el hijo de mi mama

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  • 7/31/2019 El hijo de mi mama

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    Danilo Vsquez | Edicin 2006

    EL HIJO DE MI MAMA

    Soy maestro, por estrella, casualidad, necesidad o porque no haba otra opcin ms

    cercana. La verdad es que no lo s. Nunca lo he sabido y nunca supe qu,

    verdaderamente quera ser. Mis juegos de pequeo eran de guerra. En aquellos

    entonces, o se era vaquero, o soldado yanqui: el jinete de la pradera o el sargento Vic

    Morrow, uno de los dos tipos de esa poca. Y en todo caso, lo que ms, realmente me

    gustaba, era vagar, vagar libremente sin que nadie me dijera nada, sin restricciones de

    nada; pero no se poda. Antes, los viejitos eran austeros. Quizs por eso siempre quise

    ser viejo y barbudo, porque significaba (para m) libertad. Crea que los viejos eran

    libres por ser viejos. Y que tener barba era ser viejo.

    La escuela nunca me gust, nunca me gustaron los maestros; pues todo lo saban y

    slo ellos hablaban; nadie poda hablar ms que ellos y si uno lo haca,

    inmediatamente era sancionado y apaleado como recluta de cuartel militar. La cosa

    era jodida. En la casa, haba por fuerza que asistir a la iglesia, cosa que tampoco me

    gustaba. Todo en la iglesia era amenaza, si hacs lo uno te castiga Dios; si hacs lo otro

    te lleva el Diablo. Y de ribete le encaramaban en la mente lo de la Ciguanaba, o lo de la

    carreta bruja y lo del cadejo y otras tantas bayuncadas que lo hacan a uno arroparse

    de pies a cabeza en las noches. Y bueno, la situacin se tornaba peor, cuando uno de

    los criadores se cambiaba de religin; tal fue mi caso. Mi abuela, que fue mi madre, era

    cristiana catlica. Me gustaba salir con la viejita aferrado de su arrugadita mano; ella

    con su candela y yo con la ma, detrs de la Virgen de la Paz, en medio de aquella

    multitud, porque eran multitudes de gentes las que bamos a las procesiones de La

    Virgen de La Paz.. Despus, en el siguiente ao de mi vacacin, mi querida viejita se

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    acompaado de insultos y toda suerte de amenazas. Vaya clases de idioma nacional,

    no digamos las de matemticas y las de estudios naturales, que en sta ltima haba

    que andar capturando a los pobres sapos para rajarlos y verles sin arrugar la cara,

    todas las tripas que lo conformaban. Vaya clases de estudios naturales. El asunto fue,

    que poco a poco me fui retirando de la escuela y, de sustituto obtuve el carn que me

    acreditaba como miembro del crculo estudiantil de la ciudad, al que yo poda asistir

    cuntas veces lo deseara. Y lo hice, despus de un mes de agosto que me rebals la

    paciencia el mencionado profesor de idioma nacional. El susodicho quiso apalearme

    como lo haca con frecuencia con los compaeros y no se lo permit, agarr mis

    cuadernos y me sal, no slo del saln de clases; si no de la escuela y me fui para el

    crculo estudiantil. Desde entonces no fallaba en la piscina, todos los das,

    ceremonialmente, me nadaba doscientos metros. A las once de la maana en punto,

    me sala a alistarme, para estar debidamente seco y sin huellas de mi pecado; porque

    era un pecado mortal el que estaba cometiendo para la iglesia, Dios, no me lo

    perdonaba; yo no era del mundo, y esas cosas eran del mundo y, como cristiano, no

    poda hacerlas. Y Dios ya lo saba, eso era lo ms triste, que Dios ya lo saba, y cmo me

    le esconda al gran Dios. Por supuesto, que menta a la preciosa viejita y stas mentiras

    eran las crticas, me dola el alma mentirle; pero no haba para dnde hacerse, ni se lo

    poda decir a nadie, exista el peligro que me delataran y no lo deseaba. El tal Dios por

    ltimo tena que aguantarse; hasta dnde iba a ser tolerante. No lo saba, ni quera

    saberlo.

    Llegaba cabal, a las doce en punto. Saludos y a guardar los cuadernos y a comer, para

    luego irse al taller, al taller de sastrera, porque antes no haba chance para no hacer

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    nada de lo que todo nio tiene derecho a hacer. Ah, ah! Al taller de sastrera mi

    amigo, oficio que nunca me gust, eso de estar sentado pasando una maldita aguja

    sin ton ni son, ah, ah! Neles mano, qu le bamos a hacer, orden era orden y haba

    que cumplir. Hacer ruedos, planchar, barrer, jalarle el agua a la familia del maistro, era

    parte de las funciones asignadas en la sastrera. Aunque todo tiene su exacto fin, dej

    de ir a la dicha sastrera. Y como sustituto, es decir, para rellenar el espacio de la tarde,

    visitaba los tres cines de la ciudad y tuve entonces que recurrir al robo de pesetillas.

    Me las ingeni para sacarle llave al chanchito que le haba obsequiado La

    Centroamericana, una compaa, creo de seguros, que regalaba a sus clientes,

    alcancas en forma de chanchito (cerdito, pues) a modo que ahorraran el pago mensual

    que ellos puntualmente llegaban a cobrar. El caso era que el chanchito tena llave

    debajo de la panza, y como la necesidad apremia, con la puntita de una tijera abra sin

    daarle su seguridad, lo nico en que sala perjudicado el mentado, era en su gordura;

    pues costaba que se engordara, a pesar de buenas cantidades de pesetas que la abuela

    le depositaba da a da. Este chanchito no se engorda, deca la viejita preciosa, y me

    miraba y me deca, y slo los dos estamos, papa. Yo, me haca el baboso.

    Una vez recuerdo, estando en el cine, que la pelcula se trataba de una novicia rebelde,

    que se enamora del patrn de la casa, un viudo con cuatro hijos, que ella los cuidaba,

    el asunto o trama se puso bueno cuando el capitn o coronel se enamora tambin de

    la novicia..., la noche con su manto oscuro fue lo que me encontr cuando sal del cine

    y, patas para que te quiero, sal como chucho apaleado, corriendo acelerado, a mil por

    patas, y cuando llego al mercado la viejita preciosa estaba en la tarea de guardar todo:

    Platos, cacerolas, cucharas, en fin, lo que se necesita en un comedor. En la noche, era

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    las bancas del mercado, apresurado, porque haba que llegar luego y alistarse a recibir,

    no el pan del saber, sino los vejmenes de los maestros de entonces.

    El hbito de leer, fue el que me permiti, no s cmo, leer un libro de Vargas Vila.

    Escritor colombiano que apostataba de Dios, con toda la tranquilidad del caso; dems

    est decir, el embrujo a primera vista; pues en aquellos marchitos tiempos, los viejos

    de entonces le coartaban a uno el derecho de expresarse libremente, no se poda

    platicar o manifestar su libre pensamiento; mucho menos optar por el oficio de su

    predileccin, o la creencia de su gracia. Nada, esto se har y punto. Y la lectura de Jos

    Mara Vargas Vila, caa en el atribulado y tierno cerebro como una guacalada de

    libertad, de comprensin y dignidad. Y as comenz el largo recorrido de la lucha por la

    liberacin personal. Empec a discutir con Dios y con sus ngeles. Se fueron el pastor y

    sus hermanos, se fue el miedo a las cadenas; pero comenz tambin la lucha con los

    esclavos de su convenida conciencia. Una joven con la imagen de la Eva bblica,

    apareci en el proceso de liberacin, acompaando a los susceptibles ensueos

    nbiles y acuosos. Ella fue parte de esa fuerza liberadora. Y comenz el coqueteo. Y

    las invitaciones llegaron. La cipota estaba ya jugada en las lides del amor y el pobre

    tonto hijo de mi mama, no saba con la serpiente que se enredaba. Me invit a una

    fiesta de bailar, siendo miembro plenipotenciario de la iglesia, pues ya me haban

    ungido en las sucias aguas del ro de la gran ciudad. Como pude, logr el permiso de la

    venerable abuela, y como toda viejita alcahueta, no se resisti a las splicas del futuro

    bailarn. Y me fui, al encuentro de la dulcinea bailarina.

    La noche se resumi. Cmo bail, no me lo pregunten. Bail y punto. Al comps de

    una de las orquestas de moda, hice piruetas, a fin de apantallar a la muchacha que me

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    revolva todo. Abrig mis piernas, que se deslizaban sobre las de ella. Sent sus pechos

    de morros nbiles, y no quera soltarla, para que no se me fuera. Y se fue. Qued solo.

    Perdido y afligido entre mi conciencia y la gente que saltaban como locos, al comps

    del indiantre. La fiesta tambin se termin, como todas las cosas. El mesn adonde

    viva con mi abuela cerraba a las nueve de la noche y no le abran a nadie, por lo tanto

    no haba esperanza de entrar. Una amiga de la abuela sufri mi vagancia. A media

    noche, la puerta de su casa fue golpeada insistentemente: Margarita, pom, pom,

    Margarita, brame por favor, es Rafael. Y Margarita tard. Gente que se acostaba

    temprano, para levantarse temprano. Y que te pas muchacho. La pobre, afligida,

    pensando en un desafortunado acontecimiento. El hijo de mi mama le explic las

    razones y con un dejo de: Um, vaya! Cerr la puerta, me dio una cobija y se durmi, a

    roncar como si nada haba pasado. El hijo de mi mama, no. La idea del amanecer no lo

    dejaba tranquilo; pero se durmi al final de los finales. Y los sufrimientos o las

    preocupaciones, deca alguien, en nada cambiar los acontecimientos futuros. Y

    sucedi: Tres zapatazos, cuatro o a saber, sonaron en la cabeza, en el lomo y en toda la

    chulada humanidad del pobre cipote. Y desde entonces sali corriendo, huyndole a

    todo. Se fue, sin rumbo y con hambre, buscando la libertad que le golpeaba insistente.

    Y Vargas Vila estuvo en su corazn, en su alma, en su apostasa. Goz y sufri las

    fiestas de su puebln. Anduvo en carrozas, en fiestas, bebi y prob los nctares de

    Baco. Tambin los vomit. Y el hijo de mi mama ya no fue el mismo. Aprovech para

    conocer a su tata, el progenitor, que nunca le reconoci y que por l apareca como

    hijo ilegitimo de Egdomilia Guardado. Porque nunca tuvo el desdichado, tiempo para

    conocer al primognito de su desgraciada vida, amn. Lo visitaba por la necesidad de

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    los cinco pesos que le daba para medio paliar el hambre. Quera que le llamara pap,

    por el simple acto de haberle dado medio comer en una semana. Y el tal Rafael se fue.

    No vendi la precaria libertad que disfrutaba. Se fue a dormir a un carro viejo y

    abandonado. Se fue a donde nadie lo controlara y lo delatara.

    Tres das sin comer fueron mermando la breve conquista y como tctica de vida, su

    rebelda declin. El estmago se le pegaba en el espinazo, la cabeza le daba vueltas, el

    enemigo, venca por el momento. Y decidi darse una cruzadita por el comedor de su

    abuela; pas al otro lado de la calle, a modo de que lo viera y lo llamara, envainando

    su tonto orgullo, que no le permita llegar directamente; pues ella lo haba castigado y

    ella tena que llamarlo. Y as fue, pas de lejos y la viejita le llam: Papa, papa! Ven

    hijo. Y l haciendo como que miraba instintivamente hacia atrs y que de repente mira

    a la anciana abuela que lo llama. Pobre baboso fue el hijo de mi mama. Tonto y

    rebelde con causa.

    Dos das despus lo regresaron a donde nunca quiso estar. En el camin que lo

    conduca al pueblo de sus sufrimientos, lloraba anticipadamente su desgracia. Nunca le

    gust vivir ah, con su ta sargento, en el cuartel del desamparo. Regres vencido, pero

    no derrotado. Y fue la burla de sus otros hermanos: Aj, hermano Rafael, que dios lo

    bendiga, hermano Rafael. As las cosas. Pero en su mente volaba la idea de zarpar,

    adnde, a saber; que volara, era un hecho y ya nadie lo detendra. Y asimismo fue.

    Una tarde calurienta, ayudaba a su hermano sastre, a planchar un pantaln y la pltica

    era provocativa: Que no tens valor de irte, que yo me voy, que dame siquiera para el

    pasaje y que cunto ocups y que por ltimo lo que sea y que slo estos dos pesos

    tengo y que tarzn se los agarra y que se va. Y parti. Con una mochilita al hombro y

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    una mudadita, abord el carruaje de los sueos de la libertad y tripul lejos, llegando

    hasta la gran ciudad, en donde trabajaba otro medio hermano de crianza; o

    compaero de cuartel. Lleg y le cont y se qued y luego le asignaron su mquina de

    coser; puesto que tambin era sastre; a pesar de su corta edad, que no pasaba de los

    quince. Adems de sastre pantalonero, era tambin bolo de marca y para demostrarlo,

    se empinaba vasos enteros de guaro del macho, sin arrugar la cara y sin boca, ms que

    la suya para tragar. Dos vasos hasta el tope y a vomitar lo comido en la cena, en el

    almuerzo y hasta lo que no haba comido. Pobrecito el hijo de mi mama; andaba loco

    como un caballo sin riendas. Salt el cerco de la libertad y no saba que hacer con ella.

    Como un macho sin jinete se asomaba al despeadero, sin miramientos y sin nada ni

    nadie que lo pudiera detener; porque no se lo permita a nadie, ni al tal dios, que

    tantos miedos le caus. Lo retir de su vida y para siempre. Con dolor en su alma

    pensaba en la nica que le dio amor, caricias y palabras bonitas: su abuela.

    Y de ah se fue buscando mundos. Cosiendo la tela de su vida. Sorjete noches y lunas,

    y la crpula descosa lo tejido y la espera fue larga y escabrosa. Conoci almas y el

    ziper de su alma no se abri para nadie. La tela oscura de su vida no arrop a nadie. Y

    se fue por el mundo como un lobo solitario, en la estepa de la urbe. Y la conciencia

    ensanch el horizonte revolucionario. Pele en la guerra de la vida, su lucha fue

    primero con l mismo y venci. Creci y madur el sentido de las alegoras. No se

    avasall a ningn mortal, dogma o ideologa. Su numen fue siempre la libertad. Y eso

    lo condujo al amor, a la comprensin, a la tolerancia. Vivi su propia vida y no

    permiti que nadie se la viviera. Ese fue su vicio y su virtud: La libertad.

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    Danilo Vsquez | Edicin 2006

    Hoy, el hijo de mi mama es maestro y todava no sabe por qu ni cmo, lo cierto es

    que los cipotes gozan de sus clases en un clima de liberal franqueza y de respeto.

    Hacen los juicios escolares, que es una forma de conducir ellos mismos las riendas de

    su grado, en los aspectos disciplinarios y acadmicos. Negocian y llegan a pactos en lo

    referente a la forma de evaluacin. Estudian los DERECHOS HUMANOS y LA

    CONSTITUCIN. Adems, LA HISTORIA NACIONAL.

    Llegar el da en que los alumnos, finamente hagan valer sus derechos y, de verdad, se

    eduquen para la libertad. Porque ser libres es ser cultos, ya lo dijo aqul mrtir que

    luch para que los pueblos se liberaran de la esclavitud de la ignorancia. Solamente la

    educacin, fundamentada en los plenos derechos humanos, puede conducir a un pas,

    a vivir en un estado con verdadera paz y justicia social. FIN.