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18 El papel del religioso escolapio en obras y presen- cias escolapias 2008

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El papel del religioso

escolapio en obras y presen-

cias escolapias

2008

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El papel del religioso escolapio 2008

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ÍNDICE

Índice 2

1. Introducción 3

2. La vida religiosa: vocación cristiana específica 3

2.1. Pasión por Cristo, pasión por la humanidad

2.2. Vida consagrada como signo y profecías

2.3. Sacerdotes al servicio de la comunidad cristiana

2.4. Escolapios en la espiritualidad, vida y misión

3. Religiosos escolapios a la luz de la presencia escolapia 7

3.1. Claves de la presencia escolapia

3.2. Desde la presencia escolapia todos somos convocados

3.3. El papel del religioso

4. Testimonios de religiosos 12

5. Material para el rector de la comunidad 17

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1. Introducción Reflexionar sobre “el papel del religioso escolapio en nuestras obras y presencias” es para todos noso-tros, sin duda, un deseo y una necesidad. Nuestro Capítulo Provincial de Loiola de enero de 2007 así lo pidió, y en bastantes de nuestros encuentros hemos hablado de la conveniencia de reflexionar sobre ello.

Este trabajo quiere ser una sencilla aportación para esta reflexión. Es un documento presentado por la Congregación Provincial de Emaús, y que en sus aspectos fundamentales ha sido elaborado por un gru-po de trabajo integrado por Pablo Santamaría (Fraternidad Escolapia de Itaka), Roberto Fernández (Fra-ternidad Escolapia de Al-Bisara), Juan Ruiz y Juan Carlos de la Riva. A los cuatro, nuestro agradecimien-to por su trabajo en la elaboración del borrador.

A través de este documento queremos provocar y animar una reflexión sobre nuestro papel como religio-sos en nuestras obras y presencias escolapias.

Y lo hacemos a partir de dos claves que creemos necesarias para el dinamismo y renovación de las Es-cuelas Pías:

1. El impulso de los elementos más constitutivos de la vocación religiosa escolapia. Comenzamos repa-sando algunos aspectos generales de nuestra vocación, para luego desarrollarlos a través de nuestra triple condición de consagrados, sacerdotes y escolapios.

2. La nueva realidad del sujeto y misión escolapia que, acorde con los signos de los tiempos, refleja la idea de la presencia escolapia. En primer lugar, repasamos los elementos claves que están en el ori-gen e idea de la presencia escolapia. A continuación indicamos el potencial convocante y vocacional que tiene para todos. Por último, citamos quince pistas sobre nuestro quehacer y vivir en nuestras obras y presencias.

Estamos convencidos que de ambos elementos deriva un papel del religioso escolapio en las obras y presencias escolapias renovado y fortalecido, lleno de posibilidades e insospechadas riquezas para cada persona y para cualquier circunstancia vital. Papel que, en discernimiento personal y comunitario, cada uno está llamado a descubrir y que tenemos que impulsar en Emaús entre todos.

También es bueno caer en la cuenta que estos dos aspectos se entremezclan entre sí como en un man-glar, dado que la identidad de la vida religiosa es parte esencial de la presencia escolapia y, desde ella, es como afloran sus rasgos básicos.

Finalmente, ofrecemos también varios sencillos testimonios de religiosos sobre este tema que nos pueden servir de discernimiento.

2. La vida religiosa: vocación cristiana específica 2.1. Pasión por Cristo, pasión por la humanidad de los religiosos

“Jesucristo, el Señor Resucitado, el Mediador de la nueva Alianza y del Reino es nuestro contemporá-neo. No pertenece al pasado. Tampoco la Vida Consagrada, nuestra forma de vida cristiana, es cosa de otros tiempos. (…) Después del Concilio Vaticano II la vida consagrada ha recibido un gran impulso y experimentado cambios importantes. Pero el contexto sociocultural y religioso actual exige otras muchas y decisivas transformaciones. En medio de tantos cambios, sin embargo, percibimos la validez y actuali-dad de los grandes valores que constituyen nuestra forma de vida y de la urgencia de vivirlos con intensi-dad y de una manera significativa para nosotros y para los demás. Los consagrados y consagradas vivi-mos días de gracia y de prueba”1.

Nuestra vida de religiosos es, en primer lugar, una vocación con sus señas propias de identidad:

a. Los religiosos nos hemos sentido atraídos de una manera total y radical por Jesús. Nos ha llamado a dejarlo todo y a seguirle sin condiciones, sin pertenencias ni posesiones a donde Él quiera lle-varnos.

b. En nuestra vida e identidad más profunda hay un “sí” de discípulos de primera hora, de ingenuos enamorados de Jesús y su causa. Una vocación por la que optamos sin medir el límite de las po-sibles pérdidas, ni calcular futuras ganancias.

1 Congreso para la Vida Religiosa “Pasión por Cristo, pasión por la humanidad” 2004.

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c. Jesucristo y su causa, el Reino, se han convertido en el amor primero, cuya historia va dependien-do de la situación vital, del trabajo, de la intensidad de la pasión, de la emotividad y afectos de ca-da uno. Pero nuestro corazón se concentra y regresa siempre a la intimidad del encuentro con Jesús, a la fidelidad amorosa prometida por Pedro, a la presencia silenciosa de Juan en la Cruz.

d. Amor que nos lleva a la libertad y disponibilidad total para andar por los caminos anunciando el Reino, liberando del mal y realizando los milagros que verifican y hacen creíble la Buena Noticia.

e. Desde Dios y la causa de Jesús, nada de lo humano nos es ajeno. Nuestro sentimiento de urgen-cia por el Reino es pasión por la humanidad desde la especial entrega a los pobres y a la causa de la Justicia como estilo de vida que sólo se alcanza siendo todo para Dios.

“Nuestra vocación parte del “no lo dejaré por nada del mundo…”, del “te seguiré donde quiera que va-yas…” y del percibir que Jesús y su mensaje nos llaman, merecen una respuesta totalizante; dar la vida entera, con todas sus implicaciones y facetas.

Mi vida entera, con todas sus facetas la dirijo y dedico a esta respuesta. Como tiempo y preocupación, como dedicación laboral y vital, pero también como expresión de toda mi afectividad, disponibilidad y pertenencia. Con todo lo que supone en el momento actual del compromiso, y con todo lo que suponga en el resto de momentos vitales, de profundizar en la búsqueda y encuentro con Jesús.”2

De esta entrega total y apasionada; de la disponibilidad y libertad; del sí generoso; del corazón hecho para amar y entregado, sobre todo, a Jesús, a su causa y a sus preferidos, nace una especial relación con la misión, con las personas y con las situaciones concretas en las que vivimos nuestro ministerio y misión:

a. Ante todo reclamamos con nuestra vida encontrarnos y trabajar por lo que está en relación directa con la causa de Jesús. Los escolapios, desde el carisma recibido, ofrecemos nuestra vida por los pobres, por los niños y jóvenes, por la evangelización.

b. Nuestra presencia en una obra y en un trabajo llena de sentido nuestra vida. Sentimos el valor de lo que hacemos y vivimos por nuestra opción. Aunque la vida es amplia, los trabajos van adquiriendo distintos matices y hay diversificación de funciones, hay unidad en la misión. Gracias a ello, la obra entera y sus diferentes elementos visibilizan las señas de identidad más importantes de nuestro carisma.A la vez, el religioso, la comunidad, la Provincia, vivimos atentos a nuevos “lugares”, nuevas maneras de encarnar nuestra historia.

c. Forma parte también de nuestra vida la corresponsabilidad en el discernimiento de las mejores opciones, la visión global de la obra y el conocimiento de su organización, la participación, el reconocimiento del trabajo compartido.

d. La “parábola” que expresa nuestra vida religiosa, encarnada en estructuras seculares y cotidianas, se hace presente así en cada obra, dándole sentido y significado evangélico.

e. El religioso, con toda su pasión, afectos, libertad y disponibilidad fomenta la comunión con todos los que participan de la misión. Juntos soldamos el carisma y la institución, el evangelio y la comunidad cristiana escolapia.

2.2. Vida consagrada como signo y profecía “En efecto, mediante la profesión de los consejos evangélicos la persona consagrada no sólo hace de Cristo el centro de la propia vida, sino que se preocupa de reproducir en sí mismo, en cuanto es posible, «aquella forma de vida que escogió el Hijo de Dios al venir al mundo». Abrazando la virginidad, hace suyo el amor virginal de Cristo y lo confiesa al mundo como Hijo unigénito, uno con el Padre (cf. Jn 10, 30; 14, 11); imitando su pobreza, lo confiesa como Hijo que todo lo recibe del Padre y todo lo devuelve en el amor (cf. Jn 17, 7.10); adhiriéndose, con el sacrificio de la propia libertad, al misterio de la obediencia filial, lo confiesa infinitamente amado y amante, como Aquel que se complace sólo en la voluntad del Padre (cf. Jn 4, 34), al que está perfectamente unido y del que depende en todo”3.

“En nuestra vida comunitaria, la castidad nos mueve a amar en plenitud a los hermanos; la pobreza, a compartirlo todo; la obediencia, a unirnos estrechamente para cumplir con certeza mayo la voluntad de

2 Material formación de la Fraternidad 2008-09: “La vocación a ser religioso escolapio”. 3 Vita Consecrata, 16.

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Dios. Y nos animamos unos a otros a vivir fielmente las exigencias de nuestro bautismo y de nuestra consagración religiosa con espíritu de conversión interior.”4

Nuestra pasión por Cristo y por la humanidad nos lleva a consagrarnos en un estilo de vida en común, queriendo ser para los hombres y mujeres de hoy señal de que el Reino se puede vivir y anticipar. Por eso optamos por la vida en comunidad: nuestro vivir cotidiano quiere ser hogar y taller de la propuesta de vida en el amor que Jesús inauguró.

En la aventura del seguimiento de Jesús, Dios nos regala hermanos con los que compartir vida y misión, fe y esperanza, proyectos e ilusiones.

La oración común y la Palabra compartida y vivida desde la Eucaristía modelan nuestro corazón, y se convierten en momentos nucleares de nuestro vivir, pues en ellos significamos la centralidad de Jesús en nuestras vidas.

También compartimos fracasos y debilidades, que nos recuerdan la fragilidad del barro que somos, y que sin embargo almacenan con humildad el tesoro del Evangelio. La corrección mutua nos anima a vivir en conversión permanente y a enriquecernos cada día y hacemos comunión en la debilidad perdonada, manifestando la presencia viva de un Espíritu que nos hace uno.

Nuestro no querer caminar a solas se comunica y contagia también a cuantos entran en contacto con nosotros, y nuestra vida se hace fecunda al generar fraternidad escolapia a nuestro alrededor y participar en ella en plenitud.

En este hogar y taller del Reino, renovamos cada día nuestras promesas de vida y entrega apasionada que expresamos en los tres consejos evangélicos:

1. La virginidad como signo del amor de donación, con una afectividad hecha entrega en el servicio hasta el extremo:

Por eso nos vemos amando y acompañando a niños, jóvenes, familias, colaboradores, herma-nos laicos escolapios, desde un corazón unificado por el Reino, y disfrutar ahí de una nueva fe-cundidad en cada encuentro interpersonal, que va más allá de los lazos de la carne.

Por eso nuestra oración hecha palabra en la eucaristía y en la celebración comunitaria, es ex-presión de un corazón enamorado por el Padre y el tesoro del Reino que habita en sí.

Por no generar familia propia nos disponemos para convertir en familia cualquier grupo humano, alentando la comunión y la fraternidad en cualquier ambiente de presencia y misión.

2. La pobreza como signo de absoluta receptividad ante Dios única riqueza y solidaridad con la huma-nidad sufriente:

Queremos vivir desde aquí la opción por los pobres, clave preferencial de nuestra misión escola-pia.

Intentamos ofrecer desde ahí un testimonio de alegre y solidaria austeridad, una vida cotidiana abierta y sencilla; una casa acogedora y pobre; un pan siempre compartido.

Colaboramos también en la denuncia profética del estilo de vida engañoso en el que, con fre-cuencia, los jóvenes y adultos, la comunidad cristiana, se adapta al ambiente.

Nos hacemos fuertes en la debilidad, y ofrecemos aliento para entender cualquier pobreza que la vida nos depare, animando a cuantos nos rodean a vivirla como capacitación para el Reino.

3. La obediencia como libertad de cualquier cosa que no sea la voluntad de Dios y disponibilidad para todo aquello que Dios quiera:

Ofrecemos nuestra libertad para acudir allá donde la misión y la presencia escolapia nos requie-ran; para cambiar de lugar con generosidad; para ser libre de sus propios condicionantes y vivir-se como enviado.

Entrenamos nuestra valentía para saltar al encuentro del niño-joven especialmente pobre, allá donde se encuentre, sin más atadura que la del Evangelio, haciendo con libertad el camino de búsqueda del otro en su necesidad.

4 Constituciones, 26.

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2.3. Sacerdotes al servicio de la comunidad cristiana “El contenido esencial de la caridad pastoral es la donación de sí, la total donación de sí a la Iglesia, compartiendo el don de Cristo y a su imagen. “La caridad pastoral es aquella virtud con la que nosotros imitamos a Cristo en su entrega de sí mismo y en su servicio. No es sólo aquello que hacemos, sino la donación de nosotros mismos lo que muestra el amor de Cristo por su grey. La caridad pastoral determi-na nuestro modo de pensar y de actuar, nuestro modo de comportarnos con la gente. Y resulta particu-larmente exigente para nosotros...”5.

“El sacerdote es, ante todo, ministro de la Palabra de Dios; es el ungido y enviado para anunciar a todos el Evangelio del Reino, llamando a cada hombre a la obediencia de la fe y conduciendo a los creyentes a un conocimiento y comunión cada vez más profundos del misterio de Dios, revelado y comunicado a nosotros en Cristo.”6.

“Por último, el sacerdote está llamado a revivir la autoridad y el servicio de Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia, animando y guiando la comunidad eclesial, o sea, reuniendo «la familia de Dios, como una fraternidad animada en la unidad» y conduciéndola «al Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo».) Este «munus regendi» es una misión muy delicada y compleja, que incluye, además de la atención a cada una de las personas y a las diversas vocaciones, la capacidad de coordinar todos los dones y ca-rismas que el Espíritu suscita en la comunidad, examinándolos y valorándolos para la edificación de la Iglesia, siempre en unión con los Obispos. Se trata de un ministerio que pide al sacerdote una vida espiri-tual intensa, rica de aquellas cualidades y virtudes que son típicas de la persona que preside y «guía» una comunidad; del «anciano» en el sentido más noble y rico de la palabra. En él se esperan ver virtudes como la fidelidad, la coherencia, la sabiduría, la acogida de todos, la afabilidad, la firmeza doctrinal en las cosas esenciales, la libertad sobre los puntos de vista subjetivos, el desprendimiento personal, la pacien-cia, el gusto por el esfuerzo diario, la confianza en la acción escondida de la gracia que se manifiesta en los sencillos y en los pobres (cf. Tit 1, 7-8)”7.

Como sacerdotes, los escolapios religiosos estamos llamados a ser figura del mismo Jesús, y de su en-trega de sí mismo:

a. Por ello, vivimos de la Palabra de Dios y la expresamos con palabras y gestos, como Jesús, haciendo de nuestra vida revelación del Amor de Dios por la Humanidad.

b. El servicio a la Palabra se convierte en una seña de identidad del religioso escolapio, leída con Calasanz, desde la realidad del niño y del joven, especialmente pobre.

c. La animación de la eucaristía como centro de comunidad y misión escolapia hace presente a Jesús en el centro de nuestra vida y misión. Por eso, es dedicación especial del escolapio religioso presidirla y cuidarla como fermento de vocación cristiana en el seno de la presencia escolapia.

d. Como pastor de la pequeña iglesia local que llamamos comunidad cristiana escolapia, el escolapio religioso preside en la caridad dicha comunidad, y anima las diversas vocaciones cristianas, los procesos de iniciación cristiana, los diferentes servicios y ministerios.

e. A semejanza de Jesús, asumimos ejercer el liderazgo evangélico que dinamiza, impulsa, las obras y presencias. Un liderazgo que, mirándose en el espejo del lavatorio de los pies de Jesús a sus discípulos, siempre será de servicio.

f. Y, por encima de todo, vivimos nuestra entrega y dedicación cotidiana a los niños y jóvenes en todos los espacios de misión en los que estamos

2.4. Escolapios en la espiritualidad, vida y misión “Nos reconocerán como auténticos discípulos de Cristo si, decidiendo ignorarlo todo excepto a Jesucristo, y a éste crucificado, guardamos su Mandamiento Nuevo. Él, que dio la vida por sus amigos, nos hace partícipes de su amor con el que nos amamos mutuamente como El nos amó, y entregamos nuestra vida

5 Pastores Dabo Vobis, 23. 6 Pastores Dabo Vobis, 26. 7 Pastores Dabo Vobis, 26.

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para evangelizar a los niños y a los pobres de modo que, mientras la muerte actúa en nosotros, la vida crece en los demás.”8

“Mediante el ejercicio de nuestro apostolado, manifestamos nuestra consagración y nuestro amor univer-sal; somos solidarios de todos los hombres con talante acogedor y anchura de corazón, y queremos que nuestra vida escondida en Cristo brille ante ellos, en el mundo, como signo que anuncie la presencia del Reino que esperamos.”9

Como escolapios somos transmisores del regalo del carisma calasancio con nuestra vida y con nuestro trabajo.

Siguiendo el esquema de las tres dimensiones de nuestro carisma distinguimos: la espiritualidad, la vida y la misión.

1. Somos garantes de una espiritualidad vinculada a la educación, evangelización y trabajo por un mundo mejor de niños y jóvenes. Leemos el Evangelio desde ahí, y compartimos nuestra fe en la comunidad pequeña, la fraternidad, la eucaristía de la comunidad cristiana escolapia, etc.

2. En la comunidad de vida, y en la fraternidad, el religioso cuida especialmente generar espacios de crecimiento en la fe para todos cuantos la forman, en conjunción de círculos, a su vez con dinamis-mos concéntricos cada uno, para cuantos quieran participar al ritmo que quieran.

a. Somos testigos de vida comunitaria, y transparentamos amor, entendimiento, proyecto compartido, unión en la diferencia,...

b. Cultivamos unas relaciones de calidad, y generamos comunitariedad, convirtiéndonos en referente comunitario para grupos y personas.

3. Entregamos la vida por la misión escolapia, que hoy compartimos a muy diversos niveles, sin que por ello dejemos de situarnos en ella en tareas y responsabilidades de especial significatividad:

c. el trato directo con los niños/as o jóvenes… también con las familias: clases, actividades, convivencias, grupos, campañas, celebraciones.

d. el apoyo a los educadores en el día a día, en un trabajo codo a codo en pasillos, aulas, campamentos…

e. el acompañamiento de las personas que ostentan responsabilidades especiales, pastorales, directivas… con ellos, reflexión común, apoyo en lo humano, acompañamiento, compartir de cargas y tareas, etc.

f. la vinculación con los más débiles, con los pobres, bien de la propia obra, o bien del entorno en que se sitúa la comunidad.

g. el generar sinergia de todos los que participan en la obra haciendo sentirse parte de una misión común, ilusionando, valorando las aportaciones diversas, planteando metas, evaluando, analizando, optimizando recursos, centrando en el Evangelio y el carisma…

h. como Provincia, asumimos el liderazgo evangélico de nuestras presencias, en creciente dinámica de comunión y apertura con quienes van formando parte de ella. Y todo ello lo tratamos de expresare nuestra organización y en nuestro quehacer cotidiano.

3. Religiosos escolapios a la luz de la presencia escolapia

3.1. Claves de la presencia escolapia Para abordar nuestro papel como religiosos escolapios en la realidad actual de Emaús, y en sintonía con los signos de los tiempos, es necesario partir también de la idea de la “presencia escolapia”. Considera-mos este hecho un motivo de profundo gozo y dicha para nuestra Provincia y para la Orden.

Para entender el nacimiento de este concepto nos puede ayudar el repaso y meditación de algunas afir-maciones que durante más de veinte años han merodeado frecuentemente entre nosotros:

8 Constituciones, 18. 9 Constituciones, 21.

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“El carisma escolapio no es de los escolapios. No es propiedad de la Orden. Es del Pueblo de Dios. Y en éste habrá y hay personas, de ambos sexos y de todas las edades, además de los escolapios, que ten-gan el carisma a la vocación evangelizadora de los jóvenes. Si esto fuera así, esas personas participarían del carisma calasancio” (P. G. Angel Ruiz, 1983).

“Proceder con gradualidad en la integración de los seglares y mentalizar antes para los cambios que deben operarse en la realidad. Obrar de tal modo que la prevención y el miedo sean sustituidos por el deseo activo de crear „escolapios seglares‟ al lado y en estrecha colaboración con los „escolapios religio-sos‟” (Capítulo General 1991).

“Tengo la íntima convicción de que estamos labrando un futuro nuevo, mejor; y que, en definitiva, a compás de las experiencias y de los logros, va a salir del proyecto institucional del laicado una renovada manera de vivir “a tope” lo escolapio”. (P. G. Josep María Balcells, 2002)

“Discernir (especialmente en los Capítulos) a la luz del Espíritu el modo adecuado de mantener y actuali-zar el propio carisma y el propio patrimonio espiritual en las diversas situaciones históricas y culturales” (VC 42)

"Debido a las nuevas situaciones, no pocos Institutos han llegado a la convicción de que su carisma pue-de ser compartido con los laicos... Se puede decir que se ha comenzado un nuevo capítulo, rico de espe-ranza, en la historia de las relaciones entre las personas consagradas y el laicado"(VC 54)

“La participación (de laicos) puede llevar a “descubrir” inesperadas y fecundas implicaciones de algunos aspectos del carisma, suscitando a encontrar válidas indicaciones para nuevos dinamismos apostólicos” (VC 55)

“El ministerio escolapio lo realizan hoy en la Iglesia religiosos y también muchos laicos que se vinculan a nuestra Orden en grado y modalidades diversos” (Constituciones, 36)

“De la vida de la comunidad escolapia participan también, a su modo, los formandos no profesos y los laicos que comparten nuestra vocación en distintas modalidades” (Constituciones, 36)

“Interesa sobremanera mantenerse a la escucha, no sea que (la voz de Dios, que sopla donde quiere) se nos presente de improviso y pase de largo sin fructificar” (Constituciones, 44)

La fidelidad creativa a estas voces del Espíritu ha terminado generando un nuevo paradigma eclesial que afecta a la propia identidad de la Iglesia y, por tanto, al modo de entender y actualizar en ella todos sus elementos: carismas, vocaciones, estructuras, ministerios, misión, comunidad,… Es la confirmación de que “la acción evangelizadora de los laicos está cambiando la vida eclesial”10.

Interpretamos este hecho como el cumpliendo y desarrollo de nuestra misión profética como religiosos en la historia y economía de la salvación. A ejemplo de nuestros Fundadores, los religiosos “han sabido interpretar los signos de los tiempos y responder de un modo clarividente a las exigencias que iban sur-giendo poco a poco”11. Estamos haciendo realidad que el Carisma “es una experiencia del Espíritu, transmitido a los propios discípulos (del Fundador) para ser por ellos vivida, custodiada, profundizada y desarrollada constantemente”12.

Vemos también que, en cierto modo, ya nada puede ser como era antes y han cambiado muchas cosas. Entre ellas, la forma de plantear nuestro papel como religiosos escolapios en las obras y presencias. Entendemos que esto es motivo de muchas de las cosas que podemos vivir, sentir, compartir, sufrir, so-ñar,… entre nosotros. Somos conscientes de que la “Presencia” es krisis y kairos a la vez. De ahí la ne-cesidad de su clarificación y discernimiento.

La Presencia expresa lo que el Carisma escolapio hace en el mundo hoy, concretado en cada lugar me-diante tres elementos:

1. La “misión” de evangelizar educando para un mundo mejor, con una especial sensibilidad y opción hacia los niños más pobres y necesitados. Esto se realiza a través de las diversas obras y activida-des de las Escuelas Pías. Esta misión compartida, es nuestro bien común y lo que nos une a todos los que participamos del carisma escolapio.

10 Redemptoris Mater, 2. 11 Vita Consecrata, 9. 12 Mutuae relationes, 11.

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2. Un “sujeto” o las personas que, a través de sus diversas vocaciones, encarnan el carisma y partici-pan de él de diferentes formas. El sujeto que está detrás de las obras de cada lugar es un “nosotros renovado”, tal y como refleja el Credo y Misión escolapios: “Nosotros escolapios, religiosos y laicos”. Y ese nosotros se expresa de modo privilegiado en la comunidad cristiana escolapia. En el núcleo de esta comunidad se encuentran la Orden y la Fraternidad escolapia, visible en cada lugar a través de todos sus miembros y comunidades. A este núcleo se añaden otras personas que desean vivir el proyecto de la comunidad desde otras modalidades participación carismática. De un modo especial cabe citar a las personas que trabajan en las obras y que forman parte de la misión compartida y, muy próximamente, a las familias que también serán agentes de misión compartida o familias esco-lapias. Junto a ellos, todo tipo de colaboradores y personas cercanas. El conjunto de todo esto forma el sujeto que evangeliza cada obra, siendo su referencia cristiana y de fe inmediata y el mejor signo de unidad.

3. La “comunión” como expresión de lo que Dios mismo es. “La eclesiología de comunión es la idea central y fundamental de los documentos del Concilio”13. “Comunión de vida y trabajo”14 porque “la comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamen-te, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión”15. Y comunión como la forma de relación de las personas entre sí. De esto modo las Escuelas Pías contribuyen a hacer de la Iglesia sacramento de la comu-nión de Dios y, por ello, sacramento de salvación para el mundo.

El objetivo de cada proyecto de presencia es fortalecer la misión escolapia, el sujeto que la impulsa y la comunión. Dicho de otro modo, la presencia es la clave para el impulso de las obras a través del fortale-cimiento de la Orden, la Fraternidad y los diversos modos de participación. En este punto hay que desta-car que cada una de las comunidades religiosas, de la Fraternidad o conjuntas, son referencias clave de la presencia escolapia en cada lugar. De su calidad evangélica, capacidad de testimonio y de ser escuela de comunión ad intra y ad extra, depende la realización del proyecto de presencia.

En cualquier caso, si en algo hay que insistir, es en que la idea de la presencia es un tema de futuro entre nosotros y, por lo tanto, abierto a lo que vayamos descubriendo y trabajando entre todos.

3.2. Desde la presencia escolapia todos somos convocados

Para entender el papel de cada vocación, religiosa o laical, y también el lugar de cada persona en la pre-sencia escolapia, hay que caer en la cuenta de que:

1. Teniendo siempre presentes los elementos propios de cada vocación, hay que partir del Carisma y Misión común, para luego abordar el papel de la diversidad vocacional. Es bueno recordar que Jesús proclamó primero su misión (Lc 4, 18-19) y luego eligió a los que quiso; que el Vaticano II habló pri-mero del Pueblo de Dios y después del papel de cada vocación en él (Constitución Lumen Gentium); que las constituciones escolapias arrancan con la misión calasancia para ir situando después los di-ferentes elementos de la vida religiosa escolapia. En definitiva que “sólo una eclesiología integral, donde las diversas vocaciones son acogidas en el interior del único Pueblo de convocados, la voca-ción a la vida consagrada puede encontrar su específica identidad de signo y de testimonio”16.

2. Dentro del proyecto común, hay que interiorizar que “los estados de vida están de tal modo relacio-nados entre sí que están ordenados el uno al otro”17, están en “circularidad de comunión”18.

3. “En efecto, en la unidad de la vida cristiana las distintas vocaciones son como rayos de la única luz de Cristo, «que resplandece sobre el rostro de la Iglesia»”19

13 Christifideles laici 19.1. 14 Constituciones, 122. 15 Christifideles laici 32.4. 16 “Caminar desde cristo”. Roma 2002, n.31. 17 Christifideles laici 55.3. 18 Magisterio IL del Sínodo sobre la VC. 19 Vita Consecrata, 16.

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4. Cada vocación tiene aspectos propios significativos, más que únicos o excluyentes. Algunos elemen-tos centrales de la vida cristiana están llamados a ser más radicales (de raíz) en cada vocación. En el apartado 1 hemos descrito lo más esencial de nuestra vida religiosa escolapia.

5. Desde la idea de la presencia los laicos pueden vivir también de forma integral el carisma, siendo incluso “verdaderos escolapios laicos en sentido pleno”20 potenciándonos mutuamente, y sin confu-sión, la llamada a la plenitud del carisma desde nuestras respectivas vocaciones.

6. La familia escolapia21 ha crecido porque incorpora a la narración colectiva de la historia de las Escue-las Pías a otras personas además de los religiosos.

7. De igual modo, la comunidad local22 de referencia de las obras escolapias puede adquirir un colorido distinto continuando siendo comunidad escolapia.

8. Desde esta perspectiva, la pregunta sobre el papel de cada uno en la presencia es una pregunta que todas las personas tienen que hacerse constantemente y con permanente dinamismo vocacional.

Cualquier enfoque sobre la identidad o papel de cada vocación desde un planteamiento de lugares, fun-ciones y rasgos exclusivos provocará callejones sin salida, sentimientos de frustración y desconcierto. No ha perdido fuerza la vocación religiosa sino, más bien, la división religiosos-laicos basada en la diferencia de estados de vida cristiana como punto de partida. Por eso mismo pierden sentido documentos que aborden exclusivamente el papel del religioso sin mencionar a los laicos y viceversa y, sobre todo, sin hacer referencia a la presencia escolapia.

En cambio, intuir el planteamiento de la presencia permitirá entender que, aunque no todos valemos para todo, todos somos convocados a hacer nuestra mejor aportación. Todos somos necesarios (de un modo singular e insustituible los religiosos escolapios), a partir de nuestras opciones vocacionales y carismas personales, e independientemente de nuestra edad, ciclo vital, circunstancias,… Todos somos convoca-dos a hacer nuestra mejor aportación en la construcción de las Escuelas Pías.

Es más, la pluralidad de vocaciones, ciclos vitales, carismas y ministerios serán una gran riqueza. El conjunto de todo ello expresará mejor el Don del Carisma escolapio que si lo hiciéramos cada uno por separado.

3.3. El papel del religioso Llegados a este punto, podemos añadir a lo apuntado en el apartado 1 de elementos clave de la vida religiosa escolapia, algunas otras pistas sobre nuestro nuevo quehacer y papel de religiosos escolapios. Así, vemos que hoy estamos llamados a:

1. Vivir con fuerza el paradigma de la presencia escolapia, tratando de discernirlo, rezarlo, interiorizar-lo,… con la confianza en que Dios se valdrá de él para impulsar las Escuelas Pías y darles dinamis-mo de futuro. Tenemos que transmitir con palabras, actitudes y gestos que hay un nosotros renovado en el que creemos y por el que apostamos.

2. Encarnar la presencia escolapia (ponerle nombre y rostro) desde mi vocación de religioso escolapio y sus elementos más constitutivos (consagrado, sacerdote, educador). Todos los elementos inicialmen-te descritos adquieren una gran relevancia en este nuevo contexto.

3. Desde la fidelidad a la propia vocación religiosa tratar de ser referencia de vida para los demás: se-guir transmitiendo la riqueza del seguimiento de Jesús23, de ser “ministros de la esperanza del Reino futuro y de la unión fraterna entre los hombres”24.

4. Impulsar con fuerza la misión compartida en colegios, parroquias, sedes de la Fundación Itaka-Escolapios,… potenciando itinerarios formativos que inviten a participar a todo tipo de personas en torno a las obras (trabajadores y voluntarios, familias y miembros de la comunidad parroquial,…).

20 “El Laicado en las Escuelas Pías”, nº 23. 21 Constituciones 1. 22 Constituciones capítulo II. 23 Constituciones capítulo II. 24 Constituciones 25.

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5. En función de la mayor o menor vida activa, estar en los puntos neurálgicos de la pastoral y de la misión en general en cuanto ministros ordenados. Y hacer esto en comunión con los demás ministros de cada lugar (ordenados y laicos).

6. En cualquier circunstancia personal dar testimonio de vida humana, cristiana y escolapia. “La buena Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio… Todos los cristianos están llamados a este testimonio y, en este sentido, pueden ser verdaderos evangelizadores”25.

7. El “alto tono de vida cristiana”26 cobra especial relevancia en situaciones de debilidad, enfermedad, reducción de actividad por edad,… A este respecto hay que plantear el reto de hacer que la vida de los religiosos mayores siga añadiendo valor a las Escuelas Pías y a la comunidad cristiana escolapia. De algún modo, hay que afrontar el mismo reto que los mayores plantean en los entornos familiares y sociales civiles de cara a: desarrollar el potencial humanizador que cada persona tiene en toda cir-cunstancia; conseguir el mejor cuidado y dignidad en todo momento.

8. A imitación de Jesucristo, ser referencia de servicio a los demás. Será el mejor modo de que el “pro-tagonismo” de los laicos o la actividad de los religiosos sea siempre en clave de humilde contribución al bien común.

9. Practicar a menudo el “¿Dónde hago más falta?”. Ofrecer a los hermanos de comunidad, rectores, Provincial, equipos y personas que lideran las presencias,… nuestra disponibilidad y servicio.

10. Ser campo de fuerza dentro del cual se tejen las relaciones entre los miembros y participantes de la comunidad cristiana y misión escolapias. Fomentar la unidad, el buen ambiente, la esperanza, el “bien-decir” en nuestras obras y presencias.

11. Ser expertos en comunión en el conjunto de relaciones personales que se establecen en la presencia escolapia, la comunidad cristiana escolapia, la propia comunidad religiosa,… “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de comunión; este es el gran desafío que tenemos antes nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperan-zas del mundo”27. Quizás este ser una de las contribuciones más significativas que los religiosos pueden aportar: “Ser expertos en comunión que fomentan la espiritualidad de la comunión”28.

12. Hacer de la comunidad un hogar de acogida, de referencia de vida escolapia donde los elementos de la vida religiosa son grandes activos para ello. En este punto juegan un papel especial y muy signifi-cativo los religiosos en comunidades conjuntas con laicos y familias. Son un testimonio de comunión en las obras y presencias escolapias y un gran signo de los tiempos.

13. Convocar a la vida religiosa y demás vocaciones, a la misión escolapia, a participar en la comunidad cristiana escolapia,...

14. Sentirse llamado a potenciar especialmente los “elementos cremallera” que cosen fuertemente la Orden y la Fraternidad: los apoyos mutuos, los religiosos que participan en la Fraternidad, los esco-lapios laicos vinculados jurídicamente a la Orden, las comunidades conjuntas, los servicios y ministe-rios compartidos entre ambas entidades, los envíos, la misión compartida, los momentos y acciones de encuentro,…

15. Conviene hacer una mención especial a la Fundación Itaka-Escolapios, una plataforma de misión compartida institucional en la que participan en distintas formas varias Demarcaciones y Fraternida-des escolapias. Se trata de una apuesta institucional para multiplicar la misión llegando a ámbitos impensables de otra forma, para hacer crecer a los sujetos que la impulsan y para crear redes de comunión para quien quiera participar. Es una realidad interdemarcacional con grandes posibilidades de servicio, en la que participan las Fraternidades.

16. Y en todo momento, lugar y condición, ser auténticos Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías para mayor gloria de Dios y utilidad del prójimo.

25 Evangelii nuntiandi, 21. 26 Novo millennio ineunte, 31. 27 Novo millennio ineunte, 43. 28 Vita Consecrata 46 y 51.

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4. Testimonios de religiosos

4.1. Antonio Lezaun 1. El religioso escolapio es mantenedor del carisma calasancio bebiendo constantemente en las fuentes

de nuestro carisma, procura

Que se mantenga vivo y eficaz en las circunstancias actuales

Que se abran también caminos de futuro 2. El religioso escolapio es especialista en evangelización. Como preparado específicamente en el

conocimiento de la Historia de la salvación

Dirige y orienta a los/las profesores de religión, a los/las catequistas y monitores

Desarrolla también directamente actividades de presentación del kerigma, catecumenado, for-mación de profesores/as, etc.

3. El religioso escolapio es garante de la titularidad. La titularidad de los centros de actividad es un instrumento jurídico que permite

conservar y fomentar la identidad de nuestros centros. Aunque el religioso Escolapio puede también trabajar en centros de otra titularidad, cuando la tenemos hemos de aprovecharla para mejorar la actividad de todo el centro de cara a asegurar y potenciar el desarrollo de nuestro ca-risma.

y cuando la delegamos, no nos desentendemos de ella, sino que acompañamos a quienes la ejercen por delegación.

4. El religioso escolapio es animador de la comunidad cristiana escolapia. La comunidad la componen todos sus miembros. Pero el religioso Escolapio es quien, por misión específica:

la convoca

la anima con la palabra

preside las celebraciones sacramentales (si es sacerdote)

fomenta siempre la unidad

4.2. Iñaki Alberdi Hablar de este tema es delicado, porque no todos tenemos la misma visión y experiencia, pero es decisi-vo, porque en ello nos va el sentido de mucho de lo que somos y hacemos.

En primer lugar, yo diría que tenemos que ser “el alma” de nuestros Colegios; no los organizadores. Y por “ser alma” entiendo el ser garantes y “la voz de la conciencia” de la identidad escolapia de nuestra Misión.

Por concretar más, yo creo que no podemos dejar de ser los que humanizamos las situaciones que viven los chavales y sus familias, los que ponemos comprensión y perdón en los conflictos, los que siempre salimos a favor de los que no cuentan y no tienen “éxito” en el Colegio.

Somos la referencia religiosa. Siempre ponemos una palabra y un pensamiento que nos lleva a lo tras-cendente.

En los claustros, equipos y diversos foros, tenemos que ser los que animan y no los que piden resultados, marcan ritmos de trabajo o denuncian actitudes. Quien cuestione ciertas actitudes no son nuestras pala-bras, sino nuestro estilo de ser, estar y trabajar en el Colegio. Para pedir resultados… tienen que estar otros.

Debemos ser los únicos que no tienen hora programada para atender a Padres y alumnos.

Para decirlo con palabras rotundas y finales creo que tendríamos que ser, con todas nuestras limitacio-nes, la cara humana y actualizada de Jesús de Nazaret.

4.3. Ion Aranguren Creo que tiene que estar en el meollo de la misión, en el centro del colegio, trabajando junto con los que garantizan un estilo escolapio, es decir, una forma de hacer, de vivir y de trabajar en nuestras obras. Ser signo, encarnando todo aquello que hablamos y decimos que queremos ser; y signo comunitario, puesto que es enviado desde una comunidad, que a su vez es motor y referencia de la vida escolapia. Trabajan-

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do en equipo desde los diversos ámbitos de las obras, para que ese estilo se plasme en el día a día: en las decisiones, el trabajo, los momentos importantes… Pero, sobre todo, sigue siendo lo más nuclear estar en contacto con chavales, contando con espacios, tiempos y momentos para acompañar y celebrar la vida con niños y jóvenes. En ese sentido, que las reuniones organizativas, que tienen que existir y en las que el religioso tiene que estar, no terminen siendo un impedimento para el día a día con los chavales. Y por último, que ofrezca una actitud creativa de cara a ir actualizando el carisma, para ensayar nuevos pasos de misión y de vida.

4.4. Juan Carlos de la Riva Somos transmisores del regalo del carisma calasancio con nuestra vida y con nuestro trabajo. Siguiendo el esquema de las tres dimensiones de nuestro carisma distinguimos: la espiritualidad, la vida y la misión.

Somos garantes de una espiritualidad vinculada a la educación y evangelización de niños y jóvenes: leemos el Evangelio desde ahí, y compartimos nuestra fe en la comunidad pequeña, la fraternidad, la eucaristía de la comunidad cristiana escolapia, etc. En la comunidad de vida, y en la fraternidad, el reli-gioso cuida especialmente de generar espacios de crecimiento en la fe para todos cuantos la forman, y en círculos concéntricos, para cuantos quieran acercarse al ritmo que quieran.

Somos testigos de vida comunitaria, y transparentamos amor, entendimiento, proyecto compartido, unión en la diferencia, etc. Cultivamos unas relaciones de calidad, y generamos comunitariedad, convirtiéndo-nos en referente comunitario para grupos y personas.

En lo relativo a la misión, varios ámbitos de trabajo, que evidentemente afectan más a los escolapios a tiempo completo en la tarea, pero en la que también han de estar presentes los jubilados en su aportación menos exigente, pero significativa:

el trato directo con los chavales, que creo que no debe faltar, niños o jóvenes… también con las familias: clases, convivencias, grupos, campañas, celebraciones.

el apoyo a los educadores en el día a día, en un trabajo codo a codo en pasillos, aulas, campa-mentos…

el acompañamiento de las personas que ostentan responsabilidades especiales, pastorales, di-rectivas… con ellos, reflexión común, apoyo en lo humano, acompañamiento, compartir de car-gas y tareas, etc.

la vinculación con los más débiles, con los pobres, bien de la propia obra, o bien del entorno en que se sitúa la comunidad.

el generar sinergia de todos los que participan en la obra haciendo sentirse parte de una misión común, ilusionando, valorando las aportaciones diversas, planteando metas, evaluando, anali-zando, optimizando recursos, centrando en el Evangelio y el carisma…

4.5. Javi Aguirregabiria Ahora que estamos buscando la excelencia en la gestión, nos suele venir a la memoria la necesidad de conocer las ventajas competitivas de nuestra entidad.

Aplicando este criterio al papel del religioso en nuestras obras y presencias, podríamos decir que su apor-tación específica le viene de ser:

Sacerdote. Y por ello, ministro de la comunión, de la palabra, de la celebración y del servicio. Lo cual en nuestras obras significa creador de consenso en torno a lo nuclear, destacar las señas de la Palabra y la identidad cristiana del colegio, celebrar la eucaristía y los sacramentos y ani-mar otras celebraciones y estar disponible.

Religioso. Lo que sirve para destacar, además del valor de los votos evangélicos, la centralidad de la comunidad. Y en una obra escolapia él y su comunidad han de ser referencia y motor para la comunidad cristiana escolapia que ha estar viva y operante.

Escolapio. Es decir, priorizando la atención a niños y jóvenes, a los más pobres, la evangeliza-ción y la educación para hacer un mundo mejor.

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4.6. Miguel Giráldez Lo específico de los religiosos es “ser signo, memoria y profecía de los valores evangélicos” y con la Iglesia evangelizamos, desde nuestro carisma y ministerio.

Aunque la escuela, “es la institución privilegiada para ejercer el ministerio específico escolapio”, ser reli-gioso escolapio hoy, no consiste solamente en realizar una tarea: escolar, formal o no formal, extra-académica, educación social... Es más, es educar y formar. Haciendo aflorar los “talentos” y deseos que hay en cada uno y ofreciendo propuestas concretas para la realización de lo aprendido y de las inquietu-des generadas, en el “proceso educativo-pastoral”, desarrollado en cualquier obra o presencia.

Creo que el religioso debe dedicar su esfuerzo a potenciar la aptitud de búsqueda, para que los niños, jóvenes o adultos, educadores o no, que participan en el proceso, si sitúen en el umbral de la Fe y si quieren libremente lo traspasen, y si optan, vivan su fe en Comunidad. Todo ello desde la libertad, inter-pelando a la cultura o colaborando con ella, integrando la diversidad, transmitiendo el carisma y privile-giando el diálogo entre Fe y Cultura. Asumiendo que: “El porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar” (GS, 31).

Sin olvidar estar en comunión, con aquellas/os que quieran compartir o comparten, el carisma y misión. Propiciando la formación de los mismos, que se convierte hoy en una tarea fundamental para el religioso.

Debemos estar dispuestos, desde la libertad que da la obediencia, a situarnos en “las fronteras”, promo-viendo la justicia y la solidaridad, y situando en el centro del proceso educativo-pastoral a los pobres, a los últimos.

4.7. Juanjo Iturri Los religiosos escolapios creo que debemos ser los “líderes carismáticos para el desarrollo y la contribu-ción de las demás modalidades de participación en el carisma escolapio y en las Escuelas Pías” (nuevo estatuto de participación y Misión de nuestra provincia). Para ello:

Vivimos personal y comunitariamente nuestro seguimiento a Jesús al estilo de Calasanz con lo que ello implica de oración, comunión, votos,…

Somos pastores de esas diversas modalidades: Impulsamos los elementos más característicos de la identidad cristiana y escolapia: La Fraternidad, La CCE, la IDENTIDAD en nuestras pre-sencias, el desarrollo de la Misión, Visión y Valores, los procesos, la sensibilización social, las celebraciones,… Somos enlace entre el ámbito escolar y extraescolar del Colegio y entre las di-versas presencias (Colegio, Fundación, Iglesia,…). Dinamizaos el grupo de MC. Estamos pre-sentes en la identificación y selección de los cambios a introducir en nuestras presencias: (pro-gramaciones cuatrienales). Impulsamos y participamos en campañas y actividades sociales. Preocuparnos por la educación en valores…

4.8. Daniel Mª González Extracto de la carta enviada por Daniel Mª González a los tutores de Secundaria y Bachillerato el Grana-da 25 de septiembre 2006

En el Claustro de comienzo de curso, os comunicó Roberto que uno de los trabajos que ofrezco al cole-gio, en esta nueva etapa de jubilado, es mantener entrevistas personales con los muchachos.

Estoy convencido que uno de los servicios educativos más valiosos que podemos ofrecer, es éste: el diálogo personal. Desgraciadamente, los horarios y el trabajo, no dejan muchas posibilidades a los tuto-res.

Todos sabemos los problemas de diversa índole que acumulan hoy nuestros alumnos: personales, fami-liares, sociales, que además de hacerles sufrir suponen un obstáculo para su rendimiento académico.

Mi ofrecimiento consiste en poder hablar, como amigo, con aquellos muchachos de vuestras tutorías que vivan este tipo de situaciones. Ni que decir tiene que mi ofrecimiento lo hago extensible para cuantos confiéis en mi amistad.

Quiero dejar claro que no pretendo sustituir la tarea del Departamento de Orientación. Mi ofrecimiento se sitúa más en el ámbito espiritual y de amistad, que en el plano profesional.

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Extracto de la reflexión enviada por Daniel sobre el papel de los religiosos jubilados

En la nueva realidad social en que vivimos, me parece bien plantear el papel de los religiosos que van pasando a la situación de jubilados (los laicos escolapios, de momento, no alcanzan esa edad). Los reli-giosos no pueden ser simples profesionales, que con plenas facultades, por el fixismo de la ley, dejan de ser “productivos” prematuramente. El Reino de Dios no puede permitirse ese lujo. (Mt.9,37).

Para los religiosos y los laicos, los años pasan. Más tarde o más temprano, las fuerzas se debilitan y llega el tiempo de la jubilación, que hoy, socialmente, va unida a una edad concreta. Pero la llamada, la voca-ción del religioso y del laico escolapio, no tiene “fecha de caducidad”. Los años no deben apagar la pa-sión por el Reino (niños y jóvenes) ni suprimir radicalmente las tareas. En casos extremos de imposibili-dad física, queda el ser, el testimonio, la presencia.

Por consiguiente, religiosos y laicos escolapios, no han de perder su fuerza de “signo” para la presencia escolapia en cada ciudad o pueblo donde esté la Escuela Pía. Podemos preguntarnos, ¿qué signo?, ¿qué presencia? cuando llega la jubilación. El religioso jubilado tiene un inestimable valor de “júbilo”: expresión realzada de la alegría y la gratuidad (ahora se dispone de más tiempo para darse gratuitamen-te).

¿Qué puede dar o hacer un religioso escolapio jubilado? A modo de sugerencias de las enormes posibili-dades que habrá en cada lugar, apunto las siguientes:

celebraciones con los alumnos a lo largo del curso

facilitar el sacramento de la reconciliación a los niños y jóvenes, tan recomendado por Calasanz

llevar grupos de Oración Continua

atender a la biblioteca del colegio

refuerzo a los niños con problemas de aprendizaje

presencia en los recreos

echar una mano en Secretaria

ocupar servicios en la comunidad

ayudar a las parroquias (donde las haya)

acompañar grupos de personas adultas, v.g. “Vida ascendente”

visitar enfermos

compromisos de voluntariado fuera de la institución escolapia, v.g. Cáritas, Granada Acoge.

y otras tareas acomodadas a la capacidad y situación de cada religioso jubilado.

4.9. José Manuel Jiménez Partiendo del hecho de que estamos en una crisis de la vida religiosa, que se manifiesta en la escasez de vocaciones y en el auge de los laicos, debemos tener claro que la vida religiosa se tiene que adaptar a una situación eclesial nueva. El número de religiosos será escaso, en cambio el número de laicos “com-prometidos” debe ir aumentando. De esta manera, nos encaminamos a comunidades, de techo o no, que estarán formadas por un número mayor, tal vez mucho mayor, de laicos que de religiosos. ¿Cuál será el papel de los religiosos en esta nueva situación? Deben ser los que ejerzan el ministerio de transmitir el carisma y las “auténticas” tradiciones, que unan las situaciones nuevas con la historia de la Orden y las encajen en cada momento de la Historia.

4.10. Juanjo Aranguren Ser una referencia carismática entre la gente que trabaja en nuestras obras y presencias. Formar parte del alma de la presencia escolapia. Ser animador, dar ánimo a la misión.

Somos muy pocos los religiosos que estamos en el tajo de nuestras obras. Por eso tenemos que ser significativos. Tenemos que aportar alegría, optimismo, esperanza, ánimo. Con mucha sencillez, pero ser lo más significativos que podamos.

Me encuentro bien aportando en el colegio la síntesis de los tres núcleos identitarios de mi vocación esco-lapia: religioso – sacerdote – educador.

Me gusta tener clases y contacto directo con los alumnos, estar sometido a un horario y a las obligacio-nes del trabajo académico, ser colega de los demás profesores y profesoras.

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Aunque no es lo que más me gusta, entiendo que el religioso que trabaja en nuestras obras debe ser hombre de equipo y que “necesariamente” le ha de tocar formar parte de algunos de ellos (CLT, Equipo de Pastoral; Equipo Directivo, Equipo Técnico de Coordinación Pedagógica, Consejo Escolar…)

Dimensión vocacional:

Intento responder a mi propia vocación, adaptándome a las sucesivas etapas y desafíos que me toca vivir.

Puedo hacer visible, imitable y contagiable la vocación religiosa escolapia.

Con mi saber estar puede que se despierten vocaciones laicales: a la Misión Compartida, a la Comunidad Eclesial Calasancia, a la Fraternidad…

4.11. Pablo Arrabal Ser levadura en la masa. Estar en medio de las obras para aportar lo más auténtico nuestro. Convencidos de que hemos encontrado la mejor manera de servir a Dios entre los chicos, preferentemente entre los más necesitados. Ser testigos del Evangelio y vivirlo entre los muchachos desde la humildad y sencillez del educador escolapio.

Por eso nuestro papel se desarrollará mejor estando entre los niños y jóvenes, "perdiendo" nuestro tiem-po en las clases, jugando con ellos, acompañándoles en su descubrimiento y crecimiento de la fe, cele-brando con ellos la vida... Sólo si nos ven entre ellos y nos conocen, si somos cercanos a sus realidades, si nos ven educadores en sus vidas seremos significativos en sus historias; guías y maestros.

Para otros educadores que nos vean y con los que compartimos nuestro trabajo seremos también testi-monio de compromiso y entrega, desde una opción cristiana concreta, por la búsqueda de un mundo nuevo.

A Jesús le siguieron muchos porque descubrieron en Él a uno que enseñaba con autoridad, que vivía lo que anunciaba, o mejor, que anunciaba con su vida. Aportaremos más si siguiendo al Maestro de ese modo nos descubren como hombres de fe, de oración, de entrega por el Reino que han acogido al más pequeño en su nombre y han optado por vivir el Evangelio de Jesús al estilo de Calasanz.

Una entrega apasionada así por los niños y jóvenes, por los más pequeños y pobres, atraerá a otros jóvenes que quieran también descubrir la alegría de seguir a Jesús en la Escuela Pía.

4.12. José Díaz En estos momentos, en que la escasez del personal religioso se ha ido reduciendo tanto, es más necesa-rio que nunca repensar la presencia del religioso en nuestras obras, para aprovechar al máximo nuestra eficiencia y potenciar así la eficacia de nuestro actuar, preparando y delegando en otro personal aquellas tareas a las que no se pueda llegar, sin cerrarse nunca, ni cerrar el paso a ninguna persona preparada, colaborando siempre con las personas mejor preparadas y formadas para tales tareas.

En el personal religioso presupone esto, prioritariamente, una sincera y profunda conversión personal que tendrá que ser acompañada por una articulada transformación de la presencia de los religiosos.

La primera opción será conseguir una revitalización interior y personal del religioso, recuperando el en-cuentro y la presencia entre los jóvenes, empeñándose en difundir el carisma de Calasanz entre los laicos y todos los colaboradores.

La segunda opción tratara de reorganizar la presencia del religioso escolapio, esto es, saber y tener claro lo que se pretende, garantizando siempre la "identidad", el carisma fundacional para que no falle la efica-cia educativa y formativa, pastoral y evangelizadora y la promoción de la cultura vocacional. Mejorando así el crecimiento de la calidad carismática calasancia y evangélica. Apostar por la escuela para lograr una formación de calidad con el fin de conseguir que salgan unas personas con la madurez correspon-diente a su edad y puedan así desenvolverse en los ambientes que les toque trabajar, dando así sentido a todo su hacer y vivir.

La tercera opción consistirá en trabajar por conseguir una recuperación espiritual y cultural, en medio de una sociedad que nos toca vivir, mezcla del laicismo, indiferentismo, consumismo etc. con convicciones, con valentía para confesar sus creencias y valores evangélicos privada y públicamente, sin sentir ver-güenza ni miedo, en el medio donde les toque trabajar y desarrollar la vida. El religioso escolapio debiera ser un "signo", un "testigo" que con su coherencia estrecha entre lo que dice, hace y vive no haya contra-

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dicción, sino un gran equilibrio y armonía ya que así se hará "creíble" y su influencia estará fuera de duda en el ejercicio, o papel, de orientar y dirigir, notas o características esenciales que tendrá el papel del religioso.

5. Material para el rector de la comunidad Para tratar este tema en la comunidad, proponemos cuatro formas posibles. Corresponde al rector decidir la mejor manera de abordar el documento, eligiendo alguna de las indicadas a continuación, o pensando cualquier otra forma idónea. Cada uno verá, en función de las características de su propia comunidad, la manera más adecuada de propiciar la reflexión, la participación y la implicación en el tema.

5.1. Posibilidad 1: Charla Se puede pedir que algún miembro de la Congregación, o algún otro religioso, presente el documento, explique lo central del mismo y propicie un diálogo en la comunidad.

5.2. Posibilidad 2: Encomienda a alguien de la comunidad Se puede encomendar a una persona de la propia comunidad que prepare el tema para el resto, eligiendo el método más adecuado: pidiendo leer antes y traer subrayado y dinamizando después la reunión; dando él las claves y formulando algunas preguntas que ofrecemos en esta misma hoja,… Cabe también pedir un voluntario para hacer esta labor.

5.3. Posibilidad 3: Centrándonos en las 15 pistas El punto 3.3 del documento pretende dar pistas sobre el tema planteado “El papel del religioso”. Podemos plantear a la comunidad centrarnos en ese punto:

Comentar en general: ¿Cómo estás viviendo personalmente la evolución que va teniendo la rea-lidad de vida y misión escolapias? Esperanza, preocupación, resignación, indiferencia, confian-za, colaboración, liderazgo, incomprensión, disponibilidad,...

En relación al punto 3.3 comentar estas preguntas:

¿Qué pistas estamos viviendo con más esperanza e ilusión?

¿Qué pistas nos genera más dudas o dificultades? ¿Cómo superarlas?

¿Qué propuestas concretas nos pueden ayudar a avanzar en cada una de ellas a nivel comuni-tario?

5.4. Posibilidad 4: En base a preguntas para sección En cada sección se pueden formular algunas de estas preguntas u otras:

2.1. Pasión por Cristo, pasión por la humanidad de los religiosos

¿Cómo vivo hoy mi opción vocacional y amor primero?

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¿Cómo alimento y renuevo mi vocación religiosa?

2.2. Vida consagrada como signo y profecía

¿Vivo con intensidad los consejos evangélicos?

¿Siento la comunidad como signo específico de nuestra vocación religiosa?

2.3. Sacerdotes al servicio de la comunidad cristiana

¿Cómo he ido y voy desarrollando mi dimensión sacerdotal?

¿Cómo contribuyo con mi sacerdocio a la construcción de la comunidad cristiana?

2.4. Escolapios en la espiritualidad, vida y misión

¿Cómo entiendo hoy mi ser escolapio?

¿Cómo integro e impulso los tres elementos (espiritualidad, vida y misión) en mi vocación esco-lapia?

3.1. Claves de la presencia escolapia

¿Cómo vivo la realidad de la presencia escolapia entre nosotros?

¿Cómo podemos ayudar personal y comunitariamente a impulsarla?

3.2. Desde la presencia escolapia, todos somos convocados

¿Qué aspectos de los descritos veo más claros y cuáles no?

¿Cómo siento mi “con-vocación” a la presencia escolapia?

3.3. Papel del religioso

¿Qué pistas de las quince descritas nos pueden servir para avanzar más personal y comunita-riamente?

¿Cómo podemos contribuir como comunidad?

4. Testimonios concretos de religiosos:

¿Qué me aporta la lectura de estos testimonios?

¿Qué conclusiones sacamos de ellos?

5.5. Otras sugerencias metodológicas A lo largo del documento hay cantidad de lluvias de ideas sobre el papel de los religiosos a partir

de los elementos de la vocación y de la realidad actual. Se puede compartir en comunidad las que me han parecido más sugerentes, más útiles para pensar juntos en comunidad,…

Hay textos de la Iglesia, las Constituciones, de otros documentos: se pueden hacer subrayados y comentar lo que más nos ha gustado o servido,…

Se puede, simplemente, leer el documento y pedir que contestemos cada uno a la pregunta del tema: ¿Cuál es el papel de los religiosos en las obras y presencias escolapias?

Su puede pedir que cada uno exprese en unas pocas líneas su respuesta, de modo semejante a los testimonios que adjuntamos.

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DOCUMENTOS DE LAS ESCUELAS PÍAS – EMAÚS

1. Estatuto del escolapio laico 2. Proyecto de presencia escolapia en Emaús

3. Proyecto de pastoral ampliado 4. Proyecto de pastoral reducido

5. Estatuto de organización de la misión 6. Estatuto de administración y gestión

7. Documentos de la Fraternidad de Emaús 8. Proyecto de presencia escolapia en Bilbao

9. Proyecto de presencia escolapia en Córdoba 10. Proyecto de presencia escolapia en Granada

11. Proyecto de presencia escolapia en Pamplona 12. Proyecto de presencia escolapia en Sevilla 13. Proyecto de presencia escolapia en Tafalla 14. Proyecto de presencia escolapia en Tolosa 15. Proyecto de presencia escolapia en Vitoria

16. Equipos y rostros de las Escuelas Pías Emaús 17. Proyecto marco de los grupos 18. Papel del religioso escolapio

19. Estatuto de participación en la misión y carisma escolapios 20. Los ministerios en Emaús 21. Proyecto educativo marco

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