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EL PADRE ISLA: LA EDUCACIÓN Y EL HUMOR EN FRAY GERUNDIO DE CAMPAZAS JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ FERNÁNDEZ (*) ISABEL CANTÓN MAYO (*) RESUMEN. Este año 2003 se cumplen trescientos años del nacimiento del padre Isla en el pueblo leonés de Vidanes. En este articulo se quiere rendir un homenaje al jesuita ilustrado que hizo de su principal obra, Historia de/famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, una sátira burlesca de los sermones de la época y del poder, casi omnímodo de la educación como modeladora del ser humano. En este artículo se revisan los aspectos más destacados referidos a las distintas épocas de su educación, sus maestros y los resultados de tan nefastas enseñanzas. Un paralelis- mo de lo que supuso el Quijote con las novelas de caballería, quiso ser el fray Gerun- dio con los predicadores y educadores basados en la acumulación de datos más que en un aprendizaje integrado. ABSTRACT. 2003 is the third centennial of the birth of Father Isla in the town of Vidanes in Leon. This article is meant to be a tribute to the illustrated Jesuit who in his main work, Historia de/famoso predicador Fray Gerundio de Campazaf, alias Zotes (The Story of the Famous Preacher Fra Gerundio de Campazar, a.k.a. Zotes), made a bur- lesque satire of the sermons of the day and of the overarching power of education in the formation of human beings. This article reviews the most prominent aspects refe- rring to different periods of education. In the same spirit as Don Quixote and the no- vels of knight-errantry, Fra Gerundio chastised preachers and educators who based their teachings on the accumulation of data rather than on comprehensive learning. José Francisco de Isla y Rojo (1703-1781) nació en un pueblecito de León llamado Vidanes. Sirvan estas líneas de homenaje en los trescientos años de su nacimiento. A los 16 arios entró en la Compañía de Je- sús, estudió en Villagarcía de Campos y en Salamanca. Fue profesor de teología y filosofía en Medina del Campo, Segovia, Santiago, Pamplona, San Sebastián y Va- lladolid. La expulsión de los jesuitas en 1768 le llevó a Bolonia, donde murió en 1781. El padre Isla tiene muchas y diversas obras, pero ninguna tan conocida como la (*) Universidad de León. Revista de Educación, núm. 332 (2003), pp. 265-274 265 Fecha de entrada: 25-06-2003 Fecha de aceptación: 15-10-2003

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EL PADRE ISLA: LA EDUCACIÓN Y EL HUMOREN FRAY GERUNDIO DE CAMPAZAS

JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ FERNÁNDEZ (*)ISABEL CANTÓN MAYO (*)

RESUMEN. Este año 2003 se cumplen trescientos años del nacimiento del padreIsla en el pueblo leonés de Vidanes. En este articulo se quiere rendir un homenaje aljesuita ilustrado que hizo de su principal obra, Historia de/famoso predicador FrayGerundio de Campazas, alias Zotes, una sátira burlesca de los sermones de la época ydel poder, casi omnímodo de la educación como modeladora del ser humano. Eneste artículo se revisan los aspectos más destacados referidos a las distintas épocas desu educación, sus maestros y los resultados de tan nefastas enseñanzas. Un paralelis-mo de lo que supuso el Quijote con las novelas de caballería, quiso ser el fray Gerun-dio con los predicadores y educadores basados en la acumulación de datos más queen un aprendizaje integrado.

ABSTRACT. 2003 is the third centennial of the birth of Father Isla in the town ofVidanes in Leon. This article is meant to be a tribute to the illustrated Jesuit who in hismain work, Historia de/famoso predicador Fray Gerundio de Campazaf, alias Zotes (TheStory of the Famous Preacher Fra Gerundio de Campazar, a.k.a. Zotes), made a bur-lesque satire of the sermons of the day and of the overarching power of education inthe formation of human beings. This article reviews the most prominent aspects refe-rring to different periods of education. In the same spirit as Don Quixote and the no-vels of knight-errantry, Fra Gerundio chastised preachers and educators who basedtheir teachings on the accumulation of data rather than on comprehensive learning.

José Francisco de Isla y Rojo (1703-1781)nació en un pueblecito de León llamadoVidanes. Sirvan estas líneas de homenajeen los trescientos años de su nacimiento.A los 16 arios entró en la Compañía de Je-sús, estudió en Villagarcía de Campos yen Salamanca. Fue profesor de teología y

filosofía en Medina del Campo, Segovia,Santiago, Pamplona, San Sebastián y Va-lladolid. La expulsión de los jesuitas en1768 le llevó a Bolonia, donde murió en1781.

El padre Isla tiene muchas y diversasobras, pero ninguna tan conocida como la

(*) Universidad de León.

Revista de Educación, núm. 332 (2003), pp. 265-274

265Fecha de entrada: 25-06-2003

Fecha de aceptación: 15-10-2003

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Historia de/famoso predicador Fray Gerun-dio de Campazas, alias Zotes, que aparecióen febrero de 1758 a nombre de Franciscode Lobón y Salazar, cura párroco de SanPedro de Villagarda de Campos. El éxitofue fulminante:

En menos de una hora de su publicación—escribe Isla a su cuñado— se vendieron tres-cientos que estaban encuadernados: loscompradores se echaron como leones sobrecincuenta ejemplares en papel que vieronen la tienda: a las veinticuatro horas ya sehabían despachado ochocientos; y emplea-dos nueve libreros en trabajar día y noche,no podían dar abasto'.

El éxito llegó a la Corte, donde los re-yes se hicieron leer la obra por dos veces;los nobles gustaron de ella tanto como losaldeanos; Isla recibió felicitaciones de Fei-joo; y el mismo Papa Benedicto xiv leyó ellibro complacido.

Ese fue, digamos, el paréntesis. Anteshubo un tira y afloja. Isla tuvo que decli-nar en otro nombre la autorfa de la novelapara que la Compañía no se opusiera a supublicación. Y, curiosamente, aceptó po-ner su nombre bajo el título nada menosque:

¡Un Lobón! ¡Santos Cielos! ¡Un Lobón! [...]¡Un Lobón que, en tres o cuatro sermonesque predicó —y algunos de ellos de rumbo—,dejó muy atrás a todos los Gerundios pasa-dos, presentes, futuros y posibles!

(p. 179)2

En cambio, el obispo de Palencia, do-minico que temía que los dardos del padreIsla se dirigieran contra su Orden, negó lalicencia para imprimir la novela en Villa-garcia, por lo cual tuvo que salir en Ma-drid en la fecha ya indicada.

Tras el celebrado éxito del primer vo-lumen se piensa en imprimir el segundo.Pero los «gerundianos» atacados en la obrapasan a la ofensiva y logran que la Inquisi-ción prohiba en 1758 la impresión. Elproceso dura dos arios y acaba con un De-creto inquisitorial que condena la obra enmayo de 1760, para incluirla en el Indicede Libros Prohibidos en septiembre delmismo ario. El manuscrito de la segundaparte se imprimió, cuajado de erratas y deforma clandestina, en 1768. El problemaque presenta es de carácter textual: las co-rrecciones se fueron acumulando y hoy escasi imposible restaurar el texto auténtico.

En nuestra época, la novela parecequedar lejos del interés de los lectores.Algunas aventuras han podido correr deboca en boca por su gracia manifiesta,pero mucho nos tememos que la lecturadirecta de la obra sea cosa de eruditos ycuriosos. Los capítulos se suceden con es-casa movilidad de los personajes; las pági-nas están repletas de reglas doctrinalespara la buena predicación que hoy ejercenescaso atractivo. Sin embargo, el padreIsla se sentía fuerte para continuarla ypensaba en una tercera parte que empeza-ría tratando «del ridículo modo con queentendía fray Gerundio el mandato decasi todos los obispos de España» y termi-naría «con la conversión de fray Gerundioal verdadero modo de predicar [...], de sumuerte ejemplar precedida de una públicaretratación de los disparates que había di-cho en sus sermones». Como su lejanomodelo cervantino, este «don Quijote delos predicadores» volvería a la cordura ymoriría de forma ejemplar exhortando asus frailes para que predicasen con «deco-ro, gravedad, juicio, nervio y celo»(pp. 938-939).

(1) Isla: Cartas familiares, n. 123, en Isla: Obras escogidas. Madrid, Atlas (RAE, )(V), 1945, p. 469.(2) Las cifras entre paréntesis remiten a las päginas del Fray Gerundio de Campazas; cito por la edición de

J. Jurado. Madrid, Gredos, 1992.

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Como es sabido, José Francisco de Islaconstruye un personaje ficticio, fray Ge-rundio de Campazas, predicador extrava-gante, con el fin de ridiculizar y corre0- alos predicadores culterano-conceptistasde la época que desde el púlpito vertíantoda clase de insensateces basándose enuna erudición llena de citas latinas y deconceptos hueros, de atrevidos y estúpi-dos silogismos, de correspondencias ab-surdas, de equívocos y agudezas. Tam-bién, en cierto modo, el tipo de educaciónretórica que se daba en determinadas ins-tituciones religiosas, mas preocupadas porla forma que por el fondo, mas por la merainstrucción, que por una educación rigu-rosa.

Por qué Isla le dio a su héroe el nom-bre de Gerundio? Si le hacemos caso, parano agraviar a nadie en concreto, porquenadie llevara tal nombre. Pero en el nom-bre va incluida cierta caracterización ne-gativa, ridiculizadora del héroe novelesco,algo que no se le escapa al canónigo DonBasilio, que va más allá en dicha ridiculi-zación cuando, ante las memeces del pre-dicador, le espete: «Ya no me parece elnombre de Gerundio tan propio y tanadecuado a los méritos del padre predica-dor como lo sería el de Supino» (576),que, como se sabe, además de ser una for-ma nominal del verbo en algunas lenguasindoeuropeas, tiene el significado comúnde «necio». No es nombre neutro, como seve, pues es, además de singular —y en la lí-nea de los Buscones, el Dómine Cabra yotros (Fernández Martín 1978, p. 41)— ri-dículo, cercano fónicamente a «Abundio»que en castellano es sinónimo de tonto engrado máximo: «Eres más tonto queAbundio». No fue el único nombre en quepensó la familia: no se le puso Perote,como a su padrino, Quijano de Perote,porque Perote Zotes no sonaba bien, sien-do mejor Perote de Campazas, a semejanzade Amadís de Gaula, Oliveros de Castillay otros héroes de la Caballería (como Qui-jote de la Mancha, cuya sombra planea

por aquí). En el «Prólogo con morrión», elpadre Isla dice que Gerundio es «nombreridículo, nombre bufón, nombre truha-nesco» (69); y en otras ocasiones señala «lobufón y estrafalario del nombre» (69), «lamisma ridiculez del nombre y su mismainverosimilitud» (70), el «nombre fingidoy [...] estrafalario» (71).

Antepone a su obra un «Prólogo conmorrión», es decir, con armadura protecto-ra o defensiva, en el que afirma: «Siendo,pues, el único fin de esta obra desterrar delpúlpito español los intolerables abusos quese han introducido en él, especialmente deun siglo a esta parte» (137); y más adelante:«Esgrimo la pluma en este escrito, para versi los puedo desterrar no sólo de España,sino de todo el mundo; porque, más o me-nos, en todo el mundo hay orates con elnombre de oradores» (178). La finalidaddidáctica del texto es clara, pero cómo lle-varla a cabo?, cómo lograr desterrar a estospredicadores y sus sermones? Por medio dela parodia, la burla y la sátira. Escribe Isla:«Haz cuenta que, para burlarme y, al mis-mo tiempo, para corregir...» (138). Corre-gir es una palabra 'que reitera en el prólogo.Se trata, pues, de desterrar y corregir. Fren-te a las recriminaciones imaginarias del lec-tor severo y avinagrado por tratar asuntotan grave como la predicación sagradamezclando burlas y veras, lo serio y lo bur-lesco (152), el narrador dirá que muchos lohan intentado en tono serio sin lograrlo,por lo que, fiándose de Horacio, añade que«muchas veces, o las más, ha sido mas po-deroso para corregir las costumbres el me-dio festivo y chufletero de hacerlas ridículasque el entonado y grave de convencerlas di-sonantes» (158); cuenta el padre Isla conlos ejemplos eminentes de Moli&e y DonQuijote: «Por qué no podrées erar yo quesea tan dichosa la Historia de ay Gerundiode Campozas como lo fue la de Don Quijo-te de la Mancha, y más siendo la materia deorden tan superior y los inconvenientes,que se pretenden desterrar, de tanto mayorbulto, gravedad y peso?» (159). Parece que,

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dado su objetivo, el padre Isla, a diferenciadel Quijote, fracasó en su empeño, pues laobra «fue condenada y prohibida por laInquisición, los que se sintieron aludidos«se desataron en un furor irracionalmentecruel» y los «chabacanos predicadores» ylos «sermones truhanescos» —en palabras deMoratin— siguieron campando en los púl-pitos españoles» (Martínez García, 1992,II, p. 96); otra es la opinión de FernándezMartín (1978, p. 38), el cual afirma queuna inmensa carcajada a lo largo y anchode toda España aturdió a los interesados,que fueron bautizados con el remoquete de«gerundios», y que hubo cambios y conver-siones admirables entre los predicadores. Eltexto del Fray Gerundio presenta una doblefaz de burlas y veras que reafirmó Don JoséRada y Aguirre, capellán de honor de suMajestad, cura del Real Palacio y Académi-co de la Real Academia Española, en unade las cartas preliminares de la novela; endicha carta manifiesta lo que la obra de Islatiene de sátira, pero también de risa, hastael punto de que «los mismos impugnadosno han de poder contener la risa al versecon tanta gracia zaheridos».

Burlas y veras son la doble faz del FrayGerundio, aunque la crítica se haya fijadoúnicamente en el segundo término, en unasola faz, mientras que el primero haya sidofrecuentemente dejado de lado, aunque sereconozca, de pasada, el gusto del autor porla burla, el chiste y la travesura (Alborg,1972, p. 278). Así, por ejemplo, José CasoGonzález ve en la obra de Isla la crítica y lasátira de aspectos de la vida del momento,

sin añadir que tal sátira sea paródica y bur-lesca: sátira de «un tipo de oratoria sagradaque era un resto degenerado de la oratoriabarroca que Paravicino había puesto demoda en el siglo anterior»; sátira de los «mé-todos de enseñanza y las materias de que seatiborra la excelente memoria de Gerun-dio»; sátira, además, «de los aristotélicos, dela filosofía moderna y del Verdadero métodode estudiar, de Verney»; y, por fin, «sátira dela vida religiosa» (Caso González, 1983,pp. 297-299). Pero los procedimientos satí-ricos del Fray Gerundio tienden a la ridiculi-zación y la burla, sin que esto nos lleve a ne-gar —sería estúpido hacerlo— el carácterdidáctico y moralizante de la obra que la crí-tica ha estudiado con mayor empeño.Empecemos analizando el asunto en lo quea mi me parece —y no sólo a mí (vid. CasoGonzález, 1983, p. 298)— el tema más im-portante del Fray Gerundio: la educación', lasátira de los métodos educativos, enfocadosa través de la burla, si bien en este trabajonos fijamos en el proceso educativo encami-nado hacia la predicación, es decir, en cómoel niño y después el joven fray Gerundio eseducado para el oficio de predicador, dandoentrada así, entre burlas y veras, a una verda-dera retórica de la predicación.

LA EDUCACIÓNEN FRAY GERUNDIO

El tema de la educación puede considerar-se el primero en importancia en la noveladel padre Isla. Así opina también Caso

(3) «Novela de educación y ejemplos» la llama Rodríguez Cepeda (1995, p. 68) y J. Jurado (1992,p. 48), «obra critico-didáctica».

(4) No vamos a entrar aquí en las diferentes opiniones en torno a la presencia o no de un tratado de retó-rica en el Fray Gerundio. Frente a la idea negativa de Sebold (1960, p. t..v), los estudios de Martínez García(1982), Jurado (1992), Pilar Celma (1992) y Rosa María Aradra Sánchez (1999) dejan zanjado el asunto ensentido positivo. A este respecto es de gran interés el último estudio citado, que considera al Fray Gerundiocomo «uno de los textos más completos sobre oratoria sagrada publicados en el xvw», y lo contextualiza como«la culminación de esa linea que hemos venido llamando de literaturización de las teorías retóricas y literarias enesa época» (Aradra Sánchez, 1999, p. 81).

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González (1983, p. 298). En éste como enotros aspectos el padre Isla queda encua-drado en aquel siglo XVIII o Siglo de las Lu-ces. La Ilustración basada en La Enciclope-dia trata muy de pasada el tema educativo,pero bien se puede deducir de ella que sepersigue un saber de tipo acumulativo,por la suma de elementos aislados, sin co-nexión y sin una visión general de cadatema.

En España los temas de la educación—o mejor de la Instrucción— en la época aque nos referimos fueron tratados tam-bién por ilustres escritores como Feijoo,Sarmiento o jovellanos, ya que se opinaque una persona instruida será mas útil alos demás y más feliz ella misma.

La empresa por excelencia del siglo xvm fueuna empresa crítica. La educación fue elconcepto más discutido de cuantos la épocaexaminó. La causa de esto residía en que enél venían a coincidir los tres grandes tópicosdel tiempo: la ciencia, el progreso y el méto-do... La educación se nos convierte enton-ces en una especie de encrucijada del pensa-miento dieciochesco, que desembocará enella por diversas vías.

(Galino, 1970, p. 235).

A la vista de los pésimos frutos que laeducación consigue en el Fray Gerundio,no es extraño que los ilustrados de la épo-ca mostraran una preocupación especial.No faltan en la novela de Isla ejemplos deuna educación huera que contraría lasbuenas intenciones de los educadores dela época. Así sucede con las exhibicionesque Gerundio hace sobre la correcta pro-nunciación de las vocales, según las ridí-culas reglas que le había enseriado el señormaestro. Pero su influencia va más allá ytodos quieren imitarle pronunciando lasletras conforme a la nueva instrucción:

Comenzó cada uno a representar su papel ya pronunciar su letra, levantando el grito acuál más podía: hundfase el cuarto, atronä-base la casa. Era noche de verano, y todo ellugar estaba tomando el fresco a las puertas

de la calle. Al estruendo y a la algazara de lacasa de Antón Zotes, acudieron todos losvecinos, creyendo que se quemaba, o quehabía sucedido alguna desgracia: entran enla sala, prosiguen los gritos desacompasa-dos, ven aquellas figuras, y como ignorabanlo que había pasado, juzgan que todos sehan vuelto locos. Ya iban a atacarlos, cuan-do sucedió una cosa nunca creída ni imagi-nada, que hizo cesar de repente la gritería ypor poco no convirtió la música en respon-sos. Como la buena de la Catanla abría tan-to la boca para pronunciar su a, y naturalezaliberal la había proveído de este órganoabundantísimamente, siendo mujer que deun bocado se engullía una pera de donguin-do hasta el pezón, quiso su desgracia que sela desencajó la mandíbula inferior tan des-compasadamente, que se quedó hecha unmascarón de retablo, viéndosela toda la en-trada del esófago y de la traquiarteria, conlos conductos salivales, tan clara y distinta-mente, que el barbero dijo descubría hastalos vasos linfáticos, donde excretaba la res-piración. Cesaron las voces, asustäronse to-dos, hiciéronse mil diligencias para restituirla mandíbula a su lugar; pero todas sin fru-to, hasta que el barbero le ocurrió cogerlade repente y darla un cachete tan furioso,que se la volvió a encajar en su sitio natural,bien que como estaba desprevenida, semordió un poco la lengua y escupió algo desangre. Con esto paró en risa la función; yhabiéndose instruido los concurrentes delmotivo de ella, quedaron pasmados de loque sabía el niño Gerundio, y todos dijerona su padre que le diese estudios, porque sinduda había de ser obispo (155-157).

Educar, aunque sea de forma satírica,ocupa una de las principales preocupacio-nes del padre Isla. Hablamos de un proce-so educativo que aboca a unos estrambóti-cos y tristes resultados. Al hablar de frayGerundio, el padre Isla expone su propiaconcepción pedagógica, propia de su en-torno y de su época, aunque con el aspec-to grotesco y jocoso que hemos visto ante-riormente; se trata de caricaturizar losexcesos educativos. El proceso educativo

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comienza en la familia, prosigue en la es-cuela y, posteriormente, en el convento.En la familia empieza ya un singular ygrotesco aprendizaje: el niño Gerundio«antes de dos arios ya llamaba pueca a sumadre con mucha gracia, y decía no querocuerno tan claramente como si fuera unapersona» (208). Pero Gerundio aprendeno sólo de sus padres, sino también delentorno y de los frailes que pasan por casade Antón Zotes, padre del niño, de cami-no para predicar en tal o cual lugar; conse-cuencia: «Aún no sabia leer ni escribir y yasabía predicar» (209). Un fraile lego quepasaba por allí le profetizó su futuro, «dijoque aquel niño había de ser fraile, gran le-trado y estupendo predicador» (208), a loque añade con ironía el padre Isla: «Encuanto a fraile, lo fue tanto como el quemás; lo de gran letrado, si no se verificó enesto de tener muchas letras, a lo menos, encuanto a ser gordas y abultadas las que te-nía, se verificó cumplidamente; y en lo deser estupendo predicador, no hubo másque desear» (209). El niño Gerundio oía aestos predicadores, los remedaba y apren-día de memoria «los mayores disparatesque les oía» (209). Vista su pericia, todos—sus padres, el cura del lugar y el frailepredicador— convinieron en que el niñohabía de ser gran predicador y que, de in-mediato, se le enviara a Villaornate —pue-blo leonés cercano a Campazas— dondecomenzaría el aprendizaje escolar con unmaestro muy famoso que allí había.

El maestro de Villaornate era un cojono lerdo, aunque sí extravagante, inventorde un nuevo sistema ortográfico que con-sistía en escribir con letra pequeña lo quese concebía como pequeño y con letragrande lo que se concebía como grande;así una Pierna de Vaca había de escribirse

con mayúscula, lo mismo que Monte. Locontrario, decía, «no se puede tolerar y hasido una inadvertencia fatal y crasísima detodos cuantos han escrito hasta aquí»(222). Gerundio era listo y aprendíacuanto se le enseriaba, pero:

Su desgracia fue que siempre le deparó lasuerte maestros estrafalarios y estrambóti-cos como el cojo, que en todas las facultadesle enseñaban mil sandeces, formándole des-de niño un gusto tan particular a todo lo ri-dículo, impertinente y extravagante que ja-más hubo forma de quitársele. Y aunquemuchas veces se encontró con sujetos hábi-les, cuerdos y maduros que intentaronabrirle los ojos para que distinguiese lo bue-no de lo malo [...1, nunca fue posible apear-le de su capricho: tanta impresión habíanhecho en su ánimo los primeros disparates.(p. 227)

El maestro de Villaornate dejó tal hue-lla en el alma del muchacho que, siendo yafraile acudirá a su autoridad y a la sabiduríaadquirida por «todos los que tuvimos la di-cha de estudiar con el famoso preceptor deVillaornate5 » (351). Superadas estas ense-ñanzas, lo mandan a estudiar con el dómi-ne Zancas-Largas, hombre que mezclabalatín y castellano en sus conversaciones conridícula pedantería y que disfrutaba de ungusto estrafalario en lo tocante a la latini-dad, porque había leído a muchos autores,«pero pagábase de lo peor y, sobre todo, lecaían más en gracia los que eran más re-tumbantes y más ininteligibles» (247); legustaban los títulos altisonantes, suspirabapor las dedicatorias largas y grandilocuen-tes y abogaba por la antigüedad de las mis-mas. Expresaba unas reflexiones ridículas,tenía un estrafalario modo de pensar y seinclinaba siempre por lo peor, ganado por

(5) El maestro de Villaornate así como el Dómine Zancas-Largas eran preceptores o dómines, tomadosde la realidad de otros muchos casos que se daban en la provincia de León. Un estudio de una de esas Precepto-rías puede verse en Cantón Mayo y Prieto Sarro: La Cátedra de Latín de Lois. Servicio de Publicaciones de laUniversidad de León, 1999.

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algún sonsonete ridículo, insulso y pueril(286). Y a tal maestro, tal discípulo, puesocurría, además, que las enseñanzas deZancas-Largas se acomodaban al gusto ex-travagante del propio Gerundio. Confir-mando «la inclinación que desde niño ha-bía mostrado a predicar» (277), el dómineZancas-Largas instó a Gerundio a ensayarla predicación de un sermón tomado de unsermonario que no viene al caso; Gerundiose dispuso a predicarlo «como si fuera mes-mamente el mismo predicador» (278), re-medando la actio a que estaba inclinado deforma natural y que enraizaba las enseñan-zas de su dómine:

Plantöse Gerundio con gentil donaire enmedio del general, limpiöse los mocos con lapunta de la capa, hizo la cortesía con el som-brero a todos los condiscípulos y una reve-rencia con el pie derecho a modo de quienescarba, volvió a encasquetarse el sombrero,gargajeó y comenzó a predicar... (278)

Zancas-Largas se dio cuenta de que«sin duda había de tener mucho talentopara predicar» (279). Este maestro no en-seriaba a sus discípulos más que bagatelase impertinencias. Así sucede con la retóri-ca, en general, no como arte de persuadir,según el celebrado dómine, sino como«arte de hablar». Para Zancas-Largas «elperfecto retórico era aquél que le atacaba yle convencía con cuatro fruslerías» (281).

Las enseñanzas del dómine Zan-cas-Largas dejaron tal impronta en el mu-chacho que, pasados los arios, hecho yapredicador orate, Gerundio acudirá opor-tunamente a las mismas. Hasta será capazde replicar a fray Blas —su máximo modelode predicador— en torno a la invención y aque «el buen orador ha de inventar lo quealaba»: «Hago alguna memoria de que,cuando el dómine Zancas Largas nos ex-plicó esto de la invención, no la dio en elsentido que tú la das» (743); molesto, lereplicó fray Blas: «¡Válgate el diantre portu dómine Zancas Largas, que ya me tie-nes zanquilargueados los ijares!» (744). En

otra ocasión acudirá Gerundio también alas enseñanzas del dómine: «me acuerdohaber oído a mi amado dómine ZancasLargas...» (793). Discípulo aplicado, re-flejó sus enseñanzas fielmente.

Gerundio acabará de fraile, movidopor la cara divertida de la vida religiosa quele pinta un «lego de buen humor», frente ala severidad que le advierte un serio y graveprovincial de cierta orden religiosa. En lavida de Gerundio habrá siempre dos tiposde personas: gentes ridículas y extravagan-tes, satirizadas por Isla, y las graves y serias;Gerundio se inclinará siempre por las ense-ñanzas de las primeras.

Profesó, hizo votos y fue a estudiar«las artes» —la filosofía— a otro conventoen el que el lector, fray Toribio, con la ca-beza llena de trivialidades inútiles enseña-ba lo que para nada servía. En todo caso aGerundio, que quería ser predicador,aquellas cosas abstrusas no le interesabanni se aplicaba a estudiarlas, porque a frayGerundio «el genio y la inclinación le lle-vaban hacia el púlpito que contemplabacarrera más amena, más lucrosa y más apropósito para conseguir nombre y aplau-so» (314); y nada le importaba el estudioescolástico, absolutamente necesario paraconstruir un sermón sin necedades y here-jías. En sus ideas lo reafirmará fray Blas,predicador mayor del convento y famosoen todo el contorno. Fray Blas, el nuevomaestro y modelo de fray Gerundio, eraun hombre presumido e ignorante que,con su ejemplo, causaba daños irrepara-bles a los colegiales del convento.

Frente a la influencia de fray Blas luchainútilmente un padre ex-provincial debuen juicio. Fray Gerundio acaba siendopredicador, como era su meta desde elprincipio. Se trata ahora de poner en prác-tica las enseñanzas de sus maestros, el deVillaornate y el dómine Zancas Largas, defray Toribio y, sobre todo, de fray Blas, to-dos grandes orates. Ante el primer sermónque le encargan, como práctica, fray Ge-rundio ejercitará los ademanes inculcados

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por el predicador mayor (415-416) y, pre-parado para el sermón en estado de excita-ción cercano a la locura, lo inició con unaespecie de trivialidad («No es de menos va-lor el color verde por no ser amarillo, que elazul por no ser encarnado», 420), para con-tinuar después con citas latinas sin cuentoy argumentos absurdos. Hubo risas, bulla yalgazara, pero nada pudo enmendar a frayGerundio, pues tenía muy arraigadas lasestrafalarias enseñanzas recibidas. Se orde-nó sacerdote, se convirtió en predicador sa-batino y fray Blas se propuso hacer de él undiscípulo que superara la fama del maestro.Frente a las prudentes reglas de predicacióncon que le instruye fray Prudencio, frayGerundio aclamará a su fray Blas como«mi guía, mi ayo, mi maestro [... ] , mi pa-drino de púlpito» (483), pidiéndole otras«reglas claras, breves, perceptibles», a lo queaccede el maestro, reglas a las que aludire-mos líneas adelante; son reglas que fray Ge-rundio aseguró tener en cuenta, pues «nose apartaría un punto de sus consejos, desus principios y de sus máximas» (499). Asípudo componer la famosa «plática de disci-plinantes» que admiró al público y demos-tró que el discípulo había sobrepasado almaestro, por más que en la consideraciónde los padres graves fuera un conjunto «delocuras y de despropósitos» (551) y un «te-jido de dislates» (555); pero vista la acepta-ción que tuvo entre los colegiales, consideró«chocho» al que podía ser su buen maestro,fray Prudencio, y «no sólo se confirmó en laestrafalaria idea de predicar que ya se habíaformado, sino que con el tiempo fue salpi-cando todas las más ridículas y más extrava-gantes» (569), sobre todo en el arte de «tocarlas circunstancias» en el exordio del sermón(fecha, lugar nombres, etc., relacionadoscon la fiesta en que se predicaba).

Sus maestros son ahora el impondera-ble fray Blas y el Florilogio sacro (1738) defray Francisco Soto y Marne, donde en-cuentra los mejores modelos de sus estrafa-larios sermones; conforme a tal maestro y talmodelo compone sermones disparatados

que dejan aturrullado a su mismísimo pre-ceptor Zancas-Largas (599), como el quepredicó en la fiesta de Campazas (619-631),que dejó pasmados a los lugareños. Fue otropersonaje cuerdo —en esta ocasión el magis-tral de la catedral de León— el que le recrimi-nó un sermón repleto de inconexiones, im-pertinencias, extravagancias, citas ridículas yosadamente aplicadas, conceptos superficia-les, falsos y pueriles (669). Dicho magistral,tío de fray Gerundio, quiere darle nuevasenseñanzas y persuadirle a que estudie ladialéctica, la filosofía y la teología, pero frayBlas le encandila con la fama que ha alcan-zado y su enseñanza es definitiva en relacióncon el magistral: «Calla, disimula, humílla-te, muéstrate convencido, dale palabra deenmendarte, consúltale en todo lo que seofreciere, pero tú haz aquello que se te anto-jare» (726). Con las enseñanzas previas defray Blas predicó un estupendo sermón dehonras fúnebres que el padre Isla no trans-cribe por entero por no hacer llorar de risa alos lectores (826), pero que dejó aturdidos alos oyentes y exaltado al licenciado Frechilla,que exclamó casi en éxtasis admirativo:

— ¡Oh, gloria inmortal de Campos!, ¡Oh,afortunado Campazas!, ¡Oh, dichosfsimospadres!, ¡Oh, monstruo del púlpito!, ¡Oh,confusión de predicadores!, ¡Oh, pozo!,¡Oh, sima!, ¡Oh, abismo!, ¡Es un horror!,¡Es un horror!, ¡Es un horror!, ¡Oh!, ¡Oh!,¡Oh! (828)

De nada valieron los consejos de unabad benedictino que escuchó el sermón,pues la respuesta de fray Gerundio fue estavez contundente: «¡Viva el Florilogio ymuérase la peste!» (857), con lo que se con-firma una vez más, y finalmente, que de ta-les maestros, tales discípulos, y de tales en-señanzas, tales frutos. Lo más triste delcaso, es que se reconoce la viveza e inteli-gencia de Gerundio, y con ello la fuerte in-fluencia de la educación a la que se atribuyeuna nefasta influencia en el alumno. Desdelos primeros momentos en la familia semuestra a Gerundio dando bandazos entre

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maestros cada cual más lerdo e ignorante,tanto de la pedagogía, como de la cienciaen general. Pero, aún haciendo recaer sobrelos maestros la gran culpa de la estrambóti-ca educación de fray Gerundio, se recono-ce un poder casi onmfmodo a la educación.Y es que en el caso de fray Gerundio no fra-casó la educación, al revés, se asimiló al piede la letra, cumpliendo sus objetivos; loque ocurre es que éstos no eran los adecua-dos. Fray Gerundio llega a ser el predicadorque predicen desde su más tierna infanciatodos los que le rodean; pero la novela per-sigue, como sabemos, un objetivo alta-mente satírico, como más tarde hará Una-muno en su obra Amor y Pedagogía.

El carácter irónico y satírico de la no-vela se muestra en la presentación que Islahace de los maestros: Zancas-Largas, elgran dómine preceptor de Gerundio,cuya figura se inspira, sin duda, en el San-cho Zancas del Quijote (cap. 1x) retratadojunto a su asno"; Domingo Ramos, ma-yordomo de la Cruz, que representa aCristo en el domingo de Ramos (838);Eustaquio Cuchillada y Grande, que ori-ginó un sermón de honras que comenzóasí: «¡Al maestro cuchillada, y grande!»,«refrán y equívoco que desde luego captó,no sólo la admiración, sino el pasmo detodo el auditorio» (690); fray Prudencio,en cambio, es un hombre grave, «y le cua-draba bien el nombre; porque era hombreprudente, sabio, más que regularmenteerudito, de genio muy apacible, aunquedemasiado bondadoso» (364) y, para los«gerundianos», hombre anticuado, por loque uno de ellos, el predicador mayor, lemotejará de fray Borceguíes Marroquíes,para ponderar, con este calzado tambiénanticuado, sus «vejeces» (635). El padreIsla se coloca en la línea de Molière y de

Cervantes (87) y, desde luego, en la delErasmo del Elogio de L1 locura, libro en elcual «dijo mil gracias contra los malos pre-dicadores de su tiempo» (84), por más queel padre Isla difiera de él, que se burló delas religiones, «confundiendo inicua yperversamente el todo con la parte, el usocon el abuso y la vida ejemplar de millaresde individuos con la menos ajustada de unpuñado de defectuosos» (84).

En el gran poder de la educación so-bre un alumno han visto algunos un ciertodeterminismo pedagógico y otros un cier-to nivel de conductismo, aún antes deenunciarse como tal esta corriente. R. P.Sebold dice que el genio y la inclinaciónde Gerundio por el púlpito son ya el agre-gado de influencias sensibles y directasque determinan el carácter del individuo.

Además, Isla describe también algunasde las actividades de clase, mostrando a Ge-rundio como un alumno un poco calavera:en la escuela de Zancas-Largas, Gerundiohizo novillos, faltó a clase, «doce veces, se-gún un autor, o trece según otros» (206); «sesubió sobre una silla o taburete (que en estohay variedad de leyendas y no están concor-des los autores)» (334). Sobre asuntos taleses sobre los que el autor se muestra escrupu-loso, de forma que si algo no aparece en lafuente histórica debe evitarse la conjetura ola sospecha (539). Son curiosas las menu-dencias de este tipo, pues —un raso irónicomás— Isla dice que en su historia «nuncapueden hacerse lugar noticias que no seande la mayor importancia» (565).

La ironía del escritor, la actitud bur-lesca, afecta satíricamente, sin duda, al ex-ceso de erudición, a los escrupulillos ton-tos de los eruditos; pero no puedeolvidarse el recuerdo del Quijote, y su fun-ción paralela. La ironía de Isla se refuerza

(6) «Junto a él (Rocinante) estaba Sancho Panza, que tenía del cabestro a su asno, a los pies del cual esta-ba otro rétulo que decía: Sancho Zancas, y debía de ser que tenía, a lo que mostraba la pintura, la barriga grande,el talle corto y las zancas largas, y por esto se le debió de poner nombre de Panza y de Zancas; que con estos dossobrenombres le llama algunas veces la historia» (Quijote, I, cap. lx).

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en el capítulo final de la novela, pues elrigor fingido del historiador acaba en unaverdadera farsa, puesto que los papeles deviejos manuscritos orientales que seguía,en la traducción hecha para él por un far-sante, no son otra cosa que invenciones.Terrible evidencia para un historiador queafirma su sinceridad y la veracidad y exac-titud de su historia (731)7.

Rousseau, en la misma época, buscabaal «hombre natural», mientras que el padreIsla pone el acento en el poder de la educa-ción. Pero ambos coinciden en lue la edu-cación no mejora, sino que pervierte al in-dividuo: en el caso del primero toda ella,cualquier tipo de educación desnaturalizaal hombre; en el caso del padre Isla, la .queno es conveniente, sino estrafalaria y bur-da. La fuerte sátira que se contiene contralos maestros puede resultar dolorosa paralos educadores; pero contiene también unadosis de optimismo: su extraordinario po-der. La deformación de fray Gerundio esobra directa de los maestros que tuvo, de suestilo estrafalario y estrambótico que consi-gue lo mismo que hace en sus alumnos,contribuyendo fuertemente a lo que des-pués se ha llamado educar con el ejemplo omodelización educativa.

No hay que olvidar su carácter ficcio-nal, novelístico. La ficción, como hemos vis-to, «se subordina peligrosamente a interesesextratextuales» (Celma, 1992, p. 14). De talsubordinación arrancan muchos de los de-fectos atribuidos a una novela que ocupa,sin embargo, un lugar seguro e inequívocoen la historia de nuestra narrativa. No ocu-rre lo mismo en el campo educativo, dondeaún falta un análisis riguroso y completo deesta ficción educativa que pretendía, comootros muchos escritores, antes y después delpadre Isla, educar en el mas amplio sentidode la palabra.

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(7) Otra ironía más: a pesar de tal fidelidad a la historia, los anacronismos temporales son extraordina-rios, pero no casuales, sino explotados con fines satíricos (Pol, 1979).

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