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Topofilia, Revista de Arquitectura, Urbanismo y Territorios Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades "Alfonso Vélez Pliego" BUAP Año X, No. 15 Octubre 2017-Marzo 2018 41 EL PATRIMONIO CULTURAL: LOS SANTUARIOS TEMPORALES, CENTRO DE DEVOCIÓN Y ESPARCIMIENTO Laura Amalia Aréchiga Jurado Nacionalidad: Mexicana [email protected] Posdoctorante Centro de Investigación en Biodiversidad y Conservación-Universidad Autónoma del Estado de México. Universidad 1001, Col. Chamilpa, Cuernavaca, Morelos, México, C.P. 62209 Resumen Dentro del patrimonio intangible, las manifestaciones de la religiosidad popular tienen un papel predominante en la reconstrucción de los rituales que coexisten con los bienes patrimoniales de las comunidades. Particularmente, al norte de la entidad de Morelos, las expresiones religiosas se establecen a lo largo del año litúrgico, sin embargo el ciclo pascual sobresale como uno de los periodos más significativos debido al establecimiento de diversos santuarios temporales donde rinden culto a la imagen de Cristo. Específicamente, en Totolapan, los rituales se constituyen de peregrinaciones, danzas, alimento, promesas, entre otros, los que conforman el patrimonio inmaterial del territorio morelense. Para analizar lo anterior se plantea, desde una perspectiva etnográfica e histórica, resaltar los actos rituales inmersos en el principio de la reciprocidad; dichas prácticas reproducen el culto a la imagen y los elementos culturales de la comunidad. Palabras clave: patrimonio intangible, santuario, peregrinación. CULTURAL HERITAGE: THE TEMPORAL SANCTUARIES A PLACE OF DEVOTION AND LEISURE. Abstract Within the intangible heritage, expressions of popular religiosity have a leading role in the reconstruction of the rituals that coexist with the communities assets. In particular, at the North of the State of Morelos, the religious expressions are settled throug the liturgical year. However, the Paschal cycle stands out as one of the most significant periods due to the establishment of diverse temporal sanctuaries where people worship Christ. Specifically in Totolapan, the rituals include pilgrimages, dances, food, make pledges, among others, in a landscape that characterizes the Morelos region. To analyze these issues, from a perspective of ethnographic and historical, it aims to highlight rituals related to the principle of exchange and reciprocity, which reproduce the veneration of religious images and the cultural elements of the communities. Keyword: intagile heritage, sanctuary, pilgrimage.

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EL PATRIMONIO CULTURAL: LOS SANTUARIOS TEMPORALES, CENTRO DE DEVOCIÓN Y ESPARCIMIENTO

Laura Amalia Aréchiga Jurado Nacionalidad: Mexicana

[email protected] Posdoctorante Centro de Investigación en Biodiversidad y

Conservación-Universidad Autónoma del Estado de México. Universidad 1001, Col. Chamilpa,

Cuernavaca, Morelos, México, C.P. 62209 Resumen Dentro del patrimonio intangible, las manifestaciones de la religiosidad popular tienen un papel predominante en la reconstrucción de los rituales que coexisten con los bienes patrimoniales de las comunidades. Particularmente, al norte de la entidad de Morelos, las expresiones religiosas se establecen a lo largo del año litúrgico, sin embargo el ciclo pascual sobresale como uno de los periodos más significativos debido al establecimiento de diversos santuarios temporales donde rinden culto a la imagen de Cristo. Específicamente, en Totolapan, los rituales se constituyen de peregrinaciones, danzas, alimento, promesas, entre otros, los que conforman el patrimonio inmaterial del territorio morelense. Para analizar lo anterior se plantea, desde una perspectiva etnográfica e histórica, resaltar los actos rituales inmersos en el principio de la reciprocidad; dichas prácticas reproducen el culto a la imagen y los elementos culturales de la comunidad. Palabras clave: patrimonio intangible, santuario, peregrinación.

CULTURAL HERITAGE: THE TEMPORAL SANCTUARIES A PLACE OF DEVOTION AND LEISURE.

Abstract Within the intangible heritage, expressions of popular religiosity have a leading role in the reconstruction of the rituals that coexist with the communities assets. In particular, at the North of the State of Morelos, the religious expressions are settled throug the liturgical year. However, the Paschal cycle stands out as one of the most significant periods due to the establishment of diverse temporal sanctuaries where people worship Christ. Specifically in Totolapan, the rituals include pilgrimages, dances, food, make pledges, among others, in a landscape that characterizes the Morelos region. To analyze these issues, from a perspective of ethnographic and historical, it aims to highlight rituals related to the principle of exchange and reciprocity, which reproduce the veneration of religious images and the cultural elements of the communities. Keyword: intagile heritage, sanctuary, pilgrimage.

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INTRODUCCIÓN La insistencia de un grupo de pobladores de Totolapan, Morelos por rescatar los túneles o bóvedas, que de acuerdo a la tradición oral, se interconectan con el convento de San Guillermo, es una propuesta de aquellas personas que desean preservar y salvaguardar los espacios históricos, referentes identitarios del territorio. Son las edificaciones religiosas conservadas de la entidad de Morelos cuyos monumentos representan la huella de los misioneros que evangelizaron a las poblaciones indígenas durante siglo XVI. ¿Rebeldía u obstinación sobre la insistencia de evidenciar los vestigios que integran la edificación conventual? ¿Qué pesa más, la salvaguarda del patrimonio cultural o la construcción de un nuevo mercado municipal? Estamos ante una disyuntiva en la que a pesar de los cambios inminentes que la globalización genera, aún se mantiene el interés –por parte de un grupo de pobladores- de salvaguardar el conjunto conventual que si bien es considerado como parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad por parte de la UNESCO, de manera intrínseca se mantienen creencias y tradiciones significativas que aluden al patrimonio cultural intangible o inmaterial manifiesto a través de las fiestas patronales que celebran los pobladores de la entidad. El acto ritual forma parte del patrimonio vivo en constante movimiento y transformación. “La capacidad de adaptación es lo que permite asegurar la vigencia, y por lo tanto, la salvaguardia de cualquier manifestación de la cultura, pues es justamente lo que permite que ésta se sincronice con los rápidos cambios sociales y económicos de la sociedad actual” (Topete y Amescua, 2013 17). En este sentido, tal y como refiere Lourdes Arizpe, el patrimonio inmaterial se constituye de prácticas perceptibles ante la mirada pero representan una serie de códigos aprendidos y compartidos a través de las prácticas rituales y culturales (Arizpe, 2009) efectuadas en los monasterios, donde los referentes de identidad se constituyen por creencias, representaciones, colaboración, reciprocidad, entre otros. Es el caso de las celebraciones religiosas que se manifiestan en los conventos de Morelos en cuyos espacios se presenta una particular combinación de expresiones devocionales y festivas, donde el fervor religioso se entrelaza con el espectáculo, la música y la diversión.

LOS CONVENTOS DE MORELOS, SÍMBOLO DE PATRIMONIO CULTURAL Al norte del Estado de Morelos, en las laderas del volcán Popocatépetl, se localizan diferentes edificaciones conventuales de las cuales catorce han sido consideradas desde 1994 por la UNESCO, parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad. Entre ellos se encuentran los conventos de San Mateo Atlatlaucan, la Asunción en Cuernavaca, Santo Domingo de Guzmán en Hueyapan, Santiago Apóstol en Ocuituco, de la Natividad en Tepoztlán, San Juan Bautista en Tlayacapan, Yecapixtla y Tetela del Volcán, San Guillermo en Totolapan, Inmaculada Concepción en Zacualpa de Amilpas y Santo Domingo en Oaxtepec. Los monasterios datan del siglo XVI, XVII y sus características presentan estilos arquitectónicos representativos de los misioneros franciscanos, dominicos y agustinos encargados de evangelizar a las comunidades indígenas; de ahí su importancia histórica y cultural para integrarlos en el Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. Las construcciones monásticas se establecieron a lo largo y ancho de la Nueva España; inicialmente su edificación fue sencilla y austera, sin embargo con el paso de los años tomaron las dimensiones que actualmente conocemos.1 En el estado de Morelos, la

1 En su libro Conventos Coloniales del estado de Morelos, Chanfón Olmos trata los aspectos generales que dan significado a la estructura de los monasterios, desde el antecedente medieval hasta el florecimiento de las

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distribución geográfica de los conventos facilitó la interconexión y la estadía de los misioneros, quienes se ocuparon de la conversión indígena al cristianismo y del debilitamiento de las instituciones indígenas y el sacerdocio. De acuerdo con Robert Ricard, tres tipos de misión representaron la construcción evangelizadora: de ocupación, de penetración y de enlace. La primera tiene que ver con aquellos conventos cuya red bastante estrecha se agrupaban en torno de un centro como los del Estado de Hidalgo y Michoacán; el segundo se relaciona con las construcciones esporádicas en terrenos agrestes como en Oaxaca y Guerrero; la tercera forma de misión se realizó a través “de una línea más o menos directa, que liga un grupo cualquiera con la ciudad de México”, tales construcciones hacen mención a las agustinas de Morelos que enlazaban a la ciudad de México, a las del actual Estado de Guerrero y a la de Toluca con Michoacán (Ricard, 2004).

Importaba mucho para la marcha efectiva del apostolado que los religiosos pudieran ir de una casa a otra sin salir de los dominios de su orden; así estaban más seguros de recibir un buen hospedaje, lo mismo que la docilidad y respeto de los indios; así evitaban los roces molestos con miembros de otra orden o con los indios administrados por ella; así, finalmente, estaban menos expuestos a vivir fuera de su ambiente habitual y la observancia de la regla quedaba asegurada, al mismo tiempo que las relaciones de unos con otros mantenían vivos en cada congregación religiosa los vínculos de caridad y hacían más firme la unidad de métodos de acción evangelizadora. (Ibíd., 157-158).

Según Claudio Favier en las construcciones se respetó la antigua ubicación urbana; esto favoreció “el mantenimiento de la concepción antigua de la ciudad que reproducía el espacio/tiempo cósmico” (Favier, 1998: 157, 160). De igual manera, se conservó un patrimonio oral que contribuyó al mantenimiento de antiguas técnicas y conocimientos inmersos en la cosmovisión indígena. En los conventos agustinos de Totolapan, Atlatlahucan, Ocuituco, Zacualpan de Amilpas y Tlayacapan, entre otros, sobresale la iconografía cristiana cuyas pinturas además de adornar los muros de los edificios, se utilizaron como apoyo visual para reforzar el conocimiento de la enseñanza cristiana de la orden. De acuerdo con Ricardo Melgar: “Los instrumentos de la evangelización agustina fueron, sin lugar a duda, la celebración del Santísimo Sacramento y de la Santa Cruz, así como un despliegue de música y canto peregrinacional durante la cuaresma” (Melgar, 2002: 164). Particularmente, la devoción a la cruz, según fray Juan De Grijalva, se hacía acompañar con una oración en las esquinas de los barrios donde había cruces altas (Grijalva, 1985). Por lo que se refiere a los sacramentos (principalmente el bautismo) se ofrecían a los indígenas sobre todo en cuatro fechas representativas: Navidad, Pascua, Pentecostés y San Agustín (Ricard, 2004). Sin embargo, la imagen de Cristo crucificado también presenta el elemento evangelizador de la orden, así lo demuestran los cristos registrados por Sardó como el de Chalma, el de Villa de Atlixco, el de Ixmiquilpan (Sardó, 1979), así como los crucificados de la entidad de Morelos en Totolapan, Atlatlahucan, Tlalnepantla, Cuautla, entre otros. Siguiendo a Rubial (2013):

A partir de las últimas décadas del siglo XVI frailes y obispos se dieron cuenta de que la evangelización, impuesta como consecuencia de la conquista militar, estaba aún muy lejos

órdenes mendicantes. De igual manera analiza la influencia de la cultura indígena en la edificación de los conventos novohispanos (1994: 19).

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de haberse consumado. Numerosos pueblos de indios continuaban con los ritos de sus antepasados y seguían yendo en peregrinación a los santuarios de sus antiguos dioses y diosas. Por ello, algunos eclesiásticos vieron la necesidad de sustituir a las divinidades antiguas con imágenes de Cristo y de la Virgen para que el cristianismo pudiera penetrar con más eficacia. A ese efecto, la mayoría de las narraciones de tales prodigios hicieron de un indio el testigo principal de la aparición. (356-357)

El culto a la imagen de Cristo en su diferente advocación, marcó el estilo y contenido de las diferentes órdenes mendicantes, “el despliegue del santo entierro, las cinco llagas, el crucificado y el Calvario en el universo ceremonial morelense revelan la huella franciscana” (Melgar, 2002: 69-170). Por lo que se refiere a “los cristos aparecidos que subsisten en los imaginarios de los pueblos nahuas y mestizos de Morelos, manifiestan una particular deuda con los territorios de la evangelización agustina y, en menor medida con los franciscanos y dominicos” (ídem). El culto a Cristo se propagó, en diversos lugares de la República, a través del teatro, la pintura, las artes plásticas y la oratoria sagrada. A los agustinos también se debe el impulso de las prácticas devocionales representadas no solo a través del vía crucis, en los rosarios, en los novenarios que eran avalados y reforzados por las cofradías (Rubial, 1998), sino también en el culto a Cristo representado durante el ciclo Pascual (en el que se incluye Semana Santa, Cuaresma y Pentecostés). En este periodo sobresale en la entidad de Morelos el establecimiento de diversos santuarios temporales cuyas prácticas rituales se hallan inmersas en el principio del intercambio y la reciprocidad.

REGIÓN DEVOCIONAL CRISTOCÉNTRICA DE MORELOS La parte septentrional y centro de la entidad de Morelos ha sido participe, desde épocas muy remotas, de relaciones sociales, producto de factores comerciales, políticos y religiosos. Ambos elementos, económico y ritual, han permanecido engarzados de distintas maneras a través de los santuarios establecidos durante el Ciclo Pascual, cuyo trasfondo principal gira en torno a las ceremonias religiosas dedicadas a la imagen de Cristo. A partir de los factores comerciales y religiosos que constituyen parte fundamental de las relaciones sociales y simbólicas de estos centros sagrados, Bonfil Batalla (1971) estableció la región de Cuautla (por estar esta ciudad en la parte central del actual Estado de Morelos), para destacar el entramado comercial y religioso que se desarrolla durante este periodo. En este tiempo se presenta un auge comercial donde se intercambia gran variedad de productos de tierra fría y de tierra caliente a través de los circuitos regionales de mercados. Continuando con esta misma ruta planteada por Bonfil pero desde la perspectiva de la religión popular, Ramiro Gómez Arzápalo (2009) propone organizar (para este periodo de cuaresma) la región de Chalma a través de un cuadrante imaginario formado por los santuarios de Chalma y Amecameca, del Estado de México, y de Tepalcingo y Mazatepec del Estado de Morelos. Dentro de este cuadrante imaginario se ubican pueblos que “intervienen en una compleja organización de fiestas y ferias en derredor de sus santos […], donde estos cuatro santuarios funcionan como referentes espaciales, y sus santos parecen estar en una posición jerárquica mayor, por todos reconocida” (Gómez Arzápalo, 2009: 89- 90). Sin embargo, otros referentes se articulan con este proceso histórico donde los aspectos geográficos y culturales han contribuido a establecer la región cristocéntrica de Morelos, concepto que he acogido de Miguel Morayta y Ricardo Melgar (2003). Dicha región se establece en el periodo Pascual (el cual integra la cuaresma y pentecostés), y se constituye

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desde el extremo este del Estado de México donde se localiza el santuario de Chalma, hasta el borde oeste de esta entidad, con el santuario de Amecameca. Al interior de este contorno, hacia el norte y sur del Estado de Morelos se establecen los santuarios temporales del Señor de la Columna en Jiutepec, del Señor de la Exaltación en Tlayacapan, del Señor del Pueblo en Cuautla, del Señor de Tepalcingo en Tepalcingo y también en Atlatlahucan, de Cristo de la Vidriera en Miacatlán, del Señor del Pueblo en Amayucan, de Cristo Aparecido en Totolapan, del Señor del Calvario en Ocuilán y de Preciosa Sangre de Cristo en Tlalnepantla. Cada centro ceremonial conforma regiones devocionales diferentes articulada a través de una organización ceremonial en torno a la imagen de cristo en su diferente advocación, tal es el caso del santuario de Totolapan por ejemplo, donde fundadores de las peregrinaciones que visitan a Cristo Aparecido ya mostraban vínculos con los pobladores de esta localidad a través de la relación comercial. En el ámbito ritual, las expresiones religiosas conforman las relaciones de intercambio y reciprocidad en el culto a cristo, mismo que se realiza al interior del convento de San Guillermo el quinto viernes de cuaresma.

IMAGEN NO.1 REGIÓN CRISTOCÉNTRICA DEL ESTADO DE MORELOS

Fuente: Mapa elaborado por la autora

EL SANTUARIO DE TOTOLAPAN, MORELOS El municipio de Totolapan se localiza entre los 1900 msnm., en un entorno donde sobresalen diversas elevaciones y barrancas que constituyen, junto con el convento de San Guillermo,

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el paisaje de la cabecera municipal. El valor simbólico de esta edificación se diversifica, entre otros elementos, a través de las prácticas religiosas efectuadas por los individuos en la fiesta de Cristo Aparecido el quinto viernes de cuaresma. Los antecedentes históricos del convento, según Kubler (1982), se remontan hacia los años de 1530-1540 cuando los agustinos se establecieron en Totolapan después de permanecer ocho años en el monasterio de Ocuituco, donde abandonaron el lugar debido al disgusto suscitado con fray Juan de Zumárraga, quien retiró a los misioneros debido a los trabajos forzados sometidos a los indígenas para construir el monasterio antes que la iglesia. Entonces los agustinos resolvieron dejar el pueblo, pero llenos de furia desmantelaron la iglesia y se llevaron todo al convento de Totolapan: la campana, los ornamentos, los cerrojos y demás árboles frutales que habían plantado en la huerta del monasterio (Ricard, 2004). El convento de San Guillermo, así como otros que conforman el estado de Morelos, se edificó siguiendo una línea imaginaria con el fin de conectarlos con otros monasterios, lo que permitió la unión del grupo con la ciudad de México y el sur (Rubial, 1998). Este tipo de vínculo garantizó la seguridad, el aposento y la coordinación en las estrategias evangelizadoras de la orden. No obstante, las vías de enlace sirvieron como puntos estratégicos para asegurar el control militar, político y cultural (Favier, 1998). Hoy en día, el convento de San Guillermo alberga en el interior de su iglesia diferentes imágenes entre las que figura, en el altar mayor de la iglesia, el Cristo Aparecido. Según Moyssén (1967), el Cristo fue hecho de caña de maíz y papel; sin embargo para Teresa Loera del centro INAH, Morelos la hechura de la imagen corresponde a la del kiote de maguey. Sobre la técnica de la médula de caña de maíz fue una práctica utilizada por los indígenas antes de la conquista, pero tuvo un gran auge en las esculturas empleadas en las procesiones de Semana Santa durante el siglo XVI, y aún en la actualidad, por el ligero peso que hacen más fácil el traslado sobre la vía pública. De acuerdo con la Crónica de la orden N.P.S. Agustín en las provincias de la Nueva España, de fray Juan de Grijalva (1985), fue en 1543 cuando a las puertas del convento llegó un indio y le entregó a Fray Antonio de Roa el crucifijo que tanto anhelaba, el santo Padre:

[…] bajó casi sin pulso a verle; y llegando lo desenvolvió de una sábana en que lo traían envuelto y sin preguntarle de donde era, ni que pedía por él le dio muchos besos en los pies y en su sagrado costado; y le dijo grandes ternezas y requiebros. Subióse al coro, y dando muchas gracias a Dios por tan soberano beneficio, le puso en reja, que era por donde le quería. (225).

El prior del convento y los frailes admiraron la imagen; posteriormente buscaron al indio en el convento, en los caminos y en el pueblo pero no lo encontraron, por lo que el suceso fue atribuido como obra de un ángel (Grijalva, 1985; Cabrera y Quintero, 1981, López, 1969). No obstante, en 1583 el crucifijo fue trasladado al colegio de San Pablo, en la ciudad de México, con la finalidad de calmar la epidemia que comenzó en 1581; “esta calamidad ocasionó la muerte de 24 religiosos agustinos o la intención de dotar al Colegio de reciente fundación de una imagen milagrosa” (Otaola, 2008). Sin embargo, el Cristo fue enviado al convento de San Agustín donde permaneció hasta 1861; posteriormente fue devuelto a la iglesia del convento de Totolapan, donde actualmente se venera cada quinto viernes de cuaresma. El hecho milagroso (así lo refiere el mito colonial de la imagen) de 1543 quedó revelado en las pinturas suspendidas en la parte norte y sur de cada uno de los muros de la entrada del

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templo. Ambos lienzos fueron pintados por Francisco Vallejo (1722-1785), (Otaola, 2008), los cuales describen gráficamente uno, el acogimiento del crucifijo por parte de Fray Antonio de la Roa; y otro, las diversas penitencias a las que se sometió el santo padre para venerar al Cristo en el proceso de evangelización. Actualmente, el convento de San Guillermo ha sido objeto de diversas modificaciones que se observan en diferentes espacios del recinto. Muchos de los cambios fueron realizados por los sacerdotes franciscanos bajo la supervisión del personal del INAH (Ledesma, 2009), sin embargo, en alguno de ellos se puede observar un daño considerable, como los desgastados gráficos que cubren los techos de los corredores y muros del recinto o la figura de San Agustín, “obispo de Hiponea, con mitra y báculo y la Ciudad de Dios en la mano izquierda, bordeado por cenefas, frisos y medallones con santos” (Negrete; 2006: 98). De igual manera, se desconoce si aún persiste la pintura mural donde aparece escrito el Padre Nuestro en náhuatl referido por Toussaint (2003).

IMAGEN No. 2 SANTUARIO DE CRISTO APARECIDO

Fuente: foto de Alejandro García

Antiguamente en la entrada del monasterio antecedía una cruz atrial, sin embargo, hoy en día se prescinde de ella porque fue objeto, junto con otras piezas históricas de la entidad, del saqueo realizado por varios visitantes nacionales e internacionales que llegaron no solo a Totolapan, sino a la entidad de Morelos. No obstante, el convento de San Guillermo aún sobresale por su arquitectura y también por sus espacios donde se realizan la interconexión simbólica con el Cristo a través del ritual.

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Los espacios que conforman el monasterio son significativos por el valor sagrado otorgado por las personas que veneran a la imagen de Cristo Aparecido; por eso, el aspecto del templo se transforma durante la fiesta del quinto viernes de cuaresma. Primero, la fecha misma establece como santuario al convento y segundo, diversas peregrinaciones se desplazan caminando, en autobús, en bicicleta o a caballo a ese lugar santo, cuyo fin es encontrarse con la divinidad o lo sagrado.

LAS RELACIONES DE RECIPROCIDAD EN EL CULTO A CRISTO APARECIDO Las relaciones de intercambio y reciprocidad constituyen una de las formas de convivencia que manifiestan el patrimonio cultural intangible. Este tipo de relación presente en todos los aspectos de la vida: económico, político y religioso, es una manera de mantener lazos de convivencia y organización, lo que consolida los referentes identitarios de la comunidad. En el ámbito de la religión, la reciprocidad se establece a través del vínculo entre el individuo, grupos sociales y lo sagrado. Es un código compartido donde el intercambio se asume de manera integral, donde lo económico y social pueden manifestarse en distintos ámbitos ceremoniales. La reciprocidad se rige por un código moral cultural (Barabas, 2006) de conducta transmitido; es un acto que obliga a devolver lo solicitado; no se trata de la fuerza mágica y espiritual referida por Mauss, sino la obligación de ofrendar porque está “en juego valores fundamentales de la sociedad de pequeña escala: el honor, la palabra empeñada, el prestigio, el compromiso, el respeto” (Barabas, 2006: 152), la salud, el trabajo, el bienestar familiar, etcétera. Una de las particularidades que caracteriza las relaciones de intercambio y reciprocidad en la religión es la ofrenda, entendida como una práctica social cuya voluntad conlleva a la acción ritual cuyo objetivo es alcanzar la relación simbólica y directa con lo sagrado con el fin de obtener el “beneficio simbólico o material de estos seres sobrenaturales” (Broda, 2009: 47).2 Este acto no solo incluye la acción de disponer y colocar ciertos objetos ordenadamente (Ídem) -aun así este tipo de ofrenda refleja un “significado material y una connotación simbólica que refleja conceptos claves de la cosmovisión, proyectados en el espacio”- (Broda, 2013: 641), sino también comprende toda actividad humana que conlleva a “la preparación y ejecución, el esfuerzo y trabajo colectivo de montar y llevar a cabo la acción ritual” (Good, 2004: 308); tal es el caso de las peregrinaciones, danzas u oraciones ofrecidas a lo sagrado cuyo principio de endeudamiento es lo que caracteriza este tipo de acción ritual (Ibíd., 75). No toda acción ritual conlleva a un compromiso contractual, pero sí lleva implícito una forma de ofrecimiento, por ello, “los elementos que la componen tienen su particularidad y requieren un análisis por separado” (Good, 2004: 309). Se trata de un convenio complejo que nos remite a considerar algunas similitudes con antiguas prácticas religiosas en las que destacan dos concepciones: “la necesidad que tienen los dioses de la colaboración de los hombres y la posibilidad de éstos de alcanzar la comunicación con el otro mundo a través de las ofrendas” (López-Austin, 1997: 212). En este caso en particular, la ofrenda es el principal acto ritual que mantiene las relaciones de intercambio y reciprocidad en el culto a Cristo Aparecido de Totolapan, Morelos cuya celebración principal se lleva a cabo el Quinto viernes de cuaresma.

2 De acuerdo con Johanna Broda, la ofrenda es un tema que “constituye un paradigma del ritual y la cosmovisión” (2009: 45).

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Durante el festejo, la entrada principal del convento es significativa porque es la entrada al lugar sagrado. El sacerdote y los mayordomos principales de la imagen, reciben a cada una de las peregrinaciones que proceden de distintas localidades aledañas al municipio: del Distrito Federal, del Estado de México, de Puebla y mismo del Estado de Morelos. Asimismo, los comisionados brindan la bienvenida a las danzas: los Doce Pares de Francia, los Arrieros, la Danza Azteca, las Pastoras, entre otros. Cada corporación (la mayordomía y las peregrinaciones) se representa como localidad o como asociación (para el caso de las danzas), portando un estandarte y una imagen peregrina. El estandarte es el distintivo de la corporación; las imágenes grabadas en los pendones representa al santo patrono de la colectividad, son cristos semejantes al de Totolapan, o bien, imágenes de Jesús en su diferente representación que también representan el lugar de procedencia de la colectividad con quien se establece relaciones de amistad. A través del estandarte se sellan compromisos entre ambas comunidades, es el momento de ingresar al lugar predestinado para el culto, por eso ambos pendones (de quien recibe y de quien llega) se juntan para saludarse, efectuándose así en términos de Turner (1980), la culminación liminal; este rito es significativo para indicar el recibimiento de las corporaciones en un espacio donde la esencia aromática del incienso aseguran simbólicamente la fusión del tiempo ordinario con el sagrado. Acto seguido los mayordomos de Totolapan y el sacerdote los conducen al interior del templo, donde se llevan a cabo las numerosas misas ofrecidas por los sacerdotes (a petición de las corporaciones) durante los cuatro días que dura el festejo a la imagen.

IMAGEN NO.3 PEREGRINACIÓN DE TEPETLIXPA, ESTADO DE MEXICO

Fuente: Foto de Alejandro García

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Las imágenes peregrinas o manditas que acompañan a las peregrinaciones, pequeñas réplicas semejantes a la de Cristo Aparecido, también representan simbólicamente el lugar de procedencia de la corporación, pero además manifiestan la relación de intercambio y reciprocidad por medio de la visita que realizan al santuario y a través de los diversos milagros (distintivos de metal que representan diferentes partes del cuerpo), que simbolizan el milagro de la sanación física. Las imágenes peregrinas son trasladadas (de manera individual pero dentro de la peregrinación) y con alcancías (que contienen la contribución financiera de los peregrinos) para el santuario de Totolapan.3 Las relaciones de intercambio y reciprocidad en el culto a Cristo Aparecido que anteceden a las peregrinaciones se manifiestan meses antes de la celebración, a finales del mes de diciembre hasta el mes de febrero; en este periodo los mayordomos de la imagen se desplazan a cada una de las localidades de donde provienen los grupos corporativos para encontrarse con los representantes de cada agrupación y ofrecerles, a nombre de la imagen, la invitación para la fiesta; este acto está mediado por los mayordomos de la imagen quienes hacen el papel de intermediarios de la divinidad, es decir, del Cristo Aparecido. A cambio, los representantes de cada corporación los reciben brindándoles un refrigerio con el fin de agradecer el ofrecimiento y asegurar así la reciprocidad religiosa. Días después, los representantes de cada peregrinación se trasladan a Totolapan para apartar la misa correspondiente para el Quinto viernes de cuaresma, la cual es oficiada por los sacerdotes de la iglesia en la celebración festiva de la imagen. Entre las peregrinaciones que acuden al santuario de Cristo Aparecido figuran del barrio de San Miguel y de San Ignacio Iztapalapa, y también de Santa Rosa Xochiac del Distrito Federal; asimismo participan peregrinos de Juchitepec, Tepetlixpa, San Salvador Atenco, Santa Catarina Ayotzingo y, últimamente, Tenango del Aire, todos ellos pertenecientes al Estado de México; de igual manera acuden de Acatzingo, del Estado de Puebla, de Ocotepec y Santa Catarina, del Estado de Morelos. Cada corporación se representa a través de sus encargados, mayordomos o fiscales según sea el caso. Es importante destacar la reciprocidad efectuada entre la peregrinación de Ocotepec y San Salvador Atenco a quienes generalmente, Totolapan, les devuelve la visita a su fiesta patronal (Información personal, Señor Sergio Yáñez Rivas, marzo, 2011). La peregrinación de San Miguel y San Ignacio Iztapalapa son de las corporaciones que permanecen en Totolapan durante varios días. Los peregrinos de San Miguel se instalan con familiares, amigos o compadres; en tanto los peregrinos de San Ignacio Iztapalapa se sitúa en el claustro bajo del convento; también se aloja en los pasillos y en las galerías del claustro bajo donde duermen y cocinan sus alimentos; por eso las personas llevan consigo cobijas, cartones e incluso colchones inflables para pernoctar, así como tanque de gas, ollas y utensilios para cocinar. Durante el festejo, el interior del convento se convierte en albergue para los invitados; incluso el portal de peregrinos se ha destinado para las danzas cuando no tienen un lugar donde descansar. Las danzas son otra forma donde se establece el principio de reciprocidad. Si bien cada grupo corporativo muestra un trasfondo histórico relevante, también integra relaciones de intercambio y reciprocidad con lo sagrado. Constituyen las danzas en la celebración religiosa los Doce Pares de Francia, los Arrieros, la Danza Azteca, las Pastoras, entre otras. El lugar respectivo para la danza es el atrio del convento, donde cada corporación tiene su espacio

3 La imagen peregrina de Santa Rosa Xochiac es conocida como “el limosnerito” ya que es la imagen que llevan a los hogares para recaudar dinero y así sufragar los gastos de la danza en la fiesta del Cristo Aparecido.

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asignado: las dos primeras danzan los días viernes, sábado y domingo, mientras que la última solo viernes y sábado. Sin embargo, cada año son invitadas otras danzas como las Negras de Guerrero o los Viejitos de Ocotepec que acuden con gusto a danzar. Cabe señalar la importancia de los Doce Pares de Francia como de las más representativas y de mayor atractivo del lugar. Es de origen medieval y se ubica alrededor del siglo XII; se identifica con la “celebrativa de las victorias de los cristianos sobre los musulmanes (ya fueran árabes, moros o turcos) (Weckmann, 1996: 518). En la Nueva España, la danza se articuló al proceso de conquista y los frailes las integraron para fomentar los mensajes cristianos. A su vez “los indígenas “se apropiaron de ella a su manera y la reinterpretaron a partir de la propia cosmovisión y desde su propia cultura dancística-teatral” (Flores, et al., 2013: 63).

IMAGEN NO.4 PEREGRINO DE SAN IGNACIO, IZTAPALAPA

Fuente: Foto de Alejandro García Cada uno de los integrantes de la danza pone lo mejor de sí porque, además del gusto que se tiene por bailar, generalmente conlleva una obligación implícita a través de la promesa, cualquiera que esta sea:

… porque, por ejemplo, yo aquí ya llevo siete años participando: tres años de ángel y tres de dama y un año de reina, que este año hago el segundo, ocho años participando. Muy pronto voy a cumplir mi promesa, y pues ya me voy a despedir. No se acaba cuando uno quiere, sino depende de la promesa. Se participa como homenaje al Santo Cristo Aparecido con mucha devoción, que para mí es lo importante y principal: danzar para él

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con mucho gusto y con mucho amor por todas las cosas que me ha concedido (como se citó en Flores, et. al. 2013).

La música es uno de los elementos constitutivos de la fiesta de Totolapan por ello la mayordomía contrata diferentes tipos de bandas que se instalan en uno de los costados del atrio del convento para celebrar a la imagen, la que debe estar contenta, refieren los pobladores. Otra clase de música es la de los mariachis, quienes contratados por la mayordomía de la cabecera municipal, solo entonan canciones para la imagen en el interior de la iglesia. La quema de la salva se realiza en la parte posterior del monasterio, en la huerta, una amplia explanada donde se encienden los 17 mil cohetes que anuncian la celebración religiosa. Simbólicamente el sonido del cohete tiene varios significados, entre ellos, comunicar el inicio de la misa o bien la llegada de alguna peregrinación, no obstante los toritos y los castillos también conforman parte importante en el espectáculo de la fiesta, el cual se efectúa en la explanada municipal. El estallido del cohete junto con el repique de las campanas y la audición musical forman parte de la serenata ofrecida a Cristo Aparecido, así lo refirió el señor Arnulfo Amaro en la celebración de la imagen (comunicación personal, marzo, 2011), por eso durante los días de fiesta no puede faltar el sonido estremecedor de la salva. El carácter de los cohetes como ofrenda envuelve dos aspectos importantes, el primero manifiesta las relaciones de reciprocidad con el Cristo, una forma de entablar un vínculo de comunicación con lo sagrado; y el segundo implica la alianza ritual entre localidades a través de la promesa cuya reciprocidad equilibrada se manifiesta a través de las comunidades que ofrendan la salva; por su parte los mayordomos principales participan ofreciendo una cena a todas las personas que contribuyeron en la quema del cohete; dicho vínculo es una manera de generar la convivencia, el compadrazgo y la amistad. La comida es otro de los elementos constitutivos en el ámbito de la reciprocidad, establecida entre el individuo o grupo social y la imagen sagrada; este vínculo reproduce la reciprocidad de alianza ritual, no obstante del factor económico que se articula a través de la aportación que sufraga los gastos del alimento ofrecido a los individuos. El alimento simboliza le interrelación con lo sagrado y las buenas relaciones. De acuerdo con el registro etnográfico de la fiesta del Quinto viernes de cuaresma, el alimento es proporcionado a las corporaciones de manera externa al convento a través de los 45 o 49 grupos familiares de Totolapan comprometidos, por medio de la manda o promesa, para brindar el alimento a las peregrinaciones, a las danzas y a los músicos; debido a ello los grupos no participan en las cuotas que realiza la mayordomía del Cristo. Los gastos son solventados por el grupo familiar. De este vínculo se desprende la reciprocidad de alianza ritual, la cual consiste en los vínculos de amistad o compadrazgo originados entre los grupos corporativos. Brindar el alimento es reconocer y agradecer la visita de los grupos peregrinos, sin embargo, en el ofrecimiento está inmersa la relación de reciprocidad entre los individuos con el Cristo a través de la manda. Ejemplo de ello es el caso del señor Mario Vivanco quien junto con su esposa ofrecen cada año el alimento a los doscientos o trescientos peregrinos del barrio de San Miguel, Iztapalapa. Todo comenzó hace siete años cuando la esposa del señor Vivanco enfermó, entonces ella “hizo como una manda, como aquí le dicen, a pagar una manda: “Ella es devota del santito de aquí… y tenía una enfermedad y cuando la operaron prometió que si todo salía bien prometía hacer esto…“, y fue así como iniciaron a ofrecer el alimento a los peregrinos. El señor Mario Vivanco y su esposa viven desde hace 30 años en Estados Unidos

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pero cada año regresan a Totolapan para cumplir con el compromiso al Cristo y a la peregrinación (comunicación personal, marzo, 2013). Por lo que se refiere a los cargos sociales, son los que sustentan la festividad del Cristo por ello las mayordomías constituyen parte importante en el sistema de cargos de la localidad. Las mayordomías se constituyen como agrupaciones tanto a nivel interno de la localidad (la mayordomía de Cristo Aparecido), como externo (a través de las peregrinaciones). Aunque cada una de las peregrinaciones difiere en su forma de organización, las funciones del mayordomo son semejantes en cuanto existen códigos compartidos de comunicación con la imagen; es el caso del compromiso que asume la persona para ofrecer sus servicios a la imagen a través de una petición al santo patrono. LA DIVERSIÓN Y EL ASUETO EN EL SANTUARIO De manera complementaria a la práctica ritual se manifiestan prácticas relacionadas con el esparcimiento, la alegría y la diversión. Los peregrinos acuden a los centros devocionales a rendir culto, pero igualmente representan días de asueto en los que la diversión muestra una concepción propia del esparcimiento. Debido a ello, el desplazamiento con motivos devocionales se combina con fines recreativos al permanecer en el santuario por un periodo de tiempo para descansar, convivir y consumir. Los peregrinos disfrutan del tianguis donde adquieren gran variedad de productos provenientes de diferentes localidades aledañas. Se venden huaraches y bolsas de palma de Guerrero, muebles de madera de Michoacán, cerámica de Quiroga, entre otros. Asimismo, gran variedad de puestos de comida ofrecen alimento a los visitantes: pan de Tlaxcala y Ozumba, cecina de Yecapixtla, tamales de pescado, chileatole, pulque de Atlautla, huauzontles, entre otros. La venta de objetos religiosos también hace su presencia en el comercio, sin embargo, los sacerdotes han intentado prohibir a los comerciantes la venta de la imagen de Cristo Aparecido porque, según ellos, “no se debe lucrar con la imagen del Señor”; sin embargo, muchos de los visitantes consiguen la estampa del Cristo de manera clandestina o bien, con las monjas que las venden (junto con otros productos) en el convento, ya que el deseo del peregrino es llevarse el recuerdo de la imagen y del santuario. De igual manera sobresalen los negocios de bebidas alcohólicas en cuyas cervecerías con rocolas se escucha gran variedad de música, la cual deleita principalmente a los jóvenes sin ninguna restricción. No obstante, el zacualpa, aguardiente de caña, es la preferida de la población. Los juegos mecánicos y de destreza son el principal atractivo para los infantes quienes disfrutan la diversión de estos juegos infantiles. Para los jóvenes y adultos de la localidad y de las peregrinaciones las noches de baile son la atracción para reunirse, bailar y escuchar las bandas de música. De igual manera, los fuegos pirotécnicos y los castillos instalados en la explanada municipal se convierten en el espectáculo para congregar a los pobladores y a los cientos de visitantes que se congregan para deleitarse de colores y figuras que el fuego de la pirotecnia proyecta; el momento más fascinante es cuando la figura del cristo se representa, convirtiendo el ambiente en un emotivo momento; por eso el encendido del castillo es de lo más representativo del espectáculo. Este acto refleja el regocijo pero también el agradecimiento a la imagen.

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CONCLUSIONES Los monasterios conventuales de Morelos símbolos de identidad, han sido incluidos en el Patrimonio Cultural Material de la UNESCO debido a las características arquitectónicas, históricas y religiosas que los representa. Las edificaciones también integran actos rituales, festividades, formas de convivencias, procesos identitarios, los cuales constituyen el Patrimonio Cultural Intangible que persiste ante los embates de la globalización. Las características materiales incorporan procesos complejos donde los rasgos evangelizadores se complementan con la reconfiguración simbólica y los procesos de sincretismo que han dado como resultado una diversidad de actos rituales constituidos en el ámbito de la reciprocidad. Los diferentes elementos que establecen la estructura religiosa del convento involucra un tiempo sagrado articulado con la iglesia, un tiempo histórico relacionado con la tradición y también actos de devoción que comprenden la protección de la imagen, el agradecimiento, la devoción. Los días de fiesta, como bien refiere Giménez (1978), expresan la ruptura con el tiempo cotidiano porque además de recordar el tiempo pasado, lo recupera renovándolo y reactualizándolo; debido a ello, también revive el tiempo mítico. A través de la fiesta, también se establece el intercambio social, económico y simbólico, reproduciendo así el intercambio y la reciprocidad con lo sagrado. Los conventos del Estado de Morelos constituyen parte fundamental del patrimonio cultural por el valor histórico y por el andamiaje cultural que representan. Las edificaciones incorporan aspectos característicos de las órdenes mendicantes, pero también emblemas de identidad presentes en la celebración religiosa. En los diferentes lugares que constituyen el convento el individuo y los grupos sociales interactúan resignificando el espacio, otorgándole un contenido sagrado, es decir, en la festividad religiosa los sitios que en la cotidianidad se comparten en solaz convivencia, adquieren un nivel trascendente expresado en la visita de los peregrinos, el encuentro de los estandartes, la representación de las danzas, la quema de la salva, todo bajo el intenso olor del incienso, la sonoridad de las campanas, la música y la pirotecnia. Las expresiones devocionales inmersas en el principio de reciprocidad permanecen entrelazadas con un patrimonio material, donde los diferentes aspectos de carácter histórico, social y cultural, reproducen los referentes de identidad de los pobladores.

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