el escrúpulo

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    EL ESCRPULO

    PEQUEO MANUAL DE DIRECCIN PARA USO DE LASALMAS TIMORATAS Y DE SUS CONFESORES

    SEGN LA DOCTRINA DE

    S. Francisco de Sales y S. Alfonso de LigorioDOCTORES DE LA IGLESIA

    POR MONSEOR GAUME

    TRADUCIDO DEL FRANCS POR EL PRESBTERO

    Flix M. Martnez

    Profesor en el Seminario do Michoacn

    Mjico1895

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    N D I C E

    PRLOGO.........................................................................................6

    CAPTULO I.......................................................................................7NATURALEZA Y CAUSAS DEL ESCRPULO........................................7

    CAPTULO II....................................................................................10CAUSAS DEL (CONTINUACIN)......................................................10

    CAPTULO III...................................................................................13SEALES Y MOTIVOS DEL LA CONFESIN SU PRIMERA CUALIDAD.......................................................................................................13

    CAPTULO IV...................................................................................16SEGUNDA CUALIDAD DE LA CONFESIN........................................16

    CAPTULO V....................................................................................19LA SINCERIDAD, TERCERA CUALIDAD DE LA CONFESIN RESPUESTA a LAS DIFICULTADES...................................................19

    CAPTULO VI...................................................................................22RESPUESTA A LAS DIFICULTADES (CONTINUACIN).......................22

    CAPTULO VII..................................................................................24DOCTRINAS CONSOLADORAS.........................................................24

    CAPTULO VIII.................................................................................26DOTCRINAS CONSOLADORAS (CONTINUACIN).............................26

    CAPTULO IX...................................................................................29CONTINUACIN DEL PRECEDENTE.................................................29

    CAPTULO X....................................................................................32OTRA VEZ LA CONFESIN..............................................................32

    CAPTULO XI...................................................................................34OBEDIENCIA AL CONFESOR............................................................34

    CAPTULO XII..................................................................................37CONTINUACIN DEL PRECEDENTE.................................................37

    CAPTULO XIII.................................................................................39

    MS SOBRE LOS ESCRPULOS EN LA CONFESIN Y AVISOS A LOSCONFESORES.................................................................................39

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    CAPTULO XXX................................................................................81SEAL DE PROGRESO EN LA PERFECCIN......................................81

    CAPTULO XXXI...............................................................................82CONSUELO A LOS PENITENTES.......................................................82

    CAPTULO XXXII..............................................................................85ESCRPULOS SOBRE LA VOCACIN...............................................85

    CAPTULO XXXIII.............................................................................87CONSUELO A LOS ENFERMOS Y A LOS QUE LOS ASISTEN..............87

    CAPTULO XXXIV.............................................................................89SEGURIDAD Y CONSUELO A LA HORA DE LA MUERTE.....................89

    CAPTULO XXXV..............................................................................91ALGUNOS PENSAMIENTOS DE SAN FRANCISCO DE SALES..............91

    CAPTULO XXXVI.............................................................................95CONTINUACIN DEL PRECEDENTE.................................................95

    EPLOGO.........................................................................................98

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    PRLOGO

    Entre las enfermedades del alma, una de las ms dignas decompasin, ms difciles de curar y ms daosas, es el escrpulo.

    Digna de compasin. Se apodera de las mejores almas, transforma ladelicadeza de conciencia en pusilanimidad y vanos temores; convierte enesclavos del Sina a los hijos del Calvario; lejos de hallar reposo y alegraen el servicio del buen Maestro que ha dicho:Mi yugo es suave y mi cargaligera, soportan la Religin como una carga, pues todos los deberes queimpone son para ellos otras tantas fuentes de tormentos e inquietudes.

    Difcil de curar. El carcter propio de esta dolencia es el engao desus vctimas. Si se consideraran verdaderamente escrupulosos, prestoquedaran sanos; pero lo difcil es convencerles, porque encuentransiempre evasivas para defenderse. Temo no haberme explicado bien;temo que no me hayan comprendido; temo que me falte la contricinsuficiente; temo pecar en todas mis acciones. Innumerables santos yhbiles confesores han trabajado y trabajan an sin xito en este vitalasunto!

    Muy daosa. El escrpulo conduce al disgusto del deber; el disgustoa la relajacin; la relajacin a la indiferencia; la indiferencia al abandonofinal no slo de las prcticas de supererogacin, sino aun de lasobligaciones ms importantes, y acontece a menudo que todo esto terminaen la incredulidad o en la locura.

    Semejante desgracia es tanto ms de temer, cuanto que el escrpulo,

    llegando a cierto extremo, abarca el pasado, el presente y el porvenir: elpasado, por el temor de no haber hecho jams buenas confesiones; elpresente, por el temor de pecar en cuanto se piensa, se dice y se hace; elporvenir, por el temor exagerado de perder la vida eterna.

    Socorrer a estas pobres almas y recordar a sus confesores la direccinde los maestros ms experimentados en los caminos del espritu, tal es elobjeto de esta obra.

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    CAPTULO I

    NATURALEZA Y CAUSAS DEL ESCRPULO

    Los mundanos imaginan que el escrpulo es una delicadeza deconciencia que consiste en el temor al pecado verdadero y en evitarlo condiligencia; por eso llaman escrupulosos a los timoratos que se abstienen deciertas faltas que ellos cometen con toda libertad, y evitan ciertos peligrosque ellos afrontan sin temor alguno.

    Pero se engaan: el escrpulo no es, como suponen, la delicadeza deconciencia que evita diligentemente el pecado; es una aprensin vana; sefunda en ligeros motivos que llenan de ansiedad la mente, hacindolatemer el pecado donde no existe.

    El escrpulo es como caballo espantadizo que, viendo la sombra deun rbol, de una piedra o de un tronco, se aparta, retrocede, se encabrita,

    no obedece al freno ni al acicate, como si viese un tigre o un len prximoa devorarlo. Y por esta vana aprensin caballo y caballero se exponen alpeligro real de caer en un precipicio.

    Tal es el escrupuloso: espantado por sombras imaginarias, ytemiendo sin razn alguna que tal o cual accin, de suyo lcita y honesta,sea pecado grave, se llena de turbacin y de inquietud. Dominado por susagitaciones; no obedece al confesor que le dirige, ni a las personasilustradas que le aconsejan, ni a los amigos que le reprenden. Y as, por el

    temor de un pecado aparente, se expone a cometer verdaderos pecados, yaun a precipitarse en el abismo.

    El escrpulo viene de muchas causas. En algunas procede deltemperamento. Las complexiones linfticas, fras y melanclicas sonterreno feraz para producir esta suerte de espinos. Los de estetemperamento son naturalmente asustadizos y pusilnimes; la menorapariencia de pecado les aterroriza; sombros y taciturnos, el miedo truecasus vanas aprensiones en ideas fijas. Se necesita, por tanto, el poder de

    Dios para libertarlos.

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    Acontece tambin que su conturbada imaginacin les representa queen todo hay pecado; entonces pierden por completo la paz, y su vida esangustia perpetua y largo martirio.

    Estas pobres almas deberan evitar con cuidado sumo los ayunos y

    las austeridades extremas, la soledad prolongada, el trato con gentes pocoinstruidas en materia de espritu o excesivamente timoratas. Si obran deotro modo, perdern el juicio o harn que el confesor lo pierda.

    Los escrpulos que provienen de esta primera causa son difciles decorregir; como no pueden abandonar su temperamento, estas pobres almasllevan siempre consigo la fuente de sus falsas ideas, sus temores, sutilezasy extravagancias.

    El segundo origen de los escrpulos es el demonio. Este implacable

    enemigo del gnero humano busca la manera de perder a los pobres hijosde Adn, tendindonos un doble lazo: la presuncin y la desconfianza. Enlos unos, ensanchando la conciencia, destruye insensiblemente el sentidomoral, y arroja a manos llenas semillas de incredulidad desastrosa.

    Perdida o debilitada la fe, la conciencia carece de todo frenoconveniente; el alma es un navo sin timn y sin lastre, que se estrellar deseguro en cuantos escollos le salgan al paso.

    Tal es la situacin de esas multitudes de literatos e iliteratos que,sealadamente en estos tiempos, no conocen otra regla de conducta que losbajos instintos de la naturaleza corrompida, y beben el pecado cual si fuesevaso de agua fresca.

    Mas en las almas generosas cuya fe no ha logrado obscurecer, cuyavirtud ha resistido a sus ataques, el espritu de la mentira obraentorpeciendo la conciencia por el temor excesivo. Entrando en laimaginacin, la llena de fantasmas y tinieblas, de las que forma vanas

    aprensiones de pecado que engendran inquietudes continuas.Despierta, adems, en el apetito sensitivo, movimientos que sonfuente de temores y de angustias. En este estado de obscuridad, deconfusin y trastorno de todas las potencias, la pobre alma no halla dondereclinar su cabeza.

    El demonio bien sabe lo que hace: por medio de los tormentos de laconciencia procura hacer enojosa la oracin, la frecuencia de sacramentose insoportable el servicio de Dios; y el alma, llena de disgusto, desconfa

    de todo, abandona el buen camino, comete verdaderos pecados y a vecesllega a la desesperacin.

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    Los escrpulos que vienen del demonio pueden conocerse por estossignos: obscurecen la mente de un modo particular; producen amargatristeza de corazn; hacen que el alma, combatida de mil maneras, imagineque Dios la abandona y que no habr para ella paz ni remedio de sus

    males.Son, adems, intermitentes dichos escrpulos, y carecen de carcteruniforme; ora acometen con energa, ora son remisos o casi nulos en susataques, segn que Dios alarga o recoge la cadena al espritu tentador.

    Ese doble carcter distingue esta especie de escrpulos de los que seoriginan del temperamento, pues los ltimos casi son invariables, toda vezque la naturaleza obra siempre conforme a sus propios instintos.

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    CAPTULO II

    CAUSAS DEL (CONTINUACIN)

    La tercera causa de los escrpulos es el mismo Dios, y en verdad nopuede ser causa positiva, en cuanto que intente los errores y las falsas ideasde los escrupulosos; mas es bien causa negativa, en cuanto que retira suluz, con la cual el alma distinguira claramente lo que es pecado de lo queno lo es, as como el sol produce las tinieblas cuando se oculta en el

    horizonte.As es como muchos santos se han visto grandemente atormentados

    por interiores angustias. San Buenaventura, por ejemplo, fue tancombatido por los escrpulos, que algunas veces dej de celebrar porvarios das. San Ignacio, por la misma causa, resolvi abstenerse de todoalimento hasta que Dios se dignase de apaciguar las terribles tempestadesde su alma. Estuvo ocho das sin comer ni beber; pero increpado por suconfesor, hubo de consentir en tomar alimentos y proceder en adelante conms prudencia.

    Santa Lugarda fue igualmente atormentada por crueles escrpulos;entre otras cosas, le aconteca repetir dos y tres veces la misma horacannica, y a pesar de todos sus esfuerzos no quedaba tranquila nisatisfecha.

    Pero el Dios misericordioso y justo permite este gnero de pruebasen las mejores almas, por muchas razones: la primera, para purificarlas de

    sus defectos, porque de justicia es que con excesivos temores satisfaganpor la culpable libertad que concedieron antes al corazn y a los sentidos.

    La segunda, con objeto de consolidar en el espritu el temor a lospecados verdaderos por medio del exagerado temor a los aparentes. Esindudable que quien tiembla a la sombra de pecado, ms ha de temblar a lavista de una falta cierta.

    La tercera, para humillar el espritu mantenindolo en la poca estimade s mismo. Nada es, en efecto, ms humillante para alguno, sobre todo si

    es de clara inteligencia, como el verse ocupado, cual si fuese nio, en

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    cosas que nada valen, sin poder desembarazarse de ellas. Entonces se ve yse palpa la profunda miseria.

    La cuarta, para adquirir la paciencia, la abnegacin del propio juicioy otras virtudes. En este estado de perplejidad, si quiere obrar con rectitud,

    el alma se ve obligada a someterse sin vacilacin alguna al rgimen deotro, a soportar con paciencia innumerables angustias, y a violentarse paraproseguir en la prctica de la virtud.

    Estos son los signos para conocer si los escrpulos provienen de unaespecial permisin divina, para la purificacin de las almas; mas comogozan de auxilios particulares, resulta que a pesar de sus escrpulos, aunsin darse cuenta, continan avanzando en el camino de la perfeccin. Seles ve adems huyendo por doquiera del pecado y del peligro de

    cometerlo; son ms obedientes que los otros escrupulosos, y msconstantes en los ejercicios de piedad.

    Por ltimo, los escrupulosos de esta especie no son perpetuos: laagitacin, el vaivn del espritu produce el mismo efecto que la tempestaden los mares: cuando se han purificado de sus manchas y se afirman enciertas virtudes, vienen poco a poco, y a veces muy presto, calma ytranquilidad plensima.

    Concluiremos este captulo transcribiendo los consoladores prrafos

    siguientes deEl Espritu de San Francisco de Sales:Decs que desde que emprendisteis vida ms ajustada os sobrevino

    multitud de escrpulos que os roen y devoran; y vuestras imperfecciones,que a juicio del confesor pueden compararse a los mosquitos, os parecenelefantes de pecado a causa de vuestra infidelidad a las gracias de Dios.

    No irritis vuestra dolencia. El escrpulo no hace ms que enconarestas llagas restandolas. Se complace en eso, pero al fin la comezn le

    atormenta. Es, sin embargo, de buen augurio que aparezcan cardos yespinas en terreno nuevamente desmontado: esto es claro indicio de sufuerza, y por consiguiente, de su futura fertilidad.

    Buen augurio es que el alma, al comenzar su vida devota, seavctima de los escrpulos: esto indica que la gracia imprimi grande odioal pecado, pues que su sombra basta para infundir espanto.

    Es signo de curacin, puesto que despus de gravsima fiebresobrevino la inflamacin de los labios; la naturaleza arroja fuera el calor

    que turbaba la armona del temperamento y de los humores.

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    Vos lo decs: A pesar de todo, no pierdo de vista la estrellahermossima de la gracia ni an en medio de estas tempestades: aunquetodo se agite alrededor de m; aunque la mar y los vientos produzcantormentas y desastres, sufrir con paciencia por amor de Dios; no hay en

    todo ello ms que un naufragio de caridad, del que me atemorizo por lofrgil de mi naturaleza. Y yo os aseguro que el temor es piloto excelenteque sabr vencer los escollos en el esquife de vuestro corazn.

    El consejo de los consejos es tener quien con rectitud os aconseje.

    Vuestra alma se encuentra en poder de un director cuyos labiosguardan la ciencia y la salud. Si os sujetis a sus sabias amonestaciones,muy presto os veris libre de esas heridas que desgarran la conciencia; sino es as, me parecer que hacis bien permaneciendo en esas penas

    interiores, puesto que si queris escaparos, nadie os impide que os alejispor la puerta del buen consejo.

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    CAPTULO III

    SEALES Y MOTIVOS DEL LA CONFESIN SUPRIMERA CUALIDAD

    Ha muchas seales para conocer a los escrupulosos; he aqu lasprincipales.

    1. Ser propenso a temer y dudar por motivos frvolos y sin

    fundamento alguno racional.2. Ser inconstante en esas dudas y temores, y cambiar de parecerslo por apariencias ligeras, teniendo como lcito lo que antes se creapecaminoso, y, al contrario, por ilcito que se lo juzgaba indiferente.

    3. Experimentar en estas dudas y temores inquietudes, angustias yturbacin de nimo. Los remordimientos que vienen de Dios, por ms quehieran el espritu, no lo arrojan nunca en la ansiedad ni en las tinieblas.

    4. Si el que interrogado sobre el objeto de sus dudas responde que

    no encuentra pecado, y sin embargo teme y no se aventura a obrar.5. Mostrarse obstinado en su propio juicio; no tranquilizarse con los

    avisos de los doctos, ni aun con las enseanzas del confesor, y terminar,despus de todo, siguiendo el propio juicio.

    Esta ltima seal es caracterstica. San Francisco de Sales sola decirque los escrpulos tienen su raz en cierto orgullo fino y delicado que elSanto Doctor llamaba tambin elixir del orgullo, porque es tan sutil y

    desledo que engaa aun a sus vctimas.Segn el Bienaventurado Francisco, ved lo que acontece en losescrupulosos: El que se encuentra atormentado por este roedor (que tantotrabajo cuesta exterminar de un alma) no se resuelve a descansar en eljuicio de los prudentes; quiere, por el contrario, que su juicio predominesobre el de los ms hbiles. Mas si quisiera someterse y renunciar a supropio consejo, al punto quedara curado.

    Si el texto de los divinos orculos nos ensea que la desobediencia

    es un crimen semejante a la idolatra y al sortilegio, qu decir de losescrupulosos que son idlatras de sus propios sentimientos, y de tal suerte

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    adheridos a sus opiniones que se afirman en los malos propsitos a pesarde todas las amonestaciones y consejos?

    Cuando se les dice que sus temores son vanos lo toman a burla;creen que no se les entiende o que no se explican bastante; y de todas

    maneras nunca quedan satisfechos.La confesin y la comunin son para los escrupulosos el principal

    objeto de sus penas e inquietudes. Y nada ms propio para tranquilizarlosque las slidas y consoladoras doctrinas de los maestros de espritu. Almasescrupulosas y timoratas, recibid confiadamente estos consejos y vuestracuracin ser el premio de vuestra fidelidad.

    En cuanto a la confesin, San Alfonso empieza por recordar eldogma catlico y las condiciones necesarias para recibir dignamente el

    Sacramento de la Penitencia. El perdn de los pecados, el aumento degracia para no volverlos a cometer, la paz del alma y la energa para lavirtud, tales son los preciosos efectos de la confesin. Para que seproduzcan debe tener tres cualidades: integridad, contricin ysinceridad.

    La integridad consiste en que la acusacin sea de todos los pecadosmortales no confesados o mal confesados. Por lo mismo, la integridadsupone el examen de conciencia. El que tiene la costumbre de frecuentarlos Sacramentos contina San Alfonso, no debe atormentar su

    memoria para descubrir el nmero de los pecados veniales. Ms biendeseara yo que se examinara el origen de las aficiones terrestres y deltedio para las cosas de Dios. Al expresarme as, me refiero a los que van alconfesonario con la cabeza llena de lo que han visto u odo, y cantansiempre idntica cancin, acusando los mismos defectos, sin dolor y sinfirme propsito de corregirse.

    Por lo dems, para los timoratos que se confiesan a menudo y evitanlos pecados veniales de propsito deliberado, el examen no exige muchotiempo. Si se tratase de pecados graves, tampoco es necesario atormentarla memoria, porque esas faltas por si mismas se presentarn a sus ojos.Pueden haber cometido pecados veniales plenamente deliberados; pero losremordimientos no permitirn que se olviden.

    Adems, no hay obligacin de confesar todos los pecados veniales;y, por lo tanto, no se necesita hacer investigacin exacta de su nmero ycircunstancias. Y cuando no hay actualmente una materia cierta para la

    absolucin, se debe de acusar cualquiera pecado de la vida pasada que msexcite a la contricin. Puede decirse, por ejemplo: Me acuso en particular

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    de todas las faltas de mi vida pasada contra la caridad, la pureza y laobediencia.

    Acusarse, pues, de alguna de esas faltas sobre las que hay seguridadde arrepentirse, sin entrar en detalle alguno, basta para asegurar la validez

    de la absolucin, que de otra manera sera nula por falta de contricin.Qu consoladoras son a este respecto las siguientes palabras de San

    Francisco! No os inquietis de ninguna manera, dice, si no recordistodas vuestras faltas pequeas, porque as como cais a menudo sinapercibiros de ello, as tambin os levantis frecuentemente sinpercibirlo.

    Las almas devotas, en efecto, obtienen el perdn de estas faltasligeras por medio de sus actos de amor y otras buenas obras que tienen

    costumbre de practicar.

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    CAPTULO IV

    SEGUNDA CUALIDAD DE LA CONFESIN

    La contricin acompaada del propsito. Esta condicin es esencialpara obtener el perdn de los pecados. Las confesiones mejores no son lasms largas, sino las ms dolorosas. La prueba de una buena confesin, diceSan Gregorio, no consiste en el gran nmero de palabras del penitente,sino en el arrepentimiento que manifiesta. Mas todos aquellos que se

    confiesan a menudo y tienen horror aun a los pecados veniales, debendesechar toda duda sobre la contricin verdadera.

    Sucede que se atormentan demasiado porque no la sienten. Quisieranacercarse siempre al confesonario con las lgrimas en los ojos y milternuras en el corazn; pero, a pesar de todos sus esfuerzos, no loconsiguen a veces y viven inquietos sobre sus confesiones.

    Pero deberan estar plenamente persuadidos de que la contricin no

    existe en el sentimiento, sino en la voluntad. En sta reside todo el mritode las virtudes. Por esto Gerson escribe hablando de la fe: Algunas vecesel que desea creer adquiere ms mrito que muchos que poseen el don dela Fe.

    Antes que este escritor de espritu, Santo Toms, hablandoexpresamente de la contricin, aseguraba que el dolor esencial ynecesario para la confesin es el pesar del pecado cometido. Este dolor noest en la parte sensitiva, sino en la voluntad. El dolor sensible es un efecto

    del dolor de la voluntad, y no siempre puede obtenerse, porque la parteinferior del alma no sigue siempre con docilidad a la parte superior. Portanto, la confesin ser buena siempre que en la voluntad haya soberanoarrepentimiento del pecado Absteneos, pues, de los esfuerzos para obtenercontricin sensible. Cuando se trata de actos interiores, debis saber queson ms aceptables los que se ejecutan con menos violencia y mayorsuavidad. Porque el Espritu Santo dispone todo con dulce suavidad.Disponit omnia suaviter(Sap. VIII, i.) Por eso el santo penitente Ezequiel

    deca hablando de sus faltas: Experimento gran dolor, pero estoy en paz.

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    Cuando queris prepararos a la confesin, comenzad por pedir a DiosNuestro Seor y a la Santsima Virgen un verdadero dolor de vuestrospecados; hacer brevemente el examen, y para la contricin os bastardecir: Dios mo, os amo sobre todas las cosas; espero, en virtud de la

    preciosa sangre de Jesucristo, vuestro hijo unignito, el perdn de mispecados; me arrepiento de todo corazn; no quisiera haberlos cometido,los detesto ms que todas las cosas, slo porque son ofensa vuestra. Unomi dolor al de Jesucristo en el huerto de las olivas. Mediante vuestra graciaestoy resuelto a no ofenderos jams.

    Siempre que hubierais querido tener voluntad verdadera (entendedlobien, basta el deseo), al decir esas palabras podis acercarostranquilamente a recibir la absolucin sin temores ni escrpulos. Para

    quitar toda angustia respecto de la contricin, Santa Teresa de Jess nos daotra seal igualmente cierta: Examinad, dice, si tenis sincera resolucinde no cometer las faltas que confesis; si as fuere, ninguna duda debisabrigar respecto de la contricin.

    Para que la confesin sea buena, el propsito debe ser firme,universaly eficaz.

    1. Debe ser firme. Algunos se dicen: no quisiera volver al pecado;no quisiera ofender Dios. Ah! Pero estos quisiera indican que el

    propsito no es firme. Para darle esta cualidad, se necesita decir con unavoluntad resuelta: no quiero cometer este o estos pecados; no quieroofender a Dios con deliberado propsito.

    2. Debe ser universal, es decir, que el penitente deber estar resueltoa evitar todos los pecados sin excepcin alguna. Esto se refiere a losmortales. En cuanto a los veniales, para la validez del Sacramento, ytratndose de personas que no tienen falta grave que declarar, basta que searrepientan de una sola especie de pecados y los confiesen con la voluntad

    de no recaer en ellos.Los ms adelantados en las vas del Seor deberan proponerse evitar

    todos los veniales deliberados. En cuanto a los indeliberados, como esimposible evitarlos todos, basta la voluntad de huir de ellos siempre que sepueda.

    3. El propsito ha de ser eficaz, es decir, que debe abrazar laresolucin firme de poner los medios para no volver a los pecados, y sobre

    todo de huir de las ocasiones prximas. Se llaman as las queordinariamente dan origen a pecados graves, y tambin aquellas en las

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    cuales, sin justa razn, se ha dado suficiente motivo para los pecados deotros.

    En este caso no basta proponerse evitar el pecado; necesita tambintener la voluntad de huir de la ocasin: de otra manera todas las

    absoluciones que se reciban sern invlidas.La razn de esto es que el no querer desechar las ocasiones prximas

    de pecados graves, es de suyo una falta mortal. De donde resulta querecibir la absolucin sin la voluntad de evitar este gnero de ocasionesprximas, es un nuevo pecado grave y un sacrilegio.

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    CAPTULO V

    LA SINCERIDAD, TERCERA CUALIDAD DE LACONFESIN RESPUESTA A LAS DIFICULTADES

    Las ocasiones prximas de pecado son raras entre los virtuosos. Paraellos la tentacin ms funesta y ms frecuente es la de ocultar pecados enla confesin. Sucede que estas pobres almas caen desgraciadamente en unpecado grave, y al punto el demonio acrecienta en ellos la vergenzanatural y la angustia para declararlo.

    Ay! gran nmero de estas buenas almas, por esta maldita vergenza,sufren y sufrirn eternamente los horrores del infierno, porque dominadaspor el respeto humano, continuaron durante meses y aos haciendoconfesiones y comuniones sacrlegas.

    Se lee en las crnicas de los Carmelitas que una joven de vidaejemplar tuvo la desgracia de cometer un pecado deshonesto. Tres veces lo

    ocult en la confesin y las tres tuvo la osada de acercarse a la SagradaMesa; pero inmediatamente despus del ltimo sacrilegio, le sobrevino desbito la muerte. Por la fama de su santidad se la enterr honorficamenteen un templo. Cerrado apenas ste, al terminar los funerales, el confesor deesa desagraciada fue conducido por los ngeles cerca de la tumba; sta seabri, la difunta se incorpor, y herida en el cuello por los ngeles, arrojen un cliz preparado al efecto las tres hostias recibidas sacrlegamente yconservadas por milagro. En seguida los ngeles la despojaron de sus

    hbitos, y al punto la infeliz, tomando horribilsimo aspecto, desapareciarrebatada por dos demonios.

    Cmo, pues, un alma que ha tenido la osada de ofender gravementea Dios, y que a causa de esto merece el infierno, podra encontrar excusaante el supremo Juez, si call los pecados por la corta y despreciableconfusin que haba de experimentar acusndose una sola vez y a un solosacerdote?

    Si quiere ser perdonada y evitar las penas eternas, la confusin

    misma la prepara a ello. No es por ventura justo que los que hanmenospreciado a Dios se confundan y sepan humillarse?

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    Tal fue la respuesta de la pecadora Adelaida al demonio. En elmomento de convertirse resolvi hacer una buena confesin. Cuando seacercaba al sacerdote, el demonio le puso ante los ojos la vergenza queexperimentara al confesar los pecados, y le dijo: Adnde vas, Adelaida?

    Y ella respondi con energa: A confundirme y a confundirte. A lavergenza agrega el demonio mil embustes y temores vanos. Procuraremosdestruir algunos.

    Si acuso este pecado, me reprender el confesor. Y por qu osha de reprender? Decidme, si fueseis confesor, reprenderais a la pobrealma que os descubriese sus miserias con la esperanza de que lalevantaseis en su cada? Cmo, pues, pensis que el confesor, obligadopor su ministerio a la ms grande caridad con el penitente, os habra de

    reprender, os habra de atormentar con palabras rudas al decirle vuestropecado?

    Pero al menos el confesor se escandalizar y perder parasiempre su estimacin. Mentira! Vuestro confesor no serescandalizado, sino edificado, viendo vuestras disposiciones, a pesar de lavergenza que experimentis. Y creis que el confesor no habr odotantos pecados como los vuestros y quiz ms vergonzosos?

    No es verdad que perderis su estimacin; al contrario, os estimar

    mucho ms, y os ayudar con mayor celo viendo la confianza con quedescubrs ante sus ojos vuestra miseria y admirando las maravillas que lagracia opera en vuestro corazn.

    Quiero confesarme, pero cuando se presente un sacerdotedesconocido. Ay! Qu decs?..... Y entretanto queris vivir enenemistad con Dios, en peligro de perderos para siempre y cercado por losremordimientos, que os destrozan el alma y no os dejan reposar de da nide noche? Y todo por no decir estas dos palabras al confesor: Padre mo,

    tuve la desgracia de caer en falta grave, pero no quiero desesperarme conello.

    Decs: Me confesar con un sacerdote desconocido, y quiz, quhorror! entretanto os acercis a la Santa Mesa para ocultar el estado devuestra alma. Queris, pues, agregar el sacrilegio a los pecadoscometidos? Y sabis que tan horrible crimen es un sacrilegio?..... As elremedio que vuestro Salvador os haba preparado con su sangrepreciossima se convertir para vos en veneno que produce la muerteeterna!

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    CAPTULO VI

    RESPUESTA A LAS DIFICULTADES (CONTINUACIN)

    Pero no tengo confianza en mi confesor. En tal caso debis ir conotro. Los confesores fueron constituidos para las almas y no las almas paralos sacerdotes. El escrpulo de los escrupulosos es no atreverse a cambiarde confesor. Y todo el que quiera que hagis escrpulo de eso, merecerque le abandonis como escrupuloso. La virtud, como la verdad, se

    encuentra siempre entre dos extremos perjudiciales: cambiar de confesorpor cualquier pretexto, o no atreverse a cambiar nunca; dejar la confesinms bien que confesarse con otro sacerdote, son dos extremos reprensibles.Lo primero indica ligereza; lo segundo pusilanimidad. Y si me preguntiscul es lo ms censurable e incmodo, os dir que lo segundo, en cuantoque me parece tener mucho de bajeza de alma, de temor humano, de apegoa la criatura y de espritu de esclavitud tan contrario al de Dios, que estslo donde se encuentra la santa libertad.

    Los que dan el consejo de no cambiar nunca de confesor son quizlos que menos lo practican; y el confesor que lleva a mal que se le deje porotros, no slo debe ser abandonado, se debe huir de l como de unverdadero escollo contra la santa libertad de espritu, de la cual debemosgloriarnos como uno de los ms ricos dones de Jesucristo.

    Mas suponiendo que no pudieseis dirigiros a otro confesor, decidme:si tuvierais una llaga que pudiese causar la muerte si no fuera atendida con

    cuidado, no llamarais al punto al nico mdico que se pudiera encontrar,aunque fuese grande la confusin que habrais de sentir? Y para curarvuestra alma herida de muerte y para preservaros del infierno, no osatreveris a descubriros ante vuestro padre espiritual?

    Por el amor de Jesucristo, tened valor y triunfad generosamente deesa vergenza que el demonio os hace ver mayor de lo que en s es.Apenas habris comenzado vuestra confesin y se disiparn esos temores.Sabed que si obris as, al volver del confesonario os sentiris ms feliz

    que si poseyeseis todos los bienes de la tierra. Encomendaos con filialternura a la Santsima Virgen Mara; ella os ayudar a vencer todarepugnancia.

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    Si no tenis valor de confesar vuestro pecado al principio, haced loque voy aconsejaros. Decid al confesor: Padre mo, ayudadme, porquetengo un pecado que no me atrevo a confesar. El sacerdote encontrarpronto algn recurso para sacar de su guarida la bestia feroz que os devora;

    y esto sin gran pena de vuestra parte, porque os bastar respondersencillamente s o no.

    Ved aqu otro medio: si no queris decir de palabra vuestro pecado,escribidlo y entregadlo al confesor, diciendo: Me acuso del pecado quehabis ledo. Y as no tendris ya sobre vos el infierno eterno ni elinfierno temporal; recobraris la gracia de Dios, y con ella la paz delespritu.

    Sabed que cuanto ms grande sea la violencia que os hagis para

    venceros, mayor ser la ternura con la cual Dios ha de estrecharos contrasu corazn. El Padre Segneri cuenta que una religiosa hizo tantos esfuerzospara confesar ciertos pecados de la infancia, que se desmay al acusarlos;mas en recompensa le dio Dios Nuestro Seor tanta compuncin y caridad,que desde ese momento se dio del todo a la perfeccin, hizo grandespenitencias y muri en olor de santidad.

    No quiero, sin embargo, que lo dicho sirva para inquietaros; porqueme he referido slo a los que tienen sobre la conciencia el peso de algunos

    pecados graves y ciertos que por la vergenza no quieren confesar.Pero en cuanto a las dudas que os pueden sobrevenir sobre pecados

    de otros tiempos o sobre confesiones mal hechas, si queris, bien pudieraismanifestarlas al confesor para mayor tranquilidad; aunque a losescrupulosos no puede aconsejrseles que se confiesen de sus dudas, comolo veremos adelante.

    Debis conocer adems ciertas doctrinas aprobadas por los telogosque pueden libertaros de angustias, trayndoos la paz.

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    CAPTULO VII

    DOCTRINAS CONSOLADORAS

    Recordemos, en primer lugar, la opinin slida y muy probable delos Doctores que aseguran que no hay obligacin de confesar los pecadosgraves dudosos, cuando se duda de la plena advertencia o delconsentimiento perfecto y deliberado. Slo dicen que en artculo de muertehay obligacin de hacer un acto de contricin, en caso de que el pecado

    dudoso haya sido verdaderamente grave, o recibir el sacramento de lapenitencia, sin tener, sin embargo, la obligacin de confesar el pecadodudoso.

    Basta dar materia cierta para la absolucin, y para ello es suficienteacusar los pecados veniales. Adems, muy graves telogos dicen, conharta razn, que los que por mucho tiempo han tenido una vidaverdaderamente cristiana, si dudan haber cometido una falta grave, puedenestar seguros de no haber perdido la gracia de Dios.

    En efecto, es moralmente imposible que una voluntad confirmada,por decirlo as, en sus buenas resoluciones, cambie de sbito y consientaen un pecado mortal sin conocerlo claramente. El pecado mortal es unmonstruo tan horrible que no podra entrar inadvertido en un alma que pormucho tiempo le ha cerrado la puerta.

    En segundo lugar, cuando el pecado mortal se ha cometidociertamente y se duda de haberlo confesado, qu hacer? Si la duda es

    negativa, como dicen los Doctores, es decir, si no hay razn para creer queel pecado no se declar, hay obligacin de hacerlo; pero cuando existe unarazn o presuncin fundadas de que se acus alguna vez, segn en sentircomn, no hay obligacin de confesarlo.

    De aqu concluyen casi todos los Doctores que los que han hecho susconfesiones generales y particulares con la diligencia conveniente, sidudan de haber olvidado algn pecado o alguna circunstancia, no estn enobligacin de confesarse, porque prudentemente se cree que se confesaron

    como es debido.

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    Dar a conocer ciertas acciones naturales que ven a nuestra personanos inspira confusin; mas de ello no hay obligacin alguna. Se trata, porejemplo, de algunas inmodestias cometidas en la infancia, pero sin tenerconocimiento de su malicia? No es necesario declararlas al confesor.

    Pensar que se hicieron en secreto no es prueba cierta de su malicia.Los nios ejecutan en secreto ciertos actos naturales que no son pecados.As, pues, de todas estas cosas no nos obliga confesarnos en particular,sino slo cuando recordamos haberlas cometido con la conciencia de lagravedad de la falta, o al menos con la duda de que fuesen pecado grave.

    Basta decir interiormente: Seor, si yo estuviera cierto de laobligacin de confesar estas faltas, lo hara al punto, por ms que merepugnase

    Lo dicho servir para tranquilizar algunas almas buenas que sesienten atormentadas por el temor de no haber explicado bien todas susdudas; pero es conveniente y laudable manifestarlas al director parahumillarse y obtener la paz.

    De esto ltimo se exceptan los escrupulosos, porque no debenhablar de ello, como se explicar ms adelante.

    Por lo dems, aconsejamos a los penitentes que expongan al confesorsus pasiones, sus aficiones y las causas de sus tentaciones, para cortar conacierto las races daosas. De otra manera no cesar la tentacin ni lainquietud, con gran peligro de pecar, porque se conserva la causa pudiendodestruirla.

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    Otra vez se apareci Nuestro Seor a la Bienaventurada EstefanaSonziano, dominica, y le dijo: Puesto que dejaste tu voluntad en manosdel confesor que me representa, pdeme la gracia que quieras y te laconceder. Ella respondi:Nada quiero, Jess mo, sino slo a vos.

    San Antonio, arzobispo de Florencia, refiere que un sacerdotediscpulo de San Bernardo haba llegado a tal extremo por los escrpulos,que no se atreva a celebrar. Se dirigi a su maestro para consultarle, y SanBernardo, por toda respuesta, sin dar explicacin alguna, le dijo: Ve adecir la santa misa; soy responsable de todo. El religioso obedeci y fuecurado.

    No me digis: Si tuviera a San Bernardo, tambin obedeceraciegamente; pero mi confesor no es San Bernardo. Pero es para vos ms

    que San Bernardo, porque en aquella circunstancia ocupa el lugar de Dios.Escuchad lo que os dice Gersn: Hablando as, os engais. No se

    os puso en manos de algn hombre porque fuese santo o sabio, sino porqueDios lo puso para conduciros.

    Por tanto, obedeced a vuestro padre espiritual no como a un hombre,sino como a Dios, y no podris extraviaros.

    Al principio de su conversin, San Ignacio se vio de tal suerterodeado de tinieblas y acometido por los escrpulos, que no encontrabareposo. Mas como tena fe en aquellas palabras del Salvador, el que avosotros escucha a m me escucha, dijo con grande confianza: Seor,mostradme el camino que debo seguir; soy ciego, mas cuando me deis uncachorrillo que me conduzca, os prometo dejarme conducir por doquiera.El Santo fue fidelsimo en obedecer a sus confesores, y mereci, por ello,no solamente la santa libertad de espritu, sino tambin la maestra paraguiar escrupulosos.

    Si el da del Juicio Nuestro Seor os pidiese cuenta de lo que porobediencia hubierais hecho, podrais responderle: Seor, lo he hecho paraobedecer a vuestro ministro, como lo habis dispuesto. Diciendo as, nohabra temor de ser condenado. Si por acaso el confesor se engaase escribe el P. Alvarez, el penitente estara seguro y no se engaaraobedeciendo.

    O pensis que para estar tranquilo hay obligacin de examinar si elconfesor es suficientemente sabio? Basta que tenga la aprobacin de su

    Obispo para que ocupe el lugar de Dios y para que no podis perderosobedecindole en todo.

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    Pero diris: No soy escrupuloso; mis inquietudes no son vanostemores, estn bien fundadas. Yo respondera: No hay un verdadero locoque se tenga por tal. Su locura consiste precisamente en ser loco sinconocerlo. Lo mismo puede decirse de los escrupulosos.

    Segn el juicio de vuestro confesor, sois escrupuloso porque noconocis lo vano de vuestros temores; si lo conocieseis, despreciarais esasinquietudes y no serais escrupuloso. Tened, pues, calma, obedeciendo alpadre espiritual que conoce bien vuestra conciencia.

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    CAPTULO IX

    CONTINUACIN DEL PRECEDENTE

    Replicaris:No es culpa del confesor, sino ma; no s explicarme, yl no conoce el triste estado de mi alma.

    Pero vos, que hacis escrpulo de todo, no temis considerar avuestro confesor como ignorante o sacrlego?... Me explicar: cuandoconfesis vuestras dudas, y en materia grave como decs, el confesor estobligado a haceros las preguntas necesarias para formarse juicio. Por tanto,si careciendo de justa razn y sin comprenderos, como lo pensis, os haordenado despreciar los escrpulos, ha debido hacerlo por ignorancia o pormalicia. Y resulta que desconfiando de sus consejos, por temor de que noos haya entendido, lo acusis, como dije, de ignorante o sacrlego. Estisconforme en ello?

    A todos los escrupulosos que se atreven a juzgar del dictamen de su

    confesor sera conveniente darles la respuesta de Monseor Sperelli,obispo de Gubbio. Una religiosa combatida por los escrpulos se atrevi adenunciar a su director como hereje, porque le haba dicho que suspecados no lo eran. Decidme, contest el Obispo: en qu universidadhabis estudiado la Teologa para saber ms que vuestro confesor?Ocupaos en hacer calceta, y no deis cabida a ideas impertinentes.

    Debis, por lo tanto, obedecer sin pensar en otra cosa, creyendo queos ha comprendido bien el confesor. No debis abrigar dudas sobre sus

    consejos, sino obedecer ciegamente y sin rplica, no investigando el porqu y entregndoos enteramente a su direccin. Porque si queris examinarlas razones de lo que os dice, os confundiris ms y ms, y las inquietudesvolvern con tormentos mayores.

    Lo repito: obedeced ciegamente; los escrpulos son una especie depez, y ms se adhieren cuanto ms se les maneja; por eso habris notadoque si las reflexiones se prolongan, las tinieblas se aumentan. Tenedsiempre ante los ojos esta bella mxima de San Francisco de Sales: Basta

    que tu padre espiritual apruebe el camino que llevas, para que no necesitesinvestigar las razones. Y esta otra: Nadie se ha perdido por obedecer. En

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    una palabra, no olvidis jams que todos los que obedecen al sacerdoteobedecen a Dios.

    S, sme diris, pero si me condeno por obedecer, quin mesacar del infierno? Lo que decs no tiene razn de ser, porque la

    obediencia, que es el camino del paraso, no puede conducir al infierno.Pero descendamos a la prctica. Ordinariamente dos cosas

    atormentan a los escrupulosos: por lo que hace a lo pasado, dudan de todassus confesiones; en cuanto a lo presente, es grande su temor de pecar entodo.

    Quisieran a todo trance repetir las confesiones generales, esperandocalmar as sus inquietudes. Mas qu logran? Slo caminar de mal en peor:sus confesiones nicamente sirven para despertar nuevas aprensiones y

    nuevos escrpulos de haber olvidado algunas culpas o de no haberlasexplicado bien. De donde resulta que multiplicar las confesiones esaumentar los tormentos. Por lo cual deca San Felipe Neri, el gran confesorde Roma: Mientras ms se barre una habitacin, ms polvo se levanta.

    La confesin general es sin disputa utilsima para los que no la hanhecho, para humillarse en vista de los pecados de toda la vida que sepresentan en conjunto, para inspirar ms grande dolor de las ingratitudescon las que se han pagado los beneficios de Dios y formar resoluciones

    ms generosas y eficaces, y finalmente, para dar a conocer con exactitud alconfesor el estado de la conciencia, declarndole las virtudes que faltan,las pasiones y vicios a que se tiene ms inclinacin, para que el sacerdoteaplique oportunamente los remedios y d las instrucciones msconvenientes.

    Pero cuando ya se ha hecho bien una confesin general, es intilrepetir. Si ms tarde sobrevienen dudas, ordinariamente hablando, y sobretodo, si no se recuerda haber ocultado nunca algo en las confesiones, nohay obligacin de acusarse de nada, a no ser que se tuviere certidumbre deque tal o cual cosa fue grave y que ciertamente no fue declarada en laconfesin.

    Pero si mi pecado replicarisfue verdaderamente grave y no lohe declarado, me salvar? Os salvaris. Todos los Doctores, con SantoToms, ensean que si despus de prudente investigacin se olvida acusaralgn pecado mortal, queda, sin embargo, absuelto indirectamente. En

    verdad, si el penitente recuerda bien o duda con fundamento no haberloconfesado alguna vez, tiene obligacin de declararlo; pero no existe de

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    ninguna manera la obligacin, si puede juzgar prudentemente que lo acusen las confesiones pasadas.

    Esto se refiere a toda clase de penitentes. Pero los escrupulosos,segn los Doctores, no estn obligados a confesarse sino slo de aquello

    acerca de lo que pudieran juzgar que fue ciertamente una falta grave y quejams la han declarado en alguna confesin. La razn de esto es que, parauna conciencia escrupulosa, recordar la vida pasada puede ser motivo deruina y desesperacin.

    Cuando el penitente se encuentra turbado e incierto sobre si podra ono asegurar con juramento esas cosas, el confesor puede librarloenteramente de la obligacin de confesar las faltas de la vida pasada,porque en presencia de tan gran dao cesa la obligacin de hacer la

    confesin entera, puesto que otros inconvenientes, menos graves,dispensan de la integridad material, como ensean comnmente lostelogos.

    Los escrupulosos deben comprender que las confesiones generales,tiles para otros, les sern daosas y perjudiciales. Por eso los buenosdirectores jams les permiten hablar de cosas pasadas, porque su remediono est en explicarse, sino en callar y obedecer. No conviene, pues,escucharles en ese punto, y si una vez se les permite, se inquietarn mucho

    despus cuando se les niegue esa licencia.

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    CAPTULO X

    OTRA VEZ LA CONFESIN

    En el captulo precedente nos hemos referido a las confesionesgenerales. En cuanto a las particulares y ordinarias, y tratndose de los quetienden a la perfeccin y comulgan con frecuencia, debe advertrseles queno es preciso que se confiesen todas las veces que comulgan. Basta quereciban la absolucin una o dos veces por semana, y aunque cayesen en

    pecado venial con deliberado propsito, dice San Francisco de Sales, no esnecesario abstenerse de la Comunin si no hay facilidad de confesarse,atendiendo a que, segn el Concilio de Trento, hay fuera de la confesinotros medios para borrar las faltas ligeras, por ejemplo, los actos decontricin o amor de Dios.

    Cierto da Santa Matilde, no teniendo oportunidad de confesaralgunas negligencias, hizo un acto de contricin y recibi la SagradaEucarista, mereciendo que Jesucristo le hablase aprobando su conducta.

    Un sabio confesor deca que, a veces, cuando por desgracia se hayacometido algn pecado venial, la Comunin ser ms fructuosa sinabsolucin que con ella, porque se multiplicarn los actos de contricin yhumildad, siendo as ms aceptables las disposiciones.

    Pero entindase bien que se trata de los que se imaginan pecar entodo lo que hacen y temen consentir en todas las tentaciones que se lespresentan. Estos deben saber adems:

    Primeramente, que una cosa es sentir y otra consentir. Todos losmovimientos de los sentidos, que naturalmente se producen, nunca sonpecados mientras la voluntad no los acepte. Y nadie puede inquietarse porhaber dado lugar a ellos cuando de la accin que los produce resulta algnbien espiritual o temporal.

    Lo segundo, se ha de advertir que, para que se cometa pecado mortal,se necesita no slo la plena advertencia del entendimiento, sino tambin elpleno consentimiento de la voluntad: si falta el uno o el otro, no habr

    pecado grave. En caso de duda, como hemos dicho, los timoratos, y sobre

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    todo, los escrupulosos, deben estarciertos de no haber pecado gravementecuando no lo puedan afirmar.

    Ciertas almas demasiado tmidas, que siempre dudan haberconsentido malos pensamientos, haran mejor en no acusarse de ninguna

    tentacin en particular, por ejemplo, de odio, de incredulidad, de impureza.La razn es que, como arriba dijimos, al examinar si dieron o noconsentimiento, o al estudiar manera de acusarse, avivan ms la imagen deesos objetos y se inquietan ms por el temor de haberles dado nuevoconsentimiento.

    A las almas de ese carcter es preciso no permitirles que se acusen desemejantes pensamientos, a no ser de un modo general, diciendo, verbigracia: Me acuso de las negligencias en desecharlos malos

    pensamientos.Los escrupulosos gozan de dos privilegios que les concede el comn

    de los Doctores. El primero, que no pecan jams obrando con temor deescrpulo, cuando obran por obediencia. Y no es necesario que en cadaocasin piensen que hacen bien obrando por obediencia. Para librarse detodo pecado, les basta un juicio virtual, es decir, formado desde antes.

    Esto no es obrar con duda prctica, sino slo con temor de pecar.Ensea Gersn que cuando la duda es prctica y nace de una conciencia

    formada, no es permitido obrar, es decir, cuando bien considerado todo ysubsistiendo la duda, se juzga que no se puede obrar sin pecado. Perocuando el espritu est perplejo, oscilando entre esas dudas, no sabiendo aqu atenerse y dispuesto, sin embargo, a hacer lo que agrade a Dios, eneste caso la duda no es prctica, sino simple temor, vano escrpulo quedebe despreciarse.

    As, pues, cuando se tiene la voluntad firme de no ofender a Dios yse obra en virtud de la obediencia que obliga a pasar sobre esos escrpulos,no se peca, aunque se obre con temor y sin pensar actualmente en losmandatos del director espiritual.

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    CAPTULO XI.

    OBEDIENCIA AL CONFESOR

    El segundo privilegio de los escrupulosos consiste en que, despus dehaber obrado, deben creer que no han consentido en ninguna falta, a no serque estuviesen del todo ciertos de haber conocido y querido plenamente lamalicia del pecado. Y sus dudas son seales ciertas de que falt la plenaadvertencia o el pleno consentimiento, porque si la una o el otro hubiesen

    existido, los escrupulosos tendran plena certidumbre.Si el confesor les prohbe, pues, acusar esas dudas, debern obedecer

    ciegamente, y no abandonarlo aunque persista en la resolucin de no darlesodo.

    Sobre este punto se engaan grandemente los confesores que seprestan a or todas las dudas de los escrupulosos, porque stos, a fuerza desutilizar todo para explicarlo a su gusto, trastornan ms su conciencia y

    acrecientan los obstculos para la perfeccin. En cuanto a los penitentes,no tienen que hacer ms que someter su juicio al de su padre espiritual,obedecindole en todo.

    Es preciso que sepan que si ste les prohbe acusarse de ciertasmaterias, y aun hablar de ello, sin tener certidumbre de pecado grave; o sidespus de haberlos odo los enva a comulgar sin absolucin, no debenponerse a discutir, convirtindose en doctores, sino slo obedecer con losojos cerrados, sin investigar el porqu de lo que se les manda.

    Mas he aqu que algn escrupuloso dir: En cuanto a m, lo nicoque deseo es obrar con la certidumbre de que agrado a Dios . La mayorseguridad que podis tener es la obediencia al confesor, despreciando elescrpulo, a pesar de todos los temores. Y sabed que aun en artculo demuerte estis obligado a obrar as, para no ser vctima de los engaos deldemonio.

    Repito lo expuesto: debis hacer escrpulo de no esforzaros envencerlo obrando en contra, segn la orden de vuestro confesor; y esto

    aunque estuvieseis convencido de que la duda que os atormenta no es unescrpulo vano.

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    Si os abstenis de obrar por el escrpulo, no haris progresos en lasvas de Dios. Os expondris, adems, a perder el alma o el juicio, y esto sque ciertamente es un pecado.

    Con este fin el demonio acumula tantos temores. Quiere que los

    escrupulosos caigan en la relajacin, que pierdan el cerebro, o siquiera queno hagan progresos en las virtudes, para que vivan en continuas angustiasy turbaciones, de las que el infierno siempre logra ventajas. San LuisGonzaga deca:El demonio siempre halla qu pescar en el agua turbia.

    Si queris, pues, marchar con seguridad por el buen camino,obedeced puntualmente todos los mandatos y reglas de vuestro director.Rogadle que os prescriba no slo reglas generales, sino tambinparticulares, para que ordenis vuestra conducta.

    Generales, por ejemplo: que todas las veces que no veis con claridaduna falta grave, caminis sobre el escrpulo sin darle importancia alguna;pero que no os confesis de otra cosa sino de aquello que podis jurar quees falta grave no acusada en otra vez; que comulguis siempre que noestis cierto de haber cometido pecado mortal; que no repitis nuncavuestras oraciones si no estis cierto de haberlas olvidado, etc.

    Si un escrupuloso se atuviese slo a las decisiones dadas por elconfesor en casos particulares, estas reglas le serviran muy poco. Quin

    ir a convencer a un escrupuloso de que el segundo caso que se le presentees igual al primero? Si no tiene, pues, reglas generales, o si no las sigue,permanecer siempre turbado e inquieto.

    Lo repetir ms todava: obedeced. No consideris a Dios como a untirano. Sin duda l tiene al pecado un odio infinito; pero no puede odiar alque sinceramente detesta sus faltas, al que est pronto a morir antes quecaer en ellas.

    Decidme, si tuvieseis para alguno las disposiciones y el amor quetenis a Dios, creis que no obtendrais correspondencia alguna? Oh!qu bueno es Dios con los hombres de buena voluntad! El Rey Profetanos lo asegura: Qu bueno es el Dios de Israel, para los que tienen elcorazn recto! (Psalm. LXXXII, 1.)

    Dios no puede olvidar a los que le buscan. (Thren. III, 25). NuestroSeor dijo cierto da a Santa Margarita: Hija ma, t me buscas? Puessbete que mucho ms te he buscado yo. Creedlo, Dios os dir lo mismo,

    si le amis y le buscis de veras. Abandonaos, pues, entre sus brazoscariosos de padre; confiad en l; entregadle vuestra alma para que laguarde, y os librar de todas las angustias. Arrojad en su seno os dice

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    San Pedro, todas vuestras solicitudes, porque a l pertenece el cuidadode vosotros (1 Epist. V, 7). Obedeced, pues, y desechad vuestros temores.

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    CAPTULO XII

    CONTINUACIN DEL PRECEDENTE

    U da dijo el Salvador a la misma Santa Margarita que sus temores leimpedan avanzar en la perfeccin. No retrocedis, pues, en vuestrocamino por esas pequeeces, si vuestro amor es sincero; ni pensis queDios lanzar los rayos de su clera sobre vuestra alma por todo pecadoleve que cometis.

    Hijas mas deca Santa Teresa de Jess, no creis que Dios sefija en pequeeces como lo pensis; no dejis que se apoque vuestrocorazn, porque perderis muchos bienes; bastar que vuestra intencinsea recta y firme vuestra voluntad de no ofenderlo.

    Adems, tened siempre delante de los ojos este gran consejo que SanFelipe Neri no cesaba de repetir a sus penitentes: Tened confianza en elconfesor, porque Jesucristo no permitir que se engae. El medio ms

    seguro para romper las redes del demonio es hacer la voluntad del quedebe mandarnos, as como nada es ms daoso que conducirse por smismo.

    En vuestras oraciones pedid, pues, a Dios la preciosa virtud de laobediencia. No lo dudis; obedeciendo habris asegurado vuestrasalvacin.

    A toda esta doctrina de San Alfonso agregaremos las enseanzas, nomenos seguras y consoladoras, de otros maestros de la vida espiritual.

    Los exmenes rigurosos sobre faltas ligeras indican a menudo muchoamor propio, y lejos de producir adelanto en la virtud, causanordinariamente mayor embarazo de conciencia.

    Este trabajo excesivo que se toma para aclarar las dudas, as como lasinquietudes que vuelven por ello, enfran la devocin, disipan el fervor yprivan de examinar las faltas reales y los verdaderos defectos. Es mximasegura de San Francisco de Sales que, no siendo de propsito deliberado,no hay que temer mucho las faltas ligeras, cuyas ocasiones se multiplican.La demasiada aprensin sobre ellas nos arrojara en un mar deperplejidades continuas, deteniendo nuestros pasos en el camino espiritual.

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    Un viajero que hace grandes jornadas, aunque a veces retroceda unpoco o se aparte de la va, llegar ms presto al trmino que algn otroque, marchando con mil precauciones, no da paso intil, pero camina muydespacio, con toda circunspeccin, viendo dnde pone el pie, para no

    tropezar con alguna piedrecilla que le hiera las plantas, para no levantar elpolvo que pudiera ofuscarlo, y volvindose hacia todos los senderos, sedetiene en examinarlos, atormentado por el temor de desviarse un poco.

    Lo que importa, pues, en este asunto no tanto es el temor de hacerpecado venial en todas las cosas, sino el firme propsito de no cometerdeliberadamente ninguno.

    El que tenga esta resolucin podr decirse, para obtener latranquilidad en sus dudas:

    Odio el pecado y evito las ocasiones. Mi resolucin ordinaria es nocometer ninguno, aun de los ms ligeros; si caigo por debilidad, al menosno tengo la costumbre. En cuanto al pecado mortal, me parece que loaborrezco mucho ms que todos los males del mundo, y es una prueba deello la gran pena qu sufro slo de imaginarme que puedo caer en eseabismo. Qu mal he hecho yo en esta circunstancia, objeto de misinquietudes? Si soy culpable, no puedo ser ms que de alguna negligenciao debilidad poco advertida. Es muy improbable que haya consentido

    plenamente en el crimen. El hombre no pasa jams en un instante y sinintermedio de una extremidad a otra; es imposible que en un punto caigade las alturas de la perfeccin a la rebelda contra Dios y al pecado mortal.Slo por grados se desciende; el descenso, en verdad, es rpido a veces,pero no instantneo. Nadie se precipita; algunos bajan solamente deJerusaln a Jeric. Para pecar mortalmente se necesita consentimientoperfecto, y tengo razn al pensar que si en esa circunstancia hubiese tenidotoda mi libertad y toda mi reflexin, el pecado mortal hubiera excitado en

    m horror idntico al que ahora me turba.As puede reflexionar a los pies de Jesucristo el que se siente

    atormentado por vanas inquietudes.

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    Respondo: Gran cosa es ante Dios el poder desearla, tanto, quetendris la contricin por el hecho mismo de desearla. No la sentiris;pero no importa: el fuego que est bajo ceniza no se ve tampoco ni sesiente, y sin embargo existe.

    Preguntis cmo se hace la contricin en poco tiempo. Essencillsimo: basta pedir esa gracia a la Virgen Santsima y postrarse unosmomentos ante Dios, con espritu de humildad y arrepentimiento porhaberle ofendido, y prometer la enmienda y el uso de los medios paraconseguirla.

    No os turbis porque no vengan a la memoria todas las cadas ligeraspara confesarlas. Porque, as como cais a menudo sin apercibiros de ello,as tambin os levantis sin advertirlo. No os aflijis por eso. Id

    humildemente a decir con toda franqueza lo que hagis, advirtiendo quepara que el pecado exista, es indispensable siquiera alguna voluntariamalicia, o consentimiento. Mas quin podr conocer ese consentimiento?Es ciertamente difcil el definirlo, y por eso exclama el Salmista: Quinentender los pecados? Por lo que agrega una splica para que Dios lopurifique de las faltas ocultas; es decir, de los pecados que no puedendiscernirse.

    Os dar, sin embargo, un consejo: Cuando dudis de haber

    consentido en el mal, tomad siempre esa duda como una negativa. Vedaqu la razn: para un pecado, se necesita verdadero y plenoconsentimiento de la voluntad; y esto es tan claro que no deja lugar a duda.

    No os parece que esta enseanza de San Francisco de Sales es comola espada de Alejandro, y corta de un golpe el nudo gordiano de muchasperplejidades?

    Si los escrupulosos son dignos de lstima, lo son igualmente susconfesores. San Francisco de Sales aconsej a su amigo el Obispo deBelley que se dedicase al confesonario; el Obispo obedeci. Pero, escribeste, cansado de tanta fatiga, le escrib que pensando hacer un confesorhaba hecho un mrtir, y me contest, con gracia muy singular, dicindomeque esta carga es semejante a la del cinamomo, que recrea y fortifica al quela soporta.

    Hay por eso innumerables maestros de espritu que, como losvendimiadores y cosecheros, no se satisfacen hasta no haber sucumbido al

    peso de la carga. Quin los ha visto nunca lamentarse por el exceso devendimia o de cosecha?

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    As como se llaman mrtires a los que confiesan a Dios delante delos hombres, es decir, a los que por sus sufrimientos dan testimonio de laverdad de la Fe, del propio modo, dice San Francisco de Sales, noresultara gran dao en dar, hasta cierto punto, el nombre de mrtires a los

    que confiesan a los hombres delante de Dios. Terminemos lo que se hadicho sobre el escrpulo en las confesiones, con los siguientes avisos:Los Doctores dice San Alfonso de Ligorio dan muchas reglas para ladireccin de los escrupulosos; pero no hay ciertamente, fuera de laoracin, remedio tan eficaz para curarlos, como la obediencia al confesor.Esforzaos, pues, ante todo en inculcar profundamente en el espritu de losescrupulosos dos mximas fundamentales: primera, que se camina contoda seguridad delante de Dios obedeciendo al padre espiritual en todoaquello que no aparece un pecado evidente; la razn es porque no seobedece al hombre, sino a Dios, que ha dicho: El que a vosotros escucha,a m me escucha. Tal es la doctrina de todos los telogos y maestros de lavida espiritual.

    La segunda mxima es que el ms grande de los escrpulos debe serla desobediencia, porque as expone al sumo dao de perder no slo la paz,la devocin, el celo para avanzar en la virtud, sino tambin el cerebro, ascomo la salud temporal y la eterna.

    El gran confesor de Roma, San Felipe Neri, sola repetir estasconsoladoras frases: Por la obediencia, jams se ha perdido un alma; sinla obediencia, jams se ha salvado un alma.

    El confesor goza de infalibilidad prctica respecto del penitente.Bastar, pues, or de sus labios que vais por el buen camino; que lamisericordia y la gracia de Jesucristo estn con vos, para que estistranquilos, dndole pleno crdito como en todo lo dems. Porque diceSan Juan de la Cruz el no someterse en todo y por todo al confesor, es

    orgullo y falta de fe.Temeris a veces agrega San Buenaventura obrar contra el

    instinto de la conciencia al obedecer; os parecer que pecis obedeciendo;mas, por el contrario, habis adquirido gran mrito delante de Dios.

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    CAPTULO XIV

    SOBRE LA COMUNIN

    As como nadie puede ser virtuoso sin religin, as tambin nadiepuede ser religioso sin la Comunin. Si no comiereis la carne del Hijo delhombre dijo nuestro Seor y si no bebis su sangre, no tendris vidaen vosotros; pero el que come mi carne y bebe mi sangre, posee la vidaeterna y yo lo resucitar en el ltimo da. Es un artculo de fe: sin la

    Comunin no hay vida verdaderamente cristiana.De aqu las urgentes exhortaciones de la Iglesia sobre la frecuente

    Comunin, reiteradas sin cesar. De aqu tambin los esfuerzos del demoniopara alejar a los fieles todos, y principalmente a las almas piadosas, de laSanta Mesa. Y ha logrado mucho, porque, desgraciadamente, en el coraznde innumerables cristianos hay indiferencia y frialdad sumas acerca de estesacramento de vida, y en otros temores y escrpulos que producen elmismo efecto, porque los privan de la felicidad de la Comunin o lesimpiden, siquiera en parte, sacar de ella el fruto conveniente.

    Por su inmensa caridad para con estos ltimos, San Alfonso Mara deLigorio se consagr a resolver sus dudas y a disipar sus temores. Paraalentarlas a que no se alejen de Jesucristo, cuyas delicias son estar con loshijos de los hombres, les muestra las condiciones y ventajas de laComunin frecuente. Sigamos sin temor alguno las enseanzas de estegran Doctor de la Iglesia.

    Qu pensar, dice, de esas buenas almas que, fuera de la facilidadde comulgar a menudo, tienen el ejemplo de otros que se acercan a laSanta Mesa, mientras ellas se abstienen sin razn alguna? Veamos si sonracionales sus excusas.

    No comulgo con frecuencia dir algunoporque no soy digno.Ah! Si esta razn fuese aceptable, se seguira que jams serais dignode comulgar. El que no es digno de comulgar todos los das, tampoco loser al cabo de un ao. Quin podr ser una vez siquiera digno de la

    Sagrada Comunin? Slo Nuestro Seor Jesucristo, que era hombre y

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    Dios, ha comulgado dignamente, porque slo un Dios es digno de recibir aun Dios.

    Decs que no sois digno! Pero ignoris que dejando de comulgar oshacis todava ms indigno? Mientras ms os alejis de la Sagrada

    Comunin, sern mayores y ms repetidos vuestros defectos, porqueestaris necesitado de todos los recursos de los que es fuente preciosa laSagrada Eucarista.

    De muy diverso modo raciocinaba una religiosa dominica. Deca.Precisamente porque soy indigna, quisiera comulgar tres veces al da parano serlo tanto.

    Casiano se propona esta pregunta: Qu ser ms conforme a lahumildad? Comulgar a menudo, o slo raras veces? Y responde: El que

    comulga con frecuencia es ms humilde, porque, conociendo suenfermedad, busca todos los das el remedio de sus males. Tal esigualmente la doctrina del Doctor Anglico: Aunque sea agradable aDios, dice, abstenerse de la Comunin por temor y humildad, sin embargo,prefiere el amor y confianza que se le demuestra recibindole.

    Pero no s si estoy en gracia. Decidme: para saberlo, qudesearais? Esperis, por ventura, un ngel del cielo que os lo venga adeclarar? No basta que el confesor os lo manifieste? Y podis estar ms

    tranquilo con lo que os dice el ministro de Dios que con lo que pudierandeciros todos los ngeles del paraso. Puesto que lo que os pareciera or delos ngeles podra ser una ilusin; pero en lo que se oye al padre espiritual,que ocupa el lugar de Dios, no hay error posible.

    Siempre que el confesor os prescriba que comulguis, guardaos dedejaros vencer por el demonio y de absteneros a causa de vuestros temoresy escrpulos. Y sabed que no hay desobediencia ms perjudicial a unaalma que la de abandonar la Comunin, porque este apartamiento procedede la falta de humildad, puesto que en el fondo de las cosas slo obrarisde esta suerte porque prefers vuestro juicio al de vuestro director.

    No me atrevo a comulgar con frecuencia porque caigo siempre enlos mismos defectos, sin advertir enmienda alguna. Respondo: Acercaostodos los das a la Comunin, para que cada da os aproveche. Pero debis,sin embargo, vivir de tal manera, que merezcis comulgar todos los das.

    En cuanto a los que cometiesen pecados veniales con deliberado

    propsito, diciendo mentiras voluntarias, conservando algn resentimientoo alguna afeccin terrestre, o cometiendo otras faltas semejantes, asabiendas de que constituyen un obstculo para la perfeccin, sin procurar

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    la enmienda; a todos ellos lo ms que se les puede conceder es quecomulguen semanariamente con objeto de adquirir la fuerza necesaria parano caer en pecados mortales.

    Con mucha pena permitira la Comunin frecuente a alguno que

    quisiese perseverar en determinado defecto, que sin ser claramente nipecado leve, fuese en realidad opuesto a la perfeccin, sobre todotratndose de la humildad y de la obediencia. Sin embargo, si el que seencontrare en esta situacin no tuviese afecto al pecado venial y seabstuviese de toda falta voluntaria, dndose a la oracin y a lamortificacin de los sentidos y de las pasiones, el sacerdote podrpermitirle la Comunin cuatro o cinco veces por semana.

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    CAPTULO XV

    CONTINUACIN DEL PRECEDENTE

    Si conocis que vuestras faltas son plenamente deliberadas y que notenis voluntad de corregiros, ni yo ni nadie os aconsejar la Comuninfrecuente.

    Pero no tenis, por fortuna, afecto a los pecados veniales nicostumbre de cometerlos con plena deliberacin; por el contrario, osagrada orar y deseis el progreso de vuestra alma. Obedeced al confesor,os lo repito, y no acumulis dificultades.

    Cuanto ms enfermo estis, con tanto mayor ahnco debis buscar elremedio que la Comunin os presenta. En esto seguiris el consejo de SanAmbrosio: Yo, que peco cada da dice, debo buscar cada da elremedio. A los muros que se inclinan se les ponen trabas, no paraenderezarlos, sino para evitar la cada.

    Decs que no os enmendis; y alejndoos de la Comunin, llegarisa enmendaros algn da? Al contrario, seris peor. En su Tratado de laComunin, escribe el padre Granada: El que quiera sanar de susenfermedades, no debe alejarse del gran remedio de la Comunin.Aunque no hubiese otra ventaja, se lograra al menos la de poder decir:Comulgu hoy, y debo comulgar maana. Cuntas veces estas solaspalabras son suficientes para que evitemos el pecado con ms ahnco,empleando mayor vigilancia!

    Adems, el Sacramento, por s mismo, comunica luz y fuerza. Laenseanza comn de los telogos es que la Santa Eucarista confiere msgracia que los otros sacramentos, porque all se encuentra Nuestro SeorJesucristo, que es el autor de la gracia. Es ms grande el don de unprncipe hecho por su propia mano, que cuando se recibe por medio deotro.

    Pero estoy distrado, fro y sin devocin. Qu entendis pordevocin? El fervor sensible? Este no es necesario. Basta que tengis la

    resolucin firme de hacer lo que sepis que agrade a Dios. Tal es laverdadera devocin y fervor que l os pide. Y aun cuando no sintiereis ni

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    ese fervor de la voluntad, debis acercaros a la Sagrada Mesa paraobtenerlo.

    El que se abstiene de comulgar dice Gerson porque no estfervoroso, se asemeja al que teniendo fro rehsa el fuego para calentarse.

    Adems, segn el sentir de San Lorenzo Justiniano, el SantsimoSacramento opera a veces sin que nos apercibamos de ello.

    Escuchad la consoladora doctrina de San Buenaventura: Aunque ossintis tibio y sin devocin, no dejis de comulgar con toda confianza.Mientras ms grave est el enfermo, mayor necesidad tiene de mdico.

    No os dejis llevar por la idea ilusoria de que comulgando rarasveces podrais adquirir ms devocin. El que come pocas veces lo hace enverdad con apetito, pero tambin con menos provecho.

    Comulgando raras veces, experimentaris quiz ms devocinsensible; pero poco adelantaris en la perfeccin, porque dejaris pormucho tiempo de alimentaros con lo nico que os puede fortalecer paraevitar vuestras faltas. No atendis, pues, a la devocin ms o menossensible: pensad slo en comulgar para uniros a Dios, y con esta intencin,os lo aseguro, sacaris grandes ventajas.

    Me abstengo a veces de la Comunin para no causar

    murmuraciones entre los que, conocindome tan imperfecto, seescandalizaran vindome comulgar con frecuencia. Siempre quecomulguis por consejo del sacerdote encargado de vuestra alma, y conintencin de avanzar en el amor de Dios, o al menos para alejaros de todafalta, acercaos sin temer a lo que digan los otros. Deca el Beato Juan devila que los que se ocupan de reprender a los que comulgan confrecuencia hacen oficios de demonios. Querrais acaso escuchar a stos?

    Un da que Santa Francisca Romana se preparaba a comulgar, le dijo

    el demonio: Cmo te atreves a recibir al Cordero sin mancha, t queests cubierta de imperfecciones y pecados veniales? La Santa,comprendiendo que el enemigo de nuestra naturaleza intentaba impedirlela Comunin, lo ahuyent escupindole en el rostro. Y al punto laSantsima Virgen se le apareci, elogiando su proceder y agregando quelos defectos no deben impedirnos la Comunin, sino al contrario,alentarnos para hacerla, porque en la Santa Eucarista est el remedio paratodas nuestras miserias.

    Esto es conforme con la enseanza del Catecismo Romano, donde seasegura que la Comunin perdona los pecados veniales. O como habla

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    Santo Toms, con el comn de los Doctores, la Comunin produce en elalma actos de amor a Dios, por los que se perdonan los pecados veniales.

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    CAPTULO XVI

    NUEVOS PRETEXTOS PARA NO COMULGAR

    Me falta bembo tara prepararme a la Comunin como debiera. Siperdis el tiempo en ocupaciones intiles, esta excusa no tiene valoralguno; pero si en realidad carecis del tiempo que desearais a causa devuestras ocupaciones personales y de otros deberes que la obediencia osimpone, sabed que todas esas cosas, cumplidas con intencin de agradar a

    Jesucristo, son una preparacin para recibirlo.Santa Magdalena de Pazzis se encontraba un da haciendo el pan

    cuando oy la campanilla de la Comunin, quedando arrobada en xtasis;y sin advertirlo, se acerc a la Santa Mesa llevando an en las manos dostrozos de pasta. Y deca a sus hermanas: Para prepararos a la Comuninofreced a Jesucristo todas vuestras acciones con intencin de agradarle, yacercaos sin temor alguno.

    No debis, por tanto, dejar la Comunin, aunque no hubieseis tenidotiempo de prepararos, con tal de que os hayis ocupado en el servicio de lacomunidad, en la asistencia de algn enfermo o en cualquiera otra obra decaridad imprescindible.

    Pero en estos casos evitad las conversaciones y entretenimientos nonecesarios, si dependen de vuestra voluntad. Cuando advirtis que nohabr tiempo de prepararos por la maana, cuidad de prepararos siquieraun poco la vspera, leyendo algn libro piadoso y practicando los actos que

    deberais hacer por la maana. Y sera mejor que os despertaseis mspresto que de ordinario, para prepararos un poco.

    Pero mi confesor no est dispuesto a permitirme la Comuninfrecuente. Si esta es la verdad, debis obedecerle, contentndoos conmultiplicar las comuniones espirituales, diciendo a Nuestro Seor en elSantsimo Sacramento: Seor mo Jesucristo, os recibira ms a menudo,pero la obediencia no me lo permite Y estad cierto de que el amable Jessaceptar con mucho agrado vuestra obediencia y vuestro deseo.

    Pero si el confesor no os concede comulgar con frecuencia, no esquiz porque no se lo peds? El pedirlo de ningn modo es contra la

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    obediencia. Y aun los confesores, para conceder la Comunin ms omenos frecuente, atienden al deseo que observan en sus penitentes.

    Como lo he dicho, este alimento celestial, para producir todos susfrutos, requiere gran deseo en quien lo recibe, y aprovecha poco a las

    almas indiferentes. No queris pedir licencia para comulgar a menudo, y sedemuestra as que no lo deseis. Por eso el confesor se abstiene deconcederos ese don.

    Por qu no segus el ejemplo de Santa Catalina de Sena? Cuando suconfesor, quiz para ejercitar su obediencia, le negaba l permiso decomulgar, humildemente repeta: Padre, conceded a mi alma sualimento.

    Si manifestaseis a vuestro confesor esta hambre divina, accedera

    gustoso a vuestros ruegos; pero considerando vuestra frialdad y poco deseode perfeccin, por prudencia se abstiene de prescribiros la Comuninfrecuente.

    Oh! Cmo avanzan en el amor divino los que, animados de buendeseo y con permiso de su padre espiritual, comulgan a menudo! Jesucristolos atrae maravillosamente, sin que ellos lo adviertan; los deja a veces enla obscuridad y sin devocin sensible, para mantener su humildad yresignacin.

    Para las almas desoladas dice Santa Teresa no hay mejorrecurso que la Comunin frecuente. Dgase lo que se quiera, lo cierto esque las mejores parroquias, ordinariamente hablando, son aquellas dondeabundan las comuniones frecuentes, y en esas parroquias los fieles msfervorosos y ejemplares son los que diariamente se acercan a la SantaMesa.

    De qu sirven tan vanas excusas? Lo cierto es que no se comulga

    con frecuencia para no verse obligado a vivir ms cristianamente y conms desapego de s mismo y del mundo. Se sabe bien que dos cosas nopueden andar unidas: la Comunin frecuente y la disipacin; los afectosmundanos, las vanidades, la aficin a la propia estima, a la sensualidad yotras imperfecciones.

    He aqu por qu se deja la Comunin frecuente. Nadie puede sufrirlos reproches de Jesucristo cuando viene a un alma constituida en estasituacin. Y se le recibe raras veces porque se desea vivir con mayor

    libertad.

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    CAPTULO XVII

    CONTINUACIN DEL PRECEDENTE

    Si obris como se ha dicho, yo igualmente os aseguro que no osconviene recibir con frecuencia a Nuestro Seor Jesucristo, puesto que leamis poco y tenis pocos deseos de amarle. Sin embargo, reflexionadseriamente sobre ese tedio obstinado que no intentis remediar, porquepuede arrojaros tarde o temprano al abismo.

    Salid, pues, de ese estado miserable; daos a Dios por el tiempo queos resta de vida y cuyo trmino est ms cerca de lo que pensis; trabajaden vuestra reforma lo mejor que podis, y pedid la Comunin msfrecuente. Si el confesor os permite, comulgad sin dificultades ni temores,dejando al mundo decir lo que quiera.

    No temis el dar cuenta a Dios de ello a la hora de vuestra muerte. Oslo digo y os lo aseguro. En vuestros ltimos momentos no os arrepentiris

    de las comuniones hechas con el permiso conveniente; ms bien os dolerhaber omitido muchas sin razn alguna, y slo por vuestro tedio onegligencia.

    Santa Magdalena de Pazzis vio en el Purgatorio un alma que sufrapor haber omitido una Comunin slo por indolencia. Por esto, siempreque la Santa vea que alguna de sus religiosas dejaba sin causa laComunin, experimentaba tal pena y desagrado, que muchas veces se lavio llorar por ello.

    Sabed, pues, que entre todas vuestras devociones no hay alguna tanagradable a Jesucristo como la santa Comunin. Y, en verdad, toda laperfeccin de un alma consiste en su ntima unin con Dios, y siendo laComunin el acto que nos une ms a l, sguese que nada habr ms eficazpara perfeccionarnos. Por eso la misma Santa Magdalena exclamaba:Mejor quisiera morir, que dejar una Comunin prescrita por laobediencia.

    Despus de San Alfonso, a quien pertenece todo lo anterior, oigamos

    a San Francisco de Sales. Este Santo Doctor deca que los que buscanexcusas para no comulgar a menudo, se asemejan a los invitados de la

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    parbola, los cuales produjeron la indignacin del padre de familias,aunque las causas que alegaron para no concurrir al banquete parecanaceptables.

    Pero dice el Santo las excusas de los que se retiran de la divina

    Eucarista, parecen ms bien acusaciones.Unos dicen que no son todava bastante perfectos; pero cmo

    llegarn a serlo alejndose de la fuente de toda perfeccin? Otros, que sonmuy frgiles, y no miran que ste es el pan que los har fuertes; otros, queestn enfermos, y no ven que all est el mdico; otros, que no son dignos,y no recuerdan que la Iglesia hace repetir a todos, aun a los ms santos,estas palabras: Seor, no soy digno de que entris en mi pobre morada.

    Otros se excusan con el peso de sus negocios, y no oyen que el

    mismo Seor les da voces dicindoles: Venid a m todos los que trabajisy estis sobrecargados, y yo os confortar. Otros temen recibirlo para sucondenacin; pero no temern condenarse si de l se alejan?

    Otros pretextan humildad; pero de ordinario es falsa como la deAcaz, que se opona a la gloria de Dios fingiendo temor de tentarle. Sobretodo, cmo es posible aprender a recibir a Jesucristo sino recibindole?Sabido es que todas las cosas se aprenden ejercitndolas.

    El Salvador se queja del abandono de su pueblo; de que lloren loscaminos de Sin porque nadie viene a sus solemnidades; de llamar a lapuerta sin que nadie le abra; de que se le niegue la entrada a Beln. Es detemer que los que le abandonan sean abandonados, y que rechace en la otravida a los que le rechazaron en sta.

    Si los mundanos os preguntan por qu comulgis tantas veces,decidles que para aprender a amar a Dios, para purificaros de vuestrasimperfecciones y sosteneros en vuestras debilidades. Decidles que dos

    suertes de personas deben comulgar a menudo: los perfectos, porque serauna injusticia que teniendo las disposiciones debidas se alejasen deJesucristo; los imperfectos, para poder caminar a la perfeccin; los fuertes,para no debilitarse; los dbiles, para fortalecerse; los enfermos, paraadquirir la salud; los sanos para no enfermar. Y manifestadles que encuanto a vos, como imperfecto, dbil y enfermo, necesario es quecomuniquis con Jess, que es vuestra perfeccin, vuestro mdico yvuestra fuerza.

    Decidles que los que no tienen muchos negocios mundanos debencomulgar porque no les falta tiempo; y los que abundan en ocupaciones,porque los que trabajan mucho y estn cargados de penas necesitan

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    alimentos slidos y frecuentes. Decidles que os acercis a la Santa Mesapara aprender a recibir a Jesucristo, porque nada se hace bien si no sepractica mucho.

    Frecuentad la Comunin cuantas veces podis con permiso del

    sacerdote, y creedme: a fuerza de adorar y alimentaros con Aquel que es lahermosura, la bondad y la pureza, os haris semejantes, siquiera de lejos, aJesucristo.

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    CAPTULO XVIII

    ESCRPULOS SOBRE LA ORACIN

    Lo hemos dicho y est demostrado por la experiencia: cuando elescrpulo se apodera de un alma se extiende a todo. Y sta, como nuestroSeor Jesucristo sobre la cruz, no puede apoyar la cabeza coronada deespinas ni a la diestra ni a la siniestra.

    Despus de los dos sacramentos de que nos ocupamos arriba, laoracin, entre todos los ejercicios espirituales, es un riqusimo blsamo deconsuelo y un estmulo eficaz para todas las almas. Pero el escrpulo;atacndola constantemente, concluye por hacerla fastidiosa.

    De qu me sirve meditar? dicen muchos. Estoy ante Dios comotierra sin agua, insensible, rido, distrado, ni s qu decir. Llego al fin dela meditacin, que me parece largusima, sin sacar ms provecho que uncansancio lastimoso del cerebro y un temor grande de haber abusado de la

    gracia.Decs que os encontris insensible, rido, distrado en la oracin. Sies por vuestras culpas, procurad la enmienda. Si, por el contrario, estasituacin es una prueba, consolaos y guardaos bien de abandonar lameditacin. Od a San Francisco de Sales:

    Propio es de los nios gustar del dulce y los confites, porque ancarecen de juicio para conocer que estas golosinas les hacen mal y lescran lombrices. Esto acontece a los espritus ligeros y poco arraigados en

    la piedad: no hacen progreso alguno en la virtud sino cuando Dios lesllueve el man de los consuelos interiores.

    Llegan la aridez y desolacin? Presto se les ver lnguidos, flojosy pesados para s y para otros. Son como los hijos de Efrem, los cuales,diestros para tirar al blanco, huan al ver de frente al enemigo.

    No conviene obrar as; antes por el contrario, cuanto ms nos privaDios de los consuelos, ms debemos nosotros trabajar para darle pruebasde que le somos fieles. Un solo acto de virtud hecho con aridez o sequedadde espritu, vale ms que muchos practicados con gran ternura, porque hayms generosidad en aqul, aunque stos sean gustossimos a nuestra alma.

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    El soldado valiente se presenta con serenidad en los peligros; perolos que son cobardes no van sino a empellones, y necesitan el fragor de losclarines para entrar en batalla. Son como los globos, que suben ms altomientras ms vayan cargados de viento.

    El que sirve a Dios por los consuelos muestra que ama ms losconsuelos de Dios que al Dios de los consuelos. Todo el que huye de lacruz no es digno de seguir al Maestro.

    El mismo santo Doctor deca a veces: Mejor quiero comer el pansin azcar que el azcar sin pan. Ciertas almas hacen como los nios, aquienes para poder nutrirlos se les pone miel sobre el pan: ellos lamenaqulla, pero abandonan ste. Los que no aman a Dios sino por la dulzurade su amor, son como las golondrinas, que buscan el calor de nuestras

    moradas y nos abandonan en invierno.La ausencia de consuelos sensibles en la oracin y otros ejercicios

    espirituales produce en muchos amargas inquietudes, porque se imaginanque con el tedio y sequedad no se hacen progresos en la virtud.

    Los grandes maestros de espritu les responden:

    Para ir al cielo no queris avanzar sino sobre una senda regada derosas, como si el camino de la felicidad no estuviese sembrado de espinasy como si el Espritu Santo no nos asegurase que para entrar al cielonecesitamos muchas tribulaciones.

    Vivid slo para Dios, y por el amor que os tiene, soportad vosmismo todas vuestras miserias, dice el mismo santo. Ser esclavo de Diosno consiste en estar siempre consolado, siempre en dulzuras, siempre sinaversin ni repugnancia para el bien. Si as fuese, ni Santa Angela, niSanta Catalina de Sena, ni Santa Paula; hubieran servido a Dios.

    Servirle es tener caridad con el prjimo; alimentar en la parte

    superior del espritu la resolucin firme de seguir la voluntad divina; sermanso y humilde para entregarse del todo a Jess, para levantarse de todacada, y soportarse a s mismo y a los otros.

    Hay almas que no conocen devocin si no es la sensible; tandelicados tienen los dientes del espritu, que no pueden masticar el pan devida si no es tierno y suave. Hombres de poca fe, a quienes pudiera hacerseel reproche de la Escritura: Hasta cundo amaris como nios slo lascosas de la infancia?

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    CAPTULO XIX

    CONTINUACIN DEL PRECEDENTE

    A nuestro Santo, dice el autor delEspritu de San Francisco de Sales,aunque tan compasivo con los otros que le vi llorar muchas veces sobre lospecadores y sobre los enfermos, a imitacin de Jesucristo, que llor sobreJerusaln y sobre la tumba de Lzaro, lo era tan poco consigo, que jamsse quejaba de trabajo alguno que le sucediese. Si caa enfermo, refera

    simplemente su mal, y despus se entregaba en manos de la Providencia ya disposicin de los mdicos, a quienes obedeca sin vacilar.

    En las aflicciones interiores era, por decirlo as, amigo y partidario deellas; diciendo que as como es mejor el pescado que se cra en las aguassalobres del mar, as tambin las mejores almas, las ms slidamentevirtuosas son las que encuentran la paz de Dios en las amargusimas ondasde las tribulaciones de espritu.

    A uno que se lamentaba de la privacin de consuelos espirituales, leescribi dicindole: El amor de Dios no consiste en consuelos ni ternuras;si as fuese, pudiera afirmarse que Jesucristo no amaba mucho a su EternoPadre cuando deca que estaba triste hasta la muerte; cuando clamaba:Dios mo, Dios mo! por qu me has abandonado? Y precisamente enesas situaciones fue cuando haca el ms sublime acto de amor quepodemos imaginarnos. En fin, quisiramos tener siempre un poco deconsuelo y azcar en nuestras viandas, es decir, gustar sensiblemente del

    amor y la ternura.En otra ocasin deca con mucha gracia que las confituras secas noson menos agrad