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Número 46 Mayo 2007 El primer santo brasileño Salvadme Reina

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Page 1: El primer santo brasileño - Salvadme Reina

Número 46 Mayo 2007

uma destas crianças,

El primer santo brasileño

Salvadme Reina

Page 2: El primer santo brasileño - Salvadme Reina

La Ascensión del Señor

P. João Scognamiglio Clá DiasPresidente General

12 Heraldos del Evangelio · Mayo 2007

COMENTARIO AL EVANGELIO – SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Los frutos de la Ascensión nos benefician a cada

momento, como también la última bendición de Jesús a

los apóstoles, en el monte de los Olivos, se prolonga a

través de la Historia hasta cada uno de nosotros.

I – SUPREMA GLORIFICACIÓN DE CRISTO

A veces, la perforación produci-da por una aguja es más dañina que el golpe de un martillo, sobre todo cuando alcanza puntos vitales. Esta

comparación tal vez gane en consis-tencia y expresividad si se la revier-te al campo de la polémica doctrinal, como se verificó en la refutación de san Bernardo al judío que, en lo al-to del Calvario, desafió a Cristo en

su agonía: “Que el Cristo baje ahora de la cruz” (cf. Mt 27,42; Mc 15,32). Según el fundador de Claraval, es-tá mal concebida esta propuesta pa-ra comprobar el origen divino de Je-sús, puesto que la realeza, y más to-

46 Y les dijo: “Así estaba escrito: el Me-sías debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día, 47 y en su Nombre debía predicarse la penitencia para el per-dón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. 48 Vosotros sois testigos de todo esto. 49 Yo enviaré sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por tan-to, quedaos en la ciudad hasta que seáis re-

vestidos con la fuerza que viene de lo al-to”. 50 Después Jesús los llevó hasta cerca de Betania y, elevando sus manos, los ben-dijo. 51 Y mientras los bendecía, se separó de ellos y se iba elevando al cielo. 52 Ellos le adoraron, y volvieron a Jerusalén llenos de inmensa alegría, 53 y estaban continua-mente en el Templo bendiciendo a Dios (Lc 24, 46-53).

a EVANGELIO A

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davía la divinidad de un ser, no queda patente en el acto de bajar sino, muy al contrario, en el de subir. Y exacta-mente esto sucedió con Jesús durante cuarenta días después de su triunfan-te Resurrección. Por eso, bajo cier-to ángulo, la Ascensión del Señor al Cielo constituye la fiesta más impor-tante al representar la glorificación suprema de Cristo Jesús. Él mismo había pedido al Padre: “Ahora, Pa-

dre, glorifícame junto a ti, con la gloria

que tenía a tu lado antes que el mundo

existiese” (Jn 17,5); “Padre, ha llegado

la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu

Hijo te glorifique

a ti” (ibid. v. 1). Por ahí se com-prende la mani-festación de ale-gría de los Santos Padres al comen-tar esta glorifica-ción del Corde-ro de Dios. “La

gloria de nuestro

Señor Jesucristo

se completa con

su resurrección y

asunción. […] Te-

nemos, pues, al

Señor, al Salva-

dor nuestro, Je-

sucristo, primero

pendiente de un

leño y ahora sentado en el cielo. Pen-

diendo en el leño, pagaba nuestro pre-

cio; sentado en el cielo, recoge lo que

compró” 1.

La muerte no sepultó a Jesús en el olvido

De hecho, este júbilo con moti-vo de la Ascensión que impregna el alma de los santos y se hace tan evi-dente en el texto del Oficio Divino o en la propia liturgia de hoy, tiene un sólido fundamento, ya que jamás se oyó de nadie que, cuando partía de este mundo, se elevara ante los ojos de cientos de testigos y entrara en los Cielos por su propio poder.

Muy al contrario, después de mo-rir nuestros cuerpos helados e iner-tes bajan al seno de la tierra, y la ma-yoría de las veces nuestro recuerdo se desvanece en la memoria de quie-nes han permanecido. Con Cristo sucedió justamente al revés, porque no sólo el recuerdo de sus enseñan-zas, de sus acciones y hasta de su his-toria se prolongó a través de los si-glos, sino que también sus testigos, dotados con sobrehumano poder, hi-cieron resonar sus relatos en medio de los pueblos y a través de las ge-neraciones. A ello contribuyeron los

cuarenta días de permanencia de Jesús resucita-do entre los dis-cípulos. La debi-lidad de estos úl-timos exigía cier-tamente tan po-deroso remedio, porque los epi-sodios que ro-dearon la Pasión del Señor ha-bían abatido en ellos la sensibili-dad psicológica y hasta la virtud de la fe.

Los panoramas humanos

de los apóstoles estorbaban su visión sobrenatural del Mesías

Las primeras noticias sobre la Re-surrección cayeron en el vacío de la incredulidad de cada discípulo, al punto que Tomás sólo llegó a conven-cerse cuando tocó las llagas de Cris-to. Es comprensible la lógica de tales reacciones dado que, humanos como eran, educados en la visión de un Me-sías con fuertes rasgos políticos, acos-tumbrados durante tres años a una

Bajo cierto

ángulo,

la Ascensión

del Señor

es la fiesta

más importante

al representar

la glorificación

suprema

de Cristo

Jesús

“Ascensión de Jesús” Detalle del tríptico del Beato Angélico,

Galería Nacional de Arte Antiguo – Roma

Ph

oto

Scala

Page 4: El primer santo brasileño - Salvadme Reina

14 Heraldos del Evangelio · Mayo 2007

dentor conviviera con ellos en Cuer-po glorioso durante cuarenta días, pues Jesús “no quiso que permanecie-

ran siempre carnales ni amándole con

amor terreno. Querían que estuviese

carnalmente siempre con ellos, movi-

Por otro lado, de ca-ra al recuerdo traumá-tico de los días de la Pa-sión, “convenía ahora

levantar algo el ánimo

de ellos para que comen-

zasen a pensar en él espi-

ritualmente, imaginán-

doselo Verbo del Padre,

Dios de Dios, por el cual

fueron hechas todas las

cosas, pensamiento que

les era impedido por la

carne que veían. Conve-

nía, sí, confirmarlos en

su fe viviendo con ellos cuarenta días,

pero era todavía más conveniente se-

pararse de su vista para que el que esta-

ba en la tierra acompañándolos como

hermano, los socorriese desde el cielo

como Señor, y ellos aprendieran a pen-

sar en él como en Dios” 2.

“No os dejaré huérfanos”

El mismo Jesús había afirmado: “Os conviene que yo me vaya; porque

si no me voy, no vendrá a vosotros el

Paráclito; pero si me voy, os lo envia-

ré. […] Me voy al Padre, y ya no me ve-

réis” (Jn 16, 7 y 10). Y de hecho, los Apóstoles nunca más lo encontraron, porque al entrar en el Cielo dejó de estar presente en la tierra de modo natural.

En contrapartida les había prome-tido: “He aquí que yo estoy con voso-

tros todos los días hasta el fin del mun-

do” (Mt 28,20). Realmente está entre nosotros en la Eucaristía, bajo los ve-los de las Sagradas Especies, y, ade-más, no deja nunca de acompañar-nos: “El que sube a los cielos no aban-

dona en modo alguno a los que adop-

tó” 3. Estas hermosas palabras de san

Los discípulos

se acostumbraron

a una

interpretación

sobre el Hijo

de Dios muy

lejana a la que

habrá en el Cielo

dos del mismo afecto por el que Pedro

temía verle padecer. Le creían maestro

suyo, confortador y protector, hombre

al fin como ellos mismos eran, y de no

ver otra cosa distinta le hubieran creído

ausente, siendo así que estaba presente

en todas partes con su majestad.”

vida común llena de pa-ternal e intenso afecto, sólo así podrían sentir-se protegidos, asumidos y transformados. Por lo mismo, querían perpe-tuar esa relación desde el punto en que había sido interrumpida por aquella muerte tan ig-nominiosa.

Sin embargo, los ve-los de la carne mortal ensombrecían la visión real de la divinidad del Salvador. Era indispen-sable que sustituyeran la experiencia un tanto hu-mana con otra más alta en la cual, por así decir, palparan los reflejos del Alma gloriosa de Jesús sobre su sagrado Cuer-po. Para poder cumplir su misión redentora, Jesús había he-cho un milagro en desmerecimiento de sus propias cualidades, quebran-tando las leyes que había creado. Des-de el primer instante de su Concep-ción en el seno de la Virgen Madre su Alma santísima gozaba de la visión beatífica y, por consiguiente, su ado-rable Cuerpo debía haber sido glo-rioso; pero si lo fuera, no podría pa-decer. Por esta misma razón, los dis-cípulos terminaron acostumbrándo-se a una interpretación sobre el Hijo de Dios muy lejana a la que se tendrá en el Cielo. Esta situación llegó al ex-tremo de que los Apóstoles fueron los únicos en comulgar el Cuerpo pade-ciente de Jesús en la Eucaristía distri-buida en la Santa Cena.

Por qué Jesús vivió cuarenta día con los Apóstoles en Cuerpo glorioso

Por ahí se comprende cómo las nostalgias de los Apóstoles y discípu-los después de la Pasión giraban en torno a una relación de alguna ma-nera equívoca. Se comprende mejor también la necesidad de que el Re-

En la Eucaristía, Jesús está realmente entre nosotros bajo los velos de las Sagradas Especies

Vic

tor

Ton

iolo

Page 5: El primer santo brasileño - Salvadme Reina

Mayo 2007 · Heraldos del Evangelio 15

León Magno son el eco de otras de Nuestro Señor: “No os dejaré huérfa-

nos” (Jn 14,18).Consuela comprobar cuánto se

ha cumplido esta promesa a lo lar-go de veintiún siglos, día tras día, de las maneras más variadas. No era po-sible que su Ascensión significara el abandono de los mismos por los cua-les se encarnó y murió en el Calvario. Su retorno al Padre sólo pudo haber-se dado en la secuencia de ese amor suyo, inconmensurable, por cada uno de nosotros. La Ascensión se produ-jo por su conveniencia pero también a beneficio nuestro. Santo Tomás nos enseña: “El lugar debe ser proporcio-

nado al que lo ocupa. Cristo inauguró

por su resurrección una vida inmortal

e incorruptible. Ahora bien, esta tierra

que nosotros habitamos está someti-

da a la generación y corrupción, mien-

tras que la morada del cielo está exen-

ta de corrupción. Tal es el motivo por

que no fue conveniente que después de

la resurrección, Cristo permaneciese

en la tierra, sino que convenía que su-

biese al cielo” 4. Y al ocupar un lugar en el cielo, proporcionado a su resu-rrección, “recibió un acrecentamiento

en la decencia del lugar, algo que con-

tribuye al bienestar de la gloria”. Y ci-tando el Salmo 15,11: “Los deleites se

hallan en su diestra hasta el fin”, san-to Tomás aplica este versículo al co-mentario de la glosa: “La delectación

y la alegría se adueñarán de mí cuando

me siente a tu lado, lejos de las mira-

das humanas” 5.

II – BENEFICIOS DE LA ASCENSIÓN

También nosotros recibimos el be-neficio de innumerables dones gra-cias a la Ascensión. Según san León Magno, pudimos conocer mejor a Je-sús a partir del momento en que re-gresó a la gloria del Padre. Nuestra fe, “más ilustrada, aprendió a elevarse

por medio del pensamiento y a no ne-

cesitar ya del contacto de la sustancia

corporal de Cristo, en la cual es menor

que el Padre, puesto que permanecien-

do la misma sustancia del cuerpo glo-

rificado, la fe de los creyentes es invita-

da allí, donde no con mano terrena, si-

no con espiritual inteligencia, se palpa

al Unigénito igual al que le había en-

gendrado. Esta es la razón por la que el

Señor, después de su resurrección, di-

jo a la Magdalena –que representaba

la persona de la Iglesia– al acercárse-

no me veréis; bienaventurados, pues,

los que no ven y creen. Y así nuestra

justicia será aquella de la que el mun-

do será convencido: porque creéis en

mí, a quien no veréis’ ” 7.

Al respecto, san Gregorio Mag-no expresa su convicción: “Menos me

aprovecha la facilidad de María Mag-

dalena en creer que Tomás dudando

por mucho tiempo, porque éste exigió

en medio de sus dudas tocar las cicatri-

ces de esas llagas, con lo cual nos quitó

todo pretexto de vacilación” 8.

Aumento de la esperanza

En segundo lugar, “para mantener

erguida nuestra esperanza”, pues, “por

el hecho de haber situado Cristo en el

cielo la naturaleza que tomó, nos dio

la esperanza de llegar allí, porque ‘don-

de estuviere el cuerpo, allí se reunirán

también las águilas’, como se dice en

Mateo. Por eso dice también el libro de

Miqueas: ‘Sube, abriendo el camino

delante de ellos’ ” 9.

Ardor de la caridad

Una tercera razón –todavía según santo Tomás– hace a la Ascensión más beneficiosa que la presencia fí-sica de Nuestro Señor, y atañe a la caridad. En la serie del mismo asun-to en la Suma, el Doctor Angélico ci-ta a S. Pablo a fin de mostrar las ven-tajas para esta virtud: “Dice el Após-

tol en Col 3,1-2: ‘Buscad las cosas de

arriba, donde Cristo está sentado a la

diestra de Dios; aspirad a las cosas de

arriba, no a las de la tierra’. Pues, co-

mo se lee en Mateo 6,21: ‘Donde es-

tá tu tesoro, allí está también tu cora-

zón’ ” 10. Y después de discurrir so-bre el amor en cuanto propiedad del Espíritu Santo y acerca de la gran necesidad que los apóstoles tenían de él, concluye con esta cita de san Agustín: “No podéis recibir el Espíri-

tu Santo, mientras persistáis en cono-

cer a Cristo en la carne. Pero, cuan-

do Cristo se apartó corporalmente, no

sólo el Espíritu Santo, sino también el

Padre y el Hijo vinieron a ellos espiri-

tualmente” 11.

Según

san León Magno,

pudimos conocer

mejor a Jesús

a partir del

momento en

que regresó a la

gloria del Padre

le para tocarle: ‘No me toques, pues to-

davía no he subido a mi Padre’ (Jo. 20,

17); es decir, no quiero que busques mi

presencia corporal ni que me reconoz-

cas con los sentidos carnales; te empla-

zo para mayores cosas, te destino a bie-

nes superiores. Cuando suba a mi Pa-

dre me palparás más real y verdadera-

mente, tocando lo que no palpes y cre-

yendo lo que no veas” 6.

Fortalecimiento de la fe

Santo Tomás de Aquino demues-tra que Jesucristo, privándonos de su presencia corporal, se volvió todavía más útil a nuestra vida espiritual.

“Primero, por el aumento de la fe,

que recae en las cosas que no se ven.

Por lo cual dice el mismo Señor en Jn

16,8 que cuando venga el Espíritu San-

to ‘convencerá al mundo en lo referen-

te a la justicia’, a saber: ‘la de aquellos

que creen’, como dice Agustín: ‘porque

la sola comparación de los fieles con

los infieles es una censura’. Por lo cual

añade (v.10): ‘Porque voy al Padre, y ya

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16 Heraldos del Evangelio · Mayo 2007

III – EL RELATO DE SAN LUCAS

Las consideraciones preceden-tes facilitarán el análisis del texto del Evangelio de hoy.

Omnipotencia y sabiduría de Dios en la conducción de la Historia

46 Así estaba escrito: el Mesías debía padecer y resucitar de en-tre los muertos al tercer día.

Estas palabras del Divino Reden-tor antes de subir al Cielo no estaban dirigidas tan sólo a los apóstoles, si-no a todos los que él llama para cum-plir alguna misión entre las almas. Son palabras que tienen cierto orden y concatenación, y así se las debe en-tender.

Una vez más la Escritura Sa-grada deja traslucir la omnipoten-cia y la suma sabiduría de Dios en la conducción de la Historia. Ocu-rrió porque estaba escrito, y, a su vez, fue predicho y anunciado por-que así debía ocurrir, por una de-terminación perfectísima y suprema de Dios. Este versículo nos convida a un momento de meditación y ad-miración.

Contemplemos los excelsos desig-nios del Ser Supremo que todo lo re-gula de manera insuperable, aprove-chando para su gloria no sólo la vir-tud de los buenos sino la misma ma-licia y odio de los malos, la volun-tad enferma de los tibios, la volubi-lidad de los indecisos, la voluptuosi-dad de los pasionales, la ceguera de los orgullosos y el delirio inconteni-ble de los tiranos. Nada deja de con-tribuir a su honra, alabanza y glo-ria; de todo saca provecho con tan-to equilibrio que nunca produce el menor perjuicio al libre albedrío de unos y otros.

Adoremos a la Providencia Divina y presentémosle nuestra gratitud, co-mo también nuestra reparación por todas las ofensas que suben hasta su trono a cada momento. Así seremos del número de los buenos y Dios se servirá de nuestra disposición de alma

y de nuestros actos para su mayor glo-ria. Y pidámosle por intermedio de su Madre Santísima que jamás pertenez-camos al partido de los malos, que vi-ven con el objetivo de disputar el po-der de Dios. ¿De qué les vale atribuir-se capacidades inexistentes o inclu-so reales, cuando éstas absolutamente no les pertenecen, porque se las con-cedió el mismo Ser al que pretenden

algo en el sentido de reconquistar el poder de Israel. Al contrario, sus pa-labras apuntan a una actuación es-trictamente moral, religiosa y peni-tencial en nombre de Dios.

Tal conversión, cuya esencia es el cambio de mentalidad (metanoia), había sido ya intensamente estimu-lada por el Precursor. Juan Bautista se presentó como la voz que clama-ba en el desierto a fin de que todos allanaran los caminos para la llega-da del Señor. Este legado es el mis-mo del Redentor a los suyos antes de la Ascensión. El cambio de los cri-terios equivocados por los verdade-ros es indispensable para una conver-sión real. Saulo la realizó en un solo instante, al caer del caballo, e inclu-so así pasó por un retiro de tres años en el desierto para hacerla irreversi-ble, como también profunda y eficaz. Comúnmente esta sustitución se rea-liza de manera lenta, tras el destello de un como “flash” primero, median-te el cual, por gracia del Espíritu San-to, el alma se percata de la belleza de los caminos sobrenaturales y decide emprenderlos con decidida firmeza. Sin esta conversión el Misterio de la Redención es prácticamente inútil en nosotros y el Evangelio no sirve pa-ra nada. De forma explícita o implí-cita –dada nuestra naturaleza racio-nal– la actuación de nuestra inteli-gencia y voluntad arranca de princi-pios y máximas que sirven de norte a las potencias de nuestra alma. Es és-ta la fuente sobre la cual se concentra el esfuerzo de la conversión. Se tra-ta, en síntesis, de reemplazar el amor propio –manifestado en el apego a las criaturas– con el amor a Dios.

Desde el interior de esta visión per-fecta sobre la rectitud de la práctica de la Ley de Dios, y de su santidad, brota el pedido eficaz de perdón por los pe-cados. Es el contraste que permite al penitente una conciencia plena de la gran misericordia anunciada por Jesús antes de su partida al Cielo. Ni los án-geles rebeldes ni los hombres muertos en pecado recibieron esta dádiva in-

Sustituir

los criterios

equivocados por los

verdaderos

es indispensable

para una real

conversión

destronar? ¿Qué provecho sacan con dar rienda suelta a sus pasiones y ma-los instintos para perseguir la virtud y a quien la practica?

Fue tan estúpida y contraprodu-cente la actuación de los demonios y de los malos judíos en todo el drama de la Pasión, que si hubieran conocido con anterioridad sus efectos –es decir, la obra de la Redención– no habrían deseado ni contribuido jamás a su rea-lización.

De todos estos actos y situaciones Dios sabrá sacar los elementos pa-ra su gloria. Pero el destino será pa-ra unos la felicidad del Cielo y para otros el suplicio eterno.

Metanoia: esencia de la conversión

47 Y en su Nombre debía predi-carse la penitencia para el per-dón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Je-rusalén.

Antes de subir al Cielo, el Reden-tor no les hace ninguna recomenda-ción política ni mucho menos insinúa

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Mayo 2007 · Heraldos del Evangelio 17

conmensurable. Y en este momento nos la ofreció el propio Hijo de Dios.

Partiendo en Jerusalén desde el Sagrado Costado de Cristo, la Iglesia nace predicando allá, y luego en todo el mundo, la Buena Noticia del Evan-gelio. Lo había profetizado el Anti-guo Testamento, y lo ordenó enton-ces el propio Jesucristo.

El testimonio de los apóstoles robustece nuestra fe

48 Vosotros sois testigos de to-do esto.

Sí. Nuestra fe se robustece con la comprobación ocular de los apóstoles, de los setenta y dos discípulos y de mu-

chos otros por quienes se dejó ver el Salvador después de la Resurrección. ¿Qué ventajas humanas, temporales o eternas, obtendrían al sellar con su propia sangre hechos que representa-ban un escarnio para sus compatriotas y una locura para los gentiles? Es un argumento irrefutable a favor de la ob-jetividad de los relatos que hicieron.

Papel de la espera hasta la venida del Espíritu Santo

49 Yo enviaré sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por tan-to, quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos con la fuer-za que viene de lo alto.

Se trata de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, la que Jesús enviará según la promesa hecha por el Padre, es decir, “la fuerza que vie-

ne de lo alto”. El Espíritu Santo, que procede del amor entre el Padre y el Hijo, descenderá sobre ellos a fin de sumergirlos, empaparlos y revestir-los, para que con esta transforma-ción cumplan su misión como testi-gos. Los apóstoles “van a ser prepa-

rados con la gran fuerza renovadora y

fortalecedora de Pentecostés. Van a re-

cibir el Espíritu Santo, de cuyo envío y

obras tanto habló Juan en los discursos

de la Cena” 12.La orden de no dejar Jerusalén ba-

jo ningún pretexto tenía como objeti-

Para cumplir su misión como testigos, los apóstoles fueron transformados por el Espíritu Santo en Pentecostés

Detalle del cuadro “La Ascensión de Cristo” – Metropolitan Museum of Art, Nueva York

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18 Heraldos del Evangelio · Mayo 2007

vo la espera del Pentecostés para que comenzaran a predicar. Ellos enten-dieron que este período debían pa-sarlo en recogimiento, la circunstan-cia en que Dios actúa más profunda-mente.

San Juan Crisóstomo comenta al respecto: “Para que no dijesen al-

gunos que abandonando a los suyos

había ido a manifestarse –y aún con

cierta ostentación, a alardearse– an-

te los extraños, ordenó que se diesen

a conocer las pruebas de su resurrec-

ción primeramente a los mismos que

habían matado a Jesús y en donde se

sometió el temerario atentado; por-

que si los que habían crucificado al

Señor mostraban que creían, se ten-

dría una gran prueba de la resurrec-

ción” 13.Por otro lado, prosigue san Juan

Crisóstomo, “así como en un ejército

que se dispone a atacar al enemigo, el

general no permite salir a nadie hasta

que todos estén armados, así Jesús no

permite que sus Apóstoles salgan a pe-

lear, hasta que sean armados con la ve-

nida del Espíritu Santo” 14.¿Y por qué razón el Espíritu Santo

no bajó sobre los apóstoles de inme-diato? “Convenía que nuestra natura-

leza se presentase en cielo y que se rea-

lizasen las alianzas, y que después vi-

niera el Espíritu Santo y se celebrasen

los eternos gozos”, opina Teofilacto 15.

La última bendición de Jesús llega hasta nosotros

50 Después Jesús los llevó has-ta cerca de Betania y, elevando sus manos, los bendijo.

“El acto de levantar las manos y

bendecirlos, significa que el que bendi-

ce debe estar adornado de buenas y he-

roicas obras, para bien de los demás;

por esto levantó las manos al cielo”, comenta Orígenes 16.

Jesús procede como los sacerdo-tes de la Antigua Ley en este gesto de bendición. El sacerdocio de Cris-to tuvo su inicio con el momento mismo de la Encarnación (cfr. Heb 10,5-10), pero aunque tuvo un prin-cipio jamás terminará, ya que es sa-cerdote in æternum. La dignidad, ac-ción, virtudes y frutos sacerdotales del sacrificio de Cristo estarán frente al Padre eterno eternamente; por es-

Cristo subió al cielo por su propio poder divino, y también por el poder del alma glorificada que movía el cuerpo como quería

“Ascensión de Jesús”Detalle del tríptico del Beato Angélico – Galería Nacional de Arte Antiguo – Roma

Ph

oto

Scala

Page 9: El primer santo brasileño - Salvadme Reina

Mayo 2007 · Heraldos del Evangelio 19

to mismo, su bendición de aquel mo-mento nos alcanza también a noso-tros. Sepamos aprovecharla al con-templar este último adiós manifesta-do por Jesús en lo alto del Monte de los Olivos.

Jesús nos preparó el camino para subir al Cielo

51 Y mientras los bendecía, se separó de ellos y se iba elevan-do al cielo.

Grandiosa escena y aconteci-miento inédito. Elías subió tam-bién, pero arrebatado en un carro de fuego y no por sus propias fuer-zas. Cristo, en cambio, “sube al cielo

por su propia virtud, ante todo por la

virtud divina, y luego por la virtud del

alma glorificada, que mueve el cuer-

po como quiere” 17. Los apóstoles y discípulos lo habían visto ya cami-nar sobre las aguas, entrar en el ce-náculo con las puertas cerradas, es-capar en medio de la multitud, pe-ro no todavía elevarse al Cielo. No ignoraban a dónde partía el Señor; habían escuchado de los labios del propio Maestro cuál sería su desti-no. Y debemos creer con los após-toles que Jesús, por su Ascensión, “nos preparó el camino para subir

al cielo, como lo dijo él mismo en Jn

14,2: ‘Voy a prepararos el lugar’. Y en

Miqueas: ‘Sube abriendo camino an-

te ellos’ (2,13). Y, por ser él nuestra

cabeza, es necesario que los miem-

bros vayan a donde les ha precedido

la cabeza, por lo cual añade el Evan-

gelio de S. Juan: ‘Para que donde es-

toy, allí estéis vosotros’ ” 18.

La fuente de la verdadera alegría

52 Ellos le adoraron, y volvieron a Jerusalén llenos de inmensa alegría.

El gesto de prosternación ante Je-sús en su Ascensión significa un reco-nocimiento pleno de su majestad. Ya Pedro había obrado así con motivo de la pesca milagrosa (cf. Lc 5, 8 ss).

Desde el Monte de los Olivos has-ta Jerusalén sólo se camina la distan-cia de un viaje en día sábado. Este trayecto fue realizado por los após-toles con “inmensa alegría”, y es com-prensible.

Este mismo júbilo los acompaña-rá al salir de los tribunales en que

Maestro había expulsado dos veces a los vendedores. Ellos veían el Tem-plo desde un ángulo muy distinto al de sus compatriotas. El mirador de los apóstoles era uno de los legados del Hijo de Dios, es decir, su propia mirada.

María vivía en oración continua

Una palabra sobre María. Cier-tamente intercedió junto a Dios pa-ra inspirarlos a quedarse en el cená-culo en oración. En ella, la medida de su humildad era la misma de su fe, virginidad y grandeza. Estaba re-zando al pie de la Cruz en el Calva-rio; ahora la encontramos en profun-do recogimiento. Después que el Es-píritu Santo hubo descendido, la Es-critura no la mencionará más, y pro-bablemente vivió el resto de sus años en intensa oración, constituyéndose como modelo insuperable de la mu-jer cristiana.

Que ella nos obtenga todas las gracias para seguir sus caminos y vir-tudes. ²

1 S. Agustín, Serm. 263, I: PL 38, 1209.2 S. Agustín, Serm. 264, 4: PL 38, 1214.3 S. León Magno, Serm. 72 c. 3: PL 38,

396.4 Sto. Tomás de Aquino, “Suma Teoló-

gica” III q. 57 a.15 Id. ibid., ad 2.6 Sermón 74 in “Sermones escogidos”,

Ed. ASPAS, Madrid, p. 139.7 “Suma Teológica” III q. 57 a.1 ad 3.8 Homilía 29.9 “Suma Teológica” III a.1 ad 3.10 Id., a.1 ad 3.11 In Jo. Tr. 94: PL 35, 1864.12 P. Manuel de Tuya o.p., “Biblia Co-

mentada”, BAC, 1964, v. II p. 934.13 Apud Sto. Tomás de Aquino in “Ca-

tena Aurea”.14 Ibid.15 Ibid.16 Ibid.17 “Suma Teológica” III q.57 a.3 c.18 Id., III q.57 a.6 c.

Debemos

creer con

los apóstoles

que Cristo,

por su Ascensión,

nos preparó el

camino para

subir al Cielo

habían sido condenados por predi-car el nombre de Jesús. Los após-toles han aprendido –y nos lo en-señan– dónde están las verdade-ras fuentes de alegría: en el cumpli-miento de la voluntad de Dios que, a veces, se hace a través del corto camino de la cruz.

Vínculo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento

53 Y estaban continuamente en el Templo bendiciendo a Dios.

Así como había empezado su Evangelio con los oficios de Za-carías en el Templo, san Lucas ter-mina aludiendo a la frecuencia asi-dua de los apóstoles en todos los ac-tos del culto practicado por la Anti-gua Ley. La Santa Iglesia no se se-paró de la Sinagoga de forma abrup-ta y violenta. El Templo estaba ínti-mamente ligado a la vida de Jesús, y quienes iban a recibir el Espíritu Santo se preparaban con humildad, veneración y piedad yendo a rezar en la casa de oración, desde la que el

Page 10: El primer santo brasileño - Salvadme Reina

La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de la vi-da terrena, en alma y cuerpo fue asunta a la gloria ce-

lestial y enaltecida por el Señor como Reina del Universo, para que se asemejara más plenamente a su Hijo, Señor de los que dominan y vencedor del pecado y de la muerte.

(Constitución Dogmática Lumen Gentium)

“Coronación de la Virgen” –Museos Vaticanos

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