el pasillo y yo
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Peripecias de telojuro, víctima del pasillo ecuatoriano y de otras lavativas.TRANSCRIPT
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La ecuatoriana Janeth Susana (Jasú) Montero en cantonpasaje.blogspot.com
Al ritmo del desarraigo
El pasillo y yo Telojuro Yonojuí
La mujer me botó de la casa. ¡Eso se veía venir! Pero
hago constar que soy víctima de las canciones de Yolanda del
Río. Primero con “Camas separadas”, aunque este caso tenía
años en “Cuartos separados” para evitar ruidos molestos de
ronquidos (con silbidos) y de flatulencias aromatizadas.
Ahora me tocó sufrir “Tus maletas en la puerta”, por lo
que, para mí, esas letras son “historias arrancadas de la vida
misma”. Al menos no me lanzó la ropa por la ventana como le
hizo Rosie Pérez a Nicolas Cage, en la película “Lotería del
amor”, por darle a una mesonera (como “propina”) la mitad de
los 4 millones de US$ que se ganó en la lotería de New York.
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Como me siento desarraigado, he caído de nuevo en las
garras del licor y de la “canción del desarraigo”: El Pasillo.
No es la primera vez que ruedo por este barranco (el del
pasillo, porque de “botao” y de borracho tengo largo historial).
Sufro tal agonía desde los años cuarenta cuando era popular
ese ritmo en estas tierras; en especial con ”Mis flores negras”,
canción compuesta en 1901, con poema del colombiano Julio
Flórez y música del ecuatoriano Carlos Amable Ortiz (versión
grabada en 1915 por Alberto Valdivieso y Nicasio Safadí).
En las décadas siguientes continuó mi desgarre cardíaco
escuchando pasillos como: ”Sombras”, basado en el poema de
la mexicana Rosario Sensores Prén: “Cuando tú te hayas ido”,
con música del ecuatoriano Carlos Brito Benavides; ”Tu duda
y la mía”, del compositor ecuatoriano Julio Cesar Villafuerte y
”Por qué lloran tus ojos”, del compositor venezolano Antonio
Deffit Martínez, con acompañamiento de arpa y cantado por
Julio Jaramillo, principal cultor de dicho género musical.
Este cantante me recuerda un chasco que sufrí a finales
de los años sesenta cuando vivía en la subida de Manicomio y
estaba enamorado (solo) de la hermosa vecina de enfrente. En
una oportunidad fui despertado a media noche por la música
de una serenata que le llevaba a la chica de mis sueños el
propio Jaramillo en persona. Empezó cantándole “Azabache”,
un bolero que yo odiaba por lo contradictorio de su estrofa
inicial: “En el negro azabache de tu blonda cabellera” (Todo el
mundo sabe que “blonda” significa “rubia”). Lo cierto es que
me rechinaban los dientes de la rabia al ver que mi amada se
asomaba risueña al balcón, en una batica despampanante.
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El resultado de ese cruel episodio fue caer en una cama
del Hospital Psiquiátrico de Lídice (tres cuadras más arriba),
víctima de un fuerte trastorno obsesivo compulsivo que sólo
se me alivió dieciocho meses más tarde cuando, al salir de mi
encierro, fui al apartamento de Residencias Taormina, en Las
Acacias, donde pernoctaba el muérgano mujeriego y le lancé,
por la ventana del cuarto donde dormía, una perola full de
excremento batido. Luego de eso sentí un “Alivio Cafenol”.
En esta oportunidad estoy de pronóstico reservado. La
mujer no me dijo sus motivos para echarme a la calle, pero
no crean que fue por pegar el Kino y compartir los cobres con
alguna mesonera de los botiquines baratos donde me la paso.
Es verdad que soy un viejito llanero no muy desprendido
que se diga, pero tampoco llego al extremo del “Indalecio” a
que se refiere el poeta guariqueño Enrique Mujica, en su libro
“Acento de cabalgadura”: “Yo sabía que el viejo Indalecio era
más pichirre que colmena en acapro”. ¡No señor!
La realidad, y lo admito con hidalguía, es que me botan
porque ya no tengo la gracia, la frescura, la belleza ni la
potencia de otros tiempos; habré perdido mucho de eso, pero
sigo teniendo la audacia a millón. ¡Sigo siendo “buzo-atacón”!
Después de este objetivo auto-análisis, lo único que me
queda, en lugar de alquilar un apartamento amoblado y con
servicio de hotelería, en Residencias Taormina, es emigrar a
Guayaquil, Ecuador, para echarle los perros a Jasú Montero.
Si pego esa lotería me desquitaré de los sufrimientos al
compás del pasillo ecuatoriano y de mi mujer cuando me vea
enrollado con Jasú, pa’llá y pa’cá, igual que Shakira y Piqué.