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El Primer JuegoBreve monografía sobre arquitectura y prehistoria
Integrantes: Juan Peláez (P-3382/1)
Docente: Ana María RocchiettiCátedra de Prehistoria,Facultad de Humanidades y ArtesUniversidad Nacional de Rosario.
Introducción.
El 29 de septiembre de 2016, con motivo de las III jornadas intercatedras (co-organizadas
por las cátedras de Prehistoria General, Paleoantropología y Evolución, y Metodología de la
Investigación III de la escuela de antropología y el Museo Escuela de Antropología de la
UNR), el profesor y arquitecto Javier García Cano realizo una ponencia sobre la arquitectura
en la prehistoria. Esta monografía es en cierto sentido una hija de esa ponencia, Javier
García Cano logro despertar mi interés sobre esa temática, y por ello estoy profundamente
agradecido. Lo primero que haremos es un breve resumen (tipo repaso) sobre la ponencia
de Javier García Cano. Después desarrollaremos una idea de cómo habita el hombre los
espacios arquitectónicos, para extrapolarla (de un modo para nada forzado) a la realidad
prehistórica. Finalmente confrontaremos los planteamientos de García Cano con los
descubrimientos y teorías arqueológicas, paleoantropológicas, antropológicas y
arquitectónicas. Que comience la odisea.
Ilustración 1: Reproducción de chozas de cromagnones
¿Arquitectura en la prehistoria? El hombre modificando el medio ambiente.Javier García Cano en el libro de resúmenes de las III Jornadas intercátedras sintetiza su
exposición de la siguiente manera:
“Las recientes reflexiones acerca de la definición de la Arquitectura operan sobre las
ideas del paisaje y el medio ambiente como resultantes de la interacción entre los
seres humanos y la naturaleza. En asociación con estas ideas, esta presentación
propone una interpretación de la arquitectura como producto cultural en términos
intelectuales y académicos inclusivos” (García Cano, 2016)
García Cano comienza su presentación planteando que hasta el día de hoy se discute el
lugar de la Arquitectura, ¿Es un Arte, una Ciencia o una Técnica? (como si todas ellas
fueran compartimentos estancos). El expositor dice que, durante el siglo XX, hay una
tendencia a considerar a la arquitectura como producto de un autor (una firma). Además, se
jerarquiza la producción (se considera como arquitectura al trabajo de algunos arquitectos,
no al de todos). En este contexto, algunos investigadores sostienen que la arquitectura
prehistórica no es un tema de debate, porque no la hay (pues no existen autores). Pero ha
habido críticos a esta concepción hegemónica.
Garcia Cano menciona a Rudofsky, quien en los años 60 realizó una exposición fotográfica
de “arquitectura sin arquitectos”. Rudofsky sería uno de los primeros autores en hacerse
cargo de que la arquitectura no sea una categoría de elite intelectual. También nombra a
Pier Luigi Nervi, quien dedica uno de sus temas a la arquitectura primitiva.
Luego de estos ejemplos de arquitectos con visiones anti hegemónicas, el expositor se
mete de lleno en el tema de la arquitectura prehistórica. ¿Es acaso primitiva, o incompleta o
vernácula básica? ¿Quién sería el autor de dicha arquitectura si ese alguien es un colectivo
perteneciente a tiempos remotos?
Para García Cano, el concepto de arquitectura vernácula podría dar alguna luz al respecto.
Esta concepción de arquitectura vernácula remite a una arquitectura más allá de la
temporalidad, una arquitectura “sin autores”, que se basa en la tradición de una localidad y
que pasa de una generación a la otra a través de la transmisión oral. Además, el concepto
de arquitectura vernácula hace un gran énfasis en la arquitectura como producto de la
interacción del hombre con el medio ambiente. La arquitectura siempre lidia con el medio,
pues al momento de edificar uno necesita saber dónde y cómo construir. La definición de
arquitectura que propone Rafael Iglesias sería, según García Cano, complementaria con
esta característica de la arquitectura vernácula. Para Rafael Iglesias la arquitectura es todo
tipo de modificación (es acción humana que deviene de la necesidad de habitar), que hace
el hombre en el medio ambiente con algún sentido.
Después y a partir de esto, García Cano plantea que desde el siglo XXI podemos leer en los
restos prehistóricos una acción y razón arquitectónica, en tanto esos restos nos muestran la
apropiación de un lugar y su delimitación. Además los restos nos muestran diversos usos y
espacios (varios “como” y “donde”). Siguiendo la misma argumentación, García Cano dice
que hay una trascendencia del espacio en la arquitectura, pues se hace visible (se
construye, se concreta físicamente), el mundo imaginario. Dicho de otra manera, se plantea
un problema y se resuelve concretamente (pues la función es ineludible a la arquitectura).
La arquitectura indica la complejidad del pensamiento. Existe entonces la posibilidad de
interpretar un pensamiento complejo en la arquitectura prehistórica.
Por último, el expositor habla sobre el tema del proyecto arquitectónico. Se dice que desde
el siglo XVIII existe una previsualización del proyecto (que se traduce en planos, bocetos,
maquetas, etc.). García Cano crítica esta noción ya que, más allá del registro ortodoxo, hay
un proyecto. Sería imposible producir si no se toman decisiones, ¿Acaso no existe un
proyecto cuando yo decido?
Bajo este punto de vista, Javier García Cano plantea la existencia de proyectos
arquitectónicos a lo largo de la prehistoria e historia de los seres humanos.
¿Cómo habitamos los seres humanos?La respuesta a esta incógnita no puede ser contestada por una sola disciplina. Debido a la
complejidad (como intentaremos explicar en breve) de la forma de habitar del ser humano,
nos vemos en la necesidad de valernos de la mayor cantidad de herramientas conceptuales
y de análisis, ya sea de la arquitectura, la antropología socio cultural, la sociología, etc.
No podemos hablar sobre una arquitectura separada de su habitabilidad y de una forma de
habitar(-la) (Maldonado Flores, 2009). Como dice el arquitecto Peter Zumthor:
“Antes de conocer siquiera la palabra arquitectura, todos nosotros ya la hemos
vivido. Las raíces de nuestra comprensión de la arquitectura residen en nuestras
primeras experiencias arquitectónicas: nuestra habitación, nuestra casa, nuestra
calle, nuestra aldea, nuestra ciudad y nuestro paisaje son cosas que hemos
experimentado antes y que después vamos comparando con los paisajes, las
ciudades y las casas que se fueron añadiendo a nuestra experiencia. Las raíces de
nuestro entendimiento de la arquitectura están en nuestra infancia, en nuestra
juventud: residen en nuestra biografía.” (Zumthor, 2004: 55)
Ilustración 2: Casa diseñada por Peter Zumthor
De ahí que la pregunta del título de este apartado no trate sobre cómo construyen su
vivienda los seres humanos, pues siempre se edifica tanto en el contexto de una
determinada experiencia de vida (nivel individual), como de un determinado modo de vida (a
nivel colectivo), en el contexto de una determinada cultura y sociedad. Amos Rapoport ha
realizado varios trabajos respecto a esta temática.
En el capítulo 3 “Los factores socioculturales y la forma de la casa” de su conocido libro
“Vivienda y Cultura”, este autor sostiene que todas las explicaciones al complejo fenómeno
de las distintas formas adoptadas por la vivienda son variaciones de un solo tema: “pueblos
con distintos ideales y actitudes responden a varios ambientes físicos. Estas respuestas
varían de un sitio a otro debido a los cambios y las diferencias en el juego de los factores
sociales, culturales, rituales, económicos y físicos” (Rapoport, 1972: 65). La casa, continua
Rapoport, no sería un mero objeto, sino “una institución creada para un complejo grupo de
fines. Porque la construcción de una casa es un fenómeno cultural, su forma y su
organización están muy influidas por el milieu cultural al que pertenece” (Rapoport, 1972:
65). Contrario a lo que parecería, este autor no es un determinista cultural, pues la influencia
de los factores socioculturales será menor en tanto los factores físicos sean más poderosos.
Además, las sociedades con menos avance tecnológico y disponibilidad de medios tienen
un abanico más reducido de posibilidades arquitectónicas. “Podremos decir que la forma de
la vivienda es el resultado de una elección entre las posibilidades existentes- cuanto mayor
es el número de posibilidades, más amplia es la elección- pero que está nunca es inevitable
porque el hombre puede vivir en muchos tipos de estructuras.” (Rapoport, 1972:80).
Siguiendo a Rapoport, la forma de una vivienda puede pensarse como la encarnación
concreta (física) de un ambiente ideal. Distintos ambientes ideales reflejarán distintas
cosmovisiones y modos de vida. La vivienda a su vez, no se encuentra separada de un
contexto espacial, es decir, un asentamiento. “El hombre vive en el asentamiento, del que la
vivienda es solamente una parte, y el modo de utilizarlo afecta a la forma de ésta”
(Rapoport, 1972: 93). El habitante puede o no ser el arquitecto de su vivienda, pero en tanto
habitante hace una apropiación del espacio (lo convierte en lugar). La arquitecta Blanca Sala
i Llopart sostiene que:
“El espacio arquitectónico no sólo sería el resultado de un proceso creativo del
arquitecto o diseñador, sino que al mismo tiempo, y a partir del preciso momento de
ser habitado, sería el resultado de un proceso de creación y recreación llevado a
cabo por el habitante, de un proceso de adaptación y readaptación entre espacio y
sociedad de acuerdo con unos modelos culturales o unos habitus” (Sala i Llopart,
2000: 86)
Según esta autora, podría decirse que el habitante desarrolla la vertiente práctica del
espacio, y el arquitecto la vertiente creativa, pero no en términos absolutos. Ambos tienen
una participación en el desarrollo de estas 2 vertientes.
La arquitectura en tanto fenómeno cultural es un fenómeno simbólico (Rapoport, 1972).
Pallasma dice que “un edificio no es un fin en sí mismo: enmarca, articula, estructura, da
significado, relaciona, separa y une, facilita y prohíbe (...) El espacio arquitectónico es
espacio vivido más que espacio físico” (Pallasma, 2006: 64).
Tenemos que quedarnos con dos conclusiones al finalizar este apartado:
1- Una vivienda es más que un objeto físico y concreto, es un espacio vivido.
2-La arquitectura es un fenómeno envuelto en lo simbólico.
Ilustración 3: Casa diseñada por Pallasma
¿Cómo habitábamos los seres humanos?Durante todo el paleolítico (que consiste en la mayor parte de la prehistoria del Homo
sapiens) nuestra especie mantuvo un estilo de vida de caza y recolección. Southwood dice
que todos los organismos ocasionan algún impacto en el medio ambiente, pero que el
impacto producido por el Homo sapiens ha sido el más variado y profundo de todos
(Southwood, 2004). “Las innovaciones tecnológicas han permitido a los humanos alterar la
ecología del medio ambiente de múltiples maneras con el fin de beneficiarse” (Southwood,
2004: 305).
A diferencia de lo que se suele pensar, los seres humanos del paleolítico no solían vivir en
cavernas. En primer lugar, muchas regiones no tienen cuevas. Que muchos de los restos
arqueológicos y fósiles sean descubiertos en cavernas tiene más que ver con el aislamiento
de la erosión, y la conservación que poseen estos lugares (es más difícil que los objetos y
restos fósiles se conserven al aire libre), que con una afición de nuestros antepasados por
vivir en ellas (Tattershall, 2012). Aparte estaba el peligro de las cuevas profundas, donde se
podían encontrar fieras como el oso. Esto no significa que los seres humanos jamás hayan
vivido en cavernas, en las regiones calizas de Europa “donde sí hay cuevas, se buscaban
los refugios naturales al pie de los acantilados” (Clottes, 2008: 46).
Los seres humanos del paleolítico vivían en campamentos. Las chozas prehistóricas
estaban fabricadas con los más diversos materiales entre los que se encuentran madera,
piedras, huesos, colmillos de mamut y pieles de animales (Clottes, 2008), e inclusive
estaban acondicionadas. Como dice Clottes:
“no levantaban casas, pero podían instalar separaciones entre distintas áreas de
actividades, o colocar cortavientos con pieles, o también cavar hoyos para enterrar
sus residuos (...) Es probable que existieran espacios de descanso, en los cuales se
acondicionaban literas con ramitas recubiertas de pieles de animales, y de este
modo se creaba un espacio aislado de la humedad y el frío del suelo.” (Clottes,
2008: 46)
También era en estos refugios donde se solía mantener el fuego para calentar alimentos y
sus cuerpos (Clottes, 2008).
Lamentablemente “la arquitectura prehistórica carece en muchas ocasiones de datos
suficientes como para esbozar síntesis sobre grandes territorios” (Martínez Peñarroya, 2008:
156).Vela Cossio dice que la respuesta limitada de la arqueología al problema de la vivienda
y el espacio doméstico en la prehistoria “viene determinada por dos factores fundamentales:
la conservación del registro arqueológico y la dificultad de su interpretación” (Vela Cossio,
1995: 259). Por ello, este autor propone el siguiente abordaje:
“Se definiría al yacimiento como un lugar en el que se produce un hallazgo de
vestigios arqueológicos, aunque se trate de una concentración provocada por
agentes dinámicos, el sitio de ocupación como consecuencia de la relación entre los
materiales arqueológicos registrados con las actividades para las que sirvieron, y el
suelo de ocupación como lo define Bordes, “una superficie reconocible sobre la cual
ha vivido el hombre durante un lapso de tiempo suficientemente corto para que se
pueda esperar deducir de la posición de los vestigios alguna cosa en relación a sus
actividades” (Bordes, 1975)” (Vela Cossio, 1995: 259-260)
Este abordaje permitirá no solo ver sus actividades, sino de algún modo también su
sociedad. Dependiendo del tamaño de la choza, por ejemplo, uno podría estimar la densidad
demográfica. Quizá nunca logremos conocer los “estilos arquitectónicos” de estas personas,
pero nos permiten de algún modo interpretar el modo de vida que llevaron.
Ilustración 4: Reproducción de Choza hecha con huesos de Mamut
¿Arquitectura en la prehistoria?Estamos de acuerdo con García Cano en que los criterios hegemónicos de clasificación
arquitectónica son elitistas y sesgados. Maldonado Flores sostiene al respecto que los
componentes básicos de la arquitectura (forma, ornato, estructura, función, espacio y estilo),
han sido opacados por una clasificación que solo considera al estilo como el componente
que otorga status de arquitectura a una construcción. Así, las viviendas vernáculas, donde
suele haber un predominio de la función sobre el estilo, no han sido consideradas como
arquitectura por muchos estudiosos.
Bajo estas clasificaciones más abiertas, podemos afirmar que a lo largo de toda la historia
de la humanidad ha habido arquitectura. Ahora bien, cuando llevamos esos criterios a la
prehistoria nos enfrentamos a un problema.
Hemos visto que el modo en que nos relacionamos con la arquitectura es cultural
(simbólico)1. Que “el hombre tiene una gran propensión a simbolizar todo lo que le ocurre y
a reaccionar ante los símbolos como si fuesen los verdaderos estímulos ambientales.”
(Rapoport, 1972: 68). Como Homo sapiens somos seres biológicos y seres simbólicos. Sin
embargo, durante la prehistoria no fue siempre así.
1 No hemos planteado una definición de cultura en este trabajo. No nos referimos a la cultura como un sistema de símbolos. Sin embargo, nos parece que uno de los componentes fundamentales de una cultura son los símbolos.
Los vestigios más antiguos que indican claramente una sensibilidad simbólica en el Homo
Sapiens datan de aproximadamente cien mil años atrás. Si partimos desde la hipótesis (a la
que gran mayoría de autores adhiere) de que el ser humano anatómicamente moderno
apareció entre hace 200 mil y 160 mil años atrás, no podemos sino asumir que hubo una
aparición tardía de la conducta simbólica del Homo sapiens (Tattersall, 2012). En palabras
de Tattersall, “nuestros ancestros protagonizaron una transición punto menos que
imaginable de un modo no simbólico y no lingüístico de asumir y comunicar la información
relativa al mundo a la condición simbólico lingüística que poseemos hoy” (Tattersall, 2012:
259).
Tattersall argumenta que no hubo tendencia alguna que precediese la facultad de manipular
información de forma simbólica, ni tampoco una “simple tendencia a adquirir cada vez un
volumen cerebral mayor en el transcurso de dilatados lapsos temporales por reproducirse
los individuos inteligentes más que los necios a lo largo de nuestro linaje ancestral”
(Tattersall, 2012: 170). Esto se vería falsado porque los neandertales poseían a veces un
cerebro mayor al nuestro, y sin embargo, no han dejado vestigio claro de capacidad de usar
y crear símbolos. ¡Pero un momento! Si es que ya éramos anatómicamente modernos hace
200 mil años, ¿Cómo es que no usábamos símbolos?
Tattersall plantea que la capacidad simbólica del Homo Sapiens ya se encontraba
disponible para desarrollarse, pero que esta se encontraba en potencia. La explicación del
origen de nuestra conducta simbólica no puede ser de carácter biológico. Por ello solo nos
queda pensar en un estimulo cultural como origen de nuestra conducta simbólica. Una de
las razones (idea) que postula Tattersall es que el lenguaje podría haber surgido como un
juego entre niños.
Sea como fuere el origen de la conducta simbólica, lo cierto es que esta fue bastante
posterior a la aparición del Homo sapiens. El planteamiento de García Cano de una
arquitectura prehistórica encuentra su límite en los lindes del Homo simbolicus. Antes de los
hombres con conducta simbólica, no podríamos hablar de arquitectura bajo los términos que
ha establecido García Cano (“transmisión oral”, “modificación con sentido”, etc.). Sin
embargo, Southwood propone la categoría de ecoespacios. “Así como los corales, los
árboles y las termitas crean un ecoespacio para sí mismos y para los demás, los seres
humanos crean ecoespacios con sus construcciones, ya sean chozas o rascacielos”
(Southwood, 2004: 306). Podríamos decir que un ecoespacio puede tener algunos
componentes en común con la arquitectura (por ejemplo la forma o la estructura), pero
jamás podría tener un estilo o una función (aparte de las funciones básicas que serían
protección y cobijo).
Considerar a la vivienda del ser humano simbólico como una simple extensión adaptativa, o
un equivalente a una casa de termitas, o inclusive a refugios de Homo heidelbergensis sería
una falacia dada la complejidad (que ya hemos intentado presentar) de la arquitectura.
Conclusión. Comenzamos con un resumen brevísimo sobre la ponencia de García Cano. Después,
hemos hecho un breve análisis de lo que significa a grandes rasgos habitar un espacio
arquitectónico. También hemos realizado un recorrido sobre el contexto y ciertas
características de la arquitectura prehistórica. Finalmente, basados en las pruebas que
indican que el único animal simbólico ha sido (hasta el momento) el Homo sapiens, y que a
su vez el Homo sapiens no siempre conto con una conducta simbólica, hemos llegado a la
conclusión de que aquello que se debería estudiar como arquitectura prehistórica pertenece
solo a una parte de este periodo (y no que ha existido una arquitectura como nosotros y
García Cano la concebimos a lo largo de TODA la prehistoria).
Cesar Aíra (escritor argentino) dice que todas las artes encuentran sus orígenes históricos
en juegos. No podemos sino sentirnos conmovidos al pensar en la idea de Tattersall de que,
en algún momento de la historia profunda de nuestra especie, un puñado de niños jugó por
primera vez al lenguaje. Ese primer juego donde comenzó todo.
Ilustración 5: Chozas Bambuti
Bibliografía.
Clottes, J. (2008): La prehistoria explicada a los jóvenes. Paidós. Barcelona
Southwood, R. (2004): La historia de la vida. El Ateneo. Buenos Aires.
Tattersall, I. (2012): Los señores de la tierra. La búsqueda de nuestros orígenes humanos. Pasado-Presente. Barcelona.
Rapoport, Amos. (1972): 3. Los factores socioculturales y la forma de la casa. En Vivienda y Cultura. Editorial Gustavo Gili. Barcelona.
Maldonado Flores, D. (2009): La clasificación: Una herramienta para la inclusión de la vivienda vernácula urbana en el universo arquitectónico. En Revista Invi, Numero 64, Volumen 24.
Sala I Llopart, B. (2000): Antropología y arquitectura. La apropiación del espacio del hábitat. En Disseny num 16. Barcelona.
Zumthor, P. (2004): Pensar la arquitectura. Editorial Gustavo Gili. Barcelona.
Pallasma, J. (2006): Los ojos de la piel. Editorial Gustavo Gili. Barcelona.
Martínez Peñarroya, J. (2008): ¿Arquitectura prehistórica o Prehistoria de la Arquitectura? Tres milenios de edilicia efímera en el valle del rio Henares. En CuPAUAM 34. Madrid.
Vela Cossio, F. (1995): Para una prehistoria de la vivienda. Aproximación historiográfica y metodológica al estudio del espacio domestico prehistórico. En Complutum 6. Madrid.