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--------------------� ·� -------------------- EL GRUPO DE TEATRO DOCUMENTO (Una experiencia teatral en Oviedo) Miguel Signes Mengual A finales de 1967 entré en contacto con un grupo de universitarios asturianos (Tere Fernández Corte, Pilar Gonzá- lez, Miguel del Hoyo, Eduardo Méndez, Mía Ozores, Lidia Ruiz Díaz, Alvaro Ruiz de la Peña, Julio Sánchez, Ana Teijeira, Isabel Teje- rina, José U ría y algunos más que han de perdonar mi mala memoria, razón única por la que no figu- ran aquí) pa llevar a cabo una experiencia teatral que empujara a los espectadores a una reflexión sobre la realidad política y social, y de algún modo ayudar con esa reflexión a transformarla. Mi pro- puesta de trabajo se centró en cómo destruir una información tendenciosa para poder colocar en su lugar una información objetiva, con la única arma con que podíamos contar: la propia información ofici tendenciosa. Cono en aclar este sencillo galimatías. El grupo de teatro tendría que abajar con las noticias de prensa, con las de la radio, con los comentarios de revistas... en un momento en que el control gubernativo sobre esos medios de comunicación era tot. Les propuse transformar en teatro esa misma información. Los españoles de entonces (la prensa de Madrid llega a Asturias con un día de retraso cudo no con más, y tampoco llenaba los huecos informati- vos de la prensa local) podíamos ignorar que miles de mineros asturianos estaban en huelga, y cono- cer hasta el mínimo detalle las incomodidades o molestias sin cuento que padecían los ciudadanos de París o de Londres por una huelga del trans- porte público. El «extranjero» no oecía apenas ventajas lado de las que nos proporcionaba nuestra sana economía a la que se le venía encima el segundo Plan de Desarrollo. Después, con el paso de las semanas o de los meses, acabábamos enterándonos leyendo entre líneas, y no sin que se insistiese en el efecto negativo que para el resto de los espoles tenía, que los mineros o los trabaja- dores de «laminados en frío» habían mantenido una lga lucha para mejorar sus condiciones de vida y restablecer unas lógicas relaciones sindica- les. Relacionar ambos períodos de la información era lo más cil. Pero no sólo se trataba de eso. Durante algunos os yo había trabajado precisa- mente con ese tipo de materies, y publicado en Cuadernos de Ruedo Ibérico (n. 0 9 de oct.-nov. de 1%6) una obra corta: «Programa pa la paz» con el seudónimo de José Romero Marcos escrita a p licando a la literatura dramática la técni�a pictó- nca del collage de los cubistas y dadaistas· las noticias de prensa las utilizaba, sin cambir su redacción original, en un contexto que no era el suyo (1). 54 Sin embargo, nunca pensé aprovechar mi vete- ranía para imponer trabajos anteriores a la consti- tución del grupo teatral. Si a lo perecedero que es el arte dramático -la representación teatral busca una efectividad inmediata- le unimos el hecho de que las noticias diariamente suen modificaciones y teraciones, es evidente que los textos dramáti- cos tenían que estar haciéndose continuamente. No servía el trabajo de un autor aislado de los demás. Debía ser tarea de todos crear los textos para estar en condiciones de poderlos corregir cudo las circunstancias lo requiriesen. El Grupo entero tenía que ser Autor-Director-Actor y hasta Público como se verá en su momento. Aunque plantear en 1967/68 y en Asturias, una creación colectiva teatral (2) exigía un gran esfuerzo de imaginación, forzoso es reconocer que la idea es- taba latente en el ánimo de cuantos nos planteá- bamos la necesidad de relacionar el arte y la polí- tica. Algunos pintores, y nunca se hablará bas- tte de la deuda contrda por muchos intelectua- les con el movimiento pictórico de aquellos años, llegaron a presentar sus obras con la firma del grupo; también fuera de nuestras onteras empe- zaban a proliferar los trabos de esas cacterísti- cas. En resumen, las circunstancias políticas faci- litaban el desarrollo de un medio de expresión concreto: la creación colectiva, que sería a su vez potenciado or la capacidad que tuviéramos de anizar dichas circunstancias. Tras muchas discusiones, los que continuos con la idea decidimos llamaos Grupo de Teatro

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EL GRUPO DE TEATRO

DOCUMENTO (U na experiencia teatral en Oviedo)

Miguel Signes Mengual

Afinales de 1967 entré en contacto con un grupo de universitarios asturianos (Tere Fernández Corte, Pilar Gonzá­lez, Miguel del Hoyo, Eduardo Méndez,

María Ozores, Lidia Ruiz Díaz, Alvaro Ruiz de la Peña, Julio Sánchez, Ana Teijeira, Isabel Teje­rina, José U ría y algunos más que han de perdonar mi mala memoria, razón única por la que no figu­ran aquí) para llevar a cabo una experiencia teatral que empujara a los espectadores a una reflexión sobre la realidad política y social, y de algún modo ayudar con esa reflexión a transformarla. Mi pro­puesta de trabajo se centró en cómo destruir una información tendenciosa para poder colocar en su lugar una información objetiva, con la única arma con que podíamos contar: la propia información oficial tendenciosa. Confío en aclarar este sencillo galimatías. El grupo de teatro tendría que trabajar con las noticias de prensa, con las de la radio, con los comentarios de revistas ... en un momento en que el control gubernativo sobre esos medios de comunicación era total. Les propuse transformar en teatro esa misma información.

Los españoles de entonces (la prensa de Madrid llegaba a Asturias con un día de retraso cuando no con más, y tampoco llenaba los huecos informati­vos de la prensa local) podíamos ignorar que miles de mineros asturianos estaban en huelga, y cono­cer hasta el mínimo detalle las incomodidades o molestias sin cuento que padecían los ciudadanos de París o de Londres por una huelga del trans­porte público. El «extranjero» no ofrecía apenas ventajas al lado de las que nos proporcionaba nuestra sana economía a la que se le venía encima el segundo Plan de Desarrollo. Después, con el paso de las semanas o de los meses, acabábamos enterándonos leyendo entre líneas, y no sin que se insistiese en el efecto negativo que para el resto de los españoles tenía, que los mineros o los trabaja­dores de «laminados en frío» habían mantenido una larga lucha para mejorar sus condiciones de vida y restablecer unas lógicas relaciones sindica­les. Relacionar ambos períodos de la información era lo más fácil. Pero no sólo se trataba de eso. Durante algunos años yo había trabajado precisa­mente con ese tipo de materiales, y publicado en Cuadernos de Ruedo Ibérico (n.0 9 de oct.-nov. de 1%6) una obra corta: «Programa para la paz» con el seudónimo de José Romero Marcos escrita aplicando a la literatura dramática la técni�a pictó­nca del collage de los cubistas y dadaistas· las noticias de prensa las utilizaba, sin cambia'r su redacción original, en un contexto que no era el suyo (1).

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Sin embargo, nunca pensé aprovechar mi vete­ranía para imponer trabajos anteriores a la consti­tución del grupo teatral. Si a lo perecedero que es el arte dramático -la representación teatral busca una efectividad inmediata- le unimos el hecho de que las noticias diariamente sufren modificaciones y alteraciones, es evidente que los textos dramáti­cos tenían que estar haciéndose continuamente. No servía el trabajo de un autor aislado de los demás. Debía ser tarea de todos crear los textos para estar en condiciones de poderlos corregir cuando las circunstancias lo requiriesen. El Grupo entero tenía que ser Autor-Director-Actor y hasta Público como se verá en su momento. Aunque plantear en 1967/68 y en Asturias, una creación colectiva teatral (2) exigía un gran esfuerzo de imaginación, forzoso es reconocer que la idea es­taba latente en el ánimo de cuantos nos planteá­bamos la necesidad de relacionar el arte y la polí­tica. Algunos pintores, y nunca se hablará bas­tante de la deuda contraída por muchos intelectua­les con el movimiento pictórico de aquellos años, llegaron a presentar sus obras con la firma del grupo; también fuera de nuestras fronteras empe­zaban a proliferar los trabajos de esas característi­cas. En resumen, las circunstancias políticas faci­litaban el desarrollo de un medio de expresión concreto: la creación colectiva, que sería a su vez potenciado -i,or la capacidad que tuviéramos de analizar dichas circunstancias.

Tras muchas discusiones, los que continuamos con la idea decidimos llamarnos Grupo de Teatro

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Documento. La actividad de la Censura y de la Autoridad Gubernativa nos llevaba a plantear nuestras futuras actuaciones en una clandestinidad relativa; si queríamos trabajar con libertad tenía­mos que actuar donde censores y gobernadores no llegaran con su brazo secular o llegaran tarde. Con ello, también resultaba alentada la creación colec­tiva haciéndola necesaria para enfrentarse a la bu­rocracia del sistema político; al no haber más res­ponsable que el Grupo entero, las posibilidades de supervivencia aumentaban evitando que la anula­ción de unos pocos dejara al Grupo inoperante.

Teníamos ya el punto de partida: la noticia de prensa sería el hilo conductor de nuestro espec­táculo, y el lenguaje periodístico su soporte. Em­pleando el mismo texto de las noticias que nos facilitaban los periódicos y las revistas, podríamos crear el efecto contrario al perseguido por quienes las manipulaban, con tal de sacarlas de su propio contexto y presentarlas en otro distinto, donde se anulase la relación de aquiesciencia entre periodis­tas y lector, donde la admiración por la letra im­presa fuera rota con el recitado, y donde todo funcionara a nuestro favor por medio de un simple juego irónico. El conflicto entre lengua hablada y lengua escrita que supone todo trabajo teatral quedaba soslayado. Al mismo tiempo conseguía­mos que las diferentes maneras de expresarse que los miembros de un colectivo pueden, aún a su pesar, proyectar sobre la obra literaria quedasen unificadas.

En aquellos primeros meses de la configuración

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del Grupo seguí encargándome de explicar los re­cursos que nos iban a permitir seleccionar entre la abundancia de noticias sobre un tema, aquellas que mejor podían servimos y cuyos textos se en­samblaran unos con otros con facilidad y con la mínima invención por parte del colectivo. Empe­zamos confeccionando fichas con cada noticia, con cada dato de interés; contraponíamos las que sobre un mismo suceso ofrecían unos y otros me­dios informativos, cuando no eran noticias «de agencia», o cuando éstas se presentaban recorta­das o con titulares originales de la redacción de los periódicos y revistas; estudiábamos de qué modo estaban redactadas para conseguir los efec­tos deseados, y ver, si tal era el caso, cómo «el argumento más débil había llegado a parecer el más fuerte» e invertir el proceso. Después des­componíamos la noticia en partes para poder cap­tar sus posibilidades dramáticas. A modo de ejemplo escribí una obra que llevaba el título de « 10 de mayo de 1968» explicando cómo los perió­dicos de un día ( «Nueva España», «Región», y «La Voz de Asturias») proporcionaban material suficiente con el que redactar una obra exenta de complicaciones para que se representara teatral­mente mediante la ayuda de unos pocos elementos escénicos ... unas gafas de cristales gruesos, un sombrero, unas simples caretas de cartón, unas pancartas. En el futuro la colaboración de un gran pintor como era Jaime Herrero tendría en este sentido una importancia decisiva.

Durante varias reuniones y siguiendo el plan de aprendizaje trazado, intercambiamos impresiones y documentos hasta que creímos estar en condicio­nes de escribir el primer texto teatral.

La obra se construyó con una parte cerrada y otra abierta. La primera era el espectáculo teatral propiamente dicho; la segunda la serie de pregun­tas y respuestas que estimulaban la participación y colaboración del público. Esperábamos ganar la voluntad de los espectadores con las innovaciones introducidas en el tratamiento del contenido y el desarrollo dramático, es decir en la fábula o argu­mento. El discurso del presidente Jhonson de los EE. UU. que comenzaba con las palabras: «El Vietnam es la arena donde el expansionismo co­munista se realiza de la manera más agresiva en el mundo de hoy», nos facilitó la primera estructura cerrada -planteamiento, nudo y desenlace- con posibilidades escénicas, sobre la que los integran­tes del Grupo Teatro Documento fuimos aña­diendo cuantos datos y noticias fichadas poseía­mos sobre el Vietnam. Datos y noticias que com­pletando o contradiciendo el discurso presidencial contribuyeron a crear las distintas situaciones dramáticas. La acción dramática nacía y se desa­rrollaba con el enlace de las diversas situaciones. No queríamos en modo alguno escribir escenas aisladas y sin conexión como habían hecho algu­nos dramaturgos románticos.

Mediada la representación, ésta se interrumpía para que los actores iniciaran el diálogo con el

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público sirviéndose de las preguntas preparadas de antemano en torno al contenido de la informa­ción escenificada. El espectador era advertido de la posibilidad de que se le interpelase, siempre con respeto hacia él y para con sus opiniones. Agotada la intervención del público -no se descartaba tam­poco que el diálogo fuera entre los mismos acto­res- el espectáculo proseguía. No cabía la impro­visación. Necesitábamos conocer del tema elegido tanto o más que nuestros espectadores para poder trabajar con soltura y confianza.

No era preciso haber sido actor antes, ni si­quiera reunir cualidades especiales para serlo, pero era imprescindible tener una preparación an­terior al espectáculo para sacar partido hasta de la torpeza interpretativa del colaborador asignándole determinados papeles, aún a sabiendas de la reac­ción del público. Ensayamos entre todos el movi­miento minuciosamente y la manera de aprove­char los pocos elementos escénicos que teníamos. Para la representación nos libramos de la obsesión realista, consecuencia obligada de todos los ante­riores planteamientos, y adoptamos un cierto aire hierático en los ademanes. La falta de naturalidad en un actor, la dicción simultánea de una frase, el hablar a coros ... todo era empleado para crearle a la noticia otro contexto, para buscarle un uso diferente. Nos preocupamos también de conseguir una relación sala-escenario distinta a la que por entonces era usual en nuestro país. Queríamos que el binomio Público-Trabajo Teatral fuera con­vergente y para lograrlo era importante que la actuación del Grupo Teatro Documento se acep­tara ya de salida como «diferente» para que el público pudiera percibir desde el instante mismo de su acomodo qué esperábamos de él. Por lo tanto, no sólo renunciamos a «la caja mágica ita­liana» por la imposibilidad de obtener locales tea­trales, sino también porque la separación entre sala y escena nos molestaba para convertir al es­pectador en un actuante más de la ceremonia tea­tral. Público y actores tenían que ocupar el mismo espacio. Nos servía cualquier habitación con tal de que fuera de grandes dimensiones; un salón de actos, un aula e incluso un espacio abierto podían ser lugares teatrales idóneos.

Finalmente cuando el espectáculo terminaba, poníamos a disposición de los espectadores los periódicos y revistas con las noticias utilizadas subrayadas para evitar suspicacias. Preciso es afirmar aquí ahora, que no teníamos consigna al­guna de partido; aunque nuestro antifranquismo estaba fuera de toda duda, las personas que for­mábamos parte del Grupo Teatro Documento no compartíamos siempre los mismos puntos de vista. Esto dejaba abierto el camino a la transfor­mación de alguno de los actores en Público du­rante la parte abierta de la obra.

Escribimos dos textos teatrales en 1968, hici­mos dos representaciones del primero de ellos y no estrenamos el segundo por decisión voluntaria del Grupo a pesar de tenerlo perfectamente mon-

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tado. Las circunstancias políticas del momento nos aconsejaron tomar tal decisión para no entor­pecer otras vías de actuación. La «Obra n.0 1 », que así titulamos nuestro primer trabajo colectivo, tenía como tema el Vietnam, y se estrenó en el salón de actos de la Alianza Francesa de Oviedo, junto al Campo de San Francisco. La representa­ción fue a puerta cerrada y seleccionando a los espectadores. Era la primera actuación y teníamos que controlar la experiencia, que se presentó casi como un ensayo general con público. La segunda representación la patrocinó el Departamento de Actividades Culturales del Distrito Universitario, y se hizo en el Aula Magna del viejo edificio universitario de la calle San Francisco, la víspera de una manifestación no autorizada por las calles de Oviedo convocada para protestar de la inter­vención USA en Vietnam. El mencionado Depar­tamento anunció la representación con «slogans» como los siguientes: «El Grupo de Teatro Docu­mento es una experiencia nueva», «Una construc­ción dramática en la que el público es uno de sus protagonistas», «Es una tribuna libre en la que todos pueden manifestar sus opiniones» ... etc.

La «Obra n. 0 2» hablaba de los problemas del «Profesorado Auxiliar y Adjunto» de la Universi­dad. Seguimos los mismos procedimientos para la redacción, pero sin embargo necesitamos de mu­cho menos tiempo para escribirla. Empezábamos a dominar la técnica inventada. El texto se estruc­turó esta vez con la información que publicó el periódico «ABC» de Madrid de una conferencia

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del francés Servan Schreiber sobre la Universidad española. Era ministro Lora Tamayo. Contamos con la colaboración especial de Gustavo Bueno que escribió para la obra la lección de un catedrá­tico de filosofía dedicada a «con-fu-tar el materia­lismo». Entonces solamente unos pocos supimos que había sido él el autor. Para la parte abierta del trabajo teatral nos prestaron su ayuda algunos profesores: Inés Illán (Filología Latina), Lola Ma­teos (Historia Moderna), Vidal Peña (Filosofía) ... y el mismo Juan Cueto. Como ya he dicho no llegamos a estrenar la obra.

Hubo un intento, no sé si acompañado de éxito, de constituir otro colectivo de teatro documento en Madrid. Un grupo de militantes y simpatizantes

· de una organización política, que no procedían ensu totalidad del campo universitario, se interesópor la experiencia. Me desplacé a Madrid y du­rante unos cuantos días estuve enseñando el mé­todo de trabajo. Escribimos una obra con el temadel despido obrero y la actuación de las Magistra­turas de Trabajo. Los personajes de «las noti­cias», al igual que en las otras dos obras, apare­cían con nombres y apellidos, y se contaba para larepresentación con un gran número de participan­tes. La espectacularidad del montaje suponía unatractivo más. La preocupación por «explicar» lalegislación laboral con la ayuda del método teatralcaracterizaba al grupo madrileño y lo hacía dife­renciarse del de Oviedo. Pero yo me limité atransmitir el método de trabajo y a hablar de susposibilidades a siete u ocho personas de las que

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nunca supe el nombre exacto, como tampoco supe jamás si representaron o no en algún lugar la obra, que desgraciadamente guardo incompleta.

Esta fue la experiencia del Grupo de Teatro Documento de Oviedo. Me he limitado a reflejar con exactitud lo que pensábamos y lo que hici­mos; que nadie crea que escribo hoy para contar­les lo que hubiera deseado que fuera entonces la experiencia. La dispersión que el final de cada curso académico supone, acabó con todo. No me consta que los demás miembros del grupo siguie­ron interesados por trabajar en el mundo del tea­tro, y por lo que a mí respecta, durante algún tiempo estimé que hubiera sido necesario conti­nuar por ese camino. Pero la verdad es que cada vez veía con más claridad que para obviar algunos de sus inconvenientes y conseguir que las obras pudieran escribirse y montarse en muy pocos días para estar así cerca del momento y de las fuentes de la noticia, el grupo tenía que compartir un mismo programa político, y dedicarse con asidui­dad al teatro. Y eso era muy difícil de conseguir. En mi nuevo destino geográfico -abandoné Oviedo en 1969- las condiciones ambientales eran completamente distintas; tenía que replantearme mi trabajo. Aquella sociedad daría paso a otra en un próximo futuro y requeriría otras posturas; si la política en cierta manera es una actitud ante la realidad, esa actitud puede cambiar segun las cir­cunstancias, es más, debe cambiar si no quiere uno prolongar situaciones ya caducadas y conver­tirse en un nostálgico. Cuando el medio cambia también cambian los problemas que la sociedad se plantea, y nada más cierto que cada problema exige un tratamiento teatral distinto, un modo de expresión acorde. Hubiera sido absurdo pretender dar un mismo trato teatral a la «información polí-

, tica» del Vietnam, que a una reflexión sobre la ciencia, sobre el progreso cultural del hombre. Después de elaborar mi última obra, enfrentán­dome a esa idea a través de la persona de Charles Darwin, y a pesar de encontrarse en las antípodas de aquél trabajo de creación colectiva, no me siento contradictorio sino coherente con �aquellos planteamientos que guiaron ·�nuestro trabajo en 1968. �

(1) También para la Compañía francesa de Michel Peyre­lon, Guy Vin\:onneau y Adelina García Echaburu tradujeron mi obra de duración normal «El ayer y el hoy de 1966» escrita con técnica similar, pero desgraciadamente la Compañía se deshizo, creo que por razones económicas, y la traducción francesa no sirvió para nada.

(2) Fermín Cabal fecha entre 1969 y 1971 la aparición de laCreación Colectiva teatral en España. Primer Acto, n.0 183 de febrero de 1980.