el fantasma. claseapa 1

13
El Fantasma neurótico - 41 Clases seleccionada: Clase 1: La Repetición y el Objeto en la Escenografía del Deseo Introducción Tengo una hipótesis de trabajo para este seminario. Ella resalta un tema clínico y espera ubicarlo en un lugar distinto del usual. Un primer dato indicativo es que cuando se elaboran “programas” de estudios sobre psicoanálisis, guiados por el pensamiento académico, sus opciones no suelen contener nominaciones específicas que encuadren lo que voy a tratar. Y esto, pese a su omnipresencia cotidiana en el habla de los analistas. Es que este tema no se sustantiva. Seguramente sabemos que esos programas universitarios no excluyen entre sus titulares la “pertinencia” clínica, ya que las áreas del diagnóstico estructural suelen ser capítulos importantes -y eso es parte de la seducción que pretenden ejercer. Pero es raro que una materia se centre en la repetición fantasmática. Recortada como temática, en especial en su oblicuidad, casi nunca se la incluye específicamente. Debo confesar que el problema va más allá de los límites estructurales de la Universidad. He enfrentado la misma vacilación al encarar el nombre de este seminario. Porque éste es nuestro tema: no la repetición neurótica en sí, sino su opacidad. I Inmersa pero diluida entre otros muchos temas que, ora la rozan, ora la clasifican y sólo recortan, esta área opaca navega por las aguas turbias del psicoanálisis. Pero más que dedicarnos con pedantería a afirmar que sus derivas “hasta ahora” no le han otorgado la profundidad que merecería, intuyamos lo que esto tiene de necesario. Nadie puede “centralizar” este tópico. Se encuentra allí el llamamiento al tope de una posición de excentricidad, de marginalidad, de irreductibilidad de todo posible bordeamiento. Existe, por lo tanto, un anclaje de la estructura: el discurso del Saber no puede dar cuenta de sus razones, es decir, no es capaz de nombrarlas con un conocimiento que les dé límite. Se trata así de un área de la práctica -éste es el sentido que quiero darle-, que ocupa un “lugar de sombras”, recordando el sintagma de Freud, más que de un verdadero “problema” teórico-clínico.

Upload: javier-paul

Post on 13-Jul-2016

2 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

tato

TRANSCRIPT

Page 1: El Fantasma. Claseapa 1

El Fantasma neurótico - 41

Clases seleccionada: Clase 1: La Repetición y el Objeto en la Escenografía del Deseo

Introducción

Tengo una hipótesis de trabajo para este seminario. Ella resalta un tema clínico y espera ubicarlo en un lugar distinto del usual. Un primer dato indicativo es que cuando se elaboran “programas” de estudios sobre psicoanálisis, guiados por el pensamiento académico, sus opciones no suelen contener nominaciones específicas que encuadren lo que voy a tratar. Y esto, pese a su omnipresencia cotidiana en el habla de los analistas.

Es que este tema no se sustantiva.Seguramente sabemos que esos programas universitarios no excluyen entre sus titulares

la “pertinencia” clínica, ya que las áreas del diagnóstico estructural suelen ser capítulos importantes -y eso es parte de la seducción que pretenden ejercer. Pero es raro que una materia se centre en la repetición fantasmática. Recortada como temática, en especial en su oblicuidad, casi nunca se la incluye específicamente.

Debo confesar que el problema va más allá de los límites estructurales de la Universidad. He enfrentado la misma vacilación al encarar el nombre de este seminario. Porque éste es nuestro tema: no la repetición neurótica en sí, sino su opacidad.

I

Inmersa pero diluida entre otros muchos temas que, ora la rozan, ora la clasifican y sólo recortan, esta área opaca navega por las aguas turbias del psicoanálisis. Pero más que dedicarnos con pedantería a afirmar que sus derivas “hasta ahora” no le han otorgado la profundidad que merecería, intuyamos lo que esto tiene de necesario. Nadie puede “centralizar” este tópico.Se encuentra allí el llamamiento al tope de una posición de excentricidad, de marginalidad, de irreductibilidad de todo posible bordeamiento. Existe, por lo tanto, un anclaje de la estructura: el discurso del Saber no puede dar cuenta de sus razones, es decir, no es capaz de nombrarlas con un conocimiento que les dé límite. Se trata así de un área de la práctica -éste es el sentido que quiero darle-, que ocupa un “lugar de sombras”, recordando el sintagma de Freud, más que de un verdadero “problema” teórico-clínico.

II

Desde el punto de vista de la práctica, es indudable que “cada tanto” todos los problemas de la clínica pueden resumirse en este punto penumbroso al saber, así como en la práctica misma hay momentos en que todo lo que viene discurriéndose en un análisis se puntualiza en un hecho transferencial del analizante, que parece venir a recibir toda la carga de la resistencia, como Freud destacó casi de inmediato en su obra. Alejarse de este punto sólo implica diferir para más adelante el enfrentamiento ineludible, compulsivo, de lo que allí anida.

Gracias a que el tema es acometido casi “de soslayo”, pese a que todo parece re-conducir a él, es que cualquier texto que se elija para comentarlo siempre permite “abrirse” hacia otros temas conexos: fuga y justificación de lo que, de todos modos, retornará a su cita siempre inesperada.Más que considerarlo entonces un estorbo, un “traspié teórico”, un núcleo resistente “a eliminar”, creo mejor intentar un recorrido consecutivo... pero entrecruzado de miradas que caigan sobre esa área del psicoanálisis.

Page 2: El Fantasma. Claseapa 1

III

Ese volver cada vez a cercarlo en una vía difusa pero continua, ese mantener la pregunta por su enigma, esa loca topología que sabe y no sabe que va a presentársenos de nuevo, esa oportunidad siempre oscura de hallar su operatividad fundamental en las alternativas que hacen al “destino” de cada neurótico.... pues bien, ésa es la atmósfera sentimental que debe acompañarnos.

Los textos solicitan continuamente “abrirse” del tema, por lo tanto se trata de volver reiteradamente sobre él manteniendo la interpelación. Continuidad de la posición al encararlo: el punto a aislar no debe diluirse, sino sostenerse diluido. Con su lógica inasible en flujo y reflujo permanente.

No se trata de así totalizarlo, sino de situarlo en lo inagotable mismo, pues si bien fuga siempre, retorna inexpugnable de igual modo. Ficcionalización del tema que se atraviesa… al construirla: ¿se trata de oponer 1) la agonía neurótica a 2) la experiencia placentera, aunque inquietante, de un trabajo?

Este punto es aislable, pero no es totalizable estructuralmente. Escapa siempre imaginarizándose como dispersión, descalabrando en un quiebre todos los intentos de conocimiento. Sólo su situación, en el sentido de un margen, permitirá alguna arquitectura del te-ma.

IV

Para terminar esta introducción: nadie se “analiza para” o “deja de analizarse por” hallar o no el sentido de sus sueños o de sus lapsus, con los cuales puede coexistir pacíficamente durante toda su existencia, tan olvidables como “meramente” interesantes son. En última instancia de esto se trata en cuanto a los mensajes que vehiculizan.

Pero, si hay una manifestación práctica de ese fondo duro y opacificado relacionado con las causas que motivan el análisis o su finalización precoz, es ese malestar difuso que aceptamos como guía en la dirección de una cura.

¿Es que ella insiste, consiste o ex-siste? No lo sabemos aún, aunque sí que resiste en lograr su nombramiento definitivo.

Sea como causa de análisis, de supervisión o de mera preocupación entre horrorizada y gozosa, el sufrimiento , que desde la mira del principio del placer situamos como “lo displacente ro” , evoca un más allá truculento y visceral y nos pide el cuerpo de una teorización que permita acompañarlo. Así, el dolor de exis tir será nom bre del deseo , si la instancia “no pura” -como la califi-ca Lacan- de la posición del analista y su deseo, hace presencia para sostener la operación, tajo que cauteriza el alarido mismo, en la limpieza seca de la huella que deja su revelación fallida. Hasta dejar de ser ese enigmático placer-en-el-dolor.

Estamos en el área donde explotan todos los temas y, como veremos, se dispersan en la teoría. Situemos ahora esa área opaca y su dispersión teórica inevitable. Tratemos de cernir, acotar lo dis-cernido. Recordemos y agreguemos: se trata del destino más demoníaco de la pulsión.

Pero, ¿cuándo la pulsión no puede desplegar qué?

Apertura y Cierre del InconscienteEl área opaca de la Repetición fantasmática

Separemos la clínica psicoanalítica de su práctica. Nos vamos a ocupar ahora de un tema que, desde el punto de vista de la práctica cotidiana, es decir, del trabajo que hacemos día a día, tiene una importancia tremenda. Pero, por el contrario, desde el punto de vista estrictamente clínico no termina de encontrar una articulación lo suficientemente condensada, sino que se dispersa en

Page 3: El Fantasma. Claseapa 1

variantes que parecen no relacionarse entre sí. Nuestro intento es dar una vuelta más en esa opacidad, arrojando un rayo de luz, al menos, intermitente. Pero bien espeso…. y especificante.

Recordemos una aclaración importante: los problemas clínicos son esencialmente proble-mas teóricos, que repercuten luego secundariamente sobre las áreas de la práctica, desde donde en realidad han emergido. Los problemas clínicos se trabajan bien en una presentación de casos, los problemas prácticos se dilucidan en una supervisión.

Un ejemplo, para desentrañar mejor lo que intento decir:

1) Las cuestiones que hacen a la posición de la histérica en relación al tema de la Otra mujer, lo que en el caso Dora recibe un vuelo más importante a partir de las notas que Freud agrega con los años, vuelo aún más importante incluso que en el historial mismo, bien, todo esto es un auténtico problema clínico, es decir, una conceptualización que pretende rozar lo general , una teorización que sirve a los fines de pensar un tema en todos aquellos posibles casos que se le relacionen.

2) En cambio, los sueños concretos de una analizante, Dora en este caso, con su material efectivo, junto al trabajo freudiano sobre ellos, sueños que no sufren otro tratamiento que el que se realiza sobre cualquier sueño particular, bien, eso es un problema práctico, es decir un material singularizado, material interpretable, supervisable, etc.

Digo que la práctica es lo que acontece cuando un analista analiza a alguien o cuando nos analizamos nosotros mismos, que somos analistas, o cuando se supervisa, pero la clínica responde a problemáticas de tipo general como, por ejemplo, el modo de posicionamiento de la causa de deseo en la estructura histérica -que acabamos de mencionar como ejemplo-, la fortificación narcisista en la neurosis obsesiva, el lugar de la angustia en la fobia o el lugar del padre en la psicosis. Vemos claramente que si ellos son temas de importancia clínica fundamental, no son por ello prácticos en sí, porque son fundamentalmente teóricos.

Se necesita un movimiento para pasar de la clínica a la práctica y viceversa, que es un movimiento posicional. El psicoanálisis es una práctica -o una praxis como decía Lacan- bastante solitaria, pero tiene una teoría clínica, que es aquélla que pone a los analistas a conversar entre sí.

Volviendo a nuestra “área opaca” la vamos a nombrar como apremio-fantasmático-neurótico-repetitivo o, acuñando un término que me gusta y explicaré más tarde, área del deseo escenográfico. Ya veremos cómo se justifican cada uno de esos apelativos.

En resumidas cuentas, la ubico hoy de este modo: tiene una colosal importan cia práctica, pero como teoría clínica está situada en lugares marginales , intersti ciales . Hay una contradicción entre 1) la cantidad deshilachada de saber que puede producirse en base a este tema, que es disperso y divergente y 2) lo extremado de sus efectos prácticos sobre todos los análisis -y sobre el parlante en su vida particular-. Intentaremos que ese saber clínico halle un lugar en la verdad de la práctica.

Pero, además, si queremos generar un efecto psicoanalítico sobre ello, debemos advertir que esto obedece a alguna razón de estructura.

Empezaremos armando entonces un esquema general, con distintos momentos lógicos, para entender mejor dónde situar el área en la que nos vamos a mover a lo largo de todo el seminario.

1° momento: supongamos que un sujeto -en sentido empírico, es decir, cualquier persona-, un posible analizante, un actual “padeciente”, en suma, un “alguien” se encuentra hablando en una entrevista preliminar con un analista. Puede estar quejándose de lo que le pasa o puede estar relatando alguna anécdota personal. Sea como sea, ése que está allí, ése está contando un “padecer”, por lo que es, mera y precisamente, sólo un “pacien te” .

Esta descripción es válida hasta que se produzca un quiebre en ese discurso intencional: punto en el que Lacan ha insistido constantemente y que es esa vacilación del discurso denotada por la falta de un significante.

El ejemplo más claro es el olvido : tanto Freud como Lacan se han apoyado inmensa y preponderantemente en este tipo de falla discursiva. Esto es así porque en el lapsus falta asimismo

Page 4: El Fantasma. Claseapa 1

un signi ficante, pero a diferencia del olvido aparece otro en el lugar de ése que falta, taponando aparentemente lo acontecido. O en un sueño, donde se ve también muy claramente el carácter enigmático, pero sobran elementos entre tanta arborescencia discursiva que se desata al asociar. Todo esto disimula parcialmente en algunos casos el carácter de carencia estructural que implica toda formación del inconsciente. Por ello un olvido es la marca más pura de una producción imprevista, pulsátil, con su impresión imaginaria de succión o latido, de lo inconsciente.

Insistamos, en el síntoma también ocurre otro tanto, pues aparece un significante pero éste no se encuentra abrochado al otro que aportaría, por esa combinación acontecida entre ambos, algún efecto de sentido positivo, efecto que explique de qué se trata esto. Hay, por lo tanto, como en el sueño, un efecto de enigma. Podemos tomar todas estas producciones del aparato psíquico como significantes a los que les falta su pareja, aquél elemento que aportaría una significación a los mismos. Significantes vacantes, con significancia enigmática positiva.

2° momento: acaba de aparecer un primer signo de interrogación. Es el área que, a partir de Jacques Lacan, llamamos, de las Formaciones del Inconsciente. En ésta se presenta una falta de significante: debió haber un significante que no hay, significante que abrochado con otro aportaría significación.

Pensemos otra forma de nombrar lo ocurrido: hubo un efecto de pérdida de un significante que, por hallarse ausente, hacemos figurar tachado: $. Tenemos entonces un matema muy conocido. A este momento Lacan lo llama también efecto-sujeto. Este es uno de los sentidos de la conceptualización del famoso “sujeto del Inconsciente” lacaniano.

Se ve claro aquí que el sujeto tachado, ese significante en menos , no es causa de un saber, sino efecto de su carencia. Un efecto de exclusión de la cadena de los otros significantes. El sujeto lacaniano no es ningún sujeto del conocimiento… tampoco el de un desconocimiento. Es pura vacilación, vacío, vaguedad. Pulsación abierta.

Este punto es crucial: aquí se juega todo lo que va a seguir. Desde la diferencia entre la psicología antes y después de Sigmund Freud… hasta la posibilidad, en la práctica cotidiana, de la entrada o no en un análisis. ¿Por qué? Pues la cuestión es que si, en el momento en que se produce el efecto-$, hay un otro -y agrego adrede, de carne y hueso- que, sancionándolo en su privilegio, propone al “padeciente”, suponiendo y haciendo suponer que esto merece una consideración, postulándolo como un acontecimiento merecedor de análisis, en el sentido de lanzar a aquél que produjo el olvido -o la formación del inconsciente que sea- a la búsqueda de aquello que falta, aquello que acaeció como ausencia de un elemento, es decir, si alguno toma esto como una pregunta posible y propone encontrar una respuesta…. la cuestión, repito, es si en el que se ha originado ese discurso en falla se produce o no un, digámoslo así, efecto-pregunta.

En su Seminario Lacan afirma muchas veces que “el neurótico es una pregunta”, es decir, obviamente, lo que es un neurótico para el psicoanálisis, lo que es “nuestro” neurótico (confesemos)… preferido. Porque de lo que se trata es que el neurótico esté a la altura de esa pregunta , es decir, que sea éticamente capaz de sostener una buena pregunta . Decimos “buena” porque ni siquiera tiene que ser la misma pregunta que se hacía cuando era un “paciente”, cuando nos demandó una consulta. Hay un desvío aquí muy radical, hay ya aquí un cambio de posición subjetiva que propone el que sostiene la entrada en análisis. Si el sujeto cuando padecía se hacía muchas preguntas, parloteaba constantemente sobre sus padecimientos, elevándolos a la categoría de “temas”, ello no hacía en sí a la entrada en un análisis. Quejarse no es demandar.

Es decir, que para que un paciente se transforme en analizante , se necesita que se torne un “hacedor de preguntas” interpelado de un modo muy diferente, inclusive repitamos que esta proposición puede lanzar hacia ciertas problemáticas que no tienen nada que ver con los motivos por los cuáles se consultó. Es decir, los síntomas puestos en forma en la transferencia no tienen por qué ser los que se relataba en las primeras entrevistas como aparentes “padeceres” o “motivos de consulta” o molestias cotidianas o síntomas en sentido descriptivo-psiquiátrico.

Decíamos, entonces, que se necesita que haya un pequeño otro que proponga algo . Es decir, es necesario que a partir de este vacío, de este significante faltante, se consiga este efecto-pregunta que, a priori, denominamos efecto-$ y que, a partir de este efecto-$ elevado a efecto-pregunta, se acepte una proposición: obtener un saber que supongo derivado de ese efecto, es decir, asociaciones emanadas de él, que es lo que llamamos vulgarmente material. Sólo de este

Page 5: El Fantasma. Claseapa 1

modo se toma esa pérdida como un verdadero hallazgo, se la realza en otro rango discursivamente inédito.

Esto crea un clima de intencionalidad positiva, de interés por el saber oculto que se supone que allí anida, que allí “debe” arraigarse, al mismo tiempo que ocultarse, dispuesto a ser investi-gado.

O sea que, allí donde algo se perdió, obtenemos la “suposición” de que podemos conquistar algo en la investigación de lo perdido. Si el paciente no queda capturado por la propuesta y tan sólo piensa que se ha tratado de un error, de un “furcio”, de una mera equivocación de las tantas que nos acontecen cotidianamente, aunque quizás continue viniendo a las supuestas sesiones, no se ha producido una entrada en análisis.

3° momento: estos son, entonces, los temas de la entrada en el artificio del análisis, de la institución de ese dispositivo que precisa de ese extraño testigo que señala lo que ha ocurrido, que se encarga de notar -y en esa notación hay toda una propuesta-, dirigiéndose a esa persona que ha consultado, lo siguiente: “reparemos en eso ausente, eso que aparece olvidado en su discurso intencional, ¿por qué no lo tomamos como un hallazgo posible de producir un saber diferente, un saber sobre un área ignorada de su psiquismo?”. Pues bien, ésa es una de las dimensiones del deseo del analista.

Deseo del analista, pensado así entonces, es aquel deseo que “toma” (en todos los sentidos del término) al antes “paciente” y le propone su propia transformación en ese buen interrogador de su subjetividad que llamamos ANALIZANTE . Es él…. el que debe y puede decidir si acepta o no semejante convite.

Y lo que podemos observar en la práctica cotidiana es que muchas veces sólo con la ocurrencia de ese movimiento subjetivo los síntomas comienzan a desapare cer, se disuelven en la producción de un saber asociado de inmediato. Este saber es el Saber Inconsciente, lo cual equivale a decir que, a partir de Freud, hay un “nuevo” tipo de saber. Obviamente, esto no ocurre todos los días en la historia del pensamiento de la humanidad.

Se ha producido la apertura del inconsciente -recién ahora podemos usar este término-, lo cual ha sido un acontecimiento histórico, datable, creado por Freud, pero también algo que ocurre todos los días, en todos los análisis que se inician, y en cierto sentido en cada sesión que se inicia cotidianamente. Creo oportuno señalar que si bien lo que surgirá como “material” a partir de ahora en más, si bien parece constituido por palabras “iguales” a las anteriores, éstas, en realidad, son el producto, el fruto de esa pérdida, están “bañadas”, sumergidas por el clima que las ha desencadenado. Esas palabras ya no son iguales para el sujeto, su subjetividad se ha visto impactada, interpelada, por el efecto-$ ahora elevado a efecto-pregunta. Son palabras fruto de un saber distinto de todo otro saber conocido.

A esa pérdida, elevada al rango de pregunta, inaugurante y novedosa, con su dignidad de hallazgo, lo único que hace el analista con ese movimiento es suponerle un saber susti tutivo .

4° momento: cada sesión, entonces, ahora iniciaría de este modo. Empezaría con la siguiente proposición del analista: “en el mismo punto de esta pérdida, supongámosle a este efecto-pregunta ....un saber”. Todas las sesiones empiezan con un...: “supongamos que..”.

La fuerza que tiene esta suposición es tal que, cada vez que el analizante retorna a su diván, más allá de los avatares logrados, imprudentes o casuales de la sesión anterior, se renueva una y otra vez este operador fundamental del psicoanálisis, operador que hoy popularmente se llama Sujeto-supuesto-al-Saber (SsS) -y que más claramente haríamos mejor en llamar “Saber Supuesto al efecto-Sujeto”-.

Aclaremos que este saber no preexiste en algún TOPOS, sino que se instituye por la asociación misma. Esto abole las concepciones o hipótesis contenidistas del concepto de inconsciente. El viraje ha sido posicional en relación al discurso y no implica tópica alguna, que se hace innecesaria, lo que simplifica inmensamente nuestra metapsicología.

5° momento: tenemos entonces una pregunta operativa, un significante (supuestamente) perdido, la entrada inaugural en análisis, el paciente que se ha tornado analizante, el síntoma, o

Page 6: El Fantasma. Claseapa 1

sea, la formación del inconsciente, dentro de la transferencia. Y ahora disfrutaremos…. del material asociativo.

Pero también en esta área de problemas se asocia el tema sempiterno de la verdad o no de esas formaciones del inconsciente, es decir, la cuestión de aquello que de genuino efecto-verdad se haya producido. ¿Hay una verdad allí? ¿Es relativa a un deseo? ¿Cómo pienso el deseo inconsciente en relación a la verdad?

No nos extenderemos mucho aquí, pues el tema da para varios capítulos. Sólo recordemos algunas apostillas: primero, en el matema lacaniano del discurso analítico, abajo a la izquierda, en el lugar de la Verdad, Lacan ubica al Saber (S2) inconsciente. Segundo, sabemos que cuando el analizante asocia, sus asociaciones son indudable mente dispersas , por lo tanto el efecto que producen es más bien parcializado, y más que un saber pleno, totalizante, emergen parcelas de saber. Se trata de ciertos efectos-de-saber, como lo aclara Lacan en alguna otra ocasión, que rozan la verdad. Tercero, el núcleo duro del deseo es lo inasociable de cada formación del inconsciente. Algo pulsó, pero desapareció y, con suerte, aceptada la propuesta, suponemos un saber sobre el deseo que, derivado de ese vacío, tenga valor de verdad. Una conjetura verdadera en el lugar de un deseo que se hurtó dejando sus retoños.

Tenemos entonces un efecto-$, elevado a efecto-pregunta, que contiene un efecto-verdad, por lo que, en suma, si se han de producir fragmentos de saber… lo harán en el lugar de la verdad.

Si supongo que hay una verdad perdida del deseo, que ésta es reemplazada por ciertos saberes dispersos que va produciendo el paciente gracias al “supongamos” con el que lo recibo cada sesión, puedo decir que esos son saberes sustitutivos de un deseo perdido que, como verdad, construyo yo mismo junto al analizante día a día y laboriosamente. Por lo que también podría decir que este efecto es un efecto-deseo.

Lamentablemente luego de este resumen tengo que decepcionar a mi lector: sobre todo esto que he desarrollado no vamos a decir ya más nada, pues no implica, de ninguna forma, nuestra temática del seminario. ¿Cuál es entonces éste? Pasemos a él.

6° (y último) momento: el analizante ha asociado y asociado, pero llega un momento en el que ya no asocia más. El saber tiene entonces sus límites. Hasta ese momento el saber surgente había producido una sensación de logro, reinaba una impresión de expansión y crecimiento debida al tiempo positivo de trabajo. Este clima Freud lo resalta muy bien, inclusive llega a decir que cuando hay un importante retoño inconsciente y aparece el nuevo material, la atmósfera de ganancia es tal que parecería que todo es posible. Hablamos entonces de la transferencia positiva: ese amor por las palabras que une a dos parlantes durante el breve espacio de las sesiones. La atmósfera amorosa es decididamente tangible a los fines del trabajo.

Pero tarde o temprano se produce otra pérdida y éste clima finaliza. Lo primero a destacar es que este segundo menoscabo no es como el que acabamos de describir anteriormente. No es la repetición de esa primera ausencia de un significante que causa la producción de ese saber tan especial, tan novedoso y transformador a los fines de la reconstrucción histórica del (ahora sí) analizante. No es el discurso fracturado que había permitido inicialmente que se produzca un saber. Ahora los disparos asociativos de esa fractura han terminado. Ni esquirlas quedan. Esta segunda pérdida, ínsita en el movimiento generativo del pulso inconsciente, este final de la secuencia discursiva, es una debacle que se produce cuando el saber se agota.

Este es el tema de aquellos sueños en los que Freud reflexiona y dice que existe lo que denomina el ombligo del material, vórtice que se pierde en lo incognoscible. Recordemos esa descripción esquemática, pero muy fecunda, cuando dice que ha partir de un punto-falla inicial se produce una especie de dibujo radiado de múltiples vectores que se abren desplegando la asociación libre, pero que después de esa apertura, llega un clímax en que todo comienza a contraerse. Allí se ha de precipitar un vacío de asociación.

Nunca hay una totalización que nos permitiría poder afirmar que este o aquel sueño significaba definitivamente… esto o aquello. El plano del sinsentido final permanece estructural al psiquismo. Freud, muchas veces, intenta algun tipo de cierre, siempre forzado en el fondo, lo que podría dar la impresión de que es posible “terminar” de explicar al inconsciente, es decir, “hacerlo conciente” en su totalidad.

Page 7: El Fantasma. Claseapa 1

En este sentido, el inconsciente es un tropiezo que, después de un cierto saber, acaba en un nuevo tropiezo.

En este vacío la arborescencia significativa concluye en tan sólo, según Lacan, dos temáti-cas. Esos dos temas tan fundamentales estallan en la caída del saber inconsciente recién producido, en el final de su despliegue novedoso. Allí “asoman” dos temáticas, por supuesto que con múltiples facetas, y estas a su vez lo hacen en el interjuego de ciertos operadores clínicos fundamentales del psicoanálisis. De esas temáticas interactuando mediante y a través de esos operadores -es decir, de los temas que articulan esos operadores- es de lo que vamos a ocuparnos nosotros a lo largo de todas las próximas clases.

Obviamente se trata de los modos de presentación de la sexualidad y de la muerte, es decir, los dos enigmas no contestados a través de esta formación asociativa de saber: muerte… del padre y sexualidad… femenina.

Resumen de lo visto hasta aquí :

Hemos partido de un esquema ultrasimplificado en nuestra consideración de la situación analítica. El esquema, si lo compactamos aún más, contiene tres instancias secuenciales:

a) Irrupción o apertura del inconsciente, formación sintomática, cortejo sueño-olvido-lapsus-chiste, área de lo que Lacan llama “formaciones del inconsciente”. Acontece el efecto-sujeto, se abre una interrogación. Un significante en crisis revela un supuesto endeble sobre el que se precipita el embarazo-vergüenza-sorpresa del sujeto. Los modos de aparición son detectables en la clínica de cualquier analista con facilidad: sueño, intervención alusiva, acto sintomático, descongelamiento del síntoma, reiteración repetitiva de un vocablo o fonema (insistencia significante). ¿Instante de la mirada, de la revelación, del descubrimiento ?

b) A partir de allí “se produce” -etimológicamente producir es “avanzar hacia adelante”- lo que usualmente llamamos el “material”. Clima de hallazgo: “un más” que excede con un plus aquello esperado. Ahora la rememoración permite la reconstrucción histórica, un significante supuesto -nunca revelado- es sustituido incesantemente por todos los otros, que lo intentan evocar. Efectos de saber en lugar de la verdad. ¿Tiempo de comprender en el hilado de la elaboración?

c) Cuando el material se agota, aparece nuestro objetivo temático, aquella área opaca donde la asociación se torna imposible, la palabra se torna incompatible con el deseo, dotado en su mismísimo seno de un elemento no asimilable a la misma. Veremos que esto apunta a la teoría del objeto a. Tenemos aquí el llamado ombligo del sueño -podríamos hablar del ombligo del lapsus o del chiste, o del nódulo patógeno del síntoma-. Allí los temas, acabamos de decir, serán siempre los de la muerte (vertiente más obsesiva) o la sexualidad (vertiente más histérica). Se desata otro género de repetición que Freud relacionó con la transferencia como resistencia. Decimos se desata y no “se produce”, pues no se trata de avanzar, sino de una detención. El cierre del inconsciente no acontece a partir de una repetición significante, sino en el seno de un encuentro fallido, situado en un paraje opaco, donde habita algo que se escamotea y angustia. Allí retorna una instancia escénica histórica que, como veremos, se representa mediante la transferencia actualizada de lo siempre igual. ¿Momento de concluir? Sí, pero de lo que no concluye…. hallazgo, entonces de “un menos”, de un minus de saber.

Esta área es la del FANTASMA NEURÓTICO.

De la clínica a la práctica analítica:una viñeta sobre los dos tipos de repetición

Page 8: El Fantasma. Claseapa 1

Todos los días escuchamos hablar del “material” que se produce en el “desciframiento del Inconsciente”, es decir, el saber derivado de la “labor asociativa”. Es que es más sencilo citar los temas que conciernen al área de la rememoración. Es más sencillo reducir el discurso del psicoanálisis al hallazgo “detectivesco”.

Le ocurría a Freud cuando en “La Interpretación de los Sueños” trata muchas veces de conseguir algún signo que totalice la explicación de esas formaciones tan extrañas a la conciencia que son los sueños. Pero en el área opaca de la repetición es mucho más complicado aplastar el psicoanálisis en una mera curiosidad, a la intriga y al suspenso, así como conseguir transformarlo en una mera cuestión académica, es decir, un conocimiento incrementado del individuo sobre sí mismo.

Pensemos que esta zona concierne a la aparición de lo repetitivo “más allá” del principio del placer, es decir, a temas quejumbrosos, pesados, sombríos, a cuestiones donde el sujeto sucumbe a lo que él mismo actúa compulsivamente, en general con un signo de autodestructividad, de daño sobre su bienestar.

Entonces tenemos la opacidad de la repetición sumada a la resistencia del fantasma a transformarse en un saber. Tenemos tres formas de decirlo:

OPACIDAD DE LA REPETICIÓNRESISTENCIA DEL FANTASMA AL SABERCOMPULSIÓN A LA ACTUACIÓN TRANSFERENCIAL

Supongo que hasta aquí el lector debe estar perfectamente ubicado. Esta repetición, a diferencia de la de los significantes del inconsciente, aquellos que insisten “automáticamente”, es la que muestra la escenografía del fantasma. Pero la muestra en relación a un fenómeno que perturbó muy tempranamente a Freud, a un fenómeno que se llama transferencia. Este fenómeno es el que ha de convencer definitivamente a Freud de la existencia de un “más allá” del principio del placer, de la implacable recurrencia de la repetición demoníaca. Por ello nuestro articulador en los temas freudianos va a ser el examen de algunos tramos del texto homónimo de 1920.

La primera repetición, la de la insistencia discursiva, es la que se encuentra en el área de la rememoración. El área de la rememoración es aquella donde se produce un olvido, donde hay una pregunta posible a partir de un sueño, donde falta un significante que explique un síntoma, es decir, cuando a partir de la insistencia enigmática de un significante… me pregunto por otro que le dé sentido a esta insistencia. Pero esta repetición como automatismo significante no es la del área que nos interesa.

Nosotros avanzamos hacia un segundo tipo de repetición, la que implica falla y taponamiento fantasmático. Es la que se desencadena cuando ningún significante, ninguna cadena de saber puede llegar a nombrar lo que sobreviene. Es decir, no puede nombrarlo como abrochamiento o conclusión de sentido. Allí hay algo que pulsa, que empuja, pero no se trata de un significante.

Los significantes, en su conjunto, se habían ordenado meramente a partir del intento de explicar aquel punto de vacío anterior, el vacío inicial, el que produjo saber. Pero ahora, hay algo que presiona sin piedad en relación al placer-displacer del sujeto y que hace juntura entre el objeto del fantasma y el de la pulsión en su sentido más crudo. Ese algo es lo que vuelve a presentarse por segunda vez, pero demoledoramente.

Estamos trabajando la claudicación de saber: es el momento de la caída del psicoanálisis, cuando el dispositivo sostenido por Sujeto-supuesto-Saber deja de funcionar, cuando la promesa del saber Inconsciente, aquella que Freud le incita a conjeturar a cada paciente, aquella que se resumía en un “supongamos que hay algo allí que vale la pena encontrar”, se desmorona.

Es muy importante evitar esta confusión: la repetición que solemos constatar alborozados, es la de la insistencia de las palabras, es la que se nos presenta cotidianamente cuando algún paciente enuncia una palabra y después, en un sueño o un lapsus, se repite o resuena esa misma palabra, muchas veces condensada a nivel fonemático con otra.

Page 9: El Fantasma. Claseapa 1

Veamos esto mediante una viñeta clínica: una analizante relata una escena en la que una de sus hijas empuja a otra cuando ésta le molesta en algo relativo a su deseo, y ella no sabe si se trata de que esa violencia entre ambas niñas, violencia que la turba, debe ser evitada o autorizada.

O, en otros términos, se pregunta si es posible “desasirse” de lo que a uno le sobra cuando se desea en una dirección precisa. Tras media hora de sesión, reaparece asociativamente una escena puberal en la que ella estaba intentando aprender a tirarse de cabeza desde un trampolín, pero vacilaba muy asustada. Su profesor de natación, para que ella abandone esos temores iniciales, en lugar de “empujarla”, instándola a ello a través del aliento de sus palabras o explicaciones más técnicas, en vez de causarla a que se atreva sin miedo a hacerlo confiando en ella y en lo que él le había trasmitido en las clases, en lugar de ello, lo que hizo fue “dejarla caer” literalmente, es decir… alzarla en vilo y arrojarla al agua.

La palabra empujar y sus derivados allí insisten, pero ésa es la insistencia de los significantes. Hay un doble juego en el empujar: cuando uno hace algo por primera vez a solas, no sólo es empujado a hacerlo, también podría decirse que necesita empujar a quien le enseñó fuera de la escena. La figura que ha trasmitido es expulsada fuera de la escena. El empuje es correlativo, es decir, el Otro insta al niño al juego, por ejemplo, y éste arroja al Otro fuera de sí, separándose de él.

No traigo el ejemplo por casualidad, se trata, si observamos bien y anticipándonos a lo que nos interesa, en realidad de una pequeña escena estilo “Pegan a un niño”, y remite a dos posicio-namientos diferentes del padre. Es decir: un padre que salva a su hija del deseo… no es el que la causa, un padre que “golpea sin marcar” fracasa en la inauguración de una función -aquí, tirarse de cabeza al agua-, es decir, un padre imaginario y prepotente no sexúa. La abandona a las profundidades sin donarle nada, mostrando su impotencia y falta de confianza en lo que trasmite.

Además, este profesor de natación, más tarde, resultó ser echado él mismo del club porque era acusado de paidófilo, porque toqueteaba a las nenas. El, que no sabía “empujar”, terminó “empujado” fuera del establecimiento...pero por poner excesivamente en juego su goce pulsional desamarrado de la ley social.

Y señalemos que el ejemplo nos indica un detalle más: ¡con qué facilidad coexisten el padre que abandona con el que seduce: es una constante en el Edipo femenino!

Tenemos aquí un ejemplo de la repetición como automatismo. Pero el mismo ejemplo vuelve en el segundo momento de la repetición: cuando esta muchacha iba a acostarse por primera vez en el diván, antes de “arrojarse” a las analizantes aguas, me miró, entre inquieta y seductora, observando de reojo el diván, preguntándome: “¿hoy me toca?”

La pregunta es crucial, observen que todo el análisis está confluyendo allí, apenas comenzado: es obvio que un analista empuja al análisis, sin tocar o “toquetear” a sus pacientes.