el hombre que confundió a su mujer con un sombrero

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Comentario de texto Oliver Wolf Sacks (Londres, 1933), neurólogo inglés, profesor de neurología clínica en el Albert Einstein College de Nueva York. Ha escrito importantes libros sobre sus pacientes, entre ellos; Despertares, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Un antropólogo en Marte, Migraña, Con una sola pierna, La isla de los ciegos al color, Veo una voz. Seguidor de la tradición, propia del Siglo XX. de las «anécdotas clínicas» (historias de casos clínicos contadas a través de un estilo literario informativo) .Es uno de los principales divulgadores del pensamiento científico de nuestro siglo. El texto trata un caso grave de agnosia visual profundo junto con anosagnosia, en otras palabras, que nuestro protagonista no identificaba su propia cara (no se reconoce), ve caras donde no las había, mantiene fijaciones súbitas y extrañas, capta elementos individuales, pero no como totalidad, falla en la relación normal de la mirada y la expresión; en descripción de imágenes, confabula rasgo inexistente y no establece relación con la imagen como un todo. No se encuentra rasgos de demencia, y lo que es más asombroso, que él no es consciente de lo que le ocurre. Con respecto a la forma del texto, nuestro autor da su opinión respecto al caso a la misma vez que va narrando la historia, por lo tanto se podría decir que es una estructura paralela, pero no en toda su totalidad, ya que cuando empieza la “Postdata” analiza el caso comparándolo con otro similar remitiéndonos a él, y sacando sus propias conclusiones. Con todo esto puedo decir que no sigue ningún esquema estipulado y escribe de manera personal y original. Comentario crítico Como ocurre con muchos trastornos o enfermedades mentales, al doctor P. le diagnostican agnosia visual por casualidad, gracias a una visita al oftalmólogo por la diabetes que

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Page 1: el hombre que confundió a su mujer con un sombrero

Comentario de texto

Oliver Wolf Sacks (Londres, 1933), neurólogo inglés, profesor de neurología clínica en el Albert Einstein College de Nueva York. Ha escrito importantes libros sobre sus pacientes, entre ellos; Despertares, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Un antropólogo en Marte, Migraña, Con una sola pierna, La isla de los ciegos al color, Veo una voz. Seguidor de la tradición, propia del Siglo XX. de las «anécdotas clínicas» (historias de casos clínicos contadas a través de un estilo literario informativo) .Es uno de los principales divulgadores del pensamiento científico de nuestro siglo.

El texto trata un caso grave de agnosia visual profundo junto con anosagnosia, en otras palabras, que nuestro protagonista no identificaba su propia cara (no se reconoce), ve caras donde no las había, mantiene fijaciones súbitas y extrañas, capta elementos individuales, pero no como totalidad, falla en la relación normal de la mirada y la expresión; en descripción de imágenes, confabula rasgo inexistente y no establece relación con la imagen como un todo. No se encuentra rasgos de demencia, y lo que es más asombroso, que él no es consciente de lo que le ocurre.

Con respecto a la forma del texto, nuestro autor da su opinión respecto al caso a la misma vez que va narrando la historia, por lo tanto se podría decir que es una estructura paralela, pero no en toda su totalidad, ya que cuando empieza la “Postdata” analiza el caso comparándolo con otro similar remitiéndonos a él, y sacando sus propias conclusiones. Con todo esto puedo decir que no sigue ningún esquema estipulado y escribe de manera personal y original.

Comentario crítico

Como ocurre con muchos trastornos o enfermedades mentales, al doctor P. le diagnostican agnosia visual por casualidad, gracias a una visita al oftalmólogo por la diabetes que padece. Es en esa visita donde el especialista lo remite al neurólogo, ya que observa en el doctor algo extraño en su forma de mirar y sospecha de un daño en las zonas visuales del cerebro.

Nuestro peculiar protagonista acude con su mujer a la consulta del neurólogo Oliver Sacks, el cual, después de varias observaciones, preguntas y pruebas tan simples como describir paisajes y objetos tan cotidianos como un guante, le diagnostica agnosia visual.

Hasta que no tuve en mi mano el libro “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero” no había oído nunca hablar de ningún caso de ningún tipo de agnosia. Me sorprendió muchísimo el caso y despertó en mí un gran interés (me entusiasma la mente humana). Empecé a indagar sobre el tema y pude concretar que lo que padece el doctor P. es una agnosia visual aperceptiva, o

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sea, que hay un déficit de percepción, concretamente prosopagnosia, ya que no es capaz de reconocer las caras de las personas, las reconoce por la voz, y en imágenes o fotos, si lo consigue es porque tienen algún rasgo que los hace únicos, la mandíbula prominente…, o sea, que se fija en rasgos concretos. Esto nos recuerda, si lo relacionamos con la asignatura, con las personas dependientes de campo; que son aquellas que tienen dificultades en quedarse con lo central, se fijan sólo en pequeñeces, en los detalles.

El Dr. P., para compensar la pérdida había desarrollado lo que mejor se le daba, que era la música. Su vida se había convertido en una melodía constante, era una manera de restaurar su mente. Es una reacción de la propia enfermedad. La enfermedad nunca viene sola, siempre va acompañada de una reacción, ésta puede ser consciente o inconsciente y en nuestro caso, es claramente inconsciente, en el texto, el Dr. P. apunta que nunca se había sentido tan feliz. Esto nos indica claramente que es un caso, además, de “anosagnosia”(Badinski), que significa que no es consciente de su enfermedad.

Además de todo esto, el Dr. P. tenía una predisposición exagerada a ver las cosas cómo él quería verlas, confabulaba rasgos inexistentes donde no los había. Esto lo podemos asociar al tema de la memoria, concretamente con el fenómeno de “llenar huecos”.

Es interesante señalar, aunque el autor no lo exponga claramente, que el protagonista de nuestra historia no es dependiente, sino que necesita de otra persona, en este caso de su mujer para poder vivir, ya que le ponía todo a su alcance, incluso algo tan simple como vestirse era un reto para el Dr. P.

Además el paciente es afortunado al tener esa inteligencia musical tan desarrollada, lo que le hace mucho más fácil la vida, tanto es así, que si no sigue una melodía en su cabeza no es capaz de hacer algo. Podríamos decir, que gracias a esta “reserva cognitiva musical”, la agnosia visual no es un problema tan grave.

Como bien dice el texto, hasta que no se publicó el libro no se habían recogido apenas casos similares, ya sea por los pocos casos que había o por, cómo le pasa a nuestro protagonista, el afectado no es consciente de lo que le pasa y por tanto no dice nada. En la época del texto, como ya he dicho, disponíamos de escasa información sobre el tema, y por lo tanto no había test ni pruebas específicas que nos pudiesen verificar si se padecía la enfermedad, y menos aún tratamiento.

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En lo referente a las pruebas se ha avanzado mucho, una de ellas es el emparejamiento de funciones. Con respecto al tratamiento, la agnosia no tiene tratamiento, aunque se puede mejorar cognitivamente. El neurólogo Oliver Sacks no iba tan mal encaminado cuando le prescribió a nuestro paciente una vida llena de música. El mejor tratamiento es apoyarse en los puntos más fuertes, para, de ésta manera, desarrollarlos y compensar lo que falta.

Ester Cerezo Roselló 1ºC Enfermería.