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EL GENERO ELEGIACO EN LOS PRIMEROS COMENTARISTAS DEL HUMANISMO 1 FRANCISCA MOYA DEL BAÑO CARMEN GUZMÁN ARIAS Universidad de Murcia Cuestiones de teoría o crítica literaria propiamente dichas no suelen ocupar un papel destacado en los comentarios humanistas, encargados más bien de datos de realia, de dar cuenta de fuentes o lugares paralelos, e interpretación de pasajes; por eso no es extraño que no dediquen demasiada atención los comentaristas a tratar de «género», lo que por otro lado no es un hecho excepcional o aislado; al menos ha tenido sus continuadores. Con todo, los humanistas acostumbran a dar algunos datos sobre el género literario al que pertenece la obra objeto de comentario, aunque, una vez hecho esto, no suelen relacionar más en el cuerpo de la obra «género» y texto comentado. Incluso no siempre aparece en lugar exento «la teoría literaria». En esta ocasión vamos a ocuparnos de los datos que nos ofrecen Bernardino Cilenio y Filipo Beroaldo, los primeros que desmenuzaron los textos de Tibulo y Propercio, respectivamente, en 1485 y 1493. El género al que estos autores dieron vida y cuerpo en la Roma clásica es al que dedicaremos nuestra atención. Y lo hacemos con el fin de comprobar cómo veían el género «elegía», qué sabían de él, puesto que nos ha parecido que su doctrina podía ser un hito en la historia literaria; y esto por dos razones: 1. Esa doctrina sería tenida en cuenta e incorporada a las obras de tratadistas o comentaristas posteriores, bien para aceptarla o rebatirla, sea por humanistas propiamente dichos, sea por teóricos de la literatura en las diferentes lenguas. 2. Podía influir igualmente en la literatura como creación y orientar o dar respaldo a poetas neolatinos o en lenguas vernáculas. A lo largo del trabajo se analizará lo que ellos dijeron. Empezamos por el primer comentarista de Tibulo, el primero que llevó su trabajo como tal a la imprenta, el de Bernardino Cilenio, el Veronense. Observamos claramente, que tras la dedicatoria a Juan Bautista Ursini, al que envía a su hijo, su libro, siguiendo la metáfora bellísima que se mantiene con la misma lozanía desde Platón, se ocupa, no con brevedad, de la Vida de Tibulo, extraída, como se solía y suele, de la propias elegías tibulianas o de las menciones que del poeta hacen los escritores antiguos. Además, también se hace Este trabajo se incluye dentro del proyecto PB92-0985.

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EL GENERO ELEGIACO EN LOS PRIMEROS COMENTARISTAS DEL HUMANISMO1

FRANCISCA MOYA DEL BAÑO CARMEN GUZMÁN ARIAS

Universidad de Murcia

Cuestiones de teoría o crítica literaria propiamente dichas no suelen ocupar un papel destacado en los comentarios humanistas, encargados más bien de datos de realia, de dar cuenta de fuentes o lugares paralelos, e interpretación de pasajes; por eso no es extraño que no dediquen demasiada atención los comentaristas a tratar de «género», lo que por otro lado no es un hecho excepcional o aislado; al menos ha tenido sus continuadores. Con todo, los humanistas acostumbran a dar algunos datos sobre el género literario al que pertenece la obra objeto de comentario, aunque, una vez hecho esto, no suelen relacionar más en el cuerpo de la obra «género» y texto comentado. Incluso no siempre aparece en lugar exento «la teoría literaria».

En esta ocasión vamos a ocuparnos de los datos que nos ofrecen Bernardino Cilenio y Filipo Beroaldo, los primeros que desmenuzaron los textos de Tibulo y Propercio, respectivamente, en 1485 y 1493. El género al que estos autores dieron vida y cuerpo en la Roma clásica es al que dedicaremos nuestra atención. Y lo hacemos con el fin de comprobar cómo veían el género «elegía», qué sabían de él, puesto que nos ha parecido que su doctrina podía ser un hito en la historia literaria; y esto por dos razones:

1. Esa doctrina sería tenida en cuenta e incorporada a las obras de tratadistas o comentaristas posteriores, bien para aceptarla o rebatirla, sea por humanistas propiamente dichos, sea por teóricos de la literatura en las diferentes lenguas.

2. Podía influir igualmente en la literatura como creación y orientar o dar respaldo a poetas neolatinos o en lenguas vernáculas.

A lo largo del trabajo se analizará lo que ellos dijeron. Empezamos por el primer comentarista de Tibulo, el primero que llevó

su trabajo como tal a la imprenta, el de Bernardino Cilenio, el Veronense. Observamos claramente, que tras la dedicatoria a Juan Bautista Ursini, al que envía a su hijo, su libro, siguiendo la metáfora bellísima que se mantiene con la misma lozanía desde Platón, se ocupa, no con brevedad, de la Vida de Tibulo, extraída, como se solía y suele, de la propias elegías tibulianas o de las menciones que del poeta hacen los escritores antiguos. Además, también se hace

Este trabajo se incluye dentro del proyecto PB92-0985.

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eco de las diferencias de opinión en cuanto a la primacía de uno u otro poeta elegiaco, para lo que aduce el testimonio de Quintiliano, indicando los temas «un poco lascivos» presentes en ellos2; la alusión a Ovidio y al juicio que sobre él ofrece Quintiliano le sirve, sin duda, para defender a su poeta. Casi sin solución de continuidad pasa al comentario de la elegía primera y de su primer dístico, dedicando entonces y antes de nada un espacio de relativa consideración al género elegiaco.

Lo hace en un excursus en el que sitúa en un plano semejante lo dicho sobre el género que otras cuestiones sobre la propia obra tibuliana y la naturaleza de la misma3. En este continuum tiene su lugar la atención que Cilenio presta al género elegiaco.

Si pasamos a observar la peculiar manera de tratar el tema que tiene Cilenio comprobamos que es propiamente escoliástica; se adecúa al modo de trabajar de los humanistas, atentos a buscar en los textos clásicos todo lo que pueda ser pertinente y a no omitir nada de ello; es lo que podemos llamar «acopio» y «adición», puesto que los que tienen tras de sí una obra acogen lo que en ella se encuentra -es publica materies- y se empeñan en aportar su grano de arena, con una anteriormente ignorada fuente o lugar paralelo, o una nueva y novedosa interpretación.

Por tanto, también va a levantar el edificio del «género elegiaco» apilando citas de autores, que le sirven de armazón4.

Pero, centremos el tema. Su aportación la podemos dividir en partes: definición del género, etimología del término elegía, relación de la elegía con otros géneros, inventor del género, autores que escriben elegía, añadiendo otros datos como la cantidad silábica del término.

1. Definición del género. Empieza por definir el género por el metro; consta de un hexámetro y pentámetro (Genus carminis dicitur elegiacum, quod hexámetro pentametroque versu alternatim locato constaff.

2. Origen del nombre «elegía». Pasa luego a tratar el origen del nombre elegía. La definición del término en relación con su etimología, su áition es una de las primeras tareas del filólogo al tratar de cualquier género literario.

2 Quocirca sunt qui quom de elegiacis poetis disceptent Propertium huic (se. Tibullo) anteponant. Sunt qui Tibullum elegiographorum principem velint. Posteriorum Quintilianus auctor est in Oratoriis Institutionibus Ovidium enim lasciviusculumet enervem magis putat.

3 Alude a que Tibulo anhela la vida del campo con tal de disfrutar de Delia, enlazando, igualmente sin romper el hilo, con que los poetas ocultaban con nombres poéticos nombres reales, cosa que hizo Catulo o el propio Virgilio, no dejando de mencionar una hipótesis (hay más, como es bien sabido), por la que llamó Delia a la que se llamaba en realidad Plañía.

4 Es un hacer de larga tradición, que en la Edad Media es el modo de trabajar por excelencia -piénsese, por ej., en Vicente de Beauvais- y que no va a desaparecer en el Humanismo renacentista -valga de testigo Saavedra Sajardo cuyas Empresas políticas suelen elevarse sobre una importante y adecuada -decorosa- selección de textos.

5 En esto se podría considerar totalmente moderno; no se ha avanzado mucho más.

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Lo hace Cilenio dentro del contexto de su época6. Recoge ya todas las posibilidades de «etimología» que se han ofrecido, apoyadas en los pertinentes textos:

a) deriva de έλεος, 'compasión, misericordia', porque concita la compasión ante un muerto7, aduciendo el paradigmático texto ovidiano8

Flebilis indignos elegía solve capillos,

ah nimis ex vero nunc íibi nomen erit. <Am., III 9, 2-4>

b) Pero no sólo es el canto por la muerte, sino que da un paso adelante, enlazado muy hábilmente -urde la red- con el famoso pasaje horaciano, cuyo contenido resume antes de citarlo9:

Versibus impariter iunctis querimonia primum,

post etiam est inclusa voti sententia compos. <A.P., 75-76>

En este texto se muestra la «evolución» en el contenido semántico atribuido al término elegía, porque de la relación que primero tuvo con la muerte se pasó al dolor y después a la pasión de amor (aestus).

La evolución ya está explicada sencillamente y Cilenio sabe con Horacio que elegía es poesía encargada de cantar el amor, pathémata, como diría Partenio, de amor.

c) Sin embargo no omite -es imposible- la erudición; el culto comentarista gusta del acopio de material; por eso ofrecerá otras posibles etimologías del término elegía, en las que se perciben unas características que convienen bien al objeto de esta poesía, es decir al amor; evocan las notas indisociables del amor de sufrimiento, júbilo y por doquier furor, dementia, insania.

Estas notas están implícitas en las otras etimologías posibles, lo que hace al término10 derivar del 'griterío ante los muertos', mencionando a Midas en las fiestas parentales en honor de su madre; es un dato erudito; o deriva de la idea de despreciar que tiene el verbo griego ελέγχω, claramente 'ligado a la locura' ejemplificada con Teón de Naxos, o de la idea de alabanza, panegírico, oratio

6 El origen exacto y excluyente no lo ofrece (de ahí los reiterados sive), pero tampoco después de Cilenio, dada la imposibilidad de definir de modo concreto elegía, nadie, que sepamos, lo ha hecho.

7 Est autem dictus elegus i. misericordia. Factus est enim ad compassionem de mortuo concitandam.

8 Ovidius in elegía de Tibulli interitu. 9 Hoc enim versículo maioresprimo de hominibus iam defunctis vita, ¡acrimonias mox et

in amoribus aestus ediderunt. Horatius Flaccus in Poética. 10 Sive dictus elegus ab éKeyoq a voce lamentantiumsuper futiere, quam instituisseMidam

Gorgii lidis imperantemferunt dum celebraretmar parentalia. Sive ελέγχω hoc est: despicereprisca graecorum lingua. Namque auctorem huius

Theodem Naxium sive Erethrieum tradiderunt dum per insaniam vociferatur. Sive λέγω hoc est a laudandis mortuis. fiebant enim illorum laudationes versu

alterna vice pósito.

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funebris. 3. Relaciones de la elegía con otros géneros. Pasa Cilenio

posteriormente a referirse a otros genera con los que parece haber tenido cierta conexión la elegía en sus orígenes", con el fin de establecer diferencias: son nenia, epicedio y epitafio. Se detiene primero, basado en la autoridad de Catulo, en referir quién fue el inventor del epitafio12 y en qué consiste éste, apoyándose en Servio en una nota a Virgilio13. Considera que nenia y epicedio son la misma cosa14, el canto que se dirigía al cadáver. La diferencia, pues, con el epitafio es clara: en la nenia y el epicedio se dice con la voz, con el carmen, en el epitafio por escrito, en mármol o piedra.

4. Derivados del término. De elegos deriva el diminutivo elegidium, que indica las composiciones elegiacas, como atestigua Persio15:

Non si qua elegidla crudi dictarunt proceres ?<l 51 -52>

o bien se hace sinónimo de miseria, desgracia, como confirma Apuleyo16: cuius nulla carmina exstant nisi amoris elegía <Apol. 10,19). 5. En este intento de no omitir nada, habla, lo que siempre proporciona

información, de la estructura fónica del término elegía. Otra cuestión que le preocupa -ajena ya al género propiamente literario-

es la medida de las sílabas de la palabra, que no presenta siempre igual, sino escrita de modo diferente:

a) forma latinizada, que es la que aparece en los dos ejemplos que aporta de Ovidio17: Blanda pharetratos elegía cantet amores <Rem amor. 379> y Venit odoratos elegía nexa capillos. <Am., III 1, 7>

" Fuit et carminis genus lúgubre Naenia nomine, quod mortuis etiam tibia accinebatur; quod quídam latinum, quídam graecum esse voluerunt; id nunc epithaphium vocari dixitAcron secundo carminum commentario.

12 Inventum fuisse a Symonide scribiturpoeta lyrico ex ea ínsula oriundo. Quamobrem Catullus ad Egnatium Celtiberum ait: «Paulum quidlibet allocutionis/ moestius lachrymis Simonideis.» <38, 7-8>.

13 Sed epithaphion est elogium illud quod in sepulchris marmoreis seu lapidéis incisum videmus;fit enim, ut dixit Servius in Buccolicis<5, 20> completa sepultura: ut Daphnis ego in silvis.

14 Sed naeniam et epicoedium esse idemferme existimo. Vtrumque enim dicebatur cadaveri priusquam túmulo mandaretur, quod alterum nuncupatur carmen ultimum et extremum cum lamentatione, i. e. canticum. Statius silvarum II: Vulnus ut sis epicoedio prosecutus adeo festinanter.

15 Ab elego deducitur elegidium per diminutionem quod elegiacas compositiones signat. Ut Persius.

16 Ab eodem quoque descendit elegía qua miseria dicitur, qua veluti iam latina Lucius Apulleius in primo de magia usus est.

17 Haec vario accentu apud nos tros praefertur. Nam Ovidius rationem latinitatis secutus primam et secundam produxit accentum locans in antepenúltima, unde in primo de remedio: «Blanda pharetratos elegía cantet amores», et in III de sine titulo: « Venit odoratos elegía nexa capillos».

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Estos ejemplos convienen muy bien a la realidad del género elegiaco latino, pues nada del mortuorio dolor se observa en ellos; el adjetivo blanda caracteriza a Elegía, pues es suave, tierna y amorosa, y al amor que canta la elegía, pues los amores que en el verso se refieren son pharetrati, los amores provocados por las flechas de Cupido. El segundo texto sugiere el adorno de la amada y el perfume como constituyente importante en la relación amorosa.

b) aspecto griego, en Estacio y Persio18. Estacio presenta el acento en la /, en la penúltima, siendo breves las dos es, la primera y la segunda. Quas inter vultu petulans elegía propinquat. <Sii, I 2, 7>. Persio por su parte obró de manera semejante19: Ebria veratro non si qua elegidla crudi <Sat., I 51>.

Estos ejemplos aludidos por razones estrictamente métricas aportan otras notas, petulans como calificativo de elegía sugiere atrevimiento, agresividad; ebria, abunda en la idea de crudi y evocan sin duda la degeneración del género y por tanto su permanencia hasta la época de Persio y Estacio.

El caso de Persio es además elocuente, pues su juicio, en los dos versos recogidos, no conviene en absoluto ni a los poetas elegiacos ni a las acabadas, además de inspiradas, piezas poéticas de Tibulo, Propercio ni siquiera de Ovidio. Son malos poetas y malas poesías el objeto de su sátira mordaz.

6. Inventor del género «elegía». Otra cuestión sobre la que se discute y se sigue discutiendo es la del «inventor». Hoy sabemos que, pese a no haber quedado un corpus de elegías griego semejante a los corpora latinos, en la literatura griega hubo algo parecido20, aunque sobre el inventor, lógicamente, no hay acuerdo. Cilenio se sirve del texto de Horacio, sugiriendo que el venusino quiso dejar esta cuestión sin resolver21. Pretendió dejarlo así (voluii).

7. Autores que escribieron elegías. En la nota previa al comentario ya había mencionado a Propercio y Ovidio; añade que, entre los griegos, los autores más importantes fueron Calimaco y Filetas, aduciendo el texto de otro elegiaco, que gusta de reconocerse seguidor de dos grandes modelos, Propercio22:

Callimachi Manes et Choi sacra Philetae,

in vestrum, quaeso, me sinite iré nemus. <III 1, l-2> Y aunque se sabe, porque otros textos así nos lo transmiten, que hay más

poetas elegiacos, Cilenio nombra -aunque sea por casualidad- a los más importantes en relación a la elegía latina. O no es por casualidad sino por un

18 Statius autem Papinius libro silvarum, i. graecos imitatus primam et alteram pariter corripiens in penúltima observavitaccentum: «Quas inter vultu petulans elegía propinquat».

19 Nec aliter Persius dixit: «Ebria veratro non si qua elegidla crudi». 20 Cf. por ej. G. Luck, La elegía erótica latina, A. García Herrera, trad., Sevilla 1993, p.

21. 21 (hiis verofuerit certus elegorum inventor ignoran adhuc et in quaestione esse Horatius

in Poética voluit. 22 In hoc genere plurimi graecorum conscripsere; omnium tamen celebratissimifuerunt

Callimachus et Philetas, dicente Propertio elegiarum III.

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sentido práctico; recordemos que tanto Ovidio (Ars 3.333; Trist. 4.10.45 y 53; Trist. 5.1.17) que se considera el cuarto, nombra a Galo como así lo hace Quintiliano: Tibulo, Propercio, Ovidio y Galo. Decimos por espíritu práctico puesto que, aunque conocían estas citas, al no tener obra de Galo que «mostrar» poner de paradigma o ejemplo no incluye al en ese momento ignoto Galo y ahora no mucho más conocida su obra.

De lo dicho hasta aquí se deducen una serie de conclusiones: En el humanismo italiano se conocen bien los textos -según iban

descubriéndose, puesto que algunos no se conocían-, y el primer comentarista de un elegiaco, Bernardino Cilenio, así lo ejemplifica desde el mismo principio de su obra (en el caso que nos ocupa: Horacio, Estacio, Persio, Apuleyo). En cuanto al modo de utilizar las fuentes actúa al modo humanista. No cita autores modernos. Es así como se hacía; sólo a veces se nombraban cuando uno se ponía al lado frente a otros, o sobre todo para disentir o criticar.

En cuanto al género elegiaco lo concibe y define Cilenio como un género poético, cuya característica fundamental es que los poemas están escritos en dísticos elegiacos. Partiendo de una etimología no del todo clara insiste en que la elegía en la literatura antigua es preferentemente amorosa, como ya se muestra a partir de Horacio, Ars Poética, con los diferentes ejemplos aducidos por una u otra razón.

El modo de trabajar, insistimos, responde a un método: acumular información, citas, urdir la trama y tomar un cierto partido en alguna cuestión tratada (lo hace al diferenciar nenia, epicedio, epitafio y elegía). Las diferencias existentes entre lo que decía Cilenio en 1475 y lo que hoy se dice de la elegía no es grande y, aunque lo fuera, no desmerecería: es preciso saber qué sabían, redescubrir y valorar el trabajo filológico.

Como se deduce de la lectura del texto de Cilenio, lo que este comentarista transmite sobre el genero elegiaco son noticias dignas de no ser infravaloradas. Es más, si bien hay omisiones de algunos datos que son hoy communis opinio, su información, que parte del conocimiento -casi sin duda directo- de los textos latinos, es muy provechosa, y en él encontramos presentes algunos textos que hoy no son muy frecuentados por los que de esta cuestión se ocupan y que, sin embargo, ofrecen una sugerente luz.

Lo dicho por Cilenio se complementa con las aportaciones del primer comentarista del otro poeta elegiaco, Propercio; se trata de Filipo Beroaldo que publicó su trabajo en 1493. Es más breve que Cilenio aunque demuestra su voluntad de explicar más claramente en qué género se mueve Propercio, comenzando sus datos antes del primer dístico de la primera elegía. Es decir, le es fundamental definir y argumentar algo sobre este tipo de poesía. La novedad

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quizá más importante es la presencia clara y correcta del texto de Quintiliano23, que se incorpora de modo definitivo.

Nos dice Beroaldo que el carmen elegiaco que recibe el nombre del luto y de la misericordia {luctus, miseratió) se acomoda a las quejas (querimonia) y lamentaciones {lamentatió); por esto usaron los antiguos de éste para celebrar las elogios Qaus) en los funerales. Los romanos llamaron nenia a este género de verso que se canta con lamentos a los muertos. Posteriormente con el metro elegiaco empezaron a tratar amores y otras cosas. Y como dice Horacio: Inclusa est voti sententia compos. Entre los griegos la elegía fue utilizada por Calimaco (considerado el princeps) y, en segundo lugar, según el consenso de muchos, Filetas24. Entre los latinos florecieron como escritores de elegías unos pocos, de los cuales terso y elegante {tersus atque elegans) le parece Tibulo a Quintiliano, que estima que Ovidio es un poco lascivo25. El consenso de la mayoría ofrece la palma26 a Sexto Propercio el cual, por la gravedad de las sentencias, por el peso de las palabras, por la erudición nada trivial es, sin duda alguna, el más eminente.

El texto, como puede verse, es breve, pero ha tratado el contenido, el origen y los temas. Puede resaltarse que:

A) Omite la erudición anterior (no cita el pasaje tópico ovidiano sobre la muerte de Tibulo) quizá porque quería complementar. Cita sólo a Horacio, pero únicamente en el segundo verso: A.P 76

B) Incorpora a Quintiliano casi literalmente en dos pasajes, al que no mencionaba en su excursus sobre la elegía Cilenio sino en la vida de Tibulo.

C) Brevísimamente, pero no por ello menos claro, señala la importancia del cambio de tema en la elegía y que abarcaría no sólo los Amores sino otras cosas (res aliae).

D) Igual y, creemos que por las mismas razones que Cilenio no deja escapar ni incluye en sus citas el nombre de Galo.

23 También en Cilenio aparecía, aunque ligado a la valoración de los poetas y a lo lascivo de Ovidio.

24 Quint. X 1,58. 25 Quint. X 1,93 26 Expresiva sentencia que Beroaldo incluye para resaltar, en este caso, al autor del que

se ocupa. Recuerda el cui palmam dat? del canon de V. Sedigito.

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El objetivo de esta comunicación era conocer qué entendían estos primeros comentaristas por elegía y comprobar que las cuestiones básicas: definición, etimología, contenido y autores que compusieron elegías quedan compendiadas antes del 1500. Es decir, sus referencias se hallan en la base de la preceptiva literaria facilitando el uso/adecuación de este género a diversos temas que aparecen y aparecerán en la poesía neolatina (ruinas, nostalgia..). Es, pues, la claridad en la exposición, que incluye el trasvase o ampliación de significado desde el encorsetado primer contenido de la elegía, lo que da fuerza a sus palabras. Además, no cabe duda de que ayudaron a fomentar el uso de este género: la elegía. Piénsese que filólogos modernos al realizar sus análisis literarios no pueden obviar diversos datos ni en ocasiones aportar más allá: concepto, definición, procedencia y primeros autores que utilizaron y engrandecieron tal o cual género.