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EDITORIAL El realizar un periódico impreso resulta, siempre, un desafío que implica un trabajo intelectual, académico, metodo- lógico, financiero y logístico; más aun para un puñado de estudiantes de sexto semestre de comunicación social que llegamos desgastados y muy desanimados a esta etapa de nuestros estudios. Sin embargo la percepción del y sobre el periodismo que fui formando, cambiaron radicalmente a partir de la expe- riencia con a materia de: Periodismo Impreso, en la cual pude potencializar ciertas capacidades y por supuesto valorar la labor periodística. Es importante destacar esta nueva visión ya que por ella y por la motivación del Dr. Antonio Gómez concluyó ésta materia con la producción del primer número del periódico regional ojoRojo. La ciudad de Cochabamba tiene una riqueza cultural exquisita y dentro de ella se destacan las diferentes manifestacio- nes populares y/o de índole espiritual, tal es el caso de las festividades religiosas como: Urkupiña, Santa Vera Cruz Tatala, Tata Bombori. En ellas conviven, de manera sincrética, las tradiciones propias de la cultura cochala y las celebraciones católicas. De las múltiples fiestas, celebraciones y manifestaciones populares cochabambinas existe una que con los años ha ido configurándose de tal modo que hoy en día se constituye en una opción, casi obligatoria de experimentar. Me refiero a la cele- bración del primer viernes de mes en “El minerito”. Ubicado en una de las curvas de la colina de San Pedro, en el camino que sube al Cristo de la Concordia, se halla un lugar donde el espacio y el tiempo se tornan sagrados. Son muchos los relatos que envuelven la vida y muerte de Juan Pablo “El minerito” Inofuentes. Con el paso del tiempo suman y crecen en número los fieles devotos del que en vida fue un minero muerto en la octava curva de subida al Cristo de la Concordia. Si usted, amiga- amigo lector, está en busca de empaparse de la esencia popular cochabambina, visitar al “Minerito” es su mejor opción. Es el lugar perfecto para entender la configuración de la identidad popular del cochabambino. ojo R ojo EL COCHABAMBA - BOLIVIA AÑO 1 / Nº 1 / 2015 Ganarse la vida en torno al “minerito” Pag. 4 Llamada de atención a las autoridades Pag. 4 MANIFESTACIÓN HIEROFÁNICA DEL PRIMER VIERNES COCHABAMBINO CREDITOS Dirección general Redacción Diseño-Fotografía Producción JOSE HECTOR ARNEZ FLORES UNIVERSIDAD CATÓLICA BOLIVIANA - COMUNICACIÓN SOCIAL

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Revista antropológica, filosófica y cultural

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EDITORIAL El realizar un periódico impreso resulta, siempre, un desafío que implica un trabajo intelectual, académico, metodo-lógico, financiero y logístico; más aun para un puñado de estudiantes de sexto semestre de comunicación social que llegamos desgastados y muy desanimados a esta etapa de nuestros estudios. Sin embargo la percepción del y sobre el periodismo que fui formando, cambiaron radicalmente a partir de la expe-riencia con a materia de: Periodismo Impreso, en la cual pude potencializar ciertas capacidades y por supuesto valorar la labor periodística. Es importante destacar esta nueva visión ya que por ella y por la motivación del Dr. Antonio Gómez concluyó ésta materia con la producción del primer número del periódico regional ojoRojo. La ciudad de Cochabamba tiene una riqueza cultural exquisita y dentro de ella se destacan las diferentes manifestacio-nes populares y/o de índole espiritual, tal es el caso de las festividades religiosas como: Urkupiña, Santa Vera Cruz Tatala, Tata Bombori. En ellas conviven, de manera sincrética, las tradiciones propias de la cultura cochala y las celebraciones católicas. De las múltiples fiestas, celebraciones y manifestaciones populares cochabambinas existe una que con los años ha ido configurándose de tal modo que hoy en día se constituye en una opción, casi obligatoria de experimentar. Me refiero a la cele-bración del primer viernes de mes en “El minerito”. Ubicado en una de las curvas de la colina de San Pedro, en el camino que sube al Cristo de la Concordia, se halla un lugar donde el espacio y el tiempo se tornan sagrados. Son muchos los relatos que envuelven la vida y muerte de Juan Pablo “El minerito” Inofuentes. Con el paso del tiempo suman y crecen en número los fieles devotos del que en vida fue un minero muerto en la octava curva de subida al Cristo de la Concordia. Si usted, amiga- amigo lector, está en busca de empaparse de la esencia popular cochabambina, visitar al “Minerito” es su mejor opción. Es el lugar perfecto para entender la configuración de la identidad popular del cochabambino.

ojoRojoEL

COCHABAMBA - BOLIVIAAÑO 1 / Nº 1 / 2015

Ganarse la vida en tornoal “minerito”

Pag. 4

Llamada de atención a las autoridades

Pag. 4

MANIFESTACIÓN

HIEROFÁNICA DEL PRIMER

VIERNES COCHABAMBINO

CREDITOSDirección general

RedacciónDiseño-Fotografía

Producción

JOSE HECTOR ARNEZ FLORES

UNIVERSIDAD CATÓLICA BOLIVIANA - COMUNICACIÓN SOCIAL

Cada primer viernes de mes, en el ambiente cochabambino, se pue-de percibir el aroma de la k’hoa, rito de agradecimiento a la Madre Tierra como señal de esperanza para iniciar de la mejor manera el mes, sin em-bargo a las espaldas del Cristo de la Concordia esta tradición adquiere una connotación hierofánica, puesto que hace más de treinta años se ha levanta-do un altar en honor al “minerito” Juan Pablo Inofuentes.

Por la década de los ochenta y mientras se realizaban las excavaciones para plantar las estructuras del tendido eléctrico, unos trabajadores hallaron el cuerpo de un hombre, aparentemente minero que respondía al nombre de Juan Pablo Inofuentes, extrabajador de la mina Qhechisla en la ciudad de Potosí. Esto es lo que nos ha llegado en forma oral por quienes en la actualidad visitan el lugar donde fue hallado el cuerpo para pedir algún favor al alma de Inofuentes; y por los comerciantes que se han asentado en este sector.

Según las personas de quie-nes he oído tan singular historia, Juan Pablo Inofuentes fue un minero que después de haber enfermado y con el poco dinero que tenía se fue con su esposa y sus ocho hijos a Buenos Ai-res, capital del país vecino Argentina, en busca de mejores días. Como todo migrante boliviano tuvo que soportar

la discriminación y humillaciones de los bonaerenses, trabajó de albañil y lustrabotas. Del trabajo sacrificado que ejercía y con la ayuda de sus hijos logró reunir una cantidad significativa de di-nero que le permitiría iniciar una vida nueva en su patria, es así que retorna a Bolivia y decide establecerse en la ciu-dad de Cochabamba.

A su arribo al valle cochabam-bino, en la estación central de ferroca-rriles, Inofuentes se detuvo para, con la ingenuidad propia de alguien que llega a la ciudad, contar un fajo de dólares sin percatarse que estaba siendo ob-servado por delincuentes, Juan Pablo fue abordado por unos sujetos quienes por medio de mentiras y engaños lo subieron a un taxi que los llevó hasta la colina de San Pedro, lugar donde antes de enterrarlo con vida lo martirizaron. Hay quienes aseguran que no fueron delincuentes los que asesinaron a In-ofuentes, sino más bien un taxista que recogió al minero de la estación de fe-rrocarriles y al percibir que no conocía la ciudad lo llevó hasta la colina, que en ese entonces era uno de los lugares más alejados de la ciudad, allí lo asesinó y le robo sus pertenencias. Si bien parecen relatos policiacos, son historias que se han estado transmitiendo a lo largo de todo este tiempo y que hoy se los co-noce como la historia del “Minerito del barrio El Solterito”.

El imaginario colectivo ha ido añadiendo nuevos elementos al mito del “minerito”, los vecinos del barrio “El Solterito” comentan que muchas veces se han encontrado con el alma de Inofuentes, deambulando, por la coli-na buscando desesperadamente a su familia sin que nadie pueda darle ra-zón de ellos. Se cree que después de la desaparición de este hombre su familia retornó a Buenos Aires sin que hasta la fecha se tenga rastros de ellos o de algún familiar.

¿Cómo se unen la historia de Juan Pablo Inofuentes, el hallazgo de un cadáver en la colina de San Pedro cerca del Barrio “El Solterito”, la k´hoa, comerciantes y cientos de personas que cada primer viernes de mes se dan cita en la octava curva de la subida al Cristo de la Concordia para, en algu-nos casos, pedir un favor al alma del “minerito” y otros para darle gracias por los favores recibidos?.

Movido más por la curiosi-dad que por un halo de fe, en el alma de éste mártir popular, tuve mi primer encuentro personal con este espacio, considerado sagrado por los muchos devotos de Inofuentes, hace tres años atrás. La primera impresión que tuve fue la de estar frente a una apacheta rodeada de muchas flores, cruces de madera y metal y al centro dos escul-turas que representan la figura de un

minero.

El espacio sagrado es decir una hierofanía, según Mirce Eliade, es un espacio físico geográfico demasiado fuerte, cargado de un alto significado religioso- espiritual, contario al espa-cio del entorno es decir aquel espacio profano que no tiene razón de ser sin el primero. El espacio sagrado surge de la necesidad de constituir un centro del mundo, para de esta forma, crear y dar sentido a la dimensión espacial, eliminando el relativismo del espacio profano.

Por medio de signos divinos y/o sobrenaturales, que el imaginario colectivo lee y entiende, se va crean-do el espacio sagrado, por ejemplo, el descubrimiento de un cadáver y las historias de milagros que se comparte en torno a ese hallazgo culminando en la creación de un espacio sagrado en el lugar donde fue encontrado; o por medio de rituales así como la k’hoa y la challa, que provocan una manifes-tación sobrenatural, divina-espiritual, que marca la sacralidad de un lugar es decir, del punto de apoyo cósmico, del centro del mundo y de la realidad.

De este modo, el imaginario colectivo religioso y espiritual necesi-ta sentirse en un mundo suprareal ca-paz de trascender el espacio mundano terrenal, de sacralizar su entorno, de

El “minerito del Barrio el Solterito”

Manifestación hierofánica de los primeros viernes de mes cochabambinos

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manera que ordena al caos cósmico de acuerdo con una cosmovisión totaliza-dora. Es entonces cuando las personas pueden vivir en lo real, en lo sagrado. Es decir, al establecer un centro, un espacio sagrado revelado por signos y manifestaciones extraordinarias, se le da sentido cosmológico al mundo y a uno mismo en él.

El anhelo del colectivo imagi-nario religioso espiritual es vivir en co-nexión perenne con lo supraterrenal, y allí donde este el vínculo entre lo terre-nal y lo divino se encontraría el centro del mundo, el lugar sagrado. El hom-bre religioso desea por tanto vivir en el centro del mundo, lo más próximo al lugar sagrado. Son centros del mundo su país, su ciudad, su templo y preten-de que lo sea también, en esta caso, la colina del “minerito”.

No sé si es el aroma de la k’hoa, el palo santo quemándose, la cerveza rociada por todo el lugar, la devoción de la gente, el sentirse por encima del resto de los mortales que se ven muy diminutos desde la privilegiada vista que se tiene de la colina, pero es in-negable que en ese espacio se respira cierto aire hierofánico. Un lugar, cómo dice Eliade en su obra: “Tratado de his-toria de las religiones”, se ha converti-do en un espacio hierofánico, es decir

que la experiencia colectiva de miles de personas que a lo largo de todo este tiempo han visitado este lugar, donde hallaron el cuerpo de Inofuentes, lo-graron imprimirle un carácter sagra-do desde la manifestación peculiar de unos relatos sucedidos en algún punto de la historia cochabambina.

Realidad o mera creación co-lectiva, la historia del “minerito del ba-rrio el solterito” pudo reunir en torno a su relato a muchas personas que en una especie de sincretismo religioso unieron tradiciones cochabambinas a saber: la k’hoa de los primeros vier-nes, manifestación religiosa-cultural y rito de agradecimiento a la Pachamana (madre tierra) por los favores recibidos y para pedir escuche las peticiones que los files puedan tener; el recuerdo de los difuntos evidenciado por la cons-tante visita de familiares y amigos a los cementerios de la ciudad llevando flores a sus difuntos, del mismo modo al “minerito” no le faltan flores en sus múltiples variedades.

Son muchas las personas que pueden dar testimonio de los dones recibidos de parte del “minerito”: “Yo vine porque un amigo me dijo que el “minerito” es bien milagroso, el año pasado le he pedido un autito para tra-bajar y este año me he comprado mi

taxi. Ahora vengo para darle gracias y para que me ayude a pagar mi deuda al banco” cuenta Mario Oporto. De todas partes de la ciudad y del departamento llegan personas enteradas del famoso “Minerito”, “Estamos viniendo con mi familia desde Sacaba, mi hijo se va ir a España y hemos venido para pedirle al minerito que le haga conseguir trabajo allá” cuenta Nora Cuba.

Hay quienes llegan por pri-mera vez ante el “minerito” como es el caso de Roger Loayza quien se enteró por sus familiares de la caridad de In-ofuentes, “es la primera vez que vengo y estoy prendiendo el carbón para la k’hoa, vengo a pedirle principalmente salud y trabajo que es lo fundamental” comentó Loayza. Y están las personas que han encontrado en este lugar un espacio para el comercio: vendedoras de comida, de k’hoa y velas y coca, de cerveza y los infaltables yatiris que co-

laboran con los devotos en la quema de las mesas de la k’hoa y challa, están, también los músicos que ofrecen su servicios para, con sus melodías, otor-garle al lugar un ambiente más espiri-tual.

Desde aquella primera vez que mi curiosidad me llevó hasta aquel lu-gar, son muchos los primeros viernes que he visitado al “minerito”, no le he pedido nada aún por el miedo de ser escuchado y tener que retribuir el fa-vor, sin embargo disfruto mucho el reencontrarme una vez al mes con la esencia popular-espiritual de mi ciu-dad. Es posible que nunca sepamos a ciencia cierta cual es la verdad en torno a la historia de Juan Pablo Inofuentes, pero de algo no quepa duda que de cuando en cuando el imaginario co-lectivo cochabambino sabrá encontrar la forma de hacer que lo mundano se muestre como sagrado.

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Comerciantes de diferentes productos se han asentado alrededor de la colina del “minerito”, en la subi-da al Cristo de la Concordia, haciendo de éste un espacio para generar réditos económicos.

Todos los primeros viernes durante el año, cientos de visitantes y devotos del “minerito”, Juan Pablo In-ofuentes, se dan cita en la subida de la colina de San Pedro para realizar diversos ritos como forma de agrade-

Comercio informal

Ganarse la vida en torno al “minerito”cimiento o petición de favores al alma de Inofuentes. En el lugar se puede constatar la presencia de un grupo de comerciantes quienes se han asentado en el lugar para aprovechar a los oca-sionales clientes y ofrecer variedad de productos.

Se destaca las disposición de los puestos de venta, ya que el primer sector está constituido por quienes venden comida, platos tradicionales de la gastronomía valluna son ofrecidos a los visitantes, “Hace tres años que ten-go mi puesto aquí donde el “minerito”, yo le he pedido a él que me ayude a conseguir este puesto y ahora me ven-do tranquila” cuenta Yolanda Costa al momento de ofrecer un suculento pla-to de chicharrón.

La tradición manda a prepa-rar una mesa para la k’hoa, la misma que puede ser comprada directamente en el sector por señoras expertas en la preparación, no pude faltar la venta de coca, alcohol, vino tinto, velas, carbón e incienso, elementos indispensables para la k’hoa y la challa. “Hay viernes que se vende bien y hay otros viernes que es vacío, el primer viernes de enero es el día que hay mas gente”, mencio-nó Magdalena Quispe. Quien tiene su puesto de venta de K’hoa en aquel sec-tor.

Durante las manifestaciones de carácter religioso popular en la ciudad de Cochabamba, a pesar que las normas vigentes prohíban su ven-ta, varidead de bebidas alcoholicas se ofrecen en el sector del “minerito”. “Con cerveza, vinito, alcohol tenemos que challar sino la pachamama se va enojar” comenta Victoriano Aruquipa, yatiri que ofrece sus servicios para co-laborar a los devotos con los ritos pro-pios de las ofrendas.

Muchas personas aprovechan para ofrecer, de manera ambulante, golosinas, helados, cigarrillos y otros a fin de conseguir la ganancia diaria aprovechando la cantidad de personas. Recientemente grupos de músicos y mariachis acompañan, a los fieles del “minerito”, con variado ritmos otor-gándole al lugar un ambiente festivo.

Sin duda alguna, cualquier es-cenario en la ciudad puede convertirse en espacio para la comercialización de diversos productos. Los comerciantes deben rebuscarse la manera y las for-mas de poder generar ingresos que sir-van de sustento en sus hogares.

La tradicional festividad del primer viernes en la colina del “mi-nerito”, en el barrio “El Solterito”, evi-dencia elementos negativos que las au-toridades del departamento deberían tomar en cuenta.

Tras la culminación de los ritos y celebraciones en el sector del “minerito” se puede evidenciar la can-tidad de basura, desechos orgánicos, y fisiológicos que los visitantes dejan en aquel sector constatando el desinterés de las autoridades por realizar mejoras o simplemente atender las necesidades de ese espacio. Es necesario la instala-ción de basureros dada la acumulación de basura que se genera debido a que no hay un lugar de acopio, lo que deri-va en malos olores.

Si bien por la connotación re-ligiosa y cultural este lugar ha cobrado mucha fama y podría convertirse en un lugar turístico de la ciudad, no se debe dejar de lado ciertos aspectos bá-sicos tales como: baños públicos, una limpieza general del área, exigir a las comerciantes el manejo higiénico en el caso de los productos comestibles y otros. Por otro lado controlar la venta y el exceso en el consumo de alcohol.

Brindar la seguridad necesaria a los visitantes deberías ser, también, prioridad de las autoridades. El sec-tor no cuenta con alumbrado publico lo que lo convierte en un espacio peli-groso puesto que los devotos del “mi-nerito” acostumbran terminar sus ritos a altas horas de la noche. Del mismo modo se debería regular las tarifas del transporte que cubre esa ruta ya que de forma arbitraria, y alegando la dis-tancia que se debe recorrer, los taxistas cobran montos exagerados.

La falta de visón de nuestras autoridades está ocasionando que se pierda la oportunidad de potenciali-zar las virtudes turísticas que ofrece la festividad del “minerito”, desde la co-lina se tiene una vista panorámica de la ciudad la cual se podría aprovechar desde la construcción de un mirador. La característica cultural del primer viernes debería ser otro elemento para atraer turistas hasta el sector siempre y cuando se les garantice seguridad y servicios básicos.

Destacamos la labor de Primo Otalora. Que a pesar de su avanzada edad cumple la función de varita para

que la cantidad de vehículos que llegan hasta el lugar no ocasionen embotella-mientos y trancaderas.

Se considera que éstos son as-pectos fundamentales que se deben to-mar en cuenta para que la ciudad tenga otro espacio generador de turismo.

Descuido en el sector del “minerito”

Llamada de atención a las autoridades

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