había inspirado desde el primer día. Mientrasascendíalaescaleraendirecciónasuhabitación,reparóporuninstanteenelhechodequedesdehacíaunpardedíasnohabíavistoal repelente felinodeIrina.No leparecióqueaquella fueseunagranpérdiday, talcomo la idea lehabíavenidoa lamente,olvidóeldetalle.

Fiel a su palabra, Alicia no perdió en la cocina un segundo más de loestrictamente necesario. Preparó unas rodajas de pan de centeno con mantequilla,mermeladaydosvasosdeleche.

CuandoMaxreparóenlabandejadelasupuestacena,laexpresióndesurostrohablóporsísola.

—Niunapalabra—amenazóAlicia—.Nohevenidoaestemundoparacocinar.—Nolojures—replicóMax,quiendetodosmodosnoteníademasiadoapetito.Cenaronensilencioalaesperadequeelteléfonosonaraencualquiermomento

connoticiasdelhospital,perolallamadanoseprodujo.—Talvezhanllamadoantes,cuandoestábamosenelfaro—sugirióMax.—Talvez—murmuróAlicia.Maxleyóelsemblantepreocupadodesuhermana.—Sialgohubiesepasado—argumentóMax—,habríanvueltoallamar.Todoirá

bien.Alicia le sonrió débilmente, confirmando a Max en su innata habilidad para

reconfortaralosdemásconrazonamientosqueniélmismosecreía.—Supongoquesí—confirmóAlicia—.Creoquemevoyairadormir.¿Ytú?Maxapurósuvasoyseñalólacocina.—Enseguidairé,peroantescomeréalgomás.Estoyhambriento—mintió.

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EncuantoescuchócerrarselapuertadelahabitacióndeAlicia,Maxdejóelvasoysedirigióhastaelcobertizodelgaraje,enbuscademáspelículasde lacolecciónparticulardeJacobFleischmann.

Max giró el interruptor del proyector y el haz de luz inundó la pared con unaimagenborrosadeloqueparecíaserunconjuntodesímbolos.Lentamente,elplanoadquiriófocoyMaxcomprendióquelossupuestossímbolosnoeranmásquecifrasdispuestasencírculosyqueestabaviendolaesferadeunreloj.Lasagujasdelrelojestabaninmóvilesyproyectabanunasombraperfectamentedefinidasobrelaesfera,lo cual permitía suponer que el plano estaba rodado a pleno sol o bajo una fuenteluminosaintensa.Lapelículacontinuabamostrandolaesferaduranteunossegundoshasta que, muy lentamente al inicio y adquiriendo una velocidad progresiva, lasagujasdelrelojempezaronagirarensentidoinverso.Lacámararetrocedíayelojodel espectador podía comprobar que aquel reloj pendía de una cadena. Un nuevoretrocesodeunmetroymediorevelabaquelacadenapendíadeunamanoblanca.Lamanodeunaestatua.

Max reconoció al instante el jardín de estatuas que ya aparecía en la primerapelícula de Jacob Fleischmann que habían visionado días atrás. Una vez más, ladisposicióndelasestatuaseradiferentealaqueMaxrecordaba.Lacámaraempezabaamoversedenuevoa travésde las figuras, sincortesnipausas, al igualqueen laprimerapelícula.Cadadosmetroselobjetivodelacámarasedeteníafrentealrostrodeunadelasestatuas.Maxexaminóunoaunolossemblantescongeladosdeaquellasiniestra banda circense, a cuyosmiembros podía imaginar ahora pereciendo en laoscuridadabsolutadelasbodegasdelOrpheusmientraselaguaheladalesarrebatabalavida.

Finalmentelacámarasefueaproximandolentamentealafiguraquecoronabaelcentrodelaestrelladeseispuntas.Elpayaso.ElDr.Caín.ElPríncipedelaNiebla.Juntoaél,asuspies,Maxreconociólafigurainmóvildeungatoquealargabaunagarraafiladaalvacío.Max,quenorecordabahaberlovistoensuvisitaal jardíndeestatuas, hubiera apostado doble a nada que la inquietante semejanza del felino depiedracon lamascotaque Irinahabía adoptadoelprimerdía en la estaciónnoerafruto de la casualidad. Al contemplar aquellas imágenes mientras el sonido de lalluviagolpeabaenloscristalesylatormentasealejabatierraadentro,resultabamuyfácildarcréditoalahistoriaqueelfareroleshabíarelatadoaquellamismatarde.Lasiniestra presencia de aquellas siluetas amenazantes bastaba para acallar cualquierdudaporrazonablequefuese.

Lacámaraseacercóhastaelrostrodelpayaso,sedetuvoaapenasmediometroypermaneció allí durante varios segundos. Max echó un vistazo a la bobina ycomprobóque lapelículaestaba llegandoa su finyqueapenas restabanunpardemetrosporvisionar.Unmovimientoenlapantallarecobrósuatención.Elrostrode

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piedra se estaba moviendo de un modo casi imperceptible. Max se incorporó ycaminóhastalapareddondeseproyectabalapelícula.Laspupilasdeaquellosojosde piedra se dilataron y los labios de piedra se arquearon lentamente en una cruelsonrisa, hasta revelar una larga hilera de dientes largos y afilados como los de unlobo.Maxsintiócómoselehacíaunnudoenlagarganta.

Segundosdespués,laimagensedesvanecióyMaxescuchóelruidodelabobinadelproyectorgirandosobresímisma.Lapelículahabíaterminado.

Maxapagóelproyectoryrespiróprofundamente.AhoracreíatodoloqueVíctorKrayhabíadicho,peroesonolehacíasentirsemejor,sinotodolocontrario.Subióasu cuarto y cerró la puerta a su espalda. A través de la ventana, a lo lejos, podíaentrever el jardín de estatuas.Una vezmás, la silueta del recinto de piedra estabasumergidaenunaniebladensaeimpenetrable.

Aquellanoche,sinembargo,latiniebladanzantenoproveníadelbosque,sinoqueparecíaemanardesupropiointerior.

Minutosdespués,mientrasluchabaporconciliarelsueñoyapartardesumenteelrostrodelpayaso,MaximaginóqueaquellanieblanoerasinoelalientoheladodelDr.Caín,queesperabasonrientelahoradesuretorno.

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Capítulodoce

Alamañanasiguiente,Maxdespertóconlasensacióndetenerlacabezallenadegelatina. Lo que se adivinaba desde su ventana prometía un día resplandeciente ysoleado. Se incorporó perezosamente y tomó su reloj de bolsillo de la mesita. Loprimeroquepensófuequeelrelojestabaaveriado.Selo llevóaloídoycomprobóque elmecanismo funcionaba a la perfección, luego era él quien había perdido elrumbo.Eranlasdocedelmediodía.

Saltódelacamayseprecipitóescalerasabajo.Sobrelamesadelcomedorhabíaunanota.Latomóyleyólacaligrafíaafiladadesuhermana.

Buenosdías,belladurmiente.CuandoleasestoyaestaréenlaplayaconRoland.Tehetomadoprestadalabicicleta,esperoquenoteimporte.Comohevistoqueanocheestuviste«decine»notehequeridodespertar.Papáhallamadoaprimerahoraydicequetodavíanosabencuándopodránvolveracasa.Irinasigueigual,perolosmédicosdicenqueesprobablequesalgadelcoma en unos días. He convencido a papá para que no se preocupe pornosotros(ynohasidofácil).

Porcierto,nohaynadaparadesayunar.Estaremosenlaplaya.Felicessueños…Alicia.

Max releyó tres veces la nota antes de dejarla de nuevo en la mesa. Corrióescalerasarribayselavólacaraa todaprisa.Seenfundóunbañadoryunacamisaazulysedirigióalcobertizoparacogerlaotrabicicleta.Antesdellegaralcaminodela playa, su estómago pedía a gritos que se le administrase su dosis matutina. Alllegar al pueblo, desvió su camino y puso rumbo al horno de la plaza delayuntamiento.Losoloresquesepercibíanacincuentametrosdelestablecimientoylos consiguientes crujidos de aprobación de su estómago le confirmaron que habíatomado la decisión adecuada. Tres magdalenas y dos chocolatinas más tardeemprendió el camino hacia la playa con la sonrisa de un bendito estampada en elrostro.

LabicicletadeAliciareposabasobreelcaballetealpiedelcaminoqueconducíaa la playa donde Roland tenía su cabaña. Max dejó su bicicleta junto a la de suhermanaypensóque,aunqueelpueblonoparecíaseruncentroderateros,noestaríade más comprar unos candados. Max se paró a observar el faro en lo alto delacantiladoyluegosedirigióhacialaplaya.Unpardemetrosantesdedejarlasendadehierbasaltasquedesembocabanenlapequeñabahíasedetuvo.

Enlaorilladelaplaya,aunaveintenademetrosdelpuntodondeseencontraba

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Max,Aliciaestabatendidaamediocaminoentreelaguaylaarena.Inclinadosobreella,Roland,queteníasumanosobreelcostadodesuhermana,seacercóaAliciaylabesóenloslabios.Maxretrocedióunmetroyseocultótraslashierbas,esperandono haber sido visto. Permaneció allí inmóvil durante un par de segundos,preguntándose qué debía hacer ahora. ¿Aparecer caminando como un estúpidosonrienteydarlosbuenosdías?¿Oirseadarunpaseo?

Maxnoseteníaporunespía,peronopudoreprimirelimpulsodemirardenuevoentre los tallos salvajes hacia su hermana y Roland. Podía escuchar sus risas ycomprobarcómolasmanosdeRolandrecorríantímidamenteelcuerpodeAlicia,conuntemblequequeindicabaqueaquellaera,alosumo,laprimeraosegundavezqueseveíaenunlancedetamañaenvergadura.SepreguntósitambiénparaAliciaeralaprimeravezy,parasusorpresa,comprobóqueeraincapazdehallarunarespuestaaesa incógnita. Aunque había compartido toda su vida bajo el mismo techo, suhermanaAliciaeraunmisterioparaél.

Verla allí, tendida en la playa, besando aRoland, le resultaba desconcertante ycompletamenteinesperado.HabíaintuidodesdeelprincipioqueentreRolandyellahabíaunaclaracorrienterecíproca,perounacosaeraimaginarloyotra,muydistinta,verloconsuspropiosojos.Seinclinóunavezmásamirarysintiódeprontoquenotenía derecho a estar allí, y que aquelmomento pertenecía sólo a su hermana y aRoland.Silenciosamente,rehizosuspasoshastalabicicletaysealejódelaplaya.

Mientraslohacía,sepreguntóasímismositalvezestabaceloso.Quizáfueratansóloelhechodehaberpasadoañospensandoquesuhermanaeraunaniñagrande,sinsecretosdeningúntipo,yque,porsupuesto,noandabaporahíbesandoalagente.Porunsegundoseriódesupropiaingenuidadypocoapocoempezóaalegrarsedelo que había visto.Nopodía predecir lo que sucedería la semana siguiente, ni quétraeríaconsigoelfindelverano,peroaqueldíaMaxestabasegurodequesuhermanase sentía feliz. Y eso era mucho más de lo que se había podido decir de ella enmuchosaños.

Maxpedaleódenuevohastael centrodelpuebloydetuvosubicicleta juntoaledificiodelabibliotecamunicipal.Enlaentradahabíaunviejomostradordecristaldonde se anunciaban los horarios públicos y otros comunicados, incluyendo lacarteleramensual del único cine en varios kilómetros a la redonda y unmapa delpueblo. Max centró su atención en el mapa y lo estudió con detenimiento. Lafisonomíadelpueblorespondíamásomenosalmodelomentalquesehabíahecho.

El mapa mostraba con todo detalle el puerto, el centro urbano, la playa nortedondelosCarverteníansucasa,labahíadelOrpheusyelfaro,loscamposdeportivosjuntoalaestaciónyelcementeriomunicipal.Unachispaseencendióensumente.Elcementeriomunicipal.¿Porquénohabíapensadoantesenello?Consultósurelojycomprobóquepasabandiezminutosdelasdosdelatarde.Tomósubicicletayenfiló

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la rambla principal del pueblo, camino del interior, hacia el pequeño cementeriodondeesperabaencontraraJacobFleischmann.

Elcementeriodelpuebloeraunclásicorecintorectangularquesealzabaalfinalde un largo camino ascendente flanqueado por altos cipreses. Nada especialmenteoriginal.Losmurosdepiedraestabanmoderadamenteenvejecidosyellugarofrecíaelhabitualaspectodeloscementeriosdepequeñospueblosdonde,aexcepcióndeunpardedíasalaño,sincontarlosentierroslocales,lasvisitaseranescasas.Lasverjasestaban abiertas y un cartel metálico cubierto de óxido anunciaba que el horariopúblicoeradenueveacincode la tardeenveranoyochoacuatroen invierno.Sihabíaalgúnvigilante,Maxnosupoverlo.

Decaminohaciaallí,habíaespeculadoconlaideadehallarunlúgubreysiniestrolugar, pero el sol reluciente de principio de verano le confería el aspecto de unpequeñoclaustro,tranquiloyvagamentetriste.

Maxdejólabicicletaapoyadaenelmuroexterioryseadentróenelcamposanto.El cementerio parecía estar poblado por modestos mausoleos que probablementepertenecíanalasfamiliasdemayortradiciónlocalyalrededorsealzabanparedesdenichosdemásrecienteconstrucción.

Max sehabíaplanteado laposibilidaddeque talvez losFleischmannhubiesenpreferidoensumomentoenterraralpequeñoJacoblejosdeallí,perosuintuiciónledecía que los restos del heredero del doctor Fleischmann reposaban en el mismopuebloquelohabíavistonacer.MaxnecesitócasimediahoraparadarconlatumbadeJacob,enunextremodelcementerioalasombradedosviejoscipreses.Setratabade un pequeñomausoleo de piedra al que el tiempo y las lluvias habían otorgadociertodejedeabandonoyolvido.Laconstrucciónseerguíaenformadeunaestrechacaseta de mármol ennegrecido y mugriento con un portón forjado en hierroflanqueadoporlasestatuasdedosángelesquealzabanunamiradalastimeraalcielo.Entre los barrotes oxidados del portón todavía se conservaba unmanojo de floressecasdesdetiempoinmemorial.

Max sintió que aquel lugar proyectaba un aura patética y, aunque resultabaevidentequeenmuchotiemponohabíasidovisitado,losecosdeldolorylatragediaparecían todavía recientes. Max se adentró en el pequeño camino de losas queconducíahastaelmausoleoysedetuvoenelumbral.Elportónestabaentreabiertoyun intenso olor a cerrado exhalaba del interior. A su alrededor, el silencio eraabsoluto.Dirigióunaúltimamiradaalosángelesdepiedraquecustodiabanlatumbade Jacob Fleischmann y entró, consciente de que, si esperaba un minuto más, semarcharíadeaquellugaratodaprisa.

ElinteriordelmausoleoestabasumidoenlapenumbrayMaxpudovislumbrarunrastrodefloresmarchitasenelsueloqueacababaalpiedeunalápida,sobrelaqueelnombre Jacob Fleischmann había sido esculpido en relieve. Pero había algo más.

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Bajoelnombre,el símbolode laestrelladeseispuntassobreelcírculopresidía lalosaqueguardabalosrestosdelniño.

Max experimentó un desagradable hormigueo en la espalda y se preguntó porprimera vez por qué había acudido a aquel lugar solo.A su espalda, la luz del solpareciópalidecerdébilmente.Maxextrajo su reloj y consultó lahora, barajando laabsurdaideadequetalvezsehabíaentretenidomásde lacuentayelguardiándelcementeriohabíacerradolaspuertasdejándoleatrapadoenelinterior.Lasagujasdesurelojindicabanquepasabanunpardeminutosdelastresdelatarde.Maxinspiróprofundamenteysetranquilizó.

Echóunúltimovistazoy,trascomprobarquenohabíanadaallíqueleaportasenuevaluzsobrelahistoriadelDr.Caín,sedispusoamarcharse.Fueentoncescuandoadvirtióquenoestaba solo en el interiordelmausoleoyqueuna siluetaoscura semovíaeneltecho,avanzandosigilosamentecomouninsecto.

Max sintió cómo su reloj resbalaba entre el sudor frío de susmanos y alzó lavista.Unode losángelesdepiedraquehabíavistoa laentradacaminaba invertidosobreeltecho.Lafigurasedetuvoy,contemplandoaMax,mostróunasonrisacaninayextendióunafiladodedoacusadorhaciaél.Lentamente,losrasgosdeaquelrostrose transformaron y la fisonomía familiar del payaso que enmascaraba al Dr. Caínafloró a la superficie.Max pudo leer una rabia y un odio ardientes en sumirada.Quisocorrerhacia lapuertayhuir, pero susmiembrosno respondieron.Trasunosinstantes, la aparición se desvaneció en la sombra y Max permaneció paralizadodurantecincolargossegundos.

Unavezrecuperadoelaliento,corrióalasalidasindetenerseamiraratráshastaquesemontóensubicicletayhubopuestocienmetrosdedistanciaentreélylaverjadelcementerio.Pedalearsindescansoleayudóarecuperarpaulatinamenteelcontrolde sus nervios. Comprendió que había sido objeto de un truco, de una macabramanipulacióndesuspropios temores.Aunasí, la ideadevolverallía recuperarsurelojdemomentoestabafueradediscusión.Recobradalacalma,Maxemprendiódenuevoel caminohacia labahía.Peroestaveznobuscabaa suhermanaAliciayaRoland,sinoalviejofareroparaelcualteníareservadasalgunaspreguntas.

Elancianoescuchólosucedidoenelcementerioconsumaatención.Altérminodelrelato,asintiógravementeeindicóaMaxquetomaseasientojuntoaél.

—¿Puedohablarleconfranqueza?—preguntóMax.—Esperoquelohagas,jovencito—respondióelanciano—.Adelante.—Tengolaimpresióndequeayernonosexplicóustedtodoloquesabe.Ynome

pregunteporquécreoeso.Esunacorazonada—dijoMax.Elrostrodelfareropermanecióimperturbable.—¿Quémáscrees,Max?—preguntóVíctorKray.—CreoqueesetalDr.Caín,oquienquieraquesea,vaahaceralgo.Muypronto

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—continuóMax—.Ycreoquetodoloqueestásucediendoestosdíasnosonmásquesignosdeloquehadevenir.

—Loquehadevenir—repitióelfarero—.Esunmodointeresantedeexpresarlo,Max.

—Mire,señorKray—cortóMax—,acabodellevarmeunsustodemuerte.Haceya varios días que están sucediendo cosasmuy extrañas y estoy seguro de quemifamilia, usted, Roland y yo mismo corremos algún peligro. Lo último que estoydispuestoaaguantarsonmásmisterios.

Elancianosonrió.—Así me gusta. Directo y contundente —rió Víctor Kray sin convicción—.

Verás,Max,siosexpliquéayerlahistoriadelDr.Caínnofueparadivertirosnipararecordar viejos tiempos. Lo hice para que supieseis lo que está sucediendo y osandaseisconcuidado.Túllevasunosdíaspreocupado;yollevoveinticincoañoseneste faro con un único propósito: vigilar a esa bestia. Es el único propósito demivida.Yotambiénteseréfranco,Max.Novoyaecharporlabordaveinticincoañosporqueunchavalreciénllegadodecidajugaralosdetectives.Talveznodebíhaberosdichonada.Talvezlomejoresqueolvidescuantotedijeytealejesdeesasestatuasydeminieto.

Maxquisoprotestar,peroel fareroalzó lamano, indicándolequenoabriese laboca.

—Loqueoscontéesmásdeloquenecesitáissaber—sentencióVíctorKray—.Nofuerces lascosas,Max.OlvídatedeJacobFleischmannyquemaestaspelículashoymismo.Eselmejorconsejoquepuedodarte.Yahora,jovencito,largodeaquí.

VíctorKrayobservó cómoMax se alejaba camino abajo en subicicleta.Habíatenidopalabrasduraseinjustasconelmuchacho,peroenelfondodesualmacreíaqueaquelloeralomásprudentequepodíahacer.Elchicoerainteligenteynolehabíapodidoengañar.Sabíaquelesestabaocultandoalgoperoinclusoasínopodíallegaracomprender la envergadura de ese secreto. Los acontecimientos se estabanprecipitandoy,despuésdecincolustros,el temory laangustiapor lanuevavenidadelDr.Caínsematerializabananteélenelocasodesuvida,cuandomásdébilysolosesentía.

Víctor Kray trató de apartar de su mente el amargo recuerdo de toda unaexistenciaunidaa aquelpersonaje siniestro,desdeel sucio suburbiode su infanciahasta su prisión en el faro. El Príncipe de la Niebla le había arrebatado al mejoramigodesuinfancia,alaúnicamujerquehabíaamadoy,finalmente,lehabíarobadocada minuto de su larga madurez, convirtiéndole en su sombra. Durante lasinterminablesnochesenelfaroacostumbrabaaimaginarcómopodríahabersidosuvidasieldestinonohubiesedecididocruzarensucaminoaaquelpoderosomago.Ahora sabía que los recuerdos que le acompañarían en sus últimos años de vida

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seríansólolasfantasíasdelabiografíaquenuncavivió.SuúnicaesperanzaahoraestabaenRolandyen la firmepromesaquesehabía

hecho a símismo de brindarle un futuro alejado de aquella pesadilla.Quedaba yamuypoco tiempoysus fuerzasnoeran lasque lehabíansustentadoañosatrás.Enapenas dos días se cumplirían los veinticinco años de la noche en que elOrpheushabía naufragado a escasos metros de allí y Víctor Kray podía sentir cómo Caíncobrabamayorpoderacadaminutoquepasaba.

El anciano se acercó a la ventana y contempló la silueta oscura del casco delOrpheussumergidoenlasaguasazulesdelabahía.Todavíaquedabanunashorasdesolantesdequeoscurecieseycayeralaquepodíasersuúltimanocheenlaatalayadelfaro.

CuandoMaxentróenlacasadelaplaya,lanotadeAliciaseguíasobrelamesadelcomedor,loqueindicabaquesuhermanaaúnnohabíavueltoyestabatodavíaencompañíadeRoland.La soledad reinante en la casa se sumóa laque sentía en suinteriorenaquelmomento.Todavíaresonabanensumentelaspalabrasdelanciano.Aunque el trato que el farero le había dispensado le había dolido,Max no sentíaresentimientoalgunohaciaél.Tenía lacertezadequeel fareroocultabaalgo;peroestaba seguro de que, si procedía de aquel modo, tenía una poderosa razón parahacerlo.Subióasuhabitaciónysetendióenlacama,pensandoqueaquelasuntoleveníagrandeyque,aunquelaspiezasdelenigmaestabanalavista,sesentíaincapazdeencontrarlamaneradeencajarlas.

TalvezdebíaseguirlosconsejosdeVíctorKrayyolvidartodoelasunto,aunquefuerasóloporunashoras.MiróenlamesitadenocheyvioqueellibrodeCopérnicoseguíaallí,despuésdeunosdíasdeabandono,comounantídotoracionalatodoslosenigmas que le circundaban. Abrió el libro por el punto en que había dejado sulecturaeintentóconcentrarseenlasdisquisicionessobreelrumbodelosplanetasenel cosmos. Probablemente, la ayuda de Copérnico le habría venido de perlas paradesbrozar la trama de aquel misterio. Pero, una vez más, parecía evidente queCopérnicohabíaelegidolaépocaequivocadaparapasarsusvacacionesenelmundo.En un universo infinito, había demasiadas cosas que escapaban a la comprensiónhumana.

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Capítulotrece

Horasmástarde,cuandoMaxyahubocenadoyapenaslequedabandiezpáginaspor leer del libro, el sonido de las bicicletas entrando en el jardín delantero llegóhasta sus oídos. Max escuchó el murmullo de las voces de Roland y Aliciasusurrandodurantecasiunahoraabajoenelporche.Cercade lamedianoche,Maxdejó el libro sobre la mesita de nuevo y apagó la lamparilla. Finalmente, oyó labicicleta de Roland alejarse por el camino de la playa y los pasos de Aliciaascendiendo pausadamente la escalera. Los pasos de su hermana se detuvieron uninstante frente a su puerta. Segundos después, continuaron unos metros hasta lahabitacióndeAlicia.Escuchó cómo su hermana se tendía en la camay dejaba loszapatos sobre el piso de madera. Recordó la imagen de Roland besando a Aliciaaquella misma mañana en la playa y sonrió en la penumbra. Por una vez, estabasegurodequesuhermanatardaríamuchomásqueélenconciliarelsueño.

Alamañanasiguiente,MaxdecidiómadrugarmásqueelSolyalalbayaestabapedaleandoensubicicletarumboalhornodelpueblo,conlaintencióndecomprarundelicioso desayuno y evitar que Alicia preparase algo (pan con mermelada,mantequillayleche)porsucuenta.Debuenamañanaelpuebloestabasumidoenunacalma que le recordaba a las mañanas de domingo en la ciudad. Apenas algunoscaminantessilenciososrompíanelestadonarcóticode lascalles,en lasque inclusolascasas,conlospostigosentornados,parecíandormidas.

A lo lejos, más allá de la bocana del puerto, los pocos barcos de pesca queformabanlaflotalocalponíanproamaradentroparanovolverhastaelcrepúsculo.Elpanadero y su hija, una rolliza jovencita de mejillas rosadas que hacía tres de suhermana Alicia, saludaron a Max y, mientras le servían una deliciosa bandeja debollosreciénhorneados,seinteresaronporelestadodeIrina.Lasnoticiasvolabany,al parecer, el médico del pueblo hacía algo más que poner el termómetro en susvisitasadomicilio.

Max consiguió volver a la casa de la playa mientras el desayuno todavíaconservaba el calorcillo irresistible de los pasteles aún humeantes. Sin su reloj nosabía a ciencia cierta qué hora era, aunque imaginaba que debían de faltar pocosminutosparalasocho.AntelapocodeseableperspectivadeesperaraqueAliciasedespertaseparapoderdesayunar,decidióadoptarunastutoardid.Así,conlaexcusadeldesayunocaliente,preparóunabandejaconlascapturasdelhorno,lecheyunparde servilletas,y subióhastael cuartodeAlicia.Llamóa lapuertacon losnudilloshastaquelavozsomnolientadesuhermanacontestóenunmurmulloininteligible.

—Serviciodehabitaciones—dijoMax—.¿Puedopasar?Empujólapuertayentróenlahabitación.Aliciahabíasepultadolacabezabajo

unaalmohada.Maxechóunvistazoalahabitación,laropacolgadasobrelassillasy

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la galería de objetos personales de Alicia. La habitación de una mujer siempreresultabaunfascinantemisterioparaMax.

—Contaréhastacinco—dijoMax—yluegoempezaréacomermeeldesayuno.El rostro de su hermana asomó bajo la almohada, olfateando el aroma de la

mantequillaenelaire.Rolandlosesperabaenlaorilladelaplaya,ataviadoconunosviejospantalonesa

losquehabíacortadolaspernerasyquehacíanlasvecesdetrajedebaño.Juntoaélhabíaunpequeñobotedemaderacuyaesloranodebíadealcanzarlostresmetros.Labarca parecía haber pasado 30 años al sol varada en una playa y lamadera habíaadquirido un tono grisáceo que las pocas manchas de pintura azul que aún no sehabían desprendido a duras penas conseguían disimular. Con todo, Roland parecíaadmirarsubotecomosisetratasedeunyatedelujo.Ymientraslosdoshermanossorteaban laspiedrasde laplayaendireccióna laorilla,MaxpudocomprobarqueRoland había escrito en la proa el nombre de la nave, Orpheus II, con pinturareciente,probablementedeaquellamismamañana.

—¿Desde cuándo tienes una barca? —preguntó Alicia, señalando el raquíticoesquifeenelqueRolandyahabíacargadoelequipodebuceoyunpardecestasdecontenidomisterioso.

—Desde hace tres horas.Uno de los pescadores del pueblo iba a desguazar elboteparahacerleña,peroleheconvencidoymeloharegaladoacambiodeunfavor—explicóRoland.

—¿Unfavor?—preguntóMax—.Yocreoqueelfavorselohashechotúaél.—Puedes quedarte en tierra si lo prefieres—replicóRoland en tono burlón—.

Venga,todoelmundoabordo.Laexpresión«abordo»resultabauntantoinapropiadaparalanaveencuestión,

pero pasados quince metros, Max comprobó que sus previsiones de naufragioinstantáneonosecumplían.Dehecho,elbotenavegabaconfirmezaalcomandodecadabogaderemoqueRolandimprimíaenérgicamente.

—Hetraídounpequeñoinventoqueosvaasorprender—dijoRoland.Maxmiróunadelascestastapadasyalzólacubiertaunoscentímetros.—¿Quéesesto?—murmuró.—Una ventana submarina—aclaró Roland—. En realidad es una caja con un

cristal en la base. Si lo apoyas en la superficie del agua, puedes ver el fondo sinsumergirte.Escomounaventana.

MaxseñalóasuhermanaAlicia.—Asíalmenospodrásveralgo—insinuó,contonoburlón.—¿Quién te ha dicho que pienso quedarme aquí? Hoy bajo yo —respondió

Alicia.—¿Tú?¡Sinosabesbucear!—exclamóMax,tratandodeenfurecerasuhermana.

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—Sillamasbucearaloquehicisteelotrodía,no—bromeóAlicia,sinrecogerelhachadeguerra.

Roland siguió remando sin añadir cizaña a la discusión de los dos hermanos ydetuvoelboteaunoscuarentametrosde laorilla.Bajoellos, lasombraoscuradelcascodelOrpheusseextendíaenelfondocomoladeungrantiburóntendidoenlaarena,expectante.

Rolandabrióunadelascestasyextrajounáncoraoxidadaunidaauncabogruesoy visiblemente desgastado.A la vista de tamaños aparejos,Max supuso que todosaquellossaldosmarinosveníanconellotequeRolandhabíanegociadoparasalvarelmíserobotedeunfindignoyapropiadoasuestado.

—¡Cuidado,quesalpico!—exclamóRolandlanzandoalmareláncora,cuyopesomuertodescendióenverticalylevantóunapequeñanubedeburbujas,llevándosecasiquincemetrosdecabo.

Rolanddejóquelacorrientearrastraseelboteunpardemetrosyatóelcabodeláncoraaunapequeñaanillaquependíadelaproa.Elbotesemeciósuavementeconlabrisayelcabosetensó,haciendocrujirlaestructuradelbote.Maxechóunvistazosospechosoalasjunturasdelcasco.

—No se va a hundir,Max.Confía enmí—afirmóRoland, sacando la ventanasubmarinadelacestaycolocándolasobreelagua.

—EsoesloquedijoelcapitándelTitanicantesdezarpar—replicóMax.Aliciaseinclinóparamiraratravésdelacajayvioporprimeravezelcascodel

Orpheusdescansandoenelfondo.—¡Esincreíble!—exclamóanteelespectáculosubmarino.Rolandsonriócomplacidoyletendióunasgafasdebuceoyunasaletas.—Puesesperaaverlodecerca—dijoRoland,colocándolesuequipo.LaprimeraensaltaralaguafueAlicia.Roland,sentadoalbordedelbote,dirigió

unamiradatranquilizadoraaMax.—Tranquilo.Lavigilaré.Nolevaapasarnada—aseguró.RolandsaltóalmarysereunióconAlicia,queesperabaaunos tresmetrosdel

bote.AmbossaludaronaMaxy,segundosdespués,desaparecieronbajolasuperficie.Bajoelagua,RolandasiólamanodeAliciaylaguiólentamentesobrelosrestos

delOrpheus.Latemperaturadelaguahabíadescendidoligeramentedesdelaúltimavez que se habían sumergido allí y el enfriamiento se hacíamás palpable amayorprofundidad. Roland estaba habituado a ese fenómeno, que se producíaeventualmentedurantelosprimerosdíasdelverano,especialmentecuandocorrientesfríasqueveníandemaradentrofluíanconfuerzapordebajodelosseisosietemetrosdeprofundidad.Alavistadelasituación,RolanddecidióautomáticamentequeaqueldíanopermitiríaqueAlicianiMaxsesumergieranconélhastaelcascodelOrpheus,yahabríadíasdesobraduranteelrestodelveranoparaintentarlo.

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Alicia y Roland nadaron a lo largo del buque hundido. Se detenían de vez encuandoparaascenderatomaraireycontemplarconcalmaelbarco,queyacíaenlamedialuz espectral del fondo. Roland intuía la excitación de Alicia ante elespectáculoyno lequitabaelojodeencima.Sabíaqueparabucear agustoycontranquilidad,debíahacerlosolo.

Cuandosezambullíaconalguien,especialmenteconnovatosenlamateriacomoloeransusnuevosamigos,nopodíaevitarasumirelpapeldeniñerasubmarina.Contodo, le satisfacía especialmente compartir conAlicia y su hermano aquelmágicomundoqueduranteañoslehabíapertenecidosóloaél.Sesentíacomoelguíadeunmuseo embrujado acompañando a unos visitantes en un paseo alucinante por unacatedralsumergida.

El panorama submarino, sin embargo, ofrecía otros alicientes. Le gustabacontemplarelcuerpodeAliciamoversebajoelagua.Acadabrazada,podíavercómolos músculos del torso y las piernas se tensaban y su piel adquiría una palidezazulada.Dehecho,sesentíamáscómodoobservándolaasí,cuandoellanoadvertíasumiradanerviosa.Subierondenuevoarecuperarelalientoycomprobaronqueelbotey lasilueta inmóvildeMaxabordoestabanamásdeveintemetros.Alicia lesonrió eufórica.Roland correspondió a su sonrisa, pero interiormentepensóque lomejorseríavolveralbote.

—¿Podemos bajar al barco y entrar? —pregunto Alicia, con la respiraciónentrecortada.

Rolandadvirtióquelosbrazosylaspiernasdelamuchachaestabanrecubiertosdepieldegallina.

—Hoyno—respondió.Volvamosalbote.Aliciadejódesonreír,intuyendounasombradepreocupaciónenRoland.—¿Pasaalgo,Roland?Roland sonrió plácidamente y negó. No quería hablar ahora de corrientes

submarinasdecincogrados.Enaquelmomento,mientrasAliciadabasusprimerasbrazadasendirecciónalbote,Rolandsintióqueelcorazón ledabaunvuelco.Unasombraoscurasemovíaenelfondodelabahía,asuspies.Aliciasevolvióamirarle.Rolandleindicóquesiguiesesindetenerseysumergiólacabezaparainspeccionarelfondo.

Unasiluetanegra,semejantealadeungranpez,nadabasinuosamentealrededordelcascodelOrpheus.Porunsegundo,Rolandpensóquese tratabadeuntiburón,perouna segundamirada lepermitió comprenderque estaba equivocado.Continuónadando tras Alicia sin apartar la mirada de aquella forma extraña que parecíaseguirlos.La silueta serpenteaba a la sombradel cascodelOrpheus, sin exponersedirectamentea la luz.TodocuantoRolandpodíadistinguirerauncuerpoalargado,semejante al de una gran serpiente y una extraña luz parpadeante que lo envolvía

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comounmantode reflejosmortecinos.Rolandmiróhaciaelboteycomprobóquetodavía les separaban más de diez metros de él. La sombra bajo sus pies pareciócambiar su rumbo. Roland inspeccionó el fondo y comprobó que aquella formaestabasaliendoalaluzy,lentamente,ascendíahaciaellos.

RogandoqueAliciano lahubiesevisto,aferróa lamuchachaporelbrazoyselanzó a nadar con todas sus fuerzas hacia el bote. Alicia, alertada, le miró sincomprender.

—¡Nadaalbote!¡Aprisa!—gritóRoland.Alicianocomprendía loqueestaba sucediendo,peroel rostrodeRolandhabía

reflejado tal pánico que no se paró a pensar o a discutir e hizo lo que se le habíaordenado.Enelbote,elgritodeRolandalertóaMax,queobservócómosuamigoyAlicianadabandesesperadamentehaciaél.Uninstantedespuésviolasombraoscuraascendiendobajolasaguas.

—¡Diosmío!—murmuró,paralizado.Enelagua,RolandempujóaAliciahastasentirquelamuchachahabíatocadoel

cascodelbote.Maxseapresuróaasirasuhermanabajoloshombrosytirardeellahaciaarriba.AliciabatiólasaletasconfuerzayconsuimpulsoconsiguiócaersobreMax en el interior del bote.Roland respiróprofundamentey se dispuso a hacer lomismo.Maxletendiósumanodesdelabarca,peroRolandpudoleerenelrostrodesuamigoelterroranteloqueveíatrasél.Rolandsintiócómosumanoresbalabaporel antebrazo deMax y tuvo la corazonada de que no volvería a salir con vida delagua.Lentamente,unfríoabrazoleagarrólaspiernasy,conunafuerzaincontenible,learrastróhacialasprofundidades.

Superados los primeros instantes de pánico,Roland abrió los ojos y contemplóquéeraloquelellevabaconsigohacialaoscuridaddelfondo.Poruninstantecreyóserpresadeunaalucinación.Loqueveíanoeraunaformasólida,sinounaextrañasiluetaformadaporloqueparecíaseraguaconcentradaamuyaltadensidad.Rolandobservóaquelladeliranteesculturamóvildeaguaquecambiabaconstantementedeformaytratóderevolversedesuabrazomortal.

Lacriaturadeaguaseretorcióyelrostrofantasmalquehabíavistoensueños,elsemblante del payaso, se volvió hacia él. El payaso abrió unas enormes faucesplagadas de colmillos largos y afilados como cuchillos de carnicero y sus ojos seagrandaronhastaadquirireltamañodeunplatodeté.Rolandsintióquelefaltabaelaire.Aquellacriatura, fuera loque fuese,podíamoldear suaparienciaacaprichoysusintencionesparecíanclaras:llevabaaRolandhaciaelinteriordelbuquehundido.MientrasRolandsepreguntabacuántotiemposeríacapazdecontenerlarespiraciónantes de sucumbir y aspirar agua, comprobó que la luz había desaparecido a sualrededor.EstabaenlasentrañasdelOrpheusylaoscuridadcircundanteeraabsoluta.

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Max tragó salivamientras se colocaba las gafas de buceo y se preparaba parasaltar al agua en busca de su amigo Roland. Sabía que el intento de rescate eraabsurdo. De entrada, él apenas sabía bucear y, aun en el caso de que supiera, noquería ni imaginarse qué sucedería si una vez bajo el agua aquella extraña formaacuosaquehabía atrapado aRolandvenía tras él.Sin embargo, nopodíaquedarsetranquilamentesentadoenelboteydejarmorirasuamigo.Mientrassecolocabalasaletassumentelesugiriómilexplicacionesrazonablesaloqueacababadesuceder.Roland había sufrido un calambre; un cambio de temperatura en el agua le habíaprovocadounataque…CualquierteoríaeramejorqueaceptarqueloquehabíavistoarrastraraRolandalasprofundidadeserareal.

AntesdezambullirseintercambióunaúltimamiradaconAlicia.EnelrostrodesuhermanaseleíaclaramentelaluchaentrelavoluntaddesalvaraRolandyelpánicode que su hermano corriese idéntica suerte. Antes de que el sentido común lesdisuadieseaambos,Maxsaltóysesumergióenlasaguascristalinasdelabahía.Asus pies, el casco del Orpheus se extendía hasta donde la visión se nublaba.Maxaleteóhacia laproadelbuque,enel lugarenquehabíavistoperderse lasiluetadeRolandbajoelaguaporúltimavez.Atravésdelasfisurasdelcascohundido,Maxcreyó ver luces parpadeantes que parecían desembocar en un débil remanso declaridadqueemanabadelabrechaabiertaporlasrocasenlasentinaveinticincoañosatrás.Max se dirigió hacia aquella abertura del barco. Parecía que alguien hubieseprendidolallamadecientosdevelasenelinteriordelOrpheus.

Cuandoestuvosituadoenverticalsobrelaentradaalanave,subióalasuperficieatomaraireysesumergiódenuevosindetenersehastaalcanzarelcasco.Descenderaquellosdiezmetrosresultómuchomásdifícildeloquehabíaimaginado.Amediocamino,empezóaexperimentarunadolorosapresiónenlosoídosquelehizotemerque sus tímpanos estallarían bajo el agua. Cuando alcanzó la corriente fría, losmúsculosdetodoelcuerposeletensaroncomocablesdeaceroytuvoquebatirlasaletascon todosuempeñoparaevitarque lacorriente learrastrase igualqueaunahojaseca.Maxseaferróconfuerzaalbordedelcascoyluchóporcalmarsusnervios.Lospulmonesleardíanysabíaqueestabaaunpasodelpánico.Miróalasuperficieyvioeldiminutocascodelbote, infinitamente lejano.Comprendióquesinoactuabaahora,denadahabríaservidobajarhastaallí.

LaclaridadparecíaprovenirdelinteriordelasbodegasyMaxsiguióaquelrastroque revelabael fantasmalespectáculodelbuquehundidoy lohacíaaparecercomouna macabra catacumba submarina. Recorrió un pasillo en el que jirones de lonaraídaflotabansuspendidoscomomedusas.EnelextremodelcorredorMaxdistinguióuna compuerta semiabierta, tras la cual parecía ocultarse la fuente de aquella luz.Ignorandolasrepulsivascariciasdelalonapodridasobresupiel,asiólamanilladelacompuertaytirócontodalafuerzaquefuecapazdereunir.

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Lacompuertadabaaunodelosdepósitosprincipalesdelabodega.Enelcentro,Roland luchabapor zafarsedel abrazode aquella criaturade aguaque ahorahabíaadoptado la forma del payaso del jardín de estatuas. La luz queMax había vistoemanabadesusojoscruelesydesproporcionadamentegrandesparasu rostro.Maxirrumpióenelinteriordelabodegaylacriaturaalzólacabezaylemiró.Maxsintióel impulso instintivo de huir a toda prisa, pero la visión de su amigo atrapado leobligó a enfrentarse a aquellamirada de rabia enloquecida. La criatura cambió derostroyMaxreconocióalángeldepiedradelcementeriolocal.

ElcuerpodeRolanddejóderetorcerseyquedóinerte.LacriaturalesoltóyMax,sinesperar la reacciónde la criatura,nadóhasta suamigoy locogiópor elbrazo.Roland había perdido el conocimiento. Si no lo sacaba a la superficie en unossegundos, perdería la vida. Max tiró de su amigo hasta la compuerta. En aquelmomento, la criatura en forma de ángel y rostro de payaso de largos colmillos selanzó sobre él, extendiendo dos afiladas garras.Max alargó el puño y atravesó elrostrode lacriatura.Noeramásqueagua, tanfríaqueelsolocontactocon lapielproducíaundolorardiente.Unavezmás,elDr.Caínestabamostrandosustrucos.

Maxretirósubrazoylaapariciónsedesvanecióyconella,suluz.Max,apurandoelpocoalientoquelequedabaenlospulmones,arrastróaRolandporelcorredordelabodegahastaelexteriordelcasco.Cuandollegaronallí,suspulmonesparecíanapuntode estallar. Incapazde contenerun segundomás la respiración, soltó todoelaire que había retenido.Agarró el cuerpo inconsciente deRoland y aleteó hacia lasuperficie,creyendoqueperderíaelconocimientoencualquiermomentoporlafaltadeaire.

La agonía de aquellos últimos diez metros de ascenso se hizo eterna. Cuandofinalmenteemergióalasuperficie,habíanacidodenuevo.Aliciaselanzóalaguaynadó hasta ellos. Max inspiró profundamente varias veces, luchando con el dolorpunzantequesentíaenelpecho.SubiraRolandalbotenofuefácilyMaxadvirtióqueAlicia,allucharporlevantarelpesomuertodelcuerpo,sedesgarrabalapieldelosbrazoscontralamaderaastilladadelbote.

Una vez consiguieron izarle a bordo, colocaron a Roland boca abajo ypresionaron su espalda repetidamente, obligando a sus pulmones a expirar el aguaque habían inhalado. Alicia, cubierta de sudor y con los brazos sangrando, asió aRoland de los brazos e intentó forzar la respiración. Finalmente, inspiró aireprofundamente y, tapando los orificios nasales del muchacho, exhaló todo el aireenérgicamenteenlabocadeRoland.Fuenecesariorepetirestaoperacióncincoveceshasta que el cuerpo de Roland, con una violenta sacudida, reaccionó y empezó aescupiraguademaryaconvulsionarse,mientrassuamigotratabadesujetarle.

Finalmente,Roland abrió los ojos y su tez amarillenta empezó a recobrarmuylentamente el color. Max le ayudó a incorporarse y a recuperar poco a poco la

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respiraciónnormal.—Estoybien—balbuceóRoland,alzandounamanopara intentar tranquilizara

susamigos.Aliciadejócaersusbrazosyrompióallorar,gimiendocomonuncaMaxlahabía

vistohacerlo.MaxesperóunpardeminutoshastaqueRolandpudosostenerseporsímismo, tomó los remosypuso rumboa laorilla.Roland lemirabaen silencio.Lehabíasalvadolavida.Maxsupoqueaquellamiradadesesperadayllenadegratitudsiempreleacompañaría.

LosdoshermanosacostaronaRolandenel catrede la cabañade laplayay lecubrieron con mantas. Ninguno de ellos sentía deseos de hablar de lo que habíasucedido,almenosporelmomento.EralaprimeravezquelaamenazadelPríncipedelaNieblasehacíatandolorosamentepalpableyresultabadifícilencontrarpalabrasque pudieran expresar la inquietud que sentían en aquellos momentos. El sentidocomúnparecíaindicarquelomejoreraatenderalasnecesidadesinmediatas,yasílohicieron. Roland tenía preparado un mínimo botiquín en la cabaña, del que MaxdispusoparadesinfectarlasheridasdeAlicia.Rolandsedurmióalospocosminutos.Alicialoobservabaconelrostrodescompuesto.

—Sevaaponerbien.Estáagotado,esoestodo—dijoMax.Aliciamiróasuhermano.—¿Ytúqué?Lehassalvadolavida—dijoAlicia,cuyavozdelatabasusnervios

aflordepiel—.Nadiehubierasidocapazdehacerloquehashecho,Max.—Éllohubierahechopormí—dijoMax,quepreferíaevitareltema.—¿Cómoteencuentras?—insistiósuhermana.—¿Laverdad?—preguntóMax.Aliciaasintió.—Creoquevoyavomitar—sonrióMax—.Entodamividanomeheencontrado

peor.Alicia abrazó a su hermano con fuerza.Max se quedó inmóvil, con los brazos

caídos,sinsabersisetratabadeunaefusióndecariñofraternalounaexpresióndelterror que su hermana había experimentado minutos atrás, cuando intentabanreanimaraRoland.

—Tequiero,Max—lesusurróAlicia—.¿Mehasoído?Maxguardósilencio,perplejo.Alicialeliberódesuabrazofraternalysevolvió

hacialapuertadelacabaña,dándolelaespalda.Maxadvirtióquesuhermanaestaballorando.

—No loolvidesnunca, hermanito—murmuró—.Yahoraduermeunpoco.Yoharélomismo.

—Simeduermoahora,nomevuelvoalevantar—suspiróMax.Cincominutos después, los tres amigos estaban profundamente dormidos en la

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cabañadelaplayaynadaenelmundohubierapodidodespertarlos.

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Capítulocatorce

Alcaerelcrepúsculo,VíctorKraysedetuvoacienmetrosdelacasadelaplaya,dondelosCarverhabíanfijadosunuevohogar.Aquellaeralamismacasadondelaúnicamujer a la que había amado realmente, EvaGray, había dado a luz a JacobFleischmann. El ver de nuevo la fachada blanca de la villa reabrió heridas en suinteriorquecreíacerradasparasiempre.Las lucesde lacasaestabanapagadasyellugarparecíavacío.VíctorKraysupusoque losmuchachosdebíandeestar todavíaenelpuebloconRoland.

Elfarerorecorrióeltrayectohastalacasaycruzólacercablancaquelarodeaba.Lamismapuertay lasmismasventanasque recordabaperfectamente relucíanbajolosúltimosrayosdelSol.Elancianocruzóeljardínhastaelpatiotraseroysalióalcampoqueseextendíatraslacasadelaplaya.Alolejossealzabaelbosquey,ensuumbral,el jardíndeestatuas.Hacíamuchotiempoquenovolvíaaaquel lugarysedetuvodenuevoaobservarlodelejos,temerosodeloqueseocultabatrassusmuros.Una densa niebla se esparcía en dirección a la vivienda a través de los oscurosbarrotesdelaverjadeljardíndeestatuas.

VíctorKrayestabaasustadoysesentíaviejo.Elmiedoquelecarcomíaelalmaera el mismo que había experimentado décadas atrás en los callejones de aquelsuburbio industrial, donde oyó por vez primera la voz del Príncipe de la Niebla.Ahora, en el ocaso de su vida, aquel círculo parecía cerrarse y, a cada jugada, elancianosentíaqueyanolequedabanasesparalaapuestafinal.

Elfareroavanzóconpasofirmehastalaentradadeljardíndeestatuas.Pronto,laniebla que brotaba del interior le cubrió hasta la cintura. Víctor Kray introdujo lamano temblorosa en el bolsillo de su abrigo y extrajo su viejo revólver, cargadoconcienzudamenteantesdepartir,yunapotentelinterna.Conelarmaenlamano,seadentróenelrecinto,encendiólalinternayalumbróelinteriordeljardín.Elhazdeluz reveló un panorama insólito. Víctor Kray bajó el arma y se frotó los ojos,pensandoqueestabasiendovíctimadealgunaalucinación.Algohabíaidomal,oalmenos, aquello no era lo que esperaba encontrar. Dejó que el haz de la linternarebanasedenuevolaniebla.Noeraunailusión:eljardíndeestatuasestabavacío.

El anciano se acercó a observar desconcertado los pedestales yermos yabandonados. Al tiempo que trataba de restablecer el orden en sus pensamientos,VíctorKraypercibióelmurmullolejanodeunanuevatormentaqueseaproximabayalzólavistahaciaelhorizonte.Unmantoamenazadordenubesoscurasyturbiasseextendíasobreelcielocomounamanchadetintaenunestanque.Unrayoescindióelcieloendosyelecodeuntruenollegóalacostacomoelredoblepremonitoriodeunabatalla.VíctorKrayescuchólaletaníadeltemporalquesefraguabamaradentroy, finalmente, recordando haber contemplado aquella misma visión a bordo del

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Orpheusveinticincoañosatrás,comprendióloqueibaasuceder.

Maxdespertóempapadoensudorfríoytardóunossegundosenaveriguardóndeseencontraba.Sentíasucorazónpalpitarcomoelmotordeunaviejamotocicleta.Apocosmetrosdeél, reconocióunrostrofamiliar:Alicia,dormida juntoaRoland;yrecordó que estaba en la cabaña de la playa. Hubiera jurado que su sueño apenashabíaduradomásdeunosminutos,aunqueenrealidadhabíadormidoporespaciodecasi una hora.Max se incorporó sigilosamente y salió al exterior en busca de airefresco,mientras las imágenesdeuna angustiosapesadilla de asfixia en la que él yRolandquedabanatrapadosenelinteriordelcascodelOrpheussedesvanecíanensumente.

Laplayaestabadesiertay lamareaaltasehabía llevadoelbotedeRolandmaradentro,dondemuyprontolacorrienteloarrastraríaconsigoyelpequeñoesquifeseperdería en la inmensidad del océano irremisiblemente.Max se aproximó hasta laorilla y se humedeció la cara y los hombros con el agua fresca delmar. Luego seacercóhastaelrecodoqueformabaunapequeñacalaysesentóentrelasrocas,conlospieshundidosenelagua,conlaesperanzaderecobrarlacalmaqueelsueñonohabíapodidoproporcionarle.

Max intuía que tras los acontecimientos de los últimosdías se escondía algunalógica.Lasensacióndeunpeligroinminentesepalpabaenelairey,sisedeteníaapensarenello,podíatrazarseunalíneaascendenteenlasaparicionesdelDr.Caín.Acadahoraquepasaba,supresenciaparecíaadquirirmayorpoder.AlosojosdeMax,todoformabapartedeuncomplejomecanismoqueibaensamblandosuspiezasunaaunaycuyocentroconvergíaentornoaloscuropasadodeJacobFleischmann,desdelasenigmáticasvisitasaljardíndeestatuasquehabíapresenciadoenlaspelículasdelcobertizoaaquellacriaturaindescriptiblequehabíaestadoapuntodeacabarconsusvidasaquellamismatarde.

Habida cuenta de lo sucedido aquel día, Max comprendía que no podíanpermitirse el lujo de esperar un nuevo encuentro con el Dr. Caín para actuar: eraprecisoanticiparseasusmovimientosytratardeprevercuálseríasupróximopaso.ParaMaxsólohabíaunmododeaveriguarlo:seguirlapistaqueJacobFleischmannhabíadejadoañosatrásensuspelículas.

SinmolestarseendespertaraAliciayaRoland,Maxmontóensubicicletaysedirigió hacia la casa de la playa.A lo lejos, sobre la línea del horizonte, un puntooscuro emergióde la naday empezó a expandirse comounanubedegas letal.Latormentaseestabaformando.

DevueltaenlacasadelosCarver,Maxenhebróelrollodepelículaenlabobinadel proyector. La temperatura había bajado ostensiblemente mientras cubría eltrayectoenbicicletayseguíadescendiendo.Losprimerosecosdelatormentapodían

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escucharseentre las ráfagasocasionalesdevientoquegolpeaban lospostigosde lacasa.Antesdeproyectar lapelícula,Maxseapresuróescalerasarribayseenfundóropa seca de abrigo.La estructura demadera envejecida de la casa crujía bajo suspiesyparecíahacersevulnerablealacosodelviento.Mientrassecambiabaderopa,Max advirtió desde la ventana de su habitación que la tormenta que se acercabaestabacubriendoelcieloconunmantodeoscuridadqueanticipabaelanochecerenun par de horas. Aseguró el cierre de la ventana y bajó de nuevo a la sala paraencenderelproyector.

Unavezmás,lasimágenescobraronvidasobrelaparedyMaxseconcentróenlaproyección.Enestaocasiónlacámararecorríaunescenariofamiliar:lospasillosdelacasadelaplaya.Maxreconocióelinteriordelasalaenlaqueseencontrabaahoramismo, viendo la película. La decoración y los muebles eran diferentes y la casaofrecía un aspecto lujoso y opulento a los ojos de la cámara, que trazaba lentoscírculosymostrabaparedesyventanasdelacasa,comosihubieseabiertounapuertaenlatrampadeltiempoquepermitiesevisitarlacasacasiunadécadaatrás.

Trasunpardeminutosen laplantabaja, lapelícula trasladabaalespectadoralpisosuperior.

Una vez en el umbral del pasillo, la cámara se aproximaba hasta la puerta delextremo,queconducíaalahabitaciónocupadaporIrinahastaelaccidente.Lapuertaseabríaylacámarapenetrabaenlaestanciasumidaenlapenumbra.Lasalaestabavacíaylacámarasedeteníafrentealapuertadelarmarioenlapared.

Transcurrieron varios segundos de película sin que nada sucediese y sin que lacámararegistrasemovimientoalgunoenlaestanciadesocupada.Repentinamente,lapuertadelarmarioseabríaconfuerzaygolpeabalapared,balanceándosesobrelosgoznes.Maxforzólavistaparadilucidarquéesloqueseentreveíaenelinteriordelarmariooscuroyobservócómounamanoenfundadaenunguanteblancoemergíadeentre las sombras, sosteniendo un objeto brillante que pendía de una cadena.Maxadivinó lo que venía a continuación: el Dr. Caín salía del armario y sonreía a lacámara.

Maxreconoció laesferaqueelPríncipede laNiebla teníaensusmanos:eraelrelojquesupadrelehabíaregaladoyqueélhabíaperdidoenelinteriordelmausoleodeJacobFleischmann.Ahoraestabaenpoderdelmago,quedealgúnmodosehabíallevadoconsigosumáspreciadaposesiónaladimensiónfantasmaldelasimágenesenblancoynegroquebrotabandelviejoproyector.

LacámaraseacercóalrelojyMaxpudovernítidamentecómolasagujasdelaesferaretrocedíanaunavelocidadinverosímilycrecientehastaquesehizoimposibledistinguirlas.Alpoco,laesferaempezóadesprenderhumoychispasyfinalmenteelrelojprendióenllamas.Maxcontemplóhechizadolaescena,incapazdeapartarsusojos del reloj ardiente. Un instante después, la cámara se desplazaba bruscamente

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hastalapareddelahabitaciónyenfocabaunviejotocadorsobreelquesedistinguíaunespejo.Lacámaraseacercabaaélysedeteníapararevelarcontodaclaridadlaimagendequiensosteníalacámarasobrelaláminadecristal.

Max tragó saliva; por fin se enfrentaba cara a cara con quien había filmadoaquellas películas años atrás, en aquellamisma casa. Podía reconocer aquel rostroinfantilysonrientequeseestabafilmandoasímismo.Habíaenélunosañosmenos,perolasfaccionesylamiradaeranlasmismasquehabíaaprendidoareconocerenlosúltimosdías:Roland.

Lapelículaseencallóenelinteriordelproyectoryelfotogramaatascadofrentealalenteempezóafundirselentamenteenlapantalla.Maxapagóelproyectoryapretólos puños para detener el temblor que se había apoderado de sus manos. JacobFleischmannyRolanderanunamismapersona.

LaluzdeunrelámpagoinundólasalaensombrasporunafraccióndesegundoyMaxadvirtióque tras laventanauna figuragolpeabaenel cristal con losnudillos,haciendoseñasparaentrar.MaxencendiólaluzdelasalayreconocióelsemblantecadavéricoyaterrorizadodeVíctorKray,queajuzgarporsuaspectoparecíahaberpresenciadounaaparición.Maxsedirigióalapuertaydejóentraralanciano.Teníanmuchodequéhablar.

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Capítuloquince

Maxtendióunatazadetécalientealviejofareroyesperóqueelancianoentraseencalor.

VíctorKrayestabatiritandoyMaxnosabíasiatribuiraquelestadoalvientofríoquetraíalatormentaoalmiedoqueelancianoparecíayaincapazdeocultar.

—¿Quéestabahaciendoahíafuera,señorKray?—preguntóMax.—Heestadoeneljardíndeestatuas—contestóelanciano,recobrandolacalma.Víctor Kray sorbió un poco de té de la taza humeante y la dejó reposar en la

mesa.—¿DóndeestáRoland,Max?—preguntóelancianonerviosamente.—¿Por qué quiere saberlo?—replicóMax en un tono que no enmascaraba la

desconfianzaqueleinspirabaelancianoalaluzdesusúltimasaveriguaciones.El fareropareció intuir su receloyempezóagesticularcon lasmanos,comosi

quisieraexplicarseynohallaralaspalabras.—Max, algo terrible va a suceder esta noche si no lo impedimos —dijo

finalmenteVíctorKray,conscientedequesuafirmaciónnosonabamuyconvincente—.NecesitosaberdóndeestáRoland.Suvidacorregranpeligro.

Maxguardósilencioyescrutóelrostroimplorantedelanciano.Nocreíaunasolapalabradecuantoelfareroacababadedecir.

—¿Quévida,señorKray, ladeRolandoladeJacobFleischmann?—interpeló,esperandolareaccióndeVíctorKray.

Elancianoentornólosojosysuspiró,abatido.—Creoquenoteentiendo,Max—murmuró.—Yocreoquesí.Séquememintió,señorKray—dijoMaxclavandounamirada

acusadoraenelrostrodelanciano—.YséquiénesRolandenrealidad.Noshaestadoustedengañandodesdeelprincipio.¿Porqué?

VíctorKrayseincorporóycaminóhastaunadelasventanas,echandounvistazoalexterior,comosiesperaselallegadadealgunavisita.Unnuevotruenoestremeciólacasadelaplaya.LatormentaestabacadavezmáspróximaalacostayMaxpodíaescucharelsonidodeloleajerugiendoenelocéano.

—DimedóndeestáRoland,Max—insistióunavezmáselanciano,sindejardevigilarelexterior—.Nohaytiempoqueperder.

—No sé si puedo confiar en usted. Si quiere que le ayude, primero tendrá quecontarmelaverdad—exigióMax,quenoestabadispuestoapermitirqueelfareroledejasedenuevoamedialuz.

El anciano se volvió a él y lemiró con severidad.Max sostuvo sumirada condureza,indicandoquenoleintimidabaenabsoluto.VíctorKraypareciócomprenderlasituaciónysederrumbóenunabutaca,derrotado.

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—Estábien,Max.Tecontarélaverdad,siesoesloquequieres—murmuró.Maxsesentófrenteaélyasintió,dispuestoaescucharledenuevo.—Casitodoloqueoscontéelotrodíaenelfaroeracierto—empezóelanciano

—.MiantiguoamigoFleischmannhabíaprometidoalDr.CaínqueleentregaríasuprimerhijoacambiodeconseguiraEvaGray.Unañodespuésdelaboda,cuandoyoyahabíaperdidoelcontactoconambos,FleischmannempezóarecibirlasvisitasdelDr.Caín,quelerecordabalanaturalezadesupacto.Fleischmanntratóportodoslosmediosdeevitaraquelhijo,hastaelextremodedestrozarsumatrimonio.Despuésdelnaufragio del Orpheus, me creí en la obligación de escribirles y liberarles de lacondena que durante años les había hecho desgraciados. Yo confiaba en que laamenazadelDr.Caínhabíaquedadosepultadaparasiemprebajoelmar.Oalmenos,fuitaninsensatocomoparaconvencermeamímismodeello.Fleischmannsesentíaculpable y endeuda conmigoy pretendía que los tres,Eva, él y yovolviésemos aestar juntos, como en los años de la universidad. Aquello era absurdo, claro está.Habían sucedidodemasiadas cosas.Aun así, tuvo el caprichodehacer construir lacasadelaplaya,bajocuyotechohabríadenacersuhijoJacobpocotiempodespués.Elpequeñofuelabendicióndelcieloquelesdevolviólaalegríadeviviraambos.Oeso parecía, porque desde lamismanoche de su nacimiento, yo supe que algo ibamal. Aquella misma madrugada volví a soñar con el Dr. Caín. Mientras el niñocrecía,FleischmannyEvaestabantancegadosporlaalegríaqueeranincapacesdereconocerlaamenazaquesecerníasobreellos.Ambosestabanvolcadosenprocurarlafelicidaddelniñoyencomplacertodossuscaprichos.NuncahubounniñoenlaTierra tan consentido ymimado como Jacob Fleischmann. Pero, poco a poco, lossignos de la presencia de Caín se fueron haciendomás palpables. Un día, cuandoJacob tenía cinco años, el niño se perdió mientras jugaba en el patio de atrás.FleischmannyEvalobuscarondesesperadosdurantehoras,peronohabíaseñaldeél.Alcaerlanoche,Fleischmanntomóunalinternayseadentróenelbosque,temiendoqueelpequeñosehubieraextraviadoenlaespesuraysufridounaccidente.Cuandohabíanconstruido lacasa, seisañosatrás,Fleischmann recordabaqueenelumbraldel bosque existía un pequeño recinto cerrado y vacío que al parecer habíapertenecido, mucho tiempo atrás, a una antigua perrera derribada a principios desiglo. Era el lugar donde se encerraba a los animales que iban a ser sacrificados.Aquellanoche,unaintuiciónllevóaFleischmannapensarquetalvezelniñohabíaentradoallíyhabíaquedadoatrapado.Sucorazonadaeraenparteacertada,peronosólo encontró a su hijo allí. El recinto que años atrás había estado desierto, estabaahorapobladoporestatuas.Jacobestabajugandoentrelasfigurascuandosupadreleencontróylesacódeallí.Unpardedíasdespués,Fleischmannmevisitóenelfaroymeexplicólosucedido.Mehizojurarque,sialgolesucedíaaél,yomeharíacargodel pequeño. Aquello fue sólo el principio. Fleischmann ocultaba a su esposa los

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incidentes inexplicables que se sucedían en torno al niño, pero en el fondo élcomprendíaquenohabíaescapatoriayquetardeotempranoCaínvolveríaabuscarloquelepertenecía.

—¿QuésucediólanocheenqueJacobseahogó?—interrumpióMax,intuyendola respuesta, perodeseandoque las palabras del ancianoprobasenque sus temoreseranerróneos.

VíctorKraybajólacabezaysetomóunossegundospararesponder.—Taldíacomohoy,el23de junio,elmismodíaenqueelOrpheussehundió,

una terrible tormenta se desató en elmar. Los pescadores corrieron a asegurar susbarcasylagentedelpueblocerrópuertasyventanas,aligualquelohabíanhecholanochedelnaufragio.Elpueblosetransformóenunaaldeafantasmabajolatormenta.Yo estaba en el faro y una terrible intuiciónme asaltó: el niño estaba en peligro.Crucélascallesdesiertasyvinehaciaaquíatodaprisa.Jacobhabíasalidodelacasay caminabapor la playa, hacia la orilla, donde el oleaje rompía con furia.Caíaunfuerteaguaceroylavisibilidaderacasinula,peropudeentreverunasiluetabrillanteque brotaba del agua y tendía dos largos brazos al niño, como tentáculos. Jacobparecíacaminarhipnotizadohaciaaquellacriaturadeagua,alaquecasinopudeverenlaoscuridad.EraCaín,deesoestabaseguro,peroparecíacomosi,porunavez,todas sus identidades se hubiesen fundido en una silueta cambiante…Me cuestamuchodescribirloquevi…

—He visto esa forma —interrumpió Max, ahorrándole al anciano lasdescripciones de la criatura que élmismo había visto tan sólo unas horas antes—.Continúe.

—MepreguntéporquéFleischmannysumujernoestabanallí,tratandodesacaralniñoymiréhacialacasa.Unabandadefigurascircensesqueparecíancuerposdepiedramóvillosreteníanbajoelporche.

—Lasestatuasdeljardín—corroboróMax.Elancianoasintió.—Loúnicoquepenséenaquelmomentofueensalvaralniño.Aquellacosa lo

habíatomadoensusbrazosyloarrastrabamaradentro.Melancécontralacriaturaylaatravesé.Laenormesiluetadeaguasedesvanecióen laoscuridad.ElcuerpodeJacobsehabíahundido.Mesumergívariasveceshastaquelopalpéenlaoscuridadypude rescatar su cuerpopara llevarlodenuevohasta la superficie.Arrastré al niñohasta la arena, lejos de las olas y traté de reanimarle. Las estatuas habíandesaparecidoconCaín.FleischmannyEvacorrieronjuntoamíparasocorreralniño,perocuandollegaronyanoteníapulso.Lollevamosalinteriordelacasaytratamosde reanimarle inútilmente: el niño estabamuerto.Fleischmann estaba fuera de sí ysalióalexterior,gritándolealatormentayofreciendosuvidaaCaínacambiodeladelniño.Minutosdespués,inexplicablemente,Jacobabriólosojos.Estabaenestado

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de«shock».Nonosreconocíaynoparecíarecordarnisupropionombre.Evaarropóalniñoy lo llevóarriba,donde ledejódormir.Cuandovolvióabajar,un ratomástarde,seacercóamíy,muyserenamente,medijoque,sielniñoseguíaconellos,suvidacorreríapeligro.Mepidióquemehiciesecargodeélylocriasecomoharíaconmipropiohijo,comoalhijoque,sieldestinohubieratomadootrocamino,hubierapodidoserelnuestro.Fleischmannnoseatrevióaentrarenlacasa.AceptéloquemepedíaEvaGrayypudeverensusojoscómorenunciabaa loúnicoquehabíadadosentido a su vida. Al día siguiente me llevé al niño conmigo. No volví a ver losFleischmann.

Víctor Kray hizo una larga pausa. Max tuvo la impresión de que el ancianotratabadecontenerlaslágrimas,peroVíctorKrayocultabasurostroentresusmanosblancasyenvejecidas.

—Supeunañodespuésqueélhabíamuerto,víctimadeunaextrañainfecciónquecontrajoatravésdelamordeduradeunperrosalvaje.Yaunahora,nosésiEvaGrayvivetodavíaenalgúnlugardelpaís.

Max examinó el semblante abatido del anciano y supuso que le había juzgadoerróneamente,aunquehubierapreferidoconfirmarlecomounvillanoynotenerqueenfrentarsealoquesuspalabrasponíanenevidencia.

—UstedinventólahistoriadelospadresdeRoland,inclusoinventósunombre…—concluyóMax.

Kray asintió, admitiendo ante unmuchacho de trece años al que apenas habíavistounpardeveceselmayorsecretodesuvida.

—Entonces,¿Rolandnosabequiénesenrealidad?—preguntóMax.ElancianonegórepetidamenteyMaxadvirtióquefinalmentehabíalágrimasde

rabiaensusojos,castigadospordemasiadosañosvigilandoenloaltodelfaro.—¿Quién está enterrado entonces en la tumba de Jacob Fleischmann en el

cementerio?—preguntóMax.—Nadie—respondióelanciano—.Nuncaseconstruyóesatumbaniseoficióun

funeral.La tumbaquevisteelotrodíaaparecióenelcementerio locala lasemanasiguiente de la tormenta. Las gentes del pueblo creen que Fleischmann la mandóconstruirparasuhijo.

—Noloentiendo—replicóMax—.SinofueFleischmann,¿quiénlaconstruyóyparaqué?

VíctorKraysonrióamargamentealmuchacho.—Caín—respondiófinalmente—.Caín lacolocóallíy lahaestadoreservando

desdeentoncesparaJacob.—Diosmío—murmuróMax,comprendiendoquetalvezhabíadesperdiciadoun

tiempopreciosoalobligaralancianoaconfesar toda laverdad—.HayquesacaraRolanddelacabañaahoramismo…

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ElenvitedelasolasquerompíanenlaplayadespertóaAlicia.Yahabíacaídolanochey,ajuzgarporelintensorepiqueteodelaguasobreeltejadodelacabaña,unafuerte tormenta sehabíadesencadenado sobre la bahíamientrasdormían.Alicia seincorporó, aturdida todavía, y comprobó que Roland seguía tendido en el catre,murmurandopalabrasininteligiblesensusueño.MaxnoestabaallíyAliciasupusoque su hermano estaría afuera, contemplando la lluvia sobre el mar; a Max lefascinabalalluvia.Sedirigióhastalapuertaylaabrió,echandounvistazoalaplaya.

Unadensanieblaazuladareptabadesdeelmarhacialacabañacomounespectroacechante yAlicia pudo percibir docenas de voces que parecían susurrar desde suinterior.Cerrólapuertaconfuerzayseapoyócontraella,decididaanodejarsellevarpor el pánico. Roland, sobresaltado por el ruido del portazo, abrió los ojos y seincorporótrabajosamente,sincomprendermuybiencómohabíallegadohastaallí.

—¿Quéestápasando?—consiguiómurmurarRoland.Aliciadespególos labiosparacontestar,peroalgoladetuvo.Rolandcontempló

estupefactocómounadensanieblase filtrabapor todas las junturasde lacabañayenvolvíaaAlicia.Lamuchachagritóylapuertasobrelaquehabíaestadoapoyadasalió despedida hacia el exterior, arrancada de los goznes por una fuerza invisible.Roland saltó del catre y corrió hacia Alicia, que se alejaba en dirección al marenvueltaenaquellagarraformadaporlanieblavaporosa.Unafiguraseinterpusoensu camino y Roland reconoció al espectro de agua que le había arrastrado a lasprofundidades.Elrostrolobunodelpayasoseiluminó.

—Hola,Jacob—susurrólavoztrasloslabiosgelatinosos—.Ahorasíquevamosadivertirnos.

Roland golpeó la forma acuosa y la silueta de Caín se desintegró en el aire,dejando caer en el vacío litros y litros de agua. Roland se precipitó al exterior yrecibióelgolpedelatormenta.Unagrancúpuladeespesasnubespurpúreassehabíaformadosobrelabahía.Desdesucima,unrayocegadorcayósobreunodelospicosdel acantilado y pulverizó toneladas de roca, esparciendo una lluvia de briznasincandescentessobrelaplaya.

Alicia gritó, luchando por zafarse del abrazo letal que la aprisionaba yRolandcorriósobrelaspiedrashastalaorilla.Intentóalcanzarsumanohastaqueunafuertesacudidadelmarlederribó.Cuandosepusoenpiedenuevo,todalabahíatemblababajo sus pies y Roland escuchó un enorme rugido que pareció ascender desde lasprofundidades. El muchacho retrocedió unos pasos, luchando por mantener elequilibrioypudoverqueunagigantescaformaluminosaascendíadesdeelfondodelmarhacialasuperficie,levantandoolasdevariosmetrosentodasdirecciones.Enelcentrodelabahía,Rolandreconociólasiluetadeunmástilemergiendodeentrelasaguas. Lentamente, ante sus ojos incrédulos, el casco del Orpheus salió a flote,

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envueltoenunhaloespectral.Sobreelpuente,Caín,envueltoensucapa,alzóunbastónplateadoalcieloyun

nuevo rayo cayó sobre él, prendiendo de luz resplandeciente todo el casco delOrpheus. El eco de la cruel carcajada delmago inundó la bahíamientras la garrafantasmalsoltabaaAliciaasuspies.

—Esatiaquienquiero,Jacob—susurrólavozdeCaínenlamentedeRoland—.Sinoquieresqueellamuera,venabuscarla…

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Capítulodieciséis

Maxpedaleababajolalluviacuandoelresplandordelrayolesobresaltóyrevelóla visión del Orpheus, resurgido de las profundidades e impregnado de unaluminosidad hipnótica que emanaba del propio metal. El viejo buque de Caínnavegabadenuevosobrelasaguasenfurecidasdelabahía.Maxpedaleóhastaperderelaliento,temiendoque,cuandollegaraalacabaña,yafuerademasiadotarde.Habíadejadoatrásalviejofarero,quenopodíanimuchomenosigualarsuritmo.Alllegaral bordede laplaya,Max saltóde labicicletay corrióhacia la cabañadeRoland.Descubrióquelapuertahabíasidoarrancadadecuajoylocalizólasiluetaparalizadadesuamigoenlaorilla,mirandohechizadoelbuquefantasmaquesurcabaeloleaje.Maxdiograciasalcieloycorrióaabrazarle.

—¿Estásbien?—gritócontraelvientoqueazotabalaplaya.Rolandledevolvióunamiradadepánico,comoladeunanimalheridoeincapaz

deescapardesudepredador.Maxvioenélaquelrostroinfantilquehabíasostenidolacámarafrentealespejoysintióunescalofrío.

—TieneaAlicia—dijoRolandfinalmente.Max sabía que su amigo no comprendía lo que estaba sucediendo realmente e

intuyóqueintentarexplicárselosólocomplicaríalasituación.—Paseloquepase—dijoMax—,aléjatedeél.¿Mehasoído?AléjatedeCaín.Rolandignorósuspalabrasyseadentróenelaguahastaqueeloleajelecubrióla

cintura.Maxfue trasély le retuvo,peroRoland,másfuertequesuamigo,sezafófácilmentedeélyleempujóconfuerzaantesdelanzarseanadar.

—¡Espera!—gritóMax—.¡Nosabesloqueestápasando!¡Tebuscaati!—Yalosé—replicóRolandsindarletiempoapronunciarunapalabramás.Max vio zambullirse a su amigo en las olas y emerger unos metros más allá,

nadandohaciaelOrpheus.Lamitadprudentedesualmalepedíaagritoscorrerdevueltaa lacabañayescondersebajoelcatrehastaque todohubierapasado.Comosiempre,Maxescuchóa laotramitadyse lanzó trassuamigocon laseguridaddeque,estavez,novolveríaatierraconvida.

LoslargosdedosenfundadosenunguantedeCaínsecerraronsobrelamuñecade Alicia como una tenaza y la muchacha sintió que el mago tiraba de ella,arrastrándolasobre lacubiertaresbaladizadelOrpheus.Alicia intentó librarsede lapresa forcejeando con fuerza. Caín se volvió y, alzándola en el aire sin ningúnesfuerzo,acercósurostroaescasoscentímetrosdeldeAlicia,hastaquelamuchachapudo ver cómo las pupilas de aquellos ojos ardientes de rabia se dilataban ycambiabandecolor,delazulaldorado.

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—No te lo repetiré—amenazó elmago con vozmetálica y carente de vida—.Estatequietaotearrepentirás.¿Mehasentendido?

ElmagoincrementódolorosamentelapresióndesusdedosyAliciatemióque,denodetenerse,Caínlepulverizaríaloshuesosdelamuñecacomosifuerandearcillaseca. Alicia comprendió que era inútil oponer resistencia y asintió nerviosamente.Caínaflojólapresaysonrió.Nohabíacompasiónnicortesíaenaquellasonrisa,sóloodio.ElmagolasoltóyAliciacayódenuevosobrelacubierta,golpeándoselafrentecontraelmetal.Sepalpólapielysintióelescozorpunzantedeuncorteabiertoporlacaída. Sin concederle un instante de tregua, Caín la asió de nuevo por su brazomagulladoylaarrastróhacialasentrañasdelbuque.

—Levántate —ordenó el mago, empujándola a través de un corredor que seextendíatraselpuentedelOrpheusyconducíaaloscamarotesdecubierta.

Las paredes estaban ennegrecidas y cubiertas de óxido y una capa viscosa dealgas oscuras. El interior del Orpheus estaba sumergido en un palmo de aguacenagosaquedesprendíavaporesnauseabundos.Decenasdedespojos flotabanysebalanceabanconelfuertevaivéndelbarcoentreeloleaje.ElDr.CaínagarróaAliciaporelpeloyabrióunadelascompuertasquedabaauncamarote.Unanubedegasesy agua corrompida aprisionados en el interior durante veinticinco años llenaron elaire.Aliciacontuvolarespiración.Elmagoestiróconfuerzadesupeloylaarrastróhastalapuertadelcamarote.

—Lamejorsuitedelbarco,querida.Elcamarotedelcapitánparamiinvitadadehonor.Disfrutadelacompañía.

Caínlaempujóbrutalmentealinteriorycerrólacompuertaasuespalda.Aliciacayóde rodillas ypalpó la pared a su espalda, enbuscadeunpuntode apoyo.Elcamarote estaba prácticamente sumido en la oscuridad y la única claridad queconseguíaabrirsepasoproveníadeunestrechoojodebueyalquelosañosbajolasaguas habían cubierto de una gruesa costra semitransparente de algas y restosorgánicos.Lascontinuassacudidasdelbarcoenlatormentalaempujabancontralasparedesdelcamarote.Aliciaseaferróaunatuberíaoxidadayescrutólapenumbra,luchandoporapartardesumenteelhedorpenetrantequereinabaenaquellugar.Susojos tardaron un par deminutos en habituarse a lasmínimas condiciones de luz ypermitirleexaminar laceldaqueCaín lehabía reservado.Nohabíamás salidaa lavista que la compuerta que el mago había sellado al irse. Alicia buscódesesperadamenteunabarrademetalounobjetocontundenteconqueintentarforzarla compuerta del camarote, pero no pudo hallar nada. Mientras palpaba en lapenumbraenposdeunaherramientaquelepermitieseliberarse,susmanosrozaronalgo que había estado apoyado contra la pared.Alicia se apartó, sobresaltada. LosrestosirreconociblesdelcapitándelOrpheuscayeronasuspiesyAliciacomprendióaquiénsereferíaCaínalhablardesucompañía.Eldestinonohabíajugadoafavor

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delviejoholandéserrante.Elestruendodelmaryeltemporalahogaronsusgritos.

Por cadametroqueRolandganabaen sucaminohasta elOrpheus, la furiadelmarlearrastrababajoelaguayledevolvíaalasuperficieenelrompientedeunaola,envolviéndoleenuntorbellinodeespumacuyafuerzanopodíacombatir.Frenteaél,elbarcosedebatíaconlosmurosdeoleajequeeltemporallanzabacontraelcasco.

A medida que se aproximaba al buque, la violencia del mar le hacía másdificultosoelcontrolarladirecciónenquelacorrientelezarandeabayRolandtemióque un golpe repentino de oleaje pudiera estrellarle contra el casco delOrpheus yhacerle perder el sentido. Si eso sucedía, el mar le engulliría vorazmente y jamásvolveríaalasuperficie.Rolandsezambullóparaesquivarlacrestadeunaolaquesecerníasobreélyemergiódenuevo,comprobandoquelaolasealejabahacialacostaformandounvalledeaguaturbiayagitada.

ElOrpheussealzabaamenosdeunadocenademetrosdedondeseencontrabayal contemplar la pared de acero teñida de luz incandescente supo que le resultaríaimposibletreparhastalacubierta.Elúnicocaminoviableeralabrechaquelasrocashabían abierto en el casco, provocando el hundimiento del barco veinticinco añosatrás.Labrechaseencontrabaenlalíneadeflotaciónyaparecíaysesumergíabajolasaguasacadaenvitedeloleaje.Losjironesdemetaldelfuselajequerodeabanelagujero negro semejaban las fauces de una gran bestia marina. La sola idea deintroducirseenaquella trampaaterrabaaRoland,peroera suúnicaoportunidaddellegar hasta Alicia. Luchó por no ser arrastrado por la siguiente ola y, una vez lacrestahubopasadosobreél,selanzóhaciaelagujerodelcascoypenetróenélcomountorpedohumanohacialastinieblas.

VíctorKrayatravesó sin aliento lashierbas salvajesque separaban labahíadelcaminodel faro.La lluviayelvientocaíancon fuerzay frenabansuavancecomomanosinvisiblesempeñadasenalejarledeaquellugar.Cuandoconsiguióllegarhastalaplaya,elOrpheussealzabaenelcentrodelabahía,navegandoenlínearectahaciaelacantiladoyenvueltoenunauradeluzsobrenatural.Laproadelbarcorompíaeloleaje que barría la cubierta y levantaba una nube de espumablanca a cada nuevasacudida del océano. Una sombra de desesperación se abatió sobre él: sus peorestemores se habían hecho realidad y había fracasado; los años habían debilitado sumentey elPríncipede laNiebla le había engañadounavezmás.Sólopedía ya alcieloquenofuerademasiadotardeparasalvaraRolanddeldestinoqueelmagoteníareservadoparaél.Enaquelmomento,VíctorKrayhubieraentregadogustososuvidasi conellogarantizaseaRolandunamínimaoportunidaddeescapar.Sinembargo,unaoscurapremoniciónlehacíasospecharquehabíafaltadoalapromesaquehizoalamadredelniño.

VíctorKray se encaminó hacia la cabaña deRoland, con la vana esperanza de

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encontrarleallí.NohabíarastrodeMaxnidelamuchachaylavisióndelapuertadelacabañaderribadaen laplaya lehizoalbergar lospeoresaugurios.Entonces,unachispadeesperanzaseencendióanteélalcomprobarquehabíaluzenelinteriordelacabaña.Elfareroseapresuróhacialaentrada,voceandoelnombredeRoland.Lafiguradeunlanzadordecuchillosdepiedrapálidayvivasalióarecibirle.

—Un poco tarde para lamentarse, abuelo —dijo, permitiendo al ancianoreconocerlavozdeCaín.

VíctorKray dio un paso atrás, pero había alguien a su espalda y, antes de quepudierareaccionar,sintióungolpesecoenlanuca.Después,cayolaoscuridad.

MaxadvirtióqueRolandpenetrabaenelcascodelOrpheusatravésdelagujeroenelfuselajeysintióquesusfuerzasflaqueabanacadanuevasacudidadelasolas.ÉlnoeraunnadadorcomparableaRolandyaduraspenasconseguiríamantenerseaflotedurantemuchomástiempoenmediodeaqueltemporal,amenosqueencontraseelmodode subirabordodelbuque.Porotro lado, lacertezadequeelpeligro lesesperabaenlasentrañasdelbarcoselehacíamásevidenteacadaminutoquepasabaycomprendíaqueelmagolesestaballevandoasuterrenocomomoscasalamiel.

Tras escuchar un estruendo ensordecedor, Max contempló cómo una inmensapareddeaguasealzabaporlapopadelOrpheusyseaproximabaagranvelocidadalbuque.Enpocossegundos,elimpactodelaolaarrastróalbarcohastaelacantiladoylaproaseincrustóenlasrocas,provocandounaviolentasacudidaentodoelcasco.ElmástilquesosteníalasseñalesluminosasdelpuentesedesplomóalcostadodelbarcoysuextremocayoaunosmetrosdeMax,quesesumergióenlasaguas.

Maxnadótrabajosamentehastaallí,seaferróalmástilydescansóunossegundospara recuperar el aliento. Cuando alzó lamirada, vio que la trayectoria delmástilabatidoletendíaunpuentehastalacubiertadelbarco.Antesdequeunanuevaolalearrancasedeallíyselollevaraparasiempre,MaxempezóatreparhaciaelOrpheussinadvertirque,apoyadaenlabarandadeestribordelbuque,unasiluetaleesperabainmóvil.

El impulsode lacorrienteempujóaRolanda travésde la sentina inundadadelOrpheusyelmuchachoseprotegiólacaraconlosbrazosparaevitarlosgolpesquesuavanceentrelosrestosdelnaufragiolepropinaba.Rolandsemecióamerceddelaguahastaqueunasacudidaenelcascolelanzócontralapared,dondepudoasirseaunaescalerillametálicaqueascendíahacialapartesuperiordelbarco.

Rolandtrepóporlaangostaescalerillaycruzóunaescotillaquedesembocabaenla oscura sala de máquinas que albergaba los motores destruidos del Orpheus.Atravesólosrestosdelamaquinariahastaelcorredordeascensoalacubiertay,una

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vezallí,cruzóatodaprisaelpasillodecamaroteshastallegaralpuentedelbuque.Paradójicamente, Roland reconocía cada rincón de la sala y todos los objetos quetantas veces había observado buceando bajo el agua. Desde aquel puesto deobservación, Roland obtenía una visión completa de la cubierta delantera delOrpheus,dondelasolasbarríanlasuperficieyveníanamorircontralaplataformadelpuente.Súbitamente,RolandsintióqueelOrpheuseraimpulsadohaciaadelanteconuna fuerza imparable y contempló atónito cómo de entre las sombras emergía elacantiladoaproadelbarco.Ibanachocarcontralasrocasencuestióndesegundos.

Rolandseapresuróasujetarsealaruedadeltimónysuspiesresbalaronsobrelapelícula de algas que recubría el piso. Rodó varios metros hasta golpearse con elantiguoaparatoderadioysucuerpoexperimentólatremendavibracióndelimpactodelcascocontralosacantilados.Pasadoelpeormomento,seincorporóyescuchóunsonidocercano,unavozhumanaenel fragorde la tormenta.Elsonidose repitióyRolandloreconoció:eraAliciapidiendoayudaagritosenalgúnlugardelbuque.

Los diez metros que Max hubo de trepar por el mástil hasta la cubierta delOrpheusseleantojaronmásdecien.Lamaderaestabaprácticamentepodridaytanastilladaque,alalcanzarfinalmentelabordadelbuque,susbrazosypiernasestabanplagados de pequeñas heridas que le producían un fuerte escozor.Max juzgómásprudente no detenerse a examinar susmagulladuras y extendió unamano hasta labarandillametálica.

Unavezestuvosólidamenteaferrado,saltótorpementesobrelacubiertaycayódebruces.UnaformaoscuracruzófrenteaélyMaxalzólamirada,conlaesperanzadeveraRoland.LasiluetadeCaíndesplegósucapaylemostróunobjetodoradoquesebalanceabadelextremodeunacadena.Maxreconociósureloj.

—¿Buscas esto? —preguntó el mago, arrodillándose junto al muchacho ymeciendoelrelojqueMaxhabíaperdidoenelmausoleodeJacobFleischmannantesusojos.

—¿DóndeestáJacob?—interrogóMax,ignorandolamuecaburlonaqueparecíafijadaalrostrodeCaíncomounamascarilladecera.

—Ésa es la pregunta del día —respondió el mago—, y tú me ayudarás aresponderla.

CaíncerrósumanosobreelrelojyMaxescuchóelcrujidodelmetal.Cuandoelmagomostródenuevolapalmaabierta,apenasquedabadelregaloquesupadre lehabíahechounamasijoirreconocibledetornillosytuercasaplastadas.

—Eltiempo,queridoMax,noexiste;esunailusión.InclusotuamigoCopérnicohubieseadivinadoesosihubiesetenidoprecisamentetiempo.¿Irónico,verdad?

Max calculó mentalmente las posibilidades que tenía de saltar por la borda yescapardelmago.ElguanteblancodeCaínsecerrósobresugargantaantesdeque

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pudierarespirar.—¿Quéesloquevaahacerconmigo?—gimióMax.—¿Quéharíascontigosiestuviesesenmilugar?—preguntóelmago.MaxsintiócómolapresaletaldeCaínlecortabalarespiraciónycirculaciónala

cabeza.—¿Esunabuenapregunta,verdad?ElmagosoltóaMaxsobrelacubierta.Elimpactodelmetalherrumbrosocontra

sucuerpolenublólavisiónporunossegundosyunespasmodenauseaseapoderódeél.

—¿Por qué persigue a Jacob?—balbuceóMax, tratando de ganar tiempo paraRoland.

—Losnegociossonlosnegocios,Max—respondióelmago—.Yoyacumplímipartedeltrato.

—¿Pero qué importancia puede tener la vida de un chico para usted?—espetóMax—.Además,yasevengómatandoalDr.Fleischmann,¿noescierto?

ElrostrodelDr.Caínseiluminó,comosiMaxacabasedeformularlelapreguntaqueansiabaresponderdesdequehabíaniniciadosudiálogo.

—Cuandonosesaldaladeudadeunpréstamo,hayquepagarintereses.Peroesonoanulaladeuda.Esmiley—siseólavozdelmago—.Yesmialimento.LavidadeJacobylademuchoscomoél.¿Sabescuántosañoshacequerecorroelmundo,Max?¿Sabescuántosnombreshetenido?

Maxnegóagradeciendocadasegundoqueelmagoperdíahablandoconél.—Dígamelo—respondióconunhilodevoz,fingiendounatemerosaadmiración

antesuinterlocutor.Caín sonrió eufórico. En aquel momento, sucedió lo que Max había estado

temiendo.Entreelestruendodelatormenta,seescuchólavozdeRolandllamandoaAlicia.Max y elmago cruzaron unamirada; ambos lo habían oído. La sonrisa sedesvaneció del rostro deCaín y su rostro recuperó la oscura faz de un depredadorhambrientoysanguinario.

—Muylisto—murmuró.Maxtragósaliva,preparadoparalopeor.ElmagodesplegóunamanofrenteaélyMaxcontemplópetrificadocómocada

unodesusdedossetransformabanenunalargaaguja.Apocosmetrosdeallí,Rolandgritó de nuevo.Caín se volvió amirar a sus espaldas yMax se abalanzó hacia labordadelbuque.Lagarradelmagosecerrósobresunucaylehizogirarlentamente,hastaenfrentarlecaraacaraconelPríncipedelaNiebla.

—Lástimaquetuamigonosealamitaddehábilquetú.Quizádeberíahacerlostratoscontigo.Otravezserá—escupieronloslabiosdelmago—.Hastalavista,Max.Esperoquehayasaprendidoabuceardesdelaúltimavez.

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Conlafuerzadeunalocomotora,elmagolanzóaMaxporlosaires,devueltaalmar.ElcuerpodeMaxtrazóunarcodemásdediezmetrosycayósobreeloleaje,sumergiéndoseenlafuertecorrientehelada.Maxluchóporsalirafloteybatióbrazosypiernascontodassusfuerzasparaescapardelaletalfuerzadesucciónqueparecíaarrastrarle hacia la negra oscuridad del fondo. Nadando a ciegas, sintió que suspulmones estaban a punto de estallar y finalmente emergió a pocosmetros de lasrocas.Inspiróunabocanadadeairey,peleandopormantenerseaflote,consiguióquelentamente las olas le llevaran hasta el borde de la pared rocosa donde consiguióasirseaunsalientedesdeelquetreparyponerseasalvo.Lasaristasafiladasdelasrocas le mordieron la piel y Max sintió cómo abrían pequeñas heridas en susmiembros, tanentumecidosporel fríoqueapenaspodíansentireldolor.Luchandopor no desfallecer, ascendió unosmetros hasta encontrar un recodo entre las rocasfuera del alcance del oleaje. Sólo entonces pudo tenderse sobre la dura piedra ydescubrirqueestabatanaterrorizadoquenoeracapazdecreerquehabíasalvadosuvida.

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Capítulodiecisiete

LapuertadelcamaroteseabriólentamenteyAlicia,acurrucadaenunrincóndelassombras,permanecióinmóvilycontuvolarespiración.LasombradelPríncipedelaNieblaseproyectósobreelinteriordelasalaysusojos,encendidoscomobrasas,cambiarondecolor,deldoradoaun rojoprofundo.Caínentróenelcamarotey seacercóa ella.Alicia luchóporocultar el temblorque sehabía apoderadode ellayencaró al visitante con unamirada desafiante. Elmagomostró una sonrisa caninaantetaldesplieguedearrogancia.

—Debe de ser algo de familia. Todos con vocación de héroe —comentóamablementeelmago—.Meestáisempezandoagustar.

—¿Quéesloquequiere?—dijoAlicia,impregnandosuvoztemblorosadetodoeldesprecioquepudoreunir.

Caínparecióconsiderarlapreguntaysedesenfundólosguantesconparsimonia.Aliciaadvirtióquesusuñaseranlargasyafiladascomolapuntadeunadaga.Caínlaseñalóconunadeellas.

—Esodepende.¿Quémesugierestú?—ofrecióelmagodulcemente,sinapartarsusojosdelrostrodeAlicia.

—No tengonadaquedarle—replicóAlicia, dirigiendounamirada furtiva a lacompuertaabiertadelcamarote.

Caínnegóconelíndice,leyendosusintenciones.—No sería una buena idea —sugirió—. Volvamos a lo nuestro. ¿Por qué no

hacemosuntrato?Unaententeentreadultos,porasídecirlo.—¿Quétrato?—respondióAlicia,esforzándoseporrehuirlamiradahipnóticade

Caínqueparecíasuccionarsuvoluntadconlavoracidaddeunparásitodealmas.—Asímegusta, que hablemos de negocios.Dime,Alicia, ¿te gustaría salvar a

Jacob, perdón, a Roland? Es un muchacho apuesto, diría yo —dijo el magorelamiendocadaunadelaspalabrasdesuofertaconinfinitadelicadeza.

—¿Quéquiereacambio?¿Mivida?—repusoAlicia,cuyaspalabrasbrotabandesugargantasinapenasdarletiempoapensar.

Elmagocruzólasmanosyfruncióelceño,pensativo.Aliciaadvirtióquenuncaparpadeaba.

—Yoteníapensadaotracosa,querida—explicóelmago,acariciándoseel labioinferiorconlayemadesudedoíndice—.¿Quéhaydelavidadetuprimerhijo?

Caínseaproximólentamenteaellayacercósurostroaldelamuchacha.AliciasintióunintensohedordulzónynauseabundoqueemanabadeCaín.

Enfrentandosumirada,Aliciaescupióenlacaradelmago.—Váyasealinfierno—dijo,conteniendolarabia.Lasgotasdesalivaseevaporaroncomosilashubieselanzadoaunaplanchade

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metalardiente.—Queridaniña,deallívengo—replicóCaín.Lentamente, el mago extendió su mano desnuda hacia el rostro de Alicia. La

muchachacerrólosojosynotóelcontactoheladodesusdedosylaslargasyafiladasuñas sobre su frente durante unos instantes. La espera se hizo interminable.Finalmente,Aliciaoyócómosuspasossealejabany lacompuertadelcamarote secerrabadenuevo.Elhedorapodredumbreescapóporlasjunturasdelaescotilladelcamarotecomoelvapordesdeunaválvulaapresión.Aliciasintiódeseosdellorarygolpear las paredes hasta aplacar su furia, pero hizo un esfuerzo por no perder elcontrol ymantener lamente clara. Tenía que salir de allí y no disponía demuchotiempoparahacerlo.

Fue hasta la compuerta y palpó el contorno en busca de una brecha o algúnresquicioporelquetratardeforzarla.Nada.CaínlahabíaselladoenunsarcófagodealuminiooxidadoencompañíadeloshuesosdelviejocapitándelOrpheus.Enaquelmomento,unafuerteconmociónsacudióelbarcoyAliciacayódebrucescontraelsuelo.Alospocossegundos,unsonidoapagadoempezóahacerseaudibledesdelasentrañasdelbarco.Aliciaapoyóeloídoenlacompuertayescuchóatentamente;erael siseo inconfundible del agua fluyendo.Gran cantidad de agua.Alicia, presa delpánico,comprendióloquesucedía;elcascoseinundabayelOrpheussehundíadenuevo,empezandoporlasbodegas.Estaveznopudocontenersualaridodeterror.

RolandhabíarecorridotodoelbuqueenbuscadeAliciasinéxito.ElOrpheussehabía transformado en una laberíntica catacumba submarina de interminablescorredoresycompuertasatrancadas.Elmagopodíahaberlaocultadoendecenasdelugares.Volvióalpuenteytratódededucirdóndepodíaestaratrapada.LasacudidaqueatravesóelbarcolehizoperderelequilibrioyRolandcayósobreelpisohúmedoy resbaladizo. De entre las sombras del puente apareció Caín, como si su siluetahubieseemergidodelmetalresquebrajadodelpiso.

—Nos hundimos, Jacob —explicó el mago con parsimonia, señalando a sualrededor—.Nuncahastenidosentidodelaoportunidad,¿verdad?

—No sé de qué está usted hablando. ¿Dónde está Alicia? —exigió Roland,dispuestoalanzarsesobresuoponente.

Elmagocerrólosojosyjuntólaspalmasdelasmanoscomosifueseaentornarunaoración.

—Enalgúnlugardeestebarco—respondiótranquilamenteCaín—.Sihassidolosuficientementeestúpidocomoparallegarhastaaquí,noloestropeesahora.¿Quieressalvarlelavida,Jacob?

—MinombreesRoland—atajóelmuchacho.—Roland,Jacob…¿Quémásdaunnombrequeotro?—rióCaín—.Yomismo

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tengovarios.¿Cuálestudeseo,Roland?¿Quieressalvaratuamiga?¿Eseso,no?—¿Dóndelahametido?—repitióRoland—.¡Malditosea!¿Dóndeestá?Elmagosefrotólasmanos,comosituvierafrío.—¿Sabesloquetardaunbarcocomoésteenhundirse,Jacob?Nomelodigas.Un

pardeminutos,comomucho.¿Sorprendente,verdad?Dímeloamí—rióCaín.—UstedquiereaJacobocomoquieraqueme llame—afirmóRoland—.Ya lo

tiene;novoyahuir.Suéltalaaella.—QuéoriginalJacob—sentencióelmago,acercándosehaciaelmuchacho—.Se

teacabaeltiempo.Unminuto.ElOrpheusempezóaescorarlentamenteaestribor.Elaguaqueinundabaelbarco

rugía bajo sus pies y la debilitada estructura demetal vibraba fuertemente ante lafuria conque las aguas se abrían camino a travésde las entrañasdel buque, comoácidosobreunjuguetedecartón.

—¿Quétengoquehacer?—imploróRoland—.¿Quéesperademí?—Bien, Jacob.Veoquevamosentrandoen razón.Esperoquecumplas laparte

deltratoquetupadrefueincapazdecumplir—respondióelmago—.Nadamás.Ynadamenos.

—Mi padre murió en un accidente, yo… —empezó a explicar Rolanddesesperadamente.

Elmagocolocósumanopaternalmentesobreelhombrodelmuchacho.Rolandsintióelcontactometálicodesusdedos.

—Mediominuto,chico.Unpocotardeparalashistoriasdefamilia—cortóCaín.ElaguagolpeabaconfuerzaelpisosobreelquesesosteníaelpuenteyRoland

dirigió una últimamirada suplicante al mago. Caín se arrodilló frente a Roland ysonrióalmuchacho.

—¿Hacemosuntrato,Jacob?—susurróelmago.LaslágrimasbrotarondelrostrodeRolandylentamenteelmuchachoasintió.—Bien,bien,Jacob—murmuróCaín—.Bienvenidoacasa…Elmagoseincorporóyseñalóhaciaunodelospasillosquepartíandelpuente.—Laúltimapuerta de ese corredor—señalóCaín—.Pero escuchaun consejo.

Cuandoconsigasabrirla,yaestaremosbajoelaguaytuamiganotendrániunagotadeairequerespirar.Túeresunbuenbuceador,Jacob.Sabrásloquehayquehacer.Recuerdatutrato…

Caín sonrió por última vez y, envolviéndose en su túnica, se desvaneció en laoscuridadmientraspasosinvisiblessealejabansobreelpuenteydejabanhuellasdemetal fundido en el casco del barco. El muchacho permaneció paralizado unossegundos,recuperandoelaliento,hastaqueunanuevasacudidadelbuqueleempujócontralaruedapetrificadadeltimón.Elaguahabíaempezadoainundarelniveldelpuente.

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Rolandselanzóhaciaelpasilloqueelmagolehabíaindicado.Elaguabrotabadelas escotillas de ascenso a presión e inundaba el corredor mientras el Orpheus sehundía progresivamente en el mar. Roland golpeó en vano la compuerta con lospuños.

—¡Alicia!—gritó,aunqueeraconscientedequeellaapenaspodríaoírlealotroladodelacompuertadeacero—.SoyRoland.¡Conténlarespiración!¡Voyasacartedeaquí!

Roland aferró la rueda de la compuerta e intentó con todas sus fuerzas hacerlagirar,desgarrándoselaspalmasdelasmanosenelempeñomientraselaguaheladalecubríaporencimadelacinturayseguíasubiendo.Laruedaapenascedióunpardecentímetros.Rolandinspiróprofundamenteyforzódenuevolarueda,consiguiendoque girara progresivamente hasta que el agua helada le cubrió el rostro e inundófinalmentetodoelcorredor.LaoscuridadseapoderódelOrpheus.

Cuandolacompuertaseabrió,RolandbuceóenelinteriordelcamarotetenebrosopalpandoaciegasenbuscadeAlicia.Porunterriblemomentopensóqueelmagolehabía engañado y que no había nadie allí. Abrió los ojos bajo el agua y trató devislumbraralgoentrelanieblasubmarinaluchandocontraelescozor.Finalmente,susmanosalcanzaronunjiróndeteladelvestidodeAliciaquesedebatíafrenéticamenteentreelpánicoylaasfixia.Laabrazoytratódetranquilizarla,perolamuchachanopodíani saberquiénoqué lahabía aferradoen laoscuridad.Conscientedeque lequedabanapenasunossegundos,Rolandlarodeóporelcuelloytiródeellahaciaelexteriordelcorredor.Elbuqueseguíaprecipitándoseensudescensoinexorablehacialasprofundidades.AliciaforcejeabainútilmenteyRolandlaarrastróhastaelpuenteatravésdelcorredorporelqueflotabanlosdespojosqueelaguahabíaarrancadodelomásprofundodelOrpheus.Sabíaquenopodíansalirdelbuquehastaqueel cascohubiera tocado fondoporque,de intentarlo, la fuerzade succión los arrastraría a lacorrientesubmarinasinremedio.Sinembargo,no ignorabaquehabían transcurridoporlomenostreintasegundosdesdequeAliciahabíarespiradoporúltimavezyque,aestasalturasyensuestadodepánico,habríaempezadoainhalaragua.Elascensoalasuperficieprobablementeseríaelcaminoaunamuerteseguraparaella.Caínhabíaplaneadocuidadosamentesujuego.

La espera a que el Orpheus tocase fondo se hizo infinita y, cuando llegó elimpacto, parte de la techumbre del puente se desplomó sobreAlicia yRoland.Unfuerte dolor ascendió por su pierna y Roland comprendió que el metal le habíaaprisionado un tobillo. El resplandor del Orpheus se desvanecía lentamente en lasprofundidades.

Roland luchócontra lapunzanteagoníaque leatenazaba laspiernasybuscóelrostrodeAliciaenlapenumbra.Aliciateníalosojosabiertosysedebatíaalbordedela asfixia. Ya no podía contener la respiración ni un segundo más y sus últimas

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burbujas de aire se escaparon de entre sus labios como perlas portadoras de losúltimosinstantesdeunavidaqueseextinguía.

RolandletomóelrostroytratódequeAlicialemirasealosojos.SusmiradasseunieronenlasprofundidadesyellacomprendióalinstanteloqueRolandseproponía.Alicianegóconlacabeza,tratandodealejaraRolanddesí.Rolandseñalóeltobilloaprisionado bajo el abrazo mortal de las vigas metálicas del techo. Alicia nadó atravésdelasaguasheladashacialavigaabatidayluchóporliberaraRoland.Ambosmuchachos cruzaron una mirada desesperada. Nada ni nadie podría mover lastoneladasdeaceroquereteníanaRoland.Alicianadódevueltahastaélyloabrazo,sintiendocómosupropiaconscienciasedesvanecíapor lafaltadeaire.Sinesperarun instante, Roland tomó el rostro deAlicia y, posando sus labios sobre los de lamuchacha,expiróen labocaelairequehabía reservadoparaella, talycomoCaínhabíaprevistodesdeprincipio.AliciaaspiróelairedesuslabiosyapretóconfuerzalasmanosdeRoland,unidaaélenaquelbesodesalvación.

Elmuchacho ledirigióunamiradadesesperadade adiósy la empujó contra suvoluntad fuera del puente, donde, lentamente, Alicia inició su ascenso hacia lasuperficie.AquellafuelaúltimavezqueAliciavioaRoland.Segundosdespués,lamuchacha emergió en el centro de la bahía y pudo ver que la tormenta se alejabalentamentemaradentro,llevándoseconsigotodaslasesperanzasquehabíapuestoenelfuturo.

CuandoMaxvioaflorarelrostrodeAliciasobrelasuperficie,selanzódenuevoalaguaynadóapresuradamentehastaella.Suhermanaapenaspodíamantenerseafloteybalbuceabapalabrasincomprensibles,tosiendoviolentamenteyescupiendoelaguaquehabíatragadoensuascensodesdeelfondo.Maxlarodeóporloshombrosylaarrastróhastaquepudohacerpieaunpardemetrosde laorilla.Elviejo fareroesperaba en la playa y corrió a socorrerlos. Juntos sacaron a Alicia del agua y latendieron sobre la arena.VíctorKray buscó el pulso deAlicia en lamuñeca, peroMaxretiródelicadamentelamanotemblorosadelanciano.

—Estáviva,señorKray—explicóMax,acariciandolafrentedesuhermana—.Estáviva.

ElancianoasintióydejóaAliciaalcuidadodeMax.Tambaleándose,comounsoldadotrasunalargabatalla,VíctorKraycaminóhastalaorillayseadentróenelmarhastaqueelagualecubriólacintura.

—¿DóndeestámiRoland?—murmuróelanciano,volviéndoseaMax—.¿Dóndeestáminieto?

Maxlemiróensilencio,viendocómoelalmadelpobreancianoylafuerzaquelehabía mantenido todos aquellos años en lo alto del faro se perdían igual que unpuñadodearenaentrelosdedos.

—Novolverá,señorKray—respondiófinalmenteelmuchacho,conlágrimasen

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losojos—.Rolandyanovolverá.El viejo farero le miró como si no pudiera comprender sus palabras. Luego

asintió,perovolviólavistaamaralaesperadequesunietoemergiesedelasaguasparareunirseconél.Lentamente, lasaguasrecobraron lacalmayunaguirnaldadeestrellasseencendiósobreelhorizonte.Rolandnuncavolvió.

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Capítulodieciocho

Aldíasiguientealatormentaqueasolólacostadurantelalarganochedel23dejuniode1943,MaximilianyAndreaCarver volvieron a la casade la playa con lapequeña Irina, que ya estaba fuera de peligro, aunque tardaría unas semanas enrecobrarse completamente. Los fuertes vientos que habían azotado el pueblo hastapoco antes del amanecer dejaron un rastro de árboles y postes eléctricos caídos,barcasarrastradasdesdeelmarhastaelpaseoyventanasrotasenbuenapartedelasfachadas del pueblo.Alicia yMax esperaban en silencio, sentados en el porche, ydesde el instante en que Maximilian Carver descendió del coche que les habíaconducidodesde la ciudad, pudover en sus rostros y en sus ropas raídas que algoterriblehabíasucedido.

Antesdequepudieseformularlaprimerapregunta,lamiradadeMaxlepermitiócomprenderquelasexplicaciones,sialgunavezllegabanaproducirse,tendríanqueesperar para más adelante. Fuera lo que fuese que había acontecido, MaximilianCarversupo,delmodoenquepocasvecesenlavidasenospermitecomprendersinnecesidaddepalabrasorazones,quetraslamiradatristedesusdoshijosterminabaunaetapaensusvidasquenuncavolvería.

Antes de entrar en la casa de la playa,MaximilianCarvermiró en el pozo sinfondodelosojosdeAlicia,quecontemplabaausentelalíneadelhorizontecomosiesperase encontrar en ella la solución a todas las preguntas, preguntas que ni él ninadie podrían ya contestar.De repente, y en silencio, se dio cuenta de que su hijahabíacrecidoyalgúndía,nomuylejano,emprenderíaunnuevocaminoenbuscadesuspropiasrespuestas.

Laestacióndeltrenestabasumidaenlanubedevaporqueexhalabalamáquina.Los últimos viajeros se apresuraban a subir a los vagones y a despedirse de losfamiliaresyamigosqueloshabíanacompañadohastaelandén.Maxobservóelviejorelojquelehabíadadolabienvenidaalpuebloycomprobóque,estavez,susagujassehabíanparadoparasiempre.ElmozodeltrenseacercóaMaxyaVíctorKray,conlapalmaextendidayclarasintencionesdeconseguirunapropina.

—Lasmaletasyaestáneneltrenseñor.Elviejo farero le tendióunasmonedasy elmozo se alejó, contándolas.Maxy

VíctorKrayintercambiaronunasonrisa,comosilaanécdotalesresultaradivertidayaquéllanofuesemásqueunadespedidarutinaria.

—Alicianohapodidovenirporque…—empezóMax.—Noesnecesario.Loentiendo—atajóelfarero—.Despídemedeella.Ycuídala.—Loharé—respondióMax.

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Eljefedeestaciónhizosonarsusilbato.Eltrenestabaapuntodepartir.—¿Nomevaadecirdóndeva?—preguntóMax,señalandoaltrenqueesperaba

enlosraíles.VíctorKraysonrióytendiósumanoalmuchacho.—Vayaadondevaya—respondióelanciano—,nuncapodréalejarmedeaquí.El silbato sonó de nuevo. Tan sólo Víctor Kray restaba para subir al tren. El

revisoresperabaalpiedelapuertadelvagón.—Tengoqueirme,Max—dijoelanciano.Maxleabrazóconfuerzayelfarerolerodeóconsusbrazos.—Porcierto,tengoalgoparati.Maxaceptounapequeñacajademanosdelfarero.Maxlaagitósuavemente;algo

tintineabaensuinterior.—¿Novasaabrirla?—preguntóelanciano.—Cuandoustedsehayaido—respondióMax.Elfareroseencogiódehombros.VíctorKraysedirigióhaciaelvagónyelrevisorletendiólamanoparaayudarle

asubir.CuandoelfareroestabaenelúltimoescalónMaxcorriósúbitamentehaciaél.—¡SeñorKray!—exclamóMax.Elancianosevolvióamirarle,conairedivertido.—Mehagustadoconocerle,señorKray—dijoMax.Víctor Kray le sonrió por última vez y se golpeó el pecho suavemente con el

índice.—Amítambién,Max—respondió—.Amítambién.Lentamente, el tren arrancó y su rastro de vapor se perdió en la distancia para

siempre.Maxpermanecióenelandénhastaqueyasehizoimposibledistinguiraquelpuntoenelhorizonte.Sóloentoncesabriólacajaqueelancianolehabíaentregadoydescubrióqueconteníaunmanojodellaves.Maxsonrió.Eranlasllavesdelfaro.

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Epílogo

Lasúltimas semanasdel verano trajeronnuevasnoticiasde aquella guerra, quesegúntodosdecían,teníalosdíascontados.MaximilianCarverhabíainauguradosurelojería en un pequeño local cerca de la plaza de la iglesia y, al poco tiempo, noquedaba habitante del pueblo que no hubiese visitado el pequeño bazar de lasmaravillasdelpadredeMax.LapequeñaIrinasehabíarecuperadocompletamenteynoparecía recordar el accidentequehabía sufridoen las escalerasde la casade laplaya.Ellaysumadreacostumbrabanahacerlargospaseosporlaplayaenbuscadeconchas y pequeños fósiles con los que habían empezado una colección que aquelotoñoprometíaserlaenvidiadesusnuevascompañerasdeclase.

Max,fielallegadodelviejofarero,acudíaconsubicicletacadaatardecerhastalacasadelfaroyprendíalallamadelhazdeluzquehabríadeguiaralosbarcoshastaelnuevoamanecer.Maxsubíaalaatalayaydesdeallícontemplabaelocéano,talycomohizoVíctorKraydurantecasi todasuvida.Duranteunadeesas tardesenelfaro,MaxdescubrióquesuhermanaAliciasolíavolveraplayadondesehabíaalzadolacabañadeRoland.Veníasolaysesentabajuntoalaorilla,extraviandosumiradaenelmarydejandopasar lashorasensilencio.YanuncahablabancomolohabíanhechodurantelosdíasquehabíancompartidoconRolandyAlicianuncamencionabalo sucedido aquella noche en la bahía. Max había respetado su silencio desde elprimerdía.Alllegarlosúltimosdíasdeseptiembrequepresagiabanelprincipiodelotoño, el recuerdo del Príncipe de la Niebla parecía haberse desvanecidodefinitivamentedesumemoriacomounsueñoalaluzdeldía.

Amenudo,cuandoMaxobservabaasuhermanaAliciaabajoenlaplaya,evocabalas palabras deRoland cuando su amigo le había confesado el temor de que aquélfuera su último verano en el pueblo si era reclutado.Ahora, aunque los hermanosapenascruzabanunapalabraalrespecto,MaxsabíaqueelrecuerdodeRolandydeaquelveranoenquedescubrieronjuntoslamagiapermanecíaconellosylosuniríaparasiempre.

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CARLOSRUIZZAFÓN,nacióenBarcelonaen1964.SeeducóenelcolegiodelosjesuitasdeSanIgnaciodeSarrià,despuéssematriculóenCienciasdelaInformaciónyyaenelprimerañolesurgióunaofertaparatrabajarenelmundodelapublicidad.Llegó a ser director creativode una importante agencia deBarcelonahasta que en1992decidióabandonarlapublicidadparaconsagrarsealaliteratura.

Comenzó con literatura juvenil: su primera novela,El príncipe de la niebla, lapublicó en 1993 y fue un éxito: obtuvo el premio Edebé. Carlos Ruiz Zafón, quedesdepequeñohabíasentidofascinaciónporelcineyLosÁngeles,usóeldinerodelgalardónparacumplirsusueñoypartióaEstadosUnidos,dondeseradicó;pasóallílos primeros años escribiendo guiones al tiempo que continuaba sacando nuevasnovelas. Las tres siguientes también estuvieron dedicadas a lectores jóvenes: Elpalacio de la medianoche (1994), Las luces de septiembre (1995) (estas, con suprimeranovela,formanLatrilogíadelanieblaqueposteriormenteseríanpublicadasenunsolovolumen)yMarina(1999).

La consagración como escritor superventas vino en enero de 2002, con lapublicaciónde suprimeranovela 'para adultos',Lasombradel viento.Traducida anumerososidiomas,lanovela,cuyaintroducciónenEspañafueenunprincipiodifícilylenta,sehaconvertidoenunadelasespañolasmásvendidasenelmundo,conmásde10millonesdeejemplares.

Lasegundanovela'paraadultos'Eljuegodelángel,salióen2008y,teniendoencuenta el éxito de La sombra del viento, la tirada inicial fue de un millón deejemplares acompañada de una campaña mediática sin precedentes. Planeta no se

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equivocóyellibroseconvirtiódeinmediatoenunbestseller.AmbasnovelasformanpartedelatetralogíaqueRuizZafóndedicaasuciudad

natal. El tercer libro, «más optimista y menos derrotista que la anterior» segúnafirmanloseditores,setitulaElprisionerodelcielo(2011).

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