el mito ness yo

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Al insigne maestro Octaviano Jaramillo: preceptor clásico en la Aldea de Higuerón (Guadalupe Antioquia), a comienzos de la segunda mitad del siglo XX. [¡Qué paradoja! ¡El mito! ¡El relato! Desgranando desde la mente humana las dicotomías entre el adulto Gulliver y un informe alumno, hasta la comparación ficcional de criaturas humanas menores de quince centímetros de altura contra la imagen de un monstruo mitológico rara vez visto y de exageradísimo tamaño. ¿El relato? ¿El mito? Sí, la maravillosa entificación de lo imposible a través de la palabra como cosa que tiene origen antes de existir: solo dable y producible en la infinitud de la imaginación]. 1

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Al insigne maestro Octaviano Jaramillo: preceptor clásico en la Aldea de Higuerón (Guadalupe Antioquia), a comienzos de la segunda mitad del siglo XX.

[¡Qué paradoja! ¡El mito! ¡El relato! Desgranando desde la mente humana las dicotomías

entre el adulto Gulliver y un informe alumno, hasta la comparación ficcional de criaturas

humanas menores de quince centímetros de altura contra la imagen de un monstruo

mitológico rara vez visto y de exageradísimo tamaño. ¿El relato? ¿El mito? Sí, la

maravillosa entificación de lo imposible a través de la palabra como cosa que tiene origen

antes de existir: solo dable y producible en la infinitud de la imaginación].

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Ness –y– Yo

“Y antes de que existan las cosas sucede su origen: éste tiene su fundamento a partir del mito (relato) que es el artificio oral más maravilloso creado por los hombres, a través del cual, buscan exorcizarse a sí mismos de la muerte y de los miedos fundacionales que los impulsaron a ser y crear lo existente “.

(Alexander Coré).

INTROITO

Actividad surgida de las estrategias de producción textual del PILE:

Bien recuerdo que estaba cursando el cuarto grado de básica primaria y me

hallaba solo en el salón, los demás alumnos estaban presenciando unos juegos de

calle en el patio; yo preferí leer. Un viento caluroso descorría el tiempo de la

tercera hora de clase del último día de la segunda semana del mes de octubre.

Sentado en la enorme silla bipersonal de cedro, inclinada mi cabeza hacia

adelante y sin poder tocar el suelo de tierra con los pies, me balanceaba mientras

leía con inusual asombro la historia de Gulliver que, de costumbre, era otro texto

más de los muchos cuentos que cada día –por partes– nos leía el maestro

Octaviano Jaramillo como estímulo (decía él) por hacer las cosas y manejarnos

bien. Durante los nueve meses anteriores, en cada uno de los cinco días de clase

de las semanas que los componían, este ritual de “asombro” y “misterio” ocurrió

una y otra vez: gracias a la estratégica ansiedad que generaba en nosotros el

aplazárnoslo hasta el otro día y a la sugerente provocación de volver a escuchar

de nuevo su voz portentosa y verlo cruzar el umbral del salón con su arrobadora e

impecable imagen de autoridad: un superhéroe humano armado con un libro…

hecho mito y fantasía por nosotros en nuestras mentes infantiles.

Y valga referir que este maestro clásico era polifacético: tocaba seis instrumentos

musicales, entre ellos, el órgano de la iglesia con el cual sedaba a los feligreses

en cánticos revestidos de rítmicos altos y bajos en las misas de fin de semana.

Igualmente, en el mes de diciembre tenía la costumbre de elaborar el muñeco de

“año viejo” al cual denominaba Pericles, redactaba a nombre de éste un

testamento para las personas del pueblo, lo leía como si fuera un bando y en una

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esplendorosa ceremonia artificial de luces y colores explosivos, cada 31 de

diciembre, ardía otro más de los personajes que surgían desde la insondable

imaginación de nuestro preceptor. El “año viejo” era una práctica que venía

realizando desde hace quince años; cuando descendió del bus escalera de don

José Posada en medio de una lluviosa tarde de abril portando una caja de cartón

atiborrada de libros; miró la plaza y decidió quedarse. ¿Y saben algo? La pólvora

era otro de sus artilugios y pasatiempos. Aparte de cuestionarnos con frases

inesperadas, entre ellas, “otro brillo fantástico que ha nutrido la literatura es el que

expele el oro y su ambición por el humano”; porque barequero y buen minero

también fue (cosa que no cabe en este relato) y otra frase que soltaba a quien

veía ingerir vegetales: “¿conejo no eres? Humano sí. La evolución de la

humanidad comenzó cuando el hombre decidió bajar de los árboles y comer

carne: he ahí el desarrollo de los instintos que más tarde lo hicieron luchar e

idear” – remataba con insinuante sonrisa-.

Entre Los viajes de Gulliver y El monstruo del lago Ness.

¡No sé cómo entró al salón! Me sobresalté al verlo frente a mí. Con la mano

derecha introducida en la pretina del pantalón y extendiendo la izquierda me

ofrecía un folleto en escala de grises, amarillento, en cuya carátula decía “Ness:

monstruo o mito”, sin autor específico. Y dejó caer la siguiente sentencia: “La vida

del hombre siempre se debatirá entre mitos y monstruos, los primeros son el

acicate para poder subsistir y recrear su compleja existencia, y los segundos,

serán los percutores de las incontables pesadillas que padecerá durante las

noches como producto de sus miedos en las luchas cotidianas”. Dio un giro, salió

y me quedé contemplándolo impertérrito…(ojalá me dé clases en quinto, no quiero

despertar de este ensueño). Regresé a las Aventuras de Gulliver. Desconocía

para entonces que la obra fue creada por su autor hace casi 300 años, que no era

solo para público infantil; comprendí luego en la universidad que este ofrecimiento

era el asomo que el profesor me hacía para acercarme a las obras de viaje y

aprendizaje: ella era una gran sátira sobre la condición humana; como también,

que era la primera vez y no la última en que veía y leería la expresión “Ness”,

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atrayéndome mucho la imagen que contenía el folleto… ¡me parecía un cisne

negro enorme, de encorvado y fino cuello, paseándose glamuroso por el lago! He

aquí, que es donde se me presenta la primera relación no consciente entre mito y

monstruo, la cual comprendería más tarde al relacionar las dudas suscitadas

sobre el autor de Gulliver y el primer contacto referencial con un monstruo de la

cultura occidental: tan distante como lejano, en esencia, de nuestras leyendas y

mitos locales.

El cambio de clase que, en ese momento sería para ir a descanso, entró por mis

oídos cuando el director Don Alfredo Ruiz liberó por los altoparlantes de la escuela

la canción “La caravana”. El profe Octaviano nos había leído hasta la mitad del

segundo viaje de Gulliver y yo, ansioso, le pedí prestado el libro para tratar de

adelantarme lo mayormente posible. ¿Qué raro? Era muy celoso con sus libros y

pocas veces los prestaba, siempre decía: “son sagrados, solamente se mancillan

con la mente que está dispuesta al secuestro temporal de la realidad y habitar por

minutos, horas y días en el reino de la imaginación”. Tampoco fui al recreo. Un

poco cansado, cerré los ojos y trasegué a través de la historia: Gulliver fue

atrapado tanto por seres pequeños como por grandes, por mitos y monstruos de

los cuales se liberó; recorrió los países de Liliput y Brobdingnag siendo atrapado

primero, liberado y reconocido, y exhibido por dinero en segundo lugar, como una

“rareza” o curiosidad.

Mediados por la temporalidad de los siglos, los personajes de Gulliver y Ness

puedan dialogar en una aldea pequeña del nuevo mundo doscientos cincuenta y

mil quinientos años después de creados, mediante la estrategia pedagógica de un

preceptor “mágico” y de un soñador informe, es decir, vale comparar el libro con

el águila, ésta que sin proponérselo rescató a Gulliver; y el libro: que muestra la

imaginación esculpida en letras de tinta, portable y disponible en el tiempo.

Tercera semana de octubre. Escuela Santo Domingo Savio. Aula de clase. Grado

cuarto de primaria y primera hora de la jornada. El profe no ha llegado; estamos

en nuestros asientos bipersonales. René Java se acerca hasta mi oído derecho y

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me susurra una pregunta doble: “’¿Ayer seguiste tratando de comprender al

Hombre Montaña o quieres terminar loco?

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Dos caras… de una misma moneda.

Once de la mañana del último día del mes de abril. Rectoría del colegio. Sala de

reuniones. En forma oval y casi como si fuéramos los “caballeros de la mesa

redonda”, esperábamos que la promotora del Ministerio de Educación, Beatriz

Arreola, iniciara otra sesión más de las acometidas desde comienzos del año.

Ella había enviado previamente ─vía correo electrónico─ las tareas que debíamos

cumplir para la reunión del Proyecto de Lectura y Escritura. Dentro del material

tenía referenciadas una serie de actividades para promover y mejorar la escritura

entre los estudiantes; me llamó la atención, especialmente, la denominada “dos

caras de una misma moneda: La escritura”. Muchas evocaciones sobre mi

preceptor inundaron mi mente. Una nostalgia me invadió a tal punto que un eco

lejano venía y golpeaba mi cabeza: …¡Alejo!, ¡Alejo! –repetía el rector- para que

entrara en sintonía con la reunión (los demás sonrieron por mi tontera, y la sesión

comenzó). Beatriz hizo alusiones a varios promotores de lectura, entre ellos, la

mexicana Ethel Crauss, quien cual relevó una breve reseña, referenció una de sus

obras principales y listó varias de las estrategias a trabajar durante la jornada.

Para mi sorpresa, ella abordó como actividad central de la sesión la estrategia las

dos caras de la moneda; nos entregó una hoja policromática que contenía como

título la estrategia referida, luego, ¡mayor fue mi sorpresa! al apreciar que su

esquema contenía: un párrafo breve enmarcado en un recuadro que contenía la

historia de… ¡Nessie! Y más abajo un comando de trabajo. ¡Estaba emocionado!

¡Demasiado! No veía el momento de abordar la actividad (pensé: también debo

llamar al profe y contarle sobre esta doble coincidencia, !luego de tantos años…!

La promotora nos solicitó que leyéramos mentalmente y que ella nos

acompañaría de forma oral. Procedió a acompasar nuestra lectura con su voz

lenta y suave, que de forma progresiva que me evocó -aquella tarde de la segunda

semana de octubre cuando leí…

“Cuenta la tradición que en Escocia, en el Lago Ness, hay un misterio.

Habita en sus aguas una serpiente enorme, un monstruo, según muchos

dicen… La gente va al lago con la esperanza de verlo, al grado que un

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hombre de la región vive permanentemente en un tráiler frente al lago con

la esperanza de que un día aparezca… Mientras, la gente de al región

elabora artesanías representando al monstruo, al que llaman Nessie, para

vendérselas a los turistas…”

Posteriormente, nos dio la siguiente instrucción: “en la mitad de la hoja que está

en blanco, hagan de cuenta que hacen un viaje al Lago Ness para ver si con algo

de suerte aparece el monstruo frente a tus ojos… Para su gran sorpresa ¡lo ves

surgir de entre las aguas del lago! Cuenten por escrito cómo fue su experiencia.

Tienen cinco minutos; al terminar, leeremos cada uno nuestras creaciones”. Los

caballeros y damas de la mesa redonda hicimos mutis y nos sumergimos en la

tarea. Nadie miraba a nadie. Ensimismados dejamos transcurrir el tiempo. Beatriz

señaló con su mirada al rector y le demandó que hiciera su lectura. Le siguieron

los dos coordinadores, luego mis dos compañeros y finalmente, yo. En cada

lectura hubo júbilo por la creatividad e imaginación mostrada. El ejercicio tenía una

lógica: comprender que las percepciones y la imaginación no son iguales: hay

miradas diferentes aún estando en el mismo lugar de trabajo. He considerado

valioso el relato del rector, el cual, gracias a mi memoria sería así…

CONTINUARÁ…cada semana para los estudiantes

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