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1 Nº XVI / 2012 / ISSN 1514-3333 (impresa) / ISSN 1851-1724 (en línea), pp. 1-14 El misterio del sueño de Adán entre los primeros cristianos Juan Carlos Alby [Universidad Nacional del Litoral - Universidad Católica de Santa Fe] [[email protected]] Resumen: La narración genesíaca del sueño de Adán fue objeto de cuidadosas consideraciones entre judíos y cristianos. Entre estos últimos, se destacan las abigarradas especulaciones de los gnósticos en las que se aprecia una alta valoración del elemento femenino ordenado a la ayuda y dignidad del varón. En el presente trabajo se analizan algunos aspectos que se desprenden de textos fundamentales de las tradiciones oriental y cristiana respecto del tema y que permiten recuperar gran parte de lo más originario de la antropología cristiana primitiva. Palabras clave: Adán - sueño - mujer - judíos - gnósticos The mistery of Adam’s dream amongst the early christians Abstract: The Genesis story about Adam’s dream was subject of thorough considerations between Jews and Christians. Amongst the last named, there are Gnostic motley speculations in which a high valorization of the Feminine, which helps and dignifies the male, can be appreciated. In the present work some aspects from basic texts about Eastern and Christian traditions with regard to this subject and which allow to recover a great deal of the most original of the Early Christian anthropology are analyzed. Key words: Adam - dream - woman - Jews - Gnostics Introducción E l relato bíblico del ori- gen del hombre ha sido ampliamente tratado por la tradición judía así como también por la parádosis cristiana. Un elemento de este mito llamó poderosa- mente la atención a los primeros cris- tianos, quienes ensayaron interesantes especulaciones en torno a él. Se trata del sueño que, según el relato sagrado, Dios infundió en el prístino Adán para formar a la primera mujer. Muy lejos de agotarse en una mera erudición his- toriográfica, el estudio pormenorizado de tales consideraciones permite arro- jar luz sobre la valoración que los pen- sadores cristianos más antiguos tuvie- ron por la mujer, por la relación entre el principio masculino y el femenino y por el carácter misterioso del sueño. Todos estos aspectos convergen en una consideración del hombre que permite

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  • 1 N XVI / 2012 / ISSN 1514-3333 (impresa) / ISSN 1851-1724 (en lnea), pp. 1-14

    El misterio del sueo de Adn entre los primeros

    cristianos

    Juan Carlos Alby [Universidad Nacional del Litoral - Universidad Catlica de Santa Fe][[email protected]]

    Resumen: La narracin genesaca del sueo de Adn fue objeto de cuidadosas consideraciones entre judos y cristianos. Entre estos ltimos, se destacan las abigarradas especulaciones de los gnsticos en las que se aprecia una alta valoracin del elemento femenino ordenado a la ayuda y dignidad del varn. En el presente trabajo se analizan algunos aspectos que se desprenden de textos fundamentales de las tradiciones oriental y cristiana respecto del tema y que permiten recuperar gran parte de lo ms originario de la antropologa cristiana primitiva.

    Palabras clave: Adn - sueo - mujer - judos - gnsticos

    The mistery of Adams dream amongst the early christians

    Abstract: The Genesis story about Adams dream was subject of thorough considerations between Jews and Christians. Amongst the last named, there are Gnostic motley speculations in which a high valorization of the Feminine, which helps and dignifies the male, can be appreciated. In the present work some aspects from basic texts about Eastern and Christian traditions with regard to this subject and which allow to recover a great deal of the most original of the Early Christian anthropology are analyzed.

    Key words: Adam - dream - woman - Jews - Gnostics

    Introduccin

    El relato bblico del ori-gen del hombre ha sido ampliamente tratado por la tradicin juda as como tambin por la pardosis cristiana. Un elemento de este mito llam poderosa-

    mente la atencin a los primeros cris-tianos, quienes ensayaron interesantes especulaciones en torno a l. Se trata del sueo que, segn el relato sagrado, Dios infundi en el prstino Adn para formar a la primera mujer. Muy lejos de agotarse en una mera erudicin his-toriogrfica, el estudio pormenorizado de tales consideraciones permite arro-jar luz sobre la valoracin que los pen-sadores cristianos ms antiguos tuvie-ron por la mujer, por la relacin entre el principio masculino y el femenino y por el carcter misterioso del sueo. Todos estos aspectos convergen en una consideracin del hombre que permite

  • Juan Carlos Alby / El misterio del sueo de Adn entre los primeros cristianos2

    elaborar una antropologa cristiana de altsimo valor para el debate contem-porneo sobre las relaciones entre el varn y la mujer.

    Consideraremos en primer lugar los elementos mticos que aparecen en el relato genesaco del origen del hombre y que resultan indispensables para el tratamiento del tema que nos ocupa. Posteriormente, estudiaremos el despliegue especulativo que sobre el sueo de Adn aparece en los primeros textos cristianos.

    El origen del hombre en la tradicin oriental

    Al relato del Gnesis segn el cual Dios cre al hombre del polvo de la tierra (Gn 2. 7) se le han

    aadido agregados mticos proceden-tes de distintas tradiciones. Segn el apcrifo cristiano La cueva de los teso-ros en su versin siraca, en la hora primera del sexto da, que es el vier-nes, Dios form consejo con todos los rdenes de los seres espirituales y dijo:

    Hagamos un hombre a nuestra ima-gen y semejanza, refirindose con esto, con la nun en lugar del alef, a las gloriosas personas del Hijo y del Espritu. (La cueva de los tesoros, versin siraca II, 1, en Gonzlez Casado 2004: 92).

    Resulta necesario aclarar que en la conjugacin siraca, la primera persona del plural comienza con la letra nun () mientras que la primera del singular lo hace con la alef (). El hecho de que

    Dios emplee el plural en lugar del sin-gular es interpretado por el autor como una prueba de que es la Trinidad en vez de una sola de sus personas la que llev a cabo la creacin del hombre. La versin rabe del mismo texto, en cambio, afirma que Dios cre a Adn en la hora tercera del sexto da (La cueva de los tesoros, versin rabe 9, 3, en Gonzlez Casado 2004: 313). Por su parte, un texto judo afirma que as como la mujer permanece impura durante treinta y tres das despus del nacimiento de un hijo varn, la Tierra se mantuvo impura durante treinta y tres generaciones hasta el reinado de Salomn, antes del cual el Santuario de Dios no poda ser edificado en Jerusa-ln (cfr. Agudat Agadot 77, Horowitz I, 1881: 69). Segn Filn de Alejandra, Dios no habra utilizado tierra al azar, sino que dispuso de polvo en estado puro para que el hombre pudiera alcanzar la cima de la creacin:

    En segundo lugar, es probable que Dios quisiera moldear esta imagen humana con el supremo celo, no tomando el montn de una parte cualquiera, sino eligiendo el mejor de toda la tierra, el ms puro de una materia pura y filtrado al mximo, el que era ms apto para la cons-truccin. En efecto, se fabric una especie de casa o templo santo del alma racional que iba a llevar la imagen de la ms semejante a Dios de las imgenes. (Filn de Alejan-dra, La creacin del mundo segn Moiss 137, traduccin de F. Lisi (2009: 147).

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    Como una mujer que mezcla harina con agua y reserva una parte de la masa como una ofrenda halla1, Dios hizo que una niebla humedeciese la tierra2 y luego utiliz un puado de ella para crear al hombre, quien se con-virti as en la primera ofrenda halla del mundo. Como era hijo de Adama, tierra, el hombre se llam a s mismo Adn en reconocimiento de su origen, o tal vez a la tierra se la llam Adama en honor de su hijo; pero algunos deri-van su nombre de adom, rojo, recor-dando que fue formado con arcilla roja

    1 Cfr. Nm 15. 17-21. Una halla era la parte del sacerdote en la primicia de vuestra masa. Pero los rabinos dispusieron que la masa estuviera sujeta a la Ley solo si ascen-da a un omer, y que la parte del sacerdote deba ser una duodcima del total, o una vigsima cuarta si se mezclaba en una tahona y no en una vivienda particular. En Lv 2. 14-16 se describe el ritual de las ofren-das de las primicias, espigas tostadas o pan cocido, acompaadas de aceite e incienso. Uno de sus sentidos puede consistir en una prenda o parte pequea que se quema en el altar y hace pensar al oferente en la tota-lidad de la cosecha, que le pertenece a Dios. Cfr. De Vaux (1992: 536).

    2 San Agustn, en cambio, sostiene que para pasar del polvo al barro, Dios utiliz agua de la fuente del Paraso que se menciona en Gn 2. 6: [] cuando cre Dios al hombre [] sobradamente lo declaran las palabras del Gnesis: Y form Dios del polvo de la tierra al hombre, cuya expresin, queriendo algu-nos interpretarla con ms claridad, dijeron: Hizo Dios al hombre del limo o barro de la tierra, porque haba dicho arriba: Suba de la tierra una fuente y regaba toda la faz de la tierra, como si por eso debiera entenderse el barro que se forma por la humedad y la tierra. La ciudad de Dios 13. 24, traduccin de S. Santamarta del Ro y M. Fuentes Lanero (1978: 53).

    encontrada en Hebrn, en el Campo Damasceno, cerca de la cueva de Mac-pela en la que Abraham sepult a Sara3. Respecto del modo en que Dios dis-puso del material para formar a Adn, existen distintas versiones que resultan interesantes por su interferencia con la concepcin de la salud sostenida por los judos. Una de ellas afirma que Dios orden al Arcngel Miguel: Treme polvo del lugar de mi Santuario, es decir, el monte Mori en el que Abra-ham fue bendecido por haber estado dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac. De este modo, Dios reuni el polvo en el hueco de su mano y form con l a Adn, vinculando as a la humani-dad con lazos naturales a la montaa sagrada, el ombligo de la Tierra y sitio preciso en el que se levantaba el San-tuario de Dios. l habra utilizado dos clases de polvo para la creacin de Adn: uno recogido en el monte Mori

    3 Cfr. Flavio Josefo, Antigedades de los judos 1, 2, vol. II, traducido por L. Farr (1961: 9). La cuestin sobre el origen de la palabra no ha recibido an una respuesta definitiva. La voz dm, hombre, hombres, aparece solo en cananeo (hebreo y literatura post-bblica, fenicio-pnico y ugartico) y espo-rdicamente en semtico meridional (cfr. Jenni-Westermann 1978: 90). Segn el Henoc eslavo, basado en un original griego, el nombre Adn proviene de las iniciales de los cuatro vientos principales; Anatole, Dysis, Arctos y Mesembria. El acrstico griego para el nombre de Adn pierde signi-ficado al ser traducido al eslavo. El acrstico de Adn en la literatura antigua encuentra su testimonio documental ya a partir del siglo III d. C., como puede observarse en los Orculos Sibilinos 3, 4-6. Cfr. Libro de los santos secretos de Henoc (Henoc eslavo) 11, 63, traduccin de A. de Santos Otero (1982: 178).

  • Juan Carlos Alby / El misterio del sueo de Adn entre los primeros cristianos4

    y otro tomado de los cuatro rincones de la Tierra y humedecido con el agua de todos los mares y ros. Para asegurar la salud de Adn, utiliz polvo mas-culino y tierra femenina. De all que el nombre Adn revele los elementos formativos de su estructura, pues las tres letras hebreas indican epher, polvo, dam, sangre y marah, hiel. Si alguno de los tres no se halla presente en la misma medida que los dems, el hombre enferma y muere.

    Otra versin sostiene que si bien Dios no se ocup de buscar por l mismo el polvo primordial y en su lugar envi a Miguel al monte Mori y a Gabriel a los cuatro rincones del mundo, la Tierra se opuso sabiendo que sera maldita por causa de Adn. En consecuencia, Dios tendi Su mano4. La versin siraca de La cueva de los tesoros afirma que los ngeles de Dios vieron Su mano derecha tendida a travs del mundo y observaron cmo l tomaba un polvo, pequeo como un grano, de toda la tierra, una gota de agua de todas las aguas del universo, un poco de viento de todo el aire y un poco de calor de todo el fuego, los reuni en el hueco de su mano y cre a Adn. En adelante, todos los elementos del universo que

    4 Una tradicin rabe de origen judo ensea que cuando Al envi primeramente a Gabriel y luego a Miguel en busca del polvo necesario, la Tierra protest en cada oca-sin diciendo: Invoco a Al contra ti!. Como respuesta, Al envi al ngel de la Muerte, quien jur no regresar hasta haber cumplido su tarea. La Tierra, temiendo su poder, le permiti recoger polvo blanco, negro y cobrizo, lo que dara lugar al surgi-miento de las tres razas de diferentes colo-res de la humanidad.

    intervinieron en su constitucin se le someteran (cfr. La cueva de los tesoros, versin siraca, II. 7-12; p. 92; versin rabe, 9. 6; p. 313).

    Otros relatos insisten en que el polvo para el cuerpo de Adn fue lle-vado desde Babilonia, el destinado a la cabeza fue tomado de Israel, el de las nalgas fue sacado de la fortaleza babi-lnica de Agma, y el de sus miembros fue tomado de otras regiones (Baba Sanhedrin, opsculo sobre el Talmud babilnico y el palestino, 38 a-b, citado por Graves-Patai 1969: 68).

    Por su parte, los diversos colores de las razas dan cuenta de las diferen-tes clases de polvo. As, por ejemplo, el rojo form su carne y su sangre; el negro, sus entraas, el blanco, sus huesos y tendones y el verde oliva, su piel5. Ciertos musulmanes, en cambio, relatan que los ngeles Gabriel, Miguel, Israfil y Azrael llevaron polvo de los cuatro rincones del mundo y con l cre Al el cuerpo de Adn; para for-mar su cabeza y corazn Al eligi polvo de un lugar de La Meca donde ms tarde se erigi la Santa Kaaba, pues La Meca es el ombligo del mundo para los musulmanes, como el monte

    5 Cfr. Targum de Jerusaln (Targum Yer.), ad Gn. II. 7, traduccin parafrsica aramea del Pentateuco, conservada solo en fragmentos y preparada en Palestina entre los siglos I y II, en M. Ginsburger, Fragmentem-Targu-mim, 1899. El color verde oliva era consi-derado por los antiguos judos como la tez ideal. Un encomio de la belleza de la reina Ester dice que su piel era verdosa como la corteza de un mirto, cfr. B. Megillah (Ops-culo sobre el Talmud babilnico) 13 a, en Graves-Patai (1969: 70).

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    Mori lo era para los hebreos y Delfos para los griegos.

    Al emplear polvo de todos los rin-cones del mundo, Dios asegur que cualquiera que fuese la regin de la Tierra en que muriesen los descen-dientes de Adn, esta los recibira de nuevo.

    Una significativa tradicin juda ensea que, apenas creado, Adn era una especie de terrn postrado que se extenda inmvil a travs del mundo, a pesar de lo cual poda contemplar la obra de la creacin6.

    Esta condicin inicial del primer hombre en estado de impotencia nos permite empalmar estos mitos con las primeras tesis cristianas acerca del sueo de Adn.

    El sueo de Adn en textos cristianos

    La situacin de Adn recin salido de la plsis divina, incapaz de erguirse por s mismo y pos-

    trado en la tierra, es ingeniosamente utilizada en ciertos tratados cristianos de inspiracin gnstica para introdu-cir sus teoras sobre el sueo en el que aquel fue sumido.

    El pasaje bblico en torno del cual ha de construirse el mito gnstico del origen de Eva a partir del sueo

    6 Cfr. Exodus Rabba 40. 3 (en Graves-Patai 1969: 68). Se trata de un midrash sobre el xodo recopilado en hebreo y arameo en el siglo XI, pero que contiene material mucho ms antiguo. Se cita captulo y prrafo de la edicin de Vilna 1884-1887.

    de Adn segn los matices propios de cada secta, dice:

    Se dijo luego Yahv Dios. No es bueno que el hombre est solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada. Y Yahv Dios form del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llev ante el hombre para ver cmo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontr una ayuda adecuada. Entonces Yahv Dios hizo caer un profundo sueo sobre el hombre, que se durmi. Le quit una de las costillas y rellen el vaco con carne. De la costilla que Yahv Dios haba tomado del hom-bre form una mujer y la llev ante el hombre. Entonces este exclam: Esta vez s que es hueso de mis hue-sos y carne de mi carne. Esta ser llamada mujer7 porque del varn ha sido tomada. (Gn 2. 18-23).

    Consideraremos en primer tr-mino el modo en que los gnsticos ofitas interpretan este pasaje, segn la recensin de San Ireneo. Seguida-mente, estudiaremos el tema en los documentos del Cdice II de Nag Hammadi, que presentan una induda-ble afinidad en lo tocante a la exgesis del mito antropognico.

    7 El juego de palabras en Hebreo es evidente: ish, varn-ishah, mujer (literalmente, varona).

  • Juan Carlos Alby / El misterio del sueo de Adn entre los primeros cristianos6

    Ofitas de San Ireneo

    El Obispo de Lyon considera que los ofitas son los precursores de los valentinianos8 y describe sus

    doctrinas en Contra los herejes I, 30.En el ambiente intelectual de los dos

    primeros siglos estaba vigente la inter-pretacin de Filn de Alejandra sobre Gn 2. 21, que parece anticiparse a las premisas de la hermenutica gnstica:

    Dicho esto, es preciso aplicar ajus-tadamente la expresin: Dios ech encima un xtasis sobre Adn, y se durmi (Gn 2. 21). Correcto, pues el sueo es el xtasis y el cam-bio del intelecto. Sale de s9 cuando no emprende reflexiones que se le echan encima. Cuando no produce, duerme. Es correcto decir que est en xtasis [] Tom una de sus costillas (Gn 2. 21). Tom una de las muchas potencias, la sensorial. Tom no debe entenderse como que la sac, sino como que la regis-tr, la clasific [] Qu es, pues, lo que quiere demostrar? Sensibi-lidad se entiende de dos maneras: una como disposicin, que existe aun cuando estamos dormidos, otra en acto. De la primera, como disposicin, no deviene ningn beneficio, pues con ella no apre-hendemos nada de los objetos. De la segunda, de la sensibilidad

    8 Estas son sus enseanzas. De ella naci la escuela de Valentn, una fiera de muchas cabezas como la hidra de Lerna, Ireneo, Contra los herejes I. 30. 15.

    9 Se da aqu un juego de palabras entre xta-sis () y salirse de s ().

    en acto, s, porque a travs de ella ejercitamos la aprehensin de las cosas sensibles. Habiendo creado la primera, la sensibilidad como capacidad, cuando cre tambin el intelecto que construy junto con muchas potencias en reposo ahora quiere terminar de darle forma en acto. La constituye en acto toda vez que como disposicin adquiere movimiento y se extiende hasta la carne y los rganos de los sentidos. Como la naturaleza se realiza a partir del esperma en movimiento, as el acto, de la disposicin movi-lizada. Y rellen con carne en su lugar (Gn 2. 21), es decir, com-plet la sensibilidad segn una cierta aptitud que conduce hacia el acto y la extiende a la carne y a todo lo visible. Por eso agrega que construy una mujer (Gn 2. 22), a partir de lo cual establece que el nombre ms apropiado y exacto de la sensibilidad es mujer. As como el varn se manifiesta en el actuar y la mujer en el sentir, del mismo modo se compara el intelecto con la accin y la sensibilidad, a manera de mujer, con el padecer. (Filn de Alejandra, Alegoras de las leyes 2. 25-39, traduccin de M. Alesso 2009: 213-214).

    El par filoniano intelecto/sensibili-dad guarda un notable paralelismo con dos elementos de la enseanza que los ofitas de San Ireneo elaboran en base a ese texto de la Escritura. Sostienen que el cuerpo de Adn estaba dotado de una inmensa longitud y anchura, y

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    solo poda arrastrarse sobre la tierra10. Los Arcontes lo llevaron ante su padre Jaldabaot (el Demiurgo) para que le infundiera aliento y lo pusiera en pie. Segn Gn 2. 7, Jaldabaot infundi su aliento pero, sin saberlo, emiti ade-ms el espritu que posea en su inte-rior, obedeciendo as a los designios de Sopha. De este modo, Adn se puso de pie y Jaldabaot qued despojado del espritu, que le fue transferido al hombre. El primer acto en la vida de Adn consiste en una plegaria al Padre o Primer nthropos, dejando de lado a quienes lo plasmaron, es decir, Jal-dabaot y los Arcontes, con lo cual despert la envidia del primero (cfr. Ireneo, Contra los herejes I. 30. 7).

    10 Cfr. Ireneo, Contra los herejes I. 30. 6. El mito tiene su paralelo en los naasenos de Hiplito (Refutaciones V, 7, 6) y en otros documentos (Otzar Midrashim 70s., 428b; Eldad Hadani 66; Hagorem 40; Sepher Has-sidim 200; Genesis Rabba 102, 178). Segn la tradicin consignada en estos testimonios, el gran tamao de Adn y su rostro radiante impactaron de tal modo a los ngeles que lo llamaron el Santo y volvieron temblando al cielo. Preguntaron a Dios: Puede haber dos poderes divinos, uno aqu y otro en la Tierra? Para tranquilizarlos, Dios puso su mano sobre Adn y redujo su estatura en mil codos. Luego, cuando Adn desobedeci a Dios al comer del rbol de la Ciencia, aquel redujo an ms su estatura a cien codos. Otros (Sepher Hassidim 290) sostienen que Dios no encogi el cuerpo de Adn, sino que cort innumerables trozos de su carne. Adn se quej: Por qu me disminuyes?, a lo que Dios respondi: Tomo solamente para dar de nuevo. Recoge esos trozos y disemnalos por todas partes; donde los arrojes volvern a convertirse en polvo, de modo que tu simiente puede llenar toda la Tierra.

    Como consecuencia de aquella ple-garia, el Demiurgo Jaldabaot advierte que Adn est en posesin del Inte-lecto y se lo quiere arrebatar sacando del Deseo o Enthmesis de Adn, a la mujer. El sueo no es mencionado aqu como el medio por el cual el Demiurgo procedi contra Adn, pero se encuen-tra implcito en el texto.

    En su origen, Adn haba recibido de Jaldabaot la Enthmesis o sensibili-dad, que otros denominan y, por parte de Sopha con ignorancia del Demiurgo pero por medio de l el Intelecto o . La Enthmesis repre-senta la facultad sensorial propia del individuo dominado por las pasiones, de naturaleza ms elevada que el limo modelado por los Arcontes y consus-tancial con la naturaleza de Jaldabaot. El Nos, por su parte, es el elemento venido de la Luz (humectatio lumi-nis) y constituye la facultad espiritual peculiar del hombre divino. Ambos elementos se hallaban unidos en el primer hombre, pero con la Enthme-sis subordinada al Nos. Tal dominio del Intelecto sobre la sensibilidad se manifest en la plegaria elevada por Adn. La envidia del Demiurgo intent romper esta armona y sujecin jerr-quica de una facultad a la otra. Como la Enthmesis de Adn provena de l, el Demiurgo poda manipularla en orden a separarla del Intelecto. De este modo surgi Eva como sensibilidad subsistente, separada y no sometida al Nos, mientras que Adn qued redu-cido a mero Intelecto sin sensibilidad, como Varn sin Hembra ni dominio sobre el elemento femenino. Una vez

  • Juan Carlos Alby / El misterio del sueo de Adn entre los primeros cristianos8

    rota la unidad, quedaron dos realida-des humanas separadas: por un lado, Adn, con solo Nos orientado hacia el Padre; por otro, Eva, sensibilidad pura dirigida hacia la materia.

    Los Arcontes se enamoraron de Eva, expresin de la vida de los sentidos, y no encontraron obstculo en poseerla ya que ella, sensibilidad pura, accedi a sus intentos. Adn, por su parte, per-maneci apartado del pecado de los Arcontes, pero expuesto a sucumbir a la sensualidad de la mujer, apartarse as de la adoracin al Primer nthropos e incurrir en el primer pecado, pues as como la sensibilidad en Eva cedi a los halagos de los Arcontes, el Intelecto en Adn ceder a la sugestin de la sen-sibilidad, dar lugar a la aparicin del pecado y, con l, de la misma muerte.

    En la teologa de los ofitas, los ele-mentos masculino y femenino estn impostados en el Intelecto y la sensi-bilidad, el Nos y la Enthmesis, res-pectivamente. A pesar de que el sueo de Adn no se menciona, adquiere un lugar central en este mito ya que se trata del instrumento por el cual la mujer se desprende del hombre con absoluta autonoma, lo cual es el reflejo externo de la ruptura interior del equi-librio entre el Nos y la Enthmesis.

    Este relato permite apreciar la intuicin anticipada de Filn y resaltar la diferencia entre el estado perfecto del hombre caracterizado por la andro-ginia propia de los dos elementos, y el carcter separado e imperfecto de la mujer.

    El Cdice II de Nag Hammadi

    Este Cdice contiene los siguien-tes documentos: Apcrifo de Juan (versin larga), Evangelio

    de Toms, Evangelio de Felipe, Hips-tasis de los Arcontes, Sobre el origen del mundo (primera copia), Exposicin sobre el alma y el Libro de Toms el Atleta.

    Analizaremos el tema en cuatro de ellos en virtud de su semejanza y en funcin de los detalles que aportan para completar el estudio del mito11.

    Apcrifo de Juan (NHC II 1)

    Si bien su contenido se cono-ca desde el siglo II, como lo demuestra la utilizacin que

    Ireneo hace de l, es preciso aclarar que la cuestin del sueo de Adn est incluida en todas las recensiones conocidas del libro, excepto en la de Contra los herejes I. 29.

    El prrafo que revela el sentido oculto de la desobediencia de los man-datos del Demiurgo y de la causa de la expulsin del Paraso, introduce de esta manera el tema del sueo:

    [] y el primer arconte (Jaldabaot) supo que [Eva] no le obedecera, porque es ms inteligente que l y quiso que expulsara la potencia que le fue facilitada por l y ech un sueo [copto: b) sobre l. Yo [Juan

    11 Para el estudio del tema en otros textos gnsticos, remitimos al completsimo estu-dio de Orbe (1966: 351-394).

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    el Apstol] le dije: Cristo, qu es el sueo?. Y l respondi: No es como dijo Moiss: lo hizo dormir (Gn 2. 21), sino que cubri su sen-sibilidad [] con un velo y lo entorpeci con insensibilidad []. Porque sin duda l [Jaldabaot] ha dicho por el pro-feta: Entorpecer los odos de sus corazones para que no comprendan y no vean (Is. 6, 10). Entonces, la Reflexin [Epnoia] luminosa se ocult en Adn y en su deseo el primer arconte quiso sacarla por la costilla, pero la Reflexin luminosa es inalcanzable. Aunque la oscuri-dad la persegua, no la poda atrapar (Jn. 1, 5). l quiso sacar parte de la potencia de Adn, para hacer una obra de nuevo bajo forma de mujer. (La) hizo aparecer ante l. No segn ha dicho Moiss: Tom una cos-tilla y cre a la mujer adems de l (Gn. 2, 21-22). De inmediato Adn qued sobrio [] de la embriaguez de la oscuridad. La reflexin luminosa quit el velo que estaba sobre su intelecto. Ense-guida, tan pronto como conoci l su esencia [], dijo: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne (Gn. 2, 24). (Apcrifo (Libro secreto) de Juan 58, 5-60, 5. Versin del Papiro gnstico bero-linense (BG) 8502, en Garca Bazn 2000: 273 s.).

    El Apcrifo no distingue entre Nos y Enthmesis, entre lo que pro-viene de Sopha y lo que procede del primer arconte, respectivamente. Este quit a Adn el uso de los sentidos y

    le infundi un xtasis, dejndolo en posesin de la Epnoia. Con la aisthsis o percepcin, el primer arconte confi-gur a la Eva carnal y la present ante Adn, quien despert del sueo en la pureza del Nos, por el cual reconoci su esencia, el alma sensible que sali de l y que se le haca presente en forma femenina. Entonces, profiri las pala-bras de Gn. 2, 24.

    Pero la primera intencin de Jalda-baot al infundir el sueo no consiste en presentar una mujer a Adn, sino en romper la unidad de los principios masculino y femenino reunidos en el hombre andrgino. Se aprecia la seme-janza con la teologa de los ofitas, lo que permite deducir que ambos relatos interpretan el texto sagrado relativo al sueo de Adn como una explicacin de la prdida de la unidad originaria en el hombre y la dispersin sufrida tanto por su parte divina como por la terrena, lo que traer aparejado el pecado y la muerte.

    Hipstasis de los Arcontes (NHC II 4)

    Es muy probable que este tratado derive de una fuente comn al Apcrifo de Juan y a Sobre el

    origen del mundo, que se encuentra a continuacin de este. La creacin del hombre es explicada a partir de los textos del Gnesis interpretados con una tcnica midrsica.

    El episodio del sueo de Adn es precedido por el relato de su plsis por parte de los Arcontes y el posterior traslado del primer hombre al Paraso,

  • Juan Carlos Alby / El misterio del sueo de Adn entre los primeros cristianos10

    donde el Demiurgo emite su prohibi-cin de comer del rbol de la ciencia. Pero los Arcontes se lo dicen a Adn, ignorantes de que al hacerlo estn cumpliendo con la voluntad del Padre. Actan como instrumentos ciegos movidos por una voluntad superior, situacin que es puesta en evidencia en varias ocasiones por otro documento gnstico, el Evangelio de Felipe (NHC II 3), que integra el Cdice II y que pre-cede en el orden al tratado que estamos considerando: Los arcontes pensaban que por su poder y voluntad hacan lo que hacan, mas era el Espritu Santo el que operaba todo secretamente, a travs de ellos, como quera (Evangelio de Felipe (EvFlp) 55, 14-16)12.

    Por su parte, la Hipstasis de los Arcontes (HipA) dice respecto del sueo de Adn:

    Los arcontes se reunieron en con-sulta y dijeron: Ea, infundamos un letargo sobre Adn. Y se durmi. Ahora bien, el letargo es la ignoran-cia; (este es el significado) de estas palabras Infundmoslo sobre l. Y se durmi. Entonces hendieron su costado, que era como una mujer viviente, y luego rellenaron su cos-tado con carne. Y Adn pas a ser enteramente psquico. Y se le acerc

    12 En Piero, Montserrat Torrents y Garca Bazn, II (1999: 27). Cfr. en la misma obra, 59, 18-22: Los santos son servidos por las potencias malas; pues ellas son cegadas por el Espritu Santo para que piensen estar asistiendo a un hombre cuando estn obrando para los santos. Por esto (cuando) un discpulo pidi un da al Seor algo del mundo, l le dijo: Pide a tu madre, y ella te dar de lo ajeno, p. 31.

    la mujer espiritual, habl con l y le dijo: Levntate Adn. Y cuando la vio, l dijo: T eres la que me ha dado vida; sers llamada Madre de los Vivientes. (Queriendo sig-nificar) Ella es mi madre, ella es la comadrona, y la madre, y la paridora. Entonces las potestades se acercaron a Adn, pero cuando vieron a su viva semejanza conver-sando con l entraron en gran agi-tacin y la desearon. Y se dijeron unos a otros: Ea, arrojemos nues-tra simiente sobre ella. Entonces la persiguieron y ella se burl de ellos a causa de su demencia y de su ceguera, y se transform en rbol ante ellos, y dej caer delante de ellos su sombra, que es una seme-janza de s misma. Los arcontes mancillaron abominablemente (a esta sombra) y mancillaron el signo de su voz. (Esto sucedi) a fin de que se condenaran a s mismos en su hechura y en la semejanza de ella. La espiritual penetr en la serpiente, el instructor. (HipA 89. 1-31, traduc-cin de J. Montserrat Torrents (2000: 380).

    Se describe aqu el origen de la mujer corprea, que no proviene del limo de la tierra sino de la costilla de Adn, para lo cual los Arcontes instru-mentaron un letargo, una especie de velo sobre el intelecto admico que lo sumi en una agnosia. Con ello, adems de la aparicin de la mujer, logran que el hombre retorne del estado pneum-tico al estado psquico que posea antes de que el Espritu descendiera sobre l,

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    segn lo relatado en un pasaje inme-diatamente anterior al que expusimos:

    El Espritu parti de la tierra ada-mantina13, descendi y habit en l. Aquel hombre pas a ser un alma viviente14. Y le puso el nombre de Adn puesto que fue hallado arras-trndose sobre la tierra. Una voz sur-gi de la incorruptibilidad acerca de la ayuda de Adn. (HipA. 88, 13-19, traduccin de J. Montserrat Torrents 2000: 379).

    En el sentido bblico, la ayuda de Adn se refiere a Eva, pero en la rec-tificacin gnstica, a la vida espiritual que aquel ha recibido. Los Arcontes lograron su doble propsito por medio del nico sueo que se menciona en el tratado, que no obstante guarda silen-cio acerca de cunto tiempo permane-ci Adn en su nuevo estado psquico. Tampoco dice si reconoci o no a la mujer sensible salida de su costado.

    Para completar el mito antropog-nico anunciado por los documentos ya estudiados, se hace necesario recurrir al relato ms completo dentro del mismo cdice y que permite llenar las lagunas presentes en estos testimonios.

    13 Se refiere al mundo supraceleste, el Ada-mante, cuyo significado es: la santa ace-rada Tierra. Cfr. Sobre el origen del mundo 108, 22-25.

    14 En la terminologa gnstica, viviente es sinnimo de espiritual, pneumtco.

    Sobre el origen del mundo (OgM) (NHC II 5)

    Si bien este documento pre-senta elementos decididamente valentinianos, no es fcil ads-

    cribirle un origen particular teniendo en cuenta que, as como guarda una significativa semejanza con la Hips-tasis de los Arcontes, tambin denota influencias de la mitologa y filosofa griegas, de la magia, la astrologa e incluso del maniquesmo.

    El texto que nos interesa se expresa de la siguiente manera:

    Despus del da de reposo, Sopha envi a su hija Zo, la llamada Eva, en calidad de instructora para poner de pie a Adn, ya que este careca de alma, a fin de que los que iban a ser engendrados por l fueran recipien-tes de la luz. Cuando Eva vio al que era su viva semejanza tirado por los suelos, sinti pena por l y dijo: Adn, vive, levntate de la tierra. En un instante su palabra se convir-ti en obra y, efectivamente, Adn se levant y enseguida abri los ojos. Cuando la vio, dijo: T sers llamada madre de los vivientes, pues t me has dado vida. Entonces las potestades se enteraron de que su creatura viva y andaba erguido, y se trastornaron muchsimo. Enviaron siete arcngeles para averiguar qu haba sucedido. Llegados a donde estaba Adn, cuando vieron que Eva hablaba con l, se dijeron unos a otros: Qu es esta cosa lumi-nosa? Pues se parece a la semejanza que se nos manifest en la luz. Ea, capturmosla y vertamos nuestra

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    simiente en ella, a fin de que quede mancillada y ya no pueda regresar a su luz. Adems, los que nazcan de ella quedarn bajo nuestra obedien-cia. Sin embargo, nada digamos de esto a Adn, pues no procede de nosotros. Antes bien infundamos un letargo en l y durante su sueo hagamos que imagine que ella pro-cede de su costilla, de modo que la mujer le obedezca y l sea su seor. Entonces Eva, se burl de su prop-sito. Puso una niebla en sus ojos y dej subrepticiamente su semejanza junto a Adn. Eva entr en el rbol del conocimiento y permaneci all. Ellos la persiguieron, y ella les revel que haba entrado en el rbol y que era un rbol. (OgM 115, 30-116, 29, traduccin de J. Montserrat Torrents 2000: 408-409).

    A diferencia del Gnesis, este relato presenta un primer sueo en el que est sumido Adn como consecuencia de la plsis arcntica. Como los arcon-tes fueron incapaces de ponerlo en pie, Adn, en su larga extensin, se arrastra por el suelo. Eva, quien es anterior a Adn, viene a despertarlo. Se trata aqu de la Eva celeste, independiente en su origen del Adn corpreo; su nombre es Zo, Madre de los Vivientes (Gn 3. 20), mujer espiritual y divina nacida de Sopha, cuya misin es entregar la Gno-sis al Adn ciego y postrado, plasmado por los arcontes. Como Instructora de Adn, ella se encargar de erigirlo y dotarlo de vida. De ese modo, podr engendrar hijos espirituales dotados de Gnosis y consustanciales con la naturaleza divina de Sopha, segn la ley de la generacin homloga.

    El ser humano se une con el ser humano; el caballo se une con el caballo; el asno se une con el asno. Los miembros de un gnero se unen con sus congneres. Asimismo, el espritu se une con el espritu, y el logos cohabita con el logos, y la luz cohabita con la luz. (EvFlp. 78, 24-30, traduccin de F. Bermejo Rubio 1999: 46).

    En posesin de la Gnosis otorgada por la Eva Zo, Adn abri los ojos y se irgui sobre la tierra, posicin que lo habilita para mirar al cielo y alcanzar lo divino, segn una concepcin muy difundida en la tradicin helnica15.

    La diferencia con el texto gene-saco radica en que Adn se dirige a Eva como a su propia Madre, a quien le dice precisamente: T sers llamada la Madre de los Vivientes, porque me has dado la Vida.

    A continuacin, el relato intro-duce el segundo sueo de Adn. Aqu se destaca la presencia de una figura femenina que ya exista de antes pero que an no haba intervenido en la escena, a saber, la Eva carnal o hylica, que segn los Arcontes debi provenir de la costilla de Adn. El Demiurgo le infunde entonces un segundo sueo para hacerle creer que la mujer terrena sali de su costilla, y as establecer su superioridad sobre Eva. De este modo, engendrara hijos materiales, suscep-

    15 Cfr. Cicern, Sobre la naturaleza de los dioses 2, 56, 140: La divinidad estableci en primer lugar que, (los hombres) levantndose de la tierra, fueran altos y estuvieran erguidos, de modo que, mirando al cielo, pudieran adqui-rir el conocimiento de los dioses, traduccin de A. Escobar (2000: 272).

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    tibles al dominio de los arcontes. Este segundo sueo devolvera a Adn a la condicin material de la que lo haba sacado la Eva espiritual. Segn el mito, esta ceg los ojos de los Arcontes y se introdujo en el rbol de la Gnosis. Por lo tanto, cuando los Arcontes abusaron de la Eva carnal creyendo que posean a la Mujer venida de la luz, y de la cual se haban enamorado al verla conversar con Adn, no lograron su verdadero propsito, ya que fueron engaados por la naturaleza superior de la Eva Zo. Por su parte, Adn y Eva espirituales siguieron su camino engendrando hijos de Dios, mientras que Adn y Eva car-nales engendraron hijos materiales o de las tinieblas. Adn, dotado de espritu y de plasma, no perdi su condicin pneumtica y produjo simultneamente las dos generaciones, la divina y la car-nal, junto a la Eva bivalente, tambin divina y carnal.

    Consideraciones finales

    La rectificacin mtica del relato bblico del sueo de Adn por parte de los gnsticos permite

    extraer interesantes conclusiones en lo que respecta a la relacin entre el principio masculino y el femenino.

    La versin que trae Sobre el ori-gen del mundo, destaca la anterioridad jerrquica y cronolgica de lo feme-nino sobre lo masculino en el hombre. Eva Zo, la espiritual, aparece como madre de Adn antes que esposa y es adems la potencia que le permite ponerse en pie y completarse como hombre. La superioridad pretendida de Adn sobre la Eva carnal salida de

    su costado, obedece a una estratagema de los Arcontes, quienes a travs de un sueo impuesto sobre l lograron per-suadirlo de tal dominio. En la Hipsta-sis de los Arcontes el sueo se cumple, mientras que en el primer documento mencionado, el propsito arcntico perseguido con tal letargo es frus-trado por la superioridad de la mujer que viene de la Sabidura pleromtica sobre las potencias del Demiurgo y sobre al Adn plasmado. En ese suges-tivo documento cristiano, el sueo de Adn se presenta de manera biva-lente, pues mientras el primero de los letargos introducido en el mito por fuera del texto cannico resulta un medio para la recepcin de la Gnosis y la consiguiente elevacin de Adn a la condicin de hombre pneumtico, el segundo comporta una suspensin del intelecto o agnosa que devuelve al hombre a una naturaleza inferior y posibilita la aparicin de la mujer, principio femenino e imperfecto sobre el cual el dominio masculino queda-ra as justificado. No obstante, se hace preciso considerar el relato desde todos los ngulos que los textos gnsticos lo presentan en el contexto codicolgico que consideramos, en el que los dis-tintos tratados se completan entre s y nos permiten advertir que entre los primeros cristianos, al menos aquellos que pertenecan a ciertas corrientes gnsticas, la figura de lo femenino y por ende de la mujer, alcanzaba un prestigio tal que la elevaba a la misma condicin divina y la exaltaba como elemento indispensable para que el hombre alcanzara su estatuto onto-lgico. Se trata nada menos que de

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    la ayuda idnea que lo traslada de la condicin psquica a la pneumtica y de la postracin en la tierra a la posi-cin erguida que lo distingue de todos los rdenes inferiores de la creacin, a la vez que le permite elevar la vista al cielo, su lugar de procedencia.

    Bibliografa

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    Recibido: 04-02-2012Evaluado: 12-02-2012Aceptado: 14-02-2012