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El lugar de encuentro de los católicos en la red

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ECOS. Boletín de la Federación Internacional de Familias Católicas. No. 5, 2008

El ámbito natural donde se acoge al ser humano sin reservas, por el mero hecho de ser persona, es la familia. La familia tiene la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor. Juan Pablo II nos lo dijo claramente: «El hombre, por encima de toda actividad intelectual o social por alta que sea, encuentra su desarrollo pleno, su realización integral, su riqueza insustituible en la familia. Aquí, realmente, más que en cualquier otro campo de su vida, se juega el destino del hombre». Por ello, en este número, queremos presentarles algunos artículos para ayudar a las familias a desarrollar esta misión tan importante. Esperamos que "ECOS" sea de su agrado...

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Consejos a las mujeres La primera responsabilidad de una esposa es conservar despierto y vibrante el amor del marido hacia ella

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Nuestras mujeres se enfadan con razón Tener ternura con ellas redunda en un amor de mayor calidad. Y ese enamoramiento in crescendo será el quicio de nuestra fortaleza y de nuestra alegría

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Sentirse bien haciendo el bien Hay que ayudar a los niños y a los adultos a orientar sus sentimientos y a sentirse bien haciendo el bien

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Sonría, por favor Saber que siempre hay Alguien que te ama, ¿No es motivo suficiente para ir lanzando por donde vayas alegría y buen humor?

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Un padre de familia que no ha pasado de moda Un hombre que no se compadece con la simplicidad del mero recuerdo de quien fue y lo que hizo, cuyas consecuencias disfrutamos y disfrutaremos eternamente

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Acompañados es más fácil El tamaño de nuestro corazón es proporcional al número de personas que hemos dejado entrar en él

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Familia Educadora en la Fe Forma verdaderos catequistas en grupos familiares

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Subsidios formativos de preparación al VI Encuentro mundial de las familias en México Tema II. La familia, valor y escuela de valores por la palabra y el testimonio de los padres

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Autor: Tomás Melendo | Fuente: www.fluvium.org Consejos a las mujeres La primera responsabilidad de una esposa es conservar despierto y vibrante el amor del marido hacia ella

Por el bien de todos (no solo de la propia familia, sino, al cabo, del mundo entero), la primera responsabilidad de una esposa es conservar despierto y vibrante el amor del marido hacia ella: ¡al marido hay que seducirlo cada día!, como ya dije; conviene mucho ingeniárselas para que caiga en la cuenta de que más allá de los compromisos y éxitos profesionales o sociales, su mujer es el mayor bien que Dios le ha otorgado y el medio fundamental e imprescindible para conquistar la propia plenitud y la consiguiente dicha… y, en el caso de los creyentes, incluso la santidad. Puede que el incremento de las obligaciones y preocupaciones, la atención a los hijos o al trabajo profesional, obliguen a la mujer a

distanciar y acortar los ratos de exclusiva dedicación a su esposo. La solución podría estar, más que en la cantidad de tiempo que le consagre, ¡que siempre debería ser el mayor posible!, en los pequeños y reiterados detalles que exigen algún esfuerzo pero manifiestan el cariño. Por ejemplo, cualquier esposa habrá de interesarse por el trabajo de su cónyuge, por sus proyectos y por sus dificultades profesionales, por sus aficiones. Con la discreción y prudencia oportunas, no debe desentenderse de ámbitos tan importantes para su marido como normalmente es la profesión o los restantes que he enunciado. Si lo quiere de veras, es lógico que le interese cuanto a él le interesa, entusiasma o preocupa, incluido, si es el caso, con o sin esfuerzo, el equipo de fútbol. A modo de «decálogo». Quizás a alguna le pueda ayudar el releer de tanto en tanto el siguiente «decálogo para la mujer»: 1. Quiere a tu marido también cuando otro hombre te parezca más comprensivo, más educado, más atento, más divertido… o incluso simplemente más elegante o más guapo. 2. No estropees la relación con él por cosas que en un momento te pueden parecer importantísimas —el orden y la limpieza de la casa, en los que también él debe sentirse responsable, o incluso tu carrera profesional, si trabajas fuera del hogar—, pero que en realidad y a la larga y en fin de cuentas, no lo son tanto. 3. No lo asaltes en cuanto llega a casa, atosigándolo con tus problemas —profesionales o familiares—, aun cuando durante todo el día hayas estado esperando, lógicamente, la ocasión de desahogarte con la persona que más quieres y mejor te escucha y comprende. 4. Prepárale su plato preferido cuando intuyas que lo necesita (o deja que él os lo prepare, si le gusta…, a pesar del desbarajuste que pueda organizarte en la cocina): el marido se gana también a través del estómago. No es falta de romanticismo ni de delicadeza… ni menos aún una especie de «juego sucio», sino puro sentido común y conciencia clara de la intimísima unidad del ser humano, el tener en cuenta estos aspectos 5. No lo atormentes con excesos de celos, no lo ofendas con tus dudas (evita incluso imaginarlas), no seas irónica.

Consejos a las mujeres

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6. No te engañes, pensando que con otro hombre es posible mantener una relación de simple amistad… incluso íntima, sin correr el riesgo de ser infiel a tu marido; ni, mucho menos, te «diviertas» jugando a «interesar» a otros hombres. 7. No te lamentes confidencialmente con un amigo de los defectos de tu esposo, porque éste podría ser el primer paso hacia la deslealtad: ¡los amigos resultan siempre tan comprensivos! 8. No exageres las contrariedades ni finjas un excesivo dolor, para inducir a tu marido a hacer lo que deseas. Decirle con sencillez lo que necesitas o simplemente te hace ilusión constituye una muestra de confianza, que él te agradecerá y os unirá más todavía. 9. Cuida tu aspecto externo. Aunque pueda sonar a broma, y ciertamente está expresado con humor, el rostro se asemeja mucho a una obra de arte, que con el tiempo tiene necesidad de una amable restauración. Por eso procura no presentarte nunca ante tu marido como no lo harías ante una conocida dispuesta a juzgar de tu belleza. Y conténtate y sé feliz, más conforme pasen los años, con gustarle a él: no aspires a gustarte a ti misma —eres tu crítica más exigente— ni admitas comparaciones con tus amigas o con otras personas de tu mismo sexo. 10. No envidies a las otras mujeres, ni siquiera interiormente, ni pongas como ejemplo a sus esposos. Harás que el tuyo se sienta fracasado, que es una de las cosas que más duelen y peor soportan los varones. (La conversación entre las dos esposas del púgil y el manager protagonistas de Cinderella Man lo refleja con una brevedad y precisión casi insuperables). Comentarios al autor: [email protected]

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Autor: Guillermo Urbizu | Fuente: www.guillermourbizu.com Nuestras mujeres se enfadan con razón El que tengamos la ternura puesta en ellas, redunda en un amor mucho más cualificado. Y ese enamoramiento in crescendo será el quicio de nuestra fortaleza y de nuestra alegría

Las esposas se enfadan con razón. Fíjense en mi mismo (y perdón por citarme, es para que resulte más ilustrativo). Ella ocupada con los niños y preparando la cena a la vez que la comida de mañana. ¿Y yo? ¿Qué hago yo mientras tanto? Versos. Hace falta… Y no es que escribir versos sea una ocupación desatinada -aunque hay distintas opiniones sobre esto-, o que de pronto uno tenga mala conciencia. No. La cuestión está en que los maridos por lo general carecemos del necesario sentido de la oportunidad. Llegamos a casa y ni se nos pasa por la cabeza esa compra de alimentos, o ayudar a explicarle al pequeño asunto tan vital como la fotosíntesis (o la resurrección de los muertos).

Que no, que no. Que lo peor es que vamos a lo que vamos. Es decir, al inconmensurable universo de lo nuestro. ¿Cambiar un pañal? Quita, quita, que mañana tengo una reunión muy importante. Bueno, al menos podrás sacar la ropa de la lavadora antes del fútbol. Mujer, ¡qué cosas tienes! ¿No ves que es necesario el precalentamiento? Y así. Pero como las queremos tanto pensamos: “Cuando termine la primera parte lo hago”, o “cuando termine de cuadrar estas cuentas allí estoy, como un jabato”. Y dejamos para luego lo que no vamos a hacer nunca. Ya sé, ya sé que no siempre es igual, y que hay algunos maridos que son modelos. Pero no me digan que es un poco así. Llegas a la puerta y tentado estás de huir como un cobarde. “Vuelvo en media hora y con un poco de suerte quizá estén todos dormidos”. Ya, sí, puede que haga yo con estas letras un algo de caricatura. ¿O no? Quizá no exagero tanto como parece. Puede que hasta se aproxime a lo cierto. El caso es que somos escapistas, o tendemos a ello. O que disfrazamos el egoísmo de muy buenos propósitos y loas. Un besito… y a lo nuestro. No sé, pero a mí me parece que no debemos dejarlas tan solas. No se trata sólo de los hijos y de la casa. Se trata de nosotros. Sí, de nosotros. Del matrimonio. Porque el que tengamos la ternura puesta en ellas, en nuestras mujeres, redunda en un amor mucho más cualificado. Y ese enamoramiento in crescendo será el quicio de nuestra fortaleza y de nuestra alegría. E incluso de la perfección de nuestro trabajo. ¿No han observado ustedes que si andamos reñidos o los gritos se han subido por las paredes, todo nos da un poco igual? Pues habrá que aplicarse. Comentarios al autor: [email protected] www.guillermourbizu.com

Nuestras mujeres se enfadan con razón

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Autor: P. Fernando Pascual L.C. | Fuente: Catholic net Sentirse bien haciendo el bien Hay que ayudar a los niños, y a los adultos, a orientar sus sentimientos, y a sentirse bien haciendo el bien.

Siempre es bueno reflexionar en la “pedagogía del amor”, en ese arte de conducir a los niños y a los no tan niños no por el miedo o el castigo, sino por el respeto, el cariño y el aprecio sincero y franco. Pero es posible que entre algunos educadores siga en pie, quizá inconscientemente, lo que decía el viejo refrán: “la letra por la sangre entra”. Es decir: sería necesario castigar y corregir con dureza para lograr algo en las mentes de nuestros pequeños. Nosotros, desde luego, no aceptamos que para aprender haya que llegar a la sangre. Pero al condenar el viejo refrán nos damos cuenta de que la educación debe evitar dos extremos sumamente perjudiciales para la vida de todo niño. El primero consiste en no corregir ni castigar

nunca; el segundo, en corregir y castigar con métodos que rayan en la crueldad más despiadada. Como ya decían en su tiempo Platón y Aristóteles, conviene saber educar a los niños de forma que orienten bien sus sentimientos, sus momentos de placer y sus momentos de dolor, lo cual implica saber combinar bien esos dos elementos tan importantes de nuestra vida. ¿Por qué? Porque muchas veces, incluso sin pensarlo, el hecho de que creamos que algo nos va a costar mucho, o de que en otra actividad u objeto vamos a disfrutar más, puede ser determinante a la hora de que se haga o se deje de hacer algo (ir al trabajo o quedarse en cama viendo la televisión, por ejemplo). Es por ello necesario saber orientar bien el propio sentir, pues sólo tendremos un hombre cabal, un auténtico ciudadano dueño de sí mismo, cuando hayamos conseguido una cierta satisfacción en el hacer el bien, y un hondo pesar en el cometer o constatar el mal. El hombre incompleto, el ser achatado en su formación integral, en cambio, es el que se siente mal cuando hace algo bueno o se siente bien al hacer el mal. Por eso la educación podía ser definida como un camino que permita al hombre rectificar y eliminar el placer en el realizar el mal, para ir creciendo, cada vez más, en el placer en la construcción de un mundo mejor. Se podría objetar, sin embargo, que el deber y la honradez no deben subordinarse a la búsqueda de un premio, a la consecución del placer que sentimos cuando hemos obrado el bien. Esto es cierto, pero también es cierto que, si bien a veces podemos ser honrados hasta la testarudez, otras veces necesitamos algún apoyo sensible, al menos esa pequeña satisfacción del que alguien nos diga al oído: “¡felicidades, eres maravilloso!”, aunque ese alguien a veces sea uno mismo... Al revés, ¿no nos ha detenido, antes de cometer un pequeño fraude o de concedernos algún vicio “diminuto” fuera de casa el pensar en los ojos severos de quien nos ama mucho y, por lo mismo, nos exige más? El ser humano no puede vivir sólo según la ley del “deber por el deber”, sino que necesita apoyos, muletas, premios o castigos, cielos e infiernos, para resistir tanto en la fidelidad a la buena obra comenzada, como en el rechazo de aquellas acciones más vergonzosas y turbulentas. El viejo lema “la letra por la sangre entra” está, ciertamente, descartado en las escuelas donde estudian nuestros hijos. Las matemáticas, la geografía, la historia, hay que enseñarlas con placer, con gusto, precisamente porque el placer refuerza y fija más los contenidos que queremos transmitir. Esto ya lo había dicho Platón hace 2.400 años, mucho antes de que fuese “redescubierto” por

Sentirse bien haciendo el

bien

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el famoso (aunque muchas veces poco realista) Rousseau en el siglo XVIII... La moral, a su vez, debe ser enseñada con una buena pedagogía, esa que sabe unir los dos momentos, el de la premiación y el de la reprensión, para llevar al auténtico dolor por el mal cometido, y para sentir una honda satisfacción cuando el niño empieza a realizar actos buenos. Bajando a cosas concretas, ¿qué debemos hacer cuando un niño pequeño, que apenas puede tener malicia, le quita un juguete a su hermanito para “hacerlo rabiar” y mostrar que es más fuerte? La inhibición de los padres sólo puede reforzar al injusto en su “delito”, mientras que una reprensión oportuna, siempre en el ámbito del máximo respeto unido a la máxima claridad, ayuda a sentir ese dolor profundo que permite, poco a poco, eliminar algunos pequeños hábitos de injusticia que más tarde pueden degenerar en crímenes mucho mayores. Al mismo tiempo, la sonrisa cariñosa de los padres ante la actitud generosa del hijo que presta sus juguetes a sus hermanos, puede ayudar a reforzar ese incipiente brote de virtud, que luego, un día, podrá llevar a que sigan viviendo en nuestra tierra personajes buenos y santos como san Francisco de Asís, la Madre Teresa de Calcuta o el Papa Juan Pablo II. Sí: hay que ayudar a los niños a orientar sus sentimientos, y a sentirse bien haciendo el bien. Pero sin olvidar que, de vez en cuando, también nos hemos de ayudar a nosotros mismos, adultos, en ese largo camino en favor de la virtud. Nunca es tarde. Basta empezar siempre con la mirada fresca de un niño que se siente amado y que responde con amor al amor que recibe.

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Autor: Remedios Falaguera Sonría, por favor Saber que siempre hay Alguien que te ama, ¿No es motivo suficiente para ir lanzando por donde vayas alegría y buen humor?

El pasado 1 de Abril se celebró el “Día Internacional de la Diversión en el Trabajo” con el propósito de recordar que el trabajo "no tiene por qué ser una actividad miserable y sufrida, sino que también puede y debe disfrutarse", como dice Eduardo Jáuregui, fundador junto a Jesús Damián de la consultoría Humor Positivo. No es una broma, se lo aseguro. Los nuevos estudios realizados en Estados unidos demuestran que el humor no solo aumenta el flujo sanguíneo sino que potencia la salud y las capacidades del empleado, estimula la innovación, optimiza la comunicación interna, favorece el aprendizaje y cohesiona los equipos humanos de la empresa. Es decir, el sentido del humor crea un entorno relajado y beneficia la

cuenta de resultados. Todos sabemos que tomarse con humor y mantener a cierta distancia los problemas que se nos presentan diariamente es harto difícil. Pero, si no lo intentamos, nos sentiremos dominados y confundidos por las circunstancias, aturdidos e impotentes. Vamos, que el humor, además de ser una actitud saludable que mantiene nuestra inteligencia nos despierta y nos posibilita para dominar cualquier situación. Alguien escribió que "si los hombres nos acostumbramos a sonreír con mas frecuencia, y a ser más sencillos, la humanidad se sentirá mejor y más feliz. Sonreír siempre y sonreír a todos; porque todos esperan nuestra sonrisa y todos necesitan de ella; nosotros somos los primeros en necesitarla para sentirnos mejores, más optimistas, más tiernos de corazón. Sonreír al niño travieso y molesto, sonreír al anciano solitario y pesado, sonreír al amigo inoportuno, sonreír al vecino cargoso, sonreír al cartero, al conductor de autobús, a la panadera,... sonreír a todos, para hacerlos mejores y ser mejores." ¡Ponga una sonrisa en su vida! En el mundo que nos ha tocado vivir, en el mundo que construimos diariamente, sobra dolor y tristeza y faltan grandes dosis de alegría. Y recuerde: ¿Qué mejor empresa tenemos entre manos que crear un ambiente de armonía y de alegría en nuestra familia y educar unos hijos responsables, válidos y optimistas para sostener una sociedad de futuro fuerte y productiva? La sonrisa, el buen humor, saber reírse de uno mismo,...es reflejo de la felicidad interior, la seguridad de sentirte querido por Dios, de saberse hijos de Dios. La alegría viene sin buscarla. Saber que siempre hay Alguien que te ama, ¿No es motivo suficiente para ir lanzando por donde vayas alegría y buen humor? Comentarios al autor: [email protected]

Sonría, por favor

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Autor: Eduardo Armstrong | Fuente: Catholic.Net Un padre de familia que no ha pasado de moda Un hombre que no se compadece con la simplicidad del mero recuerdo de quien fue y lo que hizo, cuyas consecuencias disfrutamos y disfrutaremos eternamente

Vivimos tiempos de vidas tensionadas al límite, donde las angustias, contradicciones y frustraciones son habituales en todo orden de cosas. La vida familiar y matrimonial no está exenta de esta realidad; Como tampoco, la de aquellos que a tan alto costo luchan para disponer de “hijos biológicos”, o tantos, que dicen ser padres por serlo biológicamente pero olvidando al único sentido trascendente de la paternidad –el cual nunca será biológico-. Se buscan soluciones por los más diversos caminos, como el de la autorrealización, la autoayuda, o los del escapismo a los propios compromisos –hoy denominado “derecho al cambio”- generalmente fundamentado en algún consenso de opiniones –hoy denominado “apoyo” o “verdad”-.

Pero aun así, la vida continúa y las soluciones no llegan. Se habla de calidad de vida, pero pocos se preguntan ¿qué es una vida de calidad? Y se la tiende a comprender como a la ausencia de problemas o a la presencia de mayores facilidades, gustos y placeres. Se dice que todo ha cambiado, pero ¿será eso efectivo? ¿O en lo substancial la vida del ser humano sigue siendo similar? También, nos referimos habitualmente a otros como responsables de nuestros padecimientos, y tendemos a sentirnos víctimas impotentes ante una realidad que nos abruma. Acaso, ¿habremos perdido el poder de participar en nuestra propia realidad? O, ¿habremos perdido el sentido de lo que es real y de lo que es apariencia? Ante este escenario, hablar de San José puede parecer a muchos como hablar de un tema para ilusos. Tan lejano a la actual vida cotidiana que sería una auténtica pérdida de tiempo dedicarle unos minutos de atención. Y siempre nos referimos a él con un, “el fue”. Un término que señala que pertenece a la historia pasada, a otro tiempo que ya no es; y como si hubiera dejado de ser quien fue. O sea, alguien carente de actualidad. Es curiosa esta disposición tan actual hacia el padre de Cristo en esta tierra, ya que los cristianos sabemos que nuestra meta es trascender en la medida de nuestras posibilidades: . Trascender a nuestra persona, yendo hacia el encuentro con el prójimo. Guiando nuestras acciones sencillas y cotidianas en el sentido de su servicio por amor al mismo prójimo y por amor a Dios; Ya que, la medida de nuestro amor a Dios es la de nuestro amor por el prójimo. . Y trascender a nuestro tiempo por medio de nuestro amor. El amor es lo único que puede trascender el tiempo, llevándolo todo a lo eterno; Al eterno presente, hacia donde se une y converge toda la existencia. Si San José vive en la eternidad, entonces vive en el presente y está presente. Por lo tanto, su nombre no se compadece con la simplicidad del mero recuerdo de quien fue y lo que hizo, cuyas consecuencias disfrutamos y disfrutaremos eternamente. Hay algo más, ya que Dios no es un coleccionista de “recuerdos” o de “méritos” sino que es la fuente de la vida misma. Y lo que vive, es presencia activa. Según lo cual, San José es presencia viva. Pero, si San José fue elegido por Dios como el hombre más confiable para ser el padre de Su Hijo, ¿quién es hoy San José? ¿Qué puede aportar él a la sociedad actual? ¿Por qué lo hemos menospreciado y relegado a ser un santo cercano a nuestras oraciones pero tan lejano a los

Un padre de familia que no ha pasado

de moda

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acontecimientos que cotidianamente debemos solucionar u enfrentar? Quizá, esto ocurre porque en San José encontramos demasiadas respuestas y muy pocas preguntas, algo que generalmente incomoda y molesta al hombre moderno quien desea sentirse dueño y señor de sus actos, opinando, interpretando, decidiendo y actuando por propia iniciativa… Como deseando sentirse el dios improvisado de sus propias acciones, pareciera valorar más las buenas preguntas que a las buenas respuestas. Especialmente cuando las respuestas se refieren a sus responsabilidades y al alcance de sus actos y compromisos adquiridos, sean por propia voluntad o circunstancialmente. La humildad y las certezas que nos entrega la presencia de San José infunden el temor paternal de vernos enfrentados a las grandes distancias que persisten entre nuestra realidad de lo que somos y hacemos, y lo que aquí podríamos ser o hacer. San José nos entrega la mejor respuesta humana a preguntas tan vitales como las siguientes: . ¿Qué significa la paternidad humana? . ¿Cuál es el sentido de nuestra paternidad? . ¿Cómo debe ser un buen padre de este mundo? . ¿Cómo puede enfrentar un padre a los grandes desafíos y obstáculos de la existencia? . ¿Qué significa ser un buen esposo? . ¿Cuál es el valor y los alcances humanos y divinos del matrimonio? . ¿Cuál es la relación óptima entre padre e hijo? . ¿Qué es trascendente para cada miembro de mi familia y qué actitud debo seguir para cuidarla? . ¿Cómo debe vivir la fe un padre de familia? Padre absoluto existe uno solo: Dios. Él es nuestro modelo ideal, inagotable y perfecto. Más, como somos imperfectos y con claras tendencias hacia diversas formas de pecado, parecemos inhibirnos ante Su perfección y nos inclinamos a desatenderla como ejemplo de conducta cuando buscamos soluciones que conllevan un costo para nosotros mismos. Entonces, ¿a quien más puede mirar el padre y esposo moderno cuando enfrenta las incertidumbres, problemas y tentaciones que no están ausentes de ninguna vida? Cristo fue hombre, pero liberado del pecado original e Hijo de Dios. En nuestra ignorancia, somos propensos a ver esto como “facilidades” o “garantías” de las que Él hubiera podido disfrutar en este mundo. Un grave error de conocimiento que nos hace desear disponer de referencias aún más humanas, en el sentido de imperfectas o con defectos algo más similares a los nuestros. Como si nos sintiéramos más seguros con estas referencias que nos recuerdan que sí podemos vivir nuestra fe como Cristo nos enseñó. Esos hombres y mujeres son los santos de nuestra Iglesia, quienes están para servirnos como guías y ejemplos de vidas que enseñan y muestran lo que podemos lograr aquí, si nos empeñamos en ello. Entre todos ellos, hay un Santo que sobresale cuando de asuntos de familia se trata; Es nuestro principal referente como padre de familia y esposo ejemplar, especialmente, cuando hablamos de la necesidad de enfrentar a variadas situaciones extremas y adversas. Es, San José. Y él nos invita a todos los padres de familia, a preguntarle directamente hoy: ¿Qué haría San José en mi lugar? ¿Cuáles son las consecuencias probables de actuar como San José, versus, actuar como mis pensamientos o la cultura actual lo señalan? ¿Quién sale más beneficiado con esas consecuencias?

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Entonces: ¿A quién debo servir primero? ¿A mi mujer, a mis hijos –quienes dependen de mis actos-, o a mi mismo? Y San José nos responde, a cada cual, y con una admirable claridad y certeza. San José ha sido un hombre de fe, quien nos puede demostrar sus alcances cuando es vivida en la paternidad. La fe es un don de Dios, y por lo mismo, un acto de Su Amor. De este modo, por sí sola, como don, ella no es garantía de resultado alguno, porque el amor jamás es autónomo, en el sentido de que siempre mantiene una dirección hacia al menos otro ser, quien es el receptor del acto de amor. El Amor, por lo tanto, nunca depende de una voluntad, sino al menos de dos, y sus frutos están condicionados también a la libre y voluntaria aceptación del “regalo” recibido. San José, como nosotros, recibió la fe, y la aceptó viviéndola responsablemente hasta sus extremos más incompresibles para los sentimientos y la razón humana. Nos demuestra con sus actitudes y decisiones, el auténtico sentido vital de la humildad y el valor de la sencillez de quien utiliza la inteligencia para vivir su fe, cultivando las virtudes; no para sí mismo, sino como su respuesta hacia la fe que ha recibido y con la que se ha comprometido. . San José es un hombre, en el más amplio sentido de la palabra. . San José es un padre, en el amplio sentido de la palabra. . San José es un marido y esposo, en el más amplio sentido de la palabra. . San José nos muestra como vivir nuestra fe en el matrimonio, hasta sus más dolorosos e inciertos extremos. San José, nos demuestra con hechos los resultados que se obtienen de una vida entregada y confiada plenamente al Amor de Dios. Él, es un magnífico ejemplo a seguir ante las mayores tribulaciones, frustraciones y dificultades que debemos sortear quienes nos sentimos comprometidos con nuestra de fe y queremos vivir una auténtica paternidad -aquella que es inherente a nuestra naturaleza y extensiva a todos aquellos que aceptamos y mantienen algún grado de dependencia con nuestras vidas-; la auténtica vida matrimonial, cuyos alcances no tienen límites ni condición alguna para el compromiso libremente solicitado; y para quienes han consagrado sus vidas plenamente al servicio del Amor de Dios. El heroísmo mostrado en las acciones cotidianas de San José tuvieron para él un alto precio, pero los emocionantes resultados y su ejemplo, están ante nuestros ojos. Y permanecerán para siempre. Comentarios al autor: [email protected]

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Autor: Íñigo Alfaro | Fuente: Virtudes y Valores Acompañados es más fácil El tamaño de nuestro corazón es proporcional al número de personas que hemos dejado entrar en él

1.2 hijos por mujer. Ésa es, aproximadamente, la tasa de natalidad en países como Italia o España. De seguir así las cosas, dentro de 25 años la mitad de los niños serán hijos únicos de padres que, a su vez, son hijos únicos. Es decir la mitad de los niños no tendrá ni hermanos, ni primos, ni tíos. Para aquellos que hemos tenido una infancia normal, el dato es espantoso. Una familia común estará compuesta por los padres, el niño y pare usted de contar. A no ser que decidan ampliarla con un par de perros o de gatos.

Eso sí, seguramente, el niño –y las mascotas– en cuestión lo tendrá todo: la videoconsola de última generación, ordenador, las zapatillas del futbolista de moda, la camiseta más reciente de su equipo preferido, el balón del mundial, un i-pod con más canciones de las que pueda escuchar en toda su vida y todo el largo etcétera de cosas que el capricho infantil pueda desear. Lo tendrá todo, pero lo tendrá solo. Hay pocos motivos por los cuales una familia no pueda o no deba tener más que un hijo. Por desgracia estos motivos existen y son muy tristes Sin embargo el deseo de vivir con toda comodidad, o de dar todo lo que se nos ocurra a nuestra prole, no se encuentran en esta reducida lista. Ni siquiera cuando creamos que así los propios hijos serán más felices. Porque no será así. La felicidad es algo muy difícil de concretar en una definición o idea. Pero lo que está claro, al menos para los que hemos sido y somos felices, es que la felicidad existe. Y si resulta difícil definir la felicidad, mucho más resultará ponerse de acuerdo sobre cómo alcanzarla. Aun así, resulta casi imposible pensar que, en la edad infantil, soledad y felicidad puedan vivir bajo el mismo techo. El misterio de la felicidad Las peleas por el sitio de adelante en el coche, las conjuras de los hermanos y primos pequeños para derrocar a los mayores, las conversaciones nocturnas cuando el sueño no llega, la ilusión de heredar la ropa legada de hermano en hermano, los tumultos de niños comiendo en la cocina, los domingos por la tarde en el parque o en el jardín, la algarabía de las reuniones familiares, el alboroto de los más pequeños que gritan y corretean por doquier… Si uno se detuviese a mirar a los niños en circunstancias parecidas se daría cuenta inmediatamente de que están contentos, aunque no sepan muy bien por qué. Los niños son así. Cuando arman jaleo se sienten felices y les importa poco si el bullicio es porque están jugando al escondite, persiguiendo algún animalillo o buscando un tesoro escondido. A veces incluso habrá roces y riñas pero, ¿qué son sino la escuela del perdón? Será más difícil Un niño que, cuando llegue a casa, no tenga con quién hablar, que sólo pueda jugar con la Play Station, difícilmente será hoy un niño feliz y un adulto normal mañana. O puede que sí, pero se lo habremos puesto más difícil. Nuestros hijos serán más felices cuando tengan con quien usar su balón y manchar su

Acompañados es más fácil

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camiseta, cuando puedan pelearse con alguien por el sitio en el sofá o por entrar primero en el baño o cuando se den cuenta de que en la mesa siempre hay comida para todos. Porque sólo con la convivencia cotidiana se aprende a compartir, a ceder, a respetar, a olvidarse del propio egoísmo y a amar. Porque, al final, el tamaño de nuestro corazón es proporcional al número de personas que hemos dejado entrar en él. Porque los corazones mezquinos no saben mirar más allá de su pequeñez. Las fórmulas para llegar a ser feliz son muy complicadas. Tener hermanos o dejar de tenerlos tampoco es una garantía infalible. Pero para ser feliz, como para todo, hay caminos mejores y caminos peores. Se escoja el que se escoja, será mejor ir siempre con buena y abundante compañía. Comentarios al autor: [email protected]

Autor: Edgar Pérez Jiménez

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Familia Educadora en la Fe Forma verdaderos catequistas en grupos familiares

La Familia Educadora en la Fe es un movimiento de laicos, integrados en comunidades de familias, que por un sistema peculiar y un proceso continuo de catequesis familiar, buscan madurar en la fe y tratan de vivir el Evangelio para que los miembros de la familia y cada familia lo proyecten en su ambiente y campo de acción. El campo de acción de FEF es por tanto la catequesis en la familia, por la familia y para la familia. La misión privilegiada y única de la familia es la de ser un espacio donde el evangelio es transmitido de un modo único y desde donde, éste se irradia. Una familia así, se hace evangelizadora de otras

familias (E.N. 71). FEF abarca algunos aspectos de la Pastoral por medio de los cuales se educa la fe de los cristianos, ya que la única educadora integral de la fe de estos es la Iglesia entera con todas sus actividades (E. N. 24 Y 66). Atendiendo a la perspectiva del servicio, FEF se estructura en 7 Áreas: - Área de Catequesis Familiar: Es el conjunto de comunidades catequísticas de familias con niños en edad de educación preescolar y primaria, en la que las madres se evangelizan y catequizan al participar en la educación de la fe de sus hijos. Estas comunidades están abiertas a la participación de los padres que se integran a las diferentes sesiones, capacitándose de esta manera para dar una más adecuada catequesis testimonial en el hogar. - Área de Catequesis Familiar Conyugal: Es el conjunto de comunidades catequísticas de familias con niños en edad de educación preescolar y primaria en las que los matrimonios participan activamente en la catequesis de sus hijos y buscan su maduración y formación en la fe, la de su familia y la de otras familias. - Área de Catequesis Juvenil: Forman parte de esta área todos aquellos adolescentes, jóvenes y adultos asesores, que tienen un interés sincero en buscar el desarrollo y maduración de su fe y de su familia, dentro del marco de referencia de la catequesis. Son guiados por un Asesor Eclesial y realizan un Apostolado en comunidad. - Área de Catequesis de Universitarios: está integrada por jóvenes en edad universitaria y adultos que los acompañan. En estas comunidades se tiene un interés sincero de buscar el desarrollo y maduración de su fe, de su familia y la del ámbito de estudio y/o trabajo propios, dentro del marco de referencia de la catequesis. - Área de Catequesis de Jóvenes Profesionistas: Las comunidades de Jóvenes Profesionistas al igual que todas las comunidades de las demás áreas de FEF, congregan a personas que se conocen, deciden vivir juntos un proceso de amor evangélico, tienen proyectos comunes y están dispuestas a vivir en un proceso de conversión el camino de la historia de la salvación. En ellas, Cristo es el centro de su fe. - Área de Catequesis de Adultos: Estas comunidades catequísticas están formadas por adultos, que se agrupan de acuerdo a sus diferentes situaciones de vida y cuya situación familiar no esté contenida en las otras áreas, o matrimonios que así lo deseen, y que tomen la decisión de descubrir el sentido de su vida como un don del amor de Dios, que debe ser puesto al servicio

Familia Educadora en la Fe

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de los otros. - Área de Catequesis Matrimonial: Aquí los matrimonios se reúnen para conocer, vivir y celebrar su fe. Forman parte de esta área los matrimonios que tomen la decisión de asumir su misión como Sacramento de la Alianza de Cristo con la humanidad, por mediación de la Iglesia, para encarnar el amor, la fidelidad y la fecundidad de Dios Trinitario. A partir de sus Objetivos Esenciales, FEF establece su forma de acción sobre la base de una pedagogía catequística peculiar. En otras palabras, la forma de acción de FEF es estrictamente catequística: en la línea de la auténtica pedagogía catequística, dentro del marco de referencia de la convivencia familiar de comunidades catequísticas de las familias y, en una experiencia que busca la maduración de la fe, la proyección misionera y el trabajo en equipo. FEF busca proporcionar a sus miembros todos aquellos elementos de formación teórica y práctica, indispensables para que lleguen a ser verdaderos catequistas en los grupos de familias, organizados para este fin. FEF tiene un sistema de formación para los padres de familia y métodos de catequesis dirigida a niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Actualmente FEF está presente en: León, Guadalajara, Querétaro, Orizaba, Campeche, Oaxaca, Estado de México, San Luis Potosí, Morelia, Mérida, Distrito Federal, Tabasco, Tehuacan, Tampico, Torreón, Durango, Ciudad Altamirano, Puebla, Chetumal, Saltillo, Culiacán, Tijuana, Mazatlán, Tizimín, Toluca, Tulancingo, Monterrey y Veracruz. Te invitamos a que nos conozcas a través de nuestro portal en Internet: www.fef.org.mx

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Autor: . | Fuente: Comisión Central Coordinadora del VI Encuentro Mundial de las Familias México Tema II. La familia, valor y escuela de valores por la palabra y el testimonio de los padres La familia es en sí misma un gran valor y al mismo tiempo es la fuente de otros muchos valores

La familia es en sí misma un gran valor y al mismo tiempo es la fuente de otros muchos valores. La familia permite que, en la conciencia y en la vida de sus miembros, nazcan la mayoría de los valores por la convivencia diaria y concreta entre sus miembros. De aquí la importancia tan grande del mutuo testimonio en especial por parte de los padres. Objetivos: · Redescubrir a la familia como fuente de felicidad · La felicidad está en cumplir con los fines que Dios le asignó a la familia · En la familia se aprende a apreciar y a vivir los valores 1. Oración Padre de bondad, queremos que seas el fiel testigo del amor que reina en nuestras familias, pero para ello necesitamos de tu fortaleza, de tu sabiduría y de una fe recia.

2. Lectura bíblica “Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. (Lucas 2, 4-7) 3. Desarrollo del tema ¿Te has puesto a pensar en lo que los anuncios de la calle, de la televisión y de la radio nos transmiten en realidad? Al parecer nos han bombardeado de publicidad que vende una vida “light”, una vida egoísta, en la que sólo se debe buscar el placer, el poder, el parecer y el poseer. Cuando en la vida sólo deseamos nuestra propia satisfacción y bienestar, dejan de tener sentido la fidelidad, la generosidad, la paciencia, la tolerancia, el sacrificio,… el amor. En nuestra sociedad, se ha substituido el amor por el egoísmo, porque nos insisten en que sólo pensemos en nosotros mismos, en vivir la vida al máximo y en disfrutarla, sin importar las consecuencias. Estos valores se han hecho una realidad en muchos adultos, pero también en los jóvenes, a quienes se les impulsa a darse gusto en todo. “Haz lo que te guste y si hay algo que pagar después, alguien más lo arreglará por ti, comprando esto o el otro”. Pero, ¿cómo podemos contrarrestar tantos mensajes egoístas del mundo? Tenemos una gran arma: La familia. La familia es el lugar en donde niños, jóvenes y adultos aprenden a amar. El amor incluye el sacrificio, el ceder, la ayuda mutua, el buscar el bien de los demás y no sólo el propio. La familia es la mejor escuela, en donde todos aprenden en carne propia. Por eso, los padres y los hijos deben aprovechar el tiempo que puedan, para platicar de los valores que el mundo les quiere quitar. De lo contrario, las preguntas esenciales de la vida, quedarán como un sinsentido que arrasará a todos. Cuando uno no ha sufrido, es difícil saber que se necesita a Dios, pues al parecer uno se las sabe de todas, todas. Cuando uno se sabe limitado, impotente, puede sentirse pequeño

Tema II. La familia, valor y escuela de valores por la palabra y el

testimonio de los padres

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delante de Dios y reconocer que sin Él no se puede nada. Jesús es el único que nos libera de este vacío. Es entonces, cuando se experimenta en carne propia la misericordia de Dios, pues se sabe que no por los propios méritos, se es tremendamente amado por Él. Y este amor es el que transforma, pues saca del egoísmo para llevar a la compasión, a la comprensión y a la ayuda a los otros. ¡Qué felices son las familias que se saben amadas por Dios! Hay que saber educar en los valores. Lo importante para las personas es saber por qué se hacen las cosas, qué sentido tiene hacerlas y cómo realizarlas en la vida cotidiana, fundamentalmente en el seno familiar. La familia, es escuela de valores donde se educan, por contagio, todos los que la integran. Es en la familia en donde se crean vínculos afectivos, en donde se quiere a cada uno por lo que es, con cualidades y defectos. Todos los padres quieren que sus hijos sean felices y lo serán en la medida en que vean que sus padres lo son. La mejor referencia es la vida de los padres. · El primer gran valor que los hijos deberán aprender es el de amar, porque cuando hemos aprendido a amar, lo hemos aprendido todo. Amar conlleva muchos valores: olvido de sí, generosidad, fortaleza, flexibilidad, comprensión, etc. La Madre Teresa de Calcuta nos recuerda que “amar es no detenerse”. · A los hijos hay que saber responsabilizarlos de sus actos, pero a la vez hay que saberles exigir con constancia sobre aquellas tareas que ellos deberán realizar. Educarlos con disciplina y orden, ya que esto los ayudará a madurar y crecer en todas las formas. · Fomentar entre todos los miembros de la familia el diálogo, la comunicación, la aceptación, la escucha y el respeto, ya que esto conllevará a la armonía y a saber apreciar a los otros. · Y por último, no podemos dejar de mencionar que debemos educar en la religión, como el valor supremo del ser, ya que debemos reconocer por encima de todos los valores a Dios. 4. Caso o hecho de vida · Un matrimonio vivía muy feliz. Habían procreado 4 hijos, el mayor de 12 años, otro niño de 10 años, luego una niña de 6 años y otra niña de 2 años. Sucedió que el esposo enfermó de cáncer, pero sabía llevar con paciencia su enfermedad. Un día, la señora tomó la decisión de llevarse a la hija de 2 años, la más pequeña, e irse a la casa de sus padres. El papá le pedía a alguno de sus hijos que le pasara algunas verduras para poder comer, y él les iba diciendo a los niños cómo prepararlas para que hicieran un caldo de pollo; él limpiaba los ingredientes y el hijo mayor los cocinaba. A la niña de 6 años, la ponía a tender las camas y al de 10 años le pedía que barriera o hiciera otras cosas. El papá debido a su enfermedad, requirió un tanque de oxígeno, que los vecinos le prestaron. Sin embargo, como era eléctrico, cuando se iba la luz, tenía muchos problemas para respirar. Un día el esposo murió y cuando esto sucedió, regresó la señora y convenció a los niños para que se fueran con ella. 5. Reflexión y diálogo · Es verdad, que el día que recibimos el Sacramento del Matrimonio, hicimos juntos ante el Señor, una promesa, en la cual nos comprometimos a ser fieles en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad todos los días de la vida. ¿Y lo hemos sabido cumplir? · ¿Dios nos ha dado a los hijos para que ellos cumplan con nuestra tarea? O bien, ¿nos los ha dado para que nosotros como sus padres los sepamos educar y guiar en el camino de la verdad, del amor, dándoles buen ejemplo? · ¿He sabido inculcar en mis hijos una escala de valores, recta, firme, y verdadera? · ¿Doy testimonio de vida cristiana en mi familia, comenzando con mi cónyuge y luego transmitiéndoles a mis hijos los valores reales de la vida de fe y de oración?

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6. Textos de apoyo “Aun en medio de las dificultades, hoy a menudo agravadas, de la acción educativa, los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Los hijos deben crecer en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que “el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene”. Los hijos deben enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera justicia, que lleva al respeto de la dignidad personal de cada uno, sino también y más aún del sentido del verdadero amor, como solicitud sincera y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados. La familia es la primera y fundamental escuela de socialización; como comunidad de amor, encuentra en ella el don de sí misma la ley que la rige y la hace crecer. El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia. En virtud del ministerio de la educación los padres, mediante el testimonio de su vida, son los primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos.” (Juan Pablo II, Encíclica Familiaris Consortio, No. 37 “Educar en los valores esenciales de la vida humana”) “La familia cristiana está fundada en el sacramento del Matrimonio entre un varón y una mujer, signo del amor de Dios por la humanidad y de la entrega de Cristo por su esposa, la Iglesia. Desde esta alianza de amor, se despliegan la paternidad y la maternidad, la filiación y la fraternidad, y el compromiso de los dos por una sociedad mejor. El varón desde su especificidad, está llamado por el Dios de la vida a ocupar un lugar original y necesario en la construcción de la sociedad, en la generación de la cultura y en la realización de la historia.” (Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento Conclusivo de Aparecida, Cap. 9, 2007) 7. Síntesis conclusiva · Lo importante para las personas es saber: ¿por qué hacemos las cosas, qué sentido tiene hacerlas y cómo podemos realizarlas en la vida cotidiana, fundamentalmente en el seno familiar? · Tenemos una gran arma: la familia. La familia forma los valores humanos y cristianos de cada uno de sus integrantes. La familia es el lugar en donde niños, jóvenes y adultos aprenden a amar. Cuando hemos aprendido a amar, lo hemos aprendido todo. 8. Compromiso Hacer nuestra la frase que dice: “La palabra mueve, pero el ejemplo arrastra” 9. Oración final Dios Padre, sé Tú el que guíe nuestros pasos, el que forme a nuestros hijos, el que modele nuestro comportamiento. Queremos dejarnos hacer por ti, como el barro en manos del alfarero, para que podamos ser lo que Tú has planeado para cada uno de nosotros. Permítenos corresponder al amor que Tú nos das. 10. Glosario · Egoísmo: inmoderado amor de sí mismo que antepone a todos la conveniencia y el interés propio, incluso en perjuicio de los demás. · Familia: conjunto compuesto de un matrimonio y sus hijos, y en un sentido amplio, todas las personas unidas por un parentesco, ya vivan bajo el mismo techo, ya en lugares diferentes. · Fidelidad: Exactitud en cumplir con sus compromisos. Constancia en el afecto. Obligación recíproca de los cónyuges, de no cometer adulterio. Exactitud, veracidad. · Light: persona o cosa ligera. 11. Bibliografía · Juan Pablo II, Encíclica Familiaris Consortio. La Familia en los Tiempos Modernos, 1981.

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· Benedicto XVI, Exhortación Apostólica Dios es Amor, 2005. · Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento Conclusivo de Aparecida, Cap. 9, 2007. · Catecismo de la Iglesia Católica. Colección Magisterio Pontificio. Editorial Lumen S.R.L. 1992. Página oficial del VI Encuentro mundial de las familias México: http://www.emf2009.com/esp/esp_portal.htm

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