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Complutum, 2010, Vol. 21 (2): 155-176 155 ISSN: 1131-6993 doi: 10.5209/rev_CMPL.2011.v22.n1.9 SUMARIO 1. Introducción. 2. La evolución cultural. 3. Modelo de Poblamiento. 4. Conclusiones. RESUMEN En este trabajo se presentan los resultados de las investigaciones recientes realizadas sobre la época ibé- rica en el Alto Guadiana, provincia de Ciudad Real (Castilla-La Mancha). Se incluyen los trabajos de excavación y prospección arqueológica llevados a cabo en esta zona, desde hace dos décadas, que han permitido plantear el modelo de poblamiento en este territorio durante el desarrollo de la cultura ibérica. PALABRAS CLAVE: Alto Guadiana. Cultura Ibérica. Poblamiento. Territorio. Asentamientos. ABSTRACT This paper presents the results of the recent research on the Iberian Iron Age sites conducted in the Upper Guadiana basin of the Ciudad Real province (Castilla-La Mancha). The research included excavations and archaeological surveys conducted in this area for two decades, setting up the foundation of a model of settlement in this territory during the development of the Iberian culture. KEY WORDS: Upper Guadiana basin. Iberian culture. Demography. Territory. Settlement. Recibido: 06-09-2010 Aceptado: 11-03-2011 Rosario GARCÍA HUERTA*, Javier MORALES HERVÁS** Departamento de Historia, Universidad de Castilla-La Mancha, Ciudad Real. *[email protected] **[email protected] El poblamiento ibérico en el Alto Guadiana The Iberian settlement in the Upper Guadiana Basin

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Complutum, 2010, Vol. 21 (2): 155-176 155ISSN: 1131-6993

doi: 10.5209/rev_CMPL.2011.v22.n1.9

SUMARIO 1. Introducción. 2. La evolución cultural. 3. Modelo de Poblamiento. 4. Conclusiones.

RESUMEN

En este trabajo se presentan los resultados de las investigaciones recientes realizadas sobre la época ibé-rica en el Alto Guadiana, provincia de Ciudad Real (Castilla-La Mancha). Se incluyen los trabajos deexcavación y prospección arqueológica llevados a cabo en esta zona, desde hace dos décadas, que hanpermitido plantear el modelo de poblamiento en este territorio durante el desarrollo de la cultura ibérica.

PALABRAS CLAVE: Alto Guadiana. Cultura Ibérica. Poblamiento. Territorio. Asentamientos.

ABSTRACT

This paper presents the results of the recent research on the Iberian Iron Age sites conducted in the UpperGuadiana basin of the Ciudad Real province (Castilla-La Mancha). The research included excavationsand archaeological surveys conducted in this area for two decades, setting up the foundation of a modelof settlement in this territory during the development of the Iberian culture.

KEY WORDS: Upper Guadiana basin. Iberian culture. Demography. Territory. Settlement.

Recibido: 06-09-2010Aceptado: 11-03-2011

Rosario GARCÍA HUERTA*, Javier MORALES HERVÁS**

Departamento de Historia, Universidad de Castilla-La Mancha, Ciudad Real. *[email protected]**[email protected]

El poblamiento ibérico en el Alto Guadiana

The Iberian settlement in the Upper Guadiana Basin

COMP. 22(1)- García Huerta:Maquetación 1 20/06/2011 12:20 Página 155

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1. Introducción

Los estudios sobre el mundo ibérico en estaregión (Fig. 1) son relativamente recientes, pues seinician en los años setenta con los trabajos arqueo-lógicos del yacimiento de Oreto en Granátula deCalatrava, pero será en los años ochenta, con elcomienzo de las excavaciones de una serie de yaci-mientos ibéricos como Alarcos en Ciudad Real, elCerro de las Cabezas en Valdepeñas, LaBienvenida enAlmodóvar del Campo y el Cerro delas Nieves en Pedro Muñoz, cuando se produzcaun salto cualitativo en la investigación sobre esteperíodo; les siguen los trabajos arqueológicos des-arrollados en las motillas de las Cañas en Daimiel,los Palacios en Almagro y del Retamar enArgamasilla de Alba, en la ciudad islámica deCalatrava la Vieja en Carrión de Calatrava y lanecrópolis de Alhambra que, a pesar de no habersecentrado en los niveles ibéricos, han aportado inte-resantes elementos que permiten vislumbrar laimportancia del período ibérico en dichos asenta-mientos. Por último debemos citar las campañas deexcavación llevadas a cabo en el poblado protohis-tórico de Peñarroya en Argamasilla de Alba en1994 y 1995, y los trabajos arqueológicos iniciadosen 1998 en el yacimiento de Villanueva de laFuente, que permitirán obtener importantes datossobre la iberización de este territorio. Estos traba-jos se complementaron con una importante laborde prospección que desde comienzos de los noven-ta fue impulsada por la Consejería de Educación yCultura de la comunidad autónoma y la

Universidad de Castilla-La Mancha con el objetode iniciar la elaboración de la Carta Arqueológicade la provincia de Ciudad Real, proyecto que estápermitiendo la localización de un notable númerode nuevos yacimientos ibéricos.

A diferencia de otras áreas limítrofes en las quese han realizado estudios sobre el poblamiento ibé-rico (Berrocal-Rangel 1992; Rodríguez Díaz 1995;Soria 2000; Bonet y Mata 2001; Grau 2002) ennuestra zona la falta de datos relevantes existentehasta hace muy poco tiempo ha impedido poderabordar este tipo de trabajos. Con todo, dispone-mos de varios estudios que abordan aspectos con-cretos de la época ibérica en esta zona, como el deAlmagro Gorbea (1977) que establecía una divi-sión de la parte oriental de la Meseta Meridional ennueve áreas culturales, dos de las cuales,–Valdepeñas y el área manchega–, corresponden alámbito territorial que aquí tratamos. Su importan-cia deriva, básicamente, de su carácter pionero, yaque constituyó un punto de partida y presentó porvez primera una visión global sobre el proceso deiberización en una zona en la que había, en aque-llos momentos, escasos datos acerca de su etapaprotohistórica.

Posteriormente López Rozas (1987) establecióuna división diferente de la meseta meridional enseis ámbitos culturales, de los que dos se enmarcanen la provincia de Ciudad Real: la zona del Campode Calatrava-estribaciones de Sierra Morena y laMancha Central. Este estudio manifiesta un buenconocimiento del área geográfica analizada y delos yacimientos en ella ubicados, pues la realiza-ción de prospecciones en parte de la zona estudia-da, –curso bajo del Cigüela, Tablas de Daimiel yestribaciones meridionales de los Montes deToledo–, le permitieron obtener datos de primeramano.

En tercer lugar es preciso citar el trabajo deBlasco (1992) que actualizaba el análisis global deAlmagro Gorbea con los datos obtenidos en ladécada de los años 80 de las excavaciones deAlarcos y del Cerro de las Cabezas. En él se haceespecial hincapié en la cuestión del proceso forma-tivo de la cultura ibérica en la meseta meridional,donde se constata la temprana presencia de lo ibé-rico en las tierras más meridionales de la zona estu-diada. Más recientemente hay que destacar la tesisdoctoral elaborada por uno de nosotros (Morales,2010) en la que se recogen todos los datos proce-dentes de las excavaciones de yacimientos ibéricos

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Figura 1.- Situación de la provincia de Ciudad Real,objeto del estudio, en el marco de la Comunidad deCastilla la Mancha y España.

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de la zona junto con las prospecciones realizadaspor todo el territorio que han permitido elaboraruna hipótesis sobre el poblamiento en esta zonaque presentamos resumidamente en este artículo.

Por otra parte, no podemos olvidar una serie detrabajos centrados en el análisis de yacimientosarqueológicos que, total o parcialmente, se inscri-ben dentro del período ibérico (Fig. 2), como es elcaso de Oreto (Nieto et al. 1980), La Bienvenida(Fernández Ochoa et al. 1994; Zarzalejos et al.1994, 2004), la Motilla de Las Cañas (Molina et al.1983), la Motilla de los Palacios (FernándezRodríguez y Fonseca 1985), Alarcos (De Juan etal. 1994; Fernández Rodríguez et al. 1995; GarcíaHuerta et al. 2004), el Cerro de las Cabezas (Vélezy Pérez Avilés 1987), el Cerro de las Nieves(Fernández Martínez 1988; Fernández Martínez etal. 1994) y el poblado de Peñarroya (García Huertaet al. 1999).

2. La evolución cultural

2.1. La etapa preibérica

El Alto Guadiana contaba con un importantepoblamiento, al menos desde comienzos del IImilenio a.C., estructurado a partir de diferentestipos de poblados –castellones, motillas, fondos decabaña, etc.–, que responderían a diferentes proce-sos de adaptación al medio por parte de los distin-tos grupos asentados en este área, los cuales yamanifestaban una evidente apertura hacia el exte-rior al mostrarse receptivos a las influencias cultu-rales llegadas desde otros ámbitos como, por ejem-plo, el mundo argárico.

Hacia finales del II milenio a.C. parece produ-cirse una cierta ruptura dentro de la evolución cul-tural experimentada por el denominado BronceManchego, que se pone de manifiesto a través delcambio producido en el patrón de poblamiento al

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Figura 2.- Mapa de dispersión de los yacimientos citados en el texto, dentro de la provincia de Ciudad Real.

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abandonarse en un corto espacio de tiempo la prác-tica totalidad de los anteriores asentamientos, bási-camente castellones y motillas. Este fenómeno,similar al producido en otros lugares, supone laaparición de nuevos asentamientos, la mayor partede ellos ex novo, que se localizan normalmente encotas más bajas que los poblados de altura de laetapa anterior, cerca de las zonas de vega y mos-trando un gran interés por controlar los recursosagrarios y las vías de comunicación del entorno.

La reorganización en la ocupación del territorioserá exitosa y dará respuesta a los grupos indígenasdurante un dilatado período de tiempo, pues losnuevos asentamientos mantendrán, en la mayorparte de los casos, una continuidad en la ocupaciónhasta los momentos finales del mundo ibérico, lle-gando incluso a romanizarse buena parte de ellos.Este cambio en el patrón de asentamiento será rea-lizado por las mismas gentes del BronceManchego que reaccionan modificando la estruc-tura de ocupación del territorio, posiblementecomo respuesta a las transformaciones que se pro-ducen en el Bronce Final ante la intensificacióneconómica que se genera en diversas zonas penin-sulares fruto de la aceleración en los intercambiosbajo el impulso atlántico, en un primer momento, yel mediterráneo en una segunda fase. De estemodo, podemos afirmar que, entre finales del IImilenio y principios del I milenio a.C., se producesobre el sustrato indígena, heredero del BronceManchego, la interacción de diversas tradicionesculturales que llegan a esta zona tamizadas y rein-terpretadas tras su paso por áreas limítrofes comola Meseta Norte, el Suroeste, el Sudeste y la AltaAndalucía. Como consecuencia de ello se inicia unproceso que acabará cristalizando en la iberizaciónde las poblaciones aquí asentadas. Hasta hace unadécada el conocimiento sobre el Bronce Final-Hierro I en el Alto Guadiana presentaba una granlaguna, pues parecía que después del BronceMedio, con el abandono de los poblados antes cita-dos del Bronce Manchego, se producía en estazona un despoblamiento casi generalizado queprácticamente duraba hasta la iberización. Sinembargo, en la actualidad, gracias a las investiga-ciones realizadas, hemos podido identificar unaserie de yacimientos en los que empieza a docu-mentarse un horizonte de fines del Bronce Final-IEdad del Hierro, definido por cerámicas a manodecoradas con motivos pintados, bruñidas, incisas,grafitadas e impresas.

Los yacimientos con materiales arqueológicosde esa época en la provincia de Ciudad Real no sonaún numerosos, pero resulta significativo que seencuentren repartidos y mostrando una distribu-ción bastante homogénea, que parece indicar unaocupación racional y más concentrada del territo-rio. Uno de los elementos que pueden ser tomadosen cuenta a la hora de proponer una cierta concen-tración poblacional en los inicios de este procesode cambio de patrón en la ocupación del territorioes el hecho de que entre los nuevos emplazamien-tos elegidos se encuentren yacimientos de grandesdimensiones, que con posterioridad se convertirán,en la mayor parte de los casos, en los principalesoppida de época ibérica. Es el caso de LaBienvenida, Alarcos, Cerro de las Cabezas,Almedina, etc. Aunque no podemos precisar lasuperficie ocupada en estos poblados durante laetapa del Bronce Final-Hierro I, las excavacionesarqueológicas realizadas en Alarcos y el Cerro delas Cabezas permiten afirmar que debió de ser con-siderable –varias hectáreas– ya que se ha podidoconstatar la presencia de materiales y estructurascorrespondientes a este período en distintas áreasde esos asentamientos.

Estos grandes poblados, que empiezan a confi-gurarse entre finales del II milenio y comienzos delI milenio a.C., responden a dos tipologías básicas.Por un lado encontramos los que se ubican sobrepequeñas elevaciones que sobresalen entre 5 y 12m sobre el terreno circundante –La Bienvenida,Calatrava la Vieja–, y que sin presentar una desta-cada diferencia de altitud tienen un amplio controlvisual sobre las amplias zonas llanas del entorno.El segundo tipo está representado por grandesasentamientos localizados sobre cabezos más omenos amesetados, que se elevan notablementecon respecto al terreno circundante –Alarcos,Cerro de las Cabezas, Almedina–, gozando de estemodo de una destacada posición estratégica que lespermitiría ejercer un extenso control territorial.Aunque su elevada posición les otorgaba una cier-ta defensa natural, es habitual que este tipo depoblados cuenten con estructuras defensivas artifi-ciales.

El yacimiento de Alarcos está emplazado en uncerro de grandes dimensiones, bien defendido deforma natural por sus vertientes norte y oeste, quese eleva sobre el valle medio del Guadiana. Su ubi-cación permite el control de las vías de comunica-ción entre este territorio y la meseta norte y con

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Andalucía. A las ventajas de su situación estratégi-ca se añaden las posibilidades de la explotaciónagropecuaria del valle que se extiende a su alrede-dor, que permitió la ocupación del cerro desde laEdad del Bronce hasta prácticamente nuestros días(Fig. 3). El horizonte del Bronce Final-Hierro I deAlarcos estaría definido por la cerámica deBoquique, el tipo Carambolo, retícula bruñida, pin-tadas bícromas en color rojo y amarillo, monocro-mas en color rojo, con incrustaciones de bronce,incisas e impresas (Fig. 4). Estos tipos cerámicosse encuentran prácticamente en todas las áreas delyacimiento que han sido objeto de excavación, loque indica que se trata de un asentamiento de gran-des dimensiones, en torno a las 12 ha (GarcíaHuerta y Fernández Rodríguez 2000: 65). Los tra-bajos arqueológicos llevados a cabo en la laderasur del yacimiento han permitido documentar unnivel de ocupación preibérico caracterizado porcerámicas pintadas y de retícula bruñida, que se hafechado por C-14 en los siglos IX y VIII a.C. Eneste nivel se han identificado varias estructuras dehabitación, dos de ellas en curso de excavación, enuna de las cuales se conserva un hogar circular for-mado por una capa de arcilla, de 120 cm de diáme-tro y 26 cm de potencia, que apareció rodeada depiedras de pequeño tamaño.

La Bienvenida se sitúa sobre un cerro ligera-mente elevado sobre el terreno circundante lo quele confiere buenas condiciones de visibilidad. Elasentamiento está rodeado por una muralla quedelimita una extensión de unas 10 ha. Los trabajosarqueológicos han puesto de manifiesto una ocupa-ción desde el s. VIII a.C. hasta el s. IV d.C. La pri-mera ocupación se situaría en un momento de tran-sición entre el Bronce Final-Hierro I (Zarzalejos etal. 2004:166) y se caracteriza por las cerámicas amano con decoración bruñida y cerámicas pintadasmonocromas en color rojo. A un momento másavanzado –mediados del s. VII a.C.– corresponde-rían las cerámicas a mano pintadas monocromas encolor rojo, bícromas y de tipo Medellín. En estafase, que ha sido denominada por sus investigado-res como orientalizante, aparecen las cerámicasgrises a torno.

De esta etapa se han identificado restos de cons-trucciones que permiten señalar que las casas cons-truidas entre mediados del siglo VII y el VI a.C.eran sencillas habitaciones con un zócalo de pie-dras sobre el que se levantaban paredes de tapial oadobe (Zarzalejos et al. 2004: 167). El rasgo cultu-

ral más destacable de este momento es la inclusiónde La Bienvenida en lo que se denomina “áreaperiférica tartésica”, dada la similitud de los mate-

Figura 3.- Vista aérea del yacimiento de Alarcos(Ciudad Real) (Foto archivo Antonio de Juan).

Figura 4.- Cerámicas a mano pintadas de Alarcos(Ciudad Real).

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riales arqueológicos con los que caracterizan alcomplejo material tartésico del Suroeste, y quevendría justificada por la riqueza minera del terri-torio en que se ubica el yacimiento, especialmenteen cinabrio y plata.

El Cerro de las Cabezas (Valdepeñas) (Fig. 5) seeleva sobre una amplia vega favoreciendo el con-trol del territorio y posibilita una rica actividadagropecuaria en el valle del río Jabalón. Al igualque en los otros dos yacimientos citados, en éste laprimera ocupación se produce en un momento detránsito entre el Bronce Final y el Hierro I. Losmateriales arqueológicos están representados porcerámicas a mano con una gran variedad de formasy de motivos decorativos. A una segunda fase deeste mismo momento cultural corresponderían lascerámicas a mano, bruñidas, acanaladas y pintadas,en blanco sobre fondo rojo. Estas cerámicas se hanencontrado asociadas a estructuras de habitaciónque se sitúan en la parte más baja de la ladera surdel cerro, junto al río Jabalón. (Vélez y PérezAvilés 1987).

Otro yacimiento en el que se documenta estehorizonte cultural es Calatrava la Vieja (Carrión deCalatrava) (Fig. 6). Ocupa un pequeño cerro ame-setado de forma ovalada de unas 5 ha (Retuerce1994), donde se están realizando excavacionesarqueológicas desde 1984, fundamentalmente en lazona de muralla y arrabales de la ciudad islámica,que han aportado materiales ibéricos, e inclusogriegos, procedentes de los tapiales islámicos. Enla campaña de excavación llevada a cabo en 1998,al excavar una de las habitaciones del interior de lafortaleza apareció un nivel ibérico y otro de cerá-micas a mano bruñidas que correspondería a estemomento del Bronce Final-Hierro I.

Junto a los anteriores cabría citar también losasentamientos de Almedina, la Pizarrilla,Alcubillas y Casa de Rana, donde los trabajos deprospección (Pérez Avilés 1985; Pérez 1987) hanpermitido el hallazgo de materiales cerámicos ads-cribibles a este momento cultural.

Hasta hace pocos años, prácticamente el únicomaterial arqueológico de nuestra zona de estudioque con cierta seguridad podía ser adscrito a estafase del Bronce Final-Hierro I eran las estelas delsudoeste halladas en diversos lugares de la provin-cia de Ciudad Real. Se trata de los ejemplares deAldea del Rey I, II y III, Pozuelo de Calatrava,Alamillo, Chillón, La Bienvenida I y II, que pue-den ser agrupados en dos áreas bien diferenciadas:

el valle medio del río Jabalón y el Valle deAlcudia.En ambos conjuntos aparecen representados loselementos habituales que sirven para definir y cla-sificar las estelas, como escudos, espadas, lanzas,cascos, fíbulas, espejos, peines, carros, figurashumanas, etc., pero se pueden establecer ciertasdiferencias entre un grupo y otro: peines, cascos,escudos redondos y espadas al cinto sólo aparecenrepresentados en el área del Valle de Alcudia,mientras que los carros tan sólo se documentan enel Valle Medio del Jabalón.

También al Bronce Final corresponderían lascerámicas de Cogotas I aparecidas en diversoslugares como Alarcos, Plaza de Moros y Alcázarde San Juan. Dentro de esta misma etapa, y proba-blemente pertenecientes a un momento más avan-zado, debemos incluir otros materiales entre los

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Figura 6.- Vista aérea de Calatrava la Vieja (Carrión deCalatrava) (Foto archivo Antonio de Juan).

Figura 5.- Vista aérea del Cerro de las Cabezas(Valdepeñas).

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que destacan un hacha de apéndices laterales pro-cedente de Porzuna, un hacha de talón y anillaslaterales y otra de apéndices laterales halladas en elparaje de El Embocadero de Torralba de Calatrava(Ciudad y Serrano 1986: 25), la cerámica tipoCarambolo de Alarcos, un conjunto votivo dearmas de clara filiación atlántica recuperado enPuertollano (Fernández Rodríguez y Rodríguez dela Esperanza 2002; Montero et al. 2002)) y un bra-zalete de oro procedente del Valle de Alcudia(Almagro Gorbea 1977: 54-56).

Entre finales del siglo VIII y principios del VIa.C. se pueden diferenciar dos momentos, uno quesupone una paulatina transición con respecto alBronce Final y otro en el que los influjos llegadosdesde el Mediterráneo son más evidentes, lo queacabará por impulsar el proceso de iberización. Laprimera fase, que correspondería al Hierro IInicial, está representada en La Bienvenida,Alarcos y el Cerro de las Cabezas, donde se handocumentado niveles arqueológicos cuyos elemen-tos más característicos son cazuelas con una cuida-dosa decoración interna bruñida, cerámicas grafita-das y decoradas con pintura post-cocción de colo-res rojos, blancos y amarillos.

Aunque la mayor parte de la información proce-de de los yacimientos antes mencionados, tambiénse han recuperado materiales que pueden ser ads-critos a este momento en otros yacimientos comoAlmedina, Villanueva de la Fuente y La Pizarrilla(Cózar). También es importante resaltar el hallazgofortuito de una serie de recipientes cerámicos en elparaje de La Vega (Arenas de San Juan), concreta-mente tres cazuelas y un pequeño vasito de cuellofuertemente carenado que muy probablemente pro-cedían de una necrópolis de incineración y que fue-ron fechados por Nájera y Molina (1977: 279)hacia el 700 a.C., lo que permite datar la llegadadel ritual de incineración a estas tierras, al menos,en una fase correspondiente al Hierro I Inicial.

A partir de mediados del siglo VII a.C. se inicia-ría la segunda fase o Hierro I Avanzado, que secaracteriza por una incidencia más intensa deldenominado influjo “orientalizante”. En esta fasese mantienen tipos cerámicos que ya estaban pre-sentes en la etapa anterior como cerámicas bruñi-das, grafitadas, pintadas, almagras, pero se incor-poran nuevos elementos, especialmente la cerámi-ca a torno entre la que destaca la cerámica gris y,en menor medida, la cerámica de barniz rojo y lacerámica griega. También a este momento pueden

adscribirse las fíbulas de doble resorte encontradasen el Cerro de las Cabezas y Alarcos.

La etapa preibérica supone una fase de impor-tancia crucial para poder entender el proceso deiberización y la evolución cultural de las poblacio-nes asentadas en nuestro ámbito de estudio, ya quees en este período de formación cuando empiezana configurarse los elementos que definirán lascaracterísticas de las gentes que ocuparán mástarde la denominada Oretania Septentrional. Afinales del II milenio a.C. y, sobre todo, en los ini-cios del I milenio a.C. va tomando forma una orga-nización territorial que constituirá la base delpatrón de poblamiento adoptado en época ibérica,con las siguientes características:

–Empiezan a configurarse los grandes pobladosque asumirán un especial protagonismo en el con-trol y organización del territorio a partir de épocaprerromana.

–Se van estructurando las principales vías decomunicación que permitirán conectar esta áreadel interior peninsular con los focos más dinámi-cos del litoral facilitando los intercambios comer-ciales y culturales, rutas que en gran medida ten-drán continuidad posteriormente en época romanae incluso durante la Edad Media.

–Se inicia un proceso de intensificación econó-mica basado en la explotación agraria y minera,encaminado a dar respuesta a la creciente demandaexterior con el fin de obtener elementos de presti-gio de origen colonial.

–Se empiezan a asumir una serie de novedadestecnológicas y culturales como el torno alfarero, lametalurgia del hierro o el ritual de la incineraciónde los difuntos.

2.2. El Período Ibérico

Los grupos de población asentados en el cursoalto del Guadiana que durante el Bronce Final-Hierro I habían modificado sus estrategias en laelección de los lugares para establecer sus pobla-dos van a recibir desde fechas muy tempranas lallegada de influencias mediterráneas que rápida-mente son asimiladas, lo cual posibilitará que, yadesde finales del s.VI a.C., gran parte de este terri-torio esté integrado en el ámbito cultural ibérico,en clara conexión con el sudeste peninsular y laAlta Andalucía.

En el proceso de iberización de este territorio

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debió de desempeñar un papel importante el des-arrollo experimentado por el flujo comercial a tra-vés de las rutas de esta zona sobre todo en su partemás meridional. El colapso económico que padeceel área del Sudoeste de la Península y la fundaciónde Emporion van a favorecer el reajuste de lasrutas comerciales por el interior de la Península enfunción de los intereses griegos que pretendenbeneficiarse de la riqueza minera de Sierra Morenay Extremadura. Para ello se utilizaría la ruta queune Levante con Extremadura a través de Albacetey Ciudad Real con una desviación hacia Cástulo.

A partir de finales del siglo VI a.C. asistimos ala progresiva consolidación de la cultura ibérica eneste territorio de la Meseta Meridional. Por lo querespecta a la cultura material la denominada cerá-mica ibérica comienza a adquirir un creciente pro-tagonismo, pero, de forma paralela, se aprecianotros cambios como la mayor complejidad queadoptan las estructuras urbanas, el desarrollo deuna diversificada organización económica o laincorporación de la escultura en el ámbito funerario.

Período Ibérico Antiguo

Este período está representado en los yacimien-tos citados en el apartado anterior que continúan sudesarrollo en esta nueva etapa. En La Bienvenida(Zarzalejos et al. 2004) esta fase se caracterizar porlas cerámicas a torno, que constituyen algo menosdel 50%, de pastas oxidantes con motivos pintadostípicamente ibéricos como círculos, líneas ondula-das y bandas anchas. A diferencia de la etapa ante-rior cuando el repertorio material muestra unaclara vinculación con la Baja Andalucía, el conjun-to de este momento presenta una gran semejanzacon los materiales arqueológicos de la AltaAndalucía, Levante y sureste de lameseta lo que indi-caría una nueva orientación en la red de intercambioscomerciales motivada por nuevos planteamientoseconómicos, generados por la crisis del área tartésica.

La fase del Ibérico Antiguo también se docu-menta en Alarcos donde en las últimas décadas dels.VI a.C. se encuentran cerámicas griegas como elfragmento de un excepcional vaso ático de figurasnegras, varios fragmentos de una copa ática osamia y de una copa tipo “C” (García Huerta et al.2004). La temprana presencia de materiales grie-gos en estos dos yacimientos pone de manifiestoque ambos recibieron influencias griegas desde losprimeros momentos de la iberización, lo que inci-

diría, muy posiblemente, en una aceleración deeste proceso.

El yacimiento donde mejor representado está elIbérico Antiguo es el Cerro de las Cabezas, pobla-do en el que se aprecia el empleo de materiales másresistentes para la construcción de las estructurasurbanas y se produce una modificación significati-va con respecto a la etapa anterior al adosarse unashabitaciones a otras configurando conjuntos másamplios, hecho que puede ser entendido como unincipiente intento de ordenación urbana.

En este período surgen nuevos asentamientoscomo el Cerro de las Nieves en Pedro Muñoz(Fernández Martínez 1988; Fernández et al. 1994)y el poblado de Peñarroya en Argamasilla de Alba(García Huerta et al. 1999). El Cerro de las Nievesse ocuparía entre finales del siglo VI y comienzosdel s. V a.C. y desde el primer momento se carac-terizaría por cerámicas a mano, junto con cerámi-cas a torno que alcanzan ya un alto porcentaje(Fernández Martinez et al. 1994: 118).

El poblado de Peñarroya se emplaza en un cerromuy bien dotado de defensas naturales. Su ubica-ción, controlando el valle del Guadiana, refleja suinterés estratégico. Las dos campañas arqueológi-cas llevadas a cabo en el yacimiento permitierondefinir una fase de ocupación situada cronológica-mente en los siglos VI y V a.C. (García Huerta etal. 1999), caracterizada por la presencia mayorita-ria de cerámicas a mano con una gran variedad demotivos decorativos como impresiones, incisionesy grafitadas; en menor porcentaje está representa-da la cerámica a torno. Estos materiales se hallaronasociados a estructuras de habitación de planta rec-tangular, construidas con un zócalo de piedra demampostería sobre el que descansarían los murosde adobes. La vivienda nº1 (Fig. 7), con unasdimensiones de 20 m2, se hallaba adosada a otravivienda por el muro sur y en el muro norte habíauna puerta de 1,10 m de ancho; la prolongación deeste muro da lugar a la definición de un pequeñovestíbulo o umbral. En el muro oeste se localizó unbanco adosado hecho de adobes y piedras y en lazona central del recinto un hogar de forma circular,formado por la superposición de varias capas dearcilla. La segunda vivienda excavada está exenta,tiene planta rectangular y las mismas dimensionesque la anterior, el acceso a ella se realizaría a tra-vés de una puerta de un metro de anchura situadaen la parte central del muro sur.

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Período Ibérico Pleno

La iberización de las poblaciones indígenas eneste territorio meseteño es prácticamente total amediados del siglo V a.C., momento en el se sitúael inicio del Ibérico Pleno cuando los influjosexternos, básicamente mediterráneos, han consoli-dado un proceso de aculturación interactivo, en elque las gentes aquí asentadas no se limitan a sermeros espectadores sino que irán adaptando suforma de vida, especialmente su organización eco-nómica, ante las nuevas exigencias derivadas deuna intensificación comercial y cultural con otrosámbitos peninsulares en los que los interlocutoresserán bien otros pueblos iberos o bien mercaderesmediterráneos.

La profundización en los intercambios, tantomercantiles como culturales, se manifiesta en elnotable incremento que se percibe en la llegada deproductos foráneos. En este sentido resulta espe-cialmente significativa la presencia de materialescerámicos griegos, que, si bien ya estaban presen-tes en la fase anterior, será a partir del ibérico plenocuando experimenten un notable aumento, tanto enel volumen de restos recuperados como en la varie-dad de tipos y el número de yacimientos en los quese han podido documentar hasta la fecha.

La llegada de este tipo de producciones impor-tadas –cuya plasmación arqueológica son los res-tos cerámicos, pero que evidentemente remiten auna mayor variedad de productos como aceite,vino, perfumes, etc., de los cuales tan sólo nosqueda su continente– se producirá como resultadode un intercambio comercial en el que los metales,dentro del contingente de productos exportados,asumirán un especial protagonismo. La riquezaminera de la región oretana fue destacada por auto-res grecolatinos como Plinio, Polibio, Posidonio oLivio, quienes realizaron inequívocas descripcio-nes en torno a la abundancia de determinadosminerales, sobre todo plata, plomo y mercurio,noticias que han sido confirmadas tanto a través deestudios mineralógicos como de excavacionesarqueológicas, que han permitido demostrar elaprovechamiento desde época antigua de zonasmineras de la provincia de Ciudad Real, especial-mente en el área de Sierra Morena y el Valle deAlcudia (Domergue 1967; Fernández Ochoa et al.1994).

Si bien resulta evidente que el motivo básico delinterés comercial de los pueblos mediterráneos en

la Península Ibérica era su riqueza mineral, esindudable que, una vez iniciados los intercambios,éstos tuvieron que irse ampliando hacia otro tipode productos. En este sentido es preciso recordarque esta zona ofrecía en época ibérica unas condi-ciones adecuadas para atender la demanda foráneaen otro tipo de producciones básicas como las decarácter agrario, el esparto o la sal.

Para atender a la creciente demanda exterior deeste tipo de productos se tuvieron que producircambios en la organización interna de los gruposindígenas que habitaban estas tierras, que contribu-yeron a reforzar y consolidar el proceso iberizador.Las modificaciones afectaron sobre todo a laestructura socioeconómica y tuvieron como objeti-vo fundamental lograr una intensificación en laproducción con el fin de adaptarse a las exigenciasde un sistema de comercio típicamente colonial oasimétrico para poder asegurar la suficiente pro-ducción de metales, productos agrarios, sal espar-to, pieles, etc. y de este modo satisfacer la deman-da de los mercaderes mediterráneos que a cambioaportarán objetos de lujo muy apreciados por lasjefaturas indígenas, cuyo control les permitirá con-solidar su privilegiada posición.

La plasmación visual de este sistema en el quedesempeñan un papel protagonista las aristocraciaslocales se puede rastrear en nuestro ámbito de tra-bajo a través de la actuación sobre el espacio, inter-vención que se orienta en una doble dirección: una

Figura 7.- Vivienda del poblado de Peñarroya(Argamasilla de Alba).

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de carácter más sagrado y otra más netamentehumana. En el primer caso nos referimos a la inter-vención sobre el espacio sacralizado con el fin deplasmar y consolidar la existencia de un podersociopolítico diferenciado, representado por lasaristocracias iberas, que encuentran en el ámbitoreligioso un campo propicio para manifestar yreproducir su status. Este proceso se puede empe-zar a rastrear en este territorio de la meseta sudoc-cidental a partir del análisis de ciertos hallazgosmuy significativos. Aunque el conocimiento sobreel mundo funerario ibérico es bastante fragmenta-rio, contamos con elementos como la existencia derestos escultóricos procedentes de posibles áreasde necrópolis en Alarcos, Alhambra y Alcubillas,que permiten plantear que probablemente formarí-an parte de algunas estructuras de tipo tumular oalgún pilar-estela, donde se enterrarían individuosque formarían parte de los grupos dirigentes, queemplearían este tipo de iconografía y tipologíafuneraria con el fin de sentar las bases de su propiaperpetuación.

Por otro lado, debemos tener presente la exis-tencia de áreas cultuales en algunos importantesyacimientos de nuestra zona de estudio, concreta-mente en los oppida de Alarcos y el Cerro de lasCabezas. En ambos casos se ha podido documentarla presencia de un santuario de carácter urbano quepodrían ser encuadrados dentro de la denomina-ción de santuarios cívico-dinásticos, pues si bienpudieron estar destinados a la necesidad de dar res-puesta a un culto cotidiano, favorecerían la cohe-sión social de la población agrupada en el oppiduma la vez que permitirían consolidar la preeminenciaideológica del grupo dirigente allí asentado.

Entre mediados del siglo V y mediados del IIIa.C. se observa un gran desarrollo de la cultura ibé-rica en el ámbito del alto Guadiana con un númerode asentamientos muy superior al período anterior.Algunos de los poblados más importantes de lasfases anteriores continúan su desarrollo y alcanzanen este momento su mayor esplendor comoAlarcos y el Cerro de las Cabezas.

En esta etapa documentamos en Alarcos unaserie de elementos que permiten considerarle comouno de los asentamientos más importantes delámbito oretano: posición estratégica, gran exten-sión y existencia de áreas diferenciadas como resi-dencial, económica, de culto y funeraria. El árearesidencial se extendería por la mayor parte delcerro, aunque donde mejor se ha documentado ha

sido en el sector IV Entrada (Fernández y GarcíaHuerta 1998), donde las viviendas articuladas endos barrios se disponen a ambos lados de una calleprincipal, de unos 5 m de anchura y hecha de gran-des losas de piedra, siendo el occidental el másampliamente excavado y donde se han localizadouna serie de viviendas que se organizan en torno ados calles perpendiculares a la vía principal.

Las primeras viviendas excavadas en el barriooriental (Fernández y García Huerta 1998) ofrecí-an escasa complejidad, con planta rectangular yuna o dos estancias; en algunos casos el tamaño dealguna de las estancias es muy pequeño, situándo-se en este caso en el fondo de la vivienda a modode despensa. También se documenta una especie deporche o espacio anejo a la casa destinado a la rea-lización de actividades domésticas. El sistemaconstructivo consiste en un zócalo de mamposteríacon el alzado de las paredes de adobe. Los suelosson de arcilla rojiza mezclada con cal y en ocasio-nes están formados por empedrados de cantospequeños. Las techumbres se realizaron con mate-riales ligeros, llegándose a documentar en algunavivienda restos de vigas de madera, ramajes ybarro. Las puertas son simples interrupciones en elmuro, que no suelen situarse en la zona central delmismo. En el interior de las viviendas se han halla-do hogares circulares u ovales delimitados por pie-dras y constituidos por una gruesa capa de cenizas.

Más recientemente se han excavado una serie deestructuras de mayor tamaño y complejidad entrelas que destaca un edificio que consta de tres habi-taciones rectangulares de similares dimensiones,en las que se han documentado hogares y piletas,así como gran cantidad de elementos que parecenindicar su uso, no solo como vivienda sino comolugar de almacenamiento y de transformación dealimentos y de trabajos textiles.

En este yacimiento está muy bien representadael área económica en la ladera sur por un almacénde grandes dimensiones y planta monumental,dedicado al almacenamiento comunal y comercialde grano (García Huerta y Morales 2009). En estealmacén, al que estimamos una capacidad de alma-cenaje mínima de 1200 m3 –con lo cual podríacontener, al menos, unos 750.000 kg de cereal, serealizaba también al tratamiento de alimentos,como indica el hallazgo de un horno de pan, másde nueve molinos de rotación y vaivén y una seriede concentraciones de cereales, trigo mayoritaria-mente y en menor medida cebada, totalmente lim-

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pios, así como cerámicas dedicadas a almacena-miento.

La existencia de un área de culto se ha podidodeterminar por la localización en una de las terra-zas de la vertiente sur de una zona sagrada o “san-tuario”, que ha sido en parte destruido por la cons-trucción de la muralla y un basurero medieval. El“santuario” está constituido por una gran estructu-ra maciza de piedra con un cuerpo superior de ado-bes, que se halla delimitada en su lado noreste poruna calle pavimentada con lajas de caliza. En estazona se han encontrado materiales arqueológicosmuy diversos como fíbulas, punzones, objetosmetálicos, dos cabecitas de la diosa Astarté, cerá-mica de todo tipo pero de gran calidad y más de 60exvotos de bronce (Caballero y Mena 1987).

El área funeraria de la ciudad está todavía maldocumentada. Por el tamaño de la ciudad y el largoespacio de tiempo en que estuvo ocupada es muyposible que contara con varias necrópolis, de lasque hasta el momento podemos señalar la existen-cia de dos. Una, de localización imprecisa, en laque se hallaron esculturas zoomorfas de piedra deindiscutible carácter funerario; la otra, más antigua(Fernández Rodríguez 2001), se situaría en la partebaja de la ladera oriental, donde en la etapa demayor expansión de este poblado se estableció elconjunto de viviendas anteriormente descrito.

La numerosa presencia de materiales griegos,fenicios y de otros objetos exóticos refleja laimportancia del comercio en este momento que,sin duda, se vio favorecido por su posición estraté-gica. Otros materiales como las cerámicas ibéricaspintadas, cuyo número y variedad hacen pensar enla existencia en Alarcos de un gran centro de pro-ducción cerámica; las estampilladas, el conjunto deexvotos en bronce, las esculturas en piedra, etc.,elementos todos ellos fechados en un período queva desde fines del siglo V al III a.C., reflejan queéste sería el momento de mayor esplendor deloppidum, que iniciará un notable declive a finalesdel siglo III a.C., quedando un poblamiento resi-dual en la zona del santuario hasta su total abando-no en el I a.C.

Otro asentamiento que conoce ahora su etapa demayor desarrollo es el Cerro de las Cabezas, quellega a alcanzar una extensión de 14 ha, y donde sedocumentan, además de las áreas de vivienda,zonas dedicadas a actividades artesanales de pro-ducción cerámica y metalúrgica y de almacena-miento. Las cerámicas griegas aparecen por vez

primera a fines del V a.C. pero el momento demayor esplendor son los siglos IV al III a.C, etapaen la que se generaliza la cerámica griega y la cerá-mica ibérica conoce un gran desarrollo; especial-mente de sus motivos decorativos que se vuelvenprofusos y barrocos. Especial importancia adquie-re también la cerámica estampillada, con más de100 tipos decorativos diferentes (FernándezMaroto et al. 2007).

Los datos sobre la organización urbana (Fig. 8)de este poblado son todavía escasos pues el únicoplano urbanístico publicado corresponde a la partemás baja de la ladera sur, junto al río, donde se haexcavado un barrio en el que se han hallado alfa-res, hornos cerámicos, matrices de estampillas,hornos de pan, almacenes de grano, etc., es decir,toda una serie de elementos que permiten definirlocomo un barrio comercial y artesano. Este barrio,remodelado entre los siglos V-IV a.C., se articulaen torno a una gran vía de unos 4 m de anchura,que presenta una dirección noroeste-sureste con untrazado curvilíneo y de la que parten calles radia-les. Los recintos tienen planta rectangular, se adap-tan a la topografía del terreno y se adosan unos aotros; algunos presentan una planta más complejaya que constan de tres a cinco estancias; la técnicade construcción consiste en un zócalo de mampos-tería sobre el que se levantaría un muro de adobes.

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Figura 8.- Viviendas y calle del Cerro de las Cabezas(Valdepeñas).

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Unas son habitaciones dormitorio y otras tienenuna clara función económica, habiéndose docu-mentado también un santuario (Vélez et al. 2004).En el último tercio del siglo III a.C. las técnicasconstructivas sufren una notable devaluación alemplearse piedras pequeñas poco trabajadas, uni-das con abundante argamasa y cal, resultandoestructuras muy perecederas. Esta decadenciaconstructiva parece ser en cierto modo premonito-ria pues este oppidum fue destruido de forma vio-lenta a finales del siglo III a.C.

En el yacimiento de La Bienvenida, la fase delIbérico Pleno se caracteriza por el aumento de lascerámicas ibéricas, que ya predominan claramentesobre las cerámicas a mano, y la presencia de cerá-micas griegas (Zarzalejos et al. 2004). En esta fasedel ibérico pleno se edificaron viviendas de plantarectangular con un sistema constructivo similar alempleado en épocas anteriores y provistas dehogares de adobe o arcilla.

A los materiales encontrados en la excavaciónarqueológica de Calatrava la Vieja habría quesumar los restos de cerámica griega procedentes deeste yacimiento y depositados en el MuseoProvincial de Ciudad Real, que confirmarían suinclusión en la red comercial del momento. A estaetapa es posible que se adscriba un horno formadopor dos placas de arcilla endurecida que se apoyaen una estructura de piedras de 2 m de diámetro(Fig. 9).

En el Cerro de la Nieves (Fernández Martínez etal. 1994) durante esta fase hacen su aparición lascerámicas griegas que se adscriben a la segundamitad del siglo IV o inicios del III a.C., fecha en laque se produciría el abandono del poblado. Esteasentamiento de poco más de media hectárea seeleva unos 6 m. sobre el terreno circundante y en élprima la ubicación estratégica: junto a una laguna,próximo a vías de comunicación y en una zona deaprovechamiento agrícola y minero (sal). Lasestructuras de habitación documentadas son adosa-das de planta rectangular con muros de adobes,mampostería o las dos técnicas combinadas; debi-do a la inconsistencia de la construcción se produ-jo el derrumbamiento periódico de las estructurasque, tras un proceso de allanamiento eran de nuevolevantadas, dando al cerro una estructura de tipotell.

En casi todos los recintos había un hogar queconsistía en una masa de arcilla endurecida deforma redonda u ovalada en la que se insertabanfragmentos cerámicos o cantos rodados comoaglutinante. En algunos habitáculos había unacubeta o estructura de adobes y/o piedras de formacuadrada y unos 50 cm de altura, cuya parte supe-rior había sido moldeada con arcilla –varias capasde distintas coloraciones–; la utilidad de estascubetas es difícil de precisar aunque podrían servirde alacenas o, como se ha propuesto en otros casossimilares, para amasar el pan. En este poblado seha realizado un buen estudio a nivel micro que hapermitido determinar la posible utilidad de cadarecinto y confirmar la existencia de unidades fun-cionales formadas por más de un recinto(Fenández y Hornero 1990; Fernández Martínez etal. 1994: 121):

–Unidad 9-11: centro de reunión-ritual-textil(enterramientos infantiles, puerta decorada y grannúmero de fusayolas).

–Unidad 7-8-10: elaboración de alimentos (2hogares, molinos de mano, un posible horno y trescubetas).

–Unidad 2-6-16: cocina propiamente dicha (unhogar y una cubeta de gran tamaño, además de unbasurero y abundante cerámica rota a mano).

Junto a estos yacimientos, que suponen unacontinuación de los ocupados en la fase anterior, sedocumentan otros que únicamente serán pobladosa partir del siglo IV a.C., como las motillas de las

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Figura 9.- Horno de Calatrava la Vieja (Carrión de Calatrava).

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Cañas, la de Los Palacios y la del Retamar, que,tras haber sido abandonadas a finales del BronceMedio, vuelven a ser ocupadas en este momento.En la de Las Cañas se han encontrado varios frag-mentos de cerámicas griegas que permiten fechareste momento en el siglo IV a.C. (Molina et al.1983: 312).

En la motilla de los Palacios también se haencontrado, procedente de excavaciones clandesti-nas, un fragmento de copa griega de tipo Cástulofechable a comienzos del siglo IV a.C. (LópezRozas 1987: 346). Las excavaciones de la Motilladel Retamar han permitido documentar una faseibérica con cerámicas a torno pintadas, grises,monedas, etc., que aparecen asociadas a estructu-ras de habitación, entre las que cabe destacar unarampa de acceso (Galán y Sánchez Meseguer1994: 97).

También a este momento cultural se adscribe laocupación más antigua del Cerro de Oreto, situadoen Granátula de Calatrava sobre el valle del ríoJabalón. Los materiales arqueológicos, entre losque destacan las cerámicas a torno ibéricas pinta-das y o estampilladas y en menor número las grie-gas, permiten confirmar la fecha del siglo IV a.C.para la primera ocupación del asentamiento. Estepoblado continuará su desarrollo hasta la épocarepublicana. La ubicación del cerro en un valle degran rendimiento agrícola, unido a la cercanía decentros mineros de gran importancia y su situacióngeográfica, le confieren unas características propi-cias para alcanzar un gran desarrollo y de hechoalgunos autores han identificado este yacimientocon la ciudad de Oretum Germanorum, sin embar-go las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo

en el yacimiento, a todas luces insuficientes, nopermiten mantener esta adscripción a sus investi-gadores (Nieto Gallo et al. 1980).

El número de asentamientos considerados“genéricamente” como ibéricos y localizados hastahoy se eleva a unos doscientos, pero al conocersela mayoría por prospecciones resulta muy difícilestablecer el período exacto de desarrollo, si bienel hallazgo de cerámicas griegas en superficie enalgunos de ellos como Alhambra, Valdarachas(Ciudad Real), Pradillo del Moro (Membrilla), ElMorrón (Torre de Juan Abad) y Los Toriles(Villarrubia de los Ojos) permite situarlos en estafase cultural.

Aunque existen muchas variantes, la normageneral de los principales núcleos de ocupaciónibéricos es que se asienten sobre cerros aislados oen lugares elevados de difícil acceso, siempre pró-ximos a los valles de los ríos, que permiten domi-nar amplias zonas de vega. La mayor parte de losasentamientos se sitúan a menos de 500 m de algúnrecurso hídrico, fundamentalmente cursos fluvia-les, ya que éstos, además de posibilitar el aprovi-sionamiento de agua y la existencia de suelos alu-viales fértiles, constituyen buenas vías naturales decomunicación (Tabla 1).

La altitud a la que se encuentran los pobladosestá determinada por la geomorfología del terreno:en la zona del Campo de Calatrava la altitud sobreel nivel del mar se sitúa en torno a los 700 m, comoocurre en Alarcos y La Bienvenida, mientras en lazona del Campo de Montiel los poblados se ubicana mayor altitud, entre 800 y 1000 m, como com-probamos en el Cerro de las Cabezas, Alcubillas yAlmedina. En la zona manchega propiamente

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Tabla 1.- Relación entre los asentamientos ibéricos y los recursos hídricos próximos.

Yacimientospróximos a ríos

Yacimientossobre ríos

Yacimientospróximos a lagunas

Yacimientospróximos a arroyos

AlarcosCerro de las CabezasTorilesMentesaValdarachasOretoCalatrava la ViejaCantagallosSan CristobalMolino de los Moros

Motilla de las CañasMotilla del Retamar

Cerro de las NievesLa NavaMoraleja IIICastillo de Caracuel

Pozo de la NavaLos RubialesLos VillaresGétorLas Manzanas ITobares IIIArroyo Mordancho IICortijo del BailarínLos Boquerones IILas Fuentes

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dicha, al carecer de alturas destacadas, se aprove-chaba cualquier promontorio que sobresale delllano, y así se explicaría que las motillas sean rea-provechadas y vuelvan a ser ocupadas en estemomento. En función de su ubicación podemosdiferenciar dos grandes tipos de asentamientos(Tabla 2).

Además de los factores anteriores, el desarrollode los grandes oppida en esta fase hay que ponerlotambién en relación con los factores económicos,pues de ellos dependía la prosperidad de unosasentamientos que una vez incorporados a los cir-cuitos comerciales coloniales debían asegurar elaporte de las materias primas codiciadas por grie-gos y fenicios: los productos agropecuarios ymineros. De este modo observamos que pobladoscomo Alarcos, el Cerro de las Cabezas, Oreto oCalatrava la Vieja se sitúan en áreas muy ricas parala explotación agrícola y ganadera, La Bienvenidaexplica su desarrollo por la riqueza minera de lazona (cinabrio, plomo y plata) y núcleos como elCerro de las Nieves y el Santuario de la Virgen deCriptana posiblemente explotarían otro recursofundamental en la antigüedad como la sal.

La progresiva complejidad y prosperidad queiban adquiriendo los poblados ibéricos, sobre todoen su etapa de máximo desarrollo, tuvo que llevaraparejada una mayor preocupación por la seguri-

dad. Una accesibilidad difícil y la presencia dedefensas naturales fueron elementos importantes ala hora de elegir emplazamiento, pero en muchoscasos se optó por reforzar la seguridad mediantesistemas defensivos artificiales cuya presencia esuna característica inherente a la propia definiciónde oppidum, término que en un sentido etimológi-co estricto tan solo debería aplicarse a los pobladosfortificados aunque se tiende a una definición con-ceptual más amplica que entiende el oppidumcomo una unidad política y económica, con jerar-quización social, espacios de poder, modulaciónespacial, etc. (Ruiz Rodríguez 1998: 87).

El único sistema defensivo documentado en lazona es la muralla (Fig. 10), siendo la mejor cono-cida la del Cerro de Las Cabezas cuya primeralínea se levantará en el siglo V a.C. y se verá refor-zada por otra línea en los siglos IV-III a.C. Lamuralla del siglo V a.C., que presenta un grosormedio de 4-5 m y un perímetro de unos 1750 m, seadapta a la irregular topografía del terreno y enmuchos casos se apoya sobre la roca. La técnicaconstructiva consiste en levantar dos muros de pie-dra de unos 70-80 cm de grosor, unidos entre sí pormuros paralelos de menores dimensiones –40 cmde grosor– rellenando el hueco que queda entreestos muros con piedras de pequeño y medianotamaño trabadas con argamasa de arcillas y cal enla que se intercalan pequeños guijarros. En estafase el sistema defensivo se completaba con laalternancia de bastiones cuadrangulares y circula-res adheridos a la muralla. En el siglo IV a.C. laslíneas de muralla, sobre todo las de las zonas bajasdel poblado, sufren modificaciones al emplearseun sistema ciclópeo con grandes bloques de pie-

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Tabla 2.- Los dos tipos de asentamiento ibérico en fun-ción de su altura.

ALTURA

Sobre promontorio elevado

Cerro de las Cabezas, Alarcos, Oreto,Almedina, Mentesa, Castillo de Alcubillas,El Morrón, Alhambra, Los Minguitos,Cerro de Navalromo

Sobre promontorio poco elevado

Cerro de las Nieves, Calatrava la Vieja, LaBienvenida, Castilnovo, La Minilla,Puente de las Ovejas, Moraleja I, MonteMáximo, Tobares III, Las Fuentes

LLANURA

Valdarachas, Casa de Rana, Buenavista,Renales, Toriles, Puédrola, Cortijo de laCaridad, Aldea de Santa María, Gétor,Lote, Cantagallos, Blanquillo, Molino delos Moros, Los Farrales I, La Nava,Cominar

Figura 10.- Muralla del Cerro de las Cabezas(Valdepeñas).

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dras escuadradas que soportan paramentos de ado-bes y tapiales (Vélez y Pérez Avilés 2000: 141-142).

En La Bienvenida se ha identificado una mura-lla de casamatas fechada entre el Ibérico Pleno y elIbérico Final (Zarzalejos et al. 2004: 169-170). Enla motilla de Las Cañas se ha localizado una mura-lla de época ibérica que rodea el asentamiento de laEdad del Bronce, compuesta por grandes bloquesde piedra con un refuerzo exterior que le permitíaalcanzar una anchura de 4,30 m (Molina et al. 1983: 308).

En el cerro de Alarcos se han encontrado envarias zonas restos de muros de grandes dimensio-nes, en ocasiones parcialmente destruidos por lamuralla medieval, que podrían corresponder al sis-tema de fortificación del oppidum. La línea defen-siva de época ibérica podría haber sido seguida oreaprovechada en parte por la muralla medieval,cuyo trazado también estaría condicionado por laorografía del terreno. El aprovechamiento del tra-zado de la muralla ibérica para la edificación de lamuralla medieval también parece constatarse enCalatrava la Vieja. En otros yacimientos prospecta-

dos se aprecian concentraciones de piedras quepodrían responder a líneas de fortificación, perosería preciso efectuar sondeos para poder confir-mar su vinculación a estructuras defensivas y valo-rar a qué momento concreto de época ibérica sepueden adscribir.

3. Modelo de Poblamiento (Fig. 11)

Evidentemente la disposición y distribución delos asentamientos en el territorio correspondienteal Alto Guadiana está condicionada por las carac-terísticas particulares de su relieve, pero existenunos criterios comunes a la hora de organizar elpoblamiento, los cuales vienen marcados por unosintereses comunes, representados por las aristocra-cias que, en definitiva, serán las responsables delpatrón de ocupación del territorio adoptado, el cualno respondería a una estructuración prefigurada deantemano sino que se iría configurando de formaprogresiva en función de las necesidades que iban

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Figura 11.- Mapa de dispersión de los distintos tipos de asentamiento.

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surgiendo con el paso del tiempo. Atendiendo altamaño aproximado de los lugares de hábitat denuestro ámbito de estudio en época ibérica hemospodido diferenciar cuatro tipos de asentamientos,que describimos a continuación.

3.1. Oppida (superiores a 6 hectáreas) (Fig. 12)

Se trata de 12 poblados de gran notoriedad que,por lo general, se sitúan a una distancia mediaentre ellos que oscila entre los 20 y los 30 km.Además de su destacada extensión presentancaracterísticas comunes como su localización enlugares que destacan notablemente sobre el terrenocircundante. Esta disposición respondería a unadoble función: defensiva y de control, tanto de losrecursos localizados en las proximidades como delas vías de comunicación. Todos los asentamientosse sitúan a menos de 5 km de alguna destacada rutay, en muchos casos, estas importantes vías decomunicación discurren a una distancia inferior a 1km. También es común a este tipo de poblados la

proximidad a importantes recursos hídricos, prefe-rentemente ríos, entre los que destacan el Guadianay el Jabalón, aunque en algunos casos el aporte deagua estaría vinculado a la presencia de otro tipode recursos como los arroyos, manantiales y acuíferos.

En este tipo de poblados se constata la presenciade importantes construcciones como murallas,calles pavimentadas, santuarios, etc., cuya edifica-ción requería un esfuerzo colectivo que deberíaestar organizado por los grupos dirigentes. Dehecho algunas de estas edificaciones, como lasáreas de culto de Alarcos y de El Cerro de lasCabezas, podrían ser considerados “espacios depoder vinculados a la residencia aristocrática”(Ruiz Rodríguez 1998: 87; Ruiz Rodríguez 2007).La presencia de este tipo de jefaturas no sólo sepone de manifiesto por la existencia de notablesedificaciones sino también por la presencia de des-tacados objetos de prestigio –cerámicas importa-das, objetos de orfebrería, representaciones plásti-cas–, que hasta el momento se han documentadoen casi todos los oppida de esta zona.

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Figura 12.- Mapa de dispersión de los oppida

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Es significativo constatar que la práctica totali-dad de los asentamientos de este grupo iniciaron suocupación en época preibérica, es decir, protagoni-zaron el cambio en el patrón de poblamiento pro-ducido a lo largo del Bronce Final-Hierro I, quesupuso una completa modificación con respecto ala organización territorial definida durante elBronce Antiguo y Pleno. Todo parece apuntar aque la transformación en el modelo de ocupacióndel territorio estaría protagonizada por estos gran-des poblados, más concretamente por las jefaturasen ellos asentadas, que optan por una nueva plani-ficación espacial, de modo similar a como sucedeen otros ámbitos peninsulares de forma contempo-ránea, como respuesta a una serie de influjos pro-cedentes del exterior, en un primer momento atlán-ticos y posteriormente de carácter mediterráneo,que exigen una organización socioeconómica dife-rente a la desarrollada hasta entonces y que darálugar a la delimitación o intensificación de nuevasrutas y áreas de captación económica que seráncontroladas desde estos nuevos poblados, lo que

acabará constituyendo “la mejor expresión delespacio político definido por la aristocracia ibéri-ca” (Ruiz Rodríguez 1998: 77).

La estructuración configurada durante la fasepreibérica se mantendrá prácticamente sin cambiosdestacables a lo largo de todo el período ibérico,llegando incluso en algunos casos a perpetuarsehasta la época romana, pues si bien algunos deestos oppida fueron abandonados o perdieron suprotagonismo, como en el caso de Alarcos yCalatrava la Vieja, otros mantuvieron o incremen-taron su importancia, lo que posibilitó que su exis-tencia pudiera ser recogida en diversas fuentes clá-sicas con una denominación conocida: Oretum,Mentesa, Sisapo, Laminium, etc.

3.2. Grandes poblados (entre 1 y 5 hectáreas)(Fig. 13)

Hasta el momento se incluyen en este grupounos 40 asentamientos, que suelen estar vinculadosa algún oppidum del que, por término medio, se

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Figura 13.- Mapa de dispersión de asentamientos grandes

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encuentran a una distancia que oscila entre los 6 ylos 10 km. Pueden aparecer en tres tipos de dispo-siciones básicas: sobre elevados promontorios,sobre discretas elevaciones o en terrenos llanos. Elhecho de que no exista un tipo de localización pre-dominante, como sucede en el caso de los oppida,presenta cierta lógica ya que estos asentamientos alser más numerosos ocupan más densamente elterritorio, contribuyendo a lograr una vertebraciónmás equilibrada que permite controlar áreas másdiversas como montes y valles, sobre las que resul-taba complejo ejercer un control directo desde losoppida principales.

Según la ubicación concreta de cada uno deestos grandes asentamientos, podría predominar elfactor estratégico y de control del terreno circun-dante en aquellos situados sobre destacados pro-montorios y la función de explotación económicadel entorno en los localizados en zonas más llanas.No obstante, estimamos que la disposición de estosdestacados asentamientos tuvo entre sus fines pri-mordiales ampliar y consolidar la extensión territo-rial del área de influencia de los oppida y, consi-guientemente, de las jefaturas en ellos estableci-das, quienes a cambio suministrarían una serie deproducciones artesanales más elaboradas y objetosde prestigio importados, lo cual se puede rastreararqueológicamente a través de elocuentes indicioscomo la presencia de materiales cerámicos de fac-tura muy similar en grandes poblados y en susoppida más próximos como sucede, por ejemplo,entre Valdarachas y Alarcos.

Un tercio de estos grandes poblados ofrecenmuestras materiales que permiten intuir la posibleexistencia de una fase de ocupación preibérica, porlo que se puede inferir que probablemente forma-ron parte del nuevo patrón de asentamiento que,bajo las líneas maestras determinadas por los oppi-da, empezó a configurarse a partir del BronceFinal. De todos modos, parece que tras el inicio dela iberización se consolidó la aparición de este tipode asentamientos con el fin de reforzar la labor decontrol y de explotación económica desarrolladapor los oppida. Muchos de los grandes pobladosmantendrían un protagonismo destacado en épocaromana, llegando incluso a adquirir en esta etapauna mayor importancia en el poblamiento como sepone de manifiesto en el caso de Miradores,Mairena y la Virgen de la Cabeza.

3.3. Asentamientos medianos (entre 0,2 y 0,9 hec-táreas) (Fig. 14)

Constituye el conjunto más numeroso al inte-grar aproximadamente un centenar de yacimientosque, como en el caso de los oppida, se concentranen la mitad oriental de la provincia. La distanciamedia entre ellos oscila entre 2 y 5 km, si bien enalgunas zonas que han sido objeto de labores deprospección más intensas –tramos de los ríosJabalón, Cigüela y Guadiana– la distancia media esmenor, entre 1,5 y 3 km.

Gran parte de este tipo de asentamientos se ubi-can en suaves elevaciones o terrenos llanos, gene-ralmente en zonas bastante adecuadas para laexplotación agraria, lo cual permite explicar encierto modo el hecho de que este tipo de pobladosno esté poco representado en las comarcas de losMontes y de Alcudia-Sierra Morena, cuyos terre-nos no resultan muy aptos para la explotación agrí-cola. En algunos casos también se localizan próxi-mos a minas o a concentraciones salinas, circuns-tancias que probablemente tendrían cierta influen-cia a la hora de determinar su ubicación y posteriordesarrollo. Dentro del análisis del tipo de situaciónelegida para este tipo de asentamiento debemosdestacar la importancia que adquieren ciertas ele-vaciones artificiales, concretamente las motillas dela Edad del Bronce, muchas de las cuales seránreocupadas durante el Ibérico Pleno.

En principio, la menor extensión superficial delos denominados asentamientos medianos pareceremitirnos a una menor complejidad en su organi-zación interna. No obstante, debemos indicar quealgunos de estos asentamientos que han sido obje-to de excavaciones sistemáticas ofrecen notablesestructuras defensivas como se aprecia en laMotilla de la Cañas, presentan una incipiente pla-nificación urbanística como en el caso dePeñarroya o se ha podido comprobar la existenciade una diferenciación funcional entre los distintosrecintos excavados como en el Cerro de las Nieves.

Hasta el momento tan sólo un 20% de los asen-tamientos medianos parecen registrar una fase deocupación anterior al Ibérico Pleno, lo cual pareceindicar que sería en este momento cuando se des-arrollarían más profusamente este tipo de pobladosen nuestro ámbito de estudio, lo cual podría estarrelacionado con un probable crecimiento demográ-fico durante esta fase y con la creciente necesidadde una intensificación de la explotación económica

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para hacer frente a un incremento de la demandaexterior y así poder asegurar la llegada y redistri-bución de objetos de prestigio, que en algunoscasos también aparecen en los asentamientosmedianos.

Por otra parte, resulta bastante significativo elelevado porcentaje (en torno al 60%) de asenta-mientos de este grupo que muestra una continuidadde ocupación durante la época romana, hecho quedebe ser puesto en relación con el tipo de emplaza-miento elegido preferentemente por este tipo depoblados, que mantendrá plena vigencia tras laocupación romana de este ámbito de la meseta sud-occidental.

3.4. Pequeños asentamientos (menos de 0,2 hec-táreas) (Fig. 15)

Dada la reducida extensión superficial de estetipo de asentamientos resulta muy compleja suvisualización en labores de prospección, por locual estimamos que los cerca de 40 yacimientos

documentados representan una muestra algo parcial.A pesar de contar para su caracterización tan

sólo con datos procedentes de prospeccionessuperficiales podemos constatar una serie de patro-nes bastantes homogéneos, entre los que destacanque no se localizan en lugares elevados, siendobastante habitual que se ubiquen sobre terrazas flu-viales. Se trataría de pequeñas agrupaciones deviviendas en las que habitaría un reducido contin-gente de población, que, al gozar de una evidentefacilidad para aprovechar las apropiadas condicio-nes que ofrecen las vegas de ríos y arroyos en cuyoentorno se establecen, tendría como actividad bási-ca la explotación agropecuaria, la cual estaría fun-damentalmente destinada al autoabastecimiento alno poder generar importantes excedentes unapoblación tan escasa; en este sentido resulta signi-ficativo que, hasta el momento, no se hayan docu-mentado en estos asentamientos importaciones oelementos de prestigio.

Estos asentamientos no han aportado materialesque puedan ser adscritos a una fase preibérica o

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Figura 14.- Mapa de dispersión de asentamientos medios.

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correspondiente al Ibérico Antiguo. El elementomás común es la presencia de típicas cerámicasibéricas decoradas con motivos geométricos pinta-dos que, en ocasiones, presentan una factura pococuidada, hecho que podría relacionarse con lamenor entidad de este tipo de asentamientos o conuna posible elaboración en una fase de cierta deca-dencia encuadrable en el Ibérico Final. Nuestrapercepción nos lleva a plantear que un elevado por-centaje de estos pequeños núcleos de poblaciónpudo iniciar su desarrollo en un momento final delproceso de expansión demográfica y ocupación deeste territorio por parte de los grupos iberos aquíasentados, que verán truncado este proceso expan-sivo al quedar inmersas estas tierras dentro deljuego de los intereses enfrentados de romanos ycartagineses. No obstante, todo parece indicar queestos asentamientos no se vieron muy afectadospor la conflictividad derivada de la SegundaGuerra Púnica y el posterior proceso de conquistaromana, ya que la amplia mayoría de estos peque-ño núcleos de población (en torno al 90%) presen-

tan una continuidad en época romana –en ocasio-nes experimentado un considerable incremento desu área superficial–, probablemente al responder sutipo de localización al sistema de explotación eco-nómica implantado por Roma en este territorio.

4. Conclusiones

La disposición espacial de los tipos de asenta-mientos anteriormente comentados dio lugar a laconfiguración de una red jerarquizada e interrela-cionada de poblados, cuya estructuración respon-dería a los intereses de las jefaturas establecidas enlos principales oppida. El establecimiento de estemodelo jerárquico en la organización de nuestroámbito de estudio en época ibérica no es el resulta-do de una concepción prefigurada sino que se fueconstituyendo de forma progresiva, casi “orgáni-ca”, para dar respuesta a las necesidades que ibansurgiendo con el paso del tiempo, teniendo siemprecomo referente las características físicas de cada

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Figura 15.- Mapa de dispersión de asentamientos pequeños

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una de las comarcas naturales que integran esteterritorio meseteño.

Este modelo de poblamiento se mantendría enlíneas generales hasta fines del siglo III a.C.,momento en el que se van a producir en este ámbi-to territorial, al igual que en buena parte de laPenínsula, una serie de transformaciones que, engran medida, deben ser puestas en relación con elperíodo de crisis ocasionado por la llegada de lastropas cartaginesas. Es posible que se pueda rela-cionar con este hecho el abandono de algunos

asentamientos como la motilla de las Cañas, elCerro de Las Nieves o el Cerro de Las Cabezas.Otros oppida importantes como Alarcos manten-drán un poblamiento más reducido durante partede la etapa republicana romana, sin llegar al cam-bio de era. Finalmente la continuidad en el pobla-miento hasta la época imperial está atestiguada enotros oppida como La Bienvenida, Mentesa yOreto, aunque en ocasiones esta ocupación provo-cará, caso de Oreto, un traslado o una ampliacióndel área de hábitat.

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