el escritor y su experiencia-jose santos gonzalez vera

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EL ESCRITOR Y SU EXPERIENCIA José Santos González Vera. Este artículo es parte de un ensayo del mismo nombre, que aparece en el libro "Eutrapelia', de González Vera. (N. de la R.) Era adolescente cuando, para ganarme el pan, intenté aprender los más diversos oficios. Así pude vincularme a obreros ansiosos de establecer una sociedad igualitaria y libre, como la conciben los anar quistas. Muy pronto hice mía tal aspiración, porque nada ayuda tan to a decidirse como el ser joven, y todavía con un resto de candor. Esa hermandad perfecta se estaba fraguando casi a mi vista. De habér seme preguntado la fecha de su advenimiento, y del consiguiente cam bio social, rao hubiese vacilado en considerarla terrenal dentro de cinco años. (El año del mancebo es muchísimo más largo que el del adulto. De esos trabajadores, decididos artesanos del porvenir, fue el zapatero Augusto Pinto, mi maestro. Nos unía la más profunda afi nidad y cuanto él decía encontraba en eco perdurable. Siempre estábamos imaginando, detalle a detalle, la 'organización futura, la anárquica, la de los iguales. Aunque su certidumbre de que la socie dad ideal era tan inevitable como el aire y la luz, expresó una vez: ¡Gran cosa sería un estado de pobreza sin miseria! Cuando lo dijo me pareció un deseo prudente, juicioso tam bién, pero muy limitado. Pienso, ahora, que si la humanidad al canzara ese nivel, el de la pobreza sin miseria, en no más de un siglo, habría que echar a vuelo todas las campanas. ¿De qué modo podía acercar, hacer más viable, la sociedad de los iguales? Mi padre había escrito relatos y versos que dejó inéditos. Mi abuelo materno redactó obras técnicas. Y mi madre, lectora de novelas, solía, en noches de invierno, contarlas con viva sencillez. Al servir de mozo en una biblioteca, hallé un retrato de Máximo 183

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Notable ensayo sobre la creación literaria

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  • EL ESCRITOR Y SU EXPERIENCIA

    Jos Santos Gonzlez Vera.

    Este artculo es parte de un ensayo delmismo nombre, que aparece en el libro

    "Eutrapelia', de Gonzlez Vera. (N. de laR.)

    Era adolescente cuando, para ganarme el pan, intent aprenderlos ms diversos oficios. As pude vincularme a obreros ansiosos deestablecer una sociedad igualitaria y libre, como la conciben los anarquistas. Muy pronto hice ma tal aspiracin, porque nada ayuda tanto a decidirse como el ser joven, y todava con un resto de candor.Esa hermandad perfecta se estaba fraguando casi a mi vista. De habrseme preguntado la fecha de su advenimiento, y del consiguiente cambio social, rao hubiese vacilado en considerarla terrenal dentro de cincoaos. (El ao del mancebo es muchsimo ms largo que el del adulto.

    De esos trabajadores, decididos artesanos del porvenir, fue elzapatero Augusto Pinto, mi maestro. Nos una la ms profunda afinidad y cuanto l deca encontraba en m eco perdurable. Siempreestbamos imaginando, detalle a detalle, la 'organizacin futura, laanrquica, la de los iguales. Aunque su certidumbre de que la sociedad ideal era tan inevitable como el aire y la luz, expres una vez:

    Gran cosa sera un estado de pobreza sin miseria!

    Cuando lo dijo me pareci un deseo prudente, juicioso tambin, pero muy limitado. Pienso, ahora, que si la humanidad alcanzara ese nivel, el de la pobreza sin miseria, en no ms de un siglo,habra que echar a vuelo todas las campanas.

    De qu modo poda acercar, hacer ms viable, la sociedad delos iguales? Mi padre haba escrito relatos y versos que dej inditos.Mi abuelo materno redact obras tcnicas. Y mi madre, lectora denovelas, sola, en noches de invierno, contarlas con viva sencillez.

    Al servir de mozo en una biblioteca, hall un retrato de Mximo

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  • Gorki, que lo mostraba con sobretodo de cuello redondo, abotonadobajo el mentn. El abrigo se me grab tan profundamente, que deimagen se me transform en deseo. Recort el retrato y lo conservlargo tiempo. Haba ledo los ms de sus libros. Leyndolo tom gustopor el paisaje literario y pude, cuando mi sensibilidad se afin, sentirlo en la naturaleza. Su amor por la errancia prendi en m, pero,dada mi ndole sedentaria, en vez de ir de una regin a otra, comoGorki lo hiciera, lo satisfice cambiando de empleos dentro de la ciudad. No trabaj sino para patrones agradables, notoriamente simpticos. Al equivocarme y caer bajo la potestad de un sujeto hosco oligeramente animal, en. el lapso de una maana lo abandonaba. Nohaba entonces poder alguno que me obligara. Casi era un hombrelibre.

    Nunca tuve sobretodo. Mi madre, al comenzar el fro, meta,entre el forro y la tela de mi chaqueta, una mano de peridicos, y enla estacin, invernal sentame tan abrigado como un rey austero. Peroel de Mximo Gorki se impuso. Ni antes ni despus sent con persistencia deseos de poseer cosa alguna, salvo ese abrigo. Apenas reundinero encargu uno parecido, mas no de gnero grueso como el buensentido aconsejaba, sino de cheviot. Al principio estuve muy satisfecho. Consideraba que llevndole me identificaba con el ideal del hombre superior que uno se ha forjado.

    Le, entonces, "El abate Julio", de Octavio 'Mirbeau.

    En el transcurso de los meses perd el regocijo que mi abrigo mecausara, tanto porque me flotaba, lo que poda estar bien era un profeta, como porque se me enquist la tonta idea de que l asemejbameal fraile loco, al abate Julio.

    Una noche, ya tarde, mientras beba caf en la Alameda, acrceseme un alemn esculido y viejo, que al medioda dejara el hospital. Cubrase con camiso de brin, careca de hogar y su porvenir inmediato era la neumona. Una mezcla de piedad y despego a mi sobretodo, tan. flotante, me impuls a drselo sin pensarlo dos veces.

    * * *

    Bajo la influencia de Gorki tom la descomunal resolucin deirme a Valparaso. Era para m no menos que partir a la Cochinchina.Nunca haba visto el mar. Durante un mes imagin cul sera mi vidaen el puerto. Lo mejor de los viajes debe ser la visin previa.

    Figur en mis planes dormir junto al malecn.. Fantaseando enmi casa no poda sentir fro, ni molestia por la promiscuidad, ni desazn por la catadura de los vagos.

    Al abandonar el tren, en el puerto, huy de m el deseo de per-

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  • hoctar al aire libre. Sin demora busqu la carta de recomendacin qualguien, casi a la fuerza, puso era mi bolsillo, y acept muy complacidola hospitalidad que se me brindaba.

    Tras unos 'das de ocio, me convert en vendedor de libros, primero en la Subida de San Juan de Dios; a continuacin, en el PasajeQuillota. Ofrecanse en una tienda los .saldos de la que fuera editorialdel libro barato. Entre las obras que adquir, a sesenta centavos elvolumen, estaban "El intil", de Joaqun Edwards Bello, y "Azul", deRubn Daro. Los dems vendedores, que lo eran de aves, verduras yfrutas, mirbanme no sin extraeza, jurara que con desprecio, tambin.

    Agotada esta experiencia, fui cobrador de tranvas en la lnea deValparaso a Via del Mar. Pretendieron ensearme su manejo, perocuando roe lo confiaban no lograba detenerlo antes de la esquina,sino ms all, a media cuadra. Por milagro rao atropello a nadie.

    Al retornar a Santiago, tuve mayor contacto con Jos DomingoGmez Rojas, que, fuera de su voz abarcadura, tena el poder de amplificar cualquier asunto (hasta miedo inspiraba a algunos) . Era elocuente. Nunca careci de tema ni jams se mostr decado. Bastabaque dijera una frase para que su fantasa lo proveyese de ciento omil . Estudiaba castellano en. el Instituto Pedaggico . A una preguntadel profesor Ducoing, contest en un discurso de una hora.

    Comenz escribiendo versos en la huella de ciertos poetas anarquistas argentinos, como Jos de Maturana. Luego hizo dramas ycomedias y, bajo el sortilegio de Osear Wilde y de Gabriel Mir, prosasalegricas o narrativas que, con sus comedias y versos meta en unsaco. Eira fecundo. De una sentada escriba dos sonetos. Al compartir su cuarto por unos das, una noche en que me hallaba en cama leyendo, l, antes de tomar la pluma, seriamente, como si fuera casual,se empolv las manos y se puso a la tarea. Me cuid de expresar miasombro .

    Era literario y lo arrastraba la elocuencia, pero al caer a la crcel sus versos rezumaban sufrimiento.

    Adems de hablar bien tena innmeros talentos. De los jvenesque conoc ste fue quien pudo disparar ms alto.

    Nunca merm su admiracin por Osear Wilde, pero en lo demsera verstil. Al ser encarcelado, su actitud bizarra con el juez Astorquiza fue digna del gran ingls. Es cierto que le cost la vida.

    Era generoso, y lo animaba una curiosidad universal. Le habra

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  • gustado frecuentar a las jvenes ms empingorotadas. Afanbase enque sus amigos fuesen escritores o artistas. No haba uno al cual nole adivinase vocacin. Durante un paseo por las orillas del Mapocho,con algn misterio, me aconsej escribir. De las observaciones que yohaca, infera l que en m, todava en potencia, existan condicionesliterarias. Como pasramos ante una carretela, agreg:

    Aqu tienes la carretela, su caballo, el conductor. Hay un chico. Todo deber describirse. Si el caballo anda, sus herraduras producen sonidos Debes reproducirlos. El tiempo es fresco y caluroso; el rostro del carretelero acusa un estado de nimo . Debers captarlo, y tambin lo que sirva de marco, cuanto se ve o se mueve era torno. Hasledo "El hombre que sorba su sopa", de Edgardo Garrido Merino?He ah un cuento hecho con nada y, sin embargo, parece un cuadrito,uno de esos euadritos flamencos.

    Anduvimos cinco horas. El hablaba y yo escuchaba embelesado.Sus palabras estimularon mi vanidad y en la noche me sent a lamesa, en el comedor, mientras mi gente dorma, y escrib. Qu pudehacer? De seguro algo muy ingenuo, una especie de introspeccin.

    Escrib unas pocas pginas en el ao inicial, y continu leyendoal Prncipe de Kroptkin, que era mi gua. Entre sus muchas afirmaciones sabias, se me grab la de que no hay pensamiento ni sentirque no .puedaexpresarse claramente, con sencillez. Esta idea fue param como esas melodas que el subconsciente atesora y que, por perodos, proyecta hacia la zona luminosa de nuestra sensibilidad, para regalarnos.

    La enseanza mediante el libro, proclamarlo no es audacia, resideen que lo aseverado en ste se entienda de una sola manera. Cuandocaben dos o ms interpretaciones, es porque el escritor no fue precisoni claro. Un libro as vale como acertijo.

    Hay quien piensa que lo desentraable en la primera lectura carece de profundidad, y es, as lo creen, superficial y hasta banal. Ami ver, es profundo el escritor que ve ms lejos y ve ms horado, siempre que sepa acercar lo lejano y hacer difano lo escondido.

    * * *

    Me cuid de no leer tratado alguno que contrariase mis ideas.Habalas acogido con fervor, con religiosidad, tal si fueran dogmas.Cre haber descubierto la verdad y senta por mis semejantes un piadoso desdn., Qu les impeda ver lo que yo vea y pensar como yopensaba? De Kroptkin pas a otros rusos y, era seguida, sin percatarme, a los franceses, los nrdicos, los espaoles, a cuantos tenancomo horizonte la mejora social.

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  • Antes de un lustro empec a leer autores que no pretendan sinoreflejar la realidad o decir lo que se les antojaba. Necesit valor alprincipio. Despus me fui acostumbrando a la libertad mental. Esun placer mental que embriaga y que confunde. El verse de sbitofrente a todos los caminos, dificulta la eleccin.

    * *

    La lectura ha sido mi placer ms logrado. Por leer quise hacerme barbero y acept empleos mseros. Siendo mozo en la oficinade una fundicin, emprend la lectura de los rusos. Mi patrn salaen las tarde.

    A veces un industrial que haba entrado sin que lo sintiera, mepreguntaba:

    Quedan uniones del seis?

    En ese minuto sola estar en Odesa o en el mar Caspio, de ayudante del propio Gorki que all trabajaba de estibador. Se figuran miapresuramiento, la celeridad con que deba abandonar el mar rusopara llegar en un santiamn a la oficina?

    Al que pregunta, le parece interminable el tiempo que antecedea la respuesta, aunque sea de segundos. Y mi cuerpo estaba ah, ymis ojos miraban y mis manos se movan, pero mis labios no podanresponder. Era casi eterno el instante que mi alma tardaba en incorporrseme.

    Quedan. Cuntas necesita? responda al fin.

    Era vez de alegrarse, el comprador mostrbase de sbito perplejo,como si ya las uniones del seis le fueran indiferentes. Al irse me gratificaba con la ms anormal mirada de soslayo. Slo despus de mucho vivir, entend que se mira de esa manera al que vuelve de la hipnosis o al extravagante.

    Deba llevar encargos a domicilio. Lea en los tranvas. Al cabode largo rato senta desasosiego, como si esta vez demorase ms enllegar. Efectivamente, me haba pasado.

    Con un libro abierto me iba a almorzar. Sola el personaje aduearse de mi espritu y miraba a travs de mis ojos. Me senta muyextrao, y feliz de serlo, pero nunca cont esto a ser viviente. Sojuzgado por el personaje, qu desconocido hallaba mi barrio, la calle misma en que moraba. Y no poda ser de otro modo. Aqul era naturalde Ucrania.

    De noche prosegua la lectura en cama. No hay delicia igual!

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  • A las once, mi madre, que 'gozaba del privilegio de leer en las tardes,clamaba:

    Apaga la luz.

    Consegua una breve tregua. Y luego deba obedecerle porque eramadrugadora. El desdichado personaje, en esa pgina estaba sufriendo un trance de consecuencias imprevisibles y quedara entregado asu propia suerte. Qu callada desesperacin se apoderaba de m!

    'Cuando me echaban del empleo o resolva no ver ms a mi patrn,ni a ninguno de sus parientes inmediatos, viva horas inanejorables.Eran quince o treinta das de hartazgos y de orgas en la BibliotecaNacional, a la que entraba apenas abierta. Lea con vehemencia, visitaba otros pases y era testigo de hechos sumamente privados y subyugantes. Estaban a mi disposicin las mejores y las peores alma.Al salir, anochecido, a las calles cntricas, lo haca con la sensacin deverlas por primera vez, despus de larga ausencia. En la casa obser

  • Cuando empec a escribir, era costumbre leer un trozo a cualquiercompaero. Nadie se ofenda. El oidor no dejaba nunca de corresponder con una frase estimulante . >En esa inteligencia le a un amigo poetaunas pocas pginas y, terminado que hube, lo mir.

    Y saben ustedes qu me dijo?

    Tu prosa es como estar 'contando chauchas.

    Siempre haba sido un hombre desabrido, pero en ese momentollegaba al exceso.

    Escriba de preferencia en los veranos para quitarle el cuerpo alfro. Trabajaba en la noche. Haca un prrafo, lo correga y, al desaparecer la posibilidad de mejorarlo, ponale en limpio en otra hoja,y en sta comenzaba el segundo. Era procedimiento digno de un miniaturista chino, que se me peg de observarlo en el poeta amigo, el cualpula verso por verso y slo escriba el siguiente cuando el anterior estaba acabado del todo. Necesitbamos de grandes cantidades de papel.

    Mi propsito fue ser preciso, econmico de palabras y ajustarmea lo que senta. Tambin quise ser consecuente con mis ideas humanitarias y ofrecer al posible lector, escritos breves. Ms tarde, atendiendoun consejo, escrib de una vez el asunto, con vista a preservarle la frescura y la unidad.

    En la siguiente sesin me ocupaba de ordenar lo escrito y en muchas otras de suprimir lo accesorio, y completarlo. En ocasiones luchaba en vano por continuar, pero no daba con la frase o el prrafo quepermitiera pasar de una idea a otra, de una escena a otra escena. Esafrase que sirve de puente, da que hacer. Descubr, tras fatigosa bsqueda, que la consulta con la almohada tena sentido profundo, y, aldormirme, haca traspaso de mi preocupacin al subconsciente, ese mozo interior que tanto nos ayuda. A la vuelta de das la frase o el prrafo graciosamente caan a la punta de la pluma.

    'Otra dificultad que sume al escritor en sostenidas vacilaciones escuando, en lo que va escribiendo, una idea 'secundaria se desarrolla ycolorea desmesuradamente. Lo doloroso para el autor en que esta idead una pgina o ms y que en s tenga alguna calidad. Cmo sacrificarla si ha salido tan bien, con tanto sentido y fluidez? Un sentimientopaternal induce a dejarla y el total se resiente y fracasa. Muy a la larga,se adquiere el herosmo de eliminar cuanto sea impertinente.

    La eufona nos arrastra, a menudo, a redondear la frase, a darleun trmino expirante. Mas, releyendo, se advierte que las dos o tresltimas palabras son palabras, por dentro nada las anima. Entonces

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  • uno las suprime y la frase queda como esos senderitos de montaa cortados por el abismo.

    Es fastidioso tambin que el texto quede liso. Disgusta que ideas

    y sentimientos se ajusten a un diapasn. Debera producirse en la prosa un poquito de oleaje. La variacin es lo que todo escritor envidiaal msico.

    La inteligencia disfruta cuando puede prever el desarrollo y fin,en cualquier plano, de un relato. Pero eso suele matar la sugerencia,hilo sutil a travs del cual quien lee completa la creacin. Si imaginamos la pintura de un trozo de calle, cegada al fondo por una vivienda,podemos figurarnos cmo viven los que ah habitara, pero si el pintordeja la calle abierta, quien mire podr imaginar infinidad de variantesy cuando la propia fantasa deje de ver, quedar todava la ilusin deque el camino contina.

    Lo que ameniza el trabajo es la persecucin de oraciones o vocablos sin. oficio. No soy mal cazador y termino la jornada con las manosllenas. iSuele asaltarme la duda de que, alguna vez, la euforia me llevea eliminar palabras que podran tener funcin.

    El texto concluido un relato, un cuento, lo que sea mejoraramuchsimo si fuera conocido de personas habituadas a leer. Casi nuncasus reparos son equivocados. Si leemos a cualquiera uraa pgina sobrealgo real, es seguro que nos dar una opinin certera. Mejor an sidejamos que la lea sin apuro.

    La ltima lectura de su original debera hacerla el autor en fro,cuando haya olvidado lo que escribi, y no corregir ms de cinco pginas diarias para que su atencin se mantenga vida.

    No parece sensato que el autor pueda gozar leyendo sus propioslibros. Al leer lo suyo, por acabado que est, no puede eludir el contraste entre lo conseguido y el antecedente que le sirvi de inspiracin.Gran parte de ste contina dentro de l en estado inefable, como ocurre con lo ms tierno, con lo ms delicado.

    El placer se lo procuran las obras ajenas, pues las aprecia en spor lo que expresan, por la emocin y el agrado que le transmiten, sinsaber de qu partieron sus creadores. Y disfruta ms que el lector comn, porque sabe cmo se escribe y celebra, a conciencia, las dificultades que el literato salv con grandeza.

    Se dir, por qu empearse entonces en escribir y no contentarsecon los libros clsicos, probados por siglos? Aqu se impone una confesin penosa: hasta el ms humilde escritor, aquel desconocido an desus vecinos, conserva la irracional esperanza de crear una obra impe-

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  • recedera. Aunque exista en espaol una medida tan alta como el Quijote, l confa, por instantes que se van y siempre retornan, en haceralgo mejor. iSfi lo dice a gritos, ser tenido por loco, y de insistir hastapuede ser recluido.

    Ninguna persona razonable osara negar a nadie la posibilidad deun logro inmortal. Mientras aliente el ms cohibido de los seres, tendrla potencia de expresar lo nunca dicho.

    Un escritor concienzudo no puede aspirar sino a que su obra seapasable o, si se prefiere, digna de leerse. Hasta ah puede la voluntad.Escribir, alguna vez, una pgina merecedora de constante recuerdo, esalgo que no depende del autor. Es un resultado, una gracia o milagro,cuyas leyes todava se desconocen.

    Pero, aunque se escriba mal, escribir es un bien, sobre todo paraaquellos seres, hiperestsicos, a quienes la vida hiere en exceso y que,por educacin, orgullo o admiracin a los ingleses, no gritan ni se lamentan, y absorben los sinsabores y los malos ratos, sin pestaear, sindarse por enterados, aunque, a su debido tiempo, su sistema nerviosoo su estmago s que se enteren.

    Cuando el prjimo herido quiere olvidar sus penas leyendo, no entender lo que lee; si se sumerge en un ambiente de melodas, no podror, pero si escribe o se entrega a un trabajo de creacin a los pocos minutos, todo su ser estar dentro de las ideas, las formas o loscolores y pronto no sentir malestar alguno, no sentir su cuerpo, loque constituye casi la felicidad.

    Tambin fatiga escribir. Cuando al borde del cansancio visitabalibreras, y vea sus anaqueles repletos de libros que nadie compra yque, seguramente, sus autores hicieron con la intencin clarsima deque fueran obras maestras, mi entusiasmo esfumbase por completo.

    * * *

    Apenas he dicho que termin un libro: Vidas mnimas. Puedoagregar que lo publiqu. Por dos o tres meses estuve disfrutando deabundante felicidad porque los crticos lo recibieron bien, pero el pblico, adems de cauto, se mostrada prudentsimo, tanto que demordiecisiete aos en vender quinientos ejemplares. Sin embargo, tuvesuerte con otros tantos que regal. No me rechazaron ninguno.

    Como la bondad de lo que se escribe no se puede demostrar, niprobar, el autor no tiene la certeza de haber hecho obra verdaderasino a 'ratos. Cuando surge la duda, se siente la ms desvalida de lascriaturas.

    Los sensibles en demasa recuerdan que existe el vino, el cognac

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  • y otros agentes de olvido. Los ms vigorosos, con fuerza suficiente para enmendar su rumbo, se hacen industriales, comerciantes o funcionarios. Al bordear la cincuentena tiene un poco de plata. Basta iqueestn en reposo para que les entre cierta desazn: Y si de persistirhubiesen escrito un buen libro? Y los abruma una tremenda melancola.

    Cuando se apoderaba de m el desaliento, relea el prlogo que,por su gusto, Alone puso a Vidas ntimas. Releyndolo consegua, sirao resucitar mi confianza, por lo menos dejarla latente.

    El literato en formacin, al vencer las primeras dificultades, seconsidera alto como una torre, y a medida que avanza, que va dominando la tcnica, escribiendo mejor, empequeece. Hay instantes, ytambin semanas y meses, en que no se ve, en. que parecera estar aras de tierra.

    No hay escritor que pueda prescindir del estmulo. Algunos siguenescribiendo porque amigos piadosos les aseguran una peridica racinde elogios. Durante un tiempo lo confortarn esas alabanzas; luegonecesitar ms y, si todos los lectores y crticos se pusieran de acuerdoen celebrarlo nicamente a l, no le causara extraeza. Sentira quees lo justo.

    A veces un escritor piensa que su vecino es un simple, hombresin clave y sin ideas, pero si ste se le acerca y le dice que ley su ltimo cuento y le agrad como ningn otro, se dir: "Qu equivocadoestaba! Este hombre es, qu duda cabe, muy culto, tiene gusto y suinteligencia es aguda".

    Se asemeja a los dems artistas en lo desmesurado de sus ambiciones. Aspira a que su obra sea nica. Si en un rapto de escepticismose le entra el pensar insidioso de que su libro es meritorio en su pas,ver presto que hay otros libros nacionales tan estimables como el suyo. Supongamos veinte. Esta comprobacin lo inducir a pensar queen el continente pueden, de esos veinte, salvarse dos. Y si de razn enrazn asciende al plano universal, dejando de lado pocas, escuelas ycualesquiera diferencias, puede que ninguno le parezca digno de figurar junto a las grandes obras. Y el ms horrendo pesimismo lo abatir das y meses.

    Otros literatos, por desventura poqusimos, son paternales, nodudan jams y, aunque asombre, aman cuanto sale de sus manos.Los desespera, eso s, la tardanza de los lectores en participar de idntico amor. iSuelen atribuirlo a incomprensin. Y para darse nimo suean en que escriben para las generaciones futuras presumiblementems lcidas.

    * * *

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  • Debido a la necesidad de ganarme el pan en lo primero que se me

    presentara, a mi debilidad por conversar horas, tardes y das, a miescondida inseguridad (que a pesar mo conservo en el afn literarioy en la accin), demor cinco aos en terminar el segundo librito:'hu, ms breve que el anterior. La crtica volvi a mostrarse generosa. Pude obsequiar cuatrocientos ejemplares. Los lectores dejronsellevar por sentimientos dadivosos y agotaron el resto de la edicicinen no ms de doce aos.

    Despus me entregu a la vida, que fue para m conservar ms

    y admirar los bienes terrenales. Y tambin disfrutar de algunos. Ypensar en dnde y cundo confluyen nuestra propia existencia y lade todos, y buscar, sin rumbo certero, el camino de la mejora comn,que no se ve claro sino por instantes. Tras largos intervalos' escribaunas pginas. Y hubiese abandonado tan sano entretenimiento de noentrar a una nueva revista, en la que deb colaborar cuando otros nopodan hacerlo.

    Tard ms de veinte aos en. publicar Cuando era muchacho. (Sera injusto decir que el pblico conserv su serenidad. No. Su primeraedicin, se ha vendido en dos aos solamente. Habr que achacarlo ala velocidad de la vida moderna.

    Al que mantiene comercio con la literatura le preocupa saber,a travs de su existencia, en qu consistir su aportacin. Puede, cavilando mucho, convencerse de que debe dar lo que en l hay de genuino, pero, se dir qu es lo genuino en un hombre determinado?La iluminacin., a diferencia de la gracia que viene de lo alto, suelenproporcionarla los dems. Uno, en buena porcin, es lo que otros aseguran que es, y slo en parte nfima lo que cree ser.

    Aceptemos que se est formado de una personalidad externa, sometida a usos y normas sociales, y de un ser interno cuyos pensamientos son espontneos, buenos o malos, a veces temerarios o debilitadospor un sino tmido, pero siempre vitales, verdaderos. Esa parte de nosotros es lo peculiar, lo genuino, la que debe ser escuchada.

    El descubrimiento de lo que uno es, y no de lo que pretende ser,es valerosa tarea pues acaece, si el coraje no nos abandona, que trasmucho examen deba uno tenerse por individuo apenas mediano, llenode limitaciones, condenado, perpetuamente, a no traspasar ciertaszonas.

    Es natural que deseemos ser mucho y un tanto triste que en verdad seamos algo, pero, aunque slo seamos algo, no cesa la obligacindp dar lo propio, de darlo tan acabado como nuestro entendimiento lopermita.

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  • Si el escritor escucha a su alma, y revela lo que en ella hay devaledero, no podr falsearse.

    Al verter el sentir ntimo se impone una consideracin: la de nomenospreciar la condicin de los dems. Cuanto digamos ser unaapelacin a la sensibilidad, a la conciencia del prjimo.

    La misin del escritor es registrar los pensamientos del pueblo,todo el contenido de su voz, su sentir mltiple.

    Y como el fin suele unirse al principio, repito que comenc a escribir en procura de un orden ms favorable a la comunidad; tuve enel camino graves dudas sobre el sentido del progreso; hasta cre quedespus de agotarnos en cualquier intento creador, volvamos al primitivo lugar, pero viviendo y juntando aos, he adquirido el convencimiento de que estamos viajando siempre en direccin certera, aunque las fuerzas sociales nos obliguen a dejar el camino directo y nosimpongan fatigosos rodeos. Las instituciones son transitorias. Lafuerza tambin lo es. La libertad, ordenadora perfecta, nunca es abatida por completo. De todas las pruebas surge ms robusta. La equidad, aventado el ofuscamiento multitudinario, nuevamente encuentrarefugio en mayor nmero de corazones. Y lo nico firme, real, estable,es lo que los seres consienten sin presin de nadie.

    Creo que la vida humana no tendra tanto arraigo si uno no pudiera forjarse planes de mejora social, si no imaginara que alguna vezhabr un nivel mnimo, pero satisfactorio, del cual nadie pueda descender y s ir subiendo, por un ms sabio empleo de las manos y delespritu, a estados superiores en que cada hombre y mujer pueda realizarse, para goce suyo y ajeno. Uno sera asaz empedernido si no concibiera la sociedad del porvenir de modo inevitablemente idlico.

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