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EL ESPACIO COMO REPRESENTACIÓN CULTURAL Marta Isabel Kollmann Marcela Indiana Fernández Instituto de Geografía Universidad de Buenos Aires, Argentina Ponencia presentada en la Conferencia Internacional “Aspectos Culturales en las Geografías Económicas, Humanas y Políticas”. Unión Geográfica Internacional. Buenos Aires, 9 al 11 de octubre de 2007 INTRODUCCIÓN El tema “Aspectos Culturales de las Geografías Económicas, Humanas y Políticas” genera múltiples reflexiones y origina innumerables preguntas acerca del tradicional estado de confusión sobre el campo de la Geografía (1). En sus trabajos sobre regionalizaciones, Paasi (1991, 1999) hace un reclamo para consolidar la comprensión de los aspectos culturales que no acompañan a tales estudios, en los que se sigue dando supremacía a los aspectos económicos y políticos. A partir de los años 90 comienzan a proliferar encuentros académicos y publicaciones sobre Geografía Cultural “y” Social y la novedad del denominado “giro cultural” o de una “nueva Geografía Cultural” (2). Las preguntas que nos formulamos en relación con la temática que nos convoca, se refieren a: ¿en las investigaciones académicas que se generan en el marco de la disciplina no están incluidos los aspectos culturales que aparecen en el tratamiento del mundo físico y de la realidad social como un todo?; ¿se puede separar lo social de lo económico, de lo político, del mundo material y de la cultura? ¿Está lo cultural separado de lo social o debemos hablar de un todo social? ¿Es lo cultural resultado y medio de las relaciones sociales? Nos preguntamos también ¿no es el espacio todo ello junto, a la vez?, ¿no podemos considerar el espacio como una representación cultural de la sociedad que sintetiza la práctica social ejercida sobre el mismo desde distintos enfoques para la “totalidad” de lo que llamamos “Geografía”? (Duncan, 2004), ¿acaso la noción de cultura no enfoca objetos materiales creados y significados por los hombres y también los numerosos rasgos que sostienen en común los miembros de una sociedad como los símbolos, conductas, rituales, sentimientos de pertenencia,

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EL ESPACIO COMO REPRESENTACIÓN CULTURAL

Marta Isabel KollmannMarcela Indiana Fernández

Instituto de GeografíaUniversidad de Buenos Aires, Argentina

Ponencia presentada en la Conferencia Internacional “Aspectos Culturales en las Geografías Económicas, Humanas y Políticas”. Unión Geográfica Internacional. Buenos Aires, 9 al 11 de octubre de 2007

INTRODUCCIÓN

El tema “Aspectos Culturales de las Geografías Económicas, Humanas y Políticas” genera múltiples reflexiones y origina innumerables preguntas acerca del tradicional estado de confusión sobre el campo de la Geografía (1).

En sus trabajos sobre regionalizaciones, Paasi (1991, 1999) hace un reclamo para consolidar la comprensión de los aspectos culturales que no acompañan a tales estudios, en los que se sigue dando supremacía a los aspectos económicos y políticos. A partir de los años 90 comienzan a proliferar encuentros académicos y publicaciones sobre Geografía Cultural “y” Social y la novedad del denominado “giro cultural” o de una “nueva Geografía Cultural” (2).

Las preguntas que nos formulamos en relación con la temática que nos convoca, se refieren a: ¿en las investigaciones académicas que se generan en el marco de la disciplina no están incluidos los aspectos culturales que aparecen en el tratamiento del mundo físico y de la realidad social como un todo?; ¿se puede separar lo social de lo económico, de lo político, del mundo material y de la cultura? ¿Está lo cultural separado de lo social o debemos hablar de un todo social? ¿Es lo cultural resultado y medio de las relaciones sociales? Nos preguntamos también ¿no es el espacio todo ello junto, a la vez?, ¿no podemos considerar el espacio como una representación cultural de la sociedad que sintetiza la práctica social ejercida sobre el mismo desde distintos enfoques para la “totalidad” de lo que llamamos “Geografía”? (Duncan, 2004), ¿acaso la noción de cultura no enfoca objetos materiales creados y significados por los hombres y también los numerosos rasgos que sostienen en común los miembros de una sociedad como los símbolos, conductas, rituales, sentimientos de pertenencia, lenguajes -exclamaciones, gestos, expresiones faciales, dibujos, emblemas, sistemas de creencias- que están presentes en las construcciones y deconstrucciones de la realidad espacial llevadas a cabo por actores y agentes sociales? Debe destacarse que el lenguaje es el medio esencial de la comunicación humana y es obviamente un componente crítico de cualquier cultura y en consecuencia, de las relaciones sociales. Paul Claval elabora un concepto complejo de cultura, la misma “…resulta de un proceso de construcción inacabado llevado a cabo por los individuos” (Claval, 1999, pp. 28) quienes, durante la vida, acumulan conocimientos, preferencias y creencias, en el seno familiar primero y en diversas instituciones luego; estos “bagajes” culturales les permiten integrarse en la sociedad de pertenencia. Señala además que “… la cultura sirve para dar sentido a la existencia de los individuos y de los grupos en que se insertan. Las informaciones que circulan a través del cuerpo social comportan narraciones que explican el origen del mundo, el primer miembro de la humanidad y la constitución de la sociedad; estos insertan la existencia de cada uno en un destino colectivo y le dan un significado” (Claval, 1999, pp. 28). La cultura también presupone valores que sirven, entre otros propósitos, para guiar las acciones humanas inscribiéndolas en

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cuadros normativos y para darle sentido a la vida individual y colectiva y es el “fundamento de las identidades” que “permite a la vez unir y dividir a las personas”. Por último, para este autor, la cultura es “… una realidad de escala local”, considerando lo local como el ámbito en el que se producen las interacciones que permitirían “… comprender como los grupos construyen el mundo, la sociedad y la naturaleza” (Claval, 1999, pp. 32). Para Lipietz (2000) quien realiza una crítica profunda a la “nueva geografía cultural”, la cultura es el contenido de todas las prácticas corrientes y normales en el seno de una sociedad dada, como resultado normal y condición de su reproducción. Es el contenido de las prácticas sociales consideradas normales y corrientes, “es un conjunto de prácticas en la medida en que están incorporadas en el espíritu como modelos legítimos de comportamiento y resolución de problemas”. La cultura es resultado y condición previa para la reproducción social, la entiende como “el vínculo entre el pasado y el futuro, la continuidad inconciente de la sociedad … el resultado de los esfuerzos anteriores para mejorar las capacidades futuras”. Para el autor no es sorprendente la familiaridad entre cultura y geografía humana, por la manera en que esta aprehende las implantaciones humanas, por ejemplo las ciudades (3).

Péguy (1966) distingue cultura de espacio cultural, la primera corresponde “… al conjunto de rasgos mentales heredados y transmisibles característicos de los grupos sociales entendidos” mientras que el segundo corresponde a “… una representación mental de espacios geográficos fundada sobre la conciencia de una cultura común, combina la sensibilidad de todos con una aspiración a símbolos comunes”. De ahí, que se pueda abrir un debate teórico interesante entre aquellos involucrados en nuestra tan controvertida disciplina. ¿El “giro cultural” en Geografía es nuevo?, ¿“lo cultural” ha tenido cambios como categoría conceptual?, ¿qué relaciones tiene “lo cultural” con los procesos y maneras de concebir el espacio, de explicarlo y comprenderlo ya que es la actividad intelectual que desarrollamos como geógrafos y a través de la cual nos individualiazamos como tales? (Escolar, 1998). Se debe reconocer que la Geografía no ha tenido un campo teórico conceptual con autonomía propia dentro de las denominadas ciencias sociales y aún entre las ciencias denominadas duras y que para explicar la realidad espacial ha hecho uso de elementos teóricos que han sido considerados, frecuentemente, ajenos a nuestra disciplina. A nuestro entender esta situación ha estado asociada, entre los geógrafos, con problemas de formación teórica, de actualización en diversos campos científicos, de ausencia de información sobre el avance de ciencias como la Física y la Biología, la Ecología y sobre todo, ha sido descuidada la incorporación de la Filosofía, hoy inaceptable desde una concepción interdisciplinaria y multidisciplinaria.

DESARROLLO

El “enfoque cultural” no es un tema nuevo en Geografía. Podríamos remontarnos a los trabajos de Herodoto y Estrabón, el mismo está presente en sus preocupaciones por las distribuciones y costumbres, como rasgos curiosos, de diferentes sociedades o pueblos. En los “Cuadros de la Naturaleza” Humboldt construye verdaderos cuadros artísticos de los paisajes que ve, compara y expresa a través de sus emociones. Estos autores como viajeros, analistas y científicos están condicionados por su cultura, de ella depende la forma y los criterios que crean para la construcción y descripción de lugares. Sus trabajos transmiten esa diferenciación de culturas que involucra además dimensiones emocionales profundas. Posteriormente los aspectos materiales de la cultura aparecen en la obra de Vidal de la Blache y la escuela regional francesa, particularmente en el concepto de “géneros de vida”. Brunhes organiza su Geografía Humana por “formas productivas e improductivas del espacio” y propone la posibilidad de utilizar un enfoque psicológico en la explicación de las formas del espacio. Sin embargo, Carl Sauer es considerado el investigador que, en la década de 1930, dio el puntapié formal al desarrollo de la denominada Geografía Cultural, al punto de generar una “escuela cultural”, que denominó Escuela de Berkeley; introdujo la información arqueológica y antropológica para

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el estudio de la evolución de los paisajes. En su “Morfología del paisaje” Sauer (1925) considera que la Geografía se ocupa del estudio científico del paisaje o sea el estudio de áreas construidas por una distintiva asociación de formas físicas y culturales. En realidad, como resultado de su enfoque se acentuó la importancia de la metodología histórica “genética” en la comprensión de los espacios para llegar a una representación corográfica de “áreas culturales”, tal como lo demuestran muchos de sus trabajos, entre ellos, destacamos el de las particularidades culturales del SE de Arizona a través del rastreo arqueológico de los indios Pueblo. Esta perspectiva generó a la Geografía cierta dependencia de la Antropología y Arqueología, implicó en los trabajos académicos, la acentuación de los rasgos materiales de la cultura y el descuido de los inmateriales; completando el panorama, la preocupación por el sujeto aparecía marginada; este enfoque intentaba crear una alternativa al determinismo. Sauer proporcionó una metodología de reconstrucción histórica del paisaje que siguieron geógrafos de todo el mundo: R. S. Platt (1952) en Estados Unidos; Max Sorre (1953) en Francia; Aldo Sestini (1947) en Italia, R. Weiss (1941) en Alemania; Hans Bobek (1948) en Austria; Torsten Hägerstrand (1953) en Suecia, con sus trabajos sobre difusión de rasgos y materiales culturales; Delgado de Carvalho en Brasil y Romualdo Ardissone y sus discípulos en Argentina; Horacio Difrieri, entre muchos otros (4).

En la Introducción de “Readings in Cultural Geography”, Wagner y Mikesell (1962), investigadores formados en Berkeley, no sólo definen “cultura” sino que introducen los conceptos de “áreas culturales”, “paisajes culturales”, “historia cultural” y hasta “ecología cultural” (5).

Estos autores ponen el acento en la cultura como resultado de acciones humanas pasadas y presentes e intentan dentro de la corriente posibilista escapar al determinismo; el resultado es un discurso ambiguo con referencia al papel del medio físico y sus connotaciones culturales. A partir de estas posturas, paulatinamente, se fue acentuando la dicotomía físico-cultural -Geografía Física por un lado y Geografía cultural/social por otro-. Esto no significa que geógrafos, incluso anteriores a los que hemos citado, -Reclus y Kropotkin-, no reconocieran los aspectos culturales del medio físico y trabajaran articulando y no separando el mundo cultural material e inmaterial dentro de lo social, vislumbrando al espacio como un sistema de relaciones complejas. Para Claval (1995) las preocupaciones actuales de la Geografía Cultural se vinculan con el análisis de los roles, las representaciones, la identidad, la cultura entendida como discurso y las preocupaciones humanistas pero la considera tan antigua como la geografía humana, ubicando su surgimiento a fines del siglo XIX y por entonces “…abordando la realidad a través de artefactos, construcciones y encuadres paisajísticos” (Claval, 1999). La aplicación y predominio del método histórico y sobre todo la importancia dada a la historia, desconociendo al espacio en la construcción de los actores sociales como transformadores del medio, según Soja (1996), fagocitó la reflexión geográfica y contribuyó a la confusión sobre la manera de comprender los espacios entorpeciendo la posibilidad de crear una teoría espacial propia.

ESPACIALIDAD, ACCIÓN Y CULTURA

Las contribuciones de teóricos sociales como Giddens, Léfèbvre, Soja, Harvey, Foucault, Gregory, Bourdieu, Pred, Thrift, Paasi, Di Méo, Tuan, Péguy, etc. han permitido superar posturas tradicionales sobre la categoría conceptual “espacio”. Tal categoría conceptual ha sufrido distintas interpretaciones teóricas que han condicionado las maneras de enfocar e interpretar correctamente la realidad social y ha generado una improvisada tipología espacial: espacios naturales, espacios culturales, espacios económicos, sociales, espacios políticos, ideológicos, espacios estratégicos, espacios utópicos o heterotópicos, espacios vacíos y vaciados, espacios multisignificados, espacios de pobreza, de bienestar, representaciones del espacio, espacios vividos, sufridos, ideados. La lista no se agota. ¿La división subdisciplinaria

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que ha servido de título a esta convocatoria podría incorporarse a la teoría relacionada con dimensiones fractales? (6).

Este concepto se aplica en Física, Biología, Medicina, Arquitectura en Geografía se esta intentado aplicar, principalmente, aunque con resultados escasos, en planeamiento urbano, en el análisis de la pobreza, etc. De cualquier manera se debe llamar la atención sobre los peligros a los que puede conducir la aplicación de las fórmulas matemáticas desarrolladas por esta teoría que pueden complementar otras mediciones que se realizan con los GIS para realizar delimitaciones geométricas de áreas heterogéneas, por ejemplo las urbanas. Podrían suscitar las mismas críticas y acarrear riesgos similares a los de las posturas neopositivistas que intentaban matematizar la realidad social.

Un fractal es un objeto geométrico cuya estructura básica se repite en diferentes escalas, se generarían por procesos recursivos o iteractivos, capaz de producir estructuras auto-similares independientemente de la escala específica; son estructuras geométricas que combinan irregularidad y estructura. Algunos autores intentan, a través de esta concepción medir los grados de complejidad de los “sistemas geográficos”. Para Badariotti (2005) dicha complejidad tiene un triple carácter: estructural, por la multiplicidad de actores en interacción; de nivel, corresponde a la articulación de escalas y niveles de organización variados y dinámica, involucra procesos de evolución no lineal y por lo tanto impredecible a futuro. Nosotros utilizamos este concepto, tan discutido, en el sentido que los fenómenos espacializados son elementos constituyentes y resultado de procesos de interacción que generan complejidades obteniéndose así productos cualitativamente diferentes de las partes que los componen, lo que correspondería también a una dimensión fractal. De ahí la interrogación formulada. Desde otras perspectivas, la complejidad también está presente en otros autores, como señalarían Léfèbvre y Soja existe una “espacialidad” de rasgos físicos/materiales, conceptuales o concebidos y vividos; el mío, el tuyo y el de los otros o la alteridad. La especialidad es todo a la vez y es producto de actores entendidos, racionales, seres construidos no sólo por su historia sino también por su espacialidad. Hoy el mundo afronta graves problemas que requieren un mejor entendimiento del conocimiento humano, de cómo se adquiere y de cómo y porqué los seres humanos actúan como lo hacen construyendo y deconstruyendo espacios. Los puntos de vista tradicionales han demostrado ser insuficientes e inadecuados para enfocar a la socidedad global y las especificidades que se dan en niveles locales como consecuencia de diferencias que no son puramente económicas, ni políticas, ni físicas sino también culturales y que deben considerarse, desde nuestra postura, dentro de una concepción de “lo social” como un todo que naturalmente incluye a la cultura. El reconocimiento de fuerzas globalizadoras no excluye la consideración de las particularidades culturales en especial si se pretende lograr un ordenamiento territorial democrático, indispensable para un adecuado desarrollo local sustentable y público que garantice el reconocimiento de las particularidades culturales y la participación ciudadana. El énfasis puesto en las diferenciaciones económicas y políticas para explicar las particularidades de los espacios y la poca atención prestada a “lo cultural”, en donde se ensambla lo “espacio-temporal”, ha provocado enfoques unilaterales de la realidad social enfrentado lo cultural con lo social y provocando la confusión de que son dimensiones excluyentes. Es más, algunos autores como Baudrillard (1978), olvidándose a nuestro entender de la vida cotidiana del hombre colectivo e individual en el mundo, anuncia el simulacro de la realidad y el “fin de lo social”, poniendo el acento en el surgimiento de masas inertes que son producto de un mundo cuya cultura está intensamente transformada por las tecnologías de la globalización. La teoría subyacente en los trabajos sobre la Geografía y también sus contenidos y métodos han sido siempre un tema de debate y una empresa problemática. Irónicamente el desarrollo pos-positivista reafirmó la necesidad e importancia de la teorización, más allá que “teorizar” se entiende ahora de una manera radicalmente diferente a las formulaciones objetivistas de la ciencia espacial. El mismo materialismo histórico contenido en las posturas

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marxistas y postmarxistas como “materialismo histórico geográfico” trajo consigo, en las discusiones académicas, la conciencia de la importancia de las relaciones sociales, que son inmateriales, no dadas inmediatamente por los sentidos más allá de sus efectos materiales en la vida cotidiana de los actores (Philo, 1999). Sus críticas concitaron en gran parte el movimiento sobre el valor de lo inmaterial, la revalorización de lo subjetivo y la persistencia de los rasgos culturales, señalados por la corriente humanística del comportamiento. Una inadecuada interpretación de lo espacial es lo que lleva a esta “confusión”, a separar lo económico, de lo político-jurídico; las relaciones de poder, el medio físico con sus limitaciones y habilitaciones para actuar, de las formaciones sociales, de lo ético, de lo cultural en la Geografía. La pregunta en relación con la temática de esta convocatoria es si lo cultural y el denominado “giro cultural” desarrollado in extenso por especialistas es nuevo o es una dimensión presente consciente o no en la interpretación de los espacios. Es más, ¿acaso no está presente en todas las aproximaciones, desde Humboldt en adelante ya que, todos eran científicos constituidos por los aspectos culturales de sus diferentes épocas que condicionaban, parcialmente, su manera de “ver” y comprender los espacios? Quizá este llamado de atención sobre la “cultura” responde a la necesidad de acentuar la búsqueda de los rasgos culturales implícitos en las acciones de aquellos que construyen espacios e incluso en los ya construidos. ¿Puede acaso dividirse a los “seres” como actores y agentes sociales?, ¿pueden ser desestructurados o se comportan como unidades económicas, culturales, políticas (aún por sus capacidades para actuar) éticas etc.? ¿No son acaso como seres sociales todo ello junto a la vez? En un trabajo de hace años, (Kollmann, 1996) señalamos por qué en los planes de estudio habíamos sugerido el cambio de la denominación de Geografía Humana por Social ya que, para nosotros, lo social involucra todas las otras dimensiones: económicas, políticas, físicas, culturales. Los geógrafos de países anglosajones hace muchos años que hablan de Geografía Cultural como sinónimo de Humana o Social. ¿Es esto casual? Nuestra elección por el nombre Geografía Social a cambio de Humana respondía a un intento por diferenciar a los hombres como seres sociales, la cultura diferencia a los hombres en el contexto de las relaciones ecológicas. Pretendíamos mostrar al hombre como algo muy diferente, ya no en su condición de simple receptor de los condicionamientos del medio natural (concepción determinista) sino como transformador y creador, por ser social, pero constreñido o habilitado en sus acciones no sólo por su historia sino también por su espacialidad vivida (biografía). Enfatizando que los actores como agentes sociales son unidades indivisibles cuando actúan, aún con objetivos precisos como los económicos, político-jurídicos, etc. Estos actores incorporan y transportan en sus experiencias, representaciones y en sus acciones su mundo material conocido, vivido, ideológico y cultural pero, a través de la acción, no sólo transforman su espacialidad sino que son afectados por ella y reconstruidos como seres. Así las lógicas de comportamiento de los actores/agentes sociales deben ser consideradas como racionales tanto sean económicas, medioambientales, políticas etc. (Giddens, 1996) y, aún cuando desde lo externo pareciera que no lo son, como aparecen en las posturas de estructuralistas como Merton o Radcliffe Brown, debemos verlas como el resultado del trabajo del sujeto sobre sí mismo que construye y reconstruye su identidad (Berdoulay, 2002) (7).

Coincidimos con Philo (1999) en que un enfoque exclusivamente cultural se convierte en una amenaza para la Geografía entendida como un sistema social espacializado. De cualquier manera destacar y reconocer el papel de lo cultural es beneficioso por los cambios que se han producido en sus contenidos, en este mundo globalizado y con profundos cambios en la tecnología de la comunicación; siempre y cuando estos cambios no sean abordados sólo en su materialidad -tangible y cartografiable-, aisladamente y se enfoquen como parte de los procesos de socialización y transformación espacial material e inmaterial, ideológica, simbólica, representativa, significativa, individual y colectiva de sistemas políticos, actitudes de resistencia, prejuicios raciales, de sexo etc. Las nuevas evaluaciones de los fundamentos epistemológicos y

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teóricos desde la crítica y/o evolución de las posturas marxistas, de la fenomenología –existencialista, la noción de estructuración, la teoría crítica, el constructivismo -superando y articulando el empirismo y el idealismo-, los aportes de las teorías del conocimiento, la acción y la conducta, nos llevan a señalar cuatro aspectos importantes que hacen al cambio de las posturas teóricas y metodológicas en Geografía:

1.- La descodificación del espacio.

2.- La reintroducción del sujeto como agente social, colectivo e individual en el centro de la metodología de cualquier investigación que intente comprender la “espacialidad” y la “territorialidad” como producto y medio, construida por actores tempo-espaciales y culturales. El territorio es el resultado de un haz de interrelaciones complejas, materializadas a lo largo del tiempo entre la sociedad y los espacios.

3.- La articulación Sujeto-Objeto, superando la externalidad de uno respecto del otro.

4.- Los espacios son sistemas dinámicos de interrelaciones complejas, que involucran las culturales. La sociedad elabora una cultura, un ensamblaje de rasgos heredados y transmisibles que contribuye a consolidar el territorio, aunque debemos reconocer algunas situaciones como las de ciertas etnias reducidas a las diásporas o las de ciertas comunidades religiosas que suplen la ausencia de territorio material con la cultura que, en estos casos se convierte en un territorio inmaterial. Es el caso, por ejemplo de muchos pueblos originarios -tobas, mapuches- y de hebreos y armenios entre otros. Esto significaría superar la explicación “culturalista” de carácter determinista que desconoce la identidad del sujeto y sus cambios culturales como consecuencia de las diferentes escalas de las realidades contextuales y alteridades con las que está relacionado de manera más o menos consciente. (Entrinkin, 1999, 2000; Tuan, 1996) (8).

REFLEXIONES FINALES

Si bien muchos autores han señalado los peligros de caer en un culturalismo “cerrado”, en donde predomina lo inmaterial sobre lo material, llegando a las que se denominan “geografías des-materializadas y “geografías des-socializadas, el “giro cultural” y las polémicas desarrolladas en torno a el han servido como un toque de atención para no descuidar los aspectos de la cultura tanto material cuanto inmaterial en los estudios geográficos. Consideramos que la cultura es otra dimensión de articulación para la comprensión de la “espacialidad” como producto físico, conceptual y vivido; en palabras de Soja, la espacialidad es una totalidad trialéctica, material e ideal, concreta y abstracta y su comprensión está condicionada al análisis de las acciones de sus actores que producen espacio y son reconstruidos constantemente por él como seres. Pero, en tal enfoque de las múltiples acciones colectivas e individuales, que son sociales como un todo, de los hombres con otros hombres y de los hombres con las cosas, no debemos perder el foco que la espacialidad se comporta como un sistema abierto, en consecuencia dinámico y sujeto a incertidumbre. La Geografía ni describe ni explica a través de causalidades lógicas lineales entre efectos naturales y sociales sino a través de interacciones sistémicas como visiones abstractas, creadas por el espíritu en donde hay caos y azar no predecible, sin equilibrios estáticos de la realidad (Péguy, 1996). Retomando a Badariotti (2005:135) coincidimos en que debemos tener en cuenta tres tipos principales de complejidad en Geografía:

1.- la complejidad estructural emergente de una multitud de agentes individuales en interacción – agentes individuales, entidades colectivas, instituciones de gobierno, etc.

2.- una complejidad de niveles que involucra escalas múltiples articuladas, territoriales y de procesos, inmueble, manzana, barrio, ciudad, conurbación-; también señalada por Soja (2003) cuando hace referencia a los niveles micro, mezzo y macro de la organización espacial del territorio urbano (Barcelona, Los Ángeles).

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3.- una complejidad dinámica ligada a la existencia de evoluciones no lineales de los procesos, introduciendo la impredecibilidad de los efectos en los sistemas en el futuro, inclusive de aquellos rasgos que son simples, bastantes comunes y cuyos comportamientos son conocidos. Coincidiendo con la autora, para nosotros, la espacialidad geográfica es compleja y puede responder simultáneamente a uno o varios tipos de complejidad, especialmente en el caso de los sistemas urbanos. Las ciudades deben ser consideradas como sistemas socio–espaciales complejos. Por fin, mantenemos nuestra postura que “lo cultural” forma parte de las relaciones sociales y que se crea dentro de la sociedad, en consecuencia la Geografía es social y sus temas deben encararse desde la teoría de los sistemas complejos de los cuales forma parte la cultura (9).

En resumen, el enfoque cultural debe actualizarse introduciendo los cambios epistemológicos de fines del siglo XX y lo que va de este siglo, relacionado con las interpretaciones marxistas, los enfoques fenomenológicos-existencialistas, de la estructuración y del constructivismo y la teoría de los sistemas complejos dinámicos relacionados con la teoría del Caos (10).

De cualquier manera podemos hablar de “espacios culturales” como representaciones mentales espaciales fundadas en la conciencia de una cultura y producto de la combinatoria de sensibilidad y aspiraciones por una simbología común para los grupos sociales.

Notas

1. Es este sentido es interesante el artículo de Vicente Di Cione “Los giros culturales de la geografía. Con-fusiones, tradiciones y renovaciones”, publicado en GeoBAires. Cuaderno de Geografía, 2007, http://www.geobaires.geoamerica.org/apuntes/ap_giroculturalgeografia_confusiones.htm

2. Por ejemplo, en 1991 el Grupo de Estudio de Geografía Cultural y Social Británica organizó un encuentro denominado “New Words, New worlds” y en 1997, la Social and Cultural Geography Research Group del Institute of British Geographers organizó el “Cultural Turns/Geographical Turns”.

3. Resulta interesante explorar el campo semántico de la palabra cultura y su relación con el territorio. El sentido original de cultura también está presente en la palabra latina pagus (pango, v. puede significar plantar un vegetal, establecer un límite, concluir un pacto) esta palabra puede indicar producción material de la sociedad, delimitación de fronteras e institucionalización de derechos. En las lenguas latinas pagus es la raíz de paisaje, paisano, etc. Lipietz (2000) establece una relación directa entre los términos cultura y pagus.

4. En los trabajos argentinos tradicionales bajo el subtítulo de morfología se hacía historia de la evolución del paisaje (geografía histórica).

5. Las delimitaciones son un tanto oscuras así, “área cultural” se define por la presencia de rasgos culturales, en general, en territorios pequeños con una relativa uniformidad; “paisaje cultural” es un área cultural en términos geográficos que puede constituirse en una región caracterizada por una relativa homogeneidad interna y en relación con ciertos criterios; “historia cultural” es el estudio de la reconstrucción de la sucesión local o regional de culturas, la historia de sus orígenes, difusión y sucesión; “ecología cultural” se refiere a “procesos” implicados en la secuencia de eventos.

6. La “dimensión fractal” está relacionada con la teoría del Caos y de los Sistemas Complejos, fractal (sustantivo o adjetivo) es un término acuñado por el matemático Mandelbrot (1975, 1982) fusionando las palabras fractus (romper) + fracture (fractura). Admite múltiples definiciones aunque todas ellas constituyen generalizaciones del concepto clásico de dimensión entera, a la cual engloban. Describe la relación entre segmentos y la totalidad y se aplica a estructuras muy irregulares, condicionadas a las escalas geométricas de los enfoques. La dimensión

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fraccionaria/fractal mide el grado de escabrosidad y/o discontinuidad de un objeto presentando un grado de irregularidad constante a diferentes escalas.

7. Debemos señalar que existe una diferencia importante entre medio y ambiente. El primero se refiere a la materialidad natural y el segundo es aquel que es producto de las transformaciones que introducen los actores sociales. Debemos captar la cultura en términos de tensión entre lo colectivo y lo individual en donde el “ambiente” es físico y social.

8. Para el enfoque culturalista la cultura es concreta (materialidad) y estática, desconoce los aspectos dinámicos.

9. Debemos diferenciar “complejo” de “complicado” (Ciurana, 2001), la diferencia estriba que lo complicado se puede desbrozar pues supone un orden previo existente mientras que lo complejo se aparta de la idea de un orden previo, fijo sino que está condicionado por un sistema viviente impredecible y como ya dijimos sujeto a situaciones inciertas.

10. Los sistemas dinámicos y la teoría del Caos son una rama de las matemáticas desarrollada a mitad del siglo XX que estudia lo complicado, lo impredecible, lo que no es lineal. Caos no debe entenderse como ausencia de orden, sino como cierto tipo de características impredecibles, es decir un tipo de orden de movimiento impredecible. No como teoría matemática sino como gran campo de investigación aplicable conceptualmente al estudio de la especialidad social es que utilizamos estos conceptos.

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