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REVISTA DE ESTUDIOS HISTÓRICO INFORMATIVOS DE LA MEDICINA Secretaria de Redacción Centro de Documentación de Historia de la Medicina de J. URIACH & Cía. S. A. Barcelona, noviembre de 1971 Dr. JULIO GUTIÉRREZ SESMA EL PADRE ISLA Y LOS MÉDICOS ESPAÑOLES DEL SIGLO XVIII 7 M&H

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REVISTA DE ESTUDIOS HISTÓRICO INFORMATIVOS DE LA MEDICINA

Secretaria de RedacciónCentro de Documentación de Historia de la Medicina de J. URIACH & Cía. S. A.

Barcelona, noviembre de 1971

Dr. JULIO GUTIÉRREZ SESMA

EL PADRE ISLAY LOS MÉDICOS ESPAÑOLES

DEL SIGLO XVIII

7M&H

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EL PADRE ISLAY LOS MÉDICOS ESPAÑOLES

DEL SIGLO XVIII

Dr. JULIO GUTIÉRREZ SESMA

S U MARIO

I. Visión panorámica del siglo XVIII. — Elpadre José Francisco de Isla.

II. Formación médica del P. Isla. —<- Testi-monios de la variedad y extensión de sus co-nocimientos médicos. — Isla, médico de símismo y de los demás.

III. Isla y los médicos españoles del sigloXVIII. — Variantes de su actitud crítica ensus obras anónimas, cartas y sermones. — Unsermón sobre la moral médica.

IV. Conducta práctica del P. Isla frente a laenfermedad: obstinada dieta de médico y bo-ticario. — Una fundada hipótesis: ¿pensó Islaescribir un «Fray Gerundio» contra los malosmédicos?

V. Análisis y justificación de la postura crí-tica del P. Isla. — La verdad sobre la medici-na y los médicos del siglo XVIII.

III

... Ese padre Isla de los últimos años,vestido de abate italiano, de rostro serio yparcialmente amímico a causa de suhemiplegía...

... Creí ver en él un trasunto de la estepacastellana, con horizontes inmóviles,in terminables...

I. Visión panorámica del siglo XVIII. El modo de los solitarios chopos de la mesetapadre José Francisco de Isla. eran capaces de denunciar al cielo y a la tie-

rra, con su valiente actitud crítica, los malesEl siglo XVIII, el de las luces, que en su provee- que habría que corregir y los caminos torcidosción hispánica se presenta tan cargado de tre- que era menester enderezar,mendos defectos, falto de originalidad y con Acaso Feijóo, bien estudiado, apasionadamen-una incontenible decadencia inicial en los te estudiado por Marañón, fuese el más corpu-más variados órdenes es, no obstante, si se lento y frondoso de aquellos chopos, enhies-considera en toda su extensión y contenido, to como un abanderado, y no lejos de él, enun siglo trascendente y una encrucijada de- hilera de desiguales y cambiantes valores, loscisiva para el curso ulterior de nuestra his- padres Sarmiento, Tosca, Rodríguez, los médi-toria. eos Andrés Piquer y Gaspar Casal, el cirujanoCuando se contempla la versión española del Virgili, y a modo de grotesco espantapájaros,siglo ilustrado en visión panorámica libre de la figura esperpéntica de Torres Villarroel,prejuicios, es factible ver en él un trasunto o y ya al atardecer del siglo, otro ciruja-más bien un remedo de la estepa castellana, no, Antonio Gimbernat, el poeta Cadalso, elcon horizontes inmóviles, interminables, tra- estadista Jovellanos, los Fernández de Mora-zados a cordel, mientras al fondo, cual pince- tín, la figura genial de un pintor tenebroso yladas enérgicas de un verde limpio, cambian- crítico, Francisco de Goya, y con ellos, com-te y prometedor, mirando al sol o a las estre- partiendo un lugar preferente, el P. José Fran-llas, se perfilan los viejos chopos, cada vez cisco de Isla, conocido casi exclusivamentemás escasos y más solitarios, que parecen pe- por su Fray Gerundio de Campazas o airadadir al Dios del limpio cielo de Castilla no sa- crítica contra los malos predicadores, y enbemos si justicia o misericordia para las ári- menor medida por sus cartas a familiares ydas tierras de pan llevar. amigos, y a quien en años de laboriosa y cons-Porque nuestro siglo XVIII ha sido, sobre todo tante investigación en archivos y bibliotecas,durante su primer tercio, algo así como ese hemos llegado a conocer muy de cerca y lo bas-paisaje de la Castilla eterna, con sus campos tante profundamente, como para poder aden-yermos, sus eriales inmensos y el inacabable tramos a través de sus numerosos escritos yhorizonte rectilíneo de los mediocres valores de las variadas etapas de su ajetreada vida,de una sociedad, dividida en bandos y tenden- en un mundo social y humano, bien conocidocias, y empeñada, en gran medida, en la esté- por él y por eso duramente criticado: el mun-ril tarea de echarse la culpa, los unos a los do médico del siglo XVIII.otros, mientras allá, en la lejanía, se alzaban Pero antes de penetrar en ese mundo médico,esperanzadoras, las figuras señeras y llenas es necesario situar al padre Isla cronológica-de vigor de unos cuantos personajes que al mente. Quede por tanto señalado, que José

IV

Portada de las «Cartas de —"" " ' *Juan de la Encina», escrito , C1 4 TÍ T'vrf C '*anónimo que demuestra ls ¿i lí 4.Y1 Os . jcómo Isla, que a la sazón I > ' • V»contaba 29 años, tenía ya los . i DE JUAN BE LA ENCINA. ,conocimientos médicos I O B R A ' •suficientes como para criticar '•los errores profesionales r DEL P. JOSICF FRANCISCO .del cirujano José de <*-' **'<* > t!" /a extinguidaCarmona. • Compañía de Jesús, • ' •

•CONTRA UN LIBRO QUE ESCRIBIÓ ,Don Josef íle Cjmnona, Cifitj.mo iltí ia ¡Ciudad de Segovia, intitulado: Mita* i

da Racional de turar Sabañones. i

; • SsGUHDA ÍOICION. /****"'" ,'

• . CON irtltífcu. • .! , __ , , , , ,- \I En Madrid , en Ja Oficina de PANTALEON

AZNAR , Carrera dé S. Gerónimo. + !

' St 6ir//<ir¿ r« la LibrtrtA tí? Panjusl JU>l<t% , talle ¿tt*MtMim\frtn>t<tii*tttai*át$**ltúl, _ - ;

Francisco de Isla y Rojo nace en el pueblecito mon-André-David Tissot. Isla, por el contrario,leonés de Vidanes o Villavidanes el día 25 de hubo de leer mucho en los libros de la facultad,abril de 1703, y va prácticamente marchando observar bastante y practicar algo hasta lle-con su siglo en un afanoso e inquieto peregri- gar a poseer los conocimientos médicos quenar que durará exactamente 78 años, seis me- sus escritos nos delatan. Él mismo confiesa,ses y ocho días, hasta el de su ejemplar y re- en una de sus anónimas obras satíricas, es-signada muerte en Bolonia, ciudad italiana de crita cuando tenía 29 años —nos referimos asu destierro, en la incierta madrugada del 2 las «Cartas de Juan de la Encina» contra elde noviembre de 1781, tras unos años de ver- cirujano José de Carmona— que no es ni mé-dadero calvario corporal y espiritual. dico ni cirujano, pero tiene un «género de in-

clinación a todas las facultades»; y en otrolugar de dichas cartas se atreve «a poner en

// . Formación médica del P. Isla. — Testi- pie algunos reparillos que no parezcan malmonios de la variedad y extensión de sus co- a los mismos profesores», con lo que viene anocimientos médicos.—Isla, médico de sí considerarse desde este momento como unamismo y de los demás. persona con la autoridad suficiente para dis-

cutir de medicina y criticar los conocimientosPero, ¿por qué hemos de hablar de Isla como y posturas de los profesores, quizá en aten-crítico de los médicos? ¿Es qué el padre Isla ción a la ignorancia supina que atribuye, osabía algo de medicina? mejor dicho, acabará por atribuir, y no sin ra-Isla no era médico, como no lo eran tampoco zón en muchos casos, a la mayor parte de lossus coetáneos el Reverendo Feijóo y los pa- que en España se dedicaban al arte de Escu-dres Sarmiento y Rodríguez, pero poseía como lapio.ellos una cultura médica nada vulgar. Acaso Si pasamos al estudio de los 102 sermones della mayor sorpresa nuestra, al leer de forma padre Isla publicados después de su muerte,exhaustiva sus obras publicadas y las inéditas, que son sólo una parte de los que en vida pre-algunas de las cuales hemos tenido la ocasión dicara, en 34 de ellos encontramos documen-y el goce de descubrir, haya sido la de topar- tadas alusiones a la medicina y a los médicos,nos a cada paso con atinadas alusiones a la que nos revelan cómo Isla gustaba de echarmedicina, a la terapéutica y a los médicos. mano de este arte para ilustrar y aclarar pun-Con el saber médico de Isla, estudiado en toda tos dudosos de religión y moral. En más desu extensión, hemos podido llenar un copioso un caso estas alusiones dejan de serlo paranúmero de fichas que atestiguan su formación convertirse en verdaderas lecciones, como laen este campo, que siendo fundamentalmente que sobre higiene alimentaria, descubrimos enteórica y a veces también práctica, es induda- un sermón predicado en Santiago el año 1738,ble que no tuvo su origen en la lectura apresu- o le sirven para establecer en el momentorada de unos cuantos manuales de divulga- oportuno una comparación entre la medici-ción médica al estilo del célebre «Aviso al na espiritual y la corporal y, en fin, en algunapueblo» que escribiera su contemporáneo Si- ocasión su oratoria discurre certera por el

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iimil 1 Portada del Tomo I de las «Cartas familiares»; . . > , . del padre Isla a su hermana

•,. CARTAS FAMILIARES *. • María Francisca, cuyo texto descubre con• • _ ? " ' ' • _ . _ ' „ , * * frecuencia la nada vulgar formación

. .PELP.JOSEPH FRANCISCO . médica y terapéutica del autor.,. ~ . . BE fsiA, - ^ . Edición de 1790.

' " • ' , ÍSCmTAS X Stí asKKANA ' .

¿OSA MARÍA FRANCISCA-. . . C E I S I A ¥ 1OSADA, • , .*•• .

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! .. • ¿C NICOLÁS DE ATALAS. - . - - • . - - • • ' • ' v ' , * f -.- '; . ; ; ? . • * • , - T O M O V v ' - ' * • - • - • " *

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'•• » . MADRID MDCCXC..'"?• - W u O W M S T Á »* IATÍBOA DE IBJIRW.

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espinoso campo de la moral del médico en sus escritos se mencionan con frecuencia aejercicio. los más relevantes personajes de la medicina,Pero quizá sea en sus cartas, sobre todo en la distinguiendo con singular elogio a Hipócra-correspondencia cambiada, casi día a día, con tes, Avicena, Galeno; los clásicos españolessu hermana de padre, María Francisca, donde Arnaldo de Vilanova, Gómez Pereira, el divi-más se entretiene en hablar de los médicos, no Valles, Sabuco de Nantes, y entre sus con-de la medicina, y de sus remedios, y donde temporáneos a Martín Martínez y Andrés Pi-nos vamos a encontrar, desparramados acá y quer, citados laudatoriamente entre más deallá, los ingredientes fundamentales de su una docena de nombres. Igualmente son mu-ideario médico. chos los libros de medicina que cita de me-El comentario frecuente y amplio sobre sus moria y demuestra haber leído,tercianas, sus vahídos, su hipocondría, sus fia- Por otra parte, pasan con mucho del centenartos y, posteriormente, su hemiplegía, amén los términos anatómicos que podemos reco-de otras fatigas menores que le fueron asae- ger en sus escritos, y es también sorprenden-tando a lo largo de su vida, le dan pie para de- te el número de enfermedades y remedios quemostrar la extensión y variedad de sus cono- constituyen el acervo de sus conocimientos decimientos médicos, revelándonos al hacer su patología y terapéutica.patobiografía la calidad y cantidad de los mis- Sirva como final de estas consideraciones pre-mos, su juicio acerca de la medicina de su vias, tres citas tomadas de diferentes partestiempo y su postura crítica ante los médicos de su obra en las que Isla no duda en procla-del siglo xvni. mar su calidad de conocedor de la ciencia dePero como la índole de este trabajo no nos Galeno. Así, al referirse a su primer insultopermite entretenernos demasiado con estos apoplético que acaece en 1767, en ocasión depárrafos introductorios; bástenos decir que su traslado para embarcar rumbo a Italia ca-en nuestro libro, aún inédito, que lleva por mino del destierro, escribirá años más tarde,título «El mundo médico del autor de Fray en el Memorial dirigido a Carlos III, que seGerundio o crítica apasionada de la medicina juzga «no del todo forastero en la facultad deespañola del siglo xvni», quedan recogidos y medicina»; pero es aún más explícito en susordenados, en casi medio millar de páginas, cartas, en una de las cuales, al sacar a cola-todos los conocimientos de Isla en las diver- ción la enfermedad que aqueja a su hermanosas disciplinas del saber médico, y bueno será Ramón, no puede por menos de escribir llenoconfesar también que al finalizar tan laborioso de alegría y «orgullo profesional»: «yo soyempeño y contemplar a un padre Isla médico su único médico, y espero ponerle de manerateórico y práctico de sí mismo y de los demás, que dentro de quince días pueda hacer pocohayamos sido los primeros en sorprendernos, a poco, en una buena muía y con un mozo quecasi diría en asombrarnos, ante la vasta cultu- le cuide, el viaje a Santiago». Y en otra llegara médica del jesuita español más célebre de a especificar, que la correspondencia que diri-su centuria. ge a cierta persona por intermedio de su her-Añadamos todavía, a modo de resumen, que en mana María Francisca «no tiene otro fin que

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Y"l\^.—-^ ' "\\o i Grabado de la «Anatomía completaZ*^ ^ ^ F l< -iv del hombre...v, de Martín Martínez, a quien

f r > | J^ ;? *<¿ Isla concedió siempre su incondicional[ , fr- ,**f±¿sL¿¿*!~'^~ «voto en cosas de anatomía».

curar a un enfermo y averiguar si el médico Isla, por tanto, aprende su medicina en losde cabecera tira más a enterrarle que a cu- libros de esa facultad, pero también al ladorarle». del enfermo, de aquí, que cuando se inclineHay que tener en cuenta, además, tal como por cierto medicamento o discuta sobre de-hemos podido comprobar en sus cartas y en terminada dolencia, lo haga sin titubeos, cons-alguno de sus sermones, que Isla visitaba con ciente de que está en posesión de la verdad,frecuencia a los enfermos, tanto a domicilio dándonos la sensación de que no afirma decomo en los hospitales. En estas visitas, he- memoria, porque haya leído aquí o allá ciertochas sin prisa, que eran ante todo una manera dictamen, sino porque con anterioridad hade cumplir con un deber de misericordia y visto a éste o aquél paciente que sufría delamor al prójimo, Isla no pierde detalle de lo mismo mal y ha podido comprobar la bondadque contemplan sus ojos, ni se le escapa la o la inutilidad de tal o cual fármaco que huboimportancia de la anamnesis y de la historia de aplicársele,clínica de cada paciente y de los remediosempleados para atajar las diversas enferme-dades. Veamos como ejemplo esta viva y pun- / / / . Isla y los médicos españoles del siglotual descripción que se puede leer en uno de XVIII. — Variantes de su actitud crítica ensus sermones, y que creemos se refiere a un sus obras anónimas, cartas y sermones. — Unhospital de enfermos mentales : «Los enfer- sermón sobre la moral médica.meros —nos dice Isla— antes que el médicoentre a la visita, suelen informarle en general Convencidos de la indudable formación médi-de las enfermedades de los dolientes, y en ca del padre Isla, detengámonos a contemplar,particular de sus inclinaciones, de sus pasio- a través de sus escritos, a los médicos espa-nes, o de sus manías. Mire Vd. que fulano pa- ñoles del siglo XVIII.dece esto y esto, dígale Vm. esto: mire que El tono que emplea Isla para juzgar a los mé-citano tiene esta aprehensión, da en esta ma- dicos en general, presenta, dentro de su dure-nía : vaya Vm. en esta especie y dígale esto y za, diferentes matices según venga exteriori-aquello», y a poca distancia de este texto pode- zado en un papel anónimo, en un sermón, o enmos seguir leyendo: «Comienza el médico la su correspondencia particular. En cualquieravisita en el Hospital, va de cama en cama, re- de los casos, Isla no se anda con paños ca-ceta a uno purga, al otro sangría, a éste ven- lientes, y el denominador común es siempretosas, al otro baños, y el enfermero va apun- el ataque violento y a veces despiadado, espe-tando en un membrete lo que el médico receta. cialmente en sus obras anónimas, en las queAcábase la visita, recoge su membrete el en- le es permitido decir cosas que la sotana lefermero y lee en él, la purga para fulano, la impide firmar. Del contenido de estas obrassangría para citano», dejándonos contemplar primigenias de Isla, sólo recogeremos las alu-en esta segunda descripción el proceder del siones de carácter general, no deteniéndonosmédico a la hora de recetar el remedio más en los furibundos ataques personales orladosconveniente en cada caso. de toda clase de epítetos, que Isla dedica a al-

VIIVillagarcía de Campos. Pueblecitovallisoletano de Tierra de Campos,intimamente unido a la vida del padreIsla y a la gestación de su '.«Fray Gerundio»-

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gunos de los contrincantes del padre Feijóo, medicina, capitaneado por Martínez, declarapues los consideramos fruto, no de la razón, y al referirse a las pocas fuerzas que tiene: quedel recto juicio, sino de su apasionamiento se las han «gastado los médicos en aquel tiem-por ese oráculo del siglo XVIII que era el mon- po que los creía», lo que nos hace pensar queje de San Julián de Samos, y consecuencia éstos —los médicos— hacía ya años que letambién de los pocos años de nuestro autor, habían decepcionado totalmente,injertados —como él había confesado más de En una carta escrita desde Pamplona, queuna vez— en un temperamento de fuego, un podemos datar en 1745, lanza Isla su fina sá-amor propio exagerado, y un genio vivo por tira al iniciar así el relato de cierto sucedido:demás. «es el caso, que porque murieron con la ayu-En el orden cronológico, la animadversión de da de los médicos en pocos días media docenaIsla contra los médicos queda manifiesta por de personas, levantó no sé quien el grito con-primera vez, precisamente en una de estas tra los carneros diciendo que estaban sarno-obras anónimas, la intitulada Colección de pa- sos, tinosos y leprosos».peles crítico-apologéticos publicada en 1726, Esta desconfianza inicial vemos se acrecientacuando contaba 23 años de edad, con motivo en el curso de los años y acaba por convertir-de la polémica desatada en torno a la Carta se en abierta hostilidad, que se pone de mani-Apologética del P. Feijóo, aparecida un año fiesto en otra carta escrita posteriormenteantes, es decir, a los tres de la publicación de desde su retiro de Villagarcía de Campos, alotro libro importante en aquel tiempo: la comentar su aversión a la cama : «pues la abo-Medicina Scéptica de Martín Martínez. rrezco —nos dice— tanto como a los médi-En el primero de los papeles anónimos de la eos», y en relación con la primera parte delColección que acabamos de citar, la crítica Fray Gerundio, que espera salga en el invier-de Isla al gremio de los médicos, aparece a no de 1755, añade con su habitual ironía: «siveces envuelta en una fina ironía que hace un terremoto no me engulle o un médico noasomar la sonrisa a nuestros labios, como po- me despacha».demos advertir en la frase siguiente, que sin Un ingrediente humano que va a contribuirdejar de ser dura tiene tanto de donaire como al incremento de su desconfianza hacia losde sátira: «Los Pontífices, Reyes y Universi- médicos, es María Francisca, su entrañabledades —escribe Isla—, con justo título fo- hermana, ante quien fracasan reiteradamentementan a los profesores de esta Facultad, por- tanto los facultativos que la habrían de tratarque de otra manera no cupieran los hombres durante su primer y único embarazo, comoen el mundo, pero ya llegan a tanto los despo- los que intentaron velar por su salud a partirblados, que es preciso cercenar los médicos, de su probable mal parto a finales del año ci-y mantener sólo los necesarios para que con- tado.serve la multitud su equilibrio.» Y en El Tapa- Por eso no nos extraña que Isla, al conocerboca —otro de sus papeles sin firma— Isla, que su hermana se ha librado de ser sangra-que no ha dudado, desde el primer momento, da, escriba a su cuñado en estos términos:en incorporarse al grupo de los escépticos en «En todo caso, a ella la libertaste del mayor

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IX

... Conocido casi exclusivamentepor su Fray Gerundio de Campazas...

El «.Fray Gerundio» es la obra que diofama imperecedera al padre Isla. En estasátira contra los malos predicadorestambién surgen de vez en cuando mm ,datos y comentarios que delatan los ^ K g ¿¿J^.conocimientos médicos del autor. J j j p i .^^^fc^^^M^SSara^waiaí^^""*^-^^^^^^^»^

mal, habiéndola libertado de los médicos»; y ce de las frases siguientes, escritas en oca-una semana después dirá de sí mismo que sión de haber sufrido un cólico al final deteme al médico más que a un puñal buido. unas tercianas: «Cada día me confirmo másPasan los años, pero la postura de nuestro en que los médicos parlan, pero no curan,personaje permanece invariable, tal como po- pues los enfermos que sanan lo deben a la ca-demos comprobar en otra carta de finales de sualidad o a la naturaleza. En el cielo estámayo de 1757 dirigida a María Francisca, en nuestro único remedio... y en la tierra usa-la que dice: «la poca o ningua fe que tengo mos solamente de la paciencia», y un día másen los médicos no la ignoras tú. Cuando me tarde, después de observar que su mejoríafaltasen otras experiencias para desconfiar coincide con la administración del Viático,de ellos, me sobraría la tuya. Ellos caminan vuelve a escribir: «me curó el Médico Celes-a tientas y ningunos más que los más presumi- tial, porque ya está averiguado que los medi-dos y resueltos», y en otro luga?r, tras reco- eos de acá abajo a ninguno curan, más quemendar a su hermana los infalibles polvos sean Médicos de Cámara, y tengan cien Pro-de Aix, tan en boga durante el siglo XVIII, el tos por delante». Pasará un año más y losapasionamiento de Isla y su exagerado amor médicos seguirán siendo en boca de Isla «me-propio le inclinan a escribir: «Nunca han con- ros charlatanes».seguido tanto los médicos con sus recetas a Dejaremos a un lado las restantes alusionesbulto», y quince días después, abundando en a los discípulos de Esculapio, que correspon-idéntica postura añadirá: «En todo caminan den al período de su exilio en Italia, por refe-a tientas los médicos; más por lo mismo pue- rirse casi todas a los insignes médicos bolo-de ser que acierten, porque tal vez hace la ca- ñeses que entonces le asistían. No obstante,sualidad lo que no puede hacer la elección y haremos una excepción al transcribir unasel discernimiento». frases recogidas en una carta dirigida a suApenas unos meses más tarde volvemos a leer, hermana, apenas dos años antes de su muer-en su correspondencia familiar, que su «des- te, en las que muestra una vez más, acaso laconfianza en todos los de la facultad es su- última, su desconfianza en los facultativos,prema, y sobre suprema incorregible». pero no en los italianos, como cabía esperar,Esta crítica de los médicos y de la medicina sino en los de su patria, demostrándonos dellega a ser, andando el tiempo, casi una obse- esta manera que hacía alguna diferencia en-sión y no desperdicia momento ni circunstan- tre unos y otros. Su hermana le ha escrito porcia para ratificarse en su postura. Incluso al entonces, enumerándole las enfermedades quereferirse a los duelos a muerte por el honor han vuelto a afligir a la familia, entre las cua-de una dama, enhebra esta irónica frase: les destaca unas calenturas que a ella misma«pues ya se sabe que las mujeres han muerto han afectado. Isla le responde así: «me de-a más hombres en la calle, que los médicos cías en la última... que quedabais en manosen la cama». de los médicos... aumenta esta circunstanciaTodavía en 1759, mantiene Isla su desfavo- mi cuidado», y para hacer más marcada estarabie concepto de los médicos como se dedu- desconfianza, añade unas semanas más tar-

X

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XI

Anatomía de la Carta Pastoral...».~)bra inédita de un padre Isla casi setentón,oncebida en el sentido figurado de unainatomía o disección de un cadáver, queontiene ¿recuentes alusiones a diversos•stados patológicos.

de: «confío en Dios y en ella —la quina, uno ton y de galope, que sin enterarse de la enfer-de los pocos medicamentos que figuraban en medad más que en grueso o de montón, tomanla brevísima farmacopea de Isla— que ya te el pulso aceleradamente, empuñan o arreba-habrá librado de huéspedes tan molestos», y tan la pluma, que en sus manos es rigurosa-silencia por completo la posible participación mente cañón de artillería, y no tanto escri-del médico en el esperado éxito terapéutico. ben, cuanto fulminan, o disparan receta sobreHasta aquí hemos recorrido, con cierta pre- receta, medicamento sobre medicamento, ven-cipitación, los escritos anónimos y las cartas ga o no venga, el primero que les ocurre lafamiliares del padre Isla con el ánimo de re- fantasía, y sofocan al pobre enfermo, que mue-coger los aspectos más característicos de su re quizá aún más de apoplegía de remedios,sentir acerca de los médicos de su tiempo. En- que de repleción de males —añadiendo a modotremos ahora en la consideración de ese tono de sentencia final inapelable— éstos ningunoespecial, menos apasionado sin dejar de ser ignora, ni aún ellos mismos lo pueden igno-duro, que gusta de emplear contra ellos en al- rar, que son homicidas graduados y verdugosgunas de sus oraciones sagradas. en secreto».Ante la necesidad de ser breves, nos limitare- Más adelante, también ocupan su atención losmos a mencionar un sermón predicado du- médicos ignorantes, a los que se dirige igual-rante la Cuaresma de 1736, en Santiago de mente con un tono que suena a decreto conde-Compostela, probablemente en la catedral, que natorio, declarando «por ladrones y por homi-viene a ser por su contenido como una espe- cidas a todos los médicos —y aquí incluye acié de tratadillo de moral médica. los cirujanos y boticarios— que sin tener elEl padre Isla, con un lenguaje que nos parece caudal necesario, se meten a ejercitar sus ofi-poco serio y demasiado irónico para ser em- cios, y a recibir el salario de los pueblos o depleado en la cátedra sagrada, manifiesta que las casas particulares».va a ocuparse de «los que ciertamente no de- Las colusiones entré médico y boticario —hoyjan hueso sano a ninguno», y acto seguido co- tendríamos que hablar de dicotomías— eranmienza a enumerar los más dominantes pe- una lacra contra la que Isla cree necesariocados de los médicos de su época. arremeter con un lenguaje tan duro como ex-Pasando por alto algunos aspectos deontoló- plícito que suena de nuevo a sentencia legal:gicos de este interesante sermón, que hubie- «Ladrones son, hurtan y pecan —acusará Islasen merecido un extenso comentario aparte, con énfasis— los Médicos... que tienen tratonos detendremos en aquellos puntos de moral de compañía con los Boticarios; quiero decirprofesional que aún hoy pueden encontrar un los que recetan para determinadas boticas, noeco inmediato entre nosotros. porque los géneros sean mejores, ni más bara-Isla reserva la mayor parte de su crítica para tos, ni los boticarios más expertos, sino pre-aquellos médicos que ejercen su arte sin el cisamente por la amistad particular con losrequerido sentido de la responsabilidad, des- boticarios, o por otros interesillos que suelecribiendo magistralmente su modo de obrar haber, y que yo no quiero decir, constándolesen unas pocas frases: son «Médicos de borbo- a ellos muy bien, que hay otros oficiales más

XII

Celda del padre Isla en el Noviciado de la * * I >||'A'XBf / $IV:4Í"LÍL'- ** ' ' "*" M *Compañía de Jesús en Villagarcía - 1 v S H ^ T * • ' i i ( i 'M'* ' ' ' i * u í i

diestros, y otros géneros más puros y mejor antojadizos de muchas medicinas, que ordina-trabajados». riamente hablando aquél es el mejor médicoCon lenguaje algo más suave, que demuestra que receta menos».una vez más su conocimiento profundo de la En un tono más venial deja encuadrado el de-psicología de médico y paciente, para mientes fecto de prodigar al enfermo las visitas sinen la infracción moral que supone el recetar necesidad, descubriéndonos de paso el preciosin necesidad, condenando a «aquellos médi- de éstas. «Hay muchos médicos —explica Is-cos... que precisamente por condescender con la— que por estar pagados visitan demasiadola flaqueza de muchos enfermos tontos, que se poco a los enfermos; y hay otros que los vi-desconsuelan si no hay alguna receta, siem- sitan demasiado por lo mismo que los pagan,pre que el médico los visita los llenan de jara- Aquéllos... pecan ni más ni menos como losbillos, de lamedores, y de otros remedios im- criados holgazanes, que cobran un salario porpertinentes». entero, y ponen el trabajo a medias... OtrosA la supuesta objeción que pudieran hacerle por el contrario los visitan demasiado, cuandolos médicos, arguyendo que tales remedios son ya no hay necesidad, porque saben que porinocuos, responde nuestro padre Isla —con el cada visita hay una peseta»,apoyo de las autoridades en la materia—, «querarísimo medicamento compuesto deja de serdañoso por alguna parte», y que en todo caso, IV. Conducta práctica del P. Isla frente a lasi «no hacen daño a la salud, no puedes negar enfermedad: obstinada dieta de médico y bo-que hacen daño a la bolsa, y que sin qué ni ticario.— Una fundada hipótesis: ¿pensó Islapara qué hacen gastar al pobre enfermo aque- escribir un «Fray Gerundio» contra los maloslíos cuartos ; o por conseguir tú un crédito que médicos?no mereces, o por una vil condescendencia de-lincuente : con que no te puedes escapar de Acabamos de ver, que la pintura que hace Islaresarcirle de aquel injusto daño que le cau- de los médicos del siglo xvm en sus diversossas. O Señor, que el mismo enfermo lo quiere. escritos, no es nada favorable, y aun cuando é)Quiérelo —replica Isla autocontestándose— nos muestra, más de una vez, que hace distin-porque erradamente imagina que aquello le ción entre buenos y malos médicos, aquéllosestará bien, y le hará buen provecho». Para debían ser tan escasos, según su criterio, queterminar, resume en unas palabras como ha apenas quedaban como algo excepcional. Ende ser la conducta del médico en estos ca- estas circunstancias, si se tiene en cuenta lasos : «Desengáñale tú como tienes obligación, creencia ciega de Isla en el poder curativo dey verás cómo deja de quererlo». Pero como la la naturaleza, y que su fe en los medicamentosocasión era tentadora para exteriorizar su opi- se limitaba apenas a la quina, al mercurio y anión personal sobre este uso y abuso de la re- los polvos de Aix, cabe preguntarnos : ¿ Cuálceta —que también en nuestro siglo es el pan fue la conducta práctica de Isla frente a lasde cada día—, Isla no puede por menos de enfermedades, frente a sus propias enfermeañadir: «Y entiendan de camino los enfermos dades?

XIII

t Fachada principal de la Iglesia del

Colegio-Noviciado de Villagarcía de Campos,fe ^ ¿ ^ ••• en una ^e cuyas celdas se retiró Isla

jiá^í^i^S* para escribir su «Fray Gerundio».

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Con machacona reiteración proclama Isla en chocolate, yo se lo doy con mucho gusto, élmúltiples ocasiones, una única divisa terapéu- se va regañando, yo me quedo tosiendo, ytica: la «obstinada dieta de médico y botica- al cabo del día quedamos tan amigos comorio», y con igual tesón intentará convencer a antes».su hermana y a su cuñado de la bondad y en- Cierto que Isla, a pesar de este abstencionis-cacia de esta receta, basándose en parte en el mo, tiene su concepto, al menos teórico, dehecho de que «es evidencia experimental que cómo debe ser el médico y así apunta en unoa muchos adultos cura Dios de muchísimas de sus escritos polémicos, si bien identifican-enfermedades sin asistencia de médicos», no dose con Feijóo y siguiendo al admirado Va-obstante, Isla admite la excepción a su regla lies: «que cuando estemos enfermos, busque-abstencionista en determinadas situaciones y mos un médico sabio y virtuoso». Isla añadeasí lo hace saber a su hermana, aleccionando- por su parte, al pergeñar este tipo de médicola con estas palabras: «No uses de médicos ni modelo, que sea «Médico que haga poco, por-de medicinas, sino en aquellas enfermedades que desconfía mucho». Pero aún este espéci-agudas y ejecutivas en que lo manda la ley de men de médico que haciéndose eco del padreDios y sería temeridad el dejar de practicar- Feijóo propone Isla, es médico para los dé-lo». Frase que resume a la perfección lo más, no para él, que ni le quería ni, según susque fue norma habitual de nuestro jesuíta, que arraigadas e invariables ideas, le necesitaba,sólo le vemos recibir la visita del médico porque desde su juventud, y todavía más al co-—siempre a regañadientes y un poco a con- rrer de los años, había de considerarse médicotrapelo— cuando la gravedad o agudeza de de sí mismo y, por extensión, médico de lossus achaques le obligan a ello, tal ocurre du- que le rodeaban.rante sus tercianas, en los años de los repetí- Una vez hemos contemplado a los discípulosdos insultos apopléticos iniciados en España de Hipócrates y Galeno, tratados y sobre todoy continuados en el exilio, ante la aparición de maltratados, en ese animado cuadro que esuna dolorosa hernia inguinal senil, y en algún parte principal de la vida y de la obra del pa-que otro caso de excepción. dre Isla, cabe pensar, si éste no sintió en algu-Pero aun en estas situaciones, en que admite na ocasión la necesidad de escribir un FrayIsla la obligación de echar mano de los médi- Gerundio contra los médicos, o por mejor de-cos, dudará de su ciencia y de la capacidad cir, contra los malos médicos,curativa de los remedios por ellos recomenda- Nosotros creemos que al menos hubo de pasardos, y así lo deja entrever con su acostumbra- por su pensamiento tal idea. Idea que hubieseda ironía, cuando aquejado por un fuerte llevado a cabo de no terciar el estorbo que su-catarro, que le obliga a guardar cama, nos des- ponía la sotana de jesuíta para un menestercribe así la visita del médico de Villagarcía tan ajeno a la profesión religiosa, y el haberseque se acerca a su celda * —su huronera espi- adelantado en esos afanes críticos el encielo-ritual como él solía decir—, para atenderle:«él oye mi relación, yo oigo sus centones, él

. , i i i . ' I A * Celda del padre Isla en el Noviciado de la Compañía de Jesús en Villa-

me receta pildoras, yo no las tomo, el toma garcía de campos.

XIV

pédico Reverendo Feijóo con sus extensos y sonrisas irónicas unas veces y gestos malhudocumentados Discursos sobre Medicina. morados otras; ya nos pongamos a consideEn el fondo, la Colección de papeles crítico- rar el dudoso valor de aquella plurifarmaci;apologéticos, las Cartas de Juan de la Encina, todavía en vigor en el siglo xvm, que tanta:El Tapa-boca, y el sermón sobre moral médica veces curaba más por sugestión o por casualique hemos comentado, obras todas ellas escri- dad, que por las propiedades específicas de lo:tas entre los años 1726 y 1736, es decir, duran- medicamentos, o por la virtud oculta de su:te la década de su juventud que abarca de los complicadas fórmulas, quizás inocuas, per<23 a los 33 años, nos parecen como el esbozo también, en más de una ocasión nocivas pande lo que pudo ser el Fray Gerundio contra la salud, o nos detengamos a recordar todalos malos médicos. Acaso venga a dar la razón vía, el estado por el que atravesaba la enseñana esta hipótesis ese padre Isla de los últimos za de las disciplinas médicas en nuestras, eraños, vestido de abate italiano, de rostro serio otro tiempo, gloriosas Universidades de Salay parcialmente amímico a causa de su hemi- manca y Alcalá, por citar las de más brillantíplegía, que en su ancianidad plagada de acha- historial; entonces, por paradoja, las más desques, al no tener energía, ni memoria, ni fan- prestigiadas.tasía para crear, se recoge en el silencio y en Isla conoce bien estas deficiencias de la ensela soledad de su aposento en el palacio de su fianza, pues ha estudiado junto al padre Lobenefactora, la Condesa Tedeschi, para tradu- sada en las aulas de la universidad salmantinícir con verdadero deleite «Las Aventuras de y ha frecuentado a lo largo de su vida las diGil Blas de Santillana», de Rene Lesage, libro Alcalá, Santiago y Valladolid, pero no se enque viene a ser como la última manifestación tretiene en criticarlas, porque ya lo ha hechcde una picaresca a extinguir, que centra su acertada y cumplidamente el Maestro Feijóoburla y su crítica en la medicina de una época El sentido crítico y revisionista de Isla en ley en la figura del doctor Sangredo, prototipo tocante a la Medicina sigue las huellas del bedel médico dogmático y rutinario que limita- nedictino de Samos y como él, señala el abisba su farmacopea al uso de la purga, el agua mo en que había caído su enseñanza, confiadey la lanceta, y del que Isla dirá, en su primo- las más veces a profesores rutinarios y dogmarosa traducción, que «Aunque viese morir cada ticos, incapaces de examinar y criticar objetidía veinte enfermos entre sus manos, vivía tan vamente los nuevos sistemas filosóficos, y laspersuadido de la excelencia de la sangría del tendencias y doctrinas médicas más recien-brazo, y de la bebida frecuente... que si morían tes, maniatados como estaban por dogmas es-los pacientes lo achacaba siempre a haber be- té riles y desacreditados, que explicaban a susbido poco, y a que no los habían sangrado bas- pacientes alumnos sin separarse de los tradi-tante». cionales patrones aristotélicos y galénicos

perdiéndose en un mar de sutilezas y compli-cados raciocinios de escasa consistencia doc-

V. Análisis y justificación de la postura crí- trinal y de ninguna utilidad práctica.tica del P. Isla. — La verdad sobre la medici- Con tales profesores llenos de incompetenciana y los médicos del siglo xvm. y presunción, con tan deficientes planes de es-

tudio como eran norma en las universidadesA lo largo de los párrafos que anteceden, Isla españolas dieciochescas, y con tanto predomi-se ha mostrado, una y otra vez, como censor nio de la teoría y del silogismo en detrimentcy crítico de los médicos de su tiempo. ¿Me- de la observación y de la experiencia, y tam-recieron éstos el varapalo de un Fray Gerun- bien del sentido común, no podían graduar-dio contra sus defectos, y el trato despiadado se en las facultades españolas otros médicos,que el padre Isla les dedica en muchas oca- si excluimos algunas honrosas excepciones,siones? que aquellos que Feijóo critica sin duelo, queSi hemos de ser sinceros, la postura de Isla Martín Martínez fustiga duramente y que elfrente a los médicos, sus contemporáneos, y padre Isla califica, en más de una ocasión, detambién frente a la medicina que estos profe- gárrulos, rudos e ignorantes,saban, con ser un tanto apasionada y radical, No es el momento de detallar los numerososno es arbitraria, y su credo abstencionista y testimonios que vienen a dar la razón a Islasu escepticismo médico encuentran una amplia y a tantos otros contemporáneos que con pa-justificación, ya pensemos sólo en los garrafa- sión, pero también con fundamento, alzaronles defectos de muchos infatuados y parlan- su voz y empuñaron su pluma para criticar du-chines médicos de la época, que él nos ha pin- ramente a los médicos y a la Medicina españo-tado o caricaturizado en sus escritos, entre la del siglo XVIII. Suficiente sería a este res-

XV-Z^^x^^r-:— •—7r-r_=r , i g r t mucnos aspectos, pero aún más en loi Tr*Ti¡nrHITirn I tocante a Medicina, fue el padre Feijóo| IEAIKU t i t m t u 11 para Jsla d maestro digno de crédito, respetoI UNIVERSAL, . i| y veneración. El «Teatro Crítico Universal»', 6D¡5?o»sv.w¡<«en md)géneroiicnatcias, t figuraba entre las obras de consulta| ^d^o^rr^comu^ | d & s u b m i o t e c a

\l POR EL fóur izvsrÁE j¿^vofi Íí I D.Ffi-BSN-iraGRS.'^lM'jFcTÍOÓY MoNTf-KEGRÚ, íí f ' ftlaeítrt G^Jiíf i¡ ¿~~I OrJu'i da San &¿mtc,\ l . á¿ Qmtep * S. M ¿V, ^ - . !

jf TOMO PRIMERO, ^ g 'j . . . RTTETíí HÍPRESJOS; n > ^ j

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pecto, con repasar la extensa y documentada vienen a absolver al buen padre Isla de sus vio-obra del padre Feijóo, que como sabemos tuvo lentos ataques contra los galenos de su tiem-para Isla el valor de un breviario; hojear los po y de su bien intencionado y defensivo in-tratados de Martín Martínez; de Piquer y de trusismo médico, constituyen el más certeroalgunos otros contemporáneos; revisar la le- resumen de un período de esterilidad y pro-gislación médica dictada durante la centuria, funda decadencia de nuestra medicina: «Nio recoger simplemente, la imagen viva y tan- uno solo, ni uno de los médicos del primer ter-tas veces espontánea y sincera que nos brin- ció del siglo XVIII —afirma Marañón— ha de-dan los libros de viajes escritos por los extran- jado un ápice de gloria legítima a la cienciajeros que visitaron España en aquella época española. Así sucedió, que gentes no médicas—aunque no todos fuesen honradamente ob- invadieron su terreno a los doctores, y tal vez,jetivos en sus juicios— para darnos cuenta, de por lo mismo que no se había incapacitado pa-que si despojamos a la dura crítica de Isla, ra discurrir en las aulas, alcanzaron reputa-de su carácter general y de lo que tiene muchas ción superior a la de los más conspicuos ga-veces de apasionada y de excesivamente vio- leños: tal sucedió con el P. Feijóo, solicitadolenta y mordaz, el cuadro que nos resta no de- por enfermos de toda la península, y con mu-sentona en absoluto de la cruda realidad. chos menos motivos, el fraile de Veruela, pa-Isla, por tanto, aun dentro de las limitaciones dre Rodríguez».que le impone la Compañía y sus cotidianos Si volvemos a contemplar el panorama del si-quehaceres, se nos presenta unido incondicio- glo XVIII ya no puede parecemos extraño quenalmente a las dos destacadas figuras del si- al lado de aquel enhiesto y frondoso chopoglo XVIII, Feijóo y Martín Martínez, verdaderos que representa a Feijóo, se coloque de ahorainiciadores y propagadores de la reforma de en adelante este otro algo más chaparro, perola medicina en nuestra patria, coreando su gri- corpulento e inabatible, que es como el refle-to de alerta que andando los años pasaría a ser jo de la marcada personalidad del padre Isla,clamor, encauzado sucesivamente por los de- quien partiendo de su afición a la medicina, suere tos y cédulas reales de Fernando VI, tan desconfianza en la de su tiempo y su falta deadmirado por Isla, y sobre todo, por la razona- fe en los médicos de la época, llegó a conver-ble y oportuna legislación de ese gran rey que tirse, al modo de sus contemporáneos Feijóo,fue Carlos III. Rodríguez y Sarmiento, en crítico y censor deMarañón, el llorado maestro, que tantas veces los discípulos de Galeno, en un natural yse ocupó, con la autoridad de su vasto saber espontáneo deseo de sumarse al quijotesco es-histórico y médico, y la sincera objetividad de fuerzo de enderezar lo mucho que estaba tor-su ponderado criterio, de la medicina del si- cido dentro de esta fundamental y trascenden-glo XVIII y de aquellos que tenían el deber de te rama del saber, que con sobrada razón seservirla y dignificarla, habría de dejar escritas ha considerado siempre como el difícil arteestas concluyentes palabras, que a la vez que de curar.

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