el metal y la escoria 850 gonzalo celorio - planetadelibros€¦ · ria el semblante, la...

16
Gonzalo Celorio EL METAL Y LA ESCORIA

Upload: others

Post on 27-Jun-2020

4 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

Gonzalo Celorio

EL METAL Y LA ESCORIA

Todo comienza con una escena de despe-dida: en 1874, Emeterio, un joven asturiano, decide emigrar a México en busca de fortuna, y se despide de sus padres en una perdida al-dea de Asturias. Cuando llegue allá pasará de mozo de tienda a dueño de un emporio de esta-blecimientos de bebidas alcohólicas. Pero sus esfuerzos exitosos en los negocios no se verán recompensados por la labor de sus hijos, que despilfarrarán la fortuna en una vida disipada con viajes continuos a Madrid, ni por sus hijas, condenadas en una sociedad machista. Cuando uno de sus nietos, en la tercera generación, reto-me la iniciativa económica tendrá que enfren-tarse con una amenaza inesperada: la pérdida de la memoria. Sólo el nieto menor, empeñado en entender qué pasó en la familia, reconstruirá las vivencias y peripecias de triunfo y derrota, de culpa y redención, de todos ellos. El nieto se llama Gonzalo Celorio.

Gonzalo Celorio (México, 1948) estudió lengua y literatura españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de Mé-xico, en la que imparte cátedra de literatura iberoame-ricana desde 1974. Ha enseñado también en la Uni-versidad Iberoamericana y en el Colegio de México. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte y es miembro de número de la Academia Mexicana, correspondiente de la española. Ha publicado una do-cena de libros, entre los que se cuentan ensayos so-bre literatura y arquitectura, además de novelas. Su obra ha sido traducida al inglés, al francés, al italia-no, al griego y al portugués. Ha obtenido galardones como el Premio de los Dos Océanos en Biarritz, Fran-cia (1997), el Premio IMPAC-Conarte-ITESM (1999) y el Premio Nacional de Ciencias y Artes (2010). El metal y la escoria es una novela excepcional, desbor-dante de detalles, historias y atmósferas, de vidas que el tiempo ha engullido, y que avanza con creciente emoción. Una narración deslumbrante que logra re-construir con las armas de la literatura el itinerario de una familia que encarna como pocas la historia recien-te de México, y de su relación con España. Un antí-doto inestimable y rotundo contra la desmemoria.

Gon

zalo

Cel

orio

/ E

L M

ETA

L Y

LA

ESC

OR

IA

El metal y la escoria GONZALO CELORIO850

Ilustración de la cubierta: © Alber-to Martí Villardefrancos. Archivo Villardefrancos.

www.tusquetseditores.com PVP 18,00 € 10119799

© Ja

vier

Nar

váez

AND850 EL METAL Y LA ESCORIA.indd 1AND850 EL METAL Y LA ESCORIA.indd 1 17/12/14 09:2317/12/14 09:23

Page 2: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

GONZALO CELORIOEL METAL Y LA ESCORIA

032-117906-El metal y la escoria.indd 5 16/12/14 17:21

Page 3: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

1.ª edición en Tusquets Editores España: febrero de 2015

© Gonzalo Celorio, 2015

Diseño de la colección: Guillemot-NavaresReservados todos los derechos de esta edición paraTusquets Editores, S.A. – Av. Diagonal, 662-664 – 08034 Barcelonawww.tusquetseditores.comISBN: 978-84-9066-039-3Depósito legal: B. 26.337-2.014Impreso por Liberdúplex, S.L.Impreso en España

Queda rigurosamente prohibida cualquier forma de reproducción, distribu-ción, comunicación pública o transformación total o parcial de esta obra sin el permiso escrito de los titulares de los derechos de explotación.

032-117906-El metal y la escoria.indd 6 18/12/14 15:57

Page 4: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

11

1

La mujer de gruesas carnes, olorosas a pesebre y a mor-cilla, le dio la bendición sin llantos ni palabras: sólo conel ademán de aquellas manos curtidas por el bálago y elcarbón, las almaradas y la piedra pómez, tan diestras paraordeñar vacas como para bordar sábanas y servilletas. Delpadre tampoco recibió palabra alguna; sólo una cariciaenérgica en la nuca.

Emeterio vio por última vez aquellos bultos negroscontra el sol del amanecer. De saber que así habría derecordarlos siempre —parados en medio del patio terre-goso de La Texa, recortados por la luz rasante a sus espal-das—, hubiera vuelto la cabeza para clavarse en la memo-ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostrosque el sol le impedía ver con precisión y que el tiempoiría cubriendo de neblina, pero el miedo de arrepentirse yquedar convertido en estatua de sal le mantuvo la miradaadelante, fija en el punto en el que pensó que se encon-traba el porvenir.

Sus padres se quedaron inmóviles en el patio, entre elrevoloteo de las gallinas y el ladrido de los perros, hastaque Emeterio se perdió, cuesta abajo, entre los vericuetos

032-117906-El metal y la escoria.indd 11 10/12/14 21:00

Page 5: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

12

del caserío. Un poco más de tiempo todavía, hasta que sehicieron a la idea de que ese agujero de sus carnes no se ta-paría con suspiros deshilvanados, sino haciendo todo loque su hijo hacía: sacar el agua del pozo, recoger la leñadel castañedo, cargar el burro con el saco de maíz para lle-varlo a la tahona, afilar la guadaña y segar la mala hierbadel huerto, cuidar a las gallinas de la constante amenaza delos raposos, triturar la paja para alimentar a las vacas y alpollino, sacar el estiércol del establo y volcarlo en el prado,custodiar la ya hipotecada pomarada por las noches con laescopeta cargada con cartuchos de sal para espantar a losladrones de manzanas.

En el puente de piedra, por el que se cruza el enjuto ríoBedón para llegar a la plazoleta del poblado, Emeterio setopó con la niña Crisanta, a quien se le había adherido elpolvo de la pendiente a las mejillas recién lavadas. Llevabala herrada al hombro para sacar agua del pozo. Él no supoqué decirle; ella, tampoco: lo miró de frente, como nuncalo había visto, pues antes de esa mañana sólo había recibi-do las miradas penetrantes de Emeterio que se le clavabanen la nuca durante la misa de los domingos. Ella puso elcubo de madera en el suelo. Él la tomó de la mano. A ella,en un parpadeo, se le quedó una lágrima temblando enlas pestañas. Él estuvo a punto de enjugarla y decirle unamentira, pero ella se la secó con el dorso de la mano. Al-zada de puntitas, estrenando pantorrillas de mujer, le dioun beso furtivo que le tapó la boca. Y se alejó corriendo,con el rostro encendido y las sienes palpitantes, rumbo asu casa, para estar ahí de regreso antes de que sus padres sepercataran de su desmañanada ausencia.

032-117906-El metal y la escoria.indd 12 10/12/14 21:00

Page 6: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

13

Conocí a mi abuelo paterno cincuenta y cinco añosdespués de su muerte, la tarde que sepultamos a mi padre.

Ojos borrados, como los de las estatuas griegas que per-dieron su policromía original y lo mismo pueden mirar elhorizonte más lejano que la más recóndita intimidad; bi-gotes prominentes; mandíbulas enérgicas; frente despejada,cuya amplitud algo le debe a la escasez de la cabellera. Asílucía el busto de mármol que coronaba, sobre la inscrip-ción de su nombre —emeterio celorio— en letras que untiempo fueron doradas, el frontispicio de la cripta quemi abuelo mandó construir en el Cementerio Español paraacoger los restos de mi abuela y que visité por primera vezla tarde del 15 de junio de 1962, cuando murió mi padre;una cripta patrimonial de nobles proporciones que libera-ba a nuestra familia de la sentencia vergonzante de que noteníamos dónde caernos muertos. Lo único que teníamosera precisamente eso, dónde caernos muertos, aunque paramantenernos vivos sufriéramos no pocas penurias.

No recuerdo haber visto antes ninguna fotografía demi abuelo. Apenas sabía de su nombre, Emeterio Celorio,que se perdía entre las ramas de un árbol genealógico porlas que nunca me había encaramado. Qué iba yo a saberentonces de alguien que había llegado al mundo en unremoto caserío de Asturias casi un siglo antes de que yonaciera, y que había muerto en el lejano año de 1907; dealguien cuyos padres, a su vez, habían nacido al poco tiem-po de que España promulgara la Constitución de Cádiz yMéxico librara su Revolución de Independencia. En tres ocuatro zancadas mi familia se remontaba por línea paternaa la Revolución francesa y las guerras napoleónicas.

emeterio celorio santoveña (1858—1907). Así decía lalápida que señalaba el nicho central de la cripta en el que mi

032-117906-El metal y la escoria.indd 13 16/12/14 17:21

Page 7: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

14

abuelo yacía flanqueado por sus dos esposas. Flanqueadono, porque los cuerpos de las dos mujeres que se sucedieronpara acompañarlo en la vida no reposaban a ambos lados desu nicho, sino una encima de él, mi abuela Loreto Carmo-na, y la otra, Emilia del Barrio, su segunda esposa, debajo.

Nadie me había hablado a mí directamente de mi abue-lo. Es cierto que de niño había oído mencionar en casavarias veces su nombre, sí, pero sin saber bien a bien quiénera ni qué relación tenía conmigo. Lo único que me lla-maba la atención era ese nombre largo y eufónico que,si lo desdoblaba en sílabas —E-me-te-rio—, me sonabarimbombante y, si lo decía de un tirón —Emeterio—, medaba risa. Pero entonces no pensaba que quien se llamabade ese modo era el padre de mi padre, porque tampococomprendía bien a bien el significado de la palabra abuelo—¿cómo, si los cuatro que me tocaron en suerte habíanmuerto antes de que yo naciera? Y porque nadie se tomónunca la molestia de explicarme algo tan simple como quetu abuelo es el papá de tu papá o el papá de tu mamá,y que tu abuela es… Con trabajos entendía el significadode la palabra papá, porque el señor que todas las nochesdepositaba su dentadura postiza en un vaso de agua, queno salía de casa más que en contadas ocasiones, que —bata,boina y pantuflas— se pasaba la vida sentado a su escri-torio escribiendo cartas e inventando artilugios; el señorque había perdido el oído y traspapelado la memoria; elseñor, al que mis hermanos y yo —y hasta mi madre—le decíamos papá, que a veces me sentaba cariñosamen-te en sus rodillas para hacerme caballito, en nada se ase-mejaba a los papás de mis compañeros de la escuela. Encambio, el papá de Picho, el de Marco Antonio, el de mitocayo Gonzalo Casas mucho se parecían a algunos de

032-117906-El metal y la escoria.indd 14 10/12/14 21:00

Page 8: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

15

mis hermanos mayores, como Benito, que vestía traje ycorbata, desayunaba deprisa viendo el reloj, iba a trabajar,tenía coche y usaba portafolios... Si no entendía del todola palabra papá, cómo iba a entender la palabra abuelo.

También escuché varias veces que ese Emeterio que re-sultó ser mi abuelo —el papá de mi papá— era hijo dedos viudos, que habían contraído segundas nupcias y lohabían tenido a él como único vástago común. Pero yonunca fui destinatario de esas historias que de vez en cuan-do asomaban a la plática de los mayores, sino un meroescucha distraído, que me quedaba con algunas imágenesinconexas y distorsionadas: una viuda que se viste de ne-gro para casarse por segunda vez y que en lugar de aza-hares tiene en el pecho un ramo de amapolas moradas;un hogar austero, perdido en una montaña adonde sólopueden subir las cabras; un hijo triste que desde niño nopiensa en otra cosa que escaparse de su casa.

El nombre de Emeterio podía causarme lo mismo ad-miración que risa, pero el de Vibaño, que de tarde en tardesaltaba a la sobremesa, sólo me daba risa. ¿Cómo disociar-lo, con esa terminación, de otras palabras como lavabo,tina, escusado?

Vibaño es el nombre de un pequeño caserío de Astu-rias, trepado en la montaña —y no obstante cercano alpueblo marinero de Celorio, de donde procede tu apelli-do—, en el que nació tu abuelo Emeterio y del que emigrócuando apenas era un mozalbete, con una mano delante yotra detrás como se dice, para «hacer la América».

Cuando a mediados del siglo xix se levantó la mala-mente acatada prohibición de emigrar a las antiguas colo-

032-117906-El metal y la escoria.indd 15 10/12/14 21:00

Page 9: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

16

nias españolas que habían alcanzado su independencia y sehabían convertido en flamantes repúblicas hispanoameri-canas, numerosos jóvenes de Asturias, Galicia, las entoncesllamadas Provincias Vascongadas, Cataluña, Islas Canariasabandonaron sus pueblos para buscar fortuna en el NuevoMundo como en tiempos del descubrimiento y la conquis-ta lo habían hecho andaluces, extremeños, castellanos.

Al amparo de la nueva disposición, Belarmino Celo-rio, primo hermano de tu abuelo y varios años mayor queél, había tomado la grave decisión de emigrar a Cuba. Nofue ese su destino final porque, tras pasar una temporadaen La Habana, acabó por trasladarse a la ciudad de Mé-xico, donde se abrió camino en el negocio de la impor-tación y el comercio de productos ultramarinos (ultrama-rinos para México, porque para España los ultramarinoseran el cacao, el tabaco, las papayas, que procedían deAmérica). En sus frecuentes y entusiastas cartas que envia-ba desde el otro lado del océano a Llanes, la cabecera delConcejo al que pertenece Vibaño, acompañadas de foto-grafías que lo mostraban esplendente y elegantemente ata-viado con un traje de tres piezas que jamás habría vestidoen el pueblo, instaba a su primo menor a que lo siguiera ensu aventura americana, que en realidad para Emeterio yano sería tal, pues, según le decía en tonos exultantes ysencillos, ya tenía la mitad del camino recorrido. Preci-samente para desbrozarlo, él, su primo, le había tomadola delantera. Emeterio lo podría ayudar en el negocio deabarrotes, que poco a poco, con la gracia de Dios y con suesfuerzo, prosperaba. Al principio, Belarmino sólo podríaprocurarle algo más que casa y sustento, pero al cabo deltiempo, si trabajaba con esmero, como esperaba, podríallegar a convertirse en socio coaccionario de la empresa.

032-117906-El metal y la escoria.indd 16 10/12/14 21:00

Page 10: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

17

Y no tendría que sufrir las penalidades que él había padeci-do desde que dejó el terruño, ni se vería obligado a realizartantos trabajos como los que él había tenido que ejercerdesde que llegó a Cuba hasta que por fin echó raíces en laciudad capital de la vieja Nueva España, donde contrajomatrimonio con una mexicana.

Emeterio no tenía a qué quedarse en un pueblo comoVibaño. Ahí no había trabajo. Ni futuro. La industria delacero y la explotación de minas de carbón provocaron quela riqueza se concentrara en los municipios centrales deAsturias, mientras que los periféricos, dedicados a la agri-cultura, como el de Llanes, situado en el extremo orientalde la provincia, se empobrecieron. Y es que el campo tam-bién se había visto sometido al influjo de la modernidadindustrial, que privilegió la ganadería de leche sobre el cul-tivo de cereales, por lo que las tierras labrantías se habíanido transformando paulatinamente en pastizales. Los cam-pesinos, que no obstante el flujo de la población hacia lasciudades centrales habían crecido en número a causa delincremento demográfico general que se dio en toda Españapor aquellos años, estaban condenados a la desocupacióny por tanto a la pobreza. La emigración, pues, se volvió eldestino de muchos aldeanos solteros, como tu abuelo, queno estaban calificados para laborar en las modernas indus-trias de las ciudades asturianas más aventajadas. Pero nosólo fueron el desempleo y la penuria lo que los hizo dejarsus caseríos y emprender la aventura americana. Tambiénhuían del servicio militar obligatorio. De salir sorteadoscon «el quinto», podrían ser llamados a filas por espacio dehasta siete y ocho años y enviados a combatir en guerrasque no todos sentían suyas, como la que España acababade librar en África contra los marroquíes que presunta-

032-117906-El metal y la escoria.indd 17 10/12/14 21:00

Page 11: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

18

mente amenazaban su soberanía en Ceuta y en Melilla.Justamente por ahí —según se proclamaba oficialmenteen términos patrióticos para reclutar a los jóvenes astu-rianos— los moros habían invadido la península en loscomienzos del siglo viii hasta que su beligerante expansiónfue detenida por las fuerzas del invicto rey Pelayo, que losderrotó en la batalla de Covadonga.

La familia de tu abuelo no era pobre. Tenía una de lasmejores casas del pueblo de Vibaño, conocida como LaTexa, con su huerto aledaño, cercado de frondosas y retor-cidas higueras de San Miguel, en el que cultivaban, máspara el consumo familiar que para la venta, coles, lechugas,escarolas, tomates, cebollas, patatas y puerros; un hórreode seis pegollos bien abastecido de manzanas ruiloba en elinvierno, además de jamones, morcillas, chorizos y hojasde tocino todo el año; un jardín vallado oloroso a laurely hierbaluisa en el que crecían el romero, el tomillo y lahierbabuena para la cocina y, para el ornato, las gigantescashortensias que se extendían durante el verano por toda laregión. Era propietaria también de dos vacas lecheras, unpollino de carga y una docena de gallinas ponedoras. Perosu manutención provenía de una no pequeña pomarada demanzanas sidreras que cada dos años por lo menos, cuandolos árboles se cargaban de fruta y había recolección, le pro-curaba muy buenos dividendos. Pero aun así, no tenía eldinero suficiente para abonar los seis mil reales de redenciónque exigía la Ley de Reemplazo del Ejército para que Eme-terio quedara exento de realizar el servicio militar. Tu bisa-buelo no quería que su hijo acabara bajo banderas durantelos mejores años de su juventud. Pero tampoco hubiesepermitido que se fuera a América en condición de pró-fugo o desertor, como se lo proponían los enganchadores

032-117906-El metal y la escoria.indd 18 10/12/14 21:00

Page 12: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

19

de las compañías navieras, que se comprometían a sacarloclandestinamente por Leixões, Gibraltar o Le Havre. Asíque se vio precisado a hipotecar la pomarada para pagarla redención que lo eximiera legalmente de enrolarse en elejército, más los setecientos reales que costaba el pasajede tercera clase en un vapor trasatlántico que lo llevara aCuba y otros tantos para su equipamiento y para su trasla-do a Veracruz y después a la ciudad de México, donde loreclamaba Belarmino. Lo animaban la certidumbre de quelas cualidades de Emeterio, su tesón, su constancia y su in-genio, lo harían triunfar en América, al lado de su sobrinoBelarmino, y la confianza en que, andando el tiempo, elpropio Emeterio se encargaría de liquidar con las remesasque enviara desde México la hipoteca del pomar.

Ricardo del Río, vecino del cercano pueblo de Rales yamigo de Emeterio, también contaba con un pariente quese había marchado a México y le ofrecía trabajo en el ramode los textiles en el que había prosperado. Juntos, Ricardoy Emeterio alimentaron sus ensoñaciones juveniles con laleyenda secular que hacía de América la tierra de la abun-dancia y de la promisión, como se habían encargado depropalarlo no sólo los cronistas de antaño, que ningunode los dos había leído, sino los indianos que habían vueltoa las aldeas vecinas enriquecidos y cuyas obras y desplan-tes ellos habían visto con sus propios ojos: las opulentasresidencias con que se empeñaban en reproducir el paisajey el colorido americanos, los ostentosos regalos que brin-daban a la parentela, las generosas dádivas que ofrecíana la Iglesia. Como los emigrantes que no se abrían pasoen América preferían no volver y evitar de esa manera elbaldón de su fracaso, se pensaba que todo asturiano queemigraba a aquellas tierras tarde o temprano acababa por

032-117906-El metal y la escoria.indd 19 10/12/14 21:00

Page 13: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

20

triunfar. Así que Ricardo y Emeterio decidieron empren-der juntos la aventura. Ya un enganchador de la navieraA. López Co. les había ofrecido estupendas condicionespara cruzar el Atlántico y los había deslumbrado con lasmaravillas y facilidades del viaje que sus respectivas fami-lias habrían de patrocinar.

La madrugada del 15 de septiembre de 1874, Ricardoesperaba a Emeterio, como lo habían convenido la víspe-ra, en la plazoleta del pueblo de Vibaño, bajo las ramasdel roblón centenario. Ya estaba ahí Policarpo, el jornaleroque trabajaba temporalmente en la recolección de man-zanas de la pomarada, quien se había prestado graciosa-mente a llevarlos en su carreta tirada por bueyes a Llanes,de donde el enganchador los trasladaría a Santander. Nosaldrían por Gijón, como habían salido tantos emigrantesasturianos —entre ellos Belarmino—, porque ese puerto,si bien más cercano a Llanes que el santanderino, no teníalas condiciones para el embarque y el desembarque de losvapores de gran calado —como el que abordarían— quehabían venido reemplazando a las corbetas y los berganti-nes de navegación a vela.

Emeterio había colocado en la carreta, junto al de Ri-cardo, el baúl en el que llevaba su equipamiento. Pusotambién un zurrón con un trozo de pan y otro de borona,un chorizo y unas sardinas arenque que había sacado de lamasera de su casa, y dos guajes con agua.

Los dos amigos se treparon a la carreta. Policarpo arreólos bueyes y Ricardo y Emeterio, conducidos por el jor-nalero, emprendieron el camino por el que no habrían deregresar jamás. Conforme el sol iniciaba su ascenso, ibanquedando atrás el desperezado canto de los gallos, los ter-cos balidos de las cabras, el olor del pan y del aceite.

032-117906-El metal y la escoria.indd 20 10/12/14 21:00

Page 14: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

21

Emeterio ya conocía el mar. Varias veces había incur-sionado hasta la costa cántabra y en alguna ocasión habíavisitado el pueblo que tenía por nombre su apellido: Ce-lorio. Pero la única ciudad que conocía era Llanes, así queSantander, con sus avenidas sombreadas por palmeras, suinterminable malecón, sus generosas playas, los edificiosaduanales y las instalaciones portuarias que cargaban ydescargaban barcos procedentes de países muy distintosy distantes, le pareció cosa de otro mundo, sin imaginarentonces que, tan pronto cruzara el océano, mudaría sunatural condición rural por otra urbana que lo marcaría depor vida. Cambiaría, irreversiblemente, alpargatas y alma-dreñas por zapatos, veredas por calles, montes por edifi-cios, carretas por tranvías…

Tres días después de haber llegado a Santander y de hos-pedarse en una fonda de mala muerte que el enganchadorse encargó de cobrar a un precio más alto que el estipulado,Emeterio y Ricardo se embarcaron en el vapor mercantede la Compañía A. López que zarpó rumbo a La Habana.Fueron recluidos en el sollado, esto es en las cubiertas infe-riores del buque donde se encuentran los pañoles atestadosde pertrechos y herramientas y los alojamientos de entre-puente, de acuerdo con los pasajes de tercera clase que susrespectivas familias habían comprado a plazos.

Tras diecisiete días de cocido de habichuelas y pata-tas alternado con garbanzos y agua a discreción; diecisietedías de mareos, malos tratos y mal sueño en camarotes deseis literas de cuatro camas cada una; diecisiete días de ilu-siones, vómitos, diarreas, miedos, extrañamientos, fabula-ciones y confabulaciones, juramentos de amistad eterna yambiciones confesas, Ricardo y Emeterio desembarcaronen La Habana el 5 de octubre.

032-117906-El metal y la escoria.indd 21 10/12/14 21:00

Page 15: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

22

De esas historias que de vez en cuando afloraban enla conversación de los mayores, me quedé entonces condos expresiones que me parecían raras o graciosas: hacer laAmérica y una mano delante y otra detrás. Y con una tercera,dormir en la trastienda, que también se repetía cuando sehablaba de los duros sacrificios y las muchas privacionesque sufrió Emeterio, y de los arduos trabajos que acometiópara hacer fortuna —es decir, para hacer la América, segúnlo entendí después.

La frase hacer la América me parecía extraña, porqueAmérica, según lo supe cuando entré a primer año deprimaria, ya estaba hecha antes de que Cristóbal Colóndizque la descubriera. Tuve que entrar a secundaria paradarme cuenta de que lo que esa frase significaba era hacersecon América, es decir conquistarla, beneficiarse de ella, en-riquecerse a costa de su prodigalidad. La frase una mano de-lante y otra detrás me hacía gracia, como cualquier metáforaque se toma en sentido literal: me imaginaba al tal Emete-rio, de joven, encuerado en la proa del barco en que vino,tapándose el culo con la mano izquierda y el pito conla derecha —o al revés—, y tardé tiempo en descubrirque tal frase no significaba que fuera pudoroso, sino po-bre. Y lo de dormir en la trastienda lo entendí más prontode lo que hubiera querido. Al año siguiente de la muerte demi padre, mamá me mandó durante las vacaciones de finde año a trabajar con mi hermano Alberto a Matehuala,San Luis Potosí, para que me hiciera hombre, sin saber quetal consigna no sólo se refería a aprender a trabajar, comoella creía, sino iniciarse, si la ocasión lo favorecía, en las ve-leidades de la sexualidad. Tenía un catre atrás del mostradorde La Central, el comercio de telas y de ropa al mayoreoque mi hermano había establecido en esa zona desértica

032-117906-El metal y la escoria.indd 22 10/12/14 21:00

Page 16: El metal y la escoria 850 Gonzalo Celorio - PlanetadeLibros€¦ · ria el semblante, la expresión, la piel de aquellos rostros ... varlo a la tahona, afilarla guadaña y segar la

23

del norte del país, y ahí dormía cuando al caer la nochese cerraban tras de mí las cortinas metálicas del estableci-miento, como lo hizo tu abuelo en la tienda de abarrotesy ultramarinos de Belarmino en la que trabajó arduamenteen la ciudad de México, y de la que se independizó antesde ser socio de la empresa, para montar su propio negocio defabricación, importación, distribución y venta de bebidasalcohólicas, con el que hizo la América para fortuna —ytambién para desgracia— de sus descendientes.

032-117906-El metal y la escoria.indd 23 10/12/14 21:00