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El humanismo de Sartre
versus el humanismo bíblico1
Lyllan Welss de Schmidt
INTRODUCCIÓN
Una afirmación hecha por el filósofo contemporáneo Jean Paul Sartre, en su libro El existencialismo es
un humanismo, llamó mi atención y se constituyó en la base de estas reflexiones. Sostiene Sartre que únicamente el existencialismo como filosofía considera al hombre como es y por lo tanto es verdadero humanismo (Sartre, 1946, p. 43).
Primeramente, intentaremos definir qué significa "Humanismo", pues existen diferentes interpretaciones del término. En un sentido puede ser usado como en el Renacimiento de los siglos XN al XVI. La vida de los seres humanos es lo que corresponde al tiempo presente, aquí y ahora, como se expresa en la frase "regocíjate en el día presente; todo lo demás es pasado". Así era entendido por los clásicos 6rriegos y romanos: ellos creían que el placer era el sentido de ese término.
Otro significado de la palabra humanismo fue usado en la época del Iluminismo, en el siglo XVIII. Para ellos era la exaltación de la razón del hombre. Con
1 Este ensayo, en su versión original. fue preparado durante un seminario patroci·
nado por el Instituto de Educación Cristiana. realizado en Union College, Lincoln,
Nebraska, E.U.A. Con posterioridad a los informes de arbitraje, la autora modificó
dicha versión original.
Lylian Weiss de Schmidt es profesora de Filosofía y Pedagogía. Fue Asesora
Pedagógica del Instituto Adventista del Plata y actualmente se desempeña corno
profesora de Ética de la Universidad Adventista del Plata.
ella podría hacer lo que deseara; todo el desarrollo de las ciencias, las artes y el lenguaje que se constituyeron en el fundamento de nuestra Cultura Occidental, fueron los resultados de la inteligencia; el potencial para el progreso era visto como ilimitado.
Sin embargo, el más actual sentido del término humanismo tiene que ver con el poder creativo del hombre. Éste se considera Señor de este mundo y la libertad es el centro del interés humanista, es la fuerza que impulsa a dominar la naturaleza con el propósito de análisis científico y aplicación tecnológica. La libertad, en esta concepción humanista, es vista como un ideal. Es éste el sentido que Sartre le da al término.
Así "placer", "razón" y "libertad" son las características que comprenden el concepto de humanismo.
Los cristianos, creyentes en la Biblia, tienen otro punto de vista en cuanto a lo que puede entenderse por humanismo.
En esencia, el concepto bíblico presenta la relación entre Dios y los seres humanos, Creador y criaturas, como se lo expresa en el pacto. Pero Dios es el originador y Él ha dado su Palabra como la revelación de su voluntad. El eje ha cambiado completamente, así el hombre no es ya el soberano del mundo, el centro, sino Dios, que en su amor dio a los seres humanos libertad para escoger, razón para desarrollar una cultura, el arte, la técnica y las ciencias, y placer en obedecer, como respuesta al amor de Dios, a su misericordia y a la restauración en el hombre de la imagen de Dios.
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esta capacidad de reconectarse una y otra vez con la vida; ésta es una pista que vale la pena seguir.
En relación con la crítica que ha hecho la posmodernidad acerca del agotamiento de los grandes discursos, de las grandes teorías, diremos que, tal como reza uno de los tópicos de Lyotard: se han acabado los grandes relatos, las grandes concepciones teóricas. Creo que lo malo de un discurso filosófico no es el hecho de que sea grande, pues no me atrae un discurso por su tamaño. Tampoco pienso que sea una cuestión de ambición. La moda posmoderna, de alguna manera, proclamaba la sospecha en relación a los discursos demasiado ambiciosos. No creo que sea éste el eje de la cuestión. Lo importante de un discurso pasa por la relación que éste propone con el mundo. Por eso afirmo que conviene subrayar una relación vital en el discurso filosófico y lo que hay en él de su conexión vital con el mundo. En ese sentido, el filósofo moderno, hoy (y en esto coincide con el filósofo sin más), puede tener una actitud que otros (no exageradamente críticos, sino malamente críticos de la modernidad), no pueden tener.
CONTAGIAR LA PASIÓN POR LA VERDAD
Una de las cosas que tiene que hacer un profesor de filosofía es contagiar la pasión filosófica. Además tiene que transmitir, y dar indicaciones bibliográficas, por supuesto. Dudo de que se trate, en último término, de otra cosa, y, a mi parecer, contagiar la pasión filosófica no pasa por convencer a quienes no han conocido esa pasión de que en el texto podemos encontrar tanta intensidad como en la experiencia, sino justamente mostrar lo que el texto contiene de experiencia. Pero eso sólo será posible si uno está abierto al pasado, a la experiencia de los otros, de lo contrario, es imposible. Hay que estar dispuesto a reconocer que los demás, aquellos que "fueron" antes que yo, incluso mucho antes que yo, vivieron cosas dignas de ser sabidas.
Para el filósofo, el mundo es el espacio, el escenario en el que se hace visible la teoría. El filósofo empieza a existir como tal en el preciso momento en que la realidad rompe a hablar, en el momento en que la experiencia despliega todos sus significados. Por ello,
el filósofo no posmoderno no tiene nada que temer, en absoluto, al filósofo posmoderno. Tiene confianza en sus posibilidades, porque confia en que la experiencia se transmite a través del lenguaje y éste circula en la historia. Eso difícilmente ha de caducar, por más pesimista y agnóstico que se pueda ser.
El criterio de bondad de la propia experiencia es que se deje decir. Lo importante es que el diálogo continúe, que la palabra siga siendo, porque si ella si6JUe siendo, ahí sigue habiendo pensamiento. Y si esto es así, los posmodernos, en la medida en que querían ejercer como enterradores o forenses, figuras, por cierto, bastante lúgubres y sórdidas, están condenados al fracaso. Eso será verdad si el filósofo es capaz de hacer aquello que puede convencer, contagiar la pasión filosófica. No es fácil, y en todo caso uno nunca termina de saber si lo ha conseguido.
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Podemos reconocer en las filosofías contemporáneas cuatro tipos de humanismo. El primero presente en el Racionalismo. El segundo en el Marxismo y el Cientificismo. El tercero en el Existencialismo y el cuarto en un humanismo bíblico. Los primeros tres exageran los valores humanos, sostienen la antítesis entre cultura y religión, Humanismo y Cristianismo. El cuarto, un humanismo bíblico que relaciona a la cultura con la religión. Valora a los seres humanos como personas morales. Este concepto no elimina nada de lo propiamente humano, pero incluye la relación entre Dios y el hombre.
Es por esto que podemos asegurarnos que existe un humanismo bíblico y podría ser llamado Teocéntrico. Dios está siempre presente en la relación con los hombres. Éstos pueden ser vistos como una unidad integral, con identidad personal. Placer, libertad y progreso no le son negados. Cada persona es única, diferente de otra, pero eligiendo y aceptando a Dios como su Creador, Sustentador y Redentor en una sola Fe.
RESEÑA HISTÓRICA
El tema del hombre fue objeto de escritos y poemas muy antiguos, mezclado en las cosmogonías orientales, como el Zend Avesta de los Persas o Los Vedas de la India. Fue el tema predilecto de griegos y romanos. De Sócrates, filósofo del siglo V a.C., se dice que su lema era "Conócete a ti mismo". Las escuelas moralistas de los Estoicos, Epicúreos y Escépticos también quisieron encontrar la respuesta a la más inquietante de las preguntas: "¿qué es el hombre?".
En la época del Renacimiento hay un resurgir de los estudios literarios y filosóficos Greco-romanos; para diferenciarlos de los estudios teológicos comenzaron a llamar humanistas a quienes se dedicaban a reflotar el arte y la ciencia clásicos. Fue en estos siglos XN al XVI que los valores vitales, estéticos y todo lo referido a las actividades humanas, eran considerados superiores y más actuales que los teóricos y religiosos.
Sin embargo, fue Renato Descartes quien dio al humanismo una forma filosófica y quien usó el término "humanismo" en el sentido actual. La primera verdad que daba como clara y evidente era "pienso, luego
existo" y, a partir de esa certeza, deduce que si piensa y duda es un ser imperfecto, sin embargo debe existir un ser perfecto para tener conocimiento de esta verdad; así llega a reconocer la existencia de Dios y de allí deduce la existencia de los seres vivos y del mundo. En esta secuencia lógica el punto de partida es el hombre, por eso hay quienes afirman que Descartes puede ser considerado el primer humanista.
Los iluministas del siglo XVIII, Voltaire, Rousseau, Diderot, y más tarde Hume y Kant, entre otros, siguieron el pensamiento de Descartes en considerar al hombre como el primer escalón del conocimiento.
La segunda mitad del siglo XIX trajo un cambio significativo, el humanismo se convierte en un materialismo cientificista. En la propuesta de estas ideas aparece en primer lugar Karl Marx; los seres humanos se encuentran envueltos en la lucha entre capital y trabajo, que se constituye en una explicación histórica. Luego Charles Darwin introdujo la teoría evolucionista. Al finalizar el siglo, Nietzsche se preocupa por señalar al superhombre, que en el curso de la historia, como el ave Fénix de la antigua mitología griega, siempre renace de las cenizas, impulsado hacia las alturas por el deseo de poder.
Podemos resumir, afirmando que en nuestro siglo, un humanismo que desde el renacimiento se ha apartado de las consideraciones teológicas tradicionales, permea el horizonte cultural de la sociedad occidental. De hecho, aún algunos teólogos actuales han adoptado sus premisas básicas.
En la práctica, Dios es ignorado o es considerado como una hipótesis innecesaria o declarado abiertamente que no existe o ha muerto. Los seres humanos son los arquitectos de su propio destino.
EXISTENCIALISMO: CARACTERES
Resulta difícil definir al Existencialismo, pues ha adoptado características diferentes de acuerdo con los filósofos que lo exponen. El rasgo más relevante es que cada individuo recibió la existencia y debe desarrollar por sí mismo su propia esencia. Esto significa que el objeto estudiado es mayormente nuestra subjetividad.
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Por esto, no hay ninguna duda de que el punto de partida es el hombre, como ser en si, es decir, existente.
... el más actual sentido manismo (1946). Este último es un resumen de conferencias presentadas por Sartre. Sin embargo su influencia es enorme. El no sólo escribió, sino también vivió el existencialismo; así se convirtió en la encarna-
Es interesante notar el marco histórico en que esta filosofía se desarrolló, las dos guerras mundiales,
del término humanismo
tiene que ver con el poder
creativo del hombre.
en especial la situación de Europa de la posguerra. Al terminar la segunda guerra mundial, el sentimiento de frustración, desesperación, de haber perdido todo, el horror y la grari cantidad de refugiados hizo que los hombres adoptaran actitudes escép-ricas.
Los hombres se encuentran solos y desde esa soledad comienzan a labrar la vida con la esperanza de formar un mundo mejor o de quedar reducidos a la desesperación. Así Francia, Alemania, Italia y España se convirtieron en suelo fértil para el existencialismo.
Tomando la noción de la existencia de Dios como criterio de clasificación, podemos distinguir tres escuelas existencialistas: En primer lugar, aquellos que rechazan la existencia de Dios: Jean Paul Sartre, Albert Camus, Simone de Beauvoir. Luego, aquellos que afirman la existencia de Dios, pero la consideran una hipótesis necesaria para explicar ciertos hechos. La fe es necesaria especialmente en situaciones límites: el filósofo católico Gabriel Marce! y el filósofo protestante Karl Jaspers. Finalmente están aquellos que evaden el
tema de Dios: Martín Heidegger.
La figura más conocida es Jean Paul Sartre, quien declara que el existencialismo es un humariismo, pretendiendo mostrar al hombre como realmente es, en su accionar. Sin embargo, al decir de Vicente Fatone, analizando su filosofía podría ser mejor llamada una antropología, porque quiere describir al hombre en la realidad del mundo en que le toca actuar.
Jean Paul Sartre
Puede decirse que la razón por la que Sartre es el más conocido de los existencialistas es porque la mayor parte de su producción ha sido escrita en forma de novelas y obras de teatro. Dos de sus obras filosóficas son El ser y la nada (1950) y El existencialismo es un hu-
ción de un �Modus vivendi, o sea una manera de vivir para toda una generación, especialmente gente joven en
todo el mundo. Muchos de ellos jamás leyeron una obra de él.
Jean Paul Sartre nació en París, en 1905. Sus estudios superiores fueron hechos en L'École Normal de París. Más tarde enseñó filosofía en liceos de Le Havre y en París.
Durante la Segunda Guerra Mundial se unió al ejército francés. Fue capturado por los alemaries, pero puesto en libertad en 1941. Cuando retornó a París volvió a la enseñanza, pero también participó en el movimiento de la Resistencia. Continuó escribiendo novelas y ensayos. Su lugar favorito era una mesa en uno de los clásicos cafés de París. En 1960 intentó combinar el existencialismo con el marxismo en un libro titulado Crítica de la razón dialéctica, obra que no tuvo éxito. En 1946 Sartre declinó el Premio Novel de Literatura, hecho que tuvo gran repercusión. Falleció en 1980.
¿QUÉ ES EL HOMBRE?
En su primera novela, La náusea, Sartre pregunta: ¿qué es el hombre? (Sartre, 1938, p. 171). Su respuesta es que los seres humanos reciben su existencia al azar, si no es en contra de su voluntad tampoco con su consentimiento. Han sido arrojados al mundo, sin haberlo escogido, pero se encuentran existiendo. Ahora deben realizar su existencia, creando objetos culturales y afümarido con sus actos su propio ser. Su destino está en sus manos. El protagonista principal de La náusea exclama: "Todo existente nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere regresando a la nada" (p. 174). En otras palabras, el hombre viene de la nada y su vida es un caminar hacia la muerte, que es la nada. ¿Sorprende, entonces, que el protagonista exclame refiriéndose a su vida o existencia: "¡Qué asco!"?
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Para muchos hoy en día, sobre todo jóvenes, esta
forma de sentir la vida se ha hecho una manera de vi
vir, desconociendo la filosofía que le ha dado origen y
se ha convertido en un "absurdo". Sólo se limitan a
pasarlo bien y a vivir el momento presente. El futuro
básicamente no tiene sentido.
Libertad
Otra de las proposiciones de Sartre es aquella re
lativa a la libertad. Escoger entre varias posibilidades
es algo que posee todo ser humano. Cada persona es
dueña de sus decisiones y acciones y es la única res
ponsable por ello, por lo tanto, no le incumbe a rún
gún otro. Cada uno crea su propia esencia, su vida, to
mando control de las circunstancias.
Sartre expresa esta idea en una frase: "El hom
bre está condenado a ser libre" (1950, p. 515). Obvia
mente, ésta es una paradoja. El que está condenado no
es libre y aquél que es libre no está condenado.
La intención de Sartre, sin embargo, es clara. Bus
ca dramatizar el hecho de que el hombre se encuentra
inhabilitado de escapar, de que debe hacer elecciones.
Cada uno debe decidir según su mejor juicio. No exis
ten normas o reglas preestablecidas que facilitan la ta
rea de elegir. La sociedad no posee autoridad suficien
te para imponer o guiar la moral y la vida social de los
individuos. Están "sin excusa"; cada uno elige y es res
ponsable.
Más tarde en su carrera, Sartre introdujo la no
ción de "compromiso", como un factor en las relacio
nes humanas, ya sean éstas familiares, sociales o labo
rales. Las personas entran en un converúo que dura
cierto tiempo mientras se cumplen las exigencias, son
libres para romper ese compromiso cuando conside
ran que las estipulaciones contenidas no se están cum
pliendo.
Para muchos, hoy en día, el casamiento no es más
que un "compromiso" que puede deshacerse con faci
lidad. Los seres humanos, cuya esencia es la libertad,
consideran difícil trabajar por un ideal que los trascien
da y fácilmente llegan a considerar la vida como ab
surda.
· En una de sus últimas obras, Las manos sucias, unode sus héroes dice que él no sabe para qué existe, no quiere vivir. Siente que es innecesario. Está solo. Expresa que nadie lo quiere y nadie confía en él (Quiles, 19 51, p. 66). Esta es la expresión de alguien angustiado, alienado de su propia existencia. En un análisis de las obras de Sartre se descubre frecuentemente ese fatalismo pesimista, que es visto como perfectamente normal.
Conciencia y pecado
Una de las características de la existencia humana es que él sabe que existe, que es diferente de otro ser existente y que es consciente de ésta su existencia,
de los otros y del mundo que lo rodea. Para Sartre ese conocimiento reviste un sigrúficado especial. Siendo libres, el tomar conciencia de ello produce angustia, por esto la conciencia moral es vista como una cuña entre nuestros sentimientos y acciones, lo que debemos hacer y lo que hacemos y produce la enfermedad del ser, ansiedad y angustia que llevan a la desesperación. Con este concepto de la conciencia no es difícil deducir lo que significa "pecado" para Sartre. La noción es sólo una palabra, carente de sigrúficado real. Por lo tanto el pecado no existe.
Evaluación
No hay duda acerca de que la filosofía de Sartre ha tenido una influencia notable en nuestra Cultura Occidental, especialmente dentro de las generaciones jóvenes. Para muchos ser "auténtico" sigrúfica vivir libremente, sin restricciones rú valores trascendentes.
Ellos ejemplifican el dictado del pensador Fedor Dostoievsky: "Si Dios no existe, cualquier acción está
permitida" (Beauvoir, 1956, p. 17). Los seres humanos se han convertido en los legisladores y jueces de su propia conducta, de la cual a nadie deben dar cuenta. Una de las discípulas de Sartre, Simone de Beauvoir, su predilecta, dice en su libro Una moral de la ambigüedad, que si el fin es bueno, los medios también lo serán (Beauvoir, p. 143). Esta clase de razonamiento ha justificado muchas de las atrocidades de nuestro siglo y la violencia usada en el nombre de una supuesta buena causa.
Podemos ciertamente concluir c¡ue si el existencialismo Sartreano está en lo correcto, entonces elegir
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significa decidir entre lo absurdo y lo
razonable, el pesimismo y el optimis
mo, la desesperación y la esperanza,
el ateísmo y Dios.
La segunda mitad del siglo
XIX trajo un cambio
significativo, el
Dotado de libertad, el hombre
eligió el servicio a sí mismo, desobe
deciendo las restricciones que Dios
les había dado, logrando una inde
pendencia del dador de la vida. Este
es el comienzo de un humanismo
centrado en el hombre que persiste
hasta hoy.
HUMANISMO BÍBLICO humanismo se convierte
No es necesario que aceptemos
las premisas propuestas por Sartre.
Si, como Sartre asevera, la libertad
en un materialismo
cientificista.
permite que realicemos nuestra esen-
cia, sin que traigamos nada como
existentes, podemos pensar en las alternativas que el
Cristianismo basado en la Biblia nos ofrece. La pre
gunta de David "¿Qué es el hombre?" (Salmos 8:4),
encuentra la respuesta en el mismo Salmo, "Hicístelo
un poco menor que los ángeles, coronástelo de gloria
y de honor" (8:5).
El creyente bíblico no se vuelve a los clásicos
para apoyar su comprensión de lo que es el hombre,
cuáles son sus propósitos, qué valores guiarán su con
ducta o cuál es su destino final.
El postulado básico de la filosofía bíblica es que
Dios se ha revelado dándonos su palabra. En este mar
co, los seres humanos ocupan un lugar especial, fue
ron hechos a la imagen de Dios y a su semejanza (Gé
nesis 1 :27). No es el producto de fuerzas irracionales,
ni de la casualidad, arrojado al mundo en contra de su
voluntad. La Biblia presenta no solamente el origen del
hombre sino también el propósito de su creación. A
los seres humanos se les dio una comisión: "llenar la
tierra y dominarla" (Génesis 1 :28), o como el Salmo lo
expresa: "Le diste dominio sobre las obras de tus ma
nos, todo lo pusiste debajo de sus pies" (8:6).
Como cristianos entendemos que ocupamos una
posición única en la creación y tenemos la responsabi
lidad de estudiar e investigar todo y desarrollar nues
tras capacidades al máximo. Por eso también se le dio
la posibilidad de crear las ciencias, las artes y la téc
nica.
Sin embargo, los cristianos entienden que su ho
rizonte no se reduce al mundo que lo rodea. Recono
cen que comparten el privilegio de relacionarse con
aquél Ser trascendente que los creó.
El pecado se hizo presente en
seguida; los seres humanos mantie
nen aún algo de esa imagen divina en el uso de las ca
pacidades que Dios le dio. Como escribiera Salomón
"El ha puesto eternidad en la mente del hombre" (Ecle
siastés 3:11). Todo lo bueno que hay en el hombre y
que él ha podido realizar se atribuye a que "la luz ver
dadera que alumbra a todo hombre, vino a este mun
do" Quan 1:9). En esto se observa que la comisión que
se le dio al hombre es la de ser mayordomo de todo lo
creado.
El humanismo bíblico ve al hombre como úni
co, individual, pero no en una espléndida soledad. Sino
como miembro de comunidades familiares y sociales
que se extienden hasta incluir a todos los hombres. Es
por esto que muchas de las reformas sociales, como el
reconocimiento del valor del trabajo, la abolición de la
esclavitud, la situación de la mujer y otras, han sido
introducidas por el cristianismo que encuentra sus raí
ces en el pueblo Hebreo.
Es por ello que el humanismo bíblico puede dar
nos los verdaderos principios del porqué de la existen
cia humana. Incluye la creación del hombre a la ima
gen de Dios, con un sentido claro del propósito de la
vida, cuáles son sus posibilidades y responsabilidades,
cuál será su restauración o destino después de la
muerte.
El humanismo bíblico da una respuesta comple
ta a la pregunta: ¿Qué es el hombre? Cada uno es ob
jeto esp�cial del cuidado de Dios, creado a su seme
janza, caído en el pecado, pero justificado y restaurado
así que podemos decir con el apóstol San Pablo, Dios
"es la fuente de tu vida en Cristo Jesús" (1 ª Corintios
1:30).
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La generación contemporánea ofrece una falsa alternativa a este concepto. Se debaten en la antítesis religión-creaciones humanas. Para muchos el concepto acerca de Dios es el deísta del siglo XVIII; aquí está
el hombre, y todo lo que ha creado junto con la naturaleza; en algún lubrar se encuentra Dios, sin percatarse
de lo que sucede a los seres humanos. Es como un
relojero que ha puesto en marcha el mecanismo después de haberlo diseñado y ahora anda con su propia cuerda. Dios no se preocupa más de su creación. Otros, como Sartre, afirman la no existencia de Dios y urgen
a los seres humanos a asumir la responsabilidad de la creación de la cultura y de la tecnología.
No es necesario que aceptemos las alternativas
mencionadas. Como cristianos aceptamos los conceptos bíblicos sobre la existencia humana y buscamos desarrollar al máximo aptitudes para descubrir final
mente un humanismo que tiene como centro a Dios y se ajusta a los propósitos por los que el hombre fue
creado.
Ejemplos bíblicos
Job: en el antiguo libro de Job se describe la situación de angustia, depresión y temor a la muerte,
frente al sufrimiento y al dolor, a la actitud de sus amigos y aún de su propia esposa. Es el hombre que se
encuentra en una situación límite, queriendo conocer la razón de lo que le está ocurriendo. El protagonista pregunta en su angustia: "¿por qué?". Job es el prototipo de muchos contemporáneos en situaciones semejantes. Las expresiones de Job se registran con clari
dad: "No tiene el hombre un servicio duro en la tierra" (7:1). "Así poseo yo meses de vanidad y noches de miseria fueron mi porción" (7:3). "Mis días ... vinieron a
su fin y fenecieron sin esperanza" (7:6). Esta es la condición de un hombre abrumado por los sufrimientos y
en una condición desesperada. Cuando, finalmente, escucha la voz de Dios desde el torbellino, admite, "Y o sé que todo lo puedes ... Ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco y me arrepiento en saco y cenizas"
(42:2, 5, 6).
David: este personaje es otro ejemplo de cómo se sienten los seres humanos cuando, en una situación
pecadora, sin esperanza y en una angustia existencial,
describen sus actitudes, y cómo, cuando reconocen a Dios, la esperanza cambia la situación. David describe en versos dramáticos sus sentimientos más íntimos. Otra vez algunas expresiones ilustrativas: "Mientras callé, envejecieron mis huesos, en mi gemir todo el día" (Salmos 32:3). "Escucha con silencio, calleme aun de lo bueno. Exitóse mi dolor, enardecióse mi corazón dentro de mí .... Hazme saber, mi fin y cuánta sea la medida de mis días" (Salmos 39:2-4). Cuando él reco
noció su pecado, e hizo los arreglos, ¡qué diferencia! Podemos leer en el mismo Salmos 32:1: "Alegraos en Jehová y gozáos justos; cantad todos vosotros los rectos de corazón".
Salomón: la gran paradoja del hombre se en
cuentra magistralmente descripta en el libro de Eclesiastés. En los primeros capítulos se descubre la negación y la vanidad de las obras del hombre. Esa negación
no es la nada en el sentido trágico de la existencia, sino el hombre que toma su yo como centro y descubre el vacío interior que produce esa actitud. Parece un grito característico del moderno existencialismo. ''Volvió pues la desesperanza a mi corazón, acerca de todo el trabajo con que me afané ... " (Eclesiastés 2:20). Al fi
nal del libro Salomón reconoce que la vanidad es el resultado del querer con el esfuerzo humano, manejar el universo. Hasta que su actitud cambia y reconoce
que el "temer a Dios y guardar sus mandamientos, es el todo del hombre" (12:13). La mayor tragedia consiste en que los seres humanos intentan vivir en la crea
ción de Dios, pero no tomándolo en cuenta. "Pensando bien las cosas ... he aquí que solo he hallado esto:
que Dios hizo al hombre recto, mas ellos buscaron muchas razones" (7:29). Es por esto que Salomón aconseja "Acuérdate de tu Creador" (12: 1).
Pablo: en Romanos siete describe la experiencia
de muchos hombres que viven en este mundo de pecado, por eso pueden identificarse. Pablo refleja las tensiones creadas cuando como cristianos queremos vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, pero con nuestros cuerpos, como seres humanos en la sociedad, nos
encontramos haciendo las cosas que no deseamos hacer. Exclama "con el grito del corazón", "miserable hombre de mí" (7:24). Esta es la única respuesta efectiva a nuestra condición humana. Pero cuán diferente
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es la expresión al final de ese capítulo: "Gracias doy a Dios, por Cristo nuestro Señor" (7:25). La angustia existencial que se manifiesta en la lucha entre el querer y el hacer sin Dios, encuentra su respuesta efectiva. Pablo también lo dice muy bien en 2ª Corintios 4:8, 9: "Afligidos pero no desesperados, tenemos preocupaciones, pero no estamos sin salida. Nos persiguen, pero no estamos abandonados; nos derriban, pero no nos destruyen".
Esta es la clásica respuesta del creyente que se apoya en las promesas bíblicas, enfrentando los problemas que presenta la existencia humana. La Biblia relata las biografías de hombres que pasaron por las experiencias del temor, la angustia, la desesperación, la soledad, pero miraron por encima de esas situaciones para aferrarse de la mano de Dios, dador de la misericordia y del amor.
REFLEXIONES FINALES
El humanismo existencialista conduce al pesimismo y al fatalismo. Ofrece un concepto de la vida que es un camino sin esperanza, un callejón sin salida, o como Sartre expresa: "la vida es un caminar a la muerte. Nada antes, la nada después". Este humanismo tiene en sí mismo las semillas de su propia destrucción, aun cuando afirma, con fuerza, la libertad del hombre.
De hecho, los seres humanos son movidos por fuerzas internas y externas, el instinto de supervivencia, la fuerza del sexo, la ansiedad, los temores, factores económicos y sociales, o a veces presiones culturales, ambiciones de poder.
La libertad absoluta es imposible. En términos de moralidad, como sus propios jueces, los seres humanos han demostrado no ser imparciales; sus argumentos y justicia están motivados por el egoísmo. Puesto que los seres humanos han sido creados para vivir en sociedad, en interdependencia, la exaltación del existencialismo individualista, finalmente, conduce a la deshumanización de la condición humana.
En contraste, el humanismo bíblico reconoce que los seres humanos fueron creados por Dios a su imagen y, aunque viviendo sujetos a una naturaleza peca-
minosa, están destinados a la glorificación. Ofrece una concepción optimista de la vida, llena de esperanza. Reconocemos que el hombre posee libertad de elección, pero los seres humanos son instados a desarrollar sus capacidades y a edificar un carácter. Somos invitados a ser participantes con Aquél que es la fuente de la vida. En esta tarea no estamos solos. No somos témpanos en el océano de la existencia, dejados a la deriva y cuyo fin es la nada. Esta idea está magníficamente ilustrado en una de las fotografías más famosas de J ean Paul Sartre, donde se lo ve parado sobre un témpano, solo en medio del Océano Ártico.
La Biblia proclama la restauración y redención del hombre mediante el sacrificio y la intercesión de Cristo. Afirma, asimismo, que el libre albedrío es un don divino, esencial para la existencia humana y que el hombre está "sin excusas" en el uso que haga de ella. Debemos ejercitar esa libertad y en ella todos los otros bienes. humanos. En este camino ejercemos compromisos que sirven de elemento básico para nuestras relaciones dentro de la familia humana. Finalmente, el humanismo cristiano ofrece a toda la humanidad la oportunidad de vivir como hijos e hijas de Dios. En contraste con el humanismo existencialista, antes que individuos aislados, buscando su propio camino con dificultad, el humanismo bíblico rompe las fronteras humanas para hacer la invitación a todos, sin excepción. Como lo expresa la primitiva fórmula bautismal del apóstol Pablo a los Gálatas, "Porque no hay judío ni griego, esclavo o libre, varón o mujer, porque todos somos uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3:28). Solamente esto es verdadero y auténtico humanismo.
REFERENCIAS
Beauvoir, S. 0956). Para una moral de ta ambigüedad . Buenos Aires: Shapire.
Ferrater Mora, J. 0984). Diccionario de Filoso/fa. Buenos Aires: Sudamericana.
Jolivet, R. ( 1962). Las doclrlnas existencia/islas. Madrid: Gredos.
Quiles, l. (1951). Sarlreysu e;dsrencialismo. Buenos Aires: Espasa Calpe.
Sartre, J. P. 0938). la náusea. Buenos Aires: Losada.
Sartre, J. P. ( 1946). El existencialismo es un humanismo. New York: Spanos.
Sartre, J. P.< 1950). El ser y la nada. Buenos Aires: Losada.
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