el gran juego - leopold trepper

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libro de lectura que describe como un grupo de comunistas se convierte en espias de la URRS para tratar de derrocar al regimen nazi

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  • Datos del libro

    Traductor: Benavent, Juan de1975, Trepper, LeopoldISBN: 9788434442306Generado con: QualityEbook v0.63

  • PREFACIO

    SE me ocurri la idea de escribir mis recuerdosmientras aguardaba la autorizacin que mepermitiera salir de Polonia, es decir, durante lostres aos que permanec en Varsovia sumido enuna total soledad. En aquel estado de "preso enlibertad", tan difcil de soportar en el plan moral,la nica ocupacin de mis pensamientos era laevocacin del tiempo pasado.

    Al llegar al trmino de su camino, todos loshombres recuerdan en particular una pocaprivilegiada del mismo que los dej marcados conmayor intensidad que las dems: cuando yocontemplo los setenta aos ya transcurridos de mivida, considero que lo ms importante de ella es loque me sucedi entre mis treinta y mis cuarentaaos de edad: la poca de la Orquesta Roja.Cierto es que el drama me acechaba entonces entodos los recodos del camino y que el peligro erami ms fiel compaero, pero de tener que

  • comenzar de nuevo, gozosamente volvera a hacerlo mismo.

    Hoy da por fin ya nada tengo queocultar; mi nica ambicin estriba ahora en decirla verdad acerca de los cincuenta aos de mi vidade militante.

    Tal verdad, hela pues aqu...

  • APRENDIZAJE

  • 1. DOS IMGENES

    EN este momento surgen en mi espritu dosimgenes, que indican con bastante precisin lasetapas de mi existencia. La primera me remite denuevo a mi primera infancia, enjulio de 1914,cuando viva en Novy-Targ, pequea localidadpolaca en la que nac. Un grito resuena an en misodos:

    Han apresado a un espa ruso!En pocos instantes haba corrido la voz hasta

    el ltimo rincn de nuestra pequea ciudad... Losrumores no faltaban en aquellos ltimos das dejulio de 1914. La noticia se propag aquel da porlas calles y de una a otra ventana: "Han apresadoa un espa ruso en el pueblo de Poronin y ahora lotraen aqu!".

    Como todos los chiquillos de mi edad, corr ala estacin de ferrocarril para presenciar lallegada del preso. El tren entr en la estacin...

  • Custodiado por una pareja de guardias, descendide un vagn un hombre pequeo, rechoncho, conperilla roja en el rostro y una ancha gorrainclinada sobre la frente. Mezclado con los demsmuchachos, segu al inslito tro que cruz la plazamayor antes de penetrar en el ayuntamiento, dondeestaba dispuesta una nica celda para losborrachos vocingleros. Los guardias encerraron enella al "espa". Pero al da siguiente lo trasladarona la crcel, que se hallaba exactamente frente a lasinagoga.

    Aquel da era sbado. En un instante, losjudos abandonaron el oficio religioso. Formaronpequeos grupos delante de la crcel, hablandointerminablemente de la guerra y del "espa ruso".Algunos das ms tarde, ste fue transferido aCracovia y los habitantes de Novy-Targ, sobretodo los judos, pudieron burlarse de un tendero dePoronin que haba fiado al espa y a su mujerdurante varios meses. La credulidad del tenderojudo sigui siendo motivo de chanzas hasta un dade 1918 en que aqul recibi una carta de Suiza.Muy pronto la ciudad entera supo el contenido de

  • la misma:

    Confo que querr excusarme por habermemarchado en 1914,

    debido a unas difciles circunstancias, sinpagarle el dinero que le deba.

    Le ruego que acepte la cantidad que le adjunto.Vladmir Ilich Lenin

    Lenin no haba olvidado...1 Tal fue mi primerencuentro con el "espionaje" y el comunismo.Cabra discernir en aquel suceso una llamada deldestino, pero a la sazn yo slo contaba con diezaos de edad e incluso ignoraba el sentido deestas dos palabras que luego me acompaaran alo largo de toda mi vida.

    Y sin embargo... Los aos han transcurrido enmedio de extraos combates, ha llegado la vejez yasimismo la soledad... Y he aqu la segundaimagen. Una fecha: el 23 de lebrero de 1972.

  • Es el da de mi cumpleaos. Tengo sesenta yocho aos y me hallo en mi casa. Los recuerdos delas fiestas que, en aos anteriores, reunan a mifamilia en esta ocasin, acuden ahora a mi mente yenconan mi tristeza. Antao ramos unas diezpersonas las que nos sentbamos alrededor de lamesa: mi mujer, mis hijos, sus compaeras ynuestros nietos. Hoy, en cambio, estoy solo: desdehace tres aos el gobierno polaco me retiene"preso" en mi propio domicilio, impidindome asque me rena con los mos, a quienes la campaaantisemita ha ahuyentado del pas.

    Durante das y das el telfono permanecesilencioso. Es el aislamiento total. Pero, de pronto,su tintineo me sobresalta: mi mujer me llama paradesearme un feliz cumpleaos. Luego, durante todoel da, desde Francia, Dinamarca, Suiza, Canad,Blgica y Estados Unidos, son mis hijos, misamigos, mis conocidos e incluso algunosdesconocidos, a quienes ha alertado la campaaque se desarrolla a mi favor en Europa, los que metelefonean para decirme en breves palabras susolidaridad. Ya no estoy solo.

  • Aquel 23 de febrero y los das que le siguen,el cancro me trae por la maana numerosas cartasy telegramas procedentes de todas las partes delmundo. Dos paquetes, remitidos desde los PasesBajos, contienen centenares de cartas deescolares: aquellos dibujos y aquellas palabrasinfantiles de amistad y de consuelo me emocionanhasta las lgrimas. No, ya no estoy solo. Ante misojos cobran nueva vida algunas escenas de mipropia infancia: Novy-Targ...

  • 2. NOVY-TARG

    NAC el 23 de febrero de 1904 en Novy-Targ,pequea poblacin de Galitzia que, a la sazn, eradifcil encontrar en un mapa. La familia Trepperviva en el nmero 5 de la calle Sobieski, humildecasa que mi padre haba construido con suspropias manos, acumulando ladrillos y deudas. Latienda, especie de reducido bazar que ofreca a loscampesinos las mercancas y los sencillos aperosque stos necesitaban, ocupaba la planta baja.Grandes costales llenos de simiente seamontonaban directamente sobre el suelo. Eranraras las ocasiones en que los clientes pagaban suscompras con dinero; las ms de las vecesentregaban a cambio de ellas algn producto desus tierras. Encima del almacn, el nico piso dela casa se divida en tres aposentos, humildementeamueblados, en los que vivamos.

    En los fragmentarios y discontinuos recuerdosde mi infancia que todava emergen en mi

  • memoria, aquellos aos se me presentanembebidos de una tranquila felicidad, pese, a laextremada penuria en que vivan mis padres. Sinduda las imgenes sombras y los recuerdos de lamiseria cotidiana se han esfumado con mayorfacilidad que la visin, hoy da an ntida en mimente, del confite que mi padre deslizaba bajo mialmohada cuando, en los albores del da, semarchaba a trabajar...

    Mi familia era "tpicamente" juda, pero ese"tpicamente" constitua la caracterstica de todaslas familias judas. Mi apellido, Trepper, noconserva el menor vestigio de mis orgenes. Misamigos, los Trauenstein, Hamerchlag, Singer,Zolman, etc., posean asimismo un apellidogermanizado. Un da, preocupado por estacuestin, ped que me la aclarara el preceptor que,una vez por semana, nos reuna para ensearnosdurante una hora la historia del pueblo judo. Meexplic que, a finales del siglo XIX, a los judosdel imperio austro- hngaro les fue permitidocambiar de apellido. Las autoridades de Vienapensaban, sin duda, que unos patronmicos

  • alemanes facilitaran una mejor integracin de losjudos con la poblacin austraca. Incluso semodificaron los nombres propios. De ah que enmi partida de nacimiento figure el nombre yapellido de Leopold Trepper.

    La comunidad juda de Novy-Targ,constituida por unas tres mil personas, se habaimplantado all cuando se fund la ciudad en laEdad Media. La comarca de su alrededor estabahabitada por campesinos muy pobres, queprocuraban arrancar a una tierra ingrata sumenguado sustento.

    En los pueblos, slo se coma pan una vezpor semana. Las galletas de patatas y la colconstituan la pitanza habitual. Centenares decampesinos acudan los domingos a Novy-Targpara asistir a misa; llevaban sus zapatos sobre elhombro y slo se los calzaban antes de entrar en laiglesia. Los judos que cultivaban la tierra nogozaban de una mejor situacin. Tambin a ellosun par de zapatos deba durarles toda la vida. Enaquellos pueblos no existan campesinos ricos: alos especialistas de la colectivizacin sin duda les

  • habra costado mucho trabajo descubrir en ellosalgunos kulaks. Incluso en la misma ciudad deNovy-Targ eran escasos los grandes burgueses.

    En el centro de la ciudad nico lugar queno ha cambiado hasta hoy viva un reducidonmero de judos y polacos acomodados:comerciantes, mdicos, abogados. Pero en cuantouno se alejaba de ese ncleo central para penetraren las calles secundaras, quedaba sorprendidopor la pobreza de las tenduchas artesanales.

    De ah que no dejase de aumentar cada ao elnmero de los que emigran a los Estados Unidos yal Canad. Esperando encontrar all el edn, sepreparaban alegremente para aquel largo viaje.Todava los veo, con el cuello de la camisaampliamente abierto sobre lo que les serva detraje. Cargados con pequeas maletas de madera,enarbolaban, no sin orgullo, un esplndidosombrero hongo.

    Me apresuro a aadir que el antisemitismoera desconocido en Novy-Targ. Las relaciones quesostenan ambas comunidades, la juda y lacatlica, eran muy amistosas. Y eso quiz se

  • explique por el hecho de que Novy-Targperteneca en aquella poca al imperioaustrohngaro y ste practicaba una poltica hartoliberal por lo que se refiere a sus minorasnacionales. A este respecto, quisiera consignaraqu una ancdota. Un da se esperaba en Novy-Targ la llegada del arzobispo de Cracovia,monseor Sapieha. Los fieles catlicos seaprestaban a recibirlo, lo que no dejaba de serperfectamente normal. Pero lo sorprendente delcaso era que tambin la comunidad judapreparaba, por su parte, el recibimiento demonseor. Y as, al llegar el da de la visita, elarzobispo bendijo ante millares de catlicos alrabino, que, con gran pompa, haba salido a suencuentro desde la sinagoga.

    Mis padres eran creyentes, pero practicabansin exceso. Los viernes por la noche mi madreencenda unas velas y, en la comida nos servasiempre pescado, aun en el caso de quehubisemos tenido que ayunar al medioda paracompensar aquel gasto exorbitante. Los sbadosacudamos a la sinagoga. Pero para nosotros, los

  • nios, la prctica religiosa se traduca sobre todopor la observancia de las fiestas tradicionales, enlas que ramos numerosos los que nos sentbamosalrededor de la mesa familiar para saborear unosmanjares muy distintos a los que constituannuestro sustento cotidiano. Aunque por lo regularcomamos kasher, esta costumbre tena susUiuiies. A veces mi madre me mandaba a comprarjamn sin que dejara de recomendarme:

    Procura que nadie te vea entrar en latocinera.

    Aquella vida tranquila, embebida de sosiegofamiliar, deba ser rpidamente perturbada. Y as,ya en los primeros das de la guerra, los soldadosque formaban la reducida guarnicin de Novy-Targ se encaminaron al frente. Su marchaconstituy una especie de fiesta. Se lucran, con labanda de msica al frente y una flor en el fusil, enmedio del jbilo popular. Yo contempl comopartan aquellos hombres, que haban recibido laorden de ir a luchar por el Kiser. Los mesespasaron, sombros y silenciosos. Luego vi comoregresaban los mutilados y como se llenaban de

  • heridos los hospitales: el nio que yo era entoncescomprendi que la guerra no guardaba ningunasemejanza con una excursin placentera.

    Cierto da corri como reguero de plvorapor Novy-Targ un rumor espantoso: "Llegan loscosacos!". Sabido es que, para los judos, lapalabra cosaco evoca siempre los pogromos. Conla mayor premura se organiz la evacuacin de losjudos a Viena. La familia Trepper se march,pues, como todas las dems.

    En general, se cree que los nios no seocupan de poltica. Las ms de las veces eso nodeja de ser cierto. Pero as se echa en olvido quela poltica, por el contrario, s que se ocupa de losnios. Por mi parte, fue en Viena donde comenc aleer los peridicos. En ellos segua atentamentetodo cuanto ocurra en el frente. Adems, habaingresado en el liceo judo y la cuestin religiosaempezaba a atormentarme. Ser judo segua siendopara m una nocin confusa. Pero cierto sbado,esta nocin deba cobrar todava una mayor ysingular complicacin.

  • Aquel da haba entrado con mi padre en untemplo. Unas muchachas cantaban en l de unmodo maravilloso. A la salida, dos de ellaspasaron por mi lado. Qu sorpresa la ma cuandoo que una exclamaba: Jess Mara, qu malhemos cantado hoy "Escucha, Israel"!. Talespalabras me sumieron al punto en un abismo deperplejidad. Cmo es posible, me dije, que unosno judos puedan cantar tan bien en un templo laplegaria solemne de los judos? Decididamente, lareligin se me presentaba como una cuestin muycompleja.

    Pero an no haba llegado al final de missorpresas de nio. Recuerdo que me habaacostumbrado a comprar un cucurucho de helado aun comerciante italiano cuando sala del liceo. EnViena, los italianos tenan faina de elaborar losmejores helados. Pero una tarde me encontr conque haba desaparecido mi proveedor habitual. Fuide tienda en tienda y todas las hall cerradas. Larazn de ello era que Italia acababa de entrar enguerra contra los dos emperadores. A partir deaquel da, los vieneses, a su frase habitual: "Que

  • Dios castigue a Inglaterra!", con la que solansaludarse, aadieron: Y destruya a Italia". Quiba a hacer el buen Dios? Escuchara a losaustracos? Hara que los aliados francobritnicos perdieran la guerra? O bien actuara ensentido contrario? Cmo iba a escoger entreambos contendientes? Todas esas cuestiones mesuman asimismo en una gran perplejidad.

    Pero mi desazn alcanz su punto culminanteun da de gran regocijo popular. Las tropasaustracas haban ocupado la fortaleza dePrzernysl, y Viena celebr aquella victoria congrandes manifestaciones patriticas. A lo largo delas calles engalanadas, la muchedumbre convergahacia el palacio del emperador. La alegraestallaba por todos lados. La gente se abrazaba,rea, gritaba. Todo el mundo corra. A mi lado, unaanciana juda procuraba seguir el movimiento de]gento. Arrastraba por la mano a una chiquilla ygritaba con todas sus fuerzas: "Viva el Kiser!Viva el Kiser!". Pero muy pronto, agotada yjadeante por el esfuerzo realizado, solt enyiddish: "Que reviente! Ya no puedo ms!". Tal

  • blasfemia, en un da como aquel, era para turbar elnimo de un muchacho. De nuevo tropezaba yo conlas mismas interrogaciones: dnde est el bien?,dnde est el mal?

    No caba duda de que el mundo posea msincertidumbres que certidumbres. Lo mismo que lareligin, tambin la guerra perteneca a eseuniverso incierto. Existan ciertamente lasbanderas, las bandas de msica, los partesvictoriosos, la alegra popular. Pero, cmo elnio que yo era a la sazn poda dejar de ver elreverso de aquellos espectculos? La guerra se-haba ensaado con nuestra familia. No slohaban sido movilizados mis dos hermanos, sinoque a uno de ellos se le daba por desaparecido enel frente de Italia, mientras el otro haba cadoherido en aquel mismo frente. Inmediatamente mipobre padre parti en busca de su hijo en unascondiciones espantosas. As lleg hasta lasprimeras lneas. Y all lo descubri en un pequeohospital de campaa. Supo entonces que, duranteun caoneo, su hijo se haba visto precipitado enel crter abierto por un obs y la deflagracin lo

  • haba dejado sordo y mudo. Mi padre Jotransport a un hospital de la retaguardia donde,gracias a los pacientes cuidados que se leprodigaron, mi hermano recobr parcialmente eluso del odo. Es fcil imaginarse la tristeza quereinaba en mi hogar durante aquella poca. Ensuma, me fue dado ver en Viena exactamente locontrario de lo que nos enseaban en el liceo.

    Amarga leccin, ciertamente! Dos aosdespus de nuestra llegada a Viena, regresamos aNovy-Targ.

    Ya no recuerdo lo que fue aquel regreso. Encambio, s muy bien que, por aquella poca, misincertidumbres religiosas se trocaron en unsentimiento de rebelda. Cuando, en el discursodel perdn, el rabino enumeraba con precisintodas las clases de muerte que nos acechaban, yopoda seguir en el rostro de los fieles el electo queles producan tales palabras. Al final, vea losrasgos de todos ellos deformados por el miedo.Aquello me pareca monstruoso y, por mi parte, noadmita ya aquella sumisin, que el ritual impona,pero cuya nica razn de ser consista en hacer

  • que aquella pobre gente olvidara su miseria.En lugar de alimentar al pueblo, se le

    atiborraba de opio. Esa verdad, yo no la habaledo en Marx, de quien incluso ignoraba elnombre, pero la campia polaca era un libroabierto pata quien quisiera aprender.

    En 1917, mi padre, prematuramentedesmejorado, muri a la edad de cuarenta y sieteaos, fulminado por una crisis cardaca. Segn latradicin juda, el mundo se detuvo durante sietedas. En casa, cerramos los postigos de lasventanas, cubrimos los espejos con un velo ypermanecimos una semana en la penumbra,sentados en unas sillas bajas. El gento que acudial entierro le numeroso; en el cementerio, elrabino, al pronunciar la oracin fnebre, aceptaquella voluntad de Dios "lleno de bondad". Unavez ms juzgu aquella sumisin a la fatalidadcomo una intolerable injusticia. All termin con lareligin. Me desentend de aquel Dios ciego parainteresarme por los seres, buenos y fraternales,que descubra sumidos en la desgracia. Al perderla fe, empec a creer en la humanidad. Pensaba

  • que si el hombre era consciente de su condicin yestaba resuello a cambiarla, no deba esperar susalvacin ms que de s mismo y no debaremitirse para ello a un hipottico ms all.Aydate, porque el cielo no te ayudar: esta ideacobr para m la fuerza de la evidencia y sematerializaba en la proeza de aquel volatinero delcirco Krone al que mi padre nos habaconducido en Viena algunas veces, queevolucionaba en el vaco sin la proteccin de unared.

    As vea la vida en el momento de dejar atrsmi infancia: un peligroso ejercicio de equilibrio,un riesgo permanente.

    Llegaba a la edad adulta en el momento enque el mundo emerga de varios aos de barbarie.En la nueva Polonia reconstruida despus de laguerra, las minoras nacionales, que antes estabansujetas al dominio alemn, austraco o ruso,representaban una tercera parte de la poblacin.Nada se haca para lograr la asimilacin de lostres millones de judos polacos: existan todas las

  • condiciones requeridas para la reaparicin delantisemitismo. Varios partidos polticos se habandeclarado abiertamente antisemitas y era patente lainfluencia que ejercan sobre el gobierno. Al gritode: "Los judos a Palestina!", se instituy elnumerus clausus en las universidades. El gobiernopromulg varios decretos por los que se prohibael acceso de los judos a la administracin estatal.Se crearon numerosos comercios y cooperativaspara competir con los negocios judos y sedesencaden una campaa para inducir a lapoblacin a que "comprara en las tiendaspolacas".

    Convencido de que el judasmo no se definanicamente por la referencia a una religin, sinoque viva y se perpetuaba en una minora nacionalque, no satisfecha con saberse forjada por variossiglos de persecuciones y sufrimientos, poseaadems una lengua, una cultura y unas tradicionespropias, me afili a un movimiento judo dojuventud, el Hashomer Hatzair. De inspiracinsionista, el Hashorner Hatzair, creado en Vienadurante la guerra (en el ao 1916) por un pequeo

  • grupo de jvenes intelectuales judos, se habadesarrollado rpidamente en toda la Europaoriental y se propona hallar en Palestina lasolucin definitiva al porvenir del pueblo judo:acaso no haba anunciado la declaracin Balfour,el 2 de noviembre de 1917, que los inglesesestaban decididos a crear un hogar nacional judoen Palestina?

    El Hashomer Hatzair nutra la ambicin deformar a unos hombres nuevos que, rompiendo conel estilo de vida de la pequea burguesa, sabranestablecer entre s unas relaciones fraternales. Lainfluencia marxista era considerable en nuestraorganizacin, en la que ejerca una fuerte atraccinla revolucin de octubre. El 22 de julio de 1918 secelebr en Tarnova, Galitzia, su primer congreso.En el orden del da figuraba la interrogacinfundamental: cmo hemos de resolver la cuestinnacional juda? Tres tendencias se enfrentaronentre s. Para los representantes de la primera, erapreciso integrarnos en el partido comunistapolaco, porque slo la revolucin social,

  • inspirndose en el ejemplo bolchevique, aportarauna solucin a los problemas de las minorasnacionales. La segunda tendencia preconizaba lamarcha a Palestina y la creacin en ella de unEstado liberado del capitalismo; los militantes severan obligados a abandonar las universidades ylas fbricas para volver a la tierra e instaurar unestilo de vida igualitaria. El tercer grupo, en fin, alque yo perteneca, consideraba que, sin dejar demilitar en el Hashomer Hatzair, tenamos quecooperar al misino tiempo con el movimientocomunista. No se adopt ninguna resolucin enaquel congreso, salvo la de que yo pasara a ser eldirigente de la organizacin en la ciudad de Novy-Targ. En la segunda asamblea, que tuvo lugar en laciudad de Lvov el ao 1920, me eligieronmiembro de la direccin nacional. Entonces, a losdiecisis aos de edad, dej el liceo y empec atrabajar como aprendiz de relojero. Lo msimportante de mi trabajo consista en dar cuerdacada da al reloj de la iglesia, pero no mostrabaninguna disposicin particular para ejercer aqueloficio.

  • En 1921 se produjo un hecho importante: mifamilia abandon Novy-Targ para ir a vivir enDombrova, Silesia. Aquella regin se hallabafuertemente industrializada: toda ella se verennegrecida por el polvo del carbn. Lascondiciones de vida de los obreros eran atroces.En verdad, all fue donde poco a poco se afirm enm la conciencia de pertenecer a la clase obrera.Tras la cuestin nacional, descubr entonces lalucha de clases. Diriga la organizacin delHashomer Hatzair, pero al mismo tiempo militabaclandestinamente en las juventudes comunistas.Fue en aquella poca cuando escog para miactuacin poltica el pseudnimo de "Domb",formado por las cuatro primeras letras deDombrova, pseudnimo que luego conservdurante toda mi vida de militante.

    Mi familia se mora literalmente de hambre,sin que yo lograra encontrar un empleo estable.Trabaj sucesivamente en una industriametalrgica y luego en una fbrica de jabn. Paraganar algn dinero realic mi primer trabajoilegal. Debido al juego de los impuestos locales,

  • el alcohol era ms barato en Dombrova que enCracovia. Resultaba, pues, fructuoso su transportede una a otra ciudad. Corno la polica efectuabafrecuentes registros, me confeccion para eludirlos un cinturn especial en el que esconda algunasbotellas de forma aplanada. As era imposible quela polica sospechara su presencia bajo mi camisa.Aprovechaba mis viajes a Cracovia para asistir,siempre que podr, a algunas clases en launiversidad. Mi curiosidad intelectual, diversa einsaciable, se inclinaba entonces hacia las cienciasdel hombre: psicologa y sociologa. Lea a Freudcon avidez, intentando comprender as losimpulsos secretos que nos mueven. En nuestrasdiscusiones con mis amigos del Hashomer Hatzair,ambicionbamos crear a un hombre nuevo,liberado de prejuicios y alienaciones. Paralograrlo, me pareca que el psicoanlisis podaprestarnos una considerable ayuda.

    No por ello descuidaba la vida poltica, en laque cada da era mayor mi participacin.Reuniones, manifestaciones, redaccin ydistribucin de proclamas, etc., eran las tareas que

  • ocupaban la mayor parte de mi tiempo. Y es que elmovimiento obrero, en plena pujanza, se hallabaempeado en unas grandes luchas. En 1923 lostrabajadores de Cracovia se insurreccionaroncontra la miseria, declararon la huelga general yocuparon la ciudad. El gobierno envi contra ellosa las unidades de lanceros. Los entontamientoscruentos se prolongaron durante varios das. Comoyo participaba activamente en el movimiento,conoc por primera vez la violencia policaca.Inscrito desde aquel momento en la "lista negra",ya no me quedaba la menor posibilidad deencontrar trabajo. Tena que elegir: o "sumirme"en la clandestinidad, o marcharme a Palestina conla esperanza de construir all una sociedadsocialista, en la que ni siquiera se planteara el "problema judo".

  • 3. PALESTINA

    EN abril de 1924, provisto de un pasaporteregular, me march a Palestina formando parte deun grupo de unos quince compaeros, cuya edadera, como la ma, de unos veinte aos. Carecamosde dinero y llevbamos nuestro escaso equipaje enun hatillo echado sobre el hombro. La primeraetapa fue Viena. Record entonces con emocinlos meses que haba vivido all con mi padre. Qulejanos me parecieron! Alojados gratuitamente enun antiguo cuartel, recorrimos la ciudad de punta apunta, visitando monumentos y museos, con elfrenes de unos provincianos que descubren lacapital. Una organizacin de ayuda a losemigrantes nos entreg la cantidad necesaria paraproseguir el viaje y, tras ocho das de estancia enla capital austraca, tomamos de nuevo el tren paraTrieste primero y Brindisi luego, dondeembarcamos en un viejo carguero turco queemple diez das en llegar a Beirut.

  • Nuestro barco atrac junto a un buque queestaba cargando carbn. Con el torso desnudo,centenares de rabes tiznados por el polvo delcarbn avanzaban lentamente en hilera y suban acubierta, doblados bajo el peso de los sacos.Aquel movimiento, lento, metdico, hormigueante,pareca surgir de la historia. As es como meimaginaba la construccin de las pirmides deEgipto...

    Cunto les pagan por ese trabajo deesclavos? pregunt a un marinero.

    Comprenda, seor me respondi, queahora entra usted en un mundo distinto del quehasta ahora ha conocido. Aqu los hombressustituyen a las acmilas. Cunto ganan? Ahora loveta usted, puesto que se lo van a comer almedioda.

    Unos momentos ms tarde se oy un silbido.La hilera se detuvo y se dispers. Los hombres sereunieron en pequeos grupos y, sentados sobresus talones, comieron rpidamente un pedazo depan y unos tomates.

    Haba conocido la pobreza en Polonia. Pero

  • en mi primer contacto con el Prximo Oriente,descubra la miseria. Nuestro barco se hizo denuevo a la mar y nosotros desembarcamos por finen Jaffa.

    Despus de descender por la pasarela, mequed inmvil en el muelle, contemplando elespectculo de aquel puerto que, bajo un solabrumador, era realmente pasmoso para un joveneuropeo acostumbrado al cielo bajo y gris denuestras latitudes. La luz cruda y deslumbrante meobligaba a entornar los ojos. Por entre losprpados medio cerrados observaba la extremadaagitacin de (a gente, que pareca presa de unmovimiento turbulento, irracional y delirante.

    Los hombres, envueltos en sus anchas ymulticolores chilabas, con la cabeza cubierta conuna kheffia, atareados, rpidos y nerviosos, seempujaban y se interpelaban con tanta violenciaque daban la impresin de estar pelendose. Elbarrio entero pareca no ser ms que unagigantesca reyerta.

    Son de nuestra misma familia cuchicheal amigo que se hallaba a mi lado.

  • Por qu?Porque hablan con las manos, lo mismo

    que nosotros.Penetramos en la ciudad y all nuestro

    extraamiento le total: callejuelas tortuosas,tiendecillas atestadas de gente ruidosa yabigarrada, rabe en su mayora, mujeres queandaban con el rostro cubierto por un velo y lamirada baja, ruido incesante, gritos estridentes,olores penetrantes de frutas que el sol abrumadoracababa de madurar, calor sofocante, insoportablepara los jvenes "nrdicos" de rostro plido queramos nosotros... Me sedujo inmediatamenteaquella vida de tan mltiples facetas.

    Tel Aviv fue nuestra segunda etapa. Por aquelentonces slo era un humilde casero. La Casa delos Inmigrantes en la que estaba previsto quepermaneceramos durante algunos das se alzabaen las afueras; por la noche me despertabansobresaltado los aullidos de los chacales quemerodeaban por las cercanas.

    Me quedaban an muchas cosas pordescubrir: la "gastronoma" no fue la menor de las

  • sorpresas que me aguardaban. Una sorpresa quelleg aparejada con un deleite: las frutas extraasque saboreaba por primera vez (aceitunas, higos,higos chumbos que un rabe me ense a abrir sinpincharme los dedos), me hicieron olvidar laspatatas y la col que constituan lo esencial denuestras comidas en Polonia.

    Debamos encontrar trabajo cuanto antes y laorganizacin que se encargaba de proporcionarlo alos inmigrantes nos propuso lijar nuestraresidencia en el pequeo pueblo de Heder, dondealgunos judos ricos posean grandes naranjales.En aquella poca se sola emplear prioritariamentea los recin inmigrados en las grandes obras denivelacin de terrenos y construccin decarreteras; de ah que aceptsemos con alegra laperspectiva de empezar a trabajar en el cultivo delos rboles frutales. Al llegar a Heder, la vista dela magnfica mansin que se alzaba en medio deuna hacienda acrecent nuestro entusiasmo juvenil.Y prematuro. El patrono nos condujo al borde deuna extensa zona pantanosa:

  • Escojan ustedes un lugar donde plantar sustiendas nos dijo; y, sealando con un ampliomovimiento del brazo los aguazales insalubres quese extendan ante nosotros, aadi:

    Tendrn que desecar todo eso.Disponamos de cuatro tiendas; vivamos en

    tres de ellas, mientras la cuarta nos serva decocina y comedor. Nos regalaron un asno, para quecon l pudiramos acarrear el agua potable desdeun pozo situado a varios kilmetros de distancia.Pero el animal no quiso entrar en razones. Pese atodos nuestros esfuerzos, splicas y empujones, seneg obstinadamente a dar el menor paso... hastaque un rabe, al que aquel espectculo solazaba,dio un fuerte tirn a la cola del animal, queinmediatamente ech a andar.

    Sera exagerado afirmar que para nosotrosera un placer el trabajo que realizbamos desde elalba al crepsculo con los pies hundidos en ellodo. Por la noche, devorados por millares demosquitos, no logrbamos descansar. Cada da lamalaria atacaba a dos o tres de nosotros. Pero nilas extensiones desrticas, ni la aridez de la tierra,

  • ni la insalubridad del clima lograbandesalentarnos. Nuestra juventud y nuestroentusiasmo diluan todas las dificultades.Habamos emigrado a un pas por construir yestbamos prestos a arremangarnos las mangas.

    Al atardecer, quebrantados pero felicesdespus de terminado el trabajo cotidiano, nosreunamos para discutir acerca de aquella formade vida que habamos escogido y que ambamos.Estbamos persuadidos de que en aquellacomunidad colectivista, en la que reinaba unigualitarismo absoluto y en la que andbamos muylejos de sufrir las coerciones del estilo de vidaburgus, iba forjndose una tica nueva y fraternal,que sera el fermento de una sociedad ms justa.Nuestras preocupaciones eran sobre todo morales,idealistas y curiosamente ajenas a las cuestionessociales.

    stas, no obstante, se presentaron muy pronto.Observ que los hacendados judos, cuya vida eramuy confortable, slo empleaban en susplantaciones a los obreros agrcolas rabes, aquienes explotaban de un modo atroz.

  • Durante una velada habl de ello a misamigos:

    Por qu nuestros "patronos", que alardeande ser buenos sionistas, utilizan nicamente lamano de obra rabe?

    Porque les resulta ms barata.Y por qu?Sencillamente, porque la Histadrut slo

    admite en sus lilas a los judos y obliga a lospatronos a que les den un salario mnimo. De ahque stos prefieran recurrir a los rabes, a quienesno defiende ningn sindicato.

    Este descubrimiento turb profundamente mitranquilo idealismo. Joven emigrante, yo haba idoa Palestina para construir all un mundo nuevo yahora caa en la cuenta de que la burguesasionista, imbuida de sus privilegios, queraperpetuar unas relaciones sociales que nosotrosdesebamos abolir. A la sombra de la unidadnacional juda, yo tropezaba de nuevo con la luchade clases.

    Unos meses ms tarde, a finales de 1924, mepuse en camino para recorrer a pie todo el pas. En

  • aquella poca vivan en Palestina medio milln derabes y unos ciento cincuenta mil judos. VisitJerusaln, la ciudad de Haifa, ya industrializada, yla regin de Emek-Israel o Galilea, donde envarios kibbutzim trabajaban mis amigos delHashomer Hatzair.

    Tambin ellos haban emigrado a Palestinapara crearen ella una sociedad nueva de la queestara excluida toda injusticia. Gracias a suretorno a la naturaleza y al cultivo de la tierra,crean adquirir los valores de coraje, abnegacin yentrega a la comunidad. Algunos de elloscomenzaban a desilusionarse, porque dudaban yade que les fuera posible sentar las bases delsocialismo en un pas que se hallaba bajo mandatobritnico. Para convencerse de ello bastaba conechar una mirada a los robustos guardias de lagendarmera inglesa que, en crecido nmero,deambulaban por las calles. Era vano, ilusorio, eincluso temerario, querer construir unos islotes desocialismo en aquella regin del mundo donde ellen britnico acechaba con todas sus garrasprestas.

  • Nuestra accin slo tiene sentido siconstituye una parte integrante de la luchaantiimperialista me dijo un camarada en una denuestras largas conversaciones. Mientras losingleses estn aqu, nada podemos hacer.

    Pero en esta lucha le repliqunecesitarnos el apoyo de los rabes.

    Exacto. Slo resolveremos la cuestinnacional con la revolucin social.

    Pero la conclusin lgica de turazonamiento es que debemos afiliarnos al partidocomunista.

    En efecto, acabo de ingresar en l.Casi todos nuestros amigos hicieron lo mismo

    y, a principios de 1925, tambin yo me adher alpartido comunista.

    Desde 1917 viva con la mirada fija en elinmenso resplandor que vea surgir en el Este yque me deslumbraba. La revolucin de octubre, altrastornar el curso de la historia, haba inauguradouna nueva era: la era de la revolucin mundial.Aunque desde haca aos me senta bolcheviquede corazn, siempre haba desistido de afiliarme

  • al partido debido a la cuestin juda. Peroconvencido ahora de que slo el socialismoliberara a los judos de su opresin milenaria, melanc a la lucha. De los grandes trastornos quejuzgaba inminentes nacera la sociedad nueva,igualitaria y fraternal que yo anhelaba. Tena queprestar todo mi concurso a aquel parto,ciertamente difcil, pero exaltante. Abandon,pues, la moral idealista e ingenua para entrar a piellano en la historia. Qu era la libertadindividual, si no cambibamos el mundo?

    El partido comunista palestino, creado en1920 por Joseph Berger, haba sido oficialmentereconocido por el comit ejecutivo de laInternacional comunista en 1924. La mayor partede los miembros del nuevo partido habanevolucionado desde el sionismo al comunismo.Uno de sus dirigentes ms notorios, DanielAverbuch, fue durante mucho tiempo el lder delpartido izquierdista Poalei-Tsiyn.2Ya en elsegundo congreso de la Histadrut, celebrado en1922, defendi las tesis comunistas frente a BenGurin. Excelente orador, demostr el absurdo que

  • significaba querer crear una sociedad sin clasesaunque respetando al mismo tiempo las leyes delmercado capitalista. Su discurso, de una lgicaimplacable, impresion al congreso, pero slologr convencer a algunos delegados de que elsionismo conduca necesariamente a un callejnsin salida. Por mi parte, no crea entonces quefuera posible, ni siquiera deseable, la creacin deun Estado judo.

    No acertaba a ver la razn en cuya virtud loscinco millones de judos americanos, los tresmillones de judos de la Unin Sovitica y losvarios millones de judos diseminados por elancho mundo abandonaran sus respectivos pasespara emigrar a Palestina en busca de una patriahipottica. En aquella poca pensaba que loimportante era que cada judo se determinase a smismo. Quienes tuvieran conciencia de perteneceral pueblo judo, deban gozar en cada pas de losderechos inherentes a toda minora nacional. Erainjustificable que se alzasen barreras ante aquellosque deseaban emigrara Palestina. Finalmente, por

  • qu los judos que deseaban asimilarse totalmentea sus conciudadanos (solucin que me parecaviable nicamente para una parte de laintelligentsia y para la burguesa acomodada), porqu tales judos iban a dejar de hacerlo? Por elcontrario, estaba convencido de que lastradiciones culturales se perpetuaran an durantemucho tiempo y, si no se impeda su plenodesarrollo, enriqueceran el patrimonio colectivode la humanidad.

    Desde su nacimiento, el partido comunistatuvo que enfrentarse con un grave problema:cmo arrancar de la ideologa sionista a la masade los trabajadores? Por mi parte, era favorable ala adopcin de un programa mnimo dereivindicaciones inmediatas que, por su realismo,fuesen susceptibles de atraer a los obreros judos.Pero muy pronto el partido se encontr ante otradificultad considerable: los ingleses no estabandispuestos a permitir el desarrollo de un partidocomunista. Por su parte, las organizacionessionistas y los reaccionarios rabes respaldaban ala polica en la persecucin de que sta nos haca

  • objeto. Nosotros slo ramos unos centenares demilitantes unos millares si les aadamos lossimpatizantes, ciertamente abnegados ygenerosos, que no temamos ni la clandestinidad nilas privaciones. Pero por doquier tropezbamoscon la oposicin y la hostilidad. En tal momentofue cuando la minora comunista de la Histadrut, la"fraccin obrera", le excluida del sindicato judoy se adhiri al Profintern.3 El partido procurabaconquistar a la poblacin rabe, pero sus esfuerzosse estrellaban contra la influencia del gran muft deJerusaln, a quien sostenan los ingleses.

    Entonces propuse a los dirigentes del partido,Averbuch, Berger y Birman, la creacin de unmovimiento, el Ishud (la Unidad), Itashai en rabe,que englobara tanto a los judos como a los rabes.

    El programa de tal partido sera muyelemental:

    Luchar para que la Histadrut admitiera en susfilas a los trabajadores rabes y crear luego unaInternacional sindical unida.

    Suscitar las ocasiones en que pudierancoincidir los judos y los rabes, sobre todo por

  • medio de manifestaciones culturales.

    El xito del Ishud fue inmediato. A finales de1925 existan ya algunos clubs en Jerusaln, Haifa,Tel Aviv, e incluso en los pueblos agrcolas dondetrabajaban codo con codo los obreros rabes y losobreros judos. Se multiplicaron las reuniones,cuya entrada era libre. La influencia quecomenzaba a ejercer el movimiento en loskibbutzim desazonaba a los dirigentes de laHistadrut, que no lograban comprender cmopodan luchar juntos los judos y los rabes. Afinales de 1926 se celebr la primera conferenciageneral del movimiento, a la que asistieron ms decien delegados, cuarenta de los cuales eran rabes.Por la tarde del primer da, los congresistas sesorprendieron al ver llegar a Ben Gurin, dirigentenacional de la Histadrut, y a Chartok, especialistade las cuestiones rabes: ambos contemplaron elespectculo que ofrecan los delegados judos yrabes sentados en la misma sala.

    Nuestra situacin material era precaria. Noera empresa fcil encontrar trabajo cuando se era

  • sospechoso de comunismo... Durante todo el ao1925, vivimos juntos en una barraca de Tel Aviv,diez camaradas, nueve hombres y una joven, parala que habamos habilitado un rincn especial denuestra morada. Los que trabajaban ingresaban susalario en la caja comn, pero la suma as reunidano bastaba para asegurar la subsistencia de todos.Vivamos para la revolucin y nos alimentbamoscon algunos tomates. A veces bamos a comer enpequeos restaurantes yemenes y, para que nosliaran, nos ponamos nuestras ropas de trabajo,prueba "irrefutable" de que no nos hallbamos enparo forzoso.

    Nos cost lo nuestro acostumbrarnos a lascondiciones climticas nuevas, a los cambiosbruscos de temperatura al calor sofocante delverano tras el cual apareca el fro intenso delinvierno. Recuerdo el modo como uno de misamigos, originario de Cracovia,4 resolvi lacuestin de su calefaccin durante la estacinfra... Me dijo que haba encontrado un empleo, loque para un albail profesional, aunque en paroforzoso, ya constitua una hazaa; luego me invit

  • a que fuera a visitarle en "su casa"... una humildebarraca...

    Observa cmo me las arreglo para no tenerfro me dijo; duermo sobre una tabla y mecubro con otra: es la mejor frazada.

    Al pequeo grupo que formbamos SophiePoznanska, Hillel Katz y yo, se unieron ms tardeLo Grossvogel y Schreiber (a todos ellosvolveremos a encontrarlos ms adelante, durantelos aos de guerra y ocupacin). Las ms de lasveces nos reunamos en casa de los Katz, quevivan en una choza de tablones mal ajustados.Bajo la direccin de Hillel, que era un albailconsumado, nos decidimos a construir una casa demampostera en el mismo emplazamiento queocupaba la choza. Luego nos sentimos muyorgullosos de haber edificado con nuestras propiasmanos un reducido habitculo, decente y nuevo,que se convirti en nuestro hogar comn. Por fin,en 1926, alquil una habitacin encima del localsocial del Ishud para poder consagrarme mejor ala direccin del movimiento. All y de un modoenteramente imprevisible, es donde iba a conocer

  • a la que luego se convertira en mi compaera:Luba Brojd.

    Una noche o ruido en el local del Ishud. Bajpara ver lo que ocurra, pensando que se tratarade un ladrn o de algn polica que andaracurioseando... Pero me encontr con una hermosajoven, que se haba instalado confortablemente yestaba leyendo los peridicos. Le pregunt:

    Pero, cmo ha entrado usted?Por la ventana, y no es la primera vez.

    Cuando al anochecer vengo a las reuniones, elalboroto que arman ustedes con sus discusiones estan enorme, que no puedo leer con tranquilidad...

    Luba proceda de Lvov, Polonia, dondetrabajaba en una fbrica y militaba en lasjuventudes comunistas. Un provocador, que habadenunciado a gran nmero de militantes a lapolica, fue desenmascarado y la direccin delpartido decidi suprimirlo. Un joven comunistajudo, Naftali Botwin, organiz el grupo quellevara a cabo la operacin; Luba formaba partede aquel grupo. En su casa ocultaron el revlver.

  • El delator fue suprimido, pero detuvieron yfusilaron a Botwin y la polica persigui a quieneshaban participado en la operacin. Luba tuvo quesalir de Polonia. March a Palestina, dondeprimero trabaj en un kibutz antes de que lacontrataran como pintor de brocha gorda enJerusaln. Militaba en el movimiento Ishud y en laFraccin obrera, sin que por ello dejara de prestarigualmente su concurso al Mopr (organizacin deayuda a los presos polticos), pero se neg aingresar en el partido comunista palestino, al quereprochaba su incomprensin de la necesidadhistrica de crear un Estado judo.

    Las autoridades inglesas se sintieroninquietas por las actividades del Ishud yprohibieron por decreto sus reuniones. Elsecretario de la Fraccin obrera fue detenido. Yole sustitu. En 1927 la polica juda, controlada porlos ingleses, sorprendi una de nuestras reunionesen Tel Aviv. Me detuvieron y luego meencarcelaron en Jalla durante varios meses. Enaquella prisin me di cuenta por primera vez deque los barrotes de la crcel no siempre son

  • infranqueables. As me las compuse para que unacamarada, muy adicta a nuestra causa, AnnaKliman,5 entrara como mujer de hacer faenas alservicio del comisario de la polica juda quehaba procedido a nuestra detencin. Anna Klimanregistr regularmente los bolsillos de su nuevopatrn, descubri la lista de nuestros camaradassospechosos y les avis antes de que losdetuvieran. El comisario no fue olvidado... Mstarde le rompieron una pierna durante unamanifestacin.

    Luba pag asimismo con la crcel suadhesin a nuestra organizacin: en 1926-1927 fuedetenida por dos veces, en Haila y en Jerusaln.

    El partido comunista me nombr secretariode la seccin de Haifa, una de las ms poderosasde Palestina, puesto que all nos hallbamosprofundamente arraigados en las fbricas y entrelos ferroviarios. As me convert en un permanentedel partido. Luchaba con la energa de los nefitosy me senta empujado por la fuerza de mi ideal.Como viva ya en la oscuridad de la vidaclandestina, slo poda salir de noche y tomaba

  • mil precauciones en todos mis desplazamientospara no caer en manos de la polica, que no dejabade acosarnos. Puesto que era buen orador,apareca aqu y all arengando a los trabajadores.Organizaba el trabajo poltico, redactaba folletos yproclamas, y presida las reuniones que seguamoscelebrando a pesar de todas las prohibiciones.Durante una de ellas, en los ltimos das de 1928,me detuvieron de nuevo junto con otrosveintitrs camaradas y me encerraron en la prisinde Haifa. Tuvimos tiempo para destruir todos lospapeles comprometedores: as la polica no pudoechar mano a la prueba formal de nuestrasactividades.

    Seguidamente nos trasladaron a la fortalezamedieval de San Juan de Acre, donde era muyduro el rgimen penitenciario y donde inclusotuvimos que vestir el uniforme de los condenadosa trabajos forzados. Las autoridades inglesas, queno posean la menor prueba de nuestra filiacinpoltica, se negaban a considerarnos como presospolticos y nos imponan el rgimen de losdelincuentes comunes. Todo Palestina se enter

  • entonces de la historia de aquel panaderocomunista que decidi permanecer desnudo en sucelda durante varias semanas para no tener queponerse el uniforme de los presidiarios... Nuestradetencin se prolongaba; ningn proceso aparecaen el horizonte: ramos unos inclasificables y lasautoridades inglesas no saban a qu jurisdiccinencomendarnos. Gracias a nuestro enlace con elcomit central del partido, supimos que elgobernador, sir Herbert Samuel, se dispona afirmar un decreto por el que se autorizaba ladeportacin a Chipre de todas las personassospechosas de actividades procomunistas.Decidimos declararnos en huelga de hambre paralograr que nos pusieran en libertad o nossometieran a un juicio. A partir del quinto darechazamos todas las bebidas. Nuestra obstinacintriunf de la iniquidad: la noticia de nuestra huelgase difundi por todo Palestina; varios diputadoslaboristas del Parlamento ingls interpelaron algobierno acerca de su poltica palestina ydenunciaron los excesos cometidos. Aldecimotercer da nos comunicaron que iba a

  • celebrarse nuestro juicio. A m me designaron paraque hablara en nombre de mis veintitrscamaradas.

    El primer da del juicio, varios de nosotrosse hallaban tan extenuados que tuvieron que sertransportados en camilla a la sala del tribunal;pero ya no habra ms das de juicio... Apenas sehaba iniciado la audiencia pblica cuando el juez,sentado entre sus dos asesores, se levant paradeclarar en un tono que pretenda ser irnico:

    De veras creen ustedes que inquietan allen britnico? Pues andan muy equivocados. Eljuicio no tendr lugar! Estn ustedes en libertad!

    Con un gesto dio orden a los policas de quenos expulsaran de la sala: habamos triunfado!

    En 1928 se presentaron graves dificultades:Palestina experimentaba los efectos de la crisiseconmica que generaba el paro forzoso.Numerosos obreros judos se quedaron sin trabajoun tercio aproximadamente y abandonaron enmasa el pas. Aquel ao se registraron cinco milsalidas de Israel contra dos mil setecientas

  • entradas. Luego, en 1929, estallaron variosdisturbios antijudos, acompaados delinchamientos. Tales disturbios dieron lugar a undramtico malentendido entre el partido comunistapalestino y el Komintern. En efecto, para elKomintern, aquellos pogroms sealaban el iniciode la sublevacin del proletariado rabe,sublevacin que era absolutamente precisoexplotar a fondo. El partido comunista palestinoreciba, pues, instrucciones en el sentido de quepredicara la rebelin antiimperialista en las aldeasrabes. Invocando el argumento de que el partidocomunista palestino no haba sabido implantarseen las masas autctonas, el Komintern lanzaba laconsigna de "arabizacin y bolchevizacin", comosi la sustitucin automtica de los judos pollosrabes en los organismos responsables pudieraasegurar una mayor implantacin del partido en lapoblacin musulmana. Este anlisis de la situacinsuscit una viva oposicin por parte del partidopalestino; incluso un grupo de militantes juzgabaaventurerista la decisin del Komintern. Por lo quea m se refiere, comparta esta opinin... Uno de

  • nuestros militantes le linchado cerca de Haifa,cuando trataba de aplicar literalmente lasconsignas recibidas, y tuvimos que adoptar unasmedidas extraordinarias... para proteger al checoSmeral, delegado del Komintern, que vivaclandestinamente cerca de Jerusaln.

    La consecuencia de esa poltica absurda leel rpido debilitamiento de la influencia que elpartido ejerca sobre los obreros judos. Por suparte, el misino partido comunista palestino aportuna caucin desastrosa a las medidas soviticasencaminadas a resolver la "cuestin juda" en laURSS.

    Cmo haba evolucionado all la situacin?

    Despus de la revolucin de octubre, se habaprevisto que la vida de los judos en la UninSovitica alcanzara pleno desarrollo en lasregiones donde exista una fuerte minora juda:Crimea, Ucrania y Bielorrusia; pero en 1928 ladireccin stalinista cre de la nada una reginautnoma juda en el Birobidzhn, junto a lasfronteras de Manchuria. Aquella decisin

  • burocrtica instaur artificialmente un Estado enuna regin siberiana de clima muy duro y en la queno exista el menor vestigio de una comunidadjuda. As le como millares de hombres y mujerestuvieron que abandonar sus hogares en Ucrania oen Crimea, donde gozaban de los derechos de unaminora nacional. Se invit al partido palestino, lomismo que a los partidos de los dems pases, aque se sirviera de aquel ejemplo para demostrar loacertada que era la poltica comunista conrespecto a las minoras nacionales y para alentar alos judos a que se trasladasen al Birobidzhn.Ciento cincuenta miembros de la Gdud Avod(brigada de trabajo) se marcharon a aquella reginsiberiana para fundar en ella una comunidad,Vozha Nova. Muy pocos sobrevivieron a laspurgas stalinistas. Por lo que se refiere a losdirigentes palestinos, se vieron muy malrecompensados por su fidelidad. En Mosc sejuzg que necesitaban ser "reeducados". Losmiembros del comit central se encaminaron a laUnin Sovitica para estudiar en la UniversidadKutv (universidad comunista de Oriente). Hemos

  • de suponer que su "reeducacin" no dio losresultados previstos, puesto que, a partir de 1935,todos ellos fueron encarcelados.

    Para m, en Palestina, el combate prosegua.Me hallaba constantemente acosado por la polica.Ni Tel Aviv ni Jerusaln eran ciudades seguras yla vida clandestina en un pas tan pequeo no eraya posible para los militantes ms conocidos.Expulsado por decisin del gobernador ingls, meembarqu para Francia con un equipaje muyreducido, pero siendo portador de dos documentosque tenan para m el valor del oro: unarecomendacin del comit central del partidocomunista palestino, que haba aprobado mipartida, y un visado francs de trnsito.

  • 4. FRANCIA

    DESEMBARQU en Marsella a finales de 1929.La travesa haba durado casi una semana. Tendidosobre el puente de un carguero asmtico, con lacabeza recostada sobre un cordaje, habadispuesto de tiempo sobrado para meditar. Sinhaber cumplido an mis veinticinco aos, conocael exilio por segunda vez. No es que medesagradara. A los revolucionarios bien nacidosla represin no les tiene en cuenta la edad. Eldesarraigo slo resulta doloroso para quien haarraigado, y los pedruscos de Palestina noconstituan el terreno ms frtil para cultivar elpropio jardn.

    Cuando vi surgir en el horizonte la costafrancesa, la alegra de realizar por fin un viejosueo se sobrepuso a mis ltimas aoranzas.Francia!

    Difcilmente puede imaginarse el lector la

  • carga emocional que entraaba esta palabra parael joven aptrida que yo era. En los aos veinte, unemigrante del Este de Europa sola expatriarse conel designio de llegar a convertirse en el to deAmrica de quienes se quedaban en su pas deorigen, en las inmediaciones de Varsovia o deBucarest. El pequeo limpiabotas de Broadwayconvertido en businessman ha fomentadonumerosas vocaciones... Pero la duda no le estpermitida a un joven comunista que, en 1930,cuenta con veinticinco aos de edad, que ha sidoproscrito de su pas natal por la vindicta policaca,que se ha visto impulsado por la fuerza de lascosas y los azares de la lucha de clases y que se haconvertido en una especie de comisionista de larevolucin. Su mirada se vuelve siempre hacia laplaza Roja o hacia la plaza de la Bastilla.

    Entrar en la Unin Sovitica, donde laesperanza milenaria se (rueca en realidad graciasal trabajo de los hombres, es algo a lo que unotiene que hacerse acreedor. Para ello es precisoposeer una limpia ejecutoria. En cambio, el jovenDomb slo est dando sus primeros pasos por esos

  • difciles caminos en los que se progresa a fuerzade tenacidad, paciencia y abnegacin. Para losemigrados polticos, Francia rima casi conrevolucin. En el pas donde los revolucionariosde la Comuna treparon al asalto del cielo y dondelos "soldados del distrito XVII" fraternizaron conlos airados viadores, la bandera de la rebelinsiempre ha tremolado a gran altura. Se la ve desdelejos y siempre ha congregado a su alrededor aaquellos que la persecucin haba proscrito.Cierto es que la Francia de la tercera Repblica,tierra de eleccin para los revolucionarios enbusca de una patria de recambio, no era en verdaduna tierra de asilo; la polica, corno es natural enun Estado democrtico, se mostraba hartoquisquillosa y, por lo que se refiere al trabajo, laRepblica de notables ofreca generosamente losempleos ms ingratos a los extranjeros. Pero, enese pas, la legalidad, para quien sabe esquivarla,siempre ha sido de lmites indecisos, fciles detransgredir. Ms concretamente, un comunista sabeque, en Francia, podr contar con sus camaradasdel partido. Un judo no ignora que, en las

  • organizaciones popular es de la comunidad juda,encontrar algunos amigos. Por eso me proponaser militante comunista en el mundo de los obrerosjudos, donde saba que el partido se desarrollabay tena necesidad de cuadros dirigentes. Supremoargumento: posea un visado de trnsito que meabra las puertas de Francia. Aunque ahora de loque se trataba era de quedarse en ella. Comocareca de suficiente dinero para proseguir miviaje, me detuve dos semanas en Marsella. El airede la Canebire no era desagradable, pero yopermaneca encerrado durante todo el da en lacocina de un pequeo restaurante, donde habaencontrado trabajo. Como all me daban de comer,pude destinar m salario a comprarme un traje. Enla actualidad este detalle puede parecer ridculo.

    Pero, a mis veinticinco aos, todava no mehaba echado nunca sobre los hombros un trajecompleto. En Palestina, el short y la camisaconstituan todo nuestro vestuario. Ni por unmomento pens en la posibilidad de llegar a Parsmal vestido. Tras ponerme mi nuevo traje, nocesaba de contemplar al hombre nuevo que vea

  • reflejado en el espejo y recordaba lospreparativos indumentarios de los judos tic Novy-Targ cuando se disponan a emigrar a los EstadosUnidos.

    No sin cierto orgullo pis las calles de Parsal descender del tren. Incluso llevaba en la manouna pequea maleta; estaba medio vaca, pero qums daba? Saba a dnde tena que encaminarme.Mi amigo de la infancia, Alter Strom, haba salidode Palestina un ao antes que yo para instalarse enla capital francesa. Especialista en la colocacinde pavimentos de madera, haba encontradotrabajo con facilidad. La direccin que me habadado: Hotel de Francia, calle de Arras, 9, Pars-V,me impresionaba. El distrito quinto era el barriolatino, el barrio de los estudiantes. Hotel deFrancia! Con tal nombre, slo poda ser unpalacio. Acaso se haba convenido Alter Stromen un "capitalista"? Pero, no me haba dicho, enuna carta, que podra vivir con l durante losprimeros das? Llegu a una calle, estrecha yoscura. En el nmero 9, sobre la fachada gris de unpequeo edificio, la intemperie haba borrado a

  • medias la inscripcin: Hotel de Francia. Preguntpor la habitacin del seor Strom: se hallaba en elltimo piso, debajo del tejado. Empuj la puerta ydescubr toda la riqueza de mi amigo. Una inmensacama ocupaba la casi totalidad del aposento. En unrincn vease un pequeo lavabo; junto a laventana, una mesa desvencijada; a guisa de percha,unos clavos hincados en la puerta. se era todo elmobiliario.

    Rpidamente comprend la opcin por la quese haba decidido Alter Strom. El Hotel de Franciaera uno de los menos caros y menos vigilados porla polica. La habitacin de Alter Strom se hallabasiempre abierta para acoger a sus amigos. La camaera tan grande que permita acostarnos en elsentido de su anchura. No era raro que por lamaana nos encontrramos en ella cuatro o cincocamaradas. Quienes no saban dnde dormir,sobornaban con algunas monedas al vigilantenocturno y venan a ocupar el espacio an vaco dela cama.

    Slo una cosa nos fastidiaba: las chinches,que todo lo invadan. Un da compramos dos

  • botellas de vino y bautizamos de nuevo el Hotel deFrancia con el nombre "de Vance" (porque, enyiddish, vanee significa chinche).

    Decid matricularme como oyente libre en laUniversidad de Pars. Si poda demostrar en laprefectura que dispona de suficientes recursoseconmicos para vivir, nada impedira que medieran un permiso de residencia. Haca tiempo quemis amigos haban resuelto este problema:enviaban a su ciudad natal la suma que la policafrancesa juzgaba necesaria para vivir durante unmes. Inmediatamente, los padres o los amigos deall remitan de nuevo a Pars aquel mismo dinero,que a continuacin volva a servir para otrocamarada. As, mostrando en la prefectura losresguardos de correos, podamos demostrar querecibamos regularmente de Polonia unossubsidios Familiares.

    Pocas semanas despus de mi llegada, obtuvemi primer permiso semestral de residencia. Pero,ya desde el primer da, me haba puesto encontacto con el partido comunista. El mensaje derecomendacin del comit central del partido

  • palestino, escrito en un trozo de tela, lo llevabaoculto en el forro de mi vestido desde que sal dePalestina. Entonces lo entregu al camarada queme recibi y que era el responsable de la mano deobra extranjera.6 Ambos estuvimos de acuerdo enque comenzara a militar en cuanto tuviera unempleo. Pero hallar una ocupacin estable no erams que un sueo; los trabajadores extranjeros nopodan esperar ms que algn trabajo subalterno eintermitente. En el ramo de la construccin, solancontratar temporalmente a algunos peones dealbail. Los capataces, que cobraban ciertoporcentaje por cada pen contratado, se mostrabanms indulgentes que los de otros oficios en lo quese refera a nuestros permisos de trabajo. Durantealgunas semanas estuve trabajando, primero, en laconstruccin del edificio Hachette y, luego, enPantin, donde transportaba rales durante todo elda, hasta que una enorme barra de hierro meaplast el pulgar del pie. Todava en la actualidades visible la cicatriz de aquella herida.

    En aquella poca, los grandes almacenesreclutaban cada noche la mano de obra necesaria

  • para que les limpiara el suelo. Con algunasdecenas de estudiantes, yo "bailaba" hasta lamadrugada, con un cepillo en un pie y un trapo enel otro, sobre los pavimentos de madera de laSamaritaine o del Bon March. El trabajo eraduro, pero bien retribuido. Con el salario de unanoche viva dos o tres das. Ms agotador eratodava el trabajo nocturno en las estaciones demercancas. Me pasaba noches enteras cargandovagones en la estacin de la Chapelle. Por lamaana, me arrastraba hasta mi cama con losriones quebrantados de cansancio.

    Tales faenas no constituan un empleoestable. Pero no por ello militaba menos, sino mstodava. Desarrollaba todas mis actividadespolticas en el mundo constituido por lo judosinmigrados, sobre los que el partido comunistaprocuraba extender su influencia.

    Tratndose de los judos residentes enFrancia en aquella poca ya eran unosdoscientos mil los que vivan en Pars, seramucho ms exacto hablar de varias "comunidades"que de una sola comunidad. Sobre las capas ms

  • antiguas (alsacianos, loreneses, bordeleses, etc.,que al precio de difciles combates habanconquistado su emancipacin, pero que luegohaban ido ascendiendo poco a poco los peldaosdel xito social), se haban superpuesto lassucesivas oleadas de los inmigrantes recientes.Estos judos de la Europa central, que habancomenzado a refluir hacia el oeste a principios delsiglo XX y, en particular, despus de los grandespogroms zaristas, eran sobre todo de origenproletario. No pocos de ellos ya haban militadoen los partidos de izquierda de sus pases nativosy luego se haban mantenido fieles a susconvicciones. No era, pues, sorprendente que, alllegar a Francia, continuasen militando. Lospartidos polticos reclutaban fcilmente sushuestes en aquellos ambientes: el partidocomunista, el Bund, el partido de coalicin, lasagrupaciones sionistas y el Hashomer Hatzair, delque ya he hablado extensamente.

  • Por lo que a m se refiere, militaba en la seccinjuda de la MOE, junto con otros camaradas aquienes la represin haba ahuyentado de suspases. Todas las noches celebrbamos reuniones,que se prolongaban hasta altas horas de lamadrugada. En aquel entonces era muy fuerte lainfluencia trotskista sobre los judos comunistas, yhabamos recibido orden de "limpiar la comunidadjuda" de todos los militantes rivales. A menudonuestros debates eran muy animados. Elascendiente que posean los trotskistas sobre losjudos inmigrados se vio progresiva yconsiderablemente debilitado, aunque siguieronmanifestndose algunos pequeos ncleos muyactivos.

    Nosotros, judos y comunistas, no sloparticipbamos en la vida del partido sino tambinen la batalla poltica en general. Nos hallbamosntimamente asociados a las luchas de la claseobrera. Siempre era arriesgado que tomsemosparte en las manifestaciones "duras" porque, encaso de ser detenidos, los inmigrados nonaturalizados solan ser expulsados de Francia. De

  • todos modos y pese a todos los riesgos, asistamosa las grandes demostraciones populares, como lasdel primero de mayo y las que se organizaban paraconmemorar el aniversario de la Comuna.

    Adems de sus actividades puramentepolticas, numerosos judos inmigrados eranmiembros de ciertas asociaciones culturales. LaCulture Ligua, por ejemplo, se haba desarrolladobajo la gida del partido comunista. Sus reunionescongregaban todos los domingos en la sala Lancrya varios centenares de personas. Algunosdirigentes del partido comunista francs, comoPierre Smard y el siempre sonriente JacquesDuelos, asistan regularmente a ellas parapronunciar alguna conferencia. Por mi parte, meiba de vez en cuando a Estrasburgo y a Amberespara celebrar algunas reuniones pblicas con lascomunidades judas locales.

    Finalmente, nuestra presencia se mostrabamuy activa en los sindicatos y eran numerosos losmilitantes judos que actuaban en las secciones depeletera y de confeccin. Lozovski, que en 1912haba sido secretario del sindicato de

  • sombrereros, se haba convertido en uno de losdirigentes de la Internacional sindical roja.

    Tambin quisiera aportar aqu mi testimonioacerca de la conducta poltica observada por losmilitantes judos en general e insistir en el hechode que se caracterizaba por una ausencia casi totalde sectarismo. Todos nosotros experimentbamosuna apremiante necesidad de informacin y,contrariamente al militante comunista tradicionalque lea exclusivamente L'Humanit, nuestrasfuentes de informacin eran muy eclcticas, puestoque iban desde el socialista Le Populaire hasta elmuy conservador Temps, pasando por Le CanardEnchain. Todava en la actualidad sigue siendomuy viva mi aficin juvenil al Canard.

    Paralelamente se haba organizado asimismomi vida personal. Tuve la alegra de recobrar aLuba, que vino a reunirse conmigo en 1930. Comola polica inglesa andaba buscndola, para salir dePalestina Luba tuvo que adoptar la identidad de suhermana Sara7 y contraer un matrimonio blancocon un amigo que posea la ciudadana palestina.

  • Ese estatuto legal le confera los mismos derechosque a los sbditos britnicos y le permiti obtenerun visado de entrada en Francia. Ahora, en queambos ramos inmigrados, volveramos a estar amalas una vez ms con la polica...

    Unas semanas despus de la llegada de Luba,a primeras horas de la madrugada llamaron a lapuerta de la habitacin que ocupbamos en el hotelde Vanee. Abr y me encontr con un hombre cuyoaspecto no engaaba...

    Me enva la polica de este barrio. Hace unmes que lleg su mujer y todava no haregularizado su situacin...

    Lo siento respond, e inclinndome haciaadelante, le murmur al odo, como si quisieraevitar que alguien me oyera: No es mi mujer,sino m amante. Dentro de cuarenta y ocho horasya no estar aqu.

    Oh, en ese caso... admiti el funcionariosubrayando sus palabras con un guio malicioso.

    En la patria de Courteline, las historiasgalantes siempre son bien recibidas, sobre todopor parte de la polica.

  • Nuestra situacin material era difcil. Alaproximarse el nacimiento de nuestro primer hijo,lleg a ser inquietante. Por fortuna, un modestomercader de pinturas, que era judo y queracomplacerme, me dio trabajo. Pero el pincel nohace al pintor, yo careca de la suficientehabilidad y no dej de ser un mediocrepintamonas. El mercader, por el contrario, hizocarrera despus y ha llegado a ser un granmarchante.

    Mi mujer trabajaba de costurera para unpeletero. Dos veces por semana iba a buscar unosenormes fardos de pieles y luego su jornada detrabajo en casa era de diez a doce horas diarias.Militaba en las filas del partido comunista eincluso fue delegada para la seccin juda en laprimera conferencia antifascista que se celebr enPars el ao 1931. Por lo que a m se refiere, mehaban nombrado representante de la seccin judade la MOE en el comit central del partido.

    Ms adelante, se me invit un da a que mepresentara, con otro camarada de la MOE, en lasede del comit central para entrevistarme con

  • Marcel Cachin. El director de LHumanit meacogi con cordialidad:

    Buenos das me dijo; cmo siguevuestro trabajo con los judos? V prosigui, sindarme tiempo para responderle: El peligro nazise agrava; hemos de incrementar nuestrapropaganda en los ambientes judos. Necesitamosun peridico en lengua yiddish para Francia yBlgica. Por eso quera veros.

    De acuerdo; pero quin va a financiar esteperidico?

    Cmo? me interrumpi Cachin. Nohas ledo a Lenin? Ignoras cmo se financia unperidico comunista? Organizad suscripcionesentre los obreros...

    Estamos dispuestos a lanzar una grancampaa de suscripcin; pero, participar usteden los mtines que organicemos para apoyar estacampaa?

    Desde luego, de mil amores, siempre queest disponible.

    Poco despus celebramos una reuninpblica en Montreuil, donde era muy numerosa la

  • colonia juda. La nica sala libre era la de lasinagoga. El rabino se avino a prestrnosla. En elda sealado, una muchedumbre de humildesartesanos y comerciantes judos llenaba lasinagoga. Tom asiento en la tribuna, al lado deCachin. El antiguo dirigente se levant y diocomienzo a su discurso con voz fuerte y vigorosa:

    Para mi constituye un gran honor, amigosmos, hallarme aqu, junto a los representantes deun pueblo que ha dado al mundo unosrevolucionarios tan colosales como Jesucristo,Spinoza y Marx.

    Una tempestad de aplausos interrumpi alorador. Sorprendido y embarazado por estaspalabras que denotaban un nacionalismo depequeo burgus, agach la cabeza sin atreverme amirar a la sala. Pero Marcel Cachin prosegua enel mismo tono:

    No ignoris, amigos mos, que el abuelo deKarl Marx era rabino.

    Me tiene absolutamente sin cuidado, pensabayo para mis adentros; pero el auditorio,galvanizado, pareca creer que aquel detalle era

  • mucho ms decisivo que la redaccin de ElCapital por parte del nielo del mencionado rabino.

    Cachin dio fin a su alocucin con un nuevoarrebato lrico, que la sala aclam con entusiasmo.La colecta para financiar el peridico queorganizamos a la salida, dio excelentes resultados.Cachin, rebosante de alegra, me dijo almarcharse:

    Ya lo ves, Domb, todo va bien.Tendremos el peridico!

    Unas semanas ms tarde apareca el primernmero de Der Margen (La Maana). Elperidico, que era semanal e impreso sobre cuatropginas, alcanz rpidamente una gran difusin. Amenudo yo escriba algunos de sus artculos, aveces incluso el editorial, pero el equilibriofinanciero no dejaba de ser precario. Uno de losredactores propuso destinar una pgina a lapublicidad, que hasta entonces haba estadoproscrita de la prensa comunista por razonesmorales. Debamos o no debamos admitir ennuestras columnas unos anuncios capitalistas?

  • Sometimos la cuestin al comit central y ste nosautoriz a que intentsemos una prueba en nuestroperidico, pero con la condicin de queaceptsemos tan slo la publicidad de pequeoscomercios, restaurantes y artesanos. El camarada aquien se confi aquella pgina, actu con tantoahnco y acierto, que luego le propusieron elmismo trabajo en L'Humanit...

    Nuestro hijo naci el 3 de abril de 1931.Aquel da Andr Many sali de la prisin y por lanoche tuvo lugar, en la Grange-aux-Belles, unmitin de los obreros judos en el que aqul debatomar pane. Para sealar con una piedra blancaeste triple suceso, Luba y yo decidimos dar elnombre de "Anmarty" a nuestro hijo... No se meoculta que, en la actualidad, puede parecersorprendente nuestra iniciativa, pero, situada en elcontexto de su poca, revela la veneracin de quese hallaban rodeados los dirigentes comunistasalgunos aos antes de que se denunciara el famosoculto de la personalidad.

    Todava me veo en la alcalda del distritoXIX, muy prxima al reducido apartamento en el

  • que nos hallbamos instalados... Me present alencargado del registro civil para la declaracinformal del nacimiento de nuestro hijo. Cuando leindiqu el nombre que desebamos imponerle, elpobre funcionario se sobresalt (pese a estarempleado en un sector comunista)...

    Anmarty, Anmarty, ese nombre no existe!No, pero es que as queremos celebrar la

    liberacin de Andr Marty.Va me lo supongo, pero si quieren evitarse

    molestias, en fin, de hallarme yo en su lugar, leimpondra otro nombre.

    Me fui a consultar a Luba... En recuerdo delprimer distrito de Pars que nos haba acogido, nosdecidimos por el nombre de Michel...

    Como Luba militaba tanto como yo, muypronto surgi el problema de hallar la persona aquien encomendar la vigilancia y el cuidado deMichel por la noche. Solicitamos la ayuda dealgunos amigos para que se turnaran junto a la cunadel nio...

    No nos lo agradezcis nos respondieron. No tiene nada de particular. Adems, es una

  • manera como otra cualquiera de ser tiles alpartido.

    Slo hubo un inconveniente: muy prontociertos camaradas prefirieron consagrarse a lacustodia de Michel... y con ello se excusaron deasistir a las reuniones del partido.

    Ms bien que mal nos fuimos instalando ennuestra vida: ganbamos lo suficiente parasubsistir y militbamos con harta intensidad paratener ocupado el espritu... Sin duda, es propio delos revolucionarios que puedan contar tan slo conel presente. El camino de las revoluciones estcuajado de asechanzas y quien desea seguirlo debeesperarlo todo, incluso y sobre todo lo inesperado.Cierta maana de junio de 1932 vino a vermeAlter Strom con semblante preocupado: suaventura iba a ejemplificar esta verdad. Mepregunt si haba recibido una carta para l.

    Una carta particular? le pregunt.No, no, una carta importante.Me sorprendi su explicacin:No es muy prudente hacerse enviar a las

    seas de un responsable de la MOE una carta que

  • hable de un trabajo ilegal.Strom haba militado conmigo en la Culture

    Ligua. En 1931 sus padres le enviaron dinero y sematricul en el Instituto de Artes y Oficios, dondeasista a unos cursos de dibujo. Al mismo tiempo,haba dejado de aparecer en pblico. No le habapedido explicaciones, pero sospechaba queparticipaba en la actividad ilegal del partidocomunista polaco.

    Dos das ms tarde, Alter Strom, ya muypreocupado, vino de nuevo para preguntarme sitodava no haba recibido ninguna carta para l.

    Al marcharse me dijo:De todas formas, ten cuidado.Yo andaba muy lejos de imaginarme de dnde

    poda venir el peligro; pero, pocos das despus,los peridicos me dieron la respuesta. Alter Stromacababa de ser detenido por espionaje en favor dela Unin Sovitica, Era de creer que Bar, jefe deaquella red de espionaje, estaba bien dotado pararealizar su trabajo, puesto que la polica lo apod"Fantomas". Un periodista de LHumanit,Riquier, se hallaba comprometido en aquella

  • historia, que luego pasara a ser "el asuntoFantomas".

    Numerosos peridicos parisienses se cebaronmalignamente en aquel asunto: la ocasin erademasiado propicia para que no se lanzaran a unacampaa de descrdito contra el partidocomunista, al que acusaban de estar "a sueldo delextranjero". Como siempre ocurre en Francia,echaron mano de los juegos de palabras ydesorbitaron el complot "Fanto-Marx". Mi nicarelacin con el grupo de Fantomas era mi amistadcon Strom; pero, siendo militante activo delpartido comunista, pens que mi deber era sometermi caso a la direccin del mismo. Despus deconcienzudo examen, se me aconsej que salierade Pars, pues era de temer que la policaexplotara mi amistad con Strom para organizar unacampaa contra los inmigrados judos. Talaprensin no estaba desprovista de fundamento enuna poca en que la prensa reaccionariadenunciaba ya la "inmigracin salvaje" ysoplaba sobre el rescoldo siempre ardiente delantisemitismo ms manido. Mi situacin estaba

  • perfectamente en regla y habra podido ir aesperar, en Bruselas por ejemplo, a que se calmarala agitacin. Pero cre que deba aprovecharaquella oportunidad para marcharme a la UninSovitica a donde ya haba solicitado ir en 1931. Por qu? Pues porque, desde mi salida dePolonia, no haba gozado de un solo momento dedescanso y, si bien haba adquirido sobre elterreno una experiencia de inestimable valor, misconocimientos tericos seguan siendo deficientes.Ya era hora de que colmara aquella laguna.

    Sin duda mi expediente estuvo bienencaminado, puesto que mi candidatura,transmitida por la direccin del partido comunistafrancs, fue aceptada en Mosc por la seccin demandos del Komintern, de cuya parte francesa seocupaba la seora Lebiedewa, esposa deManuilski. Mi mujer se reunira ms tardeconmigo. Me march, pues, a la capital de laURSS a principios del verano de 1932.

  • 5. POR FIN EN MOSC!

    EN mi viaje hacia Mosc me detuve algunos dasen Berln.

    Los militantes de izquierda con los que hablen la capital alemana subestimaban el peligro nazi.Comunistas y socialistas, razonando nicamente entrminos electorales y parlamentarios, afirmabanque el partido de Hitler jams lograra ocupar lamayora de escaos en el Reichstag. Cuando lesobjetaba que exista el peligro de que los nazistomaran el poder por la fuerza y que se hallabanmucho mejor preparados para esa eventualidadque todos los partidos obreros, mis interlocutoresno se atenan a razones.

    Sin embargo, cada vez con mayor insistencialos SA atronaban las calles con el ruido de susbotas. Las refriegas callejeras eran diarias, puestoque los grupos de choque hitlerianos no vacilabanen atacar a los militantes de izquierda.

    Mientras tanto, el partido socialista y el

  • partido comunista, que sumaban en total ms decatorce millones de electores, se negaban a formarun frente nico. "El rbol nazi segn lasclebres palabras de Thaelmann, secretariogeneral del partido comunista alemn no debaocultar el bosque socialdemcrata." Seis mesesms tarde, el rbol nazi cubra con su sombra latotalidad de Alemania...

    Tuvimos que esperar hasta 1935 para que laInternacional comunista, en su sptimo congreso,sacara las consecuencias de aquella terriblederrota y preconizara el frente nico que, desdehaca algn tiempo, los militantes socialistas ycomunistas haban puesto en prctica... tras lasalambradas de los campos de concentracin.

    Sal de Berln plenamente convencido de lainminencia de la catstrofe. Eran escasos losviajeros en el tren que me conduca a Mosc. Alacercarnos a la frontera rusa, me qued solo, nonicamente en mi compartimiento, sino en todo elvagn. Para el resto del mundo, la Unin Soviticasegua siendo un enigma. Pesadilla de la genteacaudalada de todos los continentes, representaba

  • para m la patria de los trabajadores.Cuando divis el inmenso carteln que

    sealaba la entrada en el territorio sovitico, conla famosa consigna de Marx: "Proletarios detodos los pases, unos!" me sent embargado porla emocin. Mi corazn estaba rebosante deorgullo porque participaba en la construccin deaquel mundo nuevo en el que los hombres, trasromper sus cadenas, hacan tabla rasa del pasado.Haba soado con la patria del socialismo. Ahorame encontraba en ella.

    Era esperada mi llegada en la estacinfronteriza. Prosegu el viaje en un vagn dispuestoen compartimientos para dos personas. Dos o treshoras ms tarde entr en el mo un oficial delejrcito rojo. Le complaca sobre manera aquelencuentro con un comunista extranjero y,mezclando el ruso, el polaco y el alemn, nospusimos a charlar. Al acercarnos a Mosc, puso enorden su equipaje. Qu estupefaccin la macuando vi que sus dos inmensas maletas estabanllenas de mendrugos de pan seco...! Mientras lascerraba, me dijo:

  • Ya lo ve usted! Voy cargado de regalospara mi familia que vive en el campo.

    En Mosc me qued pasmado ante unespectculo sorprendente. En la estacin y susalrededores se hacinaban millares y millares decampesinos que, postrados y arrimados a losfardos que componan su equipaje, aguardaban consus familias la llegada de su tren. Me pregunt:"Pero, a dnde irn?". Arrojados de su aldea, seiban muy lejos hacia el Este, hacia Siberia, dondeno faltaba la tierra virgen a la que roturar ycultivar.

    Al salir de la estacin, busqu con la miradaa un miliciano para preguntarle el camino quedeba seguir. Dejando la maleta en el suelo, meacerqu a l.

    Es usted extranjero? me pregunt.Mov la cabeza en sentido afirmativo.En tal caso, voy a darle un buen consejo.

    No suelte nunca su maleta, porque aqu no faltanlos ladrones.

    Ladrones en Mosc, quince aos despus dela revolucin de octubre! Me sent aturdido. Tom

  • un taxi y me hice conducir a casa de mi viejoamigo Elenbogen, a quien haba conocido enPalestina. Muy inteligente y buen organizador,militaba activamente en el grupo Unidad, pero, en1927, hallndose enfermo y casi paraltico, recibila autorizacin de trasladarse a la Unin Sovitica.Desde Berln le haba anunciado mi llegada y meesperaba. Sobre la mesa haba preparado pan,mantequilla, salchichn y vodka. Tena fresca anen la memoria la visin de las dos maletas, llenasde pan seco, del oficial del ejrcito rojo.Elenbogen ley sin duda la sorpresa en mi rostro:

    Seguramente te extraa encontrar todosesos productos en mi tasa me dijo. Procedendel mercado negro. Un hombre como yo, que segana bien la vida (era ingeniero y daba clases endos institutos), puede comprar lo que quiera.

    Estuvimos hablando toda la noche. Aunque noperteneciera al partido, Elenbogen andaba muylejos de ser opuesto al rgimen sovitico, pero loque me cont acerca de la colectivizacin, la vidaen Mosc y los procesos polticos era

  • absolutamente distinto de todo cuanto yo habaledo y odo. Desde el primer da se abri a mispies el loso que separaba la propaganda de la vidareal. Era inmenso.

    Al da siguiente me dirig a Voronzove-Pole,donde se alojaban los emigrados polticos. Era unagran mansin, casi en el centro de la ciudad, llenade ruido y agitacin. All vivan algunos antiguosmilitantes de todos los pases, polacos, hngaros,lituanos, yugoslavos, incluso japoneses, que sehaban visto obligados a abandonar su pas deorigen. Como transcurran varias semanas, eincluso varios meses, antes de que se les diera unempleo, pasaban la mayor parte del tiempodiscutiendo. Unos aprobaban la colectivizacin,mientras otros replicaban diciendo que habaprovocado el hambre en Ucrania as me enterde que la gente se mora de hambre en aquellaregin. La libertad de expresin y lacontundencia de las rplicas me recordabanaquellas reuniones de Pars en las que discutamoscon los militantes socialistas y trotskistas a lolargo de incontables horas y aduciendo infinidad

  • de argumentos. Me dieron una habitacin, quecompart con dos camaradas.

    Segua descubriendo la ciudad de Mosc...En el centro de la misma, en la plaza del Picadero,se alzaba el inmueble del Komintern, enormeedificio eficazmente protegido por numerososguardias. Antes de poder entrar, era necesarioponerse en contacto (ciclnico con la persona a laque se iba a visitar. Las diversas secciones de laInternacional comunista ocupaban los distintospisos del inmueble: el mundo entero caba enaquella casa. Me recibi el secretario de laseccin francesa, que ya tena aviso de mi llegada.Haba efectuado las diligencias precisas para queyo pudiera ingresar en la universidad comunista. Ala sazn existan en Mosc cuatro universidadescomunistas. La primera, la Escuela Lenin, estabadestinada a los militantes que haban adquirido unagran experiencia revolucionaria, pero que nuncatuvieron la posibilidad de cursar estudiossuperiores. Pasaban por aquella universidad losfuturos dirigentes de los partidos comunistas. Tito

  • estudiaba entonces en ella. La segundauniversidad, aquella en la que yo estabamatriculado, era la Universidad Marshlevski,nombre del que fue su primer rector. Estabareservada a las minoras nacionales, pero enrealidad constaba de casi veinte secciones:polaca, alemana, hngara, blgara, etc. A cada unade ellas se hallaba adscrito un grupo especializadode militantes que pertenecan a la minora nacionalde aquel pas. La seccin yugoslava, por ejemplo,inclua un grupo servio y un grupo croata. Encuanto a la seccin juda, reagrupaba a un mismotiempo tamo a los militantes comunistas judos detodas las naciones como a los militantes judos dela Unin Sovitica. As sabamos lo que ocurra entodos aquellos pases, puesto que parte de losestudiantes de nuestra seccin regresaban a su casadurante el verano. La tercera universidad era laUniversidad Kutv, a la que slo asistan losestudiantes del Prximo Oriente. Finalmente, laUniversidad Sun-Yat-Sen estaba reservada a loschinos. Eran de dos a tres mil los militantesseleccionados que cursaban estudios en el

  • conjunto de esas cuatro universidades.En 1932 la vida estudiantil no era fcil. La

    mayor parte de nosotros vivamos muy lejos y paraacudir a clase tenamos que andar ms de una hora.Hasta 1934 no se inici la construccin, junto anuestra universidad, de un gran edificio capaz dealbergar a mil doscientos estudiantes. En cuanto ala alimentacin, careca por lo menos de variedad.Suceda a menudo que, durante una semana entera,nuestro rgimen alimenticio era exclusivamente elde la col, para pasar luego, durante toda la semanasiguiente, al rgimen exclusivo del arroz. Estaminuta semanal daba lugar a un chiste, querepetamos con tanta frecuencia como los platosque comamos. De tener que operar a uno denosotros, el cirujano encontrara en el abdomen losalimentos ingeridos dispuestos en forma deestratos: una capa de arroz, una capa de col, unacapa de patatas, etc. La universidad cuidabaasimismo de vestir a los estudiantes. El encargadodel vestuario en nuestra universidad comprsetecientos pantalones idnticos. Los moscovitas,con los que nos cruzbamos en la calle, decan:

  • Toma! All va un estudiante de laUniversidad Marshlevski.

    La discrecin, pues, quedaba asegurada...He conservado de aquella poca mi ltimo

    carnet universitario.8Ya en aquel entonces, en suprimera pgina interior aparecan las fotografasde Lenin y de Stalin y, en la pgina siguiente, ladel rector Marshlevski. Debajo de las fotografashaba unas citas. La de Lenin deca: "Antevosotros se yergue el problema de la construccinde) socialismo, pero slo lograris resolverlo siestis en posesin de todos los conocimientoscontemporneos". Y la de Stalin rezaba: "La teorapuede transformarse en una gran fuerza delmovimiento obrero, si siempre permanecentimamente unida a la poltica revolucionaria".Esta hermosa mxima se le escap sin duda en unmomento de distraccin.

    El programa se divida en tres ciclos deestudios. Las ciencias sociales y econmicas, queformaban el primer ciclo, incluan la historia delos pueblos de la Unin Sovitica, la historia del

  • partido bolchevique, la historia del Komintern y elestudio del leninismo. El segundo ciclo estabaconsagrado a estudiar el pas de origen de losestudiantes, su movimiento obrero, su partidocomunista y sus particularidades nacionales. Elestudio de diversas lenguas formaba el tercerciclo. Quienes no haban cursado estudiossuperiores en otros lugares tenan la posibilidadde aprender matemticas, fsica, qumica ybiologa. El trabajo era intenso y tenamos quededicarle de doce a catorce horas diarias comotrmino medio.

    En nuestra seccin, yo me interesaba sobretodo por el estudio de la cuestin juda. Nuestroprofesor, Dimenstein, haba sido el primer judoque ingres en el partido bolchevique a principiosde siglo. Vice comisario para las Nacionalidadesbajo la autoridad de Stalin despus de larevolucin, haba conocido ntimamente a Lenin,de quien sola citar esta frase: "El antisemitismoes la contrarrevolucin". Las numerosasdiscusiones que sostuvo con l le convencieron deque Lenin era partidario de la creacin en la Unin

  • Sovitica de una nacin juda, que gozara de losmismos derechos que las dems repblicas.

    Los estudiantes de la universidad comunistaadquiran asimismo algunos conocimientosmilitares: se ejercitaban en el manejo de lasarmas, realizaban ejercicios de tiro y deproteccin civil y aprendan los rudimentos de laguerra qumica. A m no me seducan las armas ypor lo regular nunca daba en el blanco. Losdirigentes del partido comunistas ruso y delKomintern venan con frecuencia a nuestrauniversidad para pronunciar alguna conferencia.Pero, ms adelante, tales conferencias se hicieroncada vez ms inslitas. Participbamos asimismoen las veladas organizadas por la Sociedad de losAntiguos Bolcheviques, que fue tolerada hasta elmes de mayo de 1935. Prestigiosos militantes quepertenecan ya a la historia o que seguanhacindola, como Rdek, Zinviev y Kmenev,animaban los debates. Zinviev me produca unaextraa impresin, que se deba sin duda a ladistorsin existente entre sus palabras, siempreinflamadas, incluso violentas, y el timbre de su voz

  • agria y aguda, que l no lograba suavizar. Cmopodra olvidar aquella velada en que, uniendo elgesto a la palabra, exclam: "Acerco el odo alsuelo y oigo cmo se acerca la revolucin; peromucho me temo que la principal fuerzacontrarrevolucionaria sea precisamente la social -democracia?

    Bujarin me fascinaba. Excelente y brillanteorador, muy cultivado, haba abandonado lapoltica para consagrarse a la literatura. Por loregular, al final de su exposicin estallaba unaverdadera ovacin, que l acoga siempre conrostro hermtico. Un da, mientras contemplabacon su triste mirada la sala que estabaaclamndole, dej que se le escapara estareflexin: "Cada uno de estos aplausos me acercaa la muerte".

    Tambin Rdek era lcido, pero se refugiabatras una irona estridente y cnica. Siempreaprobaba los cambios polticos y escriba largosartculos para explicar la lnea oficial, aunque nocrea ni en una sola de sus palabras. Pero nadie sellamaba a engao.

  • Irritado por sus chistes que todo Moscrepeta, Stalin le llam a su despacho:

    Es injusto que se me acuse de ser el autorde todas las ancdotas antisoviticas replicRdek Existen otros...

    El mundo de los militantes extranjeros queestudiaban en Mosc era muy cerrado. No solapresentrsenos la ocasin de viajar y entrar encontacto con la poblacin rusa. Aunque totalmentealejados de la vida social rusa, durante losprimeros aos, de 1932 a 1935, todavalogrbamos eludir la mquina burocrtica, que sincesar iba extendiendo y acrecentando el poder queya ejerca sobre el pas. Nuestras discusionespolticas se referan muchas veces a unascuestiones que, en el partido, ya nadie osabaabordar. Gracias al representante de nuestraseccin nacional en el Komintern, conocamosmejor que los ciudadanos soviticos cuantoocurra en su pas, y cuando disentamos, novacilbamos en decirlo.

    Algunos meses despus de mi llegada,tuvimos noticia del "suicidio" de la mujer de

  • Stalin. Los estudiantes de las universidades queasistieron a sus funerales, se murmuraban al odounos a otros mientras caminaban en el cortejofnebre: "Es cierto que se ha suicidado o bien sela ha cargado Stalin?".

    Luba lleg a principios de 1933 con nuestrohijo Michel, a la sazn de dieciocho meses deedad. La seccin francesa del Komintern la hizoentrar en la Universidad Marshlevski, en la queestuvo estudiando hasta 1936. Al mismo tiempo,militaba en el distrito moscovita de Bauman, cuyosecretario era Nikita Jruschov. Durante el verano,la enviaban hasta el ao 1936, en que se eximia los comunistas extranjeros de todaresponsabilidad en el partido ruso a loskoljoses como comisario poltico para queasumiera en ellos la responsabilidad de la cosechay del cumplimiento del plan gubernamental.Aquellos meses de residencia en el campo leabrieron rpidamente los ojos y aguzaron susentido crtico.

  • 6. CARA A CARA CON LAREALIDAD

    LOS horizontes que yo columbraba en aquelentonces no estaban despejados de nubes... nimucho menos.

    As, cuando llegu a la Unin Sovitica, seconsideraba en el partido que la colectivizacinera un asunto resuelto, aunque los antiguosmilitantes seguan hablando de ella por lo muchoque les haba traumatizado aquella