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El humismo de Sartre versus el humanismo bíblico 1 Lyllan Welss de Schmidt INTRODUCCIÓN Una afirmación hecha por el filóso contempo- ráneo Jean Paul Sartre, en su libro El eξstenalmo es un humanmo, llamó mi atención y se constuyó en la base de estas reflexiones. Sostiene Sartre que única- mente el existencialismo como filosofía considera al hombre como es y por lo tanto es verdadero humanis- mo (Sartre, 1946, p. 43). Primeramente, intentaremos definir qué significa "Humanismo", pues existen diferentes interpretaciones del téno. En un sentido puede ser usado como en el Renacimiento de los siglos al I. La vida de los seres humanos es lo que corresponde al empo pre- sente, aquí y ahora, como se expresa en la frase "rego- cíjate en el día presente; todo lo demás es pasado". Así era entendido por los clásicos 6 iegos y romanos: ellos creían que el placer era el sendo de ese término. Otro significado de la palabra humanismo e usado en la época del Iluminismo, en el sio III. Para ellos era la exaltación de la razón del hombre. Con 1 Este ensayo, en su versión original. fue preparado durante un seminario trnado por el Instituto de Educación Cristiana. realizado en Union College, Lincoln, Nebraska, E.U.A. Con posterioridad a los informes de arbitraje, la autora modificó dicha versión original. Lylian Weiss de Schmidt es profesora de Filosofía y Pedagogía. Fue Asesora Pedagógica del Instituto Adventista del Plata y actualmente se desempeña profesora de Éti de la Universidad Advensta del Plata. ella podría hacer lo que deseara; todo el desarrollo de las ciencias, las artes y el lenguaje que se constituyeron en el fundamento de nuestra Cultura Occidental, e- ron los resultados de la inteligencia; el potencial para el progreso era visto como ilimitado. Sin embargo, el más actual sendo del térmo humanismo tiene que ver con el poder creativo del hombre. Éste se considera Señor de este mundo y la libertad es el centro del interés humanista, es la erza que impulsa a dominar la naturaleza con el propósito de análisis cienfico y apcación tecnológica. La liber- tad, en esta concepción humanista, es vista como un ideal. Es éste e l sendo que Sartre le da al término. Así "placer", "razón" y "libertad" son las carac- testicas que comprenden el concepto de humanismo. Los cristianos, creyentes en la Biblia, enen otro punto de vista en cuanto a lo que puede entenderse por humanismo. En esencia, el concepto bíblico presenta la rela- ción entre Dios y los seres humanos, Creador y criatu- ras, como se lo expresa en el pacto. Pero Dios es el oginador y Él ha dado su Palabra como la revelación de su voluntad. El eje ha cambiado completamente, así el hombre no es ya el soberano del mundo, el centro, sino Dios, que en su amor dio a los seres humanos libertad para escoger, razón para desarrollar una cultu- ra, el arte, la técnica y las ciencias, y placer en obede- cer, como respuesta al amor de Dios, a su misericordia y a la restauración en el hombre de la imagen de Dios. E N F O Q U E S

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Page 1: El humanismo de Sartre versus el humanismo bíblicodel término. En un sentido puede ser usado como en el Renacimiento de los siglos XN al XVI. La vida de los seres humanos es lo que

El humanismo de Sartre

versus el humanismo bíblico1

Lyllan Welss de Schmidt

INTRODUCCIÓN

Una afirmación hecha por el filósofo contempo­ráneo Jean Paul Sartre, en su libro El existencialismo es

un humanismo, llamó mi atención y se constituyó en la base de estas reflexiones. Sostiene Sartre que única­mente el existencialismo como filosofía considera al hombre como es y por lo tanto es verdadero humanis­mo (Sartre, 1946, p. 43).

Primeramente, intentaremos definir qué significa "Humanismo", pues existen diferentes interpretaciones del término. En un sentido puede ser usado como en el Renacimiento de los siglos XN al XVI. La vida de los seres humanos es lo que corresponde al tiempo pre­sente, aquí y ahora, como se expresa en la frase "rego­cíjate en el día presente; todo lo demás es pasado". Así era entendido por los clásicos 6rriegos y romanos: ellos creían que el placer era el sentido de ese término.

Otro significado de la palabra humanismo fue usado en la época del Iluminismo, en el siglo XVIII. Para ellos era la exaltación de la razón del hombre. Con

1 Este ensayo, en su versión original. fue preparado durante un seminario patroci·

nado por el Instituto de Educación Cristiana. realizado en Union College, Lincoln,

Nebraska, E.U.A. Con posterioridad a los informes de arbitraje, la autora modificó

dicha versión original.

Lylian Weiss de Schmidt es profesora de Filosofía y Pedagogía. Fue Asesora

Pedagógica del Instituto Adventista del Plata y actualmente se desempeña corno

profesora de Ética de la Universidad Adventista del Plata.

ella podría hacer lo que deseara; todo el desarrollo de las ciencias, las artes y el lenguaje que se constituyeron en el fundamento de nuestra Cultura Occidental, fue­ron los resultados de la inteligencia; el potencial para el progreso era visto como ilimitado.

Sin embargo, el más actual sentido del término humanismo tiene que ver con el poder creativo del hombre. Éste se considera Señor de este mundo y la libertad es el centro del interés humanista, es la fuerza que impulsa a dominar la naturaleza con el propósito de análisis científico y aplicación tecnológica. La liber­tad, en esta concepción humanista, es vista como un ideal. Es éste el sentido que Sartre le da al término.

Así "placer", "razón" y "libertad" son las carac­terísticas que comprenden el concepto de humanismo.

Los cristianos, creyentes en la Biblia, tienen otro punto de vista en cuanto a lo que puede entenderse por humanismo.

En esencia, el concepto bíblico presenta la rela­ción entre Dios y los seres humanos, Creador y criatu­ras, como se lo expresa en el pacto. Pero Dios es el originador y Él ha dado su Palabra como la revelación de su voluntad. El eje ha cambiado completamente, así el hombre no es ya el soberano del mundo, el centro, sino Dios, que en su amor dio a los seres humanos libertad para escoger, razón para desarrollar una cultu­ra, el arte, la técnica y las ciencias, y placer en obede­cer, como respuesta al amor de Dios, a su misericordia y a la restauración en el hombre de la imagen de Dios.

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Page 2: El humanismo de Sartre versus el humanismo bíblicodel término. En un sentido puede ser usado como en el Renacimiento de los siglos XN al XVI. La vida de los seres humanos es lo que

esta capacidad de reconectarse una y otra vez con la vida; ésta es una pista que vale la pena seguir.

En relación con la crítica que ha hecho la pos­modernidad acerca del agotamiento de los grandes dis­cursos, de las grandes teorías, diremos que, tal como reza uno de los tópicos de Lyotard: se han acabado los grandes relatos, las grandes concepciones teóricas. Creo que lo malo de un discurso filosófico no es el hecho de que sea grande, pues no me atrae un discurso por su tamaño. Tampoco pienso que sea una cuestión de ambición. La moda posmoderna, de alguna manera, proclamaba la sospecha en relación a los discursos de­masiado ambiciosos. No creo que sea éste el eje de la cuestión. Lo importante de un discurso pasa por la re­lación que éste propone con el mundo. Por eso afirmo que conviene subrayar una relación vital en el discurso filosófico y lo que hay en él de su conexión vital con el mundo. En ese sentido, el filósofo moderno, hoy (y en esto coincide con el filósofo sin más), puede tener una actitud que otros (no exageradamente críticos, sino ma­lamente críticos de la modernidad), no pueden tener.

CONTAGIAR LA PASIÓN POR LA VERDAD

Una de las cosas que tiene que hacer un profesor de filosofía es contagiar la pasión filosófica. Además tiene que transmitir, y dar indicaciones bibliográficas, por supuesto. Dudo de que se trate, en último térmi­no, de otra cosa, y, a mi parecer, contagiar la pasión filosófica no pasa por convencer a quienes no han co­nocido esa pasión de que en el texto podemos encon­trar tanta intensidad como en la experiencia, sino jus­tamente mostrar lo que el texto contiene de experiencia. Pero eso sólo será posible si uno está abierto al pasa­do, a la experiencia de los otros, de lo contrario, es im­posible. Hay que estar dispuesto a reconocer que los demás, aquellos que "fueron" antes que yo, incluso mucho antes que yo, vivieron cosas dignas de ser sa­bidas.

Para el filósofo, el mundo es el espacio, el esce­nario en el que se hace visible la teoría. El filósofo empieza a existir como tal en el preciso momento en que la realidad rompe a hablar, en el momento en que la experiencia despliega todos sus significados. Por ello,

el filósofo no posmoderno no tiene nada que temer, en absoluto, al filósofo posmoderno. Tiene confianza en sus posibilidades, porque confia en que la experien­cia se transmite a través del lenguaje y éste circula en la historia. Eso difícilmente ha de caducar, por más pe­simista y agnóstico que se pueda ser.

El criterio de bondad de la propia experiencia es que se deje decir. Lo importante es que el diálogo con­tinúe, que la palabra siga siendo, porque si ella si6JUe siendo, ahí sigue habiendo pensamiento. Y si esto es así, los posmodernos, en la medida en que querían ejer­cer como enterradores o forenses, figuras, por cierto, bastante lúgubres y sórdidas, están condenados al fra­caso. Eso será verdad si el filósofo es capaz de hacer aquello que puede convencer, contagiar la pasión filo­sófica. No es fácil, y en todo caso uno nunca termina de saber si lo ha conseguido.

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Podemos reconocer en las filosofías contempo­ráneas cuatro tipos de humanismo. El primero presen­te en el Racionalismo. El segundo en el Marxismo y el Cientificismo. El tercero en el Existencialismo y el cuarto en un humanismo bíblico. Los primeros tres exageran los valores humanos, sostienen la antítesis entre cultura y religión, Humanismo y Cristianismo. El cuarto, un humanismo bíblico que relaciona a la cultu­ra con la religión. Valora a los seres humanos como personas morales. Este concepto no elimina nada de lo propiamente humano, pero incluye la relación entre Dios y el hombre.

Es por esto que podemos asegurarnos que existe un humanismo bíblico y podría ser llamado Teocéntri­co. Dios está siempre presente en la relación con los hombres. Éstos pueden ser vistos como una unidad integral, con identidad personal. Placer, libertad y pro­greso no le son negados. Cada persona es única, dife­rente de otra, pero eligiendo y aceptando a Dios como su Creador, Sustentador y Redentor en una sola Fe.

RESEÑA HISTÓRICA

El tema del hombre fue objeto de escritos y poe­mas muy antiguos, mezclado en las cosmogonías orien­tales, como el Zend Avesta de los Persas o Los Vedas de la India. Fue el tema predilecto de griegos y roma­nos. De Sócrates, filósofo del siglo V a.C., se dice que su lema era "Conócete a ti mismo". Las escuelas mo­ralistas de los Estoicos, Epicúreos y Escépticos tam­bién quisieron encontrar la respuesta a la más inquie­tante de las preguntas: "¿qué es el hombre?".

En la época del Renacimiento hay un resurgir de los estudios literarios y filosóficos Greco-romanos; para diferenciarlos de los estudios teológicos comen­zaron a llamar humanistas a quienes se dedicaban a re­flotar el arte y la ciencia clásicos. Fue en estos siglos XN al XVI que los valores vitales, estéticos y todo lo referido a las actividades humanas, eran considerados superiores y más actuales que los teóricos y religiosos.

Sin embargo, fue Renato Descartes quien dio al humanismo una forma filosófica y quien usó el térmi­no "humanismo" en el sentido actual. La primera ver­dad que daba como clara y evidente era "pienso, luego

existo" y, a partir de esa certeza, deduce que si piensa y duda es un ser imperfecto, sin embargo debe existir un ser perfecto para tener conocimiento de esta ver­dad; así llega a reconocer la existencia de Dios y de allí deduce la existencia de los seres vivos y del mundo. En esta secuencia lógica el punto de partida es el hom­bre, por eso hay quienes afirman que Descartes puede ser considerado el primer humanista.

Los iluministas del siglo XVIII, Voltaire, Rous­seau, Diderot, y más tarde Hume y Kant, entre otros, siguieron el pensamiento de Descartes en considerar al hombre como el primer escalón del conocimiento.

La segunda mitad del siglo XIX trajo un cambio significativo, el humanismo se convierte en un mate­rialismo cientificista. En la propuesta de estas ideas aparece en primer lugar Karl Marx; los seres humanos se encuentran envueltos en la lucha entre capital y tra­bajo, que se constituye en una explicación histórica. Luego Charles Darwin introdujo la teoría evolucionista. Al finalizar el siglo, Nietzsche se preocupa por señalar al superhombre, que en el curso de la historia, como el ave Fénix de la antigua mitología griega, siempre rena­ce de las cenizas, impulsado hacia las alturas por el de­seo de poder.

Podemos resumir, afirmando que en nuestro si­glo, un humanismo que desde el renacimiento se ha apartado de las consideraciones teológicas tradiciona­les, permea el horizonte cultural de la sociedad occi­dental. De hecho, aún algunos teólogos actuales han adoptado sus premisas básicas.

En la práctica, Dios es ignorado o es considera­do como una hipótesis innecesaria o declarado abier­tamente que no existe o ha muerto. Los seres huma­nos son los arquitectos de su propio destino.

EXISTENCIALISMO: CARACTERES

Resulta difícil definir al Existencialismo, pues ha adoptado características diferentes de acuerdo con los filósofos que lo exponen. El rasgo más relevante es que cada individuo recibió la existencia y debe desarrollar por sí mismo su propia esencia. Esto significa que el objeto estudiado es mayormente nuestra subjetividad.

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Por esto, no hay ninguna duda de que el punto de partida es el hom­bre, como ser en si, es decir, exis­tente.

... el más actual sentido manismo (1946). Este último es un re­sumen de conferencias presentadas por Sartre. Sin embargo su influen­cia es enorme. El no sólo escribió, sino también vivió el existencialis­mo; así se convirtió en la encarna-

Es interesante notar el marco histórico en que esta filosofía se de­sarrolló, las dos guerras mundiales,

del término humanismo

tiene que ver con el poder

creativo del hombre.

en especial la situación de Europa de la posguerra. Al terminar la segunda guerra mundial, el sentimiento de frustración, desesperación, de haber perdido todo, el horror y la grari cantidad de refugia­dos hizo que los hombres adoptaran actitudes escép-ricas.

Los hombres se encuentran solos y desde esa so­ledad comienzan a labrar la vida con la esperanza de formar un mundo mejor o de quedar reducidos a la desesperación. Así Francia, Alemania, Italia y España se convirtieron en suelo fértil para el existencialismo.

Tomando la noción de la existencia de Dios como criterio de clasificación, podemos distinguir tres escuelas existencialistas: En primer lugar, aquellos que rechazan la existencia de Dios: Jean Paul Sartre, Albert Camus, Simone de Beauvoir. Luego, aquellos que afir­man la existencia de Dios, pero la consideran una hi­pótesis necesaria para explicar ciertos hechos. La fe es necesaria especialmente en situaciones límites: el filó­sofo católico Gabriel Marce! y el filósofo protestante Karl Jaspers. Finalmente están aquellos que evaden el

tema de Dios: Martín Heidegger.

La figura más conocida es Jean Paul Sartre, quien declara que el existencialismo es un humariismo, pre­tendiendo mostrar al hombre como realmente es, en su accionar. Sin embargo, al decir de Vicente Fatone, analizando su filosofía podría ser mejor llamada una antropología, porque quiere describir al hombre en la realidad del mundo en que le toca actuar.

Jean Paul Sartre

Puede decirse que la razón por la que Sartre es el más conocido de los existencialistas es porque la ma­yor parte de su producción ha sido escrita en forma de novelas y obras de teatro. Dos de sus obras filosóficas son El ser y la nada (1950) y El existencialismo es un hu-

ción de un �Modus vivendi, o sea una manera de vivir para toda una gene­ración, especialmente gente joven en

todo el mundo. Muchos de ellos jamás leyeron una obra de él.

Jean Paul Sartre nació en París, en 1905. Sus es­tudios superiores fueron hechos en L'École Normal de París. Más tarde enseñó filosofía en liceos de Le Ha­vre y en París.

Durante la Segunda Guerra Mundial se unió al ejército francés. Fue capturado por los alemaries, pero puesto en libertad en 1941. Cuando retornó a París vol­vió a la enseñanza, pero también participó en el movi­miento de la Resistencia. Continuó escribiendo nove­las y ensayos. Su lugar favorito era una mesa en uno de los clásicos cafés de París. En 1960 intentó combi­nar el existencialismo con el marxismo en un libro ti­tulado Crítica de la razón dialéctica, obra que no tuvo éxi­to. En 1946 Sartre declinó el Premio Novel de Literatura, hecho que tuvo gran repercusión. Falleció en 1980.

¿QUÉ ES EL HOMBRE?

En su primera novela, La náusea, Sartre pregunta: ¿qué es el hombre? (Sartre, 1938, p. 171). Su respuesta es que los seres humanos reciben su existencia al azar, si no es en contra de su voluntad tampoco con su con­sentimiento. Han sido arrojados al mundo, sin haberlo escogido, pero se encuentran existiendo. Ahora deben realizar su existencia, creando objetos culturales y afü­marido con sus actos su propio ser. Su destino está en sus manos. El protagonista principal de La náusea ex­clama: "Todo existente nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere regresando a la nada" (p. 174). En otras palabras, el hombre viene de la nada y su vida es un caminar hacia la muerte, que es la nada. ¿Sorpren­de, entonces, que el protagonista exclame refiriéndose a su vida o existencia: "¡Qué asco!"?

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Para muchos hoy en día, sobre todo jóvenes, esta

forma de sentir la vida se ha hecho una manera de vi­

vir, desconociendo la filosofía que le ha dado origen y

se ha convertido en un "absurdo". Sólo se limitan a

pasarlo bien y a vivir el momento presente. El futuro

básicamente no tiene sentido.

Libertad

Otra de las proposiciones de Sartre es aquella re­

lativa a la libertad. Escoger entre varias posibilidades

es algo que posee todo ser humano. Cada persona es

dueña de sus decisiones y acciones y es la única res­

ponsable por ello, por lo tanto, no le incumbe a rún­

gún otro. Cada uno crea su propia esencia, su vida, to­

mando control de las circunstancias.

Sartre expresa esta idea en una frase: "El hom­

bre está condenado a ser libre" (1950, p. 515). Obvia­

mente, ésta es una paradoja. El que está condenado no

es libre y aquél que es libre no está condenado.

La intención de Sartre, sin embargo, es clara. Bus­

ca dramatizar el hecho de que el hombre se encuentra

inhabilitado de escapar, de que debe hacer elecciones.

Cada uno debe decidir según su mejor juicio. No exis­

ten normas o reglas preestablecidas que facilitan la ta­

rea de elegir. La sociedad no posee autoridad suficien­

te para imponer o guiar la moral y la vida social de los

individuos. Están "sin excusa"; cada uno elige y es res­

ponsable.

Más tarde en su carrera, Sartre introdujo la no­

ción de "compromiso", como un factor en las relacio­

nes humanas, ya sean éstas familiares, sociales o labo­

rales. Las personas entran en un converúo que dura

cierto tiempo mientras se cumplen las exigencias, son

libres para romper ese compromiso cuando conside­

ran que las estipulaciones contenidas no se están cum­

pliendo.

Para muchos, hoy en día, el casamiento no es más

que un "compromiso" que puede deshacerse con faci­

lidad. Los seres humanos, cuya esencia es la libertad,

consideran difícil trabajar por un ideal que los trascien­

da y fácilmente llegan a considerar la vida como ab­

surda.

· En una de sus últimas obras, Las manos sucias, unode sus héroes dice que él no sabe para qué existe, no quiere vivir. Siente que es innecesario. Está solo. Ex­presa que nadie lo quiere y nadie confía en él (Quiles, 19 51, p. 66). Esta es la expresión de alguien angustia­do, alienado de su propia existencia. En un análisis de las obras de Sartre se descubre frecuentemente ese fa­talismo pesimista, que es visto como perfectamente normal.

Conciencia y pecado

Una de las características de la existencia huma­na es que él sabe que existe, que es diferente de otro ser existente y que es consciente de ésta su existencia,

de los otros y del mundo que lo rodea. Para Sartre ese conocimiento reviste un sigrúficado especial. Siendo li­bres, el tomar conciencia de ello produce angustia, por esto la conciencia moral es vista como una cuña entre nuestros sentimientos y acciones, lo que debemos ha­cer y lo que hacemos y produce la enfermedad del ser, ansiedad y angustia que llevan a la desesperación. Con este concepto de la conciencia no es difícil deducir lo que significa "pecado" para Sartre. La noción es sólo una palabra, carente de sigrúficado real. Por lo tanto el pecado no existe.

Evaluación

No hay duda acerca de que la filosofía de Sartre ha tenido una influencia notable en nuestra Cultura Occidental, especialmente dentro de las generaciones jóvenes. Para muchos ser "auténtico" sigrúfica vivir li­bremente, sin restricciones rú valores trascendentes.

Ellos ejemplifican el dictado del pensador Fedor Dostoievsky: "Si Dios no existe, cualquier acción está

permitida" (Beauvoir, 1956, p. 17). Los seres humanos se han convertido en los legisladores y jueces de su pro­pia conducta, de la cual a nadie deben dar cuenta. Una de las discípulas de Sartre, Simone de Beauvoir, su pre­dilecta, dice en su libro Una moral de la ambigüedad, que si el fin es bueno, los medios también lo serán (Beau­voir, p. 143). Esta clase de razonamiento ha justifica­do muchas de las atrocidades de nuestro siglo y la violencia usada en el nombre de una supuesta buena causa.

Podemos ciertamente concluir c¡ue si el existen­cialismo Sartreano está en lo correcto, entonces elegir

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significa decidir entre lo absurdo y lo

razonable, el pesimismo y el optimis­

mo, la desesperación y la esperanza,

el ateísmo y Dios.

La segunda mitad del siglo

XIX trajo un cambio

significativo, el

Dotado de libertad, el hombre

eligió el servicio a sí mismo, desobe­

deciendo las restricciones que Dios

les había dado, logrando una inde­

pendencia del dador de la vida. Este

es el comienzo de un humanismo

centrado en el hombre que persiste

hasta hoy.

HUMANISMO BÍBLICO humanismo se convierte

No es necesario que aceptemos

las premisas propuestas por Sartre.

Si, como Sartre asevera, la libertad

en un materialismo

cientificista.

permite que realicemos nuestra esen-

cia, sin que traigamos nada como

existentes, podemos pensar en las alternativas que el

Cristianismo basado en la Biblia nos ofrece. La pre­

gunta de David "¿Qué es el hombre?" (Salmos 8:4),

encuentra la respuesta en el mismo Salmo, "Hicístelo

un poco menor que los ángeles, coronástelo de gloria

y de honor" (8:5).

El creyente bíblico no se vuelve a los clásicos

para apoyar su comprensión de lo que es el hombre,

cuáles son sus propósitos, qué valores guiarán su con­

ducta o cuál es su destino final.

El postulado básico de la filosofía bíblica es que

Dios se ha revelado dándonos su palabra. En este mar­

co, los seres humanos ocupan un lugar especial, fue­

ron hechos a la imagen de Dios y a su semejanza (Gé­

nesis 1 :27). No es el producto de fuerzas irracionales,

ni de la casualidad, arrojado al mundo en contra de su

voluntad. La Biblia presenta no solamente el origen del

hombre sino también el propósito de su creación. A

los seres humanos se les dio una comisión: "llenar la

tierra y dominarla" (Génesis 1 :28), o como el Salmo lo

expresa: "Le diste dominio sobre las obras de tus ma­

nos, todo lo pusiste debajo de sus pies" (8:6).

Como cristianos entendemos que ocupamos una

posición única en la creación y tenemos la responsabi­

lidad de estudiar e investigar todo y desarrollar nues­

tras capacidades al máximo. Por eso también se le dio

la posibilidad de crear las ciencias, las artes y la téc­

nica.

Sin embargo, los cristianos entienden que su ho­

rizonte no se reduce al mundo que lo rodea. Recono­

cen que comparten el privilegio de relacionarse con

aquél Ser trascendente que los creó.

El pecado se hizo presente en

seguida; los seres humanos mantie­

nen aún algo de esa imagen divina en el uso de las ca­

pacidades que Dios le dio. Como escribiera Salomón

"El ha puesto eternidad en la mente del hombre" (Ecle­

siastés 3:11). Todo lo bueno que hay en el hombre y

que él ha podido realizar se atribuye a que "la luz ver­

dadera que alumbra a todo hombre, vino a este mun­

do" Quan 1:9). En esto se observa que la comisión que

se le dio al hombre es la de ser mayordomo de todo lo

creado.

El humanismo bíblico ve al hombre como úni­

co, individual, pero no en una espléndida soledad. Sino

como miembro de comunidades familiares y sociales

que se extienden hasta incluir a todos los hombres. Es

por esto que muchas de las reformas sociales, como el

reconocimiento del valor del trabajo, la abolición de la

esclavitud, la situación de la mujer y otras, han sido

introducidas por el cristianismo que encuentra sus raí­

ces en el pueblo Hebreo.

Es por ello que el humanismo bíblico puede dar­

nos los verdaderos principios del porqué de la existen­

cia humana. Incluye la creación del hombre a la ima­

gen de Dios, con un sentido claro del propósito de la

vida, cuáles son sus posibilidades y responsabilidades,

cuál será su restauración o destino después de la

muerte.

El humanismo bíblico da una respuesta comple­

ta a la pregunta: ¿Qué es el hombre? Cada uno es ob­

jeto esp�cial del cuidado de Dios, creado a su seme­

janza, caído en el pecado, pero justificado y restaurado

así que podemos decir con el apóstol San Pablo, Dios

"es la fuente de tu vida en Cristo Jesús" (1 ª Corintios

1:30).

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La generación contemporánea ofrece una falsa alternativa a este concepto. Se debaten en la antítesis religión-creaciones humanas. Para muchos el concep­to acerca de Dios es el deísta del siglo XVIII; aquí está

el hombre, y todo lo que ha creado junto con la natu­raleza; en algún lubrar se encuentra Dios, sin percatarse

de lo que sucede a los seres humanos. Es como un

relojero que ha puesto en marcha el mecanismo des­pués de haberlo diseñado y ahora anda con su propia cuerda. Dios no se preocupa más de su creación. Otros, como Sartre, afirman la no existencia de Dios y urgen

a los seres humanos a asumir la responsabilidad de la creación de la cultura y de la tecnología.

No es necesario que aceptemos las alternativas

mencionadas. Como cristianos aceptamos los concep­tos bíblicos sobre la existencia humana y buscamos desarrollar al máximo aptitudes para descubrir final­

mente un humanismo que tiene como centro a Dios y se ajusta a los propósitos por los que el hombre fue

creado.

Ejemplos bíblicos

Job: en el antiguo libro de Job se describe la si­tuación de angustia, depresión y temor a la muerte,

frente al sufrimiento y al dolor, a la actitud de sus ami­gos y aún de su propia esposa. Es el hombre que se

encuentra en una situación límite, queriendo conocer la razón de lo que le está ocurriendo. El protagonista pregunta en su angustia: "¿por qué?". Job es el proto­tipo de muchos contemporáneos en situaciones seme­jantes. Las expresiones de Job se registran con clari­

dad: "No tiene el hombre un servicio duro en la tierra" (7:1). "Así poseo yo meses de vanidad y noches de mi­seria fueron mi porción" (7:3). "Mis días ... vinieron a

su fin y fenecieron sin esperanza" (7:6). Esta es la con­dición de un hombre abrumado por los sufrimientos y

en una condición desesperada. Cuando, finalmente, es­cucha la voz de Dios desde el torbellino, admite, "Y o sé que todo lo puedes ... Ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco y me arrepiento en saco y cenizas"

(42:2, 5, 6).

David: este personaje es otro ejemplo de cómo se sienten los seres humanos cuando, en una situación

pecadora, sin esperanza y en una angustia existencial,

describen sus actitudes, y cómo, cuando reconocen a Dios, la esperanza cambia la situación. David describe en versos dramáticos sus sentimientos más íntimos. Otra vez algunas expresiones ilustrativas: "Mientras callé, envejecieron mis huesos, en mi gemir todo el día" (Salmos 32:3). "Escucha con silencio, calleme aun de lo bueno. Exitóse mi dolor, enardecióse mi corazón dentro de mí .... Hazme saber, mi fin y cuánta sea la medida de mis días" (Salmos 39:2-4). Cuando él reco­

noció su pecado, e hizo los arreglos, ¡qué diferencia! Podemos leer en el mismo Salmos 32:1: "Alegraos en Jehová y gozáos justos; cantad todos vosotros los rec­tos de corazón".

Salomón: la gran paradoja del hombre se en­

cuentra magistralmente descripta en el libro de Ecle­siastés. En los primeros capítulos se descubre la nega­ción y la vanidad de las obras del hombre. Esa negación

no es la nada en el sentido trágico de la existencia, sino el hombre que toma su yo como centro y descubre el vacío interior que produce esa actitud. Parece un grito característico del moderno existencialismo. ''Volvió pues la desesperanza a mi corazón, acerca de todo el trabajo con que me afané ... " (Eclesiastés 2:20). Al fi­

nal del libro Salomón reconoce que la vanidad es el resultado del querer con el esfuerzo humano, manejar el universo. Hasta que su actitud cambia y reconoce

que el "temer a Dios y guardar sus mandamientos, es el todo del hombre" (12:13). La mayor tragedia con­siste en que los seres humanos intentan vivir en la crea­

ción de Dios, pero no tomándolo en cuenta. "Pensan­do bien las cosas ... he aquí que solo he hallado esto:

que Dios hizo al hombre recto, mas ellos buscaron muchas razones" (7:29). Es por esto que Salomón aconseja "Acuérdate de tu Creador" (12: 1).

Pablo: en Romanos siete describe la experiencia

de muchos hombres que viven en este mundo de pe­cado, por eso pueden identificarse. Pablo refleja las ten­siones creadas cuando como cristianos queremos vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, pero con nues­tros cuerpos, como seres humanos en la sociedad, nos

encontramos haciendo las cosas que no deseamos ha­cer. Exclama "con el grito del corazón", "miserable hombre de mí" (7:24). Esta es la única respuesta efec­tiva a nuestra condición humana. Pero cuán diferente

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es la expresión al final de ese capítulo: "Gracias doy a Dios, por Cristo nuestro Señor" (7:25). La angustia existencial que se manifiesta en la lucha entre el querer y el hacer sin Dios, encuentra su respuesta efectiva. Pablo también lo dice muy bien en 2ª Corintios 4:8, 9: "Afligidos pero no desesperados, tenemos preocupa­ciones, pero no estamos sin salida. Nos persiguen, pero no estamos abandonados; nos derriban, pero no nos destruyen".

Esta es la clásica respuesta del creyente que se apoya en las promesas bíblicas, enfrentando los pro­blemas que presenta la existencia humana. La Biblia relata las biografías de hombres que pasaron por las experiencias del temor, la angustia, la desesperación, la soledad, pero miraron por encima de esas situaciones para aferrarse de la mano de Dios, dador de la miseri­cordia y del amor.

REFLEXIONES FINALES

El humanismo existencialista conduce al pesimis­mo y al fatalismo. Ofrece un concepto de la vida que es un camino sin esperanza, un callejón sin salida, o como Sartre expresa: "la vida es un caminar a la muer­te. Nada antes, la nada después". Este humanismo tie­ne en sí mismo las semillas de su propia destrucción, aun cuando afirma, con fuerza, la libertad del hombre.

De hecho, los seres humanos son movidos por fuerzas internas y externas, el instinto de superviven­cia, la fuerza del sexo, la ansiedad, los temores, facto­res económicos y sociales, o a veces presiones cultura­les, ambiciones de poder.

La libertad absoluta es imposible. En términos de moralidad, como sus propios jueces, los seres hu­manos han demostrado no ser imparciales; sus argu­mentos y justicia están motivados por el egoísmo. Puesto que los seres humanos han sido creados para vivir en sociedad, en interdependencia, la exaltación del existencialismo individualista, finalmente, conduce a la deshumanización de la condición humana.

En contraste, el humanismo bíblico reconoce que los seres humanos fueron creados por Dios a su ima­gen y, aunque viviendo sujetos a una naturaleza peca-

minosa, están destinados a la glorificación. Ofrece una concepción optimista de la vida, llena de esperanza. Reconocemos que el hombre posee libertad de elec­ción, pero los seres humanos son instados a desarro­llar sus capacidades y a edificar un carácter. Somos in­vitados a ser participantes con Aquél que es la fuente de la vida. En esta tarea no estamos solos. No somos témpanos en el océano de la existencia, dejados a la deriva y cuyo fin es la nada. Esta idea está magnífica­mente ilustrado en una de las fotografías más famosas de J ean Paul Sartre, donde se lo ve parado sobre un témpano, solo en medio del Océano Ártico.

La Biblia proclama la restauración y redención del hombre mediante el sacrificio y la intercesión de Cris­to. Afirma, asimismo, que el libre albedrío es un don divino, esencial para la existencia humana y que el hombre está "sin excusas" en el uso que haga de ella. Debemos ejercitar esa libertad y en ella todos los otros bienes. humanos. En este camino ejercemos compro­misos que sirven de elemento básico para nuestras re­laciones dentro de la familia humana. Finalmente, el humanismo cristiano ofrece a toda la humanidad la oportunidad de vivir como hijos e hijas de Dios. En contraste con el humanismo existencialista, antes que individuos aislados, buscando su propio camino con dificultad, el humanismo bíblico rompe las fronteras humanas para hacer la invitación a todos, sin excep­ción. Como lo expresa la primitiva fórmula bautismal del apóstol Pablo a los Gálatas, "Porque no hay judío ni griego, esclavo o libre, varón o mujer, porque todos somos uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3:28). Solamente esto es verdadero y auténtico humanismo.

REFERENCIAS

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Ferrater Mora, J. 0984). Diccionario de Filoso/fa. Buenos Aires: Sudamericana.

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Quiles, l. (1951). Sarlreysu e;dsrencialismo. Buenos Aires: Espasa Calpe.

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Sartre, J. P.< 1950). El ser y la nada. Buenos Aires: Losada.

E N F O Q U E S