el flautista invisible

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Texto y fotografía de J. Oliver-Bonjoch, 2013. El flautista invisible veces, junto al río, vuelan las notas perdidas de una flauta solitaria, por patios oscuros y callejuelas estrechas, o resbalan por el Puente de los Zapateros, pintando el silencio de colores. Aquellos que oyen estos sonidos maravillosos, afinan sus oídos, instintivamente, queriendo localizar sus procedencia,.. hasta que sus ojos tropiezan con una ventana abierta, y los fijan en ella unos instantes, confiados en atrapar la silueta del flautista. Cuando, de repente, la melodía danza a su alrededor, tan cerca de ellos, y se vuelven, desconcertados y a la vez fascinados, y se enroscan, divertidos, palpando su entorno, como si quisieran cogerla con las manos… Pero, entonces, la música huye veloz y se escurre por un callejón retorcido, rebotando entre los muros descascarillados de viejos edificios. Cuentan que quienes han tenido el privilegio de oír esta música misteriosa, no se ponen de acuerdo en describirla, ya que, al parecer, varía según el estado de ánimo de quien la escucha. Así pues, los que sufren por alguna preocupación, o están enfurecidos por cualquier razón más o menos importante, sienten que una melodía suave, dulce y amable penetra sus entrañas hasta llenarlas de paz y serenidad. Otros, que se habían dejado arrastrar por la tristeza o la melancolía, sienten una música que comienza tierna y delicada, y a medida que avanza se convierte en alegre y festiva, como cuando los pájaros anuncian la primavera, mientras consigue reconfortar aquellos corazones heridos y secar las lágrimas que corren por dentro. Pero nadie ha visto a este músico que adivina los pensamientos y lee en los corazones de aquellos que le escuchan, y que tiene la habilidad de esconderse de los más curiosos. Sin duda se trata de un espíritu. Los hay que dicen que es el fantasma de un flautista que habría traído de Venecia las partituras de Vivaldi, a quien algunos han atribuido las piezas que interpreta. O también podría ser el espectro de un virtuoso profesor de la vecina Academia de Música. Aunque otros aseguran que no se puede tratar de un alma en pena, no, sino de un espíritu sabio y bueno, de un ángel músico que vela por los ciudadanos de Liubliana. A

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Cuento navideño de fantasmas.

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Texto y fotografía de J. Oliver-Bonjoch, 2013.

� El f lautista invisible �

veces, junto al río, vuelan las notas perdidas de una flauta solitaria, por patios oscuros y callejuelas estrechas, o resbalan por el Puente de los Zapateros, pintando el silencio de colores. Aquellos que oyen estos sonidos maravillosos, afinan sus oídos, instintivamente,

queriendo localizar sus procedencia,.. hasta que sus ojos tropiezan con una ventana abierta, y los fijan en ella unos instantes, confiados en atrapar la silueta del flautista. Cuando, de repente,

la melodía danza a su alrededor, tan cerca de ellos, y se vuelven, desconcertados y a la vez fascinados, y se enroscan, divertidos, palpando su entorno, como si quisieran cogerla con las manos… Pero, entonces, la música huye veloz y se escurre por un callejón retorcido, rebotando entre los muros descascarillados de viejos edificios. Cuentan que quienes han tenido el privilegio de oír esta música misteriosa, no se ponen de acuerdo en describirla, ya que, al parecer, varía según el estado de ánimo de quien la escucha.

Así pues, los que sufren por alguna preocupación, o están enfurecidos por cualquier razón más o menos importante, sienten que una melodía suave, dulce y amable penetra sus entrañas hasta llenarlas de paz y serenidad. Otros, que se habían dejado arrastrar por la tristeza o la melancolía, sienten una música que comienza tierna y delicada, y a medida que avanza se convierte en alegre y festiva, como cuando los pájaros anuncian la primavera, mientras consigue reconfortar aquellos corazones heridos y secar las lágrimas que corren por dentro. Pero nadie ha visto a este músico que adivina los pensamientos y lee en los corazones de aquellos que le escuchan, y que tiene la habilidad de esconderse de los más curiosos. Sin duda se

trata de un espíritu. Los hay que dicen que es el fantasma de un flautista que habría traído de Venecia las partituras de Vivaldi, a quien algunos han atribuido las piezas que interpreta. O también podría ser el espectro de un virtuoso profesor de la vecina Academia de Música. Aunque otros aseguran que no se puede tratar de un alma en pena, no, sino de un espíritu sabio y bueno, de un ángel músico que vela por los ciudadanos de Liubliana.

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