el liberalismo y el marxismo recuento de una falsa contradicción

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Liberalismo y Marxismo: Recuento de una falsa contradicción Por: Miguel Aponte 1 He basado mi causa en nada (Stirner, M., 1845:4) Resumen: ¿Necesitaremos siempre un dueño? ¿Siempre seremos esclavos? ¿De Dios, de la Religión, de la Ciencia, de la Tradición, de la Historia, de las Leyes, del Estado, del Partido… Del Consumo, del Odio, del Amor, de la Comodidad… Del Capitalismo, del Socialismo… Del Profeta, del Líder, del Comandante, del Proyecto… Del Liberalismo, del Marxismo… De la Filosofía? Todas con mayúsculas. ¿Seremos siempre perros buscando dueño? Al final, siempre alienados de nuestras propias Ideas, siempre esclavos de nuestros Pensamientos. ¿Por qué tendría que ser así? La libertad se aprende ejerciendo actos libres y, sin embargo, siempre buscamos un Atlas que nos sostenga. Siempre el hombre construyendo sus propias cadenas ¿Por qué? Sumario: 1. Antecedentes e Hipótesis 2. Libertad e Igualdad 3. ¿Excluir las religiones? 4. El poder enajenante de las ideas 5. El Judeo-Cristianismo como “noción maestra” de la cultura occidental 6. El Liberalismo: El Hijo Legítimo 7. La Dialéctica: El Hijo Adoptivo 8. El Marxismo: El Hijo Renegado 9. La crítica de Nietzsche a la cultura occidental: Los avatares del Liberalismo y el Marxismo 10. Recuento de una falsa contradicción 1. Antecedentes e Hipótesis La cuestión es, dice Alicia, si pueden hacer que las palabras puedan significar tantas cosas diferentes. La cuestión es, contestó Humpty Dumpty, quién va a ser el dueño, eso es todo. Lewis Caroll, Alicia mirando a través del espejo Excluyendo las religiones, en Occidente encontramos hoy dos planteamientos que, después de poco más de dos mil quinientos años, nos hemos dado para organizar la sociedad vista en su más amplia perspectiva: el Liberalismo y el Marxismo, con mayúsculas. Corrientes de pensamiento que se oponen y en lo esencial y desde muchos ángulos se han considerado irreconciliables. Representan distintos modos 1 Profesor Contratado del Departamento de Farmacoeconomía de la Facultad de Farmacia, Universidad Central de Venezuela, Licenciado en Economía. Correo electrónico: [email protected] .

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La oposición entre el Liberalismo y el Marxismo constituye un debate culminante de la modernidad. ¿Cuál es superior? Pero esta discusión es, en realidad, aparente y constituye una estafa intelectual. Hemos supuesto que son posiciones contrarias, dialécticamente opuestas e irreconciliables. La estafa detrás del supuesto consiste en que, sencillamente dicho, ambas corrientes de pensamiento suscriben la misma desconfianza en el ser humano, ambas niegan la libertad que dicen buscar y, con ella, las posibilidades de realización del proyecto humano. Ambas constituyen ejemplos emblemáticos del "paradigma de simplicidad" que termina reduciendo la complejidad humana a nuevas indignidades, esclavitudes y servidumbres.

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Page 1: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

Liberalismo y Marxismo:Recuento de una falsa contradicción

Por: Miguel Aponte1

He basado mi causa en nada(Stirner, M., 1845:4)

Resumen:¿Necesitaremos siempre un dueño? ¿Siempre seremos esclavos? ¿De Dios, de la Religión, de la Ciencia, de la Tradición, de la Historia, de las Leyes, del Estado, del Partido… Del Consumo, del Odio, del Amor, de la Comodidad… Del Capitalismo, del Socialismo… Del Profeta, del Líder, del Comandante, del Proyecto… Del Liberalismo, del Marxismo… De la Filosofía? Todas con mayúsculas. ¿Seremos siempre perros buscando dueño? Al final, siempre alienados de nuestras propias Ideas, siempre esclavos de nuestros Pensamientos. ¿Por qué tendría que ser así? La libertad se aprende ejerciendo actos libres y, sin embargo, siempre buscamos un Atlas que nos sostenga. Siempre el hombre construyendo sus propias cadenas ¿Por qué?

Sumario:1. Antecedentes e Hipótesis2. Libertad e Igualdad3. ¿Excluir las religiones?4. El poder enajenante de las ideas5. El Judeo-Cristianismo como “noción maestra” de la cultura occidental6. El Liberalismo: El Hijo Legítimo7. La Dialéctica: El Hijo Adoptivo8. El Marxismo: El Hijo Renegado9. La crítica de Nietzsche a la cultura occidental: Los avatares del Liberalismo y el Marxismo10. Recuento de una falsa contradicción

1. Antecedentes e Hipótesis

La cuestión es, dice Alicia,si pueden hacer que las palabras puedan significar tantas cosas diferentes.

La cuestión es, contestó Humpty Dumpty, quién va a ser el dueño, eso es todo.

Lewis Caroll, Alicia mirando a través del espejo

Excluyendo las religiones, en Occidente encontramos hoy dos planteamientos que,

después de poco más de dos mil quinientos años, nos hemos dado para organizar la

sociedad vista en su más amplia perspectiva: el Liberalismo y el Marxismo, con

mayúsculas. Corrientes de pensamiento que se oponen y en lo esencial y desde muchos

ángulos se han considerado irreconciliables. Representan distintos modos de producción

en el estricto sentido económico, pero también diversos modos de entender el mundo y

la convivencia social y distintos estilos de vida. Diferentes modos, en fin, de

comprender al hombre y lo humano.

Pero, ¿Se oponen siempre? Aún más, preguntamos: ¿Realmente se oponen? Nuestra

respuesta es no. Este ejercicio indaga los orígenes que respaldan nuestra posición.

Afirmamos, que aún cuando constituyen cuerpos teóricos diferentes y sus resultados

prácticos aparentan ser tan disímiles, por el contrario, es denso el legado intelectual y la

1 Profesor Contratado del Departamento de Farmacoeconomía de la Facultad de Farmacia, Universidad Central de Venezuela, Licenciado en Economía. Correo electrónico: [email protected].

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experiencia histórica que muestran cómo ambas posturas, sorprendentemente, se

parecen en más de lo que difieren y responden a un imaginario común.

Nuestra hipótesis central, es que ambos sistemas de pensamiento y las sociedades que

engendran buscan pero, finalmente, niegan trágicamente la libertad y la igualdad. Las

razones que están detrás de este fracaso son cualitativamente idénticas ¿Por qué?

El liberalismo-positivista, así como el marxismo-positivista, ambos son hoy en día

estrategias esclavas de sus propios dogmas que, como veremos, terminan tributando a la

misma noción maestra. Ambos pretenden la Razón, con mayúscula, y con base en ella

plantean la necesidad de dominar el mundo. Una sociedad desalienada no será posible

con ninguno de los dos.

2. Libertad e Igualdad

(…) el nihilismo (es) el motor de la historia(Deleuze, G., 1998:213)

En la presentación fijamos posición: Nos interesa la libertad y la igualdad. ¿A quién no

preocupan estos dos valores hoy? Por lo demás, su atención marca la esencia, cada uno

a su manera, del discurso Liberal y el Marxista. Se trata de una preocupación universal

del género humano. Nos preocupa la desigualdad, no cualquiera, sino esa que la

sociedad humana no ha sabido superar; nos preocupa también la libertad, porque

entendimos que su ausencia cancela toda posibilidad de ser “humanos”.

¿Cómo hacer posible individuos cada vez más libres que vivan en una sociedad cada

vez más justa? Nos sentimos obligados a no permitir que se nieguen estos valores. Nos

sentimos obligados a intervenir.

La Revolución Francesa consignó para la historia su leit motiv: “Libertad e Igualdad”.

Luego se añadió “Fraternidad”, quizá para equilibrar el binomio original. Se trata desde

nuestra perspectiva de valores originarios y estrictamente humanos que se sustentan

sobre la existencia previa y única de la vida. Existe la Vida y existe la Vida Humana que

se centra en los valores de la Libertad y la Igualdad, con mayúsculas.

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Podría argumentarse que, como quiera que se definan, junto a la idea de lo “Sagrado”,

estas referencias preceden a la construcción de todo imaginario humano. También

podría decirse que constituyen los objetivos centrales del proyecto humano: Proyecto de

Autonomía u Hominización, en los términos occidentales y contemporáneos de Edgar

Morin. Pero siendo constructos humanos, las ideas de Libertad e Igualdad, están

sometidas a los avatares de la cultura y de la historia.

Entonces, parece que deberíamos cuestionarnos si la cultura occidental en la

constitución de su imaginario fundamental, contiene las fuerzas necesarias para alcanzar

estos propósitos. Indagar si no se traiciona a sí misma.

Fue Nietzsche quien llevó a cabo la crítica masiva de los postulados clásicos de la

filosofía y la cultura occidental y quien, igualmente, denunció la impronta nihilista de

todo el pensamiento precedente. Nihilismo del cual son hijos tanto el Liberalismo como

el Marxismo. Veamos.

3. ¿Excluir las religiones?

Grupos de fanáticos ateos, que se enfrentan a muerte porque el Dios que niegan unos es distinto del que niegan los otros

(Montejo, E., 2006:73)

Pero hemos dicho al comenzar que excluimos las religiones de nuestro análisis y antes

de proseguir queremos reflexionar este aspecto algo más. ¿Por qué excluir las

religiones? Comencemos por reconocer que las religiones, por supuesto, constituyen

una expresión fundamental del fenómeno humano, porque muestran que el ser humano

ineludiblemente necesita y busca, ante todo, creer. Creer no es conocer y tampoco

dilucidar, sino otorgar o dar sentido. Es un anhelo existencial que necesita que la vida

tenga sentido.

La primera tendencia humana es encuadrar esta necesidad y la búsqueda

correspondiente en la divinidad: En lo Sagrado. Si este encuadre místico fuese capaz de

efectuar la conexión Hombre-Dios, entonces, se habría hallado la clave dadora de

sentido y el resto consistiría en desplegar esta conexión y hacerla comprensible. Se

trataría entonces de vivir de acuerdo con la Ley de Dios.

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Ahora bien, si el individuo debe vivir según tal Ley, ¿Por qué no la sociedad? Muchos

intentos se han llevado a cabo en este sentido porque, después de todo, nada puede

percibirse más “lógico” que la creencia de que vivir de acuerdo con la Ley de Dios

“tendría” que ser el acuerdo social al que remita el hombre y sus construcciones,

incluida la institución social. Pregunte a la comunidad creyente y verá que, si es

coherente, el acuerdo es absoluto. Luego de alcanzar este gobierno total de Dios en la

tierra, ¿Tendría sentido alguna otra forma de gobierno? Se trata de la teocracia que a

continuación niega, obviamente, cualquier otra opción.

Sin embargo, curiosamente, ocurre que cada vez que las religiones han intentado “hacer

política”, abarcar más allá de la expresión individual y de sus grupos de adhesión, y han

pretendido organizar la totalidad de la sociedad con base en su código dogmático, los

resultados han sido pavorosos. No creemos que sea posible excluir ninguna religión a

este respecto, desde los orígenes de la especie humana hasta hoy, desde la imponente

religión cristiana hasta la más modesta secta.

Estos resultados son consecuencia del unilateralismo dogmático que acompaña

indefectiblemente a todo credo religioso: los principios fundamentales son y deben ser

sagrados y no aceptan cuestionamiento sino, a lo sumo, interpretación. Además, esta

interpretación está siempre a cargo de una jerarquía rígida y sus seguidores deben ser

fieles militantes del código dogmático. No hay lugar para la disidencia ni la duda, sino

al costo de escindir la religión. Se trata de la verdad absoluta y universal en el más

amplio sentido. Sin embargo, no es posible pasar por alto que no siempre y no todas las

religiones constituyeron dogmas sociales tan rígidos como aquí se comenta. Hubo

manifestaciones paganas y premonoteístas con otra vocación, cuyo imaginario debe

tenerse en cuenta en la configuración de nuevas nociones maestras alternativas para la

cultura occidental.

Respecto a las grandes religiones monoteístas de occidente parece no haber dudas: Cada

Dios niega otro Dios. En cuanto la sociedad occidental tuvo la oportunidad, separó el

interés general de los preceptos religiosos y apareció así el secularismo o laicismo:

concibió la separación radical Iglesia-Estado. Fue un logro del Siglo XIX, primero en

Francia, que se extendió luego como un rasgo de toda la cultura occidental.

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Se trata de no imponer normas ni valores religiosos ni no religiosos a los ciudadanos, se

trata de la llamada “libertad de conciencia”. El laicismo no condena los valores

religiosos, sólo los separa de los principios que rigen y organizan la sociedad. Laicidad

es “mutuo respeto entre Iglesia y Estado”, garantizando la autonomía de cada parte.2

Así, asumimos el laicismo como una institución aceptada en nuestro mundo occidental

y, por tanto, excluimos la posibilidad de que religión alguna asuma nuevamente el rol

organizador de la sociedad.

4. El poder enajenante de las Ideas

(…) hay que intentar de una vez poner en duda el valor de la verdad(Nietzsche en Deleuze, G., 1998:134)

Pero acá comienzan los problemas, porque la misma necesidad de creer que

mencionamos líneas arriba, continúa intacta en el ser humano, con o sin libertad de

conciencia. Creer no es conocer. Es “dar sentido”, justificar nuestra existencia y

validarla frente al cosmos. Un fenómeno, por cierto, esencialmente humano y ausente

en el resto de los seres vivos. Justificar la vida ¿Por qué?

Por más que domestiquemos animales, no veremos a ninguno preguntándose por Díos o

por el sentido de la vida. Si llegara a este grado de “desorden” habría que concluir que

es un “ser humano”. Otros seres vivos no poseen imaginación como esa energía libre o

liberada de la funcionalidad biológica3. No poseen esa independencia de la psique

respecto al cuerpo y a la realidad, que es capaz de “crear” otra realidad. No poseen esa

imaginación que termina dando lugar a la “subjetividad”, la capacidad de “vernos

siendo”. Con ella llegan enormes desafíos para el ser humano. Oportunidades y

Amenazas, con mayúsculas. Desde entonces, puede construir su mundo, pero, a la vez,

puede perderse en él.

Esta excepcionalidad ha impedido al hombre verse a sí mismo como un animal más,

como un ejemplo más de la pluralidad de todo lo existente. La “diferencia” ha

terminado confundiéndose con “superioridad” y así, el hombre se percibe como superior

al resto de los seres vivos, necesariamente proyectado “hacia arriba”, en otro plano

ontológico. A partir de este momento, la mesa está servida para exagerar hasta lo

2 http://es.wikipedia.org/wiki/Laicismo3 “Los seres humanos pueden dejarse matar por la gloria. ¿En qué consiste la funcionalidad de la gloria?” (Castoriadis, C., 2001:96)

Page 6: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

indecible la relevancia de las ideas, hasta, por fin, concebir una supuesta capacidad

intelectual de captar la realidad tal cual es. En esta perspectiva la aparición de la idea de

un Dios es irresistible. Porque, ¿qué es Dios sino la “idea absoluta” (Hegel)? Es el

imperio de las ideas y del intelecto por encima de lo humano y de la vida.

Sin embargo, en nuestra perspectiva, Dios es una “idea creada” que luego esclaviza a su

creador. Por lo tanto, más allá de la idea de Dios, se encuentra la capacidad de idear,

capacidad que responde a un proceso propio del hombre, quien ideando fabrica

entidades que luego, como decimos, pueden perderlo. De lo que resulta que, aún

después de superar la idea de Dios, es necesario superar a la “idea” misma, de tal

manera que ésta, cualquiera que sea, no se eleve por encima de su creador: El hombre.

Se trata de entender que la “idea”, cualquier idea, es simplemente el resultado complejo

de una propiedad más del ser humano. Veamos.

El hombre piensa porque posee un órgano para pensar, así como respira porque posee

un órgano para respirar y digiere porque para eso posee un órgano de la digestión. ¿Por

qué, entonces, si las excreciones del aparato respiratorio o digestivo no dominan

regularmente al hombre, los productos del pensamiento sí deberían hacerlo? Las ideas

son un resultado, un complejo resultado de procesos humanos, pero la respiración y la

digestión igualmente lo son. ¿Por qué ese privilegio de las ideas? ¿Por qué siempre

deberían enajenarse del ser humano, transformándose en entidades que lo subyugan y

dominan profunda y prolongadamente?

La pregunta parece inútil si se piensa que el hombre domina sus ideas, pero ¿En realidad

es así? Fue Max Stirner el primero en denunciar esta creencia y afirmar que, por el

contrario, es dominado por ellas (Stirner, M., 1845:11). Nietzsche, posteriormente,

afirmó que el “hombre no posee un órgano del conocimiento”. Si Nietzsche tiene razón,

¿Por qué creemos que los productos del intelecto expresan la realidad o la verdad? Y si

finalmente no la expresan, ¿Cómo concebir a Dios? Y, sobretodo, ¿Cuáles serían las

consecuencias de concebirlo?

Dios es el ejemplo más claro que tenemos para explicar la existencia de ideas

enajenantes, porque si existe tengo que someterme a Él, a menos que Él “me libere” y,

en cualquier caso, no tengo dominio de la situación. No soy “yo” quien decide.

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Así pues, aún superando la idea de Dios, el hombre no necesariamente supera la idea de

la “Idea”. Y así, cuando se subyuga a una Idea, cualquiera que ésta sea, decimos que

manifiesta una pulsión mitomaníaca, que lo enajena y domina y, por tanto, le impide ser

libre.

Evidentemente, esta pulsión se manifiesta con toda su fuerza también en la vida y la

producción secular del hombre. Esto explica por qué otros desarrollos filosóficos,

científicos y políticos, no religiosos, culminan en dogma y hemos visto cómo la

“embriaguez religiosa” se ha manifestado también secularmente.

Explica también la fascinación de los fieles de la secta por su predicador, la entrega

patológica del fanático por su equipo, explica el fanatismo político y la entrega absoluta

del amante a su pareja cruel.

Esta necesidad de creer y rendirse ante las propias ideas, esta mitomanía humana, hunde

sus orígenes en el oscuro inconsciente individual y colectivo del ser humano. No

podemos olvidarla al examinar el devenir de la historia humana y sus implicaciones.

Por todo esto, concluimos que, aunque occidente ha decantado en El Liberalismo y El

Marxismo, con mayúsculas, dos vías de comprensión y organización de la sociedad de

carácter secular, no podemos garantizar que ellas mismas se encuentren libres de la

fijación mitomaníaca y, más allá, tampoco podemos garantizar que esta tendencia sea

evitable.4 A partir de Freud y el psicoanálisis, las nociones del odio y la negatividad

potenciales del ser humano tienen que ser reintroducidas en la teoría y constituyen

dinamita en la base de las teorías heredadas, no solamente acerca del ser humano, sino

de las teorías sobre dios, la religión y la sociedad, liberalismo y marxismo incluidas.

4 “En sus capas profundas, la psique –el inconsciente– es amoral, pero también asocial y no cósmica. Esto implica también que, en tanto tal, está radicalmente incapacitada para vivir por sí misma. Alcanza a vivir solamente en la medida en que la sociedad y sus instituciones la arrancan violentamente de su propio mundo, hecho que ella paga muy caro, por otro lado. La psique está obligada a abandonar, o, más exactamente, a enterrar, lo que para ella se identifica con el sentido, a cambio de la posibilidad (de la casi necesidad) de interiorizar y de investir lo que la sociedad le ofrece en calidad de sentido: las significaciones imaginarias sociales. Pero esto quiere decir que, a partir de ese momento, la psique está habitada por una negatividad imposible de erradicar contra la sociedad, contra los otros, contra la realidad, incluso, contra esa máscara social que le obligaron a adoptar, o sea, contra sí misma como persona social”. (Castoriadis, C., 2001:236)

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5. El Judeo-Cristianismo como “noción maestra”5 de la cultura occidental

Toda la sabiduría de los antiguos es la Cosmología, toda la sabiduría de los modernos es la Teología

(Stirner, M., 1845:27)

Karl Kerenyi escribe que la aparición de una determinada religión en un país era

descrita por los Griegos, entre otras formas, por la palabra “epiphaneia” o “epidemia”,

dando a entender el carácter “irruptivo”, “trastornante”, “avasallador”, de nuevas

experiencias en las cuales “podía basarse una nueva religión” o “renovarse y

enriquecerse una antigua”. La analogía con la palabra “plaga” o la epidemia entendida

modernamente como la invasión de enfermedades, es evidente.

Se trata de experiencias y emociones previas al comienzo de las religiones o creencias.

Estas experiencias estarían seguidas por la llegada de “un culto misionero”. Pues bien,

para Kerenyi, “la religión dionisíaca parece presentar tantos elementos de esta forma

que se le ha descrito como “religión misionera” y, en consecuencia, como precursora

del cristianismo” (Kerenyi, K., 1998:106).

Dos comentarios. El primero es el que se contiene en la cita misma. El cristianismo

tiene una genealogía humana6. Se trata para nosotros de otro producto histórico-social.

Sin duda, el más importante de Occidente porque aún es dominante. Pero su origen es

humano. El segundo es que aceptar esta genealogía nos conduce a la tarea de explicar

cómo puede haber llegado a ser tan diferente el cristianismo de sus fuentes originales

precristianas, tal como las entiende Kerenyi.

Kerenyi dedica esta impresionante obra a la historia del mito dionisíaco: Dionisios:

Raíz de la vida indestructible. Nosotros sólo vamos a citar que la religión cretense

originaria, a su vez, de la religión dionisíaca, se apoya en un imaginario tan contrario a

la religión cristiana, que resulta paradójica su derivación.

La lectura de la tragedia griega ayuda a entender. Eurípides escribió las Báquides

(Bacantes). Es una hermosa obra. Relata la llegada de Dionisios a Grecia. El Dios

5 (Morin, E., 2007:89)6 Genealogía: Estudio de la ascendencia y descendencia de una persona o familia.

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decide su primera epifanía en Tebas: “Tebas será la primera de las ciudades griegas que

venga a mi voz que la llama” (Esquilo, 2006:641).

Pues bien, sorprende las similitudes del relato dionisíaco con la conocida historia bíblica

de la Pasión de Jesús: Ambos, Dionisios y Jesús, son anunciados y vienen a salvar al

mundo. Ambos Dioses llegan convertidos en hombres y son hijos del Dios-Padre,

ambos son rechazados por el poder instituido, son detenidos por soldados del déspota y

apresados, ambos son sometidos a juicio y aceptan su castigo, con ambos se equivoca la

soberbia del poder, en un momento importante de la narración dionisíaca el cielo se

llena de “relámpagos, y la tierra misma (se) estremece” (Eurípides, 2006:661), tal como

ocurre con Jesús. En ambos relatos la muerte ocupa un lugar central. Sorprenden tantas

coincidencias y cualquiera pensaría que uno estaría inspirado en el otro. Recordemos,

sin embargo, que Eurípides escribe su tragedia alrededor de 408 años antes de Jesús.

Si son notables las similitudes, no lo son menos las diferencias: Las diversas situaciones

son resueltas de formas muy distintas por sus protagonistas. Jesús se entrega a la muerte

y muere para salvar a la humanidad, Dionisios no muere e incluso en una parte del

relato la tragedia casi se convierte en comedia y se burla cruelmente de su opresor, al

final lo enloquece y causa su muerte a manos de las Bacantes, al frente de las cuales se

encuentra la propia madre del déspota. Al final, ambos se imponen, pero Jesús lo hace

por el sacrificio, que salva a la humanidad. Dionisios, en cambio, lo hace afirmando él

mismo la “vida indestructible”.

Hay que entender que, desde siempre, las emociones propiamente dionisíacas: la

positividad, la alegría y la afirmación de la vida, tanto como las emociones que inspiran

al judeo-cristianismo: la negatividad, la culpa y la negación de la vida, conviven

recónditamente en el ser humano como sentimientos encontrados. Todas son actitudes

originarias que se encuentran en el ser humano desde siempre y cuya dilucidación

definitiva acaso siempre estará pendiente.

La cultura Minoica, pre-griega, cuyos vestigios comenzaron a aparecer para Occidente

gracias a las investigaciones arqueológicas a partir de 1900, creó “una civilización

cuyos rasgos principales eran el amor por la vida y la naturaleza y un arte impregnado

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de encanto y elegancia (…) Oímos por doquier un himno a la naturaleza en cuanto

diosa, un himno de la alegría y de la vida” (Kerenyi, K., 1998:19)

Con esta impronta, el mito dionisíaco resultante fue desde sus orígenes una emocionada

afirmación de la vida por la vida misma, que no requiere salvación ni justificación, sino

que ella misma justifica todo, incluido el sufrimiento y la muerte.

Y subraya Kerenyi: “El arte cretense no conocía esa terrible distancia entre el ser

humano y lo trascendente que lo tentara a buscar un refugio ante el espacio y el tiempo

(…) Los artistas de Creta no proporcionaron sustancialidad al mundo de los muertos

mediante un espectro del mundo de los vivos, ni inmortalizaron las proezas, ni

reivindicaron humildemente la atención de los dioses en sus templos.” “Se desestimó la

aspiración humana a la atemporalidad, entregándose a la gracia de la vida de la manera

más completa que ha conocido el mundo.” (Kerenyi, K., 1998:22)

Entendamos bien, Kerenyi está hablando de una religión: el hombre ni siquiera es el

centro de sí mismo ni es libre, nunca depende de sí mismo, sino que está determinado

por sus dioses que se pueden expresar en “una nube de insectos, en los pájaros o en los

animales marinos”, pero estos hombres están cautivados por “la atmósfera festiva como

por un mundo hechizado.” (Kerenyi, K., 1998:23)

Es esto último lo que queremos reivindicar, se trata de una religión y, a la vez, de una

cultura que afirma la vida, para quien la vida es el gran evento del mundo.

No hay resentimiento ni sentimiento de culpa, no hay mala conciencia ni idea del

pecado. Para Max Stirner, los antiguos veían Dioses por todas partes, pero no reducían

“el mundo a una apariencia y no lo espiritualizan” (Stirner, M., 1845:13). Desde la

antigüedad aparece lo “Sagrado”, como separado del mundo, pero el hombre convive

con sus Dioses.

Sin embargo, con el tiempo, esa misma separación y otras fuerzas conducirán a la

enajenación. Lo sagrado será la característica de todo lo que no es el hombre y que este

santifica. Con el tiempo lo sagrado no se manifestará a sus sentidos, sino a su espíritu.

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El espíritu, una vez sacralizado, se convertirá en Fe, con mayúscula. Ya no será nunca

más cosa del hombre, sino cosa superior.

Alcanzado este punto, Stirner afirma, “Los hombres espirituales se han puesto “Algo”

en la cabeza que debe ser realizado”, se han impuesto su jerarquía. Pero, ¿Qué quiere

decirnos con esta palabra?: “¡La jerarquía es la dominación del pensamiento, el dominio

del Espíritu!” (Stirner, M., 1845:26)

En la antigüedad el Mundo somete al Hombre y, por lo tanto, el objetivo de la

humanidad es escapar a este dominio; al menos escapar, ya que no es posible superarlo.

Apartando el goce de la religión cretense, parece que entre las primeras cosas que el

hombre consiguió como estrategia fue “despreciarlo”, “ignorarlo”. Los estoicos, por

ejemplo, divinizan el mundo y se resignan ante el. El estoicismo es la filosofía que

sustentó al cristianismo con una base reflexiva, que consiste en sobreponerse al mundo

entregándose al espíritu.

Este espíritu muta o es Dios y, así, aparece la Teología Estoica, que es panteísta, pero

teología al fin. El mundo está regido por un principio rector inteligente donde el azar no

puede existir. La razón es inmanente al mundo y el hombre debe alcanzar su

comprensión. La existencia se debe a este proyecto universal y no se trata de temer sino

de aceptar el destino. Los sentidos no pueden captar el mundo, la razón sí. Queda claro:

Es puro determinismo.

Con el cristianismo se produce otra “epidemia” misionera, que por otras experiencias y

emociones conduce a otra religión. La vida de Cristo es interpretada según el conocido

dualismo cristiano y, en la crucifixión, Dios hecho hombre muere por nosotros, para

redimir, para limpiar las culpas. La vida está manchada de pecado y debe ser purgada:

Es la idea del pecado original.

¿En qué terminará todo esto? Pues el hombre rechazará al mundo y se entregará al

espíritu y, por este camino, a la idea de Dios. Así se produce el giro cristiano y así, dice

Stirner, mientras a los antiguos los sometía el exterior (el mundo), a los cristianos los

someterá el interior (el espíritu).

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Para el cristianismo, religión de orientación platónica7, existe el Bien, con mayúsculas,

expresado por Dios que, además, es una “unidad”. Este Dios es trascendente y configura

un mundo superior a lo mundano. Hay un Tiempo para el mundo terrenal y otro Tiempo

para el mundo divino. También una Justicia mundana y otra divina. Por último, ante el

argumento de Aristóteles: “El mundo no es perfecto, por lo tanto, Dios no lo ha creado”,

se argumenta “Dios es perfecto, el mundo no. Por lo tanto, existen demonios del mal”

(Castoriadis, C., 2004:353).

El cristianismo impone una visión para la que existe el Bien y el Mal y ambas son

fuerzas separadas, independientes y, sobretodo, opuestas y excluyentes. A partir de esta

reflexión originaria, está la mesa servida para que se siembre de dualismos todo el

imaginario primordial de Occidente: Espíritu y Materia, Mente y Cuerpo, Emoción y

Razón, Eterno y Efímero, Verdad y Apariencia. Para el cristianismo estos opuestos no

son polares, sino contradictorios, se excluyen simplemente.

Afirma Stirner, definiendo el móvil original del imaginario cristiano: “El hombre

cristiano es el que tiene fe en el pensamiento, el que cree en la soberanía de los

pensamientos y quiere hacer reinar ciertos pensamientos que él llama principios. (…)

recuerdan al perro que olfatea a las gentes para oler a su dueño; se dirigen siempre a los

pensamientos dominantes. El cristiano puede reformar y trastornar indefinidamente las

ideas que dominan desde hace siglos, puede hasta destruirlas, pero será siempre para

tender hacia un nuevo principio o un nuevo señor; siempre erigirá una verdad más

elevada o más profunda, siempre fundará un culto, siempre proclamará un espíritu

llamado a la soberanía y establecerá una ley para todos.” (Stirner, M., 1845:104).

Pero aún más fuerte que el dualismo cristiano será la completa sujeción del imaginario

judeo-cristiano a los productos del pensamiento, su capacidad para dar a las ideas un

estatus ontológico superior y sagrado. Es de esto que quedará impregnado todo el

imaginario de occidente. Creer que hay verdad, conceptos, principios que merecen estar

sobre la vida, juzgándola y aprobándola, porque ésta no se basta. Los idealistas beberán

directo de este brebaje, pero los materialistas lo harán también, aunque de forma

7 La metafísica de Platón, y particularmente el dualismo entre lo inteligible y lo perceptivo, inspiró posteriormente a los pensadores Neoplatónicos, tales como Plotino y Gnostis, y a otros realistas metafísicos. Padres del cristianismo, como Agustín de Hipona, también fueron muy influenciados por su filosofía.

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indirecta, intentando definir positivamente una materia y una realidad que no acepta

definición y que, por tanto, se constituirá en otra forma de idealismo.

Así, el cristianismo desde su aparición occidental irá de metamorfosis en metamorfosis,

dominando el trasfondo de la escena del mundo y convirtiendo en religión

sucesivamente todos los proyectos humanos, incluso aquellos que lo adversan (Stirner,

M., 1845:58).

El cristianismo es origen del Paradigma de Simplicidad, como noción maestra a partir

de la cual se le da sentido al mundo desde la perspectiva cristiana. Es el imaginario que

va “a gobernar todos los discursos que obedecen, inconscientemente, a su gobierno”

(Morin, E., 2007:89). Los discursos Liberal y Marxista, hijos de la impronta cristiana

que tanto despreciaron, también nacerán subyugados.

6. El Liberalismo: El Hijo Legítimo

(…) la voluntad de verdad pertenece aún al ideal ascético, la forma es siempre cristiana.

(Deleuze, G., 1998:139)

La primera expresión reconocida del imaginario Liberal se encuentra en la Oración

Fúnebre de Pericles, en el año 430 a.C. Después habría que esperar hasta el Siglo XIII

para que la Carta Magna Libertar Um fuera aceptada por el Rey Juan I en Inglaterra el

15 de Junio de 1215. Esta constitución limitó el poder del monarca a través de la

creación de leyes y de un parlamento o asamblea. Constituyó también el primer intento

de separación de la iglesia y el estado.

El Liberalismo, como filosofía, promueve el máximo de libertades civiles junto con el

máximo de limitaciones al poder del gobierno y el estado frente al individuo. Sus

características principales incluyen la defensa del individualismo, la libertad como

derecho inviolable, limitada solamente por el derecho de los demás, el principio de

igualdad ante la ley y el estado, el derecho de propiedad privada, el establecimiento de

constituciones basadas en la división de poderes y la tolerancia religiosa.8

Este movimiento derivó en una variedad de corrientes con orientación disciplinaria

determinada y así nacieron el liberalismo económico, político y social.

8 http://es.wikipedia.org/wiki/Liberalismo#Caracter.C3.ADsticas

Page 14: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

Así planteados, los postulados básicos del Liberalismo lucen incontrastables. Pero,

¿Cuál es su noción maestra? Bien observado, todo el planteamiento está dominado por

un meta-supuesto inconsciente que lo mediatiza. Se trata del cartesianismo positivista

encarnado en la hipótesis liberal. Detrás de este cartesianismo, domina la impronta del

imaginario judeo-cristiano. Este condicionamiento previo no es inocuo y en algún

momento la sociedad liberal basada en el imperio de la razón, comenzará a destilar sus

patologías. Veamos.

El principio básico del Liberalismo es el hombre, basado en el concepto del Ciudadano,

con igualdad de derechos ante la Ley. Esa Ley es ejercida por un Estado que como su

representante debe ser obedecido. El individuo queda sometido al Estado. Stirner no

tiene paz con esta miseria y escribe: “En adelante todo derecho que no conceda el

Monarca-Estado es una usurpación, todo privilegio que otorga se convierte en un

Derecho”. Sobre esta base se instaura la igualdad de derechos políticos, económicos y

sociales. Se trata de una igualdad ante un nuevo Dios: El Estado.

En el fondo, esto significa que “cada cual puede adquirir todos los derechos que el

Estado tiene para distribuir, si cumple las condiciones requeridas” (Stirner, M.,

1845:32). Ser libre, para el liberalismo es estar sometido a las Leyes y al Estado

Burgués. Se es libre porque no se es súbdito de otro y porque “nada se interpone ya

entre Mí y el Estado” (Stirner, M., 1845:33). “La libertad política, máxima fundamental

del liberalismo, no es más que una segunda fase del protestantismo, y la libertad

religiosa le sirve exactamente de complemento.” (Stirner, M., 1845:34).

7. La Dialéctica: El Hijo Adoptivo

Nihilismo: La vida toma un valor de nadasiempre que se la niega

(Deleuze, G., 1998:207)

Heráclito (535-484 a.C) es el Padre de la dialéctica. El gran Heráclito nos conduce por

un aspecto sutil y profundo: la consideración del devenir y el cambio propio de la

naturaleza y el ser. Ser es ser lo uno y su opuesto. Hay opuestos pero constituyen en

realidad una unidad contradictoria. Cada cosa es su contrario, pero en forma polar y no

excluyente. La dialéctica de Heráclito se resuelve en el devenir.

Page 15: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

Luego vendrían Sócrates (470-399 a.C) y Platón (427-347 a.C). La dialéctica como

retórica, discusión o controversia racional que termina desembocando en la refutación

de las ideas o conceptos analizados. Supone que detectando y eliminando errores se

puede llegar a alcanzar la verdad, al menos racionalmente. Es el origen de la refutación

como método de prueba. Cuando Platón refuta sus propias ideas no solo funda la

autocrítica, sino la propia filosofía como mecanismo de dilucidación y búsqueda de la

verdad y la dialéctica como método de investigación. La dialéctica es,

consecuentemente, confrontación de puntos de vista opuestos.

Ahora bien, el ser es polar y complejo, pero, la pregunta que nos hacemos es ¿También

es dialéctico?

Nuestra pregunta intenta destacar el hecho de que una cosa es enfrentar el análisis de la

realidad con un método dialéctico o cualquier otro y, a partir de su uso, ir descubriendo

algo que llamamos “verdad”; y, otra cosa, muy diferente, presumir que la realidad es en

sí misma dialéctica. ¿O no?

Desde el Siglo XVIII, la dialéctica hizo dominante uno de sus significados: Teoría de la

contradicción y su superación. Este paso se debe al filósofo alemán G.W.F. Hegel: La

dialéctica es la idea de que la naturaleza, la sociedad y todo, está regido por la oposición

de contrarios: tesis, antítesis y síntesis. Se trata del trabajo de lo negativo que

supuestamente configura y produce la historia. Aquí estamos hablando de la dialéctica

como Ley general o social, según se prefiera; como una Ley de la evolución. Esta es la

dialéctica que Hegel conduce hasta la idea del “espíritu puro” y que Marx invierte para

desembocar en el materialismo histórico. Pretende unitarismo, pretende ser un sistema

de pensamiento universal y absoluto, en cualquiera de sus dos perspectivas, hegeliana o

marxista.

Pero la dialéctica olvida que ella misma es producto de la cultura occidental e hija de

imaginarios más poderosos y profundos. Las demoledoras críticas posteriores

provenientes de Nietzsche ni siquiera serán dirigidas a Marx, sino al verdadero

responsable: Hegel.

Page 16: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

La razón, dialéctica y cualquier otra, tanto como el entendimiento, no son emergencias

divinas ni naturales, sino “creaciones histórico-sociales relativamente recientes”

(Castoriadis, C., 2004:168) y, como tales, estarán siempre condenadas a ser expresiones

antropológicas y nada más. No es poca cosa, pero nada más pueden aspirar.

Como consecuencia de este olvido, la dialéctica pretende explicar la historia, someterla

a Leyes, con mayúscula. Muy a su pesar, ella misma no podrá escapar a sus propias

condiciones histórico-sociales. El resultado final es que no hay ni habrá escrutinio ni

conocimiento total y absoluto de la realidad y de nada, ni tampoco Ley Social.

El hombre no posee un órgano de conocimiento. Así, la dialéctica como expresión

culminante, es otro engaño útil, no más. Otra metáfora explicativa, útil pero

inevitablemente humana y no universal. No es mala ni inútil la dialéctica, sino que se

vuelve tales y se hace peligrosa cuando los hombres se empeñan en que sea el

instrumento único del pensamiento, la acción científica o política. Cuando aspiramos a

que sea la “última palabra”, cuando cedemos nuevamente a nuestra mitomanía.

8. El Marxismo: El Hijo Renegado

Triunfante hubieses sido intolerable(Esquilo, 2001)

Con la dialéctica y el Materialismo Histórico, Marx intentó confirmar dos imaginarios,

de los cuales era tributario.

Por un lado, el Proyecto de Autonomía, que tiene su origen en la Grecia Clásica, duerme

durante la edad media, se re-incuba desde los Siglos XI y XII, con el nacimiento de las

primeras ciudades burguesas. Se confirma con la Modernidad hacia el Siglo XVI y, sin

que signifique su realización, llega a una cumbre cultural entre los Siglos XVIII y XX,

con el movimiento obrero, el movimiento democrático y revolucionario de estos siglos

y el movimiento feminista y civil por los derechos de las minorías (Castoriadis, C.,

2001:101 y 2004:285). Es la idea de la Libertad, individual y social.

Es la idea de que el hombre es capaz de ser libre. La idea de que es capaz de auto-

instituirse, de darse sus propias leyes. Sin Dioses y sin otras enajenaciones. La idea de

que el hombre aspire a ser “su” propietario y punto. La idea de que esto es posible.

Page 17: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

Marx acuña la frase “Los filósofos no han hecho sino interpretar el mundo y de lo que

se trata es de transformarlo” y con ella libera a los movimientos emancipadores y

sociales del fetichismo determinista.

Sin embargo, por otro lado, Marx es un hombre de su época. Domina entonces la idea

positivista de “Progreso” y “Tiempo Lineal” como posibilidades terrenales y mundanas

y no como expresiones propias de la trascendencia. El hombre ha exiliado a Dios de los

asuntos terrenales, pero, mitomaníaco impenitente, a cambio ha impuesto a la Ciencia,

el Conocimiento y la Razón, con mayúsculas, como nuevas verdades absolutas. Marx es

una apoteosis de las convicciones deterministas y positivistas imperantes. La Ciencia y

el Hombre abarcarán todo lo explicable y todo es explicable. Es el imperio de la razón.

La clave determinista en Marx asume la forma de Ley Histórica en el contexto de su

Materialismo Histórico.

Marx conoció, leyó y refutó (intento refutar) a Stirner. Así queda claro en su obra La

Ideología Alemana, donde toma consciencia de la ladera nihilista del discurso

dialéctico e intenta contener su “saltus mortalis” (Deleuze, G., 1998:225). Para Deleuze,

“Stirner es demasiado dialéctico para pensar en términos que no sean de propiedad, de

alienación y de reapropiación. Pero demasiado exigente para no ver a dónde conduce

este pensamiento: al yo que (no) es nada, al nihilismo” (Deleuze, G., 1998:227).

El argumento con el cual Marx pretende anular el “Efecto Stirner” es la teoría del Yo

condicionado, el hombre sometido a las relaciones sociales de producción y al

materialismo histórico. Todos los dogmas necesariamente decepcionan y el recurso de

Marx con el tiempo constituiría, sin desearlo y a pesar de su ateísmo, el último avatar

del judeo-cristianismo dominante. La última bandera de defensa del nihilismo cristiano.

9. La crítica de Nietzsche a la cultura occidental: Los avatares del

Liberalismo y el Marxismo

¡Los burgueses arrancaron el poder político a la aristocracia para hacerlo de todos…! Pero, ¿Quiénes son todos?

Respuesta: ¡El Estado! ¡Nadie debe mandar, sino el Estado!

¡Los socialistas arrancaron la propiedad a la burguesía para hacerla de todos…!Pero, ¿Quiénes son todos?

Respuesta: ¡El Estado!¡Nadie debe poseer, sino el Estado!

Page 18: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

¿Cómo se establece la relación entre las Ideas, este fenómeno extraño a la naturaleza, y

las fuerzas de la vida? ¿Cómo es que “Algo” pensado puede dominarnos continuamente

mientras otras excreciones de nuestra naturaleza no siempre lo logran? ¿Qué “valores”

se encuentran siempre detrás de cada Idea que la hacen inevitablemente no-neutral y,

paradójicamente a la vez, no impiden que engañe y domine al hombre?

El tema ha sido identificado, aunque quizá nunca resulte totalmente elucidado ¿Por qué

el deseo o más bien la necesidad de la “verdad absoluta” parece insuperable? Nietzsche

y antes Max Stirner, lo notaron con contundencia. Su posición es aparentemente simple:

Las Ideas, estos productos humanos, enajenan y esclavizan. Stirner y Nietzsche, en este

orden, llevaron hasta sus últimas consecuencias y desenmascararon el carácter alienante

de todo pensamiento y del pensamiento dialéctico, en particular.

Descubrieron la genealogía de las fuerzas que impuestas a la cultura occidental dieron

lugar al pensamiento que esclaviza. Occidente conduce al hombre a la “Idea” de que la

vida requiere ser explicada o, peor, justificada. El positivismo y sus correlatos son un

producto más de esta combinación de fuerzas negadoras y diluyentes de lo humano y de

la vida. Como otros productos de Occidente y precisamente por ser hijos de la tradición

judeo-cristiana, para Stirner y Nietzsche, no podrán más que desembocar en negación,

nihilismo y auto-destrucción.

Por eso, la superación de esta rigidez implica superar el imaginario occidental centrado

en la convicción judeo-cristiana del Bien y el Mal, con toda su impronta dualista.

Cuando se produzca la des-esclavización del hombre frente a su pensamiento y a sus

ideas, se abrirán las posibilidades que permitan pensar en un hombre con capacidad de

ser libre.

La pregunta de la cual parte Nietzsche es, a la sazón, la última de Stirner: ¿Quién? Es la

pregunta fundamental que disuelve toda la filosofía y las ambiciones teóricas

precedentes. Esta sola pregunta hace estallar todas las pretensiones de la filosofía.

Frente a la pregunta de la filosofía heredada acerca del “ser”: ¿Qué es el ser?, ¿Qué es el

hombre?, Stirner y Nietzsche preguntan: ¿Quién pregunta? Y la respuesta es: Soy “yo”

quien pregunta, cada “yo” es quien pregunta.

Page 19: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

Responder la pregunta qué es el hombre, supone rendirse siempre nuevamente ante los

conceptos, siempre insuficientes y siempre esclavizantes. Pero responder la pregunta

quién es el hombre, particulariza y convierte la pregunta en una respuesta existencial:

Soy Yo. Eres Tú. La pregunta es la propia respuesta.

Stirner lo afirma textualmente así: “Qué es, preguntaba por el concepto a realizar;

comenzando por Quién es desaparece la cuestión, porque la respuesta existe en quien

interroga: La pregunta es su propia respuesta” (Stirner, M., 1845:112).

¿Y quién es cada Yo? Cada Yo no es “algo”, sino que es una mezcla de fuerzas, una

combinación de fuerzas que lo determinan y con quien se confabula el Yo para

manifestarse. La respuesta fulmina la teoría del atomismo psíquico. No hay un Yo

establecido, sino manifestado.

Para las mentes filosóficas que sienten que las Ideas tienen que mandar y creen en el

imperio de las definiciones, esto puede resultar confuso, pero se trata de entender que la

filosofía no es la vida y tampoco la verdad. Se trata de entender que la vida está en otra

parte y no acepta definición final. Simplemente es. En este sentido el ser humano, su

“vida humana” no es cuerpo ni cosa, sino una experiencia, es tiempo o es nada. Pero es

una nada que aniquila todo. Poéticamente es quizá, la mejor manera de entenderlo.

Eugenio Montejo (Montejo, E., 2005:3):

Lo Nuestro

Tuyo es el tiempo,cuando tu cuerpo pasa con el temblor del mundo.El tiempo, no tu cuerpo.

Tu cuerpo estaba aquí tendido al sol, soñando.Se despertó contigo una mañana,cuando quiso la tierra.

Tuyo es el tacto de las manos, no las manos.La luz llenándote los ojos, no los ojos.Acaso un árbol, un pájaro que mires.

Lo demás es ajeno.Cuanto la tierra presta, aquí se queda.Es de la tierra.

Solo trajimos el tiempo de estar vivos, entre el relámpago y el viento.El tiempo en que tu cuerpo gira con el mundo.

El hoy, el grito delante del milagro,La llama que arde con la vela, no la vela.La nada, de donde todo se suspende.Eso es lo nuestro.

Page 20: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

Es contundente: Sólo somos tiempo y nada. La carne que nos contiene volverá a la

tierra. Es de la tierra. Por lo tanto, la pregunta importante es existencial y no filosófica:

¿Quién quiere la verdad? ¿Qué fuerzas determinan a quien busca la verdad? Estas

fuerzas no son pulsión de conocimiento, no son amor al conocimiento, porque para

Nietzsche nada de esto es posible. Son simplemente necesidad de afirmación de las

fuerzas que nos constituyen. Los filósofos convencionales suponen una “relación de

derecho entre el pensamiento y la verdad” (Deleuze, G., 1998:134). Pero es imposible

esta pretensión. Por eso, quien quiere la verdad inevitablemente es una fuerza que actúa

moral o inmoralmente. Veamos.

Quien quiere la verdad, hace del mundo una “apariencia”, un “error”. Se supone que no

quiere ser engañado y tampoco quiere engañar; entre otros, tampoco quiere engañarse a

sí mismo. A la vez, suponer esto, implica que el mundo, para poder entregar la verdad,

tiene que ser “verídico”. Pero puede ocurrir que, además de verídico, el mundo posea

una “apariencia”, que impida que se muestre inmediatamente tal cual es.

Es este poder de lo falso el que hay que superar. Hay que superar la apariencia. Así,

para Nietzsche, el trabajo del conocimiento se funda inevitablemente en el desprecio a

la apariencia. Nietzsche ve en este desprecio a la apariencia una “oposición de origen

moral”. Pero no se detiene allí y, por tanto, en el desprecio a la apariencia que supone

esta postura ve a un “virtuoso” que acusa y juzga a la apariencia. Inevitablemente, en

este movimiento termina acusando y juzgando a la vida.

El que quiere la verdad de la vida, quiere que la vida sea virtuosa, quiere eliminar lo

falso de la vida y, para lograr esto, necesariamente tiene que poner a la vida contra la

vida, tiene que renegar de la vida para hacerla “buena”. Nietzsche ve en esta oposición

moral una “contradicción religiosa o ascética”. Así, el positivismo va “De la oposición

especulativa a la oposición moral, (y) de la oposición moral a la contradicción

ascética...” (Deleuze, G., 1998:136).

La otra gran crítica de Nietzsche va contra la inclinación inevitablemente nihilista de la

dialéctica. Un método que pretende una realidad inexistente. Es simple: La realidad no

es dialéctica. Punto. Pero, ¿cómo llega la dialéctica al nihilismo?

Page 21: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

Como sabemos, todo dogma, finalmente, decepciona. Nietzsche descubrió esto y por

eso predijo que si inicialmente el afán de conocimiento desprecia la apariencia en

nombre de la esencia, este proceso conduce necesariamente a negar la esencia

conservando lo único posible: la apariencia. Reclamar a la vida es negar la vida y no

creer en ella, en su supuesta apariencia. Al final, advertir que no podemos acceder a la

esencia, hace al nihilista negar la esencia y, sin otra alternativa, quedarse en la

apariencia. Negar la apariencia es nihilismo, un primer nihilismo. Negar la esencia es

nihilismo, un segundo nihilismo, ocasionado por el primero. Termina con el comienzo,

pero con un sentido de aflicción y rencor porque, como sabemos, todo dogma,

finalmente, decepciona.

Para Nietzsche la dialéctica nunca va más allá de los síntomas y, desde luego, es

incapaz de abarcar la interpretación de los fenómenos. “No concibe nada más profundo

que una permutación abstracta” (Deleuze, G., 1998:221). Esto significa, que la

dialéctica procede por oposición y la oposición por sí misma es síntoma, solo síntoma.

El trabajo de lo negativo es solo un aspecto de la fuerza que en la realidad genera la

acción. Esta fuerza es la “Diferencia”.

En la realidad, quien trabaja es la Diferencia, con mayúscula y uno de sus aspectos es la

negación. ¿Qué se diferencia? ¿Qué se contradice? Son las fuerzas en juego, las

voluntades cuyas fuerzas se afirman y al hacerlo se registran las diferencias entre ellas.

Afirmar una fuerza no es contradecir otra fuerza. Cuando se afirma, una fuerza responde

a su esencia, coloca el signo de su fuerza en el tablero de juego y esta fuerza puede ser

diferente al resto de fuerzas en juego, esta diferencia es para Nietzsche “la ley genética

de las cosas”.

Pero, ¿Qué logra una fuerza que niega otra fuerza? Cuando una fuerza niega se emplea

para oponerse a la fuerza que afirma; en este acto, no solo niega a la otra fuerza, sino

que se niega a sí misma, niega su fuerza y niega su diferencia, porque coloca su agenda

de acción a la orden de la fuerza que quiere negar. Pero, ¿qué es negarse a sí mismo?

¿no es negar la propia vida? ¿no es nihilismo? Por lo tanto, Nietzsche afirma que el

nihilismo es la esencia de la dialéctica y, por eso, “del principio al fin está

fundamentalmente pensada como cristiana” (Deleuze, G., 1998:224).

Page 22: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

10. Recuento de una falsa contradicción

Palíndromo: Una frase que se lee igual hacia delante que hacia atrás.Las frases palindrómicas se resienten en su significado cuanto más largas son

Wikipedia

¿Que nos dice un inventario comprensivo de las dos filosofías en oposición? Un

inventario, claro está, que no agota, sino que abre el tema y la discusión:

¿Cómo se sostiene el credo Liberal? Todo este andamiaje se sostiene sobre el imperio

de la razón, es la pretendida aplicación de la razón a las condiciones existentes. En el

siglo XX, la traducción resultante de estas ideas quedó resuelta en la siguiente ecuación

metafísica:

a. La ingenua creencia en el imaginario del progreso: La sociedad marcha siempre por un sendero seguro hacia la libertad, la felicidad, el bienestar, etc.

b. La expansión ilimitada del dominio de lo racional sobre todo lo humano.c. La ciega creencia en la ciencia y en la tecnología y en su expansión autónoma, “que ocupa el lugar de las creencias

religiosas de antaño” (Castoriadis, C., 2001:179).d. El dominio de lo económico sobre los demás ámbitos de la vida.e. La confusión entre individualismo y consumo.

¿Cómo se llegó a esto? Es claro el dominio del Contrato Epistemológico y Social (CES)

al que afilian todas estas pretensiones. Se trata del modelo cartesiano-positivista. Hoy en

día es claro ver en todo esto, “una falta de autenticidad en la relación que (se establece)

con la propia vida” (Castoriadis, C., 2001:228) porque todos estos supuestos presentan

un individuo artificial y unilateralizado que no existe, cuya existencia, a la vez, está

supuesta en una realidad que no se comporta así. Otra vez, se trata del Paradigma de la

Simplicidad. La Cama de Procusto, mutilando y alargando los argumentos para

encuadrarlos en la medida previa del positivismo determinista.

Quizá el ámbito en el cual es más clara la inconsistencia del modelo liberal es en el

campo económico. Es aquí donde después de Ricardo, Marx y quizá alguno más, la

economía política se transformó en “académica” y “disciplinaria” y se dedicó a impartir

conocimientos unilaterales e inútiles, colocando la teoría fuera de todo contexto

razonable. La economía política fue transformada en econometría y análisis abstracto

del beneficio y el equilibrio, hablando siempre de un homo oeconomicus inexistente

situado en un mundo igualmente inexistente.

El resumen de la crítica es contundente y hace que hoy en día, a pesar de las enseñanzas

de la academia, resulte totalmente imposible hablar de equilibrio, asignación racional de

Page 23: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

recursos, formación de precios con base en el análisis marginal, nivel de producción

óptimo, crecimiento garantizado, maximización de la utilidad social ni pago al factor

trabajo con base en su productividad marginal. Tampoco es posible fijar la tasa natural

de beneficio y, ni siquiera, la tasa de interés.

El Liberalismo transformó la racionalidad del sistema en el valor supremo del mismo

sistema, tanto que las metas que persigue el sistema han dejado de plantearse en

términos de metas y propósitos válidos, por ejemplo la “Economía del Bienestar”, y se

justifican suficiente y simplemente como razón metodológica: si el capitalismo es

racional se justifica por sí mismo y esto es suficiente para garantizar su permanencia en

el tiempo. ¿Qué busca el capitalismo? ¿Por qué y para qué este predominio de lo

racional y lo económico?, son preguntas que quedan fuera de las consideraciones.

El tributo Liberal al imaginario judeo-cristiano es clarísimo y se encuentra mucho más

allá de los aspectos económicos. La sustitución de Dios por la Ciencia, propia del

positivismo no tiene un ápice de novedad y se trata solamente de la misma mitomanía,

el mismo empeño en conseguir verdades permanentes, se trata del mismo perro en busca

de un nuevo dueño. Así, el Liberalismo sometido a la crítica de sus supuestos básicos

demuestra ser otra religión, porque inventa nuevas esencias y las coloca por encima del

hombre como verdades absolutas. Son las Ideas, otra vez, esclavizando al hombre y a la

sociedad.

Marx, en su momento, realizó una crítica demoledora del capitalismo que, vista hoy,

¿ha sido superada? Pensamos que no. Pero ocurrió que en su entrega a la dialéctica

Hegeliana, Marx no logró sino ver “lucha de contrarios”, se quedó en su supuesto

“motor de la historia” y olvidó la pluralidad compleja de los procesos sociales e

históricos. No contó con que los conflictos de clase no necesariamente tendrían que

producir el derrumbe del sistema y la automática aparición del socialismo y que también

fuese posible que el capitalismo metabolizara las críticas. El unilateralismo de Marx

termina castrando su propia comprensión.

El capitalismo, por su parte, mostró hasta cierto momento capacidad para asimilar la

crítica del movimiento obrero y de los movimientos sociales; además el capitalismo,

guste o no, efectivamente ha logrado ser más eficiente para producir y satisfacer las

Page 24: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

necesidades materiales y sociales que la encarnación marxista del socialismo real. De

todas formas no es nada para sentirse satisfechos. Por el contrario, la ladera del

nihilismo y de la insignificancia, del sinsentido de su marcha hacia la negación de sus

propios valores originales es obvia. O debería serlo.

Por otra parte, ¿Cómo se sostiene el credo Marxista? Para comenzar, si en algún ámbito

el marxismo está huérfano de ideas, es precisamente en el campo de la teoría

económica. Hay una crítica del capitalismo pero, más allá de ilusiones y buenas

intenciones enmascarando muchas veces enormes confusiones, en materia económica el

marxismo no ha dicho nada más en el campo de la teoría y, ni hablar, de los resultados

en el campo práctico.

La teoría del valor-trabajo, joya de la corona, aflige, para decir lo menos. Es un

monumento al Paradigma de la Simplicidad. Pretender que el valor de una mercancía

dependa solamente de la “cantidad de trabajo socialmente necesaria para su producción”

y nada más, es demasiado. No solamente no es capaz de explicar las mercancías que

contienen efectivamente tiempo de trabajo, sino que ignora y es incapaz de explicar la

relación de la escasez con los procesos de formación del precio y asignación de

recursos.

La ingenuidad implícita en esto es que para Marx la escasez podrá ser superada. ¿No

esconde esta postura una falta de comprensión de lo humano? Nos referimos a la propia

definición de escasez como una noción abiertamente relativa y, por tanto, subjetiva; y a

que el valor medido como cantidad de trabajo o de lo que sea, es un concepto imposible

de determinar y, sobretodo, incapaz de explicar los precios.

Cualquiera nota que sin la base que otorga el concepto de valor-trabajo no hay teoría de

la explotación marxista y, sin esta, no hay como sostener la idea de la lucha de clases y

desde allí toda la supuesta marcha dialéctica de la sociedad. Pero todos sabemos que

explotación y abuso ha habido siempre y donde ha existido la sociedad humana. Nuestra

conclusión no es que no hay explotación, sino que la teoría de la explotación marxista es

pura metafísica, paradigma de la simplicidad y un falso uso de la dialéctica. La

explotación y la injusticia que supone habrá que superarla con otra teoría.

Page 25: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

Pero esto no es todo, porque el marxismo desde el primer momento se propuso la

necesidad de la eliminación de las categorías: precio, mercado, propiedad y la forma

dinero. Marx pretende una naturalización de las relaciones que no puede funcionar sino

al precio de impedir el desarrollo de las fuerzas económicas que a la vez declara

necesitar.

Aquello que Marx no pudo concluir, tampoco pudieron concluirlo sus seguidores en

todos estos años. ¿Cómo sustituiremos los mecanismos del mercado, el precio, el

dinero, la propiedad, el beneficio? ¿Se trata de variables sustanciales o puro invento de

la ideología burguesa? En la práctica, simplemente estas respuestas siguen pendientes.

Más allá de la eliminación de los derechos de propiedad, ahí donde el socialismo

coercitivo ha sido impuesto y más allá de un conjunto de prohibiciones relativas a los

mercados, que como consecuencia han traído mayores inconvenientes que beneficios

económicos y sociales y mucha corrupción, no ha sido posible ser consecuente en la

práctica con las exigencias de Marx.

Hay algo aún más paradójico, porque, ¿cómo terminó sustituyéndose el mercado en el

mundo socialista? Respuesta: con planificación económica y social. Los planes

quinquenales, si no fueron el resultado de una reflexión teórica que se respete, son, en

efecto, los instrumentos de política con que el socialismo intentó sustituir la

irracionalidad del mercado. Pues bien, estos planes, más allá de su fracaso o éxito, ¿en

qué se sustentaron? ¿qué presuponen? ¿no son ellos mismos el intento extremo e

imposible de manejar lo económico y social desde la perspectiva más racional que se

cree posible? ¿no es la ambición positivista llevada a su apoteosis máxima? ¿no son

positivismo y determinismo puro y duro?

¿Cuál es entonces la oposición o, al menos, la diferencia entre la racionalización Liberal

y la Marxista? Pues parece que solo queda decir que consiste en que el Marxismo lleva

la perversión Liberal a límites intolerables. Es el mismo Titanismo patológico

conducido a su apoteosis última.

Donde quiera que la propiedad ha sido eliminada, como quiera que esta medida se ha

tomado fuera del contexto completo de los requerimientos marxistas, no puede decirse

Page 26: El Liberalismo y El Marxismo Recuento de una falsa contradicción

que no exista propiedad, sino que la misma ha quedado de facto en manos de una

nomenklatura dominante que termina monopolizando el poder político y el poder

económico.

En resumen, donde se eliminó el mercado formal, aparecieron los “mercados negros”,

donde se controlaron los precios apareció la escasez y el racionamiento, donde se

eliminó la propiedad, apareció una nueva clase detentando estos derechos. En todos los

casos, la producción industrial resultó abatida y la indigencia económica se hizo cargo.

Repasemos las mismas críticas que elaboramos para el capitalismo:

a. La ingenua creencia en el imaginario del progreso: La sociedad marcha siempre por un sendero seguro hacia la libertad, la felicidad, etc.

b. La expansión ilimitada del dominio de lo racional sobre todo lo humano.c. La ciega creencia en la ciencia y en la tecnología y en su expansión autónoma, “que ocupa el lugar

de las creencias religiosas de antaño”.d. El dominio de lo económico sobre los demás ámbitos de la vida.e. La confusión entre individualismo y consumo.

Parece que todas pueden ser aplicadas como críticas simultáneamente a las sociedades

liberales y a las del socialismo real, con excepción quizá de la última, porque el

consumo no es precisamente lo que aumenta en estas sociedades.

El “impulso futurista” por la felicidad, común a ambas, prefigura dos filosofías

dominadas por las mismas debilidades: una fascinación por la razón y su dominio

absoluto, que se transforma en racionalización vulgar o pseudo-razón, un titanismo

científico-técnico capaz de obsesionarse con sus posibilidades y logros aún al precio de

perder el sentido y la razón de ser del propio conocimiento y del propio proyecto social.

En la sociedad liberal se vive con la esperanza de la “felicidad que brindará el último

desarrollo tecnológico” (López-Pedraza, R., 2000) y en la sociedad marxista con la

esperanza de que a partir de los avances tecnológicos del capitalismo será posible, ahora

sí, instaurar la sociedad feliz que, por supuesto, es marxista, porque como Marx mismo

señaló, el socialismo y el comunismo tendrían que haber partido del momento en el cual

el desarrollo de las fuerzas productivas “garantizaran” su realización.

Ambas filosofías se crucificaron en el altar de la razón económica como razón

dominante. ¿Los resultados? En el Liberalismo el individuo es conducido a la aflicción

y el sinsentido consumista. Es patología y desnaturalización del individuo que termina

pulverizando el tejido social. En la sociedad de inspiración marxista, lo económico es y

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será desde siempre la infraestructura sobre la cual se asienta la superestructura social,

Una convicción con la cual, desde 1845 en su obra la Ideología Alemana, Carlos Marx

funda las bases de su Materialismo Histórico. Lo económico domina. Punto.

Si se ajusta el capitalismo con controles y políticas sociales, comienza a aparecer un

socialismo degradante y degradado. Si se distiende el marxismo dejando espacio para la

libertad individual, empieza a aparecer un capitalismo vergonzante y avergonzado. ¿O

debemos decirlo al revés? En ambos casos, estamos frente al mismo fenómeno: Un

palíndromo pervertido. Construcciones dominadas por el imaginario judeo-cristiano

fundante que sirve de “noción maestra”. La misma afligente inclinación mitomaníaca, el

mismo titanismo, el mismo perro en busca de dueño. Las Ideas dominando al hombre y

el nihilismo resultante disminuyendo sus posibilidades de desalienación.

No es casualidad que Gianni Vattimo argumente hoy en día a favor de la posibilidad de

un comunismo posmoderno, comunismo democrático, comunismo libertario,

comunismo por-venir. Tampoco debe ser casual que haya titulado su último libro: Ecce

Comu: Cómo se llega a ser lo que se era (Biardeau, J. 2010).

Nos preguntamos: ¿Cuáles son las fuerzas, el sentido y la nueva jerarquía que está

detrás de todo esto? ¿Acaso estará Nietzsche por allí?

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