el flautista de hamelín

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El Flautista de Hamelín_08

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El flautista de HamelnHace mucho, muchsimo tiempo, en la prspera ciudad deHameln, sucedi algo muy extrao: una maana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraronlas calles invadidas por miles de ratonesque merodeaban por todas partes, devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y la comida de sus bien provistas despensas.Nadie acertaba a comprender la causa de tal invasin, y lo que era an peor, nadie saba qu hacer para acabar con tan inquietante plaga.Por ms que pretendan exterminarlos o, al menos, ahuyentarlos, tal pareca que cada vez acudan ms y ms ratones a la ciudad. Tal era la cantidad de ratones que, da tras da, se adueaban de las calles y de las casas, que hastalos mismos gatos huan asustados. Ante la gravedad de la situacin, los hombres de la ciudad, que vean peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron: "Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones".Al pocose present ante ellos un flautista, alto y desgarbado, a quien nadie haba visto antes, y les dijo: "La recompensa ser ma. Esta noche no quedar ni un slo ratn en Hameln".Dicho esto, comenz a pasear por las calles y, mientras paseaba, tocaba con su flauta una maravillosa meloda que encantaba a los ratones, quienes saliendo de sus escondrijosseguan embelesados los pasos del flautistaque tocaba incansable su flauta.Y as, caminando y tocando, los llev a un lugar muy lejano, tanto que desde all ni siquiera se vean las murallas de la ciudad.Por aquel lugar pasaba un caudaloso ro donde, al intentar cruzarlo para seguir al flautista,todos los ratones perecieron ahogados.Los hamelineses, al verse al fin libres de las voraces tropas de ratones, respiraron aliviados. Ya tranquilos y satisfechos,volvieron a sus prsperos negocios, y tan contentos estaban que organizaron una gran fiesta para celebrar el feliz desenlace, comiendo excelentes viandas y bailando hasta muy entrada la noche.A la maana siguiente, el flautista se present ante el Consejo y reclam a los hombres de la ciudad las cien monedas de oro prometidas como recompensa. Pero stos, liberados ya de su problema y cegados por su avaricia, le contestaron: "Vete de nuestra ciudad!o acaso crees que te pagaremos tanto oro por tan poca cosa como tocar la flauta?".Y dicho esto, los orondos hombres del Consejo de Hamelnle volvieron la espaldaprofiriendo grandes carcajadas.Furioso por la avaricia y la ingratitud de los hamelineses, el flautista, al igual que hiciera el da anterior,toc una dulcsima melodauna y otra vez, insistentemente.Pero esta vez no eran los ratones quienes le seguan,sino los nios de la ciudadquienes, arrebatados por aquel sonido maravilloso, iban tras los pasos del extrao msico.Cogidos de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y gritos de sus padres que en vano, entre sollozos de desesperacin, intentabanimpedir que siguieran al flautista.Nada lograron yel flautista se los llev lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo adnde, y los nios, al igual que los ratones, nunca jams volvieron.En la ciudadslo quedaron sus opulentos habitantes y sus bien repletos granerosy bien provistas despensas, protegidas por sus slidas murallas y un inmenso manto de silencio y tristeza.Y esto fue lo que sucedi hace muchos, muchos aos, en esta desierta y vaca ciudad de Hameln, donde, por ms que busquis, nunca encontrarisni un ratn ni un nio.FIN

Hace mucho tiempo, haba un hermoso pueblo llamado Hameln, rodeado de montaas y prados, baado por un lindo riachuelo, un pueblo realmente hermoso y tranquilo, en el cual sus habitantes vivan felices. Pero un da sucedi algo muy extrao en el pueblo de Hameln, todas las calles fueron invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes, arrasando con todo el grano que haba en los graneros y con toda la comida de sus habitantes.

Nadie acertaba a comprender el motivo de la invasin y, por ms que intentavan ahuyentar a los ratones, pareca que que lo nico que conseguan era que acudiesen ms y ms ratones.

Ante la gravedad de la situacin, los gobernantes de la ciudad, que vean peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron:

- Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones.

Pronto se present joven flautista a quien nadie haba visto antes y les dijo:

- La recompensa ser ma. Esta noche no quedar ni un slo ratn en Hameln.

El joven cogi su flauta y empez a pasear por las calles de Hameln haciendo sonar una hermosa meloda que pareca encantar a los ratones. Poco a poco, todos los ratones empezaron a salir de sus escondrijos y a seguirle mientras el flautista continuaba tocando, incansable, su flauta. Caminando, caminando, el flautista se alej de la ciudad hasta llegar a un ro, donde todos los ratones subieron a una balsa que se perdi en la distancia.

Los hamelineses, al ver las calles de Hameln libres de ratones, respiraron aliviados. Por fin estaban tranquilos y podan volver a sus negocios! Estaban tan contentos que organizaron una fiesta olvidando que haba sido el joven flautista quien les haba conseguido alejar los ratones. A la maana siguiente, el joven volvi a Hameln para recibir la recompensa que haban prometido para quien les librara de los ratones.

Pero los gobernantes, que eran muy codiciosos y solamente pensaban en sus propios bienes, no quisieron cumplir con su promesa:

- Vete de nuestro pueblo! Crees que te debemos pagar algo cuando lo nico que has hecho ha sido tocar la flauta? Nosotros no te debemos nada!

El joven flautista se enoj mucho a causa de la avarcia y la ingratitud de aquellas personas y prometi que se vengara. Entonces, cogi la flauta con la que haba hechizado a los ratones y empez a tocar una melodia muy dulce. Pero esta vez no fueron los ratones los que siguieron insistentemente al flautista sino todos y cada uno de los nios del pueblo. Cogidos de la mano, sonriendo y sin hacer caso de los ruegos de sus padres, siguieron al joven hasta las montaas, donde el flautista les encerr en una cueva desconocida repleta de juegos y golosinas, a donde los nios entraron felices y contentos. Cuando entraron todos los nios en la cueva, sta se cerr, dejandolos para siempre atrapados en ella

Entraron en la cueva todos los nios menos uno, un nio que iba con muletas y no pudo alcanzarlos. Cuando el nio vi que la cueva se cerraba fue corriendo al pueblo a avisar a todos. Toda la gente del pueblo corri a la cueva para rescatar a los nios, pero jams pudieron abrirla

Hameln se convirti en un pueblo triste, sin las risas y la alegra de los nios; hasta las flores, que siempre tenan unos colores esplndidos, quedaron plidas de tanta tristeza.

Los gobernantes de Hameln junto al resto de habitantes del pueblo, buscaron al flautista para pagarle las cien monedas de oro y pedirle perdn y que por favor les devolviese a sus nios. Pero nnca lo encontraron y jams pudieron recuperar a los nios.

A partir de aqul da los habitantes Hameln dejaron de ser tan varos y cumplieron siempre con sus promesas.Robert Browning