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EL PABELLÓN SOVIÉTICO.
ALTAVOZ DEL CONSTRUCTIVISMO EN EUROPA.
ADRIANA PARCERISA LEDESMA.
Octubre 2018.
e[ad] Valparaíso.
Presentación de las vanguardias.
Andrés Garcés & Antonia Scarella.
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“El pabellón de Mélnikov es la materialización de un tiempo nuevo, el de la revolución.”
(Nieto, 2017, p.366)
TESIS: El pabellón soviético de Mélnikov en la Exposición Internacional del París de 1925
propagó en Europa el constructivismo, única vanguardia realmente arquitectónica.
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EL PABELLÓN SOVIÉTICO. ALTAVOZ DEL CONSTRUCTIVISMO EN EUROPA.
Si bien algunos movimientos de vanguardia tuvieron un impacto sutil en el mundo
arquitectónico, el constructivismo fue en sí mismo una pieza más de la arquitectura de principios
del siglo XX. La arquitectura de inicios de siglo rechazó las tendencias historicistas del siglo
pasado y tomó como propias las transformaciones del nuevo mundo, de la mano del desarrollo
industrial.
La arquitectura asumió un carácter global, y los nuevos lenguajes arquitectónicos se
nutrieron de las necesidades de la sociedad surgida de la Revolución Industrial. El funcionalismo
tomó el relevo a las corrientes anteriores, y las formas arquitectónicas pasaron a concebirse como
reflejo de la función para la que se habían creado.
De igual manera que el arte de vanguardia en general, la arquitectura buscó una postura
radical y contraria a lo común, dando paso a la experimentación formal y material. Sin embargo,
cuesta determinar qué fue en sí misma la arquitectura de vanguardia. Los primeros movimientos
arquitectónicos de vanguardia destacaron por su negación a la ornamentación y su carácter más
bien utópico. El futurismo, de la mano de Antonio Sant’Elia, fue el primer movimiento de
vanguardia que destacó en arquitectura, con obras radicales y de alto impacto infraestructural.
Sin embargo, en contexto europeo cuesta hablar de arquitectura de vanguardias como tal.
El cubismo, el dadaísmo, el surrealismo… la gran mayoría de los -ismos no tuvieron
materialización arquitectónica alguna. Las obras realizadas son contadas, algunas en la corriente
futurista y otras en el neoplasticismo holandés, en donde la Casa Schröder es el máximo exponente.
El arte europeo era muy abstracto y en cierto modo expresivo. Las corrientes vanguardistas
destacaron principalmente en la pintura, y tuvieron cierto rechazo social. No interpelaban al grueso
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de la sociedad, dado su carácter intelectual. Pero en el mundo soviético fue completamente distinto.
El arte soviético fue la mera representación de la sociedad rusa, y la mayor parte de la ciudadanía
se sintió interpelada por él. El constructivismo es el arte del pueblo, el agitador de las masas, como
bien repetía Lenin desde su postura comunista.
Las vanguardias tendían a posicionarse contra todo aquello establecido, carácter rompedor.
Sin embargo, esa rotura contra todo lo normativo no solía dejar lugar para la sociedad obrera y
trabajadora. El constructivismo, junto con el comunismo, supo transmitir a la población un arte
propio. Así pues, a diferencia de la mayoría de movimientos de vanguardia europeos, centrados en
la pintura, el constructivismo abarcó distintas representaciones artísticas, pasando por la pintura,
la escultura, el arte propagandístico y la arquitectura. Fue el único movimiento artístico y
arquitectónico que se llevó completamente a la práctica, sin quedar como una creación novedosa.
Un objetivo central de los constructivistas fue inculcar la vanguardia en la vida cotidiana, y lo
lograron. Desde los años 20 trabajaron en proyectos de ocio comunales, los llamados clubes de
trabajadores, normalmente en distritos industriales.
Si bien Tatlin, el arquitecto constructivista más reconocido, trabajó básicamente en la
Unión Soviética, a principios de la década de los 30 el arte constructivista llegó a tener impacto en
Europa, principalmente por los contactos de El Lissitzky en el mundo neoplasticista holandés y
por el Pabellón de París de Mélnikov.
Los edificios constructivistas reflejaban el modo de vida socialista. El arte tradicionalista
se rechazó por elitista y los nuevos edificios se dotaron de la función de organizar el nuevo modo
de vida del país. El constructivismo se oponía a aquello realizado con anterioridad y se definía con
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una plástica sencilla, tridimensional y geométrica, rechazando el exceso de decoración y
ornamentación.
En ese contexto, el pabellón de Mélnikov es un claro ejemplo. En 1925 tuvo lugar en París
la Exposición Internacional de artes decorativas e industriales modernas. Allí confluyeron los
representantes más importantes de las corrientes artísticas del momento. La Unión Soviética se
presentó con el pabellón de Mélnikov.
Figura 1. Pabellón soviético visto desde el exterior.
Konstantín Mélnikov (Moscú 1890-1974), de familia obrera, es considerado uno de los
principales exponentes del constructivismo arquitectónico, aunque él pretendía crear su propio
estilo individual. Sin embargo, mientras él se abanderaba del individualismo, sus obras reflejaban
nítidamente los valores de la revolución social del momento y estaban hechas para el disfrute del
proletariado. Mélnikov finalizó sus estudios de pintura y arquitectura en 1917, justo cuando la
revolución se lanzaba a la calle, y lideró ese contexto. Tiene obras tan relevantes como el sarcófago
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de Lenin o su propia vivienda, pero el pabellón soviético fue el edificio que le dio renombre a lo
largo de Europa.
Creo que el arte, el proceso creativo y el artista nacen por razones que ni conocemos, que no
siempre se pueden conocer. (Mélnikov)
Strigalev, A. A. (1985). La arquitectura de mi vida. Concepción creadora. Moscú, URSS
Las bases del concurso en la URSS para el pabellón soviético ya dejaban claro cómo la
arquitectura estaba dotada de un carácter socialista. Establecían que:
La construcción debía ser de madera, en una superficie, de unos 325 m2, resuelta en dos
niveles. El nivel inferior debía estar dedicado a la variedad étnico-cultural de las naciones que
conformaban la Unión y el nivel superior, a mostrar el interior de cuatro espacios
significativos: un club obrero, una casa obrera, una sala de lecturas y un hogar infantil, como
una manifestación de la nueva sociedad.
Figura 2. Escaleras diagonales y alzado de gran ventanal.
A Mélnikov se le encargó el pabellón sin saber cómo era el solar, ni su orientación ni
colocación. La arquitectura se plantea mirándose a sí misma y mostrando total indiferencia hacia
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su ubicación. Para el proyecto, Mélnikov usa un lenguaje abstracto y sencillo, renunciando a
cualquier ornamentación. La imagen transparente y ligera del pabellón quería ensalzar el momento
de modernidad de la URSS. La forma del pabellón es sencilla. Consiste en un paralelepípedo de
29,5x11m atravesado diagonalmente por una escalera exterior que sube al segundo piso, y cubierto
por unas estructuras rojas entrecruzadas con forma de equis. La composición en planta da lugar a
dos triángulos, y los alzados cierran el volumen con grandes ventanales. Es básicamente un
ejercicio de formas geométricas lineales y planas, en el cual el uso del color queda reducido al
blanco, negro, rojo y gris, todo de madera pintada y vidrio, materiales que respondían a la
simplicidad constructivista.
Vittorio De Feo, arquitecto italiano, sintetiza muy bien aquello en lo que el pabellón se
convierte, en su libro La arquitectura en la URSS. 1927-1936., publicado en 1979 por Alianza
Editorial en Madrid:
La pequeña construcción provisional evita toda retórica. Resulta perfectamente conseguida la
intención de transformar en movimiento la estaticidad espacial y romper el volumen en
perspectivas inesperadas; a ello contribuyen el juego de las escaleras, la ligera estructura de
madera, puesta sinceramente de manifiesto, y los colores puros.
El pabellón contaba con un presupuesto muy bajo, y se montó completamente en la Unión
Soviética, para trasladarse a París. Se instaló en un pequeño solar rectangular en la Avenue Le
Rien bajo la supervisión del propio arquitecto. Las estructuras se montaron encima de raíles de
tranvía, para dar la imagen de que el pabellón se posaba sobre el terreno sin arraigarse en él. Justo
al terminar la exposición, el pabellón se desmontó y se reconstruyó en forma de club para un
sindicato en París, hasta 1939.
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La Exposición Internacional permitió una dialéctica arquitectónica entre, principalmente,
dos movimientos opuestos: el Art Déco, que era la vuelta a los elementos clásicos y a la
ornamentación sin peso político, y el estilo internacional, es decir, las vanguardias, de importancia
geométrica, social y política.
El pabellón soviético, gracias a la Exposición, se convirtió en una constatación en muchos
sentidos. Reflejó el pensamiento de Mélnikov y del contexto político en el que se había creado, e
hizo pública la imagen de la URSS como nación firme y moderna. De ese modo, el
constructivismo, al lado de sus vanguardias en cierto modo rivales, se instaló con firmeza
adoptando un rol protagonista.
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APÉNDICE. GALERÍA DE FIGURAS
Figura 3. Planta baja y planta primera del pabellón
Figura 4. Plantas estructurales del pabellón. Estructura de madera.
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Figura 5. Alzados longitudinales, laterales y sección por las escaleras.
Figura 6. Detalle. Union des Republiques Sovietiques Socialistes.
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Figura 7. Dibujo del acceso. Figura 8. Acceso, escaleras y cruces.
Figura 9. Axonometría de proyecto.
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REFERENCIAS
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http://portfolios.uniandes.edu.co/gallery/64290781/PABELLON-URSS-1925
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https://www.plataformaarquitectura.cl/cl/733808/konstantin-melnikov
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https://historia-arte.com/articulos/la-revolucion-rusa-y-como-revoluciono-el-arte-
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Universidad de Valladolid.
De Feo, V. (1979). La arquitectura en la URSS. 1927-1936. Alianza Editorial, Madrid
Garrido, G. (2004). Mélnikov en París, 1925. Fund. Caja de Arquitectos
Rinnekangas, R. (2007). Konstantín Mélnikov. La Casa de Mélnikov: La utopía de Moscú. Arquia:
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Recuperado de http://www.stepienybarno.es/blog/2009/09/07/konstantin-melnikov-y-el-
pabellon-de-la-urss-en-paris-1925/
Strigalev, A. A. (1985). La arquitectura de mi vida. Concepción creadora. Moscú, URSS