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El imaginero Don José Noguera Valverde: Vida y obra.

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El imaginero Don José Noguera Valverde: Vida y obra.

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Entrevista a José Noguera Valverde en la revista “Imagineros”

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Entorno del taller del escultor:

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La Virgen de la Fuensanta de Sabadell:

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Fotografías a color de algunas de las obras más importantes del escultor: Cristo crucificado para Alcantarilla:

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Cristo de Medinaceli para Alcantarilla:

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San Juan y Dolorosa para Alcantarilla:

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Dolorosa para Monteagudo:

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La Purísima para Elda:

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San Miguel Arcángel para Elda:

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San José y el niño Jesús para Elda:

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Cristo Nazareno para Callosa de Segura:

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La Piedad para Callosa de Segura:

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La oración del huerto para Callosa de Segura:

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Imagen y retablo de la Virgen de los Desamparados para la Iglesia de San Martín. Callosa de Segura:

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Cristo yaciente para Hellín:

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Altar para una parroquia de Caracas. Venezuela:

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Artículo del periódico La verdad de Murcia. Domingo, 18 de marzo de 2007 El murciano que restauró Miraflores TEXTO:/ANTONIO BOTÍAS Los hijos de José Noguera evocan la historia de uno de los grandes escultores olvidados Nació en Espinardo pero emigró a Venezuela, hoy salpicada por decenas de sus obras. Nadie podría negar, al menos a ciencia cierta, que en el palacio de Miraflores, sede del gobierno venezolano, no se escuchó aquella mañana la voz de un murciano exclamar: «¿Píjo!». Sucedió hace más de tres décadas, durante el primer período constitucional en la república bolivariana. Por entonces, el escultor José Noguera Valverde, nacido en 1913 en Espinardo, ya era un artista reconocido al otro lado del Atlántico, hasta donde emigró. En 1973 recibió el encargo de restaurar el palacio, que sería declarado Monumento Histórico sólo 9 años más tarde. José Noguera comenzó los trabajos de rehabilitación sin sospechar que la destartalada mansión escondía tantos tesoros artísticos. Los descubrimientos se sucedían tan rápido que apenas había tiempo para asombrarse un instante cuando, de repente, otra exclamación rebotaba en las antiguas salas. Jornada tras jornada, de aquellas paredes brotaban frescos remotos; de los suelos de plástico surgían mosaicos ingleses de porcelana y, al caer los falsos techos de escayola, recobraban su esplendor criollo artesonados espléndidos. Aquella restauración le valió a José el título de Escultor del Año, más otros honores que cosechó a lo largo de su vida. Y aunque en Callosa del Segura incluso un museo lleva su nombre, en Murcia apenas lo recuerdan los libros de historia. Este fue el murciano que restauró Miraflores, el mismo cuyas tallas adornan decenas de iglesias en América del Sur. Hoy, sus tres hijos mantienen vivo el recuerdo de este autor al que tanto le debe la Semana Santa.

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«ESPERA AL SIGUIENTE COCHE» Perder el tiempo en la parada Pedro, Juan y José no sólo heredaron de su padre el carácter afable de la plática. Además, desde muy pequeños degustaron la emoción que supone retirar los andamios de un retablo y verlo concluido, terminar el estofado de una talla o colocar las andas a un trono. Desde el año 1991 mantienen abierto el taller Hijos de José Noguera, donde han imaginado cientos de obras que engalanan altares y pasos. Todo lo aprendieron de su padre. Pedro, incluso, participó en la restauración del palacio de Miraflores, donde también le acompañó su tío Ángel: tres murcianos dando lustre al edificio que reunía el poder ejecutivo en Venezuela. Sin embargo, el camino que José recorrió hasta allí fue complicado. Aunque el escultor hizo sus pinitos con apenas 11 años, cuando inició su formación trabajando en una marmolería, fue en el taller de José Clara donde la completó. Luego vino el servicio militar y, apenas 3 años más tarde, la Guerra Civil. Después, José intuyó un gran negocio. Los desastres provocados durante la contienda en el patrimonio histórico hicieron florecer un taller de restauración, respaldado por su buen amigo, José Planes. «Entre quienes encontraron empleo en aquel taller -recuerda Juan- se encontraba el escultor Francisco Liza o el tallista Antonio Abellán... la restauración se veía condicionada por el empleo de los cánones estéticos de Salzillo». Años más tarde, incluso en la actualidad, los hermanos Noguera se sienten a veces presos del genial escultor, sobre todo cuando quienes les encargan obras insisten en que «se parezcan a esta o aquella de Salzillo», cuando no se les exige que «sean una copia». Así las cosas, la creatividad lucha por hacerse hueco entre golpe y golpe de gubia.

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EL NAZARENO DE PAGÜITÁ Alcanzar la gloria americana Hasta la década de los años sesenta, la actividad en el taller de José Noguera es frenética. Sin embargo, un acontecimiento ocurrido en Roma enturbiará el futuro del escultor. La celebración del Concilio Vaticano II propone una iglesia más abierta a la sociedad, acaso algo menos centrada en la adoración de imágenes y en la proliferación de ornamentos en los templos. Entonces, José decide emigrar a Venezuela, donde espera continuar su labor en una sociedad menos receptiva a los cambios que impulsa el Vaticano. Y no se equivocó. Su hijo Pedro Noguera recuerda que en la capital americana consiguió contratar «la realización de un gran retablo», que despertó la admiración de los dirigentes locales y nuevos encargos para el autor. Fue entonces cuando José Noguera inauguró un negocio de antigüedades y otro de escultura. Mientras tanto, toda la familia residía en Espinardo. Las cartas que el patriarca mandaba a los suyos desde Caracas quebraban la monotonía en la casa y se transformaban en una alegría incontenible cuando anunciaba una próxima visita. «O él venía a vernos y viajábamos a visitarlo. Nunca se perdió el contacto porque la familia era para mi padre indispensable» recuerdan ahora con cariño sus hijos. La restauración del palacio de Miraflores terminó de consagrar la labor de este murciano, quien también obtuvo una disputada plaza de profesor en la Escuela Artesanal de Pagüitá. Durante aquellos años de prosperidad terminó una de sus obras más aclamadas. Se trata del llamado Nazareno de Pagüitá, tan espléndido por su factura que apenas es comparable con otra creación que hoy se estudia en los libros de Arte: un grandioso cabezal de madera que reproduce El Juicio de París. Entretanto, la producción del autor comienza a adornar decenas de parroquias en Caracas y, acaso por vez primera en su historia, siente que sus largas horas de trabajo han recibido el apoyo del pueblo. Sin embargo, en su Murcia natal apenas nadie conoce que el modesto escultor que emigró en busca de un futuro mejor había logrado alcanzar su sueño.

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DE REGRESO A CASA Resurge la imaginería José Noguera permaneció dos décadas al otro lado del Atlántico. El escultor, como les sucede a cuantos abandonan su tierra, comienza a plantearse el regreso. «Ahora o nunca debió pensar», según recuerda su hijo Juan. Y decidió retornar a la ciudad que lo vio nacer. El momento elegido, por otra parte, parecía ideal. En toda España se vivía un resurgimiento de la imaginería, el número de cofrades se multiplicada a diario y el interés por recuperar y conservar obras invadía toda la administración pública. Sin embargo, cuantos enseres y herramientas había dejado José tras su marcha ya no servían para reiniciar el trabajo. Poco a poco, las visitas a sus antiguos amigos y a los templos que custodiaban sus tallas le facilitan nuevos encargos. Por desgracia, cuando acometía tantos pedidos le sorprendió la muerte. Fue el día 16 de enero de 1986. Una trombosis cerebral apagaba la vida de este murciano incansable y universal, cuyas obras adornaban -y adornan- varios países sudamericanos. En la catedral de Sao Paulo, en Brasil, aún son muchos los que acercan cada día flores frescas a la talla de San Luis Gonzaga que José Imaginó con su gubia. Cuando el tiempo intentó sepultar la memoria del autor, sus tres hijos renovaron la escuela con la reapertura del taller paterno. Y los éxitos y encargos volvieron a encender el corazón y la esperanza de la familia. UNA DIGNA DESCENDENCIA Los Noguera, en el siglo XXI La Semana Santa de Callosa no podría entenderse sin la aportación de José Noguera. A vuela pluma, alrededor de trece tallas engalanan la Semana Mayor de esta localidad alicantina, sin contar los retablos y los tronos. De hecho, hasta un museo recuerda la figura del autor, legado que sus hijos, a partir de los años ochenta, cuidaron y aumentaron. Porque los hermanos Noguera también son autores de varias tallas, relieves, tronos y retablos. «Es algo que nos llena de orgullo y satisfacción -reconoce Juan-; estamos muy agradecidos por la confianza que en nuestra familia ha depositado ese gran pueblo de Callosa».

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Mientras los Noguera aguardan que algún día se reconozca en Murcia la obra del patriarca, afrontan con ilusión numerosos encargos que continuarán la gloria artística de la saga. Este mismo año, restauran con oro puro el trono del titular de la Cofradía del Perdón, la misma que engalana de devoción e historia el Lunes Santo murciano. Este trono, obra del maestro Carrión, reúne en sus andas lo más granado de la nazarenía de la ciudad y su salida desde la parroquia de San Antolín es una de las estampas nazarenas que más estremecen el corazón. El taller también ultima este año un trono para una Cena de Torrevieja y muchos aplauden la restauración del Santo Sepulcro de La Ñora o el trono e imagen de La Piedad, un encargo para la Semana Santa de Alcañíz. Y esto será sólo el principio. Los proyectos para confeccionar retablos en La Copa y Archivel se suman a otros en Bigastro (Alicante) o la recuperación de un trono en Hellín (Albacete). Entretanto, desde el cielo, don José Noguera andará estos días degustando que su mayor herencia acaso no sea el reconocimiento de sus paisanos sino el amor que despertó hacia la escultura en sus propios hijos.

Los hermanos Pepe, Juan y Pedro.

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Artículo sacado de una revista venezolana en los años en los que se llevo a cabo la restauración del Palacio de Miraflores:

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