el lujo es la variedad y abundancia de lasb884b22c-1796-49f8-9f0… · el lujo es la variedad y...

50

Upload: others

Post on 18-Oct-2020

2 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • El lujo es la variedad y abundancia de lascosas superfluas de la vida.

    José de Cadalso Cartas marruecas, 1789

    Châtelaines, équipages, cadenas ymuelles

    Se dice por ahí que los conservadores demuseos son contadores de historias. Pero,en realidad, lo que sucede es que nuestrotrabajo nos convierte en intermediariosentre las piezas de museo y el público, demanera que nos vemos en la comprometi-da tesitura de dar la palabra a la propiaobra.

    En esta ocasión es obligatoriocomenzar nuestra historia refiriéndonos alnombre del objeto que protagoniza elModelo del Mes. A simple vista intuimosque puede tratarse de una joya, de unobjeto de adorno, que, como todas lasjoyas, suponemos cargado de intenciones.Pero al margen de sus características for-males, sobre las que nos extenderemosmás adelante, ya su propio apelativo nosplantea un interesante problema. Comosabemos, las referencias a la joyería abar-

    can toda la historia de la humanidad, y sonmuy ricas en manifestaciones, es decir, enjoyas. Algunas de ellas, como los anillos olos pendientes, han acompañado al hom-bre desde la Edad de los Metales hastanuestros días. Otros, como los cabos, laspiochas, las hebillas de zapato, etc., biendesaparecieron sin más, bien perdieron sucarácter de objetos preciosos y, por ende,valiosos, de manera que acabaron borrán-dose de la memoria colectiva, quedandoreducidos a meras citas en los documen-tos de archivo.

    El largo camino recorrido por elobjeto que nos ocupa ha acabado situán-dolo, precisamente, en esta indefinida fron-tera, en la que su indiscutible pervivenciacomo pieza de museo contrasta, en elcontexto de nuestro país, con una informa-ción escasa y confusa, sobre todo en loque respecta a su denominación. Nuestrajoya, porque eso es lo que es, nació conun carácter utilitario, humilde por tanto,

    CHÂTELAINE

    1

  • El lujo es la variedad y abundancia de lascosas superfluas de la vida.

    José de Cadalso Cartas marruecas, 1789

    Châtelaines, équipages, cadenas ymuelles

    Se dice por ahí que los conservadores demuseos son contadores de historias. Pero,en realidad, lo que sucede es que nuestrotrabajo nos convierte en intermediariosentre las piezas de museo y el público, demanera que nos vemos en la comprometi-da tesitura de dar la palabra a la propiaobra.

    En esta ocasión es obligatoriocomenzar nuestra historia refiriéndonos alnombre del objeto que protagoniza elModelo del Mes. A simple vista intuimosque puede tratarse de una joya, de unobjeto de adorno, que, como todas lasjoyas, suponemos cargado de intenciones.Pero al margen de sus características for-males, sobre las que nos extenderemosmás adelante, ya su propio apelativo nosplantea un interesante problema. Comosabemos, las referencias a la joyería abar-

    can toda la historia de la humanidad, y sonmuy ricas en manifestaciones, es decir, enjoyas. Algunas de ellas, como los anillos olos pendientes, han acompañado al hom-bre desde la Edad de los Metales hastanuestros días. Otros, como los cabos, laspiochas, las hebillas de zapato, etc., biendesaparecieron sin más, bien perdieron sucarácter de objetos preciosos y, por ende,valiosos, de manera que acabaron borrán-dose de la memoria colectiva, quedandoreducidos a meras citas en los documen-tos de archivo.

    El largo camino recorrido por elobjeto que nos ocupa ha acabado situán-dolo, precisamente, en esta indefinida fron-tera, en la que su indiscutible pervivenciacomo pieza de museo contrasta, en elcontexto de nuestro país, con una informa-ción escasa y confusa, sobre todo en loque respecta a su denominación. Nuestrajoya, porque eso es lo que es, nació conun carácter utilitario, humilde por tanto,

    CHÂTELAINE

    1

  • El lujo es la variedad y abundancia de lascosas superfluas de la vida.

    José de Cadalso Cartas marruecas, 1789

    Châtelaines, équipages, cadenas ymuelles

    Se dice por ahí que los conservadores demuseos son contadores de historias. Pero,en realidad, lo que sucede es que nuestrotrabajo nos convierte en intermediariosentre las piezas de museo y el público, demanera que nos vemos en la comprometi-da tesitura de dar la palabra a la propiaobra.

    En esta ocasión es obligatoriocomenzar nuestra historia refiriéndonos alnombre del objeto que protagoniza elModelo del Mes. A simple vista intuimosque puede tratarse de una joya, de unobjeto de adorno, que, como todas lasjoyas, suponemos cargado de intenciones.Pero al margen de sus características for-males, sobre las que nos extenderemosmás adelante, ya su propio apelativo nosplantea un interesante problema. Comosabemos, las referencias a la joyería abar-

    can toda la historia de la humanidad, y sonmuy ricas en manifestaciones, es decir, enjoyas. Algunas de ellas, como los anillos olos pendientes, han acompañado al hom-bre desde la Edad de los Metales hastanuestros días. Otros, como los cabos, laspiochas, las hebillas de zapato, etc., biendesaparecieron sin más, bien perdieron sucarácter de objetos preciosos y, por ende,valiosos, de manera que acabaron borrán-dose de la memoria colectiva, quedandoreducidos a meras citas en los documen-tos de archivo.

    El largo camino recorrido por elobjeto que nos ocupa ha acabado situán-dolo, precisamente, en esta indefinida fron-tera, en la que su indiscutible pervivenciacomo pieza de museo contrasta, en elcontexto de nuestro país, con una informa-ción escasa y confusa, sobre todo en loque respecta a su denominación. Nuestrajoya, porque eso es lo que es, nació conun carácter utilitario, humilde por tanto,

    CHÂTELAINE

    1

  • El lujo es la variedad y abundancia de lascosas superfluas de la vida.

    José de Cadalso Cartas marruecas, 1789

    Châtelaines, équipages, cadenas ymuelles

    Se dice por ahí que los conservadores demuseos son contadores de historias. Pero,en realidad, lo que sucede es que nuestrotrabajo nos convierte en intermediariosentre las piezas de museo y el público, demanera que nos vemos en la comprometi-da tesitura de dar la palabra a la propiaobra.

    En esta ocasión es obligatoriocomenzar nuestra historia refiriéndonos alnombre del objeto que protagoniza elModelo del Mes. A simple vista intuimosque puede tratarse de una joya, de unobjeto de adorno, que, como todas lasjoyas, suponemos cargado de intenciones.Pero al margen de sus características for-males, sobre las que nos extenderemosmás adelante, ya su propio apelativo nosplantea un interesante problema. Comosabemos, las referencias a la joyería abar-

    can toda la historia de la humanidad, y sonmuy ricas en manifestaciones, es decir, enjoyas. Algunas de ellas, como los anillos olos pendientes, han acompañado al hom-bre desde la Edad de los Metales hastanuestros días. Otros, como los cabos, laspiochas, las hebillas de zapato, etc., biendesaparecieron sin más, bien perdieron sucarácter de objetos preciosos y, por ende,valiosos, de manera que acabaron borrán-dose de la memoria colectiva, quedandoreducidos a meras citas en los documen-tos de archivo.

    El largo camino recorrido por elobjeto que nos ocupa ha acabado situán-dolo, precisamente, en esta indefinida fron-tera, en la que su indiscutible pervivenciacomo pieza de museo contrasta, en elcontexto de nuestro país, con una informa-ción escasa y confusa, sobre todo en loque respecta a su denominación. Nuestrajoya, porque eso es lo que es, nació conun carácter utilitario, humilde por tanto,

    CHÂTELAINE

    1

  • petrimetres, petrimetras, manolas, tore-ros2, miembros de la incipiente burguesía,de la aristocracia y de la familia real (Figs.4 y 5) se adornan con este accesorio a lamoda3.

    CHÂTELAINE

    5

    Pero cuando la cadena se compli-caba, bien ensanchando sus eslabones yconvirtiéndolos en placas, bien aumentan-do hasta tres o más el número de talesseries, se denominaba équipage, voca-blo de compleja traducción, pero que, engeneral, venía a designar la presencia demás de una cadena con varios tipos decolgantes formando un conjunto unitario.Es lo que vemos a ambos lados del relojde la imagen (Fig. 3).

    La confusión y el equívoco parecen,pues, bastante plausibles si consultamosla bibliografía internacional. ¿Qué ocurre enEspaña al respecto?

    Parece, en principio, que en nues-tro país no habíamos tenido ni châtelaines,ni chatelaines ni équipages, ya que losdocumentos de la época no recogen talestérminos. Pero estampas y pinturas sí sehacen eco de ese accesorio, presentándo-lo con muchísima frecuencia en las cintu-ras de hombres y mujeres de diversasclases sociales, lo cual nos indica que supopularidad fue bastante grande: no faltan,por ejemplo, en los lienzos de Goya o deLuis Paret; tampoco en las numerosasseries de estampas de trajes nacionalesque vieron la luz en las últimas décadas delsetecientos. En esta galería vemos cómo

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    4

    Fig. 2.- Tarjeta comercial de Joseph Wright, ca. 1750.

    Fig. 3.- Tarjeta comercial de Marie Anne Victz & Thos.

    Mitchell, ca. 1742.

    Fig. 4.- Mª Luisa de Parma, Reina de España, de

    Zacarías González Velázquez, 1789. Museo de Historia.

    Madrid.

    Fig. 5.- Mallorquina con llaves y Traje a la Carolina o

    el Para-todo, de Cano y Olmedilla, 1777.

  • ro, elementos que aquí no se han conser-vado. Esta châtelaine es de uso femenino.

    Pero la châtelaine dieciochesca nosólo se vincula al reloj. Como muestra elotro ejemplo que aquí se expone, delaccesorio en cuestión podían colgar obje-tos diversos, entre los que abundaban losrelacionados con la costura y la escritura.Esta pieza, que se fecha a mediados delsiglo XVIII, es lo que los documentos de laépoca denominaban équipage, en el sen-tido de equipamiento completo para reali-zar una actividad determinada (Fig. 6). Lacomponen cuatro cuerpos, el primero delos cuales es una placa triangular con len-güeta en su reverso. El segundo está for-mado por seis cadenas con eslabones enforma de rocalla, de cuyos extremos pen-den sendos estuches hexagonales, en losque se guardaba el dedal. El tercero pre-senta tres ganchos: los laterales en formade rocalla con anilla en la parte inferior, yel central, formado por un tornillo y un asaen forma de lágrima. Los intercuerpos searticulan mediante un clavillo horizontal. Elúltimo cuerpo está formado por un estu-che de sección hexagonal aplanada, encuyo interior se encajan pequeños y deli-cados instrumentos, por ejemplo para lacostura y la escritura: tijeras, aguja, pun-zón, láminas de marfil, cucharita para rapé,navaja y lápiz. Rocalla, líneas curvas, tor-napuntas, motivos vegetales y figuras ata-viadas a al estilo pastoril dotan a la piezade un genuino estilo rococó (Fig. 6).

    Esta pieza, adquirida en 2009 en elmercado de antigüedades, se conserva en

    su estuche original, recubierto de un mate-rial que en esos años centrales del sigloXVIII constituyó una auténtica novedad. Setrata de la piel del pez lija, que fue tratadapor primera vez en 1755 por Jean-ClaudeGalluchat, un curtidor de la corte de LuisXV de Francia. Denominado galuchat enhonor a su inventor, desde su aparición enel mercado fue un material prestigioso que

    CHÂTELAINE

    7

    Es posible que al mismo objeto queestudiamos aluda el sorprendente vocablomuelle que recoge nuestro Diccionariode Autoridades (1726): Muelle se llamatambién el adorno que las mugeres de dis-tinción trahian, compuesto de varios relica-rios u dixes, pendientes a un lado de lacintura. Una definición que sin variacionesincluirá en 1786 el jesuita Terreros y Pandoen su famoso compendio4.

    Pero al margen del muelle, el términoque sí aparece en los documentos dearchivo españoles es cadena. Lo quenos ha resultado verdaderamente intere-sante es comprobar cómo la sarta encuestión va casi siempre unida a un reloj.Es decir, se describe el reloj con la cade-na que lo sustenta, ya que ambos elemen-tos se fabricaban formando un juego oconjunto de estética uniforme. Así, en elinventario de joyas de Mª Bárbara deBraganza5, esposa de Fernando VI, fecha-do en 1761, leemos las siguientes referen-cias al tema:

    Un relox de oro, guarnecido de brillan-tes y rubies con su gancha y cade-na llave y sello de lo mismo, en unacaja de zapa negra.

    Otra caja de zapa verde forrada de rasoblanco, dentro, un relox guarnecidode diamantes pequeños brillantes,en una caja entera de topacio, consu cadena guarnecida también detopacios y brillantes, que en el gan-cho hay un topacio muy grandecon su llave y sello de igual guarni-ción.

    Un relox de oro, guarnecido de dia-mantes y flores esmaltadas dediversos colores, con su cadena ygancho que tiene la misma guarni-ción, metido en una caja de zapanegra forrada de terciopelo azul.

    Otro relox chiquito de oro esmaltado,con su cadena y cuatro colgantescon su llave y sellos, metido en unacaja de zapa fina verde.

    La châtelaine en el siglo XVIII

    El accesorio que vamos a llamar châtelai-ne era, pues, un accesorio a la moda tantopara hombres como para mujeres. Comopodemos ver, estaba compuesto por unaserie de cuerpos, cuatro en este caso, quedotaban de flexibilidad al conjunto (Fig. 1).El primero es trapezoidal y está rematadoen la parte posterior por una lengüeta, quepermite su sujeción al vestido. De unabisagra penden otros tres cuerpos, amodo de placas de perfil irregular, querematan en un mosquetón; a cada lado deesta línea central se disponen otras dosformadas por tres eslabones finos queconvergen en la placa inferior, y otras dosmás exteriores, con un eslabón y mosque-tón de remate. Todo el conjunto está deco-rado a base de motivos florales cincelados,distribuidos de manera asimétrica, en líneacon el estilo denominado rococó, que des-tacan sobre un campo punteado tambiéna cincel. En su extremo inferior se disponíael reloj, acompañado a ambos lados por elsello y por la llave para dar cuerda al prime-

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    6

    Fig. 6.- Châtelaine de similor, ca. 1760. Museo del Traje.

    CIPE, Madrid.

  • Notas

    1 En esta lengua, no obstante, también se emplea eltérmino propio: Ziergehänge.2 Es el caso, por ejemplo, del famoso torero JoaquínRodríguez Costillares, que en la estampa de Juan de laCruz Cano y Olmedilla (1777) luce una pareja de estosadornos, que se disponen sobre las aberturas de las cal-zas. Por lo demás, se recordará que en estas mismasvitrinas han estado expuestas hasta el pasado mes doscadenas de reloj masculinas realizadas en acero. A estasjoyas y a otras de la época se le dedicó en noviembrede 2005 el Modelo del Mes titulado Joyas en acero yestrás.

    3 En la Colección de trajes de los naturales de la isla deMallorca, sacados del natural y pintados para el real gabi-nete del príncipe mi señor, dibujada por el pintor y natu-ralista Cristóbal Vilella, fechado en la década en 1780, laseñora mallorquina lleva invariablemente las llaves col-gadas de la cintura, conformando el clauer. En las IslasBaleares el uso del clauer estuvo generalizado, aunquebajo la consideración de un elemento a medio caminoentre el ornamento y la utilidad: de hecho, siempre inclu-ía las llaves.4 Es más, tanto el Diccionario de María Moliner como elde la Real Academia Española recogen sin variacionestales definiciones de muelle.5 Ramos de Castro: 1986: 200-217 recoge todas lasjoyas de la reina, en lo que supone un compendio único,por completo y abundante, de la joyería de moda enEspaña en los años centrales del siglo XVIII.

    CHÂTELAINE

    9

    hizo furor entre la aristocracia, por lo quees posible encontrarlo recubriendo unagran diversidad de objetos, desde cajashasta puños de espadas.

    En resumen, la châtelaine que nosocupa es un objeto sofisticado, lujoso, bri-llante, de un carácter práctico muy discu-tible, pero que se imbrica a la perfecciónen los parámetros estéticos del momento.En primer lugar, porque está realizado consimilor -también llamado pinchbeck-, unaaleación de cobre y zinc, inventada en1727, que busca imitar el color y brillo deloro. En segundo lugar, porque supone unaoda a lo falso, un concepto muy cultivadoy querido en la época que anticipó lo quela industria iba a ofrecer en la centuriasiguiente. Lujo, brillo e imitación se conju-garon en el setecientos de mil formas dis-tintas, y desde luego la joyería no escapóa su influjo.

    Además de estas cuestiones, otrosconceptos muy ligados a la época fueronla construcción de la apariencia y, en con-secuencia, el sometimiento cada vezmayor a la dictadura de la moda o, mejor

    dicho, de las modas, por parte de ambossexos y por parte de grupos sociales cadavez más amplios. Como es sabido, Franciacapitaneó esta corriente, a la que Españase sumó gustosa a pesar de los denoda-dos esfuerzos por regular el lujo y frenar elgasto excesivo que conllevaba; también apesar de las medidas puestas en marchapara fomentar el consumo de productosnacionales, entre los que no parece quefiguraran piezas como la que nos ocupa.

    Por otro lado, tampoco el movi-miento desarrollado en España en torno ala creación de un traje nacional logrómantenerse al margen de lo que ocurría enEuropa: como hemos visto, cadenas ychâtelaines se incorporaron al atuendopatrio de majas y manolos con absolutanaturalidad en la segunda mitad del sigloXVIII. Sin duda, fue este su momento deesplendor entre nosotros, ya que en lacenturia siguiente la châtelaine se convirtióen un mero accesorio revival, desprovis-to ya del espíritu lúdico y brillante que leimprimió el Siglo de las Luces.

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    8

  • CHÂTELAINE

    11

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    10

    BIBLIOGRAFÍA

    - Aranda Huete, Amelia: La joyería en la corte durante el reinado de Felipe V e Isabel deFarnesio. Fundación Universitaria Española, 1999.

    - Arbeteta Mira, Leticia: El Arte de la joyería en la Fundación Lázaro Galdiano. Caja Segovia,2003.

    - Cummins, Genevieve y Taunton, Nerylla: Chatelaines. Utility to Glorius Extravagance.Antique Collectors Club, 1994.

    - Díaz Marcos, Ana María: La Edad de Seda. Representaciones de la moda en la literatura espa-ñola (1728-1926). Universidad de Cádiz, Ministerio de Cultura, Museo del Traje, 2006.

    - Herradón Figueroa, Mª Antonia. Nuevas joyas para nuevos tiempos. Brillo y apariencia enel Siglo de las Luces, Congreso Internacional Imagen y apariencia. Universidad, 2009 [pub-licación electrónica].

    - Newman, Harold: An illustrated Dictionary of Jewelry. Thames & Hudson, 1994.

    - Ramos de Castro, Jorge : «La influencia de Portugal en la orfebrería española. Relaciones artís-ticas entre Portugal y España. Junta de Castilla León, Consejería de Educación y Cultura, 1986,pp. 183-217.

    - Roger-Milès, Louis : Comment Discernir les Styles du VIIIe au XIXe siècle. Objects dart etCuriosités. Edouard Rouveyre Ed.,1890. Programación Modelo del mes: María Navajas

    Corrección de estilo: Ana GuerreroMaquetación: Mª José Pacheco

    Textos:Mª Antonia Herradón es Doctora en Historia delArte y Licenciada en Historia Antigua, desde 1993forma parte del Cuerpo Facultativo de Conservado-res de Museos. Ha desarrollado su carrera profesio-nal en el Museo del Pueblo Español y en el MuseoNacional de Antropología, antecesores del actualMuseo del Traje, Centro de Investigación del Patri-monio Etnológico. Sus líneas de investigación abar-can tanto la religiosidad y las creencias en el ámbitohispano como la joyería española, asuntos sobre losque ha publicado diversos artículos y libros, y sobrelos que viene impartiendo conferencias en numero-sos museos e instituciones de todo el país. Además,es profesora invitada en el Máster de GestiónCultural de la Universidad de Valencia.

  • MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    12

    MODELO DEL MES. CICLO 2011

    En estas breves conferencias, que tendrán lugar en las salas de exposición, se analizaráe interpretará un modelo de especial importancia entre los expuestos. A los asistentesse les entregará gratuitamente un cuadernillo con el contenido de la conferencia.

    Domingos, 12:30 horasDuración: 30 minutosAsistencia libre

    ENERO: Antonio del Castillo. Vestido de fiesta, ca. 1950Concha Herranz

    FEBRERO: Mujeres de Montehermoso, fotografía de Ortíz EchagüeLorena Delgado

    MARZO: Joaldunak, NavarraAna Guerrero y Américo López

    ABRIL: Vestido, ca. 1910Rodrigo de la Fuente

    MAYO: Jubón, ca. 1660Elvira González

    JUNIO: Hubert de Givenchy. Vestido, ca. 1950Marina Martínez de Marañón

    SEPTIEMBRE: Cartel, años 20Teresa García

    OCTUBRE: Violoncello, 1709Elena Vázquez

    NOVIEMBRE: Chatelaine, s. XVIIIMª Antonia Herradón

    DICIEMBRE: Pertegaz. Traje sastre, ca. 1998Paloma Calzadilla

  • petrimetres, petrimetras, manolas, tore-ros2, miembros de la incipiente burguesía,de la aristocracia y de la familia real (Figs.4 y 5) se adornan con este accesorio a lamoda3.

    CHÂTELAINE

    5

    Pero cuando la cadena se compli-caba, bien ensanchando sus eslabones yconvirtiéndolos en placas, bien aumentan-do hasta tres o más el número de talesseries, se denominaba équipage, voca-blo de compleja traducción, pero que, engeneral, venía a designar la presencia demás de una cadena con varios tipos decolgantes formando un conjunto unitario.Es lo que vemos a ambos lados del relojde la imagen (Fig. 3).

    La confusión y el equívoco parecen,pues, bastante plausibles si consultamosla bibliografía internacional. ¿Qué ocurre enEspaña al respecto?

    Parece, en principio, que en nues-tro país no habíamos tenido ni châtelaines,ni chatelaines ni équipages, ya que losdocumentos de la época no recogen talestérminos. Pero estampas y pinturas sí sehacen eco de ese accesorio, presentándo-lo con muchísima frecuencia en las cintu-ras de hombres y mujeres de diversasclases sociales, lo cual nos indica que supopularidad fue bastante grande: no faltan,por ejemplo, en los lienzos de Goya o deLuis Paret; tampoco en las numerosasseries de estampas de trajes nacionalesque vieron la luz en las últimas décadas delsetecientos. En esta galería vemos cómo

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    4

    Fig. 2.- Tarjeta comercial de Joseph Wright, ca. 1750.

    Fig. 3.- Tarjeta comercial de Marie Anne Victz & Thos.

    Mitchell, ca. 1742.

    Fig. 4.- Mª Luisa de Parma, Reina de España, de

    Zacarías González Velázquez, 1789. Museo de Historia.

    Madrid.

    Fig. 5.- Mallorquina con llaves y Traje a la Carolina o

    el Para-todo, de Cano y Olmedilla, 1777.

  • ro, elementos que aquí no se han conser-vado. Esta châtelaine es de uso femenino.

    Pero la châtelaine dieciochesca nosólo se vincula al reloj. Como muestra elotro ejemplo que aquí se expone, delaccesorio en cuestión podían colgar obje-tos diversos, entre los que abundaban losrelacionados con la costura y la escritura.Esta pieza, que se fecha a mediados delsiglo XVIII, es lo que los documentos de laépoca denominaban équipage, en el sen-tido de equipamiento completo para reali-zar una actividad determinada (Fig. 6). Lacomponen cuatro cuerpos, el primero delos cuales es una placa triangular con len-güeta en su reverso. El segundo está for-mado por seis cadenas con eslabones enforma de rocalla, de cuyos extremos pen-den sendos estuches hexagonales, en losque se guardaba el dedal. El tercero pre-senta tres ganchos: los laterales en formade rocalla con anilla en la parte inferior, yel central, formado por un tornillo y un asaen forma de lágrima. Los intercuerpos searticulan mediante un clavillo horizontal. Elúltimo cuerpo está formado por un estu-che de sección hexagonal aplanada, encuyo interior se encajan pequeños y deli-cados instrumentos, por ejemplo para lacostura y la escritura: tijeras, aguja, pun-zón, láminas de marfil, cucharita para rapé,navaja y lápiz. Rocalla, líneas curvas, tor-napuntas, motivos vegetales y figuras ata-viadas a al estilo pastoril dotan a la piezade un genuino estilo rococó (Fig. 6).

    Esta pieza, adquirida en 2009 en elmercado de antigüedades, se conserva en

    su estuche original, recubierto de un mate-rial que en esos años centrales del sigloXVIII constituyó una auténtica novedad. Setrata de la piel del pez lija, que fue tratadapor primera vez en 1755 por Jean-ClaudeGalluchat, un curtidor de la corte de LuisXV de Francia. Denominado galuchat enhonor a su inventor, desde su aparición enel mercado fue un material prestigioso que

    CHÂTELAINE

    7

    Es posible que al mismo objeto queestudiamos aluda el sorprendente vocablomuelle que recoge nuestro Diccionariode Autoridades (1726): Muelle se llamatambién el adorno que las mugeres de dis-tinción trahian, compuesto de varios relica-rios u dixes, pendientes a un lado de lacintura. Una definición que sin variacionesincluirá en 1786 el jesuita Terreros y Pandoen su famoso compendio4.

    Pero al margen del muelle, el términoque sí aparece en los documentos dearchivo españoles es cadena. Lo quenos ha resultado verdaderamente intere-sante es comprobar cómo la sarta encuestión va casi siempre unida a un reloj.Es decir, se describe el reloj con la cade-na que lo sustenta, ya que ambos elemen-tos se fabricaban formando un juego oconjunto de estética uniforme. Así, en elinventario de joyas de Mª Bárbara deBraganza5, esposa de Fernando VI, fecha-do en 1761, leemos las siguientes referen-cias al tema:

    Un relox de oro, guarnecido de brillan-tes y rubies con su gancha y cade-na llave y sello de lo mismo, en unacaja de zapa negra.

    Otra caja de zapa verde forrada de rasoblanco, dentro, un relox guarnecidode diamantes pequeños brillantes,en una caja entera de topacio, consu cadena guarnecida también detopacios y brillantes, que en el gan-cho hay un topacio muy grandecon su llave y sello de igual guarni-ción.

    Un relox de oro, guarnecido de dia-mantes y flores esmaltadas dediversos colores, con su cadena ygancho que tiene la misma guarni-ción, metido en una caja de zapanegra forrada de terciopelo azul.

    Otro relox chiquito de oro esmaltado,con su cadena y cuatro colgantescon su llave y sellos, metido en unacaja de zapa fina verde.

    La châtelaine en el siglo XVIII

    El accesorio que vamos a llamar châtelai-ne era, pues, un accesorio a la moda tantopara hombres como para mujeres. Comopodemos ver, estaba compuesto por unaserie de cuerpos, cuatro en este caso, quedotaban de flexibilidad al conjunto (Fig. 1).El primero es trapezoidal y está rematadoen la parte posterior por una lengüeta, quepermite su sujeción al vestido. De unabisagra penden otros tres cuerpos, amodo de placas de perfil irregular, querematan en un mosquetón; a cada lado deesta línea central se disponen otras dosformadas por tres eslabones finos queconvergen en la placa inferior, y otras dosmás exteriores, con un eslabón y mosque-tón de remate. Todo el conjunto está deco-rado a base de motivos florales cincelados,distribuidos de manera asimétrica, en líneacon el estilo denominado rococó, que des-tacan sobre un campo punteado tambiéna cincel. En su extremo inferior se disponíael reloj, acompañado a ambos lados por elsello y por la llave para dar cuerda al prime-

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    6

    Fig. 6.- Châtelaine de similor, ca. 1760. Museo del Traje.

    CIPE, Madrid.

  • Notas

    1 En esta lengua, no obstante, también se emplea eltérmino propio: Ziergehänge.2 Es el caso, por ejemplo, del famoso torero JoaquínRodríguez Costillares, que en la estampa de Juan de laCruz Cano y Olmedilla (1777) luce una pareja de estosadornos, que se disponen sobre las aberturas de las cal-zas. Por lo demás, se recordará que en estas mismasvitrinas han estado expuestas hasta el pasado mes doscadenas de reloj masculinas realizadas en acero. A estasjoyas y a otras de la época se le dedicó en noviembrede 2005 el Modelo del Mes titulado Joyas en acero yestrás.

    3 En la Colección de trajes de los naturales de la isla deMallorca, sacados del natural y pintados para el real gabi-nete del príncipe mi señor, dibujada por el pintor y natu-ralista Cristóbal Vilella, fechado en la década en 1780, laseñora mallorquina lleva invariablemente las llaves col-gadas de la cintura, conformando el clauer. En las IslasBaleares el uso del clauer estuvo generalizado, aunquebajo la consideración de un elemento a medio caminoentre el ornamento y la utilidad: de hecho, siempre inclu-ía las llaves.4 Es más, tanto el Diccionario de María Moliner como elde la Real Academia Española recogen sin variacionestales definiciones de muelle.5 Ramos de Castro: 1986: 200-217 recoge todas lasjoyas de la reina, en lo que supone un compendio único,por completo y abundante, de la joyería de moda enEspaña en los años centrales del siglo XVIII.

    CHÂTELAINE

    9

    hizo furor entre la aristocracia, por lo quees posible encontrarlo recubriendo unagran diversidad de objetos, desde cajashasta puños de espadas.

    En resumen, la châtelaine que nosocupa es un objeto sofisticado, lujoso, bri-llante, de un carácter práctico muy discu-tible, pero que se imbrica a la perfecciónen los parámetros estéticos del momento.En primer lugar, porque está realizado consimilor -también llamado pinchbeck-, unaaleación de cobre y zinc, inventada en1727, que busca imitar el color y brillo deloro. En segundo lugar, porque supone unaoda a lo falso, un concepto muy cultivadoy querido en la época que anticipó lo quela industria iba a ofrecer en la centuriasiguiente. Lujo, brillo e imitación se conju-garon en el setecientos de mil formas dis-tintas, y desde luego la joyería no escapóa su influjo.

    Además de estas cuestiones, otrosconceptos muy ligados a la época fueronla construcción de la apariencia y, en con-secuencia, el sometimiento cada vezmayor a la dictadura de la moda o, mejor

    dicho, de las modas, por parte de ambossexos y por parte de grupos sociales cadavez más amplios. Como es sabido, Franciacapitaneó esta corriente, a la que Españase sumó gustosa a pesar de los denoda-dos esfuerzos por regular el lujo y frenar elgasto excesivo que conllevaba; también apesar de las medidas puestas en marchapara fomentar el consumo de productosnacionales, entre los que no parece quefiguraran piezas como la que nos ocupa.

    Por otro lado, tampoco el movi-miento desarrollado en España en torno ala creación de un traje nacional logrómantenerse al margen de lo que ocurría enEuropa: como hemos visto, cadenas ychâtelaines se incorporaron al atuendopatrio de majas y manolos con absolutanaturalidad en la segunda mitad del sigloXVIII. Sin duda, fue este su momento deesplendor entre nosotros, ya que en lacenturia siguiente la châtelaine se convirtióen un mero accesorio revival, desprovis-to ya del espíritu lúdico y brillante que leimprimió el Siglo de las Luces.

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    8

  • CHÂTELAINE

    11

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    10

    BIBLIOGRAFÍA

    - Aranda Huete, Amelia: La joyería en la corte durante el reinado de Felipe V e Isabel deFarnesio. Fundación Universitaria Española, 1999.

    - Arbeteta Mira, Leticia: El Arte de la joyería en la Fundación Lázaro Galdiano. Caja Segovia,2003.

    - Cummins, Genevieve y Taunton, Nerylla: Chatelaines. Utility to Glorius Extravagance.Antique Collectors Club, 1994.

    - Díaz Marcos, Ana María: La Edad de Seda. Representaciones de la moda en la literatura espa-ñola (1728-1926). Universidad de Cádiz, Ministerio de Cultura, Museo del Traje, 2006.

    - Herradón Figueroa, Mª Antonia. Nuevas joyas para nuevos tiempos. Brillo y apariencia enel Siglo de las Luces, Congreso Internacional Imagen y apariencia. Universidad, 2009 [pub-licación electrónica].

    - Newman, Harold: An illustrated Dictionary of Jewelry. Thames & Hudson, 1994.

    - Ramos de Castro, Jorge : «La influencia de Portugal en la orfebrería española. Relaciones artís-ticas entre Portugal y España. Junta de Castilla León, Consejería de Educación y Cultura, 1986,pp. 183-217.

    - Roger-Milès, Louis : Comment Discernir les Styles du VIIIe au XIXe siècle. Objects dart etCuriosités. Edouard Rouveyre Ed.,1890. Programación Modelo del mes: María Navajas

    Corrección de estilo: Ana GuerreroMaquetación: Mª José Pacheco

    Textos:Mª Antonia Herradón es Doctora en Historia delArte y Licenciada en Historia Antigua, desde 1993forma parte del Cuerpo Facultativo de Conservado-res de Museos. Ha desarrollado su carrera profesio-nal en el Museo del Pueblo Español y en el MuseoNacional de Antropología, antecesores del actualMuseo del Traje, Centro de Investigación del Patri-monio Etnológico. Sus líneas de investigación abar-can tanto la religiosidad y las creencias en el ámbitohispano como la joyería española, asuntos sobre losque ha publicado diversos artículos y libros, y sobrelos que viene impartiendo conferencias en numero-sos museos e instituciones de todo el país. Además,es profesora invitada en el Máster de GestiónCultural de la Universidad de Valencia.

  • MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    12

    MODELO DEL MES. CICLO 2011

    En estas breves conferencias, que tendrán lugar en las salas de exposición, se analizaráe interpretará un modelo de especial importancia entre los expuestos. A los asistentesse les entregará gratuitamente un cuadernillo con el contenido de la conferencia.

    Domingos, 12:30 horasDuración: 30 minutosAsistencia libre

    ENERO: Antonio del Castillo. Vestido de fiesta, ca. 1950Concha Herranz

    FEBRERO: Mujeres de Montehermoso, fotografía de Ortíz EchagüeLorena Delgado

    MARZO: Joaldunak, NavarraAna Guerrero y Américo López

    ABRIL: Vestido, ca. 1910Rodrigo de la Fuente

    MAYO: Jubón, ca. 1660Elvira González

    JUNIO: Hubert de Givenchy. Vestido, ca. 1950Marina Martínez de Marañón

    SEPTIEMBRE: Cartel, años 20Teresa García

    OCTUBRE: Violoncello, 1709Elena Vázquez

    NOVIEMBRE: Chatelaine, s. XVIIIMª Antonia Herradón

    DICIEMBRE: Pertegaz. Traje sastre, ca. 1998Paloma Calzadilla

  • El lujo es la variedad y abundancia de lascosas superfluas de la vida.

    José de Cadalso Cartas marruecas, 1789

    Châtelaines, équipages, cadenas ymuelles

    Se dice por ahí que los conservadores demuseos son contadores de historias. Pero,en realidad, lo que sucede es que nuestrotrabajo nos convierte en intermediariosentre las piezas de museo y el público, demanera que nos vemos en la comprometi-da tesitura de dar la palabra a la propiaobra.

    En esta ocasión es obligatoriocomenzar nuestra historia refiriéndonos alnombre del objeto que protagoniza elModelo del Mes. A simple vista intuimosque puede tratarse de una joya, de unobjeto de adorno, que, como todas lasjoyas, suponemos cargado de intenciones.Pero al margen de sus características for-males, sobre las que nos extenderemosmás adelante, ya su propio apelativo nosplantea un interesante problema. Comosabemos, las referencias a la joyería abar-

    can toda la historia de la humanidad, y sonmuy ricas en manifestaciones, es decir, enjoyas. Algunas de ellas, como los anillos olos pendientes, han acompañado al hom-bre desde la Edad de los Metales hastanuestros días. Otros, como los cabos, laspiochas, las hebillas de zapato, etc., biendesaparecieron sin más, bien perdieron sucarácter de objetos preciosos y, por ende,valiosos, de manera que acabaron borrán-dose de la memoria colectiva, quedandoreducidos a meras citas en los documen-tos de archivo.

    El largo camino recorrido por elobjeto que nos ocupa ha acabado situán-dolo, precisamente, en esta indefinida fron-tera, en la que su indiscutible pervivenciacomo pieza de museo contrasta, en elcontexto de nuestro país, con una informa-ción escasa y confusa, sobre todo en loque respecta a su denominación. Nuestrajoya, porque eso es lo que es, nació conun carácter utilitario, humilde por tanto,

    CHÂTELAINE

    1

  • petrimetres, petrimetras, manolas, tore-ros2, miembros de la incipiente burguesía,de la aristocracia y de la familia real (Figs.4 y 5) se adornan con este accesorio a lamoda3.

    CHÂTELAINE

    5

    Pero cuando la cadena se compli-caba, bien ensanchando sus eslabones yconvirtiéndolos en placas, bien aumentan-do hasta tres o más el número de talesseries, se denominaba équipage, voca-blo de compleja traducción, pero que, engeneral, venía a designar la presencia demás de una cadena con varios tipos decolgantes formando un conjunto unitario.Es lo que vemos a ambos lados del relojde la imagen (Fig. 3).

    La confusión y el equívoco parecen,pues, bastante plausibles si consultamosla bibliografía internacional. ¿Qué ocurre enEspaña al respecto?

    Parece, en principio, que en nues-tro país no habíamos tenido ni châtelaines,ni chatelaines ni équipages, ya que losdocumentos de la época no recogen talestérminos. Pero estampas y pinturas sí sehacen eco de ese accesorio, presentándo-lo con muchísima frecuencia en las cintu-ras de hombres y mujeres de diversasclases sociales, lo cual nos indica que supopularidad fue bastante grande: no faltan,por ejemplo, en los lienzos de Goya o deLuis Paret; tampoco en las numerosasseries de estampas de trajes nacionalesque vieron la luz en las últimas décadas delsetecientos. En esta galería vemos cómo

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    4

    Fig. 2.- Tarjeta comercial de Joseph Wright, ca. 1750.

    Fig. 3.- Tarjeta comercial de Marie Anne Victz & Thos.

    Mitchell, ca. 1742.

    Fig. 4.- Mª Luisa de Parma, Reina de España, de

    Zacarías González Velázquez, 1789. Museo de Historia.

    Madrid.

    Fig. 5.- Mallorquina con llaves y Traje a la Carolina o

    el Para-todo, de Cano y Olmedilla, 1777.

  • ro, elementos que aquí no se han conser-vado. Esta châtelaine es de uso femenino.

    Pero la châtelaine dieciochesca nosólo se vincula al reloj. Como muestra elotro ejemplo que aquí se expone, delaccesorio en cuestión podían colgar obje-tos diversos, entre los que abundaban losrelacionados con la costura y la escritura.Esta pieza, que se fecha a mediados delsiglo XVIII, es lo que los documentos de laépoca denominaban équipage, en el sen-tido de equipamiento completo para reali-zar una actividad determinada (Fig. 6). Lacomponen cuatro cuerpos, el primero delos cuales es una placa triangular con len-güeta en su reverso. El segundo está for-mado por seis cadenas con eslabones enforma de rocalla, de cuyos extremos pen-den sendos estuches hexagonales, en losque se guardaba el dedal. El tercero pre-senta tres ganchos: los laterales en formade rocalla con anilla en la parte inferior, yel central, formado por un tornillo y un asaen forma de lágrima. Los intercuerpos searticulan mediante un clavillo horizontal. Elúltimo cuerpo está formado por un estu-che de sección hexagonal aplanada, encuyo interior se encajan pequeños y deli-cados instrumentos, por ejemplo para lacostura y la escritura: tijeras, aguja, pun-zón, láminas de marfil, cucharita para rapé,navaja y lápiz. Rocalla, líneas curvas, tor-napuntas, motivos vegetales y figuras ata-viadas a al estilo pastoril dotan a la piezade un genuino estilo rococó (Fig. 6).

    Esta pieza, adquirida en 2009 en elmercado de antigüedades, se conserva en

    su estuche original, recubierto de un mate-rial que en esos años centrales del sigloXVIII constituyó una auténtica novedad. Setrata de la piel del pez lija, que fue tratadapor primera vez en 1755 por Jean-ClaudeGalluchat, un curtidor de la corte de LuisXV de Francia. Denominado galuchat enhonor a su inventor, desde su aparición enel mercado fue un material prestigioso que

    CHÂTELAINE

    7

    Es posible que al mismo objeto queestudiamos aluda el sorprendente vocablomuelle que recoge nuestro Diccionariode Autoridades (1726): Muelle se llamatambién el adorno que las mugeres de dis-tinción trahian, compuesto de varios relica-rios u dixes, pendientes a un lado de lacintura. Una definición que sin variacionesincluirá en 1786 el jesuita Terreros y Pandoen su famoso compendio4.

    Pero al margen del muelle, el términoque sí aparece en los documentos dearchivo españoles es cadena. Lo quenos ha resultado verdaderamente intere-sante es comprobar cómo la sarta encuestión va casi siempre unida a un reloj.Es decir, se describe el reloj con la cade-na que lo sustenta, ya que ambos elemen-tos se fabricaban formando un juego oconjunto de estética uniforme. Así, en elinventario de joyas de Mª Bárbara deBraganza5, esposa de Fernando VI, fecha-do en 1761, leemos las siguientes referen-cias al tema:

    Un relox de oro, guarnecido de brillan-tes y rubies con su gancha y cade-na llave y sello de lo mismo, en unacaja de zapa negra.

    Otra caja de zapa verde forrada de rasoblanco, dentro, un relox guarnecidode diamantes pequeños brillantes,en una caja entera de topacio, consu cadena guarnecida también detopacios y brillantes, que en el gan-cho hay un topacio muy grandecon su llave y sello de igual guarni-ción.

    Un relox de oro, guarnecido de dia-mantes y flores esmaltadas dediversos colores, con su cadena ygancho que tiene la misma guarni-ción, metido en una caja de zapanegra forrada de terciopelo azul.

    Otro relox chiquito de oro esmaltado,con su cadena y cuatro colgantescon su llave y sellos, metido en unacaja de zapa fina verde.

    La châtelaine en el siglo XVIII

    El accesorio que vamos a llamar châtelai-ne era, pues, un accesorio a la moda tantopara hombres como para mujeres. Comopodemos ver, estaba compuesto por unaserie de cuerpos, cuatro en este caso, quedotaban de flexibilidad al conjunto (Fig. 1).El primero es trapezoidal y está rematadoen la parte posterior por una lengüeta, quepermite su sujeción al vestido. De unabisagra penden otros tres cuerpos, amodo de placas de perfil irregular, querematan en un mosquetón; a cada lado deesta línea central se disponen otras dosformadas por tres eslabones finos queconvergen en la placa inferior, y otras dosmás exteriores, con un eslabón y mosque-tón de remate. Todo el conjunto está deco-rado a base de motivos florales cincelados,distribuidos de manera asimétrica, en líneacon el estilo denominado rococó, que des-tacan sobre un campo punteado tambiéna cincel. En su extremo inferior se disponíael reloj, acompañado a ambos lados por elsello y por la llave para dar cuerda al prime-

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    6

    Fig. 6.- Châtelaine de similor, ca. 1760. Museo del Traje.

    CIPE, Madrid.

  • Notas

    1 En esta lengua, no obstante, también se emplea eltérmino propio: Ziergehänge.2 Es el caso, por ejemplo, del famoso torero JoaquínRodríguez Costillares, que en la estampa de Juan de laCruz Cano y Olmedilla (1777) luce una pareja de estosadornos, que se disponen sobre las aberturas de las cal-zas. Por lo demás, se recordará que en estas mismasvitrinas han estado expuestas hasta el pasado mes doscadenas de reloj masculinas realizadas en acero. A estasjoyas y a otras de la época se le dedicó en noviembrede 2005 el Modelo del Mes titulado Joyas en acero yestrás.

    3 En la Colección de trajes de los naturales de la isla deMallorca, sacados del natural y pintados para el real gabi-nete del príncipe mi señor, dibujada por el pintor y natu-ralista Cristóbal Vilella, fechado en la década en 1780, laseñora mallorquina lleva invariablemente las llaves col-gadas de la cintura, conformando el clauer. En las IslasBaleares el uso del clauer estuvo generalizado, aunquebajo la consideración de un elemento a medio caminoentre el ornamento y la utilidad: de hecho, siempre inclu-ía las llaves.4 Es más, tanto el Diccionario de María Moliner como elde la Real Academia Española recogen sin variacionestales definiciones de muelle.5 Ramos de Castro: 1986: 200-217 recoge todas lasjoyas de la reina, en lo que supone un compendio único,por completo y abundante, de la joyería de moda enEspaña en los años centrales del siglo XVIII.

    CHÂTELAINE

    9

    hizo furor entre la aristocracia, por lo quees posible encontrarlo recubriendo unagran diversidad de objetos, desde cajashasta puños de espadas.

    En resumen, la châtelaine que nosocupa es un objeto sofisticado, lujoso, bri-llante, de un carácter práctico muy discu-tible, pero que se imbrica a la perfecciónen los parámetros estéticos del momento.En primer lugar, porque está realizado consimilor -también llamado pinchbeck-, unaaleación de cobre y zinc, inventada en1727, que busca imitar el color y brillo deloro. En segundo lugar, porque supone unaoda a lo falso, un concepto muy cultivadoy querido en la época que anticipó lo quela industria iba a ofrecer en la centuriasiguiente. Lujo, brillo e imitación se conju-garon en el setecientos de mil formas dis-tintas, y desde luego la joyería no escapóa su influjo.

    Además de estas cuestiones, otrosconceptos muy ligados a la época fueronla construcción de la apariencia y, en con-secuencia, el sometimiento cada vezmayor a la dictadura de la moda o, mejor

    dicho, de las modas, por parte de ambossexos y por parte de grupos sociales cadavez más amplios. Como es sabido, Franciacapitaneó esta corriente, a la que Españase sumó gustosa a pesar de los denoda-dos esfuerzos por regular el lujo y frenar elgasto excesivo que conllevaba; también apesar de las medidas puestas en marchapara fomentar el consumo de productosnacionales, entre los que no parece quefiguraran piezas como la que nos ocupa.

    Por otro lado, tampoco el movi-miento desarrollado en España en torno ala creación de un traje nacional logrómantenerse al margen de lo que ocurría enEuropa: como hemos visto, cadenas ychâtelaines se incorporaron al atuendopatrio de majas y manolos con absolutanaturalidad en la segunda mitad del sigloXVIII. Sin duda, fue este su momento deesplendor entre nosotros, ya que en lacenturia siguiente la châtelaine se convirtióen un mero accesorio revival, desprovis-to ya del espíritu lúdico y brillante que leimprimió el Siglo de las Luces.

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    8

  • CHÂTELAINE

    11

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    10

    BIBLIOGRAFÍA

    - Aranda Huete, Amelia: La joyería en la corte durante el reinado de Felipe V e Isabel deFarnesio. Fundación Universitaria Española, 1999.

    - Arbeteta Mira, Leticia: El Arte de la joyería en la Fundación Lázaro Galdiano. Caja Segovia,2003.

    - Cummins, Genevieve y Taunton, Nerylla: Chatelaines. Utility to Glorius Extravagance.Antique Collectors Club, 1994.

    - Díaz Marcos, Ana María: La Edad de Seda. Representaciones de la moda en la literatura espa-ñola (1728-1926). Universidad de Cádiz, Ministerio de Cultura, Museo del Traje, 2006.

    - Herradón Figueroa, Mª Antonia. Nuevas joyas para nuevos tiempos. Brillo y apariencia enel Siglo de las Luces, Congreso Internacional Imagen y apariencia. Universidad, 2009 [pub-licación electrónica].

    - Newman, Harold: An illustrated Dictionary of Jewelry. Thames & Hudson, 1994.

    - Ramos de Castro, Jorge : «La influencia de Portugal en la orfebrería española. Relaciones artís-ticas entre Portugal y España. Junta de Castilla León, Consejería de Educación y Cultura, 1986,pp. 183-217.

    - Roger-Milès, Louis : Comment Discernir les Styles du VIIIe au XIXe siècle. Objects dart etCuriosités. Edouard Rouveyre Ed.,1890. Programación Modelo del mes: María Navajas

    Corrección de estilo: Ana GuerreroMaquetación: Mª José Pacheco

    Textos:Mª Antonia Herradón es Doctora en Historia delArte y Licenciada en Historia Antigua, desde 1993forma parte del Cuerpo Facultativo de Conservado-res de Museos. Ha desarrollado su carrera profesio-nal en el Museo del Pueblo Español y en el MuseoNacional de Antropología, antecesores del actualMuseo del Traje, Centro de Investigación del Patri-monio Etnológico. Sus líneas de investigación abar-can tanto la religiosidad y las creencias en el ámbitohispano como la joyería española, asuntos sobre losque ha publicado diversos artículos y libros, y sobrelos que viene impartiendo conferencias en numero-sos museos e instituciones de todo el país. Además,es profesora invitada en el Máster de GestiónCultural de la Universidad de Valencia.

  • MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    12

    MODELO DEL MES. CICLO 2011

    En estas breves conferencias, que tendrán lugar en las salas de exposición, se analizaráe interpretará un modelo de especial importancia entre los expuestos. A los asistentesse les entregará gratuitamente un cuadernillo con el contenido de la conferencia.

    Domingos, 12:30 horasDuración: 30 minutosAsistencia libre

    ENERO: Antonio del Castillo. Vestido de fiesta, ca. 1950Concha Herranz

    FEBRERO: Mujeres de Montehermoso, fotografía de Ortíz EchagüeLorena Delgado

    MARZO: Joaldunak, NavarraAna Guerrero y Américo López

    ABRIL: Vestido, ca. 1910Rodrigo de la Fuente

    MAYO: Jubón, ca. 1660Elvira González

    JUNIO: Hubert de Givenchy. Vestido, ca. 1950Marina Martínez de Marañón

    SEPTIEMBRE: Cartel, años 20Teresa García

    OCTUBRE: Violoncello, 1709Elena Vázquez

    NOVIEMBRE: Chatelaine, s. XVIIIMª Antonia Herradón

    DICIEMBRE: Pertegaz. Traje sastre, ca. 1998Paloma Calzadilla

  • petrimetres, petrimetras, manolas, tore-ros2, miembros de la incipiente burguesía,de la aristocracia y de la familia real (Figs.4 y 5) se adornan con este accesorio a lamoda3.

    CHÂTELAINE

    5

    Pero cuando la cadena se compli-caba, bien ensanchando sus eslabones yconvirtiéndolos en placas, bien aumentan-do hasta tres o más el número de talesseries, se denominaba équipage, voca-blo de compleja traducción, pero que, engeneral, venía a designar la presencia demás de una cadena con varios tipos decolgantes formando un conjunto unitario.Es lo que vemos a ambos lados del relojde la imagen (Fig. 3).

    La confusión y el equívoco parecen,pues, bastante plausibles si consultamosla bibliografía internacional. ¿Qué ocurre enEspaña al respecto?

    Parece, en principio, que en nues-tro país no habíamos tenido ni châtelaines,ni chatelaines ni équipages, ya que losdocumentos de la época no recogen talestérminos. Pero estampas y pinturas sí sehacen eco de ese accesorio, presentándo-lo con muchísima frecuencia en las cintu-ras de hombres y mujeres de diversasclases sociales, lo cual nos indica que supopularidad fue bastante grande: no faltan,por ejemplo, en los lienzos de Goya o deLuis Paret; tampoco en las numerosasseries de estampas de trajes nacionalesque vieron la luz en las últimas décadas delsetecientos. En esta galería vemos cómo

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    4

    Fig. 2.- Tarjeta comercial de Joseph Wright, ca. 1750.

    Fig. 3.- Tarjeta comercial de Marie Anne Victz & Thos.

    Mitchell, ca. 1742.

    Fig. 4.- Mª Luisa de Parma, Reina de España, de

    Zacarías González Velázquez, 1789. Museo de Historia.

    Madrid.

    Fig. 5.- Mallorquina con llaves y Traje a la Carolina o

    el Para-todo, de Cano y Olmedilla, 1777.

  • ro, elementos que aquí no se han conser-vado. Esta châtelaine es de uso femenino.

    Pero la châtelaine dieciochesca nosólo se vincula al reloj. Como muestra elotro ejemplo que aquí se expone, delaccesorio en cuestión podían colgar obje-tos diversos, entre los que abundaban losrelacionados con la costura y la escritura.Esta pieza, que se fecha a mediados delsiglo XVIII, es lo que los documentos de laépoca denominaban équipage, en el sen-tido de equipamiento completo para reali-zar una actividad determinada (Fig. 6). Lacomponen cuatro cuerpos, el primero delos cuales es una placa triangular con len-güeta en su reverso. El segundo está for-mado por seis cadenas con eslabones enforma de rocalla, de cuyos extremos pen-den sendos estuches hexagonales, en losque se guardaba el dedal. El tercero pre-senta tres ganchos: los laterales en formade rocalla con anilla en la parte inferior, yel central, formado por un tornillo y un asaen forma de lágrima. Los intercuerpos searticulan mediante un clavillo horizontal. Elúltimo cuerpo está formado por un estu-che de sección hexagonal aplanada, encuyo interior se encajan pequeños y deli-cados instrumentos, por ejemplo para lacostura y la escritura: tijeras, aguja, pun-zón, láminas de marfil, cucharita para rapé,navaja y lápiz. Rocalla, líneas curvas, tor-napuntas, motivos vegetales y figuras ata-viadas a al estilo pastoril dotan a la piezade un genuino estilo rococó (Fig. 6).

    Esta pieza, adquirida en 2009 en elmercado de antigüedades, se conserva en

    su estuche original, recubierto de un mate-rial que en esos años centrales del sigloXVIII constituyó una auténtica novedad. Setrata de la piel del pez lija, que fue tratadapor primera vez en 1755 por Jean-ClaudeGalluchat, un curtidor de la corte de LuisXV de Francia. Denominado galuchat enhonor a su inventor, desde su aparición enel mercado fue un material prestigioso que

    CHÂTELAINE

    7

    Es posible que al mismo objeto queestudiamos aluda el sorprendente vocablomuelle que recoge nuestro Diccionariode Autoridades (1726): Muelle se llamatambién el adorno que las mugeres de dis-tinción trahian, compuesto de varios relica-rios u dixes, pendientes a un lado de lacintura. Una definición que sin variacionesincluirá en 1786 el jesuita Terreros y Pandoen su famoso compendio4.

    Pero al margen del muelle, el términoque sí aparece en los documentos dearchivo españoles es cadena. Lo quenos ha resultado verdaderamente intere-sante es comprobar cómo la sarta encuestión va casi siempre unida a un reloj.Es decir, se describe el reloj con la cade-na que lo sustenta, ya que ambos elemen-tos se fabricaban formando un juego oconjunto de estética uniforme. Así, en elinventario de joyas de Mª Bárbara deBraganza5, esposa de Fernando VI, fecha-do en 1761, leemos las siguientes referen-cias al tema:

    Un relox de oro, guarnecido de brillan-tes y rubies con su gancha y cade-na llave y sello de lo mismo, en unacaja de zapa negra.

    Otra caja de zapa verde forrada de rasoblanco, dentro, un relox guarnecidode diamantes pequeños brillantes,en una caja entera de topacio, consu cadena guarnecida también detopacios y brillantes, que en el gan-cho hay un topacio muy grandecon su llave y sello de igual guarni-ción.

    Un relox de oro, guarnecido de dia-mantes y flores esmaltadas dediversos colores, con su cadena ygancho que tiene la misma guarni-ción, metido en una caja de zapanegra forrada de terciopelo azul.

    Otro relox chiquito de oro esmaltado,con su cadena y cuatro colgantescon su llave y sellos, metido en unacaja de zapa fina verde.

    La châtelaine en el siglo XVIII

    El accesorio que vamos a llamar châtelai-ne era, pues, un accesorio a la moda tantopara hombres como para mujeres. Comopodemos ver, estaba compuesto por unaserie de cuerpos, cuatro en este caso, quedotaban de flexibilidad al conjunto (Fig. 1).El primero es trapezoidal y está rematadoen la parte posterior por una lengüeta, quepermite su sujeción al vestido. De unabisagra penden otros tres cuerpos, amodo de placas de perfil irregular, querematan en un mosquetón; a cada lado deesta línea central se disponen otras dosformadas por tres eslabones finos queconvergen en la placa inferior, y otras dosmás exteriores, con un eslabón y mosque-tón de remate. Todo el conjunto está deco-rado a base de motivos florales cincelados,distribuidos de manera asimétrica, en líneacon el estilo denominado rococó, que des-tacan sobre un campo punteado tambiéna cincel. En su extremo inferior se disponíael reloj, acompañado a ambos lados por elsello y por la llave para dar cuerda al prime-

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    6

    Fig. 6.- Châtelaine de similor, ca. 1760. Museo del Traje.

    CIPE, Madrid.

  • Notas

    1 En esta lengua, no obstante, también se emplea eltérmino propio: Ziergehänge.2 Es el caso, por ejemplo, del famoso torero JoaquínRodríguez Costillares, que en la estampa de Juan de laCruz Cano y Olmedilla (1777) luce una pareja de estosadornos, que se disponen sobre las aberturas de las cal-zas. Por lo demás, se recordará que en estas mismasvitrinas han estado expuestas hasta el pasado mes doscadenas de reloj masculinas realizadas en acero. A estasjoyas y a otras de la época se le dedicó en noviembrede 2005 el Modelo del Mes titulado Joyas en acero yestrás.

    3 En la Colección de trajes de los naturales de la isla deMallorca, sacados del natural y pintados para el real gabi-nete del príncipe mi señor, dibujada por el pintor y natu-ralista Cristóbal Vilella, fechado en la década en 1780, laseñora mallorquina lleva invariablemente las llaves col-gadas de la cintura, conformando el clauer. En las IslasBaleares el uso del clauer estuvo generalizado, aunquebajo la consideración de un elemento a medio caminoentre el ornamento y la utilidad: de hecho, siempre inclu-ía las llaves.4 Es más, tanto el Diccionario de María Moliner como elde la Real Academia Española recogen sin variacionestales definiciones de muelle.5 Ramos de Castro: 1986: 200-217 recoge todas lasjoyas de la reina, en lo que supone un compendio único,por completo y abundante, de la joyería de moda enEspaña en los años centrales del siglo XVIII.

    CHÂTELAINE

    9

    hizo furor entre la aristocracia, por lo quees posible encontrarlo recubriendo unagran diversidad de objetos, desde cajashasta puños de espadas.

    En resumen, la châtelaine que nosocupa es un objeto sofisticado, lujoso, bri-llante, de un carácter práctico muy discu-tible, pero que se imbrica a la perfecciónen los parámetros estéticos del momento.En primer lugar, porque está realizado consimilor -también llamado pinchbeck-, unaaleación de cobre y zinc, inventada en1727, que busca imitar el color y brillo deloro. En segundo lugar, porque supone unaoda a lo falso, un concepto muy cultivadoy querido en la época que anticipó lo quela industria iba a ofrecer en la centuriasiguiente. Lujo, brillo e imitación se conju-garon en el setecientos de mil formas dis-tintas, y desde luego la joyería no escapóa su influjo.

    Además de estas cuestiones, otrosconceptos muy ligados a la época fueronla construcción de la apariencia y, en con-secuencia, el sometimiento cada vezmayor a la dictadura de la moda o, mejor

    dicho, de las modas, por parte de ambossexos y por parte de grupos sociales cadavez más amplios. Como es sabido, Franciacapitaneó esta corriente, a la que Españase sumó gustosa a pesar de los denoda-dos esfuerzos por regular el lujo y frenar elgasto excesivo que conllevaba; también apesar de las medidas puestas en marchapara fomentar el consumo de productosnacionales, entre los que no parece quefiguraran piezas como la que nos ocupa.

    Por otro lado, tampoco el movi-miento desarrollado en España en torno ala creación de un traje nacional logrómantenerse al margen de lo que ocurría enEuropa: como hemos visto, cadenas ychâtelaines se incorporaron al atuendopatrio de majas y manolos con absolutanaturalidad en la segunda mitad del sigloXVIII. Sin duda, fue este su momento deesplendor entre nosotros, ya que en lacenturia siguiente la châtelaine se convirtióen un mero accesorio revival, desprovis-to ya del espíritu lúdico y brillante que leimprimió el Siglo de las Luces.

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    8

  • CHÂTELAINE

    11

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    10

    BIBLIOGRAFÍA

    - Aranda Huete, Amelia: La joyería en la corte durante el reinado de Felipe V e Isabel deFarnesio. Fundación Universitaria Española, 1999.

    - Arbeteta Mira, Leticia: El Arte de la joyería en la Fundación Lázaro Galdiano. Caja Segovia,2003.

    - Cummins, Genevieve y Taunton, Nerylla: Chatelaines. Utility to Glorius Extravagance.Antique Collectors Club, 1994.

    - Díaz Marcos, Ana María: La Edad de Seda. Representaciones de la moda en la literatura espa-ñola (1728-1926). Universidad de Cádiz, Ministerio de Cultura, Museo del Traje, 2006.

    - Herradón Figueroa, Mª Antonia. Nuevas joyas para nuevos tiempos. Brillo y apariencia enel Siglo de las Luces, Congreso Internacional Imagen y apariencia. Universidad, 2009 [pub-licación electrónica].

    - Newman, Harold: An illustrated Dictionary of Jewelry. Thames & Hudson, 1994.

    - Ramos de Castro, Jorge : «La influencia de Portugal en la orfebrería española. Relaciones artís-ticas entre Portugal y España. Junta de Castilla León, Consejería de Educación y Cultura, 1986,pp. 183-217.

    - Roger-Milès, Louis : Comment Discernir les Styles du VIIIe au XIXe siècle. Objects dart etCuriosités. Edouard Rouveyre Ed.,1890. Programación Modelo del mes: María Navajas

    Corrección de estilo: Ana GuerreroMaquetación: Mª José Pacheco

    Textos:Mª Antonia Herradón es Doctora en Historia delArte y Licenciada en Historia Antigua, desde 1993forma parte del Cuerpo Facultativo de Conservado-res de Museos. Ha desarrollado su carrera profesio-nal en el Museo del Pueblo Español y en el MuseoNacional de Antropología, antecesores del actualMuseo del Traje, Centro de Investigación del Patri-monio Etnológico. Sus líneas de investigación abar-can tanto la religiosidad y las creencias en el ámbitohispano como la joyería española, asuntos sobre losque ha publicado diversos artículos y libros, y sobrelos que viene impartiendo conferencias en numero-sos museos e instituciones de todo el país. Además,es profesora invitada en el Máster de GestiónCultural de la Universidad de Valencia.

  • MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    12

    MODELO DEL MES. CICLO 2011

    En estas breves conferencias, que tendrán lugar en las salas de exposición, se analizaráe interpretará un modelo de especial importancia entre los expuestos. A los asistentesse les entregará gratuitamente un cuadernillo con el contenido de la conferencia.

    Domingos, 12:30 horasDuración: 30 minutosAsistencia libre

    ENERO: Antonio del Castillo. Vestido de fiesta, ca. 1950Concha Herranz

    FEBRERO: Mujeres de Montehermoso, fotografía de Ortíz EchagüeLorena Delgado

    MARZO: Joaldunak, NavarraAna Guerrero y Américo López

    ABRIL: Vestido, ca. 1910Rodrigo de la Fuente

    MAYO: Jubón, ca. 1660Elvira González

    JUNIO: Hubert de Givenchy. Vestido, ca. 1950Marina Martínez de Marañón

    SEPTIEMBRE: Cartel, años 20Teresa García

    OCTUBRE: Violoncello, 1709Elena Vázquez

    NOVIEMBRE: Chatelaine, s. XVIIIMª Antonia Herradón

    DICIEMBRE: Pertegaz. Traje sastre, ca. 1998Paloma Calzadilla

  • El lujo es la variedad y abundancia de lascosas superfluas de la vida.

    José de Cadalso Cartas marruecas, 1789

    Châtelaines, équipages, cadenas ymuelles

    Se dice por ahí que los conservadores demuseos son contadores de historias. Pero,en realidad, lo que sucede es que nuestrotrabajo nos convierte en intermediariosentre las piezas de museo y el público, demanera que nos vemos en la comprometi-da tesitura de dar la palabra a la propiaobra.

    En esta ocasión es obligatoriocomenzar nuestra historia refiriéndonos alnombre del objeto que protagoniza elModelo del Mes. A simple vista intuimosque puede tratarse de una joya, de unobjeto de adorno, que, como todas lasjoyas, suponemos cargado de intenciones.Pero al margen de sus características for-males, sobre las que nos extenderemosmás adelante, ya su propio apelativo nosplantea un interesante problema. Comosabemos, las referencias a la joyería abar-

    can toda la historia de la humanidad, y sonmuy ricas en manifestaciones, es decir, enjoyas. Algunas de ellas, como los anillos olos pendientes, han acompañado al hom-bre desde la Edad de los Metales hastanuestros días. Otros, como los cabos, laspiochas, las hebillas de zapato, etc., biendesaparecieron sin más, bien perdieron sucarácter de objetos preciosos y, por ende,valiosos, de manera que acabaron borrán-dose de la memoria colectiva, quedandoreducidos a meras citas en los documen-tos de archivo.

    El largo camino recorrido por elobjeto que nos ocupa ha acabado situán-dolo, precisamente, en esta indefinida fron-tera, en la que su indiscutible pervivenciacomo pieza de museo contrasta, en elcontexto de nuestro país, con una informa-ción escasa y confusa, sobre todo en loque respecta a su denominación. Nuestrajoya, porque eso es lo que es, nació conun carácter utilitario, humilde por tanto,

    CHÂTELAINE

    1

  • El lujo es la variedad y abundancia de lascosas superfluas de la vida.

    José de Cadalso Cartas marruecas, 1789

    Châtelaines, équipages, cadenas ymuelles

    Se dice por ahí que los conservadores demuseos son contadores de historias. Pero,en realidad, lo que sucede es que nuestrotrabajo nos convierte en intermediariosentre las piezas de museo y el público, demanera que nos vemos en la comprometi-da tesitura de dar la palabra a la propiaobra.

    En esta ocasión es obligatoriocomenzar nuestra historia refiriéndonos alnombre del objeto que protagoniza elModelo del Mes. A simple vista intuimosque puede tratarse de una joya, de unobjeto de adorno, que, como todas lasjoyas, suponemos cargado de intenciones.Pero al margen de sus características for-males, sobre las que nos extenderemosmás adelante, ya su propio apelativo nosplantea un interesante problema. Comosabemos, las referencias a la joyería abar-

    can toda la historia de la humanidad, y sonmuy ricas en manifestaciones, es decir, enjoyas. Algunas de ellas, como los anillos olos pendientes, han acompañado al hom-bre desde la Edad de los Metales hastanuestros días. Otros, como los cabos, laspiochas, las hebillas de zapato, etc., biendesaparecieron sin más, bien perdieron sucarácter de objetos preciosos y, por ende,valiosos, de manera que acabaron borrán-dose de la memoria colectiva, quedandoreducidos a meras citas en los documen-tos de archivo.

    El largo camino recorrido por elobjeto que nos ocupa ha acabado situán-dolo, precisamente, en esta indefinida fron-tera, en la que su indiscutible pervivenciacomo pieza de museo contrasta, en elcontexto de nuestro país, con una informa-ción escasa y confusa, sobre todo en loque respecta a su denominación. Nuestrajoya, porque eso es lo que es, nació conun carácter utilitario, humilde por tanto,

    CHÂTELAINE

    1

  • petrimetres, petrimetras, manolas, tore-ros2, miembros de la incipiente burguesía,de la aristocracia y de la familia real (Figs.4 y 5) se adornan con este accesorio a lamoda3.

    CHÂTELAINE

    5

    Pero cuando la cadena se compli-caba, bien ensanchando sus eslabones yconvirtiéndolos en placas, bien aumentan-do hasta tres o más el número de talesseries, se denominaba équipage, voca-blo de compleja traducción, pero que, engeneral, venía a designar la presencia demás de una cadena con varios tipos decolgantes formando un conjunto unitario.Es lo que vemos a ambos lados del relojde la imagen (Fig. 3).

    La confusión y el equívoco parecen,pues, bastante plausibles si consultamosla bibliografía internacional. ¿Qué ocurre enEspaña al respecto?

    Parece, en principio, que en nues-tro país no habíamos tenido ni châtelaines,ni chatelaines ni équipages, ya que losdocumentos de la época no recogen talestérminos. Pero estampas y pinturas sí sehacen eco de ese accesorio, presentándo-lo con muchísima frecuencia en las cintu-ras de hombres y mujeres de diversasclases sociales, lo cual nos indica que supopularidad fue bastante grande: no faltan,por ejemplo, en los lienzos de Goya o deLuis Paret; tampoco en las numerosasseries de estampas de trajes nacionalesque vieron la luz en las últimas décadas delsetecientos. En esta galería vemos cómo

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    4

    Fig. 2.- Tarjeta comercial de Joseph Wright, ca. 1750.

    Fig. 3.- Tarjeta comercial de Marie Anne Victz & Thos.

    Mitchell, ca. 1742.

    Fig. 4.- Mª Luisa de Parma, Reina de España, de

    Zacarías González Velázquez, 1789. Museo de Historia.

    Madrid.

    Fig. 5.- Mallorquina con llaves y Traje a la Carolina o

    el Para-todo, de Cano y Olmedilla, 1777.

  • ro, elementos que aquí no se han conser-vado. Esta châtelaine es de uso femenino.

    Pero la châtelaine dieciochesca nosólo se vincula al reloj. Como muestra elotro ejemplo que aquí se expone, delaccesorio en cuestión podían colgar obje-tos diversos, entre los que abundaban losrelacionados con la costura y la escritura.Esta pieza, que se fecha a mediados delsiglo XVIII, es lo que los documentos de laépoca denominaban équipage, en el sen-tido de equipamiento completo para reali-zar una actividad determinada (Fig. 6). Lacomponen cuatro cuerpos, el primero delos cuales es una placa triangular con len-güeta en su reverso. El segundo está for-mado por seis cadenas con eslabones enforma de rocalla, de cuyos extremos pen-den sendos estuches hexagonales, en losque se guardaba el dedal. El tercero pre-senta tres ganchos: los laterales en formade rocalla con anilla en la parte inferior, yel central, formado por un tornillo y un asaen forma de lágrima. Los intercuerpos searticulan mediante un clavillo horizontal. Elúltimo cuerpo está formado por un estu-che de sección hexagonal aplanada, encuyo interior se encajan pequeños y deli-cados instrumentos, por ejemplo para lacostura y la escritura: tijeras, aguja, pun-zón, láminas de marfil, cucharita para rapé,navaja y lápiz. Rocalla, líneas curvas, tor-napuntas, motivos vegetales y figuras ata-viadas a al estilo pastoril dotan a la piezade un genuino estilo rococó (Fig. 6).

    Esta pieza, adquirida en 2009 en elmercado de antigüedades, se conserva en

    su estuche original, recubierto de un mate-rial que en esos años centrales del sigloXVIII constituyó una auténtica novedad. Setrata de la piel del pez lija, que fue tratadapor primera vez en 1755 por Jean-ClaudeGalluchat, un curtidor de la corte de LuisXV de Francia. Denominado galuchat enhonor a su inventor, desde su aparición enel mercado fue un material prestigioso que

    CHÂTELAINE

    7

    Es posible que al mismo objeto queestudiamos aluda el sorprendente vocablomuelle que recoge nuestro Diccionariode Autoridades (1726): Muelle se llamatambién el adorno que las mugeres de dis-tinción trahian, compuesto de varios relica-rios u dixes, pendientes a un lado de lacintura. Una definición que sin variacionesincluirá en 1786 el jesuita Terreros y Pandoen su famoso compendio4.

    Pero al margen del muelle, el términoque sí aparece en los documentos dearchivo españoles es cadena. Lo quenos ha resultado verdaderamente intere-sante es comprobar cómo la sarta encuestión va casi siempre unida a un reloj.Es decir, se describe el reloj con la cade-na que lo sustenta, ya que ambos elemen-tos se fabricaban formando un juego oconjunto de estética uniforme. Así, en elinventario de joyas de Mª Bárbara deBraganza5, esposa de Fernando VI, fecha-do en 1761, leemos las siguientes referen-cias al tema:

    Un relox de oro, guarnecido de brillan-tes y rubies con su gancha y cade-na llave y sello de lo mismo, en unacaja de zapa negra.

    Otra caja de zapa verde forrada de rasoblanco, dentro, un relox guarnecidode diamantes pequeños brillantes,en una caja entera de topacio, consu cadena guarnecida también detopacios y brillantes, que en el gan-cho hay un topacio muy grandecon su llave y sello de igual guarni-ción.

    Un relox de oro, guarnecido de dia-mantes y flores esmaltadas dediversos colores, con su cadena ygancho que tiene la misma guarni-ción, metido en una caja de zapanegra forrada de terciopelo azul.

    Otro relox chiquito de oro esmaltado,con su cadena y cuatro colgantescon su llave y sellos, metido en unacaja de zapa fina verde.

    La châtelaine en el siglo XVIII

    El accesorio que vamos a llamar châtelai-ne era, pues, un accesorio a la moda tantopara hombres como para mujeres. Comopodemos ver, estaba compuesto por unaserie de cuerpos, cuatro en este caso, quedotaban de flexibilidad al conjunto (Fig. 1).El primero es trapezoidal y está rematadoen la parte posterior por una lengüeta, quepermite su sujeción al vestido. De unabisagra penden otros tres cuerpos, amodo de placas de perfil irregular, querematan en un mosquetón; a cada lado deesta línea central se disponen otras dosformadas por tres eslabones finos queconvergen en la placa inferior, y otras dosmás exteriores, con un eslabón y mosque-tón de remate. Todo el conjunto está deco-rado a base de motivos florales cincelados,distribuidos de manera asimétrica, en líneacon el estilo denominado rococó, que des-tacan sobre un campo punteado tambiéna cincel. En su extremo inferior se disponíael reloj, acompañado a ambos lados por elsello y por la llave para dar cuerda al prime-

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    6

    Fig. 6.- Châtelaine de similor, ca. 1760. Museo del Traje.

    CIPE, Madrid.

  • Notas

    1 En esta lengua, no obstante, también se emplea eltérmino propio: Ziergehänge.2 Es el caso, por ejemplo, del famoso torero JoaquínRodríguez Costillares, que en la estampa de Juan de laCruz Cano y Olmedilla (1777) luce una pareja de estosadornos, que se disponen sobre las aberturas de las cal-zas. Por lo demás, se recordará que en estas mismasvitrinas han estado expuestas hasta el pasado mes doscadenas de reloj masculinas realizadas en acero. A estasjoyas y a otras de la época se le dedicó en noviembrede 2005 el Modelo del Mes titulado Joyas en acero yestrás.

    3 En la Colección de trajes de los naturales de la isla deMallorca, sacados del natural y pintados para el real gabi-nete del príncipe mi señor, dibujada por el pintor y natu-ralista Cristóbal Vilella, fechado en la década en 1780, laseñora mallorquina lleva invariablemente las llaves col-gadas de la cintura, conformando el clauer. En las IslasBaleares el uso del clauer estuvo generalizado, aunquebajo la consideración de un elemento a medio caminoentre el ornamento y la utilidad: de hecho, siempre inclu-ía las llaves.4 Es más, tanto el Diccionario de María Moliner como elde la Real Academia Española recogen sin variacionestales definiciones de muelle.5 Ramos de Castro: 1986: 200-217 recoge todas lasjoyas de la reina, en lo que supone un compendio único,por completo y abundante, de la joyería de moda enEspaña en los años centrales del siglo XVIII.

    CHÂTELAINE

    9

    hizo furor entre la aristocracia, por lo quees posible encontrarlo recubriendo unagran diversidad de objetos, desde cajashasta puños de espadas.

    En resumen, la châtelaine que nosocupa es un objeto sofisticado, lujoso, bri-llante, de un carácter práctico muy discu-tible, pero que se imbrica a la perfecciónen los parámetros estéticos del momento.En primer lugar, porque está realizado consimilor -también llamado pinchbeck-, unaaleación de cobre y zinc, inventada en1727, que busca imitar el color y brillo deloro. En segundo lugar, porque supone unaoda a lo falso, un concepto muy cultivadoy querido en la época que anticipó lo quela industria iba a ofrecer en la centuriasiguiente. Lujo, brillo e imitación se conju-garon en el setecientos de mil formas dis-tintas, y desde luego la joyería no escapóa su influjo.

    Además de estas cuestiones, otrosconceptos muy ligados a la época fueronla construcción de la apariencia y, en con-secuencia, el sometimiento cada vezmayor a la dictadura de la moda o, mejor

    dicho, de las modas, por parte de ambossexos y por parte de grupos sociales cadavez más amplios. Como es sabido, Franciacapitaneó esta corriente, a la que Españase sumó gustosa a pesar de los denoda-dos esfuerzos por regular el lujo y frenar elgasto excesivo que conllevaba; también apesar de las medidas puestas en marchapara fomentar el consumo de productosnacionales, entre los que no parece quefiguraran piezas como la que nos ocupa.

    Por otro lado, tampoco el movi-miento desarrollado en España en torno ala creación de un traje nacional logrómantenerse al margen de lo que ocurría enEuropa: como hemos visto, cadenas ychâtelaines se incorporaron al atuendopatrio de majas y manolos con absolutanaturalidad en la segunda mitad del sigloXVIII. Sin duda, fue este su momento deesplendor entre nosotros, ya que en lacenturia siguiente la châtelaine se convirtióen un mero accesorio revival, desprovis-to ya del espíritu lúdico y brillante que leimprimió el Siglo de las Luces.

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    8

  • CHÂTELAINE

    11

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    10

    BIBLIOGRAFÍA

    - Aranda Huete, Amelia: La joyería en la corte durante el reinado de Felipe V e Isabel deFarnesio. Fundación Universitaria Española, 1999.

    - Arbeteta Mira, Leticia: El Arte de la joyería en la Fundación Lázaro Galdiano. Caja Segovia,2003.

    - Cummins, Genevieve y Taunton, Nerylla: Chatelaines. Utility to Glorius Extravagance.Antique Collectors Club, 1994.

    - Díaz Marcos, Ana María: La Edad de Seda. Representaciones de la moda en la literatura espa-ñola (1728-1926). Universidad de Cádiz, Ministerio de Cultura, Museo del Traje, 2006.

    - Herradón Figueroa, Mª Antonia. Nuevas joyas para nuevos tiempos. Brillo y apariencia enel Siglo de las Luces, Congreso Internacional Imagen y apariencia. Universidad, 2009 [pub-licación electrónica].

    - Newman, Harold: An illustrated Dictionary of Jewelry. Thames & Hudson, 1994.

    - Ramos de Castro, Jorge : «La influencia de Portugal en la orfebrería española. Relaciones artís-ticas entre Portugal y España. Junta de Castilla León, Consejería de Educación y Cultura, 1986,pp. 183-217.

    - Roger-Milès, Louis : Comment Discernir les Styles du VIIIe au XIXe siècle. Objects dart etCuriosités. Edouard Rouveyre Ed.,1890. Programación Modelo del mes: María Navajas

    Corrección de estilo: Ana GuerreroMaquetación: Mª José Pacheco

    Textos:Mª Antonia Herradón es Doctora en Historia delArte y Licenciada en Historia Antigua, desde 1993forma parte del Cuerpo Facultativo de Conservado-res de Museos. Ha desarrollado su carrera profesio-nal en el Museo del Pueblo Español y en el MuseoNacional de Antropología, antecesores del actualMuseo del Traje, Centro de Investigación del Patri-monio Etnológico. Sus líneas de investigación abar-can tanto la religiosidad y las creencias en el ámbitohispano como la joyería española, asuntos sobre losque ha publicado diversos artículos y libros, y sobrelos que viene impartiendo conferencias en numero-sos museos e instituciones de todo el país. Además,es profesora invitada en el Máster de GestiónCultural de la Universidad de Valencia.

  • MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    12

    MODELO DEL MES. CICLO 2011

    En estas breves conferencias, que tendrán lugar en las salas de exposición, se analizaráe interpretará un modelo de especial importancia entre los expuestos. A los asistentesse les entregará gratuitamente un cuadernillo con el contenido de la conferencia.

    Domingos, 12:30 horasDuración: 30 minutosAsistencia libre

    ENERO: Antonio del Castillo. Vestido de fiesta, ca. 1950Concha Herranz

    FEBRERO: Mujeres de Montehermoso, fotografía de Ortíz EchagüeLorena Delgado

    MARZO: Joaldunak, NavarraAna Guerrero y Américo López

    ABRIL: Vestido, ca. 1910Rodrigo de la Fuente

    MAYO: Jubón, ca. 1660Elvira González

    JUNIO: Hubert de Givenchy. Vestido, ca. 1950Marina Martínez de Marañón

    SEPTIEMBRE: Cartel, años 20Teresa García

    OCTUBRE: Violoncello, 1709Elena Vázquez

    NOVIEMBRE: Chatelaine, s. XVIIIMª Antonia Herradón

    DICIEMBRE: Pertegaz. Traje sastre, ca. 1998Paloma Calzadilla

  • petrimetres, petrimetras, manolas, tore-ros2, miembros de la incipiente burguesía,de la aristocracia y de la familia real (Figs.4 y 5) se adornan con este accesorio a lamoda3.

    CHÂTELAINE

    5

    Pero cuando la cadena se compli-caba, bien ensanchando sus eslabones yconvirtiéndolos en placas, bien aumentan-do hasta tres o más el número de talesseries, se denominaba équipage, voca-blo de compleja traducción, pero que, engeneral, venía a designar la presencia demás de una cadena con varios tipos decolgantes formando un conjunto unitario.Es lo que vemos a ambos lados del relojde la imagen (Fig. 3).

    La confusión y el equívoco parecen,pues, bastante plausibles si consultamosla bibliografía internacional. ¿Qué ocurre enEspaña al respecto?

    Parece, en principio, que en nues-tro país no habíamos tenido ni châtelaines,ni chatelaines ni équipages, ya que losdocumentos de la época no recogen talestérminos. Pero estampas y pinturas sí sehacen eco de ese accesorio, presentándo-lo con muchísima frecuencia en las cintu-ras de hombres y mujeres de diversasclases sociales, lo cual nos indica que supopularidad fue bastante grande: no faltan,por ejemplo, en los lienzos de Goya o deLuis Paret; tampoco en las numerosasseries de estampas de trajes nacionalesque vieron la luz en las últimas décadas delsetecientos. En esta galería vemos cómo

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    4

    Fig. 2.- Tarjeta comercial de Joseph Wright, ca. 1750.

    Fig. 3.- Tarjeta comercial de Marie Anne Victz & Thos.

    Mitchell, ca. 1742.

    Fig. 4.- Mª Luisa de Parma, Reina de España, de

    Zacarías González Velázquez, 1789. Museo de Historia.

    Madrid.

    Fig. 5.- Mallorquina con llaves y Traje a la Carolina o

    el Para-todo, de Cano y Olmedilla, 1777.

  • ro, elementos que aquí no se han conser-vado. Esta châtelaine es de uso femenino.

    Pero la châtelaine dieciochesca nosólo se vincula al reloj. Como muestra elotro ejemplo que aquí se expone, delaccesorio en cuestión podían colgar obje-tos diversos, entre los que abundaban losrelacionados con la costura y la escritura.Esta pieza, que se fecha a mediados delsiglo XVIII, es lo que los documentos de laépoca denominaban équipage, en el sen-tido de equipamiento completo para reali-zar una actividad determinada (Fig. 6). Lacomponen cuatro cuerpos, el primero delos cuales es una placa triangular con len-güeta en su reverso. El segundo está for-mado por seis cadenas con eslabones enforma de rocalla, de cuyos extremos pen-den sendos estuches hexagonales, en losque se guardaba el dedal. El tercero pre-senta tres ganchos: los laterales en formade rocalla con anilla en la parte inferior, yel central, formado por un tornillo y un asaen forma de lágrima. Los intercuerpos searticulan mediante un clavillo horizontal. Elúltimo cuerpo está formado por un estu-che de sección hexagonal aplanada, encuyo interior se encajan pequeños y deli-cados instrumentos, por ejemplo para lacostura y la escritura: tijeras, aguja, pun-zón, láminas de marfil, cucharita para rapé,navaja y lápiz. Rocalla, líneas curvas, tor-napuntas, motivos vegetales y figuras ata-viadas a al estilo pastoril dotan a la piezade un genuino estilo rococó (Fig. 6).

    Esta pieza, adquirida en 2009 en elmercado de antigüedades, se conserva en

    su estuche original, recubierto de un mate-rial que en esos años centrales del sigloXVIII constituyó una auténtica novedad. Setrata de la piel del pez lija, que fue tratadapor primera vez en 1755 por Jean-ClaudeGalluchat, un curtidor de la corte de LuisXV de Francia. Denominado galuchat enhonor a su inventor, desde su aparición enel mercado fue un material prestigioso que

    CHÂTELAINE

    7

    Es posible que al mismo objeto queestudiamos aluda el sorprendente vocablomuelle que recoge nuestro Diccionariode Autoridades (1726): Muelle se llamatambién el adorno que las mugeres de dis-tinción trahian, compuesto de varios relica-rios u dixes, pendientes a un lado de lacintura. Una definición que sin variacionesincluirá en 1786 el jesuita Terreros y Pandoen su famoso compendio4.

    Pero al margen del muelle, el términoque sí aparece en los documentos dearchivo españoles es cadena. Lo quenos ha resultado verdaderamente intere-sante es comprobar cómo la sarta encuestión va casi siempre unida a un reloj.Es decir, se describe el reloj con la cade-na que lo sustenta, ya que ambos elemen-tos se fabricaban formando un juego oconjunto de estética uniforme. Así, en elinventario de joyas de Mª Bárbara deBraganza5, esposa de Fernando VI, fecha-do en 1761, leemos las siguientes referen-cias al tema:

    Un relox de oro, guarnecido de brillan-tes y rubies con su gancha y cade-na llave y sello de lo mismo, en unacaja de zapa negra.

    Otra caja de zapa verde forrada de rasoblanco, dentro, un relox guarnecidode diamantes pequeños brillantes,en una caja entera de topacio, consu cadena guarnecida también detopacios y brillantes, que en el gan-cho hay un topacio muy grandecon su llave y sello de igual guarni-ción.

    Un relox de oro, guarnecido de dia-mantes y flores esmaltadas dediversos colores, con su cadena ygancho que tiene la misma guarni-ción, metido en una caja de zapanegra forrada de terciopelo azul.

    Otro relox chiquito de oro esmaltado,con su cadena y cuatro colgantescon su llave y sellos, metido en unacaja de zapa fina verde.

    La châtelaine en el siglo XVIII

    El accesorio que vamos a llamar châtelai-ne era, pues, un accesorio a la moda tantopara hombres como para mujeres. Comopodemos ver, estaba compuesto por unaserie de cuerpos, cuatro en este caso, quedotaban de flexibilidad al conjunto (Fig. 1).El primero es trapezoidal y está rematadoen la parte posterior por una lengüeta, quepermite su sujeción al vestido. De unabisagra penden otros tres cuerpos, amodo de placas de perfil irregular, querematan en un mosquetón; a cada lado deesta línea central se disponen otras dosformadas por tres eslabones finos queconvergen en la placa inferior, y otras dosmás exteriores, con un eslabón y mosque-tón de remate. Todo el conjunto está deco-rado a base de motivos florales cincelados,distribuidos de manera asimétrica, en líneacon el estilo denominado rococó, que des-tacan sobre un campo punteado tambiéna cincel. En su extremo inferior se disponíael reloj, acompañado a ambos lados por elsello y por la llave para dar cuerda al prime-

    MODELO DEL MES DE NOVIEMBRE

    6

    Fig. 6.- Châtelaine de similor, ca. 1760. Museo del Traje.

    CIPE, Madrid.

  • Notas

    1 En esta lengua, no obstante, también se emplea eltérmino propio: Ziergehänge.2 Es el caso, por ejemplo, del famoso torero JoaquínRodríguez Costillares, que en la estampa de Juan de laCruz Cano y Olmedilla (1777) luce una pareja de estosadornos, que se disponen sobre las aberturas de las cal-zas. Por lo demás, se recordará que en estas mismasvitrinas han estado expuestas hasta el pasado mes doscadenas de reloj masculinas realizadas en acero. A estasjoyas y a otras de la época se le dedicó en noviembrede 2005 el Modelo del Mes titulado Joyas en acero yestrás.

    3 En la Colección de trajes de los naturales de la isla deMallorca, sacados del natural y pintados para el real gabi-nete del príncipe mi señor, dibujada por el pintor y natu-ralista Cristóbal Vilella, fechado en la década en 1780, laseñora mallorquina lleva invariablemente las llaves col-gadas de la cintura, conformando el clauer. En las IslasBaleares el uso del clauer estuvo generalizado, aunquebajo la consideración de un elemento a medio caminoentre el ornamento y la utilidad: de hecho, siempre inclu-ía las llaves.4 Es más, tanto el Diccionario de María Moliner como elde la Real Academia Española recogen sin variacionestales definiciones de muelle.5 Ramos de Castro: 1986: 200-217 recoge todas lasjoyas de la reina, en lo que supone un compendio único,por completo y abundante, de la joyería de moda enEspaña en los años centrales del siglo XVIII.

    CHÂTELAINE

    9

    hizo furor entre la aristocracia, por lo quees posible encontrarlo recubriendo unagran diversidad de objetos, desde cajashasta puños de espadas.

    En resumen, la châtelaine que nosocupa es un objeto sofisticado, lujoso, bri-llante, de un carácter práctico muy discu-tible, pero que se imbrica a la perfecciónen los parámetros estéticos del momento.En primer lugar, porque está realizado consimilor -también llamado pinchbeck-, unaaleación de cobre y zinc, inventada en1727, que busca imitar el color y brillo deloro. En segundo lugar, porque supone unaoda a lo falso, un concepto muy cultivadoy querido en la época que anticipó lo quela industria iba a ofrecer