el espíritu santo y la evangelización

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Ensayo N° 01: El Espíritu Santo y la evangelización Para comprender el lugar del Espíritu Santo en la evangelización, es de vital importancia que reconozcamos la personalidad y obra del Espíritu Santo, para así darle la consideración que se merece. Jesús mismo dio a conocer que el Espíritu Santo iba a ser la primera persona que testificaría de Él: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí” (Jn. 15:26); y luego dijo que sus discípulos también harían lo mismo: Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio (Jn. 15:26-27). Entonces vemos que la tarea de la evangelización está a cargo de dos personas: El Espíritu Santo y el creyente; y ambos tienen que trabajar en mutuo acuerdo para lograr tal fin. El creyente predica la Palabra de Dios, pero el Espíritu Santo ilumina la mente del pecador para que este comprenda el mensaje del evangelio. Sin el poder del Espíritu Santo, la Palabra no tendría efecto alguno. Alguien dijo: “La Palabra de Dios, vigorizada por el Espíritu Santo tiene poder en ella misma, poder intrínseco, poder que trae convicción al pecador, transforma el carácter, reforma la vida del individuo”. El apóstol Pablo era una de esas personas que reconocía la imprescindible participación del Espíritu Santo en la evangelización: “pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo…” (1Ts 1:5); “y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder” (1Co 2:4). Nuestra confianza debe estar puesta en la obra eficaz del Espíritu Santo, y no en nuestras propias fuerzas. Cuando estemos convencidos de esta verdad, nos atreveremos a salir a predicar el evangelio sin temor, porque sabremos que no vamos solos, sino que alguien muy poderoso va en nosotros y con nosotros, dispuesto a cumplir la misión por la que vino a esta tierra, que es la de convencer al mundo de pecado, justicia y juicio. El Espíritu Santo abrirá las puertas para compartir la

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Page 1: El Espíritu Santo y La Evangelización

Ensayo N° 01: El Espíritu Santo y la evangelización

Para comprender el lugar del Espíritu Santo en la evangelización, es de vital importancia que reconozcamos la personalidad y obra del Espíritu Santo, para así darle la consideración que se merece. Jesús mismo dio a conocer que el Espíritu Santo iba a ser la primera persona que testificaría de Él: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí” (Jn. 15:26); y luego dijo que sus discípulos también harían lo mismo: Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio (Jn. 15:26-27). Entonces vemos que la tarea de la evangelización está a cargo de dos personas: El Espíritu Santo y el creyente; y ambos tienen que trabajar en mutuo acuerdo para lograr tal fin. El creyente predica la Palabra de Dios, pero el Espíritu Santo ilumina la mente del pecador para que este comprenda el mensaje del evangelio. Sin el poder del Espíritu Santo, la Palabra no tendría efecto alguno. Alguien dijo: “La Palabra de Dios, vigorizada por el Espíritu Santo tiene poder en ella misma, poder intrínseco, poder que trae convicción al pecador, transforma el carácter, reforma la vida del individuo”. El apóstol Pablo era una de esas personas que reconocía la imprescindible participación del Espíritu Santo en la evangelización: “pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo…” (1Ts 1:5); “y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder” (1Co 2:4). Nuestra confianza debe estar puesta en la obra eficaz del Espíritu Santo, y no en nuestras propias fuerzas. Cuando estemos convencidos de esta verdad, nos atreveremos a salir a predicar el evangelio sin temor, porque sabremos que no vamos solos, sino que alguien muy poderoso va en nosotros y con nosotros, dispuesto a cumplir la misión por la que vino a esta tierra, que es la de convencer al mundo de pecado, justicia y juicio. El Espíritu Santo abrirá las puertas para compartir la Palabra; preparará los corazones de la gente para que escuchen el evangelio; hará todo lo que sea necesario a fin de que podamos predicar el mensaje de salvación.Creamos y estemos seguros de que el Espíritu Santo preparará el camino para llevar las buenas nuevas de salvación; nos capacitará para hacerlo, y nos respaldará con su infinito poder.

Ensayo N° 02: El Espíritu Santo en la vida del creyente que evangeliza

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8). Es inútil tratar de ser testigos de Cristo, en obediencia a su mandato, sin el poder del Espíritu. El poder del Espíritu es indispensable para la proclamación del evangelio. Cualquiera puede predicar palabras; algunos pueden predicar palabras convincentes y persuasivas, pero sólo Dios puede cambiar vidas. El mismo poder del Pentecostés está disponible hoy en día para todos los que lo busquen con perseverancia y fe. Necesitamos ser llenos del Espíritu Santo para testificar de Cristo con poder y autoridad. Necesitamos la plenitud del Espíritu para ser impulsados a predicar de Cristo sin temor. Alguien dijo: “El pentecostés, aun cuando no es indispensable para el evangelismo, sí lo es para mantener ese

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fervor evangelístico que es como una pasión que nos consume”. No tendremos esa pasión a menos que la recibamos del Espíritu Santo. Esa llenura del Espíritu Santo debe ser continua en nuestras vidas: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” (Ef. 5:18). Podemos secarnos, estancarnos, debilitarnos y por último morir si no permitimos a Dios llenar y volver a llenarnos con Su Espíritu Santo. De hecho, seremos creyentes muy irresponsables si no permitimos que la vida dada del río del Espíritu Santo fluya dentro de nosotros y nos llene hasta desbordarnos. De nosotros debe de desbordar los frutos del Espíritu (Gá. 5:22-23), para que por medio de ellos la gente del mundo pueda ver que el evangelio que les predicamos si transforma vidas; de lo contrario, nuestro mensaje serán sólo palabras sin eficacia. He aquí la importancia de que el creyente mantenga una continua relación y comunión continua con el Espíritu Santo: “…la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2Co 13:14). Si descuidamos esa comunión, apagaremos al Espíritu en nuestras vidas (1Ts 5:19). Dios puede llenar nuestro corazón con su Espíritu, pero Él no puede mantener ese Espíritu sin la cooperación de nuestro propio esfuerzo. Son tantos los beneficios que están a disposición del creyente que se rinde por completo al control del Espíritu Santo. Predicar el evangelio será algo tan natural y espontáneo para el evangelista que siempre está lleno con el Espíritu. Podrá decir como decían los apóstoles de la iglesia primitiva: “no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hch. 4:20). Quien sea que tenga una verdadera experiencia del poder del Espíritu Santo se sentirá irresistiblemente impelido a hablar de Él, sin considerar las consecuencias que le puedan venir, porque estará seguro que el Espíritu Santo le ayudará a permanecer firme en la fe, y será capaz de mostrar amor genuino a otros y mantener su carácter moral aun cuando sea perseguido, calumniado u oprimido.El Espíritu Santo está en todo los verdaderos creyentes, esa debe ser nuestra primera convicción. Recibir de su poder, guía, protección y motivación para evangelizar; dependerá de cuánto tiempo pasemos con Él en comunión, y esto se logrará mientras más busquemos a Dios en oración y por medio de Su Palabra.