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El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fines de explotación sexual: un estado de la cuestión Ignacio Lozano Verduzco Mauro Antonio Vargas Urías

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“Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fi nes distintos al desarrollo social”

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El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fines de explotación sexual:un estado de la cuestiónIgnacio Lozano Verduzco

Mauro Antonio Vargas Urías

1· El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fines de explotación sexual:

un estadode la cuestiónMauro Antonio Vargas UríasIgnacio Lozano Verduzco

2 · El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión

Primera edición, 2012.

GENDES, ACMinatitlán 34, Col. Roma.

Delegación Cuauhtémoc. México DF Teléfono 5584 0601

[email protected]

Impreso en MéxicoISBN: 978-607-95993-0-0

3· El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

GENDES, AC

Género y Desarrollo, Asociación Civil

Mauro Antonio Vargas Urías

Coordinador de la Publicación

Ignacio Lozano Verduzco

Investigador Titular

Créditos

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5· El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

Ricardo Enrique Ayllón González

Coordinador del Proyecto

Ignacio Lozano Verduzco

Investigador

Mauro Antonio Vargas Urías

Auxiliar de Investigación

Simón Pablo Sandoval RubioEduardo Arriaga Ramírez

Talleristas

Tania Hernández Chetrirquin

Sistematizadora

Créditos de proyecto

6 · El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

7· El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

Contenido

Agradecimientos

Introducción

Un escenario complejo: planteamiento del problema

Desde allá: marco legal internacional

Desde acá: marco legal nacional

¿De qué estamos hablando? Alcances y limitaciones del estudio

Así fue: el método

Resultados: números parlantes

Resultados: el análisis cualitativo

Así son: información descriptiva de los textos

Develando lo invisible: análisis de los textos a la luz de la perspectiva de género

Los hombres que consumen cuerpos

Los hombres que explotan: proxenetas, padrotes o tratantes

Los hombres que trabajan en el comercio sexual: víctimas diferentes

Intervenciones con hombres: un camino todavía por andar

Terminando para empezar: conclusiones

Fuentes consultadas

Anexo: lista de referencias revisadas

Acerca de GENDES

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Agradecimientos

El trabajo de las organizaciones de la sociedad civil en México es permanentemente arduo y

complejo, avanza en contracorrien-te de una dinámica sociocultural, económica y política que genera desigualdades, omisiones e injusti-cias; de ahí nuestra transformadora razón de ser, de ahí la necesidad de imaginar, de participar, de incidir, de promover cambios, de compartir, de sistematizar para generar cono-cimientos. Y aunque el andar puede llegar a ser extenuante, también es interesante, retador, esperanzador e implica perseverar, aprender, cre-cer en lo teórico y en lo metodoló-gico sin abandonar la creatividad, requiere también de fomentar la co-laboración.

Este texto no hubiera posible sin el cla ro trabajo en equipo –de alcances multidisciplinarios– activado des-de el interior de GENDES, mismo que se ha visto enriquecido con los

acuerdos de colaboración que he-mos cultivado con otras institucio-nes. En primer término queremos ofrecer un especial reconocimiento a las instancias que han impulsado nuestra inserción, desde el ángulo de las masculinidades, en el fenó-meno de la trata de personas con fi nes de explotación sexual: gracias a la Fundación OAK, agencia que ha apoyado el trabajo que en esta materia hemos venido realizando desde hace dos años y que nos ins-tó a participar en la construcción de propuestas para analizar, prevenir y/o atender el involucramiento de los hombres en este problema; asi-mismo, agradecemos enormemente al Instituto Nacional de Desarrollo Social (INDESOL), pues mediante un acompañamiento corresponsable, ha permitido que ampliemos el im-pacto de los hallazgos preliminares que hemos alcanzado en este tema, pero también porque desde nuestro

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surgimiento como asociación hemos contado con su respaldo en la realiza-ción de diferentes iniciativas.

En un plano simultáneo queremos reconocer el comprometido trabajo que realizan todas las y los profesionales que integran el equipo institucional de GENDES, aunque en esta ocasión consideramos necesario destacar la labor de cada persona: gracias a Jorge A. Pérez Orduña por su apoyo logís-tico, así como el desempeño de Mónica Cervantes Ramírez y de Héctor Le-vario Rubalcava en su impecable trabajo administrativo a lo largo de todo el proceso. Agradecemos a Fernando Salinas Quiroz, quien leyó grandes cantidades de artículos y capítulos de libros para apoyarnos en el análisis de lo aquí presentado.

Nuestro sincero agradecimiento para René López Pérez, Pablo Sandoval Rubio, Joel Caro Molina y Melissa Fernández Chagoya por invertir tiempo en la lectura y hacernos llegar sus atinados comentarios en las etapas pre-paratorias de este texto. A Tania Hernández Chetrirquin, Eduardo Arriaga Ramírez y Rodrigo Aguilar López gracias por colaborar en la etapa del tra-bajo de campo y a Ricardo Ayllón González queremos agradecerle sus su-gerencias y su perenne e incondicional apoyo. Una mención especial para Saúl Gutiérrez Lozano por coadyuvar en el desarrollo de las ideas iniciales sobre la metodología del proyecto de investigación y a Óscar Montiel Torres por el acompañamiento teórico. Por último, queremos agradecer a Patricia Carmona Hernández por su dedicada participación en el cuidado del diseño y la edición de este libro.

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El documento que aquí pre-sentamos es el resultado de un conjunto de esfuerzos que

se comprometieron por una misma causa fusionando saberes, princi-pios, capacidades y valores que han dado forma y sentido a un gran todo que todavía está en proceso.

Para GENDES, compartir este texto signifi ca, por varias razones, la ma-terialización de un importante paso en su todavía breve historia institu-cional. Los orígenes de esta investi-gación se remontan a una iniciativa fi nanciada por la Fundación OAK, instancia que desde el momento en que estableció contacto para inda-gar sobre lo que somos como orga-nización, escuchó de manera atenta y confi ó en nuestras capacidades. Así, tal encuentro signifi ca varias cosas para nuestra trayectoria: en primer lugar, ha permitido consoli-darnos organizacionalmente y con ello crecer, ampliar alcances, forta-

Introducción

lecernos desde lo teórico-metodoló-gico, ser más útiles, lograr impactos sociales de mayor trascendencia, construir nuevos vínculos y dar a conocer nuestro trabajo a otras au-diencias. En segundo término, con este vínculo ingresamos a un cam-po temático, en apariencia distante de nuestro quehacer cotidiano pero desde el cual hemos aprendido inte-gralmente, desarrollando aportacio-nes para contribuir al análisis y dise-ñando propuestas de intervención para un problema histórico que nos atañe, pero que requiere de una mi-rada integral: revisar críticamente el involucramiento de los hombres en el fenómeno de la trata de personas con fi nes de explotación sexual co-mercial.

Afortunadamente, la acción com-partida con esta agencia interna-cional se ha visto enriquecida por INDESOL, instancia que en su com-promiso con el desarrollo social,

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entiende la cuestión del trabajo con hombres desde las masculinidades y contra la trata de mujeres, como un eje fundamental para el desarrollo ple-no de las personas. Asimismo, este es un proyecto que, desde el enfoque de las masculinidades, nos ha permitido trabajar con mujeres y sobre mujeres, en un afán por contribuir al desarrollo de un México más seguro para ellas, razón principal de la existencia de GENDES.

El texto que ahora presentamos tiene sus antecedentes en el proyecto “Cambiando mentes, construyendo diferentes actitudes: Hombres traba-jando contra la trata de personas”, mismo que iniciamos de la mano de la Fundación OAK para posteriormente fortalecerlo con la participación de INDESOL. Para ambas instituciones resultaba necesario cuestionar y plan-tear la forma en que, como profesionales que se dedican al análisis de las masculinidades, podíamos desarrollar un trabajo estructurado, organizado y metodológicamente claro, capaz de incidir en aquellos hombres involucra-dos en la trata de personas con fi nes de explotación sexual, específi camente de mujeres.

Fue gracias a esta iniciativa que empezamos a indagar sobre los graves suce-sos que desde hace años han tenido lugar en el estado de Tlaxcala, contexto en el que desarrollamos el proyecto en su fase preliminar. Logramos, en una primera etapa, escuchar y sistematizar la opinión de personas expertas en el tema, estrategia que nos ha permitido profundizar en la construcción de un conocimiento orientado a la formulación de propuestas que favorezcan la prevención de este fl agelo social. Confi rmamos, por ejemplo, que el esta-do de Tlaxcala es un lugar donde la producción de proxenetas o “padrotes” (es decir, hombres que se dedican a la captación y tráfi co de mujeres con fi nes de explotación sexual) es preocupantemente imperante y creciente, debido a la mezcla de varios factores: el amparo de una cultura machista dominante, una pobreza que lacera, un gobierno indolente y otros factores de gran impacto que invisibilizan y sostienen la injusticia. Si bien en Tlaxcala existe ya un trabajo de base desde la sociedad civil organizada local, pudi-mos constatar que éste carecía de una perspectiva de género feminista en cuanto al escaso trabajo con hombres, enfoque fundamental en este tipo de intervenciones para incidir en un verdadero cambio estructural.

En este marco nos dimos a la tarea de promover relaciones de trabajo sóli-das con un par de organizaciones locales1, estrategia que gradualmente nos ha acercado a otras. Tales vínculos han culminado en resultados interesan-

1 Fundamentalmente hemos estrechado vínculos con el Centro Fray Julián Garcés, Derechos Humanos y Desarrollo Local, AC y con el Colectivo Mujer y Utopía, AC, organizaciones que realizan una admirable labor restituyendo derechos, construyendo ciudadanía e incidiendo políticamente en el ámbito tlaxcalteca pero con alcances nacionales en sus impactos. De manera gradual ambas asociaciones nos han acercado a otras en la región.

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tes y alentadores, y a la vez han surgido nuevos acuerdos para dar continui-dad al trabajo colaborativo. Nuestro primer reto consistió en “capacitar” a sus equipos profesionales, aunque pronto nos dimos cuenta de que en los hechos al acercarnos y explicarnos los complejos aspectos de la realidad que imperan en su estado, ellas y ellos fueron quienes capacitaron a GENDES. El objetivo último del proyecto es generar un método de capacitación tanto para organizaciones de la sociedad civil como para instancias del gobierno estatal responsables de atender esta problemática en Tlaxcala, es decir, nos propusimos diseñar y poner en práctica un proceso de formación que les permita realizar –desde el trabajo comunitario o institucional– intervencio-nes con hombres orientadas a prevenir, atender, disminuir y erradicar la tra-ta de mujeres en su contexto, pero que, gradualmente, fueran extrapolables a otros puntos geográfi cos del país.

Trabajar desde la perspectiva de género implica asumir y aceptar una serie de argumentos que permiten evidenciar el hecho de que, en nuestras so-ciedades, los hombres y las mujeres vivimos en relaciones de poder inequi-tativas y desiguales. Dichos argumentos tienen su sustento en teorías de género e inclusive las teorías queer. Es importante aclarar que el crecimien-to intelectual de estas propuestas se debe en gran parte al desarrollo del pensamiento feminista como movimiento social y político en su permanen-te promoción de la igualdad política para las mujeres, lo cual ha implicado una minuciosa revisión de las condiciones de desigualdad entre hombres y mujeres. Aunque estas teorías desde sus inicios enfocaron sus esfuerzos en la producción de conocimientos de, desde, y sobre mujeres, poco a poco se ha hecho evidente que el estudio de y sobre hombres también es necesario para avanzar en la igualdad de género.

Sin embargo, algunas posturas feministas han sido reticentes en la idea de que desde ciertas instancias se apoye la producción y el desarrollo de pro-yectos de hombres y para hombres. Tales posturas sostienen que, como hombres, siempre hemos tenido acceso tanto a todos los recursos como a la producción y reproducción del poder; por tanto, el fi nanciar proyectos para hombres, sólo porque sí, no podría sustentarse en principios feministas ya que los recursos disponibles para las mujeres (hoy todavía exiguos) se po-drían reorientar para el trabajo con hombres, manteniéndose con ello el status quo del patriarcado. Estando de acuerdo en lo fundamental con ese planteamiento, desde GENDES nos pronunciamos porque el trabajo de, con y para hombres deba asumir el compromiso ético de darse desde un ejercicio autocrítico y transformador de las condiciones excluyentes que subyacen en nuestras sociedades, toda vez que el patriarcado, es decir, ese sistema social

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que se impone desde el ejercicio de una masculinidad hegemónica, tradi-cional o machista, genera daños contra las mujeres en cualquier condición, pero también se revierte en contra de los propios hombres, atentando inclu-so contra todo lo que nos rodea. La cultura patriarcal es, por tanto, la puesta en práctica de un ejercicio competitivo, violento y depredador que invade todos los espacios y que se debe modifi car desde enfoques creativos y pro-fundos, pues implica el reto de cuestionar los códigos culturales que susten-tan el pensamiento y las actitudes machistas de la mayoría de los hombres, complementando con ello las acciones orientadas a garantizar la seguridad y a ofrecer fortalecimiento de capacidades y de desarrollo para las mujeres.

En este marco conviene resaltar que en los últimos años han emergido gru-pos de hombres con principios congruentes y afi nes a los de las mujeres feministas, trabajando por la promoción e instauración de circunstancias de igualdad entre las personas, generando refl exión y produciendo cono-cimiento. A este conjunto de análisis, investigaciones e intervenciones se le denomina “estudios de la masculinidad”. Para GENDES es fundamental que el desarrollo de los estudios de masculinidad se apegue a la agenda femi-nista, postulando principios políticos que permitan acercarnos a dinámicas igualitarias entre hombres y mujeres, siempre respetando una ética de la diferencia; es decir, es necesario trabajar desde el supuesto de que todas las personas somos distintas y que gracias a nuestras diferencias merecemos un trato igual (ante otros, ante la ley, el Estado, etc.).

También es preciso subrayar el hecho de que los estudios sobre las mascu-linidades surgen en el marco de los estudios de género promovido por el movimiento feminista (Kegan, 2005). Es este movimiento el que, a lo largo de su análisis crítico de las realidades, ha evidenciado la jerarquía específi ca que existe entre hombres y mujeres, una relación de supra-ordinación de los primeros sobre las segundas. La categoría de género es la que se ha acuña-do para evidenciar esta relación. Algunas autoras sostienen entonces que el género se trata de un sistema ordenador de las relaciones sociales y que es a priori al propio individuo (Butler, 2001; de Lauretis, 1989). Así, el género es todo un sistema social que ordena las relaciones (Rubin, 1986) e identidades (West y Zimmerman, 1987). Dentro de él, así como de las ideas, creencias, construcciones y actitudes que lo sustentan y reproducen, es que se genera un espacio cultural dado alrededor “del ser hombre” o “del ser mujer” (La-mas, 1998), basándose en lo que Connell (1995) llama la “arena reproducti-va” en los cuerpos y su capacidad de crear vida. Es importante no perder de vista que estas diferencias están marcadas por el poder, en donde los hom-bres, en tanto colectivo, usamos pactos patriarcales para colocarnos en un

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lugar de hegemonía sobre las mujeres (Amorós, 1992; Connel, 1995; Kauf-man, 1989; Millet, 1995). No obstante, la supra-ordinación anteriormente mencionada no se ejerce únicamente de hombres sobre mujeres, toda vez que también debe considerarse lo que en cada colectivo signifi ca; así, cuan-do en ciertos contextos los hombres no cumplen con el ordenamiento social exigido para ellos, resulta en la oportunidad perfecta para su marginación o exclusión (Kaufman, 1989).

Reiterando, los estudios de masculinidad surgen gracias a la mirada femi-nista sobre las relaciones desiguales entre hombres y mujeres (Kegan, 2005; Tena, 2010; Toro-Alfonso, 2009), la perspectiva de género, entonces, nos obliga a ver a los hombres bajo estas circunstancias. No obstante, el desa-rrollo teórico sobre las masculinidades aún es incipiente. En México surge a principios de la década de los noventa, dando pie al despliegue de una tra-dición intelectual que se aproxima ya a los 20 años de investigación ininte-rrumpida (Cruz, 2010) que, día tras día, cubre más campos temáticos. Tena (2010) ubica dos tendencias en estos estudios: los movimientos de varones y los grupos de varones. Los primeros surgen como un contra-movimiento que insiste en reclamar los “privilegios perdidos” a raíz del movimiento de las mujeres; mientras que los segundos intentan unir esfuerzos al reconocer las relaciones jerárquicas entre hombres y mujeres. Desde este análisis, son és-tos los que en mayor medida han aportado a comprender la manera en que las identidades masculinas se construyen y se reconocen, bajo el esquema de relaciones de poder, con la intención de desmantelar mecanismos pa-triarcales para propiciar el cambio social, y a los cuales GENDES se adscribe.

El cúmulo de investigaciones generadas en distintos puntos del mundo per-mite hoy entender a la masculinidad dentro de las relaciones de poder (Kim-mel, 2000; Toro-Alfonso, 2009). Los hombres somos quienes, simplemente por nuestra constitución biológica, heredamos el poder, pero además, lo vamos construyendo, produciendo y reproduciendo proactiva y socialmen-te en todos los ámbitos en los que actuamos nuestra cotidianidad (Connel, 1987). En este sentido, la masculinidad hegemónica (tradicional o machista) se vuelve un ejercicio de poder constante, permanente, perenne, inmanen-te, omnipresente, no necesariamente voluntario, que rebasa la propia no-ción del individuo y que contribuye a la generación de sistemas normativos que obligan a los hombres a comportarse de ciertas formas (Amorós, 1992; Butler, 2001; Castañeda, 2007; Foucault, 1978; Millet, 1995; Rubin, 1986). Tal ejercicio de poder incluye la arena de la sexualidad, toda vez que la cultura de género marca una serie de pautas de comportamiento y prácticas sexua-les específi cas para los hombres. De acuerdo con Shwartz (2007), el género

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constituye la base que da lugar a la sexualidad, que entre otros elementos, exige heterosexualidad. Así, se requiere de prácticas de reproducción para producir más hombres que ostenten el poder en contra de otras mujeres en cada generación.

Es en este contexto que enmarcamos el proyecto que aquí presentamos. Una perspectiva como ésta resulta de lo más útil cuando nos aproximamos a la trata de personas con fi nes de explotación sexual, toda vez que nos parece sumamente necesario comprender este problema social como un fenómeno donde los hombres y las instituciones (culturalmente masculinizadas) pro-ducen y reproducen pactos patriarcales que les garantizan un poder sobre las mujeres. Los hombres que participan (sea por acción, sea por omisión) en esta problemática contribuyen a la subordinación de las mujeres atentando en contra de su integridad, cosifi cándolas constantemente, afectando sus derechos más elementales. Esto incluye tanto a los sujetos que las reclu-tan, las trasladan, las venden, compran, rentan o explotan, como a quienes consumen servicios laborales y sexuales de ellas; pero también a quienes observan y callan, sean meseros, responsables de hoteles, taxistas u otros, incluso familiares de algunas víctimas; y muy especialmente a aquellos que, teniendo la responsabilidad de dar cumplimiento a una función pública dise-ñada para atender a las víctimas, han optado por el manto de la corrupción para proteger al agresor, hundiendo aún más a muchas mujeres en esa frus-tración que genera el nulo acceso a la justicia.

Por otro lado –y reconociendo que el género traspasa al propio cuerpo– es importante observar que los hombres también pueden ser víctimas de la trata de personas. Kaufman (1989) nos advierte que la violencia masculina también puede ser dirigida contra otros hombres. Cuando esto ocurre lo co-mún es que las personas masculinas víctimas de este fl agelo sean percibi-das como “menos hombres”, es decir, como pasivos, tranquilos, débiles, en una palabra, como femeninos. Así, los niños, los hombres homosexuales, los hombres indígenas, los hombres pobres, los hombres migrantes, los hom-bres con limitado nivel educativo e incluso los hombres de la tercera edad, pueden ser un blanco adecuado para ser trafi cados por diversos fi nes, y no en pocas ocasiones, lo son. No obstante, en este estudio nos hemos limitado a analizar al hombre como víctima de trata sólo en la modalidad de explota-ción sexual de la misma, con resultados exiguos a partir de lo hallado, como se podrá ver a lo largo del estudio.

La trata de personas no sería posible, asimismo, sin la avasalladora parti-cipación de condiciones de vulnerabilidad de carácter estructural, como la pobreza. Las condiciones socioeconómicas de vida, así como las limitadas

joelcaromolina
Highlight
Otros hombres involucrados cuyas conductas no son explícitamente consideradas en su especificidad, actores indierectos

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oportunidades educativas y/o de acceso a un trabajo bien remunerado, cons-tituyen el basamento que permite a las personas pensar en la posibilidad de introducirse a la trata de personas, más específi camente, en su modalidad con fi nes de explotación de la prostitución ajena. La falta de oportunidades educativas aleja a las personas de una conciencia (discurso supuestamente integrado al currículum educativo) sobre sus derechos humanos, con ele-mentos de educación cívica y de conocimientos básicos sobre el marco le-gal, que permita a los sujetos desarrollar un cerco preventivo o defensivo sobre las implicaciones que tiene el incluirse (sea como agresores) o el ser arrastrados (sea como víctimas) en redes de trata. Esta falta de conciencia ciudadana, este precario conocimiento sobre los derechos y responsabilida-des que nos corresponden por el mero hecho de vivir en este suelo, se fusio-na con la vivencia de una cultura machista que facilita tales mecanismos de explotación desde la naturalización e invisibilización de las desigualdades e injusticias que genera.

Así, desde GENDES adquirimos un compromiso permanente con los prin-cipios feministas de igualdad, compromiso que nos obliga a producir co-nocimiento desde una iniciativa que creemos puede contribuir a modifi car las relaciones desiguales en el fenómeno de trata de personas. Tenemos el pleno convencimiento de que las situaciones de explotación antes descritas son un piso fi rme que permite que día a día individuos se sumen a estructu-ras y redes de abuso donde se pasa por alto la integridad física y emocional de otros seres humanos, específi camente de las mujeres: queremos actuar para prevenir y detener estas condiciones ya. Por tanto, nuestro posiciona-miento institucional debe traducirse cotidianamente en acciones prácticas que fomenten el respeto y la dignidad, reconociéndonos como una orga-nización que, desde la perspectiva de género y con un enfoque humanista, ha asumido el reto de contribuir al cambio de esta estructura social, promo-viendo la responsabilidad masculina y difundiendo un mensaje de igualdad desde, con y entre otros hombres.

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19· El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

A nivel internacional, según un estudio de la Organización Internacio-nal de Migración (OIM, por sus siglas en inglés), la trata de personas recauda entre 5 y 7 mil millones de dólares en el mundo, cada año;

mientras que UNICEF afi rma que genera alrededor de 10 mil millones. Se-gún Patricia Cortés (2005) la trata de personas con fi nes de explotación se-xual es la parte más lucrativa de la trata en sí y genera entre 5 y 7 mil millones de dólares anuales. Es importante tener en cuenta que la trata de personas no únicamente se ejerce con fi nes de explotación sexual, toda vez que es posible usar a las personas trafi cadas para una serie de actividades que, en condicio-nes de engaño, coerción y violencia, generan entradas monetarias para quie-nes las explotan. Según datos de UNICEF, se dispone de las personas trafi ca-das (particularmente niñas, niños y adolescentes) principalmente para:

• Explotación laboral: las niñas, los niños, así como las y los adolescentes, pueden caer bajo las redes de la trata para trabajar en plantaciones, en minas o en otras condiciones peligrosas, tales como el manejo de sustancias químicas (pesticidas) u operar maquinaria de alto riesgo. Son víctimas, también, de la trata en condiciones de trabajo forzoso. Comúnmente la familia recibe un pago adelantado, a menudo estructurado de manera que los ‘gastos’ o ‘intereses’ sean deducidos de las ganancias del niño, niña o adolescente, en cantidades tales que es casi imposible pagar la deuda o recuperar a la o el menor de edad.

Un escenario complejo: planteamiento del problema

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• Trabajo doméstico: la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que la mayoría de las personas empleadas en trabajos domésticos infantiles son niñas. Frecuentemente familias en situaciones de extrema pobreza son atraídas (mediante engaños) por promesas de educación o de un buen trabajo. Sin embargo, la mayoría de las y los niños enganchados soporta condiciones de trabajo atroces.

• Explotación sexual: las niñas, los niños y las y los adolescentes son víctimas de trata para trabajar en prostíbulos, salones de masajes, circuitos de prostitución o clubes de nudismo, etcétera. Aunque, otra vez, precisarlas es muy difícil, las cifras mundiales del trabajo infantil de la OIT para el año 2000 estiman que 1.8 millones de niñas(os) son explotadas en la industria del sexo comercial y sufren violencia y abuso físico, sexual y psicológico extremos por parte de los tratantes, proxenetas y clientes.

• Conscripción militar: se estima que se han utilizado niños soldados (sobre todo varones) en más de 30 confl ictos armados actuales o recientes en casi cada región del mundo. Algunos niños se unen a las fuerzas combatientes debido a la pobreza o al abuso, otros son reclutados a la fuerza o secuestrados. Las actividades de los niños, niñas y adolescentes en los confl ictos varían. Son utilizados como mensajeros, cuidadores, cocineros, esposas que proporcionan servicios sexuales o como combatientes.

• Matrimonio: las niñas pueden ser entregadas como novias por varias razones. Cuando la pobreza es aguda, una niña puede ser considerada una carga económica para su familia y su matrimonio con un hombre mayor puede, a la vez, representar una estrategia para la supervivencia de la familia. Algunas veces los arreglos hechos por hombres migrantes para encontrar esposas de sus regiones de origen dan como resultado la trata de novias niñas. Existe una demanda creciente –por parte de hombres mayores– de novias jóvenes vírgenes.

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Se puede interpretar, según el documento elaborado por UNICEF, que el fe-nómeno del matrimonio forzado en niñas está organizado según la siguien-te pauta de relaciones de género: individuos que sostienen su imagen de hombre buscando mujeres en el mercado de compra y venta de niñas. El matrimonio de hombres mayores con niñas se agudiza particularmente en lugares donde el temor y el riesgo de contraer la infección de VIH/SIDA son altos. En tales contextos incluso las familias alientan a sus hijas a casarse tempranamente porque creen erróneamente que eso las protegerá de la pandemia.

• Adopción irregular: un incremento en la demanda de adopciones ha contribuido a impulsar la trata de bebés y niñas y niños pequeños. En algunas ocasiones madres en los países en desarrollo venden a sus bebés o hijos pequeños, otras veces el infante es robado y a las madres simplemente se les “informa” que el bebé ha nacido muerto.

• Deportes: el deporte es una industria lucrativa en muchos lugares y los niños son especialmente requeridos para este fi n debido a que son de talla pequeña. El uso de niños como jinetes en, por ejemplo, las carreras de camellos es extremadamente peligroso y puede dar por resultado lesiones serias e incluso la muerte. Peor aún, los niños que pierden las carreras a menudo son tratados brutalmente por sus explotadores, se les niega salario y comida y son abusados psicológica y físicamente.

• Mendicidad: niñas y niños pueden ser reclutados por redes de trata para ganar dinero para quienes los explotan, sea mendigando o vendiendo en las calles. En algunos casos son mutilados por sus captores para despertar la simpatía o compasión de las personas y recibir más limosna.

• Órganos: también se trafi ca a personas con el fi n de usar sus órganos para su venta posterior, práctica que ha quedado severamente sancionada en documentos internacionales. Aunque es casi imposible vigilar o detectarla, existen evidencias y denuncias de su existencia en distintos puntos del orbe.

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Como se mencionó anteriormente, se logra trafi car a seres humanos por medio de la violencia, el engaño, la coerción y el chantaje, aprovechándose de situaciones de vulnerabilidad de las familias y personas. La condición de vulnerabilidad tiene que ver con situaciones de vida en espacios geográfi cos e históricos particulares, como pueden ser la pobreza, el hacinamiento y el género. Así, las personas pobres, sobre todo las mujeres y aquellos indivi-duos marcados como femeninos, como pueden ser niñas y niños, se convier-ten en un blanco fácil para ser enganchadas en diversos circuitos de tráfi co y explotación. La condición de vulnerabilidad se logra gracias a un sistema capitalista que mercantiliza a los cuerpos, a través de la cual se signifi ca el dominio como forma de relacionarse. Así mismo, como bien señala Stern (2004), la vulnerabilidad es una condición que permite el desarrollo de cier-tas actividades y formas de vida marcadas por la opresión. Estas condicio-nes de vulnerabilidad se consolidan –en gran medida– debido a una cultura patriarcal que permite comprender a ciertos cuerpos bajo relaciones socia-les con el particular potencial de ser explotados y trafi cados (Rubin, 1986). Rubin (1986) explica que los cuerpos-hembra se convierten en mujeres bajo ciertas relaciones de poder. Las mujeres han sido percibidas históricamen-te como objetos de transacción que pueden servir como un bien intercam-biable. Esto signifi ca entonces que hay quienes ejercen un poder masculino para llevar a cabo tales prácticas. Los hombres suelen ser los cuerpos que, por su condición, nacen en situaciones de poder sobre otros y otras (Amo-rós, 1992; Cobo, 2011; Connell, 1995; Kaufman, 1989; Kimmel, 2008; Millet, 1995) y algunos de ellos aprovechan situaciones de precariedad económica comprando otros cuerpos y usándolos para benefi cio propio.

Se trata, entonces, de formas sutiles de poder a los cuales como hombres ya estamos acostumbrados, puesto que la estructura del género nos permite ostentarlo. No obstante, la demanda feminista ha sido que el Estado reco-nozca dichas situaciones de desigualdad y lleve a cabo prácticas y políticas que actúen sobre las injusticias e impulsen relaciones igualitarias. En los úl-timos años, la demanda sobresaliente ha sido hacia intervenir en la trata de personas, reconociendo que se trata de un fenómeno que, en tanto nodo de poder, mantiene en subordinación a las mujeres.

Desde allá: marco legal internacional

Las condiciones de tráfi co y explotación de personas son ya tan evidentes que diversos organismos internacionales se han visto obligados a recono-cerlas y atenderlas como un problema de alcance global. Recientemente

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(en términos históricos), la Organización de las Naciones Unidas (ONU) re-conoció la gravedad y el impacto de la trata de personas y convocó a una reunión en la ciudad de Palermo, Italia en el año 2000, donde llevó a cabo la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Internacional. El documento producto de esa reunión presenta con detalle el propósito de promover la cooperación entre los Estados fi rmantes para prevenir y combatir con efi cacia a la delincuencia organizada transnacional, incluyendo otras actividades además de la trata de personas.

La Asamblea General, recordando su resolución 53/111, del 9 de diciembre de 1998, en la que decidió establecer un comité especial intergubernamental de composición abierta, con la fi nalidad de elaborar una convención internacional amplia contra la delincuencia organizada transnacional y de examinar, si procedía, la posibilidad de elaborar instrumentos internacionales sobre la trata de mujeres y niños, la lucha contra la fabricación y el tráfi co ilícitos de armas de fuego, sus piezas y componentes y municiones, y el tráfi co y el transporte ilícitos de migrantes,

incluso por mar…

Así, la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada incluye un Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, especialmente de mujeres y niños. Como en la Convención, en el Protocolo de Palermo se presentan tanto los propósitos como una serie de artículos, cada uno de los cuales defi ne con claridad, para una mejor comprensión, el fenó-meno de trata de personas.

El Protocolo, en tanto instrumento internacional para prevenir, erradicar y sancionar la trata de personas, establece lo siguiente:

I. Disposiciones generales

Artículo 1. Relación con la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional.

1. El presente Protocolo complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organiza-da Transnacional y se interpretará juntamente con la Convención.

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2. Las disposiciones de la Convención se aplicarán mutatis mutandis2 al presente Protocolo, a menos que en él se disponga otra cosa.

3. Los delitos tipifi cados con arreglo al Artículo 5 del pre-sente Protocolo se considerarán delitos tipifi cados con arreglo a la Convención.

Artículo 2. Finalidades.

Los fi nes del presente Protocolo, son:

a) Prevenir y combatir la trata de personas, prestando espe-cial atención a las mujeres y los niños;

b) Proteger y ayudar a las víctimas de dicha trata, respetan-do plenamente sus derechos humanos; y,

c) Promover la cooperación entre los Estados Parte para lograr esos fi nes.

Artículo 3. Defi niciones.

Para los fi nes del presente Protocolo:

a) Por trata de personas se entenderá la captación, el trans-porte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o benefi cios para ob-tener el consentimiento de una persona que tenga autori-dad sobre otra, con fi nes de explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órga-nos;

b) El consentimiento dado por la víctima de la trata de per-sonas a toda forma de explotación intencional descrita en el apartado a) del presente artículo no se tendrá en cuenta cuando se haya recurrido a cualquiera de los medios enunciados en dicho apartado;

2 Expresión del latín que signifi ca “cambiando lo que se tenga que cambiar”. En este contexto, permite hacer interpretaciones más libres y abiertas del Protocolo con la fi nalidad de proteger las víctimas.

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c) La captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de un niño con fi nes de explotación se consi-derará “trata de personas” incluso cuando no se recurra a ninguno de los medios enunciados en el apartado a) del presente artículo;

d) Por “niño” se entenderá toda persona menor de 18 años.

En el segundo artículo, intitulado Finalidades, se declara que el Protocolo tiene como uno de sus propósitos prevenir y combatir la trata de personas, especialmente de mujeres, niñas y niños. Se reconoce abiertamente por tanto que las mujeres y las infancias conforman poblaciones en extrema situación de vulnerabilidad y que quienes conforman esos grupos son, por mucho, las principales víctimas de los tratantes. Por ende, se precisa de acciones orientadas a proteger y proporcionar apoyo a mujeres, niñas y niños para alejarles del mercado de compra y venta de personas.

¿Por qué constituyen grupos especialmente vulnerables? Enfatizando lo que ya señalábamos, la trata de personas tiene como víctimas a los grupos que se encuentran en situación de vulnerabilidad. En tal sentido, desde una pers-pectiva de género y de masculinidades, se hace evidente que las dinámicas culturales permiten construir relaciones de poder desde y entre varones. Amorós (1992) ha llamado pactos patriarcales a los acuerdos, no necesaria-mente conscientes, que se practican entre hombres y que construyen pro-cesos de naturalización, invisibilización y sostenimiento de la masculinidad hegemónica.

Las propuestas de algunas feministas dejan en claro que la masculinidad hegemónica, tal como la nombra Connel l (1995), el pa-triarcado (Millet, 1995), o el sistema sexo-género (Rubin, 1986), se desa-rrolla y construye con base en la noción de poder. Aunque estos textos no discuten el tema de poder como tal, nos parece que se asume en el sentido foucaultiano del mismo, donde se entiende como un poder sobre otro que constriñe y sujeta, más que un poder para, que permite el logro de ciertas metas. Sin embargo, estudios recientes en el tema han encontrado que la masculinidad, como rasgo de personalidad, tiene como característica dis-tintiva “la orientación al logro”–es decir, un enfoque destinado a conquis-tar metas personales– misma que se asemeja al poder para (Díaz-Loving et al, 2007). En este sentido, es necesario entender a la masculinidad he-gemónica como una construcción social cuyo eje central es el poder tanto

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sobre como para, como un modelo con ciertas características particulares a su espacio físico-temporal.

Kimmel (2008) propone que la masculinidad hegemónica se construye gracias al traslape de tres culturas. Con esto, el autor hace evidente la ma-nera en que todas las personas que implicamos la sociedad, contribuimos a la formación de modelos hegemónicos que no sólo afectan a las mujeres sino también a los mismos hombres. Los tres enfoques culturales que pro-pone son:

• Cultura del derecho: es el “premio” por adscribirse a las normas masculinas, es el derecho al poder y al ejercicio del mismo, por el mero hecho de ser hombres.

• Cultura del silencio: se trata del silencio que los hombres y las mujeres guardan desde una lógica cómplice, aun cuan-do no se adscriban o no estén de acuerdo con el “derecho al poder” de los hombres. Se guarda silencio por temor a tener que vivir el castigo de no adscribirse a la normativi-dad. Se guarda silencio por temor a ser expulsado, casti-gado o violentado, ya que el silencio es parte de hacerse masculino.

• Cultura de la protección: la cultura del silencio se convierte en una forma de proteger a aquellos hombres que ejercen violencia según las normas masculinas. Esta protección excusa los actos de violencia de los hombres, les enseña a los “nuevos” hombres que no hay problema con tener estas performatividades, aunque afecten a terceras personas.

Es así como se construye un tejido social que coloca a los varones en una situación de poder sobre las mujeres y sobre todo aquello considerado fe-menino, como niños, niñas, adolescentes, homosexuales, pobres y cualquier excluido o disidente del género. En el marco de una interpretación desde las masculinidades, Hughes (2004) entiende tres elementos necesarios para que se dé la explotación sexual: primero, los hombres (y algunas mujeres) que buscan a mujeres, niños, niñas y a veces a otros hombres para comprar actos sexuales, se trata del nivel más importante de la demanda; segundo, los proxenetas o padrotes que tienen ganancias monetarias y sociales a par-tir de la explotación; y, tercero, una cultura que naturaliza la explotación se-

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xual mimetizándola con la prostitución y diluyendo la noción de víctima. El Protocolo de Palermo considera los alcances de este tejido y ha sido sensible en su redacción para hacer énfasis en ésta última vulnerabilidad. Además, dicho protocolo está sujeto al enriquecimiento interpretativo desde diferen-tes enfoques, por lo que los principios y directrices en materia de derechos humanos en México, han sido una guía para armonizar leyes y reglamentos. Aunado a esto, y considerando un marco conceptual feminista, debemos comprender el trabajo sexual como un estigma, pues implica la sexualidad no monógama y no reproductiva, lo cual rompe con las normas de la cultura de género.

Finalmente, como es bien sabido, los tratados internacionales son jurídica-mente vinculantes para los Estados fi rmantes. Es decir, aquellos países que se sumen al Protocolo de Palermo y al Tratado que se desprende de éste, tienen la obligación de llevar acciones en su territorio que permitan el cum-plimiento del documento. Éste es el caso de México.

Desde acá: marco legal nacional

Desde la lógica de los derechos humanos, el contar con una Constitución que garantice los derechos individuales signifi ca contar con un documento que sustenta la posibilidad de proteger a las personas que se encuentran en alguna situación de vulnerabilidad, aunque en la realidad esto no siem-pre sea del todo viable. No obstante, la Constitución y el sistema jurídico de nuestro país permiten incorporar a las acciones legales elementos que, ema-nados de la jurisprudencia internacional, complementen los derechos indi-viduales. Esto signifi ca que México, al suscribir como fi rmante el Protocolo antes mencionado, asume el compromiso de eliminar la trata de personas y su explotación en el territorio nacional.

No obstante esta obligación jurídica, fue apenas hasta 2007 que México ela-bora su propia Ley para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas. Es decir, pasaron siete años desde la fi rma del Protocolo hasta la promulgación de una ley nacional que permitiera cumplirlo, y esto en gran medida, como con-secuencia de la presión de organizaciones y redes de la sociedad civil que se han dedicado a la observación, análisis y prevención de la trata de personas. Dicha ley fue abrogada el 14 de junio de 2012, mediante la publicación de la Ley General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas de estos Delitos que, entre otras prerrogativas, amplía la normatividad en términos de prevención y aterriza defi niciones más claras en torno a las formas de

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coerción y abuso de poder en contra de las víctimas de trata. Además, por primera vez, castiga la compra o el consumo de servicios sexuales de perso-nas bajo redes de trata. Sin embargo, la promulgación y cumplimiento de estas reformas signifi ca que México prioriza una visión prohibicionista sobre la trata de personas, lo cual implica prestar menos atención a la prevención e intervención para la disminución y erradicación del fenómeno, provocando con esto que los proxenetas, trafi cantes y explotadores impulsen mecanis-mos de corrupción tendientes a evitar los castigos establecidos por la ley.

Dicho instrumento retoma el concepto de trata de personas que aparece en el Protocolo de Palermo. Así, el Artículo 5 de esta Ley establece el si-guiente agravante “cuando este delito sea cometido en contra de perso-nas menores de 18 años de edad, o en contra de quien no tenga capacidad para comprender el signifi cado del hecho o capacidad para resistirlo, no se requerirá acreditación de los medios comisivos”. Las penas son de 6 a 12 años de prisión y de 500 a 1,500 días de multa, pero se incrementan cuan-do se cometen con los agravantes antes mencionados, a una pena de 9 a 18 años de prisión y de 750 a 2,250 días multa. Es de resaltar también que las penas se incrementan hasta en una mitad, cuando el sujeto activo del delito tenga parentesco por consanguinidad, afi nidad o civil o habite en el mismo domicilio con la víctima.

Una de las consecuencias de haber ratifi cado el Protocolo de Palermo y ajustarse a él, es que los delitos sólo pueden ser perseguidos, investigados y sancionados por las autoridades federales cuando se inicien, preparen o cometan en el extranjero, siempre y cuando produzcan o se pretenda que tengan efectos en el territorio nacional; o cuando se inicien, preparen o co-metan en el territorio nacional siempre y cuando produzcan o se pretenda que tengan efectos en el extranjero. Esto signifi ca que la trata interna no puede ser prevenida ni sancionada por las leyes federales. México cuenta con la Fiscalía Especializada en Violencia en Contra de las Mujeres y la Trata de Personas (FEVIMTRA), instancia que ha investigado numerosos casos de trata de personas con fi nes de explotación sexual ligados a proxenetas rura-les y no ha consignado ningún caso por ser de trata interna. De esta forma, como ya se mencionó, el marco normativo nacional adquiere un carácter prohibicionista que busca castigar los hechos que se llegan a investigar. Con esto dicho, cabe la pena recalcar lo difícil que es comprobar un crimen de este tipo debido al poder que se ejerce en contra de las víctimas. Así, los re-cursos se enfocan sobre todo al castigo, dejando muy poco a la prevención y atención del problema de trata, derivándose de esto un enfoque parcial en vez de un abordaje integral.

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En este texto, el propósito es recabar, describir y analizar aquellos documen-tos pertinentes sobre el lugar de los hombres en la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual, tanto en el ámbito internacional como a nivel nacio-nal. Aunque existen numerosos tratados internacionales y leyes federales en torno al tema que intentan prevenir y sancionar el fenómeno –sin mucho éxito– el propósito aquí es ir más allá de su descripción para hallar lo que cultural, sociológica y psicológicamente signifi ca que los hombres participe-mos de estas actividades. Es importante tomar en cuenta que, el contar con el marco jurídico internacional y uno nacional que se desprende de éste, im-plica ya un cambio cultural de cierto nivel. Sin embargo, el trabajo de campo de organizaciones en el estado de Tlaxcala nos señala que esto no ha sido su-fi ciente para acabar con el fenómeno, razón que nos motiva a producir este texto, pues de nada sirve tener las mejores leyes si no se genera un cambio cultural que transforme el proceder de quienes tienen la responsabilidad de hacerlas valer.

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¿De qué estamos hablando?Alcances y limitaciones del estudio

Un estado del arte como el que aquí compartimos, intenta compendiar analíticamente

todo lo que se ha publicado acerca de un fenómeno social, en este caso, sobre el involucramiento de los hombres en el problema de la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual. Interesa sobre todo el caso de México (y más específi camente, el estado de Tlaxcala), aunque cono-cer el mismo rol masculino en otros países y regiones nos ofrece la posi-bilidad de asentar las bases concep-tuales sobre el funcionamiento de la violencia masculina en el fenómeno desde una perspectiva global. Esto permite, a la vez, contar con infor-mación confi able que nos permita generar argumentos para el trabajo de prevención e intervención con hombres, que es uno de los objeti-vos institucionales de GENDES en su dimensión de instancia proveedora metodológica para aquellas otras

organizaciones o instituciones que están afrontando directamente el problema. Debido a que se trata de hechos de alcance mundial, como bien vimos con anterioridad, una revisión de las experiencias en torno a la prevención e intervención de la participación de los hombres en la trata de personas en tantas fuentes y espacios como nos fuera posible (aprovechando el uso de la tecno-logía en comunicación), ha sido de suma utilidad.

No obstante, obtener esta informa-ción implicó un reto difícil debido al reciente interés de autoridades y académicos, nacionales e inter-nacionales, por analizar la cuestión masculina en relación con el proble-ma social que nos ocupa. Siendo un problema añejo, las investigaciones que dan cuenta del involucramiento masculino son aún incipientes. Justo porque es un tema apenas políti-

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camente correcto, la información en torno al mismo es reducida, además de que el acercamiento con los personajes directamente involucrados en cualquier aspecto de la trata (sobre todo hombres víctimas u hombres tra-tantes), puede suponer un alto riesgo para quien pretende documentar su funcionamiento desde enfoques empíricos.

Asimismo, no todas las instituciones y organizaciones interesadas en la pre-vención, disminución, atención y erradicación de la trata de personas llevan a cabo procesos de sistematización de su trabajo y documentación de sus hallazgos. Esto suele ser más común en el contexto de las organizaciones de la sociedad civil, que a pesar de guardar cercanía con la comunidad y el fe-nómeno, difícilmente cuentan con la infraestructura para desarrollar investi-gaciones amplias sobre sus objetos de estudio o sujetos de intervención. En cuanto a las instancias ofi ciales, se carece de fuentes de información meto-dológicamente claras, confi ables y sostenidas, que den cuenta del involucra-miento masculino a lo largo de las diferentes facetas del fenómeno. Por últi-mo, otra limitación considerable que topamos fue la escasez de documentos en torno al estudio de los hombres y de las masculinidades en general. Si bien es cierto que en los últimos años la producción de conocimientos en torno a estos temas se ha incrementado de manera considerable, el análisis del involucramiento masculino en sus varias conexiones con el problema de la trata de personas aún sigue siendo un tópico marginal que aún menos instituciones, organizaciones e instancias académicas abordan.

Lo anterior tiene, entre otras implicaciones, la limitante de que el hombre pueda ser considerado como sujeto de inversión social desde estudios que analicen la manera en que construye su identidad, los impactos de sus com-portamientos y las interacciones de estas consecuencias con otros factores que devienen en problemas sociales de alto impacto, lográndose con ello una paradoja patriarcal: el hombre omnipotente capaz de controlar lo que le rodea con el afán de dominar, es incapaz de prestarse atención a sí mismo para avanzar hacia su crecimiento como ser humano.

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En este apartado explicaremos los pasos y la forma en que llevamos a cabo la búsqueda

de información, así como la mane-ra en que fue resumida y analizada. La pregunta de investigación que orientó el sentido de este proyecto fue la siguiente: ¿qué roles juegan los hombres en el problema de la trata de personas, específi camente con fi -nes de explotación sexual? De esta manera, se estableció el objetivo ge-neral de buscar, compilar, sistema-tizar y analizar información sobre la participación de hombres en el fenómeno de trata de personas, así como sobre las modalidades de trabajo con hombres para prevenir la trata de mujeres y niñas.

La conformación del universo de in-formación se hizo a través de bus-cadores y bases de datos especiali-zadas: Google scholar (de contenido exclusivamente académico), Scielo, Redalyc y Academic Search Premier.

Así fue: el método

La búsqueda se realizó en español y en inglés a partir de las siguientes palabras clave: trata de personas, tra-tantes, hombres; trata de personas, tratantes, hombres, género; trata de personas, tratantes, hombres, géne-ro, masculinidad; trata de personas, tratantes, hombres, género, mascu-linidad, programa de intervención.En inglés: traffi cking in persons (or human traffi cking), traffi ckers, men; traffi cking in persons, traffi ckers, men, gender; traffi cking in persons, traffi ckers, men, masculinity; traffi cking in persons, traffi ckers, men, program, intervention; traffi cking in persons, traffi ckers, men, gender, program, intervention; traffi cking in persons, traffi ckers, men, masculinity, program, and intervention.

Además, la búsqueda de la informa-ción fue guiada por dos ejes temáticos que facilitaron identifi car la perspec-tiva teórico-metodológica y los fi nes políticos del documento consultado.

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Eje 1: Fuentes de información. Organizaciones de la sociedad civil, universidades, así como académicas y académicos, entidades gubernamentales y organismos supranacionales.

Eje 2: Modelos de evaluación e intervención/prevención, atención del fenómeno y propuestas para la sanción del

tráfi co de personas.

En lo que concierne al primer eje, se desarrolló un procedimiento paralelo: buscamos directamente en las páginas electrónicas de las instancias guber-namentales, organizaciones de la sociedad civil, pero también en los sitios de los organismos internacionales, cualquier documento relacionado con el fenómeno de la trata de personas. En ocasiones, las páginas electrónicas consultadas hacían referencia a textos impresos que fueron buscados en librerías y bibliotecas de universidades o en centros de documentación de ciertas organizaciones en la ciudad de México, mismos que fueron adqui-ridos y consultados físicamente. Fue un trabajo arduo, persistente y siste-mático que implicó la participación de todo nuestro equipo de investigación durante varios meses. Una vez obtenido el universo de información, se revi-só de manera detallada cada documento, vaciándose la información biblio-gráfi ca y un resumen relevante de su contenido en la siguiente fi cha:

Ficha bibliográfi ca

No. de referencia Idioma País

Clasifi caciónInstitución de

procedencia del texto

Revista o tesis

Institución de procedencia del (la) o de los (as)

autores (as)

Fecha

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La búsqueda resultó en un universo bastante amplio de documentos, tanto electrónicos como en físico. Sin embargo, al revisarlos nos dimos cuenta de que no todos analizaban el papel de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual. Por consiguiente, se decidió aplicar un siguiente fi ltro para desechar aquellas obras que no tomaran en cuenta el papel de los hombres. De tal manera que se eliminaron 21 textos.

Resultados: números parlantes

La búsqueda arrojó un total de 85 documentos encontrados en las diferen-tes bases de datos. Posteriormente, se desecharon 21 documentos porque se consideró que abordaban el tema desde el análisis de tratados internacio-nales o leyes locales, o bien enfocaban su atención de manera exclusiva en el tema de las mujeres (sobre todo en su calidad de víctimas o sobrevivientes); al no abordar de ninguna manera la participación de los hombres en la trata de personas, no fueron considerados en el universo de documentos analiza-dos. Por lo tanto, se trabajó con un total de 64 documentos. De estos 64 tex-tos, 59 fueron documentos electrónicos, mientras que 5 fueron encontrados en bibliotecas y centros de documentación en físico. Del total del material revisado, 39 textos estaban en inglés y 25 en español:

Gráfi ca 1. Idioma de los textos

Español, 39%

Inglés,61%

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Algunos de los documentos en español no fueron producidos en países his-panoparlantes, sino que correspondían más bien a traducciones de otros idiomas, aunque esto fue para el menor de los casos. Este dato indica que, pro-porcionalmente, existe un buen número de productos hechos en países his-panoparlantes. La explicación a tal hallazgo se puede deber a la problemática que representa la trata de personas en Latinoamérica. No obstante, la pro-ducción de conocimiento sigue siendo mayor en Estados Unidos y Europa.

De los 64 textos consultados, los porcentajes que se muestran en la Gráfi ca 2 corresponden al tipo de documento, distribuyéndose de la siguiente forma:

Gráfi ca 2. Tipo de presentación de los documentos

Estos datos nos indican que, en gran medida, la información recabada se pre-sentó en forma de artículos de investigación, ya sea en revistas científi cas o en memorias de encuentros y congresos. 27 por ciento de los documentos revisados corresponde a reportes de investigación, generalmente solicitados por instancias de gobierno, sobre todo en Estados Unidos. Otro pequeño por-centaje se trató de libros completos que trataban el tema en cuestión. 5 por ciento aplicó para capítulos de libro, es decir, textos sobre género y masculini-dades que contenían algún análisis sobre el papel de los hombres en la trata; mientras que otro 5 por ciento refi ere a tesis de diferentes grados y universi-dades. Finalmente, existió un pequeño porcentaje de documentos que abarcó resúmenes, debido a que el texto completo no estuvo disponible.

Reporte,27%

Capítulo de libro, 5 %

Artículo, 44%

Resumen, 8.5%

Tesis, 5%

Libro, 11%

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Con base en su contenido, los documentos se dividieron en las siguientes áreas: investigación, intervención y políticas públicas, siendo las áreas en las que se enfocaba cada documento. Por “investigación” se hace referencia a un documento de análisis sustentado desde alguna ciencia social, emer-gieron sobre todo aquellos derivados de la psicología, la antropología y la sociología; “intervención” refi ere aquellos documentos que plantean mo-delos o recomendaciones sobre acciones futuras en el trabajo directo con la población masculina considerada, o bien, ofrecen alguna propuesta so-bre cómo intervenir con la población en cuestión; fi nalmente, el apartado “políticas públicas” refi ere a los documentos que ofrecen algún análisis so-bre la responsabilidad del Estado y los marcos normativos en cuanto a la trata de personas. Algunos documentos trataban más de un área, es decir, en un solo documento se abordaba más de una categoría.

Gráfi ca 3. Distribución por contenido

Respecto de qué instituciones han producido los textos, encontramos que existen cuatro grandes grupos: instancias académicas, instancias guber-namentales (tanto en México como en otros países), organizaciones de la sociedad civil (OSC), organismos intrnacionales y “otras” que no encajaban en las anteriores. A continuación se muestran los porcentajes de cada una (nuevamente, un documento puede pertenecer a varias categorías).

Intervención, 18.5%

Investigación, 78.5%

Políticas públicas, 3%

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Gráfi ca 4. Instancias que producen los textos

Asimismo, se buscó también conocer de qué manera abordaba cada texto el estudio de los hombres. Inicialmente, se categorizó a cada documento en términos de si estudiaba a los hombres de manera principal, o de manera se-cundaria. Es decir, se catalogó a los documentos en aquellos cuyo principal objetivo fuera analizar algún rol o papel de los hombres en el fenómeno de la trata de personas y explotación sexual (hombres principal), distinguién-dolos de aquellos cuyo objetivo consideraba de forma no protagónica a los hombres, sino que se incluían en su análisis sin abordarlos frontalmente (hombres secundario). Los porcentajes se muestran a continuación:

Gráfi ca 5. El papel de los hombres en los textos

Hombressecundario,

15.3%

Hombresprincipal,

84.7%

Instancia académica,

68%

OSC, 11.3%

Otras, 4.7%Instancia gubernamental,

11.3%

Organismos interna-cionales, 4.7%

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Finalmente, en la siguiente gráfi ca presentamos el porcentaje de textos que trataban los diferentes roles de los hombres. Se encontraron tres roles prin-cipales: los clientes o demandantes, los explotadores o padrotes y los hom-bres trabajadores sexuales:

Gráfi ca 6: Rol de los hombres en la explotación sexual

Estos datos están indicando, en términos amplios y generales, que la mayor parte de la producción sobre el tema de hombres en la trata de mujeres se produce en inglés, se publica en artículos de revistas científi cas, se producen desde la investigación social básica, a partir de la participación de equipos de investigación insertos en universidades o instancias académicas que co-locan como actores centrales de sus productos a los hombres. Así, pareciera que son las instituciones académicas y sus investigadoras e investigadores quienes han mostrado un mayor interés por la trata de personas como tema, demostrando también que destinan recursos para llevar a cabo la investi-gación de éste.

En América Latina la producción científi ca de organizaciones del tercer sector es sumamente complicada, sobre todo porque no cuentan con la infraestructura ni los recursos necesarios para ello. Es decir, se nos difi culta el acceso a bases de datos especializadas y, en muchas ocasiones, es muy limitada la obtención de recursos fi nancieros para costear de manera sostenida a los equipos y los costos de investigación. De igual forma, es desde el sector académico donde más interés se pone sobre la demanda de

Clientes,61.5%

Explotadores,32.7%

Trabajadores sexuales,5.7%

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los servicios sexuales, interés que marca la pauta para las investigaciones. Por los datos mostrados arriba, se puede concluir que tanto para el sector gubernamental como para las organizaciones de la sociedad civil, las mujeres siguen siendo el centro de la atención de los recursos en este tema, a pesar de los esfuerzos académicos por demostrar que la demanda masculina es un elemento fundamental en la trata de personas.

No obstante, la producción académica universitaria también tiene sus limi-taciones, puesto que se suele tratar de investigación básica, es decir, de in-vestigación que intenta descifrar los aspectos que sostienen y permiten la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual. Esto se explica porque en las instituciones académicas suele ser más complicado llevar a cabo inves-tigación aplicada. En el caso que nos atañe, esto haría referencia a la eva-luación de intervenciones que intentan disminuir o erradicar la demanda y la explotación ajena. Debido a que son las organizaciones de la sociedad civil quienes están más cercanas a la población objetivo, serían ellas las que cuen-tan con más potencial, toda vez que disponen del acercamiento a las po-blaciones, así como de las herramientas y oportunidades para llevar a cabo dicho tipo de investigación. No obstante, debido a las carencias de recursos para llevar a cabo procesos de investigación sostenidos en esta materia, las organizaciones tampoco logran concretar la evaluación de sus intervencio-nes. A su vez, evaluar intervenciones para el tercer sector puede signifi car darse cuenta de que su trabajo no ha tenido el impacto que se creía tener o que se esperaba tener, en parte por la difi cultad de diagnosticar adecua-damente la problemática, o por no contar con colaboradores capacitados para todas las facetas de la implementación, pero también, en gran medida, porque los cambios son lentos y de largo plazo, por lo que es complicado evaluar resultados cuando se depende de presupuestos defi nidos en forma anual, afectándose con ello su reputación. Por tanto, existe una verdadera carencia sobre la manera en que funcionan las escasas intervenciones que se llevan a cabo en el tema de género-masculinidades y trata de mujeres.

Otra tendencia signifi cativa es observar que en diferentes partes del mundo –aunque de manera más cercana en México y en Estados Unidos– existe un interés creciente de estudiantes, sobre todo de posgrado, que se propone a llevar a cabo investigaciones sobre la trata de personas. Las y los estudiantes siguen la tendencia marcada por la academia, aunque con recursos más limitados, toda vez que en muchas ocasiones producen su tesis con recur-sos propios o con las pequeñas becas que otorga el gobierno, exponiéndose, por tales razones, a mayores riesgos. No obstante, estas tesis suelen abarcar temas diversos, novedosos, de manera amplia y desde distintos enfoques,

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en algunos casos, insertando la perspectiva de género y las masculinidades en sus marcos teóricos.

Resultados: el análisis cualitativo

En los siguientes apartados se presentará la información más relevante de los documentos analizados. Debido a que la intención de este documento es conocer el rol de los hombres en el fenómeno de trata de mujeres, así como las modalidades de trabajo con hombres para prevenir la trata, específi ca-mente en el estado de Tlaxcala, encontramos que los documentos tienen tres tendencias generales sobre el estudio de los hombres. La mayor can-tidad de documentos versa sobre la parte de demanda del trabajo sexual, es decir, estudian al hombre cliente de las o los trabajadores sexuales o de las mujeres explotadas. En segundo lugar, están los documentos que hablan de los hombres que juegan algún papel en la explotación o prostitución3 de las mujeres. En tercer lugar, encontramos muy pocos documentos que hablaran sobre los hombres como víctimas o trabajadores sexuales. En los siguientes apartados se abordará cada uno de estos tres roles de los hom-bres. Finalmente, algunos documentos analizan la intervención específi ca con hombres para la reducción de su participación en la trata de mujeres; mientras que otros, muy pocos, lo abordan de manera secundaria.

Así son: información descriptiva de los textos

La revisión de los textos nos permitió verifi car algunos datos de interés so-bre la producción y sobre los aspectos metodológicos de los mismos. Se hizo evidente, por ejemplo, que la producción de investigaciones en torno al pa-pel de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual es mínima y que, en realidad, la realizan pocas personas. Algunas de las y los autores produjeron más de un texto de los aquí revisados. Es decir, varios artículos fueron escritos por la o el mismo autor, en su mayoría en coautoría.

Otro aspecto importante a destacar es que un número considerable de tex-tos corresponde a tesis de disertación, sobre todo de posgrado (maestría o doctorado), lo cual es indicativo de un afán reciente y creciente por el tema, más que un interés que motive a las y los investigadores ya consolidados.

3 “En discusiones con el grupo de trabajo de GENDES, se optó por utilizar “trabajo sexual” y “prostitución” como sinónimos, debido que para efectos de este trabajo consideramos que hacen referencia al mismo fenómeno. No así con el concepto de “explotación sexual”, pues este último señala la relación de subordinación entre el padrote y la mujer, mientras que los primeros podría estar ausente de este elemento de poder.”

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Finalmente, en los casos donde esto aplica, solamente dos de los textos re-visados tuvieron como fuente principal de datos a los propios proxenetas, el resto usaba como informantes a mujeres en contextos de prostitución, ex-mujeres en contextos de prostitución, potenciales consumidores, clien-tes detenidos o autoridades judiciales con experiencia en el tema. Esto im-plica difi cultades metodológicas en cuanto a la validez de la información, por lo que muchos textos hicieron uso de la triangulación de fuentes de in-formación para incrementar su credibilidad argumental. Además, lo anterior da cuenta de la difi cultad existente para acceder a los propios explotadores como fuentes de información de primera mano.

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Los hombres que consumen cuerpos

La mayoría de los textos que se ocu-pan de los hombres que pagan por los servicios de las mujeres en con-textos de prostitución, parten de un marco teórico construccionista y desde la perspectiva de género. Esto permite que las y los autores discutan el papel del poder y del patriarcado en la sexualidad de los hombres consumidores. Asimismo, analizan el papel de la demanda del consumo como una transacción eco-nómica que está ligada a la visión construccionista de género, pues no se podría dar sin un ejercicio de po-der masculino que permite observar a las mujeres, niños, niñas y adoles-centes como “objetos” al servicio de la sexualidad de los hombres. Así, la cosifi cación de esos cuerpos signifi -ca la implicación de alguna forma de violencia, independientemente de

Develando lo invisible: análisis de los textos a la luz de la perspectiva de género

que los hombres que demandan no siempre la tengan consciente. Los textos que versan sobre los hom-bres consumidores del sexoservicio y afi nes a la agenda feminista, son claros: la prostitución existe porque hay demanda, la tolerancia social aumenta la demanda e invisibiliza sus efectos, además de que difi cul-ta la de por sí tenue distinción entre prostitución y trata de personas (Co-misión para la Investigación de Ma-los Tratos a Mujeres, 2008).

En este apartado describiremos los hallazgos más importantes de aque-llos textos que hablan sobre el con-sumo y la demanda del cuerpo de las mujeres y en algunos casos de niñas, niños y adolescentes. Cabe aclarar que ambas categorías guar-dan la similitud de ser observados como subordinados a lo masculino, por tanto, constituyen grupos sobre los cuales se puede ejercer poder.

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Salas y Campos (2004) llevaron a cabo grupos focales y entrevistas a profun-didad con cerca de 90 hombres de diferentes países de Centroamérica con la intención de comprender el papel que juega la masculinidad en la explota-ción sexual. Enfatizan la importancia de considerar la cultura patriarcal, toda vez que ésta pone en supraordinación a los hombres como una forma social de ejercer control. En otro texto, Vacarezza y Sánchez (2010) analizan los re-portes periodísticos de una revista para hombres en Argentina, encontrando elementos que otorgan a la construcción de la subjetividad masculina un ca-rácter binario y desigual, donde la masculinidad es un campo de exclusión de la otredad. En tal sentido es que se construyen los binarios hombre-cliente y mujer-prostituta, a través de los cuales los hombres pueden aproximar-se a aquellas mujeres que –suponen– están bajo su poder. La subjetividad se construye entonces a partir de otros binarios como cliente-prostituta, homo-hetero y hombre-mujer. En las notas, los autores dan cuenta de que las mujeres son presentadas como mercancía y objetos intercambiables al deseo de los hombres, en otras palabras, que deben estar disponibles y a la espera de ellos.

Una investigación realizada en Galicia, España, por Suárez y Pérez (2010), encuentra cuatro perfi les discursivos del consumidor de servicios sexuales:

• El discurso misógino: la expresión más patriarcal sobre la sexualidad femenina. Los hombres que adoptan este discur-so consideran que todas las mujeres son “putas” y que sólo algunas cobran. Observan el deseo erótico de las mujeres como una perversión. Para estos hombres no hay interac-ción, se trata de decisiones unilaterales.

• Discurso samaritano: desde este discurso los hombres guar-dan empatía con las mujeres, pero siguen siendo parte de la demanda. Tienen una visión “dual” sobre las mujeres, por un lado la mujer/madre y por otro la mujer/prostituta. Piensan que la prostitución es algo que no se puede evitar ni cambiar.

• Discurso mercantilista: se trata de hombres jóvenes que con-sumen casi cualquier cosa. Comparten visiones tradiciona-les sobre el género, el sexo y las mujeres y hombres. Debido a que consideran que están comprando un servicio o un producto, para ellos no hay dilema ético, pues desde esa lógica no se atenta –sostienen– contra ningún derecho, más bien son ellos los que tienen el poder adquisitivo.

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• Discurso crítico: se trata de pocos hombres que comparten el posicionamiento de que las mujeres están inmersas en una cultura patriarcal que las oprime.

Así, encuentran que la mayoría de los hombres encajan en por lo menos algún tipo del discurso sexista que aporta a la demanda de la industria del sexo. Igualmente, encuentran que entre estos hombres existe el pacto del silencio (Amorós, 1992; Kimmel, 2008) en donde se pacta, no necesariamen-te de manera consciente (menos aún, verbalizada), el no denunciar al amigo que acude con prostitutas para protegerlo.

Desde el ámbito mexicano, Diana Chanquía French (2006) en su estudio sobre los clientes de La Merced, y desde una tendencia en favor del sexo-servicio, encuentra que los clientes son:

• Hombres ávidos de determinadas atenciones que su esposa (o compañera habitual) les negaría.

• Tímidos solitarios para quienes la única mujer abordable es la prostituta, por cuanto el dinero implica consentimiento.

• Personas que necesitan mantener una estricta disociación entre el sexo y el sentimiento que temen que su mujer se familiarice con el goce sexual.

• Acomplejados que temen a las insatisfacciones y compa-raciones que pudiera verbalizar una compañera no retri-buida.

• Personas que necesitan disfrutar de vez en cuando de la transgresión.

• Pequeños perversos vergonzosos que buscan realizar de-seos voyeuristas, fetichistas o sadomasoquistas. (168)

Los datos arriba mencionados dan cuenta de la existencia de la socializa-ción de hombres en una cultura de género particular. Esta cultura patriarcal permea todas las áreas de la vida social y tiene impactos importantes en la sexualidad. La sexualidad masculina, entonces, se construye focalizada en la genitalidad y, sobre todo, en el pene como símbolo del poder de los

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hombres. Desde ahí, la sexualidad para muchos hombres se vincula con el goce constante que les pueden proporcionar los cuerpos-mujer a través de prácticas sexuales penetrativas, eyaculatorias y rápidas. Los hombres que entrevistaron estos autores identifi can plenamente su sexualidad como un campo de poder en el que tienen que demostrar constantemente su hom-bría. La compra de servicios sexuales es la cúspide de la demostración de poder sobre las mujeres, aunado a la sensación de un goce carnal que im-pulsa a los hombres a buscar, obtener y usar lo que desean sexualmente. Sin embargo, algunos autores analizan que la compra de servicios sexuales no obedece como tal a una identidad masculina, sino que es un intento por alcanzar ideales pasajeros que no forman parte de los ejes centrales de sus vidas (IOM, 2003).

Por su parte, Donoso y Matus (2000), al entrevistar a tres jóvenes que mani-festaron acudir asiduamente con mujeres en contextos de prostitución, en-contraron que la experiencia de “ser cliente” tiene su base en dos ejes impor-tantes: la construcción de la identidad masculina con una homosociabilidad central donde el consumo sexual es una forma de reafi rmar la masculinidad en momentos de crisis, sobre todo cuando se alardea sobre dichas prácti-cas; y segundo, la apropiación de un discurso binario en torno a las mujeres, la “mujer buena” (pareja) y la “mujer mala” o para-el-placer (prostituta). Es importante recalcar el papel que juega la homosociabilidad, pues es a través de los amigos donde se reafi rma la masculinidad tradicional, misma que se ve amenazada por el establecimiento de una relación de pareja estable y monógama con la mujer-buena.

La investigación de estos autores remite a la construcción masculina de la sexualidad. Como bien señalan una serie de autores (Kimmel, 2008; Flood, 2009; Schwartz, 2007), la sexualidad masculina se rige bajo ciertas normas, como son:

• Sexualidad no-relacional: interés en prácticas sexuales oca-sionales e impersonales.

• La noción-creencia de que la sexualidad masculina es una fuerza incontrolable, emanada de la naturaleza.

• La organización y control de la sexualidad masculina: he-terosexualidad alrededor de las necesidades y deseos de los hombres.

• Una doble moral sexual que otorga una alta permisividad a los hombres pero que vigila y controla a las mujeres.

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En esta construcción de la masculinidad, en el hacerse hombres, se requiere de una sexualidad enfocada al coito: el sexo ocasional debe ser rápido y fácil. Por ello son comunes esas prácticas ritualísticas en distintas partes del mundo, en las que padres, padrinos, tíos (u otros hombres cercanos) llevan a sus hijos-ahijados-sobrinos a tener su primera relación con una trabajadora sexual. Así, el uso de las mujeres como cuerpos se aprende a través de la socialización y de generación en generación, adoptando la forma de un cuerpo mercantilizado y cosifi cado. Esto se exacerba con las mujeres, sobre todo jóvenes y niñas, pues se piensa que son más dóciles y que, por tanto, debe haber mayor control so-bre ellas. La lógica mercantil cobra sentido desde las masculinidades, pues así el que paga (el hombre) siempre tiene el poder, siempre tiene la razón y, por ende, acceso al cuerpo de las mujeres (Salas y Campos, 2004).

Weitzer (2005) intenta analizar la literatura sobre las y los diferentes perso-najes del mundo del trabajo sexual. Entre ellos analiza a los hombres que consumen los servicios de las mujeres en contextos de prostitución. Si bien, como señala y hemos constatado a través de esta búsqueda, existe poca li-teratura sobre el tema de los hombres en este fenómeno, el autor encuentra algunas tendencias que valen la pena retomar.

En cuanto a las razones por las que un hombre acude con una trabajado-ra sexual, diferentes estudios (APRAMP y Fundación Mujeres, 2005; Flood, 2009; Monto, 2000) coinciden en que lo hacen porque:

• Los hombres buscan ciertas prácticas sexuales.

• Los hombres buscan cierta apariencia física o atributos fí-sicos.

• Encuentran la actividad ilícita muy emocionante.

• Buscan evitar el vínculo emocional atribuido a relaciones convencionales.

• Tienen difi cultades en entablar relaciones convencionales.

• Buscan abusar sexualmente o desean usar su poder como hombres.

• Buscan socializar con mujeres.

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Estos datos provienen sobre todo de investigaciones cuantitativas que ob-vian el concepto de experiencia de los hombres que acuden con mujeres en contextos de prostitución. Haciendo un análisis de estos documentos, ob-servamos que los hombres buscan, más que la actividad sexual en sí, aque-llo que se ha nombrado la “experiencia de noviazgo”, que consiste en tener pláticas, apapachos, abrazos, caricias y besos de las mujeres en contextos de prostitución que llevan a la práctica sexual. Es decir, buscan elementos de romance e intimidad, incluso afecto.

Por otro lado, contrario a lo que se ha pensado, varios estudios han demos-trado que a la mayoría de los hombres no les agradó la experiencia sexual con la prostituta, para muchos fue traumática esa primera vez, otros no lo volverían a hacer y otros más expresaron sentirse culpables por engañar a sus novias o esposas. En el mismo orden de ideas, parece ser que los hom-bres consumidores acuden a diferentes espacios de trabajo sexual depen-diendo de lo que buscan o necesitan. La prostitución en la calle suele ofrecer las prácticas sexuales en sí, mientras que el trabajo sexual en bares, salones y de acompañantes incluyen una posible aproximación emocional con la tra-bajadora, cosa que suele pasar desapercibida.

Hallazgos como estos permiten cuestionar la predominancia de la masculi-nidad hegemónica, pues desde ella, los hombres deberían gozar los encuen-tros con mujeres en contextos de prostitución sin culpa ni remordimientos y estar enfocados únicamente a las prácticas falocéntricas y genitales. Los resultados de algunos textos dan cuenta de las fugas y quiebres que existen en el sistema de género, así como de las diversas experiencias y usos contra-dictorios que tienen los hombres con el o del poder. De acuerdo con estos resultados, pareciera entonces que no son pocos los hombres que hacen una búsqueda por el establecimiento de relaciones sexuales rodeadas de afecto y emocionalidad. Sin embargo, estos encuentros signifi can un gasto econó-mico más alto, debido a que sólo las acompañantes o mujeres en contex-tos de prostitución en espacios cerrados llevan a cabo tales prácticas. Así, aquellos hombres sin estas posibilidades buscan a mujeres en contextos de prostitución de calle en donde esa emocionalidad está ausente, cosa que tiene consecuencias en el placer experimentado por los hombres, pues en-cuentros tan fugaces, ausentes de emocionalidad y centrados en lo genital son prácticas que, en muchos casos, generan culpa y desencanto. Una po-sible explicación a esto es la confrontación que tienen los hombres con su propio poder, pues la compra de otro cuerpo puede vivirse como una forma extrema de poder. Así, la práctica sexual comprada funciona como un espejo opaco del poder masculino.

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Finalmente, otra cosa que llama la atención es la falta de denuncia de los hombres sobre estos actos. A pesar de que no son de su agrado, lo mantie-nen en silencio, haciéndose parte de los pactos patriarcales y de las culturas masculinas (Amorós, 1992; Kimmel, 2008). De tal manera que opera un sis-tema moral en la compra de servicios sexuales. La culpa y la vergüenza ex-perimentadas por los hombres señalan un malestar por engañar a la pareja estable, o por no cumplir con las expectativas masculinas, lo cual devela un sistema social que construye las relaciones amorosas como monógamas y fi eles. A su vez, son indicadores de que hicieron “algo malo”, lo cual no sólo radica en engañar a la pareja, sino en explotar al cuerpo de otra persona. Es decir, el ejercicio de poder se vive en carne propia durante el encuentro sexual, pero parece disminuir o estar ausente cuando la práctica sexual está acompañada de afecto y emoción.

Por otro lado, parte de la literatura revisada (Flood, 2009, Save the Children, 2004) señala que los hombres que consumen servicios sexuales “son como cualquier otro hombre”, al menos considerando sus características sociode-mográfi cas: tienen todo tipo de educación en niveles variados; provienen de una amplia gama de trabajos; están en una relación de pareja de larga dura-ción con una mujer; y generalmente no tienen antecedentes criminales. No obstante, Flood (2009) señala que los hombres que más consumen servicios sexuales tienen mayores probabilidades de no estar casados; suelen identi-fi carse como gay o bisexuales; y tienen más probabilidad de consumir otros servicios o productos de la industria del sexo, como pornografía. Finalmen-te los hombres que más consumen servicios sexuales se preocupan menos por las actividades ilícitas que los que lo hacen esporádicamente o poco.

En un meta-análisis llevado a cabo por Monto (2000, 2010), se compara en diferentes variables a hombres consumidores de servicios sexuales con el “hombre promedio” en Estados Unidos. El autor resalta una gran cantidad de datos como los que se resumen a continuación: a pesar de que 72 por ciento de los clientes señaló haber asistido a la universidad, sólo 26 por cien-to de la muestra nacional reportó ese nivel educativo o mayor. Esto desva-nece el mito de que sólo los hombres de bajos niveles educativos contratan prostitutas. Asimismo, cerca de 41 por ciento reportó ser soltero en compa-ración con la muestra nacional (56%), mientras que cerca de 37 por ciento manifestó nunca haberse casado (contra 29% de la media nacional). De los casados, cerca de 22 por ciento manifestaron estar en matrimonios poco sa-tisfactorios; asimismo, solamente 38 por ciento, en comparación con 60 por ciento de la población en general, dijo estar satisfecho con su situación ma-rital. 5 por ciento en comparación con 0.5 por ciento nacional, tienen parejas

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sexuales de ambos sexos, lo cual según el autor se traduce en un aparente mayor liberalismo.

Los clientes de prostitución reportan en 54 por ciento haber tenido dos o más parejas sexuales versus 19 por ciento de la población en general; mientras que 20 por ciento dijo tener 5 o más parejas en el último año en comparación a 3 por ciento de la población general. A pesar del mayor número de parejas, el número de encuentros sexuales es menor. En términos de liberalismo sexual, los clientes de prostitución describieron al sexo premarital, la homosexuali-dad, el sexo adolescente y el extramarital como “no siempre mal”, en compa-ración con la muestra nacional. Dentro de dicho grupo, son menos liberales aquellos que compran servicios sexuales por primera vez. Resulta interesante que, según el análisis de este autor, destaquen dos perfi les de hombres que buscan a mujeres en contextos de prostitución: por un lado, los tímidos que encuentran difícil entablar cualquier tipo de relación con mujeres y, como con-secuencia, buscan a prostitutas para mantener relaciones sexuales; y por otro lado, los “atrevidos”, hombres que buscan actividades sexuales distintas para, a través de esas prácticas, considerarse más hombres.

Algunos otros datos de interés:

• La edad promedio del primer encuentro con prostitutas fue de 24 años.

• Los usuarios frecuentes tendieron a comenzar a menor edad.

• En 23 por ciento de los casos fueron amigos o compañeros quienes propiciaron el encuentro del entrevistado con prostitutas.

• El sexo oral es la actividad que más realizan con prostitutas (80%). Le sigue el sexo vaginal con 55 por ciento, 36 por ciento para el vaginal y oral, y fi nalmente 35 por ciento fueron masturbados por las prostitutas.

• 73 por ciento reporta haber usado condón siempre, 12 por ciento en ocasiones.

• 33 por ciento de los clientes dicen nunca haber visto revistas pornográfi cas y 36 por ciento nunca haber visto videos.

• 25 por ciento reportó que sus intereses sexuales eran distintos a los que mostraban con su esposa o pareja sexual.

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Datos similares emergieron en estudios realizados con hombres en Madrid (Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, 2008), así como por otros estudios en Estados Unidos (Farley, Bindel y Golding, 2009; Flood, 2009; Monto y Julka, 2002). Además, destaca que 70 por ciento de los hombres encuestados opina que la prostitución es inevitable, mientras que únicamente 10 por ciento considera que atenta con los derechos humanos de las mujeres. Flood (2009) encuentra que la mayoría de los clientes de mujeres en contex-tos de prostitución no tienen antecedentes criminales. Finalmente, Monto y Julka (2002) analizan si los hombres detenidos por las autoridades judiciales por solicitar servicios sexuales de mujeres en contextos de prostitución en ciu-dades de Estados Unidos, consideran el sexo como una travesura y no como un aspecto íntimo. Encuentran que sólo 76 de sus 700 encuestados no lo con-sidera así. Además, encuentran que el considerar el sexo como una mercancía fue un predictor signifi cativo de aceptación al mito de violación, atracción al sexo violento, menor uso de preservativo, ver a la prostitución como normal o aceptable y como algo positivo para las mujeres.

Save the Children Suecia trabajó con grupos focales de hombres que buscan sexo con niños, niñas y adolescentes, encontrando tres tipos de consumido-res: quienes tienen clara su preferencia por cuerpos visiblemente infantiles, quienes buscan sexo con prácticamente cualquier cuerpo y quienes descubren su preferencia por el cuerpo infantil de manera accidental. Encuentran que hay una excitación y erotización, no por la estética del cuerpo, sino desde el poder que ejercen en tanto adultos sobre los niños, niñas y adolescentes; reafi rman su vigor sexual a través de “satisfacer a alguien menor”. Además, encuentran que estas hazañas sexuales deben ser validadas por otros hombres al ser divul-gadas a los amigos. Interesante hallazgo es que los hombres no sientan culpa ni vergüenza y más bien que asuman tales prácticas simplemente como as-pectos de la dinámica social (nunca como delito).

A pesar de que gran parte de la literatura revisada analiza sus resultados desde una perspectiva de género y de masculinidades, haciendo evidente los impactos de la cultura patriarcal predominante en el mundo, considera-mos necesario retomar los principios de la metodología feminista (Harding, 2010) que señalan que toda investigación debe ser situada. Es decir, si bien parecen existir elementos en común, éstos varían dependiendo del espacio geográfi co y temporal en el cual se analizan. Sólo encontramos un estudio que toma en cuenta las diferencias entre culturas (IOM, 2003). Es importan-te mencionar que en los países nórdicos, los primeros encuentros con prosti-tutas no suelen ser por iniciativa propia, sino que son planeados por compa-ñeros o amigos, además de que no lo observan como algo relacionado con la demostración de la virilidad. En cambio en países asiáticos, como Tailandia,

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así como en gran parte de Latinoamérica, los primeros encuentros son un rito de paso hacia la adultez masculina. No obstante estas diferencias, en ambos casos existe una complicidad entre los hombres. El sujeto, aunque no lo planee, acepta ir y con ello queda coludido a la explotación.

Los hombres que explotan: proxenetas, padrotes o tratantes

Los hombres detrás de las mujeres en contextos de prostitución han sido poco abordados en la investigación sobre trabajo sexual y trata de personas, espe-cífi camente de mujeres. El grado de explotación sexual vivido en diferentes partes del mundo obliga a las y los investigadores a ver a este personaje bajo un ojo crítico. Además, en la cultura popular occidental, el rol del proxeneta ha sido popularizado e inclusive bienvenido y exaltado. Morgan (2012) señala que en la música hip-hop, tan popular en Estados Unidos, casi todos los ejecu-tantes tienen canciones sobre proxenetas, enalteciendo su labor y sobajando a nivel de objeto sexual a las mujeres que les “pertenecen”. Estas canciones son difundidas a nivel internacional como las de cualquier otro artista. La Aso-ciación para la Reinserción de Mujeres Prostituidas y Fundación Mujer coinci-den en la popularización de la fi gura del proxeneta a través de la cultura po-pular latina residente en Estados Unidos. Estos ejemplos, entre muchos otros, representan elementos que glorifi can el trabajo de explotar sexualmente, ha-ciéndolo pasar por una forma de vida digna de emularse.

Por su parte, Gleeson (2004) analiza el papel del proxeneta en las leyes ingle-sas y australianas. Si bien no guardan aparente relación con lo que sucede en México, sí brindan luz sobre la forma en que los hombres han sido concebi-dos ante la ley en el tema de la prostitución. La autora señala que la visión sobre el proxeneta se ha mantenido igual durante los últimos 150 años, as-pecto que a la vez es refl ejo de la visión cultural que se tiene sobre este rol. Señala que si bien las leyes se han modifi cado para atender a las mujeres en situación de prostitución y de trata, poco se ha hecho desde la jurispruden-cia para hacer lo propio con los hombres. La autora entiende que existe un odio particular hacia el personaje del proxeneta, debido a que éste explota la relación “débil” entre la mujer prostituida y un hombre. Al mismo tiempo, desde la perspectiva jurídica los hombres clientes no juegan un papel im-portante ya que ellos son “seducidos” por las mujeres en contextos de pros-titución. Esta visión hace evidente ese enfoque de la sexualidad masculina como siempre presente y efervescente, que responde a cualquier tentación o estímulo. Así –sigue el análisis– la prostitución es algo “natural”, lo que no es natural es la explotación porque es algo abusivo. En las leyes que analiza observa que las mujeres suelen ser las culpables por “seducir” mientras que

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los hombres, tanto clientes (“víctimas”) como proxenetas (“trabajadores” más que explotadores), quedan absueltos del crimen. El proxeneta entonces es un personaje odiado. Odiado por explotar una relación entendida como “natural”, pero que justamente cuestiona lo “natural” de esas relaciones sexuales, además de hacerlo a través de la violencia. Atenta contra la natu-raleza en la cual se sustentan las leyes (Gleeson, 2004).

Con base en lo encontrado por Weitzer (2005), en la literatura disponible se sabe poco acerca de los hombres que explotan o “trabajan” a las prostitutas. El autor distingue entre dos tipos de explotadores: los lenones o proxenetas y los alcahuetes, señala que los proxenetas suelen trabajar al nivel de calle, es decir, con prostitutas de calle y no con edecanes, acompañantes o baila-rinas en bares y discos. El trabajo realizado por este autor sostiene que las prostitutas no se sienten ni protegidas ni queridas por su proxeneta, al con-trario, éste suele abusar física y sexualmente de ellas. Aunque se sabe que la violencia es parte del trabajo del proxeneta, se desconoce la frecuencia, intensidad y cantidad de violencia que ejerce. No obstante, estos datos se-ñalan que el hombre comete un cierto tipo de abuso y control sobre las mu-jeres en contextos de prostitución, no sólo físicamente, sino que las controla para trabajar en ciertas áreas, con determinada cantidad de clientes, para ganar una cantidad de dinero específi ca por día y para que no se acerquen a otros proxenetas.

Los alcahuetes, por otro lado, se distinguen de los proxenetas porque no ha-cen uso de la violencia evidente para explotar a las mujeres, sino que a través de diferentes mecanismos coercitivos “convencen” a las mujeres de entrar al trabajo sexual. Sin embargo, aunque los alcahuetes no ejerzan formas de violencia visible u ostentosa, ello no signifi ca que no apliquen otros meca-nismos de control como el fraude y el engaño para reclutar a las mujeres, acciones que conllevan fuertes dosis de violencia emocional y económica que terminan por anular la autoestima y voluntad de la víctima.

Save the Children Suecia (2004) también distingue entre los actores explota-dores. En primer lugar encuentra a los proxenetas, que son quienes reciben un benefi cio monetario por cada cliente que tiene la trabajadora sexual. En segundo, identifi ca a los “cafi chos”, que son quienes reciben un benefi cio monetario o bienes materiales a cambio de brindar protección, generalmen-te mantienen una relación sentimental con la persona explotada. En tercero, están los reclutadores, quienes reciben un benefi cio monetario por insertar a la persona en el circuito de sexo comercial. Finalmente, encuentran a los padres o apoderados legales, que también reciben benefi cios económicos con o sin conocimiento de la actividad que haga la persona explotada. Es

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común que ejerzan presión para que la persona consiga cierta cantidad de dinero. Cabe aclarar que estos hallazgos se dan en el marco de la explotación sexual de niños y adolescentes.

A pesar de que Weitzer (2005) distingue entre el proxeneta y el alcahuete, la mayoría de la literatura revisada no hace esta distinción y más bien los estudios señalan que el proxeneta (como la mayoría de los textos lo refi eren) es el hombre que introduce a la mujer (de cualquier manera) en el trabajo se-xual y que generalmente aplica las estrategias de un proxeneta o alcahuete. Es decir, de acuerdo con Giobbe (1993), un proxeneta usará mecanismos su-tiles de control, como aislarla de sus relaciones sociales, vigilar a dónde va, a quién ve y qué hace; tiene control sobre sus ganancias y generalmente le paga en mercancía (como drogas, joyas y ropa), impidiendo que ella decida qué productos básicos adquirir (como ropa y alimentos).

Una vez que el proxeneta se ha adueñado de la voluntad de la víctima, puede mover a la mujer de ciudad en ciudad, pedirle que se prostituya en la calle, en baños, en bares, fi estas u otras localidades. De esta manera, la mujer no tiene forma de hacer base en algún lugar ni de mantener contacto con sus seres cercanos, para entonces, la vergüenza, el dolor y la tristeza la agobian de tal forma que para ella es igual permanecer en cualquier lugar, incluso re-sultándole poco atractivo regresar a su lugar de origen. Según Giobbe (1993) cuando estas tácticas no funcionan, el proxeneta hace uso de mecanismos más evidentes, como la amenaza y la violencia. Así, se observa claramente el uso de los privilegios patriarcales otorgados por la cultura de género en la que estamos inmersas todas las personas (Amorós, 1992; Rubin, 1986), donde las mujeres son concebidas como objetos mercantiles que pueden ser explotados. El proxeneta recurre entonces a frases como “yo soy el hombre, no me cuestiones”, haciendo uso de su privilegio masculino para mantener a la mujer en subordinación.

Resultados similares fueron encontrados por Morgan (2012) en Estados Uni-dos. En su estudio señala que 75 por ciento de las mujeres en contextos de prostitución son explotadas por un proxeneta y que éstas vivían abuso emo-cional por parte de los padrotes a través de la coerción en el reclutamiento. La violencia ejercida por los proxenetas hacia las mujeres en contextos de prostitución se extiende a la violencia física, la violencia emocional, el con-trol económico hasta llegar a la violencia sexual, escenario que en muchas ocasiones deriva en cuadros psicológicos complejos como depresión, estrés postraumático, uso de sustancias y ansiedad generalizada (Zimmerman, Hossain y Watts, 2011) e inclusive en “marcajes” con tatuajes u otros adita-mentos para señalar de quién “es propiedad”.

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Por otro lado, los proxenetas buscan espacios públicos para hacer el recluta-miento, como centros comerciales y afuera de las escuelas. El hecho de que exista violencia en la relación prostituta-proxeneta signifi ca que se estable-cen otros delitos, como la violencia de pareja o violencia doméstica, que ha sido documentada por prácticamente todos los textos revisados. A través de la violencia se establece un control total sobre el cuerpo de la mujer. Como señala Morgan (2012), entre más violencia hay, más controlada se siente la mujer explotada y más difícil es que salga de la relación. Sin embargo, esto genera un problema para la sanción, toda vez que es fácil confundir la trata de personas con la violencia de pareja, pues se ha narrado que en ocasiones se arresta al proxeneta bajo el cargo de violencia doméstica y no por el delito de trata.

Ampliando el análisis, Morgan (2012) encuentra que el proxenitismo suele estar relacionado con la delincuencia organizada en pandillas. En San Diego, California, por lo menos 15 por ciento de los hombres en pandillas reportó estar involucrado en el proxenetismo, aunque esta cifra ha aumentado. De hecho, a través de reportes policiacos, se encontró que 41 por ciento de los proxenetas detenidos formaba parte de alguna pandilla. De forma similar, cuando Rubio (2008) estudia a las pandillas en diferentes países de Centro-américa encuentra relaciones signifi cativas entre el pandillerismo y la trata de mujeres. Esta relación se hace explícita de diferentes maneras: desde que las mujeres pandilleras se prostituyen, hasta que las mujeres jóvenes que viven en barrios donde operan pandillas tienen más probabilidad de pros-tituirse que las que no. No obstante, el autor no ahonda en el porqué o el cómo de esta relación.

May, Harocopos y Hough (2000), después de realizar una investigación so-bre proxenetismo en la Gran Bretaña, distinguen tres “clases” o “tipos” de proxenetas, mismos que se describen a continuación:

1. Proxenetas “clásicos”: se trata de los hombres que se identifi can a sí mismos como proxenetas. Además de dedicarse a este delito realizan otras actividades ilícitas como el tráfi co de drogas, la posesión de armas de fuego o robo a mano armada. Estos hombres empezaron en el proxenetismo porque fue una actividad cercana a su medio social o porque descubrieron conscientemente que podían tener ingresos buenos con un mínimo de esfuerzo.

Trabajan tanto con mujeres jóvenes como con adultas (las mujeres de mayor edad tenían 27 años y las más jóvenes

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hasta 14) y suelen buscarlas en la calle; a las mujeres adultas las conocían ya en su trabajo; siempre “trabajaban” a más de una. A este grupo les caracteriza la relación que tienen con el tráfi co de drogas y su carrera criminal.

Estos proxenetas suelen ejercer una gran capacidad de control sobre las mujeres que explotan, decidiendo en casi todos los aspecto de sus vidas, sobre todo el lugar donde deben trabajar. Las declaraciones de las mujeres en contextos de prostitución con proxenetas afi rman una gran cantidad de violencia hacia ellas por parte de aquéllos, desde bofetadas hasta violaciones. Esta violencia no caracteriza a la relación entera, pues al principio los proxenetas se muestran amigables y afables, pero una vez afi anzada la relación escalan en la violencia que ejercen.

2. Parejas de mujeres en contextos de prostitución: se trata de un grupo que no se reconoce como proxeneta, sobre todo porque sólo trabajaban a una, su pareja. Los autores los describen como “gerentes activos” a diferencia de “coerci-tivos” en el trabajo con su pareja. Ellos acostumbran acom-pañar a la mujer a la calle y vigilarla constantemente, ya que según afi rman, así la mujer se siente más protegida. Saben que la relación que tienen con su pareja y su trabajo puede ser catalogada como ilegal. En cuanto a las drogas, este grupo no la trafi ca, sólo las consume.

Este grupo de hombres ejerce poco control sobre lo que ganan las mujeres trabajadoras, pues casi siempre son ellas quienes administran sus propios gastos. A pesar de que ejercían mucha menos violencia que el grupo anterior, no estaban exentos de presentarla.

3. Gerentes de sauna y centros de masaje: este grupo se dis-tingue de los dos anteriores en virtud de que se trata de hombres, pero sobre todo mujeres que “trabajan” a otras en espacios cerrados, no en la calle. Todas estaban al tanto de que su actividad era ilegal. La forma de reclutar a las mujeres es de boca en boca o a través de anuncios. Las proxenetas deciden siempre quien(es) trabajaba(n) y cuán-do, limitan el uso de drogas y no trabajaban con mujeres menores de 18 años.

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Como se ha visto, la explotación sexual de las mujeres se da en diferentes espacios, como la calle, hoteles, bares, saunas, salones de baile y a través de agencias. Para Williamson y Cluse-Tolar (2002), la mayor parte de la violen-cia contra las mujeres en contextos de prostitución sucede en el ámbito ca-llejero. La revisión que hacen estas autoras señala que alrededor de la mitad de las mujeres que trabajan sexualmente en la calle tienen un padrote que las “trabaja”.

Raphael y Myers-Powell (2009) intentan construir el “perfi l” del proxeneta o padrote a partir de una investigación con varios de ellos en la ciudad de Chicago. En general, encuentran datos sociodemográfi cos diversos, pero en el punto donde hay acuerdo es en la violencia vivida por los padrotes en sus contextos de origen. En todos los casos vivieron violencia doméstica mien-tras crecían, dónde la madre era usualmente la víctima. Asimismo, todos ellos fueron víctimas de la violencia, tanto física como sexual en su infancia y juventud, siendo los agresores sus propios padres o incluso, sus madres. Además, sus fi guras parentales eran usuarias frecuentes del alcohol y no en pocas ocasiones de otras drogas, incluso ellos mismos comenzaron el con-sumo a edades tempranas, algunos desde los 8 años. Muchos son los que se habían prostituido antes de ser padrotes, uno desde la edad de 12 años y, en promedio, comenzaron a “padrotear” (es decir, a explotar mujeres) alre-dedor de los 18. En cuanto a la escolaridad, los entrevistados tenían niveles educativos variados, desde secundaria, hasta estudios universitarios incon-clusos. Otro aspecto que comparten los entrevistados es que, en todos los casos, en sus vecindarios y colonias había ya otros proxenetas, por tanto, ellos crecieron observando el estilo de vida que aquellos tenían y lo atractivo que era ese modelo de ser hombre: se podía ganar dinero fácil “disfrutando” su actividad y, aunque eran conscientes del riesgo de ser encarcelados, pre-ferían correrlo a buscar otras formas de vivir. En algunos casos, reportaron que se trataba del único referente que tuvieron de trabajo bien remunerado y que era algo “heredado”, pues sus familiares se dedicaban a eso. En 100 por ciento de los casos, algún otro padrote los invitó a participar.

De acuerdo con Spidel, Greaves, Cooper, Hervé, Hare y Yuille (2006) existe la creencia de que el padrote es un hombre mentalmente enfermo y que re-quiere de cierta atención médica para su rehabilitación. A pesar de que mu-chos estudios revisados dan cuenta de fuerzas socioculturales implicadas en el proceso de padrotear, estos autores analizan el grado de psicopatía en un pequeño grupo de hombres detenidos por ejercer esta actividad en Canadá. La psicopatía es un trastorno de la personalidad caracterizado por una falta marcada de empatía y simpatía por otras personas, un grado importante de impulsividad y sobre todo la carencia de sentimientos de culpa y vergüenza.

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Spidel y sus colaboradores encuentran que los hombres detenidos por pa-drotear tienen niveles signifi cativamente más altos de psicopatía en compa-ración con un grupo de control de hombres detenidos por otros delitos. Esto parece ser indicativo de que se requiere de algunas características relaciona-das con la psicopatía para llevar a cabo el ofi cio de proxeneta. No obstante, caer en una explicación como esta puede usarse como una forma de justifi -car dicha explotación, ya que al ser una patología mental, una enfermedad, el sujeto podría quedar libre de responsabilidad en ciertos contextos. Lo an-terior, claro, dando por hecho una actuación mínimamente efi ciente de los aparatos ofi ciales responsables de impartir y procurar justicia.

Siguiendo con lo anterior, es importante poner atención y analizar los aspec-tos sociales de un hombre proxeneta para evitar dicha psicopatologización. Como bien señalan Ricardo y Barker (2008) “el uso de la violencia sexual por parte de los hombres está claramente ligada a normas sociales más amplias relacionadas con la hombría. Esto sugiere entonces que cualquier esfuerzo para reducir seriamente la compra de sexo por hombres y la violencia sexual, requiere no sólo acercarse a algunos hombres, sino cambios en cómo ven las sociedades y las culturas los roles de los hombres” (p. 38, 2008).

Otros dos estudios producidos en latitudes diferentes de Estados Unidos coinciden en que una gran parte de lo que motiva y permite que los hombres sean colocados o se coloquen en el lugar del proxeneta es la construcción de la masculinidad en sociedades patriarcales. No obstante, se siguen do-cumentando diferencias importantes entre los “tipos” de proxenetismo. Por ejemplo, Milner y Milner (1972) estudian a los padrotes afroamericanos de San Francisco, California, descubriendo redes grandes de trabajo sexual, en donde las mujeres son seducidas a entrar y sujetadas a través de la coerción y la violencia. Los autores indican que existe una ética en cada proxeneta, una serie de reglas del “juego” de la explotación sexual que se asemeja mu-cho a las normas de la masculinidad tradicional. Encima, concluyen que los hombres negros embonan en el “juego” porque ellos viven una subordina-ción masculina debido a su raza, subordinación que les lleva a un ejercicio más sistemático y riguroso de la violencia hacia las mujeres en contextos de prostitución que explotan, lo cual sugiere una interpretación hecha desde el racismo, más que desde un trabajo de género.

Por otro lado, Hall (1972) estudia a un sólo proxeneta en la ciudad de Nueva York, un hombre que vive en la clase alta que controla, mediante el romance y la seducción, a cinco mujeres que viven con él y que considera sus esposas. Ambos estudios indican que los hombres, independientemente de la raza, etnia o clase, ejercen control sobre las mujeres y que ello se puede lograr a

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través de diferentes medios. Sin embargo, como los estudios aquí citados han ya constatado, parece ser que el trabajo sexual callejero es el que más se asocia con la coerción y la violencia directa, sin que eso signifi que que no se ejerzan mecanismos de control en otros contextos. Que estos mecanismos sean más o menos sutiles no es indicador de un mayor grado de bienestar para las mujeres, toda vez que ellas, invariablemente, llegaron al control del padrote a través del fraude y el engaño.

Un documento producido por 10 organizaciones de la sociedad civil mexi-cana y de América Central, abona al conocimiento que se tiene sobre los tratantes (Global Rights-Sin Fronteras, 2005). Al igual que Raphael y Myers-Powell (2009), señalan que el tratante puede provenir de cualquier estrato socio-económico y tener prácticamente cualquier nivel educativo. Sin em-bargo, identifi can que existen actores clave en todo el proceso de captación y explotación: los reclutadores, los transportistas, personas que trasladan (sobre todo cerca de las fronteras), los receptores (que reciben a las vícti-mas) y los falsifi cadores de documentos (que facilitan la entrada a otros paí-ses). En esa investigación se señala que el actor más importante entre todos los anteriormente comentados es el reclutador, ya que tiene la tarea más difícil, la de enganchar. Generalmente, los reclutadores son personas cer-canas a la víctima. Lo más común es que conozcan a un hombre joven que las enamore, se hagan novios y prometidos y, ya una vez juntos, emigren a otros estados o países donde la mujer pueda ser explotada. También se han documentado casos de mujeres reclutadas por amigos y vecinos. Así, se aprovecha del conocimiento que se tiene de la mujer (su condición eco-nómica, su situación emocional, su red de apoyo) para seducirla y acercarse a ella: mientras más vulnerable, mucho mejor. No son pocas las ocasiones en las que se acercan a la familia, tratando de ganar la confi anza de todos. Esto facilita poder tener a la futura víctima bajo control para que no denun-cie. También se han documentado casos donde las mujeres son reclutadas por agencias de viajes o de trabajo, que ofrecen oportunidades laborales en otros países. En este caso la red de trafi cantes tramita los papeles necesarios para ingresar al nuevo país, pero una vez ahí, las mujeres son terriblemente explotadas, generalmente sufren explotación laboral.

En cuanto a la dinámica que establecían con las mujeres que captaban, to-dos coincidieron en que se trata de ejercer control sobre ellas. En algunos casos, ni siquiera les pagaban, sino que ellos las proveían de su comida, ropa y otros bienes. En otros casos, sobre todo en redes más organizadas y agen-cias de edecanes o acompañantes, se les pagaba entre 10 y 60 por ciento del costo del servicio. La mayoría movía constantemente a las mujeres por dife-

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rentes ciudades y estados. También se involucraban sexualmente con ellas para así generar una especie de idea de romance y relación que ayudaba a que las mujeres se quedaran con ellos.

Algunos de estos mecanismos y estrategias para la captación, de acuerdo con Barry (citado en APRAMP y Fundación Mujeres, 2005) son:

• Amistosas y amorosas: los proxenetas buscan mujeres vulnerables, ingenuas y necesitadas para generar una relación de dependencia.

• Actuación en bandas, gremios u organizaciones criminales: se trata de redes formadas por hombres, donde construyen pactos entre policías, administradores de hoteles, restaurantes, médicos y abogados y otros funcionarios públicos que facilitan la impunidad.

• Utilización de agencias reclutadoras de empleo, compañías de bailes o matrimoniales: empresas que se usan como fachadas para captar a mujeres que se complementan con proveedores que producen pasaportes y otros documentos falsos. Las mujeres piensan que van de “aventura” a otro país.

• Compra/venta: lamentablemente se venden adolescentes desde sus familias por usos y costumbres o necesidades económicas.

• Secuestro.

Kennedy, Klein, Bristowe, Cooper y Yuille (2007) identifi can cinco mecanis-mos de los proxenetas para reclutar a las mujeres, además de la violencia. A continuación se describen:

• Amor: 16 por ciento de sus entrevistadas había sido convencida de trabajar sexualmente por su “novio-padrote”. El novio la enamora, comprándole regalos y gastando dinero en ella. En algún momento, el “novio” le dice que se han quedado sin dinero y convence a la chica (con cierta sensación de culpa porque el “novio” se gastó tanto dinero en ella) de que se prostituya para tener ingresos. El “novio”, a través de la relación romántica establecida, el uso de estereotipos, creencias e ideas en torno al género distorsiona

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el sentido de la realidad hasta que la chica acepta. En otras ocasiones, la chica se va de viaje de fi n de semana con el “novio” a escondidas de los padres, en la ciudad a la que llegan el “novio” de pronto se ve en aprietos económicos que pueden ser resueltos si ella trabajara en la calle unas horas. Cuando la chica se niega se hace uso de amenazas como decirle a los padres donde está, que se ha prostituido ya, y si aun así la chica sigue negándose, el “novio” llega a amenazarla con daños más fuertes. En estos casos, el lazo emocional que establecen los padrotes con las chicas es la fuente principal que permite el que ellas acepten ser prostituidas. Las mujeres reportaron muchas difi cultades en darse por vencidas en la fantasía que el “novio” les había prometido. Esta técnica se usa sobre todo con mujeres jóvenes de clase media y media-alta.

• Deuda: en esta técnica, el padrote le compra y regala grandes cantidades de regalos a las jóvenes, las lleva a cenar y de paseo, ellas siempre pensando que se trata de algo gratuito, más bien de un galanteo. Después de un tiempo, el padrote le advierte a su víctima que le tendrá que pagar su deuda, inclusive le llega a decir que si no la paga, su vida corre peligro. Los padrotes le “sugieren” que se prostituya para ganar dinero rápido. Las chicas entran a prostituirse pensando que será algo pasajero. Sin embargo, una vez ya prostituidas, reciben amenazas y chantajes para controlarlas.

• Drogas: muchas chicas con uso y dependencia a alguna adicción comienzan a acostarse con su distribuidor de drogas a cambio de éstas, se quedan sin dinero, son expulsadas de sus hogares y tienen difi cultades para encontrar trabajos, por lo que tener relaciones sexuales con el trafi cante les suena fácil. El trafi cante después les pide que por más droga, se acuesten con sus amigos. De ahí, el paso a la calle es fácil, ya que la resistencia a la prostitución suele vencerse cuando se acuestan con los amigos.

• Técnica “gorila”: se trata de la forma más burda y violenta de reclutar a las mujeres. Los padrotes secuestran, abusan, amenazan, chantajean o golpean a las mujeres para obligarlas a prostituirse en la calle, obligándolas a darles todo lo que ganan.

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Figuras de autoridad: este mecanismo se activa cuando cierta fi gura –como la madre, el padre o hermanos mayores– induce a las mujeres jóvenes a prostituirse. En algunos casos son obligados, en otros se vuelve una forma de vida debido a que han sido abusadas sexualmente por

las fi guras de autoridad.

Existe un documento de dudosa procedencia, ya que no informa ni autoría, ni fecha de elaboración, ni espacio de publicación, titulado “El explotador se-xual”, que distingue entre dos tipos de trabajo sexual: el comercial y el no co-mercial. El primero refi ere a un trabajo de cierta forma “ordenado”, en donde se intercambia cierta actividad sexual por una cantidad de dinero de manera pre-acordada. El trabajo sexual no comercial se refi ere a un trabajo en donde no necesariamente están acordados la forma de pago ni los servicios ofreci-dos; ahí “el explotador” mantiene a las personas explotadas en condiciones permanentes de vulnerabilidad y control. No obstante, esta división se hace en el análisis de la explotación sexual infantil, lo que puede signifi car que esta división tal vez no aplique del todo para mujeres adultas.

Las producciones en torno al tema en México son mínimas, pero destaca lo que se ha encontrado en el estado de Tlaxcala. Son dos tesis las que han ha-blado sobre el fenómeno de los padrotes en esa entidad, una de licenciatura en Trabajo Social y otra de maestría en Antropología. Ambas dan cuenta de que la manera de captación que usan los padrotes de esa zona es muy parti-cular. De acuerdo con Techalotzi, Sosa y Romero (2010), el lenón en Tlaxcala usa diferentes tipos de violencia, como la física, psicológica y económica para captar y explotar a las mujeres. No obstante, son las sutilezas en el uso de la violencia psicológica y económica lo que destaca en los padrotes tlax-caltecas. Se apoyan en la seducción para enamorar a las mujeres, a base de fraude y engaños. Estos hombres toman provecho de la cultura de género y de los roles tradicionales que desde ésta se promueven.

Montiel (2009) realiza una profunda etnografía con los padrotes en el es-tado de Tlaxcala, con el interés de conocer la manera en que se inician en el ofi cio y su modo de operar una vez que se han insertado en ese delito (para ellos “ofi cio”). El autor entiende las prácticas de los padrotes como un habitus4 aprendido que ejercen sobre el cuerpo y la subjetividad de las

4 El concepto de habitus es trabajado por Pierre Bourdieu e implica esquemas de obrar, pensar y sentir, relacionados con la posición social. Bourdieu entiende el conjunto de esquemas generativos a partir de los cuales los sujetos perciben el mundo y actúan en él.

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mujeres. Una de las formas con las que reclutan a las mujeres es a través de una práctica cultural común en Mesoamérica, “el robo de la novia”. Tradicionalmente esto consiste en que el novio, con el consentimiento de la novia, vaya a casa de ella y los dos se vayan sin avisarle a los padres de ella. Llegan a casa del novio donde son escondidos por el resto de la familia de él, de la familia de la novia. Ahí, los padres del novio les preparan una habitación donde puedan tener relaciones sexuales y, al día siguiente, el novio, en compañía de su padre o de otro varón de la familia, acuden con la familia de la novia para avisar que han empezado una vida conyugal. Vargas y Fernández (2011) encuentran un modus operandi muy similar en su investigación sobre proxenetas en Tlaxcala.

De acuerdo con Montiel, la anterior es una práctica a través de la cual los pa-drotes de Tlaxcala han conseguido mujeres para “trabajarlas”, práctica que el autor ha denominado “fuga consensuada”. Para ello, deben de pasar por una etapa de noviazgo, usando estrategias antes ya descritas como la del “amor”. De acuerdo con los hallazgos del autor, los propios padrotes nom-bran a su estrategia “saber moverse”, es decir, manejar el arte de la seduc-ción y conocer bien las prácticas culturales de su región. No obstante, tam-bién se da el robo “por la mala” que sucede cuando la novia no tiene interés en fugarse con el novio.

En el ámbito tlaxcalteca hay investigadores que exploran el fenómeno. En la comunidad de Acxotla del Monte, la cual forma parte de la región sur del estado de Tlaxcala, Romero Melgarejo (2006) defi ne a los padrotes como proxenetas y como una categoría laboral en donde:

Los hombres de diferentes grupos familiares se especializan laboralmente en prostituir mujeres como una forma de obtener dinero; estos proxenetas inducen a mujeres de la región y de otras partes de la República Mexicana. El fenómeno da paso con la ampliación de redes laborales y de amistad con sujetos de la sociedad urbana que se dedican a la prostitución femenina, que traban relaciones clientelares con agentes judiciales del gobierno de donde obtienen protección. El campo de acción de los proxenetas llega a Apizaco, Santa Ana Chiautempan, Coatzacoalcos, Guadalajara, Matamoros, México y Tampico, entre otras

(Romero, 2002: 176).

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La postura de Romero, que defi ne al padrote como proxeneta y como una categoría laboral, restringe las posibilidades de explorar a los hombres en la construcción de su identidad, sin embargo, esa no era la intención del autor (comunicación personal, 2007). Es importante destacar el énfasis que pone en la corrupción existente entre los proxenetas y las autoridades judiciales, lo que permite comprender por qué un fenómeno tan focalizado en deter-minada región no haya sido combatido ni erradicado por las autoridades correspondientes. Sin duda, esto se debe a que existe un telón de fondo: toda una compleja red de relaciones basadas en una cultura patriarcal, pro-fundamente machista, que permite la circulación del dinero y que comparte las ganancias generadas por la explotación sexual de las mujeres.

En otro estudio realizado en la misma comunidad, Calderón (2001) encuen-tra que la prostitución es una forma de poliginia y que en esa comunidad es bien vista, mientras las mujeres aporten el producto de su trabajo al grupo doméstico:

Por tanto, la poliginia en esta comunidad en la que además las distintas esposas de un padrote se ocupan como pros-titutas es más una forma de adaptación del grupo domés-tico y la organización social frente al modelo económico consumista y de competencia en el que se ha articulado esta comunidad. El principio de reciprocidad sigue vigente y lateralmente permite a los grupos de padrotes participar en esta distribución recíproca y en la cadena de bienes y

servicios en la comunidad (Calderón, 2001:15).

Las mujeres son de otros pueblos distintos al del proxeneta. Éste utiliza “el robo de la novia”, dos meses después de que él le propone a su esposa tra-bajar como prostituta en la ciudad, debido a la carencia económica. El hom-bre, después de la primera esposa que ya trabaja como prostituta, busca a más mujeres de otros poblados para incrementar su capital económico y su prestigio social frente a otros padrotes. Las mujeres, cuando no traba-jan, se ocupan de las labores domésticas y del cuidado de los hijos de su cónyuge-poligínico en un sistema cíclico de “descanso laboral”. En la casa del padrote, la mujer que tiene más peso es la suegra, madre del padrote (Calderón, 2001).

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Los padrotes del estado de Tlaxcala, una vez que efectuaron el robo, suelen alejar a la mujer de su familia, a través de promesas de amor y ro-mance (decirles por ejemplo que van a comprarles casas, autos y que van a amarlas siempre), hasta que la van dejando sin lazos sociales. Inclusive, al-gunos padrotes de manera estratégica llevan regalos a la familia de la chica, haciéndoles creer que su hija se encuentra en buenas manos. No obstante, los padrotes recurren a la violencia para mantener a las mujeres en la situa-ción de explotación. Desde chantajes como “si realmente me amaras, sí lo harías”, hasta amenazas a ellas de quitarles la vida, golpearlas, quitarles a sus hijas e hijos o lastimar a su familia.

Así, Montiel (2009) y Vargas y Fernández (2011) aseguran que la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual, de la manera en que sucede en el estado de Tlaxcala, es una forma de expresión de los privilegios patriarcales conforme a intereses masculinos. Las mujeres son mercancía con fi nes de satisfacción de los deseos sexuales de los hombres, situación que les coloca con mayor facilidad como blanco de violencia. El que los padrotes se refi eran a las mujeres que explotan como “negocio” y usen los términos “chamba” u “ofi cio” para hacer referencia al delito de explotarlas, da cuenta de la cosifi -cación de la cual estas mujeres son objeto.

En el modo de “hacerse” padrotes, los propios entrevistados de Montiel se-ñalan que “uno tiene que tener la sangre fría, pues uno como ‘hombre’ puede engancharse emocionalmente con alguna de las mujeres que explota y así perder su ‘negocio’”. Parece ser que el saberse vulnerables ante las mujeres aún les otorga un carácter de pasividad que deben controlar y combatir en su estatus de hombre, por ello deben “matar el sentimiento”. La extensión del control masculino se hace evidente en las declaraciones que narra el au-tor, puesto que sus informantes hablan de tener redes tan extensas que lle-gan hasta Europa y Asia, como formas de demostrar la verdadera hombría.

No obstante estas características de evidente explotación-delito, los in-formantes de Montiel viven esta actividad como cualquier otro ofi cio, una actividad que debe ser aprendida a lo largo de tiempo, que requiere de un maestro que guíe el trabajo. De hecho, una de las condiciones para ser ense-ñado a ser padrote es tener a una mujer que explotar.

Por otro lado, Vargas y Fernández (2011) dan cuenta de cómo el sistema gu-bernamental se colude con las redes de trata, pues es común la práctica de compra de jueces y otros agentes de justicia. Señalan que a pesar de que existe una ley que prohíbe y penaliza la práctica de trata, las organizaciones civiles del estado de Tlaxcala alertan que esta práctica va cada día en au-mento, no en descenso.

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Los textos aquí analizados dan cuenta de las características de los hombres que “trabajan” sexualmente a las mujeres, así como de las maneras en que llegan a reclutarlas y mantenerlas en el negocio. Contrario a creencias co-munes, los hombres proxenetas provienen de todo tipo de estratos socio-económicos, niveles educativos y presentan una gama amplia de edades. Esto no signifi ca que factores como la precariedad y la pobreza no sean condiciones que faciliten la entrada al proxenetismo, sino que no son sufi -cientes para ello. Los textos también dan cuenta de la forma en que explo-tan a las mujeres; independiente de la manera en que se haga, todos tienen en común el fraude y el engaño hacia las mujeres, así como el uso de es-trategias culturales vinculadas al amor y al romance para engancharlas para posteriormente ejercer el uso descarado de todo tipo de violencia.

Los hombres que trabajan en el comercio sexual: víctimas diferentes

Tres artículos del universo completo de textos estudiaban de manera cerca-na a los hombres que ejercen labores sexuales. Estos documentos no podían ser más opuestos. Dos de ellos analizan a los trabajadores sexuales de países en el primer mundo: uno de trabajadores sexuales de la provincia de Quebec en Canadá (Dorais, 2004) y otro en Estados Unidos; mientras que el tercero da cuenta de la explotación sexual que viven niños y adolescentes varones en Guatemala (Villarreal, s.f.).

El primer documento mencionado concluye que son cuatro las causas prin-cipales por las que un hombre joven llega a dedicarse al trabajo sexual. La primera es la denominada “deriva”, en donde, por cuestiones de uso de sustancias y pobreza, el joven encuentra en la prostitución un ingreso rápi-do para comprar más drogas. Este es el grupo que se identifi ca como más vulnerable, pues es usuario de drogas intravenosas y suelen vivir en condi-ciones de marginación y pobreza, situaciones que los coloca con mayores probabilidades de adquirir alguna infección de transmisión sexual (ITS) y el VIH. La percepción que tienen de sí mismos es negativa, se consideran con muy baja autoestima, casi como objetos; han estado en la cárcel y han llega-do incluso a robar. El segundo perfi l de trabajadores sexuales masculinos es “el sobresueldo”, en donde el trabajo sexual representa un trabajo ocasional para aumentar los ingresos de los jóvenes. De hecho, muchos de ellos no se identifi can con el trabajo sexual, es decir, no lo consideran parte importante de sus vidas; suelen tener familia, hijas e hijos y esposa, a quienes ocultan este tipo de actividad. La tercera causa que deriva en otro perfi l es el de “la pertenencia”, es decir, aquel escenario en donde la prostitución ya existía para el joven o ha llegado a ser parte de “su familia”. En muchos de estos ca-

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sos, son hijos de una mujer prostituta o un padre bailarín exótico o algún ofi -cio similar; en otros casos, fueron expulsados de su hogar (por ejemplo, por ser homosexuales) y consideran su trabajo algo honorable. El último perfi l es “la liberación”, en cuyo caso, los jóvenes consideran que el trabajo sexual signifi ca una forma de realización personal.

El autor ubica ciertos espacios donde se da el trabajo sexual masculino: en la calle, baños públicos y en bares nudistas. Tales espacios representan dos tipos de prostitución muy distintos. Estar en la calle signifi ca una forma baja y degradante de trabajo sexual, pues son los jóvenes que cobran menos por sus servicios. En cambio, los hombres nudistas o acompañantes son los que pertenecen a un negocio establecido y cerrado, en donde es posible cobrar más. Sin embargo, ambos espacios de prostitución comparten algunos as-pectos, pues el trabajador sexual cobra a partir del servicio solicitado, de su físico y de la aparente capacidad económica del cliente.

En el caso del trabajo sexual en espacios cerrados, también existe el trabaja-dor acompañante. Se trata de hombres que ofrecen sus servicios en revistas y periódicos o a través de alguna agencia (que retiene un porcentaje). Los clientes entran en contacto con ellos a través del teléfono y suelen tener encuentros sexuales en moteles, hoteles y baños saunas. Koner y sus co-laboradores (2010) analizan a acompañantes masculinos en Estados Uni-dos y coinciden en que deben mantener sus prácticas homo-eróticas en lo clandestino, pues rompe con las normas heterosexuales, lo cual los coloca en un espacio de vulnerabilidad para la discriminación. No obstante, estos hombres valoran su trabajo ya que les permite ser independientes y tener un ingreso económico de buena calidad.

A diferencia del trabajo sexual de hombres en Canadá, en Guatemala la rea-lidad es muy distinta, pues se trata de un país por el que transitan y desde donde se expulsan migrantes. Las condiciones de pobreza del país generan una estructura que facilita la explotación sexual de niños y adolescentes varones. Según los resultados de este artículo (Villarreal, s.f.) existen por lo menos dos adolescentes explotados sexualmente por cada hombre traba-jador sexual y cuyas edades oscilan entre los 15 y 17 años. Niños y adoles-centes suelen ser recluidos de centros comerciales y escuelas o son víctimas de trata de personas, migrantes que viajan de otros países centroamerica-nos y son llevados a Guatemala bajo el engaño, la violencia, o con el uso de drogas. Los niños en la calle (como niños en riesgo de calle o niños que trabajan o viven ya en ella), o niños que viven con sus madres prostitutas o que son migrantes, son también blancos muy atractivos para los explotado-res. La autora identifi ca varios escenarios donde se lleva a cabo el trabajo o

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explotación sexual que a menudo suelen estar enlazados como son: bares, restaurantes y saunas; espacios de prostitución de mujeres, homosexua-les y trans. Los niños y adolescentes que se encuentran en esta situación también suelen ser utilizados para producir pornografía, inclusive, la autora menciona que una importante parte del material pornográfi co que encontró era producida y distribuida por los propios adolescentes. Save the Children Suecia (2004) también encuentra que los niños y adolescentes que trabajan sexualmente son explotados y provienen de una marcada pobreza, situacio-nes de hacinamiento y de abuso.

Otros estudios (Dorais, 2004; Villareal, s.f.) señalan que este tipo de explo-tación no es denunciada debido a las representaciones sociales alrededor de la misma. Por ejemplo, se considera que este tipo de actividad es como cualquier otra, una forma de ingreso económico; también se considera que debido a que los adolescentes son homosexuales, les gusta este tipo de tra-bajo. Estas representaciones permiten que el trabajo sexual no se dé en la clandestinidad, como sucede con el trabajo sexual masculino en Canadá. Asimismo, parece ser que los adolescentes ingresan a esta forma de obte-ner dinero tanto de manera voluntaria como coaccionada y son mantenidos ahí a través de una estructura de engaños que les hace pensar que están ahí por su propia voluntad. Por ejemplo, los explotadores los inician en el consu-mo de drogas, hasta volverlos dependientes de la misma y los convencen de prostituirse a cambio de más droga. También sucede que son extorsionados por los clientes o trabajadoras trans, que piden prestado dinero y nunca se lo devuelven, impidiendo que el migrante pueda continuar su camino hacia Estados Unidos o México, o que la persona guatemalteca regrese a su lugar de origen.

Los riesgos a los cuales se enfrentan niños y adolescente explotado son altos y variados. El primero es la violencia, misma que parece acechar en cual-quier rincón, se ha documentado una gran cantidad de notas periodísticas que dan cuenta de que han sido atacados en la calle por los clientes o por personas homofóbicas que pasan por la zona disparando armas de fuego. En muchas ocasiones estos ataques son mortales pues la intención es exter-minarlos. Las condiciones reportadas en este segundo texto guardan mucha similitud con la explotación sexual que se hace de mujeres, como se reporta en las secciones anteriores. Sobre todo se asemejan las maneras con las que se recluta a las y los jóvenes y en las estrategias que se usan para mantener-les en dinámicas de explotación sexual.

Los dos textos encontrados sobre el trabajo sexual de varones son radical-mente distintos, mostrando realidades muy disímbolas. Por un lado, en un

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país del primer mundo, parecería que los hombres que se dedican a algún tipo de trabajo sexual escogen su labor y tienen ingresos signifi cativos a par-tir de ello. Sin embargo, este tipo de trabajo se mantiene en lo clandestino. Aquí operan reglas y normas de la masculinidad hegemónica, pues la cultu-ra de género no acepta las prácticas sexuales entre dos hombres. Inclusive los hombres acompañantes que reporta Dorias (2004) no aceptan abierta-mente que tienen relaciones sexuales con sus clientes, puesto que esto los rebajaría de su estatus de “hombre”. Los hombres deben ser cautelosos con cómo ostentan y llevan a cabo su profesión.

Por otro lado, en un país del tercer mundo, Guatemala, el trabajo sexual de varones adolescentes y niños se da bajo el esquema de explotación por par-te de otros hombres que se aprovechan de las condiciones de vulnerabili-dad de sus víctimas, sobre todo, pobreza y migración. Los enganchan en el trabajo sexual a cambio de poco dinero, comida o drogas. Debido a que el trabajo sexual se realiza en zonas donde es común, éste no suele ser bajo el velo clandestino. No obstante, este tipo de trabajo guarda similitud con un aspecto del trabajo sexual en Canadá, con el perfi l denominado “la deriva”, pues en ambos casos se comparte la pobreza y la situación de calle. La dife-rencia con respecto a Guatemala es que la violencia masculina casi no está presente en Canadá. En el primero es común que los adolescentes sean vícti-mas mortales de ataques por quienes los explotan, por clientes o incluso por mujeres en contextos de prostitución. Así, en ambos territorios operan nor-mas de género masculinas, pero de diferente forma y, debido a que se trata de culturas diferentes, la expresión de las normas es distinta. En Guatemala parece que se corre mucho más riesgo de ser explotado que en Canadá.

Un tercer artículo analiza una revisión de documentos y textos sobre tra-bajadores sexuales, tanto hombres como mujeres (Weitzer, 2005). El autor encuentra diferencias importantes entre el trabajo sexual ejercido por hom-bres y el ejercido por mujeres. Señala que los hombres se involucran de una forma más esporádica y temporal en el trabajo sexual que las mujeres; que son menos dependientes de los ingresos que tienen del trabajo sexual; que se mueven más entre el tipo de prostitución (en la calle, en bares, en salo-nes de masaje, independientes, entre otros); son más propensos a defi nir su orientación sexual como heterosexual a pesar de mantener prácticas homo-eróticas; menos probabilidad de haber vivido abuso sexual infantil, menos probabilidad de haber sido coercionados a la prostitución; suelen tener ma-yor control sobre su trabajo sexual debido a que no hay proxenetas que los exploten; sentirse más satisfechos por su trabajo y ser menos propensos al arresto por parte de la policía, debido a la homofobia policial (que los man-

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tiene alejados). Según estos datos, parecería que los trabajadores sexuales gozan de ciertos privilegios en comparación con las mujeres en contextos de prostitución mujeres ya que existen menos vigilancia y control sobre el trabajo sexual masculino. Esta vigilancia proviene de los proxenetas, de las leyes, de las autoridades judiciales, de la academia y de las organizaciones sociales mismas.

Weitzer (2005) analiza la forma en que el feminismo ha tergiversado la ex-periencia de la prostitución femenina, debido a que se suele estudiar un sólo tipo de prostitución que coloca a las mujeres en condiciones de subordina-ción drástica en comparación con otros tipos de trabajo sexual. No obstan-te esta declaración, el autor hace evidente que los hombres trabajadores sexuales no suelen vivir en condiciones de subordinación. Podría decirse que se trata de dos mercados distintos, donde las reglas de género operan de forma binaria para hombres y para mujeres, siendo las segundas las que es-tán en mayor riesgo de padecer violencia (física, sexual, económica y psico-lógica), caer en la dependencia de drogas y sustancias, provenir de una vida de marginación y pobreza y ser estigmatizada.

No obstante, todo esto únicamente es cierto para el trabajo sexual mascu-lino que se ejerce en países del primer mundo, pues como hace evidente el trabajo de Villarreal (s.f.), las condiciones de vida de los niños y adolescentes explotados en un contexto como el guatemalteco, son muy similares a las de las mujeres. Esto puede deberse al carácter “femenino” que se les otorga desde ciertos imaginarios, además de las diferencias culturales propias de un país desarrollado. Así, parecería que existen dos condiciones preponde-rantes para el hombre trabajador sexual: la primera es la entrada al mundo del trabajo sexual por voluntad propia, pero que requiere de clandestinidad y secretismo pues su ofi cio rompe con las normas más estrictas de la mas-culinidad; y la segunda, donde por condiciones de vida como pobreza y dro-gadicción o violencia explícita, hombres y adolescentes se ven obligados a practicar la venta de servicios sexuales para sobrevivir.

Intervenciones con hombres: un camino todavía por andar

Con base en lo analizado de la información acopiada para este estado del arte, las intervenciones se han centrado sobre todo en dos aspectos: la mo-difi cación a leyes y normatividades estatales por un lado, y la instrumenta-ción de programas de reeducación (ya sea por parte del gobierno o del tercer sector) por otro.

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Los primeros países en comenzar a penalizar la compra de servicios sexuales fueron los nórdicos, específi camente Suecia en 1999 y luego Noruega, Fin-landia y Sudáfrica en 2009. Estados Unidos ha implementado el programa llamado “John Schools”, que consiste en una estrategia reeducativa a través de la cual un hombre detenido por contratar o solicitar servicios sexuales, debe tomar un curso de sensibilización, en lugar de cumplir con la conde-na en la cárcel o a través de multas (Flood, 2009). Las evaluaciones sobre este tipo de programas son muy pocas y sobre todo, documentan que los hombres que acuden con mujeres en contextos de prostitución de manera frecuente tienen pocas probabilidades de dejar de hacerlo, a pesar de que se llevan aprendizajes importantes (Hughes, 2004). En cambio, los hombres que solicitan esos servicios esporádicamente o poco, sí registran cambios actitudinales signifi cativos, reportando que será poco probable que vuelvan a acudir con una prostituta.

Sólo dos de los textos encontrados hacen una evaluación del modelo “John School” en Estados Unidos (Monto y García, 2001), encontrando que el pro-grama no tiene un efecto claro sobre el volver a acudir (o no) con mujeres en contextos de prostitución. En cambio, el ser arrestado por intentar contra-tar los servicios de una prostituta disminuye la reincidencia en 70 por cien-to (Brewer y cols., 2007). Por su parte, Mayo (2011), encuentra que en este tipo de intervenciones, si bien se intenta reducir la demanda por los servicios sexuales, existen mensajes sobre raza, género y sexualidad en la sociedad norteamericana, que de manera implícita también normalizan las identida-des patriarcales, racistas y heterosexistas en términos de producción y re-producción.

Las evaluaciones señalan que estos programas usan “ritos de vergüenza” como método pedagógico, lo cual consiste en apelar a la exhibición del pro-pio hombre. Es decir, más allá de intentar comprender las normas mascu-linas que operan en la compra de servicios sexuales, como la cosifi cación y abuso de la mujer, apelan a lo que puede afectarle directamente al hombre. Al hacer esto, se enfatizan los riesgos que tiene para el hombre acudir con mujeres en contextos de prostitución pero quedan intactos los mecanismos que activan la sustancia del delito: el sistema de creencias y mandatos ma-chistas que les llevan a justifi car, naturalizar e invisibilizar su actuación (Hug-hes, 2004 en Flood, 2009; Ricardo y Barker, 2008).

Por su parte, Ricardo y Barker (2008) recurren a la literatura para analizar qué programas de intervención han sido útiles en la disminución y erradica-ción del consumo de servicios sexuales. En general, resaltan los programas e intervenciones sobre masculinidades y género, más que aquellas interven-

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ciones específi cas para criticar el trabajo sexual. La evidencia disponible so-bre las intervenciones con hombres indica que éstos sí son capaces de cam-biar sus creencias y conductas hegemónicas. Las intervenciones enfocadas en la prevención de la violación, por lo menos en Estados Unidos, han sido efectivas y se centran en cuestionar las masculinidades y normas sociales relacionadas con el género y la sexualidad. Así, recomiendan intervenciones de larga duración, a edades tempranas y con énfasis en la construcción de la sexualidad, así como en la empatía de hombres hacia mujeres para generar los cambios; además de intervenciones mediáticas y comunitarias más am-plias que permitan generar cambios sociales y no sólo grupales o individua-les, aspectos en los que también coinciden otros autores (Salas y Campos, 2004).

Villarreal (s.f.), después de realizar una investigación en Guatemala sobre la explotación sexual de niños y adolescentes varones, señala una serie de recomendaciones a modo de intervención en cuatro áreas: comunicación, formación, sensibilización para con las autoridades e investigación. Señala que se requiere generar acciones públicas para que, a través de los medios masivos de comunicación, se eduque sobre leyes en materia de violencia se-xual y se reduzca la tolerancia a la explotación sexual; formar a niñas, niños y adolescentes, personal de bares, discos, saunas y escuelas en sexualidad y violencia sexual; que las autoridades lleven a cabo una protección integral; y, fi nalmente, realizar más investigación en el campo.

En la revisión de la literatura acopiada, sólo encontramos un documento realizado en México que da cuenta de alguna intervención con hombres con fi nes de reducir y eliminar la demanda de servicios sexuales y la producción de proxenetas. Dicho documento no refi ere autoría, ni ofrece datos de la institución de procedencia, o de cómo y en dónde ha sido practicado, tam-poco de los resultados obtenidos. Sin embargo, se pudo analizar el conte-nido de la intervención dándonos cuenta de que la atención se centra en la construcción de la masculinidad hegemónica y la manera en que ésta llega a afectar a todos los hombres, específi camente en el área de la sexualidad y la violencia. Dedica una parte importante a comprender qué es la violencia y sus diferentes tipos, así como a defi nir qué es la prostitución y las conse-cuencias que tiene. Finalmente, intenta construir una forma alternativa de ser hombres, apelando a la igualdad y a la apertura emocional.

Yen (2008), por su parte, argumenta que a través de la reeducación y una perspectiva abolicionista, se podría erradicar con la trata de mujeres. Usa los ejemplos de Suecia y la provincia de Victoria en Canadá, donde legaliza-ron la prostitución y tuvieron como resultado un aumento en la demanda,

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con incremento de daños y la generación de otros problemas, como nuevas formas de ilegalidad. Yen considera que el segundo paso debe ser la inter-vención educativa como las experiencias de San Francisco y Portland. Final-mente, recomienda acciones a largo plazo que combatan la inequidad de género, a través de la educación y las políticas públicas.

Los datos anteriores dan cuenta de una verdadera falta de investigación so-bre intervenciones en el campo de trata de mujeres con fi nes de explota-ción sexual y de masculinidades en general. Desde nuestro enfoque, no nos queda duda de que un objetivo fundamental para lograr cambios sociales de largo aliento en este tipo de problemas, es la inclusión de temáticas vin-culadas a la construcción social del ser hombre como eje central de las inter-venciones con poblaciones masculinas, sobre todo la de jóvenes. A nuestro parecer, esta es la verdadera forma de lograr cambios culturales orientados a impulsar prácticas de igualdad. Si aseveramos que la masculinidad y sus expresiones son construcciones sociales, entonces asumimos que también son modifi cables y es ahí donde se encuentra la ventana de oportunidad para realizar intervenciones verdaderamente efi caces.

Por otro lado, algunas otras propuestas de intervención se vinculan al traba-jo en políticas públicas y sexuales. Esto implica un trabajo de persuasión y convencimiento por parte de un cierto grupo hacia el gobierno en turno por incluir tal o cual tópico en su agenda. A pesar de que en México y específi ca-mente en el estado de Tlaxcala este es un trabajo que se ha venido haciendo desde hace varios años por una red de asociaciones civiles, no encontramos registros ni documentos que dieran cuenta de ello desde instancias ofi ciales. GENDES posee conocimiento sobre esto gracias a las entrevistas realizadas a representantes de organizaciones civiles del estado, quienes sí nos com-partieron algunos textos que dan cuenta de los procesos que impulsaron para fortalecer el marco legal.

Es gracias a la promoción de políticas que se puede involucrar al Estado y al gobierno en la problemática que se pretende confrontar. El avanzar en ambas líneas es entender a los hombres, en general, como un sujeto social que también requiere de programas preventivos y de atención, para el cual se requiere de la construcción de políticas en el campo de la sexualidad y desde las masculinidades. Pareciera, entonces, que la difi cultad radica ahí, pues desde el poder, desde la partidocracia en la que estamos inmersos y que mueve los hilos de los espacios en los que se toman decisiones, así como desde las acciones que de ese juego político emanan, parece, más que in-necesario, imposible concebir a los hombres como “sujetos vulnerables” o susceptibles de convertirse en agentes de cambio social desde modelos de

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intervención que fortalezcan su responsabilidad, confi nándolos con mayor frecuencia sólo como merecedores del castigo de la fuerza pública. No nos referimos en esta parte a quienes optan por participar en redes delictivas y corruptas que sostienen el problema de la trata de personas, pues a todas lu-ces éstos se involucran en una serie de delitos que merecen ser penalizados, sino a hombres comunes que, por inercia del mandato patriarcal, son sus-ceptibles de participar en el consumo de cuerpos sin necesariamente estar conscientes de poder distinguir entre la prostitución y la explotación sexual.

De tal forma que las propuestas de intervención se pueden agrupar en dos grandes conjuntos: culturales (reeducativas) y políticas. Las primeras están orientadas a impulsar procesos de cambio y refl exiones en las poblaciones que podrían consumir servicios sexuales, ser víctimas de redes de explota-ción, o inclusive delinquir como padrotes. Las segundas son propuestas que buscan confrontar al gobierno sobre la problemática y lograr que éste se in-volucre con mayor efi cacia en la regulación, control y penalización de los delitos. Aquí la cuestión es preguntar cómo se pretende regular el fenóme-no. Hasta ahora, la experiencia ha evidenciado que la regulación se orienta hacia el castigo de las y los involucrados, dejando a un lado la prevención y el cambio cultural.

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Terminando para empezar: conclusiones

Los textos analizados dejan clara una de las formas más contundentes y nocivas del

ejercicio de poder constante de los hombres sobre las mujeres: la ex-plotación de cuerpos para el consu-mo sexual es una cruel manera de percibir y usar a las mujeres como objetos sexuales al servicio de los hombres. Estamos hablando pues de un fenómeno que evidencia una relación de poder que genera gran-des desigualdades entre seres hu-manos. Si bien las raíces culturales que sostienen este ejercicio de po-der son ancestrales y permean ám-bitos, regiones geográfi cas y perso-nas en todo el orbe, lo cierto es que pueden erradicarse si se fomentan formas diferentes de construirnos como hombres, formas que permi-tan activar el ejercicio de nuestra responsabilidad, desechando ideas machistas y sexistas para compartir desde ángulos positivos, respetuo-

sos, sensibles, equitativos, igualita-rios y no violentos.

Haber realizado este estado de la cuestión nos ha permitido acceder a varios hallazgos que podemos considerar como puntos de partida para el desarrollo de nuevos retos. En un primer corte desde nuestra mirada institucional, podemos afi r-mar que la trata de personas con fi nes de explotación sexual no sólo permite observar la desigualdad entre hombres y mujeres, sino tam-bién los diferentes posicionamien-tos que pueden tener los mismos hombres frente a la masculinidad hegemónica (Connell, 1995) entre distintos grupos de hombres. Aquí algunos argumentos para docu-mentar esta aseveración:

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• En primer lugar, y contra lo que se suele pensar, no todos los hombres buscan satisfacer su vida sexual a través de la compra de servicios sexuales, para algunos –los menos– no se encuentra ahí el cauce adecuado para su desarrollo, pues requieren de un vínculo afectivo que les lleva a optar por parejas o relaciones estables, esto implica el respeto del cuerpo de las personas con las que se involucran, lo que los hace ser considerados por otros –desde el modelo de la masculinidad hegemónica– como “hombres sensibles”, por tanto, “menos hombres”.

• En segundo término, para otros hombres las experiencias iniciales en ese terreno fueron simplemente desagradables y no desean retomar esos encuentros.

• En tercero, debido a que las mujeres explotadas en contextos de prostitución requieren de un intercambio monetario, muchos sujetos simplemente no tienen posibilidades de acceder a tales servicios por su costo, toda vez que las condiciones de vida limitan que ciertos grupos de hombres (como indígenas, desempleados u hombres de la tercera edad sin recursos) tengan el poder adquisitivo para pagar los servicios de mujeres en contextos de prostitución.

Por otro lado, el análisis de la información acopiada nos permite distinguir por lo menos tres tipos de hombres involucrados en la explotación sexual de manera directa: el que consume, el que explota y el que se prostituye (sea como víctima o por decisión propia). Así, pareciera que la jerarquía patriarcal también aplica entre estos grupos de hombres.

Continuando con el último enunciado del párrafo anterior, son los explota-dores quienes constantemente ejercen un poder en sus relaciones sociales, aprenden y hacen propias diversas formas de hegemonía a través de la so-cialización y de los recursos culturales propios de su contexto. El proxene-ta, padrote, tratante, lenón o explotador asume la facultad de determinar la vida y el destino de las mujeres que explota. Ese hombre entiende a las mujeres y sus cuerpos como un bien mercantil, disponible, intercambiable, desechable. Por otra parte, siguiendo las consideraciones que sustentan el marco legal orientado a erradicar la trata, el padrote se ha convertido en un sujeto perverso y no deseado en la sociedad. Sin embargo, en el con-

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texto mexicano, y específi camente en el tlaxcalteca, el padrote es un sujeto bien conocido que incluso llega a ser admirado, pues ostenta poder y bienes que pocos hombres logran obtener. Así, se encuentra una falsa disyuntiva en la presentación de este personaje: pareciera representar el modelo de un hombre hegemónico triunfador, poderoso, rico, emprendedor y capaz de incidir incluso en el ámbito político, cuando en realidad es un delincuente que, aprovechándose de la vulnerabilidad extrema de sus víctimas, ha logra-do un esquema tramposo de poder que precisa ser castigado en vez de ser exaltado. Lo anterior nos lleva a considerar a otras masculinidades cómpli-ces que en ciertos ámbitos solapan y contribuyen a mantener este esquema de explotación: destacaríamos a los funcionarios corruptos que en vez de actuar éticamente, se prestan a la re-victimización de las mujeres afectadas desde la omisión, pasando por aquellos agentes velados (taxistas, cuidado-res, responsables de hoteles, meseros, cantineros, etc.) que, siendo testigos directos de muchas situaciones que afectan vidas concretas, participan de las ganancias mediante un silencio que no les exime de responsabilidad.

El consumidor (o cliente) por su parte es un hombre típico “promedio” que en ocasiones –según lo que refl ejan varios estudios– no goza o disfruta de sus hazañas sexuales con mujeres explotadas. Sin embargo, habrá que ver si eso se debe a la conciencia que tiene sobre la historia de la mujer y sus derechos, o simplemente se debe a un malestar emocional ocasionado por la experiencia contradictoria con su ejercicio de poder en ese contexto. No obstante, el grueso de la investigación señala al consumidor como un eje fundamental en el fenómeno de trata de personas. La lógica feminista sos-tiene que sin la demanda, no existiría la oferta sexual. En otras palabras, tan-to la trata, como la explotación y la prostitución, pasan por un proceso que implica el intercambio de bienes. El hombre que consume servicios sexuales también se ve permeado por la cultura de género y comprende la sexualidad como un espacio de ejercicio de poder sobre las mujeres, independiente-mente de que logre o no distinguir entre prostitución y trata de personas. Los estudios señalan la sexualidad masculina como una práctica orientada a la penetración, con fi nes eyaculatorios y centrados en el placer genital, donde el cariño y las prácticas sexuales no siempre se enlazan. Esta cons-trucción de la sexualidad masculina sostiene entonces una búsqueda por ciertas actividades sexuales con personas percibidas como objetos, es decir, las mujeres en contextos de prostitución. Por último, los hombres perciben a dos tipos de mujeres. Primero, la mujer honorable con la cual se comprome-ten en una relación amorosa a largo plazo y aquella mujer-objeto-prostituta, pues muchos hombres recurren a las segunda por temor a pedirle a su pareja realizar ciertas prácticas sexuales.

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La ley parece no considera este tipo de agentes que participan en forma indirecta con el fenòmeno

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En el marco legal mexicano el hombre consumidor de servicios sexuales es ahora un sujeto digno de castigo. Pareciera entonces que para nuestros legisladores la política sexual debe orientarse a restringir las actividades sexuales de hombres que contribuyen a una construcción desigual entre hombres y mujeres. Lo anterior, que en un primer vistazo parece indiscuti-ble, en los hechos sostiene la perspectiva de que el hombre siga siendo, para los políticos y sus modos de resolver, un ser con deseos sexuales incontrola-bles que requiere de ser regulado y castigado, más que reeducado, tal como lo sugieren también algunos de los textos revisados.

El tercer “tipo” de hombre es aquel que está involucrado en el ejercicio de la prostitución. Sin embargo, parece ser que existen al menos dos subtipos dentro de esta categoría. Por un lado, resaltan aquellos hombres que por “decisión propia” ingresan a este mercado. Estos sujetos pueden vivir otro tipo de empoderamiento, pues gracias a su constitución como hombres (y al poder atribuido en ello), pueden, al menos en apariencia, escoger libremen-te esta actividad. La escasa documentación en torno a ellos sostiene que no hay explotación, ni engaño, ni fraudes evidentes, como es en el caso de las mujeres. No obstante, existen experiencias contradictorias en este perfi l de hombres, pues muchos tienen a otros hombres y a mujeres como clientes y es este carácter de sexualidad homo-erótica lo que los coloca en un pelda-ño abajo en el estigma social, pues el deseo homo-erótico se encuentra por debajo del hetero-erótico en la escala social tradicional, elemento que les lleva, en no pocas ocasiones, a ocultar o a disfrazar su ofi cio ante sus parejas, familiares, amistades y otros vínculos cercanos.

El segundo subtipo se trata de hombres jóvenes, o de niños sobre todo en etapa adolescente, que son empujados a este ejercicio sexual debido a con-diciones sociales como la pobreza, el hacinamiento, la migración trasnacio-nal, el turismo sexual o el consumo de drogas. Aquí los hombres no reportan hacerlo porque gusten practicar este ofi cio, sino porque no encontraron otra salida para su sobreviviencia o porque han sido coercionados para llevarlo a cabo. Estos masculinos viven la opresión del género de una manera similar a como la sufren las mujeres explotadas. Un hallazgo importante apunta que estos hombres son sujetos aún no considerados en el marco legal, toda vez que no son referidos en las leyes como tales.

Así, el hombre, como sujeto activo ante el problema de la trata de personas, es un sujeto fragmentado, capaz de presentarse en diferentes planos y bajo diferentes niveles de dominio y de poder. No existe por tanto ese “hombre” hegemónico y único, pues el sistema de género tiene sus puntos de fuga, espacios donde las normas de género se rompen y quiebran para generar

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o imponer diversas formas de ser. Los textos revisados dan cuenta de las experiencias contradictorias de muchos hombres que pueden ser considera-das como de resistencia a la hegemonía masculina e incluso de cambio hacia formas de masculinidades más justas.

Ahora bien, un análisis cuidadoso de la información presentada permite ver lo que no se dice o no aparece en la literatura revisada. Se trata, por ejemplo, de aquellos hombres y personajes coludidos o involucrados en las redes de trata que no han sido investigados. Hay un vacío en el análisis de personajes como el legislador, el juez, el policía, el taxista, el responsable del hotel, el cadenero del bar, el mesero, el falsifi cador de documentos o incluso el fa-miliar, entre muchos otros, que participan activamente, se hacen de la vista gorda o se coluden en un silencio cómplice cuando se trata de mujeres ex-plotadas pues, también para ellos, pueden ser fuente de ingresos económi-cos. Vargas y Fernández (2011) y Montiel (2009) bien señalan la importancia de estos actores para poder sostener una red de trata.

Así, hablamos de hombres que cumplen, de manera consciente o incons-ciente, con sus pactos patriarcales (Amorós, 1992) y que forman parte de una cultura del silencio (Kimmel, 2008) emanada de las normas de la mascu-linidad tradicional, promoviendo con ello tanto la “naturalización” como la “invisibilización” del problema, al igual que ocurre con la violencia de género en un sentido amplio. Lo que esto signifi ca para efectos de la vida cotidiana es que los hombres, al poseer información sobre las redes y guardar silencio, claramente nos coludimos con la violencia de género. Es en este sentido que la disminución –y eventual erradicación– de la violencia es, en realidad, res-ponsabilidad de todos.

Por otro lado, aunque no esté documentada en los textos aquí revisados, la evidencia verbal por parte de organizaciones civiles de Tlaxcala sugiere que las redes de trata de ese estado se extienden hasta Estados Unidos y Eu-ropa, donde las mujeres son consumidas por hombres blancos, estadouni-denses y europeos, aspecto que nos lleva a considerar un arreglo patriarcal entre el “hombre del Sur” con el “hombre del Norte”. Esto sugiere enton-ces, otro tipo de ejercicio de poder, el de la raza y de la clase. El ejercicio de poder desde la masculinidad no solo incluye al género, sino que abarca también a aquello subordinado a otras categorías, como las mujeres de piel más obscura. Estas relaciones de poder no son exploradas ni sugeridas en la literatura disponible, cuestión que señala otra forma de poder al omitir actores y circunstancias que permiten sustentar la noción de que la trata de personas con fi nes de explotación sexual es, de hecho, un problema global. Interviene, como un elemento fundamental para el fortalecimiento de estas

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redes transnacionales, el uso de las nuevas tecnologías que han facilitado el denominado “turismo sexual”, marcando rutas, zonas y gobiernos que faci-litan tales procesos en el mundo (aspectos sobre los que, una vez más, existe escasa literatura).

Destacan tres visiones teórico-políticas distintas sobre la trata de personas con fi nes de explotación sexual, específi camente de las mujeres. Dichas visiones se confrontan en álgidas discusiones y permean las producciones académicas en torno al tema. En los textos revisados para esta investiga-ción, destaca una visión abolicionista de la trata de mujeres con fi nes de ex-plotación sexual. Esto es, una postura que busca la desaparición del propio concepto de prostitución y, con ello, del trabajo sexual y de la trata. Como señala Joe-Cannon (2006), reglamentar o legislar la práctica de prostitución implica aumentar todas las prerrogativas de las personas involucradas en la industria. Esto quiere decir que aumentaría la demanda y, por tanto, el ejer-cicio del poder masculino.

Por otro lado, en lo aquí revisado sobresale también la postura reglamen-tista, posicionamiento que promueve el control sanitaria y punitivo de las trabajadoras sexuales, más no de los clientes, lo cual contribuye a una vi-sión desigual e injusta entre hombres y mujeres, así como a la estigmatiza-ción de las mujeres en contextos de prostitución. Lo que pudimos observar es que los textos que se apegaban a una visión abolicionista eran aquellos más comprometidos con las causas, metodologías y teorías feministas. En cambio, en los escasos documentos que avalan una visión reglamentista, si bien respaldan sus contenidos con perspectiva de género, su visión es me-nos apegada a la agenda feminista, pues aprovechan poco las nociones de poder y subordinación como conceptos para su análisis.

De forma similar, emerge una visión prohibicionista que sugiere mantener a las mujeres en contextos de prostitución en el clandestinaje, facilitando así su criminalización, detención y, en general, la violencia de género en su contra. En este sentido, la demanda por los servicios sexuales de parte de los hombres tendría que ser igual de clandestina, por lo que sus acciones tam-bién serían dignas de criminalización. Sin embargo, considerando que nos movemos bajo la tutela de una sociedad patriarcal, cabría la pregunta de si en la práctica estos hombres se verían igual de perseguidos que las mujeres en contextos de prostitución.

Sea como sea, nos parece que limitarse a la persecución de las personas im-plicadas en la industria del sexo, no es la solución a los problemas que en ese contexto se generan, puesto que desde el enfoque punitivo se estigmatiza-rían aún más las prácticas y actividades sexuales en general. La cuestión a

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el enfoque punitivo estigmatiza más las prácticas y actividades sexuales en general.

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considerar es que provenimos de un bagaje de normas y reglas referentes a la moralidad que colocan a la sexualidad como un aspecto íntimo y privado de la vida humana, así, se estigmatiza y castiga socialmente a quienes lo hacen público o que rompen con estas normas morales. No obstante estas especulaciones, lo que es una realidad es que en países como Suecia, que ha tomado medidas prohibicionistas, la demanda ha bajado considerable-mente (Hughes, 2004), mientras que, en contraste, en los países donde se ha reglamentado, la demanda ha aumentado (Joe-Cannon, 2006). Pareciera entonces es que lo más atinado es adoptar medidas integrales que penalicen el delito cuando éste tiene lugar, pero que también prevengan los elementos de riesgo que nutren la problemática, y atiendan, desde modelos de inter-vención que apuesten por procesos de refl exión y re-educación, los aspectos sustantivos del fenómeno.

Por la evidencia sostenida en los textos, y tomando en cuenta la cultura de género que impera en nuestro país, desde GENDES consideramos que una visión que procuraría la igualdad entre hombres y mujeres sería un enfoque que promoviera la responsabilidad masculina. Llegar a la abolición del tra-bajo sexual es, antes que nada, una utopía, misma que nos permite aspirar a la meta. Para llegar a esta meta pueden existir diferentes caminos que con-verjan en un sentido de complementariedad.

Desde una tradición moderna del género y del trabajo del tercer sector, te-nemos el convencimiento de que es menester la inclusión de la prevención (tanto de la demanda masculina como de la producción de padrotes) en la agenda de las organizaciones que luchan contra la trata. Esto implica com-plementar con argumentos preventivos las leyes, reglamentos, programas y formas de trabajo desde los sectores gubernamental y no gubernamental. A su vez, signifi ca evaluar las intervenciones de prevención llevadas a cabo desde diferentes sectores, pues tal ejercicio permitiría conocer la efi cacia, efi ciencia y profundidad con que funcionan.

Por otro lado, la intervención desde procesos re-educativos también debe ser tomada en cuenta en la misma agenda. Como ya hemos asentado, con-sideramos insufi ciente trabajar desde enfoques que únicamente restrinjan, penalicen y castiguen el consumo de los servicios sexuales, pues esto no genera un cambio cultural ni ideológico. Por tanto, es necesario incluir otras formas de refl exión (las modalidades pueden ser campañas, materiales de difusión o espacios vivenciales, entre otras) tanto para hombres consumi-dores como para potenciales explotadores (se pueden diseñar procesos de intervención incluso para proxenetas en los penales), así como medidas de prevención para ciertos perfi les de hombres susceptibles de caer como víc-timas de las redes de trata.

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Introducir el componente ideológico cultural, como el contenido que las creencias generalizadas le otorgan al fenómeno jurídicos y de los derechos humanos de las personas.

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Desde una visión post-estructuralista la promoción de la responsabilidad masculina signifi caría otra cosa por completo, pues tal enfoque implica una revisión y deconstrucción discursiva del propio fenómeno de trata de mu-jeres. La propuesta queer sería una herramienta útil para este análisis, toda vez que en ella se propone una revisión crítica de todas las formas normati-vas de la sexualidad. El trabajo desde ahí signifi caría entonces reconocer la historia del fenómeno de trata con fi nes de explotación sexual como parte de una cultura particular que nace para disminuir el estado de pobreza de muchas familias, pero gracias a una estructura de género particular. Por tan-to, la trata de personas se vuelve un componente de un problema sistémico. Así, considerando que apenas muy recientemente es que ha surgido la po-sibilidad de diálogo entre la sociedad civil y el Estado, a través de la discu-sión de las leyes para normar un fenómeno que se ha mostrado por siglos en nuestro territorio (si bien en formas diversas), y a pesar de que ese diálogo ha sido complicado y con pocos resultados, el acercamiento en sí mismo representa también una ventana de oportunidad.

Desde ambas posturas, la moderna y la post-estructuralista, la meta de abo-lir la prostitución se ve lejana, pues su alcance implica transformaciones ra-dicales a las normas del “deber ser”, tanto para los hombres como para las mujeres. Como mencionamos al principio de este texto, GENDES se com-promete con la causa y visión feminista, intentando coadyuvar en el logro de esa transformación social que coloque a hombres y mujeres en un plano de justicia e igualdad. No obstante, desde nuestra visión institucional con-sideramos que el trabajo hecho hasta este momento es aún muy limitado.

Para nosotros, el trabajo, sea desde la trinchera que sea, signifi ca promover y colocar la “responsabilidad masculina” como un eje central en el plano de la agenda social. Es decir, consideramos pertinente aliarnos con todo tipo de fuerzas desde cualquiera de los enfoques comprometidos con un cambio social sustentado en la perspectiva de género con énfasis en una revisión crí-tica de las masculinidades tradicionales, para así hacer visible que existimos hombres dispuestos a romper con el modelo tradicional de la masculinidad hegemónica y que buscamos hacernos responsables por los pactos y privi-legios patriarcales de los cuales hemos gozado, a fi n de transformarlos en manera justas e igualitarias de relación.

Así, nuestro empeño institucional, traducido en el ofrecimiento de servicios permanentes para hombres dispuestos al cambio, en intervenciones comuni-tarias tendientes a promover cohesión social, en campañas de comunicación social diseñadas para mover a la refl exión y en nuestras –todavía– incipientes incursiones para incidir en las políticas públicas mediante propuestas que

joelcaromolina
Highlight

83· El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

buscan aportar elementos factibles para la transformación estructural, en-tre otras estrategias, se orienta a activar esa responsabilidad masculina con una visión de género feminista, pero sobre todo, congruente en los hechos de la vida cotidiana.

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85· El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

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89· El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

Anexo:lista de referencias revisadas

Autores/as

Anderson, B.; O’Connel, J.

Bachar, K.

Brewer, D.D., Potterat, J.J., Muth, S.Q., Roberts, J.M., Dudek, J.A., Woodhouse, D.E.

Calderón, L. M.

Título

Is Traffi cking in Human Being Demand Driven?

Final Report on the Evaluation of the First Off ender Prostitution Program

Clients of Prostitute Women: Deterrence, Prevalence, Characteristics, and Violence

Parejas de Prostitutas-Proxenetas y Roles de Pareja en una Comunidad Rural

Revista/editorial

International Organization for Migration

National Institute of Justice

US Department of Justice

Ponencia presentada en la Mesa: Nuevos Programas y Cambios en Salud Reproductiva de la Población Mexicana. IV Reunión del Somede, México.

Año

2003

2008

2007

2011

90 · El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

Autores/as

Chanquía French, Diana.

Church, S., Henderson, M., Bernard, M., Hart, G.

Della Guista, M., Di Tomaso, M.L., Stron, S.

Donoso, C., Matus, C.

Dorais, M.

Flood, M.

García Vázquez, N.J., Gaxiola Baqueiro, E.G., Guajardo Díaz, A.

Gibbens, T.C.N., Silberman, M.

Título

Discursividad Masculina sobre la Prostitución: el Cliente de La Merced

Violence by Clients Towards Female Prostitutes in Diff erent Work Settings: Questionnaire Survey

Another Theory of Prostitution

Trayectorias y Simultaneidades: una Mirada desde la Subjetividad de Jóvenes Clientes de la Prostitución a la Construcción de la Identidad Masculina

Intimidad en Venta: ¿Cómo se Llega a ser Trabajador Sexual?

Men’s Role in Sexual Violence and Exploitation in Prostitution and their Prevention

Movimientos Transfronterizos México-Estados Unidos: Los Polleros como Agentes de Movilidad

The Clients of Prostitutes

Revista/editorial

En Bautista López, Angélica Elsa Conde Rodríguez, coordinadoras, Comercio sexual en La Merced: una Perspectiva Constructivista sobre el Sexoservicio, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.

BMJ

Henley University of Reading, School of Economics

En Olavarría, J., y Parrini, R. (ed) Masculinidad/Es, Identidad, Sexualidad y Familia

Desacatos

Global Symposium on Engaging Men and Boys in Achieving Gender Equality

Confi nes

British Journal of Venereal Diseases

Año

2006

2001

2004

2000

2004

2009

2007

1960

91· El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

Autores/as

Giobbe, E.

Gleeson, K.

Gómez Suárez, A., Pérez Freire, S.

González, M.

Holt, T.J., Blevins, K.R.

Hughes, D.M.

Hughes, D.M.

Joe-Cannon, I.

Jones, S.V.

Kennedy, M. A., Klein, C., Bristowe, J.T.K., Cooper, B.S., & Yuille, J.C.

May, T., Harocopos, A., Hough, M

Título

A Comparison of Pimps and Batterers

Budging Sex—What’s Wrong with the Pimp?

Prostitución en Galicia: Clientes e Imaginarios Femeninos

Consumo de Mujer: las Mujeres en Situación de Prostitución

Examining Sex Work from a Clients Perspective: Assessing Johns using Online Data

Best Practices to Address the Demand Side of Sex Traffi cking

The Demand for Victims of Sex Traffi cking

Compendio sobre Demanda Masculina y Prostitución

The Invisible Man: the Conscious Neglect of Men and Boys in the War on Human Traffi cking

Routes of Recruitment: Pimps’ Techniques and Other Circumstances that Lead to Street Prostitution

For Love or for Money: Pimps and the Management of Sex Work

Revista/editorial

Michigan Journal of Gender & Law,

Australasian Political Studies Association Conference

Revista “Estudios Feministas”

http://www.topia.com.ar/articulos/consumo-de-mujer

Deviant Behavior

Women Studies Program, University of Rhode Island

Women’s Study Program, University of Rhode Island

Coalición Contra el Tráfi co de Mujeres

Utah Law Review

Journal of Aggression, Maltreatment and Trauma

Police Research Series

Año

1993

2004

2010

2005

2007

2004

2005

2006

Sin infor-

mación

2007

2000

92 · El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

Autores/as

Mayo, A.E.

McKeganey, N., Bernard, M.

Milner, C., Milner, R.

Montiel Torres, O.

Monto, M.A.

Monto, M.A., Deana, J.

Monto, M.A., García, S.

Morgan, K.A.

Nieto Olivar, J.M.

Raphael, J., Myers-Powell, B.

Título

John Schools as Gender Academies: How Anti-Prostitution Policy Normalizes Gendered and Racialized Identities

Sex Works on the Streets: Prostitutes and their Clients

Black Players: The Secret World of Black Pimps

Trata de Personas: Padrotes, Iniciación y Modus Operandi

Focusing on the Clients of Street Prostitutes: a Creative Approach to Reducing Violence against Women-Final Report

Conceiving as Sex as a Commodity: A Study of Arrested Customers of Female Street Prostitutes

Recidivism Among the Customers of Female Street Prostitutes:Do Intervention Programs Help?

Domestic Human Traffi cking, Pimping, and Prostitution Enforcement in San Diego: A Policy Analysis and Case Study

Dibujando Putas: Refl exiones de una Experiencia Etnográfi ca con Apariciones Fenomenológicas

Interviews with Five Ex-Pimps in Chicago

Revista/editorial

Public Administration Theory Network

Sin información

Tesis de Maestría, CIESAS

US Department of Justice

Western Criminology Review

Western Criminology Review

Tesis presentada en la Facultad de la Universidad de San Diego

Revista Chilena de Antropología Visual

DePaul University, College of Law

Año

2011

1996

1972

2009

2000

2009

Sin dato

2012

2007

2009

93· El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

Autores/as

Ricardo, C., Baker, G.

Romero Melgarejo, Osvaldo

Rubio, M.

Serrano Zavala, A.

Sin información

Sin información

Sin información

Sin información

Título

Hombres, Masculinidades, Explotación Sexual y Violencia Sexual; una Revisión Literaria y Llamado a la Acción

Crisis de la Comunidad Indígena Tlaxcalteca. Surgimiento de los Proxenetas y la Prostitución

La Pandilla Proxeneta: Violencia y Prostitución Juvenil en Centroamérica

¿Prepagos? Revelaciones al Periodista

Agarra la Onda Chavo: Manual de Capacitación sobre Masculinidad, Iniciación Sexual y Estudio de la Prostitución

El Cliente de la Prostitución: de Invisible a Responsable

El Cliente Pasa Desapercibido

El Explotador Sexual

Revista/editorial

Promundo, Menengage

Texto inédito

Revista Latinoamericana de Seguridad Ciudadana

Editorial Oveja Negra, Quintero Editores

www.catwlac.org/images/sitio-modelos/…/mmasculinidad.pdf

Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres

Save the Children Suecia

http://www.google.com.mx/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CFIQFjAA&url=http%3A%2F%2Fwww.csecworldcongress.org%2FPDF%2Fsp%2Fyokohama%2Fbackground_reading%2Ftheme_papers%2Fel%2520Explotador%2520Sexual%2520FORMATTED.pdf&ei=vr0BUI3Mdeng2AW5ntDKCw&usg=AFQjCNGN2kCMV8PGCIb_vxX -13J1S9tyIw&sig2=uU3sWs_YphvgFH6WrmIyAw 13J1S9tyIw&sig2=uU3sWs_YphvgFH6WrmIyAw

Año

2008

2006

2008

2007

Sin infor-

mación

2008

2004

Sin datos

94 · El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

Autores/as

Salas Calvo, J.M., Campos Guadamuz, A.

Simpson, M., Schill, T.

Spidal, A., Greaves, C., Cooper, B.S., Hervé, H., Hare, R.D., Yuille, J.C.

Techalotzi Temalatzi, G., Sosa Rodríguez, R., Romero Nava, V.

Vacarezza, N.L., Sánchez, A.

Título

La Prostitución, Claves Básicas para Refl exionar sobre un Problema

La Trata de Personas en El Salvador, Guatemala, Honduras y México

Men who Buy Sex, who They Buy and what They Know

¿Mercancía sexual? Cómo Hemos Creado la Demanda para la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes en el Perú

Explotación Sexual Comercial y Masculinidad: un Estudio Regional Cualitativo con Hombres de la Población General

Patrons of Massage Parlors: Some Facts and Figures

The Psychopath as Pimp

Factores Socio-culturales que Llevan a la Subordinación de la Mujer ante el Lenón

Apuntes para un Crítica de la Producción Sociodiscursiva de la Masculinidad Consumidora y de Varones Demandantes de Prostitución

Revista/editorial

APRAMP/Fundación Mujeres

Comisión Interamericana de Derechos Humanos

Eaves, Putting Women First

IDEIF, CODENI, REDES, MOVIMIENTO EL POZO

Organización Internacional de Trabajo

Archives of Sexual Behavior

The Canadian Journal of Police and Security Services

Tesis de Licenciatura en Trabajo Social, Facultad de Trabajo Social, Sociología y Psicología, Universidad Autónoma de Tlaxcala

Universidad de Buenos Aires CONICET

Año

2005

2005

2009

2005

2004

1977

2006

2010

Sin infor-

mación

95· El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

Autores/as

Vargas Urías, M.A., Fernández Chagoya, M.

Villareal Chávez, M.E.

Volnovich, J.C.

Weitzer, R.

Weitzer, R.,

Williamson, C., Cluse-Tolar, T.

Woolcott, D., Yáñez, E.

Yen, I.

Zhang, S.X.

Zimmerman, H., Hossain, M., Watts, C.

Título

Diagnóstico sobre la Construcción y Reproducción de la Masculinidad en Relación con la Trata de Mujeres y Niñas en Tlaxcala

La Trata de Niños y Adolescentes Varones con Fines de Explotación Sexual en Guatemala

Psicología del Cliente de la Prostitución: Hombre que Va de Putas

New Directions in Research on Prostitution

Sex for Sale, Prostitution, Pornography and the Sex Industry

Pimp-controlled Prostitution: Still an Integral Part of Street Life

Responsabilidad del Imaginario Social en la Demanda de Prostitución como Parte de la Construcción de la Masculinidad

Of Vice and Men: a New Approach to Eradicating Sex Traffi cking by Reducing Male Demand through Educational Programs and Abolitionist Legislation

A Review of Spanish Language Literature from Latin America on Sex Traffi cking

Human Traffi cking and Health: a Conceptual Model to Inform Policy, Intervention and Policy

Revista/editorial

GENDES, AC

Asociación para la Eliminación de la Prostitución, Pornografía, Turismo, Tráfi co Sexual de Niñas, Niños y Adolescentes

www.pagina12.com.ar

Crime, Law and Social Change

Routledge

Violence Against Women

Mesa de Trabajo: Representaciones de la Masculinidad Heterosexual

Journal of Criminal Law and Criminology

US Department of Justice

Social Science and Medicine

Año

2011

Sin infor-

mación

Sin dato

2005

2010

2002

Sin infor-

mación

2008

2011

2011

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97· El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

Acerca de GENDES

GENDES es una organización de la sociedad civil que favorece el desarrollo de relaciones equitativas, igualitarias y no violentas, impulsando, junto con otros actores sociales, procesos de refl exión,

intervención investigación e incidencia sustentados en la perspectiva de género y el desarrollo humano.

Constituida legalmente en 2008, pero con trabajo desde 2003, GENDES fue fundada por un grupo multidisciplinario de profesionales en ciencias sociales comprometido con el análisis de las identidades masculinas y la erradicación de la violencia de género.

Ofrece distintas estrategias de atención para desarrollar otras formas de ser hombres y mujeres, alternativas al modelo hegemónico, desde enfoques que promueven la no violencia, el afecto, así como la equidad e igualdad de género en los ámbitos comunitario, institucional, grupal e individual.

98 · El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

99· El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

Directorio

Mauro Antonio Vargas UríasDirector General y Socio Fundador

Felipe Antonio Ramírez HernándezSocio Fundador

Ricardo Enrique Ayllón González

Coordinador de Metodología y Socio Fundador

René López PérezCoordinador de Gestión de Recursos

Mónica Cervantes RamírezCoordinadora de Desarrollo Institucional

S. Patricia Carmona HernándezCoordinadora de Posicionamiento Público

Tania Hernández ChetrirquinResponsable del Subprograma de Sistematización e Investigación

Simón Pablo Sandoval RubioResponsable del Subprograma de Capacitación

Eduardo Arriaga RamírezResponsable del Subprograma de Atención

Melissa Fernández ChagoyaIgnacio Lozano Verduzco

Investigadores

Héctor Levario RubalcavaAdministrador

Jorge Alberto Pérez OrduñaEncargado del Sistema de Información CECEVIM

100100 · El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fi nes de explotación sexual: un estado de la cuestión ·

GENDES, AC

Esta publicación se terminó de imprimir el 14 de noviembre de 2012 en los talleres de Impretei, SA de CV con domicilio en Almería 17,

Col. Álamos, CP 03400. Del. Benito Juárez, México, DF.

El tiraje constó de 500 ejemplares.

“Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fi nes distintos al desarrollo social”

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El involucramiento de los hombres en la trata de personas con fines de explotación sexual:un estado de la cuestiónIgnacio Lozano Verduzco

Mauro Antonio Vargas Urías

“Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fi nes distintos al desarrollo social”

Hom

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GENDESgénero y desarrollo a.c.

GENDESgénero y desarrollo a.c.

Hombres que compran cuerpos:aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fines de explotación sexualMelissa A. Fernández Chagoya

Mauro Antonio Vargas Urías

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Hombres que compran cuerpos:aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fines de explotación sexualMelissa A. Fernández Chagoya

Mauro Antonio Vargas Urías

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Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual

Primera edición, 2012.

GENDES, ACMinatitlán 34, Col. Roma.

Delegación Cuauhtémoc. México DF Teléfono 5584 0601

[email protected]

Impreso en MéxicoISBN: 978-607-95993-1-7

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Créditos

GENDES, AC

Género y Desarrollo, Asociación Civil

Mauro Antonio Vargas Urías

Coordinador de la Publicación

Melissa A. Fernández Chagoya

Investigadora Titular

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Mauro Antonio Vargas Urías

Coordinador del proyecto

René López Pérez

Mónica Cervantes Ramírez

Investigadores auxiliares

Melissa A. Fernández Chagoya

Investigadora

Créditos de proyecto

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Eduardo Arriaga Ramírez

Mónica Cervantes Ramírez

Antonio Ornelas Vázquez

Investigadora e investigadores auxiliares, responsables de trabajo de campo en Tlaxcala

Sofía Córdova Nava

Marco Alberto González Chisco

Edgar Gutiérrez Radillo

Investigadora e investigadores auxiliares, responsables de trabajo de campo en San Luis Potosí

María José Gómez González

René López Pérez

Oscar Montiel Torres

Asesoría conceptual

Agradecimientos de la investigación

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Contenido

Prefacio

Presentación

Introducción

Aspectos metodológicos: hacia un conocimiento situado

Tabla de entrevistados

Situando el conocimiento: de posicionamientos y conceptos

Tipos de consumo sexual: una exploración sobre la compra/venta de cuerpos · hallazgos ·

Motivos para el consumo sexual… ¿sin oferta no hay demanda? · hallazgos ·

Relaciones de poder: la efi cacia de las fi cciones del género · hallazgos ·

¿Qué nos queda por hacer?: Propuestas y consideraciones fi nales

Fuentes de consulta

Anexos: solicitud de consentimiento, fi cha de entrevista y guía de entrevista en profundidad

Acerca de GENDES

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Prefacio

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en México viene desarrollando un

Modelo de Intervención Estatal con-tra la Trata Sexual de Mujeres y Ni-ñas desde un Enfoque de Derechos Humanos. El informe del Comité para la Eliminación de la Discrimina-ción contra la Mujeres en Observa-ciones Finales a México insta al país a identifi car la demanda de la trata sexual con el objetivo de erradicar-la mediante el desarrollo de mode-los de construcción de masculini-dades, que permitan seguimiento. UNFPA contribuye con el desarrollo de investigaciones como la presen-te, en la cual GENDES, AC analiza las percepciones de los jóvenes y hom-bres sobre la prostitución y la trata sexual, que nos permiten visibilizar la justifi cación de la compra de sexo basada en preceptos masculinos, en nombre de los roles que deben ser interpretados en la sociedad en fun-ción del género.

La masculinidad y la necesidad de que se asuma como una herramien-ta de responsabilidad humana viene refl ejada en el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (1994) y la Plataforma de Acción de la Confe-rencia Mundial de La Mujer (1995). El desigual reparto de poder, visible e invisible, entre hombres y mujeres y los patrones culturales que perpe-túan estos poderes, son causa y jus-tifi cación de la explotación humana de mujeres y niñas para alimentar un mercado de consumo de cuerpos por parte de los hombres.

La demanda de servicios de la explo-tación sexual se aborda en los prin-cipales instrumentos relacionados con la trata de personas; donde ve-mos que la disposición para preve-nirla y erradicarla es obligatoria. La demanda es una de las causas pro-fundas de la trata, y su desaliento es un factor decisivo para la efi cacia de cualquier estrategia de prevención.

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Cuando analizamos el rol de los jóvenes varones y hombres adultos en la trata sexual debe contemplarse que este millonario negocio se sostiene con el dinero que los tratantes pagan con el producto de esa explotación. Exis-ten grupos que enganchan y captan a mujeres y niñas, sin embargo hay un grupo mayor, que es esta demanda que origina, permite y perpetúa el delito.

Es una obligación moral, política y legal, que cada vez más hombres entien-dan el alcance que el ejercicio de poder supone para millones de niñas, ado-lescentes y mujeres en el mundo y tomen consciencia de cuál es su papel en las dramáticas consecuencias que socialmente tiene la activación y el man-tenimiento del mercado del sexo, es necesario construir nuevas formas de ser hombre, es necesario como sociedad rechazar profunda y tajantemente cualquier manifestación de poder y abuso, desde lo doméstico hasta esce-narios más públicos, porque la violencia sexual, económica, o psicología que se manifi esta en fenómeno como la compra venta de niñas, turismo sexual y explotación para la prostitución sostienen y fortalecen millones de situacio-nes de sufrimiento silencioso de mujeres y niñas.

Se debe hacer más, rechazar la complicidad que necesita y en la que se sus-tenta el patriarcado, adoptar fi rmes medidas legislativas, incluir reformas educativas, que incluyan la educación en la sexualidad y equilibren los roles de género, sensibilizar a posibles víctimas sobre cómo funcionan estos gru-pos de explotación, presentarles a los clientes qué se esconde tras los neo-nes y el maquillaje, así como fortalecer a una sociedad civil que monitoree y fortalezca las políticas públicas encaminadas a proteger a las víctimas de trata sexual.

Las credenciales de masculinidad que se confrontan con el daño que éstas suponen para las mujeres y las niñas deben ser revisadas y analizadas, y de-ben lanzarnos las respuestas de porqué existe la violencia sexual, de por qué millones de mujeres son compradas y vendidas generando destrucción y su-frimiento, mientras algunos hombres disfrutan con esto.

Diego Palacios Jaramillo

Representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas en México y Director para Cuba y República Dominicana

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GENDES es una organización de la sociedad civil mexicana creada por un equipo multidisciplinario de profesionales en ciencias sociales avocado al análisis de la violencia de género y a la promoción de relacio-nes igualitarias entre las personas priorizando el trabajo con hombres.

La asociación se fundó como una propuesta institucional que, entre otras estrategias de intervención directa, propiciara la incorporación de la igualdad de género en distin-tos ámbitos como el de la pareja, el familiar, el institucional o el social, a través de promover la transversa-lización de la igualdad de género, así como de impulsar la preven-ción, atención y erradicación de la violencia de género, y el desarrollo de estrategias de intervención que fomenten un ejercicio de la mascu-linidad desde enfoques alternativos al modelo tradicional (hegemónico o machista). Así, nuestro trabajo

institucional se ha enfocado en la búsqueda del establecimiento ins-titucional y personal de relaciones equitativas e igualitarias entre mu-jeres y hombres.

A partir del año 2010 establecimos vínculos de colaboración con varias organizaciones sociales que traba-jan el problema de la trata de perso-nas en el sur del estado de Tlaxcala. Desde entonces, hemos sumado experiencias en materia de sensibi-lización, capacitación e investiga-ción para desarrollar propuestas de intervención específi cas para pobla-ciones masculinas y así abordar el problema de la violencia de género –y de la trata de mujeres y niñas en particular– de una manera integral y efectiva. Asimismo, en una estra-tegia tendiente a ampliar nuestros impactos, desde 2011 la asociación está participando en distintas redes de colaboración interinstitucional contra la trata de personas, entre las

Presentación

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cuales destacamos el Colectivo Contra la Trata de Personas, el Capítulo Mexi-cano del Observatorio Latinoamericano sobre Trata y Tráfi co de Personas y la Alianza Multisectorial contra la Trata de Personas en México, promovida por la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF, por sus siglas en inglés), que tiene el propósito de crear un vínculo sostenible entre organizaciones de la sociedad civil, instituciones de gobierno y la iniciativa privada para preve-nir trata de personas.

En este contexto, GENDES elaboró el Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala1, investigación desde la cual, entre otros importantes tópicos, detectamos la necesidad de conocer más a fondo las motivaciones de los hombres para pagar servicios sexuales.

Los hallazgos que aquí presentamos pretenden acopiar información útil para el diseño de propuestas de políticas públicas, específi camente en la aplicación de acciones preventivas destinadas a erradicar la demanda de tra-ta de personas con fi nes de explotación sexual. Consideramos que cualquier estrategia o campaña destinada a desalentar este tipo de consumo debe co-nocer el perfi l de los hombres que lo realizan, a fi n de generar mensajes y acciones que tengan un impacto real en esa población. La presente propues-ta pretende coadyuvar a ello.

Nos parece importante resaltar que el libro que tiene en sus manos, estima-da lectora o lector, es fruto de la convergencia de diferentes esfuerzos. En primer lugar, agradecemos los fi nanciamientos proporcionados por el Insti-tuto Nacional de Desarrollo Social (INDESOL), al Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA-México) y la Fundación OAK instancias que, desde sus respectivos mandatos y principios, aportaron los recursos económicos para realizar esta investigación. También queremos reconocer el apoyo pro-porcionado por el Centro Fray Julián Garcés de Derechos Humanos y Desa-rrollo Local, AC y Educación y Ciudadanía, AC (EDUCIAC), organizaciones hermanas que aportaron apoyos invaluables tanto en Tlaxcala como en San Luis Potosí, respectivamente, para la realización del trabajo de campo.

El esfuerzo interinstitucional que ahora se plasma en este documento da prueba de la importancia de establecer sinergias entre diversos actores para producir información relevante para la sociedad mexicana.

1 Vargas, M., Fernández, M. (2011). Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala. México, GENDES. Disponible en: http://www.gendes.org.mx/publicaciones/DX_TRATA_MUJERES_NINAS_TLAXCALA_2011.pdf

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Diversos estudios señalan que la trata de personas es una de las actividades ilícitas más

lucrativas e incluye delitos tan di-versos como la explotación laboral y sexual, las adopciones fuera de la ley, la mendicidad encubierta, los trabajos forzados, la venta de órga-nos, etc. Según la Organización de las Naciones Unidas es el segundo negocio ilícito más rentable en el mundo, después del tráfi co de dro-gas y seguido por el de armas.

Dada la extensión de una proble-mática que afecta los derechos humanos de millones de personas –incluyendo niñas y niños–, la ONU reconoció que la trata de personas es, desde hace muchos años, un de-lito y un grave problema de carácter transnacional (Castro, 2008: 97-98). Consecuentemente decidió actuar defi niendo los mecanismos jurídicos tendientes a coordinar y fortalecer las acciones que deben emprender-

Introducción

se para sancionar y erradicar la com-pra-venta de seres humanos.

Si bien el propósito de este texto no es discutir si la prostitución es una forma de explotación sexual, es necesario referir que la trata de personas, analizada en el contexto del derecho internacional, ha estado históricamente ligada a la violencia, la esclavitud y la prostitución2. Con el tiempo el concepto se fue am-pliando en el reconocimiento de que la explotación humana incluye otras formas diferentes de la explotación sexual o de la explotación para la prostitución.

Desde la aprobación del Acuerdo Internacional para Asegurar una Protección Efi caz contra el Tráfi -co Criminal denominado Trata de Blancas (1904), el derecho interna-

2 La mayor parte de la prostitución, tal y como se practica actualmente en el mundo, suele reunir los requisitos para que pueda considerarse trata (ACNUDH, 2006, punto 42).

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cional de los derechos humanos ha vinculado el delito de la trata de per-sonas con mujeres y niñas al servicio de la explotación sexual. El Convenio Internacional para la Represión de Trata de Blancas de 1910 impuso a los Estados fi rmantes la obligación de castigar a toda persona que introdujera a una persona menor de edad en la práctica de la prostitución, aún con su consentimiento. En el Convenio para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena (1949) la noción de trata está vinculada de manera inextricable a la prostitución con o sin el conocimien-to o consentimiento previo de la víctima. Por consiguiente, los Estados parte estaban obligados a castigar la concertación tanto voluntaria como involuntaria de la prostitución de otra persona, y se defi nía la prostitución como una práctica “incompatible con la dignidad y el valor de la persona humana”. El tratado consideraba la prostitución como ‘perversa’, como ‘incompatible con la dignidad y el valor de la persona’; se proponía abolir la prostitución al impedir que las mujeres se incorporaran, aun en forma voluntaria, a la industria del sexo. Este tratado fue el principal acuerdo in-ternacional en materia de trata de personas durante los cincuenta años siguientes (Gómez, 2012).

A partir del año 2000, la comunidad internacional suscribió en Palermo, Ita-lia, la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Trasnacional y su Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños. En este documento se incluyó la defi nición del delito de trata de personas que actualmente es referencia para todos los países fi rmantes.

Más allá del carácter delictivo de la trata de personas –que implica un trata-miento legislativo, judicial, etcétera–, ésta debe ser abordada también en función de los instrumentos de derechos humanos que plantean la protección de las víctimas y establecen garantías de obligatorio cumplimiento por par-te de los Estados parte, como la Convención sobre los Derechos del Niño o la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW por sus siglas en inglés) –ambas parte de los siete principales instrumentos de derechos humanos–, que instan a los Estados a que adopten medidas para suprimir todas las formas de trata y explotación de la prostitución de las mujeres, las niñas y los niños. Los respectivos Co-mités de Naciones Unidas encargados de darle seguimiento a la aplicación de estas herramientas realizan investigaciones, plantean preocupaciones y establecen recomendaciones a los países. En suma, el tema de trata sexual de mujeres y niñas desde un enfoque basado en género requiere, para su comprensión, de la incorporación de lo establecido en los documentos re-

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feridos. Adicionalmente la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer (1993) incluye la trata de mujeres y la prostitución forzada como formas de violencia a prevenir, erradicar y perseguir.

En el caso específi co de la explotación sexual3, dentro del sistema de derechos humanos de las Naciones Unidas se enfatiza la importancia de analizar concienzudamente los factores que generan su oferta y demanda, a fi n de emprender acciones preventivas destinadas a erradicar la trata de personas. Por el lado de la oferta es necesario atacar las razones por las cuales las mujeres, las niñas y los niños son mayoritariamente las víctimas de trata: discriminación, inequidad de género, pobreza, marginación y racis-mo (entre otros factores); por el lado de la demanda, se requiere analizar por qué la sexualidad de las mujeres, niñas y niños se ha convertido en un valor comercial atractivo, a fi n de luchar contra los estereotipos y tomar medidas legislativas, educativas, sociales y culturales capaces de desalentar dicha demanda (Ezeta, 2006), pues a fi nal de cuentas la clientela defi ne y exige las características del servicio (atributos físicos, edad, virginidad) y ofrece un pago por ello (Le Goff , 2011).

Pese a lo anterior, las investigaciones disponibles son escasas, por lo que la Ofi cina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Hu-manos ha llamado la atención sobre el hecho de que al no comprenderse de manera sufi ciente el concepto de la demanda en el contexto de la trata de personas, a menudo se establecen estrategias inapropiadas con resultados acotados (ACNUDH, 2010). Las entidades federativas que se contemplan en el estudio, es decir, San Luis Potosí y Tlaxcala, no son la excepción: para cuando iniciábamos la investigación no existía diagnóstico o estudio alguno –en ambos estados– que analizara el papel de la demanda de trata de perso-nas con fi nes de explotación sexual; sin embargo, ésta es una carencia que abarca a todo el territorio nacional.

La presente investigación se inscribe en la necesidad expresada por los or-ganismos internacionales de indagar qué motiva a los hombres a consumir sexo pagado, en especial del ofertado por motivo de la explotación sexual y la trata de mujeres. La respuesta a la pregunta no sólo quiere aportar al cumplimiento de los compromisos nacionales e internacionales de México en materia de derechos humanos; también se trata, incipientemente, de ahondar en un fenómeno sumamente complejo.

3 En la investigación se distinguirá entre mujeres explotadas sexualmente en contextos de prostitución -defi nición del Protocolo de Palermo- (este hecho es conocido como “prostitución”) y la explotación sexual por motivo de trata de personas, en cuanto delito claramente establecido en la legislación nacional e internacional.

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La trata de mujeres en México no sólo es un problema de pobreza estruc-tural, escasa educación, delincuencia y tráfi co, es, sobre todo, un problema cultural (Vargas y Fernández, 2011). Por tanto, se requieren acciones creati-vas tendientes a promover y restaurar la cohesión social e igualdad entre hombres y mujeres, promoviendo ejercicios de responsabilidad entre los va-rones y este estudio pretende abonar a ello.

El problema social que se atiende con el presente texto se relaciona con conocer los motivos por los cuales los hombres heterosexuales consumen servicios sexuales de mujeres adultas con el fi n de identifi car algunos ele-mentos que contribuyan a desalentar la demanda de sexo pagado que tenga su origen en la trata de personas.

A fi n de delimitar la problemática de estudio, se precisa lo siguiente:

1. El estudio se focalizó en hombres que se han construido como heterosexuales; es necesario explicitar lo anterior porque en nuestras sociedades se tiende a dar por un hecho la hete-rosexualidad, pese a que se trata de un régimen sociopolí-tico y una norma cultural construida que, entre otras cosas, naturaliza sexualmente los cuerpos, subordinando aquellos considerados femeninos (Wittig, 2006).

2. Nos limitamos al consumo de cuerpos de mujeres adultas debido a la difi cultad de abarcar la diversidad y comple-jidad que implican la sexualidad y sus prácticas (consumo de cuerpos infantiles, cuerpos trans o de varones); sin em-bargo, en el caso de la explotación sexual de niñas, aún cuando no constituyó el centro del estudio, sí se plantearon algunos reactivos para investigar si quienes consumen cuer-pos de mujeres adultas también pagarían por tener sexo con niñas.

Así, considerando el hecho de que éste constituye un estudio novedoso en México, hemos pretendido encontrar elementos fundamentales que expli-quen los porqués del consumo de cuerpos femeninos adultos y de algunas inferencias que nos permitan, en un afán heurístico, plantear nuevas hipóte-sis sobre los planos analizados para estudios ulteriores.

Tomando en cuenta los anteriores alcances y límites, las defi niciones opera-cionales para este estudio refi rieron a:

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1. Tipos de consumo sexual (aquellas prácticas que remiten a los servicios sexuales remunerados de mujeres adultas, lo cual incluyó analizar si los hombres distinguen entre explo-tación sexual y trabajo sexual).

2. Motivos para el consumo sexual (razones por las cuales los varones heterosexuales recurren a los servicios sexuales de mujeres adultas, incluyendo la posibilidad de recurrir a los servicios sexuales de niñas).

3. Relaciones de poder entre los géneros (entender y explicitar elementos culturales y subjetivos que componen los ejerci-cios de dominación y opresión sobre los cuerpos en el acto del consumo sexual de mujeres adultas).

En cuanto a los alcances de la presente investigación, se tuvo como propósito allegarse de información diagnóstica de la problemática objeto de estudio para traducirla en un primer momento en fuente para el diseño de posibles políticas públicas. En una segunda etapa, la información servirá para que otros actores –gobierno, academia y organizaciones de la sociedad civil– desarrollen intervenciones específi cas destinadas a desalentar el consumo de explotación sexual en la población, en especial entre los hombres jóvenes.

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La investigación se llevó a cabo en las capitales de dos enti-dades federativas, a fi n de

contar con elementos representa-tivos de estos contextos: Tlaxcala, estado que constituye un centro de generación de tratantes y por esta razón registra niveles de explota-ción sexual importante (Montiel, 2010) y San Luis Potosí, que aún no aparece en los medios de comuni-cación nacionales como un estado que genere alarma, aunque se sepa ya de la existencia de zonas de ex-plotación sexual tanto en la ciudad capital como en ciertas regiones de esa entidad4. Otro criterio para de-sarrollar el estudio en estos contex-tos fue el interés de actores locales, gubernamentales y sociales con los cuales estamos trabajando, de uti-lizar la información en la defi nición

4 Exposición de motivos de la Ley Para Prevenir, Atender y Erradicar la Trata de Personas en el Estado de San Luis Potosí.

Aspectos metodológicos: hacia un conocimiento situado

de políticas públicas, lo que garan-tizará la traducción rápida de lo in-vestigado en acciones específi cas destinadas a desalentar la deman-da masculina de servicios sexuales de mujeres adultas.

En el caso específi co de San Luis Po-tosí, a partir de un estudio apoyado por UNFPA-México, se detectaron altos índices de mujeres y niñas in-dígenas y mestizas que migran a es-tados aledaños para ser explotadas sexualmente en ciudades vecinas, como puede ser en caso de Monte-rrey (COESPO-UNFPA-CDI, 2012). En el ánimo de propiciar el desa-rrollo de posteriores investigacio-nes respecto de los motivos para el consumo sexual que puedan explo-rarse en distintos perfi les de hom-bres, este diagnóstico se presenta como un primer acercamiento que, dada la imposibilidad de realizar un estudio cuantitativo (por lo compli-cado para establecer la muestra), así

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como por lo incipiente del tema (en tanto que problemática social presta aún a ser analizada en las zonas de estudio), el equipo responsable de esta investigación optó por un tipo de estudio de orden cualitativo que se basó en métodos y técnicas emanadas de la Teoría Fundamentada.

La Teoría Fundamentada (Grounded Theory) es una metodología usada den-tro de las ciencias sociales para adquirir conocimientos sobre el mundo so-cial (Strauss y Corbin, 2002: 3). Es una metodología en el sentido de mostrar una manera de pensar la realidad social y, a su vez, una forma de estudiarla, cuyos métodos refi eren al conjunto de procedimientos y técnicas para cons-truir y analizar los datos. Esta información traducida en datos es codifi ca-da, es decir, procesada analíticamente, por medio de lo cual se fragmentan, conceptualizan e integran más datos para formular una teoría. Por ello, la teoría fundamentada se autodenomina a sí misma como una “metodolo-gía” que explica, describe y ordena los parámetros que nos construyen y nos brindan sentido (Fernández, 2009).

El origen de la Teoría Fundamentada puede registrarse en la Escuela de Chicago en la década de los noventa. Fue construida originalmente por dos sociólogos Anselm Strauss y Barney Glasser. Ambos autores sostienen la importancia de la investigación empírica desde el análisis cualitativo; argu-mentan que la teoría se hace en sí misma gracias a los datos construidos en el campo, directamente con las personas que los producen y confi guran para generar sentido a sus actos.

Aquellas personas quienes han optado por analizar cualitativamente los da-tos, podrán estar de acuerdo que dejaron de temer al hecho de basarse en sus propias experiencias mientras analizan situaciones, toda vez que se dan cuenta que éstas han llegado a ser la base para hacer comparaciones y des-cubrir propiedades por medio de la construcción de dimensiones de análisis. Asimismo, la fl exibilidad, a la hora de analizar teóricamente los datos, se presenta con frecuencia, asumiéndose que esa característica de fl exibilidad es el alma mater de las investigaciones cualitativas (Fernández, 2009).

La fl exibilidad, entendida también como apertura, está ligada al hecho de haber aceptado que en los análisis de corte cualitativo puede existir cierto grado de movilidad o dinamismo propios de los sucesos que se estudian. No es que las y los investigadores no quieran discernir los temas sociales analíti-camente, pero la urgencia de evitar la incertidumbre y de llegar rápidamente a la conclusión de la propia investigación, se atempera con la comprensión de que los fenómenos son complejos y sus signifi cados no se vislumbran con facilidad ni se dan por sentado.

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El valor de la metodología cualitativa recae en la capacidad para fundamen-tarla en los mismos datos que genera. Tanto la teoría como el análisis de los datos exigen interpretación basada en una indagación que se realiza de ma-nera sistemática: relacionando los datos e interpretando sus relaciones. En este marco, la base de la teoría fundamentada es el análisis cualitativo, éste a su vez refi ere a una teoría derivada de los datos; datos que se construyen en la práctica, o si se prefi ere, durante la aplicación de entrevistas de ma-nera sistemática y sistematizada; en este método la construcción de datos, o información, así como el análisis y la teoría que surgirá de ellos, guardan estrecha relación entre sí.

Desde esta perspectiva, la teorización implica descripción y ordenamiento conceptual. Con base en los trabajos de los mayores exponentes en la ac-tualidad de la teoría fundamentada, Corbin y Strauss, la descripción refi ere al uso de las palabras para expresar imágenes mentales de un acontecimiento, un aspecto del panorama, una esencia, experiencia, emoción o sensación. Por tanto, el relato se hace desde la perspectiva de la persona que realiza la descripción (Strauss y Corbin, 2002: 17). El ordenamiento conceptual es la organización (y a veces clasifi cación) de los datos, de acuerdo con un con-junto selectivo y especifi cado de propiedades y sus dimensiones (Ídem). Por teoría los autores defi nen al conjunto de conceptos bien desarrollados vincu-lados a través de oraciones de relación, las cuales juntas construyen un mar-co conceptual integrado que puede usarse para explicar o predecir fenóme-nos: la teoría denota entonces un conjunto de categorías bien construidas, por ejemplo, temas y conceptos interrelacionados de manera sistemática por medio de enunciados que indican relaciones para formar un marco teó-rico que explica algún fenómeno social, psicológico, educativo (…).

Las oraciones que indican relación explican quién, qué, cuándo, dónde, por qué, cómo y con qué consecuencias ocurren los acontecimientos (Strauss y Corbin, 2002: 25) Una teoría es, por lo general, más que un conjunto de ha-llazgos, pues ofrece explicaciones sobre los fenómenos (Ibídem, 2002: 56).

Teorizar los datos implica un esquema lógico en el que se puede inferir que toda investigación de este corte implica la elaboración de un microanálisis, es decir, un detallado análisis necesario al comienzo del estudio para generar categorías iniciales y para sugerir las relaciones entre ellas (Strauss y Corbin, 2002: 63). Se trata de un fl ujo libre, abierto y creativo en el que quien analiza va y viene entre los tipos de codifi cación; implica una codifi cación abierta que responde al esquema sistemático. Así, con el microanálisis se preten-den clasifi car los conceptos entendidos como basamentos fundamentales de la teoría para transformarlos en categorías medibles mediante sus pro-

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piedades y dimensiones. De acuerdo a Strauss y Corbin, las categorías son conceptos que representan fenómenos; los fenómenos son a su vez ideas centrales en los datos representadas como conceptos (Ibídem, 2002: 110).

Es necesario hacer este tipo de análisis al inicio de la investigación para des-cubrir las categorías, con sus propiedades y dimensiones, y para desvelar las relaciones entre los conceptos; tales categorías iniciales se construyen a partir de los antecedentes sobre el tema que nos interesa tratar, algunas entrevistas abiertas o informales, literatura, la observación, etc. Para el caso del estudio, las categorías iniciales fueron: tipos de consumo y motivos para esos tipos de consumo. Con base en ellas, pudimos establecer las propiedades y las dimen-siones diseñando como base un organigrama semejante a este5:

5 Cabe aclarar que este cuadro representa una muestra de organización conceptual. Para efectos del diagnóstico se generaron alrededor de cuatro cuadros para la categoría inicial “tipos” y siete cuadros para “motivos”.

Categoría inicial: Consumo “X” (Por cada tipo de consumo identifi cado se generó un cuadro de análisis)

Categoría inicial: Motivos (Se describen los motivos que se identifi can por cada uno de los tipos de consumo y se encuentran los nodos entre ellos)

Propiedades: tipos del consumo “X” que nuestros informantes identifi caron

Tipo de consumo X

Dimensiones: descripción de cada uno de los tipos de consumo

Costos y gestión del pago

Servicios

Espacio físico

Ambiente (relación cliente-servicio)

Propiedades: motivos para cado uno de los tipos de consumo

Motivo 1 del consumo “X”: “Socializar entre varones”

Dimensiones: descripción del motivo para cada uno de los tipos de consumo

Formas de socialización

Prácticas de socialización

Legitimación cultural de las prácticas

Relación ambiente-clientes-servicio

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Una vez efectuado el primer ordenamiento de las categorías iniciales de análisis, (como se ejemplifi ca en los cuadros anteriores), se procede a identi-fi car las categorías generales o secundarias para poder estructurar una pau-ta de entrevista y ser aplicada, primeramente, a manera de piloto, con lo cual se genera una serie de variaciones en la pauta, y luego la aplicación de las entrevistas formales a la muestra de la investigación.

De acuerdo con la propuesta metodológica planteada, a grandes rasgos, las etapas y criterios considerados fueron los siguientes:

Criterios muestrales

• Se entrevistó a varones heterosexuales mayores de edad que aceptaron haber hecho uso de servicios sexuales remunerados de mujeres adultas. Otros factores tales como: condición socioeconómica, edad, creencias reli-giosas o políticas y etnicidad (origen racial), no fueron considerados para la selección de los entrevistados, aunque no se descartó que pudieran ser tomados en cuenta para el análisis en caso de que arrojaran infor-mación relevante.

Informantes privilegiados

• Para seleccionar a los entrevistados (número y calidad) utilizamos una de las técnicas recurrentes en antropo-logía y otras ramas afi nes de las ciencias sociales: se trata del “informante privilegiado” o “actor estratégico”. Este término responde al hecho de la elección de una persona que cumpla con las características especifi ca-das: “privilegiado” en el sentido de que es considerado “clave” para quien investiga por cumplir con las carac-terísticas que se busca, por ser un buen narrador y por tener sufi ciente experiencia en el tema; asimismo, el in-formante privilegiado es considerado tal en tanto que es legitimado por otros individuos como una persona que “sabe de lo que habla”, es decir, las preguntas que se le hacen difícilmente lo toman por sorpresa o no sabe responder por su alejamiento con respecto al tema de la investigación. Otro elemento importante que indica que tal o cual actor es el estratégico o informante pri-vilegiado, es que muestra interés por el tema de modo que, recurriendo también a la teoría fundamentada, el

24 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

actor-informante es juez y parte en la labor de quien investiga y del producto que se genera. El o los infor-mantes privilegiados conducen a quien investiga hacia otros actores que ellos consideran estratégicos por los mismos motivos.

De esta forma, la presente investigación partió de dos entrevistas en pro-fundidad por estado, con las cuales se hizo un breve análisis a manera de piloteo (una primera codifi cación abierta) y se aplicaron, con base en los resultados, otras entrevistas más (casos siempre en pares) hasta obtener la saturación de información buscada en los conceptos emergentes en el campo de la investigación. Cabe aclarar que la saturación de información o saturación teórica se presenta cuando: a) no hay datos nuevos que pa-rezcan estar emergiendo en una categoría; b) la categoría está bien de-sarrollada en términos de sus dimensiones y propiedades, demostrando variación; y c) las relaciones entre las categorías están bien establecidas o validadas (Strauss y Corbin, 2002). La saturación teórica se logra a través de la aplicación de una misma entrevista en profundidad a varios sujetos, el número de ellos depende siempre de la cantidad de categorías que se encuentran, pero sobre todo, depende de sus propiedades y dimensiones, así como de los conceptos y categorías que componen la teoría. Siguien-do estas premisas, el proceso de la misma investigación dio la pauta para el número de casos a estudiar. Es así que durante el trabajo de campo se aplicaron en total 20 entrevistas en profundidad; 10 en Tlaxcala y 10 en San Luis Potosí. A continuación se presenta la tabla de entrevistados por estado.

25· Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

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28 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

Técnica de aplicación

• La técnica de aplicación fue la entrevista en profundidad con un diseño semi-estructurado. Este tipo de entrevista con base en una guía de preguntas (de ahí el nombre de “semi-estructurada”), proporciona información espe-cífi ca y concreta sin dejar de ser fl exible; comúnmente quien investiga se enfrenta a una serie de temáticas que no siempre responden propiamente a la pregunta rea-lizada, sin embargo, en un futuro y con las entrevistas codifi cadas y listas para ser analizadas, se observa que dichas temáticas evidencian lo antes enunciado, o mejor aún, abren el abanico de posibilidades por profundizar en temáticas relacionadas con la inicial. Las entrevistas semi-estructuradas proporcionan a la o el entrevistador capacidad de ordenamiento, pues le dan una estructura a la información y son pensadas principalmente para dar cuenta de las etapas de la vida de la persona entre-vistada. Con la guía, a la persona entrevistada se le per-mite profundizar en los temas que desee y, asimismo, se le sujeta a una sublime línea del tiempo como correlato lógico y lineal de su vida narrada para quien entrevista.

La pauta de entrevista tuvo 30 preguntas (incluyendo las destinadas a cono-cer si los entrevistados tendrían objeción en consumir cuerpos de niñas y, en caso afi rmativo, qué elementos podrían facilitar el tránsito a un “mercado” diferente, así como las que permitían indagar si en su calidad de clientes podían distinguir entre trabajo y explotación sexual y si esa distinción infl uía en sus decisiones); la duración de cada entrevista fue en promedio de 2 a 3 horas por participante6.

Técnica de análisis y presentación de datos

• Las entrevistas fueron transcritas mediante la técnica de codifi cación abierta (distribución de información con base en los ejes de estudio) y analizadas con base en la técnica de análisis de contenido, es decir, escudriñar cada párra-fo y hacer cruces de los mismos en cada eje de análisis entre los entrevistados (Strauss y Corbin, 2002).

6 Ver en Anexos: los formatos de fi cha de entrevista, solicitud de consentimiento y pauta de entrevista.

29· Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

La presentación de los hallazgos responde a los tres ejes del estudio. Pri-mero se muestra la información recabada respecto de los tipos de consu-mo sexual, seguidos de los motivos para ello para, fi nalmente, llegar a las relaciones de poder (y de género) que se tejen en relación con el consumo sexual. El lugar de la entrevista así como la procedencia del entrevistado no es criterio para la presentación de los datos en este libro, es decir que los fragmentos de entrevista que se presentan responden tanto a entre-vistados de San Luis Potosí como de Tlaxcala, toda vez que la información recabada no nos permite hacer un análisis comparativo por región. Los ha-llazgos no son tan alejados los unos de los otros por lo que no se considera relevante separar la información salvo en casos donde, efectivamente, la percepciones, narraciones o hechos narrativos sean distintos en los dos estados. Cabe aclarar también que los hallazgos aquí mostrados dan cuen-ta sólo del universo entrevistado, no son necesariamente trasladables a otros contextos ni son representativos de todos los hombres de las loca-lidades, mucho menos de las entidades federativas en las que se desarro-lló la investigación. No obstante, la riqueza de la información obtenida es signifi cativa en tanto el carácter vanguardista del estudio en relación con el problema de la trata de personas y también porque permite generar ele-mentos explicativos simbólicos que, a su vez, pueden ser utilizados para diferentes efectos.

Situando el conocimiento: de posicionamientos y conceptos

Nuestra episteme se halla en la teoría de género (de corte posestructuralista principalmente) de la cual se desprende la perspectiva de género en tanto que herramienta que ayuda a observar al objeto de estudio bajo una óptica crítica que visibiliza las desigualdades a causa de la adscripción de género a los cuerpos y, consigo, la jerarquización y subordinación de los mismos. Asi-mismo, incluimos el enfoque del análisis de la masculinidad el cual se puede identifi car en lo que hoy día llamamos estudios de las masculinidades.

Tenemos presente que la categoría “masculinidades” refi ere a una noción todavía en construcción y no a un concepto (Amuchástegui, 2006), así tam-bién creemos que es preciso tener en cuenta el por qué y para qué estudiar la masculinidad:

Hablar de masculinidades conlleva el riesgo de suponer la existencia ostensible de una entidad ontológica y univer-sal o el pretender resolver el reconocimiento de su falta de asequibilidad a través de una diversifi cación explícita en la

30 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

que toda forma de expresión quede incluida, construyén-dose en ocasiones dicha categoría a través de una lista de cualidades organizadas en tipologías inconexas que difi cul-

tan su abordaje teórico (Tena, 2010: 271).

Cuando hacemos referencia del conocimiento situado, concepto acuñado por Donna Haraway (1995), nos referimos al compromiso social aludiendo al análisis que alienta y conduce al cambio. Es importante cuestionarnos quién produce el conocimiento sobre los varones, para qué se produce y cómo se pretende usar el saber resultante. En ese tenor se precisa entonces la impli-cación y el posicionamiento político de quien –y desde donde– se investiga. En palabras de Sandra Harding, “las fi lósofas de la ciencia, igual que cual-quier otra forma de pensamiento humano, siempre están social y política-mente posicionadas, tanto si sus autores se lo propusieron como si no y, sin embargo, también desde esta perspectiva, la controversialidad de la teoría del Punto de Vista es un recurso valioso para las fi lósofas de la ciencia” (Har-ding, 2010: 65).

Siguiendo el entramado de política y quehacer científi co, Michel Foucault se cuestiona lo siguiente: ¿el análisis de los problemas locales o específi cos impedirá proponer un principio global de explicación de lo real y así poder formular una visión sintética de la sociedad? En efecto, el autor considera que a partir de exclusivas investigaciones de corte académico no es posible establecer cuestiones referentes a la sociedad en la que se vive; lo que sí es la labor del científi co o científi ca social es explicar cómo funciona cierto régimen, en qué consiste, e impedir toda clase de manipulaciones y mistifi -caciones, pero en cuanto a la elección, es la gente la que debe hacerla (Fou-cault, 2010: 38). Así pues, la labor del “quehacer científi co” es la de formular preguntas, en tanto que sujeto afectado por una situación más que por otra; así podrá construirse el motor de los análisis teóricos, a partir precisamente de sus preguntas personales:

La intención de Foucault, por tanto, no consiste en renunciar a toda forma de totalización, sino en construir un punto de vista que le permita alcanzar tanto un saber general como una práctica que supere teóricamente la insatisfacción en-gendrada por las formas de totalización de la política. La función del intelectual específi co se nutre entonces de dos fuentes: por una parte, de un principio de discreción que

31· Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

impide al intelectual ejercer cualquier clase de hegemonía sobre la sociedad y, por otra, de una crítica de las formas totalizadoras de la política por su exceso de generalización

(Gros, 2010: 39-40).

Foucault interpela a cientistas sociales indicando que no se trata de defi nir el tipo de saber que se construye o las modalidades de intervención sino la credibilidad de los sujetos científi cos: ¿qué vínculo existe entre lo que dicen y lo que hacen?, ¿cuál es la relación entre posición política, trabajo intelectual y sus vidas?

La congruencia es, pues, uno de los aspectos más importantes para real-mente atender la premisa básica del feminismo: lo privado es público y las relaciones personales, también son políticas. En ese sentido, prestando atención en el para qué y el por qué, es que sugerimos que aún y cuando nuestro foco de atención sean los hombres y sus masculinidades, perse-guimos (y partimos de) un punto de vista feminista. Éste intenta ambicio-samente trazar el mapa de las prácticas de poder, de las maneras en que las instituciones dominantes y sus marcos conceptuales crean y mantienen relaciones sociales opresivas, o, como Sandra Harding lo llama: un método hacia arriba (Harding, 2010: 49). Lo hace ubicando un dato nuevo para la comprensión de cómo funciona una estructura social jerárquica en cualquier desventaja o forma de opresión material y política, con el fi n de la creación de una conciencia grupal.

Teresa De Lauretis (1989) contribuiría apuntando que la observación y pro-blematización debe ser, como en el cine, fuera de plano, es decir, sobre aquello que se omite, lo que no se mira dentro de la escena, lo que no debe mirarse. Desde nuestra lectura, estas premisas pueden relacionarse con los trabajos de Foucault, quien durante sus últimos cursos insistía en la importancia de fi losofar –o investigar desde la labor de las ciencias socia-les– desde abajo: un movimiento atrevido de búsqueda y de examen de las almas a través de su verdad, movimiento de búsqueda que no tiene su lugar natural en la tribuna política, sino en la plaza pública (Foucault, 2010: 95). De ahí que en muchas ocasiones se acuse a la teoría del punto de vista fe-minista como relativista, empero, la pregunta oportuna sería: ¿relativista para quién?

En GENDES, decíamos, tratamos de incluir en nuestros estudios y en nuestra praxis, el punto de vista feminista (aludiendo a la búsqueda de los cambios sociales que apunten a la igualdad entre hombres y mujeres) entrecruzado

32 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

con el enfoque de masculinidades, es decir, aquella rama que nace en el seno de los estudios de género y que atiende el análisis del género masculino como constructo social maleable, dinámico y cambiante, que se relaciona de manera directa con las prácticas culturales y representaciones sociales entre hombres y mujeres. En suma, se analiza el género de los varones des-de la intención de de-construir el modelo hegemónico de la masculinidad para así establecer condiciones propicias tendientes a lograr una verdadera igualdad y equidad social-política.

En ese tenor, partimos de dos supuestos básicos para efectos de la presente investigación:

• Las mujeres, víctimas de la trata de personas

Fernanda Ezeta (2006) afi rma que las mujeres son las principales víctimas de la trata de personas. Sustenta su afi rmación con cifras de la Organización Internacional de Trabajo (OIT).

En el documento elaborado por UNICEF identifi ca algu-nos de los ámbitos en los cuales la discriminación dirigi-da hacia las mujeres es más común.

Posnatal: en el caso de que, al nacer, las niñas reciban menos atención que los niños.

En la familia: la discriminación hacia las niñas y las mu-jeres a menudo se expresa mediante distintas conductas, tales como proveerlas de menos alimentos y menos recur-sos económicos en comparación con los niños y hombres adultos; destinarlas al desempeño obligado de todo tipo de servicios desde el ámbito doméstico, confi nándolas a dicho ámbito; negarles un nivel adecuado de educación, recreación y de acceso a otras oportunidades; responsa-bilizarlas de manera desproporcionada de las labores domésticas y coartarles el derecho a expresar sus opi-niones o a permitirles ser parte del proceso de toma de decisiones.

En la escuela: cuando las niñas están expuestas a profe-sores, programas de estudio, libros y métodos de ense-ñanza que fortalecen ciertos estereotipos de cada géne-ro al igual que a prácticas discriminatorias que terminan en acoso sexual e inseguridad.

33· Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

Finalmente, se afi rma que la discriminación está en todos lados, es decir, en los hogares o las comunidades; en las empresas, organizaciones e instituciones; a nivel nacio-nal e internacional, toda vez que las mujeres y las niñas no son tenidas en cuenta en la toma de decisiones que pueden defi nir sus condiciones de vida.

Por ejemplo, en aquellos contextos donde las actitudes y tradiciones conducen al abuso, incluyendo en ello el abu-so sexual de niñas, niños y adolescentes, castigos corpo-rales severos, prácticas tradicionales dañinas, o diferen-cias en el estatus y el valor percibido de niños y niñas, en tales casos el entorno social no tiene la capacidad de proteger a las y los menores de edad. Al contrario, en sociedades en las cuales cualquier tipo de violencia en contra de los niños, niñas y adolescentes está completa-mente prohibida, y donde sus derechos son ampliamente respetados, la protección de la infancia será más pro-bable (UNICEF, 2005: 40-41). Consecuentemente, este organismo internacional reconoce que, por su identidad de género, las mujeres adultas, adolescentes y niñas son más susceptibles de ser captadas y atrapadas en las re-des de trata de personas.

Existen prácticas sociales cuya recurrencia confi gura contextos ligados entre sí, formando a su vez “macro-estructuras” dentro de cuyas fronteras las mujeres forman un grupo al que le son conculcados sus derechos civiles, políticos y sociales (Ezeta, 2006).

En forma adicional, es necesario recordar que México es considerado país de reclutamiento, tránsito y desti-no de víctimas de trata, tanto para personas nacionales como extranjeras (Le Goff, 2011: 64), por lo que a las condiciones de vulnerabilidad habría que agregar aque-llas provenientes del carácter migratorio de las mujeres (para un análisis de cómo la experiencia de la emigra-ción afecta en forma diferenciada a hombres y mujeres, véase, Morokvasic, 2007).

• La masculinidad hegemónica como modelo que permite y promueve la opresión de las mujeres

El término masculinidad es de uso común en la abundan-

34 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

te literatura sobre los hombres, como lo es en la literatura discutida aquí. La masculinidad es abstracta, insegura, no afectiva, independiente, no enriquecedora, etcétera. Todos los atributos de los hombres discutidos en la lite-ratura son referidos como aspectos de la masculinidad. Es notorio como pocos escritores sobre masculinidad ex-plícitamente indican qué clase de concepto es el de la masculinidad; la utilidad del concepto se toma general-mente como algo dado, y lo que se da es una descrip-ción, frecuentemente una lista, de rasgos. El idealismo y la reifi cación antes diagnosticada en la literatura sobre la personalidad del hombre se traspasa a los usos que se hacen de la idea de masculinidad.

Mientras las prácticas de los hombres son criticadas, lo que se considera el problema es la masculinidad. Los llamados a la ‘redefi nición’, la ‘reconstrucción’, el ‘des-mantelamiento’ o ‘transformación’ de la masculinidad son comunes. En lugar de interesarse en si los hombres deberían cambiar su conducta, ahora los hombres com-piten por imponer nuevos signifi cados a la masculinidad. La dominación es un aspecto de la masculinidad antes que una acción emprendida por los hombres (McMahon, 2000).

Masculinidad es –ante todo– una categoría utilizada para distinguir cierta clase de prácticas sociales con las que los individuos hombres sustentan la imagen de sí mis-mos. Cuando la categoría se reifi ca en concepto enton-ces se convierte en algo que poseen ellos, los hombres. Y en este aspecto, las teorías sociológicas entonces no se distinguen ya de las biológicas en la medida que unas y otras asumen que la masculinidad es una propiedad o un atributo que defi ne a los individuos como hombres.

Si el género es entendido como la construcción sociocul-tural de la supuesta y aceptada diferencia sexual, como la forma primaria de relaciones signifi cantes de poder, entonces la perspectiva de género es una categoría de análisis que permite realizar cuestionamientos sobre las diferencias sexuales binarias, que existen entre hombres y mujeres, al analizar las identidades subjetivas así como las normatividades y las representaciones que construyen

35· Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

relaciones de poder y subordinación entre lo femenino y lo masculino (Scott, 1996).

Connell (2003) plantea que existe un orden de géne-ro hegemónico, que es aprendido por un sujeto activo para adquirir una cierta identidad genérica, de manera que “improvisa, copia, crea y desarrolla estrategias […] que se cristalizan en patrones reconocibles de feminidad y masculinidad” (Connell, 2003:101). Así, el sujeto se enfrenta activamente a situaciones diversas, teniendo que adoptar distintas estrategias para negociar con ese orden de género; de esta forma su posición histórica de-fi nida involucrará puntos de transición y diferentes mo-mentos de desarrollo.

En pocas palabras, el género se actúa. No se toca, no se mira como tal, sino que se materializa en nuestros cuerpos por medio de nuestra actuación de sujetos so-ciales: hombres y mujeres (West y Zimmerman, 1999). La construcción del género masculino en esta sociedad, por sus parámetros, subjetivaciones, demandas y deter-minaciones, permite –y promueve– el sometimiento de las mujeres principalmente, seguido de todos aquellos cuerpos que se consideran femeninos (tal es el caso de cuerpos de homosexuales, de infantes, e incluso de per-sonas de la tercera edad).

Por ello, el tema de trata de mujeres está relacionado directamente con la construcción y reproducción del género de los varones. Los proxenetas o padrotes son un ejemplo extremo de la materialización de la mascu-linidad hegemónica de nuestra sociedad, pues en esa práctica, en el padrotaje, los hombres proxenetas experi-mentan una yuxtaposición de poderes, a saber: el poder del dinero, el poder del dominio sexual de varias mujeres y el poder de provocar miedo hacia las mujeres y otros hombres. (Vargas y Fernández, 2009)7.

7 Oscar Montiel, especialista en el tema, matiza esta afi rmación al referir que entre algunos hombres se generan ciertos “pactos patriarcales” que no necesariamente pretenden imponer miedo (Comunicación personal. Octubre, 2012).

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En este diagnóstico no pretendemos explorar la masculinidad de varones a fi n de esclarecer lo pluricultural que ésta puede llegar a ser, por el contrario, apelamos, nuevamente, a lo que Olivia Tena Guerrero (2010) argumenta a partir del planteamiento de la siguiente pregunta: ¿por qué y para qué estu-diar a los varones? Porque los varones construyen y reproducen mecanismos de poder desde la cultura de género hegemónica, la cual es patriarcal y esto, contribuye a percibir a las mujeres como cuerpos de compra/venta, cuerpos consumibles. Lo hacemos para entender la complejidad del consumo sexual de mujeres y, luego entonces, encontrar estrategias para desalentar la de-manda, particularmente, aquella cuyo seno se encuentra en la explotación sexual y trata de mujeres.

Desde esta postura, argumentamos que la trata de personas es una de las actividades ilícitas más lucrativas debido a un complejo sistema proxeneta (Montiel, 2010) en el que cada uno de los actores coadyuva, por acción u omisión, para su funcionamiento y fortalecimiento. La trata de personas pone en práctica formas de reclutamiento que incluyen el engaño, la ame-naza, la seducción o simplemente el uso de la fuerza (física, simbólica y/o psicológica). Las personas así captadas por las redes de trata sirven a los más variados fi nes. En este sentido, dentro de la literatura especializada se pue-den encontrar diferentes clasifi caciones, pero para ejemplifi car se recurre a la siguiente (Ezeta, 2006, p. 22):

• En el ámbito laboral se incluye el reclutamiento para traba-jar en fábricas, maquiladoras; en el trabajo agrícola, en plantaciones, así como en minas, construcción, pesca; sin embargo, también aquí se incluye a las personas que se explotan en condiciones de mendicidad, trabajo doméstico o de alquiler de vientres.

• En el contexto sexual, las personas pueden ser forzadas a participar en prostitución forzada, pornografía (películas, fotos, internet), pedofi lia, turismo sexual, agencias matrimo-niales y embarazos forzados.

• Las falsas adopciones que en realidad pueden ocultar la venta de niñas y niños.

• La servidumbre que puede estar disfrazada en prácticas reli-giosas y culturales, así como en matrimonios serviles.

• En el ámbito militar el fenómeno de trata se da a través de utilizar soldados cautivos y niños soldados.

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• Respecto al tráfi co de órganos, se puede lucrar con el cuer-po de las personas al sustraerles, en forma ilícita, órganos, tejidos o componentes (pulmón, riñón, córnea, hígado, co-razón, etc...), con el propósito de ser vendidos en el mer-cado negro.

• El esclavismo puede seguirse presentando a través de la captura, adquisición o cesión de un individuo para explo-tación o servilismo.

En la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional quedó plasmada la voluntad de promover la cooperación en-tre los Estados fi rmantes para prevenir y combatir con efi cacia a la delincuen-cia organizada transnacional (ONU, 2004); asimismo, incluye un Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente de mujeres, niñas y niños (en adelante se referirá como Protocolo de Palermo), en el cual se reconoce abiertamente que las mujeres y la infancia conforman grupos muy vulnerables, pues son las principales víctimas de los tratantes y, por ende, se precisan acciones orientadas a protegerles y proporcionarles apoyo para alejarlas del mercado de compra-venta de personas.

Por otra parte, se ha generado el consenso de que las niñas y las mujeres representan un caso particular. Se afi rma que ellas son más vulnerables a ser reclutadas y a formar parte de la red de tratantes en virtud del género. Por ejemplo, en el Resumen y Aspectos Destacados de la Conferencia Hemisfé-rica Sobre Migración Internacional, se reporta que Susana Chiarotti (2003) destacó en su participación su inquietud por profundizar en el tema de la trata de mujeres por las conexiones y desconexiones que este tema tiene con los de género, migración y derechos humanos. Óscar Castro, por su par-te, enfatiza la liga entre género y las mujeres y niñas como víctimas de trata de personas: las mujeres –niñas y adultas– se encuentran especialmente en situación de vulnerabilidad ante prácticas como el lenocinio, siendo el sector mayormente afectado. La violencia de género, por tanto, permea la práctica de la explotación sexual, rebasando ésta los límites de la injusticia, ya que es ejercida en todas sus dimensiones: sexual, psicológica, emocional, física, social y política. La naturaleza del tráfi co de personas para la explotación sexual deriva, como lo señalan algunas organizaciones internacionales, de la presencia universal e histórica de leyes, políticas, costumbres y prácticas que justifi can el trato discriminatorio contra mujeres y niñas y que impiden

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la aplicación del conjunto de normas de sus derechos humanos (Castro, 2008: 93).

Así, las mujeres adultas o niñas se encuentran, respecto del grupo de los hombres, en una posición socialmente desfavorable. En cierto escenarios de la vida cotidiana el reconocer a una persona como mujer, implica simultánea-mente discriminarla, maltratarla, exigirle obediencia, excluirla de algunas actividades, etcétera. Por su condición de género, sigue el argumento, las mujeres corren un mayor riesgo de ser identifi cadas e integradas al circuito de compra-venta de seres humanos (Castro, 2008: 93). En otras palabras, es indispensable reconocer que las redes de trata de personas ineludiblemente incorporan, como parte de su funcionamiento, una lógica de género.

Los análisis de edad, género y diversidad nos permiten identifi car qué per-sonas en particular son discriminadas o excluidas del ejercicio de sus dere-chos y las circunstancias que causan esto. La discriminación en contra de las mujeres y las niñas sucede en la mayoría de las sociedades y reduce sus oportunidades de participar de manera signifi cativa, de expresar los riesgos de protección que enfrentan, de identifi car sus prioridades, e impiden que sus habilidades sean consideradas. Esto signifi ca que sus necesidades de protección con frecuencia no reciben atención, con lo que se limita severa-mente el ejercicio de sus derechos (ACNUR, 2008: 42), contribuyéndose con todo lo anterior a procesos indolentes de re-victimización.

Hasta aquí presentamos de manera breve algunas reflexiones sobre el fenómeno de trata y una aproximación a las víctimas recurrentes; de he-cho, cuando se revisa la bibliografía sobre trata de personas, resalta el hecho de que la atención está centrada en la víctima o en quien participa en alguna etapa del delito, empero, queda poco expuesta la participa-ción de un actor imprescindible para el funcionamiento de la red de trata, en particular de mujeres: los consumidores de servicios sexuales produc-to de la trata.

Pese a que tanto en la Ley para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas, como en el Protocolo de Palermo se establece que deben emprenderse ac-ciones preventivas destinadas a erradicar la demanda de trata de personas, no existen muchas investigaciones que aporten información sobre las moti-vaciones de los hombres para consumir servicios sexuales; es decir, se care-ce del insumo básico (información científi camente sustentada) para diseñar estrategias dirigidas a reducir y erradicar ese tipo de consumo. La presen-te investigación pretende aportar algunos elementos para ir cubriendo ese vacío, aunque consideramos importante, reiteramos, tener en cuenta que

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se trata de una primera aproximación al tema, a fi n de aportar información para una atención más integral al problema de trata de personas.

Si sumamos la diseminación de la delincuencia organizada, la corrupción y la impunidad, entre muchos otros factores, es lógico advertir que las solu-ciones a los problemas deben ser pensadas bajo una lógica multifactorial. Así, no basta con el endurecimiento de penas si se sigue viviendo bajo una dinámica de corrupción; no basta penalizar el trabajo sexual puesto que ello sólo generaría nuevas estrategias para la compra de servicios sexuales y la explotación sexual; no basta con atender a las víctimas pues siempre las ha-brá si no se ataca de raíz el problema. Se requiere pues de acciones creativas tendientes a promover y restaurar la cohesión social promoviendo ejercicios de concienciación y responsabilidad de los hombres y este estudio pretende abonar a ello.

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Por tipos de consumo sexual es-tamos pensando en aquellas prácticas que remiten a los ser-

vicios sexuales remunerados de mu-jeres adultas. Nos apoyamos en la defi nición que acuñan Ana Amuchá-stegui y Rodrigo Parrini (en prensa), quienes indican que el consumo se-xual refi ere a la práctica signifi cante que motiva a una producción espe-cífi ca de la subjetividad vinculada con ciertas prácticas discursivas y que permite una articulación entre el mercado y la sexualidad8.

Para nuestro estudio y siguiendo el objetivo general del mismo, se in-cluyeron preguntas que apuntan a analizar si los hombres logran distin-guir aspectos que diferencian la ex-

8 Nos resulta pertinente retomar la forma en que defi nen al consumo sexual toda vez que ésta realza la importancia de pensar este tipo de consumo tal y como Amuchástegui y Parrini lo indican: una “transgresión normalizada”, es decir que el consumo es percibido entre sus practicantes, como una falta (moral, ética, religiosa) y, sin embargo, es socialmente aceptada, ergo, normalizada (tiene normas en sus formas, participantes y prácticas).

Tipos de consumo sexual: una exploración sobre la

compra/venta de cuerpos hallazgos

plotación sexual del trabajo sexual o prostitución9. Aún y cuando el foco de atención está ubicado en las mu-jeres adultas, también se identifi ca si existen tipos de consumo sexual en relación con niñas y niños (prác-tica que, desde nuestra perspectiva institucional, a todas luces confi gura el delito de abuso sexual, pero cuyas implicaciones morales, jurídicas y políticas no forman parte de este análisis). Esto responde a lo que con anterioridad se plasmó respecto de

9 Estamos conscientes que esta afi rmación es polémica, pues en muchas ocasiones las posturas expresadas por la ONU pueden ser contradictorias; por ejemplo, en ACNUDH, 2006 (punto 81) se concluye que: “Cuando los derechos humanos de dichas víctimas [las personas que se prostituyen] entren en confl icto con las prerrogativas legales de los usuarios de la prostitución, deben prevalecer los derechos de las primeras: eso es una verdadera perspectiva de derechos humanos en la trata con fi nes sexuales”. Sin embargo, en ACNUDH, 2010, pág. 105 se afi rma: “El derecho internacional no impide a los Estados regular la prostitución según juzguen apropiado, con sujeción, naturalmente, a su obligación de proteger y promover los derechos humanos de todas las personas bajo su jurisdicción. Por consiguiente, las estrategias basadas en derechos encaminadas a abordar la demanda de prostitución en régimen de explotación o relacionada con la trata puede considerarse por separado de las estrategias dirigidas contra la demanda respecto de la prostitución en general o bien en conjunción con éstas”.

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la lógica de género en la que hombres y mujeres nos construimos, léase, hacer de los cuerpos un objeto, feminizarlos, es decir, hacerlos agentes pasi-vos prestos de ser usados/comprados/vendidos.

Pretendemos, en congruencia con la metodología adoptada, que sean los propios sujetos entrevistados quienes defi nan para ellos qué tipo de prácti-cas refi eren al “consumo sexual” y cuáles de ellas son consideradas una for-ma de explotación, así como dar cuenta de la idea que tienen respecto del trabajo sexual de las mujeres y, por tanto, de las mujeres explotadas sexual-mente en contextos de prostitución (también llamadas prostitutas).

Siguiendo a Dolores Juliano, lo que resulta más difícil de aceptar es desviar el foco de la atención y tratar de analizar cómo, por qué y para qué ha cons-truido la sociedad sus categorías estigmatizadoras (2010: 11). De entrada, el consumo sexual implica una triada entre compra-producto/objeto/servi-cio-venta; no obstante, abrir el concepto de consumo sexual de modo que sean los entrevistados quienes argumenten qué prácticas refi eren a ello, nos indica justamente lo que la autora pone en juego: las categorías estigma-tizadoras, ya que, todos los tipos de consumo sexual registrados entre los entrevistados, remiten directa o indirectamente a una trabajadora sexual, estigmatizada. “La prostitución es pues el ámbito más estigmatizado del modelo de mujer” (Juliano, 2010: 109), de ahí también que entre las pre-guntas hayamos incluido algunas que refi eren a la explotación sexual en la infancia y al trabajo sexual de varones y de personas trans10.

Los tipos de consumo citados por la mayoría de los participantes por orden de aparición y mayor consumo refi eren a películas pornográfi cas heterose-xuales “amateur”, conseguibles de manera gratuita en páginas de internet; a revistas en las que aparecen mujeres desnudas o en posiciones coitales con hombres y/o mujeres; a revistas que muestran imágenes “fetiches”, es decir, mujeres introduciéndose artefactos; a revistas o páginas electrónicas “zoo-fi licas”, lo que alude a imágenes de mujeres teniendo (o simulando) sexo con animales; y a revistas o páginas electrónicas “pedófi las”, que refi eren a hombres adultos teniendo sexo con niñas, sitios de masajes eróticos, “tables dances”, “prostitución” y “casas de citas”:

10 Consideramos que cuando de niñas o niños se trata, el trabajo sexual es, en sí, una forma de explotación sexual. No así para el caso de las mujeres adultas (u hombres adultos), en tal caso, creemos que en ciertos contextos puede existir un trabajo sexual no mediado por terceros, es decir, no explotada su fuerza y medio de trabajo. Lo anterior no signifi ca que estemos en contra de las posturas que indican que el trabajo sexual denota una forma de violencia estructural. Sin duda, el trabajo sexual, al menos en México, es una forma de violencia contra las mujeres por el hecho de percibir a las mismas como un objeto de compra y de uso, reforzando las ideas tradicionales-patriarcales de la “naturaleza sexual” de varones, misma que desde el ejercicio de la masculinidad tradicional aparece como irrefrenable, inaprehensible y violenta.

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Actualmente las juventudes se van por la experimentación: a mayor edad, los chicos de entre 16 a 18 años buscan a mujeres con experiencia, pero los hombres de 18 a 30 buscan como que más niñas, mujeres entre 15 y 18 años; y personas más adultas buscan como que más niñas, no sé a qué se deba esto, buscan niñas de 12 a 16 años, hay un consumismo muy elevado. Es muy fácil [conseguir pornografía], tecleas pornografía en internet y te manda a sitios, aunque ya hay policía cibernética que están a cada rato checando, es muy fácil eludirla. A veces los mismos servidores eluden a la policía cibernética y te envían a otro tipo de sitios, aquí todavía, en el centro del munici-pio, la puedes conseguir fácil… (Rng Ampertan Rg Infi nito Ir, 27 años, posgrado y 2 licenciaturas, docente, soltero, vive con sus padres, tiene un hijo. Tlaxcala, Tlaxcala, julio,

2012).

En cuanto a los costos de los consumos sexuales en general, los entrevista-dos dicen tener más experiencia en relación con las revistas pornográfi cas, las cuales cuestan entre 10 y 100 pesos y se consiguen en cualquier puesto de periódicos, o incluso en cadenas comerciales, como pueden ser ciertas tien-das departamentales. Por tanto, el acceso a la pornografía es relativamente sencillo: tanto personas con cierta posición económica (quienes tienen ac-ceso a internet en casa), como personas de bajo poder adquisitivo, pueden tener acceso a ella.

Los tipos de consumo sexual más recurrente entre los entrevistados refi eren a los videos pornográfi cos, sobre todo, aquellos que están en la red virtual y son gratuitos.

Los videos, te atrapan más, es como ver el movimiento, ver… como en vivo, ahí está. Porque la revista es hojearla un rato, verla poniéndole atención y luego la vuelves ver, pero no hay ese vinculo de realidad. (CHOCE, 26 años, preparatoria, taxista, casado, vive con esposa e hijas. SLP,

SLP, junio 2012).

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Entre los entrevistados el atributo de “realidad” cobra fuerza ya que, según su discurso, los videos la refl ejan. Muchos de ellos argumentan que no tienen prácticas sexuales con sus parejas estables como pudieran tenerlas con al-guna trabajadora sexual (al menos en su imaginario, pues muchos de ellos nunca han recurrido a servicios de trabajo sexual). Argumentan que esos vi-deos muestran lo real o lo posible en el campo de la convivencia sexo-erótica. Los videos caseros, de esa forma, son recurrentes y les resultan excitantes:

Hay muchas páginas como muy guerreras, por así decír-telo, es como del chavo de prepa que sube el video de su chava y hay otras donde hay mejor calidad en el video. Me gustan mucho las caseras, son como reales. (KIMBO, 25 años, licenciado en administración de obras, soltero, vive con: padres, hermanos y hermanas. SLP, SLP, junio 2012).

El anterior fragmento puede hablarnos de que quienes consumen videos porno piensan que lo que ven es irreal, que se exacerba la realidad o que simplemente son prácticas sexuales poco recurrentes y realizables; sin em-bargo, Beatriz Preciado (2010) indica que la pornografía ha aleccionado a nuestras sociedades sobre cómo se debe hacer el sexo, qué nos resulta pla-centero y qué no; qué les gusta a las mujeres y a los hombres, sin mencionar los atributos físicos que ellas y ellos deben tener. Esto, abona a la idea de los cuerpos hegemónicos que en primera instancia deben ser heterosexuales, jóvenes, vigorosos sexualmente –por no llamarles infatigables–, enaltecien-do tamaños y uniformando los genitales. Por supuesto, la pornografía nos enseña un sexo genitalizado, desprovisto de todo gesto afectivo: el placer está en los genitales y en la duración del coito.

La clase social también es crucial para efectos de entender por qué los videos pornográfi cos son los más populares en nuestra muestra. Estamos hablando de varones de clase media que tienen acceso a internet y, la mayoría, cuenta con una computadora en casa; algunos argumentan no llevar a cabo sus fan-tasías sexuales con mujeres porque eso implica pagarles, es decir, que con sus parejas estables difícilmente podrían llevarlas a cabo:

Yo creo que depende. Creo que lo más-más popular es la revista porque si bien el video es algo más elaborado, para ver un video necesitas un reproductor de discos o de ca-ssettes, y para una revista solamente tienes que llegar a esa

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revista, incluso si no sabes el lenguaje en el que está escrito pues la gente a lo que va es a ver las imágenes (…) si yo tuviera lana, iría más a tables o hasta con una prostituta pero no sale [no alcanza] para eso. (LEONARDO, 25 años, Licenciado en Historia, soltero, vive con una amiga, no tiene

hijos. SLP, SLP, junio 2012).

Los “modelos” de mujeres también fueron mencionados. Existen los videos de chicas vestidas de colegialas, de enfermeras, de secretarias, de “femme fatale”…, imaginarios sobre modelos de mujeres que les resultan atractivas. Existen así videos temáticos también que exacerban aspectos como raza, etnicidad, determinadas fi lias y preferencias sexuales:

Las de diferentes nacionalidades, mexicanas, que he escu-chado que hay unas más como extremas. Ayer vi una pe-lícula en la que buscaban a un vato que las mataba, que hacia el show todo sexual y luego las mataba, el sadoma-soquismo. (KIMBO, 25 años, Licenciado en Administración de Obras, soltero, vive con padres, hermanos y hermanas.

SLP, SLP, junio 2012).

Vouyeristas, bizarras, MILF, sexo con maduros, jóvenes, co-legiales, menores de edad, escuelas, maestros, asiáticos, interracial, retro, estrellas porno, películas de Disney. (ALE-JANDRO, 23 años, Licenciatura en Edifi cación, soltero, vive

con sus padres (separados). SLP, SLP, junio 2012).

Como se ha indicado, este estudio no pretende demostrar una comparación sobre las narraciones entre entrevistados de ambos estados, por el con-trario, busca dar cuenta del imaginario común respecto del consumo sexual. No obstante esta aclaración, se logra identifi car que en San Luis Potosí se mira en menor medida pornografía infantil que en Tlaxcala, toda vez que así lo han indicado los entrevistados de esta muestra. Sin la intención de ser categóricos con los resultados de estas entrevistas, surgen sin embargo algunas tendencias en cada estado (no por ello representativas de las po-blaciones masculinas de ambas entidades) que merecen resaltarse para el análisis: en San Luis, por ejemplo, se mira pornografía lésbica (sexo entre mujeres) y muy poca gay (sexo entre hombres):

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A lo mejor suena machista mi comentario. Lo de las lesbia-nas no me genera nada, de hecho hasta como que es hasta fantasioso estar con dos chicas, pero lo de los caballeros sí se me hace como… no me agrada, si lo vemos a gran-des rasgos prácticamente es lo mismo: son dos mujeres o dos hombres, pero en lo personal no está… ni imaginas esas ondas. En el caso de las chicas, es un gusto común entre los varones. Eso es lo que he escuchado. (KIMBO, 25 años, Licenciado en Administración de Obras, soltero, vive con padres, hermanos y hermanas. SLP, SLP, junio 2012).

La [pornografía] lésbica, la mujer es una maravilla ya que he visto mucha pornografía lésbica. No tengo problema con eso, pero gay… va contra mis principios, no me gusta, me da asco, respeto de verdad pero no me gusta. (ALEJAN-DRO, 23 años, Licenciatura en Edifi cación, soltero, vive con

sus padres separados. SLP, SLP, junio 2012).

A diferencia de San Luis Potosí, en Tlaxcala sí hay registro de personas que aceptan consumir pornografía infantil, aunque se aprecie un repudio a tal práctica entre los entrevistados. Asimismo, se rechaza el consumo de este material por parte de las personas menores de edad.

Mientras sean mayores de edad y estén de acuerdo, yo creo que es responsabilidad de quienes lo hacen, para al-gunos es su modus vivendi, viven de vender ese tipo de pornografía y también de quien la consume. Con lo que no estoy de acuerdo es que niños menores de edad tengan ac-ceso a ella, ya que no hay control y de cierta forma pueda causar algún tipo de desequilibrio emocional o mental. (ES-TOMATÓLOGO, 33 años, posgrado, unión libre, vive con su pareja e hijo de 13 años, Tlax. Tlaxcala, julio, 2012).

Sí hay muchos hombres que ven porno de niñas. Se trata de sus fantasías. Yo no la miro, una vez nada más pero sentí asco, feo. No me gustó. Aunque sí, mis amigos, por ejem-plo… la han visto. Tampoco les gusta pero sí, la han visto. (VICENTE, 25 años, psicólogo, casado, vive con su esposa.

SLP, SLP, junio 2012).

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Sujetos de ambas ciudades expresan que la pornografía, tanto en video como en revistas, precisa adultez y discreción. Es decir, que quienes la mi-ren sean adultos y sean cuidadosos; que la vean en casa, en la intimidad. Esto responde a que consumir pornografía, sobre todo para los hombres adultos, parece generarles cierta vergüenza, ya que en esa etapa de la vida ellos “deberían” estar teniendo esas prácticas, en vez de limitarse a verla. Resalta el punto de que entre los jóvenes genere menos pena el hecho de mirar porno, ellos –al menos en su imaginario– se están “educando” en las artes del sexo, por tanto, socialmente entre varones, es aceptado encontrar y compartir fuentes de “información” sobre ese aspecto tan importante para su ciclo vital.

Matthew Guttmann (2008) habla respecto del culto a la masturbación en-tre los hombres y explica que parte de ese sentido común respecto de la adolescencia incorpora las experiencias de auto-placer para los varones, una especie de culto varonil y viril que deriva de la existencia –supuesta– de una esencia masculina referida a los impulsos naturales. En otras pa-labras, la promoción popular del apego masculino adolescente a la mas-turbación tiene raíces en la naturaleza, en la biología humana, fi nalmente, de la que deriva la versión medicalizada –o de quienes cuidan de nuestra biología–, donde la masturbación adolescente de los varones implica una apertura sana y segura, una exploración normal en el proceso de adap-tación al mundo sexual como verdaderos hombres del mundo moderno (Guttmann, 2008: 169).

Casi todos los entrevistados en nuestra investigación afi rman haber visto su primera película o revista porno muy jóvenes (entre los 12 y 15 años), lo que les provocó repulsión, miedo y angustia, suceso al que volveremos y abundaremos más tarde precisamente por la importancia que tiene en la construcción de la masculinidad.

Con relación a la pornografía gay, creen que quienes la miran, por el simple hecho de hacerlo, son homosexuales. Suponen que un hombre heterosexual no logra excitarse con esas imágenes, incluso el hecho de pensarlo les ge-nera displacer. En el caso de la pornografía lésbica, sucede lo contrario. Esa la encuentran atractiva y excitante.

Respecto de la pornografía infantil, decíamos, se identifi ca repudio social, detengámonos en algunas narraciones:

Pues es un caso a la vez desagradable porque no sé que piense la sociedad en estos días, porque... eso de la por-

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nografía infantil, ¿por qué la consumes si tú tienes hijos pequeños que les pueden hacer lo mismo? ¿Y que tal vez sufran traumas? Yo la consideraría como irresponsa-bilidad de la ciudadanía, como, no sé... algo repugnan-te. (COREBACSITO, 18 años, preparatoria, sastre, solte-ro, vive con sus padres. Tlaxcala, Tlaxcala, julio, 2012).

Pues es algo en lo cual sí estoy en contra o que sí me cau-sa confl icto el poder ver algo como eso. Más que nada por la edad, o sea sí me causa confl icto ver una imagen así, entonces es algo que no, no estoy de acuerdo y pues no hago tal consumo, de ello. (VICENTE, 25 años, psicó-logo, casado, vive con su esposa. SLP, SLP, junio 2012).

Eso es cuestión de percepciones, a mí se me hace algo ya fuera de mi razón, fuera de la salud mental, para mí puede ser la palabra pero es como perversión, no es algo agradable para mi vista, imaginándome que en caso de que esos niños puedan ser hijos de alguien conocido, y no están ahí por el gusto de estar sino por el hecho de la explotación sexual y maltrato infantil. (ROMÁN, 26 años, preparatoria, impresor, soltero, vive con dos amigos. SLP,

SLP, junio 2012).

Se observa que se declaran en contra de la pornografía infantil prin-cipalmente a partir de un ejercicio empático: por el hecho de pensar que esos niños o niñas puedan ser parte de su familia. El dicho de “ex-perimentar en cabeza ajena” puede venir al caso. Otro aspecto desta-cable es que relacionan la pedofilia (atracción, excitación o deseo por un cuerpo de infante) con una patología, una enfermedad mental. No se llega a considerar que alguien “sano” tenga esos intereses ni tam-poco que esa acción de mirar porno responda a una decisión personal, es decir, socialmente se desresponsabilizan apelando a que sus actos responden a una “enfermedad mental”, en otras palabras, algo que no pueden controlar.

El riesgo de psicopatologizar algunos tipos de violencia radica justamente en que puede conducirnos también a atenuarla, justifi carla. No somos médi-cos, médicas, ni psiquiatras, no tenemos las bases para defi nir si la pedofi lia es o no una “enfermedad”, además de tener en cuenta que ese es todo un debate que va desde la fi losofía y la historia pasando por la psiquiatría y la

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moderna medicalización de los cuerpos y sus prácticas sexuales11. Lo que sí sostenemos es que, enfermedad mental o no, es un delito y este hecho implica una decisión de parte de quien actúa de manera abusiva –y consume directa o indirectamente cuerpos de niñas y/o niños–.

Un caso muy similar sucede con las opiniones respecto de la zoofi lia (atrac-ción, deseo o excitación por mirar o llevar a cabo alguna práctica sexual con animales). Se tiende a patologizar a los sujetos que miran este tipo de con-sumo sexual pornográfi co.

¡Híjole! yo creo que ahí también ya están bien mal del cerebro, bueno, que tienen alguna enfermedad. Hay que ayudarles por la cuestión de que no es razonable que te puedas meter con un animal, con un animalito, y menos de esa manera porque ellos se guían por instinto, nosotros nos supera algo que es la razón, el pensamiento, entonces eso nos hace superiores a ellos. Entonces no podemos utilizar esa forma de pensar ese razonamiento para dañar a un ser, así sea un animal. (LIBERAL, 31 años, certifi cado en gastronomía y etología, divorciado, Tlaxcala, julio, 2012).

Pues cada quien sus gustos, pero ya se me hace otro nivel ya más fuerte, yo digo que una cosa te lleva a la otra, no sé si lo hagan porque ya ven mucho porno y lleguen a ese grado o simplemente es un gusto y si existe es que hay gen-te que le gusta y lo frecuenta y en internet pues hay pági-nas que ofrecen eso y pues hay muchas páginas que están existiendo y existiendo y no han dejado de existir debido a una frecuentación de mucha gente que le gusta. (BETO, 32 años, preparatoria, fotógrafo profesional, soltero, vive con

un amigo. SLP, SLP, junio 2012).

Entre niñas, niños y animales se identifi ca un abuso, pero… ¿qué pasa cuan-do son mujeres? En tal caso parecería que no lo hay, con base en lo que han expuesto los entrevistados. El repudio que se ubica entre la pornografía in-fantil y la zoofílica es para los entrevistados, incluso, una enfermedad, pero

11 Véase: Historia de la Sexualidad I. La voluntad del saber de Michel Foucault (2002) para entender como las instituciones sociales (familia, medicina, jurisprudencia e iglesia, principalmente) generan mecanismos de opresión sobre los cuerpos mediante la sexualidad de los mismos, lo cual legitima o penaliza determinadas prácticas, patologizándo algunas de ellas por su carácter de “anormal”, es decir, salirse de la norma -y régimen- heterosexual y reproductivo.

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¿qué pasa entonces con la pornografía entre hombres y mujeres, entre mu-jeres y mujeres y hombres y hombres? La segunda la encuentran atractiva, la tercera sólo para homosexuales. La primera, la de hombres con mujeres, es la que se percibe como “normal” y “común”, hasta obvia, pero considera-mos pertinente cuestionarnos: ¿qué sustenta esa obviedad?

Monique Wittig (2006) tiene a bien indicar que el pensamiento heterosexual es un régimen político que indica primeramente la existencia ineludible de dos cuerpos que se sexualizan en la interacción social para luego en ellos, reproducir el género dual: femenino y masculino. Uno de ellos pasivo y otro activo mediante una relación dialéctica para su perfecto acoplamiento y función social.

Las prácticas sexuales aceptadas son entonces las heterosexuales porque persiguen la simulación de la reproducción social en términos de reiteración de los roles de género. Es también aceptada porque en las prácticas hetero-sexuales se difuminan las búsquedas del placer periféricas a la reproducción biológica y, esta última, no sólo es aceptada sino que es promulgada por la sociedad. La reproducción biológica remite pues, a la institución “familia”. A su vez la familia es la metonimia del patriarcado en su premisa fundacional, la cual refi ere a: sumisión a cambio de protección, es decir, un pater-familia que protege (de otro pater-familia) a sus miembros. Sus miembros entonces le deben respeto y sumisión.

Llama la atención que en las entrevistas se habló de los “modelos” de mujer en las pornos, no así de los “modelos” de hombres. No se mencionaron los criterios que cumplen esos varones en las películas o revistas porno. Pare-ciera que no se observa con detenimiento el cuerpo de varones sino sólo el de las mujeres, ¿se trata acaso que el cuerpo de los varones sea percibido como tal? Es decir, ¿el penetrador es un “cuerpo” o sólo “cuerpo” es el de las mujeres? ¿Qué refl ejan los cuerpos de los varones a los hombres?

Un trabajo más refl exivo abonaría a entendernos y pensarnos como los cuer-pos que somos. Si se quiere ver así: el género habita en nuestros cuerpos, es decir, antes del género hay un cuerpo que lo existe. En el cuerpo se traducen las emociones, los sentires y otros aspectos que no se relacionan de manera directa con la “razón”. Si socialmente se cree que las mujeres actúan más de acuerdo a la emoción (aludida al cuerpo) que a la razón (aludida a la mente), tiene sentido que para los hombres entrevistados, el cuerpo de varones, no sea un foco de atención toda vez que lo largo de la historia, la antropología ha demostrado cómo se ha relacionado el concepto mujer con lo emocional y el concepto de hombre con la razón (Mead, 1982), misma que, supuesta-mente, no precisa de la emocionalidad del cuerpo.

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Otro de los tipos de consumo que se identifi caron fue el masaje erótico. Al respecto, algunos entrevistados encuentran fútil esta práctica pues consi-deran que el masaje te lo puede dar la pareja y no hay, por tanto, necesidad de pagar por él (obviando con ello el carácter de servidora que le asignan a la pareja). El masaje, para los entrevistados, implica otro tipo de contacto, quizá uno más íntimo:

En internet pones masajes eróticos y te da la información y los costos de 300, de 400, de 700, de 800, de 1,200 pesos, o dependiendo de qué tipo de masaje sea. Ahorita estoy checando mis correos, una chiquilla de 17 años me mandó “oye, chécate esto”, estaba leyendo el masaje eró-tico con música suave y te cuesta 1,200 pesos. ¿Qué es lo que contiene o en qué consiste este tipo te masaje? En un baño con perfumes, después el secado, posteriormente unos cuantos aceititos afrodisíacos y después viene el masa-je oral, viene luego detalladas otras cosas y posteriormente las relaciones, después de las relaciones otro baño, otra vez todo, te preparan y después otro tipo de masaje. No es di-fícil saber dónde, de hecho ellos mismos te dicen en donde. No sabe si se le paga directamente a la persona o hay al-guien a quien se le paga. (RNG AMPERTAN RG INFINITO IR, 27 años, posgrado y 2 licenciaturas, docente, soltero, vive con sus padres, tiene un hijo. Tlaxcala, julio, 2012).

Ningún participante nos indicó los costos que implica el trabajo sexual de las mujeres que hace masajes eróticos, aunque la gestión del pago (a quién se le paga) puede darnos pistas para analizar la posible existencia de una red de trata. Uno de los informantes argumentó que en una casa de ma-sajes, a la que le dio miedo entrar justamente porque quien atendía la puerta era un hombre, sabe que hay mujeres en fi la, prestas de ser elegidas para el “masaje feliz”, esto es, luego del masaje corporal le sigue una práctica mas-turbatoria terminando con la eyaculación, de ahí lo “feliz”. En esa casa, hay que pagar primero, luego escoger a la chica y posteriormente entrar a una habitación a recibir el servicio.

Tienen sus patrones y les pagan y a las chavas nada mas les dan una mínima parte. (MANDY, 18 años, preparatoria,

soltero, vive con sus padres. Tlaxcala, julio, 2012).

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Aquí a las casa de citas le llaman casas de masajes. Te dan tu masajito pero con fi nal feliz. 250 por diez minutos; vein-ticinco minutos, 200 que es completo; 250 treinta y cinco minutos, cada diez minutos le suben 50 pesos y 800 con dos chavas. (CHOCE, 26 años, preparatoria, taxista, casa-

do, vive con esposa e hijas. SLP, junio 2012).

La presencia de custodios o vigilantes (personas que no son mujeres ex-plotadas sexualmente en un contexto de prostitución) y que pueden estar ahí para cobrar, gestionar o presentar los servicios) en estos sitios, la iden-tifi can como otra forma para poder identifi car la existencia de una red de trata.

Eso ya tiene tiempo, antes no se veía como se ve ahorita de que ya tienen el focote rojo y tienen el letrerote con casi-casi los servicios afuera de la calle o en el periódi-co, de que ves ese consumismo cada vez más frecuente. Y pues básicamente lo ves en el periódico o por recomenda-ciones de que ahí están las chicas y eso y pues llegas al lugar, entras, te sientan en un lobby, te dan una hoja con los servicios que están impresos y ya cuando te decides por el servicio sacan a las chavas en poca ropa, se dan una vuelta, y tu escoges a una. Por un servicio básico que es de 20 minutos pues son 150 pesos y es tener relacio-nes por 20 minutos, hay servicios que suben a media hora por 250 pesos que por más posiciones, y hay servicios por dos chavas o relación anal pero más o menos esta en 150 o 250 pesos y pues ya va subiendo depende de lo que tú quieras. Hay una persona que está al cuidado de las muchachas estas, es la que te abre la puerta y te dirige al lugar donde tienes que estar, ya sea un hombre o mujer y pues te dice los servicios que tiene y es a la que se le entrega el dinero. (BETO, 32 años, preparatoria, fotógrafo profesional, soltero, vive con un amigo. SLP, junio 2012).

Por ejemplo, un amigo sí lo hizo. Me contaba de que fue a una casa de masajes, fue más bien como por… pues sí se veía que estaba ya muy urgido, ya es otra cuestión de qué tan urgido o necesitado o caliente andes que tengas que

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comprar ese servicio; pero más bien él dice que era chistoso porque también una premisa que le gusta es no quedarse con la duda y entonces fue a ver qué onda. Dice que lle-gó que había un escritorio, una señora con una libreta, le enseñó la libreta, le dijo “no, ésta ahorita está ocupada”, “bueno ésta, ésta”, “bueno va”. Lo encaminaron a un cuar-to, se encontró con la chica, lo desvistió, le dio un masaje, pero él había pedido un masaje con otro tipo de servicios y pues ya, le dieron su buen... ¿cómo se dice la palabra correcta? le dieron su buena felación, sobadita y ya, órale, a la chingada, el que sigue. Entonces más bien, él se fue entre maravillado y sorprendido porque pensaba que eran mujeres así de que “no mames han de estar bien feas, han de ser todas gordillas o...” Y no, más bien dice que le tocó una chava que se veía muy bien cuidada, que pues era bonita. (LEONARDO, 25 años, Lic. en Historia, soltero, vive

con una amiga, no tiene hijos. SLP, junio 2012).

Otro tipo de consumo es el table dance (también llamado por los entrevis-tados “putero”). Estos establecimientos son bares en donde mujeres bailan semi desnudas o desnudas. Las meseras también atienden en poca ropa y ofrecen sus servicios de acompañantes. En estos sitios la presencia de guar-dias es más abierta ya que de acuerdo con lo expresado por los informantes: como es un sitio para hombres, es peligroso, se ponen pedos, se pelean. Las chicas u otros clientes pueden estar en peligro. (BETO, 32 años, preparatoria, fotógrafo profesional, soltero, vive con un amigo. SLP, junio 2012).

La descripción que hacen de estos lugares, grosso modo, refi ere a que asisten con amigos a beber, a mirar mujeres bellas, a platicar sus problemas amo-rosos, a seguir la borrachera. Todo esto con el fi n de no establecer vínculos afectivos con las mujeres pero sí pasar un “buen” rato con ellas, conversar y mirarlas bailar desnudas.

Guadalupe Ríos de la Torre (2008) explica que los “prostíbulos”, si bien han variado en sus formas, datan de fi nales del siglo XIX y principios del XX: “la capital mexicana tuvo una serie de actividades carnales, comerciales y de sobrevivencia en el medio del prostibulario. Además de los vaivenes sexuales, los contornos de la actividad prostibularia se alojaron en ciertos aspectos de la maquinaria disciplinaria y de los dispositivos de poder” (Ríos de la Torre, 2008: 286).

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Observamos pues que los servicios dentro del lugar “incluyen” a una mujer a la que hay que regresar al sitio luego de recibir sus servicios:

Allí había un letrero, la mesa con chica costaba 600 pesos, la botella más la chica te costaba 1,200 y si querías algo privado te costaba 600 y si te querías llevar a la chica te costaba 2,000 pesos y la condición era que la tenías que regresar antes de las 4 de la mañana. Sobre el pago: me imagino que a la persona que estaba allí porque había una como caja y se veía algo como tipo agenda, entonces me imagino que allí había una persona. (RNG AMPERTAN RG INFINITO IR, 27 años, posgrado y 2 licenciaturas, docente, soltero, vive con sus padres, tiene un hijo. Tlaxcala, julio,

2012).

Se indica que las mujeres explotadas sexualmente en un contexto de pros-titución forman parte de los “servicios” que estos bares ofrecen, es decir, existe un riguroso control (disciplinamiento) de estos cuerpos, el servicio es la disciplina que opera, asimismo, como dispositivo de poder y sujeción (Foucault, 2002).

Los table dance fungen como un placebo que abona al constructo ideal de la masculinidad hegemónica:

Es un pinche mundo de fantasía (…) se sienten grandes hombres por estar rodeados de tremendas mujeres que qui-sieran tener, entras a un mundo totalmente diferente y sales de ahí y sales a tu realidad, no sé… un mes para poder chingarle y volver a ese mundo de fantasía. El recorrido empieza desde que te empiezan a chingar los de seguridad para ver qué es lo que vamos a consumir, ya defi nido eso, pues te dan tus bebidas, empezar a ambientarte y disfrutar del alcohol y de la adrenalina de estar ahí frente a muje-res muy guapas y bien formadas y son cosas que no ves a diario, más bien disfrutas del momento y al fi nal sale la gente bien eufórica y pues hay gente también que sale muy normal porque es muy recurrente asistir a esos lugares. (ROMÁN, 26 años, preparatoria, impresor, soltero, vive con

dos amigos. SLP, junio 2012).

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Indican que existe también socialización con las mujeres que “forman parte” de los servicios. Los clientes de estos sitios parecen interesarse en ese mo-mento por las chicas que tienen frente aunque para la interacción se ocupe de un tercero que gestione el arreglo:

Sí suelo platicar mucho, bromeo, chistes, albur, un poco de plática erótica las puedo piropear un poco en cuanto a su cabello, su cuerpo en particular: “qué bonito cabello tienes –ha de ser peluca– tienes las rodillas chuecas”; intentando romper el hielo y romper también la frecuencia con que les dicen “tienes las piernas muy bonitas”, intento jugar un poco con ellas. Preguntarles también un poco sobre su vida, ge-neralmente son muy reservadas. De dónde es, si tiene hijos o no tiene hijos, que si estudia, y si llega a platicar, por ahí tengo una amiga que se dedica a eso. (EL DOC, 34 años, odontólogo, soltero, vive con padres. Tlaxcala, julio, 2012).

A los que yo he visitado no han sido –digo porque hay de table a table– hay tables donde la dinámica es diferente a los que yo he asistido: el mesero es quien te lleva la chica, si tú quieres un privado a quien le tienes que decir que quieres tal chica para un privado pues es al mesero, una copa te cuesta 80, 100 pesos. Un privado te cuesta 200, alrededor de 200. Es con el mesero con quien haces la transacción o el pago, no es directamente con la chica, la chica no he vis-to que reciba el dinero directo de los clientes; es el mesero quien lo hace. La relación, pues sacarla del lugar irse a un hotel, tener sexo pues ha de andar yo creo que unos... de 3,000 hacia arriba. (VICENTE, 25 años, psicólogo, casa-

do, vive con su esposa. SLP, junio 2012).

A los varones entrevistados les interesa la imagen que de ellos puedan formarse las mujeres bailarinas en el table dance. Es probable que de esta manera algunos pongan en práctica sus artes de galantería y, fi nalmente, si les resulta o no, de igual forma pueden darse el lujo de experimentar, pues no pretenden estrechar víncu-los emocionales, sino asegurar una relación funcional para ellos en ese contexto:

La verdad es que yo sí me creo que soy muy… acá. Como muy hablador con las chicas, intento ser coquetón, conquis-

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tar, verme gracioso, pero la primera vez que me tope con esta onda me cohibí, quien sabe si fue por la primera vez que sucedió, pero no era yo, estaba distraído, como en otras cosas. La chica se sentó en mi pierna y me dijo –inví-tame una copa– y yo todo nervioso y me empezó a tocar el cuello y yo sí pero ahorita, como no saber decir nada, hasta que me dice ¿cómo te llamas? No pus…que “X” y yo trabado. Lo que ella me preguntaba y yo dentro de mí “que pendejo, muévete güey, haz algo, tócala como te dice esa voz interna”. No hablamos de un tema particular, yo me echo la culpa a mí, porque no me lo permití. (KIMBO, 25 años, Licenciado en Administración de Obras, soltero, vive

con padres, hermanos y hermanas. SLP, junio 2012).

La masculinidad hegemónica, recordemos, no permite errores. Los hombres, si persiguen apegarse a dicho modelo (tradicional o machista) han de ser se-ductores, seguros de sí mismos. No hay titubeos y la seguridad debe ser exal-tada mediante su personalidad: carácter fuerte, inalterable. En estos espacios, el performance de género (Butler, 2011) cobra una gran fuerza. Aquí los hombres deben llevar a cabo sus actuaciones en reiteración –y exacerbación– para tener un lugar de preminencia entre pares y de seducción para con las mujeres.

El que diga que va a pistear es un pendejo (risa), la neta, está mintiendo: vas y miras a las chicas y pues no estás con el morbo, uno va a cotorrear y pues la función principal es esparcirse y gritarle a las chicas cosas que no puedes. Y pues también hay límites, tampoco tienes por qué hacerle énfasis, tienes que respetar. (CASIMIRO, 28 años, soltero, técnico en equipos de cómputo, vive con padres y herma-

nos, no tiene hijos. SLP, junio 2012).

Es probable que la relación que mantienen con las mujeres explotadas se-xualmente en un contexto de prostitución, les ayude a preparar el terreno con las mujeres con quienes sí pretenden estrechar vínculos. Entre éstas y las mujeres explotadas sexualmente en un contexto de prostitución, el imaginario es ciertamente difuso pues cuando se les preguntó su opinión respecto de ellas, dijeron lo siguiente:

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Opino que sí, que efectivamente se hace muy buen dinero pero eso tiene un costo muy alto. No sé si realmente son ex-plotadas, realmente es algo que no puede determinar uno como cliente, puede uno sospechar pero hasta ahí llega y la otra seria que el precio a pagar en su intimidad es muy alto por lo que reciben económicamente y más si por ejem-plo tiene un hijo, no sé, siempre he pensado que si algún cliente se las encuentra en la calle le puede incluso faltar el respeto o son mal vistas por la sociedad. (EL DOC, 34 años, odontólogo, soltero, vive con padres. Tlaxcala, julio, 2012).

Pues es una actividad que puede oscilar entre una actividad completamente decente hasta la prostitución ejercida de manera coercitiva, pasando por cualquier cosa. Una teibo-lera puede ser incluso una universitaria, una ama de casa y fi el esposa hasta una mujer explotada sexualmente, en esa gama de cosas lo que le quieras poner. (TACHO, 64 años, medico, casado, vive con esposa. Tlaxcala, julio, 2012).

Tal vez haya otras que lo hagan por gusto. O algunas otras pues yo creo que por ambas cosas, o por obligación que les estén obligando. O que sean como objeto de explota-ción. En estos lugares que he visitado, pues no pareciera que estén ahí por explotar o por algo, por como hablan, por su forma de dirigirse o por su aspecto físico. No sé. Pero pues en otros lugares me imagino que sí ha de existir esta parte de la explotación, pero pues al fi nal de cuentas si es un trabajo, estaría bien que no se cayera en esta parte de la explotación sexual. Que de alguna manera estuviera regulado porque a fi nal de cuentas, como te decía al prin-cipio, pues es algo que no es nuevo. Que es algo milenario y que pues también si lo hacen por una estabilidad econó-mica y les va bien y son como, digamos, de alguna manera felices en todos los otros aspectos o áreas de su vida, pues estaría bien que se pudiera regular. (VICENTE, 25 años, psicólogo, casado, vive con su esposa. SLP, junio 2012).

Pues que hacen muy bonito trabajo, yo pienso que la mujer es algo fuera del mundo y que la belleza no se puede ca-lifi car. (ALEJANDRO, 23 años, licenciatura en edifi cación, soltero, vive con sus padres (separados). SLP, junio 2012).

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El trabajo sexual es aceptable siempre y cuando las que lo ejercen sean ma-yores de edad. Con ello, los entrevistados suponen que hay un menor riesgo de explotación sexual, sin embargo, los entrevistados indican que las muje-res explotadas sexualmente en un contexto de prostitución suelen mentir respecto de sus vidas o bien hacerse las sufridas para que les des dinero. (ALE-JANDRO, 23 años, Licenciatura en Edifi cación, soltero, vive con sus padres (separados). SLP, junio 2012) y son muy discretas al respecto. No hablan de lo que hacen fuera del bar, no les dicen dónde viven, entonces ¿cómo saber su verdadera edad? En caso de que ése sea un criterio para distinguir el tra-bajo sexual de la explotación, ¿cómo saberlo?

Sí, platican puras mentiras, para empezar. Te dicen “no, es que yo, que la chingada, que soy de otra ciudad”, capaz que sí ¿no?, o sea, puede ser que sean de otra ciudad, puede que estudien tal cosa, que tengan 25 y en realidad tengan 32, o al revés. O sea no creo que ellas también se expongan, también por eso usan nombres exóticos que sa-bes que no son sus nombres, como adornos que sabes que no son de ellas como pelucas, colores más fuertes. Entonces platicas en algo que sabes que no existe, entonces le per-mite el cotorreo, el “¡ay papacito que estás bien bueno!” [y yo] “no, no es cierto, tú que estás bien guapa y que la chingada…”. Entonces creo que más bien es como un juego lo que se platica ahí. (LEONARDO, 25 años, Licenciado en Historia, soltero, vive con una amiga, no tiene hijos. SLP,

junio 2012).

Las “prostitutas” son las mujeres inaprensibles, las desconocidas y, por lo mismo, las intratables (Juliano, 2010). No obstante, con ellas ponen en prác-tica uno de los principales atributos de la construcción hegemónica del gé-nero masculino: la galantería.

El trabajo sexual, por los entrevistados identifi cado como “prostitución”, fue otro tipo de consumo sexual del que hablaron. La prostitución en Tlaxcala, de acuerdo con los informantes, está relacionada con la explotación sexual de mujeres:

¡Ah, claro, hasta sé quien las trabaja! (risas)… actualmente aquí en el centro del pueblo, en la fuente, hay unas, se ven

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como niñas, que están allí pero en realidad son prostitutas, eso lo sé por un compañero que realizó igual una investiga-ción, convivió con ellas. La otra es rumbo al sur pasando la vía, ahí vas a poder encontrar hoteles y chicas también. La otra es en el centro del estado, hay una casa como aban-donada pero no está abandonada, si tú sabes la clave, das la clave y entras, hay chicas dentro, no me consta porque no lo he confi rmado pero la persona que hizo esta inves-tigación nos dice que, efectivamente, hay chicas entre los 13 los 18 años, más grandes no, y la otra es que mediante números telefónicos, hay chicos entre 15 y 16 que discreta-mente te reparten volantitos con los números telefónicos, di-cen ´llámanos´ pero tampoco he hecho el intento de llamar. (RNG AMPERTAN RG INFINITO IR, 27 años, posgrado y 2 licenciaturas, docente, soltero, vive con sus padres, tiene un

hijo. Tlaxcala, julio, 2012).

No resulta novedoso que en Tlaxcala se conozca la problemática social de trata de mujeres y de la construcción de padrotes (“quienes las trabajan”) sobre todo al sur de ese estado, en Tenancingo12. Lo que llama la atención es que siendo un tema tan delicado no sólo por la afectación psicológica y física de las mujeres cooptadas, sino por la repercusión legal que la trata implica para los padrotes, los informantes hablan de ello sin mayor reparo. Aunque con indicios de cierta desaprobación, parece ser que es un tema del día a día por lo que su impacto moral se desdibuja.

En San Luis Potosí no se hizo referencia a la explotación sexual de mujeres aunque sí se tienen bien identifi cadas las zonas de trabajo sexual de mu-jeres. Si bien es cierto que las investigaciones respecto a la trata en este es-tado son muy recientes, los informantes demuestran poco conocimiento al respecto imposibilitándoles identifi car cuando en ciertos casos pueda haber presencia de red de trata:

Hay varios lugares, los identifi cables las 24 horas están en aquella colonia o en la cuchilla que hace eje vial y no sé cómo se llama pero creo que es “N”, enfrente del edifi -cio de seguridad pública, paradójicamente, pero en sín-

12 Para más información, ver: Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con trata de mujeres y niñas en Tlaxcala. Diagnóstico creado por GENDES, AC en el 2011.

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tesis haríamos un radio de 5 Km de ese lugar. (CASIMI-RO, 28 años, soltero, técnico en equipos de computo, vive con padres y hermanos, no tiene hijos. SLP, junio 2012).

Lo más conocido es lo que es la unidad del eje vial, en donde por años es tradición que ahí se encuentre a per-sonas prostituyéndose. En la periferia de la ciudad, en el otro periférico también hay. En una avenida también que no recuerdo cómo se llama, hay varios tables y personas prostituyéndose. En el área del centro por un mercado que se llama así…, por ahí también existen personas prostitu-yéndose. (VICENTE, 25 años, psicólogo, casado, vive con

su esposa. SLP, junio 2012).

Se observa también, una vez más, que la forma de pago puede darnos indi-cios sobre existencia de trata de mujeres. La remuneración por los servicios sexuales, en Tlaxcala, se identifi ca de esta forma:

Se sabe que cobran una cuota porque tienen que darle una parte al hombre que las está explotando. Ese tipo de personas [los padrotes] es difícil que se den a cono-cer, por decir, en un encierre de prostitutas es más fácil que no digan nada a que digan quien es su explotador, en municipios pequeños como éste son señores que tú los puedes ver nobles, viejitos, ancianos, que los ves casi sin nada pero a veces ellos son los que mueven todo tipo de cosas. (COREBACSITO, 18 años, preparatoria, sas-tre, soltero, vive con sus padres. Tlaxcala, julio, 2012).

A ellas se les paga [se les da el dinero] pero las cuidan, hay personas no dan su nombre ni nada pero sabes que ahí están, no los vez pero sabes que ahí están, las están cuidando que no se vayan que no te las lleves, que no las golpeen y que pagues. (LIBERAL, 31 años, certifi cado en gastronomía y etología, divorciado, Tlaxcala, julio, 2012).

Todos sabemos que las prostitutas tienen alguien que “las protege” pero que a la vez las explota. (ESTOMATÓLOGO, 33 años, posgrado, unión libre, vive con su pareja e hijo de

13 años, Tlaxcala, julio, 2012).

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Así es como en los tables se presenta la existencia de un varón que “cuide”, vigile o custodie a las mujeres que explotan y/o prestan sus servicios sexuales. Evoquemos la premisa antes anotada respecto del pater familia y podemos observar entonces que los varones cuidan o mantienen el orden dentro del marco de la ilegalidad (en el caso de la existencia de redes de tra-ta). “Cuidan” a las mujeres de otros hombres cuidándose así, de sí mismos (en tanto que representantes del género masculino).

Los entrevistados de ambos estados indican, de nueva cuenta, que los cos-tos de los servicios sexuales dependen “de la calidad de la mujer” así como del tipo de servicio. Argumentan que la felación estriba entre los 150 pesos y los 200 pesos; el coito arriba de los 500 pesos hasta los 5,000 pesos. Al respecto, Ríos de la Torre nos explica que “la prostitución ha respondido a un mercado activo y competitivo, donde las tarifas son defi nidas no sólo por el tipo de servicio que se ofrece sino también por atributos como belleza, edad, clase social y tipo étnico. La combinación de estos factores determina la ley de oferta y demanda brindando así una serie de posibilidades” (Ríos de la Torre, 2008: 293-294).

Otro tipo de prácticas sexuales, además de la felación y coito no fueron registradas para efectos de cotización. Del mismo modo, el uso del preser-vativo sólo se presentó en el caso del sexo coital, no así del oral.

De todos los entrevistados sólo siete mayores de 50 años indican haber con-sumido este tipo de servicio sexual. El resto, habla desde los saberes con los que cuentan, producto de pláticas con varones que son asiduos clientes de mujeres explotadas sexualmente en un contexto de prostitución, sin em-bargo también es posible que no admitan ser consumidores y relaten estas experiencias como las de una tercera persona.

Un amigo de mi primo me contó que entre sus amigos co-mentaban ese tipo de cosas que para que se sintieran más hombres y ese tipo de cosas. Me conto que él fue a otro esta-do, a la zona no me acuerdo, creo era la zona rosa, y pues que pago por este tipo de servicio, lo único que me comentó fue que fue su primera relación sexual y como no sabía qué hacer, la prostituta le decía que se apurara para que todo eso acabara, pero como mi primo no sabía ni cómo hacerle, podría decirse que se tardó en realizar la actividad sexual y pues podría decir que no le gustó ni a él ni a la prostituta. (KABALLERO PUNK, 20 años, preparatoria, panadero, solte-

ro, vive con sus padres. Tlaxcala, julio, 2012).

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En los tables se indicó que ponen en práctica sus dotes de galantería. Con las mujeres explotadas sexualmente en un contexto de prostitución es pro-bable que pongan en práctica la astucia que suponen deben de tener a la hora de establecer relaciones sexuales con una mujer:

Un amigo le platicó que en su familia acostumbraban que los hombres al cumplir 18, como dicen las personas mayores, lo tenían que “desquintar”, entonces para hacer eso, al cumplir 18, se los llevaban entre sus tíos, sus papás, sus hermanos, sus primos, ya todos mayores, a lo que es un table pero era nada más para que tuviera su primera relación sexual, y lo que me contaba era que antes de tener la edad de 18, como a los 12, él pensaba que iba a ser algo súper chido, muy genial, ir con su papá y toda su familia y que todos lo vieran, pero lo que me platicó es que un día antes de cum-plir los 18 se escapó de su casa para evitarlo pensando en todo el daño que se le podía hacer a una mujer si se seguía consumiendo esto, decidió escaparse y regresó a la semana y ya no tuvo nada. (COREBACSITO, 18 años, preparatoria, sastre, soltero, vive con sus padres. Tlaxcala, julio, 2012).

Pareciera que en algunos contextos, el “desquinte” con mujeres explotadas sexualmente en un contexto de prostitución fuera un ritual de paso para los jóvenes en su tránsito para volverse hombres adultos. Aún y cuando para algunos pueda no resultarles atractivo tener sexo con ellas, la presión social por parte de otros hombres, puede llevarlos a tener ese tipo de prácticas y es importante tener presente las afectaciones psicológicas y sentimentales que estos actos pueden generar entre los jóvenes durante las relaciones sexuales venideras.

Con relación a la explotación sexual de niñas y adolescentes, algunos infor-mantes, tanto de San Luis como de Tlaxcala, han tenido alguna oferta que no han aceptado:

Aquí en mi pueblo no la hay, la hay en la capital. El otro día que pasaba con mi hijo, porque de hecho tuvimos problemas mi pareja y yo y nos separamos y de vez en cuando veo al niño, estábamos comiendo y de repente llega una chica más o menos de 18 o 19 años y me dice, el amigo de allá te en-

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vía esto, pensé: pero si no lo conozco. Decía “¿te interesan las niñas, te interesan los niños?, somos tu solución y abajo viene un teléfono”. Yo tiré el papel a la basura para que no lo viera mi hijo. Otro día también andaba por allí y se me acercó la chica y me pregunta “¿oye, no te interesó lo que te propusimos?” –”¿a qué te refi eres?”– “tenemos ahorita niñas muy bonitas” y saca de su abrigo una tableta y me dice “mira, esta niña tiene 12 años y acaba de llegar de Chia-pas, esta niña tiene 13 años y acaba de llegar de Sonora y así me fue enseñando un montón de niñas”, discúlpame pero no... no me interesa, “te dejo una tarjetita por si te animas”. No sé el costo, solo sé que en mi estado sí las están ofre-ciendo pero no sé el costo. (RNG AMPERTAN RG INFINITO IR, 27 años, posgrado y 2 licenciaturas, docente, soltero, vive con sus padres, tiene un hijo. Tlaxcala, julio, 2012).

Sólo me ha tocado una vez cuando la mamá ofrece a su hija, como de quince dieciséis años, estaba bien chamaqui-ta, se le veía en la cara, muy guapa, eso sí, estaba muy gua-pa la chamaquita. Luego –¿a dónde la llevo jefa?– voy pa´tal lugar, me dice ¿Y qué, cómo va? –Pues bien seño, pues aquí empezando– Eran como las seis de la tarde y le digo: ¿usted ya a descansar? Sí pues, está cabrona que no más nada. Y le digo –¿de qué chambea mi jefa?– ahí en mercado aquel, la ofrezco a los locatarios que tienen lana… ¿qué, no se ani-ma? Y le dije: ¿animarme a qué mi jefa? Y dice: mírela bien, mi´ja está guapa, ¿no? Y le digo, sí pero está bien chamaca, bien chamaquilla ¿a poco ya no estudia? –nombre, pa´ella no es eso, para ella están otras cosas, bolas– dijo la señora, entonces sí me entró un madrazo, de decir ¡no mames! Fue cuando ya capté la onda, le dije no pues está bien jefa, me callo y dice ¿qué, no se anima? Y le agarra la pierna a la chava y dice –mire chamaquita, chamaquita– y yo ¡ay güey! (dentro de mí) y dije no jefa no gracias, dijo –ándele, porque la neta no sacamos nada– y le digo –a poco anda desde antes– y dice –no nada más venimos un ratito, no más que a esta cabrona no le fue bien– y le dije –no pus está bien pero, pero nomás mire a la chamaca como la tiene, toda asusta-da– y dice: –no, es mi hija y así le dejamos– [él dijo] pues sí, es su hija señora pero chale, pobrecita se ve asustada. (CHOCE, 26 años, preparatoria, taxista, casado, vive con

esposa e hijas. SLP, SLP, junio 2012).

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Con estos fragmentos podemos observar que algunos varones no sólo de-saprueban la explotación sexual de infantes o menores de edad sino que procuran no participar de ella. En el caso del entrevistado de Tlaxcala, tiró la publicidad para que su hijo no se enterara de lo que estaba pasando hacien-do caso omiso de la oferta y en el caso del informante de San Luis, mostró su desaprobación con la supuesta madre de la joven explotada13. Vale la pena detenernos aquí, pues quizá es uno de los resultados por el estudio que pueden ser más polémicos.

En primer lugar, es difícil contrastar las respuestas con datos duros14 pues las cifras ofi ciales de niñas y niños en situación de explotación sexual no es-tán defi nidas en México, lo que revela una alarmante falta de información para conocer las dimensiones de la problemática y, por tanto, para el dis-eño de políticas públicas; sin embargo, de acuerdo con algunos autores, los testimonios de víctimas de trata de personas con fi nes de explotación sexual indican que muchas de ellas empezaron a ser explotadas desde, por lo menos, los 14 años (Torres Falcón, 2010); asimismo, estudios realizados en Centroamérica demuestran que los varones de esa región no tienen res-tricciones en consumir cuerpos infantiles (Salas y Campos, 2004 - aunque en la misma investigación se detectó que existían inhibidores para este tipo de “consumo”). Más aún, de acuerdo con UNICEF en todo el mundo alrededor de 50 por ciento de las víctimas de trata en sus diversos fi nes, entre ellos la sexual, son niñas, niños y adolescentes, asimismo la OIT estimó que para el año 2000, 1.8 millones de niños fueron explotados en la industria del sexo comercial (UNICEF, 2005:13-14).

Aun cuando existe una posible contradicción entre las declaraciones de este estudio y otras investigaciones que invita a profundizar en el tema, los en-trevistados para este estudio podemos observar la supuesta reprobación de los actos de explotación sexual. Es probable entonces que si supieran cómo actuar en caso de tener contacto con este tipo de situaciones, harían algo al respecto: sea denunciar, llamar a un teléfono de emergencia… hacer algo. El silencio es cómplice del delito, de manera directa o indirecta saber de estos

13 Oscar Montiel considera necesario profundizar, en futuras investigaciones, respecto del porqué los hombres no denuncian estos actos de explotación sexual. Infi ere que, además de lo que la presente investigación indica, puede relacionarse también con posibles “pactos patriarcales” (no necesariamente explícitos pero sí simbólicos). También considera que el mensaje arraigado en la familia, es decir, aludir a no consumir cuerpos de mujeres haciendo referencia a: “imagínate que pueda ser tu madre/hermana/hija” no es sufi cientemente efi caz en materia de prevención, toda vez que el contexto familiar es un ámbito en el que se ejerce mucha violencia de género (Comunicación personal. Octubre, 2012).

14 Sin embargo, María José Gómez tiene a bien indicar que las cifras de niñas y niños en situación de explotación para la prostitución no están claramente defi nidas en México, lo que revela una alarmante falta de priorización por conocer la problemática. Un informe del DIF/UNICEF habla desde 2002 de la cifra de 16,000 niñas y niños explotados sexualmente en México, aunque podemos imaginar que son muchas más. Además del número actual de mujeres en prostitución que tienen menos de 18 años, las investigaciones sugieren que las mujeres adultas comenzaron la prostitución a una edad media de 14 años. (Comunicación personal. Octubre, 2012).

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casos y no tener algún tipo de acción, nos convierte en cómplices. Cuando se les preguntó a todos los entrevistados sobre qué harían en caso de iden-tifi car una red de trata, todos ellos dijeron no saber qué hacer, por un lado, debido al desconocimiento de algún teléfono, página electrónica o lugar a donde poder plantear una denuncia anónima por miedo a las represarías por parte de los delincuentes y, por otro lado no de menos importancia, porque suponen que las instituciones gubernamentales están coludidas con las re-des de trata. El miedo a la denuncia por la supuesta coalición entre las insti-tuciones de gobierno y la delincuencia, coadyuva al funcionamiento de las redes de trata, a la impunidad y a la violación de los derechos humanos.

Con relación a otro tipo de prostitución, no se obtuvo información respecto del trabajo sexual de varones. Se hizo alusión a que en ciertas calles de las plazas principales de ambas ciudades, algunos varones a quienes “se les nota que son homosexuales” se le mira de pié o caminando por ahí. Según los entrevistados pueden ser “prostitutos” o “simplemente gays que buscan a sus pares para el ligue de la noche”.

Mismo caso para el trabajo sexual de trans (travestis, transexuales, trans-géneros). En Tlaxcala indican que en la carretera que circunda Puebla y Tlax-cala, se observan personas trans ofreciendo sus servicios aunque descono-cen los costos y sus formas de proceder.

Hasta aquí presentamos lo referente a los tipos de consumo sexual que los entrevistados logran identifi car. Con base en dichos tipos de consumo, pa-semos entonces a describir los motivos por los cuáles los varones hetero-sexuales de estas regiones hacen consumos sexuales.

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En este apartado mostraremos las razones por las cuales los varones heterosexuales recurren a los servicios sexuales de mujeres adultas –aunque incluyendo la posibilidad de recurrir a la explotación sexual de

niñas–. Haciendo referencia de los tipos de consumo sexual que los varones identifi caron en sus localidades, analizaremos los motivos por los que se re-curren a ellos a fi n de escudriñar qué relación mantiene el constructo de la masculinidad hegemónica con las prácticas de consumo sexual que llevan a cabo.

A fi n de propiciar la refl exión, a los informantes se les preguntó: ¿por qué los hombres miran pornografía?, para luego insistir en cada caso con la pre-gunta: ¿por qué tú miras porno?, prestando atención a lo que se indica en relación con la generalidad a diferencia de lo personal, se revela lo siguiente:

Es diferente el consumo de pornografía que te ejemplifi co del de un muchacho adolescente que tiene menos experiencias sexuales simplemente porque no ha vivido lo sufi ciente como para saber posiciones eróticas o a lo mejor porque algu-nos desconocen los genitales femeninos. (TACHO, 64 años, medico, casado, vive con esposa. Tlaxcala, julio, 2012).

Pues existen varios motivos, me parece que uno de los moti-vos puede ser que se sienten solitarios y dentro de su mente quisieran estar rodeados de mujeres, tener sexo diario o pues básicamente por eso o porque se sienten solos o impotentes; o en otro caso porque de pequeños o en algún momentos su-

Motivos para el consumo sexual… ¿sin oferta no hay demanda?

hallazgos

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frieron abuso sexual y pues eso les causó un trastorno mental, dando como efecto pues de igual manera que quiera causar el mismo daño a personas ajenas. (NABETSE, 18 años, pre-paratoria, soltero, vive con sus padres. Tlaxcala, julio, 2012).

Para que sepan cómo se deberían llevar una rela-ción sexual cuando se les diera la oportunidad. (KA-BALLERO PUNK, 20 años, preparatoria, panadero, soltero, vive con sus padres. Tlaxcala, julio, 2012).

Pues yo creo que está como por naturaleza del hombre. A diferencia de las mujeres, somos más animales o más instintivos en este aspecto. Desde adolescentes por la cu-riosidad, por la hormona y por descubrir cosas. Pues sí, que nos dejamos yo creo que el hombre llevar más por esta parte sexual, más aparentemente desarrollada que por las mujeres. (VICENTE, 25 años, psicólogo, casado, vive con

su esposa. SLP, junio 2012).

Observamos que, efectivamente, pareciera que con las imágenes pornográ-fi cas algunos varones se educan en el campo de las prácticas sexuales. Del mismo modo, se destaca una naturalización de la supuesta necesidad sexual de los hombres:

Porque es algo necesario, es algo natural es como tener relación con una mujer es algo que tiene el hombre por instinto. (ALEJANDRO, 23 años, Licenciatura en Edifi cación, soltero, vive con sus padres (separados). SLP, junio 2012).

Aún y cuando socialmente se den por hecho –por supuestamente natura-les– algunos aspectos que refi eren a la construcción hegemónica del género, podemos observar algunas rupturas generacionales con el fragmento de un informante de 18 años:

El motivo mayor está basado en el machismo, porque desde niños la sociedad estaba acostumbrada a que un hombre era un macho que cuando se casaba tenía 7 mujeres o 12, más o menos era la tradición 12 mujeres y cada una tenía

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una familia, de esos hijos cada uno tenía otras 12 mujeres, el machismo es raíz de eso, cuando las mujeres se comen-zaron a rebelar de todo eso y ya no quisieron nada de eso, eso es lo que fue acabando un poco con el machismo porque aún existe, cuando eso se fue acabando los hom-bres se dieron cuenta que el coraje era hacia la mujer pero no sabían que el coraje era hacia ellos mismos... consumir pornografía es la única manera de hacer sufrir a una mujer (COREBACSITO, 18 años, preparatoria, sastre, soltero, vive

con sus padres. Tlax. Tlaxcala, julio, 2012).

Entre los mayores de 30 años, a lo largo de sus narraciones, podemos ob-servar un mayor apego a discursos tradicionales que vienen de la noción he-gemónica del género. Incluso, resalta el hecho de que en ambos grupos, los mayores de 30 años son quienes expresan haber llevado a cabo más tipos de consumos sexuales.

Es probable que la generación indique una brecha en este tema. Es imagi-nable que los jóvenes menores de 20 años manejen un discurso diferente15, por tanto, en sus actos tendría que verse refl ejado y la no práctica de algunos tipos de consumo sexual habla de ello. Las razones por las que no tienen ciertos tipos de consumo, refi eren a la presencia de toma de decisión y al proceso de refl exión atendiendo a: ¿cuáles son los motivos del consumo se-xual? A la mayor parte de los entrevistados mayores de 20, les resultó difícil responder a la pregunta: ¿por qué consumes? Les resulta relativamente sen-cillo hablar de las generalidades, es decir, desde los lugares comunes, sin involucrarse. No así cuando se les pregunta por sí mismos. Pareciera que los varones mayores de 30 años, en particular, no se piensan a sí mismos, ¿desde dónde actúan entonces?

Veamos las narraciones sobre los motivos por los que los entrevistados con-sumen sexo, en esta ocasión, películas, videos o revistas porno:

Eso fue de joven, en mi edad de juventud, siempre tie-nes ese cosquilleo, descubrir, explorar, qué es. Me jun-

15 Aventurándonos en la formulación de explicaciones, esto lo podemos relacionar con el impulso que se ha permitido para comunicar en medios de comunicación temas ligados a la igualdad entre hombres y mujeres y a la equidad en las relaciones sociales. A los cambios sociales que se han logrado producto de las demandas feministas tales como participación de las mujeres en espacios públicos y de toma de decisión, lenguaje abierto y asertivo en temas de sexualidad y la importancia de la apropiación del cuerpo, educación sexual en las escuelas, centros de atención e información juveniles, etc. El uso de las tecnologías como internet, por ejemplo, también facilita poco a poco que temas como género y sexualidad dejen de ser un tabú.

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taba con mis primos con mis amigos y era como una aventura decir “ey, tenemos una porno” y a escondidas de tus padres “vamos a verla” fue por esa cuestión que me toco verla. (LIBERAL, 31 años, certifi cado en gastro-nomía y etología, divorciado. Tlaxcala, julio, 2012).

Yo he visto pornografía en internet, la neta, hasta por-que estoy aburrido, que del Face te pasas a ver unas nalgas al porno, pero pues básicamente te aburres de eso, pero pues puede ser de aburrido o porque te quie-res masturbar. (BETO, 32 años, preparatoria, fotógrafo profesional, soltero, vive con un amigo. SLP, junio 2012).

¿Yo? ¿Por qué la miro yo? [Sí, usted, no los hombres en ge-neral] Ah… pues, no sé, me gusta, o bueno no, me aburre. Pues, creo que para poder tener el ambiente masturbatorio pero pues, creo que por eso. (ARNULFO, 54 años, prepara-toria, mecánico, vive con padres y esposa, 2 hijos, 1 hija.

SLP, junio 2012).

Entre los entrevistados menores de 30 años se puede observar de nueva cuen-ta la implicación que tiene la pornografía para la educación de su sexualidad:

Pues principalmente, por decirlo tontamente, fue para eso para que yo supiera cómo podría penetrar a una mujer, pero ya en el acto me di cuenta que no, ni al caso, nada que ver con lo que ponen ahí en los videos. (KABALLERO PUNK, 20 años, preparatoria, panade-ro, soltero, vive con sus padres. Tlaxcala, julio, 2012).

Cuando era pequeño la pornografía era muy famosa, niños de sexto año que tenían apenas 11 años ya empezaban a ver ese tipo de cosas, por lo mismo por machismo porque sus papás les daban los videos o a través de los celula-res. Cuando era pequeño vi pornografía en la escuela, se veía quien era el más golpeador, el más machista, el mejor pero “en aspectos malvados” como usar pornografía, fu-mar, tomar, golpear, robar o cosas así... aunque tú vayas buenamente, la sociedad te hace cambiar. (COREBACSITO, 18 años, preparatoria, sastre, soltero, vive con sus padres.

Tlaxcala, julio, 2012).

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Se percibe, con base en lo expresado por algunos entrevistados, cierto re-paro en lo que la sociedad espera de los hombres y lo que ellos deciden reali-zar, por convicción personal. Este aspecto es más recurrente entre jóvenes menores de 30 años. La capacidad de agencia y de toma de decisión, pare-ciera ser fundamental en este momento de la vida.

Con relación a los motivos por los que los hombres en general acuden a casa de masajes eróticos, encontramos que un foco de atención tiene que ver con lo emocional. En estos espacios, además de obtener un servicio sexual (mas-turbación o felación luego del masaje corporal), se da más la interacción con las trabajadoras. El servicio esperado va más allá de la obtención de placer por medio de la eyaculación, la solicitud de cuidado, de “chiqueo” o mimo, también entra en juego, veamos algunos fragmentos:

Pues me imagino por el propio erotismo, el erotismo, es muy agradable, que te acaricien, que te besen… Pero pues no sé, más allá de las sensaciones agradables táctiles, creo que emo-cionalmente no deja gran cosa. Es muy difícil saber las moti-vaciones de cada quien porque habrá a quien le guste que la acaricie una desconocida o a lo mejor ya tiene su cliente (risas) y habrá a quien le guste el masaje por el simple pla-cer de relajarse. Nunca he consumido un masaje erótico, tal vez es muy buena onda, pero no me interesa. (TACHO, 64 años, medico, casado, vive con esposa. Tlaxcala, julio, 2012).

Como es un poco más privado, pues implica que vayas a lo mejor no con toda la bola de amigos, si no que puedas ir solo, a lo mejor estás hablando de una adicción o de un proble-ma. Aunque no tenga que ser así, esa es mi percepción que es como algo más enfermo, ir a los masajes, por el hecho de que es como te digo a lo mejor más privado o que es más difícil que vayas con toda una bola de amigos y echar despapaye, sino que ya sabes que vas a tener una relación, o eso. (VICENTE, 25 años, psicólogo, casado, vive con su esposa. SLP, junio 2012).

Experimentación tal vez, tal vez estrés, tal vez problemas familiares, o por experimentar algo nuevo. (RNG AMPER-TAN RG INFINITO IR, 27 años, posgrado y 2 licenciaturas, docente, soltero, vive con sus padres, tiene un hijo. Tlaxca-

la, julio, 2012).

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Se indica, sobre todo en las casas de masajes, que los varones acuden a ellas cuando tienen problemas con sus parejas. En estos espacios tal vez encuen-tren una forma de retozo y/o de desahogo sentimental. Un cuidado, una for-ma de sentirse atendidos y procurados, por supuesto, por parte de una mujer.

A los masajes no vas nomás para tener sexo, a los masa-jes vas porque vas a tener relaciones. Si vas pues puedes ir porque te peleas con tu chava y vas a los masajes a que te consientan. (BETO, 32 años, preparatoria, fotógrafo profesional, soltero, vive con un amigo. SLP, junio 2012).

A lo mejor algunos hombres lo toman como un masaje, se relajan y ya, pero otros hombres por la impotencia de no poder tener a una mujer feliz, es parte del machismo, porque hay muchas formas de mantenerse feliz, casi siem-pre son los amigos los que te dicen “no te dejes”... “pasa esto...” Cuando las mujeres no les hacen caso a los hom-bres ellos pueden recurrir a que les den masajes o a ver películas pornográfi cas o “te voy a engañar con alguien”, lo que no saben es que ese tipo de hombres simplemente se sienten impotentes ante ellos mismos porque no tienen la sufi ciente capacidad para hablar con su pareja. (CORE-BACSITO, 18 años, preparatoria, sastre, soltero, vive con

sus padres. Tlax. Tlaxcala, julio, 2012).

La supuesta necesidad, sigue estando presente. Pareciera que la forma de legitimar el sentido de asistir a sitios como los tables y casas de masajes tiene que ver con lo instintivo –léase lo supuestamente incontrolable– de los hombres. La insatisfacción de los varones también es otro de los motivos, aunque dicha insatisfacción no queda clara y deberá ser motivo de inves-tigaciones futuras; sin embargo, con ánimo de problematizar, en el centro podría estar la difi cultad para lidiar con la igualdad; es decir, cuando existen “problemas familiares” podrían estarse refi riendo a que sus parejas no están adoptando el rol de mujeres sumisas que esperarían de ellas, por lo que acu-den a otra mujer para reafi rmar su masculinidad, ya sea porque a quien le pagan le pueden imponer las condiciones que su presupuesto les “permita”, porque “castigan” a su pareja o porque reafi rman que no requieren dialogar para solucionar el confl icto, pues “siempre” habrá alguien que cumpla el rol femenino que la cultura patriarcal les asigna: el sometimiento. Subyace de

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cualquier forma, un ejercicio de evasión de la responsabilidad propia que se sustituye con culpar a la pareja de una no “sufi ciente atención” que justifi ca la visita a estos espacios. En todo caso, no se sabe si la insatisfacción mascu-lina proviene de la relación de pareja o de sí mismos, simplemente se da por hecho que la hay y, quizá, tampoco se analice el origen, por tanto, la cura a ella queda bastante difusa.

No lo sé a ciencia cierta, pero... yo me imagino que quien recurre a ellos con la intención de un contacto sexual es porque no están a gusto con quien están o porque no tienen una pareja, al ser el sexo una necesidad fi siológica –para desahogar o más bien tienes que satisfacer esa necesi-dad–. (ESTOMATÓLOGO, 33 años, posgrado, unión libre, vive con su pareja e hijo de 13 años. Tlaxcala, julio, 2012).

Por lo mismo, por necesidad, no quiere decir que no lo tengan en su casa, muchos son fl ojos, muchos están de ociosos, ade-más el ser humano tendemos a ser infi eles la mayoría, no estás conforme con una pareja siempre estamos buscando algo más de satisfacción, mientras más alimentamos la satisfacción mas estamos contentos y alimenta el ego, que al fi nal de cuenta no es nada, pero es eso. (LIBERAL, 31 años, certifi cado en gastronomía y etología, divorciado. Tlaxcala, julio, 2012).

Pues cualquiera, yo le voy más a una cuestión de ideología y dinero o de cultura, el decirte que tienes que estar con una sola mujer es una onda cultural, pero el deseo de un hom-bre es de tener más chicas, es de naturaleza del hombre. La raíz de los hombres nos gustan las mujeres. Porque es más fácil, es cuestión de dinero traes dinero pues te cobra tanto. (KIMBO, 25 años, licenciado en administración de obras, soltero, vive con: padres, hermanos y hermanas. SLP, junio

2012).

La “naturaleza del hombre” es una frase bastante recurrente. En el entrama-do de entender y aceptar el peso que tiene la cultura en la forma de relaciona-rnos, parece ser que nuestro único y último escape es la “naturaleza” como si esta fuera incuestionable, irrefrenable, perenne e inmutable. Sin embargo, siguiendo a Joan Vendrell: no hay nada más cultural que el concepto de “na-turaleza” (2004). Para este antropólogo catalán, el “instinto” entre los seres

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humanos es cultura, es decir, lo que referimos como “instintivo” también refi ere a las construcciones –morales– sobre lo que la sociedad nos indica respecto de cómo ser, cómo pensar y cómo actuar. Para Vendrell, tendemos a culpabilizar a la naturaleza de los actos que encontramos indescifrables, reprobables e ininteligibles cuando es y ha sido el propio ser humano –y su cultura– quien ha creado la bifurcación entre cultura/naturaleza.

Sumado a ello, Guttmann (2008) argumenta que existe una cultura mascu-lina y que ésta impulsa la violencia merced de su supuesta naturaleza, con justifi cación en ella, para ser más puntuales. Recordemos que en dos oca-siones se presentó el hecho de que en contextos de mujeres y prostitución, hay hombres para mantener el control y “cuidar” a las mujeres de otros hombres, cuidándose también de sí mismos (de sus pares). El autor indica que la violencia no es natural, que ésta es el resultado de una agresión y que “los elementos biológicos asociados a ella, como la testosterona por ejemplo, no la causa sino que sólo puede exagerar la agresión ya existente; los niveles de testosterona no predicen nada sobre quién será agresivo o no, ni en qué magnitud. Diferencias de comportamientos impulsan los cambios hormonales, y no al revés” (Guttmann, 2008: 184), “las culturas masculinas pueden impulsar a los varones a ser ‘sexualmente incontro-lables’ convirtiéndolas en ‘necesidades’ corporales masculinas, lo que nos indica que existe una ecuación entre la identidad masculina y la idea del deseo sexual incontrolable” (Ibídem: 178).

Donna Haraway (1995) zoóloga y fi lósofa norteamericana, argumenta que en lo social no hay nada natural. Para esta autora lo que asume como na-tural es una forma de des-responsabilización social. Desde su visión, todos los conceptos –y sus efectos– son producto de discursos que se tienden a naturalizar, a pensarse como dados, por lo que no hay necesidad de cues-tionarlos, de interpelarlos. Así, si se piensa que la división sexual del tra-bajo es natural, es perfectamente aceptado que las mujeres se encarguen de lo que considera privado y los hombres de lo considerado público. Ella propone cuestionarnos lo obvio, lo supuestamente dado de forma natural y descifrar desde dónde y con qué argumentos se piensa como tal: ¿por qué se asume lo natural como lo cierto o como la verdad?, ¿lo “natural” no es sino una manera de asumir sin refl exionar las condiciones y decisiones sociales?

Entre los entrevistados no sólo lo “natural” se presenta como justifi cación de nociones sociales y actos colectivos, muchas veces se apela también a lo científi co como orden de la verdad: “científi camente está comprobado que los hombres son más infi eles que las mujeres”, “científi camente está pro-

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bado que los seres humanos no podemos ser monógamos” ¿es la ciencia al mundo lo que la fe a las religiones?

Con relación a los motivos por los que los hombres recurren a servicios de mu-jeres explotadas sexualmente en un contexto de prostitución, se indica que por soledad y por no poder estar con mujeres guapas sino es a cambio de dinero:

Yo soy un hombre de 64 años y me he encontrado hombres que van con una prostituta porque no tienen la capacidad de ligarse una chava y fornicar; hay otros que van con las prostitutas porque no se establece un vínculo afectivo; hay quienes van con prostitutas porque son incapaces de tener conductas novedosas con su pareja estable por restricciones de carácter social, o sea a la esposa se le respeta, entre co-millas, y no son capaces de tener nuevas actitudes eróticas y la relación se vuelve aburrida con la esposa precisamente por las motivaciones de carácter tradicionalista y con la es-posa siempre es en la misma posición con el hombre arriba y la mujer abajo y ya acabé y ahí te ves. En cambio, con una prostituta se pueden hacer muchas cosas que no son capaces algunos hombres de ejercer con su pareja formal. Entonces hay muchas motivaciones depende de la persona-lidad de cada individuo, generalizar por qué los hombres consumen sexo es muy difícil. (TACHO, 64 años, medico,

casado, vive con esposa. Tlaxcala, julio, 2012).

Con las mujeres explotadas sexualmente en un contexto de prostitución, algunos varones suponen que pueden llevar a cabo prácticas sexuales que con sus esposas por lo regular no suceden. También está implícita la cons-trucción de la imagen escindida de lo femenino, es decir, de dos tipos ex-cluyentes de la fi gura femenina. Ya Rosario Castellanos (1973) refl exionaba que idolatrar a la mujer como algo puro o rebajarla al nivel de una prosti-tuta era expresión del mismo problema: la difi cultad de los hombres de relacionarse con mujeres concretas.

Del mismo modo, el desinterés en generar vínculos afectivos a la par de prácticas sexuales, resulta ser otro de los motivos:

Falta de tiempo para poder desarrollar una situación sentimental que acabe en una situación sexual y pues se

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me hace lo más lógico que no tengan tiempo para ser socialmente chéveres y que tengan una relación sexual a partir de una buena relación sentimental. (CASIMIRO, 28 años, soltero, técnico en equipos de computo, vive con padres y hermanos, no tiene hijos. SLP, junio 2012).

Pues más que nada por eso: porque no pudo conseguirlo de una manera sana y solo se fue a lo fácil, te doy dinero y tú me das servicio y ya. (KABALLERO PUNK, 20 años, preparatoria, panadero, soltero, vive con sus padres. Tlaxcala, julio, 2012).

Una pues el desmadre con los cuates; otra, pues a lo mejor hasta la necesidad, a lo mejor alguien que no ha tenido suerte con alguna chica, o que no es muy agraciado, no sé, lo que quieras… que no ha experimentado una relación sexual, pues bueno ahí, pagando puede experimentar esto. (VICENTE, 25 años, psicólogo, casado, vive con su esposa. SLP, junio 2012).

Varias de las declaraciones planteadas por nuestros informantes reafi rman la construcción de la sexualidad masculina ligada a la genitalidad, donde la cuestión afectiva pareciera irrelevante. Por otra parte, se paga por “ob-tener lo que no se puede tener sin dinero”. Se trata de comprar estándares de belleza en las mujeres, y sus servicios sexuales, y no tener que invertir tiempo, ingenio, tacto y otras cosas que implican el establecimiento de un vínculo afectivo-sexual, lo cual nos conduce a una cuestión de estatus, tan relevante en contextos de masculinidades hegemónicas regidas por la competencia. La clase social, de nueva cuenta, es crucial para entender el consumo sexual, con esto, de ninguna manera se indica que entre las clases sociales con bajo poder adquisitivo, estas prácticas no se lleven a cabo, por el contrario, lo que se pretende poner de manifi esto es que esas clases pueden acceder a un número restringido de opciones dentro del “mercado” de la explotación sexual. El análisis que se está generando y consigo las líneas de acciones sugeridas que devendrán de éste, segura-mente consideran aspectos desde y para las clases sociales medias. Para atender otro tipo de sectores de la población habría que hacer estudios focalizados para cada una de ellas16.

16 Por ejemplo, habría que investigar si ciertos tipos de explotación sexual como el de niñas y niños corresponde a niveles de ingreso más altos, aunque la variable económica podría ser irrelevante si la extensión de las redes de trata de personas con fi nes de explotación sexual ha logrado un grado de actuación impune tal que puede reclutar (por ejemplo, por medio del secuestro) a una cantidad sufi ciente de niñas y niños y con ello “abaratar” el costo de la explotación.

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Otro aspecto que los motiva a tener consumo de personas en situación de prostitución tiene que ver con que perciben esta práctica como un “trabajo”, es decir, que las mujeres explotadas sexualmente en un contexto de pros-titución llevan a cabo esta labor por su voluntad ofreciendo así un servicio.

Entre los entrevistados, emergieron frases comunes como estas: “la prosti-tución es necesaria porque de lo contario habría más violaciones” o “la pros-titución es un mal necesario de la sociedad”. Asumir estos dichos “popula-res” implica pensar que los hombres, todos los hombres, innatamente son violadores, que son incontenibles sexualmente hablando y que las mujeres, para estar seguras, para no ser violadas por un hombres, deben tener –a manera de cómplices– a las mujeres explotadas sexualmente en un contexto de prostitución.

Es importante prestar atención a la imagen que los varones tienen de sí mismos en tanto concepto: el hombre. Los entrevistados manifi estan su repudio por la explotación sexual, sobre todo la de niñas y niños o ani-males. Podrían asumirse como incapaces de hacer este tipo de consumo se-xual, incluso, muchos no aprueban la explotación sexual de mujeres adultas –aunque no tienen claro cómo poder identifi carla y qué hacer en caso de lograrlo– entonces, ¿por qué repetir –y peor aún, creer en– estas frases? ¿No acaso existe una contradicción entre lo que dicen de sí mismos y lo que dicen “de los hombres” como si estos no fueran parte de ellos, o bien, ellos como representantes del género masculino?

Siguiendo con el imaginario de los hombres y su práctica del género, in-dican que el perfi l de varones que consumen pornografía es muy variado: ricos, pobres, con o sin estudios, toda vez que este tipo de consumo tiene un mayor acceso. Sin embargo, en esa idea de “todos miran pornografía” existe ambigüedad. Se indica en algunas entrevistas que son personas emo-cionalmente estables, otros dicen lo contrario; refi eren que son hombres con parejas estables, otro dicen que son varones sin pareja, aburridos. En breve, mirar porno para los entrevistados es parte de la cultura: desde el ca-lendario de los mecánicos hasta las revistas especializadas (BETO, 32 años, preparatoria, fotógrafo profesional, soltero, vive con un amigo. SLP, junio 2012). Lo que está de fondo, creemos, es una justifi cación para hacer del cuerpo de la mujer un objeto. Cualquier sujeto, de cualquier clase social, en cualquier condición sentimental, puede ver el cuerpo de las mujeres como un objeto de deseo.

Respecto de los varones que asisten a casas de masajes, se encuentra mayor consenso entre los entrevistados. Afi rman que este tipo de personas, asiduas a los masajes eróticos, viven un desarraigo emocional, que son hombres in-

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seguros de sí mismos que buscan sentirse deseados mediante el tacto (los masajes). De nueva cuenta podemos observar que los masajes implican otro tipo de relación con la masajista y, claro, los motivos también son distintos. De una forma similar, la clase social entra en juego:

Primero lo debe poder pagar, no cualquier hombre… yo creo que un campesino es tan capaz de tener sensaciones o darlas como un ejecutivo de primer nivel, lo que pasa es que un campesino difícilmente tiene el recurso econó-mico como para darse un masaje erótico, entonces para empezar depende del nivel socioeconómico y el nivel so-ciocultural, si tienes una pareja que sea muy buena onda, yo creo que ambos pueden aprender a darse masaje eró-tico y no necesariamente consumirlo en establecimientos especializados.... Hay quien le gusta que se lo de alguien especializado que tenga toda la habilidad en la presión adecuada en las manos, en los toques, en los movimien-tos y entonces resulta más atractivo que lo dé alguien ex-perto que alguien inexperto, Hay muchas motivaciones, si quieres que generalice es muy difícil. (TACHO, 64 años, medico, casado, vive con esposa, Tlaxcala, julio, 2012).

Pues yo creo que alguien que sí ya no tiene ese acceso de una manera sentimental, sino que va a cumplir una nece-sidad y ya ahí también desde el güey que se va gastando de la raya de la semana en un masaje hasta el güey que puede echarse tres o cuatro en un día. (LEONARDO, 25 años, Licenciado en Historia, soltero, vive con una amiga,

no tiene hijos. SLP, junio 2012).

El desarraigo emocional y la inseguridad entre los varones se manifi estan entre los que pueden pagar estos servicios. No tenemos forma de identifi car si esto se da en otras clases sociales, empero, en las clases medias sí. Una idea común es que los varones acuden con mujeres explotadas sexualmente en un contexto de prostitución para hablar de sus problemas personales, sin embargo, ésta no surge entre todos los entrevistados. Se indica que asisten con ellas porque tienen problemas personales pero no se indica que con ellas los verbalicen o que luego del encuentro con ellas se sientan aliviados. Sin duda, es otro de los aspectos que también requieren mayor investigación, pues podría estar indicando el tipo de tensiones originadas por una forma

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de sexualidad promovida por la masculinidad hegemónica que se basa en la genitalidad: al desligarse la construcción de la masculinidad de la vida emocional, los hombres no disponen de los elementos para vincularse afectivamente con quienes les rodean, de manera específi ca, con sus pare-jas (estables o temporales).

Al parecer el consumo sexual, y puntualmente, las “prostitutas” pare-cen ser temas de uso común. Todos y todas creemos tener mucho que decir al respecto, un tema de libre debate con muchos argumentos. Sin embargo, notamos contrastados e interpelados muchos de nuestros prejuicios a la hora de analizar los fragmentos de los entrevistados. Hay muchas preguntas sin respuesta, muchos nodos y tensiones no resueltas. Se piensa que la prostitución por ser “el oficio más viejo del mundo” es un tema muy trabajado y muy opinado, no obstante, esto parece que no es así. Al menos no si lo analizamos desde los varones que consumen cuerpos de mujeres.

Volviendo al objetivo general de este trabajo, mismo que persigue conocer los motivos por los cuales los hombres heterosexuales consumen servicios sexuales de mujeres adultas, a fi n de identifi car elementos que contribuyan a desalentar la demanda del sexo pagado que tenga su origen en la trata de mujeres, va quedándonos claro que para ello, primero habríamos de escu-driñar a fondo la complejidad de los servicios sexuales, desde los varones que los consumen. Esto, evidentemente apenas es el principio, no obstante, vamos encontrando focos de atención, a saber:

• Notable desarraigo emocional entre los varones que recu-rren a estos servicios en busca de algo que creen no tener con sus parejas y consigo mismos, o que no encuentran, como construir en sus vínculos erótico-afectivos, se trata pues, de una sexualidad restringida.

• Discurso popular que legitima la percepción de las mujeres como cuerpos-objetos de deseo de los hombres.

• Discurso naturalizante del instinto sexual irrefrenable entre varones, lo que los “obliga” a recurrir a servicios sexuales proporcionados por mujeres.

• Fuerte disociación del imaginario de la “masculinidad” en relación con los actos y percepciones de los propios varo-nes cuya masculinidad sigue quedando difusa, intentando –consciente o inconscientemente– alejarse de los mandatos

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hegemónicos de la masculinidad pero reproduciéndolos en la praxis cotidiana y en el discurso.

• Aparente forma de resolver tensiones que se generan en la relación de pareja.

Apelar con tal insistencia al discurso puede parecernos superfi cial o en pa-labras coloquiales, remitirnos al “dicho popular”, y valga la redundancia: del dicho al hecho, hay mucho trecho, sin embargo, como lo afi rma Carmen de la Peza (2011) el poder constructivo y destructivo del discurso tiene un peso de suma importancia en el constructo (imagen) de lo que somos, de lo que es el otro y la otra.

Para esta autora como para muchos y muchas analistas del discurso, las pa-labras también son acciones. En su repetición “las convertimos”, es decir, las creemos realidad; construyen imaginarios, conducen nuestros actos y los legitiman. En tal sentido ¿de qué sirve que los varones muestren desapro-bación ante la explotación sexual si ellos al referirse de las “prostitutas” las enuncian y visualizan como objetos elegibles, como parte del “servicio” que ofrece la pista del table o la casa de masaje?

De esta manera el foco de atención que enunciamos, aquel que habla de la disociación que se presenta entre “los hombres” y los sujetos que entrevis-tamos, que también son hombres, tiene sentido aceptar la importancia del discurso. ¿Qué pasaría si dejáramos de repetir que un hombre a cabalidad es fuerte, vigoroso sexualmente, naturalmente violento, entre otros atribu-tos del modelo hegemónico de la masculinidad? Y no sólo nos referimos al discurso ´hablado´, es decir, a las narraciones, sino a todos esos aparatos discursivos que legitiman y posicionan a los varones en el marco de la “cul-tura masculina” (Guttmann, 2008). Pensemos en los arquetipos del macho mexicano, en los actores del cine, en los actores de la lucha libre, en los políticos (por ejemplo el caso del “diputable”, es decir, el diputado que fue encontrado por periodistas en un table dance evidentemente alcoholizado y facturando la cuenta a nombre de la instancia de la que en ese momento era funcionario público), por mencionar sólo algunos.

El presunto desarraigo emocional que hemos enunciado en el primer punto, puede que también responda a lo anterior: a la tensión entre tener que ser hombres a cabalidad sin reparar en las propias decisiones personales, en la posibilidad de construirse como cuerpos genéricos que pueden decidir hacer sólo aquellas cosas que les generen sentido y no todo lo que el modelo he-gemónico les mandata.

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Este apartado presenta algunos aspectos para entender cómo se expresan los ejercicios de domi-

nación y opresión sobre los cuerpos en el acto –o en el imaginario– del consumo sexual de mujeres adultas.

El género, se ha anotado con ante-rioridad, es una categoría útil para analizar las relaciones de poder entre los miembros de una sociedad, pun-tualmente, entre hombres y mujeres (Scott, 1996). Hablar de género es atender las relaciones de poder y éste, el poder, no se toca ni se mira, no se gana ni se pierde pero sí se dis-puta y se ejerce. Se materializa me-diante comportamientos, actitudes, percepciones y maneras de interpre-tar los fenómenos que nos rodean.

Judith Butler (1995) tiene a bien afi rmar que los actores del género quedan encantados por sus propias fi cciones, con esta frase, la autora argumenta que el género se actúa siendo así la forma de existir al cuer-

Relaciones de poder: la efi cacia de las fi cciones del género

hallazgos

po. Apelando a la desnaturalización de los conceptos axiomáticos y de los dogmas, una vez más es preci-so indicar que no se nace mujer (ni hombre), se deviene mujer (y hom-bre), como lo habría indicado Simone de Beauvoir en el Segundo Sexo.

En ese tenor, cobra sentido uno de los puntos concluyentes que se apun-tan en el apartado anterior, es decir, la disociación entre lo que los entre-vistados creen que hacen y piensan “los hombres” en relación con lo que hacen y piensan de sí mismos. A los varones les cuesta hablar en prime-ra persona, hacen uso de aspectos que aluden a “los hombres” cuando estos no les implican confusiones e interpelaciones y, cuando así es, no saben qué decir, ni tampoco qué hacer. Parecería que no hay pará-metros fuera del marco de la mascu-linidad hegemónica y, sin embargo, pensamos que los hay y que pode-mos seguir promoviéndolos.

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Observemos las experiencias de los propios sujetos cuando se enfrentaron por primera vez a algún tipo de consumo sexual. En las veinte entrevistas aplicadas, el primer tipo de consumo al cual tuvieron acceso fueron las re-vistas o videos pornográfi cos heterosexuales. En todos los casos, la primera sensación que percibieron fue de repulsión, asco, miedo y confusión. Eran muy jóvenes, o incluso niños, cuando otro varón, no en pocas ocasiones adulto, les mostró el material porno. Tres casos solamente indican que la primera vez que miraron porno fue con amigos de su edad, no obstante, al amigo quien llevó la película o revista, un adulto se la había previamente mostrado.

Con un poco de nervio, de temor por no saber qué hacer o qué sentir. Estás chico y pues así como mucho nervio mucha sorpresa (…) recuerdo la sorpresa de sentir la piel también un poco de frialdad en el trato, sin tanto sentimiento. La va-riación estuvo en la sorpresa y en el temor, ya no es tanto, ya sabes que va a ocurrir y ya no hay ansiedad, sí hay un poco de emoción pero la verdad, personalmente, no me agrada mucho porque es muy artifi cial. (EL DOC, 34 años, odontólogo, soltero, vive con padres. Tlaxcala, julio, 2012).

Eran revistas grotescas, con imágenes de mujeres adultas, pero de esas revistas en blanco y negro, con contenido sexual bien explícito en el lenguaje y en la imagen. Y pues ese fue mi primer tipo de consumo, y después prestárnosla cada semana y después que cada quien tuviera una. (VI-CENTE, 25 años, psicólogo, casado, vive con su esposa.

SLP, junio 2012).

Nos enfrentamos con la socialización entre varones respecto de su género y consigo su sexualidad, aspecto que Guttmann (2008) relaciona con la “cul-tura masculina”. Siendo tan pobre y moralista la educación sexo-erótica-afectiva que en las escuelas de este país se imparte17, los jóvenes varones recurren a este tipo de situaciones para “aprender” del sexo, de sus cuerpos, del cuerpo de las mujeres y de la sexualidad en general, misma que va mucho más allá del coito. Implica pues, vinculación, erotismo, búsqueda de placer, autoconocimiento, entre otras cosas. La sexualidad también nos posiciona

17 Una visión judeocristiana esencialista que implica miedos, prejuicios y estereotipos de género relacionados con el cuerpo, el placer y la diversidad sexual.

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en el mundo como mujeres o como hombres, la sexualidad implica al género –y viceversa–.

Luego de las revistas, en algunos casos el consumo derivó en la búsqueda de “prostitutas” asistiendo a tables o bien a las calles donde ofrecen sus servi-cios estas mujeres:

En el table fui como en la prepa cuando estas así todo en la plena pubertad y vas con todo el morbo de ver a las chicas y de contarles a los amigos que fuiste a un lu-gar así, me recuerdo, y ahora no sé si llamarlo por ne-cesidad, porque es la despedida del compa y hay que hacerle el evento por tradición cultural. (KIMBO, 25 años, Licenciado en Administración de Obras, soltero, vive con: padres, hermanos y hermanas. SLP, junio 2012).

La prostituta de Puebla es la primera y única vez que me he metido con una prostituta. No hubo más que un ejercicio fornicatorio y después tuve una novia con la que después de muchos meses de noviazgo ejercíamos la sexualidad, variaba en que una era mi novia y la otra fue una relación fortuita con una desconocida, la calidad de la relación con mi pareja estable era, evidentemente, mucho mayor. (TA-CHO, 64 años, medico, casado, vive con esposa. Tlaxcala,

julio, 2012).

El consumo sexual de cuerpos de mujeres es para algunos entrevistados un entrenamiento en su sexualidad, en las relaciones de pareja que han de esta-blecer y, también, una tradición entre varones. El problema con las tradicio-nes, nos permitimos afi rmar, es que normalizan modelos de comportamien-to, es decir, que “están ahí para seguirlas” (KIMBO, 25 años, Licenciado en Administración de Obras, soltero, vive con: padres, hermanos y hermanas. SLP, junio 2012). Sin embargo, las tradiciones también están para ser inter-peladas. Hacer de las tradiciones algo que nos genere sentido, de lo contra-rio, cambiarlas o, cuando menos, dejar de seguirlas.

La diada “mujer pura para casarte y mujer puta para desahogarse”, se pre-senta también con cierta ambigüedad. Hacen uso de los servicios sexuales de las mujeres explotadas sexualmente en un contexto de prostitución para entrenarse y ser las parejas deseadas de sus “mujeres para casarse”, sin em-

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bargo, se vuelve una espiral cuando buscan a una prostituta porque no en-cuentran en sus parejas la supuesta satisfacción que están buscando. Mismo caso ambiguo cuando preguntamos ¿qué sientes al mirar porno?:

Más que nada de las imágenes, me siento excitado, pero ya después de eso lo pienso y todo eso y digo no, realmente ¿por qué hacen eso? La vida no es así. (KABALLERO PUNK, 20 años, preparatoria, panade-ro, soltero, vive con sus padres. Tlaxcala, julio, 2012).

Tanto como sentir, no. Andas como excitado, ves una pelícu-la, lo que sí yo no creo es que alguien vea una película por-no completa, nada más lo ves, le adelantas y ya. La miras unos seis-cinco minutos, luego es bien aburrido. (KIMBO, 25 años, Licenciado en Administración de Obras, soltero, vive con: padres, hermanos y hermanas. SLP, junio 2012).

En teoría, los varones en los tables se sienten a gusto, entre amigos, convi-viendo, bebiendo, mirando cuerpos de mujeres que encuentran bellas, no obstante, respecto de su sentir en estos sitios, una vez más notamos ciertas tensiones.

Por un lado, luego de analizar los motivos, centrándonos en el sentir, mismo que muchas veces es vedado por ellos mismos, encuentran un sinsentido en estos sitios. Sienten al principio ganas de estar allí, por la tradición, y cuando salen notan que gastaron una cantidad considerable de dinero y su situación de descontento sigue siendo la misma: “igual me seguí sintiendo así como entré y mal, me peleé con mi novia y salí de ahí y pues, nada cambió. Hasta peor, ahora que lo pienso, hasta culpa por haber estado allí” (KIMBO, 25 años, Licenciado en Administración de Obras, soltero, vive con: padres, hermanos y hermanas. SLP, SLP, junio 2012). Por otra parte, parece que el vínculo de pareja que tengan determina su situación al interior de los bares, a saber, cuando están recién saliendo con una chica, es decir, son novios, sienten cierta culpa por estar en un sitio mirando mujeres desnudas. Cuando tienen tiempo de estar en situación de pareja, o casados, se sienten relajados y sin culpa alguna. Es preciso analizar en este punto uno de los mandatos de la masculinidad hegemónica: el contrato matrimonial.

Desde la masculinidad hegemónica, a cierta edad los hombres deben de ca-sarse con una mujer y tener una familia. Antes de ello, haber experimentado

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con varias mujeres para así encontrar a la “buena para casarte”: “experimen-tas con muchas, luego ya llega el momento de encontrar a la buena” (ARNUL-FO, 54 años, preparatoria, mecánico, vive con padres y esposa, 2 hijos, 1 hija. SLP, junio 2012).Se trata acaso de que los varones, una vez cumplida la mi-sión de “familia”, pueden seguir en la búsqueda y experimentación… ¿de qué?

Los entrevistados se mostraban bastante tranquilos cuando se hablaba de su opinión respecto del trabajo sexual de las mujeres. Sin embargo, cuando insis-timos en cómo se sienten cuando asisten con una prostituta notamos un cam-bio. El giro entre “los hombres” y ellos mismos, una vez más entra en juego:

De repente me siento mal porque no sé, no nada más con las prostitutas que venden el sexo como tal sino también puede pasar en el table, satisfacción visual porque ves el baile erótico, pero ya ver a una prostituta en una esquina, pues no está haciendo ningún baile erótico, está esperan-do que alguien compre su servicio y de repente si se me hace deplorable porque no sabes si la están forzando a hacerlo o lo está haciendo por voluntad, si lo está haciendo por voluntad es libre y si está siendo forzada es algo que te hace sentir...pues no mal porque tú no lo estás provo-cando... hay cierto sentimiento, no sé cómo explicarlo. (ES-TOMATÓLOGO, 33 años, posgrado, unión libre, vive con su pareja e hijo de 13 años, Tlax. Tlaxcala, julio, 2012).

Curiosidad sobre todo y desencanto posterior (TACHO, 64 años, medico, casado, vive con esposa, Tlax. Tlaxcala,

julio, 2012).

Es interesante que en forma reiterada se hable de las experiencias relaciona-das con el consumo sexual como insatisfactorias. Es como si la construcción patriarcal prometiera a los hombres que a través del sometimiento y la pe-netración de los cuerpos ellos se sentirían realizados y una vez consumada la experiencia resultara una quimera; en principio, parece constituir una línea de investigación prometedora para prevenir consumo y explotación sexual, pues si esta posibilidad pudiera confi rmarse habría dos vías para resolverlo: primera, que suponemos es la común, es que se busca en una nueva relación sexual marcada por la genitalidad el cumplimiento de la “promesa” del man-dato patriarcal; segunda, la necesidad de construir sexualidades masculinas más integrales, respetuosas e igualitarias.

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También es de resaltar que algunos varones, incluso, sienten ganas de “res-catarlas”:

Nunca he estado con una, solo he pasado junto a ellas pero rápido en carro o en transporte… a la vez me dan, podría decirse que ñáñaras, porque al verlas a veces las vez muy demacradas, a veces muy maquilladas, a veces muy arregladas o a veces muy lindas y entonces si es una prostituta que se te hace muy bonita lo primero que haces es verla, quedarte mirándola fi jamente, pero lo que siento por ellas es primero una vergüenza horrible por mi país porque es uno de los países que más gene-ra ese tipo de cosas y otra, pues me dan ganas de tener el poder para rescatarlas podría decirse, o para ayu-darlas. (COREBACSITO, 18 años, preparatoria, sastre, soltero, vive con sus padres. Tlax. Tlaxcala, julio, 2012).

Cuando la mamá ofrece a su hija, y me da mucha tristeza, yo me ponía a pensar más el pedo de mis hijas. Como de quince, dieciséis años, estaba chamaquita se le veía en la cara, la señora sabía quién y cómo era su hija, porque sa-bía que era atractiva, digámoslo así, se veía pequeña pero si estaba desarrollada como de su cuerpo como de su cara. Ya después de ahí dije en voz alta ¡no mames!, me dio tris-teza, mucha tristeza y coraje por la chamaca, porque yo no concibo a una persona tan triste y tan traumada, asustada (CHOCE, 26 años, preparatoria, taxista, casado, vive con

esposa e hijas. SLP, SLP, junio 2012).

Rescatar a las mujeres de la situación de prostitución ¿acaso no nos recuerda a un sin número de novelas y telenovelas, entre otros “cuentos que se cuen-tan”? Esto, también es discurso, veamos por qué y cómo.

J. Alberto Cabañas nos habla de la masculinización de la cámara al analizar en varias películas del cine de oro mexicano la imagen de mujeres fatales, que de fatales tienen poco, o mucho, dependiendo del hombre que las cons-truya.

El autor tiene a bien indicar que el cine y, en particular el género cinema-tográfi co que analiza, se comprenden los procesos ideológicos de orden

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social e histórico de una época. Es así que la imagen de “mujer” revela el inminente espíritu e ideología masculina en su forma y contenido, desve-lando los mecanismos de control y regulación social sobre las mujeres a través de las representaciones y estructuras dramáticas de las películas (Cabañas, 2011: 26).

En una tanda de películas, el autor nos muestra la construcción y el consumo de la “mujer” por medio de la imagen del “hombre”. Tres imágenes van a conformar esta noción, a saber, la primera refi ere al hombre golpeador, al padrote al que acecha, al cliente y luego viene la segunda imagen, que no es sino la suma de la primera aderezada de la imagen de hombre de ciencia y negociante, poderoso. En otra rueda de análisis, el autor nos habla de la imagen del hombre usado por las mujeres fatales, el hombre héroe, aquel que quiere y puede salvarlas, y no sólo eso sino casarse con ellas luego de sa-carlas de la mala vida. Aquí están, por ejemplo, los intelectuales, los poetas y bohemios. En suma, el autor indica un marco erótico-narrativo que evoca un cúmulo de fantasías sensuales y sexuales en torno a la corporeidad de la mujer (Cabañas, 2011: 37) donde la labor de los hombres ha ido variando, de ser los machos violentadores y victimarios, a ser los héroes. Lo que tienen en común es pues, que son ellos quienes construyen la imagen de la mujer ¿y qué pasa con ellos? ¿quién los construye a ellos? Pareciera que ellos mismos ¿luego entonces? ¿los sujetos entrevistados, son o no son “los hombres”?

Quizá no habría que salvar a nadie si no existiera un peligro de por medio, si no hubiera hombres violentadores no habría entonces la necesidad de hom-bres héroes. Se precisa respeto a los derechos humanos de las mujeres, an-tes de pensar en la protección de los mismos.

Así pues, llama la atención la empatía que sienten en casos de evidente ex-plotación sexual de mujeres (ya se ha dicho que también reniegan de la ex-plotación de niñas y niños). Este punto habría que desarrollarlo y potenciarlo a la par de demostrar que percibir al cuerpo de las mujeres como un objeto de deseo, también es una forma de explotación sexual, o si se prefi ere, per-cibir a las mujeres como objeto de deseo es una forma de cosifi carlas, lo cual facilita, por ser un objeto intercambiable/compra-venta, su explotación sexual.

Aún y cuando asistir con mujeres explotadas sexualmente en un contexto de prostitución pueda abonar a una masculinidad supuestamente vigorosa en términos sexuales, apelando a la idea de la insaciabilidad sexual de los varones, los hombres entrevistados sienten vergüenza de recurrir a estos servicios:

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No pues volteaba a ver a todos lados, que no me viera nin-gún conocido, culpa no, sino raro, raro, todos saben de qué estás hablando con una prostituta y todos están viendo que estas negociando con una prostituta. Sí, vergüenza, mucha vergüenza (KIMBO, 25 años, licenciado en administración de obras, soltero, vive con: padres, hermanos y hermanas.

SLP, SLP, junio 2012).

Ambivalencia. Por un lado vergüenza, deseos de rescate y culpa. Cuando se les pregunta si algo de lo que hayan hecho les genera “orgullo”, de nueva cuenta el rol de salvador entra en escena18:

Si alguna vez en algún privado, como me gusta juguetear, provocarles cosquillas, como cuando le muerde a una chica la oreja o le besas la nuca, algo así y sé que en su trabajo no les pasa mucho, y me esmero un poquito en eso y cuando lo llego a provocar ese sentimiento de que ya están sintiendo raro ellas dentro de su trabajo sí me da un poco de diver-sión, de risa y un poco de orgullo, me siento bien conmigo mismo por haberle provocado a una chica que se dedica a eso un sentimiento así, más bien una sensación. Tratar-las bien, hacerlas sentir bien al menos ese ratito, la pasan mal algunas de ellas, supongo (EL DOC, 34 años, odontó-logo, soltero, vive con padres. Tlax., Tlaxcala, julio, 2012).

No, nada, porque no he hecho nada loable como para que me enorgullezca, entonces no he sido un hombre en ese momento que ayuda. A mí me generaría orgullo a lo mejor decirle a una prostituta “ven” y ayudarla y que en algún momento ella me diga “oye gracias, por ti salí, por ti estoy en este aspecto y por ti crecí” “no por ti pero tú me dijiste esto.... esta palabra fue la clave “eso sí me generaría orgullo, pero ver y no hacer nada pues no eso es medio ridículo (LIBERAL, 31 años, certifi cado en gastronomía y etología, divorciado, San Damián Texoloc, Tlax. Tlaxcala,

julio, 2012).

18 Para Oscar Montiel, la imagen de “salvador” responde, más bien, a una búsqueda de prestigio frente al entrevistador. Asimismo, considera que mucho de lo que no se dijo entre los entrevistados, por ejemplo, experiencias personales en situación de pago por servicios de mujeres explotadas sexualmente en contextos de prostitución, responde a ello (Comunicación personal. Octubre, 2012).

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El rol de salvador no está tampoco alejado de los mandatos de la mascu-linidad hegemónica, como se vislumbró en el trabajo de Cabañas (2011). Recordemos la premisa fundacional del patriarcado una vez más: sumisión y protección. No obstante la insistencia cultural de los cuerpos de mujeres como objeto de deseo de los varones, los hombres muestran empatía por estas chicas, es decir, quieren y pueden responsabilizarse de los actos que (no) realizan, para aclarar este punto, veamos:

El juntarme con mis amigos y ver ese tipo de cosas, y no po-der hacer nada por rescatar a la sociedad, a México, a las personas, a la humanidad, rescatarlas de este tipo de de-pravaciones. (COREBACSITO, 18 años, preparatoria, sas-tre, soltero, vive con sus padres. Tlax. Tlaxcala, julio, 2012).

No, culpa sí no, yo creo que no hay nada que me haya pro-vocado una culpa. Me ha provocado pues como ponerme a refl exionar o a cuestionarme sobre la vida de las mujeres que te comento para mí son más jovencitas por su aspecto físico, eso es lo que en algún momento me ha llegado a hacer ruido y puesto a pensar en esas chavas jovencitas que pues no se ven grandes y que pues ya están ahí prostituyéndose. En algún momento en la parranda con amigos y tal, pues ya sabes que los gandallas o los que son más aventados, a estas personas jóvenes pues les gritan. En una ocasión íba-mos en un auto y pues peladeces les gritaban a las chicas y pues sí groserías, sexual y todo. Fue eso que me causó un tipo de disgusto o que me llegué a sentir como mal, o sea gritarles, decirles tantas peladeces. (VICENTE, 25 años, psi-cólogo, casado, vive con su esposa. SLP, SLP, junio 2012).

En qué momento pasas de la valentía del “sí a huevo me voy a chingar a dos, tres morras, soy bien machi-to y que la chingada” al sentirte culpable, mejor disfruta la fi esta con tus amigos, con tu novia, con tus amigas, y ya (LEONARDO, 25 años, Lic. en Historia, soltero, Vive con una amiga, no tiene hijos. SLP, SLP, junio 2012).

El caso de la prostituta que fue a bailarle a mi amigo, pues yo siempre he sido como bien defensor de las chavas, como que tal vez es hasta machista, pero yo creo que son débiles físicamente en comparación que un hombre, pues el que mi compa la haya tratado así, si me genera el “pudiste

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haberle parado el pedo a ese güey, no le hables así, al fi nal de cuentas es una mujer” ahorita que lo platicamos si me genera… por qué me reí, qué pedo (KIMBO, 25 años, licenciado en administración de obras, soltero, vive con:

padres, hermanos y hermanas. SLP, SLP, junio 2012).

Con estos fragmentos notamos que, por un lado, cuando se promueve una refl exión sobre los motivos personales que los llevan a consumir algún ser-vicio sexual, notamos referencias comunes, aquello que se dice sobre “los hombres”. Es notoria la difi cultad para identifi car puntualmente por qué ellos y no “los hombres” hacen consumos sexuales. Por otra parte, cuando se relacionan conceptos como culpa u orgullo, es entonces cuando los varones participantes encuentran el sinsentido de los actos consumistas sexuales.

Por ejemplo, por lo que respecta a la culpa, aparece lo referente a la porno-grafía infantil entre los entrevistados que la han mirado ya sea por curiosidad o por “descuido” (al navegar en el buscador de internet google, teclear “co-legialas”, por ejemplo, y encontrar páginas de porno con niñas y, mirarlas).

Otros aspectos que se relacionan con el cuerpo de las mujeres, tales como la maternidad, también salen a la luz. Lo que llama la atención es que la pre-gunta iba dirigida hacia la culpa que se podía experimentar con relación a un consumo sexual y, sin embargo, los informantes evocan lo siguiente:

Si, alguna vez tuve una relación extramarital que termino en embarazo el cual tuve que interrumpir yo mismo, me llevó mu-chos meses recuperarme emocionalmente (TACHO, 64 años, medico, casado, vive con esposa, Tlax. Tlaxcala, julio, 2012).

Tal vez si, el haber regresado con esta persona, teníamos planeado casarnos y ella me pide terminar la prepa, luego yo me entero que está embarazada y yo me siento muy mal, me voy a trabajar a Veracruz, al regresar, el remordi-miento porque la golpeaba su marido, al fi nal de cuentas la botó como un perro a la calle, no sé tal vez fue por eso que me atreví a darle el apellido al niño (RNG AMPERTAN RG INFINITO IR, 27 años, posgrado y 2 licenciaturas, docente, soltero, vive con sus padres, tiene un hijo. Tlax. Tlaxcala,

julio, 2012).

91· Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

Pudiéramos pensar que la relación directa, sin reparo o análisis, que para los entrevistados mantiene la mujer no prostituta y la mujer prostituta es lo referente a la maternidad. La maternidad es el ámbito más “femenino” en el imaginario social volviendo a caer en la trampa de pensar a las mujeres como ‘madresposas’ (Lagarde, 1997) cuyos roles no salen de lo privado y, cuando salen, se convierten en mujeres públicas: mujeres de todos y de na-die, cuerpos prestos de ser consumidos y violentados, pues no son de nadie, o si se prefi ere, nadie los protege.

Lo que les genera orgullo a los entrevistados, nada alejado de los mandatos hegemónicos, es lo relacionado con la vigorosidad sexual: “Si, tengo 64 años y nunca me ha fallado el pizarrín” (risas) (TACHO, 64 años, medico, casado, vive con esposa, Tlax. Tlaxcala, julio, 2012) y la complicidad entre los va-rones: “me siento orgulloso de la despedida de un amigo, yo se la armé y el ver que mi amigo disfrutaba el servicio que de cierto modo los demás compañeros se solidarizaron, me sentí orgulloso” (ALEJANDRO, 23 años, licenciatura en edifi cación, soltero, vive con sus padres (separados). SLP, SLP, junio 2012).

Indagando sobre el anclaje de los conceptos en la vida cotidiana, cuando se les preguntó qué tipos de consumo sexual asociaban a la explotación sexual, los informantes indican que para ellos, la explotación se da cuando existe un lucro por medio de terceros, cuando la ganancia no es para la trabajadora sexual y cuando los cuerpos prostituidos son niñas o niños. En el caso de las películas porno, suponen que son actrices y actores, en esos casos, piensan que no hay explotación sexual.

Cuando se indagó en la posibilidad de distinguir entre las “prostitutas”, a aquellas que son víctimas de trata con fi nes de explotación sexual, en San Luis se indica lo siguiente:

Sí, yo creo que en eje vial hay trata en la prostitución, en los table no sé, no me ha tocado ver (CHOCE, 26 años, preparatoria, taxista, casado, vive con esposa e hijas. SLP, SLP, junio 2012).

No, de lo que yo haya visto, más que en la experiencia que te digo del eje vial, con las chavas y el padrote ese que salió como muy dictatorial. Yo creo que con ellas sí. Con las chicas de los tables la verdad no creo, no sé, no pareciera (KIMBO, 25 años, licenciado en administración de obras, soltero, vive con: padres, hermanos y hermanas. SLP, SLP,

junio 2012).

92 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

A simple vista se podría pensar que la presencia de un sujeto en los espacios donde las mujeres llevan a cabo el trabajo sexual pudiera determinar la exis-tencia de una red de trata, sin embargo, se había indicado que en los tables casi siempre el pacto del servicio se hace con un tercero (mesero, por ejem-plo). Da la impresión que los entrevistados suponen que por el hecho de que las mujeres trabajen en un lugar cerrado, supuestamente legalizado (un bar nocturno), hace que no exista una red de trata.

En Tlaxcala, los entrevistados indican formas más visibles para identifi car si las mujeres son víctimas de trata:

Sí, fíjate que alguna vez fui a un table en Santana en un subterráneo horrible y muchas de las chicas esta-ban golpeadas con moretones y así, entramos y sali-mos porque no queríamos acabar igual que ellas. Pero si ahí fue algo bien evidente que eran personas que es-taban esclavizadas (EL DOC, 34 años, odontólogo, soltero, vive con padres. Tlax., Tlaxcala, julio, 2012).

Sí, y sí, por su forma de hablar, su forma de mirarte, la inseguridad que tienen al tratarte, una mujer que es tra-bajadora sexual está acostumbrada a tratar con hombres con borrachos, con hijos de la chingada, y es una mujer muy segura que controla y una mujer tratada es una mujer maltratada, es muy diferente, es violencia, entonces es muy diferente (LIBERAL, 31 años, certifi cado en gastronomía y etología, divorciado, San Damián Texoloc, Tlax. Tlaxcala,

julio, 2012).

Estos fragmentos relacionan la violencia física visible en los cuerpos de las mujeres como un indicador; otro en la personalidad de ellas a la hora de in-teractuar con el “cliente”.

En el afán de identifi car algunos elementos que pueden contribuir a desalen-tar la demanda del sexo pagado que tenga su origen en la trata de mujeres, nos enfrentamos con la pregunta: ¿los “clientes” pueden distinguir a una trabajadora sexual (independiente) de una mujer víctima de trata con fi nes de explotación sexual?

La respuesta es no. Los moretones en el cuerpo de las mujeres bailarinas hablan de violencia, es verdad. De violencia visible pero ¿qué pasa con la

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violencia psicológica? Una mujer víctima de trata puede nunca ser golpeada pero eso no signifi ca que no viva inmersa en un círculo de violencia y sea una esclava sexual. Dicen que la personalidad de la trabajadora es un indicador, suponen que la trabajadora independiente es segura de sí misma ¿cómo sa-ber si esto no sólo es un performance que su propio trabajo le implica? ¿Cómo saber si las mujeres víctimas de trata no mantienen esa imagen para poder ejercer su trabajo?

Quizá estrechar una comunicación con la trabajadora sexual, cosa que los entrevistados dicen no buscar y no llevar a cabo, podría ser un indicador más certero y aún así, con muchos bemoles y aristas. Tomemos en cuenta lo que se ha manifestado en otros trabajos en materia de masculinidad y trata de mujeres19. Se indica en estos textos que el modus operandi de los padrotes, al menos en el sur de Tlaxcala, lugar donde se realizaron las investigacio-nes citadas, va variando –acoplándose– a formas más efi caces para su fun-cionamiento. Montiel (2010) habla de la vieja escuela distinguiéndola de la nueva escuela de padrotes. En la vieja se hacía uso de la fuerza física: raptos, golpes, secuestros, privación de libertad. En la nueva escuela, se habla de la cooptación por medio del “enganche”, es decir, enamorando a las mu-jeres. En tal sentido, ellas dicen estar en situación de prostitución por de-cisión personal, porque están enamoradas del proxeneta y aún sabiendo que “tiene trabajando a otras mujeres”, ellas son las elegidas, “sus mujeres” y lo asumen como su pareja, no como explotador o tratante.

Por supuesto, hay casos en los que evidentemente existe una red de trata o, cuando menos, una práctica de explotación sexual. Evoquemos el caso que se narra respecto de la madre que “ofrece” a su hija o bien el siguiente:

Estaba haciendo la instalación eléctrica de un table. Una chica salió y me dijo: “me trajeron a la fuerza, sácame de aquí” Yo me cagué de miedo. Salió el padrote, me dio miedo, me hice güey y nomás terminé mi chamba, no volví. Ni al bar ni a trabajar nunca más ahí” (KIMBO, 25 años, licenciado en administración de obras, soltero, vive con:

padres, hermanos y hermanas. SLP, SLP, junio 2012).

19 Ver Vargas y Fernández (2011) y Montiel (2010), entre otros.

94 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

En tales casos, claro, se logra identifi car la explotación sexual, en el caso de la supuesta madre de la chica prostituida y de una red de trata en el caso del table, pero no por medio de la trabajadora en sí sino por el contexto que la rodea.

Sin afán de invisibilizar la capacidad de agencia que las mujeres explotadas sexualmente en un contexto de prostitución puedan tener o desarrollar, sin percibirlas como víctimas pasivas incapaces de salir de la red por sus pro-pios medios, lo que pretendemos aclarar es que, debido a la nueva escuela de proxenetas, las mujeres víctimas de explotación sexual pueden no ser conscientes de que lo son, lo que difi culta que los “clientes” puedan identifi -carlas. Por otra parte, recordemos que este diagnóstico versa sobre los hom-bres que compran servicios sexuales, no sobre las trabajadoras que ofertan dichos servicios.

Como vemos resulta ser un tema complejo, esta aseveración no es nin-guna novedad, es verdad. Y es por ello que creemos imperioso continuar explorando este terreno. No pretendemos (porque no nos es posible dada la magnitud de la problemática social) encontrar “las soluciones”. Lo que sí podemos hacer es, en el terreno del consumo sexual, encontrar algu-nas líneas para desalentar el consumo sexual, sobre todo, aquel que pueda tener su origen en la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual.

Esto tampoco tiene soluciones prestas a ser desarrolladas de inmediato. Apostamos a la concientización, misma que lleva tiempo, mucho tiempo por cierto. Detectar que los varones que hacen consumos sexuales no tienen claro los motivos, o bien, lo que indican como motivos refi eren a imagi-narios comunes carentes de contenido o basados en prejuicios sociales, es una manera de persuadirlos. Anotar que muchas veces tienen consumos sexuales por presión social de otros varones así como poner a discusión que los varones no se sienten identifi cados del todo con el imaginario de “mas-culinidad” (lo que hemos referido cuando se habla de “los hombres” y no de sí mismos) es otra vertiente de refl exión.

Vamos con calma, este tema es complejo. Las soluciones pueden no estar directamente en nuestras manos. Nuestras enemigas, es decir, la poderosa corrupción e impunidad en la que estamos inmersas las personas en este país y la cultura de género hegemónica patriarcal, no se crearon en un día, ni en año. Vamos con calma, siempre podremos hacer algo: conciencia social, responsabilidad y compromiso.

, pero no por medio de la trabajadora en sí sino por el contexto que la , pero no por medio de la trabajadora en sí sino por el contexto que la

Sin afán de invisibilizar la capacidad de agencia que las mujeres explotadas Sin afán de invisibilizar la capacidad de agencia que las mujeres explotadas sexualmente en un contexto de prostitución puedan tener o desarrollar, sin sexualmente en un contexto de prostitución puedan tener o desarrollar, sin

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Lo que se presenta a continuación refi ere a algunas líneas de refl exión para crear propuestas de acción encaminadas a la creación de políticas públicas en materia de consumo sexual, así como también, líneas de

acción sobre algo que constantemente surgió entre los entrevistados: “¿qué puedo hacer yo?”, es decir, acciones y decisiones que podemos llevar a cabo a nivel personal.

A los entrevistados se les consultó, desde su experiencia en el tema, qué acciones piensan necesarias para desalentar el consumo sexual relacionado a la explotación sexual de mujeres. Es preciso anotar que los informantes se presentan no sólo interesados en el tema sino que muestran ganas de que las condiciones de vida cambien para las mujeres explotadas sexualmente en un contexto de prostitución. La indignación que se manifi esta entre sus líneas y los altibajos que la ruta de la entrevista les generó, nos indican que los varones quieren y pueden responsabilizarse de sus actos. El problema es quizá, que el cómo es aún muy difuso pues, justamente, la cultura de género en la que somos construidos todos y todas, genera tensiones entre nuestros comportamientos y sentires, entre nuestros posicionamientos y nuestras acciones.

Una de las líneas que encuentran necesario trabajar es la difusión de infor-mación respecto de explotación sexual y en materia de educación sexual para los niños y jóvenes.

Que se abriera más el tema. He notado que en países más desarrollados es un tema abierto y el consumo sexual se

¿Qué nos queda por hacer?: propuestas y consideraciones

fi nales

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hace más responsablemente y más abierto, se platica se comenta y creo que entre más se haga evidente, entre más se abra el tema y más se informe a la población es más fácil que no se hagan ese tipo de tratos. Por el contrario, entre más permanezca en lo oculto y en ese tipo de situaciones como privadas, peor se va a poner. Se podría mejorar bas-tante, aunque siempre va ser un hecho. Pues por eso creo que la educación sobre todas las personas, creo que es la única manera, es una herramienta muy lenta porque lleva mucho tiempo pero yo creo que es la principal, educar a las personas; sensibilización para las relaciones interperso-nales que creo que falta mucho en la sociedad moderna, empatía con los demás, trabajar un poco la espiritualidad desde mi punto de vista; prevención en cuanto a la salud, a los riesgos sanitarios, específi camente enfermedades de trasmisión sexual, embarazo y también el aspecto psicológi-co de las relaciones, pudiera ser, saber hasta dónde están tus responsabilidades y tus obligaciones como ser huma-no sobre todo responsabilidad saber hasta dónde llega tu responsabilidad como persona para no lastimarte a ti o a los demás, respetar las decisiones de una persona u otra, quitar idiosincrasias arraigadas en la cultura y algunas cos-tumbres por ejemplo los matrimonios en algunos lugares de menores de edad o de mayores de edad con menores de edad. (EL DOC, 34 años, odontólogo, soltero, vive con

padres. Tlaxcala, julio, 2012).

Visibilización del tema. En estas ciudades la prostitución existe; en estos sitios los varones hacen consumos sexuales, tanto en Tlaxcala como en San Luis Potosí, hay mujeres que venden y ofertan sus cuerpos. El foco de aten-ción es que estas aseveraciones no sean el pretexto para presentar el terreno libre de proxenetas y tratantes de cuerpos de mujeres. Aclaremos un punto, los varones que entrevistamos hacen consumos sexuales pero están en con-tra de la explotación sexual.

Artículo 35. Se sancionará con pena de 2 a 40 años de prisión y de un mil a 25 mil días multa, además de las que resulten por la comisión de conductas previstas en otros or-denamientos legales aplicables, al que, a sabiendas de su

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situación de trata, adquiera, use, compre, solicite o alquile servicios de una persona para cualquiera de los fi nes previs-

tos en los delitos materia de la presente Ley.

Es imperioso promover una conciencia social que apunte a que los varones analicen por qué suponen necesitar de estos servicios ofrecidos por mujeres:

Creo que si empiezas a cerrar lugares, pues surgirán otros más, más bien la solución es desarrollar una conciencia social, estoy seguro que si a mí no me hubieran enseñado ese video a temprana edad pues seguramente no lo hubiera seguido viendo, y creo que un buen comienzo para niños y jóvenes es que se identifi que en las familias cómo se enta-bla una relación social o como se desarrolla la sexualidad con normalidad, eso provocaría que se derogara el con-sumo sexual, porque tal cual el consumo sexual es la falta de esparcimiento sexual que le hace falta a cada uno, enri-queciendo el acervo social, sexual, natural de cada niño y joven, eso haría que en un futuro se eliminara. (CASIMIRO, 28 años, soltero, técnico en equipos de computo, vive con padres y hermanos, no tiene hijos. SLP, SLP, junio 2012).

Reeducación a los varones desde la perspectiva de género y la resolución noviolenta de confl ictos20. Enseñarles precisamente lo que la cultura de género no enseña: los hombres sienten, los hombres quieren, los hombres dicen lo que piensan, los hombres no saben qué hacer en algunas ocasio-nes, los hombres temen, los hombres desean cambiar aspectos de su perso-nalidad, los hombres lloran, los hombres pueden llegar a sentirse solos, los

20 Véase el Modelo CECEVIM (2009), por poner un ejemplo, siendo una herramienta que tiene como fi nalidad erradicar en hombres la violencia de género y la violencia en los hogares substituyéndolas con la intimidad, actitud que es precisamente lo opuesto a la violencia. Este Modelo tiene tres elementos teóricos, en primer lugar, la perspectiva de género, herramienta conceptual que busca erradicar las diferencias sociales basadas en los cuerpos sexuados. Esta perspectiva teórica explica por qué los hombres son violentos y cómo pueden dejar de serlo, en otras palabras, les permite identifi car, reconocer y detener sus actitudes violentas. De manera complementaria, otra mirada contemplada en el Modelo es la base ecológica, que incluye el medio (el análisis de los contextos o espacios) en donde se desarrolla cada persona. Dentro de esta base ecológica tenemos un marco psicológico que explica cómo y por qué los individuos pueden cambiar. El tercer componente es aquel que denominamos la aproximación espiritual, mismo que promueve la conciencia de que todo está interrelacionado, por lo que cualquier acto que realicemos tiene una consecuencia en nuestro entorno (pareja, familia, comunidad, sociedad, medio ambiente); por tanto, está en nosotros decidir qué tipo de pensamientos, comportamientos y actitudes deseamos tener de quienes y de lo que nos rodea (Ramírez, 2009).

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hombres no tienen un instinto violento irrefrenable, los hombres no violan por necesidad, los hombres no necesitan tener sexo con todas las mujeres que creen disponibles para de ese modo hacerse hombres… los hombres son responsables de sus actos.

Erotizar la sexualidad. La pornografía tiene un fi n que es la eyaculación y el –supuesto– orgasmo y, en la sexualidad, puede haber mucho más:

También creo que en este caso, en el plano más romántico sería que las cosas se dieran sin ese estímulo del dinero, tener relaciones afectivas con tus amigos, amigas, que te hagan poder pasar a otros niveles con algunas personas, pues quizá sea algo muy sano. Puede no involucrar a otras personas que se ven forzadas a cambiar las cosas que quie-ren hacer por benefi cios sexuales (LEONARDO, 25 años, Lic. en Historia, soltero, Vive con una amiga, no tiene hijos.

SLP, SLP, junio 2012).

Promover una cultura de género contrahegemónica21: las mujeres no son objeto de deseo de los hombres:

En primera que las personas que salen en los medios de comunicación, dejan de verlas como un símbolo sexual, se prohíba… no sé si se prohíba… pero que la chava se vista normal, que no sea necesario que le pongan un pinche vestidito, casi viéndose la rayita. Que lo que te venden no sea por medio de una vieja; que se regulen los tables, cues-tionarlas a ellas sin pedo, protección a ellas si tienen algún pedo. Que el gobierno realice programas para ellas (CHO-CE, 26 años, preparatoria, taxista, casado, vive con esposa e hijas. SLP, SLP, junio 2012).

21 Este concepto acuñado por Raywen Connell durante su conferencia magistral en el Congreso Iberoamericano de Masculinidades y Equidad, Barcelona-octubre 2011, refi ere a aquellas prácticas que revelen una resistencia a los mandatos de la cultura de género patriarcal. Prácticas que rompan con el esquema dual del género, con la división sexual del trabajo, con la renuncia de privilegios culturalmente atribuidos a los varones y la apuesta por la igualdad entre hombres y mujeres, pueden ser consideradas contrahegemónicas del género.

joelcaromolina
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Pareciera que la concepciòn del hombre que subyase al espìritu del legislagor es la del hombre natural e irrefrenablemente violento y que fatalmente necesta tener sexo con todas las mujeres... de modo que es suceptible de límites de la fuerza punitiva del estado.

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Evitar el sexismo en los medios de comunicación y la propaganda ya que, como bien dice el informante, no es preciso un cuerpo de mujer para vender un producto. Evitando publicitar los cuerpos de mujeres como análogas al producto a la venta, ayuda a propiciar la conciencia de que las mujeres no son un objeto y que los hombres no las conciban como tal. Que los varo-nes las conciban como iguales y, a su vez, que los hombres sean también un cuerpo. Un cuerpo apropiado de sus propias emociones y decisiones.

Sensibilización en materia de perspectiva de género y formas alternativas de ser hombre en el marco de la cultura de género contrahegemónica. La entrevista que se aplicó a 20 sujetos de las ciudades en cuestión, tuvo la misma pregunta a manera de encuadre y a manera de cierre. Esto perseguía cono-cer si los entrevistados, luego de generar una refl exión mediante las respues-tas que compartían, tenían un postura distinta de que la habían enunciado al inicio. Efectivamente, luego de hacer las preguntas atendiendo a lo que “los hombres” piensan en contra parte de lo que ellos mismos conciben, notamos un cambio en el discurso. Observamos una preliminar refl exión y una apertura a la sensibilización lo que nos puede indicar que, ciertamente, los hombres desean cambiar. Propiciemos su cambio con sensibilizaciones en materia de género presentando la posibilidad de la de-construcción de la masculinidad hegemónica renunciando a los privilegios y servicios que la cultura de género les ofrece, por el hecho de construirlos como varones.

Presentar los benefi cios que renunciar a la masculinidad hegemónica a los varones les ofrece, demostrarles que se puede seguir siendo “hombre” sin hacer gala de los referentes violentos, competitivos y supuestamente irra-cionales-sexuales que los componen.

Regularizar los sitios para el trabajo sexual de mujeres. Los informantes creen que se debe prestar atención a la forma del funcionamiento de estos sitios para el consumo sexual:

Pues tener regularizado todos esos lugares, básicamente no está chido que haya prostitución en las calles, yo digo que si el gobierno va a permitir que haya prostitución pues que lo regularice como debe de ser, en cuestión de enfermedades sexuales y en cuestión de que no haya trata de personas y pues por medio de la policía que investigue si las personas que están al mando de ellas porque lo están y si están a fuer-za o por su voluntad (BETO, 32 años, preparatoria, fotógrafo profesional, soltero, vive con un amigo. SLP, SLP, junio 2012).

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100 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

Pues, cada mes hacer inspecciones a estos lugares, hacer bases de datos, preguntar a las personas si están ahí por su voluntad, hacer exámenes médicos, como un control de cali-dad (ALEJANDRO, 23 años, licenciatura en edifi cación, sol-tero, vive con sus padres (separados). SLP, SLP, junio 2012).

Éstas son algunas de las líneas de acción que pretenden encaminarse hacia la construcción de políticas públicas en materia de consumo sexual. Si bien no forman parte de una guía ni de una metodología de acción para desincen-tivar la redes de trata con fi nes de explotación sexual ya que eso implica no sólo a la ciudadanía sino a las autoridades, consideramos que estas líneas de acción sí dan cuenta de lo que podemos hacer en materia de responsabiliza-ción y conciencia social, es decir, lo que sí está en nuestras manos, lo que sí podemos hacer por nosotros y nosotras mismas día con día.

Difundir a dónde recurrir o qué hacer en caso de tener contacto con un caso de explotación sexual y/o red de trata de mujeres. Se indicó que los varones pueden y quieren hacer algo para combatir estos problemas socia-les, sumado a ello, se enunció el miedo que les genera saber que las auto-ridades están coludidas con las redes. En este sentido, es necesario que al mismo tiempo que se difunden las instancias de gobierno donde se puede denunciar este delito, éstas generen confi anza en la ciudadanía, tal como se observa en las siguientes citas:

1o. Que las autoridades no estén coludidas con este tipo de bandas organizadas de trata de personas.

2o. Que se hagan reformas o leyes en las cuales los cas-tigos para estas personas no se animen a hacerlo. (ESTO-MATÓLOGO, 33 años, posgrado, unión libre, vive con su pareja e hijo de 13 años, Tlax. Tlaxcala, julio, 2012).

Matar a esos hijos de la chingada, el gobierno sabe quiénes son y no nos hagamos, el gobierno sabe, conoce que conviene o no convenga bueno lo sabe, pero dicen en mi pueblo “perro muerto se acabo la rabia” entonces pues hay que matarlos (LI-BERAL, 31 años, certifi cado en gastronomía y etología, divor-

ciado, San Damián Texoloc, Tlax. Tlaxcala, julio, 2012).

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Consideraciones fi nales

Sin afán de que estas últimas líneas sean concluyentes, por el contrario, buscando que funjan como una estímulo para profundizar en este tema y desde este enfoque, consideramos algunos aspectos que son importantes para tal efecto y de manera puntual los enunciaremos a manera de reco-rrido investigativo para luego generar un incipiente cruce de ideas en tor-no a la masculinidad que practican los varones y a su sexualidad, quedando pendiente, para posteriores investigaciones, abundar específi camente en ella, en la sexualidad de los varones.

El consumo sexual nos ha encaminado a la sexualidad de los varones, nos falta aún navegar en este constructo social y cultural que permite y promueve las prácticas sexuales del consumo, las supuestas necesidades de y la experiencia misma, es decir, las experiencias de la sexualidad entre los varones.

Con base en una metodología cualitativa y por medio de entrevistas perso-nales en profundidad, se entrevistó a 20 hombres mayores de edad que se identifi can como heterosexuales de dos ciudades, Tlaxcala y San Luis Potosí. A pesar de que fuera sugerente hacer un análisis comparativo, los hallazgos nos presentaron similitudes en cuanto a opiniones y percepciones referen-tes al consumo sexual de cuerpos de mujeres adultas. Si bien en Tlaxcala se presenta una mayor familiaridad con el tema de la explotación sexual re-lacionada con la trata de mujeres y niñas, en San Luis Potosí existe menor familiaridad pero, aún así, los referentes culturales y sociales en el marco de las opiniones de los entrevistados no muestran diferencias o alejamientos considerables.

Con el objetivo de conocer los motivos por los cuales los hombres hetero-sexuales consumen servicios sexuales de mujeres adultas, a fi n de identifi car elementos que contribuyan a desalentar la demanda del sexo pagado que tenga su origen en la trata de mujeres, encontramos primero que nada los ti-pos de consumo sexual que estos hombres lograron identifi car. Estos son la pornografía (versión impresa y visual) que muestra prácticas sexuales hete-rosexuales, homosexuales, lésbicas, gays, de adultos con niñas (y en menor medida niños) y con animales.

Al respecto se muestra una amplia aceptación para con la pornografía “he-terosexual” y “lésbica”; cierta tolerancia con la “gay” y un abierto repudio a la relacionada con infancia y animales. En el caso de la porno hetero, lésbica y gay, los informantes no encuentran relación con la explotación sexual y la trata de personas. Suponen, como se indicó, que son actrices y actores que hacen esos videos o posan para esas revistas por su propia decisión.

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Otros tipos de consumo sexual fueron las casas de masajes, en ellas los en-trevistados indican la posible existencia de explotación sexual y trata de mu-jeres con base, sobre todo, en la presencia de custodios y en el modo del pago por los servicios.

Del mismo modo en este ámbito se percibe lo que se ha llamado “desarrai-go emocional” entre los varones consigo mismos; los table dance donde se percibe lo que Guttmann llama la “cultura masculina” que promueve ciertas prácticas que enaltecen, supuestamente, la hombría entre los varones y la forma de socializar entre ellos y; el trabajo sexual (prostitución) dentro del cual se habló de aquel que realizan las mujeres. No se identifi caron prácticas con trabajadores sexuales varones ni trans.

En el caso de la explotación infantil, en ambas ciudades, se indicó cono-cimiento al respecto, no así experiencia personal en el tema, es decir, nin-guno de nuestros entrevistados ha recurrido a tal consumo sexual y dejaron entrever que no deseaban hacerlo. Este punto en particular requiere mayor investigación, pues otros estudios indican que el consumo sexual de cuerpos infantiles y adolescentes es bastante amplio, al respecto habría que indagar los factores culturales e incluso éticos que propician o no la aceptación de la posibilidad de consumir cuerpos infantiles.

Merced de lo que se dijo sobre los tables y la prostitución, los entrevistados encuentran en estos ámbitos prácticas de explotación sexual y de redes de trata de mujeres. De nueva cuenta, estas hipótesis son sugeridas por la pre-sencia de hombres custodiando a las mujeres y gestionando los pagos por los servicios.

Por otra parte, logramos notar la percepción que se tiene de la noción “mu-jer” en sus pocas fi guras posibles, es decir, la “mujer para casarte” (o es-trechar vínculos no sólo sexuales) y la “mujer prostituta” con la que se pone en praxis, a manera de entrenamiento, las artes de la seducción y de la se-xualidad. Por supuesto que la cultura masculina también está presente en este aspecto.

Como se dijo, la entrevista estuvo creada a fi n de lograr, o al menos im-pulsar, cierta refl exión sobre las motivaciones masculinas para el consumo sexual y así identifi car posibles pistas para desalentar la explotación sexual. En ese tenor, consideramos que la entrevista, efectivamente logró su obje-tivo. Entre los varones entrevistados se nota una refl exión sobre el tema, incluso, preocupación o admisión de desconocimiento, aceptación de culpa, ganas de hacer algo respecto de la situación y condición de las mujeres en

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situación de prostitución, de explotación y de trata22. En breve, percibimos que los hombres entrevistados pueden y quieren hacerse responsables, al menos, de sus propios actos. Más allá de atender y analizar el impulso que sienten de “rescatar” a las mujeres en situaciones adversas por los motivos que se dijeron en anteriores apartados (la imagen del héroe también como modelo dentro de la masculinidad hegemónica), vislumbramos que para al-gunos sectores de hombres la información real y adecuada del drama que viven las víctimas en situación de trata puede actuar como factor de preven-ción de este delito.

Para ello, se precisa recordar los motivos principales que los conducen, de acuerdo a sus narraciones, a consumir servicios sexuales de mujeres. El no-table desarraigo emocional entre los varones que recurren a estos servicios en busca de algo que creen no tener con sus parejas y consigo mismos; una reproducción, en múltiples y diversas maneras, del discurso popular que le-gitima la percepción de las mujeres como cuerpos-objetos de deseo de los hombres; el imperante discurso naturalizante del instinto sexual irrefrena-ble entre varones lo que los obliga a recurrir a servicios sexuales proporcio-nados por mujeres, la falta de conciencia sobre lo que realmente sienten o desean en aras de cumplir los mandatos de género y, fi nalmente; la fuerte disociación del imaginario de la “masculinidad” en relación con los actos y percepciones de los propios varones cuya masculinidad sigue quedando difusa, intentando –consciente o inconscientemente– alejarse de los man-datos hegemónicos de la masculinidad pero reproduciéndolos en la praxis cotidiana y en el discurso.

Al respecto, masculinidad y consumo sexual parecen estar íntimamente re-lacionados por la cultura genérica hegemónica a manera de: legitimación de varones entre pares (principalmente) y socialización entre varones. “El consumo (…) no tiene nada que ver con el goce personal (…), sino que es una institución social coactiva, que determina los comportamientos aun antes de ser refl exionadas por la conciencia de los actores sociales” (Baudrillard, 2009: 4 Citado por Amuchástegui y Parrini, en prensa).

El sinsentido que se encuentra al escudriñar los motivos del consumo sexual pareciera que es un consumo para sí mismo, consumir por consumir, por “tradición” masculina: “El objeto es en sentido estricto un espejo: las imá-genes que nos remiten no pueden menos que sucederse sin contradecirse y es un espejo perfecto, puesto que no nos envía las imágenes reales, sino las imágenes deseadas” (Ibídem: 102).

22 No obstante, para Oscar Montiel, esta aparente refl exión también responde al sistema patriarcal (Comunicación personal. Octubre, 2012).

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La masculinidad hegemónica muestra una imagen deseada sobre ser hombre, la cultura masculina les muestra entonces cómo hacerlo y aquí se ubica la ten-sión: los entrevistados no se miran de lleno en el espejo de la masculinidad he-gemónica, aunque sus prácticas sí están en el marco de la cultura masculina. Se precisa, creemos, una descolocación ante la masculinidad hegemónica, luego entonces, reproducir una cultura contrahegemónica ¿masculina? Si no hay parámetros de masculinidad fuera de la hegemónica, dejemos esa cultura sólo en el plan contrahegemónico. Si los hubiera, apostemos a masculinidades alternativas, claro, sin dejar de vislumbrar que los aspec-tos aparentemente “positivos” de la masculinidad como puede ser la pro-tección y el cuidado, también responden al orden patriarcal. Si fuera tan sencillo, se trataría de una tarea en la que se escoge qué poner y qué quitar de la masculinidad; a qué renunciar y qué retener. Los privilegios socio-culturales de los varones, por ser varones, están dados ¿cómo se pierde/renuncia algo que no se ha ganado sino que, por el contrario, se logra ser merced de ellos (gracias a los privilegios que los posicionan jerárquica-mente superior a las mujeres)? ¿Qué hacer pues del imaginario de la masculinidad? Por ahora, creemos que el problema no está en la forma (ejercicios de la masculinidad) sino en el contenido (la estructura de género). Esto lo argumentamos con base en que la masculinidad (y la feminidad) se inscriben en el marco de la cultura de género actual en esta sociedad la cual responde a parámetros “heteronor-mativos” (Wittig, 2006). Tratemos de aclarar esta idea. Hacer género tiene una implicación con el régimen heterosexual del que habla Wittig toda vez que persigue un estatus categórico de hombres o de mujeres: si hacemos género adecuadamente, al mismo tiempo mantene-mos reproducimos y legitimamos los convenios institucionales basados en la categoría sexual. Argumenta que como la heterosexualidad es un régi-men, es preciso pensar también a la sexualidad bajo el atributo de hetero-normativizada ya que ésta implica a este tipo de pensamiento (binomio-du-alista) mismo que, primeramente, ubica dos cuerpos sexuados; cuerpo de mujer y cuerpo de hombre e, invariablemente, subordina al primero. Wittig indica también que la sexualidad, bajo el régimen heterosexual, es la base de la desigualdad social, la constructora de objetos de deseo y formas para obtenerlo, lo que ha traído consigo la idea de que el cuerpo de las mujeres es una especie de extensión del cuerpo de los hombres: cuerpos de mujeres a su disposición y libre manejo, luego entonces comprables-usables-ven-dibles-explotables, para el caso del estudio. Parece que la apuesta está en las prácticas contrahegemónicas fuera del marco de la heteronormatividad (imágenes con base en polos opuestos, bi-

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nomios, dualidades contrapuestas, dialécticas donde un elemento hace al otro por oposición). Apostemos entonces. Sensibilicémonos, visibilicemos y refl exionemos en torno a lo que se gana perdiendo. No se trata de una orientación no heterosexual, no estamos apostando a cambiar la preferen-cia sexual, no, eso no tiene nada que ver. Se trata de prácticas que busquen descolocarse del régimen heterosexual, en tanto que tipo de percepción so-bre los hombres, y sobre las mujeres.

En este sentido, creemos que la educación sexual es un elemento impor-tante en cuanto vínculo erótico afectivo que pueda promover una aproxi-mación más integral y rica entre los sexos, en donde el goce no dependa sólo de la genitalidad o del sometimiento del cuerpo feminizado.

Esta conclusión nos coloca en el terreno de la responsabilidad del gobierno con la prevención de la explotación sexual por motivo de trata de personas. Cuando se recomienda a los gobiernos que se involucren en la prevención de ese delito desde una perspectiva de derechos humanos, normalmente se busca que se erradiquen las condiciones que generan vulnerabilidad a posibles víctimas (sea por género o condición etárea, por ejemplo) o evitar el contuber-nio entre autoridades y delincuentes; sin embargo, esta dimensión de la con-strucción de la masculinidad relacionada con la educación sexual suele quedar fuera de las opciones de política pública; sin embargo, a lo largo de los testi-monios se observan dos constantes en la sexualidad de los entre-vistados: la recurrencia a una forma de desahogo genital –sea a través de la penetración o de la masturbación– y una necesidad afectiva no cubierta (ya sea por haberse “peleado” con la pareja o por la necesidad de establecer un vínculo, así sea superfi cial, con alguien diferente al círculo familiar o de pares).

Nos parece importante ahondar en los efectos que una educación sexual ba-sada en vínculos erótico afectivos –en contraposición a la genitalidad y el sometimiento– podría tener en la reducción de la demanda de sexo pagado. En caso de comprobar algún tipo de relación entre educación y prácticas sexuales, una vez más quedaría clara la responsabilidad del Estado en la con-strucción de masculinidades alternativas para prevenir el delito de trata de personas con fi nes de explotación sexual, tal como hemos tratado de argu-mentar en investigaciones anteriores (Vargas y Fernández, 2011)23.

23 Esta propuesta es concordante con lo que la propia ONU propone para prevenir y erradicar la violencia de género: b) Ponemos de relieve la necesidad de un enfoque integral para acabar con todas las formas de discriminación y violencia contra las mujeres y las niñas en todos los sectores, incluso mediante iniciativas dirigidas a evitar y combatir la violencia basada en el género; a alentar y apoyar los esfuerzos de hombres y niños por participar activamente en la prevención y eliminación de todas las formas de violencia, en especial la basada en el género; y a aumentar su conciencia sobre la responsabilidad que les corresponde en lo relativo a poner fi n al ciclo de la violencia. (ONU, 2010, numeral 9)

106 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

Otra responsabilidad de los gobiernos (federal, estatal y municipal) tiene que ver con la manera en que contribuyen a que la cultura patriarcal o de la masculinidad hegemónica se “normalice”. Nos referimos al hecho de que los establecimientos donde se explota sexualmente a mujeres y niñas forman parte del paisaje urbano cotidiano; es decir, no son sitios clandestinos de difícil acceso. En todos los casos los entrevistados ubicaron dónde se encon-traban los establecimientos donde posiblemente se explotaba sexualmente a mujeres y niñas; habría que agregar que también suelen existir anuncios espectaculares en vías públicas y carreteras y otras formas de difusión (como los anuncios en los periódicos) donde se informa de sitios en los que prob-ablemente existe explotación sexual de mujeres y niñas. La existencia de establecimientos donde es posible pagar por alguna forma de explotación sexual contribuye al imaginario colectivo de que el cuerpo feminizado es una mercancía a la que se puede acceder sin mayor problema que el de tener el monto de pago exigido. Si tal como recomiendan los organismos interna-cionales, es imprescindible prevenir y sancionar que funcionarios públicos se involucren en cualquier fase de la trata de personas, queda claro que la fase de la cadena en la que se “ofertan” los servicios sexuales es la más vis-ible para todos y todas y, por tanto, la que mayor impacto genera en forma directa para crear la percepción de que ese tipo de establecimientos son tan “naturales” como la “tienda de la esquina”, lo que no abona a la conciencia de que la trata de personas es un delito, ni al cuestionamiento del cuerpo femenino como mercancía, y además, mercancía de fácil acceso, si se tienen los recursos para ello.

La argumentación previa no sólo se justifi ca por el poder simbólico que tiene la presencia creciente de establecimientos donde se ofrecen diversas for-mas de explotación sexual. También tiene una consecuencia práctica: en éste, como en otros documentos (ACNUDH, 2006), se advierte la difi cultad de distinguir entre una situación de prostitución (supuestamente decidida por quien la ejerce) y de explotación sexual originada por la trata; el hecho de que a la vista del público operen ambas “aparentemente” en un marco de supuesta legalidad complica aún más la distinción a la que se ha hecho referencia en el presente texto. Por tanto, es necesario que los gobiernos de los diferentes órdenes se comprometan con mayor rigor a evitar otorgar permisos para actividades ilícitas o, en todo caso, sancionen los delitos en-cubiertos en supuestas actividades mercantiles o comerciales.

masculinidad hegemónica se “normalice”. Nos referimos al hecho de que los masculinidad hegemónica se “normalice”. Nos referimos al hecho de que los establecimientos donde se explota sexualmente a mujeres y niñas forman establecimientos donde se explota sexualmente a mujeres y niñas forman parte del paisaje urbano cotidiano; es decir, no son sitios clandestinos de parte del paisaje urbano cotidiano; es decir, no son sitios clandestinos de difícil acceso. En todos los casos los entrevistados ubicaron dónde se encon-difícil acceso. En todos los casos los entrevistados ubicaron dónde se encon-

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111· Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

Solicitud de consentimiento

Te he invitado a participar en la realización de una investigación titulada: Hombres que compran cuerpos: diagnóstico para la creación de políticas públi-cas para prevenir el consumo sexual asociado a la trata de mujeres fi nanciada por INDESOL y UNFPA, diseñada y llevada a cabo por GENDES, AC.

Los objetivos de esta investigación apuntan a conocer los motivos por los cuales varones heterosexuales mayores de edad de San Luis Potosí y Tlaxca-la hacen uso de servicios sexuales o consumo sexual y, en ese tenor, diseñar estrategias para identifi car y combatir la trata de mujeres y niñas en Méxi-co, es por ello que tu participación en este estudio es de suma importancia. Tu colaboración será a través de una entrevista personal y voluntaria, en la que te solicitaré que me relates tu experiencia al respecto. La entrevista será grabada para guardar tu testimonio y poder analizar, hacer notas y citas pos-teriores (textuales o semi textuales).

La entrevista es confi dencial. Tu identidad sólo será conocida por la perso-na que te entreviste y no quedará registro de ella, por tanto tu nombre no quedará en ningún documento, incluidas todas las publicaciones e informes escritos que resulten del estudio. Sólo se te reconocerá por un pseudónimo que tú mismo elegirás. La entrevista dura alrededor de 2 horas. Si lo estimas pertinente tienes derecho a suspender tu participación en cualquier mo-mento. También puedes rechazar preguntas particulares.

No existen riesgos asociados con este estudio para ti. La copia de solicitud de consentimiento es para ti. Cualquier duda que tengas al respecto, nues-tros datos personales son los siguientes:

Anexos

112 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

Mauro Antonio Vargas Urías. Coordinador de la investigación.

[email protected]

Melissa Fernández Chagoya. Investigadora titular.

[email protected]

GENDES, ACMinatitlán 34, Col. Roma. Delegación Cuauhtémoc. México DF Teléfono (0155) 5584 [email protected]

113· Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

Ficha de entrevista

No. de entrevista:

No. de audio:

Correo electrónico o teléfono de contacto

Edad

Estudios

Actividad laboral

Estado civil

¿Con quién vives?

Número y edad de hijos e hijas

Número y edad de hermanos y hermanas

Tipo de unión de padres

Actividades de dispersión

Lugar de nacimiento

Lugar de residencia

Otros

Pseudónimo: Fecha: Lugar:

Hijos: Hijas:

Hermanos: Hermanas:

114 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

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115· Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

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116 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

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117· Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

Acerca de GENDES

GENDES es una organización de la sociedad civil que favorece el desarrollo de relaciones equitativas, igualitarias y no violentas, impulsando, junto con otros actores sociales, procesos de refl exión,

intervención investigación e incidencia sustentados en la perspectiva de género y el desarrollo humano.

Constituida legalmente en 2008, pero con trabajo desde 2003, GENDES fue fundada por un grupo multidisciplinario de profesionales en ciencias sociales comprometido con el análisis de las identidades masculinas y la erradicación de la violencia de género.

Ofrece distintas estrategias de atención para desarrollar otras formas de ser hombres y mujeres, alternativas al modelo hegemónico, desde enfoques que promueven la no violencia, el afecto, así como la equidad e igualdad de género en los ámbitos comunitario, institucional, grupal e individual.

118 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

119· Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

Directorio

Mauro Antonio Vargas UríasDirector General y Socio Fundador

Felipe Antonio Ramírez HernándezSocio Fundador

Ricardo Enrique Ayllón González

Coordinador de Metodología y Socio Fundador

René López PérezCoordinador de Gestión de Recursos

Mónica Cervantes RamírezCoordinadora de Desarrollo Institucional

S. Patricia Carmona HernándezCoordinadora de Posicionamiento Público

Tania Hernández ChetrirquinResponsable del Subprograma de Sistematización e Investigación

Simón Pablo Sandoval RubioResponsable del Subprograma de Capacitación

Eduardo Arriaga RamírezResponsable del Subprograma de Atención

Melissa Fernández ChagoyaIgnacio Lozano Verduzco

Investigadores

Héctor Levario RubalcavaAdministrador

Jorge Alberto Pérez OrduñaEncargado del Sistema de Información CECEVIM

120 · Hombres que compran cuerpos: aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fi nes de explotación sexual ·

GENDES, AC

Esta publicación se terminó de imprimir el 3 de diciembre de 2012 en los talleres de Impretei, SA de CV con domicilio en Almería 17,

Col. Álamos, CP 03400. Del. Benito Juárez, México, DF.

El tiraje constó de 500 ejemplares.

“Este programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fi nes distintos al desarrollo social”

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Hombres que compran cuerpos:aproximaciones al consumo asociado a la trata de mujeres con fines de explotación sexualMelissa A. Fernández Chagoya

Mauro Antonio Vargas Urías

Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la

Mauro Antonio Vargas UríasMelissa Fernández Chagoya

trata de mujeres y niñas en Tlaxcala

género y desarrollo a.c.

1· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Diagnóstico sobre laconstrucción yreproducción de lamasculinidad enrelación con la

trata demujeres yniñas enTlaxcala

Mauro Antonio Vargas UríasMelissa Fernández Chagoya

2 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala

Primera edición, 2011.

GENDES ACMinatitlán 34, Col. Roma.

Delegación Cuauhtémoc. México DF Teléfono 5584 0601

[email protected]

W

3· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

GENDES AC

Género y Desarrollo, Asociación Civil

Mauro Antonio Vargas Urías

Coordinador de la Investigación

Melissa Fernández Chagoya

Investigadora Titular

Eduardo Arriaga Ramírez y Mario Aguirre Tomic

Investigadores Auxiliares

René López Pérez y Oscar Montiel

Asesoría Conceptual

Créditos

4 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Contenido

Introducción

Metodología

Construcción sociocultural del género

Nociones de género

Prácticas de género

Determinantes sociales y culturales

Espacios públicos y privados

Esferas de ejercicios de poder

Condiciones que facilitan el fenómeno

Sociales

Educación

Laborales

Líneas de acción a manera de sugerencias de intervención para iden-tificar, prevenir y disminuir la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala

Consideraciones finales

Fuentes consultadas

Acerca de GENDES

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13

17

23

2327

33

3337

38

40

46

5153

5· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

En el marco del desarrollo del proyecto: Cambiando mentes, modificando conductas. Modelo

con hombres para prevenir trata de ni-ñas y mujeres financiado por INDESOL y llevado a cabo por GENDES, A.C., el objetivo general del presente do-cumento responde a la identificación y análisis de las diferentes formas de participar de los hombres de la zona sur de Tlaxcala en el problema de la trata de mujeres desde una perspecti-va de género con énfasis en el estudio de la construcción y reproducción del modelo de masculinidad.

Para ello, se presentan los principales elementos que componen la construc-ción sociocultural del género; se dan a conocer algunos de los factores socia-les y culturales que se relacionan con la construcción y reproducción del género y el fenómeno de la trata de mujeres y, finalmente, se da cuenta de las condi-ciones que propician la participación de varones en dicha problemática.

Asimismo, este diagnóstico comparte algunas sugerencias que pudimos ge-nerar con base en los hallazgos presen-tados con el fin de coadyuvar, desde la sociedad civil organizada, en la identifi-cación, prevención y reducción de este fenómeno que tanto afecta a la socie-dad en general y, en particular, a las mu-jeres y a las niñas de la zona analizada.

Es menester apuntar que la trata de personas en México es un negocio ilíci-to que genera grandes ganancias. En-tendemos por trata de acuerdo con el Artículo 3 del Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Perso-nas, como “la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerzas y otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recep-ción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo la explotación de la pros-

Introducción

6 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

titución ajena y otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos” (ONU, 2004)1.

Esta moderna forma de esclavitud, incluso, ya supera las ganancias que deja el trá-fico de drogas y en 2010 equivalió a 6 mil 600 millones de dólares, según datos de la ONU. Esta afirmación la formuló Patricia Olamendi en el marco del foro “Migración y Trata de Personas: Un Problema Complejo”, realizado en marzo de 2011 en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; la autora sin duda sabe de qué habla, pues ella coordinó en 2008 el estudio Trata de mujeres en Tlaxcala, en el que a partir de las 57 denuncias de las víctimas presentadas de 2006 a 2008 se obtuvieron los siguientes resultados: las víctimas contaban con secundaria completa o menos en 90 por ciento de los casos y 46 por ciento eran menores de edad; las mujeres que denunciaron eran originarias de municipios de Tlaxcala y de otros estados (Puebla, Veracruz, Tabasco, Chiapas y Guerrero); el delito se consumó en: Tlaxcala (46%); Puebla (23%); DF (20%), Baja California, Chihuahua, Morelos y Estados Unidos (3 % cada uno).

El director del Centro Fray Julián Garcés, Derechos Humanos y Desarrollo Local, A. C. afirma que su institución ha registrado 31 casos de redes de trata de personas don-de aparecen implicados hombres y mujeres de la región sur de Tlaxcala y el modo de operar siempre es el mismo: seducir, enamorar, engañar, chantajear, explotar. Agrega que lo preocupante es que la trata de mujeres en Tlaxcala aumenta pese a que en el estado ya está vigente una ley que tipifica y, supuestamente, sanciona ese delito. Esta preocupación cobra mayor relevancia si consideramos la tesis ‘Lenoci-nio como Proyecto de Vida de Niños y Adolescentes de Tenancingo, Tlaxcala’ (UAT, 2010), donde se consigna que 20.7 por ciento de niños y adolescentes de tercero de primaria a tercero de secundaria ha manifestado su interés por ser explotador de mujeres, debido a las altas ganancias y prestigio que el negocio reporta.

Ante este escenario, es evidente que se requieren acciones integrales desde diver-sos actores sociales y gubernamentales. Si consideramos el análisis de las mascu-linidades desde la perspectiva de género y adoptamos un criterio preventivo, es necesario incidir en diferentes poblaciones; por ejemplo: niños y adolescentes (los tratantes2 suelen abandonar la secundaria para “aprender su oficio”); demandantes del sexo servicio (quienes suelen calificar a las mujeres que se prostituyen como de la “vida alegre”, ignorando la explotación a la que se les somete); jefes de familia (pues consideran que cuando las hijas se casan pasan a ser de otro hombre y ellas se

1 En la ley de la materia, en el Artículo 5, se especifica: Comete el delito de trata de personas quien promueva, solicite, ofrezca, facilite, consiga, traslade, entregue o reciba, para sí o para un tercero, a una persona, por medio de la violencia física o moral, engaño o el abuso de poder para someterla a explotación sexual, trabajos o servicios forzados, esclavitud o prácticas análogas a la esclavitud, servidumbre, o a la extirpación de un órgano, tejido o sus componentes.La persona que contrate publicidad por cualquier medio de comunicación, así como la persona que publique anuncios, que en-cuadren en alguna de las conductas del delito de trata de personas será sancionada conforme a lo dispuesto en el artículo 6 de esta ley. (Ley para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas, 2007)

2 En el presente texto se utilizarán los términos tratante, padrote o proxeneta en forma indistinta.

7· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

quedan sin red social de apoyo). Por esta razón, es pertinente contar con un diag-nóstico que presente la relación que existe entre la construcción y reproducción de la masculinidad con el fenómeno de la trata de mujeres y niñas en el sur de Tlaxcala, a fin de identificar elementos que permitan prevenir la participación activa o pasiva de los hombres en dicho fenómeno. Esto es importante porque si bien la trata de mujeres y niñas empezó como un fenómeno aislado y poco aceptable, actualmente algunos jóvenes empiezan a percibirlo como una manera rápida de hacer dinero y de obtener estatus.

A partir de la conferencia sobre masculinidades dictada por GENDES, A.C., en el Se-gundo Encuentro por el Derecho a Vivir Libres de Violencia y Explotación Sexual, en Tlaxcala en 2010, las organizaciones sociales que trabajan el tema de trata de mu-jeres y niñas propusieron a GENDES, A.C. conjuntar esfuerzos a fin de incorporar el enfoque de la masculinidad en el trabajo de prevención y atención que ya realizan, y así tener una estrategia de acción más integral y, por tanto, más efectiva.

Las mujeres, niñas y adultas, son las víctimas más frecuentes del problema de trata de personas que se desarrolla en el sur de Tlaxcala y diversas instancias están traba-jando para proporcionarles la protección y apoyo que requieren; sin embargo, hasta el momento estas instancias no han realizado acciones sistemáticas de prevención con quienes podrían incorporarse al delito de trata o participan en él de manera pa-siva: los niños, adolescentes y varones jóvenes que viven en esa región.

Pero, aún más, los hombres involucrados en este fenómeno presentan diversas pro-blemáticas: los tratantes están inmersos en una actividad delictiva, con todo lo que ello implica en términos de la violencia que se genera y el imaginario que se cons-truye en las nuevas generaciones; los jóvenes que, ante la falta de oportunidades, voltean hacia la trata de mujeres como un medio para hacer dinero fácilmente, con lo que ello implica en términos de construcción de un proyecto de vida satisfactorio; los consumidores de la explotación sexual de mujeres, en cuanto copartícipes de la misma y sujetos a riesgos de infecciones de transmisión sexual (ITS), por las condi-ciones precarias en que ellas son obligadas a trabajar, de manera tal que también ponen en riesgo a sus parejas, sean éstas novias o esposas. Todos estos perfiles (y otros, como los de esos hombres que participan silenciosamente en el fenómeno: taxistas, meseros, empleados de hoteles, etc.) precisan ser observados con mayor detalle a fin de encontrar rutas que permitan la construcción de soluciones. De ante-mano sabemos que el problema es de alcance multifactorial y requiere de abordajes integrales, pero a través de los hallazgos alcanzados con este diagnóstico, cuya rea-lización ha sido posible gracias al apoyo del INDESOL y a su vocación por impulsar procesos corresponsables para el cambio social, desde GENDES, A.C. pretendemos abonar algunos elementos para el abordaje asertivo en el diseño de futuras líneas de intervención con y para hombres, en un problema cuyas raíces han penetrado profundamente en las dimensiones más fundamentales de la realidad nacional.

8 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Por lo que respecta al marco teó-rico, la estructura del presente diagnóstico se basa en categorías

de teoría de género, prestándose parti-cular atención al análisis de la construc-ción de las masculinidades. Con base en la perspectiva de género, en tanto que herramienta conceptual, se analizan los datos por medio de instrumentos de corte cualitativo, mismos que implican una observación y análisis específicos de las cualidades del fenómeno a estu-diar.

Se optó por este tipo de metodología ya que el tema que se aborda responde a subjetividades y realidades no fácilmen-te cuantificables, se trata, por el con-trario, de elementos interpretables que dan cuenta de una situación en particu-lar y una posición en general, en otras palabras, de la situación del fenómeno de la trata de mujeres y niñas y la posi-ción de los varones de la región frente a este tema, toda vez que los hombres son percibidos como el problema. Lue-

go entonces, apelando a la dialéctica y a la complejidad de los fenómenos so-ciales, incidir en ellos, los hombres, para analizar los constructos sociales que promueven sus comportamientos ante el tema de trata, también podría dar pis-tas para la formulación de soluciones.

Se generó una serie de entrevistas se-miestructuradas así como entrevistas grupales con el fin de obtener informa-ción respecto de la construcción de la masculinidad entre varones de Tlaxcala y la relación que ésta tiene con la trata de mujeres y niñas. Conocer los precep-tos que componen el imaginario de la masculinidad, nos ayuda a identificar la participación de los hombres en el fenó-meno y, a su vez, a encontrar elementos que puedan ser proclives para prevenir la inserción de jóvenes en el mundo de la trata, en calidad de tratantes de mu-jeres y niñas y/o consumidores del co-mercio y la explotación sexual.

Para la metodología de investigación cualitativa, el tamaño de la población,

Metodología

9· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

en este caso regional, no es considerado determinante. Lo que condiciona un resul-tado es pues, la correcta selección de informantes (que sean claves y que cuenten con vastos conocimientos empíricos del tema en cuestión) y la cualidad de la va-riable, por ello la certeza y cientificidad de que mediante entrevistas semiestructu-radas y grupales, conformadas por actoras y actores estratégicos y reforzadas por un análisis hermenéutico, se obtienen las cualidades de los ejes comparativos que interesan para determinar los factores que influyen en la construcción de la mascu-linidad y la trata de mujeres y niñas.

A fin de ampliar el panorama metodológico que esta propuesta presenta, a conti-nuación se enlistan los criterios que se tomaron en cuenta:

Universo de estudio: informantes privilegiados y privilegiadas de Tlaxcala que co-nocieran sobre el tema y/o tuvieran algún tipo de vínculo con él: las y los funciona-rios de la administración pública estatal y municipal; representantes de la sociedad civil y especialistas en el tema; representantes de grupos ideológicos o religiosos; y, finalmente, personas relacionadas directa o indirectamente con el fenómeno de la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala.

Tamaño de la población:

1 entrevista grupal:

Entre 8 y 12 integrantes del funcionariado público de los siguientes sectores: sa-lud, seguridad pública, desarrollo social, económico y turismo toda vez que tales sectores cruzan la compleja red de trata de niñas y mujeres.

8 entrevistas semi-estructuradas:

2 representantes de la sociedad civil (ciudadanía).•

2 representantes de alguna organización de la sociedad civil (OSC).•

1 especialista en el tema de trata en Tlaxcala (academia o investigación). •

1 representante de grupos ideológicos o religiosos (AA, iglesia, etc.).•

2 personas relacionadas directa o indirectamente con el fenómeno de la tra-• ta de mujeres y niñas en Tlaxcala (personas que tengan algún tipo de vínculo con ellas o un vasto conocimiento al respecto).

Criterios muestrales: Para la entrevista grupal se convocó a las y los participan-tes mediante las OCS que trabajan el tema, mientras que para las entrevistas en profundidad se utilizó la técnica conocida en antropología como “informante privilegiado/a”, o en sociología, “actor estratégico”3.

3 Estos términos responden a la elección de una persona que cumpla con las características del universo de estudio, “privilegia-do” en el sentido que es considerada “clave” para quien investiga por cumplir con las características que se busca, por ser un buena narradora y tener suficiente experiencia en el tema, también, la o el informante privilegiado se considera tal en tanto se legitime por otros como una persona que “sabe de lo que habla”, es decir, las preguntas que se le harán difícilmente le tomarán

10 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Las técnicas de recopilación de información empleadas para esta investigación, fueron:

Entrevistas semi-estructuradas, las cuales proporcionan información sobre • la subjetividad colectiva y cómo es que repercute a nivel individual.

Entrevista grupal para servidoras y servidores públicos, técnica que nos per-• mite analizar no sólo discursos sino actitudes, percepciones y subjetividad.

Las técnicas de interpretación fueron:

Transcripción y codificación.•

Saturación teórica (datos continuamente encontrados)• 4.

Análisis de contenido (discursivo).•

Tabla de personas entrevistas

En el caso de la entrevista grupal, fueron 8 personas las participantes con las carac-terísticas presentadas en el siguiente cuadro:

Entrevista Mujer 34 años, hombre 42 años, mujer 24 años, mujer 36 años, grupal mujer 31 años, mujer 25 años, hombre 25 años, mujer 33 años.

Sectores Colaboradores del tercer sector (OSC) e integrantes del funcio- nariado público del DIF, seguridad pública, INMUJERES y salud.

Lugar Tlaxcala, Tlaxcala.

A continuación se presenta la tabla de las entrevistas semiestructuradas aplicadas a diversas personas que consideramos como informantes privilegiadas por su experti-cia en el tema, vínculo o representación de la sociedad civil así como de OSC.

por sorpresa o no sabrá responder por su alejamiento con respecto al tema de la investigación. Otro elemento importante que indica que tal o cual actor es el estratégico o informante privilegiado es que muestre interés por el tema de modo que, el actor-informante, sea juez y parte en la labor de quien investiga y del producto que se genere. Las o los informantes privilegiados, conducen a quien investiga hacia otras personas quienes consideran estratégicas por los mismos motivos.

4 A La saturación de información o saturación teórica se presenta cuando: a) no se hayan datos nuevos que parezcan estar emer-giendo en una categoría, b) la categoría esté bien desarrollada en términos de sus dimensiones y propiedades, demostrando variación y, c) las relaciones entre las categorías estén bien establecidas o validadas (Strauss y Corbin, 2002: 235).

11· D

iagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de m

ujeres y niñas en Tlaxcala ·

Caract. del / la In-formante

Sexo

Edad

Ocupación

Estudios

Sostén económico familiar

Ingreso mensual

Residentes en el hogar

Lugar residencia

Situación habitacional

Ciudadana

Mujer

39

Investiga-dora

Licenciatura

Pareja

$4,000

Pareja, 40Hijo, 4

Tlaxcala

----

Ciudadano

Hombre

27

Profesor

Licenciatura

Padre

$8,000

Padre, 71Madre, 70

Tlaxcala

Propiedad del padre

OSC

Mujer

32

Colabora-dora OSC

Licenciatura

Padre

$7,000

Padre, 61Madre, 59Hno., 38

Tlaxcala

Arrienda

OSC

Hombre

31

Defensoría de DDHH

Licenciatura

Pareja y él

$9,000

ParejaAbueloMadrePadre

Tlaxcala

Arrienda

Vínculo o vasto cono-

cimiento

Hombre

33

Investigador

Doctorado

Él

$25,000

Pareja, 33Hija, 10me-ses

Puebla

Arrienda

Vínculo o vasto cono-

cimiento

Mujer

33

Defensoría de DDHH

Licenciatura

Ella

$7,000

--

Tlaxcala

Arrienda

Especialista en el tema

Hombre

40

Defensoría de DDHH

Doctorado

Él

$20,000

Hija, 13Hija, 14

Tlaxcala

Arrienda

Grupo ideológico

Anónimo

49

Sin infor-mación

Técnicos superiores Pareja

------

Pareja, 50Hija, 16Hijo, 19

Tlaxcala

Propiedad familiar

· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·11

12 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Unidades de análisis (variables):

Lo que se presenta a continuación refiere a las variables del diagnóstico, a su vez, responde al orden de la presentación de resultados, a saber:

Construcción sociocul-tural del género

-Nociones de género

-Actitudes frente al género

-Adjudicaciones/ adscrip-ciones culturales

Factores sociales y culturales

-Lugar público

-Lugar privado

-Esferas de ejercicio de poder

Condiciones que facilitan el fenómeno

-Sociales

-Educación

-Económica-laboral

El apartado que alude a la construcción sociocultural del género presenta las nocio-nes que se tienen en las localidades con respecto al género, es decir, a lo que social y culturalmente el grupo de actoras y actores entienden por ser mujer y ser hombre, prestando atención a los deber ser y a las expectativas sociales. A su vez, se presen-tan también las prácticas de género o, en otras palabras, las conductas y comporta-mientos que las mujeres y los hombres llevan a cabo para configurarse como seres sociales en una colectividad. Aquellas actividades que se relacionan con ellas y con ellos y la significación que éstas toman en su reiteración y reproducción social.

Con relación al apartado que se presenta seguido del anterior y corresponde a los factores sociales y culturales que permiten la existencia del fenómeno de trata de mujeres y niñas en la región, se presenta la asociación que se hace socialmente res-pecto de lo público y lo privado. Si bien, siguiendo algunas de las premisas básicas de la perspectiva de género, lo privado es público, es pertinente hacer esta escisión en términos analíticos pues hacerlo facilita el análisis de la percepción social sobre aquellas cuestiones debatibles en lo que respecta a lo público o político y aquellas que, aparentemente, no lo son pues competen a la vida privada, a lo propio e indivi-dual. Estas nociones nos conducen ineludiblemente hacia un análisis sobre las esfe-ras de poder y cómo éstas son configuradas y por cuáles actoras o actores sociales son ejercidas.

El apartado que se desprende de esto último, responde entonces a las condiciones que facilitan el fenómeno de trata mismas que dividimos en tres grandes grupos, a saber, las condiciones sociales; las que se relacionan con la educación (formal y familiar) y, finalmente, las laborales.

Casi para terminar el diagnóstico, presentamos algunas líneas de acción a manera de sugerencias para prevenir, identificar y disminuir el fenómeno de trata de muje-

13· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

res y niñas en la región. Por último, se presentan las consideraciones finales en las cuales presentamos las inquietudes que nos quedan luego de esta investigación y las posibles líneas a seguir en esta materia para coadyuvar a las líneas de acción que se enlistan.

14 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

La construcción social del género refiere a la definición de las carac-terísticas y los atributos que son

reconocidos socialmente como mascu-linos y femeninos, así como al valor que se les asigna en una determinada socie-dad (INMUJERES, 2009: 32).

Analizar la construcción sociocultural del género permite articular la crítica a la asignación de roles y actividades so-ciales para mujeres y hombres, de tal suerte que esta variable pretende iden-tificar los principales elementos que la componen y, con ellos, nos será posible dilucidar qué componentes se interre-lacionan en la aprehensión cultural y la reproducción social de nociones sobre lo que significa ser un hombre, es decir, prácticas, actitudes y representaciones.

Nociones de género

Con base en las entrevistas aplicadas, consideramos que las nociones de géne-ro que fundamentan lo que para las y los

habitantes de Tlaxcala significa ser mu-jer y ser hombre, responde a modelos hegemónicos del género cuyas bases se encuentran en el régimen heterosexual y el pensamiento dualista, mismo que jerarquiza lo considerado masculino sobre lo femenino. De aquí, se denota una construcción que manifiesta en sus prácticas un arraigo en el patriarcado, en la producción y reproducción de insti-tuciones como la familia tradicional, por ejemplo, que permiten la permanencia de desigualdades, dominación de hom-bres sobre mujeres y una evidente incli-nación por sobrevalorar lo masculino.

La persona entrevistada experta en el tema, indica que:

Construcción sociocultural del género

15· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Existe una estructura patriarcal que se manifiesta en la mezcla con la cultura de Tlaxcala. No se puede hablar por tanto que la cultura tlaxcalteca tiene los fundamentos de lo que después será la formación de los padrotes. Son fenómenos particulares que se dan a nivel local por distintas razones. El género masculino tiene poder, raciocinio, que se expresa en un estatus mayor donde pue-de utilizar a los demás. Y en la construcción social de la femini-dad donde es más sumisa, dulce, que tiene que estar dispuesta, que desarrolla más la sensibilidad que la razón. Construcciones culturales que se expresan en todos lados y en todos los estra-tos sociales (Fragmento de entrevista con especialista en el tema.

18.08.11. Puebla, Pue.).

En Tlaxcala se expresa el dominio de los hombres sobre las mujeres, por ejemplo, en sus tradiciones religiosas y en el sistema de cargos cívico-religiosos. En ese sistema, los hombres son quienes, en general, ocupan los puestos de prestigio por tradición en cadenas de poder, mientras que las mujeres están subsumidas alrededor de eso, preocupadas de estar en su casa con las y los hijos y sirviendo al varón.

En la sexualidad se expresa también esta estructura sobre los géneros. La mujer como receptora pasiva y el hombre haciéndose cargo de todo y además irrepri-mible sexualmente, por lo que se le perdona todo. La construcción social del varón es alrededor de lo cual se organiza todo lo demás y, con el hecho de aspirar a ser padrotes, el niño responde que quiere ser el “segundo” (el primero es el padre), por-que éste es quien consigue a las “chavas”, las engancha, y desarrolla un carisma. La mujer en estos roles debe ser la seducida, en otros términos, es el amor romántico que se utiliza para la explotación. Y aquí el tradicional “robo de la novia” también entra en juego. En el matrimonio cristiano también funciona así, simbólicamente, en la entrega de la novia del padre al esposo.

La figura del padrote dentro de la comunidad ha adquirido una figura de estatus relevante porque concentra todos los poderes posibles, es decir, el económico, el respeto, la provisión, la seducción de mujeres. En este sentido, la masculinidad, o la aspiración a ejercer una masculinidad esperada socialmente entre los varones, responde al modelo que se presenta merced de los proxenetas. Otros tipos de mas-culinidad alternativa a este modelo quedan diluidos, no claros y quizá, no tan pre-sentes como se desearía. En ese tenor, es importante mostrar a los jóvenes varones que existen otras maneras de ser hombres, formas que no implican la violencia y la explotación de otros cuerpos para su construcción, formas apegadas al respeto de sí mismo y de los otros cuerpos, autoconocimiento, cariño y afecto.

La llegada de la adultez en esta zona de Tlaxcala es percibida mediante los rituales tradicionales de transición social, como puede ser el matrimonio o la reproducción.

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16 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Las y los entrevistados argumentan que una niña deja de serlo cuando se casa, cuan-do es cooptada por tratantes para su explotación sexual, y/o cuando es madre. En el caso de los varones, estos son hombres adultos cuando se casan, cuando se “juntan con una mujer”, o cuando “ya tienen trabajando a mujeres”: “un profesor me con-tó que llegó un chavo a decirle: ¿qué onda, prof? Ya tengo a tres viejas trabajando ¿quiere una?” (Fragmento de entrevista a representante de OSC. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Cuando le preguntamos a los y las entrevistadas por las características de la mascu-linidad materializadas entre los varones de Tlaxcala, en particular, en el sur de este estado, las respuestas giraban en torno a lo siguiente:

Carencia de valores y educación en las clases medias y bajas como causa principal del machismo en Tlaxcala. (Fragmento de

entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Hay que remontarse a la historia prehispánica donde no hay nin-guna mujer en el poder. Ya aquí la mujer se dedica a lo domésti-co. Luego con la conquista Tlaxcala se hace aliada de los espa-ñoles. Luego con la iglesia la situación sigue muy arraigada en el supuesto de que la mujer tiene que servir al hombre. Además, hoy se piensa geopolíticamente en Tlaxcala pero en realidad el proble-ma de la trata contempla el norte de Puebla y el sur de este estado (Tlaxcala). No sólo es el estado de Tlaxcala, en la antigüedad no estaba dividido así y es esta región que te digo, donde está el problema (Fragmento de entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala,

Tlax.).

El hombre es machista. Ve a la mujer como un ser inferior, es muy violento desde la infancia y manifestado en el noviazgo. Es una violencia que va desde lo psicológico en las prohibiciones que se les imponen a las mujeres hasta la violencia física. (Fragmento de

entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Es un machismo basado en el poder del dinero y de decisión. El modo de acceder a ese dinero no es cuestionado. El capitalismo se presenta como un fin por sí mismo sin importar los medios que generan una violencia intrínseca. Está ya enraizado en la cultura este machismo del poder (Fragmento de entrevista grupal. 17.08.11. Tlax-cala, Tlax.).

Hablar del hombre del sur de Tlaxcala es hablar de hombres de una zona rural con amplia densidad poblacional que ya es urbana, muy arraigados a cuestiones indíge-nas pero mestizos, mezclados. Producto de migraciones a las ciudades y regresos a la comunidad, desde el mundo prehispánico ya era muy móvil, mucha gente mo-

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17· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

viéndose entre localidad y localidad. Ahora se dan cuenta que exclusivamente de la agricultura no se puede vivir. Hay mucho abandono de terrenos agrícolas en el sur para dedicarse al comercio ambulante o al trabajo en talleres (Fragmento de entre-vista grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Se observa que el arraigo prehispánico o indígena pareciera ser una de las causas de la relación cuasi intrínseca entre el machismo, la violencia, el poder sobre las y los otros y el fenómeno de la trata de mujeres. Así es como las personas entrevista-das perciben la complejidad del problema de trata lo que nos habla de una múltiple percepción, por un lado, la violencia contra las mujeres se explica –o se justifica- en tanto que costumbre ancestral y, por otro, como parte innata en la construcción de los varones de esta región.

Cuando se cuestionó sobre las características de lo femenino materializado por y en las mujeres, obtuvimos la siguiente información:

La mujer de Tlaxcala debe cargar con un peso enorme de tradi-ciones que niegan su posibilidad de desarrollarse como perso-na individual. Las mujeres en Tlaxcala, aún siendo profesionistas, tienen implícito el rol de servir (Fragmento de entrevista grupal.

17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

También es muy característica de la mujer de aquí la culpa con la que enfrenta su vida. En general, frente a cualquier situación de violencia o subordinación las mujeres suelen adjudicarse la culpa de esta situación. Incluso las demás mujeres señalan, en el caso de la trata, a las víctimas como las culpables de su situación: en el “por qué no denuncian, si no le gusta entonces por qué sigue ahí”, etc. (Fragmento de entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

90 por ciento de las chicas a quienes se les pregunta por sus aspiraciones responden que quieren ir a la universidad y ser profesionales. En el caso de la zona sur, en cam-bio, quieren contribuir a la red de sus padres tratantes. Lo ven también las mujeres jóvenes como un beneficio económico, una protección, como un poder. Y es que también por el hecho de que nadie los castiga. Los niños jamás han visto que a los padrotes los detenga la policía. Y cuando los detienen, sobornan al juez y quedan libres (Fragmento de entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Para el presente diagnóstico, resulta contrastante que la mujer, en tanto esencia-lización de las mujeres pluralmente hablando, pareciera ser producto de las condi-ciones sociales y culturales. En este caso, las personas entrevistadas no identifican características supuestamente propias de su género por el hecho de ser mujeres sino que priorizan atribuciones culturales.

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18 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

En mi caso, por ejemplo con mi padre, donde soy la hija ma-yor, el papel que ocupamos los mayores puede servir de buen o mal ejemplo. Como mayor puedes ir abriendo camino, pero eso cuesta. Entonces, la primera barrera que tuve que saltar fue con mi papá porque siendo la mayor tuve que demostrar que en la escuela iba bien y conforme estaba yo bien en la escuela podía ir tomando decisiones. A partir de ahí él ya no tuvo elementos para decir –“no hagas esto o no hagas aquello”–, pues yo le estaba respondiendo en la escuela (Fragmento de entrevista a ciudadana.

18.08.11. Tlaxcala).

Nos enfrentamos ante la victimización como una condición femenina, percibidas como desprotegidas y con temores sociales, legitimadoras del poder masculino en todos los ámbitos. Del mismo modo, se denuncia poca conciencia de subordinación social y genérica y una nula solidaridad de género –en palabras de Marcela Lagarde: sororidad- ante tal situación.

En este sentido, promover relaciones afectivas y equitativas entre mujeres y hom-bres resulta fundamental. Por otra parte, trabajar en materia de empoderamiento femenino en concordancia con el trabajo alusivo a la construcción de masculinida-des contrahegemónicas, es tarea fundamental si se desean cambiar las nociones sociales del género, pues estas a su vez, se relacionan de manera directa con las prácticas de género.

Prácticas de género

Para W. Candance y D.H. Zimmelman (1999) el género se hace, los sujetos nos de-dicamos a construirlo y reproducirlo en nuestros cuerpos como la base en la que se materializa. En otras palabras, cada una de nuestras acciones, actitudes y prácticas cotidianas, hace referencia al imaginario de género (noción de género) que tenemos y que nos permite ser mujeres u hombres. Se trata de una constante actuación que se naturaliza como parte de nuestra forma de relacionarnos; actuación sometida a juicio social, a reforzamiento y convencimiento por y de parte de las y los otros.

Bajo esta premisa, la práctica de los proxenetas, lenones o padrotes en esta región resulta ser una práctica de género, de masculinidad hegemónica tradicional. Al res-pecto se indica:

[La trata] responde a un fenómeno local muy complejo. Los antro-pólogos dicen que es algo que nace en los 60’s con hombres que son bien vistos en sus comunidades porque aportan a las fiestas

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19· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

religiosas. Comienzan a tener poder político dentro de la comuni-dad. A partir de la década pasada ya se identifican a funcionarios públicos como tratantes. Si a eso le sumas entonces que aportan a sus comunidades y que aunque es un delito nadie los castiga entonces la imagen social de ellos es muy buena. Fue una cons-trucción muy lenta y muy larga en el sur, producto de una crisis industrial que deja mucho desempleo, desempleo que permitió una migración a ciudades más grandes donde se vio en la prostitución un medio para... Después de eso viene la formación generacional de tratantes. (Fragmento de entrevista a persona con vínculo y/o

vasto conocimiento en el tema. 18.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

El género se hace durante toda la vida, incluso, responde a la pre-discursividad so-bre los cuerpos, en palabras sencillas, responde a lo que se espera de las personas incluso antes de nacer. El género es una cultura y, a su vez, es la forma de existir al cuerpo (Muñiz: 2002), es decir, no hay cuerpos humanos sin género. Y para el caso de la construcción del género entre varones, los elementos que propician la inserción de niños y jóvenes al sistema de padrotes responde a lo siguiente:

[Dos factores] el imaginario social del poder y la competencia masculina. En la sexualidad es esa competencia masculina la que los hace declarar la multiplicación de esos poderes. Es un reto, en el “segundo” [hijos de padrotes], el enamorar a una chica en el menor tiempo posible porque los medios materiales para la seducción son prestados por el padrote y hay que regresarlos. La seducción, la coacción y la explotación. Se trata de hacer uso del amor romántico masculino. Se exacerba la técnica del amor romántico con el fin de explotar a la mujer. Se trata de enamorar sin enamorarse. Esto genera una competencia entre varones que

se vuelve compulsiva.

Está muy conectado con la construcción emocional de las comu-nidades y de las familias. Si se investigara en cómo se gasta el dinero, notaríamos que parte de éste se usa para vestir a las cha-vas, para dar mordidas, para que puedan operar. Otra parte es para construir la casa, comprar los perros y dar beneficios a la comunidad en grandes fiestas. Las casas están ligadas al sistema de parentesco en la herencia que se dejan a los hijos. Lo que configura emocionalmente a la comunidad donde la figura del padre ausente es tan recurrente y donde el padre proveedor está en crisis. Por lo que el uso del dinero va construyendo al héroe que financia las fiestas patronales y demás. Por ello la doble vincula-

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20 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

ción emocional con la comunidad y la familia (Fragmento de en-trevista con persona con vínculo o vasto conocimiento en el tema.

18.08.11. Puebla, Pue.).

Otro aspecto que contribuye a la construcción del género entre los varones de esta zona de Tlaxcala es la paternidad y ésta es vislumbrada casi exclusivamente en rela-ción con la provisión económica, al respecto se comenta:

Por medio de proveer económicamente. Sin embargo, cuando participan más de labores domésticas es una ayuda, pero ello no quiere decir que se hagan cargo de las labores domésticas. Las muestras de afecto tampoco son recurrentes en los padres, y estos los permiten de las niñas, no de los niños. (Fragmento de entrevista

grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Sin contenido afectivo, se limita a proveer económicamente y to-mar las decisiones relevantes en la educación de los hijos. En las hijas no se invierte en educación debido a que están destinadas a casarse. En los más jóvenes se comienza a notar mayor partici-pación en la paternidad. Sin planificación familiar (Fragmento de

entrevista a ciudadana 18.08.11. Tlaxcala).

Se sobreestima tener hijos varones en gran medida porque ellos continuarán con la práctica de tratantes, serán entrenados para ello. Es verdad que las mujeres tam-bién contribuyen en este fenómeno en la cooptación, enseñanza y cuidado estético de las mujeres explotadas, pero también es pertinente tener en cuenta que este oficio es comandado por los proxenetas. Son ellos quienes toman las decisiones y designan tareas a otros padrotes y a las mujeres, a las explotadas sexualmente y a las que dejaron de serlo para ocupar otro rol que conlleva un estatus mayor entre ellas:

Se prefiere tener hijos hombres. Y, de hecho, encuentras muchas familias con 4 hijas y el último es hombre, lo que quiere decir que estaban buscando al varón. Sobre todo en zonas agrícolas y del sur. Sí, ellos van a continuar con la tradición del papá (Fragmento

de entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

La autoridad ejercida sobre las mujeres, principalmente, resulta ser otro condicionan-te. Dicha autoridad se refleja de manera exacerbada entre la práctica del padrote:

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21· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Bueno, son machistas. No les gusta que una mujer pueda mandar-les. Recuerdo, por ejemplo, cuando Beatriz Paredes fue goberna-dora, que había un dicho que decía, “Tlaxcala: lugar de hombres mansos y reses bravas” (Fragmento de entrevista a ciudadana.

18.08.11. Tlaxcala).

El padrote tiene todo el poder, se hace lo que él dice, no sólo en la familia y con sus mujeres que le trabajan, o sea, que son explo-tadas, sino a nivel municipal, por las mordidas a los funcionarios, y comunal, por pagar las fiestas patronales. En las comunidades los quieren mucho y los protegen, ellos montan la iglesia, pagan las fiestas, era de esperarse (Fragmento de entrevista a ciudadano.

18.08.11 Tlaxcala).

El poder adquisitivo así como los dotes de seductor, forman parte de la cultura de género y, del mismo modo, de la práctica de los

padrotes.

La forma de engancharlas es a través del enamoramiento: el tipo se hace pasar como alguien de buena posición económica en las escuelas, en los antros, en las fiestas populares o en las zonas indígenas y ahí las comienzan a frecuentar. Esta mujer del munici-pio, la que es presidenta del DIF, decía que ahora lo que estaban buscando eran mujeres de las zonas indígenas, porque una mujer de esa zona mil veces iba a querer cambiarse de vivir en una casa con techo de palma o de lámina a una con techo de concreto. Por eso yo pienso que esta mujer sabe, es decir, esta mujer se dedica a esto, es tratante o recluta, o apoya al esposo, porque daba

datos muy certeros.

Entonces, estos tipos lo que hacen es presentarse y abordarlas hasta que se hacen novios. A los tres meses les prometen su amor y se casan, se casan en diferentes partes del país (que de hecho ahí hace falta una política pública de coordinación entre los registros civiles). Si se casan en una zona indígena imagínate. Creo que a las mujeres siempre nos han educado en que los matrimonios son para siempre, nunca pensamos lo que puede ser a corto plazo. Cuando son a corto plazo significan un golpe moral. El casamien-to es hasta la muerte, como dicen en la iglesia. Y más se quedan enganchadas cuando comienzan a tener hijos. En fin, los tratantes de Tlaxcala, las enamoran, se hacen sus novios. (Fragmento de

entrevista a ciudadana. 18.08.11. Tlaxcala).W

22 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

La práctica social que permite el fenómeno de trata de mujeres en la zona sur de Tlaxcala es, además, percibida como una herencia cultural. Incluso, a decir de las personas entrevistadas, ser padrote para los proxenetas es digno de orgullo en bue-na medida por la yuxtaposición de poderes que se están enlistando hasta ahora: la autoridad, la paternidad, el poder adquisitivo y la seducción.

Pero ahí donde los padres son tratantes, que viene heredado de papás, tíos, abuelos, entonces se va dando una cultura en la que a los niños se les dice que las mujeres son sólo objetos y desde ahí se les está formando para mandar y las mujeres sólo sirven para esto [trata] y de alguna manera ellos van idealizando estas cuestiones: “yo quiero ser como mi papá”, y es solamente para tener dinero (Fragmento de entrevista a representante de OSC.

17.08.11. Tlaxcala).

Otro aspecto fundamental que define la práctica de género entre los varones de la zona sur de Tlaxcala es el uso de la violencia sobre todo aquella ejercida contra las mujeres. Si bien, la relación entre padrotes también es violenta, altamente compe-titiva e incluso peligrosa, pues llegan a atentar contra sus vidas, el tipo de violencia que ejercen contra las mujeres es multifactorial y, ante ella, las mujeres parecen haber naturalizado dichas manifestaciones violentas al grado de no advertir que lo que viven es violencia de género e incluso ser víctimas de una forma de esclavitud, es decir, la trata de mujeres.

¿Y las mujeres identifican que lo que viven es violencia? No siem-pre. La mayoría de las veces no, hasta que sufren una violencia física muy fuerte. De hecho, las víctimas de trata aún cuando sa-ben que es trata, ellas juran que trabajan porque ellas quieren y que no son sometidas. Hay una influencia psicológica terrible, ellas creen que son sus parejas, sus esposos; que trabajan para ayudarles a montar la casa, que cuando se retiren de las calles, ellos vivirán con ellas como familia feliz (Fragmento de entrevista

grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Ante los casos de violencia de género y trata de mujeres, las personas entrevistadas argumentan que los funcionarios hacen caso omiso y, como ya se ha indicado, son parte del problema merced de la impunidad y la corrupción. Al respecto se indica:

Es un callejón sin salida porque una vez que el sistema de proxe-netas se enquista en una comunidad, se enquista en los sistemas

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23· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

de justicia y no hay mucho más que hacer. Los padrotes dicen que el mal padrote es el que termina en la cárcel porque no ha entendido las reglas del juego, es decir, no se ha adaptado ni ha cambiado sus formas de operar para que no lo apresen (Fragmen-to de entrevista a persona con vínculo o vasto conocimiento en el

tema. 18.08.11. Puebla, Pue.).

En general los funcionarios hacen lo posible por resolver en un acuerdo la violencia familiar. Sólo cuando las mujeres son deriva-das a los hospitales por la gravedad de la agresión, se les sigue un proceso distinto. (Fragmento de entrevista grupal. 17.08.11.

Tlaxcala, Tlax.).

Trabajando en el ISSSTE noté que las mujeres se avergüenzan de denunciar por la estigmatización de la que son objeto. Conozco el caso de un diputado que tenía una amante pero ésta lo dejo por otro. El diputado entonces la golpeó y la violó. La mujer fue a dar al ministerio público en Tlaxcala. Y ahí, en el ministerio le avisan al di-putado que está la mujer denunciándolo. La mujer es expuesta como una prostituta mientras arreglan todo bajo del agua y él se va como si nada. (Fragmento de entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

No hay acceso a la justicia, no hay voluntad de perseguir a los tratantes. La corrupción de los funcionarios lo vuelve imposible. Es muy común en la relación de padrotes y funcionarios que si va a haber un operativo, no va a faltar el judicial que les va a dar el pitazo. Y si los apresan pagan de 250 mil a 1 millón de pesos y salen libres. En realidad toda la comunidad se beneficia económicamente de la red. Este municipio se ha transformado en la caja chica de la región porque hacen préstamos con una tasa de interés mucho menor a la de cualquier banca crediticia, y estos son ex-padrotes (Fragmento de entrevista a persona con vínculo o

vasto conocimiento en el tema. 18.08.11. Puebla, Pue.).

Complejo es el escenario de las prácticas de género que se relacionan con la praxis de los padrotes. Como se observó, responde a elementos que se conjugan en la masculinidad: al efecto del género de los varones sobre sus actos, percepciones y actitudes. El peso de la impunidad institucional y la red de sobornos, coadyuva en buena medida a que este fenómeno sea el sustento económico y el modus vivendi de algunos varones de la zona de estudio. En este sentido, generar un diagnóstico al interior de las instituciones en el cual se visibilice el modus operandi de la impuni-dad y la corrupción, sería una forma de manifestar y evidenciar que las autoridades tienen en sus manos herramientas jurídicas para erradicar el fenómeno de trata, pero carecen de voluntad política. Por el lado de la sociedad civil, en nuestras manos están entonces las herramientas culturales y de cambio social, empero, tiene que ser un trabajo en conjunto.

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24 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Determinantes sociales y culturales

En este apartado se presentarán algunos factores sociales y culturales que se re-lacionan con la construcción y reproducción del género y el fenómeno de la trata de mujeres y niñas. Para tal efecto, se presentará la percepción que se tiene sobre lo privado y lo público haciendo alusión a que, en efecto, las relaciones personales son políticas y que el fenómeno de trata de mujeres transversaliza dichas esferas de manera abrupta, toda vez que interrelaciona intereses que van desde el abuso de poder y la violencia psicológica entre tratante y mujer explotada hasta la explota-ción sexual masiva de mujeres víctimas de trata.

En ese sentido, se presenta el panorama respecto de las esferas de ejercicio de po-der que permiten, promueven y reproducen la trata de mujeres en esta región.

Espacios públicos y privados

Donna Haraway (1995) indica que lo público y lo privado son posiciones idealizadas en las sociedades capitalistas avanzadas del hogar, mercado, puestos de trabajo remunerado, estado, escuela, hospital e iglesia, a su vez interrelacionados entre sí en lo que llama las mujeres en el circuito integrado (Haraway, 1995). Aquello que pertenece al ámbito de “lo privado” y lo que concierne al de “lo público” ha venido sufriendo cambios y transformaciones históricas; en este sentido, la lucha feminista ha reclamado que las relaciones de poder en el espacio llamado privado deben ser visibilizadas, sometidas a debate, normatividad y a consenso, que sean pues, en ese sentido politizadas.

Es así que, en efecto, las relaciones privadas son políticas; el cuerpo, el sexo y la sexualidad, también son políticos ya que son producto de un discurso normativo y una cultura de género creada y reproducida por todas y todos. En este sentido, un espacio público como lo es el carnaval que se lleva a cabo año con año en la zona sur de Tlaxcala, denota aspectos que relacionan la construcción y reproducción de la masculinidad, con el fenómeno de trata de mujeres:

En el carnaval de Tlaxcala, entre los de Tenancingo y Papalotla se produce una lucha ritual entre tratantes. Aquí tradicionalmente se golpean, el carnaval es muy violento. Se enfrentan entre dos “ca-madas” golpeándose a “cuartazos” hasta que se abren la piel, la espalda, las piernas hasta que tienen que intervenir los dirigentes para frenar el enfrentamiento. Se trata de un ritual de quién es más fuerte. Aquí además están las mujeres de los tratantes que celebran este rito. Tiene que ver con la formación de ser hombre

(Fragmento de entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

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El carnaval es prehispánico, desde entonces parece que ya había padrotes, o algo así, pues siempre ellos han sido los protagonistas de la disputa de poder, siempre ha sido así de violento, siempre mostrando quién es el más fuerte, siempre peleando entre grupi-llos por ver quién asombra más a las mujeres, quien es el más chingón entre los chingones (Fragmento de entrevista a ciudada-

no.17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

No resulta poco familiar la relación que las y los informantes encuentran entre las prácticas modernas de género con ciertas prácticas que responden a tradiciones supuestamente ancestrales que se presentó en el rubro de Nociones de género. Si bien analizar la cosmovisión tlaxcalteca sobrepasa los alcances y objetivos del pre-sente trabajo, vale la pena apuntar que, al menos por la información que las entre-vistas arrojaron, la posible relación entre el fenómeno actual de trata de mujeres y las prácticas ancestrales, prehispánicas, indígenas que las y los informantes encuen-tran similares o correlacionadas, puede responder a una interpretación forzada; for-zada en el sentido de nombrar a ciertos eventos desde categorías modernas (como lo es el concepto de trata) a otras prácticas que, en la actualidad, no tienen cabida porque se han dejado de realizar de acuerdo con el sentido y significado originales.

Recordemos que las narraciones sobre eventos y tradiciones prehispánicos pasan por un filtro de análisis proveniente de ramas de las ciencias sociales que están fun-damentadas en un tipo de pensamiento: occidental, dicotómico e incluso muchas veces positivista que poca concordancia puede tener con otros tipos de pensamien-to, como las cosmogonías o cosmovisiones indígenas por ejemplo. Analicemos este fragmento de entrevista:

¿Sabe usted cómo opera la red? Reclutamiento, traslado y explo-tación. Primero las enamoran, luego las trasladan a lugares distin-tos de donde las reclutan para luego explotarlas en la prostitución. Aprovechan usos y costumbres indígenas en la dote de la novia para reclutar mujeres. Además de la poca coordinación guberna-mental en cuanto a registros de matrimonios de un estado a otro. (Fragmento de entrevista a ciudadana. 18.08.11. Tlaxcala, Tlax.)

Las y los entrevistados encuentran relación entre los rituales indígenas con el fe-nómeno actual de trata, esto puede responder a una asociación, yuxtaposición o disputa por los espacios de poder, no necesariamente a prácticas heredadas ances-tralmente. Evidentemente, las prácticas de trata entre los proxenetas, se adaptan social y culturalmente al contexto y, en este caso, se hace uso de la práctica de la

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dote o robo de la novia para la cooptación. El modus operandi del tratante tiene capacidad de acoplamiento no sólo con las prácticas actuales sino con las supuesta-mente ancestrales.

En relación con lo considerado privado, como lo es el ámbito familiar y el hogar, existen mujeres que luego de ser explotadas sexualmente, regresan a sus hogares a dedicarse al cuidado de hijas e hijos; así como también, algunas de ellas, a encargar-se del cuidado de las mujeres jóvenes víctimas de las redes de trata. En estas prác-ticas, las mujeres ejercen violencia contra otras mujeres al tiempo de enseñarles “el oficio”, al respecto argumentan:

-“Si yo ya viví esto por tanto tiempo pues ahora te toca”- y sí, las tratan bien mal pero también les enseñan. Hay pleito entre ellas pues todas son mujeres del mismo hombre, o sea, sus parejas pues. Se da la poligamia acá en Tlaxcala, poligamia que sólo be-neficia a los padrotes (Fragmento de persona con vínculo o vasto

conocimiento en el tema. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Con relación al cese de las prácticas de los tratantes y del uso de los espacios públi-cos y la política que en ellos se entrelaza, se indica lo siguiente:

¿En el caso de los padrotes llegan a “jubilarse”, por llamarlo de al-guna manera, en algún momento? No he tenido casos de esos. Sé que a las mujeres se les propone volver a la casa de los padrotes para hacerse cargo de las otras. Aunque entre los hombres intuyo que sí porque se da la situación que entrenan a los más jóvenes con esa intención. Entrenan a sus hijos y otras personas, por lo que creo que en algún momento se retiran. También se da el caso de que ven la trata como un medio de conseguir otro fin: como dedi-carse a la trata para ahorrar dinero y poner un negocio distinto. Por lo que no necesariamente es un oficio que se sustenta en sí mismo. Aunque tenemos un caso de un tratante de 50 años que sigue reclutando a mujeres muy jovencitas. Ignoro cómo lo hace. Anteriormente lo hacía con promesas de matrimonio ahora no lo sé (Fragmento de entrevista a persona con vínculo en el tema y/o

vasto conocimiento al respecto. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

En términos más sencillos, el hecho de que las mujeres “trabajen” en la calle -un espacio público- como prostitutas, parecería estar rompiendo la dicotomía entre lo público y lo privado en el modus operandi del padrote tlaxcalteca, no obstante, se

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observa que el hecho de que sean explotadas sexualmente está relacionado con la esfera privada, es decir, aquella esfera que supuestamente no es política, que no se presta a debate y que, en el peor de los casos, responde a decisiones que las propias mujeres tomaron.

La trata de mujeres en Tlaxcala es percibida como un hecho en que las mujeres de-cidieron ejercer la prostitución. Esta idea no sólo es compartida por las víctimas de trata sino por la comunidad en general, a decir de las y los informantes. De hecho, en las entrevistas se indicó que muchas personas conocen y manejan el concepto de “trata de mujeres”, empero, cuando se trata de analizar lo que sucede en Tlaxcala, esas mismas personas lo perciben como prostitución y decisión de las mujeres: “op-taron por una vida de dinero fácil”:

Si dices que la trata es una forma de esclavitud moderna y pones la imagen de un padrote golpeando a una mujer para obligarla a prostituirse, no estás haciendo click con las mujeres reales, pues los pintas como un monstruo, cuando ellos lo que hacen justamen-te es explotar el sentido de humanidad de estas mujeres, ellos se vuelven sus protectores y quienes les proporcionan mayores afec-tos a las mujeres. Si tú te pones en la perspectiva de ellas, que están viviendo una situación de violencia extrema, por ejemplo, de dar más de 20 servicios sexuales al día y entonces todo este tipo de violencia va estructurando un mundo ajeno a lo que ellas as-piran, es un motivo por el cual ellas cuando regresan a sus casas ven a su marido, al hombre que las quiere a pesar de ser putas, como un refugio frente a la vergüenza y el estigma de la sociedad. Esto las convierte en una situación de doble vulnerabilidad: la que las llevó a su reclutamiento y la ligada a los estigmas sociales de la puta, la que le gusta, la que ama el dinero, si gana tanto por qué no hace otro negocio, por lo que la culpa siempre recae en ella. Una de las cosas que molesta de estas campañas televisivas que pretenden desalentar el fenómeno es que nunca llegan a la realidad que ellas viven cotidianamente. Pintan un hombre que ellas no conocen. Pero si reflejaran el modo de operar real de explotación y dominación que estos padrotes ejercen: el amor, la seducción, la protección, podría llegar a desmantelarse este ideal que tienen ellas de su hombre como un dios (Fragmento de entrevista a persona con vínculo o vasto conocimiento en el tema.

18.08.11. Puebla, Pue.).

Los medios de comunicación que pretenden representar y prevenir la trata de mu-jeres, evidentemente no están cumpliendo su función pues las particularidades del fenómeno en esta zona, trascienden el conocimiento y manejo de datos a nivel ma-

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sivo. Tal como lo dijo la persona entrevistada, ni las mujeres víctimas de trata ni la comunidad en general, sienten reflejada la situación.

En este sentido, resulta imprescindible que la publicidad que busca lograr la identi-ficación del fenómeno de trata como un delito, no sólo por parte de los tratantes, sino de los cómplices, debe de representar la realidad de la zona. Es decir, mostrar las prácticas locales que se llevan a cabo en el proceso de cooptación; desde los atributos fenotípicos de las personas en cuestión hasta las formas de “enganche” y los métodos de enamoramiento que no son sino mecanismos de un ejercicio de violencia psicológica y simbólica.

Cuando hablamos de “cómplices” estamos haciendo alusión a varios actores como pueden ser los taxistas que llevan a los interesados a donde se ubican las mujeres explotadas sexualmente, las y los empleados de los hoteles que están conscientes del fenómeno, las y los jóvenes (en su gran mayoría varones) que fungen como vigi-lantes de la zona y cuidadores de las mujeres cooptadas e, igualmente, las mujeres que antes ejercían el trabajo sexual y luego preparan e instruyen a otras mujeres recién cooptadas por la red. En ese tenor, las acciones en materia de intervención social para la identificación y disminución de la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala, debe contemplar también a estos actores sin quienes, la red como tal difícilmente podría funcionar.

De nueva cuenta nos percatamos de estar inmersos en una problemática social mul-tifactorial en la cual atender e intervenir solamente en un actor (víctima y/o tratante) no resulta suficiente. También aquellos actores que denominamos cómplices, son un engranaje presto de ser investigado y visibilizado como parte de la problemática.

Esferas de ejercicios de poder

Una de las características que define las relaciones sociales son, precisamente, las relaciones de poder. En este apartado, observaremos las esferas donde el construc-to de la masculinidad se interrelaciona con el fenómeno de trata de mujeres en tan-to arena política de ejercicio (uso y abuso) de poder.

La violencia ejercida principalmente contra las mujeres, es decir, violencia de géne-ro, es una de dichas esferas. Por definición es cualquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, econó-mico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público. En esta cla-se se encuentran también las amenazas sobre tales actos, la coacción y la privación de la libertad, así como cualquier acción hacia la víctima sin su consentimiento que vaya en detrimento de su dignidad (INMUJERES, 2009: 131).

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Los tipos y modalidades de violencia de género son:

a) violencia económica: acción u omisión del agresor que afecta la supervi-vencia económica de la víctima;

b) violencia en la comunidad: actos individuales o colectivos que trans-greden derechos fundamentales de las mujeres y propician su denigración, discri-minación, migración o exclusión en el ámbito público;

c) violencia familiar: acto abusivo de poder u omisión intencional, dirigido a dominar, someter, controlar o agredir de manera física, verbal, psicológica, patri-monial, económica y sexual, dentro o fuera del domicilio familiar;

d) violencia feminicida: forma extrema de violencia contra las mujeres, producto de la violación de sus derechos humanos en los ámbitos público y privado, conformada por el conjunto de conductas misóginas que pueden conllevar impuni-dad social y del Estado y culminar en homicidio y otras formas de muerte violenta de mujeres;

e) violencia física: acto que inflige daño no accidental, usando la fuerza físi-ca o algún tipo de arma u objeto, que pueda provocar o no lesiones ya sean internas o externas o ambas;

f) violencia institucional: actos u omisiones de las y los servidores públicos de cualquier orden de gobierno que discriminen o tengan como fin dilatar, obstacu-lizar o impedir el goce y ejercicio de los derechos humanos de las mujeres;

g) violencia laboral y docente: ejercida por personas que tienen vínculo laboral, docente y análogo con la víctima, independientemente de la relación jerár-quica , consistente en un acto u omisión de abuso de poder que daña la autoestima, salud, integridad, libertad y seguridad de la víctima e impide su desarrollo y atenta contra la igualdad;

h) violencia patrimonial: acto u omisión que afecta la situación de la super-vivencia de la víctima, se manifiesta en la transformación, sustracción, destrucción, retención o distracción de objetos, documentos personales, bienes y valores, dere-chos patrimoniales o recursos económicos destinados a satisfacer sus necesidades y puede abarcar los daños a los bienes comunes o propios de la víctima;

i) violencia psicológica: acto u omisión que dañe la estabilidad psicológi-ca, que puede consistir en: negligencia, abandono, descuido reiterado, celotipia, insultos, humillaciones, devaluación, marginación, indiferencia, infidelidad, compa-raciones destructivas, rechazo, restricción a la autodeterminación y amenazas, las cuales conllevan a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de su autoestima e incluso al suicidio;

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j) violencia sexual: cualquier acto que degrada o daña el cuerpo y/o la sexualidad de la víctima y que por tanto atenta contra su libertad, dignidad e inte-gridad física. Es una expresión de abuso de poder que implica la supremacía mas-culina sobre la mujer, al denigrarla y concebirla como objeto (INMUJERES, 2009: 131-136).

Con relación a la violencia familiar, observamos que:

El medio principal de presión fueron los hijos. Ella tiene dos bajo la custodia de la familia del padrote. Cuando ella decide abando-nar la prostitución y recuperar a sus hijos el padrote le da libertad de irse pero sin ellos. Entonces, la mujer presenta una denuncia en la procuraduría de Tlaxcala y en la de Puebla. Enterado de las denuncias el padrote accede a entregarle los hijos si quita las denuncias puestas en su contra. Una vez que la mujer tiene a sus hijos y que ha quitado la denuncia, entonces el padrote va a su casa y le quita nuevamente a los hijos. Por lo que el medio de presión son los niños. Y aún hoy sigue teniendo bajo su custodia a un menor, que posiblemente lo quiera preparar en el oficio pues

muestra mucha indiferencia hacia la niña.

En esa época el delito era lenocinio y no la trata. Ésta aún no exis-tía. En todo el caso hay poca competencia de las autoridades. El niño actualmente tiene 16 años y no quiere ver a su madre. Tiene coche personal, acude a una escuela particular mientras que su hermana que está bajo la custodia de su madre no recibe ningún beneficio mientras no se vaya a vivir con su padre (Fragmento de entrevista a persona con vínculo en el tema y/o vasto conocimien-

to al respecto. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Por lo que respecta a la violencia comunitaria, encontramos que:

En la secundaria hubo una ocasión en la que llegó una chica a refugiarse a la escuela en horario de clases porque se había esca-pado de los padrotes. Ella pide que por favor la refugien y en ese momento llegaron hombres armados que dijeron: –“¡o nos dan a la chica o los matamos a todos!”–. Empezaron a disparar y los maestros y directivos tuvieron que entregar a la chica. Lo cuentan como algo muy doloroso pues se vieron obligados a entregarla bajo el peligro de que resultaran heridos los niños de la escuela, mientras la chica suplicaba que la protegieran. ¿Entonces, qué se hace? (Fragmento de entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala,

Tlax.).

En este trabajo de las mujeres llevo casi doce años y hemos recibi-do más casos de violencia, pero esto no significa necesariamente que se denuncie más, es decir, que ahora las mujeres de ciertos

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municipios ya denuncien más el problema de la violencia que en relación a las de otros, sino que eso depende de la ubicación de la instancia que da el servicio. Por ejemplo, aquí estamos no-sotros [organización] y el mayor número de casos que tenemos registrados es de acá, de Tlaxcala. De otros municipios es muy difícil. Pero te aseguro que si se crea una instancia de la mujer o una institución de la sociedad civil o del gobierno que de aten-ción al problema de la violencia, entonces vamos a tener mayor número de registros; solo que aquí también tendríamos el reto, ante toda esta impresión que tiene la gente sobre la zona sur, que encontraríamos madres que tienen a sus hijas ahí involucradas; que por voluntad hay mujeres que ejercen la prostitución. Porque aquí estaríamos frente a dos tipos: mujeres que efectivamente han tomado la decisión de ejercer la prostitución y mujeres que se las llevaron, las engancharon, se enamoraron y que están sien-do explotadas. (Fragmento de entrevista a ciudadana. 18.08.11.

Tlaxcala, Tlax.).

La ausencia de instancias que protejan los derechos de las mujeres a una vida libre de violencia, agrava la situación que se vive en la localidad en tanto que, por un lado, no es difundida la información respecto de las leyes que protegen a las mujeres y, por otro, los casos de violencia no son atendidos:

Íbamos a solicitar información desde el observatorio de violencia que se tiene aquí en el colectivo y simplemente un no, no tenemos casos registrados de violencia. No hay instancia de la mujer, el presidente municipal estaba invitado al “Consejo Contra la Trata” y nunca se presentó. Frente a esto uno siente mucha frustración, dan ganas de bajar la cortina y cerrar el negocio (Fragmento de

entrevista a ciudadana. 18.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Respecto de la violencia patrimonial, las y los informantes comentan:

Otro punto importante a destacar es la violencia patrimonial que se ejerce en Tlaxcala. De acuerdo a las costumbres quien es dueño de la casa es el xocoyote, el hijo varón pequeño es quien se que-da con los bienes. En general la herencia de bienes es exclusiva de los hombres. Por ello la separación de las mujeres conlleva a su desamparo material. (Fragmento de entrevista grupal. 17.08.11.

Tlaxcala, Tlax.).

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Con relación a la violencia institucional, se indica:

Por lo que sé los presidentes municipales están vinculados y las autoridades en general son hombres y en cuanto a las denuncias son los que las frenan. Hay gente que está amenazada para no denunciar. (Fragmento de entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala,

Tlax.).

–¿Te ha tocado trabajar con mujeres que denuncien la trata? –Sí. Primero denuncian los padres y también hemos tenido la versión de la chica, en la que ellas siempre asumen cierta responsabili-dad: “es mi pareja, él me propuso y yo acepté y sigo en esto”. Solamente en un caso, el de una mujer de 46 años que fue ex-plotada durante 12 años y que siempre buscó la manera de huir. Tuvo varios intentos frustrados de huida (Fragmento de entrevista a persona con vínculo en el tema y/o vasto conocimiento al respec-

to. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

[Las autoridades] saben, pero están coludidas con ellos. Con una señora levantamos una denuncia porque ella me contaba que vio cómo las patrullas del municipio llevaban chicos y chicas a una fábrica que había quebrado. Otra señora, que vive cerca de la se-cundaria observó cómo las chicas se saltan la barda de la escue-la, se meten a la patrulla, se cambian la ropa y se van a la fiesta que hay en la fábrica. Dice ella que habló al presidente municipal y le contó la situación y nunca le volvió a contestar el teléfono. Después fueron a amenazar a la señora porque ya sabían que había hablado (Fragmento de entrevista a representante de grupo

religioso. 18.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Otra esfera de poder que también se relaciona con la violencia es aquella que involu-cra los ejercicios de poder entre hombres, entre tratantes propiamente.

La violencia no creo que sea propia de los hombres, pero sí hay un mayor ejercicio de la violencia de los hombres. Por ejemplo, en los carnavales, siempre hay balazos y en la danza se dan bien duro, se lastiman entre ellos (Fragmento de entrevista a representante de

OSC. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Sin duda, la competencia de la que nos hablan las y los informantes, es una forma de violencia entre pares:

Hay un sector mínimo que lo ve como violencia y un sector muy amplio que lo tolera. Además de que como son mujeres de otros lugares no se sensibilizan. En el municipio yo era peluquero y

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me tocó ver cómo gente de ahí intentó prostituir a alguien de la comunidad y un día se encontraron el padre con el tratante en la peluquería y se golpearon y sacaron los desarmadores para agredirse. Los tratamos de calmar y luego se fueron cada quien por su lado. Pero después el padre fue a buscar a sus familiares y balearon la casa del tratante. Eso fue un mensaje social: si intentas captar mujeres de tu comunidad alguien se va a morir. Entonces, mientras no se vea afectada la comunidad el problema se tole-ra y mucho. (Fragmento de entrevista a representante de OSC.

17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Otra posibilidad de ilustrar las diferentes maneras en que se expresa la autoridad de los varones en general, y no sólo de los tratantes o padrotes, hacia la mujer, nos lo aporta el siguiente testimonio:

No aceptan órdenes de las mujeres. Por ejemplo, cuando con mi esposo estábamos construyendo nuestra casa con albañiles de uno de esos municipios éstos no aceptaban lo que yo les decía, no me hacían caso. Y mi marido me decía: –“Diles que el que paga manda y que yo digo que tiren lo que han hecho o no les pago”–. Frente a eso ya obedecían. Luego mi marido habló con ellos y les dijo: –“Yo no puedo estar aquí porque trabajo, mi esposa es la que está a cargo y sí no puedes trabajar con ella pues entonces dime cuanto te debo y ahí nos vemos”–. No aceptan pues que una mujer les diga qué hacer (Fragmento de entrevista a ciudadana.

18.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Para finalizar, de nueva cuenta el poder adquisitivo entra en juego siendo una esfera que provee a los varones de poder de dominación sobre las y los otros:

Si antes, unas tres décadas, ser el fiscal de la iglesia significaba un estatus social, ahora es diferente porque cuando un tratante, que es gente con muchos recursos, decide ser el fiscal y traer a cualquier grupo (la banda El Recodo), no importa que la demás gente no le coopere porque con sus propios medios lo puede ha-cer. Aparece entonces otra forma de poder, ya no es la gente del pueblo la que coopera, es el fiscal o el mayordomo o es el que va ser el padrino del “niño Dios” el que dice yo puedo traer esto: ya no se trata de quedar bien con Dios, sino una forma de demos-trar el poder económico (Fragmento de entrevista a ciudadana.

18.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

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Las esferas de poder en el constructo de la masculinidad, como se ha visto, tienen que ver con el ejercicio de diversos mecanismos de violencia contra las mujeres y contra sus pares, con el poder adquisitivo y con la competencia.

Es importante aclarar que la violencia es tan compleja que podemos observar varios tipos de ésta en una misma relación, es decir, en el enganche y lo sucesivo, se pue-de identificar violencia simbólica, en tanto que se indicó en las entrevistas que los tratantes procuran ocupar el lugar de la imagen paterna que muchas mujeres tienen muy afectada, o bien, tienen una figura ausente. Son ellos quienes, aparentemente, les dan lo que nunca han tenido: afecto, atención y cuidado. Por otra parte, el chan-taje con las y los hijos es otra forma de violencia, aunado a la explotación sexual y, consigo, explotación económico-patrimonial, nos habla de violencia económica, patrimonial y comunitaria pues son tachadas por los miembros de la comunidad por la vida que ellas llevan y, de acuerdo a su percepción, ellas mismas eligieron.

Condiciones que facilitan el fenómeno

Este apartado da a conocer algunas de las condiciones que propician la participa-ción de varones en el fenómeno de la trata de mujeres y niñas. Hemos dividido este apartado en tres grandes rubros: condiciones sociales, educación formal y condi-ción laborales.

Sociales

En las entrevistas, observamos que la posición socioeconómica no es determinante para que una mujer sea víctima de trata, del mismo modo, tampoco es condición para que jóvenes se involucren en la red:

¿El factor económico es determinante para ser víctima de trata?. No necesariamente. Aquí curiosamente se dan personas muy mar-ginadas pero también hay muchas denuncias de niñas desapare-cidas cuando iban a la escuela, a la tienda o cuando salieron con sus amigos. Recientemente las niñas están desapareciendo de esta forma. Las niñas son capaces de identificar a los padrotes en los parques. Ya no son enganchadas por el enamoramiento. Las auto-ridades siguen asumiendo que las desapariciones son producto de huidas de sus casas y familiares. Igual hay jóvenes que no tienen problemas de dinero y se dedican a la trata, lo hacen por estatus, les da privilegios que no necesariamente se compran con dinero (Fragmento de entrevista a persona con vínculo en el tema y/o

vasto conocimiento al respecto. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

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La red de trata en el sur de Tlaxcala es compleja. Varios son los actores que se colu-den para su funcionamiento, al respecto encontramos lo siguiente:

La organización de trata es una red de municipios que cuenta con un servicio de taxistas, abogados, médicos, etc. Los prime-ros trasladan a las mujeres de un lugar a otro y observan quien entra y sale de la comunidad. Los tratantes además cuentan con un relativo prestigio porque son los que financian gastos para la comunidad, sobre todo religiosos. Son también los que dan la obra para la escuela, los que la equipan con computadoras, son lo que adoquinan la calle. Por lo que cuando llega la policía la comunidad los protege haciendo sonar las campanas de la iglesia y reuniéndose con machetes y armas. Y generalmente son mujeres que obstaculizan el paso de la policía mientras trasladan a las mujeres y los niños de los padrotes. Estas mujeres que salen a las calles, son las madres, las primas, las hermanas de los padrotes.

(Fragmento de entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.)

Por otra parte, los acuerdos entre tratantes, mismos que a decir de las y los infor-mantes no siempre son respetados, complejizan aún más la situación ya que pare-ciera que está institucionalizado un modus vivendi entre tratantes e, incluso, tratan-tes en potencia:

En ese municipio hay un acuerdo que establece que mientras los padrotes no se metan con las mujeres de la comunidad, la co-munidad no se mete con las mujeres de los padrotes. Cuando alguien rompe el acuerdo hay balazos, así se arreglan las cosas. Y las autoridades, bien gracias (Fragmento de entrevista grupal.

17.08.11. Tlaxcala, Tlax.)

Otro factor social que puede ser determinante para la inclusión de jóvenes a la red de trata es que ellos cuentan con muy pocos espacios de esparcimiento, entreteni-miento y diversión. Salvo las “maquinitas”, bares y algunas canchas de deporte, no se cuentan con casas de la cultura, cines, teatros y otros centros de entretenimiento en los que podrían presentarse proyectos que muestren otros tipos de ser hombres, es decir, modelos de masculinidad que no promuevan la violencia y el maltrato.

En este caso, la apertura de espacios en los cuales se puedan presentar otras formas de vivir la masculinidad puede ser una manera para dar a conocer y difundir que la masculinidad, o el tipo de masculinidad, es una decisión personal, no un mandato natural.

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Cuando hablamos de vivir otros tipos de masculinidad, estamos pensando en aque-llas formas contrahegemónicas de vivirla, por ejemplo, una masculinidad respon-sable y respetuosa, afectiva, emotiva, consciente y creativa que no necesite de la violencia para poder ser y posicionarse socialmente. Los talleres teórico-vivenciales para jóvenes pueden ser una herramienta. Talleres facilitados por otros jóvenes que practiquen masculinidades contrahegemónicas y muestren lo mucho que se gana renunciando a la violencia como elemento a priori en su propia construcción.

Por lo que respecta a las mujeres jóvenes, ellas tienen aún menos lugares de entre-tenimiento, lo que nos habla de una no-apropiación de los espacios y, consigo, una vulnerabilización aún más latente:

De hecho, cerca de las escuelas se vende alcohol y los tratantes acuden a esos lugares para captar jovencitas embriagándolas. Los jóvenes ya identifican estos lugares como lugares de riesgo.

(Fragmento de entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.)

La percepción que las personas adultas tienen de la juventud en esta zona responde a parámetros adultocéntricos5 mismos que deslegitiman y ponen en duda la cons-trucción de las y los jóvenes. Este hecho puede generar que exista poca comunica-ción entre las personas jóvenes y las adultas lo que vulnera a este sector ante los tratantes quienes permanentemente están al acecho, ya sea de mujeres para la ex-plotación sexual y/o tratantes jóvenes:

La otra parte de los jóvenes de 20, 30 y 40 años, me da la im-presión que no saben para dónde ir. Que están a lo mejor con la figura del abuelo y con la del padre, pero también están viendo a sus amigos que tal vez están ya asumiendo otras actitudes por lo que no tienen un camino claro por dónde ir por lo que comienzan a repetir errores y tener estereotipos que los enfrentan por una parte a pensar qué tan bueno es ayudar a la pareja en la casa, compartir el cuidado de los hijos si al mismo tiempo se encuentran al papá que les dice: –“no te metas ahí porque si lo haces una vez después va ser muy difícil que te salgas”–. O por otra, cuando ve a su amigo que ayuda a su pareja, comparte los gastos, que hace cosas que él no hace y que lo puede hacer pero que tienen

esta resistencia. 5 [El adultocentrismo es] el parámetro de validez y legitimidad desde el mundo adulto. Asimismo, muchos estudios y proyectos de intervención son realizados por personas que consideran que desde su lugar (como investigadores/as adultos/as) saben lo que piensan, necesitan o sienten las personas jóvenes, sin tomar en cuenta la opinión de las y los jóvenes; o si lo hacen, las utilizan para ilustrar o ejemplificar conclusiones predeterminadas en sus estudios [Alpízar; Bernal, 2003: 16). El adultocentrismo refiere a pensar que por el hecho de ser –o considerarse- adulto/a-, se cuenta con experiencia y sabiduría; un pensamiento adultocéntrico no sólo deslegitima a la juventud sino que invisibiliza intereses y necesidades juveniles so pretexto de conocer lo que la juventud actual vive por haber sido jóvenes con anterioridad.

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37· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Por ello a mí me parece que los hombres de Tlaxcala pues siguen siendo machos, siguen repitiendo estereotipos y, además, siguen educando con los mismos roles con lo que los educaron a ellos. Son violentos, inseguros, prepotentes; sin el afán de generalizar tanto, pero esta cuestión de la violencia se manifiesta en muchos casos desde el noviazgo, que se agudiza en la convivencia ya de pareja como matrimonio (Fragmento de entrevista a ciudadana.

18.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Un aspecto que ya se ha mencionado pero vale la pena puntualizar es el imaginario social. Las y los informantes argumentan que aún y cuando en algunas escuelas se eduque sobre los derechos humanos, muchos niños y jóvenes pretenden practicar la trata cuando sean mayores. Lo mismo sucede entre algunas mujeres jóvenes quie-nes aspiran a tener una casa y una familia y, la vía para ello, es lo que ellas llaman “prostitución”. Observemos el siguiente fragmento:

La otra es que si a los niños desde kínder o en primaria les pre-guntas qué quieren ser, ellos responden que “padrotes”. Porque la imagen que proyecta es de alguien con muchos coches, muchas mujeres y mucho dinero. Entonces, los estereotipos se repiten y pareciera que no se pudieran revertir (…) las muchachitas quieren tener mansiones, quieren ser princesas y la vía para serlo es el tra-bajo sexual, ellas suponen que es un trabajo, no vislumbran que se trata de una nueva forma de esclavitud pues el dinero que ganan no es para ellas, ni para su casa, es para el padrote y él adminis-tra (Fragmento de entrevista a ciudadana. 18.08.11. Tlaxcala).

Imagen de una de las casas presuntamente propiedad de tratantes 6

6 Esta imagen demuestra la dimensión de las casas anheladas por algunos jóvenes. Sobra decir que dichas infraestructuras saltan a la vista del resto de las viviendas en la región sur pues la mayoría son humildes. De acuerdo a la información proporcio-nada por una persona entrevistada, el costo de este tipo de casas rebasa los $3’000,000.00 de pesos. La fotografía presenta una casa en construcción, aquellas habitadas por parejas de tratantes o familias de tratantes, suelen estar pintadas de manera muy colorida, lo que las hace aún más vistosas.

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38 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Ante las aspiraciones de las y los jóvenes, donde tener dinero es poder y felicidad, la deserción escolar, sobre todo entre mujeres, es muy recurrente. Por tanto muchas de las y los jóvenes deciden empezar a “trabajar” para poder obtener los bienes ma-teriales que responden al imaginario social, como lo son: ropa de costosas marcas estadounidenses y europeas, autos último modelo y, por supuesto, vivir en casas como la que se muestra en la foto.

Educación

Las y los informantes indican que a partir de la secundaria, profesores y profesoras tienen la obligación de informar a las infancia y adolescencia sobre sus derechos hu-manos, así como a hablar sobre la trata de personas, sus consecuencias y repercu-siones. Incluso en una entrevista nos compartieron que niñas y niños saben definir el fenómeno de la trata pero no son capaces de vislumbrar la condición de las mujeres en la zona sur como parte de éste y, además, que muchos niños tienen la aspiración de ser padrotes:

A los niños del sur que se les pregunta qué quieren ser de grandes, ellos responden que quieren ser padrotes. Mientras acá estamos trabajando en prevención de la violencia, allá están preparando a los padrotes desde muy pequeños. Esto está asociado al poder económico que conlleva la explotación sexual. Es muy complejo debido a que los padrotes se están profesionalizando cada vez más. Están preparados psicológicamente para profesionalizar las técnicas del enamoramiento. Hay un alto grado general de pro-fesionalización, sabemos que hay abogados que se especializan en litigar los casos en los que se ven involucrados los padrotes. También en algún congreso de psicología se identificaron a algu-nos de ellos asistiendo a las conferencias. Incluso saben de qué se está hablando en temas de prevención de la trata. (Fragmento de

entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

Con relación a la deserción escolar, resalta la siguiente declaración:

Mujeres, en preparatoria sobre todo por embarazos no planea-dos. Los hombres jóvenes embarazan a las novias y luego no se hacen cargo de ellos. Los hombres dejan la escuela un poco des-pués, terminando la prepa. Hay más profesionistas hombres que mujeres, de los pocos que llegan a la universidad (Fragmento de

entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

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39· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

También es importante recordar algunos aspectos que se presentaron en el aparta-do de Nociones de género los cuales indican que en el imaginario común, es un gas-to innecesario que las mujeres estudien porque ellas, de acuerdo al deber ser, serán mantenidas por sus esposos. Lo contradictorio en este imaginario es que dadas las condiciones que se viven en la zona sur de Tlaxcala, son ellas quienes mantienen a sus parejas siendo explotadas sexualmente, empero, este hecho parece ser imper-ceptible entre muchos de los miembros de la comunidad:

Una chica decía: “¿y para qué estudio? si yo me voy a prostituir, no necesito saber leer ni escribir, eso me deja mucho dinero… para poner mi casa y comprarme cosas”. (Fragmento de entrevista

a representante de grupo religioso. 18.08.11)

Otras personas aceptarán que algunas mujeres son víctimas de trata pero, como se ha indicado, tienen miedo de denunciar o, simplemente, comanda el lamentable dicho: “mientras no se metan con mi familia, todo está bien”. Este tipo de compli-cidad, es también un factor determinante para el funcionamiento de la red de trata en esta zona.

Laborales

Por lo que respecta a los espacios laborales de hombres y mujeres jóvenes en esta zona de Tlaxcala, el escenario es también complicado. Podemos observar que re-producen estereotipos de género toda vez que las oportunidades laborales de las mujeres, de acuerdo con las entrevistas y la observación de campo, se reducen a empleadas de mostrador, en la maquila, costureras y venta por catálogo. En el caso de los varones: albañilería, comercio ambulante y obreros industriales. (Fragmento de entrevista grupal. 17.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

En Tlaxcala, por ser un estado muy pequeño, una gran cantidad de hombres y mujeres trabajan en el servicio público. Otro sector es en el magisterio, otro es el comercio establecido; y creo que hay un auge entre las mujeres en la venta de zapatos, de ropa, de perfumería, joyería, etc. En orden de importancia sería el sector público, el magisterio, el sector industrial como obreras (donde tradicionalmente eran hombres) (Fragmento de entrevista a ciuda-

dana. 18.08.11. Tlaxcala, Tlax.).

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40 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Evidentemente, ante ofertas laborales tan limitadas y precarias, la juventud de la zona sur de Tlaxcala podría subvalorarlas encontrando mucho más atractivo, por las ganancias monetarias que trae consigo, vincularse con la red de trata de mujeres. Es pues, un asunto que va más allá de la inculcación de valores o educación familiar; estamos ante un escenario de difícil combate toda vez que resultan demasiado se-ductoras las ganancias que la red de trata puede ofrecerles y muy pobres las ofertas que el estado les brinda.

Hasta ahora, presentamos los ejes de la investigación dándoles voz a las y los infor-mantes con el fin de mostrar la realidad que se comparte en la zona de estudio. Lo que se presenta a continuación refiere a una serie de líneas de acción, a manera de sugerencias de intervención, con algunos de los actores que pudimos detectar en este diagnóstico.

Algunas de estas líneas de acción son retomadas de la Estrategia Estatal para Preve-nir, Combatir y Sancionar la Trata de Personas y Proteger a sus Víctimas presentada en un encuentro en Tlaxcala en agosto de 2011 cuyas y cuyos participantes fueron conformados por representantes de la sociedad civil e instancias gubernamentales.

41· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Difusión de información inteligi-ble y realista

Lenguaje común y comprensible. •

Características de los agresores y • modus operandi.

Riesgos y consecuencias para las • víctimas, consumidores, potencia-les consumidores y victimarios.

Medios e instrumentos jurídicos-• legales de protección.

Colocar en hoteles moteles, servi-• cios de transporte, restaurantes, bares, centros nocturnos, entre otros, la leyenda “En el estado de Tlaxcala la trata de personas es un delito grave, cualquier persona que participe de alguna manera en la realización de esta conducta será sancionada”, incluyendo telé-fonos de asistencia e intervención inmediata.

Prevención del delito y la incur-sión a la red

Acciones primarias

Crear diagnósticos municipales que • contengan la situación actual del de-lito de trata de personas:

-Existencia de lugares de explotación (mapeo territorial).

-Características de los tratantes y modus operandi.

Crear diagnósticos institucionales: •

- Análisis sobre el enfoque y manejo que cada institución realiza ante los casos, y su efectividad.

- Los servicios que se brindan actual-mente en el proceso de la atención a las víctimas.

- La instrumentación legal (apego a las normas, revisión y actualización de las mismas).

Líneas de acción a manera de su-gerencias de intervención para identificar, prevenir y disminuir la trata de mujeres y niñas en

Tlaxcala

42 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Desarrollar la cartilla de obligaciones del personal docente con sensibilización y • capacitación sobre aspectos legales a docentes como requisito (distribución per-manentemente):

- Cartilla que aluda a sus deberes de comunicar y denunciar formalmente posibles casos de abuso sexual, explotación comercial infantil y trata de personas, preve-nir el abuso sexual, explotación comercial infantil y trata de personas.

Promover la participación activa y movilidad estudiantil de los centros educati-• vos de nivel de enseñanza básica, media y media superior, a fin de:

- Informar, orientar, sensibilizar en materia de trata de personas a la población infantil y juvenil.

- Realizar talleres en materia de trata de personas para las madres y padres de familia.

- Enseñar a identificar si existe algún factor de riesgo en el entorno familiar y social.

- Establecer medidas de seguridad a la hora de entrada y salida de las escuelas, así como conocer y monitorear los centros de recreación de las y los jóvenes (esos sitios son el foco de los tratantes)

Actividades que fomenten conductas de autocuidado •

- Favorecer modelos de atención que fomenten el desarrollo y fortalecimiento de la autoestima.

- Apoyar alternativas de solución de conflictos dentro del ámbito familiar.

- Promover la asertividad y la democracia familiar, entre otros.

- Promocionar redes de apoyo institucional, social y familiar que disminuyan si-tuaciones de riesgo y promuevan la seguridad.

- Facilitar talleres a niños y jóvenes en materia de modelos de masculinidades afectivas, respetuosas equitativas e igualitarias.

Estrategias proclives a lograr cambios estructurales desde las acciones primarias

Objetivo: lograr cambios en el imaginario sociocultural sobre los significados del “ser hombre”.

43· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Realizar investigaciones de corte antropológico, psicológico y sociológico que • analicen sobre los elementos psicoafectivos y culturales que permiten la aspira-ción de los jóvenes a ser tratantes y aporten alternativas para prevención.

Efectuar talleres lúdicos y teórico-vivenciales en materia de construcción social • de género permanentes en cada municipio.

Presentar mediante videos, películas y puestas en escena modelos de masculini-• dades alternativas al modelo hegemónico.

Sensibilizar en derechos humanos permanentemente, con estrategias de pro-• moción de la participación infantil y juvenil en acciones de prevención comuni-taria.

Difundir permanentemente los casos de tratantes privados de su libertad.•

Mensajes en todos los medios masivos de comunicación respecto de los bene-• ficios de vivir otras masculinidades en un lenguaje asertivo y llamativo para los jóvenes.

Crear centros de atención especializados para jóvenes varones en cada munici-• pio: atención psicológica, permanente y gratuita.

Acciones secundarias

Desarrollar manuales y guías para cada actoras y actores relacionados directa o • indirectamente con la trata.

- Dirigidos a docentes, policías y funcionariado público de todos los sectores

Contenidos:

Elementos conceptuales.•

Qué hacer en caso de tener contacto con una víctima.•

Qué hacer en caso de tener contacto con un tratante.•

Información clara para canalizaciones inmediatas.•

Aparato jurídico y legal en materia de prevención y sanción. •

Derechos humanos y derechos humanos de las mujeres.•

44 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Claridad de las sanciones tanto para victimarios como para cómplices. •

- Diseñar e implementar programas de capacitación y cursos de sensibilización dirigidos a servidoras y servidores públicos de nivel administrativo y operativo

Permanentes.•

Requisito para obtener cualquier ascenso. •

Que formen parte de la evaluación de calidad del funcionariado.•

Metodología teórico-vivencial.•

Estrategias proclives a lograr cambios estructurales desde las acciones secundarias

Objetivo: lograr cambios en el imaginario sociocultural sobre lo que significa “ser hombre”

Serie televisiva que logre representar la realidad, con proyección nacional, en la • que se presente el modus operandi de tratantes, el “enganche” y enamoramiento de las víctimas, la impunidad y corrupción promovida y permitida desde las au-toridades, la situación de las víctimas (documentada en los diagnósticos), afecta-ción psicológica de las víctimas y de los victimarios y, finalmente, el arresto de los tratantes y la vida que se tiene en las cárceles del país.

Con esto se persigue:

Visibilizar, sensibilizar y reconocer de manera local y nacional del fenómeno de • trata en Tlaxcala.

Presentar los riesgos que trae consigo practicar la trata en materia de aparato • jurídico nacional e internacional.

Evidenciar las experiencias de víctimas y victimarios apegadas a la realidad a fin • de lograr un “espejeo” entre los posibles tratantes y/o consumidores.

Presentar los impactos reales y consecuencias de entrar en la red de trata.•

Generar propuestas desde la sociedad civil organizada a las autoridades. •

45· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Atención, asistencia y protección de las victimas

Creación de centros de apoyo a víctimas de trata, estas pueden ser instancias • municipales de la mujer (INMUJERES).

Facilitar y promover la creación de OSC para efectos de atender, asistir jurídica, • médica y psicológicamente a las víctimas.

La sanción e incautación de los bienes

No solo endurecer las penas a tratantes sino efectuar mecanismos de defensa • ante la impunidad.

Crear observatorios para impedir la corrupción y los sobornos a las autoridades.•

Incautar los bienes de tratantes.•

Un actor partícipe pero… ¿poco atendido? El consumidor activo y el consumidor en potencia

Acciones primarias

Desarrollar investigación para el análisis de los perfiles y motivaciones de los con-• sumidores y potenciales consumidores.

Divulgar mensajes claros de las condiciones que viven las mujeres víctimas de • trata; desmitificar que todas las “prostitutas son alegres” y que su oficio lo hacen por decisión personal: “lo hacen porque les gusta”.

Difundir claramente los riesgos en materia de ITS, mediante centros de atención • de salud sexual.

Distribuir folletos de información clara y puntual respecto de cómo identificar • una red de trata y qué hacer en tal caso.

Diseminar folletos de información respecto del aparato jurídico nacional e inter-• nacional sobre el delito de la trata de personas: las penas de tratantes y las penas de cómplices activos o pasivos.

46 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Acciones secundarias

Colocar mensajes que expliquen que la “prostitución” puede ser trata de perso-• nas; mensajes ubicados de manera visible en los lugares donde presumiblemente acceden a los servicios de explotación sexual.

Canalizar a los hombres a espacios de reeducación enfocados en la erradicación • de la violencia de género.

47· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Afortunadamente, se cuenta ya con investigaciones respecto del modus operandi de los padrotes,

con ello podemos conocer y apreciar el estado de la cuestión, dimensionando la complejidad de la red de trata. Aquí lo que nos interesa resaltar es que nos enfrentamos a un fenómeno que se em-pezó a gestar desde hace cinco déca-das, por lo que cualquier medida que se tome en forma aislada tendrá un efecto muy limitado y además las medidas que se adopten difícilmente tendrán un im-pacto inmediato. Sin embargo, creemos que es necesario sentar las bases para obtener resultados tangibles a mediano plazo.

Como hemos visto, el tema de la trata de niñas y mujeres tiene sin duda mu-chas aristas y una complejidad que reba-sa el presente trabajo. Conviene anotar, por lo pronto, la importancia de analizar este tema de manera multifactorial; es decir, en relación con la situación socio económica de la región; la infraestruc-

tura cultural existente (o inexistente); la corrupción imperante; la complicidad por un lado y el desaliento por el otro; la efectividad (o falta de ella) del mar-co legal, del sistema de administración y procuración de justicia y las políticas públicas; entre muchos otros factores a considerar.

En México existe un mayor involucra-miento de las OSC en el tema de trata de personas, especialmente de niñas y mujeres con fines de explotación sexual; además, se está trabajando en protocolos y reformas al marco legal, se están fortaleciendo redes de protección a las víctimas, se prestan servicios a la comunidad en materia de información de derechos de las mujeres a una vida libre de violencia, entre otras acciones; sin embargo, desde nuestra perspecti-va, sigue habiendo lagunas profundas en varios ámbitos. Uno de ellos, que consideramos fundamental para reducir el fenómeno de trata, es justamente la prevención. La prevención no sólo debe

Consideraciones finales

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48 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

dirigirse a las posibles víctimas de la trata, sino que debe incluir también estrate-gias destinadas a los posibles consumidores, a los potenciales tratantes, así como a todos aquellos hombres que, de manera consciente o inconsciente, participan en cualquiera de las etapas que conformarían la ruta crítica del fenómeno.

El presente diagnóstico fue elaborado a partir de un enfoque en masculinidades desde la perspectiva de género porque pretende aportar elementos para construir diferentes estrategias que ayuden a prevenir el involucramiento de hombres en el fenómeno de trata de mujeres y niñas. A partir de la información obtenida, identifi-camos algunos elementos que es importante tomar en cuenta.

En primer lugar, la figura de los tratantes no es ajena a la cultura local y más bien representa una forma exitosa de “ser hombre” dentro de esa cultura machista o patriarcal. Tal pareciera que la construcción de masculinidad tradicional en la zona sur de Tlaxcala no sólo constituye el referente de actuación para la mayoría de los hombres, sino que también justifica y promueve el desarrollo de tratantes, toda vez que en estos se yuxtaponen varias representaciones del poder patriarcal: hombres con mucho poder adquisitivo, poder de seducción y por consiguiente, capacidades sexuales-, capacidad de generar miedo y respeto entre pares y sobre las mujeres, con un espacio de poder al mismo nivel jerárquico que las autoridades que los hace impunes.

En segundo lugar, el modelo del tratante parece ser tan atrayente para algunos jó-venes que resulta difícil imaginar qué otros arquetipos (basados en la equidad y el respeto) pudieran serles más atractivos.

En tercer lugar, es evidente la existencia de prejuicios y desinformación en el tema de trata de personas. De hecho, en las entrevistas quedó claro que mucha gente co-noce y maneja el concepto de trata de mujeres, empero, cuando se habla de lo que sucede en Tlaxcala, la gente lo percibe como prostitución y decisión de las mujeres: “optaron por una vida de dinero fácil”.

En cuarto lugar, habría que analizar si el reforzamiento de las penas constituye un medio efectivo para desalentar el delito de trata de personas. Al parecer, hasta el momento ese reforzamiento ha tenido dos resultados: por un lado se ha incremen-tado sustancialmente el monto de los sobornos entre funcionarios y tratantes; por otra parte, los tratantes aprenden “cómo no se deben hacer las cosas”; por ejemplo, el enganche de la víctimas no se realiza a través de violencia física, sino de violencia emocional y psicológica, de manera que las víctimas dejan de reconocerse como tales.

Por último, en este recorrido sobre el análisis de la relación que guarda la participa-ción de los hombres en el problema de la trata de personas, en particular de niñas y mujeres explotadas sexualmente, consideramos que es necesario ahondar aún más

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Perfiles 3: Consumidores, tratantes, y otros que participan en cualquiera de la etapas.
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El reforzamiento punitivo hacia las conductas de los tratantes no parece desalentar la pràcica sino que en sentido contrario parece aumentar los sobornos entre funcionarios y los activos (fortaleciendo las redes de corrupción) y la sofisticación en el proceder para evadir la comisión típica (evitando la violencia, por ejemplo)

49· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

en lo que refiere al papel que juega la producción y reproducción de modelos de masculinidades. La construcción y reproducción de la masculinidad entre los hom-bres es un tema poco abordado en el marco de la trata de personas y podemos ob-servar que la lógica de género es, en buena medida, uno de los factores determinan-tes. Por ello, consideramos necesario que se abone con investigaciones que utilicen la perspectiva de género involucrando de manera transversal el análisis del modelo de la masculinidad tradicional (o machista) y, con ello, dilucidar las estrategias para su re-significación.

En particular, los estudios deberían versar sobre al menos dos asuntos. Por un lado, es prioritario indagar qué está pasando con los jóvenes. Al parecer, es la población más vulnerable al modelo del tratante, en cuanto que representa una forma de ser un hombre “exitoso” atractivo, no sólo por razones ya expuestas, sino porque puede ser un sector de la población especialmente susceptible al mundo del consumo y al riesgo y aventura que representa esa actividad delictiva; sin embargo, quizás al hacer un análisis más detallado se puedan identificar algunos elementos de ruptura con ese modelo; por ejemplo, quienes en los estudios están manifestando su deseo de ser tratantes no es 100 por ciento de la población juvenil y además esos estudios se están realizando en zonas densamente pobladas por padrotes; habría que pre-guntarse qué pasa en los municipios aledaños a los “productores” de tratantes y con los muchachos que aún no manifiestan su intención de ingresar a esa actividad delictiva. Cabría preguntar: para los jóvenes del sur de Tlaxcala ¿el tratante es el mejor modelo a seguir o es la opción “menos peor” en una zona marcada por la falta de oportunidades?

Por otra parte, es necesario atender los aspectos de la sexualidad masculina. Si el deseo sexual de los hombres se construye socialmente, tal construcción se edifica, entonces, sobre el terreno de las relaciones de género. De esta manera el género y el ejercicio de la sexualidad encuentran en el mercado de la prostitución un nicho idóneo para entreverar lógicas. Es por ello que se afirma (y denuncia) que la prosti-tución al final del día es una experiencia propia del hombre en el sentido de que él usufructúa el poder del dinero para obtener gratificación sexual y confirmar su iden-tidad. Ahora bien, la investigación debería dar luces sobre dos asuntos centrales: los motivos para que los hombres “consuman” cuerpos y el impacto en términos de salud pública debido a los riesgos asociados a la transmisión de ITS.

¿Es posible establecer una tipología del consumidor-prostituyente?, ¿qué relevancia tiene para el estudio de la explotación sexual de las mujeres conocer las caracte-rísticas o incluso el hecho del estado civil de los consumidores de sexo-servicio?, ¿qué mueve a muchos hombres a consumir cuerpos femeninos sin cuestionarse en ningún sentido? Son cuestiones que deberían estudiarse si se toma en considera-ción el siguiente exhorto: ¿quiénes son los hombres invisibles que constituyen la demanda?

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50 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Los estudios demuestran que los hombres que compran servicios sexuales son de todas las nacionalidades, razas y niveles económicos. La mayoría están casados y los hay de todas las edades. Uno de los resultados más notables del análisis de las entrevistas realizadas en un estudio francés es que la mayoría de los varones que consumen prostitución no pertenecen a edades avanzadas, ni son jóvenes acucia-dos por la erupción hormonal típica del ciclo vital, sino que son hombres que tienen entre 35 y 50 años, y son casados o viven en pareja. De entre ellos, 55 por ciento te-nía uno o más hijos (Casillas, 2006: 87). Cabe aquí una reflexión sobre las formas en que las regiones Norte-Sur se vinculan en el fenómeno de la trata y cómo, a partir de tal interacción, el uso de nuevas tecnologías potencia el desarrollo de estos merca-dos en los que, usualmente, se promueve el flujo de hombres blancos con alto poder adquisitivo, en viajes de negocio o de placer en los que países como México ofrecen, en un gran marco de impunidad, cuerpos de mujeres jóvenes, adolescentes o “niñas vírgenes”, como parte de la aventura profesional o hedonista que de “hombre del Sur” a “hombre del Norte” se puede pactar.

Caso más raro aún es el estudio sobre el perfil de hombres víctimas de trata con fines de explotación sexual. Suelen ser niños, adolescentes o jóvenes que fueron enganchados desde su infancia en dinámicas orientadas a ofrecer placer a otros (y quizá también a otras) a través de sus cuerpos, expuestos a prácticas sexuales de todo tipo y sin medidas de protección para su salud corporal, menos aún, su salud emocional. En sociedades altamente marcadas por enfoques culturales machistas, llama la atención que el uso de estos individuos no sea tan limitado ni tan oculto, aunque es necesario subrayar la falta de datos duros que puedan aclarar la magni-tud de un fenómeno en el que la puesta en práctica de los códigos y mandatos pa-triarcales, son también dirigidos al daño de otros hombres considerados inferiores: niños, homosexuales, indígenas, generalmente en extrema pobreza.

Pese a que los alcances del presente diagnóstico se vieron rebasados por la comple-jidad del fenómeno, con la información disponible es posible sugerir algunas rutas para prevenir la trata de personas desde el trabajo con hombres.

La trata de mujeres en México no sólo es un problema de pobreza estructural, esca-sa educación, delincuencia y tráfico, también es un problema cultural. Luego enton-ces, de la mano con el trabajo que requiere fortalecerse en materia de leyes y polí-ticas públicas de atención a víctimas, es necesario incidir en la forma en que en este país se está construyendo y reproduciendo el sistema de género en los hombres y en las mujeres: hombres padrotes y mujeres esclavizadas, hombres consumidores y mujeres madrotas, hombres poderosos y mujeres sumisas. Reiterando, creemos necesario incidir en este tipo de modelo de “hacerse hombre” que está permeando el imaginario social, no sólo de muchos varones jóvenes sino de algunas mujeres también.

51· Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

En este sentido, es necesario promover formas alternativas de ser hombres; indivi-duos que no necesiten de la yuxtaposición de poderes y la violencia para ser “hom-bres”. Hombres que aprendan otras formas de vivir su masculinidad, basadas en el respeto, la equidad y la igualdad con las mujeres. Pero también es urgente eviden-ciar los costos que tiene el ejercicio de la masculinidad tradicional –el caso de los tratantes constituye un ejemplo extremo, pero no diferente al común denomina-dor–, en cuanto sustrato cultural que alimenta acciones violentas y delincuenciales; restringe o niega derechos humanos a niñas, niños y mujeres; representa riesgos de salud pública al favorecer la propagación de infecciones de transmisión sexual; des-truye la cohesión comunitaria; entre otras consecuencias socialmente indeseables.

Uno de los elementos que constantemente y en cualquier variable saltó a la vista es el hecho de que la mayoría de las personas de la zona sur de Tlaxcala tienden a confun-dir explotación sexual con prostitución. Además, la información que llega a sus ma-nos, no representa la realidad por ellas y ellos conocida por lo que esta confusión se acrecienta. Sumado a ello, la suposición que muchas personas tienen respecto de que dicha práctica (supuesta prostitución) es una decisión de las mujeres. Incluso, a decir de varias de las personas entrevistadas, las mismas mujeres se consideran prostitutas por convicción y decisión y no víctimas de una forma de esclavitud, debido a que se encuentran sometidas psicológicamente a diversas estrategias de violencia que difi-cultan percibir la verdadera naturaleza de la relación entre el tratante y la víctima, lo que obstaculiza las posibles intervenciones para combatir la trata de mujeres.

Al respecto, es necesario que los conceptos relacionados con la trata de personas sean explicados a la luz de las dinámicas y percepciones que se registran en las co-munidades, pues en pocos casos se hace la relación entre el delito, las prácticas co-tidianas y los actores.

El diagnóstico nos muestra que la trata de personas es un fenómeno complejo que requiere acciones de prevención en muchos frentes; en el caso del trabajo con hom-bres es necesario considerar sus roles, es decir, hombres jóvenes potencialmente proxenetas; hombres consumidores quienes no necesariamente están conscientes de que la prostitución puede ser parte de un fenómeno de trata; hombres involucra-dos de manera indirecta en las distintas etapas del fenómeno (taxistas, cantineros, meseros, responsables de hoteles, etc.); hombres víctimas invisibilizados y, de ma-nera importante, los varones que tienen conocimiento y no están de acuerdo con las prácticas proxenetas pero no tienen herramientas para participar en la promoción del cambio, ni los mecanismos de sensibilización.

En este tenor, consideramos imperioso generar propuestas diferenciadas y con perspectiva de género para prevenir la inserción, voluntaria o no, de hombres en las redes de trata. Creemos necesario atacar a esta grave problemática social desde todos sus frentes y la masculinidad hegemónica, y los hombres que la ponen en práctica, sin duda refieren a uno de ellos.

52 · Diagnóstico sobre la construcción y reproducción de la masculinidad en relación con la trata de mujeres y niñas en Tlaxcala ·

Alpízar, Lydia; Bernal, Marina (2003) “La construcción social de las juventudes”. Última década Núm. 19. Viña del Mar, CIDRA.

Casillas, Rodolfo (2006) La Trata de mujeres, Adolescentes, Niñas y Niños en México, México, Comisión Intera-mericana de de Mujeres-Organización de Estados Americanos-Organización Internacional para las Migraciones-Ins-tituto Nacional de las Mujeres-Instituto Nacional de Migración.

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CNDH (2009) Manual para la Prevención de Trata de Personas, México.

Haraway, Donna (1995) Ciencia, Cy-borgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Valencia, Cátedra.

Instituto Nacional de las Mujeres (2009) Glosario de género, 2° Edición, México.

Montiel, Oscar (2010) Trata de Personas:

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Muñiz, Elsa (2002) Cuerpo, representa-ción y poder. México en los albores de la reconstrucción nacional, 1920-1934, México, UAM-Azcapotzalco-Porrúa.

Organización de las Naciones Unidas. Convención de las Naciones Unidas Con-tra la Delincuencia Organizada Transna-cional y sus Protocolos. Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, que complementa la Convención de las Naciones contra la Delincuencia Organizada Transnacional. Nueva York, 2004, p. 5 Documento en Línea: http://www.unodc.org/documents/treaties/UNTOC/Publications/TOC%20Conven-tion/TOCebook-s.pdf [consulta 9-mayo-2011]

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Fuentes consultadas

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GENDES es una organización de la sociedad civil que favorece el desarrollo de relaciones equitativas, igualitarias y no violentas, impulsando, junto con otros actores sociales, procesos de reflexión, intervención investigación e

incidencia sustentados en la perspectiva de género y el desarrollo humano.

Constituida legalmente en 2008, pero con trabajo desde 2003, GENDES fue fundada por un grupo multidisciplinario de profesionales en ciencias sociales comprometido con el análisis de las identidades masculinas y la erradicación de la violencia de gé-nero.

Ofrece distintas estrategias de atención para desarrollar otras formas de ser hom-bres y mujeres, alternativas al modelo hegemónico, desde enfoques que promueven la no violencia, el afecto, así como la equidad e igualdad de género en los ámbitos comunitario, institucional, grupal e individual.

Acerca de GENDES

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Directorio

Mauro Antonio Vargas UríasDirector General y Socio Fundador

Felipe Antonio Ramírez HernándezSocio Fundador

Ricardo Enrique Ayllón González

Coordinador de Metodología y Socio Fundador

René López PérezCoordinador de Gestión de Recursos

Mónica Cervantes RamírezCoordinadora de Desarrollo Institucional

Patricia Carmona HernándezCoordinadora de Posicionamiento Público

Tania Hernández ChetrirquinResponsable del Subprograma de Sistemati-zación e Investigación

Simón Pablo Sandoval RubioResponsable del Subprograma de Capacitación

Eduardo Arriaga RamírezResponsable del Subprograma de Atención

Daniel R. Aguilar LópezAsistente del Subprograma de Atención

Melissa Fernández ChagoyaIgnacio Lozano Verduzco

Investigadores

Héctor Levario RubalcavaAdministrador

“Este Programa es público, ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos al desarrollo social”.

género y desarrollo a.c.